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Algunos niños se sorprendieron y algún adulto ocultó una risita tonta cuando
el conductor puso los pies en la calle y todos pudieron ver la pequeña
estatura de este, se sentaba sobre un cajón para poder ver por el parabrisas.
Haleb los ignoró y se dirigió al lateral del vehículo para bajarlo y descubrir así
un pequeño escenario que se apoyaba en dos patas que descendieron con la
tabla.
Fue en ese momento cuando el caballero se apeó ágilmente de la cabina y
dirigió sus pasos al pequeño escenario mientras hacía filigranas con su
bastón.
Abrió la tapa corrediza de la cajita y gritó —¡Ale hop!— los diferentes objetos
de feria comenzaron a moverse solos; el tiovivo giró, los balancines subieron
y bajaron, los trapecios se balancearon... La gente volvió a aplaudir.
Capítulo 1º
Monsieur Berdún y Haleb habían acampado a una distancia prudencial del
pueblo los dos estaban calentándose en una pequeña fogata mientras
contaban las ganancias del día.
—Muy bien, no nos sacará de pobres pero podremos comer caliente un día
más.—Se regocijaba el caballero ante las escuetas ganancias.
Como si estuviera de acuerdo Haleb se sirvió un poco más del estofado que
chapoteaba en la cazuela sobre el fuego. Ante un ruido inesperado giró la
cabeza y contempló la oscuridad de la que surgía una forma.
—¿Está dormida?— Esta vez era monsieur Berdún quien conducía con
cuidado de noche por el camino que la joven les había indicado.
—Nos ha dicho que su hermano está en Aran, en esta época del año la corte
se reúne allí, alrededor del palacio de verano. Quizás se trata de la hija de un
noble que viaja disfrazada con la ropa de una de sus sirvientas, quien sabe.—
Los dos hombres miraron al frente quizás imaginando que su brillante futuro
iluminaba la carretera por la que avanzaban.
Capítulo 2º
La niña no respondió, se limitó a bajarse del camión y entrar por las puertas
del palacio con los dos hombres asombrados detrás.
—¡¿El heredero?!
—No somos los adecuados alteza, si nos lo permitís debemos buscar al más
famoso de los médicos, referir el caso de su querido hermano y traer de
vuelta el maravilloso remedio que lo cure.
—Pero dijisteis...
—Mis remedios son para la gente sencilla del reino, no para el heredero al
trono, permitidme marchar cuanto antes en busca del socorro que vuestro
hermano necesita.— Haleb no seguía el razonamiento de su compañero.
En ese momento entró una mujer alta y delgada con un largo vestido de luto,
por su actitud se notaba que estaba acostumbrada a mandar.
- II -
Los dos volvieron junto al camión que parecía quejarse por el peso de la
comida que habían cargado en él.
Capítulo 3º
-I-
El camino que los dirige al oeste del reino no era muy bueno, aquella era una
zona despoblada con escasos pueblos debido a la falta de agua, en la que
sería fácil esconderse una temporada.
—No, definitivamente no hubiéramos podido ayudar.— Por fin rompió su largo
silencio el caballero, algo que alegró a Haleb que ya empezaba a
preocuparse.
—¡Soy yo!, Clara..., la princesa— Aclaró la joven, que había subido al camión
mientras este se cargaba de alimentos.
Haleb paró a un lado del camino y los dos hombres se bajaron de la cabina y
se dirigieron a la parte trasera.
—He decidido visitar con vosotros a todos esos médicos famosos.— Les dijo
decidida mientras la ayudaban a bajar de la parte trasera.
- II -
El camión había cambiado de rumbo y ahora avanzaba a paso firme hacia
el norte, donde vivía el más famoso de los médicos del reino, era tan famoso
que no se trasladaba para ver a ningún paciente por rico que esté fuera.
—No debemos descubrir qué se trata de una medicina para el príncipe, si no,
el precio se dispararía.— Explicaba el orondo caballero.
—¿Y cómo entrenaís a las pulgas para que hagan esos trucos?— cambio de
tema de la joven por algo que la tenía intrigada.
Capítulo 4º
-I-
Monsieur Berdún y sus acompañantes habían llegado a Lissburgo, la
segunda ciudad en importancia del reino tras la propia capital, una ciudad
industrial que supera en riqueza a la susodicha capital. Aquí era donde había
abierto consulta el médico más famoso del reino.
Monsieur Berdún había concertado una cita por teléfono con el galeno en
cuestión. No era difícil de encontrar pues en cualquier periódico aparecía su
pomposo anuncio:
La sala de espera era amplia, luminosa y muy bien decorada, con papel
estampado de colores sobrios muy a la moda que imperaba en la ciudad y
muebles de maderas nobles. Todo parecía querer ponderar la seriedad y la
riqueza del médico en cuestión.
—Es un caso muy singular, pero hay una clara sintomatología que
corresponde con una enfermedad infecciosa, un virus que afecta al sistema
respiratorio del paciente, le extenderé una receta, debe tomarla cada ocho
horas sin falta por espacio de una semana. Puede recoger su medicina en la
farmacia de aquí al lado.
La princesa estaba maravillada de que por fin alguien había dado con la
causa de la enfermedad de su hermano y no paró de darle las gracias
mientras se despedían. Monsieur Berdún interrumpió brevemente la
efusividad de la joven.— La infección del aparato respiratorio me recuerda a
un artículo reciente del doctor Linen de Hamburgo. Por supuesto lo ha leído.
Capítulo 5º
-I-
—Eso lo explicaría, pero al marcharme con la mosca tras la oreja le hice una
pequeña prueba, le pregunté por un tal doctor Linen de Hamburgo que me
acababa de inventar y aunque no afirmo conocerle, tampoco lo nego.—
Continuo explicando monsieur Berdún.
—Me gustaría volver a ponerle otra pequeña prueba, tan solo para
asegurarnos.
- II -
—Es un ataque de gota, sin duda. Elimine de su dieta las carnes rojas y por
supuesto nada de alcohol.— Dijo el doctor.
Los tres compinches miraban atentos las dos botellitas con la medicina que
les había recetado el doctor Gismundo.
Monsieur Berdún cogió resuelto las dos botellitas con ambas manos y dijo,
mientras se las acercaba a su nariz una después de la otra.
—Y huelen igual.
Por fin hizo acopio de su valor y echó un trago de una de las botellas, se pasó
con disgusto el líquido por la boca y luego lo trago, después hizo lo mismo
con el contenido de la otra.
-I-
No tardaron en llegar a una casita baja de las afueras, era una casa
tradicional de la zona pintada con alegres y vivos colores. Pasaron la verja y
entraron, dentro un hombre vestido también con vivos colores se les acercó.
El ayudante del curandero los guió a través de una cortina hasta una
habitación iluminada con muchas velas, demasiadas según la opinión del
caballero que había tenido malas experiencias con los incendios.
- II -
Capítulo 7º
-I-
—Es pronto para decirlo, quiero comprobar una cosa...— dijo Berdún
enigmáticamente.
- II -
—Muy bien, es un gran jefe muy cortés conmigo.— Dijo el ayudante antes de
dar un largo trago.
—Excelente, es muy importante tener un mentor que le valore a uno. Pero
beba, beba, no gaste cumplidos conmigo.
—La verdad, no me trata del todo bien. Es muy brusco y tiene un carácter
terrible.— Se sincero con tristeza su nuevo amigo.
—No lo sabe usted bien, les hace hacer auténticas tonterías a los clientes y
luego se divierte pensando en ello.
—Eso es, la gente es terrible...— El ayudante fue bajando la voz hasta caer
dormido.
Monsieur Berdún ya sabía lo que quería. Pago al Tabernero para que dejara
dormir al hombre y se marchó sintiéndose mal por el disgusto que se llevaría
la princesa.
Capítulo 8º
-I-
—Quizás yo pueda hacer algo.— Dijo monsieur Berdún. Lo que sirvió para
que Haleb le mirará con asombro y la princesa con alegría.
Haleb miraba a sus dos compañeros con incredulidad, no sabia cual de los
dos era el loco.
- II -
Monsieur Berdún obedeció pues había reconocido la imagen del propio rey
que publicaban los diarios en aquel hombre enjuto.
—No me andaré con rodeos, dicen que es un médico traído por mi hija para
curar al príncipe ¿qué pretende en realidad?
Capítulo 9º
-I-
El rey dejó que continuara sin decir nada. —Mi pretensión no es la de curar al
príncipe, si no la de tranquilizar a la princesa. Solo busco acompañarla a
sobrellevar este trance, sospecho que no tiene a nadie en quien apoyarse ya
que ha salido sola del palacio a buscar un remedio para su hermano, no debe
tener a nadie que le diga que es una locura.
- II -
Al día siguiente monsieur Berdún habló con los médicos y con los
cocineros, sacando en claro dos conclusiones:
Tras hablar con los encargados de cocina llegó a otra conclusión, el príncipe
era muy selectivo con sus comidas y los sirvientes demasiado permisivos con
sus caprichos. Sospechaba que la falta de variedad en sus comidas podría
ser la causa del problema.
Capítulo 10º
-I-
—No es cosa mía, tiene más que ver con la influencia de la princesa que
conmigo.— Contestó humilde el referido.
—No, no, no, insisto, es usted un verdadero sol.— Con una sonrisa de oreja a
oreja apoyó la mano en el hombro del caballero. El gesto no le pasó
inadvertido al hombre.
—Una persona como vuestra tía que no es amable por naturaleza solo trata
de forma tan cercana a alguien cuando cree conocer a esa persona o cuando
busca algo de ella, si me permitís la indiscreción.
—Conozco muy bien a mi tía y es tal cual decís, creo que le sonsacaré como
buenamente pueda.— Dijo resuelta la princesa.
- II -
Capítulo 11º
-I-
—Y fue tal cual me dijiste, me examino para ver si creía sus palabras,
¿miente mi tía al decir que está preocupada por la salud de mi hermano?—
Preguntó alarmada la princesa.
—No nos precipitemos, puede ser por otra causa, debemos investigar más.—
Monsieur Berdún intentaba sonar razonable con la joven, pero ya tenía la
mosca detrás de la oreja con respecto a la hermana del rey y sus cambios de
actitud.
- II -
—Debemos tender una trampa que no deje dudas sobre el asunto y que nos
permita salir indemnes si estamos equivocados. — Era con Haleb con quien
hablaba, aún no se atrevió a plantearle sus suposiciones a la princesa.
Haleb estaba detrás de las cortinas, cerca de la mesita y sobre todo cerca de
la mano de la mujer. —¡No te atrevas a tocarme!— Gritó ella cuando le
arrebataron el paquetito que sostenía. —¡Os denunciaré al rey!
Epilogo
Con la hermana del rey desterrada del reino y el príncipe mejorando día a
día llegó la hora de marcharse. La princesa se despedía de monsieur Berdún,
que junto a su destartalado camión se disponía a partir.
—¿Crees qué yo seré como mi tía cuando tenga un hijo? No quiero odiar a mi
hermano— Expuso la princesa.
—En modo alguno, vuestra tía quería egoístamente el trono para su hijo, vos
no sois una joven egoísta.— Berdún respondió de la mejor manera que supo.
—Pero yo como ella soy la mayor y no podré reinar, mis hijos no heredarán el
trono.— Dijo preocupada la niña.
—Vos queréis el bien de todos, nunca haríais daño a otros para obtener algo.
Quizás las leyes cambien, quizás seáis parte de la evolución del mundo,
nunca se sabe. Esperad lo mejor del futuro, pero vivid lo mejor del
presente.— El caballero se subió al vehículo e hizo un gesto de despedida a
la joven.