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Sumido en estos pensamientos, pas por un puesto de pasteles. Tenan una aspecto delicioso! Se qued
mirndolos, embelesado por el rico olor que desprendan e imaginando cmo sera el sabor de esos
bizcochuelos baados en almbar y chocolate.
Dos hombres pasaron por all y, viendo cmo se le caa la baba al humilde campesino, quisieron burlarse
de l; se le acercaron por la espalda y uno de ellos, el ms alto y espigado, inici la conversacin.
Se ve que estos bollos tienen buena pinta! Cuntos sera usted capaz de comerse?
El labrador se gir y les mir a los ojos. Se dio cuenta de que no tenan buenas intenciones, pero le daba
igual Era su oportunidad!
Me hablis a m? Sera capaz de comerme unos quinientos pasteles de esos.
Su compaero, que aunque era ms bajito tena la voz ronca como un trueno, se llev las manos a la
cabeza.
Quinientos? Madre ma, qu barbaridad! Eso es imposible!
Quieren apostar algo?
Los hombres se miraron divertidos y continuaron empeados en humillar al pobre infeliz. El primero que
haba hablado, acept:
Por supuesto! Qu propone?
Pues yo os apuesto que me comer quinientos pasteles. Si no lo consigo, dejar que me arranquen una
muela. A ver sta misma!
Lgicamente, el campesino seal con el dedo la muela que tanto le dola.
Los dos tipos se quedaron de piedra. Todos los que estaban contemplando la curiosa escena comenzaron a
rerse, pero esta vez de ellos. Abochornados, se alejaron de all a paso ligero, dejando atrs al perspicaz
campesino con la tripa llena, la boca curada y la moneda en el bolsillo.