Está en la página 1de 1

COLEGIO SAN GABRIEL

Proyecto Experimental: “La curiosidad como principio de la ciencia”


CURSO: Primero de Bachillerato BGU Fecha: Octubre del 2022

LECTURA BREVE: Planifica tu itinerario vital

“Nadie es libre si no es dueño de sí mismo”.

– EPICTETO

El filósofo griego y esclavo Epicteto enunció esta verdad en el siglo I de nuestra era. Por supuesto, si uno es
esclavo, hoy como antaño resulta muy probable que la libertad de controlar su propio destino sea el primero
y principal de sus pensamientos. Aunque es cierto que el amo, el propietario del esclavo, se interpone entre el
esclavo y su libertad, Epicteto entendió que la verdadera libertad no es resultado tan solo de escapar del amo,
sino también de llegar a ser uno dueño de sí mismo.

Hay muchas sendas –y una amplia diversidad de filosofías y prácticas– que llevan al autodominio, como
pueden atestiguar los libros sin cuento que se han escrito sobre esta cuestión. Sin embargo, un tema común
atraviesa a todas ellas. En la enseñanza cristiana se enuncia de la siguiente manera: «El reino de Dios está
dentro de ti». La libertad, la felicidad, la paz mental, todo lo que buscamos y mucho más, está en nosotros.

El autodominio comienza en el instante en que te percatas de que tú mismo construyes tu propia prisión y de
que eres la única persona que puede liberarte. ¿Qué es la libertad? ¿El derecho de hacer lo que queramos sin
restricción? No realmente, ya que incluso en la más libre de todas las sociedades las leyes son necesarias
para garantizar la libertad de todos. Quizá la verdadera libertad no sea tanto la libertad para hacer lo que
queramos cuanto la libertad para llegar a ser todo lo que podemos ser.

¿Cómo se gana uno el derecho de tocar un instrumento musical o de crear una obra de arte? No se trata de un
derecho que alguien le concede a otra persona, sino algo que solo surge cuando esta domina las habilidades
necesarias para crear música o arte. ¿Cómo alcanza uno la libertad para vivir una vida feliz y creativa?
¿Puede otra persona concedernos tal libertad? No, esa libertad resulta también del dominio de las actitudes y
las habilidades necesarias para crear una vida feliz.

Cuando derrotas a esos enemigos gemelos –tu propio miedo y tu ignorancia–, estás en camino hacia la
verdadera libertad. El miedo y la ignorancia pueden ser severos dueños de esclavos, y nosotros seguiremos
esclavizados a ellos mientras les cedamos espacio vital en el corazón y en la mente. Venciendo los
pensamientos temerosos y conociendo la verdad, podemos llegar a ser verdaderamente libres.

Una buena manera de superar el miedo es arrostrando de frente cualquier realidad que nos atemorice. Evitar
las situaciones que nos dan miedo no las resuelve. Al igual que el ratón que rugía, las cosas que mayor
angustia nos causan suelen ser en realidad mucho menos amenazantes de lo que imaginábamos. Siempre que
la vida te rete con algo desconocido y te asustes, afronta tu miedo, analízalo y observa cómo disminuye.

Prométete a ti mismo hacer lo que te corresponde hacer y tratar de fortalecer tu autodominio hasta el punto
de que ya casi nada pueda perturbar tu paz mental. Procura comunicar salud, felicidad y prosperidad a casi
todas las personas con las que te encuentres, esfuérzate por ver el lado luminoso de la vida y haz que tu
optimismo devenga realidad. Intenta pensar solo en lo mejor y esperar solo lo mejor; haz lo que esté en tu
mano para ser tan grande que no tengas nada de qué preocuparte, tan noble que nada pueda enfadarte, tan
fuerte que nada hayas de temer, tan feliz que no conozcas pensamientos perturbadores.

La libertad puede ser nuestra si reconocemos que somos nosotros quienes creamos nuestras propias prisiones
y que estamos en condiciones de liberarnos de ellas en cualquier momento. Afrontando nuestros miedos,
podemos aprender a desprendernos de ellos y comenzar a ser plenamente responsables de la utilidad de
nuestra vida. Eso sí que es verdadero autodominio y verdadera libertad (Cfr. Templeton, Jhon. (2012). Las
leyes universales de la vida. Editorial Sal Terrae. Santander. Pág: 67 - 68).
1

También podría gustarte