10, 8 En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
Preocupación apostólica… afán
apostólico. D. Antún, expansión a África.
Don Javier: "Vivimos tiempos de
encrucijada, de desafío, en estas vísperas del tercer milenio de la Era Cristiana. Y nuestro comportamiento ha de ser el de nuestros predecesores en la fe, los primeros cristianos, cuando comenzaron la epopeya de extender la fe por el mundo entero. (...) El Señor se sirvió de los primeros cristianos para dilatar su Reino. (...) También hoy la Iglesia necesita hombres, mujeres y familias enteras que estén dispuestos a ser apóstoles comprometidos personalmente, con plena generosidad, en la tarea de difundir la fe en este tercer milenio. Esta misión - ¡divina!- corresponde a todos los bautizados, convocados todos a vivir las virtudes en plenitud, de acuerdo con su propia vocación" (Padre).
Ser cristiano nos lleva a identificarnos con
Cristo. Y Cristo vino a la tierra para redimir a todo el mundo, porque "quiere que los hombres se salven" (1 Tim. 2, 4).
Y vemos a nuestro Señor, momentos
antes de morir que le dice al que está crucificado a su derecha: "En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23, 43). El afán de almas de Jesucristo, que le mueve a tratar con los hombres, se pone de manifiesto hasta la muerte.
Hacer como los primeros discípulos del
Señor, que fieles al mandato del Señor, difundieron el Evangelio por todo el mundo. Y esta transmisión de las enseñanzas del Maestro se hizo de dos maneras: ’oralmente’:
"los apóstoles, con su predicación,
sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu les enseñó"; ’por escrito’ : "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de salvación inspirados por el Espíritu Santo".
***"Junto a este apostolado
personal de amistad y confidencia, que es lo nuestro y lo verdaderamente eficaz, hay que sentir también la responsabilidad de colaborar -con iniciativa y responsabilidad personales- en el apostolado de la opinión pública: cartas a los periódicos y a los demás medios de comunicación, artículos, conferencias, publicaciones... Todos estáis en condiciones de realizar esta tarea, porque la Prelatura os proporciona de modo constante la conveniente formación doctrinal-religiosa, tanto mediante Círculos, clases, meditaciones, etc., como a través de una abundante información escrita: aprovechad bien esos medios, hijos míos; atesorad en vuestro corazón la buena doctrina de nuestra Santa Madre la Iglesia; conocedla a fondo, cada uno en la medida de sus posibilidades; hacedla llegar a muchísimas personas" (D. Alvaro). Nuestra primera obligación es dar buena doctrina, queriendo a las almas, especialmente ahora que los caminos están llenos de falsos profetas, que van sembrando confusión .
Brasa encendida, impaciencia de pegar el
fuego divino a todas las almas. Que nadie que haya estado junto a nosotros pueda decir: ’hominem non habeo’.
Que nadie, que se acerque a nosotros,
pueda decir que no se sintió empujado a tratar más a Jesucristo, a amar más a Dios.
Antianécdota, alumno de la UP…
Lo nuestro es "conocer a Jesucristo;
hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios " (San Josemaría). Cada uno podemos decir: A mí me ha puesto aquí el Señor para algo, para hacer una labor, para santificarme yo y se santifiquen los que viven conmigo, los que están a mi alrededor, los que son compañeros de trabajo. Mi ejemplo les ha de servir para que se acerquen más a Dios.
(D. Alvaro). "Hijas e hijos míos,
valentía apostólica; en el lugar de trabajo y en el hogar doméstico; en el silencio de un laboratorio y en el ruido de una fábrica; en el parlamento y en medio de la calle: en cualquier lugar donde nos encontremos, allí debemos ser apóstoles, con determinación: ¡Dios y audacia!" .
Apostolado del sacd del pueblo de
Valencia… Juanjo Silvestre y Jorge Gisbert… "Lo que no cabe nunca, en nuestra vocación, es no trabajar apostólicamente. Todos mis hijos -los jóvenes y los que ya tienen años- pueden y deben sacar adelante las labores de la Obra. Si no sintieran esta responsabilidad, se irían enmoheciendo poco a poco, y se convertirían inevitablemente en instrumentos inservibles" (San Josemaría, Carta VI. 73).
"La gran tragedia de la historia es que
Jesús no es conocido y por ello no es seguido ", son palabras del Papa Juan Pablo II.
En el mundo de nuestros días hay un gran
desconocimiento de Cristo por parte de los hombres. Y desconocer a Jesucristo es desconocer el misterio de Dios, es desconocer la posibilidad de salvación, es desconocer la razón más profunda de la existencia humana, es desconocer el manantial de esperanza y de felicidad que hay en el seguimiento de Cristo.
El número de los que aún no conocen a
Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente. El mundo actual es una gran tierra de misión, incluso en los países de antigua tradición cristiana.
No nos engañemos. Continúan teniendo
plena actualidad las palabras del Señor:
"La mies es mucha, pero los obreros
pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt. 9, 37-39).
La tarea apostólica que el Señor nos
encomienda es inmensa. Tantísimas personas que viven alejadas de la Iglesia, despreocupadas de destino eterno. Almas muertas, carentes de la vida de la gracia. Decía San Vicente de Paúl: "No es suficiente que yo ame a Dios si mi prójimo no le ama".
"Por salvar un alma, hemos de ir
hasta las mismas puertas del infierno. Más allá no, porque más allá no se puede amar a Dios" (San Josemaría).
Molinoviejo, año 1954. Tertulia de
nuestro Padre con un grupo de gente de Casa que estaban haciendo la milicia universitaria en el campamento de La Granja. Era la época de la primera expansión de la Obra. Uno preguntó: - "Padre, cuando llegaremos a las minas de diamante de Rodesia". Y esta fue la respuesta de nuestro Padre: "Las minas de diamante las tienes tú en la tienda del campamento". Efectivamente, cada persona que tratamos es un diamante precioso que ha costado toda la Sangre de Cristo.
Hay que sacar ese diamante, sin
desánimo, aunque esté profundo. Consejo que nos daba nuestro Padre:
"Las almas son como brillantes; hay que
tratarlas una a una, y con gran delicadeza". "Salvar almas es recoger del suelo diamantes caídos de la corona de Dios; es estremecer de alegría el corazón de los ángeles; es hacer más gloriosa la pasión de Cristo" (Gar Mar).
D. Alvaro, en una tertulia con nuestros
hermanos de Suecia, en verano de 1986, sobre el modo de evangelizar de nuevo a Europa, les dijo: "Para eso hemos de ser, primero, hombres de oración: debemos estar en las manos de Dios y actuar como buenos instrumentos. En segundo lugar, santificar la profesión. Tercero, que seáis hombres mortificados, que saben vencer el amor propio, la soberbia, la pereza, la comodidad... Y, por último, que estéis muy unidos entre vosotros, especialmente a los que hacen cabeza y al Padre".
Acercar a nuestros amigos y conocidos a
Dios. En el Evangelio vemos cómo algunas personas ayudan a otras para acercarse a Cristo. Al ciego Bartimeo alguien le dijo: "Animo, levántate, que te llama" (Mc. 10, 49).
Al paralítico de Cafarnaúm cuatro amigos
se tomaron la molestia de llevarle en camilla y de ponerle delante de Jesús. Si no hubiera sido por aquellos amigos al paralítico no se le hubiera perdonado los pecados ni habría sido curado milagrosamente de la parálisis.
La mujer samaritana, después de su
conversión, va a la ciudad y dijo a los habitantes de su ciudad: "Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Mesías?" (Jn. 4 29). Y el resultado es que muchos samaritanos creyeron en la palabra de Cristo.
Y Andrés, después de conocer a Jesús,
condujo a su hermano Simón para presentarle al Señor. Y lo mismo hizo Felipe con Natanael: "Ven y verás" (Jn. 1, 46).
Hay que procurar que las personas que
tratamos se acerquen a Dios; que vayan por un plano inclinado hacia arriba en la vida de piedad; que tengan una conveniente frecuencia de sacramentos; que sepan servirse de su trabajo como medio de santificación.
La dirección espiritual, parte importante
del apostolado. El primer paso muchas veces es la confesión sacramental.
(D. Alvaro): "Lanzaos sin tregua al
apostolado de la Confesión, que tan urgente es en estos tiempos de la vida del mundo y de la Iglesia. (...) Meditad con frecuencia que la amistad con Dios -y, por tanto, la piadosa recepción del Sacramento de la Penitencia- es el punto de partida indispensable para que vuestro apostolado personal produzca sólidos frutos". "La misión de los laicos, de mis hijos y de mis hijas, es llenar de trabajo - y, por eso, de contento- a sus hermanos sacerdotes, acercando a su ministerio a mucha gente" (San Josemaría).
Santa María, Reina de los Apóstoles, haz
que sintamos en lo más profundo de nuestro ser un afán apostólico intenso, sin que nos olvidemos que de cien nos interesa cien y que tu Hijo ha muerto por todos los hombres para que alcancen la salvación.