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mas de impugnación (art. 39, 4), lo que se basa en la razón de fondo que
luego veremos, se ha extendido la posibilidad de la impugnación directa
a los Reglamentos de la Administración institucional y de la Adminis-
tración central, sin que además rija aquí ningún principio de exclusión
por razón de la materia o de la especialidad.
Para depurar este importante arbitrio técnico que es el recurso
directo contra Reglamentos, una de las primeras precisiones ha de ser
la de distinguir éstos de los actos administrativos stricto sensu, y en con-
creto, pues es aquí donde el problema agudo se presenta, de los actos
administrativos generales o con destinatario general o indeterminado.
Es relativamente frecuente en nuestro Derecho la confusión de estas
dos realidades diversas como consecuencia de una tradición académica
sobre la esencia de la norma jurídica, que pretende situarse equivoca-
damente en el dató de la generalidad. Dos circunstancias recientes han
apoyado desgraciadamente esta confusión: una, la reforma del Boletín
Oficial del Estado en 1957 con la separación sistemática en su materia
entre «disposiciones generales» y «resoluciones administrativas» (art. 6.°
del Reglamento aprobado por Decreto de 28 de marzo de 1957); otra,
la promulgación de la importante Ley de Régimen Jurídico de la Ad-
ministración del Estado, de 26 de julio de 1957, donde también siste-
máticamente sé utiliza la misma bipartición y se habla siempre de
«disposiciones administrativas de carácter general» (art. 23 y sgts.). ter-
minología que ha trascendido a la propia Ley de lo contencioso (ar-
tículos 28, 1, b; 39, 1 y 3 ; 51, 2 ; 53, d). Este equívoco ha sido san-
cionado doctrinalmente por el reciente Tratado de Derecho administra-
tivo del profesor GARRIDO FALLA, donde se pone un especial énfasis en
ofrecer un concepto de acto administrativo que «abarque tanto el acto
administrativo general como el concreto», concepto el primero que
se correspondería exactamente con el de Reglamento, según esta expre-
sión que resume toda la posición que estamos refiriendo: «El acto ad-
ministrativo, de acuerdo con su carácter general o concreto, puede ser
fuente de Derecho objetivo o creador de situaciones jurídicas indivi-
duales» (2).
Pues bien, es menester romper esa ecuación entre generalidad y nor-
matividad, lo cual en el plano doctrinal está aceptado desde hace ya
mucho tras haber roto con la concepción ilustrada y revolucionaria in-
genua de que aquella idea partía (3). Los tópicos suelen resistir deno-
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unserer Zcit, Heidelberg, 1953, págs. 178 y ss. La vinculación entre la reducción de la
normatividad a generalidad y la concepción puramente formal de la ética, en WEL-
ZEL: ¡Saturrecht und Rechtspositivismus, en Festschrift für H. Niedermeyer, Gotlingen,
1953, páfis. 287-8. Sobre el tema de la norma individual, vid. últimamente SCHNEIDER:
Über Einzelfallgesetze, en Festschrifl für Cari Schmitt, Berlín, 1959, págs. 159 y ss., con
más referencias.
(4) GARRIDO (págs. 491 y ss.), sin embargo, glosa este mismo, específico, precepto
refiriéndolo a los Reglamentos y hablando en este lugar de la publicación de los Re-
lílaraentos, que no es materia que regule la Ley de Procedimiento sino la de Régimen
Jurídico (y que además no es para los Reglamentos requisito de eficacia sino de va-
lidez, en tanto que la Ley de Procedimiento y el Tratado están hablando en este lugar
precisamente de los requisitos de eficacia). También en esta REVISTA, núm. 26, La
eficacia de los actos administrativos en la nueva Ley de Procedimiento, pág. 209.
(5) Vid. mi trabajo Observaciones 'sobre el fundamento de la inderogabilidúd sin-
gular de los Reglamentos, en esta REVISTA, núm. 28, pág. 84 y passim.
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(6) Quiebra por eso la doctrina clásica que justificaba el poder reglamentario ha-
ciéndolo «inherente a todo poder de mando» (HAVRIOU: Precia de Droil Adminislralif,
12.* ed., París, 1933, pág. 556), o en la fórmula más explícita y conocida de GNKIST:
«aquello que la autoridad puede ordenar y prohibir en cada caso concreto, puede
ordenarlo y prohibirlo en genera! pura todos los casos análogos del futuro» (Das en-
glische Verwaltungsrecht, I, Berlín, 1883, pág. 118). La objeción fue concretada en un
conocido trabajo de ZANOHIM (II ¡andamento giuridico della polenta regoiamvnlare,
1922, ahora en Scritli vari, 1955, págs. 145 y ss.). El concepto de «normas de produc-
ción» o de «sistema de producción de normas», en FUE YO: Legitimidad, validez y efi-
cacia. La significación jurídica y política del sistema de producción de normas, en
esta REVISTA, núm. 6. Por cierto, en nuestro sistema constitucional falta una atribución
explícita de potestad reglamentaria a la Administración, debiendo imputarse a una
norma consuetudinaria aceptada por la tradición secular del régimen administrativo;
la referencia de leyes ordinarias a esta potestad reglamentaria (Ley de 30 de enero de
1938, Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado, de 26 de julio de
1957, Ley de Régimen Local, etc.) es meramente regulativa de ese principio general,
cuyo rango constitucional es evidente. He aquí un caso de habilitación expresa aun-
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(9) Conviene notar fin cuanto a este tema de la ilegalidad de los Reglamentos
que esta ilegalidad no se concreta sólo en la infracción expresa de una norma superior
-o en la posible invasión de una «materia reservada» a la ley Con independencia de
estos supuestos típicos de ilegalidad formal, que no ofrecen duda alguna, y que re-
cogen hoy los arts. 23, 26 y 27 de la I.ey de Régimen Jurídico de la Administración
del Estado, hay que afirmar enérgicamente, y ello constituye a mi juicio la posibilidad
más importante abierta por el recurso directo, que la ilegalidad de un Reglamento
puede venir también por la infracción de los principios jurídicos sustanciales del
ordenamiento, solución positiva que ampara sin equívocos la fórmula del art. 83, 2, de
la Ley de la Jurisdicción, aplicable igual a actos que a Reglamentos. Estos principios
jurídicos materiales circunscriben el ejercicio de la potestad reglamentaria, en cuanto
potestad administrativa, a un ámbito más estricto que el propio de la potestad le-
gislativa formal, pues ésta se beneficia de la nota de la soberanía que evidentemente
no alcanza a la Administración. Así en Inglaterra, junto al «procedural ultra vires»
o ilegalidad formal del Reglamento (delegated legislation) los Tribunales aprecian
también en el control judicial de éstos un posible «substantive ultra vires» por motivos
como los siguientes: «unreasonableness», «repugnaney to fundamental r.onrcpts of
iaw», «infraction of fundamental rights», falta de buena fe o de «natural justice» (GRIF-
PITII y STREET, Principies of Administrative Law, London, 1952, págs. 104 y ss. ALLKN,
IAWJ and Orders. An Inquiry into the Nature and Scope of Delegated Legislation and
Executive Powers in English Law, 2.* ed., London, 1956, págs. 235 y ss.). En Francia
no ha existido duda en aplicar al control de ¡a potestad reglamentaria los mismos
principios jurídicos materiales que la técnica del «excés de pouvoir» ha desarrollado
Robre las potestades discrecionales (desviación de poder, congruencia con supuestos
•de hecho, principios generales del derecho políticos o estructurales, etc.); precisa-
mente hoy se están preguntando si el nuevo carácter que al Reglamento asigna la Cons-
titución gaullista de 1958, como norma paralela pero no estrictamente subordinada a
la ley (hay incluso una «materia reservada al Reglamento», como se sabe, donde la ley
<en principio no puede entrar), será compatible con estos principios materiales de con-
trol jurisdiccional (que por cierto son ya virtualmente los únicos posibles en cuanto
a estos Reglamentos originarios, que ya no pueden ser tachados de ilegalidad, sino a
lo sumo de inconstitucionalidad) con los que el Conseil d'Etat había desarrollado
una de las más importantes construcciones de fiscalización de la Administración;
vid., respondiendo afirmativamente a esta cuestión, DE SOTO, La Loi et le Réglement
dans la Constitution du 4 octobre 1958, «Revue de Droit Public», 1959, págs. 240 y ss.,
«n especial página 295, VEDEL, Droit Administratif, II, París, 1959, 631-2 y 634-7. Estas
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ción del papel del juez en la defensa de estos principios materiales frente al legislador
actual, en BACHOF, Grundgeselz und Rirhtnrmacht, Tübingen, 1959; passim, especial-
mente págs. 28 y ss.
(10) También en la teoría ««'neral, KORMANN, System der rechtsgeschaftlichen
Staatsakte, Berlín, ]910, pág. 21?. W. JELLINEK, Gf'selz, Gesetzesanwendung und Zuiek-
massigkeitsurwagung, Zugleich pin System der Urigülligkeitsgründe von Polizeiverord-
nungen und-Vvrjügungpn, Tübingen, 1913, págs. 208 y ss. FORSTHOFF, Lehrbuch, 3.*
edición, pág. 116 (pág. 200 de la traducción esp.; por cierto que en esta traducción,
página 192, se ha vertido «Allgemeinverfügung» por disposición general, y no por orden
general o acto administrativo general, de donde se ha perdido totalmente el sentido
de su diferencia con el Reglamento estrictamente tal de que habla el pasaje.)
(11) La jurisprudencia producida sobre el art. 3.° de la antigua Ley de lo con-
tencioso, que como se recordará únicamente aceptaba el llamado recurso indirecto
y no el directo contra las «disposiciones de carácter general», se dejó alguna vez
enredar en el equívoco que comentamos; así la Sentencia de 23 de enero de 1940
afirmó categóricamente que una resolución tiene carácter general cuando abarca un
conjunto genérico de cosas o personas; la Sentencia de 6 de abril de 1909 definió la
disposición de carácter general como «la que no se refiere a ninguna entidad o indi-
viduo en particular», e incluso en otra ocasión se dio carácter de disposición de carácter
general a la denegación de una instancia colectiva (Auto de 21 de diciembre de 1903).
Conviene tener muy en cuenta, sin embargo, que este criterio puramente cuantitativo
(que por otra parte suele ser más bien verbal que real en esa misma jurisprudencia)
podía venir justificado en el sistema de la vieja Ley por el criterio sistemático de la
misma de limitar la materia contenciosa al supuesto de vulneración de derecho*
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hallare en tal supuesto podrá subsanar el efecto dentro de los diez días
siguientes... Si el defecto consistiere en no haberse interpuesto recurso
de reposición, siendo éste preceptivo, y se hubiere denunciado esta
omisión por la Administración demandada, el Tribunal requerirá al
demandante para que lo formule en el plazo de diez días, y si se acre-
ditara dentro de los cinco siguientes haberlo deducido quedará en sus-
penso el procedimiento hasta que se resuelva el recurso de reposición.»
Son dignas de ser recordadas las palabras con que la Exposición de
Motivos justifica este precepto: «La Ley considera que los requisitos
formales se instituyen para asegurar el acierto de las decisiones juris-
diccionales y su conformidad con la justicia; no como obstáculos que
hayan de ser superados para alcanzar la realización de la misma.»
¿Por qué no ha jugado aquí este precepto? Cabe inferir que ha
podido evitarlo una circunstancia a la que hasta ahora no nos hemos
referido, la de que el recurrente había interpuesto, en efecto, el recurso
de reposición que la Sentencia estima preceptivo, pero paralelamente
al recurso contencioso, concretamente el mismo día, sin carácter de
previo, pues, sin esperar a que quedase expedita la vía contenciosa por
el transcurso del plazo mínimo de un mes según lo que determina el
artículo 54 de la Ley. La Sentencia invoca este hecho en el mismo Con-
siderando transcrito y se apoya en él también para justificar su tesis
de fondo de la necesidad del recurso de reposición que «reconoce el
recurrente al interponerlo».
Si ha sido ésta la motivación que ha impedido el juego del art. 129
(y desde luego la Sentencia no lo dice, y ni se hace cuestión siquiera
de jete problema) debo decir que la sanción a la insegura y aún equí-
voca conducta del recurrente me parece excesiva. Aunque acaso se haya
pensado en el viejo principio «electa una via non datur regressus ad
alteram», que viene a recoger el art. 381 de la Ley de Régimen Local,
concretamente no hubiese, ocurrido lo mismo si trasladamos análogo
supuesto a un hipotético proceso civil, y bueno es recordar, como hace
el Preámbulo de la Ley, que «la Jurisdicción contencioso-administrativa
no debe entenderse ni desarrollarse como si estuviera instituida para
establecer, sí, garantías de los derechos e intereses de los administrados,
pero con menor grado de intensidad que cuando los derechos e intere-
ses individuales son de naturaleza distinta y están bajo la tutela de
otras Jurisdicciones».
En efecto, el precepto del art. 129, párrafo tercero, que más atrás
hemos transcrito, viene a corresponderse bastante exactamente con el
artículo 462, párrafo 2.° de la Ley de Enjuiciamiento civil, en relación
con el acto de conciliación: «Serán... válidas y subsistentes las actua-
ciones que se hayan practicado sin este requisito..., pero se procederá
a la celebración del acto en cualquier estado del pleito en que se note
su falta». El paralelismo entre acto de conciliación civil y recurso ad-
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(sobre el concepto vid. RKNARD: Le droit, la logique et le bon sena, París, 1925, pági-
nas 297-335) opera sólo a unos ciertos efectos, no a todo».
(19) Así categóricamente GONZÁLEZ PÉREZ, op cit., pág. 42: «La exclusión [del
recurso de reposiciónj queda limitada, por tanto, a los casos de impugnación directa
de disposiciones generales. Pero no si se trata de la impugnación de actos dictados
en aplicación de las disposiciones generales, supuesto regulado en el art. 39, pá-
rrafo 2.
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(20) Así lo confirma el lugar sistemático del precepto dentro del Título III, 06-
jelo dvl recurso conlencioso-administrativo, capítulo I, Actos impugnables, e inmedia-
tamente después del art. 37, donde se formula el principio general de la vía adminis-
trativa previa. Ks más —y esto me parece definitivo—, este mismo art. 37 que en su
párrafo 1." establece el principio de la vía administrativa previa, en su párrafo 3." re-
mite para «la impugnación de disposiciones de carácter general» —hay que entender
sin duda impugnación directa, puesto que la llamada indirecta es impugnación de
actos de aplicación y no de disposiciones, como ya sabemos— al art. 39, interiorizando
así dentro de. su propio sistema la declaración de éste sobre el particular.
(21) Se ve ahora que la línea interpretativa de la Sentencia no es correcta: lio es
que el ari. 53, apartado e), concrete la exención de la reposición al apartado 1 del
artículo 39, sin comprender pues a los demás apartados de este artículo, como se dice,
sino que, por el contrario, ocurre que el art. 53, e), se limita a aplicar el principio
general de ausencia total de vía administrativa previa que para la impugnación directa
<le Reglamentos formula sin lugar a dudas (conforme corrobora el art. 37, 3) ese
artículo 39, apartado I, digan luego lo que dijeren lo.s apartados posteriores de este
artículo; el principio general es, según ésto, el del art. 39, apartado 1, y la remisión
•del art. 53 a él no opera para constituir un supuesto de hecho específico de este se-
gundo precepto, sino para salvar algo que ese artículo 39 apartado 1, había ya esta-
blecido. No se me oculta que hay un equívoco especial en la circunstancia de que
vi recurso de reposición, sin duda por haber sido introducido por la Ley de la Ju-
risdicción contenciosa, está configurado en ésta como «diligencia preliminar* del pro-
cedimiento contencioso-administrativo más que como una fase de la vía administra-
tiva previa: ya he indicado que esto alude a la naturaleza conciliatoria de la reposición,
pero es evidente que no excluye por eso que ésta pertenezca a la vía administrativa y
no a la contenciosa. En este sentido la reposición es tan «diligencia preliminar» del
procedimiento contencioso como el recurso de alzada. Hoy la Ley de Procedimiento
Administrativo regula ambos recursos como especies de un género común.
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(22) Me refiero, naturalmente, a la esfera local, que es donde surge, por vez pri-
mera en nuestro derecho la posibilidad de impugnación directa de Ordenanzas y Re-
glamentos; pues bien, la Ley de Régimen Local aceptaba el recurso contencioso in-
mediato contra estos Reglamentos y Ordenanzas «una vez que tengan carácter ejecu-
tivo» (art. 386, 2, recogido en el art. 3.°, párrafo 2." del texto refundido de la Ley
de lo Contencioso de 1952), sin necesidad de reposición, pues, lo cual tiene para
el problema concreto que estamos estudiando un interés especial, pues fue también
en la esfera local donde surgió la técnica del recurso de reposición previo a la vía
contenciosa. Cfr. CLAVERO ARÉVALO: El recurso contendoso-administrativo contra Re-
glamentos y Ordenanzas, cit., págs. 23 y ss. MARQUÉS CARDÓ : El Derecho Local español,
II, 2, Barcelona, 1958, pág. 1.120. Debo decir que, sin embargo, la Ley de 26 de di-
ciembre de 1958, de Régimen jurídico de las entidades estatales autónomas, cuya imper-
fección técnica es notoria, quizá por haber sido redactada desde la perspectiva financiera
y no administrativa, ha establecido —derogando, pues, el art. 39, 1, de la Ley de la Ju-
risdicción— un recurso de alzada contra los reglamentos autonómicos de los que
ella llama, con pobre terminología, organismos autónomos, ante el respectivo Minis-
terio matriz (art. 76). Aun sin aceptar todas las razones de fondo que a continuación
damos en apoyo de la exención de la vía administrativa en la impugnación de Regla-
mentos, parece claro que esta innovación es desafortunada en el orden práctico dado
que los Reglamentos de los entes autónomos institucionales requieren ordinariamente
aprobación de la Administración matriz por lo que resulta innecesario residenciar-
todavía ante ésta una alzada previa al contencioso. Es, además, injustificable el
criterio de que cada nueva Ley especial derogue en aspectos parciales más o menos
extensos la Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativa.
(23) Cfr. mi libro Los principios de la nueva Ley de Expropiación Forzosa, Madrid,
1956, pág. 29, nota. En ocasiones se confunde la vía administrativa previa con el prin-
cipio de la decisión previa; éste requiere sólo que la Administración se haya pro-
nunciado, aquélla que después de haberlo hecho se le someta con carácter previo toda
reclamación sobre tal decisión antes de poder pasar a la vía contenciosa. En el sentido
criticado, SERRANO GUIRADO: El recurso conlencioso-administrativo y el requisito de
que la resolución cause estado, en esta REVISTA, núm. 10, pág. 116. Para los orígene»
históricos de la vía administrativa previa en nuestro derecho, sobre bases accidenta-
les, vid. mi estudio La configuración del recurso de lesividad, en el núm. 15 de esta.
REVISTA, págs. 124-8.
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potestad formal, ge aplique luego a los contenidos que sean, y en tal sentido sometida
siempre al Derecho público. Es ésta la base de la calificación del recurso contra Re-
glamentos como propio de la justicia constitucional (vid. supra, nota 31), ya que,
como hemos indicado (supra, nota 6, y texto correspondiente), la potestad reglamentaria
está atribuida por normas constitucionales.
(34) Aunque marginalmente, bueno será observar que el que este precepto
prevea la inadmisión del recurso contencioso cuando «no se hubiese interpuesto, si
fnese preceptivo, el recurso previo de reposición» no es, evidentemente, un argu-
mento en contra de la entrada en juego sin limitaciones del art. 129, párrafo 3.°,
de la misma Ley, que hemos estudiado más atrás; una elemental interpretación
sistemática de ambos preceptos uti valeant concreta el juego del primero al supuesto
en que el demandante a quien se ha otorgado el plazo extraordinario del art. 129, 3,
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