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MEDITACIÓN

18 DE JUNIO DE 2023
AFÁN APOSTÓLICO

Med n. 89
19.VIII.95

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 36-


10, 8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes,
se compadecía de ellas, porque estaban
extenuadas y desamparadas, como ovejas sin
pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La
cosecha es mucha y los trabajadores, pocos.
Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que
envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio
poder para expulsar a los espíritus impuros y
curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el
primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su
hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan,
hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y
Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y
Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que
fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas
instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni
entren en ciudades de samaritanos. Vayan más
bien en busca de las ovejas perdidas de la casa
de Israel. Vayan y proclamen por el camino que
ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los
leprosos y demás enfermos; resuciten a los
muertos y echen fuera a los demonios.
Gratuitamente han recibido este poder;
ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Preocupación apostólica… afán


apostólico.
D. Antún, expansión a África.

Don Javier: "Vivimos tiempos de


encrucijada, de desafío, en estas vísperas
del tercer milenio de la Era Cristiana. Y
nuestro comportamiento ha de ser el de
nuestros predecesores en la fe, los
primeros cristianos, cuando comenzaron
la epopeya de extender la fe por el mundo
entero. (...) El Señor se sirvió de los
primeros cristianos para dilatar su Reino.
(...) También hoy la Iglesia necesita
hombres, mujeres y familias enteras que
estén dispuestos a ser apóstoles
comprometidos personalmente, con plena
generosidad, en la tarea de difundir la fe
en este tercer milenio. Esta misión -
¡divina!- corresponde a todos los
bautizados, convocados todos a vivir las
virtudes en plenitud, de acuerdo con su
propia vocación" (Padre).

Ser cristiano nos lleva a identificarnos con


Cristo. Y Cristo vino a la tierra para redimir a
todo el mundo, porque "quiere que los hombres
se salven" (1 Tim. 2, 4).

Y vemos a nuestro Señor, momentos


antes de morir que le dice al que está
crucificado a su derecha: "En verdad te digo,
hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23, 43).
El afán de almas de Jesucristo, que le mueve a
tratar con los hombres, se pone de manifiesto
hasta la muerte.

Hacer como los primeros discípulos del


Señor, que fieles al mandato del Señor,
difundieron el Evangelio por todo el mundo.
Y esta transmisión de las enseñanzas del
Maestro se hizo de dos maneras: ’oralmente’:

"los apóstoles, con su predicación,


sus ejemplos, sus instituciones,
transmitieron de palabra lo que habían
aprendido de las obras y palabras de
Cristo y lo que el Espíritu les enseñó";
’por escrito’ : "los mismos apóstoles y
otros de su generación pusieron por
escrito el mensaje de salvación inspirados
por el Espíritu Santo".

***"Junto a este apostolado


personal de amistad y confidencia, que es
lo nuestro y lo verdaderamente eficaz,
hay que sentir también la responsabilidad
de colaborar -con iniciativa y
responsabilidad personales- en el
apostolado de la opinión pública: cartas a
los periódicos y a los demás medios de
comunicación, artículos, conferencias,
publicaciones...
Todos estáis en condiciones de
realizar esta tarea, porque la Prelatura os
proporciona de modo constante la
conveniente formación doctrinal-religiosa,
tanto mediante Círculos, clases,
meditaciones, etc., como a través de una
abundante información escrita:
aprovechad bien esos medios, hijos míos;
atesorad en vuestro corazón la buena
doctrina de nuestra Santa Madre la
Iglesia; conocedla a fondo, cada uno en la
medida de sus posibilidades; hacedla
llegar a muchísimas personas" (D.
Alvaro).
Nuestra primera obligación es dar buena
doctrina, queriendo a las almas, especialmente
ahora que los caminos están llenos de falsos
profetas, que van sembrando confusión .

Brasa encendida, impaciencia de pegar el


fuego divino a todas las almas. Que nadie que
haya estado junto a nosotros pueda decir:
’hominem non habeo’.

Que nadie, que se acerque a nosotros,


pueda decir que no se sintió empujado a tratar
más a Jesucristo, a amar más a Dios.

Antianécdota, alumno de la UP…

Lo nuestro es "conocer a Jesucristo;


hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios " (San
Josemaría).
Cada uno podemos decir: A mí me ha
puesto aquí el Señor para algo, para hacer una
labor, para santificarme yo y se santifiquen los
que viven conmigo, los que están a mi
alrededor, los que son compañeros de trabajo.
Mi ejemplo les ha de servir para que se
acerquen más a Dios.

(D. Alvaro). "Hijas e hijos míos,


valentía apostólica; en el lugar de trabajo
y en el hogar doméstico; en el silencio de
un laboratorio y en el ruido de una
fábrica; en el parlamento y en medio de la
calle: en cualquier lugar donde nos
encontremos, allí debemos ser apóstoles,
con determinación: ¡Dios y audacia!" .

Apostolado del sacd del pueblo de


Valencia… Juanjo Silvestre y Jorge Gisbert…
"Lo que no cabe nunca, en nuestra
vocación, es no trabajar apostólicamente.
Todos mis hijos -los jóvenes y los que ya
tienen años- pueden y deben sacar
adelante las labores de la Obra. Si no
sintieran esta responsabilidad, se irían
enmoheciendo poco a poco, y se
convertirían inevitablemente en
instrumentos inservibles" (San Josemaría,
Carta VI. 73).

"La gran tragedia de la historia es que


Jesús no es conocido y por ello no es seguido ",
son palabras del Papa Juan Pablo II.

En el mundo de nuestros días hay un gran


desconocimiento de Cristo por parte de los
hombres. Y desconocer a Jesucristo es
desconocer el misterio de Dios, es desconocer la
posibilidad de salvación, es desconocer la razón
más profunda de la existencia humana, es
desconocer el manantial de esperanza y de
felicidad que hay en el seguimiento de Cristo.

El número de los que aún no conocen a


Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta
constantemente. El mundo actual es una gran
tierra de misión, incluso en los países de antigua
tradición cristiana.

No nos engañemos. Continúan teniendo


plena actualidad las palabras del Señor:

"La mies es mucha, pero los obreros


pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies" (Mt. 9, 37-39).

La tarea apostólica que el Señor nos


encomienda es inmensa. Tantísimas personas
que viven alejadas de la Iglesia, despreocupadas
de destino eterno. Almas muertas, carentes de la
vida de la gracia. Decía San Vicente de Paúl:
"No es suficiente que yo ame a Dios si mi
prójimo no le ama".

"Por salvar un alma, hemos de ir


hasta las mismas puertas del infierno.
Más allá no, porque más allá no se puede
amar a Dios" (San Josemaría).

Molinoviejo, año 1954. Tertulia de


nuestro Padre con un grupo de gente de Casa
que estaban haciendo la milicia universitaria en
el campamento de La Granja. Era la época de la
primera expansión de la Obra. Uno preguntó:
- "Padre, cuando llegaremos a las minas de
diamante de Rodesia". Y esta fue la respuesta de
nuestro Padre: "Las minas de diamante las
tienes tú en la tienda del campamento".
Efectivamente, cada persona que tratamos
es un diamante precioso que ha costado toda la
Sangre de Cristo.

Hay que sacar ese diamante, sin


desánimo, aunque esté profundo. Consejo que
nos daba nuestro Padre:

"Las almas son como brillantes; hay que


tratarlas una a una, y con gran delicadeza".
"Salvar almas es recoger del suelo diamantes
caídos de la corona de Dios; es estremecer de
alegría el corazón de los ángeles; es hacer más
gloriosa la pasión de Cristo" (Gar Mar).

D. Alvaro, en una tertulia con nuestros


hermanos de Suecia, en verano de 1986, sobre
el modo de evangelizar de nuevo a Europa, les
dijo:
"Para eso hemos de ser, primero,
hombres de oración: debemos estar en las
manos de Dios y actuar como buenos
instrumentos. En segundo lugar, santificar
la profesión. Tercero, que seáis hombres
mortificados, que saben vencer el amor
propio, la soberbia, la pereza, la
comodidad... Y, por último, que estéis
muy unidos entre vosotros, especialmente
a los que hacen cabeza y al Padre".

Acercar a nuestros amigos y conocidos a


Dios. En el Evangelio vemos cómo algunas
personas ayudan a otras para acercarse a Cristo.
Al ciego Bartimeo alguien le dijo: "Animo,
levántate, que te llama" (Mc. 10, 49).

Al paralítico de Cafarnaúm cuatro amigos


se tomaron la molestia de llevarle en camilla y
de ponerle delante de Jesús. Si no hubiera sido
por aquellos amigos al paralítico no se le
hubiera perdonado los pecados ni habría sido
curado milagrosamente de la parálisis.

La mujer samaritana, después de su


conversión, va a la ciudad y dijo a los habitantes
de su ciudad: "Venid a ver a un hombre que me
ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el
Mesías?" (Jn. 4 29). Y el resultado es que
muchos samaritanos creyeron en la palabra de
Cristo.

Y Andrés, después de conocer a Jesús,


condujo a su hermano Simón para presentarle al
Señor. Y lo mismo hizo Felipe con Natanael:
"Ven y verás" (Jn. 1, 46).

Hay que procurar que las personas que


tratamos se acerquen a Dios; que vayan por un
plano inclinado hacia arriba en la vida de
piedad; que tengan una conveniente frecuencia
de sacramentos; que sepan servirse de su trabajo
como medio de santificación.

La dirección espiritual, parte importante


del apostolado. El primer paso muchas veces es
la confesión sacramental.

(D. Alvaro): "Lanzaos sin tregua al


apostolado de la Confesión, que tan
urgente es en estos tiempos de la vida del
mundo y de la Iglesia. (...) Meditad con
frecuencia que la amistad con Dios -y,
por tanto, la piadosa recepción del
Sacramento de la Penitencia- es el punto
de partida indispensable para que vuestro
apostolado personal produzca sólidos
frutos".
"La misión de los laicos, de mis
hijos y de mis hijas, es llenar de trabajo -
y, por eso, de contento- a sus hermanos
sacerdotes, acercando a su ministerio a
mucha gente" (San Josemaría).

Santa María, Reina de los Apóstoles, haz


que sintamos en lo más profundo de nuestro ser
un afán apostólico intenso, sin que nos
olvidemos que de cien nos interesa cien y que tu
Hijo ha muerto por todos los hombres para que
alcancen la salvación.

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