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FÁTIMA

EL SECRETO
NO DESVELADO
Marco Tosatti
Traducción
Pablo Boccanera Rostán

BIBLIOTHECAHOMOLEGENS
© Marco Tosatti, 2017
© Homo Legens, 2019
Calle Trafalgar, 1
28010 Madrid
www.homolegens.com
Colección dirigida por Gabriel Ariza Rossy
Título original: Fatima e il segreto non svelato: A 100 anni dal futuro della
Chiesa (2017)
De la traducción: © Pablo Boccanera Rostán
ISBN: 978-84-17407-67-4
Maquetación: Blanca Beltrán Esteban
Diseño de cubierta: Alex H. Poles
Todos los derechos reservados.
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por
cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía, el tratamiento
informático y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público
sin permiso previo y por escrito del editor.
ÍNDICE
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez

2
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Conclusión

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CAPÍTULO UNO
EL “CASO” DE FÁTIMA
El caso de Fátima no se cerró con la muerte de sor Lucía el 13 de febrero de 2005.
Demasiadas cuestiones permanecieron abiertas, demasiadas preguntas sin contestar; y al
mismo tiempo, parece que Fátima y sus mensajes, los conocidos y los mencionados, los
que plantearon hipótesis, los que se negaron y siempre resurgieron, quieren emerger
nuevamente, en decenas, cientos de otras apariciones y locuciones en todo el mundo;
como si Alguien quisiera decirnos algo a pesar de la prudencia y las reservas de la
jerarquía de la Iglesia. Un hecho bien conocido es la desconfianza de las autoridades
eclesiásticas hacia los videntes y las revelaciones privadas, además de por todo aquello
que parece una irrupción de lo sobrenatural en la vida ordinaria. Un nervio al
descubierto, que se ha vuelto aún más sensible –en los últimos dos siglos– por el ataque
masivo del racionalismo y el materialismo contra la fe, contra cualquier fe. Pero en el
caso de sor Lucía se rozó el paroxismo, con una perversidad que tiene su igual sólo en la
persecución de la que fue objeto el Padre Pío1. Ya sea en un caso como en el otro, la
virtud de la obediencia se ha ejercitado de una manera heroica. En la primavera de 1957,
el Santo Oficio impone el traslado a Roma del “tercer secreto”. A partir de 1960 –
veremos cuál es la actitud de Juan XXIII hacia estos temas– sor Lucía está
sustancialmente amordazada. Sólo puede recibir a familiares y personas autorizadas por
el Vaticano y, sobre todo, se le pide que no hable sobre el tercer secreto con nadie. Una
prohibición que la religiosa hace suya de la mejor manera que puede, y que está
destinada –un hecho verdaderamente extraordinario, en el mundo moderno y en
Occidente– a que perdure hasta su muerte, es decir, cuarenta y cinco años. Incluso
después de que el “tercer secreto” hubiera sido “revelado” oficialmente, con no pocas
dudas, fugas y contradicciones; y justamente cuando su contribución habría sido preciosa
para aclarar las dudas, tapar las fugas y deshacer las contradicciones. Una censura que
afecta a la persona de sor Lucía, y a cualquiera que se acerque demasiado. El padre
Agostino Fuentes, postulador de la causa de beatificación de Jacinta y Francisco, comete
el error de hacer una entrevista a sor Lucía y publicarla. Causa un revuelo, como
veremos, y se le destituye inmediatamente del cargo. El padre Schweigl, un jesuita de
confianza del Papa, entrevistó a la religiosa en 1952: aquellas palabras todavía están
(pero, ¿por qué, si el tercer secreto se ha desvelado?) clasificadas en los archivos del ex
Santo Oficio. El Papa es Pío XII, quien tres años más tarde envía al “carabinero de la
Iglesia”, el cardenal Ottaviani, pro secretario del Santo Oficio (en ese momento, el titular
de esa Congregación fundamental era el Papa) para hablar con sor Lucía. E incluso los
resultados de aquella entrevista son, obviamente, todavía desconocidos. No sólo eso: el
padre Alonso recibe la tarea de preparar la publicación de los archivos oficiales de
Fátima. Un trabajo enorme, que dura nueve años, desde 1965 hasta 1976. Veinticuatro
volúmenes, cinco mil documentos, enterrados por una orden que viene de arriba. Y la

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última piedra de esta pirámide de silencio la coloca el sello que se les aplicó, al día
siguiente de la muerte en la celda, a los documentos y al probable “Diario” de la
religiosa. El rector del Santuario de Fátima, monseñor Luciano Guerra, dijo a Avvenire el
17 de febrero de 2005:
«Hay muchos escritos inéditos de sor Lucía, tal vez incluso un diario».
No sólo eso: hay un epistolario, también inédito, entre la vidente de Fátima y Juan Pablo
II. El cardenal José Saraiva Martins, portugués, prefecto de la Congregación para las
Causas de los Santos, habló sobre ello.
«Estaba profundamente convencida de que era él, el Papa del tercer secreto. Era
una relación muy especial, como lo demuestran las cartas que él le envió a Lucía y a
las que Lucía respondió. Recuerdo que Lucía, a quien veía todos los años, el 15 de
agosto, cuando iba a Coímbra para celebrar la misa, me hablaba del Papa con
entusiasmo, con un amor... Era una correspondencia espiritual, como sucede a
menudo entre los santos».
Ahora todo esto está sellado; físicamente, en la celda donde sor Lucía pasó gran
parte de su extraordinaria existencia, marcada por lo sobrenatural. Y moralmente, porque
el paraguas de la causa de la beatificación lo cubre todo.
Silencios, prohibiciones, intentos por parte de la autoridad eclesiástica de desatar un
nudo que se fue enredando cada vez más a lo largo de los años, y de demostrar que todo
era claro y sencillo, cuando una explicación abría la puerta a otras tres preguntas (ya que
nunca vino una palabra de explicación de la protagonista). ¿En qué medida se fiaba, en
qué medida se fía la autoridad eclesiástica de sor Lucía? La experiencia de varias
décadas de contactos con el mundo más allá de la Puerta de Bronce me sugiere esta
respuesta: poco. Comenzando por el cardenal Garrone que, cuando pasaba frente al
Carmelo, se negaba a visitar a la religiosa, diciendo:
«Tengo el Evangelio y me basta».
Y lo mismo Pío XI, y Pablo VI, que la definía como una muchacha “sin
complicaciones” y no quería tener un encuentro personal con ella; y así siempre. Incluso
hasta el cardenal Ratzinger, quien en su presentación del tercer secreto citó
prácticamente a un solo autor, el padre jesuita Dhanis, uno de los críticos más severos de
las apariciones portuguesas. El Vaticano y la jerarquía dan la impresión de haber
padecido Fátima, así como dan la impresión de tener poca paciencia, en general, con
videntes y apariciones que se están multiplicando en el mundo, en un fenómeno que no
tiene precedentes en la historia, y que debería sugerir una reflexión profunda, en varios
niveles, dentro de la Iglesia, paralelamente a la “explosión del espíritu” vinculada a los
movimientos carismáticos. Algo está sucediendo –hablaremos de ello más adelante– que
tal vez no sea manejable con las herramientas de siempre. Lourdes, La Salette, Rue du
Bac, Fátima y Medjugorje son eventos que la jerarquía maneja con una dificultad cada
vez mayor.
Un evento extraordinario, signo de algo excepcional en la posición de la Iglesia, tuvo

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lugar el 13 de mayo de 2000, cuando el secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano,
tomó la palabra, después de la beatificación en Fátima de los dos pastores, Jacinta y
Francisco Marto, para hacer un anuncio que el mundo había estado esperando durante
cuarenta años: el tercer secreto sería finalmente revelado. Un mes y medio después –el
26 de junio de 2000– el cardenal Joseph Ratzinger, el responsable de la ortodoxia
católica después del Papa, y su “brazo derecho”, el arzobispo Tarcisio Bertone, ofrecían
al público, en una de las conferencias de prensa más multitudinarias en la historia de la
Iglesia, el “secreto”, incluido en un pequeño volumen de cuarenta y cuatro páginas.
Después de una presentación de monseñor Bertone, el pequeño libro ofrecía al lector el
texto de la profecía –inexplicablemente tomada de la tercera memoria de sor Lucía y no
de la cuarta, la última escrita por la vidente–, otros documentos de respaldo y un
comentario teológico del cardenal. Para la Iglesia, en esencia, se trataba del momento
final de una misteriosa saga de fe que había atravesado, como un hilo conductor, la
historia de Europa y del mundo; un siglo que ha visto la sangre de los cristianos
derramada como nunca antes, a partir del genocidio de los armenios en 1915, el primero
del siglo XX, hasta las grandes persecuciones comunistas y nazis, para alcanzar, en
nuestros días, el martirio de las comunidades cristianas en África y Asia. Pero desde
junio de 2000 ha venido creciendo en muchos –tímidamente primero, luego con mayor
decisión– la sospecha de que no todo, en el caso de Fátima, esté dicho y concluido; y que
la profecía aún espera su cumplimiento. La guerra abierta por los atentados de
septiembre de 2001, con sus desarrollos impredecibles, ha reforzado este sentimiento en
mucha gente. Nosotros intentaremos presentarles los elementos de este fascinante
“rompecabezas”, con todas sus contradicciones, las numerosas preguntas aún abiertas,
las dudas y las certezas; un cuadro aún sin terminar, a pesar de la desaparición de la
protagonista principal, y de la cual sería presuntuoso intentar ofrecer una imagen
definitiva.
Para contarles cómo la profecía confiada a tres pastorcitos en Portugal, hace ochenta
y cinco años, está vinculada al tercer milenio, partimos del gesto hecho por la Santa Sede
cuando la presión pareció crecer demasiado rápido después del ataque del 11 de
septiembre a las Torres Gemelas y la perspectiva de una catástrofe mundial parecía
inminente. El 17 de noviembre de 2001 ocurrió un hecho inusual, por no decir
extraordinario, en los dos mil años de historia de la Iglesia. Un arzobispo, el “número
dos” en la escala jerárquica de la congregación vaticana más importante, la
Congregación para la Doctrina de la Fe, visitó un monasterio carmelita de clausura en
Coímbra, Portugal, para encontrarse con una monja muy anciana con una mente muy
lúcida: sor Lucía, la única aún viva de los tres pastorcitos analfabetos que, en un lejano
1917, vieron a la Virgen, en Fátima. No era la primera vez que monseñor Tarcisio
Bertone cruzaba la puerta de ese convento: desde que Juan Pablo II decidió dar a conocer
la tercera parte del “secreto” que, como un hilo conductor, ha atravesado la historia del
siglo pasado, el fiel prelado piamontés tuvo varios contactos con la vidente. Confiando

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precisamente en sus cualidades como teólogo y en su capacidad para gestionar con
prudencia y delicadeza incluso las situaciones más complejas, el Pontífice –y el cardenal
Joseph Ratzinger, quizás el “motor principal” del clamoroso anuncio hecho en Fátima el
13 de mayo del 2000– decidieron encomendarle la enésima tarea difícil.
Un encuentro extraordinario, del que salió un documento igualmente inusual, que
pasó prácticamente inadvertido a los ojos del público en general. Los medios de
comunicación no dieron cuenta de él, todos atrapados –la víspera de la Navidad– por las
urgencias del momento: la guerra en Afganistán, el euro a las puertas, la dramática
espiral de sangre y violencia en Tierra Santa. Creemos necesario reproducir íntegramente
este texto, porque para el Vaticano representaba el punto final –aunque según muchos,
fuera de los muros, es sólo una nueva etapa– en la secuela de misterios y secretos que
han acompañado la historia de las apariciones de Fátima y su mensaje, desde aquellos
días ahora ya muy lejanos, y no sólo temporalmente, del verano y otoño de 1917.
He aquí el texto oficial dado a conocer por la Oficina de Prensa de la Santa Sede y
publicado en L’Osservatore Romano.
Encuentro de S.E. Mons. Tarcisio Bertone con la hermana Maria Lucía De Jesús
y Do Coraçao Imaculado.
El 17 de noviembre de 2001, S.E. Mons. Tarcisio Bertone, Secretario de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, se reunió con la Hermana Lucía en el
convento de Coímbra (Portugal) para aclarar algunos aspectos relacionados con la
publicación del documento “El Mensaje de Fátima” (26 de junio de 2000).
El acta de la conversación, que reproducimos a continuación, lleva la firma
conjunta de S.E. Monseñor Tarcisio Bertone y la hermana Lucía:
En los meses pasados, especialmente después del triste evento de los atentados
terroristas del 11 de septiembre pasado, aparecieron artículos sobre supuestas
nuevas revelaciones de Sor Lucía en periódicos italianos y extranjeros, anuncios de
cartas de advertencia al Sumo Pontífice, reinterpretaciones apocalípticas del
mensaje de Fátima. La sospecha de que la Santa Sede no había publicado el texto
completo de la tercera parte del “secreto” ha sido reiterada, y algunos movimientos
“fatimistas” han repetido la acusación de que el Santo Padre aún no ha consagrado
a Rusia al Inmaculado Corazón de María.
Por lo tanto, se consideró necesario reunirse con Sor Lucía, en presencia del
padre Luis Kondor, SVD, vicepostulador de la causa de los beatos Francisco y
Jacinta, y de la priora del Carmelo Santa Teresa, con el consentimiento de Su
Eminencia el cardenal Joseph Ratzinger y de los dos obispos de Leiria-Fátima y
Coímbra, para obtener algunas aclaraciones e informaciones directamente de la
longeva vidente.
La entrevista, que duró más de dos horas, tuvo lugar el sábado 17 de noviembre
por la tarde. Sor Lucía, que cumplirá 95 años el 22 de marzo próximo, se presentó
en un excelente estado, lúcida y animada. En primer lugar, profesó su amor y su

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devoción al Santo Padre: reza mucho por él y por toda la Iglesia. Está complacida
con la difusión de su libro “Llamadas del mensaje de Fátima”, ahora traducido a
seis idiomas (italiano, español, alemán, húngaro, polaco, inglés). Recibe muchas
cartas de agradecimiento al respecto.
Pasando al problema de la tercera parte del secreto de Fátima, afirma que ha
leído atentamente y meditado el expediente publicado por la Congregación para la
Doctrina de la Fe y confirma todo lo que está escrito.
Para aquellos a los que les viene la duda de que algo del “tercer secreto” ha
sido escondido, responde: “Todo ha sido publicado, ya no hay nada secreto”. A los
que hablan y escriben sobre nuevas revelaciones, dice: “No hay nada verdadero, si
hubiese tenido nuevas revelaciones no se lo habría contado a nadie, ¡pero se lo diría
directamente al Santo Padre!”
Luego, gustosamente, recuerda su juventud con las dificultades encontradas,
antes de convertirse en monja, pero también con los rasgos de benevolencia
recibidos: por ejemplo, recuerda las “vacaciones” en Braga en los años 1921-24,
con la señora Filomena Miranda, madrina de Confirmación.
A la pregunta: “¿Qué efecto ha tenido la visión del 13 de julio en su vida, antes
de que fuera escrita y entregada a la Iglesia?”, Responde: “Me sentía a Salvo bajo
la protección de Nuestra Señora, que cuidaría de la Iglesia y el Papa con afán”... y
agrega un detalle sin precedentes al relato de la famosa visión profética: “Durante
la visión, Nuestra Señora, que irradiaba un esplendor, sostenía un Corazón en su
mano derecha y en su mano izquierda el Rosario “.
¿Cuál es el significado del corazón en la mano de la Virgen?
“Es un signo de amor que protege y que salva. Es la Madre que ve a sus hijos
sufrir y sufre con ellos, incluso con aquellos que no la aman. Porque quiere salvar a
todos y no perder a ninguno de los que el Señor le ha confiado. Su Corazón es un
refugio seguro. La devoción al Inmaculado Corazón de María es el medio de
salvación para los tiempos difíciles de la Iglesia y del mundo. Es muy apropiada la
reflexión del Cardenal Ratzinger al final de su comentario sobre la Tercera parte
del ‘secreto’: “’Mi Corazón Inmaculado triunfará’. ¿Qué significa? El corazón
abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los
fusiles y las armas de todo tipo. El “fiat” de María, la palabra de su corazón, ha
cambiado la historia del mundo, porque ella introdujo al Salvador en este mundo,
porque gracias a este “Sí” Dios podía convertirse en hombre en nuestro espacio y,
así, ahora permanece para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos
y lo experimentamos continuamente. Él tiene poder, porque nuestra libertad se deja
apartar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón
humano y, por lo tanto, ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios,
la libertad para el mal ya no tiene última palabra. Desde entonces, vale la palabra:
“En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn

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16:33). El mensaje de Fátima nos invita a confiarnos a esta promesa”.
Entonces, hice tres preguntas:
“¿Es cierto que hablando con don Luigi Bianchi y don José dos Santos Valinho,
ha puesto en duda la interpretación de la tercera parte del ‘secreto’”?
Sor Lucía responde: “No es cierto, confirmo plenamente la interpretación dada
en el Año Jubilar”.
“¿Qué dice de las obstinadas afirmaciones del padre Gruner, que recoge firmas
para que el Papa finalmente consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María, algo
que nunca se ha hecho?”.
Sor Lucía responde: “La comunidad del Carmelo ha rechazado los formularios
para la recogida de firmas. Ya he dicho que la consagración deseada por Nuestra
Señora se ha hecho en 1984, y ha sido admitida en el Cielo”.
“¿Es cierto que Sor Lucía está muy preocupada por los últimos acontecimientos
y ya no duerme, pero ora día y noche?”.
Sor Lucía responde: “No es cierto ¿Cómo podría rezar durante el día, si no
descansase por la noche? ¡Cuántas cosas que están poniendo en mi boca! ¡Cuántas
cosas me obligan a hacer! Que lean mi libro, allí hay consejos que corresponden a
los deseos de Nuestra Señora. La oración y la penitencia, con una gran fe en el
poder de Dios, salvarán al mundo”.
S. E. Mons.Tarcisio Bertone, SDB
Sor Maria Lúcia De Jesus y Do Coração Imaculado
De esta manera, el Vaticano intenta hacer el “punto final” sobre la cuestión de
Fátima. Una operación iniciada coincidiendo con el final del siglo y del milenio, cuando
empezaron a propagarse voces y alarmas de tipo un poco “milenaristas” sobre el
contenido apocalíptico del tercer secreto. La idea de que era necesario, de una vez por
todas, deshacer el nudo del tercer secreto, tomó cuerpo y sustancia entre los
colaboradores más cercanos del Papa; parece que el mismo cardenal Ratzinger, que más
tarde cubriría con su frialdad y su inteligente ironía la fase central de la revelación, no
fue ajeno a esta decisión clamorosa; de hecho –según algunos– habría desempeñado un
papel primordial.
En realidad, se ha vuelto a hablar de Fátima de vez en cuando en los últimos años del
siglo pasado; pero desde luego no con la atención espasmódica que había rodeado el
fenómeno después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la atención a favor o en contra
de “Rusia” se vestía de intereses políticos bien precisos en todo el mundo y, en
consecuencia, la polémica sobre Fátima y su solicitud de conversión del gran país, forja
y motor del comunismo, se encendían con particular vehemencia, alimentadas también
por la actitud de choque de menor importancia que la Iglesia de Juan XXIII, en primer
lugar, y luego con Pablo VI, había asumido –respecto a aquella de Pío XII, “el Papa de
Fátima”–, hacia Europa del Este y el comunismo, introduciendo la Ostpolitik. Aquella
fue una etapa de diálogo con los gobiernos dictatoriales y de cancelación sustancial de

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las voces de las iglesias oprimidas, justificada por el deseo de salvar lo salvable, en
aquellos países, a la espera de que el invierno finalizase. Una posición que, a muchas
personas dentro de la Iglesia, les pareció demasiado tierna hacia los regímenes
comunistas y que con Juan Pablo II dio sin duda un giro determinante. Tanto es así que
se vivieron duros momentos de tensión entre el Pontífice y la Secretaría de Estado,
dirigida por el cardenal Agostino Casaroli y el entonces monseñor Achille Silvestrini.
Sobre todo cuando Juan Pablo II protestó públicamente, en un discurso a los obispos de
Lituania, por el “no” soviético a la solicitud de poder celebrar en Lituania un aniversario
importante de la historia cristiana de aquella nación. El cardenal Casaroli consideró la
protesta pública del Pontífice como un repudio a la línea de diálogo llevada por su
“administración” y, durante un cierto período, no asistió a la audiencia del Pontífice: una
actitud ciertamente extraordinaria, si quien la lleva a cabo es el brazo derecho del Papa.
Fátima “política”, por tanto; involucrada en la batalla contra el “Imperio del mal”,
como decía Reagan. Pero a esta primera interpretación del fenómeno se agregó, en los
años posteriores al Concilio, otra lectura e interpretación, vinculada al “tercer secreto”. Y
esta es la hipótesis según la cual la parte aún no revelada del mensaje de la Virgen a los
pastorcitos –o una parte de ella– se refiere a la crisis de la fe católica en el mundo
occidental; a esta hipótesis le seguía todo un corolario de críticas al Concilio Vaticano II
y a la gestión de la Iglesia durante el pontificado de Juan XXIII y Pablo VI. Por último,
la tercera razón de la “fortuna” de las apariciones de Fátima en el siglo pasado y las
bases de lo que parece un futuro igualmente próspero en el milenio que se abre –
independientemente del contenido “radical” del mensaje, es decir, la conversión, la
penitencia y la oración– reside en su tono apocalíptico. De apocalipsis en el sentido
corriente del término, es decir, desastres de inmensas proporciones, en el último siglo se
han conocido en cantidad, intensidad y frecuencia jamás experimentadas antes en la
historia de la humanidad. Fátima con su “milagro del sol” frente a decenas y decenas de
miles de espectadores, anunciado con varios meses de antelación, innovó radicalmente el
“modelo” de las apariciones marianas vistas hasta ese momento. Parafraseando un
concepto que se convirtió en “eslogan” después del ataque a las Torres Gemelas del 11
de septiembre de 2001 y las otras masacres vinculadas al terror y a las guerras que
estallaron en muchos lugares, podemos decir que después de Fátima, las apariciones
marianas no han sido las mismas. Una tesis que es cierta en la gran mayoría de ellas. No
es este el lugar para un examen exhaustivo de este tema, pero queremos recordar al
menos dos fenómenos a los que dedicaremos un poco de espacio más adelante. Uno muy
bien conocido, sub judice por parte de la Iglesia y todavía –por lo que afirman los
protagonistas– en curso. Y una segunda manifestación mariana, que en el verano de
2001 contó con la aprobación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el
ex Santo Oficio: hablamos de Medjugorje y Kibeho.
Dadas estas premisas, y considerando el tipo de “criaturas” generadas por Fátima en
el transcurso de estas décadas, no debe sorprendernos que, todavía ahora, personas

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lejanas en el comportamiento, incluso no bautizadas, de la fe y la Iglesia Católica
muestren un interés vivo e inmediato cuando se habla de Fátima y sus posibles
implicaciones. Un interés –y lo veremos en un capítulo aparte– que del mundo católico
se ha desbordado hacia los ambientes New Age, e incluso protestantes.
Política y comunismo, crisis de la Iglesia, apocalipsis que se avecina: el fenómeno de
Fátima se ha jugado en estas tres cuerdas. Además, las circunstancias, lejos de aclarar el
atentado a Juan Pablo II y la actualidad de la “amenaza” islámica, han sugerido a uno de
los escritores de temas religiosos más agudos y brillantes, Vittorio Messori, algunas
reflexiones inéditas.
«En mi opinión, no era una casualidad, porque en estos hechos nada es casual,
¿es posible que, habiendo tantos lugares en los cuales la Virgen podía aparecer, elija
el suburbio perdido que lleva el nombre de la hija favorita de Mahoma? Fátima.
Fátima tiene en el mundo musulmán, especialmente para los chiíes, un rol mariano.
Entre otras cosas, está vinculada al apocalipsis, como María, al fin del mundo, y
tiene un rol de misericordia, especialmente para los chiíes. Tengo entendido, y he
realizado algunas comprobaciones sobre este tema, que sólo hay un lugar en toda
Europa occidental, es un pueblo perdido, entre otros, que nadie conocía ni siquiera
en Portugal –que tenía el nombre de Fátima. ¿Es posible que Nuestra Señora
apareciera precisamente allí? ¿Por casualidad? Es una señal. Por otro lado, yo, que
no soy uno que busca motivos ocultos detrás de los acontecimientos, estoy
convencido de que el atentado al Papa tiene algo que ver con este elemento. Los
chiíes están convencidos de que Fátima es un santuario que los católicos han
arrebatado a los musulmanes. Dicen: si una Señora aparece en Fátima, quiere hablar
a los musulmanes, no a los cristianos.
De hecho, el rector de Fátima me ha confirmado que ha recibido repetidas
amenazas, por parte de extremistas islámicos, para hacer volar el santuario; sería
intolerable para ellos que la hija de Mahoma fuera confundida con la madre de Jesús.
Ali Agca venía del terrorismo islámico y tuvo contactos con los chiíes. Creo que el
atentado al Papa se realizó el 13 de mayo no por casualidad, precisamente en el
aniversario de la primera aparición de María en Fátima para vengar lo que según los
musulmanes era un insulto. El juez Carlo Palermo está de acuerdo conmigo. El hilo
conductor del atentado al Papa lleva directamente a las protestas de los musulmanes
chiíes contra los católicos. Y no es casualidad que el santuario haya sido amenazado
varias veces».
En octubre de 1995, la televisión iraní emitió un documental que contenía una
“apropiación” extraordinaria. En la pequeña aldea portuguesa no se habría aparecido la
Virgen, sino la hija predilecta del Profeta. El documental, repetido dos veces por el éxito
obtenido entre el público, lo cuenta todo: las apariciones, los milagros, la peregrinación
de los fieles, pero en clave islámica. La transmisión se creó con ocasión del aniversario
de la muerte de la famosa hija de Mahoma, especialmente querida por la sensibilidad

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religiosa chií. Es evidente que una reconstrucción de este tipo no es aceptable; sin
embargo, de hecho, existe una tradición popular que vincula el nombre de aquella aldea
portuguesa con el Islam. Dicen que después de una batalla afortunada contra los moros,
don Gonçalo Hermigues consiguió casarse, después de su conversión, con la hija del
“Uali” de la zona, que se llamaba precisamente Fátima. En el bautismo tomó el nombre
de “Oureana”. Murió pronto, su esposo eligió la vida religiosa y, algunos años después,
hace trasladar los restos de su consorte a un pequeño pueblo, donde había una iglesia y
un pequeño convento. Desde entonces ese lugar tomó el nombre de Fátima.
Pero la visita del arzobispo Tarcisio Bertone a Coímbra nos devuelve a una
actualidad candente; y el documento publicado en la víspera de Navidad de 2001 es la
señal de una preocupación y de la existencia de un “caso” dentro de la iglesia. El texto
firmado por el arzobispo y los religiosos aclara los motivos de aquella visita especial a
sor Lucía: confirmar las interpretaciones, aunque no vinculantes, (al igual que tampoco
es vinculante para nadie dar fe de las apariciones, las llamadas “revelaciones privadas”)
ofrecidas en el año jubilar por exponentes muy autorizados de la Santa Sede al “tercer
secreto”, y demoler sistemáticamente las sospechas y las objeciones de quienes piensan
que tal vez no todo se haya dicho o aclarado de esa historia, una de las más fascinantes
del siglo pasado, y que aún alimenta curiosidades y pasiones. Robert Moynihan, editor
de la influyente revista (en inglés) Inside the Vatican confirma que los movimientos
“fatimistas” en los Estados Unidos y Canadá, muy activos y presentes, movilizan cientos
de miles, hasta más de un millón de fieles; y esto explica por qué una de las
personalidades más autorizadas e importantes entre los colaboradores directos de Juan
Pablo II se tomó la molestia de viajar a Coímbra para hablar con una religiosa, para
desmentir algunos rumores y dudas extendidos incluso dentro de los muros del Vaticano,
según se nos ha confiado. Pero el estilo de los prelados de la curia es una cosa muy
diferente a la franqueza, ingenua hasta los límites de la brutalidad, del catolicismo al otro
lado del océano. Intentaremos presentar los elementos complejos de este fascinante
“rompecabezas”, las preguntas que han quedado sin respuesta, la nueva vida del mensaje
de Fátima en el Tercer Milenio. Y, finalmente, daremos cuenta de los desarrollos del
misterio en este primer vistazo al Tercer Milenio. Citando las declaraciones de quien,
muy cercano al entonces cardenal Ratzinger, afirma haber recibido del mismo la
confidencia según la cual no se reveló todo el secreto en su momento. Y también la
clamorosa publicación, en España, de un texto que podría ser precisamente la parte que
falta de la profecía; un asunto que tampoco está exento de misterio, y es fuente de
nuevas preguntas.

1 Para conocer más sobre el tema Padre Pío contra Satanás, del mismo autor [Nota del editor]

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CAPÍTULO DOS
Esta historia increíblemente emocionante y misteriosa comienza en una zona remota y
muy pobre de Portugal, en plena Primera Guerra Mundial, y unos meses antes de que la
Revolución dirigida por Lenin incendiara Rusia. Lucía, Francisco y Jacinta tenían diez,
nueve y siete años respectivamente cuando en mayo de 1917 vieron y (sólo dos de ellos)
escucharon a la Virgen. Francisco solamente veía; y sólo Lucía hablaba con la Señora.
Los tres eran analfabetos, pastorcillos que vivían en una zona montañosa y aislada de un
país ni rico ni moderno. La era de la televisión –y antes, incluso, la de la radio– hace que
sea muy difícil imaginar cuál podía ser el grado de “simplicidad” de tres niños como
ellos, que nunca se habían alejado de su pueblo natal. Las apariciones de la Virgen
tuvieron comienzo el 13 de mayo. Aquel día, una “bellísima señora” que decía venir del
cielo, se les apareció a los niños. La aparición se repitió el mes siguiente, y también el 13
de julio. Este es uno de los momentos centrales en la historia de Fátima: fue
precisamente el 13 de julio de 1917 cuando Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron una
visión del infierno y recibieron el gran secreto de parte de la Virgen. En esa fecha, la
Virgen le prometió a Lucía que realizaría, el 13 de octubre, un gran milagro que probaría
la realidad de las apariciones. En agosto, los tres pastorcillos estaban en prisión por
orden del alcalde de Ourem; en la Cova da Iria, unas siete mil personas esperaron en
vano a los videntes y, frente a sus ojos, apareció un globo de luz, acompañado de un
trueno, en el sitio donde normalmente los niños entraban en contacto con la “Señora”.
Unos días después, el 19 de agosto, Lucía, Francisco y Jacinta volvieron a ver a la
Virgen, quien confirmó la promesa de un gran milagro para octubre; promesa que se
repitió menos de un mes después, el 13 de septiembre, durante la quinta aparición.
El 13 de octubre, una multitud estimada entre las cuarenta mil y las cien mil personas
esperaba en el césped bajo una lluvia torrencial. Eran muchos los curiosos, y muchos
incluso los incrédulos militantes, llegados a propósito para atestiguar la presunta
inexistencia del milagro. Entre ellos, Avelino de Almeida, un conocidísimo periodista
portugués, que en Il Secolo –el periódico más difundido del país– en la mañana del 13 de
octubre predecía una enorme desilusión para los miles de personas presentes. Al día
siguiente, De Almeida escribió:
«Y luego se observó un espectáculo único e increíble para alguien que no fuese
un testigo... El sol se asemeja a un disco plateado opaco y es posible mirarlo
directamente, sin ningún esfuerzo. No quema y no ciega. Parece que se está
produciendo un eclipse... Frente a los ojos asombrados de esas personas, cuyo
comportamiento nos remonta a los tiempos bíblicos, el sol tiembla, el sol hace
movimientos bruscos, nunca antes vistos y fuera de las leyes del cosmos, el sol
baila... La gran mayoría confiesa haber visto al sol sacudirse, bailar... juran que el sol
ha girado como si fuera un molinete de fuegos artificiales que descendió casi al
punto de quemar la tierra con sus rayos... Otros dicen que lo vieron cambiar de color
sucesivamente».

13
Avelino de Almeida trata de mantener su crónica lo más desapegada y objetiva
posible:
«Ahora depende de aquellos que son competentes hablar de la danza macabra del
sol que hoy en Fátima ha causado una explosión de hosannas del pecho de los fieles
y ha impresionado –como me han asegurado personas dignas de fe– a
librepensadores y otros que no tienen un interés específico en asuntos religiosos que
han venido a este lugar ahora famoso».
El titular del periódico, en dos líneas a toda página, era: Hechos asombrosos - Cómo
bailó el sol en Fátima.
Francisco y Jacinta murieron en los años siguientes y Lucía se dirigió (en 1925) a
Pontevedra, en España, como “postulante”; un año más tarde se convierte en “novicia”
en Tuy, España. Sobre las razones por las que sor Lucía abandonó el Instituto de Santa
Dorotea para ingresar en el Carmelo de Coímbra, el obispo-conde de esta ciudad escribió
lo siguiente en una carta del 27 de mayo de 1948 dirigida al padre José Aparicio S.J., que
había sido el “director espiritual” de la vidente:
«De hecho, la vidente pasó el día 25 de marzo en el Carmelo de esta ciudad,
porque el Santo Padre, a petición suya, ordenó que su traslado no plantease
dificultades ya que la molestaban innumerables visitas, algunas de las cuales eran
muy impertinentes y dictadas por la curiosidad, que la atormentaban sin ningún
beneficio para nadie. [...] Ella dijo ‘que nunca había experimentado tanta paz y
alegría como en aquel refugio, que no habría cambiado por nada en el mundo’.
Según el deseo del Santo Padre, no recibe ni cartas ni visitas, pero la mantengo
informada, por escrito, de las necesidades de las personas que se le encomiendan.
Todavía no he tenido una objeción. [...] Sólo aquellos que hayan obtenido la
autorización de la Santa Sede pueden visitarla»2.
En 1930, el obispo de Leiria, de cuya diócesis forma parte Fátima, aprueba el culto
de Nuestra Señora de Fátima y declara que las apariciones son dignas de fe. Desde el 25
de marzo de 1948, el monasterio carmelita de Coímbra protegió la tranquila clausura de
sor Lucía.

2 Luis Gonzaga Mariz S.J., “Fatima, onde o céu tocou a terra”, 2a ed., Editora Mensageiro da Fé Ltda., Salvador 1954,
pág. 43.

14
CAPÍTULO TRES
Sor Lucía escribe lo que ha visto y oído; y también lo que han visto y oído sus dos
primos; pero lo hace mucho más tarde de aquel momento en el que tuvieron lugar las
apariciones. Sus “memorias” son cuatro: la primera es de diciembre de 1935, es decir,
dieciocho años después de las apariciones de la Cova de Iria; una segunda memoria, que
se remonta a noviembre de 1937, la tercera de agosto de 1941 y la cuarta de octubre de
1941. Esta última es la más interesante, porque la religiosa describe con todo detalle las
apariciones de 1917 y las dos primeras partes del “secreto”; lo cual, sin embargo, ya lo
había mencionado anteriormente, en algunos escritos privados, de los cuales la superiora
del convento, su confesor y otros sacerdotes estaban ya al tanto. Sor Lucía escribe:
«Tendré que hablar algo del secreto, y responder al primer punto interrogativo.
¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del
Cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello varias veces y
en varias cartas; juzgo que V. Excª. Rma. conserva una de ellas, del R. P. José
Bernardo Gonçalves, aquella en que me manda escribir al Santo Padre. Uno de los
puntos que me indica es la revelación del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no
alargar más ese escrito que debía ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a
Dios la oportunidad de un momento más favorable.
Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda que, desde el 13 de junio al
13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición todo se desvaneció.
Ahora bien, el secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a revelar
dos.
La primera fue, pues, la visión del infierno.
Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la
tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas
transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el
incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes
de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los
grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de
desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se
distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo,
que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera
aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.
Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con
bondad y tristeza:
– Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.
Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra

15
pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI
comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida,
sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus
crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al
Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi
Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se
atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por
el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán
martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán
aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará
a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.
En Portugal siempre se conservará el dogma de la fe, etc.»
Cabe señalar que esta última frase, en el texto oficial de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, publicada en junio de 2000, se ha incluido en una nota a pie de página.
Y en el texto oficial faltan las frases:
«No se lo digáis a nadie. A Francisco sí, podéis decírselo»
Dos elementos que encontraremos más adelante en la controversia entre la Santa
Sede y algunos seguidores apasionados de Fátima.
El documento oficial continúa de la siguiente manera:
«J.M.J.
Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-
Fátima.
Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su
Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre
vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de
Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la
mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo;
pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su
mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha,
dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa
luz qué es Dios: “algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando
pasan ante él” a un Obispo vestido de Blanco “hemos tenido el presentimiento de
que fuera el Santo Padre”. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y
religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de
maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de
llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso
vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres
que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los
pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios

16
tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los
obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y
mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos
Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían
la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».
Tuy-03/01/1944
El documento del Vaticano recuerda, a pie de página, que
«en la traducción, se ha respetado el texto original, incluso en las imprecisiones
de puntuación, que, además, no impiden la comprensión de lo que la vidente ha
querido decir».
Finalmente, según el relato de sor Lucía, como hemos mencionado más arriba, la
Virgen habría agregado:
«No se lo digáis a nadie. A Francisco sí, podéis decírselo».
Después de unos instantes, añadió:
«Cuando recitéis el Rosario, después de cada misterio, decid: “Oh Jesús mío,
perdónanos, libéranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas,
especialmente a las más necesitadas».
Lucía –quien hablaba con la Virgen mientras Jacinta veía y escuchaba, y Francisco
solamente veía–, preguntó:
«¿No queréis nada más de mí»”,
y la Señora respondió:
«No, por hoy ya no quiero nada más».
El alcance “político” del mensaje de Fátima surgió de manera gradual pero
imparable; primero la bolchevización de Rusia, luego la ola antirreligiosa en toda Europa
y el conflicto civil español. Lucía escribe cuando la Segunda Guerra Mundial está
sacudiendo a Europa y al mundo. Las primeras dos partes del “secreto” pueden ser
difundidas, afirma la vidente; y lo serán poco tiempo después. Pero, inmediatamente,
como confirmación de cuánto “perturbó” el mensaje cuando el texto fue revelado, el
contacto con la política condujo a una doble manipulación.
Fue una verdadera novela de misterio, que puso en movimiento a las cancillerías y a
los servicios secretos de los países en guerra. En 1942, la segunda parte del secreto llegó
al público en general, gracias a dos libros: Nuestra Señora de Fátima de don Luigi
Moresco, con una introducción del cardenal de Milán, Schuster; y Las maravillas de
Fátima, del jesuita portugués Luigi Gonzaga de Fonseca, del Pontificio Instituto Bíblico
de Roma. De Fonseca había publicado el mensaje con dos variaciones más que
significativas:
«Para impedirla, vendré a pedir la consagración del ’mundo’»...
«Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz. De lo contrario, ‘una
propaganda impía’ diseminará sus errores en el mundo…».
Pero el documento original no hablaba ni de “mundo” ni de “propaganda impía”: en

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ambos casos, la palabra utilizada –y reemplazada por el jesuita– era “Rusia”. ¿Por qué el
padre de Fonseca alteró el texto? El jesuita, en una larga defensa publicada en la revista
mensual de la Compañía de Jesús en Lisboa, en 1951, titulada Fátima y la crítica,
escribía que «la verdad es muy sencilla». Los dos libros, el de don Moresco y el suyo,
habían sido publicados en mayo de 1942, y
«este era uno de los años más duros del conflicto mundial, y cualquier alabanza o
reproche que se planteara, podría interpretarse como una actitud política. Don Luigi
Moresco deseaba que el embajador portugués ante la Santa Sede (cuyo país no
estaba alineado ni con el Eje ni con los Aliados) honrara su libro con unas pocas
palabras de presentación. El doctor Carneiro Pacheco aceptó de buen grado la
invitación, pero puso como condición que la obra no contuviese nada que pudiese
dar lugar al más pequeño pretexto para criticar a la Santa Sede, por parte de las dos
partes en conflicto».
Es interesante esta “novela de misterio”, porque revela una flexibilidad tranquila, por
parte de las autoridades eclesiásticas, en el manejo de lo que se considera no esencial
desde un punto de vista doctrinal, teológico o moral en una “revelación privada”. En este
caso, en la base de la manipulación estaba el temor a interferir con el equilibrio
diplomático; un temor que no alimentaba el arzobispo de Milán, el beato Ildefonso
Schuster, quien en la Revista Diocesana Milanesa de 1942 afirmaba que la Virgen había
prometido la conversión de Rusia a la unidad católica (también encontraremos este punto
en las polémicas actuales); y en una carta pastoral fechada el 13 de octubre, afirmaba que
«cuando la promesa de la Santísima Virgen se hiciera realidad sería la victoria
más bella y completa del catolicismo romano sobre el bolchevismo. Ese día, el voto
de nuestros buenos soldados sería cumplido».
Algunas semanas más tarde, el 31 de octubre de 1942, Pío XII cerraba con un
mensaje de radio las celebraciones por el 25 aniversario de la primera aparición de la
Señora. El 8 de diciembre consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María. Después
de una dura crítica al “neopaganismo” de germen nazi y fascista, pronunciaba una clara
referencia a Rusia y a la Iglesia ortodoxa:
«a los pueblos separados por el error o la discordia y, en particular, a aquellos
que profesan una devoción singular por Vos, y entre los cuales no había una casa
donde Vuestro venerable icono no se honrara (hoy quizás esté escondido y
depositado para días mejores), dales la paz y recondúcelos al único redil de Cristo,
bajo el único verdadero pastor».
La mención a los iconos, un objeto sagrado familiar para el pueblo ruso y en general
para el cristianismo oriental, y a la “discordia o al error” como motivo de separación, no
nos permite dudar del objeto de la oración del Papa Pacelli; así como parece fuera de
duda que para él –como para el cardenal Schuster– tenía el significado de un regreso a la
comunión con Roma. Un elemento importante, porque es uno de los puntos de
controversia en las interpretaciones actuales del mensaje.

18
Pero Fátima no sólo se limitó a esto; como ocurrirá posteriormente con otros
fenómenos similares del siglo XX, los videntes “ven” a menudo. Mencionamos, por
ejemplo, las visiones “privadas” que tuvieron Francisco y Jacinta y, sobre todo, esta
última. Un día Jacinta le preguntó a Lucía, cerca del pozo de la casa paterna:
– ¿No has visto al Santo Padre? -
– “No”. -
– No sé cómo fue, pero vi al Santo Padre en una casa muy grande, arrodillado
ante una mesa, llorando, con las manos en la cara; fuera de la casa había mucha
gente y algunos le tiraban piedras, otros lo maldecían y le decían muchas malas
palabras. ¡Pobre Santo Padre, tenemos que rezar mucho por él! -
Una tarde de agosto de 1917, mientras los tres pastorcillos estaban sentados en la
colina de Cabeco, Jacinta le dijo a Lucía:
«¿No ves muchas calles, senderos y campos llenos de personas que lloran porque
tienen hambre y no tienen nada para comer? ¿Y al Santo Padre en una iglesia, que
reza frente al Inmaculado Corazón de María? ¿Y mucha gente que reza con él?».
Estas visiones habían sido precedidas –según una explicación muy reciente e inédita
proporcionada por sor Lucía en su libro más reciente, El Mensaje de Fátima, publicado a
fines de 2001 por la imprenta de la Librería Editorial Vaticana– por el vuelo de un ángel
de la guarda, dos o tres años antes del “ciclo” de las visiones.
«Estábamos alrededor de 1914 o 1915 –escribe la religiosa–, apenas había
empezado a cuidar del pequeño rebaño de mis padres, me dedicaba a mi humilde
vida como pastora junto con otras chicas del lugar, cuando fuimos sorprendidas por
una aparición que no fuimos capaces de definir. Estábamos en la cuesta del llamado
Monte do Cabeco, y vimos una especie de nubecita blanca con forma humana: había
bajado del firmamento y pasaba frente a nosotros, sobre las copas de los árboles que
se extendían en el valle a nuestros pies, como si quisiese atraer nuestra atención y
deslumbrar nuestra mirada».
«Hasta ahora no he querido hablar sobre estas apariciones más de lo que era
indispensable para responder a algunas preguntas».
La aparición se repitió varias veces en otros lugares:
«En el alma se me ha quedado una convicción íntima y no quiero ocultarla: la
aparición me hace pensar que era el Ángel Custodio. Tal vez ha querido hacernos
sentir así su presencia, sin hablar».
Sor Lucía sigue recordando y agregando elementos y detalles. También en el
encuentro con monseñor Bertone, de noviembre de 2001, añadió declaraciones y
descripciones de la Virgen absolutamente inéditas. Y este es un elemento que hay que
tener en cuenta cuando se nos pregunta por qué, a más de cincuenta años después de su
ingreso en Coímbra, y cuando, por lo menos oficialmente, todo ha sido desvelado, las
claves del acceso a la religiosa todavía están en manos del Prefecto de la Doctrina de la
Fe.

19
CAPÍTULO CUATRO
Pero antes de analizar en profundidad las cuestiones suscitadas por el evento de Fátima,
sería conveniente tratar de entender cómo la Cova da Iria fue la chispa antes de una serie
de fenómenos similares que marcaron el siglo pasado y se prolongaron en el nuevo
milenio. Fátima ha “generado” muchas criaturas en el mundo, desde Corea hasta Estados
Unidos y Australia; pero nos llevaría muy lejos del “caso de Fátima” elaborar sólo una
lista de los cientos de manifestaciones marianas que actualmente tienen lugar en el
mundo: señales o mensajes sobrenaturales, según algunos, y puras y simples visiones
personales para otros. Tanto en la primera como en la segunda opción, no podemos dejar
de señalar cuánto ha influido Fátima en estos fenómenos. Movimientos del sol o las
estrellas, profecías “condicionadas” (si hacéis esto, la profecía puede no hacerse
realidad...) y luego una ampliación de la “base” de los videntes, en lo que se puede
llamar una “democratización” de las apariciones, encuentran su principio en Fátima.
Hemos elegido dos ejemplos, entre los muchos que se podrían haber puesto. El primero
concierne a Kibeho, en Ruanda, un lugar y un evento que el famoso mariólogo y
especialista en manifestaciones sobrenaturales, el religioso francés padre Renè Laurentin
llamó “la Fátima de África”. Un ejemplo impresionante, capaz de plantear algunas
cuestiones incluso entre aquellos sectores eclesiásticos más impermeables a la
fascinación de las revelaciones privadas; y tanto más impactante si se lee hoy, después
de que ese país haya estado inmerso en un baño de sangre de una crueldad poco común,
casi inexplicable. Kibeho es un fenómeno aprobado por Roma: el obispo de Gikongoro,
la diócesis en la que está ubicada Kibeho, el 29 de junio de 2001 hizo público un largo
informe, aprobado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que responde de
manera positiva a la pregunta fundamental: ¿Se ha aparecido la Virgen en Kibeho? «Sí –
escribe Mons. Augustin Misago. La Virgen María se apareció en Kibeho». Si alguien
puede sospechar en ciertas “visiones” un beneficio comercial, desde luego este no es el
caso de Kibeho, una aldea en el sur del “país de las mil colinas”; un oasis de paz, hasta el
genocidio de 1994. El fenómeno Kibeho tiene su inicio a las 12.35 horas de un sábado,
el 28 de noviembre de 1981, en un internado religioso de mujeres, en el cual se alojaban
alrededor de cien chicas. Una de ellas, Alphonsine Mumureke (su apellido significa
“Déjadla en paz”), nacida en 1965, estaba sirviendo en el refectorio cuando se sintió
llamada por una voz femenina: «Hija mía». La voz venía del corredor: se le apareció una
mujer, se arrodilló. La Señora hablaba ruandés: «Ndi Nyina wa Jambo», «Soy la madre
del Verbo». Alphonsine no se lo tomó en serio, a pesar de que el evento se repitió, hasta
que una de sus compañeras, dos meses más tarde, Anathalie Mukamanzipaka (su nombre
significa: “Aquella que trunca las discusiones”) ve a la Virgen. Ni siquiera la creyeron a
ella, que era muy devota. El clima de incredulidad fue sacudido en marzo de 1982,
cuando Marie-Claire Mukanango, una de las pupilas que se mostraba entre las más
escépticas, admite que también había visto ella a la Señora. Desde aquel momento el
colegio ya no tuvo más paz; figuras que infundían miedo agitaban el sueño de las chicas,

20
tal vez presencias demoniacas. Mientras tanto, los “videntes” se multiplicaban, incluso
fuera de la universidad. A las tres primeras se agregaron Stephanie Mukamurenzi,
Vestine Salima, nacida de padres musulmanes, y luego un chaval de 15 años, un
pastorcillo analfabeto, Emmanuel Segatashya, que también era pagano, hijo de padres
paganos. A estos se agregó Agnes Kamagaju. Con el paso de los años, el grupo de
videntes creció hasta veinte y el fenómeno se articuló: se acercaban corriendo los
curiosos y los peregrinos de todo el país (Ruanda y Burundi son las naciones más
cristianas de África), los niños “tenían las visiones” frente a todos encima de un
escenario erigido para permitir que incluso aquellos que estaban lejos pudieran observar
lo que estaba sucediendo. Los videntes entraban en éxtasis, caían al suelo de golpe, sin
lastimarse, y volvían, desde el suelo, a orar o a “dialogar” con la Mujer. El 26 de febrero
de 1983, Anathalie se cae un total de quince veces. Parece que las caídas estuviesen
vinculadas a visiones particularmente dolorosas o aterradoras, sin excluir escenas de la
Pasión de Cristo. Los videntes, de tanto en tanto, caían en coma; no respondían a
estímulos externos, ni siquiera dolorosos, y era difícil levantarlos o separarlos. Al menos
tres de los videntes, de manera diferente, “vieron” lugares que podrían definirse como el
paraíso, el purgatorio y el infierno; exactamente como en Fátima. Y como en Fátima,
para los niños no fueron suficientes las palabras para expresar las sensaciones que
experimentaron. La Señora llevaba un vestido blanco, largo hasta los pies y, a veces, un
velo azul cielo. Para la mayor parte de los videntes, mantenía sus manos unidas en
oración ante su pecho; pero también fue vista con los brazos extendidos, las manos
dirigidas hacia adelante, en un gesto de acogida y afecto.
El mensaje estaba centrado en la oración, para salvar al mundo; pero en agosto de
1982, ocurrieron algunos fenómenos que serían comprensibles sólo doce años más tarde,
cuando el genocidio llenó de horror aquel paraíso natural. La Señora se apareció el día
quince y habló de los pecados del mundo: “Los pecados son más numerosos que las
gotas de agua en el mar”. “El mundo corre hacia su ruina”. “El mundo está cada vez
peor”. La aparición se repitió cuatro días después, el 19 de agosto de 1982. El rostro de
la Señora estaba triste, parecía molesta; los videntes pensaron que estaba enfadada.
Alphonsine dijo que la vio llorar. Incluso el comportamiento de los chicos fue
excepcional, y aterrador: lloraron, fueron sacudidos por la emoción, temblaron, les
castañeaban los dientes de terror. La aparición duró mucho tiempo, ocho horas, las
caídas como “cuerpos muertos”, señal de sufrimiento, fueron numerosas, repetidas. Pero
aquello que vieron los muchachos, que todavía produce un escalofrío por la espalda si se
piensa que todo esto sucedió doce años antes de que aquel horror tomara forma, fue lo
siguiente:
«Un río de sangre, personas que se mataban entre ellas, cadáveres abandonados
sin que nadie se molestara en enterrarlos, un árbol sumido en llamas, un enorme
abismo abierto, un monstruo aterrador, cabezas cercenadas».
El 19 de agosto asistieron a las visiones unas veinte mil personas; todos fueron

21
sintiendo dentro de sí miedo, pánico y tristeza.
En 1994, cientos de miles de hombres, mujeres y niños, entre ellos algunos de los
videntes y sus familias, en poco más de dos meses serían víctimas de una serie de actos
de violencia sin precedentes en la historia reciente, debido a la crueldad y la brutalidad.
Las televisiones de todo el mundo, mostrando los cadáveres que fluyen a lo largo de los
ríos de Ruanda, dieron una confirmación aterradora de las visiones de los niños de
Kibeho. Juan Pablo II se encontró con uno de los videntes cuando viajó a Ruanda, antes
del genocidio, y salió de la entrevista pensativo. El milagro del sol se repitió en Kibeho,
y fue visible a muchos kilómetros de distancia.
«De repente, el sol, despojándose de su deslumbrante luz, se convirtió en una
gran luna llena –escribe un periodista– de forma que cada uno podía ver el sol y
mirar su reloj».
El sol se dividió en dos colores, la parte superior toda blanca, la inferior de azul
claro. En otras ocasiones, el sol se volvió opaco, grisáceo, rodeado por una corona
amarilla, que se movía de un lado a otro, bailando; luego, el disco central se movió hacia
la multitud, con un efecto tridimensional, avanzando y retrocediendo rítmicamente.
Debemos recordar estos detalles, puesto que, más adelante, leeremos el testimonio de
Pío XII sobre el sol que vio desde los jardines del Vaticano. Nuestro mundo se acerca a
su fin, habría confiado la Virgen, y la segunda venida del Mesías está cerca; la Señora
vino a advertir a la humanidad.
«¡Arrepiéntanse! ¡Arrepiéntanse! ¡Arrepiéntanse! Los hombres de hoy han
vaciado a todas las cosas de su verdadero significado. Quien comete un pecado ya no
quiere admitir que ha cometido un mal. El mundo se ha vuelto en contra de Dios».
Sólo podemos señalar la triple invitación (Arrepiéntanse...), análoga a la exhortación
del Ángel en el tercer secreto; cosa que, ciertamente, los videntes de Kibeho no podían
saber en 1982. Y en Kibeho hay quienes ven una clara confirmación de la sospecha de
que el mensaje de Fátima estaba dirigido al pasado sólo parcialmente.
De la “Fátima de África” nos movemos a la “Fátima de los Balcanes”, en
Medjugorje. Tal vez sea la aparición mariana que en las últimas décadas ha generado
más polémicas, fuera y dentro de la Iglesia. Ya, en esta circunstancia, podemos
vislumbrar una primera analogía con lo que le sucedió a la Cova de Iria. Aún está bajo
juicio, por parte de la Iglesia, también porque los obispos de Mostar han adoptado, en
controversia con los franciscanos que gestionan pastoralmente el fenómeno, una actitud
o decididamente contraria, o de espera más que de prudencia, encontrando un apoyo
tanto en la conferencia episcopal, como en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es
necesario agregar que, en realidad, de acuerdo con las declaraciones de los “videntes”, al
menos dos de ellos, Vicka e Ivan, todavía tienen charlas y visiones diarias de la Gospa,
la “Señora”, como se llama familiarmente a la Mujer de la aparición. Pero este no es el
único vínculo. La historia de Fátima se abre en 1917, pocos meses antes del estallido de
la revolución comunista dirigida por Lenin; la última aparición tiene lugar en el famoso

22
octubre de 1917; y se establece un vínculo evidente entre los hechos de Portugal y ese
país de Europa del Este, una conexión que dura hasta hoy, puesto que el problema de la
consagración de Rusia sigue estando vivo y en discusión. En Medjugorje, la Gospa
aparece mientras el régimen comunista sigue en pie, que hostiga el fenómeno de manera
más o menos decidida, tratando de distraer a los videntes y llegando a medidas
coercitivas contra algunos de los religiosos más involucrados en las apariciones. Si
Fátima está relacionada directamente con el nacimiento del comunismo y sus efectos
desastrosos en el viejo continente, Medjugorje es la aparición que acompaña la dura
transición, marcada por tremendos conflictos, de un antiguo país socialista “real” hacia
unas formas mayores de normalidad “democrática”.
Hasta el 24 de junio de 1981, Medjugorje era un pequeño pueblo agrícola como
muchos en Bosnia Herzegovina, cerca de Mostar, con una población mayoritaria de
croatas católicos. Un día, seis muchachos y muchachas, de edades muy diferentes, “ven”
sobre el Monte Crnica una figura luminosa, de pie sobre una pequeña nube, sosteniendo
en brazos lo que parece ser el niño Jesús. Al día siguiente, siempre en ese lugar, la visión
se repite, y la Gospa pronuncia la frase que luego dará el nombre a la aparición: «Paz,
paz, sólo paz. Paz con Dios y entre vosotros». La Virgen parece triste, con el rostro lleno
de lágrimas y tiene una gran cruz en sus brazos. En ese momento nace el “caso
Medjugorje”, que transformará el pueblo en una especie de santuario, no reconocido,
pero en pleno funcionamiento, con hoteles, pensiones privadas, restaurantes y tiendas
para los peregrinos que llegan procedentes de todas partes del mundo. No se permiten las
peregrinaciones diocesanas, pero el libro de oro de la parroquia lleva las firmas de
docenas de obispos que llegan en privado para visitar el lugar donde se apareció la
Señora. Los videntes de 1981, mientras tanto, se han convertido en adultos; Vicka es la
única que se dedica a tiempo completo al apostolado, los otros tienen vidas “normales”.
Como decíamos, Vicka e Ivan “ven” todavía, todos los días (en diecinueve años, decía
Ivan hace tiempo, la Gospa no se le apareció sólo cinco días). A menudo, grupos de
peregrinos en oración son testigos de los éxtasis de los videntes. El fenómeno ha tenido
un éxito increíble en decenas y decenas de naciones, y un efecto “en racimo” de
apariciones similares o que hacen referencia a Medjugorje.
Si en Fátima eran tres los secretos, en Medjugorje son nueve para la mitad de los
videntes y diez para los otros tres. La Gospa pide oraciones para uno de sus planes que
aún debe realizarse. El tercer secreto se referiría a un “signo” que debería manifestarse
en la Colina de las Apariciones, para convencer especialmente a los incrédulos (como
sucedió en Fátima con el “milagro del sol”); la Gospa habría confiado que, al parecer,
los efectos del séptimo secreto, no de los mejores, ya se habrían borrado de las oraciones
y, como en Fátima, nos encontraríamos, por lo tanto, frente a una “profecía
condicionada”, es decir, que es modificable gracias a las oraciones. Al igual que en Cova
da Iria, la Señora se apareció en Medjugorje para anunciar tiempos difíciles y guerras.
Muchos de los fieles de Medjugorje reivindican una unidad sustancial entre el mensaje

23
de la Gospa y aquel pronunciado en Fátima en 1917, si bien las apariciones en los
Balcanes son mucho más locuaces, y aún siguen dirigiendo las exhortaciones y las
advertencias a través de Vicka e Ivan, promocionados en sitios de Internet y en los otros
medios de difusión de los que dispone la “red” Medjugorje. Los franciscanos nos hacían
notar que «históricamente, Fátima fue casi inmediatamente antes de la Revolución rusa:
unas pocas semanas. Aquí, donde estamos nosotros, el 24 de junio de 1981 comenzaron
las apariciones y el 26 de junio de 1981 la Virgen lanzó su primer mensaje de paz. Orad
y ayunad: con el ayuno y la oración se pueden detener las guerras y suspender las
calamidades naturales. En ese momento, allí, los católicos croatas estábamos bajo el
comunismo; queríamos la libertad, pero era imposible incluso soñar con la libertad fuera
del comunismo, nadie esperaba que un día colapsase. Diez años más tarde –en la misma
fecha, el 26 de junio de 1991– las primeras bombas cayeron en un aeropuerto de
Eslovenia. Era el comienzo oficial de la guerra». Entre las personas interesadas en
Medjugorje también estaría Juan Pablo II; al menos, según lo que habría dicho el
expresidente croata Tudjiman, en dos ocasiones distintas, frente a algunas docenas de
sacerdotes y religiosos. El Papa Wojtyla le habría confiado su deseo de ir y orar en
Medjugorje; aunque, por supuesto, no es concebible un viaje pastoral a Bosnia y
Herzegovina. Al menos por ahora.

24
CAPÍTULO CINCO
El impacto de Fátima –y una notable resistencia a considerar cerrado el capítulo sobre el
“tercer secreto”– lo encontramos también en mundos muy alejados, a años luz del
Portugal de principios del siglo XX. Puede parecer sorprendente, pero este fenómeno
aparentemente vinculado a la devoción católica de un país pequeño, muy tradicional y
conservador, de principios de siglo en Europa, un fenómeno con características
“campesinas” y cuyos protagonistas son tres pastorcillos analfabetos, ha repercutido, a
caballo del Milenio, en realidades como la New Age, el culto a los ovnis o las nuevas
religiones africanas; sin olvidar su repercusión también en las formas de religiosidad
protestante basadas en los “carismas”, y que están ganando un espacio muy grande en el
universo de la Reforma. Nos remitimos, para un cambio de horizonte breve pero muy
interesante, al especialista más grande en este campo, Massimo Introvigne, jefe de
CESNUR (Centro de Estudios de Nuevas Religiones).
Una primera razón obvia es el sabor “milenarista” y “apocalíptico” del que la
historia de Fátima se ha imbuido desde el principio. No sin razón: basta con leer el texto
del secreto para darse cuenta. La historia del siglo pasado y los acontecimientos recientes
no han hecho nada para reducir la fiebre milenaria, si se entiende por “milenarismo” la
convicción de que estamos cerca del fin de los tiempos, del cierre definitivo de la
historia. Con buenas o desastrosas consecuencias. De hecho, explica Introvigne, hay un
milenarismo “catastrófico”, el más extendido y duradero, y un “milenarismo optimista”,
prueba de una futura e inminente edad de oro; una forma extendida de pensar entre los
movimientos de la New Age.
El fenómeno de “Fátima” desempeña un papel, mayor o menor, en muchas
expresiones de esta religiosidad, en por lo menos cinco áreas: “el ejemplo principal del
milenarismo optimista, la New Age; una corriente que oscila entre el milenarismo
optimista y catastrófico, el culto a los platillos voladores; el clásico milenarismo
catastrófico protestante, en algunas de sus versiones pentecostales más recientes; un
milenarismo especial marcado por su inculturación geográfica, aquel de las iglesias
iniciadas por africanos; y finalmente el ‘catolicismo de flecos’ en su variante ‘mariano-
apocalíptica’, con características particulares”.
En la New Age no pocos muestran interés en las apariciones marianas, a menudo en
clave “feminista”. La Virgen es vista entonces como en una función antimasculina. El
razonamiento, implícito o explícito, es que las religiones, y en particular la católica,
fuertemente dominadas por los hombres, han subordinado de manera forzada lo
“femenino” de la divinidad; la devoción católica a la Virgen sería una herencia
inconsciente de la religiosidad dirigida a la Diosa Madre que se manifiesta en las
apariciones, a menudo combatidas o minimizadas, o interpretadas para su propio uso y
consumo –dicen los seguidores de la New Age– por una jerarquía patriarcal. En un libro,
Secret Prophecy of Fatima Revealed. New Age Visions of the Virgin Mary, que ya ha
tenido tres ediciones en los Estados Unidos, Timothy Green Beckley y Art Crockett

25
reinterpretan el mensaje de la Cova da Iria como alusiones, en lenguaje simbólico, a
catástrofes ecológicas causadas por la insuficiente atención humana al medio ambiente.
Un poco en los márgenes de la New Age, encontramos a Fátima entre los fanáticos del
espiritismo y la parapsicología, con una lectura de género esotérico.
«Este es el caso de la Orden Espiritual Universal Los Nuevos Apóstoles Jesús-
Jesús, fundada en Milán el 23 de diciembre de 1996 por el pintor Luciano Cassan
quien, el 29 de junio de 2000, también fundó una Iglesia Superior Universal de Dios
(Chiesa Superiore Universale di Dio). Según Cassan, el verdadero tercer secreto de
Fátima estaría relacionado con la verdad sobre el pecado original, mientras que el
texto difundido por la Santa Sede sería falso. El pecado original consistiría en la
rebelión de los ángeles a Dios, lo que provocó la fragmentación de sus espíritus en
millones de fragmentos que –a través del ministerio de Jesús Cristo y otras
encarnaciones divinas, incluyendo a Krishna y Sathya Sai Baba– deberían ser
devueltos al Padre».
El interés en Fátima y las apariciones se ha intensificado mucho en los últimos años
entre las minorías religiosas basadas en mensajes de extraterrestres; son decenas de miles
y, afirma Massimo Introvigne,
«etiquetarlo de fenómeno simplemente folclórico o curioso es lo menos reductivo
que se puede decir».
En este sector, la atención a lo que sucedió con la Cova da Iria se centra sobre todo
en el “milagro del sol”; porque –dicen los especialistas– hay analogías cercanas entre los
hechos del 13 de octubre de 1917 y fenómenos similares, que algunos creen que son
causados por naves espaciales extraterrestres. Desde esta perspectiva, el episodio de
Fátima sería una de las “visitas” extraterrestres más sensacionales del siglo XX: no
comprendida, o manipulada, según las interpretaciones más o menos malévolas, por la
jerarquía católica. Es una lectura propuesta por primera vez por un músico francés,
fallecido en 1998, Paul Misrachi, autor, bajo el seudónimo de Paul Thomas, de un
volumen: Los extraterrestres, varias veces publicado y traducido incluso al inglés. A
partir de ese momento (estamos en 1962), la mayoría de los líderes de estas nuevas
formas de religiosidad, desde Antonio Ribera hasta Jacques Vallée, toman la
“explicación” ufológica de Fátima como un hecho indiscutible. La más reciente de las
incursiones ufológicas en el misterio de Fátima se atribuye a una estadounidense,
Whitley Strieber, una popular autora de ufología conocida por haber familiarizado a
muchos con el tema de las abducciones de terrestres a bordo de naves extraterrestres, y
“motor” de una corriente del pensamiento vinculada a los “extraterrestres”. Strieber
compara a la Virgen de Fátima descrita por Lucía con esas figuras femeninas que se
aparecen a personas que dicen haber tenido “contacto” con seres que no pertenecen a
nuestro planeta. En Italia trabajaba en la rama “extraterrestre” Giorgio Bongiovanni,
alumno del “contactado” siciliano Eugenio Siragusa. Bongiovanni afirmaba estar en
contacto con los extraterrestres y con la Virgen de Fátima, y también afirmaba ser la

26
reencarnación del beato Francisco Marto (1908-1919). Él habría recibido el tercer
secreto de Fátima, que hablaría de una crisis en la Iglesia y de una gran guerra en la
segunda mitad del siglo veinte. “Cuando la Santa Sede publicó el texto de 2000,
Bongiovanni –que evidentemente no dejó de ocuparse del todo de Fátima– dijo que se
trataba de una versión “camuflada”. Según otro conocido exponente de las corrientes
extraterrestres, Giorgio Dibitonto, autor en 1983 de Angeli in Astronave, en ese
momento presentado públicamente, entre otros, por el demonólogo monseñor Corrado
Balducci, el texto de la tercera parte del secreto fue publicado por la Santa Sede en el
año 2000 con una interpretación correcta, pero parcial, carente de tema –anunciado por
los ángeles extraterrestres a los que les fue revelado en ese momentos– según el cual la
Tierra se alejó del amor de Dios y tiene que volver para retomar su lugar entre los
planetas. Estas interpretaciones –que continúan atribuyendo las apariciones a la Virgen,
aunque sea releyendo su contenido en clave ufológica– han tenido un cierto éxito.
En aras de la exhaustividad, sólo mencionamos de pasada la influencia que Fátima
tuvo en los grupos de la tercera y cuarta oleadas pentecostal-carismáticas, muy influidas
por la teología –llamada guerra espiritual (spiritual warfare)– centradas en los milagros
y en la lucha contra el diablo. Pero cuidado: en realidad, dan una lectura totalmente
negativa de las apariciones de la Cova da Iria, porque la Señora vista por los tres
pastorcillos podría ser Diana, disfrazada de la “Reina del Cielo” –o “del Paraíso”: Queen
of Heaven–, el primer demonio territorial y el colaborador más directo de Satanás. En
otra encarnación, como “Diosa de la Luna”, la Reina del Cielo estaría, según Wagner,
“en las raíces espirituales del Islam”. Derrotada bajo el semblante de Diana, la Reina del
Cielo se habría vuelto a mostrar inmediatamente a los cristianos “haciendo milagros y
apariciones” y presentándose a sí misma como María: una “falsa María”, ya que la
verdadera María está en el Paraíso, y es el demonio que una vez fue conocido como
Diana el que, desde los primeros siglos, se aparece a los cristianos haciéndose pasar por
la Virgen. La “mariolatría” católica sería, por lo tanto, mucho más que un error
teológico: se trataría de la adoración, inconsciente por deberse a un engaño –especifica
Wagner–, del principal demonio territorial y lugarteniente de Satanás, la Reina del Cielo.
Luego están las Iglesias iniciadas por africanos, un mundo en sí mismo, rico con más
de cien millones de fieles, nacidas de raíces protestantes o católicas, que a menudo
ponen a María, una María “desviada” de la doctrina de Roma, en el centro de su fe.
Algunas de estas religiones cuentan con apariciones que retoman, modificándolos,
pasajes del mensaje de Fátima; esto sucede sobre todo en los ámbitos de lengua y cultura
portuguesas. El carácter del “fin del mundo” es muy marcado; como por otro lado lo es –
nos desplazamos ahora a América del Norte– el quizás mayor movimiento
contemporáneo “marianoapocalíptico”, la Armée de Marie, fundado en Quebec, Canadá,
por Marie-Paule Giguère. Asimismo tienen una relación crucial con Fátima los
principales movimientos de la corriente “mariano-apocalíptica” de lengua inglesa. Pero
hablaremos de ellos más ampliamente cuando, dentro de poco, abordemos uno de los

27
“nudos” del caso de Fátima, después de la “revelación” del secreto en mayo del 2000, es
decir, la polémica sobre la integridad y la autenticidad del mensaje de sor Lucía. Esta
digresión fue necesaria para dejar en claro que el interés de millones y millones de
personas en todo el mundo acerca de los eventos de 1917 en la Cova da Iria ha
aumentado, y no sólo dentro de la Iglesia Católica Romana. Fátima se ha transformado –
y ciertamente esto es un hecho inusual, en los dos mil años de historia de apariciones–,
en un “patrimonio” compartido por una gran parte de la humanidad; tal vez con formas
que no siempre son creíbles o aceptables, pero que, sin embargo, tienen la respetabilidad
que le confiere formar parte de vida, la fe, los sueños, las esperanzas o los temores de
muchas personas. Y ahora volvamos al hilo principal de la historia.

28
CAPÍTULO SEIS
Sor Lucía es el personaje clave de la historia de Fátima. Desde el principio: Lucía es la
única de los tres videntes que, además de ver y escuchar a la Señora, puede hablar con
ella; es Lucía quien ha sido destinada, según las palabras de la Virgen, a dar a conocer su
mensaje al mundo, mientras que los dos primitos Marto pronto concluirán su existencia
terrenal. Es Lucía quien trata de transmitir sus mensajes a los pontífices, incluso a
aquellos, como Pío XI o Pablo VI, que no parecían tener un deseo particular de
recibirlos. Es Lucía, finalmente quien, con sus contactos, aunque limitados, desde el
momento en que ingresa al monasterio de clausura de Coímbra, proporciona la ocasión
para las lecturas, actualizaciones e interpretaciones del secreto. Lucía que, según su
sobrino, el sacerdote salesiano José Valinho Dos Santos3, seguía viendo a la Virgen. Una
afirmación compartida (al menos hasta 1984) por el secretario de la Congregación para
la Fe, monseñor Tarcisio Bertone4. Esta circunstancia es suficiente para explicar la
cautela, la reserva y –por qué no– el punto de sospecha que siempre ha acompañado,
más allá de las frases oficiales y los elogios circunstanciales, la relación casi secular
entre Lucía Dos Santos y la institución eclesiástica, por necesidad y prudencia recelosa
hacia las extraordinarias manifestaciones del Espíritu. Nos impresionó la frase,
pronunciada hace muchos años en confianza por uno de los colaboradores más fiables y
cercanos de Juan Pablo II, quien también es uno de los más grandes admiradores de
Fátima: «No siempre entendemos lo que dice la Virgen y qué dice sor Lucía». La misma
religiosa ilustraba hace años la forma en que había grabado los mensajes:
«En cuanto a las palabras de la Virgen, la cosa es diferente. No puedo estar
segura de que cada palabra sea exacta. Fue más bien el sentido el que me llegó, y lo
que había entendido lo expresé con palabras: no me es fácil explicarlo»5.
La dificultad de traducir esas experiencias extraordinarias en términos comprensibles es
común en todos los fenómenos místicos. A pesar de la buena voluntad y los esfuerzos
realizados por los videntes. Una dificultad que se desprende del interrogatorio del padre
Ionge a sor Lucía:
– “¿Quiso limitarse a revelar el secreto, para dar una idea de lo que la Santísima
Virgen le dijo, o citó sus palabras al pie de la letra?”
– “Cuando hablo de las apariciones, me limito al significado de las palabras, pero
cuando escribo, me cuido de citarlas literalmente, por eso quise escribir el secreto
palabra por palabra”.
– “¿Está segura de haber conservado todo de memoria?”
– “Creo que sí”.
– “¿Las palabras del secreto fueron, por tanto, reveladas de acuerdo con el orden
en que fueron comunicadas?”
– “Sí”6.
A pesar de las cautelas eclesiásticas y de la clausura (iniciada el 25 de marzo de
1948), la larga existencia de sor Lucía está marcada por conversaciones, contactos y

29
entrevistas. Con distintos énfasis, contradicciones y polémicas. Corroborando los tonos
más apocalípticos de vez en cuando; por ejemplo, en la entrevista concedida al padre
Agustín Fuentes, un sacerdote mexicano, entonces postulador de la causa de los beatos
Jacinta y Francisco Marto, dada a conocer en 1958, con la aprobación de las autoridades
eclesiásticas. El sacerdote escribía:
– Me gustaría hablarles sobre la última conversación que tuve con sor Lucía el
26 de diciembre del año pasado. Nos encontramos en su convento. Parecía triste,
muy pálida y demacrada. Me dijo: “Padre, la Santísima Virgen está muy triste
porque nadie ha prestado atención a Su mensaje, ni los buenos ni los malvados. Los
buenos continúan su camino, pero sin dar ninguna importancia a Su mensaje. Los
malos, sobre los cuales no ha caído aún el castigo divino, también continúan su vida
pecaminosa, sin tener en cuenta el mensaje. Pero créame, padre, Dios castigará al
mundo y lo hará de una manera terrible. El castigo del Cielo es inminente”.
“Padre, ¿cuántos días faltan para la llegada de 1960? Será un año muy triste para
todos, nadie sentirá alegría si el mundo no reza y no hace penitencia. No puedo dar
más detalles porque aún es un secreto. Según el deseo de la Santísima Virgen, sólo al
Papa y al obispo de Fátima les está permitido conocer el secreto, pero han preferido
no saberlo para no ser influenciados. Esta es la tercera parte del mensaje de Nuestra
Señora, que permanecerá en secreto hasta 1960”.
“Dígales, padre, que muchas veces la Santísima Virgen nos dijo a mis primos
Francisco y Jacinta, y a mí, que muchas naciones desaparecerán de la faz de la tierra.
Ella dijo que Rusia será el instrumento elegido por Dios para castigar a todo el
mundo, si no conseguimos primero la conversión de esa desafortunada nación”.
– El padre Fuentes continúa: “Padre, el diablo está en proceso de iniciar una
batalla decisiva contra la Beata Virgen. Y el diablo sabe lo que más ofende a Dios,
por encima de todo, y que pronto le proporcionará el mayor número de almas. Así, el
diablo hace de todo para vencer a las almas consagradas a Dios, porque sabe que de
esta manera las almas de los fieles, abandonadas sin guía, caerán más fácilmente en
sus manos”.
“Lo que especialmente ofende, sobre todo, al Inmaculado Corazón de María y al
corazón de Jesús es la caída de las almas de los religiosos y los sacerdotes. El diablo
sabe que por cada religioso o sacerdote que niega su santa vocación, muchas almas
son arrastradas al infierno... Por eso el diablo anhela tomar posesión de las almas
consagradas. Trata de corromperlas, de adormecer las almas de los fieles y de
conducirlas a la peor impenitencia. Se sirve de todo tipo de trucos, llegando a
sugerirles el retraso en el ingreso a la vida religiosa. De aquí derivan la esterilidad de
la vida interior y, entre los laicos, la frialdad (falta de entusiasmo) con respecto a la
posibilidad de renunciar a los placeres terrenales para dedicarse totalmente a Dios”.
“Dígales también, padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron
porque, en todas las apariciones, la Santísima Virgen tenía una mirada muy triste.

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Nunca nos sonrió. Esa tristeza, esa angustia que percibimos en Ella, penetró en
nuestras almas. Estaba causada por las ofensas a Dios y por los castigos que
amenazan a los culpables. Y así nosotros, niños, no sabíamos qué hacer, sino
encontrar diferentes maneras de orar y hacer sacrificios”.
Debe recordarse que Francisco y Jacinta fueron beatificados por Juan Pablo II el 13
de mayo de 2000 precisamente en Fátima no porque –y siempre es apropiado
subrayarlo– allí vieran a la Señora, sino porque vivieron, aunque fueran pequeños o poco
más, de forma heroica las virtudes cristianas, hasta una muerte prematura para ambos y
acompañados por muchos sufrimientos.
– Continúa sor Lucía en la conversación relatada por el padre Fuentes: “Es por
esta razón, padre, que mi misión no es la de indicar al mundo el castigo material que
ciertamente le espera, si no se convierte a la oración y la penitencia a tiempo. ¡No!
Mi misión es recordar a cada uno de nosotros el peligro de perder nuestras almas
inmortales, si nos obstinamos en el pecado”.
“Padre, no debemos esperar una proclama del Santo Padre de Roma que llame al
mundo a hacer penitencia, ni debemos esperar una proclama de este tipo de parte de
nuestro obispo en nuestra diócesis o de las congregaciones religiosas. ¡No! Nuestro
Señor se ha servido ya muy frecuentemente de estos medios y el mundo no se ha
preocupado en absoluto. Por eso ahora es necesario que cada uno de nosotros
comience a reformarse a sí mismo, espiritualmente. Cada uno de nosotros tiene el
deber de salvarse no sólo a sí mismo, sino a todas las almas que Dios pone en su
camino. El diablo hace todo lo que está en su poder para distraernos y alejarnos de la
oración; nos salvaremos juntos o nos condenaremos juntos”.
“Padre, la Santísima Virgen no me dijo explícitamente que hemos llegado al fin
de los tiempos, pero hay tres razones que me llevan a creerlo. La primera razón es
que Ella me dijo que el diablo está a punto de participar en una batalla decisiva
contra la Virgen. Y una batalla decisiva es un enfrentamiento final, del que una parte
saldrá victoriosa y la otra, derrotada. Debemos elegir desde ahora de qué lado estar,
si con Dios o con el diablo. No hay otra posibilidad. La segunda razón es que Ella
nos dijo a mis primos y a mí que Dios había decidido darle al mundo los dos últimos
remedios contra el mal, que son el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado
Corazón de María. Estos son los dos últimos remedios posibles, lo que significa que
no habrá otros. La tercera razón es que, en los planes de la Divina Providencia,
cuando Dios se ve obligado a castigar al mundo, antes de hacerlo, trata de corregirlo
con todos los demás remedios posibles. Ahora, cuando ve que el mundo no presta
ninguna atención a Sus mensajes, entonces, como decimos en nuestro lenguaje
imperfecto, Él nos ofrece “con un cierto temor” la última oportunidad de salvación,
la intervención de Su Santísima Madre. Lo hace “con un cierto temor” porque, si este
último recurso no tiene éxito, ya no podemos esperar ningún tipo de perdón del
Cielo, porque estamos manchados con lo que el Evangelio llama un pecado contra el

31
Espíritu Santo. Este pecado consiste en el rechazo abierto, plenamente consciente y
voluntario, de la posibilidad de salvación que se nos ofrece. No olvidemos que
Jesucristo es un Hijo muy bueno y no nos permitirá ofender y despreciar a Su
Santísima Madre. La historia secular de la Iglesia conserva los testimonios de los
terribles castigos infligidos a quienes se atrevieron a atacar el honor de la Beata
Virgen, demostrando lo importante que es para Nuestro Señor Jesucristo el Honor de
su Santísima Madre”.
El padre Fuentes explica entonces que sor Lucía le dijo: «Los dos instrumentos que
se nos han dado para salvar al mundo son la oración y el sacrificio». Y luego agregó
algunas consideraciones sobre el rezo del Rosario:
«Sabe, padre, la Santísima Virgen quiso dar, en este final de los tiempos en los
que vivimos, una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. Ella ha fortalecido tanto
su eficacia, que no existe problema, por difícil que sea, de naturaleza material o,
sobre todo, espiritual, en la vida privada de cada uno de nosotros o en la de nuestras
familias, de las familias del mundo, comunidades religiosas o incluso en la vida de
los pueblos y de las naciones, que no se pueda solucionar con la oración del Santo
Rosario. No hay problema, les digo, por más difícil que sea, que no pueda ser
resuelto con el rezo del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos
santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de
muchas almas. Por último, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Nuestra
Santísima Madre, consiste en considerarla el lugar de la clemencia, de la bondad y
del perdón, y la puerta segura a través de la cual entraremos en el Paraíso».
Esta “relación”, decididamente inquietante, ha tenido mucha notoriedad y no pocas
desventuras. El 9 de octubre de 1958 murió Pío XII. Hasta entonces, la entrevista del
padre Fuentes no había provocado ninguna reacción oficial. Pero el 2 de julio de 1959,
un comunicado anónimo de la diócesis de Coímbra declaró que era un invento del padre
Fuentes. Como prueba, citaba una declaración verbal de sor Lucía, que a muchos les
pareció, ya en ese momento, el resultado de las presiones y la obediencia. Fueron inútiles
las muestras de sinceridad del religioso, la seriedad de su vida y su carrera, y la defensa
de los obispos y cardenales. El padre Fuentes se vio obligado a renunciar al papel de
“postulador” de la causa de los pastorcillos. El padre Joaquín Alonso, archivista oficial
de la Curia de Coímbra hasta su muerte, adoptó inicialmente una posición
“negacionista”; pero más tarde (en 1975), después de haber estudiado los documentos
contenidos en los archivos de Fátima durante casi diez años, parece haberse convencido
de la autenticidad de la entrevista. El texto que hemos reproducido es la traducción del
publicado por Frère Michel de la Sainte Trinité en su libro The Third Secret, (El tercer
secreto). Es necesario subrayar que en ese momento el “tercer secreto” aún no había sido
revelado, que la Guerra Fría hacía estragos, y que aún se estaba bajo el efecto de la
represión soviética en Hungría.
Es a partir de ese momento cuando el portón verde del “Carmelo” de Coímbra cerró

32
sus puertas con más severidad al último de los videntes de la Cova da Iria. El Vaticano
parecía temer las “declaraciones” de la religiosa sin estar en condiciones de poder
contenerlas al cien por cien.
Casi treinta años después, en septiembre de 1985, “Sol de Fátima”, el periódico de la
sección española de la “Blue Army”, un movimiento mariano muy extendido en los
Estados Unidos, publicó una entrevista con sor Lucía. Se le preguntó: ¿en qué momento
del misterio de Fátima nos encontramos ahora?
“Creo que estamos viviendo el momento en que Rusia está diseminando sus
errores por todo el mundo”.
– Con esto, ¿debemos entender que Rusia tendrá la posesión de todo el mundo?
–“Sí”.
– Juan Pablo II ha invitado a todos los obispos a unirse a él en la consagración de
Rusia, que él hizo en Fátima el 13 de mayo de 1982 y que luego renovó al final del
Año Santo, en Roma el 25 de marzo de 1984, ante la estatua original de Nuestra
Señora de Fátima. ¿No hizo, por lo tanto, lo que se le pidió en Tuy?
–“No ha habido participación de todos los obispos, y no se hizo mención a
Rusia”.
– Entonces, ¿la consagración no se hizo de acuerdo con los términos solicitados
por Nuestra Señora?
–“No. Muchos obispos no dieron ninguna importancia a este acto”. La
“consagración” es uno de los nudos principales de la discusión que sigue abierta hoy;
y le dedicaremos todo un capítulo. Consagrar significa permitir que un objeto
profano entre en la esfera de lo sagrado con un ritual específico: donárselo a Dios. Es
un gesto sacramentalmente importante y relevante. Pero hay serias dificultades para
consagrar a Rusia, como veremos con más detalle más adelante.
Pero atención: sor Lucía mantendrá esta posición hasta 1989. A partir de entonces,
en cambio, dirá que, en efecto, la consagración del 84 es efectiva. Pero este es uno de los
puntos centrales de la disputa entre la Santa Sede y los que no creen que el mensaje de
Fátima se haya concluido con la «revelación», y que, en realidad, la petición de Nuestra
Señora aún no ha sido atendida. Un detalle no pequeño, desde la perspectiva de la
profecía; porque si aún queda por cumplir ese gesto, el castigo no se ha evitado, y el
período de paz aún está por venir...
En Tuy, España, el 13 de junio de 1929, Lucía recibió el permiso de la Señora para
dar a conocer las dos primeras partes del secreto, y en particular la solicitud de la
consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado. «Ha llegado el momento en el cual
Dios pide que el Santo Padre, en unión con todos los obispos del mundo, haga la
consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado, prometiendo salvarla por este medio.
Son muchas las almas que la justicia de Dios condena por los pecados cometidos contra
mí, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y reza... ¡No quieren
satisfacer mi petición! Como el rey de Francia, se arrepentirán y lo harán, pero será

33
tarde. Rusia habrá ya extendido sus errores por el mundo, causando guerras y
persecuciones a la Iglesia. El Santo Padre sufrirá mucho». El “rey de Francia” es Luis
XVI, quien terminó sus días en la guillotina.
Pero siete años después, el 11 de octubre de 1992, sor Lucía se reunió con los
cardenales Antony Padyara de Ernaculam, de la India, y con el arzobispo de Mysore
Francis Michaelappa, así como con el padre Francisco Pacheco y Carlos Evaristo,
acompañante, conductor y traductor, así como autor de un relato de la conversación (los
prelados no hablaban portugués) que se publicó en un número de la revista “Christus”.
Aquí está el texto:
– ¿La consagración de Rusia, que se llevó a cabo según lo solicitado por la
Virgen el 13 de julio de 1929, fue realizada por el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo
de 1984?
–“Sí. La consagración había sido hecha sólo parcialmente. El papa Pío XII la
hizo en 1942, el 31 de octubre, pero no hubo una unión de todos los obispos del
mundo, que Juan Pablo II finalmente logró reunir en 1984. Incluso el Papa Pablo VI
hizo la consagración en Roma con motivo de la clausura del Concilio Vaticano II, en
presencia de todos los obispos del mundo y en ese momento me preguntaron si esto
cumplía con la petición de la Virgen. Yo dije que no y expliqué que todos los
obispos, en lugar de estar reunidos en un solo lugar, cada uno tenía que estar en su
propia diócesis, porque la consagración era un llamado a la unión del pueblo de
Dios. En 1982, este Papa hizo la consagración en Fátima”.
– ¿Y Usted, hermana, estuvo allí presente?
–“Sí, pero también durante esta consagración faltó la unión de todos los obispos.
Seguidamente, en 1984, el Papa Juan Pablo II invitó a todos los obispos a unirse a él
y participar en la consagración que tuvo lugar el 25 de marzo. El Papa ordenó que la
imagen de Nuestra Señora de Fátima, que se encuentra en el Santuario de Fátima,
fuera llevada a Roma, a la Basílica de San Pedro, para presenciar la ceremonia de la
consagración. Todos los obispos se unieron al Santo Padre en el acto de
consagración”.
– ¿Y los obispos que no recibieron la invitación a tiempo o no le hicieron caso o
decidieron no asistir a la ceremonia?
–“No podemos decir que los obispos que no participaron en la ceremonia hayan
cometido pecado o falta. La mayoría de ellos estaba unida al Papa en esta ceremonia.
La gente de todo el mundo, cada diócesis se unió a los obispos, y estos al Papa”. Por
lo tanto, esta consagración llevó a cabo la gran unión del pueblo de Dios. Todo ello
contribuyó a que esta consagración fuera aceptada por la Virgen”.
– Pero Rusia no debía ser mencionada explícitamente y ¿no es esto lo que dijo
Nuestra Señora?
–“El Papa se refería a Rusia cuando dijo “Aquellos pueblos” durante la
consagración de 1984. Los que sabían sobre la solicitud de la consagración de Rusia

34
sabían a quién se estaba refiriendo y también Dios, que es omnisciente y puede leer
los pensamientos de los hombres. Dios conocía la intención del Papa y que se refería
a Rusia durante la consagración. Lo que cuenta es la intención, como cuando un
sacerdote quiere consagrar una hostia. La Virgen nunca ha pedido que se nombre a
Rusia explícitamente. En aquella época, yo ni siquiera sabía para nada qué era Rusia.
Nosotros pensábamos que era una mujer muy malvada. Lo que importa es la
intención del Papa y los obispos sabían que el Papa tenía la intención de consagrar
Rusia. No hay necesidad de consagrar otra vez Rusia”.
En ese encuentro, la religiosa proporcionó armas a los que creen que la profecía de
Fátima está lejos de estar concluida. De hecho dijo:
«La paz no es una paz mundial milagrosa, sino una paz que se refiere a las
guerras causadas por los errores que Rusia ha favorecido en todo el mundo. El
ateísmo sigue siendo la mayor herramienta utilizada por el diablo en nuestros días,
porque es un pecado grave contra Dios, pues niega su existencia alentando la
práctica de toda una serie de actos diabólicos como el aborto». Y añade: «Se espera
que las cosas sucedan en un espacio de tiempo personal e inmediato. Fátima todavía
está en el tercer día, el triunfo es un proceso continuo. Nosotros nos encontramos en
el período posterior a la consagración. El primer día ha sido el período de las
apariciones, el segundo es el período posterior a las apariciones, la preconsagración.
La semana de Fátima aún no ha finalizado. Yo misma podría no ver el cumplimiento
de la semana entera. Fátima acaba de comenzar, ¡cómo es posible que todo termine
de inmediato!».
Siempre en la misma entrevista, sor Lucía habría afirmado, sobre el tercer secreto,
que el Papa “puede revelarlo siempre que lo desee, pero yo desaconsejo la revelación. Si
él decide hacerlo, le recomendaré que sea muy prudente”.
– ¿Usted, hermana, sigue viendo a Nuestra Señora?
–“Qué curioso... no puedo decirlo”.
Y a la pregunta de si el tercer secreto se refería al Concilio Vaticano II, la religiosa
responde: «No puedo responder».
Sin embargo, es una pena que no esté claro lo que realmente dijo sor Lucía en esa
ocasión. De hecho, en una carta publicada el 15 de enero de 1994 por el Fatima
Crusader, el padre Pacheco se expresaba así:
«Yo era el intérprete oficial de esta reunión, que duró dos horas. Afirmo
categóricamente que el folleto titulado Two Hours With Sister Lucy, publicado por
Carlos Evaristo, contiene mentiras y medias verdades en las que no es necesario
creer. Cuando me mostraron una copia por primera vez, en enero de 1993, contacté
de inmediato a Carlos Evaristo y le dije personalmente que no publicara este folleto
por las graves mentiras que contenía... Confío en que esto pondrá fin a la confusión
provocada por Carlos Evaristo y su panfleto infame».
En su “entrevista”, Carlos Evaristo, el mismo hombre que según el padre Gruner

35
hizo fracasar su encuentro con sor Lucía, ayudado por una enfermedad “diplomática” de
la religiosa, quien, sin embargo, se restableció milagrosamente y media hora más tarde
recibía a Corazón Aquino, afirmó que Gorbachov se arrodilló ante el Papa «y le pidió
perdón por todos los crímenes cometidos en su vida». En una declaración en la televisión
española (y más tarde, también el Servicio Nacional de Noticias Católicas publicó
noticias similares) el portavoz del Papa, Joaquín Navarro Valls, dijo que
«Gorbachov no le pidió perdón al Papa ... Mikhail Gorbachov no se arrodilló
ante el Papa para implorar perdón por sus faltas, como parece haber dicho sor Lucía
... No es ni verdadero, ni plausible…».
Y llegamos a nuestro tiempo, y hablamos de monseñor Luigi Bianchi, un sacerdote
anciano, (ochenta años de edad), de Gera Lario, que conoce a sor Lucía desde hace
mucho tiempo. “Frecuento Fátima desde hace muchos años –explicó– Fui a aquella
pequeña ciudad, acompañando a los peregrinos, un centenar de veces. He escrito varios
libros sobre esas apariciones y tuve la suerte de hacerme amigo del padre Josè Valinho,
un sacerdote salesiano que es el sobrino de sor Lucía. Poco a poco, a través de él,
también llegué a la famosa tía. Nos hemos encontrado a menudo, tres veces el año
pasado: a mediados de junio, el 3 de julio y el 8 de octubre”. Don Luigi fue entrevistado
en noviembre de 2001 por Renzo Allegri, un especialista de Fátima; y posteriormente
nos ha confirmado estas declaraciones. No cree que sor Lucía haya enviado mensajes a
Juan Pablo II anunciando, después de las “Torres Gemelas”, un “gran cataclismo y un
castigo”.
«Por supuesto, la situación actual es dramática, pero no creo que sor Lucía le
haya escrito una carta así al Papa. He visto a la hermana y he hablado con ella, la
última vez, el 8 de octubre. Una hora de conversación. Me repitió varias veces: “El
momento es difícil, la humanidad está viviendo un período dramático, pero la Virgen
salvará al mundo. Lo ha prometido y mantendrá la promesa”».
Según don Luigi Bianchi, la vidente no le escribió al Pontífice.
«Sor Lucía no me lo mencionó cuando la encontré a principios de octubre,
personalmente creo que esa carta es tan poco probable como inútil. Ya en la tercera
parte del Secreto, revelada el año pasado, está escrita en letras claras que la vida del
Papa está en peligro. Sin embargo ahí diría que el Papa será incluso asesinado. No
veo por qué sor Lucía debería agregar otras recomendaciones al Papa. Se trata de
determinar si esa visión del Papa que sube hacia la montaña y es golpeado por
soldados se refiere al atentado a la vida del pontífice ya ocurrido en mayo de 1981 o
a un nuevo atentado. Y sobre esto, sor Lucía no ha dicho ni una palabra al respecto.
Sé que hay controversias. Mucha gente dice que el Secreto revelado el año pasado no
está completo. El padre Nicholas Gruner, un sacerdote canadiense, afirma que el
Vaticano ha engañado al mundo “censurando” las palabras de la Virgen. Puede que
la Iglesia, para sus propósitos específicos, haya decidido no decir todo. No lo sé.
Pero sé que sor Lucía no pone en duda el trabajo de la Santa Sede y yo estoy con

36
ella».
Mons. Luigi Bianchi había preguntado si compartía la interpretación del “tercer
secreto”, que según la cual el contenido de la revelación estaría centrado en hechos
pasados.
«Sor Lucía nunca contradice a las autoridades eclesiásticas. Pero sé que tan
pronto como el Secreto se hizo público, con el comentario del cardenal Ratzinger, el
padre Valinho, interpelado también por mí, le preguntó a su tía si realmente teníamos
que creer que lo que estaba escrito se refería sólo al pasado. Y la monja dijo que en
parte se refería al pasado, pero en parte tenía que ver con el futuro».
Mons. Luigi Bianchi recuerda la conversación que Juan Pablo II tuvo en Fulda, con
algunos profesores, y que Der Stimme des Glaube, la Voz de la fe, publicó en 1980. A
una pregunta relativa a la integridad de la revelación del tercer secreto, responde:
«Si se toma en consideración lo que se dijo en el pasado y nunca se negó, ni
siquiera por sor Lucía, se podría suponer que no se ha revelado todo, probablemente
para no impresionar a la opinión pública. Son muchos los que piensan así y, entre
estos, estoy también yo».
También se recuerda que sor Lucía no prevé como próximo el fin del mundo:
«Absolutamente no. Sor Lucía mira con confianza el porvenir. Según ella, el período
de grandes sufrimientos al que nos estamos enfrentando es el preludio de un período
de paz».
Sin embargo, no aclara en qué culminará este período de sufrimiento: «Sor Lucía
no lo especifica. Habla de grandes sufrimientos, de momentos graves y también de
víctimas, especialmente en el seno de la Iglesia: obispos, sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos. Admite que el mayor escándalo es la incomprensión entre
aquellos que creen en Dios».
Don Luigi Bianchi nos lleva al corazón de las polémicas actuales, y subraya la
dificultad para la Santa Sede de “gestionar” a una vidente tan viva y lúcida como sor
Lucía, sobre la cual existe la sospecha de que se deja llevar, en las conversaciones
privadas, por confidencias o por interpretaciones embarazosas. A pesar de todo el control
vaticano sobre la religiosa. Algunas personas “sospechosas”, aun siendo muy devotas de
Fátima, no han podido reunirse y hablar con ella. Es el caso del padre Nicholas Gruner,
el “Cruzado de Fátima”, cuya conversación con la religiosa –estaban presentes obispos y
cardenales– se canceló por cuestiones de tiempo y por una presunta indisposición de la
religiosa; y de don Luigi Villa, director en Brescia de La tradizione cattolica. Nos cuenta
una historia de hace muchos años, pero ilustrativa de la actitud de extrema prudencia de
los superiores eclesiásticos:
«Fui enviado por el cardenal Ottaviani a hablar con Lucía, pero naturalmente el
obispo de Leiria llamó inmediatamente al Vaticano; y Benelli corrió a ver a Pablo
VI, el cual se apresuró a decir que no me dejara pasar. Esperé, tercamente, dieciocho
días y me las arreglé para decir misa en el Carmelo donde estaba Lucía, pero eso fue

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todo. No pude hablar con ella».
Sobre el tercer secreto, está convencido de que “no han dicho nada, más bien poco”.
Estamos acercándonos gradualmente al debate de hoy; pero para entender bien los
términos, es necesario examinar lo que dijeron acerca del tercer secreto las personas que
en el pasado lo conocieron, y ver también de qué modo han reaccionado los pontífices al
desafío de Fátima.

3 Stefano María Paci, Il Giornale, 4 de marzo de 1998.


4 Avvenire, 2 de Julio de 2000.
5 Cf. W. T. Walsh, pág. 325.
6 Cf. G. De Marchi, pág. 283.

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CAPÍTULO SIETE
La historia de Fátima vista a través de los papas del siglo XX es un continuo crescendo
de misterios y hechos extraordinarios. Las apariciones tuvieron lugar bajo el pontificado
del genovés Giacomo Della Chiesa, Benedicto XV; pero sor Lucía alcanza la madurez
física e intelectual (aunque no va más allá del cuarto grado, en sus estudios) mientras el
Papa Ratti, Pío XI, reina. Benedicto XV nunca se refirió a los eventos de la Cova da Iria.
Sin embargo, los seguidores de Fátima –y aquellos que dan un significado especial a las
coincidencias temporales– recuerdan que el 13 de mayo de 1917, el mismo día en el que
la Señora se mostraba a los tres pastorcillos, en la Capilla Sixtina, el Papa consagraba
como obispo a Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, llamado “el Papa de Fátima”. Ni
siquiera Pío XI, elegido en 1922, mencionó jamás los eventos de Portugal; en 1929
bendijo una imagen de la Virgen de Fátima, destinada a la capilla del Colegio Portugués,
donde todavía se encuentra. Estos son los años en los cuales sor Lucía intenta abrirse un
camino, un contacto hacia el Papa; una operación que se repetirá más tarde, con Pablo
VI y, quizás, con Juan Pablo II; la religiosa intentó que Pío XI fuera puesto al corriente
de las indicaciones de la Virgen; la vidente escribió sobre sus visiones (Tuy y
Pontevedra) a su confesor, y le pidió que el Papa fuese puesto al corriente. Sor Lucía
tuvo “la autorización del cielo” para revelar una parte del “secreto” (la devoción al
Inmaculado Corazón de María con la práctica de la comunión el primer sábado del mes y
la consagración de Rusia); este permiso se alcanza con la visión del 13 de junio de 1929.
Pero Pío XI nunca respondió a la carta que en 1937 le dirigió el obispo de Leiria, José
Alves Correia da Silva. ¿Por qué? La actitud del Papa Pío XI bien puede caracterizarse y
explicarse por este episodio, inédito, que nos brindó una fuente bien autorizada del
Vaticano, y con más de cuarenta años de experiencia en los Palacios Sagrados: Pío XI
nunca quiso oír hablar de Fátima. Contaba su entonces secretario, que posteriormente se
convirtió en el cardenal Carlo Confalonieri (su secretario junto con Mons. Diego Venini,
quien era, sin embargo, más espiritual y místico), que Pío XI prefería sentarse solo a la
hora del almuerzo para escuchar la radio, que en aquel entonces era la gran innovación
tecnológica de la época. Al final de la comida, sin embargo, los dos secretarios se unían
al Pontífice para tomar café y examinar el correo. Llegaban muchas cartas, y Pío XI las
leía todas. Entre estas cartas, había no pocas monjas o mujeres en general, que contaban
sus visiones místicas y le informaban sobre mensajes y anuncios de carácter
sobrenatural. Pío XI leía las cartas, luego levantaba la vista, dejaba los papeles sobre la
mesa y, con la cabeza gacha, exclamaba un “¡Bueno!” pensativo. Reflexionaba unos
segundos y repetía: «¡Bueno!” Finalmente decía, a media voz, como si se estuviera
hablando a sí mismo:
«Dicen... dicen que yo soy Su vicario en la tierra. Si tiene algo que decirme,
podría decírmelo a mí».
Con Pío XII, la música cambia radicalmente. El 31 de octubre de 1942, el Papa
Pacelli lanzó un mensaje de radio a los católicos portugueses, con motivo de la clausura

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en Fátima de las celebraciones por el 25 aniversario de las apariciones (y de su
consagración episcopal); el siguiente 8 de diciembre, con una solemne celebración en
San Pedro, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María y, después de haber
atacado el “neo-paganismo”, menciona a Rusia:
«A los pueblos separados por el error o la discordia y, especialmente, a aquellos
que profesan por Vos una singular devoción, y en los que no había ninguna casa
donde no se rindieran honores a Vuestro venerable icono (hoy quizás oculto y
depositado para días mejores) dales la paz y recondúcelos al único redil de Cristo,
bajo el único verdadero pastor»7.
Bajo el pontificado del Papa Pacelli se lleva a cabo la coronación de la estatua de la
Virgen. Y el pontífice envió al cardenal Federico Tedeschini como su legado apostólico
a Fátima para la clausura del Año Santo, el 13 de octubre de 1951. Según el cardenal
Oddi, Pío XII nunca leyó el secreto; tal vez esperaba el año 1960, el plazo indicado por
sor Lucía. Pero el cardenal Federico Tedeschini, enviado a Fátima para una celebración,
con el permiso del Papa Pacelli hizo pública esta declaración del Pontífice:
«Era el día 30 de octubre de 1950, la víspera del día, ansiosamente esperado por
todo el mundo católico, de la solemne declaración de la Asunción al Cielo de María
Santísima. Como de costumbre, hacia las cuatro de la tarde salí a pasear por los
jardines del Vaticano, leyendo y estudiando, como solía hacer, algunos papeles
oficiales. Subí desde la plaza de Nuestra Señora de Lourdes hasta la cima de la
colina, por el camino que flanquea las murallas. A una cierta altura, al levantar los
ojos de las hojas que tenía en la mano, me sorprendió un fenómeno nunca antes visto
por mí. El sol, que estaba entonces bastante alto, se me presentaba como un globo
amarillento, rodeado por un halo luminoso que no me impedía mirar el sol
tranquilamente. Delante de él había una nube. El globo opaco se movía ligeramente,
ahora girando, ahora moviéndose de izquierda a derecha, y viceversa. Dentro del
globo se podían ver claramente, y sin interrupción, unas convulsiones muy fuertes.
El mismo fenómeno se repitió el día siguiente, 31 de octubre, así como el 1 de
noviembre, el día de la declaración y, por último, en la octava de la solemnidad, el
día 8 del mismo mes. Hasta ahora no se ha vuelto a repetir más. Varias veces,
posteriormente, en días diferentes, pero siempre a la misma hora y en condiciones
atmosféricas iguales o muy similares, traté de mirar al sol, para ver si aparecía el
mismo fenómeno, pero lo hice en vano, porque ni siquiera podía mirar el sol unos
segundos, pues me deslumbraba la vista inmediatamente. Esto es, en pocas y
sencillas palabras, la pura verdad».
Y vino el Papa Bueno. La actitud de Juan XXIII fue, por decir poco, cautelosa.
Tenemos dos testimonios al respecto; el primero es de su secretario personal, monseñor
Loris Capovilla, una de las poquísimas personas, hasta mayo de 2000, que tenía un
conocimiento directo del secreto. Mons. Loris Capovilla nos contó cómo se comportó el
Papa Roncalli con el mensaje de sor Lucía. “Con la prudencia que era propia de él”. Le

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hablaron de ello tan pronto como fue hecho Papa. Más tarde nombró a los cardenales, y
entre ellos al cardenal Cento, que fue quien llevó el sobre al Vaticano durante el
pontificado de Pío XII, pero no se sabe si lo leyó. Porque el sobre estaba en el archivo,
sellado. Nadie sabía su contenido. Cento le dice al Papa:
«Es bueno que Usted le eche un vistazo. Sor Lucía vino a verme. Sor Lucía
podría enviar un mensaje al mundo. No sé si es apropiado, escuche un poco lo que
dicen en la Secretaría de Estado».
Por unanimidad todos dijeron que “no”. ¿Cómo reaccionó el Papa?
«Un secretario del Papa preguntó:” ¿Enviamos a alguien a buscar el legajo? Juan
XXIII dijo que esperasen. Después de anunciar el Concilio, fue a Castel Gandolfo y
dijo: “Ahora tráigame ese legajo”. El sobre llegó un lunes y le dijo a monseñor
Philippe, que murió cardenal: póngalo aquí. Lo leeré el viernes, cuando venga mi
confesor. Su confesor llega. Lo abre, comienza a leer, me llama, me da el texto. Está
escrito en portugués, con cierto color dialectal. No se entiende del todo bien.
Entonces el Papa llama a monseñor Paolo Tavares, que se ha convertido en el obispo
de Macao. Tavares lee y traduce con exactitud».
¿Era muy largo?
«Cuatro o cinco páginas pequeñas, escritas a mano. El Papa lee y dice: ahora mis
colaboradores deben echarle una mirada, para ver qué hacemos con ella. La leyeron
Tardini, Dell’Acqua, Samorè de la Secretaría de Estado, su confesor, Parente y
Philippe del Santo Oficio, y yo mismo. Allí estaba Agagianian, en aquellos días en
Castel Gandolfo, y también se la hizo ver a él».
¿Y cuál fue la conclusión?
«Después de haber hablado con todos, me dijo: escribe. Y yo escribí según me
dictaba: “El Santo Padre recibió este escrito de manos de monseñor Philippe. Se
reservó para leerlo el viernes con su confesor. Al ser locuciones abstrusas, llama a
monseñor Tavares, que traduce. Se lo hace ver a sus colaboradores más cercanos. Y,
finalmente, dice que se cierre el sobre con esta frase: “No doy ningún juicio”.
Silencio frente a algo que puede ser una manifestación del Divino, y puede también
no serlo».
¿Cuándo se reabre el caso?
«El sobre se cierra y se mete en un cajón. Ya nadie habla más de eso. El papa
Juan muere. Llega el nuevo Papa y alguien muy interesado le dice: el secreto está
aquí8. El Papa envía a que cojan el sobre, en el Santo Oficio. Allí no está. Monseñor
Dell’Acqua me llama, preocupado. Excelencia, le respondo, está en la habitación del
Papa, en un cajón a la derecha, no sé si el segundo o el tercero. Pablo VI, dos o tres
días después, me llama y me pregunta: ¿por qué aparece su letra en el sobre? Le
explico el por qué. Él pregunta: “¿No dijo el Papa algo más?”. No, nada. “Entonces
yo tampoco voy a decir nada”. Y no se hable más de eso».
Hace unos años, el cardenal Silvio Oddi, ahora fallecido, le contó a la revista católica

41
30 Giorni una conversación que tuvo con Juan XXIII.
«Es un problema que ha despertado mi curiosidad. Como los sacerdotes y todos
los fieles, estaba interesado en el tercer secreto de Fátima. Desde el momento en que
se sabía que debía ser revelado en 1960, a menos que sor Lucía no falleciera
primero, todos esperábamos que ese año llegara. Pero llegó 1960, y no se anunció
nada. Como secretario de Juan XXIII, cuando estaba en París, aproveché la
confianza que tenía en mí para decirle francamente: “Santo Padre, hay una cosa que
no puedo perdonarle.
–“¿El qué?” preguntó.
– Haber tenido al mundo esperando durante tantos años, y luego ver llegar el año
1960, y pasar varios meses, y que el secreto no haya sido revelado.
–“No hablemos de ello”, respondió el papa Roncalli.
“Si no quiere que lo haga, no diré nunca nada más, pero no puedo evitar que la
gente lo haga. El interés es espontáneo; he pronunciado cientos de prédicas y
discursos anunciando la revelación.
–“Te he dicho que no hablemos de esto”.
Conocía muy bien al papa Juan –continúa diciendo el cardenal Oddi– y estoy
seguro de que el secreto no contenía nada bueno. A Roncalli no le gustaba oír hablar
de escándalos o castigos. Por eso deduje que contenían algo relativo a prohibiciones,
castigos o desastres».
El purpurado contó un encuentro suyo con sor Lucía, en 1985, tres años después de
que Juan Pablo II hubiera estado en Fátima para darle las gracias por el peligro del que
había escapado, y había corrido el riesgo de otro atentado, precisamente la tarde de la
víspera, a manos de un sacerdote fundamentalista. Le pregunta Oddi a sor Lucía:
«Mire, yo no quiero conocer el secreto. Lo que me intriga es por qué no se hizo
público. ¿Me lo puede decir? Y luego me gustaría saber si usted y el Papa hablaron
de ello cuando vino aquí».
“Oh sí –respondió ella–, hace mucho tiempo”.
– ¿Y qué decidieron?
–“No hacerlo público”.
– ¿Por qué?, si puedo saber la respuesta
–“Porque podría ser mal entendido”.
Entonces Oddi plantaba la hipótesis de que
«el tercer secreto predijese algo terrible que la Iglesia hubiera hecho,
naturalmente sin intención. Que, debido a interpretaciones erróneas, desobediencia o
cosas similares, la Iglesia tendría que pasar por un momento de graves dificultades.
El secreto es que antes del año 1960 la Iglesia había hecho algo cuyas consecuencias
serían muy dolorosas, con un tremendo declive en la práctica religiosa. Y que más
tarde, después de un grave sufrimiento, la Fe volvería». En 1990, el purpurado,
entrevistado por Tommaso Ricci9, decía: «Creo que está más o menos escrito que en

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1960 el Papa convocaría el Concilio del cual, contrariamente a lo esperado, se
derivarían indirectamente muchos problemas para la Iglesia». Entonces el cardenal
Mario Luigi Ciappi fue aún más preciso: «En el tercer secreto se profetiza, entre
otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará desde arriba».
Pablo VI es el primer papa en ir a Fátima, el 13 de mayo de 1967; aunque sólo fuera
“para un breve acto de presencia”10, y envía una “rosa de oro” al santuario, un gesto de
deferencia y respeto. Pero cuando sor Lucía, durante la ceremonia pública, le pide hablar
con él en privado, porque tiene un mensaje que darle, Pablo VI responde, amablemente
de acuerdo con algunos y un poco bruscamente según otros, que debía dirigirse a su
obispo, quien se lo habría entregado.
«Mire, no es el momento –le respondió– Y además, si quiere decirme algo,
dígaselo a su obispo, que él me lo comunicará. Sea fiel y obediente con su obispo».
Según Jean Guitton, entrevistado por 30 Giorni, el papa Montini «tenía una
especie de aversión general a los videntes. Sostenía que, una vez que la revelación
había tenido lugar, la Iglesia no necesitaba estas cosas, a las que se da una
importancia exagerada».
Y hablando de Lucía, al mismo Jean Guitton, Pablo VI la definía como «una
joven muy sencilla. Es una campesina sin complicaciones. La gente quería verla y yo
he hecho que la vieran».
El 27 de septiembre, monseñor Joao Venancio, durante una audiencia concedida por
el Papa Montini a los portugueses, le entregó una carta de sor Lucía al Papa; pero el
contenido sigue siendo secreto, y no se supo nada de la reacción de Pablo VI11. Desde
1960, sor Lucía sólo podía recibir personas de su familia, o autorizadas por el Vaticano.
Escribía al padre Aparicio:
«Yo no creo que esto signifique ser un profeta, pero este puede ser mi grito en el
desierto, donde sólo Dios escucha».
El 13 de mayo de 2000, monseñor Capovilla le dijo a la agencia Adn kronos que
«Pablo VI y Juan Pablo I, si hubieran querido, habrían dado a conocer el mensaje
de la Virgen al mundo. Juan XXIII no lo divulgó porque no tenía la obligación de
hacerlo. Y el silencio lo mantuvieron también Pablo VI y Juan Pablo I, y este último,
por lo que sé, en ese texto había leído alguna profecía que le habría afectado».
En realidad, no sabemos si Albino Luciani había leído el “tercer secreto” de Fátima.
Fue el desafortunado protagonista de uno de los pontificados más cortos de la historia,
sólo treinta y tres días; su fin ha suscitado –y aún continúa alimentando– algunos
interrogantes y preguntas destinadas, quizás, a permanecer sin respuesta. Se reunió con
sor Lucía cuando aún era cardenal, un año antes de la elección al trono de Pedro. Fue el
11 de julio de 1977, como dijo el mismo Juan Pablo I, aproximadamente diez días
después, el 23 de julio de 1977, en Gente Veneta, cuando el Patriarca de Venecia fue a
celebrar misa, por invitación de su confesor, el padre jesuita Leandro, junto con algunos
sacerdotes de su región, en los lugares donde tantos acontecimientos extraordinarios se

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habían desarrollado sesenta años antes.
«Después me reuní con toda la comunidad de monjas y luego conversé durante
mucho tiempo con sor Lucía, la única sobreviviente de los tres videntes de Fátima».
Fue la religiosa quien pidió reunirse en privado con el cardenal, no al revés, aunque
esto Albino Luciani no lo dice. Al comienzo de la reunión en la sala también estaba
la intérprete, la señora Olga do Cadaval, pero al ver que el Patriarca conocía bien el
portugués, se fue «cuando vio que la conversación se volvió demasiado íntima»12.
Luciani piensa que la entrevista durará unos pocos minutos y, por lo tanto, le pide a
su secretario, don Diego Lorenzi, que lo espere afuera, en la puerta. La reunión, en
cambio, se prolonga por casi dos horas; y cuando sale, le dice el secretario a Regina
Kummer: «el rostro del patriarca estaba muy pálido, blanco como una sábana».
Naturalmente, hay curiosidad entre los sacerdotes que lo acompañan; le preguntan de
qué han hablado. El cardenal evita las respuestas directas, se protege a sí mismo:
«La monja es pequeña –responde–, despierta y bastante habladora”. A una fiel
que quiere hablar con él, le responde: «Ahora no puedo: estaré en Venecia. Yo debo
regresar a Fátima: yo debo hablar con la Virgen. Sor Lucía me ha dejado una pesada
carga en mi corazón. ¡Desde ahora, ya no podré olvidarme de Fátima!».
Más tarde, en el semanario diocesano Gente Veneta el futuro Pontífice revela que en
la entrevista no hubo ninguna mención a las apariciones «mientras que, sobre la danza
del sol, sí». La vidente, añade entonces el cardenal,
«cuando habla, revela una gran sensibilidad por todo lo que se refiere a la iglesia
de hoy, con sus graves problemas... la pequeña monja me insistía en la necesidad de
que los cristianos de hoy, especialmente los seminaristas, novicias y novicios, se
decidieran a tomar en serio a Dios, sin reservas. Me habló con tanta energía y
convicción... de sacerdotes, monjas y cristianos con la cabeza en su sitio. Radicales
como los santos: …todo o nada, si se quiere ser de Dios en serio».
Y aquí termina el relato de Juan Pablo I.
Pero hay una segunda parte, contada por Andrea Tornielli, vaticanista y escritor de Il
Giornale, que recogió el testimonio de Edoardo Luciani, el hermano del Papa. El
Patriarca de Venecia, durante la Cuaresma de 1978, que es el año de su elección, fue a
Canale d’Agordo, su pueblo natal, para realizar un breve curso de ejercicios espirituales;
y pasó dos noches en casa de su hermano.
«Después de la cena –le dijo Edoardo Luciani a Andrea Tornielli– lo vimos muy
reflexivo. Estaba sentado en la mesa de la sala de estar, con el rostro tenso y
preocupado. La segunda noche, mi esposa le preguntó si había algún problema con
lo que le había preparado para cenar. Mi hermano dijo: “no puedo dejar de pensar en
lo que me dijo sor Lucía.” no dijo nada más, no quería o no podía revelarnos el
contenido de la conversación. Yo estoy convencido de que lo sabía, que ya conocía
la elección inminente…».
Repitió dos veces: «Sor Lucía me dijo…”. Pero no terminó la frase. Según

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Edoardo, «la vidente debió de decirle algo que se refería no sólo a la Iglesia, sino
también a su propia vida, al destino que Dios preparó para él»13.
Y esta es una convicción compartida por un cura veneciano, don Germano Pattaro,
que le dijo a Camillo Bassotto14 que
«el último día, antes de despedirme, el Papa Luciani me habló de su
conversación con sor Lucía… “un hecho que me ha turbado por un año entero”», me
dijo. «Me quitó la paz y la tranquilidad espiritual. Desde ese día ya no me he
olvidado de Fátima. Ese pensamiento se había convertido en una carga para el
corazón. Estaba tratando de convencerme de que era sólo una impresión. Rezaba
para olvidarlo. Me hubiera gustado contárselo a alguien querido, a mi hermano
Edoardo, pero no lo logré. Ese pensamiento era demasiado grande... demasiado
embarazoso, demasiado en contra de todo mi ser, no era creíble. Ahora la predicción
de sor Lucía se ha hecho realidad, estoy aquí, soy el Papa».
No consta oficialmente que Juan Pablo I hubiera leído el “tercer secreto”; pero
parece muy poco probable que en una entrevista de dos horas, solicitada por ella misma,
y con los contenidos obviamente impactantes, la religiosa no tocara lo que ha sido uno
de los puntos centrales de su vida y de sus relaciones con Roma; y aún más si –como
dejan entrever los testimonios–
«sabía que ya estaba hablando con un futuro pontífice, es decir, con una persona
que, por derecho, podía tener acceso al secreto. Queda por saber –y esto es muy
probable que siga siendo un secreto– si sor Lucía en esa reunión tan bién profetizó la
sorprendente conclusión de la existencia y del pontificado de Albino Luciani. Sin
dejarnos llevar por ciertas hipótesis más de ficción –conspiraciones,
envenenamientos, personas que se cuelan en el apartamento papal (lo cual, por
cierto, en aquel momento, era más fácil de lo que se pudiese pensar), no hay duda de
que el período transcurrido por Albino Luciani en los Palacios Apostólicos puede ser
considerado como muy duro. La Curia se “humanizó” durante el Pontificado de Juan
Pablo II; pero, en ese momento, la situación era diferente».
«Alguien llegaba, y dejaba allí una maleta de documentos, y se iba», relataba el
secretario de Juan Pablo I; y esta era sólo una de las mil maneras que hicieron que los
treinta y tres días pasados en el Vaticano por el “Papa de las Sonrisas” fueran un
verdadero sacrificio, cuando no un calvario. Hasta la muerte repentina, sorprendente, el
28 de septiembre de 1978. Tratada, todo hay que decirlo, por la curia del momento de
manera que despertó el máximo de sospechas sobre un evento en sí mismo ya muy
impactante.
Entonces, ¿Albino Luciani podría ser el obispo “vestido de blanco” que asciende
fatigosamente? O, si la figura vestida de blanco simboliza el conjunto de todos los
pontífices del siglo pasado, ¿podría ser, lógicamente, uno de ellos? Don Luigi Villa, un
especialista de Fátima, y director de Chiesa Viva en Brescia, una revista mensual de
formación y cultura, no está convencido.

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«Sor Lucía escribió “Bianco” en portugués con una letra “B” mayúscula, como si
fuera un nombre propio. En italiano, la palabra se traduce como “Blanco” (o…
Albino)». “En una luz”: (¿Luciani?)15. ¿Por qué? «Tuvimos el presentimiento de que
era el Santo Padre».
¿Cómo explicar este “presentimiento” de los videntes? ... ¿Se podría pensar que
realmente era el Papa Luciani? Después de que Pablo VI depusiera la “Tiara” el 13 de
noviembre de 1964, como un signo de renuncia a la soberanía del Romano Pontífice
sobre los Príncipes y Reyes, el Papa desde entonces aparecía sólo como un “Obispo”
“vestido de blanco”. Así que el Papa Albino Luciani fue el primer Papa “descoronado”
(el mismo día de su consagración), es decir, sin tiara. ¿Fue Albino Luciani, entonces, esa
“luz blanca” en la noche de esta iglesia post-conciliar? ¿Habrá sido él, en esa “luz
inmensa que es Dios», ese “algo similar a cómo se ven las personas en un espejo cuando
pasan delante”? ... Estas palabras: “¡cuando pasan delante” expresarían muy bien la
brevedad de su pontificado de 33 días, de ese “pasar” suyo!

7 Civ. Catt. Nº 3151, 3 de octubre de 1981.


8 Estamos en marzo de 1965.
9 Trenta Giorni, noviembre de 1990.
10 L’Osservatore Romano, 4 de mayo de 1967.
11 Chiesa Viva, mayo 1997, pág. 18.
12 Camillo Bassotto, Il mio cuore è ancora a Venezia, ed. Krinon 1990
13 Il Sabato, 28 de agosto de 1993, pág 30.
14 Il mio cuore è ancora a Venezia, ed. Krinon 1990
15 En el original italiano hay un juego de palabras entre “luce” –luz– y “Luciani”. [N.d.T.]

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CAPÍTULO OCHO
1944-2000: cincuenta y seis años de hipótesis, deducciones, anticipaciones sobre el
contenido del tercer secreto, hasta la conferencia de prensa del 26 de junio del Año Santo
bimilenario. ¿Todo eliminado por esa “revelación”? Habría que decir que sí; pero no
todos –dentro y fuera de la Iglesia– están convencidos de ello, y sus perplejidades,
correctas o incorrectas, están basadas en las declaraciones, incluso distantes en el tiempo,
de las personas expertas en cosas secretas. ¿Es posible que la propia sor Lucía
respaldara, o no negara, ciertas interpretaciones? No se puede excluir esto, porque, como
se verá, algunas de estas personas estaban muy cerca de la religiosa, o le habían hablado
de ello, antes de dejar caer algunas migajas de secretos en las bocas hambrientas de
sensaciones de la opinión pública. Por ejemplo, el obispo emérito de Fátima, monseñor
Alberto de Amaral, en una conferencia celebrada en Viena el 10 de septiembre de 1984
en el auditorio de la Universidad, habló sobre el tercer secreto. Recordó que la parte
“conocida” del secreto estaba «En Portugal…» –un hecho que ahora, a su vez, las
fuentes oficiales tienden a negar, vinculando esas palabras tan misteriosas con la
segunda parte del mensaje–, y afirmó que
«el secreto de Fátima no habla de una bomba atómica, ni de cohetes nucleares, ni
de misiles SS20. Su contenido se refiere a nuestra fe (...) La pérdida de la fe de un
continente es peor que la destrucción de una nación; y es cierto que la fe está
disminuyendo en Europa. La pérdida de la fe católica en la Iglesia es mucho más
grave que una guerra nuclear».
En enero de 1986 de alguna manera negó sus declaraciones anteriores, probablemente
presionado por el Vaticano. Sin embargo, fue interpelado sobre este tema once años más
tarde; el 2 de marzo de 1995 (cuando ya se había retirado como obispo “emérito” de la
vida activa) monseñor de Amaral reiteró:
«Consulté a sor Lucía y tuve su consentimiento para poder declarar en Viena que
el contenido del tercer secreto concierne a nuestra fe, la pérdida de nuestra fe».
Pero ya en 1976, el padre Joaquín Alonso, un religioso claretiano, uno de los más
grandes expertos en Fátima, un nombre que volveremos a encontrar, puesto que aún está
prohibida la publicación de su trabajo monumental sobre Fátima, con excepción de los
dos primeros volúmenes, muy “revisados” según protestan los seguidores más
entusiastas de Fátima16; pues bien, el religioso afirmaba que
«es probable que el texto haga alusiones concretas a la crisis de fe de la Iglesia y
a la negligencia de los propios pastores».
El padre Joaquín Alonso ocupó durante muchos años, hasta su muerte el 12 de
diciembre de 1981, el cargo de archivero oficial de Fátima. ¿Conocía el texto del tercer
secreto o no? Él, oficialmente, nunca lo admitió; pero se reunió con sor Lucía varias
veces, para asuntos relacionados con su trabajo y, desde luego, hablaba con extrema
seguridad sobre el tema. En uno de sus comentarios se inspiró en las palabras:
«En Portugal siempre se conservará el dogma de la fe», para comentar que: «se

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puede deducir que en otras partes de la Iglesia estos dogmas van a oscurecerse, o a
perderse por completo... por lo tanto, es posible que el texto haga referencia concreta
a la crisis de fe en la Iglesia y a la negligencia de los propios pastores».
En otro punto, el padre Alonso nos hace pensar que sus contactos con sor Lucía no
han quedado sin efecto. “¿El texto no publicado –se pregunta– habla de circunstancias
concretas? Es posible que no sólo hable de una crisis real de la Iglesia durante este
período intermedio, sino que, como el secreto de La Salette, por ejemplo, haya
referencias más concretas a las luchas internas entre los católicos, o a la caída de
sacerdotes y religiosos. Tal vez se refiera incluso a las faltas de la jerarquía superior de la
Iglesia. En este sentido, nada de todo esto es ajeno a otras comunicaciones que sor Lucía
tuvo sobre este tema”.
Las especulaciones, quizás algo más que meras hipótesis, comenzaron muy
temprano. En 1952, Pío XII confió al padre jesuita austríaco Joseph Schweigl17, quien
había decidido ir a Portugal para realizar una investigación sobre los eventos de Fátima,
una misión secreta con la vidente. El 2 de septiembre de ese año, el padre Schweigl
habló con sor Lucía en Coímbra. El Santo Oficio no autorizó la publicación de la
entrevista, pero el jesuita, de regresó al Russicum, le habría confiado a un hermano:
«No puedo revelar nada de lo que me he enterado en Fátima sobre el tercer
secreto, pero puedo decir que tiene dos partes: una se refiere al Papa. La otra,
lógicamente, (si bien yo no debo decir nada) debería ser la continuación de las
palabras: ‘En Portugal, el dogma de la fe siempre se conservará’».
El hermano habría preguntado: «¿El Papa actual o el siguiente?», pero el padre
Schweigl no respondió.
Ni Alonso, ni el padre Schweigl habían tenido acceso directo y oficial al secreto.
Pero el cardenal Alfredo Ottaviani, por su posición en el Santo Oficio, lo había leído; y,
por lo tanto, sabía de qué estaba hablando. El 11 de febrero de 1967, el “carabinero de la
Iglesia” dio una conferencia en la Academia Pontificia de la Marina titulada: El tercer
secreto de Fátima.
«Tuve la gracia y el don de leer el texto del tercer secreto –dijo el purpurado en
esa ocasión–, pero como estoy obligado a mantener el secreto, eso haré. El secreto
concierne al Santo Padre, a quien estaba destinado. Él era el destinatario y, si él no se
decide a decir: “este es el momento de darlo a conocer al mundo”, debemos dejar a
su sabiduría el hecho de que siga siendo un secreto... Por lo tanto, no podemos
comportarnos de otra manera sino considerando lo que se ha hecho público, pues en
esa parte del mensaje ya hay suficiente de todo lo que puede interesarle al mundo: la
Virgen pidió oración y penitencia, para hacer comprender que estos son los dos
medios que evitarán esas terribles sanciones indicadas en el libro divino de la
Providencia para un mundo del que se puede decir, con las palabras del profeta:
Terra est infesta ab abitatoribus suis (la tierra ha sido profanada por sus habitantes).
El mundo sólo se ha detenido en la investigación del secreto y no ha meditado, no ha

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sido para nada reflexivo sobre lo que había dicho la Virgen, en un lenguaje abierto y
claro... Las inmensas catástrofes de carácter mundial, de las cuales nuestra infeliz
generación ha sido testigo y víctima, estoy seguro de que son un reclamo para
meditar sobre lo que se hizo público, en lugar de investigar lo que se ha mantenido
en secreto del mensaje». El cardenal concluía con una frase que parece dejar la
puerta abierta a un tema bien específico, en el tercer secreto: «Sólo os puedo decir
esto: que habrá tiempos muy difíciles para la Iglesia y que se necesitan muchas
oraciones para que la apostasía no sea demasiado grande»18.
El tema de la apostasía y de los conflictos dentro de la Iglesia se convirtió, en el
período postconciliar, en el caballo de batalla de los grupos más estrechamente
vinculados a la tradición católica, los mismos que siguen manifestando ahora, como
veremos más adelante, las mayores dudas sobre la integridad de la “revelación” del 26
de junio de 2000, a pesar de las reiteradas afirmaciones de la Santa Sede.
Pero, anteriormente, el cardenal Ottaviani había sido el protagonista de un caso
bastante llamativo al respaldar un texto impresionante. El 15 de octubre de 1963, un
periódico de Stuttgart, el Neues Europe, publicó un también llamado “tercer secreto” que
Juan XXIII habría enviado a Nikita Khrushchev y John Kennedy durante la crisis de los
misiles en Cuba, el tira y afloja entre las dos superpotencias que hizo que la gente
temiera la explosión de una guerra nuclear. Es la llamada “versión diplomática” que, en
1969, el mismo periódico, sin tener en cuenta la negación hecha por el secretario del
“Papa Bueno”, reeditó en una versión más amplia del primer texto.
«En ninguna parte reina el orden. También en las esferas más altas gobierna
Satanás, quien decide la suerte... Incluso logrará penetrar en los más altos cargos de
la Iglesia... Si los grandes de la tierra y la Iglesia no lo impiden, me encargaré yo y le
pediré a Dios que caiga su justicia sobre los hombres. Entonces veréis que Dios
castigará a los hombres con mayor severidad que cuando lo hizo a través del diluvio,
y los grandes perecerán de la misma manera que los pequeños y los débiles. También
para la Iglesia llegará el tiempo de las pruebas más duras. Los cardenales estarán en
contra de los cardenales, los obispos en contra de los obispos: Satanás entrará en sus
filas. Habrá grandes cambios en Roma: lo que está podrido caerá, y lo que cae no
debe ser conservado. La Iglesia se tornará en algo borroso y el mundo estará
impactado por el terror... millones de hombres perderán la vida y aquellos que logren
mantenerse vivos envidiarán a los muertos. Desde el lado que mires se verá angustia,
miseria en toda la tierra y ruinas en todos los países... Será un momento que ni los
reyes, ni los cardenales, ni los obispos esperan, pero llegará inexorablemente,
conforme a los decretos de Dios que castigará y se vengará…».
El padre Mastrocola, director de una publicación religiosa, Santa Rita, pidió al
cardenal Ottaviani el permiso para reproducir la exclusiva dada por Neues Europa. La
respuesta fue alentadora, pero a la luz de la “revelación” del secreto del 26 de junio de
2000, vergonzosa.

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«Hacedlo, hacedlo –respondió el purpurado guardián del “tercer secreto”–,
publicad tantas copias como os parezca, porque la Virgen quería que se conociera ya
en 1960».
Y de ese texto también habló Radio Vaticano en 1977, en el décimo aniversario del
viaje de Pablo VI a Fátima.
El texto de Neues Europa tuvo un gran éxito, e incluso fue publicado el 15 de
octubre de 1978 por el Osservatore della Domenica en un artículo firmado por el teólogo
Corrado Balducci. El 15 de octubre de 1978: al día siguiente, Juan Pablo II sería elegido
Papa. El mensaje era impresionante:
«El fuego y las llamas caerán del cielo, las aguas de los océanos se evaporarán...
y millones de personas, de una hora a otra, caerán y los que estén aún vivos
envidiarán a los que murieron».
Con don Luigi Bianchi y sor Lucía, en cambio, regresa el tema de la crisis en la
Iglesia. En mayo de 1991, el sacerdote, un experto en Fátima, (ha publicado muchos
libros sobre el tema) estaba en Coímbra para hablar con la última de los tres videntes.
«Estaba a punto de publicar un libro sobre el tercer secreto –le contó a Andrea
Tornielli19– en el que proponía una interpretación suya vinculada al Apocalipsis.
Hablaba de alteraciones físicas de la tierra, pero también de la gran crisis doctrinal
que atraviesa la Iglesia. El 14 de mayo tuve una entrevista con sor Lucía Dos Santos.
Sabía que ella no podía hablar sobre el tercer secreto, pero le pedí que me diera una
señal: si esas interpretaciones no eran válidas, habría abandonado y no publicaría el
libro. Al final de mi discurso, la vidente hizo una pequeña reverencia sin hablar,
diciéndome que sí con una cara repentinamente oscurecida».
Y por último, Juan Pablo II, en Fulda, en noviembre de 1980 –seis meses antes del
ataque del 13 de mayo, el día de Nuestra Señora de Fátima, en la Plaza de San Pedro–,
reunido con un grupo de católicos alemanes, habló sobre Fátima; sus palabras,
publicadas por Stimme des Glaube, la “Voz de la Fe”, fueron objeto de disputas,
negaciones y desmentidos. En ese momento, la revista anunció que basaría su informe en
una grabación, que no hemos podido encontrar. El pontífice habría dicho:
«A todos los cristianos les debería bastar con saber lo siguiente: cuando leemos
que los océanos inundarán continentes enteros, que los hombres perderán la vida de
repente, de un minuto a otro, y serán millones... Si se sabe esto, entonces no es
necesario exigir la publicación del “secreto”. Muchos quieren saber sólo por
curiosidad y por sentir emociones fuertes: pero se olvidan de que el saber conlleva
una responsabilidad. Y es peligroso cuando, al mismo tiempo, no se quiere hacer
nada, diciendo: ‘¡Todo esto no sirve para nada!’».
En ese momento, el Papa tomó el rosario que guardaba en su bolsillo:
«¡Aquí está la medicina contra este mal! Rezad, rezad y no hagáis más
preguntas. Todo lo demás, encomendádselo a la Virgen».
En esa misma ocasión, que nunca fue confirmada por la Santa Sede, el Papa habría

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dicho:
«Debemos estar preparados para las pruebas que se acercan, que también pueden
requerir el sacrificio de nuestras vidas y nuestra entrega total a Cristo y por Cristo.
Las pruebas se podrían reducir con vuestra oración y con nuestra oración, pero no
pueden evitarse, porque una verdadera renovación en la Iglesia sólo puede tener
lugar de esta manera. Como ya en otras oportunidades, la Iglesia renace de la sangre,
esta vez tampoco será diferente. Seamos fuertes y preparémonos, confiando en
Cristo y en su Madre. Recemos mucho y con frecuencia el Santo Rosario».
¿Qué tenía en mente Juan Pablo II cuando pronunciaba estas palabras, si realmente
las ha pronunciado? (No está claro por qué Stimme des Glauben debería haberse sacado
de la manga una declaración pontificia sobre un tema tan delicado y controvertido, con
el riesgo de ser desmentida). Puede que el Pontífice tuviese en mente algún pasaje de la
“versión diplomática”, leída o escuchada antes de subir a la cátedra de Pedro; y, en
efecto, la primera parte que hemos citado tiene una cierta similitud con la famosa
“versión diplomática”. Pero la cita personal, hecha sólo unos pocos meses antes del
ataque de Ali Agca, tuvo unos ecos impresionantes; mucho más ahora, después de la
“revelación” del tercer secreto y de la imagen del obispo vestido de blanco que,
tembloroso, avanza hacia la cruz de madera sin tallar. No faltan aquí interpretaciones
diferentes; hemos visto cómo hay quienes identifican a Albino Luciani, víctima de una
muerte repentina e imprevista, con ese personaje; mientras que otros han visto al obispo
Óscar Romero, que fue realmente asesinado por soldados mientras celebraba la misa; y
hay quienes recuerdan que Pablo VI también fue víctima de un ataque durante su viaje a
Manila, Filipinas, en 1970, y cuya gravedad ocultó con mucho coraje. Por último, otra
corriente interpretativa, la de los que no creen que Fátima sea un capítulo totalmente
cerrado, revela que el Papa Wojtyla “temblaba”, como dice la visión, algo que todos
pudieron ver luego, debido a la enfermedad de Parkinson, que empezó a manifestarse
alrededor de 1992; y, ciertamente, no lo era en 1981 donde, de hecho, impresionaba por
su vigorosa y atlética imagen, tan distinta a la de los pontífices hieráticos, ancianos o
enfermos que le habían precedido durante el transcurso del siglo. Pero con Juan Pablo II
nos enfrentamos a otra pregunta con respecto a Fátima, a saber: “cuándo” tuvo
conocimiento exacto el Pontífice del tercer secreto.

16 Textos de Fátima y Estudios Críticos, 5.396 documentos.


17 Hermano Michel de la Sainte Trinité, The whole truth about Fatima.
18 Revista Fátima, año 1, número 7, 13 de noviembre de 1967.
19 Il segreto svelato, Gribaudi, Turín, año 2000.

51
CAPÍTULO NUEVE
A principios de 1957, después de la visita a Fátima por parte del pro-prefecto del Santo
Oficio, el cardenal Ottaviani, llegó la petición al obispo de Leiria desde Roma para que
se enviasen los escritos de Lucía al Vaticano. Todos.
«Cuando llega a la tercera parte del secreto, el obispo a cargo de esta tarea, al no
poder fotocopiar el documento, ya que estaba cerrado y sellado, le preguntó a Roma
qué debía hacer. Se le dijo que lo enviara así»20.
Aura Miguel en su libro, “El secreto que guía al Papa: La experiencia de Fátima en el
pontificado de Juan Pablo II”, ha revelado el informe realizado por el obispo auxiliar,
monseñor Joao Venancio, el portador material de la carta a Roma, quien antes de
abandonar la Nunciatura Apostólica de Lisboa puso el documento a contraluz,
observando «una pequeña hoja con algunas líneas escritas». El obispo vio un sobre
exterior con fecha del 8 de diciembre de 1945 de 14,5 cm. por 22 cm.; luego un sobre
interior, de 12 cm. por 18 cm. El papel, visto en transparencia, «es un poco más
pequeño», tocaba los dos lados del sobre, mientras que en los otros dos faltaba menos de
un centímetro. ¿Por qué se le pidió que enviara el material a Roma? Nunca se supo;
anteriormente, Ottaviani había declarado que la Congregación no estaba interesada en
recibir el documento, prefería que permaneciera bajo la custodia del obispo de Leiria.
Luego llegó esta solicitud sin que nada, aparentemente, la justificara: ni hechos
sensacionales, ni ninguna otra cosa. El sobre llegó el 4 de abril de 1957 y fue enviado
alrededor del 17 de agosto de 1959 a Juan XXIII por el Comisario del Santo Oficio, el
padre Pierre Philippe, O.P. Aquí surge una primera contradicción, nunca aclarada; el
documento oficial de la Santa Sede del 26 de junio de 2000 dice que el “Papa Bueno”
«decidió devolver el sobre sellado al Santo Oficio»; pero, como hemos leído, monseñor
Capovilla dice que el sobre quedó en un escritorio en el apartamento pontificio,
escapando, evidentemente, a la “limpieza” total que se hace, como es costumbre,
inmediatamente después de la muerte de un pontífice, mientras se espera la llegada de su
sucesor. Pero este no es el único misterio de la relación singular que une el “secreto” y
los pontífices, lo que llevó a alguien a formular una hipótesis –como veremos más
adelante–, según la cual hay diferentes partes o versiones de ese mensaje, a pesar de las
repetidas declaraciones oficiales sobre el tema.
Y llegamos a Juan Pablo II. ¿Cuándo tuvo el Papa Wojtyla conocimiento directo de
la profecía? Tenemos diferentes versiones. El documento de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, del 26 de junio de 2000, escribe:
«Juan Pablo II, por su parte, solicitó el sobre con la tercera parte del ‘secreto’
después del atentado del 13 de mayo de 1981. Su Eminencia, el cardenal Franjo
Seper, Prefecto de la Congregación, entregó a Su Excelencia monseñor Eduardo
Martínez Somalo, sustituto de la Secretaría de Estado, el 18 de julio de 1981, dos
sobres: uno blanco, con el texto original de sor Lucía en portugués; otro color
naranja, con la traducción del ‘secreto’ en italiano. El 11 de agosto siguiente,

52
monseñor Martínez devolvió los dos sobres a los Archivos del Santo Oficio».
Pero unas pocas líneas después indican que el Papa «pensó de inmediato en la
consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María», una fórmula que se repetirá
más tarde, en 1982 y 1984, siempre coincidiendo con el evento de Fátima, que se
celebraría el 7 de junio de 1981 en la Basílica de Santa María la Mayor; es decir, más de
un mes antes de la entrega de los dos sobres famosos. La conexión de esta celebración
con Fátima se hace más evidente con la oración, compuesta por el mismo Papa, en la que
al dirigirse a la Virgen alude a «aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial» y en
la que se puede leer una referencia a la famosa consagración de Rusia. Para complicar
aún más este enredo investigativo, ya bastante enmarañado, especialmente si también se
piensa en la conversación de Fulda; una de las personas más cercanas a Juan Pablo II,
Joaquín Navarro Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, declaró en
mayo de 2000 a Associated Press que Juan Pablo II había leído el documento unos pocos
días después de su elección a la cátedra de San Pedro, el 16 de octubre de 1978. Pero el
texto de una carta autógrafa de sor Lucía al pontífice, del 12 de mayo de 1982, nos da
otro elemento curioso. La religiosa le dice:
«… la tercera parte del secreto, que tanto ansiáis conocer, (“que tanto ansiais por
conhecer”, en portugués) es una revelación simbólica, que se refiere a esta parte del
Mensaje…».
Pero las palabras que hemos subrayado, a pesar de estar presentes en el texto
original, no se han incluido en la traducción proporcionada por la Santa Sede, y
permanecen, hasta ahora, sin una explicación plausible. O, al menos, la única persona
que podría proporcionar esta explicación está recluida en clausura en Coímbra y no
puede tener contactos externos sin el permiso de las autoridades eclesiásticas. También
en esta frase, y en esta omisión singular de las traducciones, se apoyan los partidarios de
la tesis que presupone la existencia de dos mensajes, o de una parte revelada y otra no.
Con el atentado llevado a cabo por el “asesino” turco Ali Agca en la plaza de San
Pedro, Fátima entra de forma violenta en la historia de Karol Wojtyla. Se ha dicho y
escrito muchísimo; nos limitaremos a informar de lo que dijo a Inside the Vatican
Gabriel Turowski, una persona muy cercana al Papa Wojtyla, que continúa llamándolo
“tío”, como en la época de Cracovia. La traducción es nuestra.
«Cuando vuelvo a pensar en ese momento –dice Turowski– creo que,
independientemente de los motivos del hombre que disparó al Papa, Juan Pablo II se
convirtió en un instrumento visible, contemporáneo del Omnipotente para llevar a
cabo la lección de Fátima y mostrar al mundo la piedad de Dios. La toma de
conciencia de Fátima, es decir, el significado de la presencia de la Madre de Dios en
la visión de Fátima, fue plenamente establecida sólo después del intento de asesinato
del Papa, quien fue salvado por Ella de una manera tan maravillosa.
Se cree que Juan Pablo II está “marcado” por la Santísima Virgen. Debido a esta
inusual coincidencia de fechas –el tiroteo y el aniversario de la primera visión en

53
Fátima en 1917–, las apariciones de Fátima fueron revisadas y completadas sólo
durante el pontificado de Juan Pablo II. Algo que no hicieron suficientemente sus
predecesores: Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. La aceptación
plena de la aparición de Fátima implicó la beatificación, el 13 de mayo de 2000, de
Francisco y Jacinta, los niños que, junto con sor Lucía, recibieron las palabras de la
Madre de Dios, revelando el tercer secreto y consagrando el mundo al Inmaculado
Corazón de María.
Lo que nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta: ¿fue este intento de
asesinato, el sufrimiento del Papa y las oraciones de toda la Iglesia los que llevaron a
la realización de lo que quería la Santísima Virgen? ¡En este caso, todo el mal
causado por el intento de asesinato se convirtió en algo bueno! El pontificado de
Juan Pablo II no llegó a su fin en 1981.
En los planes de Dios, Juan Pablo II debía introducir a la Iglesia católica en el
Tercer Milenio celebrando el Gran Jubileo del año 2000. Las peticiones de la Madre
de Dios y la verdad teológica sobre la misericordia de Dios se volvieron importantes
para mostrar el camino a la humanidad».
Pero, ¿qué pensaba el Papa Wojtyla de todo esto? He aquí como sigue Turowski:
«Puedo deciros algo que sucedió en el Hospital Gemelli el 17 de julio de 1981.
Después de la visita de los médicos, hubo un momento para hablar e intercambiar
opiniones. Le pregunté si sabía que el intento de asesinato había tenido lugar
exactamente en el mismo momento de la aparición de la Madre de Dios a los tres
niños en Fátima, 64 años antes. Calcular el momento exacto fue posible gracias a un
conocido especialista en geofísica, el profesor M. Linarez, amigo mío de Madrid,
quien me pidió que diera esta información al Papa, cosa que hice. El Papa no
respondió ni comentó nada sobre este hecho. Estaba inmerso en una oración
constante. Pero unos días más tarde pidió que le trajeran el material de Fátima, para
que pudiera leerlo. Durante su peregrinación a Fátima, en 1982, dijo: ’Yo también
voy hacia este lugar bendito para escuchar, una vez más, en nombre de toda la
Iglesia, el mandato que nos fue dado por Nuestra Madre, preocupada por sus hijos.
Ahora estos mandatos son más importantes y vitales que nunca. Debemos estar
preocupados por esa ola de secularismo y permisividad que ponen en peligro las
reglas y valores morales cristianos fundamentales’. Mientras estaba en el Gemelli
alguien le llevaba al Pontífice, todos los días, un poco de agua de Fátima, que tuvo
efectos casi milagrosos en el estado febril del Pontífice»21.
Según Aura Miguel, Juan Pablo II tenía mucha prisa por salir del hospital; después
de haber estudiado detenidamente toda la documentación, le habría dicho a uno de los
visitantes:
«En esos tres meses que he pasado entre la vida y la muerte, me he dado cuenta
de que la única solución para salvar al mundo de nuevas guerras y desastres, para
salvarlo del ateísmo, es la conversión de Rusia según el mensaje de Fátima».

54
Una consagración que, según el Vaticano, se hizo y, según otros, no; y hasta 1989
incluso sor Lucía era de opinión negativa. Es un aspecto del debate que veremos con
mayor precisión dentro de poco, cuando nos ocupemos de las controversias que causaron
el viaje de monseñor Bertone a Coímbra en noviembre de 2016. Ahora dirigimos nuestra
atención a la acusación, que proviene de los seguidores de otra –no reconocida por la
Iglesia– aparición mariana, según los cuales sencillamente se habrían inventado el texto
dado a conocer el 26 de junio de 2000. Son los fieles de Veronica Lueken y las
apariciones de Bayside, en América.

20 Luciano Guerra, Fatima e il Romano Pontefice.


21 Fátima, Lux Communication, Bratislava

55
CAPÍTULO DIEZ
Veronica Lueken –una sencilla mujer de Bayside, Nueva York, madre de cinco hijos–
vio por primera vez a la Virgen en 1970. Desde entonces hasta su muerte, en 1995, las
apariciones y los éxtasis se multiplicaron, al igual que los mensajes, tan frecuentes y
amplios que se recogieron en tres volúmenes. La Iglesia no ha dado su aprobación al
fenómeno y al contenido del mensaje, centrado en las profecías de los últimos tiempos,
con críticas estrictas a las corrientes «modernistas», llamadas a un retorno de la tradición
cristiana primitiva y el anuncio de una gran purificación futura de la tierra. Los fieles –
numerosos– se reunían ante la estatua de “Nuestra amada Señora de las Rosas, socorro
de las madres”, que dio su nombre a las apariciones. La Virgen le habría pedido a
Veronica Lueken que erigiera un santuario en Bayside, en el sitio de la antigua iglesia de
San Roberto Bellarmino. Según Hienzerberger y Nedomansky22,
«todos estos fenómenos y manifestaciones sobrenaturales fueron prácticamente
ignorados por el Ordinariato eclesiástico competente... La investigación no se llevó a
cabo con un espíritu objetivo y de manera profunda y tampoco se escucharon las
verdaderas grabaciones de la vidente en estado de éxtasis».
Sin embargo, incluso después de la muerte de Veronica, la tensión y la confianza de los
fieles en torno a la “Virgen de las Rosas” no disminuyó; y a partir de junio de 2000 se
acentuó el interés por Fátima y el tercer secreto. El 13 de mayo de 1978, la “Señora de
las Rosas” le habría dicho a Verónica:
«¿Cuántas veces os he avisado y os he puesto en estado de alarma sobre el hecho
de que Satanás entraría en los lugares más altos de la jerarquía de Roma? El tercer
secreto, hijos míos, es que Satanás entrará en la Iglesia de mi Hijo».
Y en una locución del 29 de abril de 1992 la Señora habría agregado:
«Le di a Lucía la Revelación como un secreto temporal –como te he revelado el
tercer secreto en dos ocasiones. Haced un esfuerzo común para llevarlo en toda su
integridad a nuestros hijos en la tierra. La jerarquía no ha escuchado Mi consejo–
treinta y dos años perdidos en indecisiones y miedo a exponerse. La fe está rota para
muchos».
La “revelación” de junio de 2000 llevó a los seguidores de la Virgen de las Rosas en
primera línea al afirmar que se trataba de una falsificación; no decían, como hacen otros
movimientos, que sólo hubiera sido revelada una parte del “tercer secreto”, sino que
incluso se había ofrecido al mundo un texto completamente inventado. Y esto a pesar de
las afirmaciones de sor Lucía en el encuentro del 27 de abril de 2000 con el arzobispo
Tarcisio Bertone («es mi carta... es mi letra»).
Para apoyar esta tesis recurrieron a los “Speckin Forensic Laboratories”, un
laboratorio de análisis legales de Okemos, Michigan. Además del texto del “tercer
secreto” obtenido de un sitio web, Robert Kulmann, el analista del centro, tenía cinco
cartas de sor Lucía disponibles como material: del 17 de diciembre de 1917, del 29 de
mayo de 1930, del 17 de noviembre de 1935, del 13 de abril de 1980 y del 13 de julio de

56
1989.
«La tarea de mi examen –escribe Kulmann en su carta a los que le contrataron–
es determinar si lo escrito en el “tercer secreto” y los escritos que se afirma son de
sor Lucía, fueron escritos por la misma persona».
Sin embargo, el experto agrega una nota:
«Los resultados del siguiente examen se basan en el examen de los documentos
obtenidos de un sitio web de Internet. Debido a la pobre calidad de los documentos
mencionados, mi examen es extremadamente limitado. El detalle necesario para
llegar a una conclusión definitiva sobre la escritura no está presente en los
documentos reproducidos; especialmente en los reproducidos a través de Internet. Mi
examen se limita a la formación general de las letras, las proporciones, el espaciado
y el formato de la escritura».
Y aquí están los resultados del examen.
«Los escritos de sor Lucía, que cubren un arco de más de cincuenta años,
contienen numerosos hábitos de escritura repetitivos y coherentes, que indican que
los escritos conocidos son todos de la misma persona».
Pero, dice Kulmann, la situación cambia cuando se trata de
«integrar los hábitos de escritura repetitivos presentes en los presuntos escritos
conocidos de sor Lucía, que van desde 1927 hasta 1989, con los hábitos repetitivos
encontrados en el documento cuestionado, el “tercer secreto”; encuentro muchas
diferencias significativas, formativas y de proporciones entre muchas de las letras
comparadas».
El experto ofrece algunos ejemplos, aunque advierte de que las diferencias, «debido
a la calidad de las copias», son menos evidentes cuando se examinan las minúsculas. Sin
embargo, el resultado final es sin duda lo que los clientes querían y esperaban. Robert
Kulmann escribe:
«Dado que encuentro una serie de diferencias significativas entre la escritura del
documento cuestionado, el “tercer secreto”, y los presuntos escritos conocidos de sor
Lucía, es mi opinión, basada en los documentos examinados, que el documento
cuestionado, el “tercer secreto”, no puede identificarse con los presuntos escritos
conocidos de sor Lucía. Además, es mi opinión que la cantidad de diferencias
observadas en mi examen comparativo indica que el documento puesto en cuestión,
el “tercer secreto”, es improbablemente que haya sido escrito por la misma persona
que ha creado los presuntos escritos conocidos de sor Lucía».
Una nota final atemperó la dureza del veredicto:
«Para emitir una opinión más definitiva sería necesario examinar los documentos
originales, o las fotografías que reproducen con precisión los documentos
originales».
El sitio web que difunde esta documentación en todo el mundo, titulado Fatimagate,
en recuerdo del escándalo judicial que hizo caer al presidente estadounidense Nixon,

57
también ofrece una solución posible (y anónima) a la pregunta que surge
espontáneamente. Si no fue sor Lucía quien escribió el texto del “tercer secreto” (y,
repetimos, a pesar de sus declaraciones, llegadas a través de monseñor Bertone), ¿quién
lo hizo? Otro experto en escritura humana ofreció su contribución.
«La mano que escribió la supuesta falsificación parece haber dejado huellas en el
esfuerzo por escribir. Tuvo mucho cuidado en hacer que el “peso” de la señal fuera
casi plana, en relación con la superficie del papel en todo el documento. Los
humanos, por regla general, no escriben de esa manera. Como experto en legibilidad
(entre otras cosas) puedo decir con cierta seguridad que, a excepción de las personas
entrenadas en el arte ritual de la copia, o la caligrafía, los humanos dejan, en el acto
de escribir, señales que revelan cosas como la posición en la que se encontraba el
cuerpo en el momento de la escritura... El documento propuesto no tiene ninguna de
estas características. En realidad, la ausencia de “temblores” normales en la escritura
(como los definen los expertos) indica que, seguramente, esta persona estaba
entrenada en el uso de la pluma. Personas de este tipo son poco frecuentes estos días,
excepto en la Iglesia católica y la ortodoxa rusa y griega».
En resumen, Bayside.org presenta la imagen de un cartujo que escribe un texto ad
hoc.
La Virgen de las Rosas invita a los fieles a «orar por la seguridad de Juan Pablo II»,
ya que, tomando como base una profecía de 1984, podría haber otro atentado contra su
vida:
«Orad por vuestro Vicario. Habrá otro atentado contra su vida. Orad por vuestro
vicario. No lo juzguéis de acuerdo con lo que dicen los medios de comunicación,
porque es un buen hombre y lo mantengo bajo la protección de mi manto. Pero
necesita vuestras oraciones, hijos míos, necesita vuestras misas y vuestros sacrificios
si queréis tenerlo entre vosotros».
Después del 11 de septiembre, el tono apocalíptico de la alarma se acentuó aún más.
«¿Cómo podemos proteger nuestros hogares, nuestras familias y nuestros seres
queridos, del terrorismo y la guerra?».
La respuesta es:
«Nos libraremos de la invasión, del terrorismo y de la guerra si ponemos
crucifijos fuera de la puerta de nuestras casas».
En un esfuerzo por eliminar la credibilidad de la “revelación” del Vaticano, el sitio
también incluye enlaces a organizaciones católicas como The Crusader of Fatima, cuyos
documentos examinaremos dentro de poco, probablemente el movimiento “fatimista”
más grande y fuerte del mundo, con sede en Canadá.
Por supuesto, la Santa Sede no ha respondido de forma directa a la acusación de
haber creado un documento falso, segura de su autoridad y de las declaraciones de sor
Lucía. Pero la controversia fue retomada por Michael Hesemann, un escritor católico
alemán, que examinó, además del texto del “tercer secreto” dado a conocer por la Santa

58
Sede, las “Memorias” escritas por sor Lucía en 1941, y no las cartas estudiadas por los
Speckin Forensic Laboratories. Un experto alemán, Fidelio Koberle, de Dusseldorf, llegó
a la conclusión de que no hay diferencias sustanciales en la caligrafía, y que, por lo
tanto, «se puede decir con el mayor grado de probabilidad, incluso de seguridad, que la
escritura es idéntica, y que, por lo tanto, el secreto de Fátima es auténtico». Pero hay
quienes albergan algunas dudas y reservas de distinta naturaleza, como veremos en el
próximo capítulo.

22 Tutte le apparizioni della Madonna, PIEMME, año 2000.

59
CAPÍTULO ONCE
Y luego está la hipótesis de que existen dos textos del tercer secreto de Fátima. Hemos
visto que la expectativa del tercer secreto ha sido alimentada por tres grandes líneas; la
línea apocalíptica, que pensaba que el mensaje era un presagio de predicciones
desastrosas para el futuro inmediato del mundo; la línea «política», que apuntaba sobre
todo a Rusia, como la cuna del comunismo, propagador de los “errores” a nivel
planetario; y, por último, la línea que prosperó después del Concilio Vaticano II, que
estaba enfocada en identificar dentro de la Iglesia uno de los objetivos de la alarma
lanzada por la Señora en la Cova da Iria (“el humo de Satanás” según recuerda el Papa
Montini el 29 de junio de 1972). Esta premisa es necesaria para identificar a los
protagonistas quizás más aguerridos y determinados en la búsqueda de una “verdad” más
allá de las explicaciones del Vaticano. Son los movimientos “fatimistas” de todo el
mundo, y en particular los que están en sintonía con el Fatima Crusader, una revista y
un movimiento nacidos de la inspiración del padre Nicholas Gruner, un sacerdote
canadiense inicialmente “asignado” a la diócesis de Avellino, hace ya muchos años, y
luego transferido a Canadá, donde dio vida a una obra que cuenta con cientos de miles
de seguidores, así como a varias obras de apostolado en todo el mundo. Fatima Crusader
ha afirmado en el pasado, y afirma, con demasiada insistencia y obstinación, según la
Santa Sede, que la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María nunca se ha
hecho como lo había pedido la Virgen; y que este incumplimiento aleja el cumplimiento
de la profecía. La revelación del “tercer secreto” del 26 de junio de 2000 no convenció a
gran parte de los súper fieles de la aparición portuguesa.
Este es el contexto en el que nació una hipótesis: ¿no sería posible que sor Lucía
haya escrito dos textos diferentes de la famosa tercera parte del secreto? Una hipótesis
que aún circula, a pesar de la entrevista realizada por el arzobispo Bertone con la
vidente, que informamos al comienzo de este trabajo y a la que pedimos al lector que se
remita.
Andrew M. Cesanek, colaborador del padre Gruner, un experto en Fátima, publicó
un largo artículo en el Fatima Crusader, en su número 64 del verano de 2000, que
también fue difundido en varios idiomas (incluido el kiswahili) en el sitio de internet de
la organización. Su tesis se basa en la gran colección de documentos de la obra de un
religioso, el hermano Michel de la Sainte Trinité, L’intera verità su Fatima, en tres
volúmenes, llenos de notas y testimonios, publicados en francés e inglés; y,
adicionalmente, una versión abreviada de la obra, supervisada por hermano Francois,
Fatima: Tragedia e Trionfo.
Se han vendido más de de 100.000 copias de este libro.
«El propósito de este artículo es mostrar que existen dos manuscritos originales
escritos por sor Lucía sobre el tercer secreto y que ambos documentos fueron puestos
a disposición de las autoridades eclesiásticas. El hermano Michel y el padre Alonso
informan que sor Lucía ha confirmado personalmente la existencia de los dos

60
manuscritos».
El padre Alonso es el padre Joaquín Alonso, a quien ya hemos conocido, el archivero
oficial de Fátima, y cuya obra monumental en numerosos volúmenes está “bloqueada”
para su publicación (excepto el primer volumen) desde 1976, por orden del obispo
diocesano de Leiria y del provincial de los Claretianos, orden a la que pertenecía el padre
Alonso.
Cesanek parte de lo que el 9 de enero de 1944 sor Lucía le escribía al Obispo da
Silva:
«He escrito lo que Ella me pidió; Dios ha querido ponerme un poco a prueba,
pero, después de todo, esta era Su voluntad: [el texto] está en un sobre sellado y está
en los cuadernos…».
El hermano Michel afirma que sor Lucía le entregó ambos documentos a monseñor
da Silva, obispo de la diócesis Leiria-Fatima, en junio de 1944:
«La vidente le entregó discretamente al obispo de Gurza el cuaderno donde se
encontraba el sobre que contenía el secreto».
Esa misma noche, el obispo puso el sobre en manos del obispo da Silva... Según
Cesanek, dos textos
«han existido hasta los años ochenta, ya que, como demostraremos más adelante,
el primero se perdió o se destruyó posteriormente».
Una primera pista (Cesanek habla de hechos, pero nos parece más apropiado en
muchos casos hablar de hipótesis) es un añadido hecho por sor Lucía en sus memorias.
Como el hermano Michel refiere:
«... en su Tercera Memoria, escrita en los meses de julio y agosto de 1941, sor
Lucía se limitó a mencionar una tercera parte del secreto, sin agregar, no obstante,
nada más preciso. Unos meses más tarde, en su cuarta Memoria, escrita entre octubre
y diciembre de 1941, decidió decir algo más. Copió el texto de su tercera Memoria,
casi palabra por palabra, agregando, sin embargo, después de las palabras finales ‘...
y al mundo se le otorgará un período de paz’, una nueva oración: ‘Em Portugal se
conservará sempre o dogma da fé, etc.’».
La nueva frase se puede traducir de la siguiente manera: «En Portugal, el dogma de
la Fe se conservará para siempre, etc.», las palabras de la Virgen. El hermano Michel,
además, dice: «De hecho, en 1943, desde el momento en que el Obispo da Silva le había
pedido que transcribiera el texto [del tercer secreto] –aunque ella encontraba enormes
dificultades para obedecer esta orden–, sor Lucía declaró que no era absolutamente
necesario hacerlo porque, en un cierto sentido, ya lo había revelado. Sin duda, aludía a
las diez palabras agregadas discretamente en diciembre de 1941 al texto del gran secreto,
“tan discretamente que casi nadie nos había hecho caso”. La frase –subraya Cesanek–
introduce una nueva –e incompleta– idea en el secreto de Fátima. Sugiere la existencia
de una continuación: ese “etcétera” sólo puede referirse a la tercera parte del secreto».
El manuscrito del tercer secreto publicado en junio de este año por el Vaticano, Il

61
Messaggio di Fatima, no contiene palabras pronunciadas por la Virgen, sino que
describe la visión del secreto que tuvieron los tres niños de Fátima. Además, no contiene
ninguna explicación de la nueva frase ni del “etc.”, agregado por sor Lucía al secreto de
Fátima en su Cuarta Memoria.
«¿Qué ha pasado –se pregunta Cesanek– con la parte del texto que seguía a la
nueva frase –las palabras de la Virgen que aún faltan?».
Según el experto estadounidense, esto demostraría la existencia de dos documentos:
uno que contiene las palabras de la Virgen, el otro que describe la visión de los tres
niños, el cual, sin embargo, no contiene palabras pronunciadas por la Virgen.
Un segundo elemento que Cesanek aporta para respaldar su hipótesis se refiere a la
fecha de transferencia del mensaje a Roma.
«El hermano François nos cuenta, cuando el texto del tercer secreto fue
depositado en el Santo Oficio (ahora llamado Congregación para la Doctrina de la
Fe), que: “después de llegar al Vaticano, el 16 de abril de 1957, el Papa Pío XII, sin
duda, colocó el secreto en su escritorio personal, en una pequeña caja de madera, con
la inscripción Secretum Sancti Officii (Secreto del Santo Oficio)”».
Antes de la reforma ordenada por el Papa Pablo VI en 1967, el Papa era jefe del
Santo Oficio. En consecuencia, no es ilógico que el “Papa de Fátima” decidiera
mantener el tercer secreto con él; y la inscripción “Secreto del Santo Oficio” estaría
justificada por el papel del pontífice en su rol de responsable de la Congregación.
Durante la “revelación” del 26 de junio de 2000, se afirma que el texto original del tercer
secreto, escrito por sor Lucía, fue llevado al Santo Oficio el 4 de abril de 1957. Además,
el arzobispo Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
dijo que
«el sobre sellado fue guardado inicialmente por el Obispo de Leiria. Para
garantizar la protección más completa del ‘secreto’, el 4 de abril de 1957, el sobre
fue depositado en los Archivos Secretos del Santo Oficio».
Cesanek plantea la hipótesis de que esta diferencia de fechas (del 16 de abril al 4 de
abril) demuestra la existencia de dos documentos:
«el relacionado con la “visión” se llevó a los Archivos Secretos del Santo Oficio
el 4 de abril de 1957, mientras que el documento que contenía las palabras de la
Virgen fue trasladado al apartamento papal, que podría ser considerado parte del
Santo Oficio, el 16 de abril de 1957».
Tercer punto: una sola hoja o varias hojas, y la longitud en líneas del mensaje. El
cardenal Ottaviani, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1967,
afirmaba haber leído el tercer secreto y que este estaba escrito en una sola hoja de papel.
El testimonio fue publicado el 11 de febrero de 1967, durante una conferencia de prensa
celebrada en una reunión de la Academia Pontificia Mariana de Roma. El cardenal
Ottaviani dijo:
«Y entonces, ¿qué hizo [Lucía] para obedecer a la Santísima Virgen?. Escribió

62
en una hoja de papel, en portugués, lo que la Santa Virgen le había pedido que
dijera…».
Cesanek recuerda que tanto el padre Joaquín Alonso como sor Lucía (además del
cardenal Ottaviani) están de acuerdo en que el secreto se escribió en una sola hoja de
papel:
«Lucía nos dice que lo escribió en una sola hoja de papel. Ottaviani, que lo ha
leído, dice lo mismo: “Lo escribió en una hoja de papel”».
Y también habla del testimonio de monseñor Venancio, en esa época obispo auxiliar
de Leiria-Fátima, a quien el obispo da Silva, responsable de la diócesis de Leiria-Fátima,
le ordenó, hacia mediados de marzo de 1957, llevar una copia de todos los “escritos” de
sor Lucía –incluido el original del tercer secreto– al Nuncio apostólico de Lisboa, para
su traslado a Roma. Antes de entregar los escritos, el obispo Venancio examinó el sobre
que contenía el tercer secreto poniéndolo contra la luz y vio que el tercer secreto estaba
escrito en una hoja de papel.
«El hermano Michel fue el primero en darse cuenta de la importancia de este
testimonio:
“Sin embargo, gracias a las confidencias del obispo Venancio, en ese momento
obispo auxiliar de Leiria e íntimamente involucrado en los eventos, poseemos
algunas certezas importantes, que se deberían tener muy en cuenta. Yo mismo recibí
estas confidencias de boca del obispo Venancio el 13 de febrero de 1984, en Fátima.
El ex obispo de Fátima me repitió sobre este tema, casi palabra por palabra, lo que ya
le había dicho al padre Caillon, el cual contó muchos detalles en sus conferencias. El
obispo Venancio me dijo que, cuando se quedó solo, tomó el gran sobre del secreto y
lo examinó, tratando de comprender qué contenía. Dentro del gran sobre del obispo
había un sobre más pequeño, el de Lucía, y dentro de este último, una hoja de papel
normal, con un margen de unos tres cuartos de centímetro a cada lado. Él se encargó
de anotar todas las medidas. Así que la parte final del secreto de Fátima está escrita
en una hoja de papel”».
Cesanek señala que el manuscrito del tercer secreto publicado en junio de 2000 por
el Vaticano fue escrito en cuatro hojas de papel, y deduce la posibilidad de que existieran
dos documentos, uno escrito sobre una sola hoja de papel y otro que consta de cuatro
hojas de papel.
Según la “lectura” a contraluz del obispo auxiliar de Leiria, el texto parecía consistir
en unas 25 líneas manuscritas (en cambio monseñor Loris Capovilla, secretario de Juan
XXIII, en la entrevista ya citada al mencionado autor, habló de “cuatro o cinco páginas a
mano”). Este es Venancio:
«examinó el sobre [que contenía el tercer secreto] sosteniéndolo contra la luz. De
este modo, se veía que contenía una pequeña hoja, de la cual anotó las medidas
exactas. Sabemos, de este modo, que el tercer secreto no es muy largo,
probablemente veinte o veinticinco líneas…».

63
El manuscrito del tercer secreto publicado por el Vaticano en junio de 2000 contiene
62 líneas manuscritas.
«Esta discrepancia demuestra que existen dos documentos: uno que consta de 20
o 30 líneas de texto en una sola hoja y otro con 62 líneas, escrito en cuatro hojas».
Las fechas de la composición de la tercera parte del “secreto” también contribuirían,
según el autor del estudio, a respaldar la hipótesis de un texto doble. Sor Lucía comenzó
su intento de poner por escrito en octubre de 1943 lo que había recibido veintiséis años
antes. Desde mediados de ese mes hasta principios de enero del año siguiente, una
inexplicable angustia asaltó a sor Lucía, impidiéndole llevar a término la escritura del
tercer secreto, como se le había ordenado formalmente. En junio de ese mismo año, la
monja enfermó de pleuresía, lo que provocó que el canónico Galamba y el obispo da
Silva temieran que pudiera morir sin haber revelado la parte final del secreto. El
canónigo Galamba, entonces, aconsejó al obispo da Silva que pidiera a Lucía que pusiera
por escrito el tercer secreto. Sin embargo, sor Lucía no quería asumir la responsabilidad
de tal iniciativa y respondió que obedecería, pero sólo después de una orden formal del
obispo. A mediados de octubre, el obispo da Silva dio formalmente a sor Lucía la orden
de poner por escrito el tercer secreto. La vidente se puso a trabajar, pero
inexplicablemente no pudo escribir nada en los siguientes dos meses y medio.
Finalmente, el 2 de enero de 1944, tuvo una aparición de la Virgen, y obtuvo la fuerza y
la convicción necesarias para llevar a cabo la tarea que había recibido del obispo. Sor
Lucía escribió a monseñor Da Silva sólo el 9 de enero de 1944, para informarle de que
había escrito la tercera parte del secreto.
«He escrito lo que me habéis pedido; Dios quería ponerme un poco a prueba,
pero después de todo era, en efecto, Su voluntad: [el texto] está en un sobre sellado y
se encuentra en los cuadernos…».
La fecha “oficial” de la escritura es el 3 de enero de 1944, que es la que aparece en el
pie de página del manuscrito presentado en el Vaticano el 26 de junio. Sin embargo,
Cesanek argumenta que si, después de todas las dificultades encontradas, sor Lucía
«hubiese completado efectivamente el documento el 3 de enero, ¿por qué
esperaría hasta el 9 de enero para informar a su obispo? Esto haría pensar que el
texto del tercer secreto no estuvo terminado hasta el 9 de enero de 1944 o no mucho
antes».
Y deduce que el documento relacionado con la visión se completó el 3 de enero de
1944, y el que contenía las palabras con las que la Virgen explicó la visión se completó
el 9 de enero de 1944 o no mucho antes. Es una tesis bastante frágil y, de hecho, el autor
admite que «esta conclusión se basa en una prueba indiciaria», y lamenta que los
estudiosos de Fátima se vean obligados a hacer uso de este tipo de evidencia ya que
«desde 1976 se suspendió la publicación de las obras del padre Joaquín Alonso,
que consta de 5.000 documentos recopilados en 14 volúmenes –como resultado de
los once años de investigación del padre Alonso».

64
El sexto punto de la investigación del Fatima Crusader se refiere a la fecha en que el
Papa Wojtyla tomó conocimiento directo del “secreto”. Ya hemos mencionado
anteriormente las incertidumbres aparentes relacionadas con este acontecimiento, un
elemento que no podía escapar a la investigación del americano. El 1 de julio de 2000, el
Washington Post publicó la noticia de que algunos funcionarios del Vaticano habrían
proporcionado fechas contradictorias del momento en el que el Papa Juan Pablo II leyó
por primera vez el tercer secreto.
«El 13 de mayo, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, declaró que el
Papa había leído el secreto por primera vez unos días después de asumir el papado en
1978. El lunes, un asistente del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmó que el Papa lo había visto por
primera vez en el hospital, donde se estaba recuperando después del atentado».
El arzobispo Tarcisio Bertone declaró que
«Juan Pablo II pidió que se le entregase el sobre que contenía la tercera parte del
‘secreto’ sólo después del intento de asesinato del 13 de mayo de 1981. El 18 de
julio de 1981, el cardenal Franjo Seper, prefecto de la Congregación, entregó dos
sobres al arzobispo Eduardo Martínez Somalo, sustituto del subsecretario de Estado:
un sobre blanco, con el texto original en portugués de sor Lucía, y otro naranja, con
la traducción italiana del “secreto”. El 11 de agosto, el arzobispo Martínez devolvió
los dos sobres a los archivos del Santo Oficio».
Según Cesanek, todas las declaraciones son verdaderas y es posible conciliarlas entre
sí,
«si admitimos la existencia de dos documentos: el Papa leyó el documento de
una página guardado en el sobre, que contenía las palabras de la Virgen, en 1978, y
luego leyó el documento de cuatro páginas, que contiene la descripción de la visión,
el 18 de julio de 1981».
Y por esta razón, porque había leído el texto “oculto”, continúa Cesanek, citando a
Bertone,
«el Papa Juan Pablo II decidió inmediatamente consagrar el mundo al
Inmaculado Corazón de María, y personalmente compuso una oración para lo que
llamó un “Acto de encomienda”, que se celebró en la Basílica de Santa María la
Mayor el 7 de junio de 1981…».
¿Cómo es posible que la lectura del tercer secreto fuera lo que empujó al Papa a
consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María el 7 de junio de 1981 si –según
afirma el arzobispo Bertone, y así consta en el Mensaje de Fátima– el Papa no había
leído el tercer secreto antes del 18 de julio de 1981, es decir, seis semanas después?
«Una vez más, ambas afirmaciones son ciertas y su aparente discrepancia puede
ser resuelta si se admite la existencia de dos documentos sobre el tercer secreto: el
Papa leyó el documento de una página que contiene las palabras de la Virgen en
1978 –y fue este texto el que inspiró la consagración del mundo el 7 de junio de

65
1981– y el 18 de julio de 1981 leyó el documento de cuatro páginas con la
descripción de la visión».
Hay que decir que todo el asunto de la lectura del “tercer secreto” por parte de Juan
Pablo II parece bastante confuso; entre otras cosas, y sobre todo, por la índole
extremadamente “mariana” del pontífice, por la devoción que siempre ha tenido a la
Madre de Dios. Es asombroso que un hombre tan devoto de la Virgen como para
inscribir Totus Tuus, “Todo tuyo, María” en su escudo pontificio, haya esperado dos
años y medio –y sólo después de haber corrido el riesgo de perder la vida– para
familiarizarse con un texto tan importante relacionado con la aparición mariana más
famosa del siglo. Un pontífice que, además, venía del otro lado del telón de acero y
había combatido el comunismo sin dudas y sin derrumbarse.
El octavo punto tratado por el experto del Fatima Crusader, en apoyo de su hipótesis
de un “texto doble”, es el argumento de la “letra”. Aunque nos parece que aquí
estaríamos más ante un problema de uso de las palabras que de su significado real. Sor
Lucía fue interrogada el 3 y el 4 de febrero de 1946 por el padre Joengen, quien dejó una
declaración por escrito sobre el tema:
«Hasta el momento ha revelado dos partes del secreto –preguntó al sacerdote–
¿Cuándo llegará el momento de revelar la tercera? “La tercera parte ya se la he
comunicado al obispo de Leiria, con una carta,” respondió ella”».
También el canónigo Galamba habla de una carta:
«Cuando el obispo se negó a abrir la carta, Lucía le hizo prometer que esta se
abriría definitivamente y se comunicaría al mundo a su muerte, pero no más tarde de
1960».
En febrero de 1960, el patriarca de Lisboa declaró:
«El obispo da Silva guardó (el sobre sellado de Lucía) en otro sobre en el que
escribió que la carta sería abierta en 1960 por él mismo, el obispo José Correia da
Silva, si todavía estaba vivo o, de lo contrario, por el cardenal patriarca de Lisboa».
También el padre Alonso relata:
«...La indicación de 1960 como fecha de apertura de la famosa carta fue referida
–con autoridad– también por otros obispos. Todas las veces que el entonces obispo
titular de Tiava y obispo auxiliar de Lisboa, le preguntó a Lucía cuándo debía ser
abierto el secreto, siempre recibió la misma respuesta: en 1960…».
Y, por último, en 1959, el obispo Venancio, recientemente nombrado obispo de
Leiria, declaró:
«...Creo que no se abrirá la carta antes de 1960. Sor Lucía había pedido que no
fuese abierta antes de su muerte o antes de 1960. Estamos en 1959 y sor Lucía goza
de buena salud…».
Pero hablar de “carta” puede tener un significado ambiguo, en el sentido de que sor
Lucía podría referirse, usando ese término, no tanto a una verdadera carta, como a un
mensaje en un sobre, sin querer indicar necesariamente una “carta” real.

66
Cesanek, sin embargo, señala que el texto de la visión presentado por el documento
del Vaticano, El Mensaje de Fátima, no tiene una forma epistolar.
«Falta el destinatario, la fecha está al final del texto –mientras que, según la
costumbre actual en Portugal desde el siglo XVIII, todas las cartas están fechadas al
principio; falta la firma de sor Lucía o de cualquier otra persona; y, claramente, no es
una carta. Sor Lucía ha escrito numerosas cartas, algunas de las cuales se publicaron
en sus Memorias; todas estas cartas tienen un destinatario, una fecha y una firma».
El autor de la investigación deduce que sor Lucía era libre de elegir si escribir el
“tercer secreto” en una carta o en su cuaderno, y “decidió escribirlo en ambos”. Según el
padre Alonso, Sor Lucía escribió al obispo da Silva el 9 de enero de 1944: «He escrito lo
que me pidió; Dios ha querido ponerme un poco a prueba, pero, después de todo, esta era
Su voluntad: [el texto] está en un sobre sellado y está en los cuadernos…». (el hermano
Michel y el padre Alonso, “Fátima 50”).
La pregunta surge espontáneamente: pero si los “secretos” eran dos, ¿dónde estaban
guardados? A esta objeción que, sin embargo, no tiene en cuenta el testimonio directo de
monseñor Loris Capovilla, secretario de Juan XXIII, que siempre había hablado de un
solo texto que habría permanecido en el departamento papal después de que monseñor
Philippe lo llevara procedente del Santo Oficio, se responde con el testimonio, incluso
fotográfico, de un objeto ciertamente curioso: un pequeño cofre de madera que, en
tiempos del Papa Pacelli, estaba todavía en la habitación del Vicario de Cristo.
Paris Match publicó una fotografía, el 18 de octubre de 1958, tomada por el
reportero fotográfico Robert Serrou. El hermano Michel relata el testimonio del
periodista que, durante la realización de una sesión de fotos en el Vaticano, el 14 de
mayo de 1957 –casi un mes después de la llegada a Roma del “tercer secreto”, llevado a
cabo el 16 de abril de 1957– descubrió que el documento estaba guardado en el
apartamento pontificio, junto a la cabecera del Papa. El hermano Michel escribe:
«...ahora sabemos que el valioso sobre enviado a Roma por monseñor Cento no
está guardado en los archivos del Santo Oficio, después de que Pío XII haya querido
conservarlo en su departamento. “El padre Caillon ha recibido esta información del
periodista Robert Serrou, quien a su vez la había obtenido de la madre Pasqualina de
la siguiente manera: Robert Serrou estaba realizando una sesión de fotos en los
apartamentos de Pío XII por encargo de Paris-Match. La madre Pasqualina –esa
mujer de gran sentido común que dirige al puñado de monjas encargadas de
mantener en orden el apartamento del Papa y que a veces recibe confidencias– estaba
presente. Al advertir un pequeño cofre de madera colocado sobre una mesa con la
inscripción ‘Secretum Sancti Officii’ (Secreto del Santo Oficio), el periodista le
preguntó a la madre: ‘¿Madre, ¿qué hay en ese cofre?’ Y ella respondió: ‘El tercer
secreto de Fátima…».
El propio periodista, en una carta dirigida al hermano Michel, confirmó su
testimonio en detalle. El 10 de enero de 1985, Serrou declaró:

67
«Exacto: la madre Pasqualina me dijo, señalándome un pequeño cofre con una
etiqueta en la que estaba escrito “Secreto del Santo Oficio”», «en el interior está el
tercer secreto de Fátima».
(Carta al hermano Michel de la Sainte Trinitè). En el folleto titulado El Mensaje de
Fátima, publicado por el Vaticano el 26 de junio de 2000, se lee que el “tercer secreto”
fue llevado al edificio del Santo Oficio.
El arzobispo Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, declaró:
«El sobre sellado fue guardado inicialmente por el obispo de Leiria. Para
garantizar la completa protección del “secreto”, el 4 de abril de 1957, el sobre fue
depositado en los Archivos Secretos del Santo Oficio».
Según Cesanek, la existencia del cofre –aunque no se sabe si todavía existe; ninguno
de los que han visitado el apartamento pontificio en los últimos años lo ha mencionado–
también resolvería el problema de la “lectura” de Juan Pablo II. Los archivos del Santo
Oficio registraron la solicitud para ver el tercer secreto, adelantado por Juan Pablo II en
1981, pero en ellos no hay rastro de una solicitud igual hecha en 1978, ya que el Papa no
lo necesitó. En 1978, el Papa Juan Pablo II leyó el texto de una página que contenía las
palabras de la Virgen, que se guardaba en su apartamento: el Papa no tuvo necesidad de
solicitarlo al Santo Oficio. En 1981, el Papa Juan Pablo II leyó el texto de cuatro páginas
que contenían la descripción de la visión transcrita por sor Lucía en su cuaderno, que se
guardaba en el edificio del Santo Oficio; para leer este texto, el Papa tuvo que solicitarlo
a los Archivos Secretos del Santo Oficio.
El último capítulo de esta tesis es una
«prueba indiciaria”; o, si queremos, una prueba de investigación de la lectura del
texto. Cesanek hizo una comparación entre los dos “secretos” y el revelado el 26 de
junio de 2000; y subraya que en los dos primeros hay una cadencia del tipo visión-
explicación, siempre refiriéndose a la aparición, crucial, del 13 de julio de 1917, tal
como consta en la “Cuarta Memoria” de sor Lucía. En esa ocasión, la pequeña
vidente le pidió a Nuestra Señora que llevara a los tres videntes al Paraíso, y Ella
respondió: «Sí, pronto me llevaré a Jacinta y Francisco, pero tú tendrás que
permanecer aquí un poco más. Jesús quiere servirse de ti para que me conozcan y me
amen. Él quiere establecer la devoción a Mi Corazón Inmaculado en el mundo. A
quienquiera que abrace esta devoción, le prometo la salvación…».
Sor Lucía pasa, por lo tanto, a describir la visión correspondiente, que los tres
videntes tuvieron la gracia de ver, tan pronto como la Virgen terminó de pronunciar las
palabras antes mencionadas –palabras que explican el significado de la visión.
«Tan pronto como la Virgen terminó de pronunciar estas palabras, Ella abrió Sus
manos y, por segunda vez, nos extendió los rayos de Su inmensa luz. Nos veíamos a
nosotros mismos en esta luz, como si estuviésemos inmersos en Dios. Jacinta y
Francisco parecían estar envueltos en esa parte de la luz que subía al cielo, mientras

68
que yo estaba en la parte que se derramaba sobre la tierra».
De manera similar, en la visión del Infierno, la “visión” está acompañada por una
explicación:
«Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la
tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas
transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el
incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes
de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los
grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de
desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se
distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes y negros. Esta visión fue durante un momento, y
¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la
promesa de llevarnos al Cielo! De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de
susto y pavor».
Más tarde, Lucía comenta las palabras con las que la Virgen se sirvió para explicar el
significado de la visión:
«Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.
Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz».
Pero esta cadencia ’explicación/visión’ falta en la tercera parte; una ausencia que le
parece extraña a Cesanek:
«Si la Virgen no hubiera dicho nada para explicar esta visión, este
comportamiento se correspondería con el llevado a cabo durante las apariciones
anteriores».
Sin embargo, también es cierto que estamos hablando de apariciones, no de una
ciencia exacta, y que nada ni nadie obliga a que un fenómeno extraordinario como este
pertenezca a modelos o fórmulas preconcebidas, o a ser coherente consigo mismo. Por
supuesto, es curioso que de las tres partes sea, en realidad, a la que más le falta una “guía
de lectura”.
Es una carencia también resaltada por el padre Mura, profesor de Filosofía en el
Seminario del Sagrado Corazón en Zaitzkofen, Alemania. El padre Mura escribe en el
número de marzo de 2002 de Catholic, citando un estudio sobre el “tercer secreto” que
se publicará próximamente.
«No podemos evitar la impresión de que falta algo... Sencillamente sabemos de
un castigo sin precedentes y enorme para la Iglesia, los fieles y la jerarquía. No se
nos ha dado ninguna indicación acerca de por qué este castigo único debe visitarnos
ahora, ni cómo podemos evitarlo con la conversión: la profecía divina normalmente
tiene un carácter de advertencia... Así que hay una serie de puntos que nos hacen
sospechar y dudar de si el texto que poseemos está completo».

69
Por otro lado, precisamente en virtud de esta característica, la interpretación no está
vinculada a ninguna autoridad. El pontífice no quiso imponer su opinión; y una autoridad
en doctrina como el cardenal Ratzinger recordó que el “Comentario teológico” difundido
junto con el texto del secreto es sólo una posible interpretación de la visión. El cardenal
Ratzinger también subrayó, durante la conferencia de prensa, que no se había escrito
ninguna interpretación particular de la visión. El purpurado dijo que no había «ninguna
interpretación oficial» y que no estábamos frente a un dogma.

70
CAPÍTULO DOCE
Durante más de setenta años el nudo de la cuestión ha sido la consagración de Rusia al
Inmaculado Corazón de María. Una batalla singular, en la que la Iglesia institucional
parece jugar un papel de freno, por distintas razones: bélicas, políticas, de sensibilidad
humana hacia los cristianos oprimidos por el régimen comunista, o de oportunidad
ecuménica, es decir, para no irritar al Patriarcado ortodoxo, como siempre dispuesto a
gritar “proselitismo” cuando aparece un sacerdote católico romano, basado en su
concepto territorial de religión y fe. Ya hemos visto que, precisamente respondiendo a la
razón de Estado, el “secreto” fue alterado cuando apareció, en 1942 . Y otras posibles
manipulaciones –de sor Lucía, de sus entrevistas, de sus cartas– parecen asomarse en la
historia de la consagración; una novela de misterio, con golpes de escena, negaciones,
silencios; como escenario, el monasterio carmelita de Coímbra, la gran puerta de color
verde esmeralda y las gruesas paredes, la celosía del locutorio y la celda donde la
religiosa todavía puede tener una conversación extraordinaria con quien se le apareció
hace ochenta y cinco años en Cova da Iria. Pero es conveniente, antes de entrar en este
confuso tema, recordar el punto de partida, es decir, la frase de la Señora a Lucía y
Jacinta, el 13 de julio de 1917. Una frase llena de amenaza y de futuro:
«Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la
gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio
de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para
impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la
Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se
convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo
guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre
tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado
Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será
concedido al mundo algún tiempo de paz».
La Virgen se apareció nuevamente a sor Lucía el 13 de junio de 1929, en el convento
de Tuy, en España, y durante el curso de la visión le anunció que
«para Dios ha llegado el momento de pedir al Santo Padre que haga, junto con
todos los obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Corazón Inmaculado.
De este modo, Él promete salvar a Rusia».
A través de sus confesores y del obispo de Leiria, la vidente logró hacer llegar este
mensaje, después de algunos meses, al Papa Ratti, quien, aparentemente, prometió
tomarlo en consideración. Pero es necesario recordar que la actitud de Pío XI con
respecto a este tipo de mensaje fue de todo menos entusiasta, como consta en una
conversación sin precedentes con sus dos secretarios. En una carta fechada el 29 de
mayo de 1930, sor Lucía le escribía a su confesor:
«Si no me engaño, el buen Dios promete poner fin a la persecución en Rusia si el
Santo Padre se digna a hacer, y ordena que los obispos del mundo católico también

71
lo hagan, un acto solemne y público de reparación y consagración de Rusia».
Como si esto no fuera suficiente, la religiosa, sin duda sorprendida por la “frialdad”
de la Iglesia institucional en una carta posterior, relata que ella le había presentado el
problema a Jesucristo en una “conversación interior”:
«Interiormente hablé sobre el problema con Nuestro Señor, y recientemente le
pregunté por qué no convertía a Rusia sin que Su Santidad hiciera esta
consagración».
«Porque quiero que toda mi Iglesia reconozca esta consagración como un triunfo
del Inmaculado Corazón de María, para luego extender su adoración y poner la
devoción a este Corazón Inmaculado junto con la devoción a mi Corazón Divino».
«Pero, Dios mío, el Santo Padre no me creerá si vos mismo no lo animáis con
una inspiración especial». «¡El Santo Padre! Reza mucho por el Santo Padre. Él lo
hará, pero será tarde. Sin embargo, el Inmaculado Corazón de María salvará a Rusia.
Está bajo su protección».
Pero la invitación no encontró una pronta respuesta del Papa y los obispos. El 19 de
abril de 1931, sor Lucía tuvo una visión de Jesús en persona, en Rianxo, España. Le
expresó Su disgusto, diciendo:
«Hazle saber a Mis ministros que, dado que ellos siguen el ejemplo del rey de
Francia demorando la ejecución de Mis órdenes, lo seguirán incluso en la desgracia».
La alusión se refería a la advertencia dada por santa Margarita María Alacoque al rey
de Francia Luis XVI, a fin de que consagrase su país al Sagrado Corazón de Jesús. El rey
ignoró la petición de la santa; se sabe cuál fue el destino del soberano, de su familia y de
Francia. La política, y la preocupación por los fieles, jugaron un importante papel. Según
monseñor Luigi Villa, no hubo consagración bajo Pío XI porque,
«desafortunadamente, la Secretaría de Estado del Vaticano, como todo
Occidente, seguía el camino de la diplomacia, si no de la complicidad. A pesar del
hecho de que la persecución en Rusia se volvía cada vez más cruel, en el Vaticano
seguían tratando de obtener un ‘modus vivendi’ con los soviéticos».
En 1940, sor Lucía lamentaba la «negligencia de las almas de las que se esperaba
más ardor en su servicio». El 2 de diciembre de 1940, la religiosa se dirigía directamente
a Pío XII. El 31 de octubre de 1942, el Papa Pacelli consagraba la Iglesia y la humanidad
al Inmaculado Corazón de María; pero como el acto estaba “incompleto”, escribía sor
Lucía, «la conversión de Rusia está aplazada». A principios de 1944, sor Lucía expresó
su deseo de hablar con el Papa, pero no le fue concedido.
En 1952, el Papa Pacelli consagraba a Rusia; pero no pidió a todos los obispos
católicos que participaran, porque no fue informado de esta “condición”. En diciembre
de 1940, sor Lucía había escrito a Pío XII, pero el obispo, monseñor Da Silva, para
simplificar la petición, le hizo omitir en la solicitud de consagración (y, por lo tanto, en
la promesa de conversión de Rusia) un elemento fundamental, es decir, la unión de todos
los obispos católicos y la contemporaneidad de la celebración. Por lo tanto, la

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consagración hecha por Pío XII en la posguerra no fue completa. Pablo VI, cuando
clausuró la III Sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II el 21 de noviembre de 1964,
“confió la raza humana” a María, Mater Ecclesiae; pero no se habló de Rusia. Una
petición firmada por 510 obispos y entregada al Papa por el prelado brasileño Proanca
Sigaud para la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, aprovechando la
presencia en Roma de todos los obispos, no se logró llevar a cabo. En el Concilio, la
presencia de delegados de Europa del Este estuvo condicionada por la ausencia de una
condena explícita del comunismo, algo que algunos hubieran querido. Una
“consagración” de Rusia en tal clima no era concebible.
Pero ¿por qué este gesto es tan importante? Es cierto que las “revelaciones privadas”,
como Fátima, no comprometen la fe de ninguna manera; uno puede creérselas o no, y
permanecer en ambos casos como un excelente católico. Pero es obvio que si la Iglesia
no rechaza dicho fenómeno y el fenómeno goza de una confirmación contundente, en
todo el planeta, por parte del secretario de Estado, en presencia del Pontífice, durante la
beatificación de dos de los tres videntes, entonces la idea de que la Virgen pide algo en
el nombre de Dios adquiere un peso completamente diferente. Especialmente si la
solicitud está vinculada a una condición como esta: si no lo hacéis... En este caso
concreto, el “período de paz” prometido por la Señora está precedido por la consagración
de Rusia al Inmaculado Corazón de María; por lo tanto, si no hay consagración, ni
siquiera hay un período de paz, por el contrario, Rusia continúa “esparciendo sus
errores...” con guerras, persecuciones y sufrimientos para el Santo Padre y la destrucción
de naciones.
También se puede no creer en nada de esto, o creer que la Señora sí se apareció, pero
que el mensaje de Lucía no es claro –o fiable en todos los detalles–; es una posición
respetable, muy compartida en el Vaticano; y, probablemente, el prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, no esté lejos de
eso. El cardenal Garrone, al llegar ante el monasterio de Coímbra, invitado a visitar a sor
Lucía, respondió: «Tengo el Evangelio, y eso es suficiente para mí». En el Vaticano
hemos comprobado en persona la observación de que
«se le da una enorme importancia a la figura de sor Lucía, aunque puede que ya
no recuerde bien... la mayor parte de la gente aquí dice: basta, dejémoslo ya,
dejémoslo, aunque hay quien sospecha que no le hemos dicho todo al Papa sobre el
famoso tercer secreto. Pero no olvidemos que aquí no estamos hablando de sagrada
escritura, estamos hablando de una jovencita analfabeta que tomó notas muchos años
después de los hechos».
Si, en cambio, se piensa que el mensaje de Fátima es auténtico, desde la primera
hasta la última palabra; entonces, para la buena salud del planeta y sus habitantes,
presente y futura, resulta fundamental saber si la consagración se realizó, como pidió la
Virgen, o no. Y, si no se ha cumplido, es obvio que quien cree en la total integridad del
“secreto” debe insistir en que se haga; bajo pena de las terribles consecuencias ya

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mencionadas.
El problema es que la consagración pedida es la de Rusia; si se tratara de Andorra o
de Luxemburgo, el “caso” probablemente no encendería los ánimos de cientos de miles
de personas, obligando al “número dos” de la Congregación Vaticana más importante a
un singular viaje a Coímbra, y provocando una refinada persecución burocrática para
silenciar a un testarudo sacerdote canadiense amante de la tradición y de la misa en latín,
y convencido de que los Poderes Celestiales han pedido precisamente esto: consagrar ese
país. Rusia es incómoda, para ser consagrada; lo era, por razones políticas, cuando en el
Kremlin reinaba quien, al menos en teoría, no debería haber estado interesado en
consagraciones. Incluso ahora es incómoda, porque si se volviese a empezar a hablar
sobre la consagración y sobre la conversión de Rusia (probablemente al catolicismo), las
ya pésimas relaciones entre el Vaticano y el Patriarcado serían aún peores, si eso fuera
posible. Esto explica por qué, desde el papado de Juan XXIII en adelante, y aún en
nuestro tiempo, la pragmática Secretaría de Estado es tan sensible al tema, y también tan
reactiva.
¿Qué es una consagración? De acuerdo con los diccionarios de teología moral con
este nombre se indica el rito o los ritos
«en virtud de los cuales una persona o una cosa se convierte, de una manera
particular, en un objeto destinado al culto divino. Si esto sucede con el objetivo de
eliminar del uso profano a una persona o a una cosa, para dedicarlo exclusiva o
principalmente al servicio de Dios, entonces se tiene la consagración».
Los elementos esenciales son «el ministro sagrado, la materia u objeto y la forma, es
decir, las palabras que se usan». Y es precisamente en las palabras o, más bien, en una
palabra específica, un nombre: Rusia, donde se libra la batalla. Como se puede ver, si el
“objeto” es importante, existe una diferencia entre consagrar “el mundo” en general o un
solo país, una sola ciudad, una iglesia o cualquier otro lugar. Y si la forma o “las
palabras que se usan” son determinantes, entonces parece necesario que el objeto
también esté bien definido, con su nombre, cuando se consagra.
Volvamos ahora a nuestra narración y la historia de sor Lucía. La hemos dejado en la
época de Pablo VI, el cual, durante la breve visita a Fátima, tal vez por temor a que la
religiosa quisiese plantear el problema de la consagración, se negó a reunirse con ella en
privado. El meteorito Luciani pasó por el cielo de Coímbra, no sin que sor Lucía lo
tocase, como hemos visto; y finalmente llegó Juan Pablo II, y el 13 de mayo de 1981, y
los disparos del arma de Ali Agca en la plaza de San Pedro. El Papa decidió que el 7 de
junio, en Santa Maria Maggiore, hubiera un “encomendamiento” del mundo a la Virgen.
Al año siguiente quiso ir a Fátima, para dar gracias personalmente a la Virgen, cuya
“mano materna” había frustrado los disparos mortales. Según un “fatimista” de rango, el
padre Pierre Caillon de Fidelité Catholique23, el nuncio Sante Portalupi se reunió con sor
Lucía el 21 de marzo de 1982: “Sor Lucía explicó que el Papa debía elegir una fecha en
la que él ordene a los obispos de todo el mundo, cada uno en su catedral y al mismo

74
tiempo que él, que hagan una solemne ceremonia pública de reparación y consagración
de Rusia”. Pero, según algunos, como ya le sucedió a Pío XII, el mensaje no llegó
completo. El 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II consagró el mundo, pero no Rusia, a
Fátima. Posteriormente, según cuanto informó L’Osservatore Romano, explicó que
«trató de hacer todo lo posible en las circunstancias concretas»; una admisión de la
existencia de impedimentos para cumplir todo lo que él hubiese querido. Que asume un
sentido preciso si es cierto que el cardenal Wyszynski, en 1980, señaló a Juan Pablo II la
necesidad y la importancia de la consagración. Según Chiesa Viva, que cita al obispo
jesuita eslovaco Paul Maria Hnilica como autor de la noticia, el Papa respondió:
«Esa consagración sería considerada por los rusos como una injerencia en sus
asuntos internos, y ello habría tenido consecuencias políticas», y también hizo notar
que sus predecesores «pensaron bien en no hacer esta consagración con todos los
obispos del mundo».
Después de aquella primera visita del Papa Wojtyla a Portugal (en la que, entre otras
cosas, corrió el riesgo de ser atacado con una bayoneta, justo en Fátima, por un fanático),
sor Lucía negó en privado que la consagración del 13 de mayo de 1982 pudiese ser
considerada válida, de acuerdo con la solicitud. El padre Joseph de Sainte Marie,
profesor de teología religiosa en el Theresianum, le pidió que expresara públicamente su
opinión, pero la monja dijo que necesitaba el “permiso oficial del Vaticano” para hacer
un gesto de ese tipo. El 19 de marzo de 1983, en una entrevista con Nunzio Portalupi, el
doctor Lacerda y el padre Messias Coelho, la religiosa leyó un texto, durante una visita
del Nuncio papal, que se cerraba así:
«La consagración de Rusia no se ha hecho conforme a lo solicitado por Nuestra
Señora. No he podido hacer antes esta declaración porque no tenía el permiso de la
Santa Sede».
Como si esto no bastase, el 12 de mayo de 1982, el día antes del intento de
consagración de 1982, la edición italiana de L’Osservatore Romano publicó una
entrevista de 1978 con sor Lucía llevada a cabo por el padre Umberto Maria Pasquale,
un sacerdote salesiano que fue «el confidente de la vidente de Fátima desde 1939», y que
tuvo una correspondencia intensa, recibiendo de la religiosa cerca de 157 cartas. Durante
la entrevista del 5 de agosto de 1978, le dijo al padre Umberto en términos que no dejan
lugar a dudas, que Nuestra Señora no había pedido la consagración del mundo en
general, sino de Rusia en particular, y sólo de Rusia:
«En algún momento le dijo: ‘querría hacerle una pregunta. Si no me puede
contestar, déjelo como está. Pero, si puede responderla, le estaría muy agradecido...
¿Nuestra Señora nunca le ha hablado de la consagración del mundo a su Inmaculado
Corazón?” “¡No, Padre Umberto! ¡Nunca! En 1917, en la Cova da Iria, Nuestra
Señora prometió: Yo volveré para pedir la consagración de Rusia... En 1929, en Tuy,
como había prometido, Nuestra Señora volvió para decirme que había llegado el
momento de pedir al Santo Padre la consagración de ese país (Rusia)».

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Después de esta conversación, el padre Umberto le pidió a sor Lucía que pusiera esta
aclaración por escrito. Esta nota escrita de su propio puño se publicó por primera vez en
1980 en un folleto publicado por el Cavaleiro de la Inmaculada, declarando que la
consagración “del mundo” no parecía suficiente para satisfacer la solicitud de Nuestra
Señora en Fátima, como posteriormente la misma sor Lucía afirmaría después de las
ceremonias de consagración de 1982 y 1984. El siguiente pasaje es una traducción de la
carta escrita por sor Lucía al padre Umberto el 13 de abril de 1980.
«Reverendo Padre Umberto: respondiendo a su pregunta, voy a aclarar que
Nuestra Señora de Fátima, en Su petición, se refiere únicamente a la consagración de
Rusia; en la carta que yo le escribí al Santo Padre Pío XII, bajo la guía de mi
confesor, pedí la consagración del mundo con mención explícita de Rusia.
Devotamente suya, me uno a sus oraciones. Coímbra, 13 de abril de 1980. Sor
Lucía».
Una segunda consagración tuvo lugar en San Pedro el 25 de marzo de 1984; y sor
Lucía, cuando leyó el texto, le dijo a una vieja amiga suya, la señorita Eugénie Pestana:
«Esta consagración no puede tener un carácter decisivo. No queda claro que
Rusia sea el único objeto de la consagración»24.
Es una posición que, aparentemente, repitió en los años siguientes, hasta 1989. En la
entrevista de Carlos Evaristo, en 1992 –que, como hemos visto en el capítulo 6, es todo
menos fiable–, sor Lucía, modificando su juicio, habría dicho:
«El Papa entendía que era Rusia cuando dijo ‘esos pueblos…’ en el texto de la
consagración de 1984... Dios sabía que el Papa entendía que era Rusia y él, en la
consagración, quería decir ‘Rusia’. Lo que importa es su intención, como cuando un
sacerdote tiene intención de consagrar una hostia».
Es una afirmación que deja un poco perplejo, si se lee el significado de consagración
en cualquier diccionario de teología. El objeto de la consagración es fundamental, y las
palabras utilizadas, también. Una perplejidad que, con total flexibilidad latina, el obispo
emérito de Leiria-Fátima, monseñor Alberto Cosme do Amaral, trató de superar,
diciendo que el 25 de marzo
«durante el acto de consagración, Juan Pablo II bajó varias veces su voz,
haciéndola inaudible. Probablemente en ese momento estaba consagrando Rusia».
Unos días después, el actual presidente de “Cor Unum”, el obispo Paul Josef Cordes,
dijo que la mención explícita no se había hecho «para no arriesgar una provocación
directa a los líderes soviéticos». El padre Messias Coelho sostiene (pero sólo hasta 1989)
que no hubo consagración. La prima de sor Lucía, Maria do Fetal, en 1986, afirmó que,
según la vidente, la consagración no había tenido lugar; una posición que la mujer
mantendrá hasta julio de 1989. Y que, el 20 de julio de 1987, en una breve entrevista con
el periodista Enrico Romero, sor María confirmará.
El papa Wojtyla contribuyó a añadir más dificultades a las dificultades. Añadió,
improvisando, a las palabras “esos pueblos” una frase: «De los cuales tú misma estás

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esperando, confiadamente, nuestra consagración». La frase fue citada por L’Osservatore
Romano, del 26-27 de marzo. Parece, por lo tanto, que el propio Pontífice afirmó
implícitamente que la consagración no se había llevado a cabo (probablemente por
razones de oportunidad política y religiosa, dictadas por la cúpula de la Secretaría de
Estado: el cardenal Casaroli y el “Ministro de Asuntos Exteriores”, Silvestrini). Una
impresión confirmada por otra frase de Juan Pablo II, pronunciada pocas horas más tarde
en la Basílica de San Pedro, y citada, entre otros, por el periódico de los obispos
Avvenire del 27 de marzo de 1984:
«Nosotros deseábamos elegir este domingo para el acto de encomendar y
consagrar el mundo… todos los pueblos, especialmente aquellos que realmente
tienen una gran necesidad de esta consagración y este encomendamiento, esos
pueblos de los cuales Tú misma estás esperando nuestro acto de consagración».
En julio de 1989 llega el punto de inflexión de todo el asunto. En 1989 explotó la
perestroika y florecieron grandes esperanzas incluso dentro de la Iglesia y, en particular,
en el grupo de dirigentes que había manejado la Ostpolitik, es decir, el diálogo con los
regímenes comunistas. Se hablaba de un posible viaje del Pontífice a Moscú en 1992; el
consentimiento del patriarcado ortodoxo era necesario. La consagración pública de Rusia
para prepararla para la conversión al catolicismo equivalía, en lenguaje ecuménico, a una
buena bofetada en la mejilla. Lo que l ogró –imperfectamente– el papa Pacelli en 1952
se volvió imposible en los años 90. Aunque fue muy deseado por los que habían sufrido
la persecución comunista. En 1990, el cardenal Lubachivsky, jefe de la Iglesia greco-
católica ucraniana, oficialmente “anulada” por Stalin, incorporada forzosamente a la
ortodoxa y obligada al exilio, la prisión o la clandestinidad, escribía al padre Gruner el
24 de abril:
«Quiero agradecerle todo lo que están haciendo por la Iglesia y por la continua
difusión del mensaje completo de Fátima; en especial, la insistencia en la urgente
necesidad de la consagración de Rusia por todos los obispos de la Iglesia junto con el
Santo Padre. Dé por seguro mis oraciones y las oraciones del pueblo ucraniano por
todo lo que está haciendo para salvar a Rusia».
Por lo tanto, según el purpurado, la consagración no había tenido lugar.
Según los “fatimistas”, el padre Messias Coelho supuestamente habría declarado, en
presencia de tres testigos, en el Hotel Solar da Marta de Fátima, en julio de 1989, que sor
Lucía acababa de recibir una “instrucción” de un exponente no identificado del Vaticano.
La instrucción era: afirmar que la consagración del 25 de marzo de 1984 se había llevado
a cabo, aunque Rusia no hubiera sido nombrada. Unos meses antes, el hermano François
había escrito que
«ha llegado una orden del Vaticano, dirigida a las autoridades de Fátima, a sor
Lucía, a varios eclesiásticos... con el encargo de no molestar más al Papa con la
consagración de Rusia».
Una indiscreción confirmada en su momento por el padre Caillon, aunque más tarde

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la negó. Es en este período cuando algunos movimientos “fatimistas” cambian repentina
y radicalmente su opinión sobre el tema. El obispo de Leiria-Fatima, en el otoño de
1989, exhortaba a «no importunar más al Santo Padre con la solicitud de la consagración
de Rusia». El 8 de mayo de 1991, declaraba en L’Osservatore Romano:
«Yo estoy convencido de que la consagración se realizó de acuerdo con el deseo
de Nuestra Señora. Por ello, ya no tenemos que importunar al Santo Padre pidiéndole
que haga lo que ya ha hecho».
Desde ese momento, sor Lucía y otras personas a su alrededor cambiaron de parecer
y también de versión sobre la consagración. Y en ese momento, el padre Nicholas
Gruner, el alma del movimiento Fatima Crusader, fue sometido a una creciente presión
burocrática por parte de la Santa Sede, en lo que parece ser una operación dirigida, por
todos los medios, a detener la campaña para la consagración de Rusia, y para asegurarse
de que sor Lucía, después de décadas de silencio, pudiese hablar libremente. Una presión
que asumió características de persecución, ya que encontraba cada vez más resistencia
por parte del sacerdote. También en 1989 comenzaron a circular cartas escritas en
ordenador (y no a mano, como lo había hecho siempre sor Lucía) que contradecían todas
las declaraciones anteriores sobre la consagración. Extrañamente, en el texto también se
hablaba de una consagración del mundo al Corazón Inmaculado, que nunca se completó,
que Pablo VI habría hecho durante su breve visita a Fátima, en la que además estuvo
presente sor Lucía. Un error verdaderamente singular, ya que ella fue la protagonista de
ese día. Los “fatimistas” aportan además la opinión de un experto legal, que asegura que
la firma de la religiosa en una de las cartas es en realidad una imitación.
El 11 de octubre de 1992, se llevó a cabo una Conferencia Pastoral en el Centro
Pablo VI de Fátima. Fray François de Marie des Anges, un erudito religioso de Fátima,
autor del libro Fatima Joie Intime Evénement Mondial, lanzó la siguiente acusación en
público:
«Bajo la autoridad del Obispo Do Amaral, tres eclesiásticos residentes en
Portugal estuvieron directamente involucrados en la fabricación y difusión de estas
cartas falsas: el padre Luis Kondor, el padre Messias Coelho y monseñor Luciano
Guerra. Nosotros creemos que monseñor Guerra escribió personalmente muchas de
esas cartas, incluida una con fecha del 21 de noviembre de 1989»25.
Esa tarde, fray François, dirigiéndose a la mesa principal, en la que se sentaban el
padre Kondor y el padre Fox, del Blue Army, que había difundido las cartas desde el
otoño de 1989, dijo: «Esas cartas son falsas. Ya he publicado las pruebas, que no han
sido refutadas. Estoy dispuesto a justificar mis acciones y, si es necesario, a retirar la
acusación, si mis críticas son refutadas de forma decisiva”. Pero no tuvo respuesta ni del
padre Kondor ni del padre Fox.
¿Hubo también un silencioso disentimiento entre sor Lucía y el Papa? En el segundo
viaje a Fátima, un periodista, Manuel Vilas-Boas, del semanario O Jornal, entrevistó a la
superiora del Carmelo de Coímbra.

78
«Es evidente que si el Santo Padre –decía la religiosa de la vidente– expresa el
deseo de reunirse con ella, ella irá; pero sor Lucía no irá a Fátima, si no se le
ordena».
El 11 de mayo, el día después de que Juan Pablo II llegara a Portugal, también llegó
la orden. Tal vez –alguno pensará– no quería verse obligada a confirmar la consagración,
a pesar de «su humilde sumisión a quienes representaban al Buen Dios», como escribe
en sus Memorias. De todas formas el encuentro fue muy breve (diez minutos), seguido
de otros doce minutos en presencia de extraños. El padre René Laurentin, un conocido
“mariólogo”, y desde luego no sospechoso de simpatizar con los tradicionalistas, escribía
en 1986 que
«sor Lucía sigue insatisfecha... Lucía parece pensar que “no se ha hecho” la
consagración como Nuestra Señora quería».
Finalmente –estamos en el Jubileo, el 8 de octubre de 2000–, en el Vaticano, 76
cardenales y alrededor de 1400 obispos participaron en un solemne “encomendamiento”
del mundo a María. No se hablará de Rusia, tampoco en este caso. Inside the Vatican, en
su número de noviembre de 2000, reveló que un cardenal descrito como “uno de los
asesores más estrechos del Papa” habría admitido que se había aconsejado al Pontífice
que no mencionara a Rusia, para evitar que el Patriarcado Ortodoxo se ofendiese.
Antonio Borrelli Machado escribe26, recordando las dos consagraciones hechas por Juan
Pablo II:
«No hay datos positivos que permitan evaluar hasta qué punto los obispos de
todo el mundo realizaron la consagración en unión con el Papa, ni en 1982 ni en
1984. Además, en ninguna de estas dos ocasiones fue nombrada Rusia». En cuanto a
lo que se refiere a los hechos de 1989 en Europa del Este y el consiguiente cambio
en la valoración de la vidente, “sor Lucía deja entender claramente que está
emitiendo una opinión personal y no está transmitiendo una revelación
sobrenatural».
¿Qué piensa realmente sor Lucía de toda la cuestión? Hemos visto, al inicio de este
trabajo, la entrevista de monseñor Tarcisio Bertone, de diciembre de 2001. En ese mismo
año, la religiosa publicó un libro suyo, Llamadas del mensaje de Fátima, con la
aprobación de la Congregación para la Doctrina de la Fe; en trescientas páginas no habla
de consagración, jamás; lo que no puede dejar de sorprender, si se considera su
importancia en el “caso Fátima”. Una preocupación que ha condicionado durante
décadas los pensamientos de la religiosa. Y el capítulo dedicado a la devoción del
Corazón Inmaculado se encuentra entre los más sucintos: tres páginas. Pero hay una
afirmación que tal vez pueda ayudar a entender las aparentes contradicciones de la
vidente:
«Dejo enteramente a la Santa Iglesia la libertad de interpretar el sentido del
Mensaje porque le pertenece y le compete; por lo que me someto con humildad y
buena disposición a todo lo que ella diga, o quiera corregir, modificar o declarar».

79
El 13 de abril de 2000, un mes antes de que tuviera lugar la revelación explosiva en
Fátima, el obispo de Leiria-Fátima entrevistaba a sor Lucía en la televisión portuguesa.
Citando a San Agustín, subrayaba que «el que obedece nunca puede engañarse», y sor
Lucía asentía vigorosamente.
También hay pocas dudas sobre el potencial explosivo del “caso Fátima” en el
diálogo entre católicos y ortodoxos. Sor Lucía no tiene dudas sobre la Iglesia a la que
hay que convertirse, sobre cuál es la Iglesia “verdadera”:
«Jesucristo eligió a San Pedro para nombrarle Jefe y Cabeza de su Iglesia en la
tierra. Le confió el depósito de su Doctrina, para que lo conservase y lo enseñase
junto a todos los que permanezcan unidos a él en la misma fe, en la misma esperanza
y en la misma caridad». El cardenal Ugo Poletti, ya fallecido, exvicario del Papa
para la ciudad de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó, en
referencia a Fátima, que «la conversión de Rusia está más cercana, tanto con la
constitución de la jerarquía católica en Moscú, como con el viaje previsto del Papa a
Rusia en 1992»27.
Cerramos con el punto de vista ortodoxo:
«Fátima ha sido un ataque particularmente poderoso contra la Iglesia ortodoxa,
porque introdujo la cuestión de la conversión de Rusia, atrayendo de esta forma a
muchos cristianos ortodoxos rusos preocupados por la esclavitud de su tierra»28.
Una Rusia católica es también el objetivo de los lefebvristas; según La Tradizione
Cattolica, órgano de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, «nos olvidamos de que en la
gran Rusia permanece la herejía y el cisma de los ‘ortodoxos’, infelices heterodoxos de
la fe de Cristo. Los sectarios del Patriarcado de Moscú, que colaboraron sin vergüenza
con el poder soviético, constituyen la verdadera razón de la conversión, es decir, pasar
de sus errores pertinaces a la adhesión humilde y completa a la Verdad de la Iglesia
Romana». Pero, por lo visto, esta es también la idea que sor Lucía siempre ha tenido de
la “conversión”. El padre Joaquín Alonso, que entrevistó a la religiosa muchas veces,
escribió en 1976:
«...podemos afirmar que Lucía siempre ha pensado que la “conversión” no se
limita al regreso del pueblo ruso a la religión Cristiano-Ortodoxa, rechazando el
ateísmo marxista de los soviéticos, sino que más bien se refiere, pura, simple y
llanamente, a la conversión total e integral de Rusia a la única Iglesia verdadera de
Cristo, la católica».
Es evidente que una consagración explícita y nominativa de Rusia sería leída al este
de Polonia como una declaración de guerra religiosa. Pero no son pocos los que confían
en el gran poder de ese rito; tanto como para llegar a escribir, como hace monseñor Luigi
Villa, que
«si se hubiera hecho la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María,
no habría habido una Segunda Guerra Mundial ni una expansión relámpago del
comunismo en el mundo».

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Muchas personas en los movimientos “fatimistas”, y quizás no sólo ellas, comparten
esta creencia y temen un futuro de desastres.

23 Número de abril de 1983.


24 Chiesa Viva, mayo de 1997.
25 Sacerdote de Fátima, pág. 149.
26 Las Apariciones y El Mensaje de Fátima según los Manuscritos de la Hermana Lucía, 1994, Ed. Fernando III, el
Santo.
27 Il regno - Attualità, 12/91, página 379.
28 Orthodox Christian Witness, Seattle.

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CAPÍTULO TRECE
EL CRUZADO DE FÁTIMA
Casi al final de nuestro viaje por la aventura iniciada en Cova da Iria el 13 de mayo de
1917, le damos la palabra a la chispa que provocó la reexplosión del “caso Fátima”. Fue
precisamente, y sobre todo, a causa suya por lo que, el 17 de noviembre de 2001,
Tarcisio Bertone, entonces secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tuvo
que cruzar nuevamente otra vez la puerta del “Carmelo” de Coímbra, para hablar dos
horas con sor Lucía, y hacerle firmar un documento, dado a conocer el 20 de diciembre.
Es el que hemos reproducido íntegramente en la introducción, y que debería haber
satisfecho las dudas aún vivas en torno a las apariciones, al mensaje y a sus misterios.
Dudas presentes, especialmente, en los movimientos “fatimistas”. ¿Qué pensaban ellos
de la entrevista de monseñor Bertone? Tuvimos entonces una larga conversación
telefónica con el padre Nicholas Gruner, un anciano sacerdote que dedicó toda su vida al
apostolado mariano, el alma de la “Cruzada de Fátima”, una organización que dice que
moviliza, con sus peregrinaciones y acciones de apostolado, hasta cinco millones de
fieles; su base está en Canadá, pero está muy extendida en varias áreas del mundo.
Posteriormente, conocimos personalmente a Christopher Ferrara, un joven abogado civil
estadounidense, un católico con una pluma polémica y un defensor convencido de la
importancia del mensaje de Fátima. Fatima Crusader afirma, entre otras cosas, que la
consagración de Rusia no se llegó a hacer.
El padre Gruner recordaba que ya santo Tomás de Aquino afirmaba que «el
argumento de la autoridad contra los hechos no tiene ningún valor».
Subrayaba que
«en el Concilio Vaticano II se dijo que la razón no está en contra de la fe, ni la fe
en contra de la razón. Pero aquí no estamos hablando de ninguna manera contra el
Magisterio de la Iglesia. Aunque el cardenal Ratzinger sea el prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe y monseñor Bertone su Secretario, de lo que
estamos hablando aquí no tiene nada que ver con el Magisterio. Ni el uno ni el otro
están comprometiendo el magisterio católico cuando hablan de Fátima».
Dicho esto, afirmaba después, con respecto a las dudas, que
«la entrevista de monseñor Bertone no sólo no las disipó, sino que las
incrementó. Lo digo porque sus afirmaciones contradicen los hechos atestiguados en
el pasado por personas serias que ocupaban cargos importantes como los suyos».
La referencia era a las declaraciones hechas a lo largo de la historia de Fátima por
personajes del calibre del cardenal Ottaviani, el cardenal Ciappi o el padre Joaquín
Alonso, de los que hemos hablado anteriormente.
«Mi desafío es muy claro –agregaba– y es que en el Vaticano no dicen toda la
verdad; porque si dijesen toda la verdad no mantendrían a sor Lucía bajo la
obligación del secreto; si estuvieran diciendo toda la verdad no me amenazarían con

82
la excomunión o con una suspensión falsa porque hablo de Fátima. Y, si dijeran la
verdad, publicarían los veinticuatro volúmenes del padre Alonso, con 5.693
documentos; hasta ahora han publicado alrededor del cuatro por ciento».
Christopher Ferrara hablaba del “malestar” de muchos católicos frente a las
preguntas aún sin contestar, y abordaba el problema como abogado:
«Según monseñor Bertone, la entrevista con sor Lucía duró dos horas. Dos horas.
Recientemente di un discurso de una hora y constaba de catorce mil palabras. Dos
horas, por lo tanto, deberían ser unas veintiocho mil palabras aproximadamente.
Publicaron 491 –cuatrocientas noventa y una– palabras de sor Lucía. De esas 491
palabras en dos horas, sólo 41 –cuarenta y una– palabras tenían que ver con ese
“malestar” y la mayoría de esas 41 palabras no eran la respuesta a una pregunta que
pudimos ver; publicaron la respuesta, pero no la pregunta. En otro caso publicaron la
pregunta, pero no la respuesta. Por ejemplo, cuando Bertone dice: en cuanto a los
que dicen que el secreto no se ha publicado por completo... sor Lucía ha dicho; pero
en realidad no tenemos la pregunta que se le hizo».
El problema, según el padre Gruner y Christopher Ferrara, era sólo y exclusivamente
sor Lucía, que en el momento de la entrevista aún estaba viva; y esto debe tenerse en
cuenta al leerla.
«El padre Gruner es muy terco, porque presenta una visión que es muy católica;
Rusia se convertirá, Rusia se hará católica, habrá un triunfo del Corazón Inmaculado.
Todo esto es muy embarazoso».
¿Por qué?
«Tienen en sus manos una testigo que no pueden controlar si le permiten hablar
abiertamente. Un ejemplo significativo. El comentario del Vaticano ofrece como
prueba que Rusia fue consagrada una carta de noviembre de 1989. La carta de 1989
es una falsificación, que dicen que fue firmada por sor Lucía; afirma que Pablo VI
consagró el mundo cuando estaba en Fátima, en 1967, pero esto nunca sucedió; es un
invento. Sor Lucía no escribió esa carta. Y nadie le preguntó, en esas dos horas de
entrevista, si alguna vez escribió esa carta».
Finalmente, el libro de la religiosa, publicado en 2001:
«Podía ser una oportunidad para ella para hablar abiertamente; y sin embargo no
dijo nada sobre todos los interrogantes que preocupan a las personas». En la
introducción escribe que había escrito ese libro para responder a las dudas y los
interrogantes sobre Fátima. Y después de más de trescientas páginas, no responde a
ninguna duda ni a ningún interrogante. ¿No es misterioso que cuando se le permite
hablar no diga nada, pero cuando se la entrevista en privado, sólo entonces habla de
esos temas…? Como abogado, digo que ese testimonio no tiene valor».
Lo que pedían era que sor Lucía se reuniera con un académico de Fátima,
especialista en el tema e independiente, y que la conversación fuese grabada por
completo, con preguntas y respuestas.

83
«Y la primera pregunta sería: ¿cuáles son las palabras que siguen: “en Portugal
siempre se conservará el dogma de la fe... etc.?»
A la pregunta: –¿Usted cree que hay más palabras?– Ferrara respondía:
«Hablé a monseñores y a muchas personas... todos están convencidos de que hay
más. La madre Angélica, una monja muy popular que habla en televisión, y que es
muy leal al Vaticano y el Papa, el 23 de mayo de 2000 dijo en la televisión en vivo
que no teníamos todo el tercer secreto. Y ella es leal. Y lo que ella dice, millones de
personas lo comparten. Esa visión del obispo vestido de blanco... no es posible que
lo hayan mantenido escondido durante cuarenta años. ¿Por qué? Porque no hay nada
dentro. No es más impactante que la profecía sobre la aniquilación de naciones
enteras».
Christopher Ferrara afirmaba que sus reservas eran, y son, compartidas por muchas
personas en todo el mundo:
«No soy un loco radical, soy un abogado civil de Estados Unidos, voy a una
iglesia en comunión con la Santa Sede, gobernada por la Fraternidad Sacerdotal de
San Pedro, ¡ni siquiera soy lefebvrista! Sólo soy un católico. Tengo una mentalidad
muy tradicional, pero soy un católico normal. ¡El Vaticano no puede negar que
millones y millones de personas tienen sospechas sobre el tema!».
Recordaba que el padre Gruner estaba siendo boicoteado y que tenía un litigio
burocrático abierto con la curia:
«tiene problemas porque es muy terco al decir lo que millones y millones de
personas creen, según el sentido común. Es muy difícil estar asociado con alguien
que es atacado por el Vaticano. Por primera vez un exponente del Vaticano va a
entrevistar a una monja para negar lo que dice un pequeño sacerdote. Pero el
problema no es el pequeño sacerdote, el problema es lo que dice, y lo que dice tiene
un eco en los corazones de la gente, y esto no se puede silenciar. “El corcho continúa
saliendo a la superficie”. Si sor Lucía no tiene nada que ocultar, porque lo ha dicho
todo, ¿por qué la tratan como si fuera alguien que todavía tiene algo que esconder?
¿por qué no la dejan, simplemente, que hable a la gente y explique, en un cuarto de
hora, lo que tienen que decir?».
El fallecimiento de sor Lucía, el 13 de febrero de 2005, obviamente frustró una parte
de la batalla del “cruzado de Fátima”, aunque el blindaje de la celda del Carmelo de
Coímbra, ahora vacía de su casi centenaria huésped, no le ha quitado nada a los
interrogantes y al misterio. «Hay un aspecto de la desaparición de sor Lucía que es
particularmente triste –dicen los “fatimistas”– …Nunca se le dio la oportunidad de
hablar públicamente sobre las dos cuestiones más preocupantes relacionadas con el
Mensaje de Fátima, es decir, la consagración de Rusia y el tercer secreto. Desde 1960, se
le prohibió a sor Lucía hablar del mensaje de Fátima sin autorización previa del
Vaticano. Y murió bajo esta imposición de silencio y muchas preguntas quedaron sin
respuesta». Quince años duró la batalla, pero, en esa carrera contra reloj, ganaron los que

84
contaban con el silencio de la religiosa.
«Es una pena –ha dicho el padre Gruner– que a sor Lucía nunca se le permitiera
confirmar, o negar públicamente, las diversas declaraciones que se le atribuyeron
durante los últimos quince años sobre la consagración de Rusia y la revelación del
tercer secreto».
El “Fatima Center” acusa: después de 1989 comenzaron a aparecer cartas, atribuidas
a sor Lucía,
«en las que se afirmaba que ella dijo que la consagración del mundo, en efecto,
respondía plenamente a la solicitud de la Virgen. Esto contradecía su inalterado
testimonio de setenta años. La autenticidad de esas cartas es muy dudosa. Sin
embargo, a sor Lucía nunca se le permitió declarar públicamente si realmente había
dicho que la consagración se había realizado».
Como hemos visto, el padre Gruner y los que están en sintonía con él piensan que la
consagración no se llegó a hacer.
«Nuestra Señora ha prometido que la consagración habría llevado a la
conversión de Rusia y habría garantizado un período de paz al mundo. Rusia no se
ha convertido a la fe católica y no hay período de paz. Aún nos enfrentamos con el
tremendo anuncio dado desde el Cielo a Fátima de que “varias naciones serán
eliminadas” si no se satisfacen las peticiones de la Virgen».
Un anuncio verdaderamente tremendo, que encuentra ecos alarmantes incluso en las
palabras de quien ha sido elegido para conducir la barca de Pedro en las aguas cada vez
más agitadas de este comienzo del milenio. Más que las profecías de decenas, cientos de
videntes en todo el mundo.

85
CAPÍTULO CATORCE
¿SÍMBOLO O PROFECÍA?
¿Está todo concluido en la extraordinaria aventura que comenzó un día de mayo en las
montañas de Portugal? ¿Por qué la Santa Sede decidió hacer público el famoso “tercer
secreto”? Monseñor Tarcisio Bertone escribe, en la presentación de la “revelación”, que
«la decisión del Santo Padre Juan Pablo II... pone fin a un período de la historia
marcado por la trágica voluntad humana de poder e iniquidad, aunque impregnado
del amor misericordioso de Dios y de la atenta Vigilancia de la Madre de Jesús y la
Iglesia».
Dos meses antes, en Fátima, la beatificación de Jacinta y Francisco Marto se había
convertido en un golpe de efecto. Después de la misa, el secretario de Estado, el cardenal
Angelo Sodano, leyó una “comunicación” en la que se anticipaban algunos elementos
del mensaje, y a los que les dio lectura:
«Los sucesivos acontecimiento del año 1989 han llevado, tanto en la Unión
Soviética como en numerosos Países del Este, a la caída del régimen comunista que
propugnaba el ateísmo. También por esto el Sumo Pontífice le está agradecido a la
Virgen desde lo profundo del corazón. Sin embargo, en otras partes del mundo los
ataques contra la Iglesia y los cristianos, con la carga de sufrimiento que conllevan,
desgraciadamente no han cesado. Aunque las vicisitudes a las que se refiere la
tercera parte del secreto de Fátima parecen ya pertenecer al pasado, la llamada de la
Virgen a la conversión y a la penitencia, pronunciada al inicio del siglo XX,
conserva todavía hoy una estimulante actualidad»29.
Pero ese “parecen” es importante, porque en un campo donde la interpretación es libre,
el brazo derecho del Pontífice deja resquicio para los que prefieren pensar que la
profecía de la Cova da Iria todavía tiene valor en el inicio del Tercer Milenio. Son
muchos; y, con el pasar de los años, de hecho, su número no parece disminuir. Citamos,
por ejemplo, de Chiesa Viva, de octubre de 2000:
«Sin embargo, la “profecía” de Fátima sobre el tercer secreto no puede
considerarse cumplida. Se podría pensar que existen “omisiones” en el texto dado
por el Vaticano, en el que se podría inferir que han eliminado “partes”; en cualquier
caso, en Fátima sigue siendo un mosaico que va tomando forma lentamente».
Entre las personas que aconsejaron al Papa revelar el tercer secreto, y cerrar el “caso
Fátima” parece –contra toda apariencia– que también estuvo el entonces prefecto de la
Congregación para la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa emérito Benedicto
XVI. En su comentario sobre el tercer secreto, publicado el 26 de junio de 2000, el
teólogo bávaro era categórico:
«En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al
pasado. Quien había esperado en impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el
fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia debe quedar desilusionado.

86
Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo
que la fe cristiana por lo demás no quiere y no puede ser un mero alimento para
nuestra curiosidad»30.
Sin querer ser irrespetuosos, nos parece haber captado, en esa ocasión, un cierto
escepticismo en la exposición del entonces cardenal; entre otras cosas, escribió que
«la conclusión del “secreto” recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en
libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe»31.
Y es conocida la desconfianza con la que el entonces titular del dicasterio más
importante del Vaticano juzgaba los fenómenos tales como Medjugorje que, en opinión
de muchos, están estrechamente relacionados con Fátima. Sor Lucía, en su último libro,
ilustra la vida de pobreza que llevaban su familia y la de sus primos, y todo el pueblo;
los niños eran analfabetos y la parroquia era muy modesta. No es una casualidad que
Umberto Eco, en l’Espresso, llevara a sus últimas consecuencias algunas palabras del
cardenal, según el cual, en las visiones interiores, el vidente
«se encuentra muy involucrado. Él ve con sus posibilidades concretas, con las
modalidades accesibles para él, de representación y conocimiento. En la visión
interna se trata, de una manera aún más amplia que en la externa, de un proceso de
traducción, de modo que el sujeto es esencialmente copartícipe en la formación,
como imagen, de lo que se aparece. La imagen sólo puede llegar según sus medidas
y sus posibilidades. Tales visiones, por lo tanto, nunca son simples “fotografías” del
más allá, sino que también tienen dentro de sí las posibilidades y las limitaciones del
sujeto que las percibe».
Es una manera elegante e impecable de decir: tratemos las revelaciones privadas con
gran seriedad, pero recordemos que no son la Biblia. Y que el vidente, con toda
honestidad, siempre puede poner algo de su parte… Una idea sugestiva para Umberto
Eco, quien, en l’Espresso, analizaba la descripción del tercer secreto a la luz del
Apocalipsis, recordando que Lucía escribió la visión muchos años después; y opina que
«el hecho de que en la memoria de Lucía también influyera la tradición iconográfica lo
sugiere ese ángel con la espada de fuego del principio, porque en esas miniaturas, a
veces, las trompetas que sostienen los ángeles parecen hojas escarlatas. Lo interesante
del caso es que, si no se limitaba a los resúmenes de los periódicos y leía todo el
comentario teológico del cardenal Ratzinger, podía ver que este hombre honesto,
mientras se esfuerza en recordarnos que una visión privada no es materia de fe, y que
una alegoría no es un vaticinio que deba tomarse literalmente, recuerda explícitamente
las analogías con el Apocalipsis. Y además precisa que, en una visión, el sujeto ve las
cosas “con la modalidad accesible a él de representación y conocimiento”, por lo que “la
imagen puede venir sólo de acuerdo con sus medidas y posibilidades». Lo cual, dicho un
poco más laicamente (aunque Ratzinger dedica el párrafo a la “estructura antropológica”
de la revelación), significa que, si no hay arquetipos junguianos, cada vidente ve lo que
su cultura le ha enseñado.

87
Cuando se habla en el Vaticano del tercer secreto, nos parece captar un deseo de la
curia de enfilar, de una vez por todas, la historia de Fátima en el estante de expedientes
tramitados, para evitar la continua irrupción de la profecía portuguesa en los asuntos
actuales, como ya hemos visto que sucedió a lo largo de todo el siglo pasado con Rusia,
las novedades conciliares, la crisis de la Iglesia, la Ostpolitik y el comunismo. Hasta tal
punto que, después de las protestas del gobierno húngaro en el Vaticano por los
discursos y entrevistas del cardenal Mindzensty, el nuncio de Lisboa censuró el sermón
que él quería hacer en Fátima. Pero no todos, incluso dentro de la Iglesia, están
completamente convencidos de esta “lectura”. Un ejemplo de ello es la carta que
monseñor Pavol Maria Hnilica, un jesuita eslovaco, alma del movimiento Pro Deo et
fratribus, envió al cardenal Joseph Ratzinger el 13 de septiembre de 2000, precisamente
en relación con la rueda de prensa para presentar el tercer secreto. Escribe monseñor
Hnilica:
«Para mí, entonces, viejo obispo de un país del Este, todo este asunto y su
presentación tan seria tienen un gran significado, no sólo por mi devoción personal a
Nuestra Señora de Fátima, sino también por los dolorosos y trágicos acontecimientos
de nuestros países del Este... Sin embargo, hay un punto en su exposición sobre el
cual me sentí inquieto y por el cual he querido permanecer en silencio y orar durante
dos meses antes de dirigirme a Vuestra Eminencia».
El punto se refiere a la posibilidad de que la Virgen se hubiera aparecido con su
cuerpo a los tres niños pastores. Ratzinger afirmaba que
«no se trata de la normal percepción externa de los sentidos: las imágenes y las
figuras que se ven no se hallan exteriormente en el espacio…»32.
Por lo tanto,
«se trata de la categoría intermedia, la percepción interior, que ciertamente tiene
en el vidente la fuerza de una presencia que, para él, equivale a la manifestación
externa sensible»33.
Monseñor Hnilica señala que
«no hay pruebas de que todas las apariciones y visiones de la Virgen pertenezcan
a lo que usted llama delicadamente “categoría intermedia” o “percepción interna» (si
no hay evidencias, está claro que no se puede decir “está claro”)».
El obispo eslovaco continúa:
«Vuestra Eminencia sabe mejor que yo cómo ciertos teólogos liberales-
racionalistas nunca han amado el dogma de la Asunción de María, y siempre
procuran reducirlo, pero me pregunto si tenemos que rechazar tan rápidamente, sin
evidencias y a priori, la posibilidad de la presencia corporal, en sus apariciones, de
la Virgen María con su cuerpo. ¿Por qué la Virgen María, elevada al Cielo en cuerpo
y alma, no podría aparecer con SU cuerpo? No creo que debamos dejarnos intimidar
demasiado por los teólogos liberales-racionalistas, dando a entender que el verdadero
cuerpo de la Virgen María nunca puede aparecer, ni ser visto por nadie con

88
“percepción corporal externa”».
Sin embargo, había otros dos puntos que constituían un problema para el obispo
jesuita, profundamente mariano:
«El tema del Inmaculado Corazón de María me parece expresado de una forma
más abstracta e intelectual de lo que Vuestra Eminencia ha hecho en otras ocasiones,
y quizás en la tradición mística anglosajona y alemana se podrían encontrar algunas
ideas apasionadas; ideas; da la impresión de que, con la clausura del siglo 1900-
2000, se quisiera encerrar ahí dentro y, por tanto, concluir el efecto y el valor de la
“profecía de Fátima”, como Vuestra Eminencia la llama. El propio cardenal Sodano,
al subrayar este punto, tuvo que admitir –en su discurso en Fátima, el 13 de mayo del
año pasado– que aquí y allá, en el mundo, todavía hay secuelas de esas experiencias
dolorosas para las que valía la profecía de Fátima. Y además ¿cómo se puede decir,
como recuerda justamente Vuestra Eminencia al final de su discurso, que “mi
Corazón Inmaculado triunfará”, sin admitir que esta profecía está bien abierta, en
desarrollo y en espera de cumplirse?».
El 4 de octubre de 2000, el cardenal Ratzinger respondía que
«en mi “comentario” no pretendía atribuir al pasado exclusivamente los
contenidos del secreto, de una manera simplista. Las grandes visiones siempre han
tenido una doble dimensión: un significado inmediato y cercano, y un valor
permanente. El ejemplo clásico es el discurso escatológico del Señor; preanuncia
como inminente la catástrofe de Jerusalén, pero refleja, en ese evento del presente, el
fin del mundo, y se convierte así en una llamada a la vigilancia de todas las
generaciones. En el “secreto de Fátima”, de forma análoga, vislumbramos el
martirologio del siglo pasado, en el cual, sin embargo, se reflejan las persecuciones
hasta el fin del mundo».
En resumen, por mucho que se quiera cerrar, este “caso Fátima” siempre consigue
reaparecer y abrirse paso hacia el mañana. No sólo en la casa “fatimista”, ni entre los
“catastrofistas” de profesión, que vieron en el ataque a las Torres Gemelas otro
cumplimiento de la profecía. Y, por supuesto, todas las dudas y reservas no se han
terminado si intelectuales católicos del calibre de Antonio Socci o Vittorio Messori
tienen el coraje de expresarlas públicamente, contra el viento de una opinión pública
agnóstico-materialista y la marea de una Iglesia demasiado feliz de enfilar a Fátima en el
dossier de “casos cerrados”. Justo el día después de la muerte de sor Lucía, Messori
escribió en la portada del Corriere della Sera que la “revelación” del Vaticano, en el
Año Jubilar,
«lejos de disipar el misterio... ha abierto otros: sobre la interpretación, el
contenido y la integridad del texto revelado».
¿La profecía realmente se cumplió, en el sentido de “cerrarse”, el 13 de mayo de
1981, cuando el asesino turco disparó contra el papa Wojtyla? Muchos piensan que el
año 89 y el colapso del comunismo en Europa fueron sólo el comienzo del cumplimiento

89
de la profecía y que el camino por recorrer sigue siendo largo; y un indicio claro de que
esta interpretación no es infundada lo tenemos precisamente en la respuesta que sor
Lucía le dio a su sobrino, José Dos Santos Valinho, sobre la conversión de Rusia.
Además, en enero de 2000, Robert Moynihan, en el editorial de Inside the Vatican,
recordó que «muchos piensan que Rusia “extendió sus errores” por todo el mundo con su
apoyo al marxismo-leninismo planetario, y que ahora esos “errores” están retrocediendo.
Pero muchos olvidan que sigue habiendo otro error. Bajo Lenin, en la década de 1920,
Rusia se convierte en el primer Estado moderno en legalizar el aborto. ¿No es este un
“error” que se ha extendido por todo el mundo, y que continúa y proporciona la base
para la “cultura de la muerte” que ha crecido con tanta fuerza y que impregna todo,
aunque la ideología comunista esté colapsada? Pero la Rusia de hoy no es una nación
santa y feliz, un instrumento de paz en el mundo. Esto significa que la conversión
prometida de Rusia aún está por venir... Sin embargo, para los creyentes, especialmente
para aquellos que creen en Nuestra Señora de Fátima, existe la promesa, la profecía:
“Rusia se convertirá...” Y así, no dejará de cumplirse».
En su comentario sobre el “secreto”, el cardenal Ratzinger también habló del
atentado del 13 de mayo de 1981. Evocaba la imagen del obispo vestido de blanco,
quien, al cruzar una ciudad medio en ruinas, avanzaba temblando hacia una cruz de
madera sin tallar, para ser asesinado: «En su fatigoso subir a la montaña podemos
encontrar indicados con seguridad juntos diversos Papas, que empezando por Pío X
hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por
avanzar entre ellos por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es
matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después del
atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del “secreto”,
reconocer en él su propio destino?»34. La lectura del prefecto de la fe es positiva: debía
morir, pero el porvenir no está determinado por la profecía:
«Que una “mano materna” haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez
más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que
pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la
fe más potente que las divisiones»35.
Sin embargo, una vez más, en esta lectura, de alguna manera “tranquilizadora”,
aparece sor Lucía barajando las cartas. Lo hace con una carta dirigida a Juan Pablo II
después del atentado, después, la misma carta que contiene el misterioso inciso,
suprimido en las traducciones oficiales:
«La tercera parte del secreto, que tanto deseabais conocer…» (cursiva del autor).
Se dirige al Papa, sor Lucía, en mayo de 1982:
«Puesto que no hemos tenido en cuenta este llamamiento del Mensaje,
comprobamos que se ha cumplido: Rusia ha invadido el mundo con sus errores».
Y la vidente escribe una frase que no puede no considerarse inquietante. Sor Lucía
escribe estas palabras en un momento en el que, según las interpretaciones oficiales, la

90
visión debía de haberse cumplido con los tres disparos de Agca en la plaza de San Pedro.
Era un período en el que, según el arzobispo Bertone, la religiosa carmelita aún veía a
Nuestra Señora en su celda en Coímbra. Sor Lucía escribe al Pontífice:
«Y si todavía no constatamos la consumación final de esta profecía, vemos que
gradualmente estamos encaminados, poco a poco, a dar grandes pasos».
Al leer estas palabras, es difícil considerar consumado el mensaje lanzado en 1917
en un pequeño pueblo de Portugal. De ello están convencidos no sólo los “fatimistas”,
sino que también otras personas, desde luego leales a Roma, como Giovanni Cantoni de
Alleanza Cattolica, piensan que el argumento es digno de reflexión, y de una reflexión
problemática.
«Si el escenario de fondo, en sus aspectos coyunturales, se ha agotado –o ha sido
objeto de un tan pío como grave “acto de vandalismo”– con el colapso del imperio
comunista socialista y el fallido –extraordinariamente– atentado al Papa Juan Pablo II en
1981, el fondo permanece, si se lee de modo apropiado, así como permanecen partes de
la promesa, igualmente condicionadas, y la indicación de la condición de su realización.
La primera parte de la promesa condicionada se expresa explícitamente con la frase:
«[...] Rusia se convertirá”, cuya condición es “la consagración de Rusia a Mi
Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora los primeros sábados».
La segunda parte de la promesa condicionada es la conocida con la fórmula:
«Finalmente, Mi Corazón Inmaculado triunfará”; la condición es la alternativa ya
conocida al martirio: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”»
La existencia de estas dos partes no realizadas y de las condiciones respectivas, hace,
como mínimo, parcial, si no insuficiente, la observación según la cual el mensaje en su
conjunto debería leerse en el pasado, es decir, como algo ya consumado. La opinión del
Papa Juan Pablo II es diferente, pues habla de una actualidad cada vez mayor del
mensaje. Sin duda, es lógico y comprensible para los que sugieren una lectura histórica
o, en cualquier caso, inclinada hacia el pasado, aunque no sólo en el pasado, la intención
de no alimentar “expectativas” sobre la futura muerte violenta de un Pontífice, casi
institucionalizando de este modo una especie de “tiro al Papa”, y de no fomentar de
ninguna manera una consideración tan elaborada: puesto que nos enfrentamos a una
“profecía no realizada”, esta se puede transformar en una expectativa “confortada” –
podría decirse– por la falta de realización de la previsión condicional.
Además, la hipótesis relativa a la actualidad permanente del mensaje o de parte de él
–“permanente”, no en el sentido de perenne, sino de “aún perdurable”– encuentra apoyo
no sólo en la publicación de la tercera parte del secreto por voluntad de Papa Juan Pablo
II y en la celebración del acto de encomendamiento del tercer milenio a la Virgen (24),
sino también en la presencia en esa ocasión, deseada por el propio Pontífice, de la
imagen de la Beata Virgen del Rosario de Fátima. Que está presente “físicamente” para
indicar la vigencia permanente del mensaje, más allá de las partes que de algún modo
han sido “cumplidas”.

91
Es imposible no mencionar las palabras de uno de los protagonistas de la aventura de
Fátima, Juan Pablo II, y las de su sucesor. Las palabras de Karol Wojtyla son las que
dirigió a la Virgen el 8 de octubre de 2000, en su Acto de Consagración a María; y
dejamos que cada uno juzgue si el Pontífice pensó que la profecía se había cumplido, o
si, por el contrario, estaba abierta al futuro.
Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.
Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.
Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:
Puede usarlas para el bien, dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear el respeto debido a cada ser humano.
Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús36.
Se ha dicho y escrito, frecuentemente, que Juan Pablo II usaba tonos que desde luego
no eran optimistas cuando consideraba el futuro del planeta y de la humanidad. Pero
vemos que incluso el hombre que estaba más cerca de él en el liderazgo de la Iglesia, y
que luego fue llamado en su lugar, parece compartir las mismas inquietudes, que
resuenan con una coincidencia singular en muchos de los mensajes que videntes de todo
el mundo dicen que reciben de la Virgen. Tomemos como ejemplo el discurso dirigido a
la curia romana para felicitarle la Navidad de 2006, el día 22 de diciembre: «¿Se puede
enviar a alguien a ese futuro incierto? En definitiva, ¿es algo bueno ser hombre? Tal vez
esta profunda incertidumbre acerca del hombre mismo –juntamente con el deseo de tener
la vida totalmente para sí mismos– es la razón más profunda por la que el riesgo de tener
hijos se presenta a muchos como algo prácticamente insostenible. De hecho, sólo
podemos transmitir la vida de modo responsable si somos capaces de transmitir algo más

92
que la simple vida biológica, es decir, un sentido que sostenga también en las crisis de la
historia futura y una certeza en la esperanza que sea más fuerte que las nubes que
ensombrecen el porvenir. Si no aprendemos nuevamente los fundamentos de la vida, si
no descubrimos de nuevo la certeza de la fe, cada vez nos resultará menos posible
comunicar a otros el don de la vida y la tarea de un futuro desconocido»37. Una
referencia más precisa al contenido del mensaje de Fátima, en lo que se refiere a la parte
que decimos “cumplida”, la encontramos en el Mensaje del Día de la Paz, del 1 de enero
de 2006: «La mentira está relacionada con el drama del pecado y sus consecuencias
perversas, que han causado y siguen causando efectos devastadores en la vida de los
individuos y de las naciones. Basta pensar en todo lo que ha sucedido en el siglo pasado,
cuando sistemas ideológicos y políticos aberrantes han tergiversado de manera
programada la verdad y han llevado a la explotación y al exterminio de un número
impresionante de hombres y mujeres, e incluso de familias y comunidades enteras.
Después de tales experiencias, ¿cómo no preocuparse seriamente ante las mentiras de
nuestro tiempo, que son como el telón de fondo de escenarios amenazadores de muerte
en diversas regiones del mundo? La auténtica búsqueda de la paz requiere tomar
conciencia de que el problema de la verdad y la mentira concierne a cada hombre y a
cada mujer, y que es decisivo para un futuro pacífico de nuestro planeta»38. Y continúa,
refiriéndose al Papa “mariano” y “fatimista” por excelencia: «Hoy en día, la verdad de la
paz sigue estando en peligro y negada de manera dramática por el terrorismo que, con
sus amenazas y acciones criminales, es capaz de tener al mundo en estado de ansiedad e
inseguridad. Mis Predecesores Pablo VI y Juan Pablo II intervinieron en muchas
ocasiones para denunciar la terrible responsabilidad de los terroristas y condenar la
insensatez de sus planes de muerte. En efecto, estos planes se inspiran con frecuencia en
un nihilismo trágico y sobrecogedor, que el Papa Juan Pablo II describió con estas
palabras: “Quien mata con atentados terroristas cultiva sentimientos de desprecio hacia
la humanidad, manifestando desesperación ante la vida y el futuro; desde esta
perspectiva, se puede odiar y destruir todo”. Pero no sólo el nihilismo, sino también el
fanatismo religioso, que hoy se llama frecuentemente fundamentalismo, puede inspirar y
alimentar propósitos y actos terroristas… […] Ante los riesgos que vive la humanidad en
nuestra época, es tarea de todos los católicos intensificar en todas las partes del mundo el
anuncio y el testimonio del “Evangelio de la paz”, proclamando que el reconocimiento
de la plena verdad de Dios es una condición previa e indispensable para la consolidación
de la verdad de la paz… […] Las autoridades que, en lugar de hacer lo que está en sus
manos para promover eficazmente la paz, fomentan en los ciudadanos sentimientos de
hostilidad hacia otras naciones, asumen una gravísima responsabilidad: ponen en peligro,
en zonas ya de riesgo, los delicados equilibrios alcanzados a costa de laboriosas
negociaciones, contribuyendo así a hacer más inseguro y sombrío el futuro de la
humanidad. ¿Qué decir, además, de los gobiernos que se apoyan en las armas nucleares
para garantizar la seguridad de su país? Junto con innumerables personas de buena

93
voluntad, se puede afirmar que este planteamiento, además de funesto, es totalmente
falaz. En efecto, en una guerra nuclear no habría vencedores, sino sólo víctimas»39.
Cerramos esta breve reseña, ciertamente no exhaustiva, con las palabras llenas de
angustia que Benedicto XVI pronunció en el campo de concentración de Auschwitz-
Birkenau, el 28 de mayo de 2006, en su viaje tras las huellas de Juan Pablo II, en
Polonia:
«Elevemos este grito a Dios; dirijámoslo también a nuestro corazón,
precisamente en este momento de la historia, en el que se ciernen nuevas
desventuras, en el que parecen resurgir de nuevo en el corazón de los hombres todas
las fuerzas oscuras: por una parte, el abuso del nombre de Dios para justificar una
violencia ciega contra personas inocentes; y, por otra, el cinismo que ignora a Dios y
que se burla de la fe en él»40.

29 Se puede leer el texto íntegro en: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2000/apr-


jun/documents/hf_jpii_spe_20000513_sodano-fatima.html. [N.d.T.]
30 Se puede leer el texto íntegro en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-
fatima_sp.html. [N.d.T.]
31 Ídem.
32 Ídem.
33 Ídem.
34 Ídem.
35 Ídem.
36 Se puede leer el texto íntegro en: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2000/oct-
dec/documents/hf_jpii_spe_20001008_act-entrustment-mary.html. [N.d.T.]
37 Se puede leer el discurso íntegro en: http://w2.vatican.va/content/benedict-
xvi/es/speeches/2006/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20061222_curia-romana.html. [N.d.T.]
38 Se puede leer el discurso íntegro en: http://w2.vatican.va/content/benedict-
xvi/es/messages/peace/documents/hf_benxvi_mes_20051213_xxxix-world-day-peace.html. [N.d.T.]
39 Se puede leer el texto íntegro en: http://w2.vatican.va/content/benedict-
xvi/es/messages/peace/documents/hf_benxvi_mes_20051213_xxxix-world-day-peace.html. [N.d.T.]
40 Se puede leer el texto íntegro en: http://w2.vatican.va/content/benedict-
xvi/es/speeches/2006/may/documents/hf_benxvi_spe_20060528_auschwitz-birkenau.html. [N.d.T.]

94
CAPÍTULO QUINCE
LA “HIPÓTESIS” DEL SOBRINO
DE SOR LUCÍA
Ahora os ofrecemos un testimonio prácticamente inédito, del cual sólo unas pocas frases
se han dado a conocer al público. Es la entrevista que el sobrino de sor Lucía, el
sacerdote salesiano José Dos Santos Valinho, concedió en el otoño de 2002 al programa
Enigma, emitido unos meses después, el 19 de diciembre de 2002. Una entrevista en
cuya preparación colaboró, como asesor del programa, el autor de las páginas que estáis
hojeando. Leída en su totalidad, esta entrevista, emitida por la persona más cercana a la
última de los tres pastorcillos, parece ser de gran interés; ya sea por las cosas que dice,
por las que menciona o por las que insinua. Comenzando con la admisión de que las
experiencias sobrenaturales de sor Lucía no terminaron ni siquiera durante el otoño y el
invierno de su existencia. A una provocación del entrevistador –algunas de sus palabras
dan a entender que sor Lucía ciertamente tuvo otras apariciones, además de las
“históricas”– así respondía el padre Valinho:
«Aquí, en Coímbra. Yo personalmente estoy convencido de que tuvo otras
apariciones; por ciertos síntomas suyos cuando habla con nosotros. Nunca habla de
esas cosas tan extraordinarias; pero, por ejemplo, su insistencia en ciertos
argumentos no se explica si no han sido el resultado de una comunicación especial
del cielo. Por ejemplo, alrededor de 1986 o 1987, e incluso más tarde, cuando se
produjeron los cambios en Rusia, su insistencia en ciertas cosas me convenció de que
aquello era fruto de alguna aparición. Y también en 1989, 1990, 1991; la insistencia
por ejemplo, en el tema de la unidad de las Iglesias, la unidad ecuménica... porque en
cada visita que le hice, el tema de conversación desembocaba invariablemente ahí.
Decía: son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Porque
creemos en el mismo Dios, aceptamos al mismo Salvador Jesucristo, creemos en la
Santísima Virgen. Entonces, si ya estamos unidos en las cosas esenciales ¿por qué
seguimos separados, aislados? Después de aquello, ya hubo varias señales de
acercamiento de las Iglesias, después de las reuniones en Asís a las que asistió el
Santo Padre; y aquí también se han multiplicado los encuentros ecuménicos, y esto
me parece fruto de cierta insistencia por parte del cielo».
Luego, el sobrino de sor Lucía ofrecía un detalle que aumentaba aún más –si es
posible– el valor de las cartas y del diario guardado por la religiosa; todos estos
documentos están bajo sello eclesiástico, con más motivo ahora que forman parte del
material de primera calidad en la causa de beatificación. Esto es lo que relataba el padre
Valinho:
«Y digo algo más. He ido varias veces allí con visitas especiales... ella no habla
de esas cosas extraordinarias de forma espontánea, por su cuenta. Y yo lo sé, y por

95
eso nunca le hago preguntas indiscretas para saber si ha tenido otras comunicaciones,
otras “apariciones”. De esto no hablo porque sé que no le gusta y no quiere hablar de
ello. Pero fui allí, acompañando a algunas figuras prominentes de la Iglesia, y
algunas de las cosas que me preguntaban eran precisamente esas, es decir, si ella
había tenido otras apariciones allí, en el Carmelo. Yo me sentía en dificultad: por un
lado, no quería decir que no a los que eran prelados y obispos; y, por otro lado, no
quería disgustarla y hacerle esas preguntas. Entonces, buscaba un pretexto, un
motivo para insinuar o meter la pregunta en la conversación. Pero se ve que ella lo
entendió: cerró la conversación, me miró fijo a los ojos y me dijo: mira, tú sabes que
tengo el permiso de la Santa Sede para dar acabada la visita si me hacen preguntas
indiscretas”. ¿Permiso u orden? Sor Lucía expresó con pensamientos, palabras y
gestos que había hecho suya la regla de oro de los religiosos: “la autoridad a veces
puede puede equivocarse, la obediencia nunca”».
«Entonces comprendí de inmediato que no había nada que hacer. Les pedí
disculpas a los caballeros y dije: no puedo hacer la pregunta porque no podemos
molestarla en estas cuestiones íntimas, de conciencia; estas cosas podrá decírselas a
su director espiritual, a su confesor, pero no a otras personas. Por esta razón, yo
personalmente estoy convencido de que sí, de que ella ha tenido otras apariciones,
incluso en el Carmelo».
Sor Lucía ecuménica, tocada por el “Espíritu de Asís”, es ciertamente algo que
puede sorprender, especialmente a quienes tienen el estereotipo de una inquietante y
tenebrosa sor Lucía, portadora de mensajes amenazadores; pero anunciar los castigos
obvios de una divinidad irritada por la maldad y la indiferencia, incluso de sus emisarios,
no excluye la exhortación a continuar en lo que parece positivo en el camino humano.
«Se refería a la Iglesia ortodoxa, pero también a las distintas confesiones
protestantes. Yo entendí, por lo que ella decía, que eran todas las confesiones
cristianas, todas los que aceptan a Cristo: no excluía ni a los protestantes, ni a los
ortodoxos, a ninguno; todos estaban incluidos. Me parece que sería una especie de
intervención del Espíritu Santo para nuestros días, y un signo de la comunión y la
Iglesia. Es el motivo de la última oración que el Señor hizo en la última cena, que
sean uno, como yo y tú somos uno. Esto viene del cielo, no es una invención de los
hombres».
Pero de otra declaración del padre Valinho –y esta vez sor Lucía respondió con gran
precisión– tenemos la confirmación de que la profecía de Fátima está muy lejos de
haberse completado, no es algo que se refiera sólo al pasado, interpretación esta que
parece que se quiso apoyar con cierta prisa. El punto de partida es la conversión de
Rusia. ¿Se puede decir que, con el colapso del comunismo, ha tenido lugar la
conversión? La situación interior y exterior de Moscú no permite una visión demasiado
optimista.
«También tuve ese problema, –dice el padre Valinho– y hablé explícitamente

96
con mi tía. Y hablé de la conversión, de la conversión de Rusia. Y le le dije: tía,
estamos rezando por la conversión de Rusia, pero incluso después del cambio que ha
habido, el cambio que ha ocurrido allí, en Rusia, una transición casi a la democracia,
no parece que la conversión se haya producido. Y ella me explicó: la segunda parte
del secreto hablaba precisamente de Rusia como instrumento de persecución y de
martirio para muchos cristianos, y cuando la Virgen hablaba de la conversión, me
parece que no se refería exactamente al pasaje a la Iglesia católica, sino al cambio de
Rusia, que habría dejado esa actitud de persecución a la religión, de opresión, el
régimen dictatorial, la imposición del materialismo, del comunismo. El primer paso,
el primer momento de la conversión fue precisamente aquel; la transición de un
estado ateo y materialista a la libertad. Así que esto ya es una conversión. Luego, si
seguimos rezando, seguimos, pidiendo con fe, con insistencia, puede que el Señor
quiera dar, en un tiempo que no conocemos, que quiera dar la iluminación, la luz
para que se produzca la conversión completa».
Y, naturalmente, hablando de Moscú y de Rusia, no se puede ignorar la muy
controvertida cuestión de la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. Es
un tema que ya hemos tocado en nuestra obra, pero veamos ahora qué le respondió la
vidente a su sobrino:
«Le hice también esta pregunta a mi tía, porque había personas que decían que la
consagración no se había hecho de acuerdo con la petición de de la Virgen; otros
dijeron que sí, que la había hecho el Santo Padre, que tenía todo el derecho y el
poder para hacer esa consagración. La primera vez que el Santo Padre la hizo, no fue
exactamente de acuerdo con la petición de la Virgen, porque no había mencionado
explícitamente a Rusia. Había hecho la consagración general del mundo y por
supuesto Rusia estaba incluida en su intención, sin embargo, la petición de la Virgen
era que se hiciera explícitamente. Entonces le pregunté a mi tía si la consagración se
podía dar por hecha y ella me respondió, a mí personalmente, y me respondió que sí,
que ahora el cielo estaba satisfecho, que era precisamente lo que se exigía, la
consagración de Rusia. Y después de que el Santo Padre la hubiera hecho, de
inmediato se manifestaron cambios, incluso políticos, en Rusia. Podría ser una señal
de que el cielo había aceptado esa forma de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón
de María. Como ya he dicho, siempre me cuesta hablar de ciertas cosas con mi tía,
siempre. Además, porque sé que no le gusta entrar en ciertos temas, entonces respeto
su reserva y no hago preguntas».
Poco a poco, el padre Valinho afronta los puntos más candentes del “caso Fátima”; y
llegamos a uno de los temas más debatidos en términos absolutos y del cual, por
ejemplo, trata con gran perspicacia y precisión Antonio Socci en su Cuarto Secreto de
Fátima41. ¿Lo qué sucedió en 1917 en una aldea remota en lo profundo de Portugal debe
archivarse como algo para estudiar, o debe tenerse en cuenta entre los expedientes
abiertos de nuestro presente? Y esa tercera parte del Secreto, ¿qué significado tiene?

97
«Sobre este aspecto yo también tuve algunas dudas cuando la tercera parte del
secreto fue publicada; fue publicada de una manera que personalmente me pareció
tan vaga, tan simbólica, que no se encontraba nada de concreto, y le hice esta
observación a mi tía. Ahora ya no hay más problemas con el secreto, no hay tres
secretos, es un único secreto dividido en tres partes distintas, pero es un solo secreto.
Y esta tercera parte del secreto está como “insinuada” en la primera y en la segunda
parte. Allí se puede ya deducir lo que sigue. En la primera parte se hablaba sobre la
terrible guerra, más desgarradora que la primera, y de los millones de víctimas que
habría, y esto ya es un preanuncio de lo que luego se dice en la tercera parte del
secreto; era el anuncio del martirio. Cuando, en la tercera parte del secreto, se nos
muestra a esa multitud de personas escalando la montaña, sangrando, sufriendo y
luchando, y ese hombre vestido de blanco –el Santo Padre lo interpretó como si fuera
él mismo– era una señal de que la Iglesia también estaba sufriendo con todos los que
eran perseguidos, martirizados. Yo decía que me parecía sólo una exposición
simbólica, que no se ve claro lo que quiere decir... Hice esta observación a mi tía:
eso es sólo un simbolismo. Se indica algo, muy vago, sobre el sufrimiento de la
humanidad, la Iglesia, el Santo Padre; pero es una cosa muy simbólica. Y ella me
dijo, –tal vez no debería decirlo– ella me respondió: no es sólo un símbolo, es una
profecía. Es una profecía. Mi tía me dijo que eso no era sólo simbolismo, que era
también profecía. ¿Sólo indicaba lo que ya pasó, lo que nosotros sabemos que
sucedió durante el siglo veinte o era una referencia a algo más? A esto no sé
responder, pero lo que me dijo es que no era sólo un símbolo, sino también una
profecía. El Santo Padre42 se lo tomó como tal, consideró que lo que está anunciado
en el hombre vestido de blanco subiendo la montaña era una referencia a sí mismo.
Pero, ¿será lo que sucedió en la Plaza de San Pedro o algo que aún debe acontecer?
Porque ahí, en la tercera parte del secreto, se dice que el hombre vestido de blanco ha
sido golpeado, herido y que ha caído, pero ¿estará muerto? ¿O todavía debe suceder?
Esto lo pregunto yo, pero no sé responder».
Muchos años de conversaciones y contactos con sor Lucía, interrumpidos sólo por la
muerte de la religiosa carmelita, hicieron del padre Valinho un testigo y un intérprete
humilde y agudo, incluso de muchas cosas que no se han dicho. Como ese otro punto tan
delicado, el relacionado con la siguiente frase:
«En Portugal se conservará el dogma de fe…”.
«Creo que... personalmente me cuesta mucho pronunciarme así en público. Yo
creo que hay una conexión entre lo que sucede en la primera parte del secreto, el
anuncio de la guerra y el sufrimiento que habría en todas partes; la segunda parte que
concierne a las persecuciones, y una especie de fracaso de la fe. Porque cuando
llegan los puntos suspensivos, está la tercera parte que no fue revelada, y luego está
la conclusión: “En Portugal se conservará el dogma de la fe...”. Esto me hace
entender, me parece que puedo deducir, que habrá una grave falta de fe en todas

98
partes, incluso en Portugal, pero estamos seguros de que el dogma será preservado.
Esto es un misterio, porque nosotros no somos mejores que los demás y ¿en qué
modo se conservará? Tampoco lo sabemos. Pero esto me sugiere algo, es decir, que
existe una relación entre la fe y la tercera parte del secreto, por tanto algo
relacionado con la Iglesia, algún tipo de crisis universal en la Iglesia y en la
humanidad. No puedo decir que esto sea lo que piensa Lucía, esto lo pienso yo. Para
mí, es lógico que la tercera parte se refiera al tema de la fe en la Iglesia y en el
mundo».
Era muy prudente, y leal, por parte del sacerdote, tratar de disociar su opinión de la
de la famosa tía; pero tampoco es muy creíble, porque en muchos años de contactos y
conversaciones sería muy extraño que hubiera llegado a madurar convicciones opuestas
a las de Lucía, y que la propia Lucía había manifestado de varias maneras durante su
existencia, por lo menos hasta que la mordaza de la autoridad eclesiástica no se cerró con
más fuerza sobre ella. Y no podemos tampoco ignorar los testimonios de dos
personalidades de gran importancia y responsabilidad en la historia de la Iglesia.
Hablamos del cardenal Ottaviani, que fue durante muchos años responsable de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio más importante del Vaticano. El
purpurado, que había leído el documento, concluyó su famosa conferencia sobre el tercer
secreto, hecha por encargo de Pablo VI, con estas palabras:
«Sólo os puedo decir esto: que vendrán tiempos muy difíciles para la Iglesia, y
que se necesitan muchas oraciones para que la apostasía no sea demasiado grande».
Un segundo testimonio anterior a la revelación es el del cardenal Mario Luigi Ciappi,
que fue teólogo de la Casa Pontificia desde 1955 hasta 1989. Un cargo que pasó por
cinco pontificados. ¿Conoció el tercer secreto? Es casi seguro. Antes de morir, hace unos
años, escribió al profesor Baumgartner de Salzburgo:
«En el tercer secreto se profetiza, entre otras cosas, que la gran apostasía de la
Iglesia comenzará desde su cima».
Es interesante que ambos testimonios giren en torno a una palabra: apostasía. Si en la
memoria de ambos este término se les quedó grabado, una razón tiene que haber. Así
como es interesante advertir que, en la homilía del 13 de mayo de 2000 en Fátima, Juan
Pablo II citó el Apocalipsis, la cola del dragón que arrastrará a la caída a un tercio de las
estrellas del cielo; una cita singular, si pensamos que en La Salette Melania había
recibido este mensaje:
«Los líderes, los guías del pueblo de Dios han descuidado la oración y la
penitencia, y el demonio ha oscurecido su inteligencia; se han convertido en esas
estrellas errantes que el anciano diablo arrastrará con su cola, y los hará perecer».
También Pablo VI, en su peregrinación a Fátima en 1967, puso un especial énfasis
en la unidad de la Iglesia («queremos rezar por su paz interior») con tonos dramáticos:
«Hombres, pensad en la gravedad y la grandeza de esta hora, que puede ser
decisiva para la generación presente y futura».

99
Qué singulares semejanzas, como en un juego de espejos, entre profecía y profecía, y
las sensibilidades de dos pontífices, uno racional, impregnado de cultura francesa, y uno
eslavo místico: demasiadas coincidencias como para no pensar en un “fondo” cognitivo
común.
¿Qué venía después de esa frase sobre la fe y Portugal y, especialmente, después de
ese “etc.”? En 1924, relatando la aparición del 13 de julio, Lucía declaraba:
«Luego la Señora nos dijo unas pocas palabras (palavrinhas) recomendándonos
no decírselas a nadie, excepto a Francisco solamente».
En el “tercer secreto”, revelado en el 2000, no hay palabras de la Virgen: sólo existe
el relato de una visión. ¿Había una continuación? Ya no existe la posibilidad de pedirle a
sor Lucía de viva voz una aclaración sobre lo que queda –a la luz de la lógica– de uno de
los mayores misterios de la saga de Fátima; a pesar de las declaraciones oficiales, que se
pueden acoger con gran respeto, pero no siempre compartir en su totalidad. Si –como
algunos creen– la hipotética y misteriosa “continuación” se refiere a la Iglesia, a sus
jerarquías y, quizás, a una parte de algunos frutos envenenados del Concilio Vaticano II,
las probabilidades de que se pueda saber son prácticamente nulas. La última oportunidad
de una aclaración tal vez se encuentre en las cartas dejadas por sor Lucía, actualmente
bajo el control de la “Postulación”. Una vez que la religiosa sea beatificada, en teoría, el
material relacionado con el proceso debería estar disponible para ser consultado. Pero en
teoría: en la práctica, las dificultades para llegar a leer la positio de los santos y beatos, si
existe en el horizonte la sospecha de alguna controversia, son insuperables. Lucía se
llevó consigo a la tumba la sonrisa de quien ha “visto” y oído las palabras de la Virgen y
su secreto.

41 La Esfera de los Libros, 2012. [N.d.T.]


42 Juan Pablo II.

100
CONCLUSIÓN
Un siglo después de las apariciones, y a pesar de la versión oficial, la sensación –y
quizás algo más que la sensación– de que no todo ha sido revelado, es cada vez mayor.
Y dos hechos que han ocurrido en los últimos meses lo confirman.
El primero concierne a Benedicto XVI. Joseph Ratzinger era el prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe durante el pontificado de Juan Pablo II. Fue
precisamente el cardenal Ratzinger quien presidió la rueda de prensa en la que se reveló
el texto del tercer secreto, desvelado por el Vaticano.
El principal protagonista de esta historia es un sacerdote y profesor de teología, Ingo
Dollinger. Es, desde hace muchos años, amigo de Joseph Ratzinger, y fue colaborador
del Padre Pío, hace muchos años. Esta es su historia, según como la ha narrado la
periodista de One Peter Five, Maike Hickson, quien habló con Dollinger.
No mucho tiempo después de la publicación (en junio de 2000, como hemos visto)
por parte de la Santa Sede de la visión del martirio de la Iglesia, el entonces cardenal
Ratzinger reveló a Dollinger, en una conversación cara a cara, que no todo el tercer
secreto había sido revelado. «Hay más de lo que hemos publicado», dijo. Le confirmó
que la parte publicada era auténtica, y que la que aún estaba oculta hacía alusión a «un
mal Concilio y a una mala misa».
Ingo Dollinger fue ordenado sacerdote en 1954 y trabajó durante mucho tiempo
como secretario del obispo de Augusta, Josef Stimpfle. El padre Dollinger también
trabajó en la comisión de la Conferencia Episcopal Alemana que decidió, en 1970, con
un documento histórico, que la pertenencia a la masonería no es compatible con la
Iglesia Católica. Más tarde enseñó Teología moral en el seminario de la Orden de los
Cánonigos regulares de la Santa Cruz, que pertenece al Opus Angelorum. El obispo
Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, en Kazajistán, pertenece a la misma
orden. Y, sobre todo, el padre Dollinger tuvo, durante muchos años, al Padre Pío como
confesor, y se hizo amigo suyo.
Su revelación de lo que el cardenal Ratzinger le había desvelado ocurrió en 2016.
Unos días más tarde, la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicaba:
«Algunos artículos recientes han sacado a la luz unas declaraciones atribuidas al
profesor Ingo Dollinger, según el cual el cardenal Ratzinger, después de la
publicación del tercer secreto de Fátima (que tuvo lugar en junio de 2000), le habría
confiado que dicha publicación no estaba completa. Respecto a esto, el Papa emérito
Benedicto XVI afirmó «que nunca había hablado con el prof. Dollinger sobre
Fátima» y que las declaraciones atribuidas al profesor Dollinger sobre este tema
«también son invenciones, en absoluto verdaderas» y confirma definitivamente que
la publicación del tercer secreto de Fátima está completa».
El desmentido parece bastante débil; un gesto obligado, si queremos, un paso casi ex
oficio por parte de la institución... De hecho, según algunas fuentes, el padre Dollinger,
el anciano sacerdote amigo de Ratzinger, después de la revelación del año 2000, observó

101
que el texto de la visión leído en Fátima no contenía algunos elementos que Ratzinger le
había mencionado unos diez años antes. Era una cuestión importante, y aprovechó la
primera oportunidad para aclarar esta duda. Un día que le tocó concelebrar con
Ratzinger, le preguntó: «¿Cómo puede ser este todo el tercer secreto? ¿Recuerdas lo que
me dijiste hace algún tiempo?». Ratzinger pareció contrariado. Parecía avergonzado y,
simplemente, se limitó a rebatir: «Wirklich gebt das der etwas». Es decir: «Realmente
hay mucho más». Durante unos meses la historia quedó así. Luego, Giuseppe Nardi,
director del sitio web alemán Katholisch.de, aportó su contribución personal al
testimonio de Dollinger recopilado por Maike Hickson. Giuseppe Nardi se reunió y
entrevistó en Austria a un amigo cercano de Dollinger: Gottfried Kiniger. Kiniger vive
en un pequeño pueblo, en el Tirol Oriental, Sillian. Tiene más de ochenta años y ha sido
muy activo políticamente. Ha apoyado la causa monárquica y el Paneuropa Bewgung de
Otto de Habsburgo, y ha sido un católico muy comprometido y convencido. Conoció a
Dollinger en 1990 en Salzburgo y, desde entonces, se han reunido al menos dos veces al
año, mientras el padre Dollinger vivió en Wigrazbad, Alemania, hasta que se retiró en
2004.
Nardi se encontró accidentalmente con Gottfried Kiniger el 21 de diciembre de 2016,
y le contó casualmente la historia de Dollinger y el desmentido del Vaticano. Kiniger,
que no usa internet, desconocía totalmente toda la historia. Nardi comenta que el anciano
amigo,
«cuando oyó el desmentido de Roma (ocurrida el 21 de mayo de 2016), se irritó
mucho. No podía imaginar por qué Benedicto XVI había hecho esa declaración, ya
que lo que Hickson había relatado era lo que Dollinger ya le había dicho en el año
2000. Por esta razón, hubo una segunda conversación centrada en el caso Dollinger».
Y he aquí lo que ha comentado Giuseppe Nardi, citando directamente a Kiniger.
«Recuerdo la rueda de prensa (sobre la publicación del tercer secreto de Fátima),
pues se emitió por televisión. Ese otoño volví a visitar, como de costumbre, a
Dollinger, con quien mantengo una amistad desde hace muchos años. En esa ocasión
me dijo que había visto al cardenal Ratzinger –entonces prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe– poco después de esa rueda de prensa. Incluso concelebró
con él, algo que Dollinger habitualmente no hacía, pero Ratzinger le había invitado.
Después de la celebración, Dollinger habló con el cardenal y tocó el tema de Fátima
y el tercer secreto. Ratzinger le dijo: “Lo que hemos publicado no es todo el secreto
[‘Was wir veröffentlicht haben, ist nicht das ganze Geheimnis’]”. En la sacristía
había otros sacerdotes presentes, con los que el cardenal intercambió unas palabras.
Pero luego se unió de nuevo a Dollinger y le dijo: “Nos dieron instrucciones para
hacerlo”. [‘Es ist uns so aufgetragen worden’]. Esta frase la repitió Dollinger. E
interpretó estas palabras así: que Juan Pablo II lo quería de esa manera, y él lo
ordenó de esa manera. En esa reunión, cuando Dollinger me habló de estas cosas,
otras personas estaban presentes, incluidos mis compañeros. En los años siguientes,

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Dollinger contó este episodio varias veces durante nuestras reuniones. La mayoría de
las veces también había otras personas presentes. No era un secreto, no había nada
que mantener en secreto. Esto fue lo que el cardenal le había dicho, y se lo decía a
los demás. A veces había sacerdotes y seminaristas sentados a la mesa con nosotros,
del seminario de la Fraternidad de San Pedro en Wigratzbad. No sé sus nombres. En
cualquier caso, muchas personas han escuchado esta historia a lo largo de los años.
Personalmente puedo testificar sobre esta historia desde el otoño de 2000, cuando
Dollinger me la contó por primera vez. Porque no hay duda de que el profesor
Dollinger, en quien tengo total confianza, ha contado la historia de una manera
veraz. ¿Qué motivo habría tenido para inventar una conversación y un contenido de
ese tipo, inmediatamente después de la rueda de prensa, y además contarla de forma
libre y abierta a todos los que querían escucharla? Que Benedicto lo niegue de
repente, después de dieciséis años, no lo puedo imaginar. Me parece poco plausible.
No sé por qué Roma actúa así. No puedo entenderlo. Parece como si quisiera ponerle
una tapa a Fátima y cerrar el caso. Pero no funciona. No sé por qué Roma ha actuado
de esta manera».
No se entiende por qué un sacerdote y profesor serio y estimado como Dollinger
tuvo que haberse inventado, y repetir tranquilamente, estas palabras. Es más fácil
comprender por qué su publicación provocó un desmentido por parte de la Santa Sede.
Además del hecho de que el cardenal Tarcisio Bertone, uno de los electores del Papa
Bergoglio, pusiera tanto en declarar que todo había sido desvelado, que nada había
permanecido oculto, las palabras de Dollinger dieron un nuevo impulso a la hipótesis,
nunca olvidada, de que una parte de la profecía afectaba a la Iglesia. Y, de hecho, hubo
quienes comentaron el episodio dando credibilidad a Dollinger y afirmando que, a la luz
de su indiscreción, se podía entender por qué Benedicto XVI, convertido en Papa,
permitió de manera más amplia la celebración de la misa según el Vetus Ordo, y levantó
la excomunión a los obispos y sacerdotes lefebvristas. Entre otras cosas, el Papa
Benedicto dijo en 2010 que
«nos equivocaríamos si pensáramos que la misión profética de Fátima está
cumplida».
Y respondiendo a los periodistas en el viaje a Fátima, dijo:
«La novedad que podemos descubrir hoy en este mensaje reside en el hecho de
que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los
sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado
que hay en la Iglesia. Esto es algo que se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de
modo realmente terrible: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los
enemigos de fuera, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto,
necesita volver a aprender la penitencia, aceptar la purificación y aprender, por una
parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la
justicia. En definitiva, debemos volver a aprender estas cosas esenciales: la

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conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. De este modo
respondemos: somos realistas al esperarnos que el mal siempre ataca, y ataca desde
el interior y el exterior, pero también que las fuerzas del bien están presentes y que,
al final, el Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen para nosotros es la garantía
visible y materna de la bondad de Dios, que es siempre la última palabra de la
historia»43.
Pero si hubo, si hay, una parte no revelada del tercer secreto –y hemos visto que en
el pasado muchos testigos hablaron de un texto sobre la crisis de y en la Iglesia–, esta
parte todavía existe, ¿y cómo es posible? El escritor español José María Zavala Gasset
da una respuesta en su libro El secreto mejor guardado de Fátima. Una investigación
100 años después44. José María Zavala es un periodista y escritor extremadamente
prolífico, conocido en el mundo de lengua española; también es el protagonista de una
conversión radical al catolicismo, que atribuye al Padre Pío, de quien es un ferviente
defensor. No podemos, haciendo un balance de la historia de Fátima, ignorar su
testimonio, que os facilitamos de manera sucinta, aconsejando al lector que recurra a la
fuente principal. Comenta Zavala que, en agosto de 2016, recibió un mensaje anónimo
en la carpeta de correo no deseado de su página web.
«No sé por qué razón, salvo una estrictamente providencial, decidí salvar la vida
al mensaje en lugar de borrarlo, como suelo hacer con todos aquellos mensajes cuyos
remitentes ocultan el rostro».
No había ningún título en el correo electrónico, ni siquiera un mensaje. Sólo un
archivo adjunto. Era la reproducción de un documento manuscrito, escrito en portugués.
Aunque no lee ni escribe portugués con fluidez, comprendió de inmediato que era algo
relacionado con Fátima.
«Con paciencia y con la ayuda de una lupa, pude transcribirlo completamente en
mi cuaderno de trabajo».
El texto comienza con las letras JMJ y la fecha: «Tuy, 1/4/1944». Y continúa así:45
«Ahora voy a revelar el tercer fragmento del secreto; ¡esta parte es la apostasía
en la Iglesia! Nuestra Señora nos mostró una visión de un individuo que yo describo
como el “Santo Padre” ante una multitud que estaba alabándolo.
Pero había una diferencia con un verdadero Santo Padre, la mirada de demonio,
este tenía los ojos del mal.
Entonces, después de algunos momentos, vimos al mismo Papa entrando en una
iglesia, pero esta Iglesia era la Iglesia del infierno, no hay modo de describir la
fealdad de ese lugar, parecía como una fortaleza hecha de cemento gris, con los
ángulos rotos y las ventanas parecidas a ojos, tenía un pico en el tejado del edificio.
Enseguida levantamos la vista hacia Nuestra Señora que nos dijo que visteis la
apostasía en la Iglesia, esta carta puede ser abierta por el Santo Padre, pero debe ser
anunciada después de Pío XII y antes de 1960.
En el reinado de Juan Pablo II, la piedra angular de la tumba de Pedro debe ser

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removida y trasladada a Fátima.
Porque el dogma de fe no es conservado en Roma, su autoridad será removida y
entregada a Fátima.
La catedral de Roma debe ser destruida y una nueva construida en Fátima.
Si 69 semanas después de que esta orden sea anunciada, Roma continúa su
abominación, la ciudad será destruida.
Nuestra Señora nos dijo que esto está escrito, Daniel 9, 24-25 y Mateo 21, 42-
46
44» .
Así terminaba el mensaje. La parte relacionada con Mateo es la siguiente:
«Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: ’La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente’? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de
Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Y el que cayere sobre esta piedra
se destrozará, y a aquel sobre quien cayere, lo aplastará”»47.
Mientras que la parte concerniente a Daniel es esta:
«Setenta semanas están decretadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa; para poner
fin al delito, cancelar el pecado y expiar el crimen, para traer una justicia eterna, para
que se cumpla la visión y la profecía, y para ungir el santo de los santos»48.
José María Zavala se dirigió a un experto calígrafo para tratar de verificar si el
documento podría haber sido escrito por la misma mano que había escrito la parte ya
conocida y atribuida con toda seguridad a sor Lucía. Se dirigió a Begoña Slocker de
Arce, una profesional con actividad en los tribunales, a quien conocía desde 2010,
cuando la utilizó para una prueba caligráfica que le sirvió para el libro, éxito de ventas,
Las mentiras de ZP, sobre el entonces presidente del gobierno Zapatero. Zavala recuerda
que Slocker, dirigida por el profesor Francisco Álvarez, coronel exjefe de la Jefatura de
Investigación y Criminalística de la Guardia Civil, no es una profesional cualquiera, sino
un perito caligráfico reconocido como tal por la Sociedad Española de Grafología y
graduada en Pericia Caligráfica por la Universidad Autónoma de Barcelona. En su libro,
Zavala recuerda los pasos dados por Slocker. A nosotros nos interesa sólo la conclusión
del informe. Slocker escribe que
«el documento dubitado (es decir, examinado, N.d.A.), aquí reverenciado como
Tercera Parte no revelada del Secreto de Fátima, ha sido realizado por la misma
mano que el documento indubitado (es decir, la parte del secreto reconocida como de
sor Lucía, N.d.A.) correspondiente a la Primera y Segunda Parte del Secreto de
Fátima redactados de puño y letra por Sor Lucía dos Santos en su Tercera Memoria
del 31 de agosto de 1941»49.
El texto publicado por Zavala se encuentra en la misma línea de otras partes del
secreto y corresponde como longitud –poco más de una veintena de líneas– a la única
“hoja” vista a contraluz por el obispo Venancio, de Leiria-Fátima. Pero, naturalmente,
esta revelación tan singular plantea toda una serie de preguntas. ¿Quién podría haber

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enviado este archivo adjunto a Zavala? El periodista no dice si ha intentado rastrear al
remitente; es un procedimiento que cualquier policía postal puede realizar. Pero un
técnico informático, incluso si no puede saber quién ha creado la cuenta desde la cual se
envió el correo electrónico, puede remontarse al lugar desde el que se envió, haciendo un
seguimiento del rastro de la dirección IP que ha enviado el correo electrónico. Una vez
obtenida la IP, se puede ir a un programa de “Rastreo de correo” e incluso lograr
identificar al propietario del correo electrónico. Sin embargo, de esto José María Zavala
no habla. Y si el texto no es un apócrifo hecho por un profesional extremadamente hábil
y dotado con el fin de tender una trampa a un periodista y escritor conocido como
católico y devoto del Padre Pío, puede ser que el autor del libro lo haya recibido de
alguien que conoce, y que el anonimato del correo sirva para cubrirlo. Verdaderamente
Fátima es una fuente aparentemente inagotable de misterios...

43 Se puede leer el texto íntegro en: http://w2.vatican.va/content/benedict-


xvi/es/speeches/2010/may/documents/hf_benxvi_spe_20100511_portogallo-interview.html. [N.d.T.]
44 Ediciones Temas de Hoy, de Editorial Planeta, Barcelona 2018.
45 El documento, que se puede consultar en https://infovaticana.com/2017/03/29/el-tercer-secreto-de-fatima-un-papa-
con-ojos-de-demonio/, llevaba años circulando por internet.
46 El secreto mejor guardado de Fátima, págs. 236-237.
47 Íbidem, pág. 256.
48 Íbidem, pág. 258.
49 Íbidem, pág. 320.

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Índice
Capítulo uno 4
Capítulo dos 13
Capítulo tres 15
Capítulo cuatro 20
Capítulo cinco 25
Capítulo seis 29
Capítulo siete 39
Capítulo ocho 47
Capítulo nueve 52
Capítulo diez 56
Capítulo once 60
Capítulo doce 71
Capítulo trece 82
Capítulo catorce 86
Capítulo quince 95
Conclusión 101

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