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Cuando llegues, nada será igual, pero no me importa

Hoy te sigo esperando con ansias, como el día que me enteré que irrumpirías en mi vida. Sé
perfectamente que cuando llegues, nada será igual. Y francamente, eso no me importa ni me
afecta en lo más mínimo. Estoy dispuesta a olvidar viejos privilegios de soltera por un amor único y
eterno.

¿Y qué más da si la vida maternal que me separa implica sacrificar ese soñado cuerpo modelado?
¿Qué importa si ser mamá conlleva sacrificar mi tiempo de ocio? En lo profundo de mi ser se
esconde una verdad que pide a gritos salir: ¡Ansío y adoro ser madre!

Cuando llegues cambiarás mi vida por completo

Cuando llegues cambiarás mi vida por completo. Te ofreceré mi tiempo, paciencia y dedicación,
pero a cambio recibiré ese bálsamo de mí ser más preciado: tu incondicional e infinito amor.
Tropezaré con juguetes regados por todo el hogar, y tú iluminarás esos complejos días con tu bella
sonrisa.

Con tu llegada el dolor de mi cuerpo se prolongará por un puñado de meses. Sin embargo, la cura
para mi alma se extenderá para toda mi vida. Formaremos un lazo que trasciende lo sanguíneo, y
será verdaderamente indestructible e inmaculado. Único y sentido.

Tu presencia perfumará mi hogar con el embriagador aroma de la vida. La suavidad de tus manitas
tallará mi fortaleza y valentía internas. Yo cambiaré tus pañales y tú nada menos que la vida.
Pasará el tiempo, y siempre nos hallará juntos, atravesando las diferentes etapas del desarrollo.

Guerras con las primeras papillas, maratones por tu raudo y veloz gateo y maratones con tus
inestables primeros pasitos nos esperan. Esos últimos balbuceos serán sucedidos por tus primeras
dulces palabras. Cuando llegues teñirás de ternura y felicidad cada uno de mis días.

Y ahí ya veo mi corazón estallando en mil pedazos. Siento la emoción envolviendo mi cuerpo. Eso
es lo que me produce hoy pensar en ese futuro primer “mamá, te amo” pronunciado por esa boca
luciendo tus pequeñas perlas. Unos cachetes enormes comestibles a besos y un mar de abrazos, y
ya pierdo el partido por goleada.

Cuando llegues, lucharé por ser lo mejor para ti

Cuando llegues, no lucharé para ser la mejor madre, pretendiendo erróneamente ser perfecta. Me
asumiré perfectamente imperfecta, pero trataré de ser lo mejor para ti. Tu persona favorita en el
mundo, ese ser imprescindible cuando aún exista y entrañable cuando deba partir de tu lado.

Buscaré por todos los medios que seas feliz con lo que te pueda dar y que la gratitud te dibuje una
sonrisa infinita en tu rostro cada día. Quiero alimentar minuto a minuto tu curiosidad por la vida,
deseo alimentar mi alma con tu magia y ternura.

Me nutriré de palabras lindas para disfrutar de tu imaginación. Soñaremos juntos, a lo grande. Me


dispondré a compartir cada una de tus pasiones, así como a disipar todas tus dudas y a derribar
temores. Prometo escuchar con atención e interés tus historias de niño, mientras sanas mis viejas
heridas del pasado.

Construyamos juntos el mejor futuro posible, a cuenta de un presente ciertamente encantador.


Cuando llegues intentaré arrebatar tu confianza, aunque hayas robado sin saberlo mis respetos y
mi corazón. Un abrazo calmará los días en que todo vaya mal, y será el modo de celebrar cuando
las cosas marchen bien también.

Puede que cuando llegues deba olvidarme de los placenteros e interminables baños. Seguramente
olvide lo que es tener un tiempo para mí o salir con amigas. Lo más probable es que,
paralelamente, comience a lidiar con problemas tan nuevos como impensados.

Pero, ¿qué importa después de todo lo que ganaré a cambio? La recompensa en este caso no vale
la pena, sino la vida, y mi alegría. Sé hijo mío que cuando llegues afrontaré más gastos y priorizaré
tus sueños, pero seré millonaria de luz y de amor. Por eso, aún sigo esperando con ansias mientras
sostengo que cuando llegues serás mi razón de vivir.

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