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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

(Universidad del Perú, Decana de América)


Facultad de Derecho y Ciencia Política 

ANÁLISIS LITERARIO

Trabajo final como parte del curso  

Arte y literatura peruana y latinoamericana 

Alumno:

ANCAJIMA RAYMUNDO, Gabriel Stefano

        

Docente 

 Mgtr. Jamess Lozano Mejía


LIMA – PERÚ
El problema de la inmortalidad y la necesidad de morir en “El inmortal” de Jorge
Luis Borges

Tesis

En el cuento “El inmortal” se exponen problemas como la soledad y el problema


de la idealización de la inmortalidad desde el punto de vista del protagonista, quien en
un principio se ha obsesionado con la idea de ser inmortal sin tener en cuenta o sin
detenerse a pensar en todo lo que realmente implica. Por otro lado, se plantea la
necesidad que tiene el ser humano de morir para darle un sentido a su propia existencia.
Este análisis busca demostrar que el personaje principal destruye la visión
utópica de la inmortalidad a la vez que remarca la importancia de la muerte para la vida
del hombre, también busca realizar una crítica a las religiones que se aferran a esta idea
de vida eterna como consolación al miedo a la muerte.
Introducción

“El inmortal” es un cuento escrito por Jorge Luis Borges. Se publicó


originalmente en febrero de 1947, en la revista Anales de Buenos Aires y un par de años
después apareció nuevamente dentro del libro El Aleph, uno de sus libros más
representativos. El objetivo de este análisis es demostrar que el cuento de “El inmortal”
destruye la visión utópica de la inmortalidad y a su vez recuerda la importancia de la
muerte para dotar de sentido a la vida humana. El análisis también busca apoyarse en la
obra para realizar una crítica hacia distintas religiones que usan este concepto de
inmortalidad para huir del miedo a la muerte, a su vez de explorar ideas varias
relacionadas con la idea de la vida inmortal. Para este análisis se está usando la edición
de El Aleph de la editorial De Bolsillo (2011).
El cuento empieza con el narrador protagonista en Tebas, en los tiempos cuando
Diocleciano era emperador, es decir aproximadamente entre los años 284 – 305 D.C.
Una noche cuando se encontraba descansando conoce a un jinete extraño que pregunta
por la ciudad de los inmortales y es en este punto cuando el protagonista se entera de la
existencia de un río que da la inmortalidad.
Una vez enterado de esta información se dispone a encontrar dicho río, reúne un
grupo de personas que lo acompañan en el viaje, pero entre las deserciones y las
muertes se va quedando solo. Las condiciones del viaje son extremas e incluso en un
punto se entera que planean asesinarlo, se queda completamente solo vagando en el
desierto hasta que llega a un lugar desconocido.
El protagonista se encuentra en este nuevo lugar donde los hombres tienen la
piel gris, comen serpientes, están desnudos y tienen una barba larga. Sucumbe ante la
sed y logra beber de una fuente de agua oscura, se desvanece y despierta rodeado de
estos hombres que le provocan repulsión, estos hombres no hablan y no duermen. El
protagonista decide explorar el lugar seguido por uno de estos hombres grises.
Este hombre gris escribe signos en el suelo, los borra y vuelve a escribir, al
protagonista toda la humildad y miseria del hombre le recuerdan al perro de la Odisea,
intenta enseñarle esa palabra y es entonces cuando el hombre gris le revela que es
Homero.
En este punto el protagonista se da cuenta que estos hombres grises y
repugnantes son los inmortales. Empieza a reflexionar sobre la inmortalidad y el
infinito, se da cuenta que el mundo y lo que contiene carece de sentido cuando se
dispone de un tiempo infinito para vivirlo.
Por esta reflexión empieza a entender porqué los inmortales carecen de piedad o
porqué el pensamiento era el placer más complejo. Estos seres inmortales solían estar en
perfecta quietud porque rara vez aparecía un estímulo que los devolviera al mundo
físico.
A partir de la hipótesis de que si existe un río que da la vida eterna entonces
existe un río que la quita, los inmortales se dispersan por el mundo en busca de ese río.
El protagonista erra por el mundo buscando esta fuente de la mortalidad, se une a
guerras, lee, experimenta y un día después de beber en una fuente de agua descubre que
se ha herido y es mortal otra vez.
Para Josefina García (2006) el cuento de Borges es una visión cíclica de la
historia humana. El fin de la historia es solo un nuevo comienzo y dentro de esta
historia cíclica que se repite cada cierto tiempo, es factible también que los papeles de
los actores se inviertan una y otra vez. De esta forma, las acciones humanas tienen
sentido en sí mismas y no en quien las realiza, puesto que de alguna u otra forma
ocurrirían eventualmente.
Por otro lado, Borges retrata la mortalidad en un cuento sobre la inmortalidad.
Al principio de la civilización se percibía un tiempo lineal a través de la enumeración de
ciclos, pero en la inmortalidad se comprende que estos ciclos son independientes de la
voluntad humana, la trascienden. Aceptar que la vida humana es irrelevante para el
tiempo lleva a reflexionar sobre su poca importancia. El cuento de Borges ofrece la
salida de la vuelta al origen, volver a ser nada, pero a su vez deja al lector vacío, sin
religión y sin ego.
Para Jorge Sagastume (2011) Borges utiliza los temas del infinito y el absoluto
constantemente en su obra, además que se relacionan entre sí. Respecto a “El inmortal”,
el autor crea un cuento que empuja al lector a cometer errores sobre quién dijo o quién
hizo esto o aquello, es por esto que para algunos críticos resulta una especie de
“laberinto intertextual”. De esta forma el relato se convierte en un juego de ideas en
diferentes vocabularios que nos lleva a reflexionar sobre la imposibilidad de llegar a un
vocabulario final que pueda establecerse como normativo a la hora de definir el yo.
Un concepto que se tiene en cuenta en la construcción del yo es la memoria y
este tema es recurrente en “El inmortal”. En este cuento el protagonista al no morir, se
ha enfrentado a múltiples situaciones y termina teniendo infinitos destinos iguales a
infinitos individuos. Además, puede hablar todas las lenguas que existen y puede leer
todos los libros habidos y por haber. Sin embargo, la memoria es frágil y por lo tanto no
podrá recordar absolutamente todas las situaciones que ha vivido, llegando a la
conclusión que su destino es igual al de cualquier otro ser humano y que la inmortalidad
no supone una ventaja en algún aspecto, este hombre llega a ser todos los hombres y a la
vez ninguno.
Según Daniel Balderston (2017) Borges es una figura incómoda dentro de las
reflexiones sobre la literatura mundial. Se muestra escéptico sobre la existencia de esta
misma y a su vez parece conocerla mejor que nadie. Borges, no cree en lo mundial en la
literatura ni en la historia. Es la figura paradigmática del sabio y como tal sabe
perfectamente los límites de su sabiduría, se define como un “lector hedónico” y sin
duda disfruta leer con picardía, desconfianza e imaginación.
Para Carlos Rojas (2011) En varias ocasiones, Borges define el texto como un
encuentro entre el autor y el lector. Para él, no es una cosa o un objeto, sino más bien un
evento, un diálogo. Estos textos que crea Borges, parecen crear una serie de
incertidumbres sobre el acto de la lectura. Por un lado, es inquietante la ansiedad de los
textos por borrar su propia productividad como acto de lectura. Es inquietante también
la ansiedad de producir un origen, de leer en función de un origen incluso cuando el
texto no permite recobrar nada. El encuentro en Borges revela cuan arraigada está la
búsqueda del origen en la práctica de la lectura y en buena medida sugiere que esta
búsqueda es constitutiva de la lectura tal cual la conocemos. Nos obliga a redefinir el
texto y la lectura, nos arroja a lo desconocido, lo imprevisible de una práctica que está
aún por venir.

El problema de la inmortalidad

La inmortalidad ha sido un tema tocado constantemente dentro de los productos


artísticos que ha creado el ser humano, probablemente por ser uno de los temas que más
obsesiona a este. Se ha abordado desde distintas situaciones, con distintas perspectivas,
en obras de teatro, películas, series, poemas, cuentos, etc. En tiempos más antiguos, la
inmortalidad se veía relacionada dentro de la dualidad alma – cuerpo, donde ya se iban
construyendo los primeros conceptos de alma imperecedera y un cuerpo corruptible,
aunque para algunos filósofos como Aristóteles tal cosa no era posible puesto que para
su punto de vista el alma y el cuerpo eran inseparables, por tanto, cuando el cuerpo
perecía también lo hacía el alma.
Uno de los primeros autores de la filosofía en hablar sobre el tema fue Platón,
también fue uno de los autores que más tocó el tema. Según Platón el alma era el
verdadero yo del ser humano y era incorruptible e inmortal, también percibe distintos
tipos de personalidades y esto lo atribuye a distintos tipos de alma según qué elementos
predominen sobre otros: la parte concupiscible, pasional o racional. Por el contrario,
otros autores como Epicuro o su discípulo Lucrecio pensaron que el alma era
corruptible y mortal. Más tarde hicieron su aporte los autores escolásticos, el autor que
resalta en esta época fue Tomás de Aquino quien pensaba que el alma era inmortal y
sobrevive a la mente y el cuerpo, pero su finalidad última era volver a unirse con el
cuerpo para formar una persona. Por último, Ludwig Feuerbach sostuvo lo mismo en el
siglo XIX para la filosofía materialista. Estos puntos de vista han influido notoriamente
sobre la concepción del alma y el cuerpo que tenemos en tiempos modernos.
El deseo de la inmortalidad según algunos filósofos tiene su origen en una
respuesta al miedo o angustia a saber que algún día llegaremos a morir, para entender
este fenómeno cultural debemos entender primero el porqué se le teme a la muerte y de
dónde proviene este miedo, es por esto que no podemos hablar de inmortalidad sin
hablar primero de la muerte.
La muerte no siempre ha estado representada con connotaciones negativas, en
tiempos más antiguos se veía a la muerte como una liberación del cuerpo mortal y como
la entrada hacia el mundo espiritual, se representaba el paso de lo efímero a lo eterno, o
de lo carnal a lo espiritual (Zapata Meza, s.f.). Un claro ejemplo de esto son las culturas
mesoamericanas y sudamericanas previas a la conquista española, donde se celebraban
ritos a la muerte y se veía como un acontecimiento alegre.
Sin embargo, esta visión ha ido cambiando a lo largo del tiempo, en el caso de
Europa hubo un cambio radical de mentalidad en el siglo XIV probablemente
provocado por las crisis que se vivían en ese tiempo. Según la investigadora del arte
medieval Irene Lázaro (2018) la evolución que tuvo el cristianismo en esta época
provocó que el miedo a la muerte esté más presente que antes puesto que representaba
una condena eterna. El arte en esta etapa tuvo un papel fundamental puesto que
representaba gráficamente los tormentos a los cuáles iban a ser expuestos los pecadores.
El concepto de individualidad también provocó ciertos cambios puesto que hubo una
transición entre el juicio final colectivo de la Alta edad media hacia un juicio final
individual en el lecho de muerte, en esta época se estableció todo un rito para
salvaguardar el alma de la persona cuando aún estaba moribunda y esto provocó el
terror a una muerte accidental o súbita, especialmente las que eran violentas o
sorpresivas, puesto que no le permitían al difunto prepararse con antelación. Una buena
muerte se consideraba a la que llegaba con el moribundo rodeado de sus familiares y en
la paz de su hogar.
Por los siglos en los que aconteció este cambio de mentalidad, no es de extrañar
que cuando los colonos españoles llegan a conquistar América, traen consigo este tipo
de cosmovisión fatalista sobre la muerte. Las culturas mesoamericanas y sudamericanas
llegan a heredar este tipo de pensamiento y así se explica porque está tan difundido
entre nuestra cultura actual el miedo a la muerte.
Sabiendo entonces desde dónde proviene este miedo a la muerte y el deseo de
una vida inmortal podremos centrarnos en los problemas que existen en este deseo. En
primer lugar, la condición de la vida eterna solo es otorgada a una sola persona por lo
que de entrada ya se está condicionando a sobrevivir a todas las personas que se conoce
por su condición mortal, esto conlleva de alguna u otra forma a algún tipo de soledad.
La soledad en el hombre inmortal es algo que condiciona su existencia, está condenado
al dolor de no poder construir una relación afectiva que no se rompa por el tiempo.
Otro aspecto que influye en la figura del hombre inmortal es el tiempo. Al pasar
este, la percepción cambia, los años pueden parecer lapsos más cortos y cualquier
acción inútil puesto que nada permanece eternamente. Por otro lado, el tiempo que
transcurre hace flaquear a la memoria, cada vez hay más cantidad de cosas que se tienen
que recordar, por lo que no es difícil que la memoria empiece a fallar y por tanto la
construcción de la personalidad o el yo.
En la construcción del yo influye la memoria porque el ser humano construye el
concepto de quién es en base a sus experiencias vividas, los fenómenos que le ocurren
lo moldean y aprende de estos, entonces lo cambia, podemos decir entonces que cada
ser humano es el resultado de su propia interpretación de la realidad junto con la suma
de las experiencias vividas. Al vivir eternamente un hombre puede experimentar todos
los fenómenos que le pueden ocurrir a alguien en su vida, una y otra vez, a su vez puede
llegar a todas las interpretaciones posibles y esto hace que este inmortal sea todos los
hombres que existen y existirán, aunque por lo mismo que la memoria llega a ser frágil
es imposible que logre recordar todas estas experiencias en su conjunto, lo que lo vuelve
nadie en esencia. Borges representa estos conceptos en:
“Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como
Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual
es una fatigosa manera de decir que no soy.” (Borges, 2011)
Por otro lado, el ser humano ha buscado dotar de sentido su vida desde tiempos
muy antiguos, en la prehistoria el objetivo de seguir viviendo era poder pasar el material
genético a la siguiente generación y evitar la extinción, este era un gran impulso para
vivir precisamente por la dificultad que implicaba, en los primeros años de civilización
el ser humano se enfrentó con dificultades extremas en la naturaleza entre depredadores,
plantas venenosas, condiciones climáticas, escasez de recursos, enfermedades, guerras,
etc. Sin embargo, con el paso del tiempo fue superando una a una todas estas
dificultades y haciendo que sobrevivir sea un poco más fácil para la siguiente
generación, esto provocó dos cosas, la primera fue que la calidad de vida aumentó, por
lo tanto, las personas empezaron a vivir más y la segunda fue que al no tener que
dedicar absolutamente todo el tiempo a sobrevivir se empezó a dejar más tiempo para
actividades que eran recreativas para el ser humano y mantenían ocupada a la mente.
En la actualidad el ser humano moderno no es muy distinto, busca un sentido en
su vida y lo que lo diferencia de otros seres humanos en otros tiempos es las actividades
que realiza, ya no levantamos monumentos de piedra, pero levantamos edificios, ya no
cazamos en grupo, pero producimos alimentos en masa, no tenemos reyes o
emperadores, pero tenemos un trabajo al que le dedicamos una gran parte de nuestra
vida y que moldea varios aspectos de esta misma. Entonces, la búsqueda de nuestro
lugar en el mundo no ha cesado y cada ser humano busca sentirse útil ya sea
sobreviviendo o formando parte fundamental de grupos pequeños.
De esta forma, al ser inmortal y no tener un desafío realmente significante para
seguir estando vivo, el hombre ve su vida sin sentido y sin propósito, todas las acciones
que puede realizar no tienen un efecto significativo en su vida, dado que la gran parte de
las acciones de los hombres se realizan para seguir vivos y este hombre ya posee una
vida que no se le va a ser quitada. En “El inmortal” Borges retrata esta situación de la
siguiente forma:
“El cuerpo es un sumiso animal doméstico y le bastaba, cada mes, la limosna de
unas horas de sueño, de un poco de agua y de una piltrafa de carne. Que nadie quiera
rebajamos a ascetas. No hay placer más complejo que el pensamiento y a él nos
entregábamos. A veces, un estímulo extraordinario nos restituía al mundo físico. Por
ejemplo, aquella mañana, el viejo goce elemental de la lluvia. Esos lapsos eran
rarísimos; todos los Inmortales eran capaces de perfecta quietud; recuerdo alguno a
quien jamás he visto de pie: un pájaro anidaba en su pecho.” (Borges, 2011)
Uno de los temas tratados en este cuento es el concepto del infinito, Borges ha
tratado en distintas obras este concepto y también el concepto del absoluto. En el
estudio de la matemática el infinito resulta ser un concepto que se utiliza como
herramienta para comprender distintos fenómenos. Trabajar con el infinito puede ser
complicado porque no es lo mismo que trabajar con un número que se puede sumar,
restar, multiplicar, simplificar, etc. El infinito no responde a todas las reglas aritméticas
que sí responden los números y se debe analizar aparte. Es complicado para la mente
humana terminar de comprender este concepto porque estamos acostumbrados a trabajar
y observar a conjuntos finitos. Sin embargo, podemos comprender el alcance de este
mismo con un ejercicio simple.
El teorema del mono infinito fue postulado por Émile Borel, en el año 1913, él
postula que un mono pulsando aleatoriamente teclas por un lapso infinito de tiempo
puede ser capaz de producir cualquier obra literaria escrita por el ser humano, sin
importar su complejidad como Hamlet de Shakespeare o La Ilíada de Homero. Este
ejercicio nos hace pensar en que, dentro de todas las combinaciones posibles de
caracteres en una obra, se pueden repetir más de una vez si presionamos al azar un
teclado, siempre y cuando dispongamos de un lapso infinito en el tiempo. En “El
inmortal” Borges lo representa como:
“No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado
un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer,
siquiera una vez, la Odisea.” (Borges, 2011)

Crítica hacia las religiones y la necesidad de morir

Dentro de la cultura popular la inmortalidad es una característica atribuida a


distintos dioses, esto puede parecer obvio puesto que los dioses, aunque en algunas
ocasiones son representados en formas antropomórficas, no guardan la misma esencia
que los humanos, es natural pues dotarlos de características no humanas como la
inmortalidad.
Los dioses son el reflejo de la sociedad que los crea, así lo demuestra un estudio
del Centro de Estudios de la universidad de Oxford, donde se concluyó que los dioses
vengativos y sangrientos de la edad antigua correspondían a las características de las
poblaciones que creían en ellos, mientras que a medida que fueron avanzando las
sociedades, estos dioses también fueron cambiando a un aspecto más moralizador, es
decir pasaron de ser vengativos y sangrientos a pasar a preocuparse por la moralidad del
hombre. (Barnés, 2019).

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