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UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS


ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

MONOGRAFÍA

TEORÍAS DEL ACTO JURÍDICO Y LA TEORÍA DEL


NEGOCIO JURÍDICO

ESTUDIANTE : ANGIE MUERAS ROJAS

DOCENTE : HUAMAN ROJAS

CICLO : “IV”

HUANCAYO – PERÚ
2022

1
DEDICATORIA:

A los profesionales que buscan

un futuro mejor para sus familias

y la sociedad, esforzándose en

las actividades que realizan a

diario.

2
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo monográfico lleva por título: “Teorías del acto jurídico y la
teoría del negocio jurídico”, son los resultados de una serie de investigaciones
a los principales medios de información.

El fenómeno del acto jurídico, al igual que el contrato, están basados o


fundamentados en la necesidad de explicar y entender adecuadamente cuándo
las intenciones de los sujetos de derechos, en un determinado ordenamiento
jurídico, en una sociedad y en un momento histórico determinado, deben ser
valoradas y tomadas en consideración por dicho ordenamiento para la
atribución de efectos jurídicos.

Como se podrá apreciar, el fenómeno del acto jurídico, al igual que el


contrato, están basados o fundamentados en la necesidad de explicar y
entender adecuadamente, cuando las intenciones de los sujetos de derechos,
en un determinado ordenamiento jurídico y en una sociedad y en un momento
histórico determinado deben ser valoradas y tomadas en consideración por
dicho ordenamiento jurídico para la atribución de efectos jurídicos, porque se
trata de diferencias, dentro de todos los comportamientos del hombre, en el
ámbito social los que deben merecer la tutela legal en atención al propósito
práctico que los hubiera determinado, con la consiguiente imposibilidad de
retractarse, de aquellos otros que son intranscendentes, o que siendo también
relevante jurídicamente, producen efectos atribuidos directa y abstractamente
por la norma jurídica al simple comportamiento voluntario sin interesar el fin
práctico perseguido por sus autores.

Habiendo llegado algunos a plantear, copiando ideas de autores extranjeros,


el que deba prescindirse de toda referencia al acto jurídico dentro del Código
Civil Peruano, pues bastaría la noción genérica del contrato para resolver los
problemas que sugiere y plantea la teoría general del acto jurídico.

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En cuanto a la teoría del negocio jurídico, se determinará qué es el negocio
jurídico, precisar que esta figura tiene cabida en el derecho y en la doctrina
jurídica y que el contrato es una especie del género negocio jurídico, si bien la
más usual, común, acabada e incluso la paradigmática, no la única, lo que
permite afirmar que todo contrato es un negocio jurídico, pero no todo negocio
jurídico es un contrato.

La investigación se inicia con un análisis del proceso de producción de los


efectos jurídicos, con las indispensables referencias a la norma o derecho
objetivo y a los aconteceres o mutaciones fenomenológicas, que por que la
propia norma así lo establece, la actualizan. Se hace referencia a los conceptos
de supuesto jurídico o de derecho o presupuesto abstracto y de supuesto de
hecho, presupuesto concreto o hecho en sentido jurídico.

En tal sentido esperando que el presente estudio sea de mucha ayuda para
todas aquellas personas que desean saber sobre las teorías del acto jurídico y
la teoría del negocio jurídico.

LA ESTUDIANTE

4
ÍNDICE

DEDICATORIA:....................................................................................................2

INTRODUCCIÓN..................................................................................................3

ÍNDICE..................................................................................................................5

CAPÍTULO I..........................................................................................................7

TEORÍAS DEL ACTO JURÍDICO.........................................................................7

1.1. Concepto del acto jurídico.............................................................................7

1.2. La clasificación del acto jurídico..................................................................12

1.2.1. Actos unilaterales y bilaterales........................................................12

1.2.2. Los actos intervivos y mortis causa.................................................13

1.2.3. Los actos puros y modales..............................................................13

1.2.4. Los actos de ejecución inmediata y de tracto sucesivo...................14

1.3. Distinción del hecho jurídico........................................................................15

CAPÍTULO II.......................................................................................................24

TEORÍA DEL NEGOCIO JURÍDICO..................................................................24

2.1. Concepto de negocio jurídico......................................................................24

2.2. La concepción social del negocio jurídico como paradigma de los


actos de autonomía privada..............................................................25

2.2.1. Necesidad de abandonar la concepción clásica francesa del acto


jurídico y alemana del negocio jurídico.............................................25

2.3. Las diferentes concepciones sobre el negocio jurídico como paradigma de


los actos de autonomía privada...................................................................26

2.3.1. La concepción clásica del acto jurídico como declaración de


voluntad realizada con el propósito de alcanzar un efecto jurídico.
Cuestionamiento y crítica:.................................................................26

2.3.2. Las diferentes orientaciones en ¡a doctrina del negocio jurídico.. . .34

5
2.4. Observaciones personales a la construcción del concepto del negocio
jurídico................................................................................................................36

CONCLUSIONES...............................................................................................40

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA........................................................................42

ANEXOS.............................................................................................................44

6
CAPÍTULO I
TEORÍAS DEL ACTO JURÍDICO

1.1. Concepto del acto jurídico


En la delimitación conceptual que traza la doctrina nacional tradicional es
el hecho jurídico, voluntario, lícito, con manifestación de la voluntad y
efectos juridicos.Asi.se ha afirmado que el acto jurídico: “es una especie
dentro del hecho jurídico, pues aquel descarta la involuntariedad y la
ilicitud. Lo primero es indudable. La palabra misma «acto» indica una
determinación de voluntad Mas algunos son de opinión de que el término
acto jurídico debe comprender el hecho voluntario, tanto el lícito como el
ilícito (Enneccerus). Este parecer es inaplicable dentro de la sistemática
de nuestro Código Civil, que asigna el carácter de licitud al acto jurídico”.

El Art. 40, establece que “el acto jurídico es la manifestación de


voluntad destinada a crear, regular, modificar o extinguir relaciones
jurídicas” Se afirma que esta definición de raíz pandectistica, con todo lo
inconveniente que resulta para los interpretes, y a pesar de su evidente
discordancia con el espíritu del articulado subsiguiente – tomado del
Código Civil italiano, permite establecer un deslinde inicial entre la figura
legislativamente considera, fuera de cual haya sido la intención del
legislador, y todas aquellas otras manifestaciones de voluntad cuyo
objetivo no tenga que ver con la mutación de una relación jurídica (rectius,
de una situación jurídica).

La Teoría Pura del Derecho define al "acto jurídico" como un acto con
el que una norma es establecida (hablando figurativamente, creada) o
aplicada; y afirma que un acto es un acto creador o aplicador del derecho
dentro del orden jurídico, esto es, si el acto en cuestión es establecido con
fundamento de orden jurídico. Acto jurídico se define como la
"manifestación de la voluntad que se hace con la intención de crear,
modificar, transferir o extinguir un derecho". Acto jurídico es el acto
humano voluntario o consciente y lícito, que tiene por fin inmediato
establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear, modificar,
transferir, conservar o extinguir derechos. Acto jurídico es el instrumento
7
con el cual se da concreta actuación a la autonomía privada. Autonomía
privada quiere decir que los sujetos de derecho -dentro de los límites
permitidos por el ordenamiento jurídico- tienen la libertad de regular sus
intereses como mejor les parezca, regulación que está garantizada por el
ordenamiento7.

El acto jurídico es el acto humano voluntario o consciente, que tiene


por fin inmediato establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear,
modificar o extinguir derechos. El acto jurídico produce una modificación
en las cosas o en el mundo exterior porque así lo ha dispuesto el
ordenamiento jurídico.

Para que se dé el acto jurídico no basta con que haya un sujeto y un


objeto con bastante capacidad, se necesita algo que los ponga en
relación, estableciendo un lazo o un vínculo que los una, haciendo pasar
la relación jurídica del estado de posibilidad al estado de existencia.

La teoría del acto jurídico es producto de la doctrina clásica francesa


que no fue recogida por el Código Civil francés de 1804.Sin embargo,
dicha teoría fue asimilada, aunque con ciertas variantes, en
Latinoamérica. Así, tenemos que fue recogida por el Código Civil chileno
de 1857, por el Esbogo de Texeira de Freitas y por el Código Civil
argentino, cuyo artículo 94467 inspiró a Manuel Augusto Olaechea, quien
en 1925 presentó en el anteproyecto a la Comisión Reformadora del
Código Civil peruano de 1852 la siguiente propuesta: “son actos jurídicos
los actos voluntarios y lícitos que tengan por fin crear, modificar, transferir,
conservar o extinguir derechos”. El artículo 1075 del Código Civil de 1936
no definió lo que es el acto jurídico.

Según acreditada doctrina nacional, el acto jurídico se diferencia del ne-


gocio jurídico en los siguientes aspectos:

- El presupuesto de los negocios jurídicos es la declaración o


manifestación de voluntad. No ocurre lo mismo en todos los actos
jurídicos ni en los actos ilícitos por negligencia.

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- La finalidad de las partes en el negocio es crear un vínculo; en los actos
no negocios, el vínculo aparece por imperio de la ley, sin tener su origen
en una manifestación volitiva.

La intención es indispensable en el negocio jurídico; no necesariamente


en el acto jurídico.

Para aquellos siguen la doctrina tradicional, el problema de la distinción


entre acto y negocio jurídico se reduce al de una “sinonimia conceptual" y
optan por el nomen iuris de acto jurídico “por razones de tradición
jurídica”. Desde mi particular punto de visa se observan las siguientes
distinciones:

- Tanto el acto como el negocio jurídico son especies del género hecho
jurídico; pero el negocio jurídico es una sub species del acto jurídico.
- El acto jurídico se materializa a través de la manifestación de la
voluntad (entendida como “la exteriorización de un hecho psíquico
interno, que consciente y voluntariamente trasciende del individuo y
surte efectos ante terceros con valor expositivo, aunque estuviera lejos
del ánimo del agente el querer producir tales efectos”: el negocio, a
través de la declaración de la voluntad (entendida como aquel acto
responsable que exteriorizando la “coordinación jerárquica de nuestros
deseos”, tiene como propósito producir efectos jurídicos mediante la
comunicación de la voluntad contenida en Ia expresión. Nótese que la
relación entre manifestación y declaración de voluntad es de genero a
especie. Sin embargo, en ambos supuestos, las consecuencias
jurídicas ya se encuentran predeterminadas por el ordenamiento
jurídico.
-
- Dentro de esta concepción, es también acto jurídico el hecho humano
voluntario ilícito. La licitud (o ilicitud) de un hecho humano voluntario
no puede desvirtuar su naturaleza de acto. Para un sector de la
doctrina, el negocio jurídico solo puede ser lícito cuando el
ordenamiento jurídico faculta a las partes para autoregularse en virtud
del principio de la autonomía privada y esta tendría como límite su “fin

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lícito”. Sin embargo, para otro sector de la doctrina, en opinión que
comparto, también podría configurarse un negocio jurídico ilícito.
- Lo que se legisla en el artículo 140 del Código Civil (teniendo como
antecedentes el artículo 1075 del Código Civil de 1936 y el artículo
1235 del Código Civil de I85280) no es el acto jurídico sino el negocio
jurídico, porque alude a la intención de las partes para determinar sus
efectos y a sus requisitos:
 Agente capaz;
 Fin lícito;
 Objeto física y jurídicamente posible;
 Observancia de la forma prescrita por ley bajo sanción de nulidad
(en el caso de los actos ad solemnitatem).
- Estos son los elementos propios de los negocios jurídicos. En mi
opinión, el acto jurídico es aquel hecho humano realizado
voluntariamente, lícito o ilícito, del cual surgen efectos jurídicos.
Ejemplos de actos jurídicos tout court son el reconocimiento de deuda
(art. 1996.1 c.c.), la notificación de la cesión (art. 1215 c.c.), el
hallazgo (art. 935 c.c.), entre otros.

El art. 1325 del c.c.ita. prescribe que:


“Los requisitos del contrato son: 1) el acuerdo entre las partes; 2) la
causa; 3) el objeto; 4) la forma, cuando resulta que está prescrita por
la ley bajo sanción de nulidad”.
- En sustancia, aunque el modelo italiano regule al contrato y el peruano
al acto, la afinidad es innegable. Sobre el art 1325, se sostiene que “la
doctrina más reciente se orienta en el sentido de negar a la norma que
se considere de un apreciable valor normativo. Aquí se hace un relieve
preliminar: la analítica del fenómeno, según el criterio de los elementos
y requisitos que valen para construirlo, puede revestir cierta
importancia (...) a efectos de su construcción y visión sistemática; pero
no parece constituir un módulo adecuado y asumir un valor autónomo,
en el sentido de expresar un mandato legislativo”81. No obstante el
modelo italiano se refiere a los “requisitos” y el peruano los enumera a

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efectos de su “validez”, en materia de nulidad, es forzoso interpretar
sistemáticamente el art. 140 con el 219 c.c.

Se sostiene que identificar el concepto del acto jurídico con el de mani-


festación de voluntad “es inexacto y ha contribuido a oscurecer el
concepto del acto jurídico”. Ello en atención a que se debe entender
que dicha manifestación crea un precepto o regla de conducta que
regulará una relación o situación jurídica.

O sea, como explica Capitant, "todos los acontecimientos que llenen


por efecto hacer nacer derechos, trasmitirlos de una persona a otra,
acarrear su extinción, son hechos jurídicos". Pero los actos jurídicos
son los voluntariamente realizados por el hombre, con la intención de
engendrar, de modificar o de extinguir derechos.

Staudinger da esta definición: "declaraciones de voluntad son tales


procederes, esto es, cualesquiera perceptibles actuaciones de la
voluntad humana, las cuales conformemente con la experiencia de la
vida, permiten concluir que mediante ellas su autor pretende realizar
una formación o una modificación de las relaciones jurídicas privadas",
y la Exposición de Motivos del Código Civil alemán define así el
negocio jurídico: "una declaración privada de voluntad dirigida a la
producción de un resultado jurídico, el cual llega a ser tal conforme al
orden jurídico, porque él es querido".
En todos los casos de actos jurídicos, que constituyen la clase (6) de
nuestra clasificación, no hay un simple despliegue de actividad, como
ocurre relativamente a los hechos jurídicos de la clase (5). Hay una
indicación, una mención peculiar, de índole significativa, como relación
indicativa de lo que el sujeto quiere. Es decir, se trata de una
expresión intencional. Expresión, por lo demás, que se notificará, que
es comunicada a otro, al proyectarse hacia afuera del declarante,
dándosela a conocer.

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La manifestación de voluntad puede ser positiva (es decir, explícita) o
tácita; puede también consistir en la ejecución de un hecho material
(art. 1076) (art. 141, C.C.)

1.2. La clasificación del acto jurídico


Tenemos que iniciar este tema recordando de quien emana el acto
jurídico, por eso debemos indicar que al sujeto se le denomina autor del
acto, persona, agente o parte. Es más conveniente o apropiado hablar de
parte o de las partes que celebran el acto que señalar persona o
personas. La razón es porque en unos casos un lado o parte del acto
puede está conformado solo por una persona, la cual puede ser natural o
jurídica, y en otros casos, en los cuales existe copropiedad, estamos
hablando de más de una persona. Por ejemplo, se va a celebrar una
compra-venta, donde la parte vendedora es una sucesión y la compradora
es un matrimonio. La primera se encuentra integrada por 4 partes que son
los herederos de dicha sucesión y la otra parte por los cónyuges que
conforman la sociedad conyugal. Antes de pasar a la clasificación del acto
jurídico, es importante incluir la definición recogida por nuestro Código
Civil vigente: Artículo 140. “El acto jurídico es la manifestación de voluntad
destinada a crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas. Para
su validez se requiere:

1.- Agente capaz

2.- Objeto física y jurídicamente posible

3.- Fin lícito

4.- Observación de la forma prescrita bajo sanción de nulidad” (Código


Civil, 1984, p. 63)

Como podemos apreciar para nuestro Código Civil vigente, el acto jurídico
consiste en la manifestación de voluntad con el fin de obtener una
consecuencia o efecto jurídico, la cual responderá a la intención que tenía

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el sujeto y que deberá estar acorde con el derecho. El acto jurídico se
clasifica de la siguiente manera:

1.2.1. Actos unilaterales y bilaterales


a. Los actos unilaterales
Son aquellos que para su formación solo es necesaria la
manifestación de la voluntad de una persona o parte, hay un
único centro de intereses. Por ejemplo: el testamento,
otorgamiento de poder, donación.

b. Los actos bilaterales


Son los que requieren para su formación de la declaración de
voluntad de dos partes distintas.
Ejemplo: contrato de compra-venta de un bien inmueble,
matrimonio, alquiler.

1.2.2. Los actos intervivos y mortis causa


a. Los actos intervivos (entre vivos)
Son aquellos cuya eficacia no dependerá de la muerte del autor
del acto. Ejemplo: matrimonio.

b. Los actos mortis causa o también llamados de última


voluntad
También llamados de última voluntad, son aquellos que para
que produzcan efectos es necesario que se produzca la muerte
del sujeto que ha llevado a cabo el acto.
Ejemplo: testamento.

1.2.3. Los actos puros y modales


a. Los actos puros
Son aquellos que reúnen los elementos o requisitos esenciales
comunes a todo acto jurídico y los elementos esenciales
específicos del acto jurídico que llevan a cabo.

b. Los actos modales

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Son aquellos que reúnen los requisitos esenciales para su
validez, pero también presentan ciertos elementos accidentales
que postergan o ponen fin a la eficacia del acto jurídico, o que
inciden en la existencia de los efectos del acto, o que imponen
una obligación a cargo del beneficiario con el acto de
liberalidad.
Ejemplo: en una donación, condicionan la recepción de la
misma a que el sujeto beneficiado con dicha donación cumpla
con alguna obligación establecida por el que realiza la
liberalidad (donación).

1.2.4. Los actos de ejecución inmediata y de tracto sucesivo


a. Los actos de ejecución inmediata (o ejecución
instantánea)
Son aquellos que para cumplir con su función la prestación o
prestaciones son posibles de ejecutarse solamente en un
momento, tan luego como el acto queda perfeccionado o en un
momento ulterior.
b. Actos de ejecución inmediata
Son aquellos actos que para su perfeccionamiento la
prestación debe cumplirse en ese momento.
Ejemplo: la compra en una tienda.

c. Actos de ejecución diferida


En estos actos, las partes acuerdan que el cumplimiento de
una de las prestaciones es posterior al perfeccionamiento del
acto.
Ejemplo: el contrato para el catering de un evento.

d. Actos de ejecución escalonada


Es cuando una de las prestaciones que es única se acuerda
que va ser cumplida en parte. Ejemplo: la compra a plazos de
un bien mueble.

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e. Los actos de tracto sucesivo.
Son actos en los cuales las obligaciones de las partes o de
una de ellas se desarrollan a través de un periodo de tiempo
prolongado. Con estos actos se persigue la satisfacción de
necesidades duraderas.

f. Actos de ejecución continua


Son cuando las partes acuerdan que las prestaciones se van a
llevar a cabo durante un periodo sin interrupción.
Ejemplo: Contrato de arrendamiento.

g. Actos de ejecución periódica


Aquí las partes acuerdan que las prestaciones se van a llevar
a cabo cada cierto tiempo.
Ejemplo: La entrega de los productos por los proveedores. A
continuación, un esquema de la división donde se puede
apreciar la explicación de los actos de ejecución inmediata y
ejecución continuada.

1.3. Distinción del hecho jurídico.


El hecho jurídico, entendido en sentido amplio, como toda causa capaz de
generar un efecto de derecho, puede distinguirse:
a)Según qué tal hecho sea causado por la voluntad humana;
b) O sea causado independientemente de la misma.

Ejemplos del segundo caso:


Son el nacimiento, la muerte, transcurso de tiempo originante de
prescripción, contigüidad de inmuebles, estado de minoría o mayoría de
edad, estado mental generador de incapacidad, acción natural, caso
fortuito y fuerza mayor.
La anterior distinción, la primera y fundamental, es como toda que
pretende comprender una variada y frondosa realidad de fenómenos, no
absoluta completamente. En la producción de todo hecho susceptible de

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tener su repercusión en el mundo del Derecho, pueden concurrir
motivaciones tanto debidas a un factor causal como a uno voluntario. Así,
la prescripción, en que existe la voluntad ficcional del propietario o del
titular del derecho de no hacer uso del mismo, de renunciarlo. Sólo que la
distinción reposa en que fundamentalmente en unos casos al simple
hecho independiente de la voluntad humana se le considera decisivo para
acarrear el efecto jurídico, mientras en otros casos al hecho dependió
Juntad se le considera como el determinante.

Los hechos independientes de la voluntad humana (1) no son lícitos ni


ilícitos. En cambio, los hechos causados por la voluntad humana cabe
subdistinguirlos en dos grandes categorías: (3) según que el hecho sea
ilícito, o (4) según que sea lícito. La primera clase (3) está constituida por
los delitos y los cuasi delitos, por los actos ilícitos, que el Código trata en
el art. 1136 y sig. (art. 1969 y ss, C.C 1984). No cabe, como se
comprende de inmediato, que la distinción por razón de la licitud o ilicitud
abarque otros hechos que no sea los que dependen de la voluntad
humana. Lo meramente fáctico en sentido más estricto, lo que acaece
como un acontecer que pertenece únicamente a lo que se llama el mundo
de la causalidad al m a del ser extraño y ajeno al mundo de la libertad y
del deber eso no puede ser objeto de una apreciación valorativa para ser
calificado como lícito o como ilícito. Estas calificaciones suponen una
toma de posición estimativa, para asignar al hecho una apreciación
favorable o peyorativa, y ello sólo puede tener lugar allí donde el hombre,
por la acción de su voluntad, tenga determinada libertad. El cómo débese
actuar, según la enseñanza de Hartmann determina la decisión para
actuar (o inhibirse). Significar algo como lícito o ilícito es reconocer los
presupuestos de responsabilidad - irresponsabilidad, imputabilidad -
inimputabilidad, culpa - no culpa, sanción - mérito.

Entiéndase bien: se hace ahora referencia a lo ilícito como una categoría


de los hechos jurídicos; es decir, de los hechos en si mismos causantes
de consecuencias jurídicas, del hecho que en sí mismo causa la
consecuencia jurídica, frente a la otra categoría, de Jos hechos lícitos,

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que respectan también a hechos que por sí mismos originan
consecuencias jurídicas. La consecuencia es ilícita, tratándose del hecho
ilícito porque el hecho es en sí intrínsecamente ilícito. El hecho lícito
puede también suscitar una consecuencia que sería calificable como
ilícita. Así, en el caso del contrato que se viola, del matrimonio a cuyos
deberes se falta. Pero tal consecuencia es aquí lo anormal, lo opuesto a
las consecuencias mismas propias del acto, a la naturaleza del acto.
Por eso el acto es lícito. Pero en el hecho calificado como ilícito, la
consecuencia misma natural a que apunta y en que consiste el hecho es
ilícito; por eso el hecho es en sí mismo ilícito.

Todo esto significa, adicionalmente, que la actual codificación civil


peruana, al igual que con el Código Civil de 1936, ha consagrado legal-
mente el término acto jurídico como denominación legal para referirse a
los comportamientos del hombre en su vida de relación con los de: más,
que producen efectos o consecuencias jurídicas sobre la base de la
necesaria identificación del mismo con las declaraciones de voluntad
destinadas a producir consecuencias amparadas por el Derecho.
Si se observa bien, esta manera clásica, completamente francesa, de
entender el acto jurídico supone además la afirmación implícita, pero
rotunda, de dos premisas adicionales. La primera de ellas nos señala el
principio que todos los sujetos de derecho son completamente libres
dentro del marco de un determinado ordenamiento jurídico,
correspondiendo a este último únicamente la capacidad y la función de
dar valor legal a las aspiraciones de los mismos, sin que cumpla ninguna
función organizadora de la realidad, debiendo limitarse esta función a
recibir los deseos de los miembros de una determinada sociedad, en un
momento histórico determinado, sin ningún otro control que no sea el de
la licitud. La segunda afirmación que sirve de fundamento a esta
concepción, es aquella que nos dice que los sujetos al momento de
celebrar actos jurídicos tienen la intención de producir efectos jurídicos, lo
cual supone que todos los miembros de una determinada sociedad tienen
conocimientos legales y deben conocer a la perfección los efectos

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jurídicos que nacen de cada especie de acto en un determinado
ordenamiento jurídico.

Por el contrario, todos los demás comportamientos o conductas del


individuo que producen también efectos jurídicos, pero atribuidos
directamente por el ordenamiento jurídico, sin tomar en cuenta en lo más
mínimo el deseo o la voluntad de producir efectos jurídicos, a diferencia
del acto jurídico, son según la concepción clásica que estamos
cuestionando simples "hechos jurídicos voluntarios lícitos sin
manifestación de voluntad», _para dejar bien en claro que solamente en
los actos jurídicos existe una declaración o manifestación de voluntad. En
otros términos, en nuestro medio, la~ diferencia fundamental respecto de
los actos del hombre que producen consecuencias jurídicas, se ha
planteado siempre entre los hechos jurídicos voluntarios lícitos sin
manifestación de voluntad y aquellos que sí la tienen y que por eso se
denominan «actos jurídicos».
En este momento de nuestro comentario podemos dejar bien en claro la
siguiente afirmación: el sistema jurídico nacional, ante la problemática
necesaria a todo sistema jurídico de distinguir qué comportamientos del
hombre, dentro del marco de lo permitido, producen o no consecuencias
legales, ha optado por denominar a unos «actos jurídicos» y a otros
«hechos jurídicos voluntarios lícitos sin declaración de voluntad», pero
sobre la base de una concepción clásica de origen francés que presupone
la afirmación fundamental de que todos somos completamente libres,
iguales y con conocimiento perfecto de las normas jurídicas. Pues bien,
esta noción clásica del acto jurídico fue modificada posteriormente, antes
de la promulgación del Código Civil alemán, por los pandectistas clásicos
alemanes, con la creación del concepto del negocio jurídico, que, en su
primera versión, denominada también concepción clásica, coincidió
totalmente con la francesa, al definirse el mismo como toda declaración
de voluntad productora de efectos jurídicos buscados por el declarante
justamente como efectos jurídicos.

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En este sentido, la concepción pandectista clásica del negocio, utilizó la
denominación de «negocio jurídico» para referirse a los comportamientos
del hombre, en su vida de relación con los demás, que producen
consecuencias jurídicas, en correspondencia con el propósito jurídico que
los determinara, apareciendo también dentro de esta nueva orientación la
doctrina o teoría de la «voluntad dirigida al efecto jurídico». Del mismo
modo, dentro de esta orientación clásica del negocio, se entendió también
que todos los demás comportamientos o conductas que producían efectos
legales, pero ya no deseados como tales por los declarantes, sino
atribuidos o impuestos directa y exclusivamente por el ordenamiento
jurídico a la simple declaración de voluntad, a la simple realización del
comportamiento voluntario sin importar lo querido o no por el sujeto,
debían recibir la calificación de «actos jurídicos en sentido estricto»,
justamente para diferenciarlos de los negocios jurídicos, en los cuales sí
es factor fundamental el propósito jurídico o no del o los declarantes.

Como se podrá observar, dentro de la^ concepción clásica pandectista del


negocio jurídico, la diferencia se plantea, ya no entre actos jurídicos y
simples hechos jurídicos voluntarios sin manifestación de voluntad, sino,
entre negocios jurídicos y actos jurídicos en sentido estricto, aún cuando
en ambos casos, a pesar de la diferente terminología, existe obviamente
una total uniformidad conceptual.
Evidentemente, en toda sociedad, en cualquier momento histórico y en
cualquier sistema político, existen, además de los comportamientos que
producen efectos jurídicos, una inmensa variedad y diversidad de
conductas o actuaciones del hombre en su vida de interrelación social
que, según el criterio social imperante debidamente reconocido por el
sistema jurídico y aceptado por todos los miembros de cada sociedad
como una conciencia colectiva, no son productores de efectos jurídicos.
Todos estos simples eventos reciben y han recibido desde siempre la
denominación de «compromisos sociales», «hechos intrascendentes»,
«simples actuaciones», «conductas indiferentes», «pactos de caballeros»,
o «simples actos sociales». Todas estas conductas o eventos, según el
criterio unánime, por la simple razón de no producir efectos jurídicos, no

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merecen la calificación de «jurídicos», quedando su regulación o
cumplimiento al simple ámbito social, sin ninguna intervención del sistema
jurídico, al cual le será completamente indiferente el cumplimiento de los
mismos o no.

El problema fundamental se presenta, como es claro, respecto de los


comportamientos que sí producen efectos jurídicos y que por ello mismo
deben dividirse en dos grupos, atendiendo a si el efecto jurídico es
otorgado o no en concordancia con lo deseado o perseguido por el o los
sujetos que han declarado su voluntad. En tal sentido, las dos teorías
clásicas, bajo comentario, han utilizado diferentes terminologías, pero
coincidiendo íntimamente en sus nociones.

Ahora bien, las ideas antes expuestas de ambas concepciones clásicas,


ya sea del acto como del negocio jurídico, consagradas, según insistimos,
en nuestro Código Civil bajo la denominación francesa, han sido
abandonadas en su totalidad por la mayoría de juristas de todos los
sistemas jurídicos, por tres razones fundamentales:
1. En primer término, respecto de la concepción clásica del acto jurídico, se
sabe y se reconoce por todos desde hace mucho tiempo, y
fundamentalmente por los creadores de la teoría del negocio jurídico,
que en todo hecho jurídico voluntario, sea lícito o no, siempre hay de por
medio un comportamiento voluntario del hombre, es decir, una
manifestación de voluntad, de forma tal que no se puede caracterizar la
figura francesa del acto jurídico por la presencia de uno o más
declaraciones o manifestaciones de voluntad, teniendo en cuenta que la
misma es un elemento común a todo hecho jurídico voluntario, lícito o
no. Por ello, la concepción clásica del negocio planteó desde un primer
momento la diferencia entre actos y negocios, únicamente en que en los
segundos, además de la declaración existía el propósito jurídico,
^mientras que en los primeros éste no se presentaba, dejando bien en
claro que en ambos casos había siempre de por medio por lo menos una
declaración de voluntad.

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2. En segundo lugar, porque se admite también por casi todos que con una
definición del acto y del negocio jurídico como una simple manifestación
de voluntad dirigida a la producción de efectos jurídicos buscados por el
declarante se deja de lado el rol valorativo que cumple el sistema
jurídico respecto de la conducta de los individuos. Rol valorativo que se
convierte fundamentalmente en la fundón organizadora que cumple el
derecho respecto de la realidad social. A nadie escapa la idea que si un
comportamiento del hombre en una determinada sociedad, y en un
determinado momento histórico, sea cual fuere el sistema político, es
capaz de producir efectos jurídicos, ello no ocurre por ser algo
consustancial a la naturaleza humana, o por tratarse un don divino, o por
derecho natural, sino simplemente porque el ordenamiento jurídico de
esa sociedad en particular es el que ha decidido si esa conducta debía o
no producir efectos jurídicos.
3. En tercer lugar, porque se admite casi unánimemente también que es
falso que los sujetos al celebrar actos y negocios jurídicos busquen
siempre y en todos los casos la producción de efectos jurídicos, por
cuanto todo acto del hombre, de acuerdo a la experiencia universal, está
orientado siempre fundamentalmente a la consecución de efectos
meramente prácticos y empíricos o, en todo caso, efectos prácticos con
el conocimiento que los mismos están amparados o protegidos por el
sistema jurídico. Afirmación que es demostrable en cualquier sociedad
sin duda alguna.
Pues bien, son estas tres razones fundamentales las que han originado
desde hace muchísimo tiempo el abandono de ambas teorías clásicas y
nosotros diríamos aún más, su total olvido. Este triste final de las
concepciones clásicas de los hechos del hombre que producen
consecuencias jurídicas en concordancia con lo deseado por el sujeto, ha
sido consecuencia de la posterior evolución y desarrollo de la teoría del
negocio jurídico, no así de la del acto jurídico, la cual se estancó y terminó
con su primera versión. El auge del concepto negocial fue consecuencia
de su gran difusión y enorme aceptación en la mayor parte de la doctrina
de los diferentes sistemas jurídicos latinos, acentuado aún más por el
enorme prestigio de los juristas que se adhirieron a la misma. Fueron

21
precisamente los postulados de las nuevas corrientes sobre el negocio
jurídico y los argumentos de los autores que decidieron participar de la
misma, los que pusieron de manifiesto las terribles contradicciones antes
mencionadas, a tal punto que, en la actualidad, y lo decimos con el mayor
de los respetos, es muy difícil poder sustentar y comprender con lógica
jurídica los argumentos de ambas concepciones clásicas.
Es necesario señalar, sin embargo, que el abandono de las concepciones
clásicas no fue consecuencia inmediata de la aparición de la teoría del
negocio jurídico, como algunos creen a ciegas, jiña de su posterior
desarrollo, cambio y evolución, por cuanto en su primera «versión clásica
el concepto del negocio jurídico fue exactamente igual al del acto jurídico.
Posteriormente, el alejamiento fue progresivo pero total, desde el mismo
instante en que se empezó a entender y concebir el negocio jurídico como
un supuesto de hecho conformado por una o más declaraciones de
voluntad y ya no como una simple declaración de voluntad. Este cambio
en los conceptos significó de inmediato un cambio radical, por cuanto
desde que se entiende que el negocio es un supuesto de hecho, se está
tomando en cuenta el rol valorativo del derecho en las diferentes
conductas de los individuos en una sociedad en particular. Es el
ordenamiento jurídico el que decide, en concordancia con el criterio de
valoración social, cuándo un acto del hombre libre ser considerado
negocio jurídico y acto jurídico, por supuesto en íntima vinculación con las
valoraciones sociales y culturales existentes.
Más aún, con la noción de negocio como supuesto de hecho se está
diciendo de manera categórica, lo cual también es muy importante, que la
declaración o manifestación de voluntad no pueden identificarse con el
negocio, sino solamente con un elemento del mismo, el fundamental,
obviamente en conjunto con la causa o finalidad, entendida como la
función socialmente razonable que cumplen los negocios en la vida de
relación social y que los convierte justamente en merecedores de la tutela
legal y por ende de su calificación como negocios jurídicos y ya no como
simples negocios sociales.

22
Finalmente, debemos señalar que no existe ningún inconveniente para
utilizar los criterios de la doctrina del negocio jurídico en un código, como
el nuestro, que ha mantenido la denominación francesa, se dice
legitimada por la tradición jurídica nacional, del acto jurídico, por cuanto
ambas teorías son esfuerzos y han sido elaboradas para entender los
actos del hombre que producen efectos jurídicos en correspondencia con
el propósito práctico que los hubiera determinado. Es decir, se trata de
dos conceptos con nombres distintos, que buscan explicar el mismo
fenómeno social. Más aún, pensamos que el actual Código Civil ha
regulado la figura del negocio jurídico, manteniendo únicamente la
denominación francesa. Lo que sí no podemos afirmar en ningún sentido
es que entre ambas nociones exista una relación de sinonimia conceptual,
pues ésta sólo se dio en las versiones clásicas. Además no debe
olvidarse que dentro de la propia lógica del esquema negocial, el negocio
jurídico es completamente distinta al acto jurídico en sentido estricto.

23
CAPÍTULO II
TEORÍA DEL NEGOCIO JURÍDICO
2.1. Concepto de negocio jurídico
Con el negocio el individuo no viene a declarar que quiere algo, sino
que expresa directamente el objeto de su querer y ésta es una regulación
vinculante de sus intereses en las relaciones con otros.
También, se considera como negocio jurídico: "La declaración o
acuerdo de voluntades, con que los particulares se proponen conseguir
un resultado, que el Derecho estima digno de su especial tutela, sea en
base sólo a dicha declaración o acuerdo, sea completado con otros
hechos o actos". Se destaca el resultado propuesto con la declaración de
voluntad, ésta ha de seguir siendo estimada como el fundamento del
negocio jurídico.
Pero el problema surge cuando se trata de precisar los últimos
términos de la definición ¿La voluntad que constituye el alma del negocio
jurídico, qué alcance debe tener?

Si de la ciencia pandectística pasamos a la época actual en que


filósofos, juristas y sociólogos han contribuido a crear una teoría
fundamental del Derecho, observamos claramente un progreso jurídico
extraordinario. Pero a pesar de estas afirmaciones que hacemos como
una introducción al estudio de la teoría del negocio jurídico en relación
con la legislación romana, no podemos dejar de expresar nuestra
creencia en la posibilidad de construir sobre los datos que nos
proporcionan las fuentes romanas, una doctrina de esta clase, ajustada al
espíritu de aquel pueblo.
Afirmamos que en los textos romanos encontramos soluciones
prácticas y principios de aplicación positiva, aunque no teorías ni
sistemas. Pero esto no es óbice para que, tomando como base esas
soluciones y generalizaciones muy frecuentemente formuladas con
independencia de las instituciones, puedan servir de fundamento a
nuestros propósitos de elaboración de un sistema o teoría general del
negocio jurídico a tono con las ideas de los romanos.

24
Esta "costumbre nacional" se ha visto reflejada, a nivel legislativo, en el
propio Código Civil de 1984 en el artículo 140°, que textualmente define el
acto jurídico como "la manifestación de voluntad productora de efectos
jurídico", bien se trate de la creación, modificación, regulación o extinción
de relaciones jurídicas. De esta manera, nuestro Código Civil ha
consagrado a diferencia del Código de 1936, el concepto clásico francés
del acto jurídico, elaborado por los primeros comentaristas del Código de
Napoleón sobre las bases de Domat y Pothier.

2.2. La concepción social del negocio jurídico como paradigma de los


actos de autonomía privada
2.2.1. Necesidad de abandonar la concepción clásica francesa del
acto jurídico y alemana del negocio jurídico
En nuestro medio, desde siempre se ha señalado e
identificado el acto jurídico con las declaraciones de voluntad que
producen efectos jurídicos queridos o deseados por el o los
sujetos. En este sentido, nadie duda en afirmar que es acto
jurídico toda declaración de voluntad destinada a crear, regular,
modificar o extinguir relaciones jurídicas, al igual que lo señala
expresamente el artículo 140 del Código Civil. Lo que caracteriza
la noción de acto jurídico es, pues, su identificación con el
concepto de la manifestación o declaración de voluntad, en la
medida que la misma produzca obviamente efectos jurídicos.
Consecuencia lógica y hasta podríamos decir natural de esta
noción es el hecho de no realizar reflexión alguna ni ninguna clase
de cuestionamiento o interrogante sobre la razón por la cual
algunas declaraciones de voluntad de los sujetos de derecho
pueden producir efectos jurídicos y otras no, al punto que podría
decirse, sin ningún temor, que en nuestro medio prevalece la idea
de que cualquier declaración dé voluntad, con tal que esté
orientada a la consecución de un fin no prohibido por norma legal
imperativa, o que no atente contra el orden público o las buenas

25
costumbres, es un acto jurídico y por ende merece la protección
del sistema jurídico.
Esta noción no sólo se ha venido utilizando desde la época de
vigencia del Código Civil de 1936, a pesar que el mismo no
consagró ninguna definición sobre dicho concepto, sino
fundamentalmente con mayor razón a partir de la entrada en
vigencia del actual Código Civil de 1984, teniendo en cuenta la
definición antes referida de su artículo 140. Como resulta
evidente, si con el código de 1936, que no contenía ninguna
definición de acto jurídico, se estableció en nuestro medio casi
como axioma dicha noción de acto jurídico, ahora con el artículo
140 del actual Código Civil nadie duda de la veracidad de dicha
manera de entender y definir el acto jurídico.

2.3. Las diferentes concepciones sobre el negocio jurídico como paradig-


ma de los actos de autonomía privada
2.3.1. La concepción clásica del acto jurídico como declaración de
voluntad realizada con el propósito de alcanzar un efecto
jurídico. Cuestionamiento y crítica:
De acuerdo a la concepción tradicional del acto jurídico, de
origen francés, derivada de las ideas de DONUT principalmente, se
entiende por acto jurídico toda manifestación de voluntad dirigida
a la producción de efectos jurídicos. En este sentido se señala
que la voluntad destinada a crear, modificar, regular o extinguir
relaciones jurídicas es un acto jurídico. Esta idea tradicional y
clásica del concepto del acto jurídico, según indicáramos
anteriormente, ha traído como consecuencia el que se afirme
indiscriminadamente que toda declaración o manifestación de
voluntad, que produce efectos jurídicos y es realizada con el fin de
alcanzarlos, es un acto jurídico, lo cual es inexacto y ha
contribuido a obscurecer el concepto del acto jurídico.
Evidentemente, nadie puede negar el rol fundamental de la
declaración o manifestación de voluntad como elemento principal
del acto jurídico, lo cual es también aceptado por todos los

26
autores que siguen la corriente del negocio jurídico. Empero, esta
importancia de la declaración o manifestación de voluntad no
puede llevamos a identificar ambos conceptos, el de acto jurídico
y el de manifestación de voluntad, por cuanto existe diversidad de
manifestaciones de voluntad que producen efectos jurídicos que
no son precisamente actos jurídicos. Esta materia ha sido
precisada con bastante claridad por la doctrina del negocio
jurídico, que en forma enfática ha negado esa identificación
conceptual, aun cuando el mismo negocio jurídico, en su
concepción clásica, identificaba también el negocio jurídico con la
declaración de voluntad. Así pues, dentro de la teoría general del
negocio jurídico, existe uniformidad de criterio en el sentido que la
declaración de voluntad es únicamente uno de los elementos del
negocio, el elemento principal del negocio.
Dentro de la misma concepción tradicional del acto jurídico no
se acepta tampoco una identificación total entre manifestación de
voluntad y acto jurídico, por cuanto se señala en forma unánime
que sólo es acto jurídico la manifestación de voluntad destinada a
producir efectos jurídicos. En otras palabras, para esta corriente
no es acto jurídico toda declaración de voluntad, sino solamente
aquella dirigida a producir efectos jurídicos, esto es,
consecuencias jurídicas, que por ser jurídicas son precisamente
lícitas.
Veamos muy brevemente cómo llegan los autores que siguen
esta corriente a precisar el concepto del acto jurídico. Parten,
como es obvio, del concepto genérico del hecho jurídico, en el
sentido que es un hecho de esa especie todo aquel cuya
realización genera consecuencias jurídicas, siendo hechos
irrelevantes jurídicamente aquellos a cuya realización el
ordenamiento jurídico no atribuye ninguna consecuencia jurídica.
En este sentido, el hecho jurídico viene a ser el género respecto
del cual el acto jurídico no es sino una de las especies.

27
Ahora bien, toda esta concepción tradicional del acto jurídico,
aceptada por nuestro actual Código Civil, como por el anterior,
desde nuestro particular punto de vista adolece de ciertos
defectos fundamentales en la comprensión integral del fenómeno
de la autonomía privada, olvidándolos y descuidándolos a tal
extremo de llegar a desnaturalizar el concepto del acto jurídico.
Dicho de otro modo, la concepción del acto jurídico como toda
declaración de voluntad dirigida a la producción de efectos
jurídicos deseados por el agente, olvida y no toma en cuenta los
siguientes aspectos fundamentales de la noción de la autonomía
privada:
1. De aceptar que el acto jurídico es toda declaración de voluntad
productora de efectos jurídicos, realizada por el sujeto con el fin
de alcanzar los mismos, estaríamos aceptando que son los
particulares los que deciden cuándo una determinada conducta
voluntaria es o no un acto jurídico. En otras palabras,
estaríamos dejando en poder de los individuos la facultad de
decidir qué promesas o declaraciones de voluntad son o no
jurídicamente vinculantes, de modo tal que hasta la declaración
de voluntad más irracional sería considerado un acto jurídico y
por ende jurídicamente vinculante; o lo que es lo mismo los
particulares serían los únicos llamados a determinar cuándo
sería procedente retractarse de una promesa y cuándo no.
2. Un segundo aspecto bastante vinculado con el anterior es el de
conocer que es únicamente la norma jurídica la que atribuye
efectos jurídicos a las conductas de los particulares* lo cual se
obscurece y casi se olvida con una concepción del acto jurídico
como una simple declaración de voluntad; ello significaría
afirmar que serían los propios individuos los que decidirían qué
efectos jurídicos son los resultantes o los que corresponden a
una determinada declaración de voluntad. Todo este resultado
nefasto derivado de la concepción del acto jurídico, no es sino
consecuencia a su vez de resaltar al máximo, al infinito, el rol
de la voluntad en el derecho, el pretender establecer que la

28
voluntad es todopoderosa, capaz por sí misma de producir
cualquier consecuencia jurídica, lo cual modernamente es
inaceptable, por cuanto existe uniformidad de pareceres en que
el ordenamiento jurídico es siempre el único capaz de atribuir
los efectos jurídicos a las conductas voluntarias de los
particulares.

En nuestra opinión este defecto de la teoría del acto jurídico es


mucho más grave que el anterior, porque desconoce la función
valorativa del ordenamiento jurídico, que es el único llamado a
decidir cuándo una conducta debe ser o no productora de
efectos jurídicos.

3. Un tercer aspecto que no sólo es grave, sino absolutamente


falso, es el de que esta concepción nos afirma que los
particulares buscan la producción de efectos jurídicos al
celebrar actos jurídicos, lo cual es inaceptable porque ello
supondría afirmar que los particulares tuvieran que tener
conocimientos profundos de las normas jurídicas y de los
efectos jurídicos correspondientes a determinadas figuras de
actos jurídicos; lo que es peor, .esta concepción del acto
jurídico, supondría que sólo los especialistas en derecho
podrían celebrar actos jurídicos.
4. También, la concepción tradicional atenta, desde nuestro punto
de vista, contra el concepto mismo del acto jurídico y contra su
propia identidad conceptual, pues el afirmar que es acto toda
declaración de voluntad productora de efectos jurídicos
deseados por los declarantes, supone como conclusión lógica,
que una declaración de voluntad determinada en un caso
pueda valer como acto jurídico v en otro caso como un simple
hecho voluntario lícito, dependiendo de si en un supuesto el
autor de la declaración ha buscado o no la obtención de un
efecto jurídico (por cuanto de haber buscado la consecución de
un simple efecto práctico, esa misma conducta declaratoria no

29
sería acto jurídico; cosa que sucedería a la inversa de desear
el sujeto la obtención de un efecto jurídico con la misma
conducta declaratoria). Así por ejemplo, la apropiación podría
ser indistintamente un acto o un simple hecho jurídico
voluntario lícito, dependiendo de la dirección de la voluntad del
declarante en un caso o en otro. Lo mismo sucedería con todos
los demás hechos jurídicos, que de acuerdo a la común opinión
y a los respectivos ordenamientos jurídicos, no son sino
simples hechos jurídicos voluntarios lícitos (actos jurídicos en
sentido estricto dentro de la concepción del negocio jurídico).
Por el contrario, en igual forma, un contrato de compraventa,
como cualquier otro tipo de acto jurídico, podría dejar de serlo
si en un caso particular los declarantes no desearan o no
buscaran la producción de efectos jurídicos. En nuestro
concepto, basar la distinción entre actos jurídicos y simples
hechos jurídicos en la intención de los particulares, de desear o
no la obtención de efectos jurídicos es realmente absurdo e
inaceptable.
Evidentemente, dentro de nuestra concepción del negocio
jurídico no dejamos de lado el propósito práctico de los
declarantes, que de acuerdo a la moderna concepción juega un
rol fundamental en la elaboración y en el entendimiento del
concepto del negocio jurídico, según lo veremos
posteriormente y principalmente al examinar la doctrina de la
causa en su aspecto subjetivo como motor fundamental del
desarrollo de la autonomía privada y la creación de diversas y
nuevas figuras negocíales, según vayan apareciendo nuevas
necesidades en el grupo social de que se trate.
En otros términos, el propósito de los declarantes o del
declarante, según se trate de un acto jurídico bilateral,
plurilateral o unilateral es fundamental, porque de la valoración
de aquel dependerá justamente la atribución de los efectos
jurídicos, que por ello mismo se llaman efectos negocíales. Sin
embargo, la importancia del propósito práctico en el acto

30
jurídico (o en el negocio jurídico), no nos puede hacer olvidar
que siempre en última instancia es la norma jurídica la que
atribuye efectos jurídicos, valorando claro está la intención
práctica de los particulares.
5. Igualmente, desde nuestro punto de vista, con una concepción
como la tradicional se deja de lado también el aspecto
funcional del acto jurídico, referido a la causa del mismo,
haciendo del acto jurídico una simple declaración de voluntad,
lo cual consideramos inaceptable ya que la autonomía privada
no es un poder otorgado a los particulares para la obtención de
cualquier finalidad o función, sino sólo para aquéllas que, de
acuerdo a la concepción socio-jurídica imperante en una
determinada sociedad, en un determinado contexto histórico
social, merezcan la protección del ordenamiento jurídico y del
aparato coactivo del estado. No debe olvidarse en este sentido
que la autonomía privada supone la valoración y el
reconocimiento por parte del ordenamiento jurídico y que los
negocios jurídicos sólo son tal, o sólo pueden ser negocios
jurídicos (o actos jurídicos dentro de la concepción tradicional
que criticamos) las declaraciones de voluntad de los
particulares tendientes a la obtención de fines o funciones
consideradas relevantes, no sólo en forma típica por las
normas jurídicas, sino en forma atípica por los principios en los
que se inspiren determinados ordenamientos jurídicos en
determinados contextos históricos sociales (función
socialmente razonable).
Este es un aspecto trascendental de la moderna concepción
del negocio jurídico y del contrato, sobre todo por obra y gracia
de la doctrina italiana, la mayor parte de los autores españoles
y de ciertos juristas franceses cuya influencia fue decisiva.
En nuestro concepto, se ha debido fundamentalmente a la
nefasta influencia de la teoría clásica del acto jurídico y el
relieve dado por la misma a la declaración de voluntad como
elemento fundamental del acto jurídico, el que se haya olvidado

31
y dejado de lado, consciente e inconscientemente, el estudio
de la causa como requisito fundamental del negocio jurídico y
del contrato.
Esto ha traído como consecuencia el que se considere a la
causa como un aspecto muy complicado, misterioso,
enigmático, del cual es mejor no ocuparse a fin de evitar
inútiles confusiones y discusiones. Más aún, esta concepción
del acto jurídico, a nuestro entender, ha originado el nacimiento
de un infundado prejuicio en nuestro medio respecto de la
propia teoría del acto jurídico y con mayor razón de la todavía
no muy conocida, por decir lo menos, disciplina del negocio
jurídico, en el sentido de tratarse de una disciplina sumamente
abstracta y complicada, y desvinculada totalmente de la
realidad social.
Analizar y examinar el acto jurídico (o el negocio jurídico)
desde un punto de vista basado exclusivamente en la
declaración de voluntad, lleva a desconocer el significado
social del negocio jurídico como acto de la autonomía privada y
por ende el rechazo al concepto de causa como función
socialmente razonable, digna o apreciable.

6. En esta línea, el estudio del acto jurídico desde el punto de


vista criticado ha traído también como consecuencia, no sólo
en nuestro medio donde los estudios han sido mínimos, sino
principalmente en la doctrina francesa y por ende en la casi
totalidad de la doctrina sudamericana, el que se consideren
como temas fundamentales del acto jurídico, y se le dedique
mayor atención a los tópicos vinculados directamente con la
declaración de yoluntad. Por otro lado, esta misma idea de la
concepción clásica francesa compartida por la concepción
clásica pandectista del negocio jurídico, ha traído también
como consecuencia el que se estudie el concepto del negocio
jurídico desde el punto de vista casi exclusivo de la declaración
de voluntad, y lo que es peor aún que se estudien todos los

32
temas del negocio jurídico desde un punto do vista voluntarista
o declaracionista, o que resulte de las teorías de la confianza y
de la responsabilidad, o de una combinación de los dos,
dejando de lado el tema de la causa y el significado social y
funcional del negocio jurídico.
7. Igualmente, esta concepción tradicional ha originado un
prejuicio en el sentido que el único límite a la autonomía
privada debe ser el de la licitud, sin interesar el mérito social de
la función del acto jurídico, establecida y medida en
concordancia con los principios en que se encuentre inspirado
un determinado ordenamiento jurídico; y a que se admita como
contrato y como acto jurídico en general todo acuerdo de
voluntades o toda declaración de voluntad que sea lícita, es
decir, que no atente contra las normas imperativas, o contra los
principios de orden público o las buenas costumbres. Situación
similar ha sucedido también respecto del negocio jurídico como
influencia negativa de su concepción tradicional pandectista.
8. Finalmente, la concepción criticada ha traído como
consecuencia la idea falsa de que la voluntad es el factor
fundamental en la concepción del acto jurídico, favoreciendo la
idea equivocada 3cTque el derecho debe proteger siempre la
voluntad interna, aun cuando sea discrepante de la voluntad
declarada; y que los efectos jurídicos nacen porque han sido
queridos por los declarantes o por el declarante. Incluso esta
concepción falsa atenta contra el propio concepto del acto
jurídico, entendido como declaración de voluntad, habiendo
reforzado la idea tradicional de entender el contrato como un
acuerdo de voluntades, que es la concepción predominante en
nuestro medio, olvidando que el contrato, al ser el acto jurídico
por excelencia, no es sino una autorregulación de intereses
establecido por las concordes declaraciones de voluntad de las
partes contratantes, sin interesar la coincidencia o no de sus
voluntades internas a los efectos de la formación del
consentimiento.

33
Todo esto ha traído igualmente como consecuencia lógica el
predominio de la concepción voluntarista del contrato y del acto
jurídico en nuestro medio y ha originado como reacción la
asunción de posturas declaracionistas, como si se tratara de
ser voluntarista o declaracionista. olvidando que se trata de
posturas extremas, que no pueden ser sustentadas como ejes
de una determinada concepción del negocio jurídico o del
contrato, según sea el caso.
2.3.2. Las diferentes orientaciones en ¡a doctrina del negocio
jurídico.
Desarrollo y evolución del concepto del negocio jurídico. De la
concepción clásica a la noción del negocio jurídico como supuesto
de hecho. La teoría normativa del negocio jurídico y el intento de
atribuirle al supuesto de hecho negocial contenido de norma
jurídica.
Habiendo analizado la concepción clásica del acto jurídico, y
habiendo llegado a la conclusión de que la misma adolece de
graves insuficiencias e incongruencias conceptuales que hacen
necesario su abandono, corresponde ahora examinar muy
brevemente el concepto del negocio jurídico, que ha tenido gran
difusión en la moderna doctrina del derecho civil de los diferentes
sistemas jurídicos, principalmente en la doctrina alemana, italiana
y española.
En primer lugar, debemos señalar como punto de partida que esta
doctrina o mejor dicho que el concepto del negocio jurídico tiene
el mismo objetivo que el concepto del acto jurídico de la doctrina
francesa, ya que aquello que los pandectistas alemanes llamaron
«negocio jurídico» no es sino lo que los juristas franceses
calificaron de «acto jurídico», es decir, el acto voluntario que
produce consecuencias jurídicas que han sido queridas por el
autor de la conducta voluntaria. Se trata de dos conceptos y de
dos denominaciones distintas, elaboradas en diferentes sistemas
jurídicos y doctrinarios, con el mismo propósito de explicar los

34
distintos actos del hombre que producen consecuencias jurídicas,
cuando las mismas han sido deseadas por los particulares.

Ambas doctrinas explican el mismo fenómeno como


manifestación fundamental de la autonomía privada, el de los
actos voluntarios que producen efectos jurídicos buscados por los
particulares. Sin embargo, los dos sistemas teóricos llegan al
mismo concepto, en forma distinta y utilizando terminología
también distintas.
Esta precisión es muy importante realizarla desde un comienzo,
por cuanto en nuestro medio, por un problema de falta de difusión
de la figura negocial, a pesar de ciertas excepciones, y por un
problema de falta de comprensión de su entorno conceptual, se
ha pretendido señalar que el acto jurídico y el negocio jurídico no
son figuras diferentes. Esto es un grave error, ya que el acto
jurídico de la doctrina francesa no es igual al negocio jurídico de la
doctrina alemana.
Ambos constituyen figuras que tienen actualmente una
construcción conceptual disímil, pues los elementos y criterios
teóricos utilizados para su fundamentación son diferentes, siendo
por ello mismo también diferentes en cuanto a su estructura y
delimitación conceptual. Así pues, mientras que para la
concepción clásica del acto jurídico, éste no es sino una
declaración de voluntad dirigida a la producción de efectos
jurídicos buscados por el o los declarantes, para el sistema del
negocio jurídico, éste es algo más, mucho más que una simple
declaración de voluntad con efectos jurídicos queridos por los
declarantes.
Sin embargo, debe señalarse con toda claridad y de manera
categórica que la concepción inicial del pandectismo sobre el
negocio jurídico coincidió totalmente con la teoría clásica francesa
del acto jurídico, por cuanto se caracterizó al negocio jurídico
como toda declaración de voluntad productora de efectos jurídicos
deseados y buscados como tales por el declarante. En otras

35
palabras, sólo en ese momento, se puede decir que la noción de
negocio jurídico coincidió totalmente con la del acto jurídico
francés, ya que en ambos sistemas doctrinarios se entendió que
el acto o el negocio jurídico eran declaraciones de voluntades
productoras de efectos jurídicos y realizadas por los sujetos con el
ánimo de producir dichos efectos jurídicos.

Posteriormente se refiere al origen del negocio jurídico: «Para


convencerse de la exactitud de cuanto precede puede recordarse
que la figura en examen fue delineada por los jusnaturalistas
alemanes hacia finales del siglo XVIII y recogida a continuación
por los pandectistas, también después de surgir la escuela
histórica. (...) La contestación surge de lo que antes hemos dicho:
jusnaturalistas y pandectistas vivieron en uno de los períodos más
brillantes del pensamiento humano, cuando florecía la idea de la
libertad, que dominó su espíritu y guió sus investigaciones, a base
de la normal coincidencia de las doctrinas jurídicas y de la
ideología social y política de la misma época. Así, los primeros se
hicieron valedores de la omnipotencia de la voluntad individual
también en el campo del Derecho, especialmente como
impedimento a la prepotencia del príncipe. Y los segundos,
remontándose y desarrollando la doctrina de los justinianeos de
que el efecto jurídico de los humanos depende directamente de la
voluntad individual, terminaron por crear un sistema de derecho
privado fundado en la libertad de los particulares, y en el centro
del mismo pusieron al negocio jurídico, concebido como el
paradigma típico de la manifestación de voluntad, de la que deriva
el nacimiento, la modificación o la extinción de una relación
personal o patrimonial».

2.4. Observaciones personales a la construcción del concepto del


negocio jurídico
Habiendo realizado en los anteriores párrafos una rápida visión sobre el
concepto de negocio jurídico, nos encontramos expeditos para poder

36
lanzar algunas observaciones personales a la construcción dogmática
bajo análisis.
Un punto particularmente interesante de abordar es la problemática del
fundamento de los efectos negociales, porque de ella se deriva la misma
definición de negocio jurídico, según la posición que se adopte. El asunto
queda preliminarmente planteado diferenciándolo del problema, distinto
en sus alcances, de la disciplina negocial, es decir, del tratamiento y
ordenación de la dinámica del negocio. La necesidad de establecer esta
diferenciación se fundamenta en el diferente problema práctico que se
soluciona. Así cuando hablamos del nacimiento de los efectos del
negocio, nos referimos al concepto de negocio.

Lo que se encuentra fuera de discusión es que los efectos negociales los


otorga el ordenamiento jurídico, sea en virtud de un reconocimiento, de
una calificación o de una autorización. La norma deberá ser la que,
obligatoriamente, conceda los efectos a un determinado intento práctico,
ya que, lo reitero, los efectos negociales son, ante todo, efectos jurídicos,
y por ello necesariamente son conferidos por el ordenamiento en
cualquiera de sus manifestaciones. La problemática entonces, se centra
sobre lo que el ordenamiento tiene en consideración para otorgar dichos
efectos. Aquí se debe decidir entre dos opciones: si lo hace por respeto a
la voluntad o por el reconocimiento de la función social que cumple el
negocio en general para garantizar el tráfico jurídico.

En lo económico, se desea principalmente buscar una maximización de


los limitados recursos existentes: la nueva autorregulación tendrá que ser
de mayor utilidad económica para las partes. La evaluación de esta mayor
utilidad no podrá ser individual, es decir, dependiendo de cada sujeto en
particular, sino basarse en un criterio colectivo, en tanto que la mejor
distribución de los recursos se enfoca más a lo social que a lo individual,
porque si el ordenamiento admitiera dar relevancia a autorregulaciones o
a modificaciones de la realidad jurídica que se alejen del criterio
maximizador, la consecuencia sería el crear graves distorsiones
económicas con repercusiones en lo social, del todo negativas36.

37
Además, se quiere que los particulares planifiquen racionalmente sus
propias relaciones futuras y que una vez realizada esta planificación no
desistan de ellas por motivos injustificados: se asegura la confianza en el
movimiento económico y se establecen sanciones a quienes se aparten
de lo propia y racionalmente establecido. Mediante el mecanismo negocial
se realiza una función importantísima en la actividad económica que es la
de provocar el movimiento de los recursos hacia los usos mas valiosos
considerando el bienestar social general en si mismo. Sin embargo, esta
última afirmación tiene que ser matizada, porque pareciera que la
concepción de uso más valioso dependiera tan solo de la decisión
individual y arbitraria (incluso hasta caprichosa) del particular.

Habiendo examinado esto, concluiremos esta reflexión afirmando que lo


que el ordenamiento considera para dar relevancia jurídica a lo que parte
de la doctrina denomina “negocios sociales”, es, sin mayor duda, y en
nuestro estricto parecer, la función social, económica y cultural que
cumplen estos. Otra consideración carecería e fundamento real y caería
en el vacío.
El aspecto regulador del negocio jurídico propicia que los seguidores de la
teoría normativista afirmen que el negocio crea normas del derecho
objetivo (lo que ya explicamos con cierto detalle), cosa que no
compartimos y que por tanto nos obliga a exponer las diferencias
existentes entre norma jurídica y regulación privada (negocio jurídico) en
nuestro criterio. La norma jurídica es el producto de una elaboración
heterónoma, es decir, impuesta a los particulares; su creación sólo es
realizada por el Estado y las fuentes que este reconoce taxativamente. Su
fundamento es ordenar los intereses generales y la convivencia pacífica.
En cambio, el negocio es producto de la autonomía privada, es obra de
los particulares y tiene como meta el ordenador de los interés de estos.

En tal sentido, no se puede decir que el acto jurídico francés sea idéntico
al negocio jurídico, por cuanto se trata de dos nociones elaboradas con el
mismo objetivo, pero utilizando criterios y principios completamente
distintos. Esto podrá ser observado á cabalidad, cuando estudiemos al

38
detalle la concepción preceptiva del negocio jurídico, tal como fue ideada
por Emilio Betti en la doctrina italiana, sobre la base de las ideas de
Scialoja.
Problema distinto es el que está referido a si se puede hablar de negocio
jurídico en el sistema jurídico peruano que ha consagrado expresamente
la denominación de «acto jurídico», y si se puede comprender o examinar
el denominado acto jurídico del Código Civil nacional con criterios de la
doctrina del negocio jurídico. En nuestra opinión ello es perfectamente
posible. Y es esta razón la que nos ha llevado a tomar partido, desde
siempre, por la concepción del negocio jurídico, es decir, hablar y razonar
en términos de negocio jurídico dentro del sistema jurídico nacional que
habla de acto jurídico. No podemos aceptar la noción clásica de acto
jurídico definida en e¡ artículo 140 del Código Civil porque se trata de una
noción incoherente, que considera que la voluntad es la causa inmediata
del efecto jurídico. Tampoco aceptamos la noción clásica del negocio
jurídico y es por eso que es necesario abandonar las concepciones
clásicas sobre los actos de autonomía privada, por considerar que las
mismas nos dan una visión irreal y distorsionada del fenómeno de la
autonomía privada y sus límites.
En nuestra opinión no se puede aceptar la idea que el sujeto causa el
efecto jurídico inmediatamente por la sola fuerza de su voluntad,
limitándose el ordenamiento jurídico a reconocerlo simplemente. Ello,
claro está, en la medida que se cumplan con ciertas exigencias legales.
En nuestro concepto, el rol del ordenamiento jurídico no se limita a
reconocer simplemente el efecto jurídico perseguido o deseado por el
declarante. Como es lógico, tampoco aceptamos la noción clásica
pandectista del negocio jurídico tal como ha sido expuesta por Giuseppe
Stolfi. Creemos que el negocio jurídico debe examinarse en concordancia
con el propósito práctico del declarante y teniendo en cuenta su
significado social.
En tal sentido, no existe ningún impedimento en seguir respetando la
denominación legal de acto jurídico, pero entendiendo dicha figura bajo
los criterios de la doctrina del negocio jurídico. Incluso pensamos que
tampoco existe impedimento alguno para utilizar en el lenguaje jurídico

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académico la denominación «negocio jurídico», en la medida que se sepa
y se entienda que nos estamos refiriendo a lo que nuestro Código Civil
denomina «acto jurídico».
Si tuviéramos que estar obligados a respetar la definición legal del artículo
140, en su sentido literal, tendríamos que entender el negocio jurídico en
su concepción clásica como declaración de voluntad dirigida a la
producción de efectos jurídicos. Como es evidente, el desarrollo y la
evolución de los conceptos no puede estar atado ni impedido por una
definición contenida en una norma jurídica. Seria monstruoso tener que
aceptar la definición tradicional de acto o negocio jurídico, no poder
cuestionar dicha orientación, y no poder aceptar o crear nuevas
tendencias sobre el significado del concepto del negocio jurídico.

CONCLUSIONES

1. El estudio del acto jurídico desde el punto de vista criticado ha traído


también como consecuencia, no sólo en nuestro medio donde los
estudios han sido mínimos, sino principalmente en la doctrina francesa y
por ende en la casi totalidad de la doctrina sudamericana, el que se
consideren como temas fundamentales del acto jurídico, y se le dedique
mayor atención a los tópicos vinculados directamente con la declaración
de voluntad. Por otro lado, esta misma idea de la concepción clásica
francesa compartida por la concepción clásica pandectista del negocio
jurídico, ha traído también como consecuencia el que se estudie el
concepto del negocio jurídico desde el punto de vista casi exclusivo de la
declaración de voluntad, y lo que es peor aún que se estudien todos los
temas del negocio jurídico desde un punto de vista voluntarista o
declaracionista, o que resulte de las teorías de la confianza y de la
responsabilidad, o de una combinación de los dos, dejando de lado el
tema de la causa y el significado social y funcional del negocio jurídico.
2. El negocio jurídico de la siguiente manera: es la manifestación de
voluntad de una o más partes con miras a producir un efecto jurídico, es
decir, el nacimiento, la modificación de un derecho subjetivo o bien su
garantía o su extinción, coincidiendo-de este modo con la definición de

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acto jurídico de la doctrina francesa, según se vio anteriormente.
Coincide también con la definición del acto jurídico consagrada
legalmente en el artículo 140 del Código Civil peruano, que hemos
criticado desde un primer momento en el presente libro. Resultan
bastante claras las razones de orden filosófico y conceptual por las
cuales se entiende que el acto jurídico pudo haber sido caracterizado
como una simple manifestación de voluntad productora de efectos
jurídicos.
3. La teoría general del negocio jurídico nos da el instrumento para resolver
el problema de la relevancia de la actividad de los particulares en la
modificación de la realidad jurídica; es decir, en la producción de los
efectos jurídicos.
4. Las críticas dirigidas al negocio jurídico como paradigma conceptual,
apuntan a destacar que la relevancia causal de la voluntad del individuo
encuentra límites más o menos profundos; pero, ni siquiera alguna de
las observaciones efectuadas contra el concepto, ha podido negar
convincentemente la eficiencia causal del acto privado y, menos aún, la
trascendencia de la autonomía privada como fenómeno de relevancia
social actual.
5. Existe la posibilidad de construir lineamientos generales para la
aplicación de la teoría del negocio jurídico en nuestra normativa, a pesar
de las deficiencias expresadas en su oportunidad.
6. La noción de negocio jurídico, en suma, ofrece un marco complejo en el
cual se pueden útilmente encuadrar todos los problemas que
conciernen, sea a la forma, sea al contenido, o sea a los efectos del
hombre jurídicamente relevantes.
7. Finalmente se concluye que dentro de la doctrina del negocio jurídico, se
entiende que éste es también una declaración de voluntad, poro que
produce efectos jurídicos que son siempre en todo supuesto atribuidos
por el ordenamiento jurídico a través de una norma jurídica. Dicho de
otro modo, el negocio jurídico es siempre para esta concepción un
supuesto de hecho, al igual que en todos los demás hechos y actos
jurídicos, que produce efectos jurídicos porque el derecho los atribuye a
la realización del supuesto de hecho en la realidad. Sin embargo, la

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diferencia entre el supuesto de hecho del negocio y el de todos los
demás hechos jurídicos está que en el del negocio el supuesto contiene
como mínimo una declaración de voluntad dirigida a la obtención de
ciertos efectos o consecuencias amparadas por el ordenamiento jurídico.

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ANEXOS

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