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23 razones / CinWololo.

Edición digital de libre circulación.


Sudestada, 2020.

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Editorial Sudestada
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Buenos Aires, Argentina
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1
Veintitrés razones para hacerme mar
encontré en tus brazos.
Veintitrés maneras de tocarme el alma,
de andar con los pies descalzos
sin pisar vidrios rotos en el alma.
De sonreír sin pagar después
el precio de los sueños cumplidos.
Veintitrés maneras de sentirte conmigo,
aunque estés lejos, pero cerca.
De preparar la mesa para el mate.
De acomodar la almohada para escucharte cantar,
mientras me duermo.
Veintitrés maneras de decir te amo,
a risas,
miradas y besos.
Tres veces veintitrés días sin verte.
Tres veces veintitrés noches de espera.
Y en cada una de ellas,
vos y yo,
buscando veintitrés maneras,
de volver a vernos.
2
Me despierto
buscando
que amanezca.
Que la gente que amo esté segura
y amada.
Y que la que no conozco, también.
Me despierto buscando
que todo haya pasado
de una buena vez.

Me despierto buscándote
al lado mío.
Y aunque estés a kilómetros de distancia
sea la hora que sea,
me decís: acá estoy,
yo te juro que vamos a estar bien.

Nunca nadie estuvo tan cerca como vos,


aunque ahora no pueda tocarte.
Nunca nadie estuvo tan cerca como vos,
que desde allá, cada vez que tengo miedo,
me pintás los girasoles de Van Gogh en la espalda.
Entonces cierro los ojos
y otra vez,
me duermo.
3
Amá la soledad,
abrazala,
escuchate,
hacete nido.

Y quizá un día de estos


en un momento perfecto
te cruces con otra soledad,
que quiere compartir un ratito de su vida,
pero sin perderse.

Así como vos,


que no te querés perder nunca más
con nadie.
4
Seguís llenando mis rincones
de razones para despertar.
Seguís bailando conmigo
bajo la lluvia
y bajo las sábanas
como si nadie nos viera,
lo cual es cierto.
5
Llovés en mí,
no como la lluvia que da frío
y te hace correr para llegar a casa.
Llovés en mí
haciendo charquitos
para salir a saltarlos juntos,
para seguir jugando.
6
A veces, de noche, ocurre un Big Bang.
Somos parte de él
destruimos lo viejo
amamos, creamos
y nos despertamos en un nuevo planeta.
Con un sol gigante.

Sí.
Aunque sea domingo.
7
Cuando tengo miedo,
Él me dibuja girasoles en la espalda,
y nada puede contra eso.
Cuando él tiene miedo,
yo voy y le digo al sol que no joda,
que no puede jamás
competir con su manera de iluminarme la vida.
8
A veces
cerrás las ventanas
y la luz queda por dentro.
Otras veces,
todo está oscuro
y el pecho
es un hormiguero
recién pisado.
A veces,
todo es insomnio
aun cuando estás durmiendo.
9
–Nos vemos en otra vida.
Me dijiste.
–¿Y cómo te reconozco?
–Te voy a sonreír
con eso basta.
10
Y cuando ella baila
hasta la noche más oscura se llena de colores,
y los ríos le siguen los pies
como las mariposas
cuando se siguen entre ellas en otoño.
Cuando ella baila
los pajaritos de papel
que cuelgan de las ventanas de los niños
vuelan y hacen guirnaldas en aire.
Cuando ella baila, ríe con los pies y hace piruetas
con la mirada.
Cuenta la leyenda que alguien la estuvo buscando
desde otras vidas
y que, al verla, bastaron sólo tres segundos
para reconocer la magia de todas sus canciones.
Y cuando digo canciones hablo de las del alma,
de esas que no escucha cualquiera,
de esas que estremecen hasta a las piedras.
Por ahí ella no lo sabe,
o no se da cuenta,
pero cuando baila
ama,
sueña,
vuela.
Y todas las estrellas fugaces se quedan quietas
para seguir mirándola.
11
Cerrá los ojos un rato.
Pensá a qué abrazo quisieras volver.
Recordá lo hermoso que se sintió el mundo ahí.
Sentí el olor del viento, del sol,
de la piel.
Sentí la magia de conectar.
Cerrá los ojos un ratito más.
Agradecé.
Cuidate mucho,
así cuando esto pase,
vas a poder volver.
12
Quererme
llenó los rincones de tanto sol
que la primavera vino y se hizo un nido.
Quererte
abrió la ventana de par en par
y llenó de aves mi cuarto.
Los dos, en el medio de un derrumbe,
nos abrazamos fuerte
y salvamos a las mañanas
de tanto frío.
13
Debo confesar que tu ausencia
me devolvió todas esas cosas bellas
que estaban escondidas por el ruido
que hacían tus ganas
de querer tener cerca
lo que nunca supiste
ni cómo acercar,
ni cómo tocar
sin que se rompa.
14
Vos sos el canto que acompaña mis mañanas.
Sos el ave que se acurruca en mis silencios.
Sos el amor que se acuesta con el mío
y hace el mar donde terminan todos los ríos.
Yo ya cantaba antes por las mañanas.
Yo ya aprendí a dormirme sin frío.
Yo ya sé amar el silencio perfecto.
Yo me sé abrazar al sol de mil abriles.

Pero nene,
qué hermoso es este otoño compartido.
Tengo en el medio del pecho
tus manos y tus besos haciendo nido.
15
Nos convertimos en jaula
el día que decidimos quedarnos inmóviles
frente al desamor.

Cuando todo esto pase…


¿cuántos barrotes vas a romper?
16
Que miren
no significa que puedan verte.
El alma de las personas solo se puede ver
cuando, con la mirada sincera,
estremecés la puerta del otro
para que se abra y así
te invite a pasar.

Todo lo demás,
se reduce a espiar
por una ventana común
de vidrios sucios.
17
Qué lindo es ver el brillo de tu mirada
después de ese miedo que tuve
el día que me dijiste que no podías más
que no te insista,
que te apagabas.
Amiga, hermana, compañera,
qué lindo es verte volver a batir las alas,
poder de nuevo,
gritarle al cielo que corra las nubes
que una vez más
estás levantando vuelo.
18
Tengo en el pecho
una silla quebrada, astillada,
donde de niña me siento
con la esperanza
de convertirla en hamaca.
19
Sos tan hermosa flaca,
que ahora entiendo bien,
por qué todas las miradas
antes de vos,
no fueron más que pozos,
de fondos negros
de fondos blancos
de mil resacas
que ya no existen.
20
A veces hay que levantar vuelo.
pero del que nadie se percata,
de ese que las alas crecen para adentro.

Volver.
Aunque solo vos lo sepas.
21
De chiquita aprendí
que cuanto más te escondés de un monstruo,
más rápido te encuentra.
Por eso hay que salir a su encuentro
y clavarle el puñal
en donde más les duele:
en la carencia.
22
Ese sillón que compartimos
es una constante en el tiempo,
el ancla a lo verdadero.
Como Penny, para Desmond en Lost.
Y vos
sos el mar en primavera.

Y yo me acurruco
en todas las paradojas temporales
que siempre hablamos,
para encontrarte,
una vez más.
De miles.
23
A veces los párpados pesan
no de sueños, no.
Pesan como persianas oxidadas
que se bajan
y esperan
que alguien las pinte
quizás con una flor
que susurre despacito:
por favor, abrite,
ya es mañana.
24
Fragilidad
es una rosa sin espinas.
Unos ojos que se cierran
para nunca regresar.
Los labios donde muere una lágrima.

Fragilidad
es la cuerda de una guitarra
que ya tocó mil canciones.
El niño que anda en bicicleta
por primera vez.

Fragilidad
es el corazón enamorado.
Y la ironía,
que es tan frágil
pero tan fuerte,
tan dulcemente irónico
como el momento exacto
en el que la lluvia y el sol
hacen el arcoíris.
25
Me da pena
admitir que escuché
las últimas palabras
susurradas
que mataron la última planta
que ya estaba podrida
intentando dar un brote
que no llegaría a nada.

Porque lo horrible,
a veces,
también germina
desde la ausencia
de lo que alguna vez
jugó a ser flor
y no pasó de ser
más que puro polvo
en un frasco roto.
26
Tengo ganas de dormir con vos
todas las siestas juntas
que no me dormí en la infancia,
porque las detestaba.

Tengo ganas de mirarte esos ojos casi negros


hasta quedarme dormida.
Todas las tardes,
todas las noches,
Mientras te quieras quedar.
27
A veces hay que dejar
de sacarse la cascarita
y dejar que cicatrice
de una vez por todas.
28
A veces parece que no.
Que no vuelve más esa luz
que se esfumó
como se apaga una vela
con un soplido del viento.
Nos apagamos de repente,
de manera inesperada
cuando alguien pega un portazo
y aún teníamos cosas por decir.
Y entonces parece que no,
que no nos encendemos nunca más.
Pero nos quedamos,
firmes,
cerrando los ojos,
con los párpados apretados,
con la sutil esperanza
de que una chispa se encienda.

A veces parece que no,


que nunca más.
Pero sí,
la luz vuelve
cuando nos damos cuenta
que la llave
de esa puerta que cerró otro
son dos manos.
Las propias
abriéndose al mundo
y encendiendo
todas las velas,
para siempre.
29
Las hojas secas de otoño
hacen tanto ruido
y crujen,
porque desean que no vean
que ya están muertas.

Pero se hacen trizas


se vuelan
no pueden volver al árbol.

Y lloran en el viento.
30
Odio este tiempo que me hace extrañarte.
Amo este tiempo que me enseñó
lo que es sentir en el medio del pecho
el deseo imparable de abrazarte
de nuevo.
Y querer quedarme para siempre.
31
Tengo tanto para decirte
sin saber cómo,
que mejor te pido
que me mires a los ojos
y sientas
la forma
en que te miro
mientras tiemblo
como una hojita
que se está
por desprender del árbol
para amar libre.
32
Los ojos chinos que tenés cuando sonreís,
son como el vientito del sur
que se levanta a la tardecita,
después de un día entero de trabajo.
33
Dejame decirte
que corriste la ramita que me tapaba el sol
despacio, con las yemas de los dedos, sin cortarla.
Porque así sos vos
no sabés ser de otra manera
sabés iluminar todas las cosas
sin hacerle daño a nadie.
34
Amo este silencio que me habita.
Hacer ruido y batir las alas
no siempre es vuelo,
a veces
es simplemente
la herida.
35
Alguien con quien hablar de la vida,
de otras vidas,
de por qué no nos encontramos antes,
y por qué debería ser así.
Exacto.
A tiempo.
A tiempo de vivir.
Como ese segundo en que volví a cruzarte
y te reconocí.
Y te miré.
Y te quedaste.
36
Cuando vos sonreís
todas las penas se avergüenzan
del intento de existir.
Todos los barcos de papel
se van por los arroyitos.
Todos los pibes creen
que ya es navidad.
Cuando vos sonreís
los huequitos del costado de tu boca
son tréboles de cuatro hojas,
vaquitas de San Antonio y
todas las luciérnagas del mundo.
Cuando vos sonreís
el hielo de cualquier alma se hace océano
y hay flores en el desierto.
Cuando vos sonreís
lo roto de mi alma
se emparcha
como las rodillas del pantalón de una piba
que se ha subido a todos los árboles
para irse por las ramas
y ahí tocar el cielo.
Justo ahí
donde vos
sonreís.
37
Habitaste
mis rincones húmedos.
Cerraste conmigo las ventanas
para que nunca más entre el frío.
Encendiste el sol de noche
que se había apagado
en el tiempo que perdí intentando
encender una vela
con un fósforo viejo.
Y, después, me acariciaste
como lluvia que moja
y que, irónicamente,
también enciende el fuego.
38
Una luciérnaga en el hombro
una noche de verano
cuando tenés once años
y te dan el primer beso.

Eso sos vos.


39
Si podés estar presente
en este momento,
cerrar los ojos,
sin pensar en mañana,
solo ahora,
y sonreír.

Ya está todo lo que necesitás.


De verdad,
no necesitas más nada.
40
¿Alguna vez escuchaste
al corazón crujir
como una rama que no resistió el viento?

Como una grulla de papel de origami


que se parte en dos y se vuela,
pero rota.

Como la sonrisa de un pibe que se retira


luego de descubrir
que las palabras de un amigo pueden herir
hasta al dragón más temeroso.

¿Alguna vez escuchaste al corazón


quebrarse como un vidrio al que le tiraron una
piedra?

Como una taza de té que cae al piso


y que nunca se pudieron tomar.

Como la respiración entrecortada


de quien vio un fantasma.

Un fantasma propio.
Lo escuché.
Claro que lo escuché.
A veces pienso,
que el corazón cruje para avisarnos,
que se está secando de nuevo,
que cuando la rama se rompe,
tenemos que volar y salir a buscar la primavera
aunque sea pleno invierno.

Porque donde no se respira amor, se muere.


Porque donde no se respira libertad,
las alas se queman.
41
El corazón,
ese océano embravecido
lleno de “cosas”
que vienen
se rompen
se hacen espuma
y se van.

Nosotros
la orilla
donde todo viene morir
para nacer
de nuevo.

Los pies en la arena,


el sol,
la calma.
42
El amor
son tus brazos en la distancia
haciendo de mi cama
un puñado de estrellas,
y de mi cuerpo
la luna.
43
Me tirás con los cascotes de tu propio derrumbe.
Yo, hago más alta mi fortaleza.
Y vos, te quedás sin altar.
44
Me tocás el alma con tu risa,
yo no sé, te juro,
no sé cómo hacés pero lo iluminás todo.

Sos la canción que suena en un fogón


cuando el cielo está estrellado.

Yo no sé, te juro,
no sé cómo hacés pero calmás al mar
y lo hacés lago.
y me meto,
me mojo,
floto.

Me tocás el alma con las manos,


Sos la caricia que le hacen las hojas al otoño.
Sos el azul de mi cielo en primavera.
Sos los acordes que aprendiste para mí.
Sos el pasto recién cortado,
donde me acuesto,
cierro los ojos,
y viajo.

Sin siquiera dar un solo paso.


Viajo.
45
Hoy es tan domingo
y ayer
y hace tres días
y mañana.

No le tengo miedo a los domingos,


le tengo miedo al desamor,
al propio.

Ese que alguna vez amaga pero jamás se presenta,


por vergüenza, ante tanta vida.

En estos días tan domingo,


tan otoño,
veo caer hojas muertas
que hacen ruido
por la ventana.

Y en mi piel,
crecen las amapolas que sembraste
ese domingo de enero
en el último abrazo desnudo que nos dimos.
Que nos dimos justo a tiempo.
Y te extraño.
Claro que te extraño.
Como cualquier domingo de mates con mascabo.
Y, en la tele, una vez más,
“Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”.
Pero, esta vez, con recuerdos.
Muchos recuerdos.

Pero, esta vez, sin que me quede dormida, aunque


soñando.

Claro que te extraño.


Pero sonrío, en este miércoles tan domingo,
tan lunes, tan cualquier día del futuro
en el que voy a abrazarte.

Abrazarte tanto.
Tanto.

Sonrío, en esta espera,


que es esperanza.
En esta esperanza que es espera.
Y vos sonreís
y me abrazás todas las flores
porque aprendiste como yo
que amar es cuidar,
y cuidar,
es acariciar las alas del otro
para que siempre vuelen
al encuentro.

O para que simplemente vuelen


a donde puedan amar
de esta manera.
Todos los días.
Todos los domingos.
Todos los momentos.
46
Tu amor
me da más miedo
que el tren fantasma
que había en mi pueblo
cuando era pequeña.
Tan así,
de bajo presupuesto.
Lamentos fingidos
y caretas de cotillón.
47
No quiero que nadie me baje la luna.
Qué estupidez. Es tan preciosa ahí mismo donde
está.
No quiero que nadie cambie por mí.
Todos somos tan preciosos ahí donde somos.
Qué estupidez que alguien quiera amoldarnos.
Todos tenemos un lado oscuro.
Y es tan hermoso.
Tan, pero tan hermoso, que nadie lo ve.
O casi nadie.
Es tan hermoso.
Que se hace luz,
sin que se note de dónde viene.
48
Tu amor no espantó mis miedos,
pero iluminó tanto los rincones
donde se escondían
que casi no los veo,
y cuando aparecen charlamos
sobre los efectos de la luz del sol
y cosas de fantasmas abandonados.
49
Somos la ola que se rompe,
y después se hace mar,
se hace inmensidad y reflejo de la luna.
Somos ese momento roto
que avisa que después de eso
viene todo lo que nos mueve la vida.
Romperse para encontrarse
y luego ser,
para siempre.
50
Escribo
para escupir la astilla
que se me clavó en el alma
todas las veces que intenté
digerir parte de mi pasado.
Escribo
para abrazarme
las veces que el amor
se me sale del pecho
y deja en el camino
semillas para el futuro.
Escribo para no olvidarme
de todo lo que fui
y de todo lo que jamás
volveré a ser.

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