Está en la página 1de 4

MATEO 9.

9 EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE CRISTO

Vivamos el Evangelio al estilo de Jesús, dando primacía al amor por el hermano, ofreciendo la
misericordia del Padre, no siendo indolente con el marginado social, tolerantes con todos, y
viviendo plenamente la justicia. Dejemos la “envoltura” de lado, vayamos hasta lo más profundo
del corazón en los demás para que, por nuestra ternura y amor, la brisa de la gracia de Dios obre
en ellos para bien de todos.Jesús fue acusado por los puritanos de andar con gente de mala fama.
Así lo narra el evangelio de este día, en donde el Señor llama a su grupo, como un apóstol más, a
Mateo: un publicano de profesión, es decir, recaudador de impuestos para los romanos, potencia
extranjera. La mala fama que tenían los recaudadores no era de a gratis, sus abusos eran
manifiestos, eran unos “ladrones oficiales” en el pueblo.

¿Por qué esa preferencia de Jesús por aquellos marginados de la salvación? “No son los sanos los
que necesitan al médico, sino los enfermos; aprendan lo que significa: misericordia quiero y no
sacrificios; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. En estas tres frases
encontramos aquello que explica la conducta del Maestro, la razón de toda su vida, la finalidad de
su muerte y resurrección. Cristo quiere mostrar la misericordia de Dios, que acoge y perdona
como el padre al hijo pródigo.

Nadie debe escandalizarse, porque la misericordia de Dios no es complicidad y laxismo permisivo,


sino búsqueda del hombre para promocionarlo y redimirlo. ¿Cuántos hombres y mujeres, hoy en
día, hay que son marginados de la salvación y discriminados por la sociedad?

Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

Mateo 9:9 [RV60]

Cada uno ha sido llamado de manera especial

El llamamiento del hombre llamado Mateo pareció accidental e improbable. “Pasando Jesús de
allí”, cuando estaba a punto de ir a realizar otra cosa, alejándose de Capernaúm, o sencillamente
andando por una de sus calles, fue “pasando de allí” que esto sucedió.
En ese momento también había muchas otras personas en Capernaúm, sin embargo, Cristo no los
llamó, El los vio, pero no de la misma manera en que vio al hombre llamado Mateo. Y de manera
similar, en ese día de misericordia en que recibiste la bendición de la salvación, quizá había una
congregación muy concurrida, pero hasta donde sabes, la bendición no llegó a más nadie, solo a ti.
¿Por qué, entonces, vino a ti? Tú no sabes, a menos que hayas aprendido a mirar más allá de las
cortinas en el Lugar Santo y a ver por la luz de la lámpara en el velo. Si has mirado allí, sabes que
cuando Jesucristo pasa, lo que los hombres consideran accidentes es intencional, las miradas de
sus ojos han sido ordenadas desde la eternidad; y cuando él mira a alguien, lo hace de acuerdo al
propósito eterno y al preconocimiento de Dios. Hacía mucho tiempo que el Señor había
considerado a ese hombre llamado Mateo, así que cuando el tiempo se cumplió, Jesucristo pasó
por ese camino y miró con amor y misericordia a aquel hombre llamado Mateo. Él lo vio en ese
momento porque, mucho antes, lo había vislumbrado.

También podría gustarte