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LA R U T A N A T U R A L

Miro nuevamente este lugar, lugar hecho a base de pensamientos congelados justo antes de la acción; me encuentro
en este punto de nuevo, bajo el humo asfixiante de la ciudad, y se siente desconocido aunque en las dimensiones de
mi ser flotan recuerdos de instantes contenidos en sus adentros; pero es el inicio después de todo, y acá aparezco
como hace algún tiempo, mirando a través de la ventana el pasar continúo de los carros coloridos y las personas
ocultas bajo largos abrigos de colores tierra.

II

Encuentro un refugio que mi mente tiene enmarcado con nostalgia, es acá, bajo este techo que parece hecho de
gotas de lluvia congeladas que no pudieron terminar de caer, que los principios del trayecto se reúnen de nuevo
cada día que la brisa azota la ventana. Acá donde no hay más que historias repetidas contadas por personas poco
sinceras, también encuentro un resguardo de lo desconocido que se había mostrado tan tentador últimamente.

III

Lo cierto es que la espera ya ha consumido bastante lo poco que quedaba de mi ser, y ante la muerte, ese ser, que
probablemente no era yo sino el boceto de un yo, ya no era lo suficientemente fuerte para reavivar el latir
emocionado de mi corazón al escuchar los mensajes del viento, por eso decido irme. Cojo una manta y busco lo
necesario para emprender el camino, me despido de un lugar que ha guardado memorias de mi vida entera,
enteramente desdibujada.

IV

Amanece y la novedad ha extrañado mi presencia inhóspita, el paisaje me envuelve con soledad y frescura, haciendo
que la despedida sea exquisita, pues aunque mi tormento lo pueden contar las gaviotas que sobre el grisáceo mar
pasaron, mi experiencia compartida con los matices conocidos es una construcción de lo que se suponía debía ser.
Ya habiendo llegado aquí, los árboles, amigos de antaño, me abrazan con presagios de la aventura olvidada y sus
advertencias se tatúan con fuego en mi espíritu.

Nutro mi ser y avanzo con la esperanza de que mis pasos recuerden estos campos verdes, porque el rugir del río
inunde mis oídos para toda la vida, porque las raíces del árbol rodeen mi corazón como las siluetas que dibujé
alguna vez en la hoja de papel tenebrosa, porque las nubes se vuelvan ojos míos, ojos llenos de brillo e inocencia,
y porque el lenguaje de los pájaros se vuelva el mío, para no tener que contar mi historia en palabras que han perdido
el significado.
VI

Como un efecto retardado y anhelado por mis ojos marchitos desde hace algún tiempo, puedo volver a mí mismo,
un “mí mismo” que yacía oculto bajo las dimensiones de algo más grande y mucho más pesado que la finitud de la
existencia, ahora puedo decir que me reencuentro con el yo que ya no es el yo de otro ser, sino es mío. El haberme
enfrentado al olvido de mi alma me fuerza a dejar tras bambalinas la vida anterior, vida que no me era propia.

VII

Olvido cada vez más el trinar de ese pájaro al verle risueña, misteriosa y ambulante; presiento que su propósito es
enamorarme tanto como el árbol caído ocupe mis pensamientos en el camino, y más allá del amor, tenerme envuelto
toda la vida en su esencia; ella, la Neblina, llega sin piedad y con su misterio divino una vez ya retirados sus brazos
de la cima de las montañas, decide posarse en mi cuerpo y arroparlo en lluvia extinta de los retazos de otro ser, otro
cuyo corazón y alma se han vuelto los mismos de ella.

VIII

La altura continua volviendo difuso mi mirar, el silencio me ha robado las palabras que había esperado decirle a las
amapolas; siento mi cuerpo tan liviano como una nube, y poco a poco se vuelve casi transparente la línea que
delimitaba mi forma del resto del mundo, es difícil saber si aparece o se desvanece, pues la tragedia de los sucesos
indica que no hay una ruta clara en el camino recorrido, y… ¡enhorabuena si viene o va el movimiento del nuevo
corazón! En consecuencia, el camino ha vuelto de mi esencia un conjunto transparente de suspiros pensantes, cuyo
latir ahora guía mi andar, andar que ya no está dado en pasos y pasos que han sido olvidados.

IX

Inundados lagos silenciosos y valles encerrados en un sinfín de preguntas son los lugares que son casa, lugares
tallados por la experiencia de las letras y el tiempo. A las 5 de la mañana todos los días acompaño su amanecer con
la tristeza que les ha traído el abandono, abandono que comparten con mi sentir, sentir que carga con el peso de mis
viejos amigos. En los días lluviosos el tiempo me concede el regalo de pasar más de una vez por la ruta llena de
pasos, los mismos que me han guiado a lugares recónditos, ocultos bajo las cuevas que se tiñeron alguna vez de
rojo vivo tras la presencia de algún ser nostálgico a causa de mi existir; ¡que me salven como ella los ha salvado!
Pues mi ser ya no tiene chance de condensarse.

Anochece y la sensación de que las estrellas atraviesan mi cuerpo se vuelve tan intensa que ha coordinado el latir
de mi existencia con su atravesar. Ya no hay fórmula posible que explique lo que ha pasado; pues las fibras de mi
cuerpo se han desvanecido en desilusión y la vista del verde andar de las hojas se ha teñido de locura y
desdibujamiento. El éxtasis del atardecer se ha rehusado a ser testigo de mis lamentos, pues no queda atisbo alguno
de vida; junto con él, el eterno pensar de las rocas ha callado al sentir mi presencia, y por más que me esfuerce en
abrazar su cuello de río pasado, la indiferencia osa en arrebatarme su querer. Así sin más, he perdido de vista el
principio y el final, el yo y el ello, el existir y el querer.

Si lo que ha acontecido es una tragedia contada en 10 actos, que sea bienvenido aquel que ha caído en la locura y
quiera escuchar la historia del grupo más hermoso de pensamientos olvidados tras el pasar inevitable del tiempo
¡que se detenga y me detenga! Porque si mi vista ahora será el despertar de los ojos desesperados y necesitados,
prefiero volver a la carne que sentía el calor de un cielo azul sin nubes. Que mi compañera la montaña le explique
que nuestro abrazar se traduce en necesidad de euforia, euforia y amor por supuesto, pues más amor que el amor
que tuve bajo las gotas congeladas no puede haber. Y vaya lección a mis pensamientos que han dejado de ser míos,
pues no pude ser el pájaro que una vez bailó para mí (o conmigo) pero me volví su cielo, aunque gélido, era un
escenario adecuado para su misterioso volar, volar que llenó de significado los días medidos por relojes.

Y un saludo a mi amiga, que lejana en su bailar se ha acordado de mí al ver las estrellas fugaces bajo el alumbrar
lejano de los faroles. Que sepa que la amo, la amo con el alma entera así su yo haya abrumado la difusa idea que
tenía de mi ser hecho de pedazos de la rutina olvidada.

Que empiece la historia entonces, pues lo que haya cayado el mar en su profunda soledad, ha llegado a mi boca con
el girar de la luna, ha llegado a mi corazón con el andar del reloj; y escuchando atentamente, sentí sus súplicas de
contar la historia que compartimos, la historia que muere cuando muera la melodía compuesta para ella, la historia
que de morir ha de morir conmigo.

~MELANCOLÍA

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