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Expansión urbana y gobernanza: entre el mercado, el Estado y el sottogoverno.

Consideraciones desde el ámbito latinoamericano1


- (Borrador – No Citar)

Omar A. Urán2
Juan P. López3

Resumen
A partir de una revisión del estado del arte, este escrito da cuenta de los debates y líneas de investigación que
actualmente se dan a nivel global (las dificultades del gobierno y la administración que conduce a la
urbanización planetaria y la expansión regional de la red urbana) y a nivel latinoamericano (los problemas que la
informalidad en el trabajo y en la tenencia de la tierra conllevan para una regulación legitima y sostenible, tanto
de la expansión urbana como del uso de áreas centrales). La experiencia latinoamericana destaca no solo la
gobernanza en los términos políticos-administrativos institucionales y de democracia representativa, sino
también el Sottogoverno, aquellas formas no visibles de tomar y operar decisiones. El artículo termina
proponiendo que, además de tener en cuenta los estudios clásicos y las teorías sobre la gobernanza urbana
multinivel (que se encuentran fundamentalmente en el nivel de institucionalidad legal) y los problemas actuales
de la reconfiguración regional y administrativa de la ciudad expandida, la investigación sobre la gobernanza en
América Latina, debe tener en cuenta estas realidades de informalidad, ilegalidad y Sottogoverno, de cara a un
diseños político-institucionales efectivos y democrático que permitan gobernar la expansión urbana.

Palabras clave
Gobernanza Urbana, Expansión Urbana, Sottogoverno, Nuevo Regionalismo, Informalidad, Participación
Ciudadana.

Abstract
From a review of the state of the art, this writing gives an account of the debates and lines of research that are
currently given at the global level (the difficulties to govern and administrate the planetary urbanization and the
regional expansion of the urban net) and at the Latin American level (the problems that informality - in labor
and in land tenure - entails for a legitimated and sustainable regulation, both of urban expansion and the use of
central areas). The Latin American experience highlights not only governance in institutional political-
administrative terms and representative democracy, but also the Sottogoverno, those not visible or hidden forms
of making and operate decisions. The article ends up proposing that, in addition to taking into account the
classic studies and theories on multilevel urban governance (which are fundamentally located in the level of
legal institutionality) and the current problems of regional and administrative reconfiguration of the expanded
city, the investigation on governance in Latin America must take in account these realities of informality,
illegality and sottogoverno, facing an effective and democratic institutional political design that allows
governing the urban expansion.

Key Words
Urban governance, urban expansion, Sottogoverno, new regionalism, informality, citizen participation, urban
government.

1
Artículo resultado de la investigación en curso “espacio y forma social”, financiada por el CODI de la
Universidad de Antioquia.
2
Sociólogo. Doctor en Planeación Urbana y Regional.
3
Sociólogo. Estudiante maestría estudios socioespaciales.
Introducción

El actual proceso global que se vive de expansión y reconfiguración urbana (Myers, 2020;
Angel 2015; Brenner & Schmid 2015, 2014), además de ser un fenómeno geográfico de gran
envergadura, con profundas diferencias continentales y enormes consecuencias socio-
ambientales, es la expresión misma de las lógicas y dinámicas de producción y consumo que
rigen la estructura y forma de las interacciones sociales a nivel planetario y regional. Este
proceso diferenciado de urbanización planetaria, sea bajo la forma de una expansión continua
de áreas metropolitanas densas y consolidadas (a modo de megaurbes), o como la
densificación de redes físicas y virtuales de comunicación y comercio entre ciudades y sus
entornos (y su correlato de un urbanismo fragmentado) viene induciendo la reconfiguración
de las tradicionales unidades territoriales político-administrativas y sus modos de gobierno,
en tanto expresión de formaciones sociales (histórico-geográficas) específicas que se
relacionan e interactúan entre sí en diferentes escalas, temporalidades y redes de poder,
estructuralmente determinadas pero con capacidad de agencia y diferenciación político-
espacial.

Las unidades territoriales político-administrativas, como son el propio estado-nación y otras


formas subnacionales como las regiones, las provincias, las áreas metropolitanas y los
municipios, entre otras posibles formas, expresan arreglos y conflictos políticos entre
diversos actores que habitan, producen y consumen estos espacios, bien sea bajo el interés de
economías locales y regionales o bajo el interés de economías globales, generando con ello
variedad de paisajes y geografías de (in)equidad social e (in)justicia espacial (Soja, 2009).

El crecimiento y la expansión urbana va más allá de los límites político-administrativos


municipales y metropolitanos y su desacople con respecto a las formas de representación y
autoridad política territorial, lo cual exige no sólo repensar estos límites y divisiones político
administrativas sino que acarrea también, y como condición previa, considerar las formas
sociales y espaciales mediante las cuáles el poder se construye y expresa, teniendo como
piedra de toque o criterio de evaluación central la posibilidad real del ejercicio de la
ciudadanía por parte de los individuos y sus comunidades de base territorial.
Asumir la expansión urbana desde una perspectiva de gobernanza democrática implica el reto
de asumir de modo reflexivo la producción social del espacio regional, de cómo en él se
pueden constituir, representar y configurar las interacciones básicas del poder político, en
términos de los actores, prácticas, técnicas, alcances, valores, espacios y procesos
(Horvath,2017) mediante los cuales se construyen y ponderan las decisiones básicas que
orientan el territorio; lo que para el caso latinoamericano, y en línea con los planteamientos
de estudios urbanos postcoloniales de Myers (2020) conlleva tener en cuenta las formas “no-
formales” o no-jurídicas del poder territorial que desde épocas coloniales (Rama 1998) –
reforzadas con los ciclos de crecimiento-densificación informal de la urbe latinoamericana
del último siglo – han venido operando como agencias y estructuras soterradas no-
democráticas del poder territorial y que, de acuerdo con Norberto Bobbio (1980),
consideramos correcto denominar prácticas y estructuras de sottogoverno.

De esta manera, asumiendo la gobernanza como modo-proceso mediante el cual se regula la


interacción entre las formas estrictamente sociológicas y el ambiente-espacio en que ellas se
producen, reproducen y transforman, se plantea la pregunta por las posibles configuraciones
territoriales y sus consecuencias en los modos mediante los cuales estas relaciones se
estructuran y gobiernan, con particular atención a la gran urbe latinoamericana.

Para abordar estas preguntas y propósitos nos dimos a la tarea de revisar la producción y
estados del arte que sobre gobernanza y expansión urbana existe al momento a nivel global
en lengua inglesa, española y portuguesa, con una particular atención a lo que sobre
gobernanza y forma urbana se ha producido en América Latina. En este sentido, una de las
primeras tareas del artículo consistió en la consolidación de una base de datos de 85
documentos entre teóricos, científicos e investigativos, tanto libros como artículos científicos
y tesis de grado, resultado de la búsqueda y consulta de artículos en bases de datos
bibliográficas como Dialnet, Ebsco, Mendeley, CLACSO y Scielo, filtrados a partir de
palabras clave que fluctuaban entre categoría como gobierno urbano, gobernanza urbana,
gobierno regional, democracia urbana, democracia regional, política comunal, gobierno y
forma urbana, expansión urbana, estudios socio-espaciales y territorio. Dada la temática
central del presente artículo, los estudios realizados sobre expansión urbana y América Latina
gozaron de mayor prioridad en el proceso de selección de la obras consultadas.
El ejercicio se enfocó en encontrar los conceptos y categorías que más animan la producción
y cuáles son los debates y enfoques teóricos que les subyacen. De esta manera, el presente
artículo busca aportar al entendimiento y discusión sobre la reestructuración de las
configuraciones territoriales urbano-regionales y sus formas-procesos de gobierno y
gobernanza urbana en América Latina, de tal manera que nos situemos más allá de
distinciones polares (tales como rural vs urbano, compacto vs difuso, gobernabilidad vs
gobernanza, participativo vs representativo, legal vs ilegal, etc.) que aportan poco a dilucidar
las nuevas realidades regionales y submunicipales de lo urbano, asumiendo la lectura y
discusión del estado del arte desde un enfoque que asume la producción social del espacio
como un fenómeno planetario integrador con diferencias locales y regionales procurando
arrojar luces sobre los nuevos arreglos espaciales y de gobernanza que la expansión urbana y
regional implican, a modo de un nuevo contrato espacial que, tal como lo discuten Schafran,
Smith, & Hall (2020), implica acuerdos no sólo sobre la base formal del proceso político
general, sino también, y fundamentalmente sobre el manejo y gobernanza de las
infraestructuras y sistema que, como el agua, la energía, los alimentos, el transporte, la
vivienda y la educación, hacen posible la vida, la economía y la cultura en el territorio.

Expansión urbana y el (des)ajuste de las formas de gobierno-gobernanza urbano-


regional.
La reciente oleada de globalización económica y la subsecuente aceleración de los procesos
de descentralización político-administrativa de los estados nacionales y urbanización
regional-planetaria han cuestionado profundamente los modos de pensar/hacer el gobierno
urbano, centrado tradicionalmente en lo municipal/metropolitano y han obligado a
pensar/hacer nuevas formas de gobierno y gobernanza urbana y regional4.

De este modo, nos encontramos con una triple realidad (espacial, económica y política) que
de algún modo es compartida por todas la ciudades y urbes a nivel mundial, pero que en cada
caso se expresa de manera diferente, en tanto los impulsos-fuerza globales y estructurales se
encuentran (chocan o se articulan) con fuerzas y dinámicas locales-regionales, que son a su
vez el resultado histórico-geográfico de procesos de colonización, resistencia, acumulación y
desarrollo territorial. Por ello mismo, aunque se hace necesario entender y describir los
procesos actuales de globalización-mundialización de la economía, la urbanización planetaria

4
Las recientes transformaciones jurídico-territoriales por las cuales se crean la Ciudad de México (2016) y la
Región Metropolitana Bogotá – Cundinamarca (2022), son muestra de ello.
y la gobernanza regional como proceso político dominante, no se subsana la necesidad de
extrañarse ante lo local-particular y esforzarse metodológicamente por construir instrumentos
y herramientas apropiadas que den cuenta de esa interacción-intercambio continuo de
información, energía, capitales y poder entre las diversas escalas geográficas y
configuraciones territoriales en las que se presenta el conjunto de formaciones sociales
contemporáneas, algo que va más allá de una esquemática y representación de niveles (tiers)
político-administrativos superpuestos (municipal-regional, regional-nacional, nacional-
mundial), en tanto que la variedad de asuntos y dinámicas culturales, económicas y
ambientales no se restringen a algún tipo de centralidad, límite o frontera fija.

Es en esta dialéctica territorial, que articula externalidades materiales (espacio, economía,


medioambiente) y procesos de internalización-subjetivación (individual y cultural), que
debemos situar la pregunta por los procesos y configuraciones de la gobernanza urbana y
regional, para evitar su reducción a un mero manual de regulaciones normativas y
procedimientos administrativos que estando en medio de algo fluido, desconocen el carácter
dinámico y no unilateral del mismo. Es por esto que nuestra perspectiva sobre la gobernanza
(Hamilton, 2012:9; Dahl, 1992:3) no desconoce al individuo, a la persona natural, al
ciudadano(a) como puntal último de su análisis y evaluación, en tanto es allí, en su ser
biológico, en su ser-existencia que los poderes (políticos, económicos y culturales) se
expresan, integran y confrontan.

De allí que la preocupación por analizar/evaluar la gobernanza territorial, sea municipal, sea
regional, debe por lo menos tener en cuenta las dimensiones política, económica, ambiental,
espacial y tecnológica, las cuales siempre comportan una perspectiva individual y social-
comunitaria que, en su conjunto, dicen de la resiliencia de la urbe, región o territorio
(Méndez, 2012) en cuanto acumulado (trayectoria) y capacidad dinámica para asumir
escenarios inciertos y recuperarse satisfactoriamente de crisis no previstas. En este sentido,
la resiliencia, en cuanto neguentropía manifiesta del orden-coherencia socio-espacial del
territorio, es el resultado más general y autopoiético de la gobernanza: (i) como proceso
dialéctico de regulación de los diversos intereses y conflictos que tienen lugar en un espacio
en cuanto polity o comunidad-régimen político (Dahl,1993, 131), y (ii) como trabajo, poder y
lenguaje que expresa la capacidad de agencia colectiva de ese espacio en cuanto región sujeto
(Saquet, 2015; Boisier 2008). De este modo, la territorialidad, entendida como conjunto de
relaciones sociales y espaciales, temporalmente definidas desde las prácticas cotidianas,
orientada a la mayor autonomía posible del sujeto – individual y colectivo (Saquet, 2015: 28;
Raffestin, 1993) – está íntima y estructuralmente ligada con el concepto de gobernanza en
tanto categoría específica del poder político.

Las investigaciones más recientes e importantes sobre regionalización y expansión urbana


(Eichhorn et alt, 2022. Myers, 2020; Schmid, Karaman et alt, 2018; Brenner & Schmid,
2015, Angel, 2015, Abramo 2012) indican que la delimitación de la unidad político-
administrativa (polity) de lo que tradicionalmente se ha conocido como ciudad y área
metropolitana es algo en cuestión, no meramente en términos geográficos, económicos y
ambientales, sino también en términos de la configuración de las autoridades territoriales, de
sus competencias y procesos decisionales.

En un mundo en proceso de urbanización planetaria, la estabilidad-estabilización de las


fronteras y límites políticos, frente a la gran y creciente dificultad de delimitar, ordenar y
contener en el espacio los diferentes procesos económicos, tecnológicos y ambientales, es una
de las grandes dificultades encontradas para que se den ejercicios coherentes, legítimos y
eficaces de gobernanza, bien sea municipal, metropolitana o regional. Gran parte de la
dificultad radica en sí misma en observar y comprender la dinámica espacial de la propia
urbanización planetaria, la cual, según Brenner & Schmid (2015: 166). implica tres
momentos morfológicos (socio-espaciales) mutuamente constitutivos: concentración,
expansión y diferenciación. Y aunque como señalan los autores, la mayoría de estudios se
han enfocado en la “ciudad concentrada”, descuidando los procesos de expansión y
diferenciación espacio-territorial, vale resaltar, para el caso de las urbes latinoamericanas los
trabajos previos de Abramo (2012), quien acuña el neologismo de “ciudad com-fusa”, y el de
Betancur et alt (2001), quienes aplicaron el enfoque de “desconcentración regionalmente
concentrada” para comprender la desconcentración -expansión urbano-industrial al caso de
Medellín y el entorno regional del Valle de Aburrá.

Se hace cada vez más evidente que el municipio y las mismas áreas metropolitanas son
unidades o divisiones político-administrativas (divipolas) cada vez menos prácticas o viables
de organización social y política en comparación con los procesos y contenidos de las
emergentes “ciudades-región”, “regiones metropolitanas” y redes regionales de ciudades,
siendo estos conceptos no intercambiables, toda vez que cada uno implica formas-
configuraciones diferentes de entender y ejercer la descentralización política y la ciudadanía a
su interior. Así, por ejemplo, la ciudad-región connota la conformación de una polity, de una
territorialidad política, de una gran constituency (circunscripción electoral) en sentido
estricto, que implica votaciones y órganos de representación propios; mientras que por su
parte, una región de ciudades o la región metropolitana dan a entender la existencia de cada
municipio como polity o ciudad autónoma, precisando entonces la creación de mecanismos
de coordinación o formas de acción colectiva institucional más cercanas a los conceptos más
clásicos de federalismo, descentralización y trabajo en red (networking).

Estas discusiones/decisiones están en gran parte mediadas por cómo resolver o balancear el
clásico trade-off existente entre eficacia operativa y legitimidad política que cada forma de
organización política y su respectivo diseño institucional pretenden resolver y agenciar. En
este sentido, los planteamientos e interrogantes de Dahl (1973) permanecen activos y
vigentes, toda vez que la discusión sobre expansión urbana y nuevo regionalismo, desde el
punto de vista de la representación y la participación política, tienen que ver con asuntos
relativos a tamaños y densidades poblacionales, por un lado, a tamaños y configuraciones
espaciales del territorio, por otro lado.

Dahl argumenta que, desde las demandas por gobiernos más cercanos a los ciudadanos
(grassroots democracy), las pequeñas unidades políticas se muestran mejor que las grandes;
sin embargo, reconoce que al mismo tiempo existen quejas de que esas unidades pequeñas se
muestran incapaces de manejar grandes problemas que las afectan y que dependen de su
entorno. El autor busca a lo largo de su estudio desarrollar esta tensión teniendo como base
dos criterios: (i) democracia o efectividad ciudadana (citizen effectiveness): los ciudadanos
actúan responsablemente y ejercen completo control sobre las decisiones [policies] del
régimen y (ii) eficacia o capacidad del sistema: el régimen tiene la capacidad de responder
completamente a las necesidades y preferencias colectivas de sus ciudadanos (Dahl, 1973,
p.21).

Para avanzar en esta búsqueda, Dahl parte de considerar que el tamaño es una relación entre
población y área que se puede representar como densidad y distribución poblacional en el
espacio. De ahí que el tamaño en democracia es algo siempre relativo. Empero, señala como
la mayoría de las discusiones de diseño político-institucional hacen abstracción de estas
especificidades y asumen el tamaño de manera absoluta, descuidando que tamaño absoluto y
tamaño relativo deben ser siempre conjuntamente considerados (Dahl, 1973, p.18-19).
La situación que se plantea para cualquier diseño espacial de una divipola regional, en cuanto
comunidad política o polity (bien sea como región de ciudades o ciudad región) y de su
consecuente arquitectura de gobernanza regional (bien sea como distrito metropolitano,
provincia o asociación de municipios) es particularmente compleja, tanto desde la óptica de la
participación ciudadana como de la responsabilización política (accountability) de las y los
servidores públicos electos. Con base en Hamilton (2012:9) se plantean cuatro enfoques
posibles para balancear el trade-off (ganancia-pérdida) entre efectividad y democracia en el
nuevo escenario urbano-regional: (i) Una gran ciudad, (ii) niveles (tiers) entrelazados, (iii)
distrito especial (regional o metropolitano), y (iv) colaboración / cooperación intermunicipal

Elaboración propia, con base en Hamilton (2012).

Es menester tener en cuenta que estas cuatro formas de organizar el gobierno y ejercer la
gobernanza en el ámbito regional no cubre todo el espectro posible de formas flexibles,
interconectadas e inteligentes, de planificación, gobernanza, cooperación y conflicto
territorial en torno a cuestiones de competitividad, infraestructuras, provisión de servicios
públicos y (re)mapeos del espacio estatal/gubernamental (Harrison & Hoyler, 2014); formas
en las cuales no sólo intervienen actores estatales electoralmente autorizados o
administrativamente designados en la definición de los problemas y la elaboración de
soluciones, sino también actores no-públicos, privados y sociales.
Desde este punto de vista, las formas más descentralizadas de gobierno y gobernanza en
redes - multinivel expresan el movimiento, la interdependencia y complementariedad entre la
esfera pública y los distintos ámbitos de la formación social regional (Morata, 2011).
Formación social regional-metropolitana que sólo está parcialmente fijada en el espacio, en la
medida en que en ella ocurren procesos de trabajo claves para su (re)producción; procesos [y
capitales] que al moverse continuamente reconfiguran y mueven el espacio urbano (1989a:
127).

Recordando a Bobbio (1980) es necesario no olvidar que, especialmente en los países y


regiones de tradición latino-católica, no todas las formas de gobierno/gobernanza territorial
son democráticas y visibles en tanto "gobierno del poder público en público". Bobbio se
refiere al sottogoverno, al gobierno subterráneo, a una división del poder político no
concebida de modo vertical / horizontal, de acuerdo con las distinciones clásicas: “vale decir
un poder emergente (o público), semisumergido (o semipúblico) y sumergido (u oculto)”, lo
cual, según el autor, “no es muy ortodoxo, pero puede servir para comprender aspectos de la
realidad que escapan de las categorías tradicionales”.

Esta nota histórico-conceptual de Bobbio: (i) ayuda a ir más allá del formalismo
procedimental con el que usualmente se asume el concepto de gobernanza teóricamente
dominante (Toloue-hayat-azar, 2017; Fukuyama, 2013; UN-Hábitat, 2004), en el que la
transparencia y capacidad relacional-inclusiva con que las que se describe contrasta
fuertemente con las prácticas de gobierno realmente existentes y que se evidencian en gran
parte de los gobiernos municipales y metropolitanos en América Latina, donde,
paralelamente al lado e interior de las instituciones formales de representación política y
conducción del Estado se dan formas de sottogoverno (y diríamos también de
sottogovernanza); (ii) se alinea muy bien con lo que plantean Davies & Spiecer (2015) en
cuanto mantener un punto de visto escéptico y crítico sobre la noción y uso mismo del
concepto de gobernanza (especialmente en su acepción de redes) evitando su fetichización,
en tanto una inmersión profunda en literatura existente refleja fenómenos de hipocresía,
desconfianza, mercantilización, subyugación, procedimentalismo y "explotación", y (iii)
refuerza la afirmación de Jessop (2016) de reconocer que las relaciones socio-espaciales son
objetos y medios de gobierno y gobernanza y no sólo sitios donde tales prácticas ocurren.

Una síntesis de la discusión se presenta en la tabla a continuación:


Elaboración propia

América Latina: ¿Gobernanza o Gobernabilidad?


No podemos olvidar que cada región o continente tiene sus especificidades y propias
narrativas. Este aparte es un intento de comprender lo propio del debate sobre gobernanza y
gobernabilidad en América Latina que nos permita un mejor acople y entendimiento con los
contenidos tendencias que la literatura global registra de cara a identificar y plantear
categorías y núcleos temáticos que contribuyan al pensar/hacer de la gobernanza urbana en la
región.

Si bien es una pregunta sugerente, ello no implica que exista un antagonismo entre ambos
conceptos; al contrario, la correlación es tan fuerte que no es posible concebirlas separadas,
además, ambas hacen referencia al mismo tema: el Gobierno. ¿Por qué separar, entonces,
estas dos esferas de análisis político? A pesar de su semejanza, hay elementos significativos
que ameritan su diferenciación; de este modo, mientras la Gobernabilidad se entiende como
“un estado de equilibrio dinámico entre el nivel de las demandas societales y la capacidad del
sistema político (estado/gobierno) para responderlas de manera legítima y eficaz” (Camou,
2001. cit. en Mayorga y Córdova, 2007), la Gobernanza hace referencia al proceso de
construcción de las decisiones políticas (Mayorga y Córdova, 2007). Dicho, en otros
términos, mientras la Gobernabilidad se preocupa por las cuestiones de orden y estabilidad
política-estatal, la Gobernanza se preocupa por el cómo se gobierna, por la acción o el
ejercicio de gobierno.

Ahora bien, en el ámbito del análisis político, la investigación académica, y la producción de


conocimiento sobre la cuestión del Gobierno en América Latina, existe una tendencia en la
que se le da mayor atención a los asuntos de Gobernabilidad, incluso cuando el fenómeno de
estudio se adecua más a la conceptualización de la Gobernanza. Este hecho puede tener
varias lecturas: en primer lugar, se percibe que, en la academia latinoamericana, el concepto
de Gobernanza es de un tratamiento muy reciente, por lo que existe mayor familiaridad con la
Gobernabilidad para estudiar todos los asuntos de Gobierno (Launay, 2005). En segundo
lugar, se entiende que esto también es un indicador de la realidad política del continente, en
tanto es muy común que en los países latinoamericanos el Ejecutivo concentre gran parte del
poder político y la toma de decisiones, configurando estructuras de poder cerradas y
verticales donde la ciudadanía ejerce poca incidencia (Bouhaben, 2018). Por último, se
reconoce que América Latina es una región con profundas desigualdades socioeconómicas y
conflictividades en donde la pregunta por el orden público y la estabilidad política es válida y
necesaria.

Los estudios sobre la Gobernanza en América Latina estuvieron signados en primera


instancia por las conceptualizaciones que hicieron del término organizaciones multilaterales
como el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En este sentido, se creó un escenario intelectual en donde la Gobernanza se asume como un
indicador de “Buen Gobierno”, bajo los criterios de eficiencia y eficacia provenientes del
mundo empresarial (Launay, 2005; Porras, 2007; Prada-Trigo, 2015). Se asume que el
capitalismo ha alcanzado una fase en la que el mercado es global, rompe las barreras del viejo
nacionalismo y requiere la creación de políticas sociales y económicas que faciliten su
funcionamiento, provocando así que los actores no gubernamentales obtengan una mayor
incidencia en la formulación de políticas públicas en detrimento del poder centralizado del
Estado. Ello también ha traído implicaciones espaciales, dado que la globalización conllevó
una complejización de los territorios subnacionales, en donde las ciudades y regiones se
introducen en la dinámica de competitividad y lucha por atraer un capital que ahora es más
dinámico, móvil, y que ya no se corresponde automáticamente con las realidades
supranacionales, cobrando para la época el concepto de Nuevo Regionalismo vital
importancia para los estudios sobre gobernanza urbano regional (Porras, 2007; Soja, 2005).

Sin embargo, aunque se observa una mayor apropiación del concepto de gobernanza para el
análisis de procesos políticos relacionados con la participación ciudadana y la acción
colectiva, que vincula amplios sectores de la sociedad civil en Latinoamérica con asuntos de
gobierno, prevalecen las miradas sectoriales sobre el fenómeno, destacándose el análisis de
la relación existente entre gobernanza y desarrollo (Canto, 2018, Šadeikaitė, 2016; Navarro,
2016; Ferrer y Arroyo, Fariña y Reyes, 2014, Keating, 2005), el cual, a pesar de sus énfasis
en la eficacia en la administración pública (al modo de la Nueva Gestión Pública), explora
los efectos de la apertura de espacios democráticos y la participación de grupos más amplios
de la sociedad en la búsqueda de alternativas al modelo de desarrollo dominante. Se
destacan además las reflexiones generadas en el continente sobre la Gobernanza y la gestión
local socioambiental (Castro, 2011; Ruíz, Martínez-Alier y Mingorria, 2019; Musseta,
2009), el ordenamiento territorial, y reconfiguración del régimen político urbano bajo los
nuevos parámetros de globalización y descentralización político administrativa (Calderón,
2019, Urán, 2015, Pírez, 2014, Pires y Gaeta, 2010, Heinrichs, Nuissl & Rodríguez, 2009,
Franco, 2005)

Gobernanza y participación ciudadana en América Latina


La apertura democrática electoral en los años de 1980 y 1990 dio paso a la conquista de
nuevos espacios de participación que se relacionan de mejor manera con los procesos de
descentralización política y se ajustan en mejor medida a las crecientes demandas de un
continente tan diverso y desigual, abonando terreno para el advenimiento de la democracia
deliberativa y la democracia participativa, que se traduce en la creación de escenarios de
gobernanza urbana - como los concejos de ciudad (Santos Junior et al, 2011) en Brasil; y los
concejos de planeación territorial, en Colombia (Velásquez,2011) - y en la aparición del
Presupuesto Participativo como espacio de vinculación de la ciudadanía con el devenir de los
recursos públicos. Si bien en todo el continente proliferaron este tipo de experiencias
(Ziccardi, 2020; Grin, 2017; Lameirão, 2017; Sanabria, 2017; Barrera y Novillo, 2017;
Carrera-Hernández, 2017; Liberman, 2017; Pearce, 2016; Uran, 2010; Pires y Gaeta, 2010),
se destacan brevemente tres casos: (i) el caso de Porto Alegre, que fue el primero en América
Latina en poner en marcha el Presupuesto Participativo debido a la necesidad de distribuir con
mayor transparencia y equidad los escasos recursos públicos de la ciudad en ese entonces
(Urán, 2007), (ii) el caso de Sao Paulo, que es quizás el más ambicioso del continente, dado
que es la principal Megalópolis de América Latina y donde la descentralización política es
una necesidad, destacándose la implementación del modelo de “subprefecturas” como
escenarios de descentralización del poder político y toma de decisiones para la dirección
política de la ciudad, esto a través del Presupuesto Participativo y el Consejo de
Representantes, cuyos miembros eran determinados por los habitantes de cada subprefectura a
través de elección popular (Pires y Gaeta, 2010; Grin, 2017), y (iii) el caso de Medellín, el
cual por su parte destaca por la profunda transformación que sufrió la ciudad en la primera
década del 2000 en términos de democracia participativa, aún con el referente de violencia y
narcotráfico que la ciudad cargaba en las décadas de 1980 y 1990, se crearon escenarios de
gobernanza urbana muy valiosos que se condensaron en el programa de Planeación Local y
Presupuesto Participativo (Sanabria, 2017; Pearce,2016).

La gobernanza como concepto y proceso político generó dos consecuencias en América


Latina: (i) una mayor incidencia por parte de la ciudadanía en la toma de decisiones, en
conjunto con una ampliación de los derechos políticos de grupos minoritarios y comunidades
de base territorial; y (ii) simultáneamente, el aumento de la incertidumbre y la necesidad de
movilización ciudadana por fuera de los estrechos marcos del gobierno municipal para
hacerle frente al devenir de las lógicas del mercado - especialmente del mercado de suelos y
actividades extractivistas (Bocanegra & Carvajal, 2019; Hincapié, 2017).

Estas dos consecuencias de la gobernanza realmente existente supone un choque entre las
visiones democrático-participativa y democrático-neoliberal, y cobra mayor relevancia al
considerar que América Latina es la región urbanizada del planeta con mayor desigualdad
(Paolasso, 2020), hecho que pone en peligro ambas visiones, debido a que dicha desigualdad
provoca una concentración del poder económico y político que deriva, por un lado, en el
reforzamiento visible de regímenes nacionales autoritarios (orientados al mercado o al control
estatal), y por el otro en la dinamización de estructuras de poder subterráneo o de
sottogoverno que condicionan la esfera pública y democrática en las ciudades
latinoamericanas y que a menudo son reducidas a delincuencia común, no observando su
relación directa con los propios representantes políticos y consorcios empresariales, tal como
lo ejemplifica el caso de corrupción llevado a cabo por la empresa Odebrecht en varios países
de la región (Kenyi, 2019; Durand, 2018).

La tensión actual entre modos neoliberales privatizadores y modos sociales participativos da


a entender que la descentralización y el rol del Estado no ha permitido ni el despliegue de
toda la promesa democratizadora de la participación ciudadana, por un lado, ni el deseo
desregulador por el otro lado. Impase que ha llevado al capital a insistir en estrategias
jurídicas que invaliden la participación ciudadana en la planeación y ordenamiento del
territorio (Bocanegra & Carvajal, 2019) y que han impulsado de nuevo un ciclo de protestas
populares a favor y en defensa de la democracia local y el medio-ambiente (Hincapié, 2017).

Sottogoverno e informalidad, la otra cara de la Gobernanza


Si bien las experiencias a las que se ha hecho referencia a lo largo de este artículo hacen parte
de la cotidianidad de la esfera pública latinoamericana, existen múltiples expresiones de la
realidad política latinoamericana que son esquivas a esta visión normativo - institucional, lo
cual es particularmente significativo al reconocer un hecho trascendental para las ciudades
latinoamericanas, como es el que sus dinámicas de expansión y poblamiento han estado
enmarcadas en la “lógica de la necesidad” de gran parte de sus habitantes (Abramo, 2012).

Esto se explica en una insuficiencia del modelo periférico fordista de urbanización, altamente
regulado por el Estado, pero incapaz de acoger la totalidad de la demanda y así sobrellevar el
déficit habitacional en las ciudades latinoamericanas. De este modo, con estructuras sociales
desiguales y una importante proporción de la población con acceso restringido a la
generación y acumulación de riqueza, se generaron procesos de ocupación popular del
espacio urbano que derivaron en la aparición y consolidación de un mercado informal del
suelo, consolidándose de este modo como la forma más efectiva (y en muchos casos la única)
de acceso a vivienda para las clases con menos recursos económicos (Abramo, 2012, p. 38).
Para que existan los mercados debe existir confianza en las transacciones y garantías en el
cumplimiento del acto de compra y venta. En los mercados formales el Estado, con su
dispositivo jurídico y policial cumple esta función. Por su parte, en los mercados informales
del suelo, al estar estos por fuera del circuito legal, esta función de seguridad y garantía de las
transacciones la empiezan a cumplir agentes no institucionales e igualmente informales que
actúan como cierta policía paralela sobre la población, acumulando en muchos casos un
poder-legitimidad que les permite ejercer control y poder político sobre amplias zonas
urbanas a la vez que se configuran como mediadores necesarios con los cuales negociar al
momento que partidos u otros agentes políticos pretenden conseguir votos y ganar elecciones
en estos territorios (Bedoya, 2017; Abramo, 2012). Este estar permanente en los territorios
como agentes de seguridad y dominio y establecerse en la mayoría de los casos como
mediación necesaria para ingresar a ellos e interactuar con la población los convierte en
actores clave de los procesos políticos no visibles y del sottogoverno.

A modo de síntesis
Desconcentración productiva, suburbanización, reconfiguración territorial y emergencia de
regiones urbanas, por un lado; dinámicas de descentralización política, gobernanza y
participación ciudadana, por el otro lado. En medio de esta dialéctica político-espacial las
grandes fuerzas organizadas del capital buscan hacer funcionales a sus intereses las formas
político-institucionales de gobierno y gestión del territorio, oponiéndose jurídica y
políticamente a la ampliación de escenarios de participación y decisión ciudadana, desde una
perspectiva discursiva que enfatiza la ganancia en tiempo y el costo-eficacia financiera de los
proyectos. Por su parte, las organizaciones sociales y comunitarias enfatizan la preservación
de los tejidos sociales, la cultura local, los ecosistemas y la sostenibilidad ambiental.

La decisión sobre qué forma de organización política del espacio-territorio adoptar no es una
decisión meramente técnica, en el sentido que la técnica misma es función de intereses y
modos de ser-en-el-mundo. Cualquier decisión tomada al respecto es un trade-off donde la
pérdida o imbalance se da en un juego o correlación de fuerzas políticas. Adoptar modelos de
gobiernos fuertes y unitarios del territorio, en cuanto polítiy, reduce los tiempos-costos de
transacción en función de grandes y hegemónicos proyectos políticos o de grandes procesos
de inversión del capital, en detrimento de las autonomías locales-municipales y lo que ellas
significan en diversidad de economías, procesos políticos, ecosistemas y formas de vida.
Por su parte, la adopción de modelos más descentralizados y flexibles de gobierno y gestión
urbano-regional, conllevan la necesidad de más espacios de conversación e interacción socio-
política y a tener más parsimonia en los procesos de construcción y toma de decisiones. Los
mayores costos (inversión) en espacio-tiempos prometen ser compensados con mayor
estabilidad política (en términos de regular y mantener un nivel de conflictividades
manejables) y una mayor sostenibilidad en uso, goce y cuidado de los bienes públicos y
comunes.

Al respecto no existe una solución óptima. La adopción de modelos altamente centralizados y


de un sólo nivel de gobierno, además de una mayor eficiencia en el manejo de los tiempos
decisionales y configurar un único gran mercado de opciones electorales, también puede
concentrar más recursos y capacidades para el diseño y emprendimiento de proyectos de gran
envergadura, pero, correspondientemente con unos riesgos más altos y menos controlables.
Los modelos altamente descentralizados, donde existen varias polities o unidades autónomas
de gobierno se muestran muy apropiados para proyectos y formas de vida comunal y
participativa que no pretenden ser hegemónicas y que prefieren más bien ciertas distancias
espaciales entre sí. La construcción de macro-identidades y procesos decisionales político-
territoriales es aquí algo más pensado de abajo-arriba y de carácter federativo, lo que supone
individuos o personas altamente politizadas que no limitan la participación ciudadana al voto
o elección de opciones en el mercado electoral. De otro lado, los modelos unitarios
descentralizados (una polity con dos o tres niveles de gobierno) ha sido la propuesta que se ha
observado responde mejor a la doble necesidad de integración política urbano-regional y
mantenimiento-creación de ciertas autonomías locales, no existiendo uno, sino varios niveles
de participación política electoral y pudiendo negociar de modo más abierto y flexible los
trade-off o imbalances existentes entre eficacia y democracia.

Por su parte, la experiencia de los países latinos nos pone un cierto grado más de dificultad y
cierto polo a tierra a este tipo de discusiones, en términos de que los modelos de gobierno y
gobernanza son modelos, construcciones idealizadas de acuerdo con ciertos fines, los cuales
no son completamente ajustables a las trayectorias culturales e histórico-geográficas de los
territorios. En este sentido, es pertinente tener en cuenta la noción de sottogoverno que
Bobbio emplea para el análisis de esas prácticas políticas amparadas en el compadrazgo, la
familia, la clientela o el combo5, que contrario a los procedimientos democráticos,
5
Nombre que se le da a las estructuras mafiosas a nivel barrial en varias ciudades de Colombia.
permanecen en la sombra y no rinden cuenta pública por sus acciones, aunque permanente
influyen en las decisiones políticas y de mercado, con efectos socio-espaciales evidentes en la
estructuración de la urbe com-fusa predominante en no pocos países de América Latina.

Sea cual sea el modelo de gobierno/gobernanza urbano-regional que se adopte estas prácticas
políticas se camuflan y se trasvasan de un modelo a otro corrompiendo en alto grado los
estándares/fines de estos, articulando en cualquier escala (nacional, regional, municipal) y
escenario (ejecutivo, representativo, participativo) a actores que política y económicamente
les garantice su continuidad y poder. De donde, el problema de cómo integrar y ecualizar los
nuevos espacios urbano-regionales (ciudad región, región metropolitana o región de
ciudades) pasa no sólo por las necesarias discusiones entre centralización-descentralización,
estado-mercado, representación-participación, partidos políticos-movimientos sociales, sino
que también implica una comprensión profunda de la sottogobernanza y los modos en que
esta pudiera transformarse para reducir sus impactos negativos sobre la justicia espacial y la
integración socio-ecológica del territorio; impactos negativos que se multiplican por una
lógica de expansión urbana y metropolitana liberadas a las fuerzas del mercado (formal e
informal), y que de conjunto reducen la capacidad de agencia de individuos y comunidades.

El reto va mas allá de la planeación urbana y del ordenamiento territorial en su sentido


tradicional de sólo observar y tratar dimensiones y variables espaciales, económicas y
ambientales como si el asunto del poder, de la disputa de recursos y de la construcción
subjetiva del territorio y la subjetividad política del individuo no existiesen. Precisamente, la
discusión sobre gobernanza debe ayudar a orientar esta discusión para que individuos y
academia, e incluso el propio Estado, no queden simplemente como testigos que informan y
documentan lo que pasa, pero con muy poca capacidad de agencia sobre el proceso
socioespacial mismo.

El gobierno de la actual expansión urbana obliga repensar las divisiones político-


administrativas en correlación con las instituciones políticas que rigen lo territorial, partiendo
de las mediaciones de información, deliberación, representación y autorización política que
subyacen al proceso político democrático. Modelo e ingeniería institucional que no puede
darse en abstracto, únicamente sobre individuos atomizados, desconectados de cualquier
espacio o colectividad, sino que debe hacer un esfuerzo supra por no negar las tensiones y
conflictos, permitiendo su emergencia y fluir e integrando de manera dialéctica y política por
lo menos dos grandes campos de representación y participación: (i) desde lo escalar, las
perspectivas más analíticas, generales y abstractas de la región y lo metropolitano con las mas
concretas y experienciales del municipio, la localidad, el barrio y la vereda; y (ii) desde las
subjetividades: las identificaciones y posturas mas puramente individuales con aquellas otras
integradas a procesos colectivos “poblacionales” de clase, etnia, genero, generación, etc.

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