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“El duelo en la familia ante la pérdida de la madre (54 años) por Cáncer”
Brenda Bernáldez Ruiz
Matrícula: DTL2021-554
23 de diciembre 2022
Diplomado en Línea
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Dedicatoria
Capítulo 1. Antecedentes 4
Introducción 4
Definición del problema 4
Justificación 4
Capítulo 2. Vida y Muerte 5
La Muerte en la Vida del Ser Humano 5
Capítulo 3. La Tanatología 6
Surgimiento de la Tanatología 6
Tanatología, Duelo y Pérdidas 6
Capítulo 4. El Duelo en un Contexto Específico 8
El Duelo en la Infancia 8
El Duelo en la Adultez 10
Capítulo 5. Implicaciones Tanatológicas 14
Ruta de Acompañamiento Tanatológico Compasivo para el Adulto. 15
Aspectos biológicos 15
Aspectos espirituales 16
Ruta de Acompañamiento Tanatólogico Compasivo para el Niño. 18
Capítulo 5. Conclusiones 20
Glosario 21
Referencias 22
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Capítulo 1. Antecedentes
Introducción
En este documento se abordará la propuesta para un acompañamiento tanatológico
compasivo de una familia, padre e hijo, ante la pérdida de la madre por cáncer. Para ello se
presenta la definición del problema y los antecedentes del mismo.
Posteriormente se analiza el impacto de la muerte en la vida del ser humano y el rol que
la tanatología tiene en brindar sentido a la muerte y a la vida a través del análisis del proceso de
duelo y el planteamiento de estrategias que permitan afrontarlo.
Justificación
El presente trabajo busca ofrecer una ruta de acompañamiento tanatológico con el fin de
reducir la posibilidad de experimentar un proceso de duelo complicado o patológico.
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Capítulo 2. Vida y Muerte
La Muerte en la Vida del Ser Humano
La muerte ha acompañado al hombre desde el inicio de la historia. Es más, podemos decir
que el hombre evoluciona hacia el ser hombre al encarar la finitud de su vida. Málishev (2003)
apoya esta premisa al mencionar que, “la conciencia de la muerte introduce, entre el animal y el
hombre, una ruptura más profunda que la capacidad del segundo para fabricar utensilios, hablar y
pensar. Quizá el hombre se convirtió en humano desde el momento en que empezó a enterrar los
cadáveres de sus congéneres, inventó el ritual funerario y elaboró las creencias en la
supervivencia o en la resurrección en el más allá de los fallecidos.” (Málishev, M., 2003:51)
Adicionalmente, Encinas Guzmán (2009) menciona que “la forma de reaccionar ante la
muerte nos habla de cómo es un pueblo, una cultura y una civilización”. (Encinas Guzmán, M.J.,
2009:294) Es decir, no solo el hombre se convierte en humano al encarar la muerte sino que, la
forma de reaccionar ante la misma es una pauta guía que forja en gran medida la cosmovisión y
por tanto, las costumbres, tradiciones, y usos, de un pueblo. Esto resulta evidente al volver la
vista al pasado y analizar cómo los diversos acercamientos que la culturas y pueblos han tenido
ante la muerte han llevado al surgimiento de dogmas espirituales que han evolucionado hacia
religiones tan trascendentales en el vaivén histórico de la humanidad como lo son las religiones
abrahámicas (cristianismo, islamismo y judaísmo) y las religiones dhármicas (budismo e
hinduismo).
A pesar de las diferencias que cada uno de estos acercamientos religiosos propone ante la
vida y la muerte, todas ellas tienen en común la búsqueda de sentido. El sentido de la muerte a
través de la vida y viceversa, el sentido de la vida a través de la muerte. En otras palabras, todas
ellas tienen como premisa principal la dualidad angustiosa que vive el hombre: vida y muerte.
“La muerte es una de las limitaciones y hechos fácticos dentro de la existencia, por lo tanto,
además de ser parte de la vida, es una de sus principales fuentes de ansiedad [...] pero así mismo
de cambio y desarrollo. (Osorio Castaño, C.E., 2014:10).
Es así que esta búsqueda de sentido de la dicotomía vida-muerte lleva al ser humano a
otear más allá de los dogmas religiosos y espirituales y aprovechar el surgimiento de nuevas
disciplinas científicas que lo ayuden a encarar la exigüidad de su existencia.
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Capítulo 3. La Tanatología
Surgimiento de la Tanatología
La palabra tanatología proviene de los vocablos griegos thanatos (θάνατος), muerte y
logos (λόγος), estudio o tratado. Este vocablo es acuñado en 1901 por el microbiólogo francés
Iliá Méchnikov (Premio Nobel de Medicina en 1908) quien denomina a la tanatología como la
ciencia encargada de la muerte. En ese momento la tanatología fue considerada como una rama
de la medicina forense que trataba de ella y de todo lo relativo a los cadáveres, desde el punto de
vista médico legal. (Dominguez Mondragon, G., 2009:30)
No es sino hasta casi un siglo después que la Dra. Elizabeth Kübler-Ross retoma el
vocablo y le da el giro hacia el concepto actual de tanatología en su libro “Sobre la Muerte y los
Moribundos”. En este libro la Dra. Kübler-Ross describe “los fenómenos psicológicos que
acompañan a los enfermos en fase terminal durante el proceso de muerte, surgiendo entonces la
definición de la Tanatología moderna como ´una instancia de atención a los moribundos´; por
ello, es considerada la fundadora de esta nueva ciencia.” (Bravo Mariño, M., 2006:4) La Dra.
Kübler-Ross es adicionalmente, pionera en el movimiento de cuidados paliativos al crear
conciencia de la necesidad de “ayudar a los enfermos en fase terminal a vivir gratamente, sin
dolor y respetando sus exigencias éticas”.
Actualmente, el Instituto Mexicano de Tanatología define a la tanatología como “una
disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte, sus ritos y
significado concebido como disciplina profesional, que integra a la persona como un ser
biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en plenitud y buscar su trascendencia.”
(Instituto Mexicano de Tanatología, s. f.). Adicionalmente, el Gobierno de México, a través del
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, menciona que “el objetivo
de la tanatología es proporcionar ayuda profesional al paciente con una enfermedad en etapa
terminal y a sus familias.” (INCMNSZ, 2017).
El Duelo en la Infancia
La experiencia de pérdidas y duelo tiene una gran importancia, en la infancia al ser un
etapa crucial para el desarrollo del individuo. La neurociencia ha determinado que un niño o niña
que atraviesa por experiencias negativas que son intensas, frecuentes o prolongadas sufrirá de un
estrés severo que puede tener un efecto tóxico en el desarrollo del cerebro. Este estrés tóxico
debilita la arquitectura del cerebro al minimizar las conexiones neuronales lo que dará origen a
problemas de salud física, mental y emocional más adelante en la vida. En la caso de la muerte
de un cuidador primario “un niño que sufre el duelo sin el apoyo de un adulto sufrirá un estrés
severo que durará mucho tiempo, pero si los adultos afectuosos trabajan con el niño para calmar
la respuesta del cuerpo al estrés y enseñarle habilidades de afrontamiento, la experiencia no será
tóxica para el cerebro. Cuando los cuidadores evitan que las experiencias de estrés severo se
vuelvan tóxicas, los científicos lo llaman estrés tolerable.” (USC Creative Media & Behavioral
Health Center, 2015).
Es por ello que es crucial que durante la etapa de duelo esta etapa el niño o niña reciba
apoyo y guía de los adultos a su alrededor adaptadas al nivel de desarrollo del infante su hijo. Sin
importar la edad del niño o niña dos de las recomendaciones generales son, primeramente,
hablar al infante de la muerte con términos simples, directos y honestos, evitando eufemismos
tales como: “ahora está en un mejor lugar”, “se ha ido a otro lado”, “ya no está con nosotros”.
Adicionalmente se debe tener en consideración que los niños y niñas reflexionan sobre sus
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pensamientos y emociones de manera distinta a la de los adultos; para procesar la información
los infantes tienden a repetir las mismas preguntas, o preguntas muy similares con variaciones
limitadas, por lo que los adultos deben de estar dispuestos a repetir la información y a responder
a las preguntas las veces que sea necesario. (Cancer.Net, 2018a)
La “Guía sobre el Duelo en la infancia y la Adolescencia” del Colegio de Médicos de
Bizkaia, publicada en 2017, menciona que las mayores diferencias entre el duelo adulto y el de la
infancia son:
• En la infancia la pérdida de un ser querido no supone una ruptura con la realidad,
especialmente si se mantienen las rutinas, tanto académicas como sociales, las actividades diarias
y de ocio.
• Las expresiones emocionales puede que no se manifiesten, siendo las más comunes el
enfado y la conducta agresiva, y no tienen que estar ligadas al sufrimiento, sobre todo si se
mantiene la estabilidad en su mundo.
• La expresión emocional dependerá del espacio y legitimidad que le den las personas
adultas. Además, los niños y niñas se expresarán más con juegos o actividades que con palabras
o conductas específicas.
• Como no pueden mantener la pena y el dolor durante mucho tiempo, es frecuente que la
expresión emocional fluctúe, como si hubiese periodos de olvido.
Asimismo mencionan que los niños y niñas menores de 6 años carecen del concepto de
irreversibilidad y pueden experimentar sentimientos de culpa debido a la predominancia del
pensamiento mágico, es decir el niño o la niña puede creer que él o ella ha sido el causante de la
muerte del ser querido al llevar a cabo una acción o tener un pensamiento específico. Del mismo
modo el niño a la niña considera que a través de una acción pueden hacer que el ser querido deje
de estar muerto. Por añadidura la muerte de un ser querido activa y actualiza antiguos temores y
agudiza la angustia de la separación, por lo que les cuesta mucho alejarse de sus seres queridos,
aun por periodos cortos, ya que temen que se produzcan otras muertes.
A partir de los 7 años de edad ya comienzan a tener claro el concepto de la
irreversibilidad de la muerte con la desaparición del pensamiento mágico. Aunque no será hasta
los 11 o 12 años, cuando se produce una verdadera aceptación de la propia muerte y la de los
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otros lo que trae como consecuencia la aparición de los temores a perder su propia vida y la de
sus seres queridos. (Colegio de Médicos de Bizkaia, 2017)
Como mencionamos anteriormente, el proceso de duelo de los niños y niñas estará
influenciado no solo por el periodo etario en el que se encuentra el infante, sino también por sus
características personales, relación con el fallecido y el contexto cultural en el que vive, además
la actitud de la comunidad de adultos que rodean al niño o niña ante la muerte en general y la
pérdida de un individuo en específico incidirá grandemente en el proceso del duelo del infante.
Es habitual que en el afán de proteger a los niños y niñas, los adultos ocultemos o minimicemos
la muerte de un ser querido para ´evitar el sufrimiento´ de los infantes; “pero es todo lo contrario:
los apartamos de un evento fundamental en sus vidas y es imposible evitarles todo el dolor. De
hecho, si los niños crecen sin exponerse al sufrimiento, serán más propensos a la frustración y no
desarrollarán las habilidades necesarias para afrontar eventos a los que seguramente deberán
enfrentarse cuando alcancen la edad adulta.” (Fundación Mario Losantos del Campo, 2016).
El Duelo en la Adultez
Como se ha mencionado el duelo es el conjunto de “todos aquellos procesos
psicológicos, conscientes e inconscientes, que la pérdida de una persona amada pone en marcha,
cualquiera que sea el resultado.” (Bowlby, J, 1993). Las reacciones durante el duelo “varían
mucho de persona en persona e incluso en la misma persona a lo largo del tiempo. Las
reacciones frecuentes del duelo incluyen sentimientos, pensamientos, sensaciones físicas y
comportamientos.” (Cancer.Net, 2018b)
Con respecto a los sentimientos y pensamientos, las teoría de las etapa del proceso
del duelo de Elisabet Kübler-Ross propone que las personas próximas a morir y los familiares de
las mismas pasan por cinco fases durante el duelo: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación. Kübler-Ross asimismo hizo notar que aunque estas fases se sucedían unas a otras, en
ocasiones traslapándose, tienen diferente duración y no se experimentan de forma lineal.
(Kübler-Ross, E., 1993)
Miaja Ávila y Moral de la Rubia, 2013 describen las fases propuestas por Kübler-Ross
como:
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(1) negación: imposibilidad de aceptar y reconocer como un hecho real que se padezca la
enfermedad, por lo que el diagnóstico recibido se atribuye a errores médicos o algún tipo de
equivocación;
(2) ira: reacción emocional de rabia, envidia, resentimiento y hostilidad por haber perdido
la salud y es dirigida hacia todo el entorno que se percibe como sano o responsable de la
enfermedad. También incluye la ira u hostilidad dirigida hacia sí mismo al culparse de haberse
provocado la enfermedad, pudiendo incurrir en conductas de riesgo autodestructivas;
(3) negociación: recurso emocional para afrontar la culpa en el que se entabla, de forma
imaginaria o real, un pacto con aquéllos hacia los cuales dirigió la ira. Se abandona cualquier
conducta autodestructiva;
(4) depresión: sentimientos de un profundo vacío y dolor ante la penosa situación que el
paciente vive, adoptándose una actitud de claudicación ante la enfermedad. En esta fase se puede
abandonar el tratamiento y dejar de ir a las citas médicas;
(5) aceptación: reconocimiento de la enfermedad y situación de dolor y limitaciones que
conlleva, sin buscar culpables, ni adoptar una posición de derrota, sino asumir una actitud
responsable de lucha y supervivencia. Esta fase se alcanza tras realizar un balance de la pérdida y
dar nuevos significados a la situación que se vive.
(Miaja Ávila y Moral de la Rubia, 2013).
Como se puede notar, Kübler-Ross enfoca las fases del duelo principalmente al paciente
moribundo, sin embargo a partir de su propuesta se ha extendido la descripción de estas fases
hacia aquellos que lo rodean y adicionalmente se han propuesto otros modelos que describan con
mayor profundidad el proceso de duelo trás la pérdida. Es por ello que William Worden (Worden,
W., 2018) propone que existen una serie de tareas que el doliente debe llevar a cabo para
restablecer su equilibrio y completar el proceso del duelo trás la pérdida. Dichas tareas no siguen
necesariamente un orden específico y son parte de un proceso activo que requiere esfuerzo. Las
tareas propuestas por Worden son:
Tarea 1: Aceptar la realidad de la pérdida. Esta primera tarea es básica para poder seguir
haciendo el trabajo del duelo. Aunque la muerte del ser querido sea algo inminente y
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pronosticado, en los primeros momentos casi siempre existe una sensación de incredulidad que
generalmente se resuelve en poco tiempo.
Tarea 2: Trabajar las emociones y el dolor emocional y físico de la pérdida. Es importante
reconocer los sentimientos y no intentar evitarlos, sentir el dolor plenamente y saber que algún
día pasará.
Tarea 3: Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente. La realización de esta
tarea implica actividades distintas dependiendo del contexto y de la relación entre el fallecido y
el doliente.
Tarea 4: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Aceptar que la vida
continua sin que el dolor por la pérdida impida la vivencia plena de sentimientos positivos
respecto a los otros.
(Worden, W., 2018; Stillion, J. y Attig, T., 2014).
Con base en lo anterior podemos ver que el duelo toma diferentes dimensiones
dependiendo del rol del individuo en el enfrentamiento a la muerte, ya sea el enfrentamiento de
la muerte de manera personal o el acompañamiento de la persona moribunda y la consecuente
pérdida posterior. Como se ha mencionado anteriormente, en el caso de la persona doliente se
debe tener en consideración la relación existente con el moribundo. En este aspecto Gamo
Medina, E., & Pazos Pezzi, P. (2009) describen las configuraciones del duelo del adulto ante la
pérdida de los padres, la pérdida de un hijo y la pérdida del cónyuge. La configuración del duelo
en el caso de muerte de los padres se verá afectada por el tipo de relación que se desarrolló
durante la adultez con los mismos, las relaciones intrafamiliares y el reparto de la herencia. Pese
a lo cual el sentimiento de orfandad y soledad estará presente aunque la pérdida se produzca en
la edad adulta.
La muerte de los hijos tiene un impacto enorme, aún mayor en las muertes traumáticas, y
la configuración del duelo dependerá de las relaciones con otros hijos existentes y con la pareja y
pueden dar lugar a duelos complicados. La muerte de un hijo tiene una profunda influencia en el
individuo, aunque no sea siempre evidente en la apariencia, y “las readaptaciones, aunque
resulten exitosas, pueden rastrearse claramente en la historia biográfica o en posteriores
consultas”. (Gamo Medina, E., & Pazos Pezzi, P., 2009).
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La muerte de un cónyuge, junto con la de los hijos, es la más difícil de asumir ya que
interrumpe un proyecto de vida en común y modifica la cotidianidad del individuo de manera
más acentuada que otras pérdidas; asimismo impacta fuertemente en el curso biográfico de la
persona. La configuración del duelo dependerá del grado de proximidad que se vivía en la pareja,
la edad de la misma, el tiempo de vida que ha sido compartido y la existencia y edades de los
hijos. “Muertes repentinas, que modifican la situación y estabilidad del entorno, pueden producir
una sensación de desamparo, de sobrecarga para afrontar solo la vida o el cuidado de los hijos o
sentirse como un abandono.” (Gamo Medina, E., & Pazos Pezzi, P., 2009).
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Capítulo 5. Implicaciones Tanatológicas
Aspectos biológicos
Ramón Bayés (1998) menciona que “el control del sufrimiento [...] permanece en el
mundo de las motivaciones, expectativas, creencias y valoraciones del enfermo” (Bayes, R.,
1998). A esta afirmación se puede agregar que lo mismo sucede en el caso del acompañante del
enfermo, es decir, el sentido que el individuo le da a lo que está viviendo potenciará o reducirá
el sufrimiento que los cambios y las pérdidas traen consigo. Es por ello elemental que el primer
paso sea disipar los significados negativos que el esposo pueda estar dando al cáncer;
significados como castigo o karma, consecuencia de una mala forma de vivir, abandono, entre
otros.
En el aspecto biológico y, tomando como referencias a la poeta y ensayista
estadounidense Anne Boyer, sobreviviente de cáncer, quien menciona en su libro “Desmorir:
Una Reflexión sobre la Enfermedad en un Mundo Capitalista” (2020) que al ser diagnosticada
con cáncer descubrió que con frecuencia se considera que quienes tienen cáncer en parte se lo
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merecen, que el cáncer está rodeado de clichés, como por ejemplo pensar que una actitud
positiva puede ayudar a curarlo, y que el lenguaje que se utiliza para hablar de cáncer está
pervertido, porque sobrevivir al cáncer no es ganar una carrera y morir no es perderla; se
propone que el esposo mantenga una conversación con un profesional médico, que puede ser o
no el mismo encargado del tratamiento de la paciente.
Para que la conversación sea más provechosa se recomienda que antes de acercarse al
médico el esposo escriba, o registre por algún medio, las preguntas que le gustaría hacer . El
papel del tanatólogo en este caso es recalcar al esposo que no hay preguntas simples ni
demasiado complicadas y que es normal tener interrogantes sobre estos temas.
De igual manera se debe enfatizar que el conocimiento y la planeación ayudarán a hacer
el proceso de duelo y muerte menos amenazador.
Aspectos espirituales
Este mismo proceso de realizar preguntas se puede llevar a cabo con la persona que esté
brindando apoyo espiritual al esposo.
En este ámbito la labor del tanatólogo, adicionalmente a apoyarle a hacer las preguntas,
es explorar las emociones que puede estar sintiendo el esposo con respecto a su religión o
espiritualidad. Es muy posible que el esposo esté experimentando sentimientos de ira hacia dios,
el universo, o la entidad espiritual en la que cree. Es en este momento en que podemos recordarle
la cita que incluye Harold Kushner, en su libro “Cuando las cosas malas pasan a la gente buena”:
“¿es alguna vez aceptable estar enojado con Dios? Sugeriría que no solo es aceptable, sino que
puede ser uno de los sellos distintivos de una persona verdaderamente religiosa. Pone la
honestidad por delante de la adulación”. (Kushner, H.S., 1996).
Incluso si no es religioso, podemos sugerir la lectura del libro de Kushner y apoyarnos en
el mismo para propiciar la plática sobre el tema espiritual.
Aspectos sociales
En su libro Anne Boyer menciona que el estar enferma y al borde de la muerte brinda
mucho tiempo para pensar lo que provoca la práctica de la preocupación por las cosas de la vida
y la cotidianidad. Esto puede ser cierto también en el caso del esposo, no porque tenga mucho
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tiempo para pensar sino porque constantemente está pensando y dándose cuenta de los aspectos
de la cotidianidad en los que tiene que realizar ajustes tanto para él como para su hijo.
Para este tema se recomienda que en conjunto el padre y el hijo hagan una lista de las
tareas que tienen que organizar, como pueden reacomodarse estas tareas en la nueva realidad,
quién necesita apoyo para que tarea y cómo se distribuirán los espacios y tiempos para que se
puedan llevar a cabo de la mejor manera. En este espacio se pueden incluir a los individuos que
forman la red de apoyo de la familia, si es que estarán involucrados en temas cotidianos.
El rol de tanatólogo en este espacio es, parafraseando a Margareta Magnusson, asegurar
que este este espacio sea agradable, que no los sumerja en la melancolía sino que al contrario sea
un espacio para darse cuenta de todo lo que amaron, vivieron, aprendieron y disfrutaron en
compañía de su madre y esposa. Y qué este espacio de pie a iniciar una nueva cotidianidad
cómplice entre ellos. (Magnusson, M., 2018).
Aspectos emocionales
En este aspecto lo vital es impulsar al esposo a encontrar un sentido al sufrimiento. Frankl
menciona que “lo más importante de todo es la actitud que tomemos hacia el sufrimiento”
(Frankl, ) El sufrimiento deja de serlo cuando se le encuentra un sentido.
Para ello es esencial que el tanatólogo apoye al esposo haciendo preguntas que lo lleven a
recuperar la esperanza de un futuro. Cabe mencionar que en este aspecto nos referimos a la
esperanza como se define en esta cita “en ocasiones se habla de la esperanza como si fuera algo
delicado y efímero hecho de susurros y telarañas. No lo es. La esperanza tiene la cara sucia,
sangre en los nudillos, tierra en el cabello y acaba de escupir un diente mientras se levanta para
intentarlo de nuevo.” (autor desconocido).
Para el proceso de preguntas se puede utilizar el método socrático. El método socrático,
hace hincapié en el uso de preguntas que inducen a la reflexión en lugar de ofrecer opiniones o
consejos. Las preguntas socráticas son exploratorias y abiertas y hay seis tipos distintos de
preguntas: preguntas de aclaración, preguntas que producen suposiciones, preguntas que
requieren razón o pruebas, preguntas sobre las perspectivas, preguntas que calculan las
consecuencias y preguntas sobre la pregunta. Y se sugiere aplicarlas en el siguiente orden:
(1)aclaración del pensamiento, (2) examen crítico del pensamiento, (3) exploración del origen o
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la fuente del pensamiento y (4) examen de las repercusiones y consecuencias de ese
pensamiento. (Fernández, M., 2022).
Adicionalmente se puede derivar al esposo con un profesional de la salud mental en caso
de que se considere necesario.
● Adultez: Se llama adultez a la etapa del desarrollo humano que prosigue a la juventud y
antecede a la vejez. Es la etapa en que se obtiene la plena madurez física e intelectual del
individuo, y se obtiene la plenitud de los derechos y deberes sociales y legales.
Comúnmente se la enmarca entre los 21 y los 60 años, y se entiende como una meseta
intermedia en la vida humanaFuente: https://concepto.de/adultez/#ixzz7oKaDO8w6
● Dogma: Un dogma es un conjunto de creencias o proposiciones que deben aceptarse sin
cuestionamientos ya que constituyen una verdad aceptada sin crítica o examen.
● Duelo: Todos aquellos procesos psicológicos, conscientes e inconscientes, que la pérdida
de una persona amada pone en marcha, cualquiera que sea el resultado.
● Estrés Positivo: Tipo de estrés que ayuda a responder con celeridad, adaptándonos a
situaciones nuevas. Aporta resiliencia
● Estrés Negativo: Tipo de estrés que genera respuestas fisiológicas y estados de alerta
elevados y sostenidos en el tiempo, con consecuencias desfavorables para la salud y la
cognición
● Estrés Tolerable: Tipo de estrés que genera respuestas fisiológicas acotadas en el
tiempo, para enfrentar situaciones de riesgo
● Infancia: La infancia es un período de tiempo que abarca desde el momento del
nacimiento de una persona hasta el comienzo de su pubertad.
● Recolocar: Capacidad para continuar la vida de un modo satisfactorio, sin que el dolor
por la pérdida impida la vivencia plena de sentimientos positivos respecto a los otros.
● Tanatología: disciplina profesional, que integra a la persona como un ser biológico,
psicológico, social y espiritual para vivir en plenitud y buscar su trascendencia.
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