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MONOGRAFÍA
CICLO : “IV”
HUANCAYO – PERÚ
2022
1
DEDICATORIA:
y la sociedad, esforzándose en
diario.
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo monográfico lleva por título: “Teorías del acto jurídico y la
teoría del negocio jurídico”, son los resultados de una serie de investigaciones
a los principales medios de información.
3
En cuanto a la teoría del negocio jurídico, se determinará qué es el negocio
jurídico, precisar que esta figura tiene cabida en el derecho y en la doctrina
jurídica y que el contrato es una especie del género negocio jurídico, si bien la
más usual, común, acabada e incluso la paradigmática, no la única, lo que
permite afirmar que todo contrato es un negocio jurídico, pero no todo negocio
jurídico es un contrato.
En tal sentido esperando que el presente estudio sea de mucha ayuda para
todas aquellas personas que desean saber sobre las teorías del acto jurídico y
la teoría del negocio jurídico.
LA ESTUDIANTE
4
ÍNDICE
DEDICATORIA:....................................................................................................2
INTRODUCCIÓN..................................................................................................3
ÍNDICE..................................................................................................................5
CAPÍTULO I..........................................................................................................7
CAPÍTULO II.......................................................................................................24
5
2.4. Observaciones personales a la construcción del concepto del negocio
jurídico................................................................................................................36
CONCLUSIONES...............................................................................................40
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA........................................................................42
ANEXOS.............................................................................................................44
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CAPÍTULO I
TEORÍAS DEL ACTO JURÍDICO
La Teoría Pura del Derecho define al "acto jurídico" como un acto con
el que una norma es establecida (hablando figurativamente, creada) o
aplicada; y afirma que un acto es un acto creador o aplicador del derecho
dentro del orden jurídico, esto es, si el acto en cuestión es establecido con
fundamento de orden jurídico. Acto jurídico se define como la
"manifestación de la voluntad que se hace con la intención de crear,
modificar, transferir o extinguir un derecho". Acto jurídico es el acto
humano voluntario o consciente y lícito, que tiene por fin inmediato
establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear, modificar,
transferir, conservar o extinguir derechos. Acto jurídico es el instrumento
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con el cual se da concreta actuación a la autonomía privada. Autonomía
privada quiere decir que los sujetos de derecho -dentro de los límites
permitidos por el ordenamiento jurídico- tienen la libertad de regular sus
intereses como mejor les parezca, regulación que está garantizada por el
ordenamiento7.
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- La finalidad de las partes en el negocio es crear un vínculo; en los actos
no negocios, el vínculo aparece por imperio de la ley, sin tener su origen
en una manifestación volitiva.
- Tanto el acto como el negocio jurídico son especies del género hecho
jurídico; pero el negocio jurídico es una sub species del acto jurídico.
- El acto jurídico se materializa a través de la manifestación de la
voluntad (entendida como “la exteriorización de un hecho psíquico
interno, que consciente y voluntariamente trasciende del individuo y
surte efectos ante terceros con valor expositivo, aunque estuviera lejos
del ánimo del agente el querer producir tales efectos”: el negocio, a
través de la declaración de la voluntad (entendida como aquel acto
responsable que exteriorizando la “coordinación jerárquica de nuestros
deseos”, tiene como propósito producir efectos jurídicos mediante la
comunicación de la voluntad contenida en Ia expresión. Nótese que la
relación entre manifestación y declaración de voluntad es de genero a
especie. Sin embargo, en ambos supuestos, las consecuencias
jurídicas ya se encuentran predeterminadas por el ordenamiento
jurídico.
-
- Dentro de esta concepción, es también acto jurídico el hecho humano
voluntario ilícito. La licitud (o ilicitud) de un hecho humano voluntario
no puede desvirtuar su naturaleza de acto. Para un sector de la
doctrina, el negocio jurídico solo puede ser lícito cuando el
ordenamiento jurídico faculta a las partes para autoregularse en virtud
del principio de la autonomía privada y esta tendría como límite su “fin
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lícito”. Sin embargo, para otro sector de la doctrina, en opinión que
comparto, también podría configurarse un negocio jurídico ilícito.
- Lo que se legisla en el artículo 140 del Código Civil (teniendo como
antecedentes el artículo 1075 del Código Civil de 1936 y el artículo
1235 del Código Civil de I85280) no es el acto jurídico sino el negocio
jurídico, porque alude a la intención de las partes para determinar sus
efectos y a sus requisitos:
Agente capaz;
Fin lícito;
Objeto física y jurídicamente posible;
Observancia de la forma prescrita por ley bajo sanción de nulidad
(en el caso de los actos ad solemnitatem).
- Estos son los elementos propios de los negocios jurídicos. En mi
opinión, el acto jurídico es aquel hecho humano realizado
voluntariamente, lícito o ilícito, del cual surgen efectos jurídicos.
Ejemplos de actos jurídicos tout court son el reconocimiento de deuda
(art. 1996.1 c.c.), la notificación de la cesión (art. 1215 c.c.), el
hallazgo (art. 935 c.c.), entre otros.
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efectos de su “validez”, en materia de nulidad, es forzoso interpretar
sistemáticamente el art. 140 con el 219 c.c.
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La manifestación de voluntad puede ser positiva (es decir, explícita) o
tácita; puede también consistir en la ejecución de un hecho material
(art. 1076) (art. 141, C.C.)
Como podemos apreciar para nuestro Código Civil vigente, el acto jurídico
consiste en la manifestación de voluntad con el fin de obtener una
consecuencia o efecto jurídico, la cual responderá a la intención que tenía
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el sujeto y que deberá estar acorde con el derecho. El acto jurídico se
clasifica de la siguiente manera:
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Son aquellos que reúnen los requisitos esenciales para su
validez, pero también presentan ciertos elementos accidentales
que postergan o ponen fin a la eficacia del acto jurídico, o que
inciden en la existencia de los efectos del acto, o que imponen
una obligación a cargo del beneficiario con el acto de
liberalidad.
Ejemplo: en una donación, condicionan la recepción de la
misma a que el sujeto beneficiado con dicha donación cumpla
con alguna obligación establecida por el que realiza la
liberalidad (donación).
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e. Los actos de tracto sucesivo.
Son actos en los cuales las obligaciones de las partes o de
una de ellas se desarrollan a través de un periodo de tiempo
prolongado. Con estos actos se persigue la satisfacción de
necesidades duraderas.
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tener su repercusión en el mundo del Derecho, pueden concurrir
motivaciones tanto debidas a un factor causal como a uno voluntario. Así,
la prescripción, en que existe la voluntad ficcional del propietario o del
titular del derecho de no hacer uso del mismo, de renunciarlo. Sólo que la
distinción reposa en que fundamentalmente en unos casos al simple
hecho independiente de la voluntad humana se le considera decisivo para
acarrear el efecto jurídico, mientras en otros casos al hecho dependió
Juntad se le considera como el determinante.
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que respectan también a hechos que por sí mismos originan
consecuencias jurídicas. La consecuencia es ilícita, tratándose del hecho
ilícito porque el hecho es en sí intrínsecamente ilícito. El hecho lícito
puede también suscitar una consecuencia que sería calificable como
ilícita. Así, en el caso del contrato que se viola, del matrimonio a cuyos
deberes se falta. Pero tal consecuencia es aquí lo anormal, lo opuesto a
las consecuencias mismas propias del acto, a la naturaleza del acto.
Por eso el acto es lícito. Pero en el hecho calificado como ilícito, la
consecuencia misma natural a que apunta y en que consiste el hecho es
ilícito; por eso el hecho es en sí mismo ilícito.
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jurídicos que nacen de cada especie de acto en un determinado
ordenamiento jurídico.
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En este sentido, la concepción pandectista clásica del negocio, utilizó la
denominación de «negocio jurídico» para referirse a los comportamientos
del hombre, en su vida de relación con los demás, que producen
consecuencias jurídicas, en correspondencia con el propósito jurídico que
los determinara, apareciendo también dentro de esta nueva orientación la
doctrina o teoría de la «voluntad dirigida al efecto jurídico». Del mismo
modo, dentro de esta orientación clásica del negocio, se entendió también
que todos los demás comportamientos o conductas que producían efectos
legales, pero ya no deseados como tales por los declarantes, sino
atribuidos o impuestos directa y exclusivamente por el ordenamiento
jurídico a la simple declaración de voluntad, a la simple realización del
comportamiento voluntario sin importar lo querido o no por el sujeto,
debían recibir la calificación de «actos jurídicos en sentido estricto»,
justamente para diferenciarlos de los negocios jurídicos, en los cuales sí
es factor fundamental el propósito jurídico o no del o los declarantes.
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merecen la calificación de «jurídicos», quedando su regulación o
cumplimiento al simple ámbito social, sin ninguna intervención del sistema
jurídico, al cual le será completamente indiferente el cumplimiento de los
mismos o no.
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2. En segundo lugar, porque se admite también por casi todos que con una
definición del acto y del negocio jurídico como una simple manifestación
de voluntad dirigida a la producción de efectos jurídicos buscados por el
declarante se deja de lado el rol valorativo que cumple el sistema
jurídico respecto de la conducta de los individuos. Rol valorativo que se
convierte fundamentalmente en la fundón organizadora que cumple el
derecho respecto de la realidad social. A nadie escapa la idea que si un
comportamiento del hombre en una determinada sociedad, y en un
determinado momento histórico, sea cual fuere el sistema político, es
capaz de producir efectos jurídicos, ello no ocurre por ser algo
consustancial a la naturaleza humana, o por tratarse un don divino, o por
derecho natural, sino simplemente porque el ordenamiento jurídico de
esa sociedad en particular es el que ha decidido si esa conducta debía o
no producir efectos jurídicos.
3. En tercer lugar, porque se admite casi unánimemente también que es
falso que los sujetos al celebrar actos y negocios jurídicos busquen
siempre y en todos los casos la producción de efectos jurídicos, por
cuanto todo acto del hombre, de acuerdo a la experiencia universal, está
orientado siempre fundamentalmente a la consecución de efectos
meramente prácticos y empíricos o, en todo caso, efectos prácticos con
el conocimiento que los mismos están amparados o protegidos por el
sistema jurídico. Afirmación que es demostrable en cualquier sociedad
sin duda alguna.
Pues bien, son estas tres razones fundamentales las que han originado
desde hace muchísimo tiempo el abandono de ambas teorías clásicas y
nosotros diríamos aún más, su total olvido. Este triste final de las
concepciones clásicas de los hechos del hombre que producen
consecuencias jurídicas en concordancia con lo deseado por el sujeto, ha
sido consecuencia de la posterior evolución y desarrollo de la teoría del
negocio jurídico, no así de la del acto jurídico, la cual se estancó y terminó
con su primera versión. El auge del concepto negocial fue consecuencia
de su gran difusión y enorme aceptación en la mayor parte de la doctrina
de los diferentes sistemas jurídicos latinos, acentuado aún más por el
enorme prestigio de los juristas que se adhirieron a la misma. Fueron
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precisamente los postulados de las nuevas corrientes sobre el negocio
jurídico y los argumentos de los autores que decidieron participar de la
misma, los que pusieron de manifiesto las terribles contradicciones antes
mencionadas, a tal punto que, en la actualidad, y lo decimos con el mayor
de los respetos, es muy difícil poder sustentar y comprender con lógica
jurídica los argumentos de ambas concepciones clásicas.
Es necesario señalar, sin embargo, que el abandono de las concepciones
clásicas no fue consecuencia inmediata de la aparición de la teoría del
negocio jurídico, como algunos creen a ciegas, jiña de su posterior
desarrollo, cambio y evolución, por cuanto en su primera «versión clásica
el concepto del negocio jurídico fue exactamente igual al del acto jurídico.
Posteriormente, el alejamiento fue progresivo pero total, desde el mismo
instante en que se empezó a entender y concebir el negocio jurídico como
un supuesto de hecho conformado por una o más declaraciones de
voluntad y ya no como una simple declaración de voluntad. Este cambio
en los conceptos significó de inmediato un cambio radical, por cuanto
desde que se entiende que el negocio es un supuesto de hecho, se está
tomando en cuenta el rol valorativo del derecho en las diferentes
conductas de los individuos en una sociedad en particular. Es el
ordenamiento jurídico el que decide, en concordancia con el criterio de
valoración social, cuándo un acto del hombre libre ser considerado
negocio jurídico y acto jurídico, por supuesto en íntima vinculación con las
valoraciones sociales y culturales existentes.
Más aún, con la noción de negocio como supuesto de hecho se está
diciendo de manera categórica, lo cual también es muy importante, que la
declaración o manifestación de voluntad no pueden identificarse con el
negocio, sino solamente con un elemento del mismo, el fundamental,
obviamente en conjunto con la causa o finalidad, entendida como la
función socialmente razonable que cumplen los negocios en la vida de
relación social y que los convierte justamente en merecedores de la tutela
legal y por ende de su calificación como negocios jurídicos y ya no como
simples negocios sociales.
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Finalmente, debemos señalar que no existe ningún inconveniente para
utilizar los criterios de la doctrina del negocio jurídico en un código, como
el nuestro, que ha mantenido la denominación francesa, se dice
legitimada por la tradición jurídica nacional, del acto jurídico, por cuanto
ambas teorías son esfuerzos y han sido elaboradas para entender los
actos del hombre que producen efectos jurídicos en correspondencia con
el propósito práctico que los hubiera determinado. Es decir, se trata de
dos conceptos con nombres distintos, que buscan explicar el mismo
fenómeno social. Más aún, pensamos que el actual Código Civil ha
regulado la figura del negocio jurídico, manteniendo únicamente la
denominación francesa. Lo que sí no podemos afirmar en ningún sentido
es que entre ambas nociones exista una relación de sinonimia conceptual,
pues ésta sólo se dio en las versiones clásicas. Además no debe
olvidarse que dentro de la propia lógica del esquema negocial, el negocio
jurídico es completamente distinta al acto jurídico en sentido estricto.
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CAPÍTULO II
TEORÍA DEL NEGOCIO JURÍDICO
2.1. Concepto de negocio jurídico
Con el negocio el individuo no viene a declarar que quiere algo, sino
que expresa directamente el objeto de su querer y ésta es una regulación
vinculante de sus intereses en las relaciones con otros.
También, se considera como negocio jurídico: "La declaración o
acuerdo de voluntades, con que los particulares se proponen conseguir
un resultado, que el Derecho estima digno de su especial tutela, sea en
base sólo a dicha declaración o acuerdo, sea completado con otros
hechos o actos". Se destaca el resultado propuesto con la declaración de
voluntad, ésta ha de seguir siendo estimada como el fundamento del
negocio jurídico.
Pero el problema surge cuando se trata de precisar los últimos
términos de la definición ¿La voluntad que constituye el alma del negocio
jurídico, qué alcance debe tener?
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Esta "costumbre nacional" se ha visto reflejada, a nivel legislativo, en el
propio Código Civil de 1984 en el artículo 140°, que textualmente define el
acto jurídico como "la manifestación de voluntad productora de efectos
jurídico", bien se trate de la creación, modificación, regulación o extinción
de relaciones jurídicas. De esta manera, nuestro Código Civil ha
consagrado a diferencia del Código de 1936, el concepto clásico francés
del acto jurídico, elaborado por los primeros comentaristas del Código de
Napoleón sobre las bases de Domat y Pothier.
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costumbres, es un acto jurídico y por ende merece la protección
del sistema jurídico.
Esta noción no sólo se ha venido utilizando desde la época de
vigencia del Código Civil de 1936, a pesar que el mismo no
consagró ninguna definición sobre dicho concepto, sino
fundamentalmente con mayor razón a partir de la entrada en
vigencia del actual Código Civil de 1984, teniendo en cuenta la
definición antes referida de su artículo 140. Como resulta
evidente, si con el código de 1936, que no contenía ninguna
definición de acto jurídico, se estableció en nuestro medio casi
como axioma dicha noción de acto jurídico, ahora con el artículo
140 del actual Código Civil nadie duda de la veracidad de dicha
manera de entender y definir el acto jurídico.
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autores que siguen la corriente del negocio jurídico. Empero, esta
importancia de la declaración o manifestación de voluntad no
puede llevamos a identificar ambos conceptos, el de acto jurídico
y el de manifestación de voluntad, por cuanto existe diversidad de
manifestaciones de voluntad que producen efectos jurídicos que
no son precisamente actos jurídicos. Esta materia ha sido
precisada con bastante claridad por la doctrina del negocio
jurídico, que en forma enfática ha negado esa identificación
conceptual, aun cuando el mismo negocio jurídico, en su
concepción clásica, identificaba también el negocio jurídico con la
declaración de voluntad. Así pues, dentro de la teoría general del
negocio jurídico, existe uniformidad de criterio en el sentido que la
declaración de voluntad es únicamente uno de los elementos del
negocio, el elemento principal del negocio.
Dentro de la misma concepción tradicional del acto jurídico no
se acepta tampoco una identificación total entre manifestación de
voluntad y acto jurídico, por cuanto se señala en forma unánime
que sólo es acto jurídico la manifestación de voluntad destinada a
producir efectos jurídicos. En otras palabras, para esta corriente
no es acto jurídico toda declaración de voluntad, sino solamente
aquella dirigida a producir efectos jurídicos, esto es,
consecuencias jurídicas, que por ser jurídicas son precisamente
lícitas.
Veamos muy brevemente cómo llegan los autores que siguen
esta corriente a precisar el concepto del acto jurídico. Parten,
como es obvio, del concepto genérico del hecho jurídico, en el
sentido que es un hecho de esa especie todo aquel cuya
realización genera consecuencias jurídicas, siendo hechos
irrelevantes jurídicamente aquellos a cuya realización el
ordenamiento jurídico no atribuye ninguna consecuencia jurídica.
En este sentido, el hecho jurídico viene a ser el género respecto
del cual el acto jurídico no es sino una de las especies.
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Ahora bien, toda esta concepción tradicional del acto jurídico,
aceptada por nuestro actual Código Civil, como por el anterior,
desde nuestro particular punto de vista adolece de ciertos
defectos fundamentales en la comprensión integral del fenómeno
de la autonomía privada, olvidándolos y descuidándolos a tal
extremo de llegar a desnaturalizar el concepto del acto jurídico.
Dicho de otro modo, la concepción del acto jurídico como toda
declaración de voluntad dirigida a la producción de efectos
jurídicos deseados por el agente, olvida y no toma en cuenta los
siguientes aspectos fundamentales de la noción de la autonomía
privada:
1. De aceptar que el acto jurídico es toda declaración de voluntad
productora de efectos jurídicos, realizada por el sujeto con el fin
de alcanzar los mismos, estaríamos aceptando que son los
particulares los que deciden cuándo una determinada conducta
voluntaria es o no un acto jurídico. En otras palabras,
estaríamos dejando en poder de los individuos la facultad de
decidir qué promesas o declaraciones de voluntad son o no
jurídicamente vinculantes, de modo tal que hasta la declaración
de voluntad más irracional sería considerado un acto jurídico y
por ende jurídicamente vinculante; o lo que es lo mismo los
particulares serían los únicos llamados a determinar cuándo
sería procedente retractarse de una promesa y cuándo no.
2. Un segundo aspecto bastante vinculado con el anterior es el de
conocer que es únicamente la norma jurídica la que atribuye
efectos jurídicos a las conductas de los particulares* lo cual se
obscurece y casi se olvida con una concepción del acto jurídico
como una simple declaración de voluntad; ello significaría
afirmar que serían los propios individuos los que decidirían qué
efectos jurídicos son los resultantes o los que corresponden a
una determinada declaración de voluntad. Todo este resultado
nefasto derivado de la concepción del acto jurídico, no es sino
consecuencia a su vez de resaltar al máximo, al infinito, el rol
de la voluntad en el derecho, el pretender establecer que la
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voluntad es todopoderosa, capaz por sí misma de producir
cualquier consecuencia jurídica, lo cual modernamente es
inaceptable, por cuanto existe uniformidad de pareceres en que
el ordenamiento jurídico es siempre el único capaz de atribuir
los efectos jurídicos a las conductas voluntarias de los
particulares.
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sería acto jurídico; cosa que sucedería a la inversa de desear
el sujeto la obtención de un efecto jurídico con la misma
conducta declaratoria). Así por ejemplo, la apropiación podría
ser indistintamente un acto o un simple hecho jurídico
voluntario lícito, dependiendo de la dirección de la voluntad del
declarante en un caso o en otro. Lo mismo sucedería con todos
los demás hechos jurídicos, que de acuerdo a la común opinión
y a los respectivos ordenamientos jurídicos, no son sino
simples hechos jurídicos voluntarios lícitos (actos jurídicos en
sentido estricto dentro de la concepción del negocio jurídico).
Por el contrario, en igual forma, un contrato de compraventa,
como cualquier otro tipo de acto jurídico, podría dejar de serlo
si en un caso particular los declarantes no desearan o no
buscaran la producción de efectos jurídicos. En nuestro
concepto, basar la distinción entre actos jurídicos y simples
hechos jurídicos en la intención de los particulares, de desear o
no la obtención de efectos jurídicos es realmente absurdo e
inaceptable.
Evidentemente, dentro de nuestra concepción del negocio
jurídico no dejamos de lado el propósito práctico de los
declarantes, que de acuerdo a la moderna concepción juega un
rol fundamental en la elaboración y en el entendimiento del
concepto del negocio jurídico, según lo veremos
posteriormente y principalmente al examinar la doctrina de la
causa en su aspecto subjetivo como motor fundamental del
desarrollo de la autonomía privada y la creación de diversas y
nuevas figuras negocíales, según vayan apareciendo nuevas
necesidades en el grupo social de que se trate.
En otros términos, el propósito de los declarantes o del
declarante, según se trate de un acto jurídico bilateral,
plurilateral o unilateral es fundamental, porque de la valoración
de aquel dependerá justamente la atribución de los efectos
jurídicos, que por ello mismo se llaman efectos negocíales. Sin
embargo, la importancia del propósito práctico en el acto
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jurídico (o en el negocio jurídico), no nos puede hacer olvidar
que siempre en última instancia es la norma jurídica la que
atribuye efectos jurídicos, valorando claro está la intención
práctica de los particulares.
5. Igualmente, desde nuestro punto de vista, con una concepción
como la tradicional se deja de lado también el aspecto
funcional del acto jurídico, referido a la causa del mismo,
haciendo del acto jurídico una simple declaración de voluntad,
lo cual consideramos inaceptable ya que la autonomía privada
no es un poder otorgado a los particulares para la obtención de
cualquier finalidad o función, sino sólo para aquéllas que, de
acuerdo a la concepción socio-jurídica imperante en una
determinada sociedad, en un determinado contexto histórico
social, merezcan la protección del ordenamiento jurídico y del
aparato coactivo del estado. No debe olvidarse en este sentido
que la autonomía privada supone la valoración y el
reconocimiento por parte del ordenamiento jurídico y que los
negocios jurídicos sólo son tal, o sólo pueden ser negocios
jurídicos (o actos jurídicos dentro de la concepción tradicional
que criticamos) las declaraciones de voluntad de los
particulares tendientes a la obtención de fines o funciones
consideradas relevantes, no sólo en forma típica por las
normas jurídicas, sino en forma atípica por los principios en los
que se inspiren determinados ordenamientos jurídicos en
determinados contextos históricos sociales (función
socialmente razonable).
Este es un aspecto trascendental de la moderna concepción
del negocio jurídico y del contrato, sobre todo por obra y gracia
de la doctrina italiana, la mayor parte de los autores españoles
y de ciertos juristas franceses cuya influencia fue decisiva.
En nuestro concepto, se ha debido fundamentalmente a la
nefasta influencia de la teoría clásica del acto jurídico y el
relieve dado por la misma a la declaración de voluntad como
elemento fundamental del acto jurídico, el que se haya olvidado
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y dejado de lado, consciente e inconscientemente, el estudio
de la causa como requisito fundamental del negocio jurídico y
del contrato.
Esto ha traído como consecuencia el que se considere a la
causa como un aspecto muy complicado, misterioso,
enigmático, del cual es mejor no ocuparse a fin de evitar
inútiles confusiones y discusiones. Más aún, esta concepción
del acto jurídico, a nuestro entender, ha originado el nacimiento
de un infundado prejuicio en nuestro medio respecto de la
propia teoría del acto jurídico y con mayor razón de la todavía
no muy conocida, por decir lo menos, disciplina del negocio
jurídico, en el sentido de tratarse de una disciplina sumamente
abstracta y complicada, y desvinculada totalmente de la
realidad social.
Analizar y examinar el acto jurídico (o el negocio jurídico)
desde un punto de vista basado exclusivamente en la
declaración de voluntad, lleva a desconocer el significado
social del negocio jurídico como acto de la autonomía privada y
por ende el rechazo al concepto de causa como función
socialmente razonable, digna o apreciable.
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temas del negocio jurídico desde un punto do vista voluntarista
o declaracionista, o que resulte de las teorías de la confianza y
de la responsabilidad, o de una combinación de los dos,
dejando de lado el tema de la causa y el significado social y
funcional del negocio jurídico.
7. Igualmente, esta concepción tradicional ha originado un
prejuicio en el sentido que el único límite a la autonomía
privada debe ser el de la licitud, sin interesar el mérito social de
la función del acto jurídico, establecida y medida en
concordancia con los principios en que se encuentre inspirado
un determinado ordenamiento jurídico; y a que se admita como
contrato y como acto jurídico en general todo acuerdo de
voluntades o toda declaración de voluntad que sea lícita, es
decir, que no atente contra las normas imperativas, o contra los
principios de orden público o las buenas costumbres. Situación
similar ha sucedido también respecto del negocio jurídico como
influencia negativa de su concepción tradicional pandectista.
8. Finalmente, la concepción criticada ha traído como
consecuencia la idea falsa de que la voluntad es el factor
fundamental en la concepción del acto jurídico, favoreciendo la
idea equivocada 3cTque el derecho debe proteger siempre la
voluntad interna, aun cuando sea discrepante de la voluntad
declarada; y que los efectos jurídicos nacen porque han sido
queridos por los declarantes o por el declarante. Incluso esta
concepción falsa atenta contra el propio concepto del acto
jurídico, entendido como declaración de voluntad, habiendo
reforzado la idea tradicional de entender el contrato como un
acuerdo de voluntades, que es la concepción predominante en
nuestro medio, olvidando que el contrato, al ser el acto jurídico
por excelencia, no es sino una autorregulación de intereses
establecido por las concordes declaraciones de voluntad de las
partes contratantes, sin interesar la coincidencia o no de sus
voluntades internas a los efectos de la formación del
consentimiento.
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Todo esto ha traído igualmente como consecuencia lógica el
predominio de la concepción voluntarista del contrato y del acto
jurídico en nuestro medio y ha originado como reacción la
asunción de posturas declaracionistas, como si se tratara de
ser voluntarista o declaracionista. olvidando que se trata de
posturas extremas, que no pueden ser sustentadas como ejes
de una determinada concepción del negocio jurídico o del
contrato, según sea el caso.
2.3.2. Las diferentes orientaciones en ¡a doctrina del negocio
jurídico.
Desarrollo y evolución del concepto del negocio jurídico. De la
concepción clásica a la noción del negocio jurídico como supuesto
de hecho. La teoría normativa del negocio jurídico y el intento de
atribuirle al supuesto de hecho negocial contenido de norma
jurídica.
Habiendo analizado la concepción clásica del acto jurídico, y
habiendo llegado a la conclusión de que la misma adolece de
graves insuficiencias e incongruencias conceptuales que hacen
necesario su abandono, corresponde ahora examinar muy
brevemente el concepto del negocio jurídico, que ha tenido gran
difusión en la moderna doctrina del derecho civil de los diferentes
sistemas jurídicos, principalmente en la doctrina alemana, italiana
y española.
En primer lugar, debemos señalar como punto de partida que esta
doctrina o mejor dicho que el concepto del negocio jurídico tiene
el mismo objetivo que el concepto del acto jurídico de la doctrina
francesa, ya que aquello que los pandectistas alemanes llamaron
«negocio jurídico» no es sino lo que los juristas franceses
calificaron de «acto jurídico», es decir, el acto voluntario que
produce consecuencias jurídicas que han sido queridas por el
autor de la conducta voluntaria. Se trata de dos conceptos y de
dos denominaciones distintas, elaboradas en diferentes sistemas
jurídicos y doctrinarios, con el mismo propósito de explicar los
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distintos actos del hombre que producen consecuencias jurídicas,
cuando las mismas han sido deseadas por los particulares.
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palabras, sólo en ese momento, se puede decir que la noción de
negocio jurídico coincidió totalmente con la del acto jurídico
francés, ya que en ambos sistemas doctrinarios se entendió que
el acto o el negocio jurídico eran declaraciones de voluntades
productoras de efectos jurídicos y realizadas por los sujetos con el
ánimo de producir dichos efectos jurídicos.
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lanzar algunas observaciones personales a la construcción dogmática
bajo análisis.
Un punto particularmente interesante de abordar es la problemática del
fundamento de los efectos negociales, porque de ella se deriva la misma
definición de negocio jurídico, según la posición que se adopte. El asunto
queda preliminarmente planteado diferenciándolo del problema, distinto
en sus alcances, de la disciplina negocial, es decir, del tratamiento y
ordenación de la dinámica del negocio. La necesidad de establecer esta
diferenciación se fundamenta en el diferente problema práctico que se
soluciona. Así cuando hablamos del nacimiento de los efectos del
negocio, nos referimos al concepto de negocio.
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Además, se quiere que los particulares planifiquen racionalmente sus
propias relaciones futuras y que una vez realizada esta planificación no
desistan de ellas por motivos injustificados: se asegura la confianza en el
movimiento económico y se establecen sanciones a quienes se aparten
de lo propia y racionalmente establecido. Mediante el mecanismo negocial
se realiza una función importantísima en la actividad económica que es la
de provocar el movimiento de los recursos hacia los usos mas valiosos
considerando el bienestar social general en si mismo. Sin embargo, esta
última afirmación tiene que ser matizada, porque pareciera que la
concepción de uso más valioso dependiera tan solo de la decisión
individual y arbitraria (incluso hasta caprichosa) del particular.
En tal sentido, no se puede decir que el acto jurídico francés sea idéntico
al negocio jurídico, por cuanto se trata de dos nociones elaboradas con el
mismo objetivo, pero utilizando criterios y principios completamente
distintos. Esto podrá ser observado á cabalidad, cuando estudiemos al
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detalle la concepción preceptiva del negocio jurídico, tal como fue ideada
por Emilio Betti en la doctrina italiana, sobre la base de las ideas de
Scialoja.
Problema distinto es el que está referido a si se puede hablar de negocio
jurídico en el sistema jurídico peruano que ha consagrado expresamente
la denominación de «acto jurídico», y si se puede comprender o examinar
el denominado acto jurídico del Código Civil nacional con criterios de la
doctrina del negocio jurídico. En nuestra opinión ello es perfectamente
posible. Y es esta razón la que nos ha llevado a tomar partido, desde
siempre, por la concepción del negocio jurídico, es decir, hablar y razonar
en términos de negocio jurídico dentro del sistema jurídico nacional que
habla de acto jurídico. No podemos aceptar la noción clásica de acto
jurídico definida en e¡ artículo 140 del Código Civil porque se trata de una
noción incoherente, que considera que la voluntad es la causa inmediata
del efecto jurídico. Tampoco aceptamos la noción clásica del negocio
jurídico y es por eso que es necesario abandonar las concepciones
clásicas sobre los actos de autonomía privada, por considerar que las
mismas nos dan una visión irreal y distorsionada del fenómeno de la
autonomía privada y sus límites.
En nuestra opinión no se puede aceptar la idea que el sujeto causa el
efecto jurídico inmediatamente por la sola fuerza de su voluntad,
limitándose el ordenamiento jurídico a reconocerlo simplemente. Ello,
claro está, en la medida que se cumplan con ciertas exigencias legales.
En nuestro concepto, el rol del ordenamiento jurídico no se limita a
reconocer simplemente el efecto jurídico perseguido o deseado por el
declarante. Como es lógico, tampoco aceptamos la noción clásica
pandectista del negocio jurídico tal como ha sido expuesta por Giuseppe
Stolfi. Creemos que el negocio jurídico debe examinarse en concordancia
con el propósito práctico del declarante y teniendo en cuenta su
significado social.
En tal sentido, no existe ningún impedimento en seguir respetando la
denominación legal de acto jurídico, pero entendiendo dicha figura bajo
los criterios de la doctrina del negocio jurídico. Incluso pensamos que
tampoco existe impedimento alguno para utilizar en el lenguaje jurídico
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académico la denominación «negocio jurídico», en la medida que se sepa
y se entienda que nos estamos refiriendo a lo que nuestro Código Civil
denomina «acto jurídico».
Si tuviéramos que estar obligados a respetar la definición legal del artículo
140, en su sentido literal, tendríamos que entender el negocio jurídico en
su concepción clásica como declaración de voluntad dirigida a la
producción de efectos jurídicos. Como es evidente, el desarrollo y la
evolución de los conceptos no puede estar atado ni impedido por una
definición contenida en una norma jurídica. Seria monstruoso tener que
aceptar la definición tradicional de acto o negocio jurídico, no poder
cuestionar dicha orientación, y no poder aceptar o crear nuevas
tendencias sobre el significado del concepto del negocio jurídico.
CONCLUSIONES
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acto jurídico de la doctrina francesa, según se vio anteriormente.
Coincide también con la definición del acto jurídico consagrada
legalmente en el artículo 140 del Código Civil peruano, que hemos
criticado desde un primer momento en el presente libro. Resultan
bastante claras las razones de orden filosófico y conceptual por las
cuales se entiende que el acto jurídico pudo haber sido caracterizado
como una simple manifestación de voluntad productora de efectos
jurídicos.
3. La teoría general del negocio jurídico nos da el instrumento para resolver
el problema de la relevancia de la actividad de los particulares en la
modificación de la realidad jurídica; es decir, en la producción de los
efectos jurídicos.
4. Las críticas dirigidas al negocio jurídico como paradigma conceptual,
apuntan a destacar que la relevancia causal de la voluntad del individuo
encuentra límites más o menos profundos; pero, ni siquiera alguna de
las observaciones efectuadas contra el concepto, ha podido negar
convincentemente la eficiencia causal del acto privado y, menos aún, la
trascendencia de la autonomía privada como fenómeno de relevancia
social actual.
5. Existe la posibilidad de construir lineamientos generales para la
aplicación de la teoría del negocio jurídico en nuestra normativa, a pesar
de las deficiencias expresadas en su oportunidad.
6. La noción de negocio jurídico, en suma, ofrece un marco complejo en el
cual se pueden útilmente encuadrar todos los problemas que
conciernen, sea a la forma, sea al contenido, o sea a los efectos del
hombre jurídicamente relevantes.
7. Finalmente se concluye que dentro de la doctrina del negocio jurídico, se
entiende que éste es también una declaración de voluntad, poro que
produce efectos jurídicos que son siempre en todo supuesto atribuidos
por el ordenamiento jurídico a través de una norma jurídica. Dicho de
otro modo, el negocio jurídico es siempre para esta concepción un
supuesto de hecho, al igual que en todos los demás hechos y actos
jurídicos, que produce efectos jurídicos porque el derecho los atribuye a
la realización del supuesto de hecho en la realidad. Sin embargo, la
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diferencia entre el supuesto de hecho del negocio y el de todos los
demás hechos jurídicos está que en el del negocio el supuesto contiene
como mínimo una declaración de voluntad dirigida a la obtención de
ciertos efectos o consecuencias amparadas por el ordenamiento jurídico.
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REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
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Mozos, José Luis de los (1987) El Negocio Jurídico (Estudios de Derecho Civil),
Montecorvo, Madrid.
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Cuzco, Lima.
(1991) El contrato en general, Comentarios a la Sección Primera
del Libro Vil del Código Civil, Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima.
Rubio Correa, Marcial (1989) Nulidad y anulabilidad. La invalidez del Acto
Jurídico, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.
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ANEXOS
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