Está en la página 1de 4

Si algún día

Lamentablemente, Juan David Hernández

23/05/2022
Si algún día mi pesada mente se rinde ante la oscura y chirriantemente dolorosa rutina, se
tambalea desorientada por los largos pasillos del desespero y se deja caer en el suave
colchón de la muerte, quiero que leas esto.

Espero, ansío, que encuentres consuelo en estas planas, bidimensionales e inexistentes


palabras, salidas de mi desdichado espíritu, pero también, de mi ferviente e incondicional
amor y afecto, que es y será hasta el final resiliente; todavía cálido y ardiente aún cercado
por los fríos vientos del crudo destino y punzante dolor repentino.

Te amo, tanto, tanto. Te amo y nunca cesaré de hacerlo y sé que tú tampoco por el tiempo
que residas en este plano que, para aquel entonces, ya habré abandonado.
Mis mayores arrepentimientos no son nunca haber escrito algo digno de un pulitzer, ni
tampoco haber dirigido una gran obra maestra cinematográfica, formar una impredecible
carrera músical ni mucho menos haber encontrado el verdadero amor (aunque he de
admitir, me hubiera gustado). Mi único y probablemente mayor remordimiento, que ojalá
pudiera no conservar al abandonar mi estancia, es dejarte sufriendo.

Dejarte con frío, dolor, angustía y lamento por mi futuro destino, todavía desconocido para
ti. Quisiera poder liberarte de esta realización, y liberarme sin necesidad de herir a quienes
más amo. Es honestamente una pena que, en últimas, mi felicidad tenga que ser conseguida
a cambio de lo que me temo, brinda tristeza a otros.

Las palabras fluyen de mi mente, como nunca las había dicho en vida. Tanto tiempo
desperdiciado, ansiando escribir desde pequeño y lo primero que escribo seriamente, es
también lo último. La más grande despedida.

Por un tiempo lo pensé mucho, incontables desvaríos tratando de encontrar una forma, una
diminuta circunstancia en la que pudiera partir sin brindarte dolor. Es sorprendente
pensarlo, y más aún decirlo, pero a pesar de lo mucho que quiera ocultarlo, la muerte
estuvo revoloteando a mi alrededor por un largo rato, tan largo que, en últimas, accedí a
dejarla entrar.

Explicar su aparición es tan extraño como lo esperas, y pongo mi fé y mi alma en que


sepas, sin apíce de duda alguna, que su visita no tiene nada que ver contigo. Es más, es por
ti que sus inevitables manos se apartaron de mí por un poco más de tiempo.
Es en esta acción, mi partida, donde lamentablemente tengo que tomar toda la
responsabilidad, como una vieja lección finalmente aprendida.

Yo soy mi dolor, soy mi hueco, mi llanto y mi desespero. Soy mi cambio, mi tristeza


oculta, mi desesperanza y mi tumba. Tú eres mi luz, mi brazo amigo, mi suave amor y mi
lazo inquebrantable. Lo eres todo y lo seguirás siendo, aún después de que me haya ido.
Te beso cada vez que lloras por mi partida, y sonrío con mejillas rojas cada que te veo feliz
sin mi compañía. Es la vida, una extraña combinación de bellezas y melancolías, pero
confío ciegamente en que, tú, al contrario que mi propia persona, sepas encontrar y ver la
lindura en todos los rincones, aún en los más oscuros.

Escribo estas palabras con mucha convicción, y me ensalzo como un seguro profeta, pero
como podrás imaginar, para mí tampoco es fácil.
Es emocionante sin duda, saber que me espera del otro lado, pero también requiere un
cúmulo de valor que pensé nunca sería capaz de reunir en vida.
Todos mis esfuerzos, mis deseos y mis oraciones esperan por un descanso pacífico de una
vida extraña, desconocida para ti, pero repetitiva, ardua y dolorosa para mí.
Sueño con un rápido descenso, indoloro y seguro que me haga sentir la tan cálida y
esperada calma, que no pude encontrar en este lado por mucho tiempo.

Enmarcados quedan, los tiernos momentos que pasamos juntos, buenos o malos, porque así
fueran sutiles, erráticos, incómodos o imperfectos, estoy agradecido de haber formado parte
de ellos contigo. Mis inútiles palabras, mis silencios pensativos, y mis gestos de afecto, son
regalos que espero nunca decidas apartar de tu lado.

Tomo de ti tu majestuosa presencia, robo (y espero puedas perdonarme) cada risa que logré
sacarte, real o falsa, porque gracias a ella pude ver tus hermosos, anhelantes y ensoñados
ojos achinarse frente a mí rostro.
Espero robes tú también, mi imperfectamente aguda voz, mi judía (y siempre inconforme)
nariz de gancho, mis trémulos y frecuentemente ocultos dientes y mi rizado cabello, fíel
compañero de mis tríunfos y desdichas.
Roba también estas palabras, pues las he hecho para que las guardes y conserves en donde
más quieras tenerlas, solo te pido por favor, que no llores encima de ellas, pues las he hecho
para brindarte consuelo.
Atrás quedan mis pálidas manos, y encendido rostro, que espero no extrañes demasiado (yo
tampoco lo haré) pues me interesa más que recuerdes mis torpemente hechos discursos y
mis aún más extraños abrazos, que confío, compartiremos nuevamente algún día.

Mami, pa, dayis, maría, sami y todos mis familiares cercanos, los amo como es posible
amar, y espero en lo posible hagan lo mismo entre ustedes. Beso cada momento que
compartimos y observo cada día juntos como un memorable y bello recuerdo. Los quiero
tanto, tanto y abrazo con eterno amor por el resto de mis días. No hubiera podido pedir
mejores lazos que los creados con todos ustedes. Mamita, no dejes de soñar.

Nacho, gato mío, si tan solo pudieras entenderme te agradecería todas las veces que
tornaste mis saladas lagrímas en insignificantes gotas con tus tiernamente exclusivos
ronroneos y afectos, acaricio tus peludos cacheticos desde el más allá.

Amigos virtuales, no podría haber pedido un mejor grupo donde vulnerarme más que en el
gran conjunto de memorables, únicos y perfectos extraños en el que nos convertimos, en
medio de tiempos duros y memes carentes de sentido. Con ustedes, compañeros invisibles
se quedan aquellas facetas mías, tontas y crudas, que nunca me permití compartir con nadie
más. Un eterno abrazo para cada uno de ustedes.
Amigos presenciales, una caricia en el alma maltrecha y torcida. Cada risa y juego
conjunto, dieron vida a mi a menudo apagado espíritu. Conservar aquella alegría y lindura
que tanto hicieron las delicias de mis días, es lo único que pido de ustedes. Suyas son mis
carcajadas y miradas rídiculas. Mías nuestras conversaciones y cariño tibio.
Espero puedan escucharme siempre desde la distancia, como una voz que los quiere e invita
a continuar viviendo.

Los extrañaré mucho.

También podría gustarte