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LA FUNDACIÓN DE ATENAS (MITO)

Competía a los dioses aceptar ser protectores especiales de


una o más ciudades griegas: en la guerra, en la tempestad, en la buena
y en la mala cosecha.
Siguiendo una tradición milenaria, Cécrope, el rey mitad hombre,
mitad reptil, llamó a los inmortales olímpicos a que dirimieran el
patronazgo sobre una ciudad que acababa de fundar en la región del
Ática.
La competencia
más reñida se estableció entre Atenea y Poseidón. Disputaban la
tierra palmo a palmo. Obstinadamente. Los otros dioses
abandonaron la lucha, para que los dos decidieran entre sí.
El pueblo estaba dividido. Los marineros aclamaban al rey de las
aguas. Los soldados aplaudían el sabio coraje de su dios. Los
demás vacilaban.
Para poner fin a la acalorada disputa, el soberano Cécrope pidió a Atenea y a Poseidón que crearán algo útil para la
nueva ciudad. La ofrenda que los habitantes prefiriesen
determinaría quien sería el vencedor.
Poseidón fue el primero con fuerza, golpeó el suelo con su tridente.
De la Acrópolis brotó una fuente y de esta surgió un espléndido
caballo. La creación de la fuente y el caballo agradaron a la
población.
Atenea hirió la tierra con su lanza, sacando chispas, veloz como el
rayo, domó el caballo e hizo surgir de la tierra el olivo. El rey Cécrope recibió conmovido la rama cargada de frutos. El
pueblo reconoció en el vegetal el regalo más valioso. Los dioses confirmaron la elección y la nueva ciudad recibió el
nombre de Atenas.

Esta escena del duelo final se eligió para


decorar el frontón occidental del gran templo
dedicado a la diosa en lo alto del Acrópolis.
En él, vemos en el centro dispuestas las
figuras de las dos divinidades. Poseidón con su
tridente y Atenea con su lanza. En el centro,
en la pare más alta del frontón, está el olivo. El
resto de figuras, que se van adaptando a la
altura descendente del triangulo, son otros
concursantes y figuras importantes del
imaginario mítico

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