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El último golpe del Art Nouveau

Si ustedes creían que el Art Nouveau desapareció así nomás a finales de 1918/1920 en todo el
mundo, les cuento que están en el más grave de los errores. Este movimiento pondría de cabeza a
todos aquéllos relacionados con el arte y las antigüedades mucho tiempo después y sería un
acontecimiento de lo más pueril y vulgar el que haría temblar al mundo del arte hasta sus mismos
cimientos resquebrajándolo por todos lados, y que tuvo repercusiones en todas partes, algo que no
podía pasar inadvertido en absoluto... Apareció así, de repente, como quien no quiere la cosa entre
gallos y medianoches, en el catálogo de remates de Mayo-Junio de la Sotheby's americana de 1987,
un ítem que se lo creía perdido desde la Segunda Guerra Mundial: el retrato de Eugenia Primavesi,
uno de los más destacados del Período Orientalista (1) de Gustav Klimt. Este cuadro, finalizado en
1912 junto con el de Mäda Primavesi, es uno de los ejemplares más conspicuos de este período del
pintor, y el que haya aparecido intacto a finales de los Ochenta no significó poca cosa; y la sorpresa
no terminaría ahí. La revolución que provocó continuaría días después cuando se supo que la
propietaria del retrato no era ni más ni menos que la mismísima Mäda Primavesi, protagonista del
cuadro que se encuentra en el Metropolitan Museum de Nueva York desde 1964. El retrato que
hizo de ella Klimt la muestra con un vestido blanco con flores aplicadas cuando tenía doce años; esa
obra había sido vendida por los Primavesi a principios de la década del Treinta para solventar ciertos
problemas familiares, pero del retrato de su madre no se había tenido noticia alguna desde antes
de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo se lo daría por perdido, luego de la muerte
de Otto Primavesi en 1937.

(1) El Período Orientalista de Klimt está representado por un conjunto de retratos que se
diferencian del resto por el tratamiento dado al fondo, los cuales tienen imágenes y figuras
de estilo oriental (tipo chino-mongoles), como ser guerreros, flores, composiciones hechas
con animales, plantas y objetos varios, representados en otra escala y como dando la
impresión que la persona retratada no está en un ambiente convencional, sino en una
habitación cuyo fondo muestra una escena de otro sitio. Es bastante complicado de explicar
y quizá lo entiendan mejor viendo los cuadros de ese periodo, imágenes que pueden
encontrar en internet y que corresponden a los retratos de Mäda y Eugenia Primavesi, la
baronesa Elizabeth Bachhofen-Echt, Friederike Marie Beer y Mujer con abanico.

La misma Mäda Primavesi cuenta que el retrato de su madre jamás fue vendido ni expuesto y lo
guardó siendo consciente que se lo estaba buscando, pero ella prefirió la discreción de su privacidad
y al emigrar a Canadá a finales de 1949 lo llevó consigo discretamente y lo atesoró todos esos años,
disfrutando la tranquilidad de tenerlo seguro y a salvo, en vez del acoso que habría significado dar
a conocer su existencia.

Ella jamás se casó y ya con casi noventa años de edad y aconsejada por su familia prefirió venderlo
y repartir el producto de la venta entre sus herederos evitando así una pugna por la posesión del
retrato: todos sus parientes respetaron su decisión y cuando se lo expuso por primera vez al público
volvió a causar un revuelo general, sorpresa y admiración, porque aún conservaba el marco de plata
martelada original que era obra de Georg Klimt, hermano del pintor, un afamado orfebre, también
miembro de la Wiener Sezession, de quien quedan muy pocas piezas.

En el único reportaje que dió (y donde no se permitió fotografiarla), contó con gran lucidez (hay que
tener en cuenta que tenía casi noventa años en ese momento) la historia sobre la confección de los
dos retratos que se hicieron simultáneamente entre 1912 y 1913. En aquéllos años residían en la
localidad austríaca de Olmutz (hoy Olomouc, en Checoslovaquia) y viajaban de tanto en tanto a
Viena quedándose por aproximadamente diez días por vez, así posaban para los retratos que Klimt
estaba confeccionando.

Mäda Primavesi, la última testigo viva protagonista de un retrato del artista, contó que el retrato de
su madre estaba sobre el escritorio del estudio de su padre en su residencia particular de Olmutz,
pero que no recordaba exactamente dónde se ubicaba su propio retrato, al que volvió a ver en 1986
en un viaje que hizo a los Estados Unidos, muy discretamente y sin darse a conocer. Describe la
sensación de verse a sí misma en su propio retrato expuesto en un museo, ya que la última vez que
lo había visto fue en 1932 cuando la familia lo vendió para subsanar una serie de reversos
económicos que habían sufrido.

También contó que había pedido a Klimt que escribiese algo en su libro de autógrafos (que
conservaba desde niña), y donde se puede leer de puño y letra de Klimt: "El día es como la noche, al
menos que te vea; y me despierto más feliz si durante la noche previa soñé contigo", una muestra
del cariño que el pintor tenía para con la niña. Relató además que desde 1912 hasta los Veintes,
Otto Primavesi, su padre, uno de los principales clientes de la Wiener Wërkstatte (el conjunto de
artistas miembros de la Wiener Sezession), solía recibir a estos artistas que lo visitaban en su
residencia de descanso en Winkelsdorf, visitas durante las cuales se organizaban fiestas y
recepciones con otros mecenas que acudían con sus mujeres e hijos, donde se hablaba
principalmente de arte, literatura, cerámica, nuevas técnicas en pintura, arquitectura, escultura e
incluso fundición; también sobre obras de algunos pintores donde se vislumbraban las tendencias
de vanguardia en los motivos retratados, y en donde todos usaban (incluso los hombres) las famosas
túnicas de seda natural (que daban un aire muy colorido a la reunión), creadas por Emile Flögge,
novia de Gustav Klimt, diseñadora de modas muy prestigiosa de la época junto con su hermana,
propietarias de Schwestern Flögge (“Hermanas Flögge”) de Viena, su casa de alta costura (que ellas
cerrarían antes del Anschluss de 1938 de Austria por los nazis).

El retrato entró en subasta a finales de Junio de ese año y se calculaba poder obtener de él entre
tres y medio y cuatro y medio millones de dólares; al final se romperían todos los pronósticos dada
la gran importancia de la obra y por sobre todas las cosas a su propietaria y también por el estado
increíble de conservación (con su marco original, algo rarísimo en las obras de Klimt), que el remate
terminaría desmadrándose en un verdadero caos de ofertas a los gritos, peleas y discusiones varias
entre los diversos compradores (varios casi llegaron a las manos), y culminó con la venta del retrato
en algo más de quince millones de dólares, una cantidad cinco veces superior a lo previsto. Sería el
primer cuadro en romper un récord de venta y desde ahí en más no habría tope en las cifras
ofrecidas por estas obras de arte. Firmado digitalmente por Alejandro Kokkínis
Contóuris
DN: C=AR, OU=Alejandro Kokkínis Contóuris,
O=Alejandro Kokkínis Contóuris,
CN=Alejandro Kokkínis Contóuris,
E=alejandro.kokinis@yahoo.com
Razón: Soy el autor de este documento
Ubicación: Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Fecha: 2018-09-03 15:29:37

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