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–CLAUDIA MASÍN–

Frag. del poemario EL SECRETO

Los pulmones de los niños

son limpios y pequeños pero en ellos

cabe la tristeza inagotable.

De respirar ese aire estoy enferma.

Yo ya no puedo. Cansada como si me dijeran

que el oxígeno que me robé del mundo

tiene que ser devuelto.

Dame una respiración que no se agite

ni se quiebre. Dale a mi corazón un ritmo

sereno y constante: el ciclo de las estaciones,

las fases de la luna, el previsible, calmo tránsito

de los días y los meses.

Del tiempo en que mi hermano y yo

crecíamos al sol, abandonados

y desbordantes como frutas salvajes,

quedó en mi pecho un viento

crudo y antiguo que no dejará de agitarse

ni aún en medio del día más apacible,

más hermoso del verano.

Cuidar lo que no tiene cura: el cuerpo,

aunque más no sea porque todavía contiene

ese secreto que nos decíamos, de niños, al oído,

y que ningún adulto recuerda.


Nunca consumé

separación alguna. Unida a cada brizna de hierba tanto

como a mi madre, soy una cuerda

de luz que desciende del aire

y se anuda a la sombra que dejan

todas las cosas al irse.

Jamás sabría soltar tu mano, aún cuando el silencio

exija su parte de mi amor, que ya te he dado.

No te pido que comprendas

Te pido que me escuches en silencio

Cuando hablo, algunas noches, un idioma

Que yo misma desconozco y que me aterra.

El amor que te tengo crece

como una raíz enferma que está destinada

a morir y hacer morir.

El cansancio de un cuerpo reposa en otro cuerpo

hasta que uno de los dos, el más voraz,

despierta al más vencido, y le arrebata el aire.

Te dí mi cuerpo y lo recibiste

del mismo modo que si un niño te hubiera ofrecido

un tesoro incomprensible como prenda de amor:

el corazón de un pájaro, un pañuelo de arena.

Descanso de mí como ciertas flores del desierto,

arrancadas del tallo, descansan en la arena: sin esperar nada, ni la lluvia ni la muerte.

Desearía que me hables, como si tu voz

hubiera sido la primera que escuché

sobre la tierra, el molde de todos los sonidos


que vinieron después y también, en el fin, lo que me llevo conmigo al lugar

hacia el que vuelvo.

El viaje de lo visible a lo invisible

duró la vida entera.

ahora, dame tu abrazo

para olvidar mi miedo a llegar, sola,

a un país extranjero.

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