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CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES AL CEREBRO


Y A LA ESTRATEGIA REPRODUCTIVA

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Aurelio José Figueredo Barbara H. Brumbach


The University of Arizona Oregon Health and Science University
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Jon A. Sefcek Dawn Hill


Kent State University The University of Arizona
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CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE
HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES
AL CEREBRO Y A LA ESTRATEGIA
REPRODUCTIVA

Aurelio José Figueredo, Geneva Vásquez, Barbara H. Brumbach,


Stephanie Schneider, Jon A. Sefcek, Ilanit R. Tal, Dawn Hill, Christopher
J. Wenner, y W. Jake Jacobs
University of Arizona, Estados Unidos de América

Reseña del capitulo


En este escrito describimos un programa de investigación
(Figueredo, Sefcek, Vasquez, Hagenah, King, & Jacobs, en prensa) en el
cual se desarrollaron modelos de variables latentes que identifican a un
constructo común único: el Factor K. Al parecer, éste subyace a una
buena cantidad de parámetros relacionados con la historia de vida.
Dichos parámetros incluyen un conjunto de conductas sexuales,
reproductivas, parentales y sociales. Basamos nuestro trabajo en la
presunción de que los genes proveen “programas” para el desarrollo del
cuerpo y del cerebro y que el cerebro estructurado, en interacción con los
problemas de adaptación que se presentan en el nicho ecológico en el
que nos desarrollamos todos, genera y provee estrategias que guían la
historia de vida de los individuos.

La co-morbilidad de las conductas llamadas “Problemas Sociales”


La literatura social y conductual indica que los rasgos
comportamentales que comúnmente se consideran como “problemas
sociales” ocurren en conjuntos. Por ejemplo, las personas que exhiben
conductas criminales y delictivas tienden además a consumir sustancias
tóxicas legales o ilegales, experimentan problemas familiares e
inestabilidad familiar, ausencia del padre, subempleo o desempleo, y
exhiben inestabilidad social, embarazo en la adolescencia, deserción
escolar y psicopatología.
La literatura en criminalidad, delincuencia, y abuso de drogas, por
ejemplo, documenta un conjunto de problemas sociales. La conducta
criminal y delincuente, junto con la reincidencia criminal juvenil (Cottle,
Lee, & Heilbrun, 2001), el pandillerismo, la deserción escolar, y el pobre
apoyo y supervisión paternas (Hunt, Myers, Davies, Davies-Meyers,
Grogg, & Neel, 2002) tienden a co-ocurrir, tal como lo hacen el abuso de
alcohol (Fischbein, & Folklander, 2000) y de drogas, el comportamiento
sexual de riesgo, la impulsividad, una baja auto-estima, la propensión
general al riesgo (Lejuez, Simmons, Aklin, Daughters, Dvir, 2004), así
como la historia de violencia familiar y las conductas violentas (Albus,
Weist, Perez-Smith, 2004). El examen de rasgos más específicos, dentro
de esta literatura, demuestra la existencia de relaciones positivas y altas
entre la búsqueda de sensaciones y los problemas con el alcohol, el uso
de alcohol, la negativa a utilizar preservativos y el fumar cigarrillos
(Robbins & Bryan, 2004). Más aún, la ausencia paterna tiende a co-
ocurrir con el bajo status socioeconómico, los estresores familiares, los
problemas de conducta, las relaciones parentales disfuncionales, la
precocidad sexual, el embarazo precoz y la maternidad juvenil y una
pobre paternidad, así como una deficiente ejecución académica,
desórdenes anímicos y de ansiedad, intentos de suicidio y actos
delictivos violentos (Ellis, Bates, Dodge, Fergusson, Horwood, Pettit, &
Woodward, 2003). Se han identificado y descrito conjuntos similares en
la literatura acerca del divorcio (Amato & Keith, 1991; McLanahan, &
Booth, 1989; O’Connor, Thorpe, Dunn, & Golding, 1999; Amato, 1996),
del maltrato infantil (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, & Stein,
2004; Widom, 1994; Perkins, & Jones, 2004; Moran, Vuchinich, & Hall,
2004; Dong, Anda, Felitti, Dube, Williamson, Thompson, Loo, & Giles,
2004), de la psicopatología (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, &
Stein, 2004; Lindsay, Smith, Law, Quinn, Anderson, Smith, & Allan,
2004; Mangina, Beuzeron-Mangina, Grizenko, 2000) así como en las
literaturas que examinan los problemas de las madres solteras, la
dependencia de la beneficencia pública, las dificultades del aprendizaje y
la delincuencia (ver por ejemplo, Allen, Philliber, & Herrling, 1997;
Voydanoff, & Donnelly, 1990; Murphey, & Braner, 2000).
En resumen, estas literaturas independientes describen de manera
consistente un cúmulo de correlaciones entre muchos rasgos humanos
comportamentales considerados como “problemas sociales”. Las teorías
disponibles no explican este cúmulo positivo o conjunto de problemas
sociales.

La Teoría de Historia de Vida como principio unificador.


Los datos arriba enunciados, en conjunción con la Teoría de
Historia de Vida (THV), una teoría de nivel intermedio que surge de la
biología evolucionista, guían el trabajo que describimos a continuación.
La THV sugiere que las especies que viven en ambientes impredecibles,
inestables e incontrolables, tienden a desarrollar conjuntos de rasgos
que se asocian a altas tasas de esfuerzo reproductivo, a una baja
inversión paterna, así como a cortos períodos intergeneracionales. Por lo
tanto, la THV tiene que ver con los efectos de la selección natural y
sexual que determinan cómo los organismos asignan recursos limitados
a la supervivencia y a la reproducción a lo largo de sus vidas (McArthur
& Wilson, 1967; Shennan, 2002).
La teoría es la base de un buen número de estudios que describen
las características que covarían con los intercambios entre la producción
de huevos y la inversión paterna. Estos estudios describen correlaciones
consistentes entre velocidad de maduración, longitud del período de vida,
encefalización, esfuerzo reproductivo y grado de cohesión social (Wilson,
1975; Eisenberg, 1981; Barash, 1982). El continuo r/K propuesto por la
Teoría de Historia de Vida representa un rango covariante de patrones de
conducta reproductiva relacionados con la fecundidad y la inversión
paterna. Los puntos finales de este continuo van de un extremo r (es
decir, un máximo de producción de huevos sin cuidado parental) a un
extremo K (es decir, una tasa mínima de nacimientos y un elaborado
cuidado parental) (Wilson, 1975; Bogaert, & Rushton, 1989).
La literatura describe a muchas y diferentes especies con
estrategias de historia de vida estereotípicas. Por ejemplo, el desarrollo
sexual en los conejos es muy rápido, éstos son notoriamente fértiles,
producen varias crías a la vez, y sufren de una alta tasa de mortalidad
dado que proveen muy poco cuidado parental. Tras alcanzar la madurez,
los conejos tienen una corta vida. En contraste, el desarrollo sexual de
los elefantes es lento, éstos producen pocas crías y ampliamente
espaciadas, y disfrutan de una baja mortalidad infantil porque brindan
muchos cuidados a sus crías. Después de alcanzar la madurez, los
elefantes viven mucho tiempo. En lo general, los seres humanos parecen
ser altamente seleccionados por K. El desarrollo sexual humano es lento,
esta especie produce solamente entre una o dos crías por embarazo, y
disfrutan de una relativamente baja tasa de mortalidad dado que, no
obstante que los humanos nacen indefensos, los adultos invierten un
cuidado substancial en sus crías.
Un gran número de teóricos evolucionistas, sin embargo,
argumentan que hay un grado substancial de variación individual en la
estrategia de historia de vida de los humanos. Dado que, comparados
con muchas otras especies, los humanos son altamente seleccionados
por K, cuando se aplica la THV a los seres humanos ésta a menudo se le
conoce como la Teoría “K Diferencial” (Rushton, 1985). Existe un intenso
debate teórico al respecto del grado de contribuciones ambientales y
genéticas a estas diferencias individuales (Belsky, Steinberg, & Draper,
1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Por ejemplo, los teóricos que
asumen una fuerte influencia ambiental en las estrategias de historia de
vida humana proponen que la ausencia del padre en el hogar durante la
niñez predispone a los individuos hacia una estrategia de vida baja en K.
En contraste, los teóricos que asumen fuertes influencias genéticas en
esa estrategia de vida predicen que un (voluntariamente) ausente padre
le pasa los genes a sus hijos, sesgándolos hacia una estrategia de
historia de vida de corto plazo. Sin tomar parte en este debate, nosotros
consideramos que los correlatos biológicos de este efecto incluyen a un
conjunto que se manifiesta en un desarrollo sexual relativamente rápido
y una fertilidad incrementada. Los correlatos psicológicos incluyen un
relativamente bajo apego adulto a parejas románticas y actitudes
sociales de explotación y manipulación más notorias. Los correlatos
conductuales involucran un bajo grado de cuidado a los propios hijos,
promiscuidad sexual, preferencia notoria por la variedad sexual,
comportamientos de riesgo y agresión social.
La investigación basada en las teorías de K Diferencial acerca del
desarrollo humano, y los trabajos de genética conductual relacionados,
describen diferencias individuales sustantivas en las características
biológicas y comportamentales indicativas de las diferencias en las
estrategias de historia de vida (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991;
Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Aun así, la mayoría de estos análisis
prueban hipótesis causales específicas utilizando análisis de correlación
univariados. Por lo tanto, estos no describen enteramente, ni explican el
patrón más amplio de correlaciones entre variables predicho por la THV.

Historia de vida y características psicosociales


Además de considerar las características biológicas básicas, tales
como la longevidad y la fecundidad, la THV predice que muchos rasgos
psicosociales se acumularán de manera no aleatoria. La teoría sugiere
que la selección natural y sexual combinará estos rasgos dentro de
compuestos funcionales, los cuales representarán estrategias
reproductivas co-adaptadas. Al aplicarse a la conducta humana la Teoría
de Historia de Vida establece que la selección natural y sexual configura
numerosos aspectos de las aproximaciones individuales a los problemas
de adaptación que presentan los ambientes físicos y sociales. Esta
selección hace que los rasgos psicosociales se entremezclen íntimamente
y que aparezcan en conjuntos. Por lo tanto, la THV predice que las
técnicas correlacionales múltiples detectarán los compuestos
funcionales, cognoscitivos, afectivos, y conductuales
Las características psicológicas fundamentales que se agrupan en
la parte “baja” del continuo de K Diferencial incluyen las consideraciones
de corto plazo, parejas numerosas, y una baja inversión paterna. En las
sociedades modernas estas características de baja K pueden
manifestarse como impulsividad, pensamiento a corto plazo,
promiscuidad, baja inversión paterna, poco apoyo social, rechazo a las
reglas sociales, y conductas de riesgo (Rushton, 1985, 1987; Ellis, 1988;
Rushton & Bogaert, 1988; Bogaert & Rushton, 1989). Las características
psicológicas fundamentales que se agrupan en la parte “alta” del
continuo de K Diferencial incluyen consideraciones a largo plazo,
emparejamiento selectivo, y un alto grado de inversión paterna. Dentro
de la sociedad moderna estas características altas en K se pueden
manifestar como pensamiento a largo plazo, monogamia, alta inversión
paterna, estructuras de apoyo social substanciales, adherencia a las
reglas sociales tales como la cooperación, el altruismo y la planeación al
futuro, y precaución al asumir riesgos.
Por lo anterior, la THV predice que las personas que son altas en
K: a) tendrán pocos descendientes; b) invertirán más tiempo y energía en
sus hijos; c) se comprometerán más con relaciones a largo plazo, d)
pensarán más en términos de beneficios a largo plazo que en las
ganancias a corto término; e) harán más planes para el futuro de sus
hijos (amasando más recursos o proveyendo los medios que les permitan
a sus hijos mejorar su status social); y f) practicarán comportamientos
que coincidan con las normas de las sociedades industrializadas
modernas; más que con aquellas que son bajas en K.
En teoría, los individuos que evolucionaron con características
genéticas en cualquier extremo del continuo de K Diferencial poseerán
sistemas de valores y características de personalidad que los sesgarán
hacia esas características. Por supuesto, el grado en el cual se
manifestarán esas características depende de circunstancias de
desarrollo y ambientales, como la riqueza económica, las influencias
culturales, las instituciones sociales inmediatas y obstáculos físicos
(Heath & Hadley, 1998).

Trabajo empírico
Nuestro programa de investigación en proceso (Figueredo et al., en
prensa) involucra el desarrollo de una serie de modelos de variables
latentes con los cuales se identifica un factor común, el Factor K, el cual
subyace a una variedad de parámetros de historia de vida, que incluyen
conjuntos de conductas sexuales, reproductivas, parentales y sociales.
Con el fin de probar la hipótesis de que un factor común único
subyace a las variaciones en la estrategia de historia de vida humana,
primero creamos una batería de medidas para muestrear varios
indicadores conductuales de estrategia de historia de vida. Después,
aplicamos la batería a 222 estudiantes de la Universidad de Arizona
(Figueredo, Vásquez, Brumbach, Sefcek, Kirsner, & Jacobs, 2005). Un
análisis factorial de estas medidas produjo un factor común único que
explicó el 92% de la varianza confiable. Denominamos a este constructo
el Factor K. La Tabla 1 muestra el patrón factorial.

Tabla 1. Cargas en el Factor K


Apego/Inversión del Padre Biológico .36
Apego/Inversión de Otra Figura -.36
Paterna
Apego Adulto a la Pareja Romántica .38
Esfuerzo de Apareamiento -.51
Maquiavelismo -.58
Tomar Riesgos -.41

Al correlacionar este Factor K con factores tradicionales de


personalidad evitamos hacer asociaciones específicas con inventarios
particulares de personalidad, por lo que aplicamos tres de los inventarios
principales, el NEO-FFI (Costa, & McCrae, 1992), el EPQ-R (Eysenck &
Eysenck, 1975), y el ZKPQ (Zuckerman, Kuhlman, Joireman, Teta, &
Kraft, 1993), a la misma muestra de estudiantes. Ejecutamos un análisis
factorial de orden superior para crear factores comunes atajando la
diferencias entre los inventarios particulares de personalidad. Con eso
obtuvimos tres factores comunes, el Gran N (de Neuroticismo), el Gran E
(de Extroversión), y el Gran P (de Psicoticismo), los que explicaron
virtualmente el 100% de la varianza confiable. Esta fue en esencia una
replica de los resultados publicados previamente por Zuckerman et al.
(1993). La Tabla 2 exhibe el patrón factorial con rotación oblicua
(Promax). Las cargas factoriales salientes se resaltan en letras negritas.
La Tabla 3 muestra las correlaciones interfactoriales.

Tabla 2. Gran N Gran E Gran P


Neuroticismo (NEO-FFI) .81 -.07 .04
Neuroticismo (EPQ-R) .87 .03 -.02
Neuroticismo/Ansiedad .88 .05 .03
(ZKPQ)
Extraversión (NEO-FFI) -.10 .80 -.10
Extraversion (EPQ-R) -.10 .79 .10
Sociabilidad (ZKPQ) .17 .78 -.05
Diligencia (NEO-FFI) -.23 -.02 -.49
Agradabilidad (NEO-FFI) .00 .28 -.62
Psicoticismo (EPQ-R) -.12 -.06 .66
Impulsividad/La Búsqueda -.08 .36 .62
de Sensaciones (ZKPQ)
Agresión/Hostilidad (ZKPQ) .16 .04 .58
Tabla 3. Gran N Gran E Gran P
Gran N 1.00 -.34 .22
Gran E -.34 1.00 -.06
Gran P .22 -.06 1.00

Las correlaciones bivariadas del Factor K con los factores de


personalidad de segundo orden de -.24 para la Gran N y -.67 para Gran
P fueron significativas y la .12 para Gran E se aproximó a serlo. La alta
correlación negativa del Factor K con Gran P apoya también la predicción
de Zuckerman y Brody (1988) en el sentido de que el Psicoticismo es más
relevante para K que lo que lo es el Neuroticismo o la Extroversión. Más
aún, la correlación bivariada del Factor K con Sexo fue de -.24, lo que
denota puntajes más bajos de K para los hombres, pero no se
correlacionó con Edad en esta muestra de rango etario restringido. La
media más baja de K para los hombres es consistente con lo que predice
la teoría y lo que se ha documentado empíricamente en torno a las
diferencias sexuales en la estrategia reproductiva (Trivers, 1972).
Realizamos entonces una réplica constructiva en el Norte de
México (Hermosillo, Sonora) con una muestra de 164 adultos con hijos
propios (Tal, Hill, Figueredo, Frías-Armenta, & Corral-Verdugo, 2005),
utilizando varias escalas derivadas de la National Survey of Midlife
Development in the United States (MIDUS) (Brim, Baltes, Bumpass,
Cleary, Featherman, Hazzard, Kessler, Lachman, Markus, Marmot,
Rossi, Ryff, & Shweder, 2000) – traducida, con autorización, al español –
en combinación con otros instrumentos ya publicados (Figueredo,
Corral-Verdugo, Frías-Armenta, Bachar, White, McNeill, Kirsner, &
Castell-Ruiz, 2001). Al igual que antes, se obtuvo un factor común que
explicó el 92% de la varianza confiable. La Tabla 4 exhibe este patrón
factorial.

Tabla 4. Cargas en el Factor K


Calidad de la relación Madre y Padre .42
Calidad de la Relación Niños .45
Contacto Familiar y Apoyo Social .51
Contacto con Amigos y Apoyo Social .58
Altruism General .26
Propensión a Planear a Largo Plazo .34

Estos análisis preliminares con muestras pequeñas demostraron la


presencia de un factor latente único que subyace a la variación
individual. Además, los análisis demuestran que el Factor K presenta
cierta validez transcultural.
En un estudio más reciente (Figueredo, Vásquez, Brumbach, &
Schneider, 2005a), seleccionamos datos de una sub-muestra de 2095
personas (que eran padres en ese momento) de los datos de niños
individuos (no gemelos) de la muestra del MIDUS (Brim et al., 2000).
Utilizamos 20 escalas con los reactivos que correspondían a las
dimensiones que, hipotetizamos, serían indicadores del Factor K, cada
uno de los cuales tenía una aceptable consistencia interna (medida con
el alfa de Cronbach). El análisis Factorial reveló un factor común único
que explicó el 70% de la varianza confiable. La Tabla 5 muestra la validez
convergente de cada una de estas medidas relacionadas con el Factor K.

Tabla 5. Cargas en el Factor K


Calidad de la Relación Madre .40
Calidad de la Relación Padre .38
Calidad de la Relación Marital .37
Calidad de la Relación Niños .39
Apoyo Familiar .46
Altruismo Hacia Parientes .34
Apoyo de Amigos .48
Altruismo Hacia No Parientes .61
Calidad de Relación Cercana .45
Creencias Comunitarias .49
Religiosidad .27
Status Financiero .43
Control de Salud .34
Agencia .40
La Búsqueda de Consejo .24
Previsión/Anticipación .53
Perspicacia Hacia el Pasado .49
Control Primario/Persistencia .62
Reconsideración Flexible/Positiva .61
Autodirección/Planeación .63

Una estrategia de historia de vida asigna los recursos materiales y


bioenergéticos de un individuo a las demandas competitivas de
supervivencia y reproducción. El Esfuerzo Somático sujeta la primera
dimensión de este intercambio en un extremo, mientras que el Esfuerzo
Reproductivo ancla el otro extremo. El Esfuerzo Somático se refiere a los
recursos dedicados a la continua supervivencia del individuo, mientras
que el Esfuerzo Reproductivo se relaciona con los recursos dedicados a la
producción de nuevos organismos, en tanto vehículos de supervivencia
de los genes del individuo. La segunda dimensión de este intercambio
divide, a su vez, el Esfuerzo Reproductivo. El Esfuerzo de Apareamiento
ancla un extremo de este continuo, y el Esfuerzo Parental lo hace con el
otro. El Esfuerzo de Apareamiento se refiere a los recursos encaminados
a obtener y retener compañeros sexuales, mientras que el Esfuerzo
Parental tiene que ver con los medios dedicados a realzar la
supervivencia de la prole. Una Estrategia de historia de vida seleccionada
por K le asigna al Esfuerzo Somático, más que al Reproductivo, los
recursos materiales y energéticos del individuo; y más al Esfuerzo
Parental que al de Apareamiento. Por lo tanto, enfatiza la supervivencia
de los organismos individuales (ya sea uno mismo o la prole) más que la
producción de nuevos organismos. La teoría, entonces, predice que los
individuos altos en K manifestarán esas asignaciones en una mejor
aptitud fenotípica (más que genotípica). Debido a esto, los individuos
altos en K debieran ser más viables en varios indicadores de salud
general, en la estabilidad de su desarrollo, y en su funcionamiento
mental y físico, comparados con los individuos bajos en K.
Considerando estas predicciones, construimos otro factor común,
el Factor de “Covitalidad” (Weiss, King, & Enns, 2002), a partir de las
escalas del MIDUS, con el fin de medir los efectos predichos de los
Esfuerzos Somáticos y Parentales incrementados. La Tabla 6 muestra el
patrón factorial de este constructo adicional. Es más, la Teoría de
Indicadores de la Aptitud (“Fitness Indicator Theory”; Miller, 2000)
establece que una “Covitalidad” incrementada debiera exhibirse también
conductualmente manifestándose en rasgos mentales seleccionados
sexualmente. Por lo tanto, llevamos a cabo un análisis factorial de las
escalas del MIDUS para los “Cinco Grandes” factores de personalidad
con el fin de obtener un constructo de personalidad de orden superior;
éste se muestra en la Tabla 7. Las correlaciones divariadas entre el
Factor K, el Factor de Covitalidad, y este factor general de Personalidad
se presentan en la Tabla 8. Todas las correlaciones son estadísticamente
significativas.

Tabla 6. Cargas en Factor Covitalidad


Bienestar Subjetivo .64
Afecto Negativo -.76
Afecto Positivo .74
Salud General .54
Síntomas Médicos -.43

Tabla 7 Cargas en Factor Personalidad


Apertura a la Experiencia .58
Diligencia .47
Extraversión .72
Agradabilidad .65
Neuroticismo -.23

Tabla 8. Factor K Covitalidad Personalidad


Factor K 1.00
Factor de Covitalidad .50 1.00
Factor de Personalidad .66 .36 1.00
Notamos dos hechos relevantes que previamente no se habían
relacionado: [1) Dos modelos de personalidad ostensiblemente
establecidos, tales como el Modelo de Cinco Factores (Costa & McCrae,
1992) y el de “Tres Gigantescos” (Eysenck & Eysenck, 1975) generan
dimensiones de personalidad de orden superior (Zuckerman, Kuhlman,
Joireman, Teta, & Kraft, 1993; Digman, 1997) y (2) ciertos perfiles de
factores tradicionales de personalidad pueden reflejar las preferencias de
emparejamiento y las estrategias de historia de vida reproductiva de los
individuos (Buss, 1989, 1991, 1997 1999). Por ejemplo, cuando se
substrae el auto-reporte de personalidad de un individuo, de la
descripción de su “pareja romántica ideal”, esta pareja ideal se califica
significativamente mejor que el propio individuo en las dimensiones de
Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y se califica significativamente
más abajo que uno mismo en Neuroticismo (Figueredo et al., en prensa;
Figueredo, Sefcek, & Jones, 2005). En un estudio relacionado, Vásquez
(2004) encontró un factor de orden superior utilizando el NEO-FFI (Costa
& McCrae, 1992), el cual cargaba de manera sobresaliente y positiva en
Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y de manera negativa en
Neuroticismo. El mismo autor (Vásquez, 2004) también reporta que el
Inventario de Valor de la Pareja (“Mate Value Inventory”; Kirsner,
Figueredo, & Jacobs, 2003) se correlacionaba significativa y
positivamente (.50) con este constructo de personalidad general. Estos
resultados confirman que un factor de orden superior indica el valor de
pareja percibido, tal y como lo señala la teoría. Más aún, el constructo de
orden superior que derivamos a partir de la escala MIDUS para los
“Cinco Grandes” converge cercanamente con este perfil de personalidad y
factor de orden superior de “pareja romántica ideal”, descrito en
investigaciones previas.
Con el fin de determinar si el Factor de Covitalidad y este otro
Factor General de Personalidad eran indicadores de la estrategia de
historia de vida, tal y como lo sugerían las consideraciones teóricas, los
analizamos factorialmente, junto con el Factor K, y obtuvimos un único
factor de orden superior, al que le llamamos el Factor “Super K”, el cual
virtualmente explicó toda su varianza confiable. El patrón factorial de
este Factor “Super K” se muestra en la Tabla 9. El hallazgo apoya la
hipótesis de que una estrategia de historia de vida alta en K predice las
consecuencias de salud física y mental que ocasiona un gran esfuerzo
parental y somático. También, que esta estrategia se manifiesta en el
despliegue de rasgos mentales sexualmente seleccionados.

Tabla 9. Cargas en el Factor Super K

Factor K .80
Factor de Covitalidad .55
Factor de Personalidad .72

La teoría de la Historia de Vida predice además correlaciones


significativas y positivas entre el Factor K y otras variables socialmente
importantes. Para investigar esta predicción, correlacionamos el Factor K
con un conjunto de variables con las que se esperaba que éste covariara.
Un buen número de autores, por ejemplo, argumenta que la presencia,
en la niñez, de un padre biológico afecta la estrategia de historia de vida
adulta (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000).
Al analizar nuestros datos encontramos que el Factor K se
correlacionaba significativamente (.12) con la presencia del padre
biológico durante la niñez. Este hallazgo es consistente con informes de
estudios previos que investigaron los efectos de la ausencia del padre en
diversas estrategias de emparejamiento. Pero además, lo mismo apoya la
predicción de que el involucramiento e interacción con el padre biológico
en la niñez afecta las estrategias de historia de vida en la adultez.
Debido a tales correlaciones significativas de la historia de vida con
las variables familiares y sociales, es importante considerar la “Teoría del
Privilegio Social” (Gottfredson, en prensa) como una hipótesis alternativa
de la existencia de y la asociación entre estos conjuntos de rasgos de
historia de vida. La Teoría del Privilegio Social es la visión sociológica de
que factores socioculturales como la estratificación social basada en el
sexo, la raza, y la clase social pueden determinar muchas cosas (tales
como la varianza en habilidades mentales y la condición de salud) que
los psicólogos diferenciales normalmente las atribuyen a las diferencias
individuales (Gottfredson, en prensa; Arrow, Bowles, & Durlauf, 2000;
Kawachi, Kennedy, & Wilkinson, 1999; Kerckhoff, 2000; Wilkinson,
1996). Por ejemplo, La versión de “Ventajas de Familia” de la Teoría de
Privilegio Social sostiene que las ventajas y desventajas de la clase social
se transmiten en las familias a través de la provisión de oportunidades
durante el desarrollo. Los defensores de esta visión proponen que se
podrían disolver las ligas que se observan entre los productos de los
padres y de los hijos al hacer equitativas las oportunidades sociales.
Con el fin de controlar los posibles efectos de la estratificación de
dichos factores socioculturales, se utilizaron modelos de regresión
jerárquica para residualizar (ajustar estadísticamente) los 30 rasgos de
historia de vida en el sexo, la raza, los ingresos financieros totales
propios, del(a) esposo(a) y de todos los miembros de la familia durante
los pasados 12 meses, así como el máximo nivel educativo alcanzado por
la persona y su esposo(a). Repetimos entonces la serie completa de
análisis factoriales arriba reportados considerando estas variables
residualizadas.
Aunque virtualmente todos los modelos de regresión múltiple
fueron estadísticamente significativos para este conjunto de predictores
socioeconómicos y demográficos, la cantidad de varianza colectivamente
explicada por cada modelo de regresión se colocó entre el 10% y,
usualmente, mucho menos que eso. Adicionalmente, los pesos factoriales
de los factores K, de Covitalidad y de Personalidad en los rasgos de
historia de vida residualizados no se atenuaron de manera apreciable
debido a esta manipulación estadística, ni tampoco las correlaciones
entre ellos o con el Factor Super K de orden superior. De hecho, los
parámetros factoriales virtualmente no se modificaron, o mejoraron
levemente. Por ejemplo, la varianza explicada por el Factor K se
incrementó de un 70% a un 72% como consecuencia de este
procedimiento. En resumen, la Teoría del Privilegio Social no puede
explicar ni al Factor K ni a ninguna de sus correlaciones adicionales con
Covitalidad y Personalidad que constituyen al Factor Super K. En todo
caso, el remover varias fuentes posibles de varianza extraña mejora el
ajuste del modelo multivariado a los datos.
Replicamos recientemente estos resultados, utilizando la
submuestra genéticamente informativa de gemelos monocigóticos y
dicigóticos del MIDUS (Figueredo, Vásquez, Brumbach, & Schneider,
2005b). El Factor K de 20 escalas, construido de la misma manera que
los datos de personas no gemelas – ignorando inicialmente el hecho de
que los participantes eran gemelos – explicó el 72% de la varianza
confiable de los datos de los gemelos. También se replicaron el Factor de
Covitalidad de 5 escalas y el Factor de Personalidad de 5 escalas, los
cuales explicaron virtualmente toda la varianza confiable de sus escalas
constituyentes. Además, se replicaron las correlaciones bivariadas
significativas entre el Factor K, el Factor de Covitalidad y el Factor de
Personalidad con los datos de los gemelos, así como el Factor Súper K de
orden superior que incluyó a esos tres factores comunes. Todos los
parámetros del modelo para los datos de los gemelos resultaron ser casi
idénticos a los obtenidos al utilizar los datos de los no gemelos. Estos
hallazgos replicados no se reproducen aquí en formato tabular para
evitar la redundancia. La evaluación de la Teoría del Privilegio Social a
través de la residualización en el conjunto de predictores
socioeconómicos y demográficos también se repitió en los datos de los
gemelos, con idénticos resultados. La teoría del Privilegio Social, como
hipótesis alternativa, no explica los patrones de correlación entre estos
rasgos de historia de vida en los gemelos.
Se aplicó la fórmula Falconer (1989) para estimar las
heredabilidades univariadas y bivariadas. Esto se hizo utilizando sólo los
datos de los 309 gemelos dicigóticos del mismo sexo, para
comparabilidad máxima con los datos de 333 gemelos monocigóticos
necesariamente del mismo sexo, que se habían criado juntos al menos
durante los primeros 12 años de vida. La matriz de varianza-covarianza
genética que se obtuvo se modeló factorialmente. La Tabla 10 exhibe las
heredabilidades (h2) y las cargas factoriales genéticas que obtuvo el
Factor K Genético, el cual explicó el 61% de la varianza de sus escalas
constituyentes.

Tabla 10. Heredabilidad Cargas en el Factor


(h2) K
Calidad de la Relación Madre .42 .88
Calidad de la Relación Padre .51 .67
Calidad de la Relación Marital .42 .61
Calidad de la Relación Hijos .12 .91
Apoyo Familiar .37 .89
Altruismo Hacia Parientes .13 .75
Apoyo Amigos .31 .85
Altruismo hacia No Parientes .33 .88
Calidad de Relación Cercana .34 .82
Creencias Comunitarias .33 .99
Religiosidad .37 .50
Status Financiero .12 .74
Control de Salud -.03 -
Agencia .41 .75
La Búsqueda de Consejo .14 .04
Planeación/Anticipación .55 .68
Perspicacia Hacia el Pasado .10 .76
Control Primario/Persistencia .43 .97
Reconsideración Positiva .65 .75
Autodirección/Planeación .39 .77

La Tabla 11, a su vez, muestra las heredabilidades (h2) y los pesos


factoriales genéticos que produjeron los indicadores del Factor de
Covitalidad Genético, que explicó el 85% de la varianza de las escalas
que lo constituyeron. La Tabla 12 incluye las heredabilidades (h2) y pesos
factoriales genéticos de los indicadores del Factor de Personalidad
Genético, el cual explicó el 55% de la varianza de sus escalas.

Tabla 11. Heredabilidad Cargas en Factor


(h2) Covitalidad Genético
Bienestar Subjetivo .41 .91
Afecto Negativo .35 -.92
Afecto Positivo .46 .89
Salud General .21 1.05
Síntomas Médicos .33 -.89

Tabla 12. Heredabilidad Cargas en Factor


(h2) Personalidad
Genético
Apertura a la Experiencia .39 .67
Diligencia .40 .70
Extraversion .69 .91
Agradabilidad .55 .83
Neuroticismo .52 -.38

Se observan en la Tabla 13 las correlaciones genéticas


significativas, y muy altas, entre el Factor K Genético, el Factor de
Covitalidad Genético, y el Factor de Personalidad Genético. Por ultimo, la
Tabla 14 muestra las heredabilidades (h2) y cargas factoriales genéticas
de los indicadores del Factor Súper K Genético, el cual explicó el 82% de
la varianza en sus escalas constituyentes. La heredabilidad estimada del
Factor Súper K Genético en total fue de .68.

Tabla 13. Factor K Covitalidad Personalidad


Genético Genético Genético
Factor K Genético 1.00
Factor Covitalidad Genético .69 1.00
Factor Personalidad Genético .78 .70 1.00

Tabla 14. Heredabilidad Cargas en Súper K


(h2) Genético
Factor K Genético .65 .92
Factor Covitalidad Genético .52 .86
Factor Personalidad Genético .59 .92

Sólo dos de las escalas del MIDUS probadas, Control de la Salud y


La Búsqueda de Consejo, no produjeron cargas salientes en el Factor K.
Control de la Salud tuvo un estimado Falconer de heredabilidad
negativo, el cual fue virtualmente igual a cero, por lo que no pudo
incluirse en el modelo factorial. La Búsqueda de Consejos produjo una
heredabilidad positiva pero muy baja y se estimó con un peso factorial
muy pequeño cargando en el Factor K. Todas las escalas del MIDUS que
conformaron los Factores Genéticos de Covitalidad y de Personalidad
produjeron heredabilidades positivas (no cero) y cargas factoriales
salientes, aunque algunas de esas cargas se dieron en la dirección
negativa esperada. Salud General tuvo un estimado de heredabilidad
Falconer fuera de rango, que fue virtualmente igual a uno. Sin embargo,
no es raro encontrar un peso factorial genético casi perfecto de Salud
General en el Factor de Covitalidad.
En lo general, los pesos factoriales genéticos fueron mayores que
las cargas factoriales fenotípicas. Pero más aún: los estimados de
heredabilidad para las escalas individuales resultaron ser substanciales,
pero los de los factores comunes genéticos fueron apreciablemente
mayores. Estos resultados sugieren que el mismo conjunto de genes
pleiotrópicos influye considerablemente en cada una de los rasgos de
historia de vida medidos. Este hallazgo respalda la hipótesis de que la
estrategia de historia de vida se encuentra predominantemente bajo el
control de genes regulatorios que coordinan la expresión de un conjunto
completo de rasgos de historia de vida. Se presume que se requiere el
control genético común para integrar estos elementos tácticos
individuales dentro de una estrategia reproductiva consistente
internamente.
La existencia hipotetizada de dichos genes regulatorios de orden
superior no descarta una interacción adaptativa con el ambiente. Es muy
probable que la expresión de estos genes regulatorios sea condicional, es
decir, que esté sujeta a disparadores ambientales. La selección natural y
sexual presumiblemente favorecería una suficiente plasticidad en el
desarrollo, controlando la estrategia de historia de vida para responder a
un conjunto de contingencias adaptativas presentes de manera
fehaciente en la historia de la evolución humana. Nuestros resultados
son consistentes con esta aseveración, ya que indican que una parte
substancial de la variación en los rasgos de historia de vida se encuentra
bajo el control del ambiente.
Con el fin de distinguir entre varianza ambiental verdadera y el
error de medición residual substrajimos la heredabilidad a partir de la
confiabilidad (medida con el alfa de Cronbach) de cada uno de los
indicadores de los Factores K, Covitalidad y Personalidad. La Tabla 15
muestra la ambientalidad total, que incluye tanto los efectos ambientales
compartidos como los no compartidos de cada uno de los indicadores
convergentes del Factor K en sensu stricto.

Confiabilidad Ambientalidad
Tabla 15 (α) (α - h2)
Calidad de la Relación Madre .83 .41
Calidad de la Relación Padre .87 .36
Calidad de la Relación Marital .95 .53
Calidad de la Relación Hijos .81 .69
Apoyo Familiar .74 .37
Altruismo Hacia Parientes .65 .52
Apoyo Amigos .84 .53
Altruismo hacia No Parientes .86 .53
Calidad de Relación Cercana .71 .37
Creencias Comunitarias .70 .37
Religiosidad .90 .53
Status Financiero .69 .57
Control de Salud .69 .72
Agencia .80 .39
La Búsqueda de Consejo .58 .44
Planeación/Anticipación .78 .23
Perspicacia Hacia el Pasado .66 .56
Control Primario/Persistencia .75 .32
Reconsideración Positiva .80 .15
Auto-Dirección/Planeación .75 .36

Las ambientalidades totales, con los efectos compartidos y no


compartidos de los indicadores convergentes del Factor de Covitalidad se
exhiben en la Tabla 16. Estos son algo más bajos.

Tabla 16. Confiabilidad Ambientalidad


(α) (α - h2)
Bienestar Subjetivo .72 .31
Afecto Negativo .88 .53
Afecto Positivo .91 .45
Salud general .70 .49
Síntomas Médicos .66 .33

La Tabla 17, que muestra las ambientalidades totales, con los


efectos ambientales compartidos y no compartidos de los indicadores
convergentes del Factor de Personalidad, son los más bajos, pero aún así
son mayores a cero. Aparentemente, los efectos genéticos predominan.

Tabla 17. Confiabilidad Ambientalidad


(α) (α - h2)
Apertura a la Experiencia .74 .35
Diligencia .58 .18
Extraversion .79 .10
Agradabilidad .81 .26
Neuroticismo .75 .23

Estos resultados señalan la existencia de un factor común latente


único, altamente heredable (el Factor K) que, tal y como lo predice la
teoría ecológica evolucionista, subyace tanto a las covarianzas fenotípicas
como a las genéticas en un amplio conjunto de rasgos de historia de vida
conductual y cognitivos. Adicionalmente, los resultados piloto indican
que el Factor K se asocia significativamente a un compuesto de
indicadores de salud mental y física (la “Covitalidad”); se correlaciona con
un factor general derivado de las “Cinco Grandes” dimensiones de la
personalidad, lo que quizá refleje las características percibidas de un
alto valor de pareja o a una pareja romántica “ideal”; y se asocia
significativamente a la relación que uno tiene con el propio padre
biológico y quizá a otras experiencias de la niñez. Aun más, estos
resultados indican que una porción substantiva de estas correlaciones
fenotípicas son de naturaleza genética.

La Relación de la Estrategia de Vida con las Conductas denominadas


“Problemas Sociales”
Para relacionar de manera más directa este trabajo con los datos
empíricos de la co-morbilidad de las conductas socialmente
problemáticas, que citamos previamente, llevamos a cabo otro estudio en
el que relacionamos explícitamente el Factor K con dicho complejo de
rasgos. Aplicamos una batería de cuestionarios que medían un conjunto
de constructor teóricos relacionados a una muestra de 35 estudiantes de
la Universidad de Arizona.
Usamos una versión corta de medición de la Conducta
Delincuente, la D-20, extraída de un conjunto mucho más amplio de
reactivos utilizados por Charles y Egan (en prensa). Tales datos fueron
usados para seleccionar los mejores reactivos, por medio de un “análisis
de extensión”, el cual inicia con las características esenciales más
comunes de la delincuencia, identificadas por un psicólogo forense
experimentado (el profesor Vincent Egan de la Glasgow Caledonian
University). Complementamos lo anterior con una medida revisada de
Conductas de Riesgo, basada en el Life Experiences Questionnaire (LEQ),
desarrollado originalmente por Zuckerman y Kuhlman (2000). Esta
medida muestreó conductas de riesgo en diversos dominios, incluyendo
ingestión de alcohol y de drogas, fumar, actividad sexual sin protección,
conducción punible, y apuestas. También creamos una medida depurada
de conductas impulsivas clasificando reactivos de diversos cuestionarios
ya existentes, como el Plan de Auto-Control (Rosenbaum, 1980), el
Cuestionario de Auto-Control (Rehm, 1988), y la Escala de Impulsividad
Barrett (Barrett, 1983) en dos listas compuestas de Conductas
Impulsivas (sensu stricto) y reactivos de Control de Impulsos,
respectivamente. Esto también produjo una medida separada de Control
de Impulsos, distinta de la de Conducta Impulsiva per se.
Posteriormente realizamos un análisis factorial de las medidas de
las Conductas Delincuentes, Conductas de Riesgo, y Conductas
Impulsivas. En las tres medidas encontramos que un factor común único
explicaba virtualmente el 100% de la varianza confiable. La Tabla 18
exhibe el patrón factorial de este constructo, al que denominamos Factor
de Riesgo, para ser consistentes con la teoría criminológica (Gottfredson
& Hirschi, 1990).

Tabla 18. Cargas en el Factor de Riesgo


Conductas Delincuentes .90
Conductas de Riesgo .89
Conductas Impulsivas .69

Relacionamos este Factor de Riesgo con una medida reducida de


20 reactivos del Factor K, a la que le llamamos Mini K, basada en todo el
trabajo previo reportado para los indicadores convergentes de estrategia
de historia de vida. Encontramos que, como lo predice la Teoría de
Historia de Vida, el Factor de Riesgo se correlacionó significativa y
negativamente (-.49) con el Factor K. El Factor de Riesgo también se
relacionó significativa y negativamente (-.40) con la medida
independiente de Control de Impulsos, producida al clasificar reactivos
de los distintos cuestionarios pre-existentes. Además, como lo anticipaba
la teoría, el Factor K se correlacionó significativa y positivamente (.64)
con esta medida independiente y depurada de Control de Impulsos.
También creamos una medida depurada de Impulsividad
aproximadamente basada en los Siete Pecados Capitales, a la que
denominamos la escala de “Tentación de Jake.” Esta escala les requiere a
los participantes que estimen cuántas veces en las pasadas dos semanas
experimentaron la tentación de involucrarse en conducta impulsiva,
independientemente de que hayan o no actuado basado en esos
impulsos. Todas esas tentaciones eran conductas con beneficios a corto
plazo pero con costos a largo término.
La inclusión de esta escala nos posibilitó la construcción y la
prueba de un modelo lineal general para predecir conductas impulsivas,
de riesgo y delictivas, basándonos en los presuntos procesos oponentes
de impulsividad cruda y control de impulsos. Al correr un modelo lineal
general del Factor de Riesgo considerando como predictores a la
Tentación de Jake, el Control de Impulsos, y su interacción, obtuvimos
efectos principales significativos y opuestos de excitación e inhibición
conductual. No hubo, sin embargo, interacción estadística significativa
entre los supuestos procesos oponentes.
Además, el hacer esto nos permitió probar la validez incremental
del Factor K sobre el Control de Impulsos. Al agregar de manera
jerárquica el Control de Impulsos antes de agregar el Mini K en el modelo
lineal general, obtuvimos un efecto incremental significativo del Factor K,
por encima del de Control de Impulsos, al predecir el Factor de Riesgo.
Esto indicó que el Factor K tuvo efecto directo en el Factor de Riesgo, que
no fue mediado por Control de Impulsos. El Control de Impulsos
simplemente puede representar una característica más, entre otras, de
los individuos altos en K y podría correlacionarse de manera espuria con
el Factor K, al menos parcialmente. La mediación parcial es también
posible, aunque permanece un efecto directo residual del Factor K que
no lo explica enteramente un alto Control de Impulsos.
Dando un siguiente paso, probamos la validez incremental de
Control de Impulsos sobre el del Factor K. Al agregar de manera
jerárquica, en el modelo lineal general, el Mini K antes de Control de
Impulsos, de nuevo obtuvimos un efecto principal significativo pero no
un efecto incremental principal significativo de Control de Impulsos al
predecir el Factor de Riesgo. Lo anterior nos indicó que el Factor K
pudiera suprimir de manera directa las conductas impulsivas, riesgosas
y delictivas y que este efecto no es simplemente una influencia indirecta
del Control de Impulsos. El modelo de regresión más parsimonioso, que
incluía solamente la Tentación de Jake y el Mini K como predictores del
Factor de Riesgo explicó el 37% de la varianza. Los coeficientes
estandarizados de regresión de la Tentación de Jake (β = +.37) y del Mini
K (β = -.49) fueron estadísticamente significativos y de magnitud
substancial.
Este estudio confirmó que una estrategia de historia de vida alta
en K es un importante factor de protección contra el conjunto de
conductas sociales problemáticas interrelacionadas y se asocia con los
constructos teóricamente relevantes del control de impulsos.

La Teoría de Historia de Vida y la Neuropsicología


En los seres humanos, los lóbulos frontales son esenciales para el
control de impulsos, además son un factor central para el razonamiento
sintético (la combinación de ideas en un todo complejo), para el
pensamiento abstracto, y para la organización de conductas
independientes en el tiempo y en el espacio (por ejemplo, el habla, la
toma de decisiones, y la acción volitiva) (Goldman-Rakic, 1984; Davison,
Neale, & Kring, 2004). El daño a las áreas prefrontales causa una gran
variedad de problemas, incluyendo las dificultades con la planeación, la
formación, o la implementación de reglas y estrategias de
comportamiento. Los individuos con daño prefrontal también presentan
dificultades para inhibir su conducta, probablemente porque tienen
problemas al utilizar reglas sociales o auto-generadas para controlar sus
acciones (Reisberg, 2002). Adicionalmente, los pacientes con daño
prefrontal exhiben problemas específicos con el control de impulsos en
tareas tan simples como el aprendizaje en laberinto estandarizado.
Parece ser que un problema básico en dichas tareas es la imposibilidad
de cumplir las instrucciones de la ejecución. Por ejemplo, estos
individuos no atienden un timbre que señala un error, y continúan en la
trayectoria incorrecta provocando más y más señales de error. Esta
conducta de trasgresión de reglas desaparece espontáneamente después
de pocos ensayos, sólo para aparecer de nuevo en la siguiente tarea novel
(Canavan, 1983; Milner, 1964; Milner & Petredes, 1984).
La habilidad de controlar impulsos es fundamental en la mayoría
de las descripciones más importantes de la personalidad; mientras que
las dificultades con el control de impulsos son una de las características
consideradas en las descripciones de los desórdenes mentales (Moeller,
Barratt, Dougherty, Schmitz, Swann, 2001). Los niños con problemas de
control de impulsos a menudo presentan desórdenes de déficit de
atención, falta de atención, hiperactividad, desorden de
oposición/desafiante, o desorden de conducta infantil (American
Psychiatric Association, 1994, 1999). De manera semejante, los adultos
con problemas de control de impulsos frecuentemente muestran
desorden de personalidad antisocial, desorden de personalidad marginal,
o uso de sustancias tóxicas. También, las parafilias, la piromanía, la
cleptomanía y el desorden explosivo intermitente a menudo involucran
problemas con el control de impulsos (American Psychiatric Association,
1994, 1999).
La investigación teórica y empírica acerca del control de impulsos
converge en un conjunto de características cardinales: Involucramiento
muy rápido en conductas, falta de deliberación antes de la acción, e
incapacidad para considerar las consecuencias de dicha acción (Patton,
Stanford, & Barratt, 1995). La conducta impulsiva refleja una falta de
control inhibitorio, decisiones de corta latencia, mínima persistencia en
tareas, susceptibilidad al aburrimiento, y la búsqueda de sensaciones.
Los delincuentes son propensos a exhibir este conjunto, el cual predice
la reincidencia criminal (Craig, Browne, Beech, & Stringer, 2004). La
investigación neuropsicológica sugiere que las dificultades con el control
de impulsos reflejan una hipoactividad en la corteza prefrontal derecha
(Asahi, Okamoto, Okada, Yamawaki, & Yokota, 2004).
La literatura neuropsicológica y la de control de impulsos están de
acuerdo al reconocer que existen impedimentos de procesamiento de
información en los delincuentes. Ambas literaturas señalan déficit en
tres áreas: Funcionamiento ejecutivo en la corteza prefrontal,
procesamiento emocional ejecutivo en la corteza orbito-frontal (asociada
al sistema límbico), y procesamiento emocional en la amígdala. Cada una
de estas características es fundamental para el conjunto de emociones y
de conductas exhibidas en esta población (Blair & Frith, 2000).
Estos datos agregan una importante dimensión a nuestro
pensamiento acerca de las posibles causas del conjunto de conductas
que identificamos previamente en esta propuesta como rasgos de historia
de vida. Además, las similitudes entre muchos aspectos de este conjunto
y el comportamiento de animales no humanos con daño provocado
quirúrgicamente en partes específicas de su cerebro – que incluyen al
septum, el hipocampo, y la corteza prefrontal – llevan a muchos a
proponer que la impulsividad incrementada que se relaciona al un
funcionamiento disminuido de los lóbulos frontales y temporales es un
elemento clave en este conjunto (Gorenstein & Newman, 1980; Metcalfe
& Jacobs, 1998, 2000; Metcalfe & Mischel, 1999). Nosotros proponemos
que la coordinación de la estrategia de historia de vida provee las
funciones adaptativas definitivas detrás de los mecanismos cerebrales de
la impulsividad y el control de impulsos.
El presente trabajo predice que los resultados de las pruebas
neuropsicológicas estandarizadas puede ofrecer un perfil teórico e
idiográfico, clínicamente útil, de las personas que exhiben las
características del conjunto de rasgos arriba descrito. El perfil
neuropsicológico se diseña para caracterizar patrones cognitivos,
afectivos y conductuales que se conservan y que son producto de la
selección natural y sexual (que provee la material prima), las demandas
ecológicas (que elaboraron esa material prima), y las demandas
ambientales conservadas (que moldean la materia prima dándole la
forma que exhibe en una situación dada). Por lo tanto, el contraste entre
un perfil individual y los datos normativos les permite a los
neuropsicólogos determinar las fortalezas y las debilidades cognitivas de
cualquier persona. Este patrón de datos puede entonces utilizarse para
relacionar diferencias individuales con áreas específicas del cerebro. De
manera alternativa, estos perfiles se pueden usar para determinar las
necesidades actuales de nivel de cuidado o para diseñar intervenciones
intelectuales o psicológicas acordes con las necesidades específicas de
una persona.
Así pues, una batería neuropsicológica nos dota de un perfil
personal. La interpretación apropiada de una prueba neuropsicológica se
apoya en la presunción de que el cerebro es un órgano plástico que crece
de manera continua y que cambia en respuesta a sus programas
genéticos y a sus soluciones exitosas a los problemas de adaptación.
Conforme a esta presunción, el cerebro, así como la cognición y la
conducta que éste produce, contiene un conocimiento, tanto innato como
adquirido, acerca de sí mismo, del cuerpo físico y del mundo exterior.
Esta visión sugiere que, en las condiciones incontroladas de la vida de
un individuo, se combinan un programa genético específico y una
colección de experiencias, en patrones idiosincrásicos. Las
circunstancias únicas resultantes, a su vez, llevan a un patrón único de
rasgos cognitivos, afectivos y conductuales que caracterizan al repertorio
psicológico de una persona. El perfil neuropsicológico refleja ese
repertorio, así como el producto de algún daño cerebral específico. De
aquí se desprende que el uso de exámenes neuropsicológicos
estandarizados nos puede ayudar a entender los mecanismos inmediatos
de mediación de proceso por medio de los cuales el cerebro controla e
implementa el complejo de conductas que constituyen una estrategia de
historia de vida integrada y coordinada.
La aproximación teórica que asumimos, acoplada con los datos
empíricos descritos, predice que un individuo bajo en K mostrará un
perfil neuropsicológico indicador de pobre ejecución en pruebas sensibles
a funciones prefrontales y temporales (por ejemplo, planeación, “set
shifting”, memoria a corto plazo, y la habilidad de contextualizar o
reconocer y discriminar tanto situaciones físicas como sociales). En
contraste, esperamos ejecuciones que van de normales a superiores en
pruebas sensibles a funciones occipitales, parietales, y de la amígdala
(por ejemplo, percepción, control motor, emocionalidad).

Un Modelo teórico Integrado


Nuestro modelo teórico incluye cuatro constructos fenotípicos
principales: (1) Función Frontal, (2) Función de la Amígdala, (3) Función
Hipocámpica, y (4) Función Personal/Social. Se puede estimar el grado
de la función frontal a través de medidas de auto-regulación, trasgresión
de reglas, fluidez verbal, memoria de trabajo, construcción de bloques, y
funciones ejecutivas relacionadas. La estimación de la función
hipocámpica puede considerar medidas de cognición especial, memoria a
largo plazo, aprendizaje y memoria configural, y otras funciones
relacionadas con la contextualización y la discriminación de situaciones.
Se pueden lograr estimadores de la función amigdalina a través de
medidas de emocionalidad, condicionamiento, sensibilidad a estímulos
sociales positivos y negativos, y otros indicadores de rangos normales de
afectividad. Cada una de estas medidas constituye un indicador bien
validado del status funcional de dichas áreas cerebrales (ver, por
ejemplo, Kolb y Whishaw, 2004). Se pueden tomar datos de la Función
Personal/Social por medio de los indicadores cognitivos y conductuales
del Factor K previamente identificado en nuestros estudios previos,
incluyendo a las conductas individuales, familiares y sociales
relacionadas con la estrategia de historia de vida.
Decidimos enfocarnos en los lóbulos frontales y temporales por dos
razones. Primero, en los humanos, los factores que interfieren con la
función del lóbulo frontal producen un amplio rango de cambios
caracterológicos que incluyen modificaciones en la personalidad, la
atención autonoética, la memoria, el auto-control, el lenguaje, la
espontaneidad conductual, la planeación, la inhibición de respuesta, y la
conducta social y sexual. Los factores que interfieren con la función
temporal (fundamentalmente la hipocámpica) producen dificultades
profundas en la memoria a largo plazo, la cognición espacial, la
discriminación de situaciones físicas y sociales, y niveles extraordinarios
de estereotipia conductual y verbal. Los factores que interfieren con la
Función de la Amígdala involucran a la inhabilidad para “leer la mente”
(leer los estados de intención o emocionales de otros), la lectura de las
expresiones faciales de otros, la detección de consecuencias positivas,
negativas, o neutrales de las acciones de uno mismo, responder
emocionalmente a situaciones o estímulos físicos o sociales, y una
conducta social típica seriamente alterada. Segundo, existen razones
anatómicas para pensar que las interacciones entre estas áreas son
fundamentales para su funcionamiento normal (y por lo tanto, para la
conducta social normal). En los seres humanos varias sub-áreas de la
Corteza Frontal, el Hipocampo y la Amígdala se encuentran directa,
densa y recíprocamente interconectadas. La alteración de estas vías
produce síndromes de desconexión que pueden ir desde la insensibilidad
emocional a estímulos aversivos hasta dificultades para ajustarse a las
demandas sociales (o sexuales) en diversas situaciones (ver cualquier
buen texto introductorio de Neuropsicología). Dados estos datos ya bien
establecidos, existe poca duda de que cada una de estas áreas cerebrales
contribuye al funcionamiento social normal y cotidiano. Además, existe
también poca duda de que las variaciones en la manera en la que estas
áreas trabajan o se interconectan tienen efectos profundos en las
estrategias cognitivas y conductuales que una persona utiliza en su
historia de vida.
Por lo tanto, este modelo teórico integrado se basa en varias
hipótesis a prueba. Primero, esperamos que exista un conjunto común
de genes regulatorios aditivos y pleiotrópicos (los “Genes del Factor K”) el
cual será subyacente a los cuatro factores compuestos fenotípicos (ver
Figura 1). Segundo, esperamos que existirá un curva de
retroalimentación neuropsicológico con interacciones entre las Funciones
Frontal, Hipocámpica y Amigdalina (ver Figura 2). Tercero, anticipamos
que los tres compuestos fenotípicos neuropsicológicos mediarán de
manera parcial el compuesto fenotípico de Función Personal/Social o
“Factor K” (ver Figura 3).
Tomados de manera conjunta, estas hipótesis describen un
sistema de influencias causales que trazan la causalidad inmediata,
desde los genes hasta los rasgos de historia de vida cognitiva y
conductual del Factor K, pasando por la función neuropsicológica (ver
Figura 4). Aunque las interacciones anatómicas y funcionales entre la
corteza frontal, el Hipocampo y la Amígdala son altamente recíprocas,
hemos simplificado estas interacciones para ilustrar algunas de las
trayectorias causales que, predecimos, son importantes.
Función
Frontal

Genes del Función


Factor K Personal/Social

Función Función
Amygdala Hipocampo

Figura 1. Efectos Pleiotrópicos de los Genes del Factor K

Función
Frontal

Genes del Función


Factor K Personal/Social

Función Función
Amygdala Hipocampo

Figura 2. Relaciones Entre Funciones Cerebrales


Función
Frontal

Genes del Función


Factor K Personal/Social

Función Función
Amygdala Hipocampo

Figura 3. Efectos Cerebrales en la Conducta

Función
Frontal

Genes del Función


Factor K Personal/Social

Función Función
Amygdala Hipocampo

Figura 4. Modelo Estructural Completo


Recapitulación
Una idea fundamental que guía este modelo teórico integrado se
conoce como “consiliencia”. Edward O. Wilson (1998) y William Whewell
(1840) escribieron acerca de la consiliencia – la unificación del
conocimiento. Propusieron que los teóricos, los investigadores, y otros
pensadores integraran su base de conocimientos en el ánimo de entender
y explicar mejor una idea o un fenómeno natural. Como tal, el curso
óptimo para minimizar la incertidumbre causal implica una alianza
interdisciplinaria de esfuerzo científico. Pensadores en campos como la
antropología, la psicología, la biología, y la genética conductual
molecular no requieren ser “diversos” en su actuar sino, más bien,
debieran compartir el objetivo de sintetizar el conocimiento para crear
una plataforma común de información. Teniendo a la consiliencia en
mente y practicándola, utilizamos esta idea para guiar nuestro intento de
crear una unidad conceptual en la apreciación de causas proximales y
distales de la conducta humana coincide con la apreciación de historias
filogenéticas y ontogenéticas que permiten crear un todo conceptual y
basado en los datos.

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