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Hoy, 30 de diciembre de 2021, se cumple un año de la legalización del aborto en Argentina por
parte del Senado Nacional, la ley 27.610/29, y que el presidente argentino promulgó el 14 de enero de
este año.
Como hemos afirmado en reiteradas oportunidades, la legalización del aborto no es otra cosa que
la legalización de la pena de muerte prenatal o legalización del asesinato prenatal, razón por la
cual le mencionada ley es claramente anticonstitucional, ya que la vida humana está protegida por la
Constitución Nacional desde el mismo momento de la concepción.
Y también hemos reafirmado en diversas oportunidades que lejos de significar un progreso, esta
legalización muestra el carácter claramente regresivo, prediluviano y troglodita de la mencionada le-
galización, porque ha consagrado la pena de muerte para los seres humanos más indefensos
e inocentes de todos, los niños por nacer.
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En https://www.ippfwhr.org/es/resource/argentina-se-convierte-en-el-pais-latinoamericano-mas-grande-en-legali-
zar-el-aborto/. Como se puede apreciar, es la misma organización -la IPPF- la que reconoce que fue la principal respon-
sable de que el proyecto se convirtiera en ley, confirmando el aporte financiero que realizó para lograr sus fines.
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En definitiva, una invasión británica con colaboracionismo “argentino” en toda la lí-
nea, en una verdadera muestra de Imperialismo Genocida Prenatal subvencionado, entre
otros países, por los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania, Australia, Austria, Canadá, Corea de Sur,
Holanda, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Suecia y la República Popular de China, entre otros, a tra-
vés del aporte de la Federación Internacional de Paternidad Planificada2.
Pero además de mostrarse como un verdadero sometimiento colonialista por parte de los funcio-
narios y legisladores “argentinos” a esta política genocida prenatal, la legalización del aborto muestra,
un año después de sancionada y promulgada, que su aplicación ha resultado en un genocidio
superior al practicado por la dictadura militar argentina en el Proceso de Reorganización
Nacional (1976-1983), a través de la política de la desaparición forzada de personas.
Esta política fue aplicada, como es público y notorio, por los grupos de tareas del “gobierno” im-
puesto a sangre y fuego en marzo de 1976 por las fuerzas armadas argentinas. La práctica era la de
secuestrar a quienes eran considerados enemigos políticos, mantenerlos detenidos en la clandes-
tinidad, en todos los casos identificados sólo con un número, sin ser entregados a la
justicia y, en consecuencia, sin ser sometidos a juicio en el que tuvieran posibilidad de defen-
derse, para finalmente, en muchos casos, ser asesinados y arrojados al mar o enterrados en fosas
clandestinas.
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En los Informes Anuales [Annual Reports] que publica todos los años la IPPF, se puede encontrar el detalle de los países
y las organizaciones privadas de todo tipo que subsidian a la organización. En promedio, el 75-80% de sus presupuestos
anuales es aportado por los gobiernos de los principales países desarrollados de Europa y del mundo, tal como se
puede apreciar en el Financial Statements 2019, pp. 48-49.
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informe fue titulado Nunca más, y en el mismo se registró la desaparición de 8.961 personas en
el transcurso de 8 años (1976-1983).
Paradójicamente, los dirigentes políticos y sociales que con justa razón condenaron y siguen con-
denando esa política de eliminación sistemática de seres humanos son los mismos que, en democracia,
después de un año de vigencia de la ley abortista, celebran que en 11 meses de vigencia de esa
macabra ley hayan sido desaparecidas 32.758 personas antes de nacer, según informaciones
oficiales.
Es decir, en menos de un año la “democracia abortista y abortera” asesinó inconstitucio-
nalmente un 350% de personas más que ocho años de dictadura militar. Con el mismo mé-
todo de la desaparición forzada practicada por los grupos de tareas: desaparición del niño por nacer
ya en el mismo texto de la ley (no se lo menciona ni siquiera una vez), sentenciado a morir sin ningún
abogado que lo defienda, ejecutado sumariamente y en forma casi inmediata a la sentencia (pronun-
ciada por la mujer que lo gestó) y arrojado a la basura o vendido a las industrias que lucran con restos
fetales abortados (ya que la ley no dice nada sobre el destino de esos restos). Con el agravante, como
dijimos inicialmente, de una pena de muerte aplicada a personas totalmente indefensas y absoluta-
mente inocentes, una conducta más propia de trogloditas prediluvianos que de progresistas revolu-
cionarios.
En definitiva, y a modo de síntesis, podemos decir sin temor a equivocarnos que nos encontramos
una vez más ante una actitud y una conducta típicamente esquizofrénicas: la “democracia abortista-
abortera” actúa de la misma manera que los grupos de tareas clandestinos típicos de las dictaduras
militares, a los que los representantes de esa democracia abortera repudia de palabra, pero haciendo
lo mismo.
Una actitud y una conducta esquizofrénicas que están al servicio del demencial plan de ge-
nocidio demográfico prenatal diseñado por la plutocracia financiera globalista hace 50 años, me-
diante las políticas planificadas y ejecutadas por la cara visible de ese diabólico grupo genocida y de-
predador: John Davison Rockefeller III y sus lacayos políticos, científicos y culturales.
30 de diciembre de 2021