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Ayuda externa y no intervención

Dentro los primeros días de la sublevación, la República y los Nacionalistas pidieron ayuda
militar extranjera. Inicialmente, Francia se comprometió a apoyar la República española, pero pronto se
retractó de su oferta para perseguir una política oficial de no intervención en la guerra civil. Gran
Bretaña rechazó inmediatamente el llamado de ayuda de la República.

Enfrentando una posible derrota, Franco pidió ayuda a la Alemania nazi y a la Italia fascista.
Gracias a su apoyo militar, Franco pudo transportar por aire a las tropas de Marruecos español a tierra
firme para continuar su ataque a Madrid. Durante los tres años que duró el conflicto, Hitler y Mussolini
proporcionaron apoyo militar crucial al Ejército Nacionalista Español.

Aproximadamente 5,000 efectivos de la fuerza aérea alemana sirvieron en la Legión Cóndor, que
proporcionó apoyo aéreo para los ataques coordinados a tierra contra posiciones Republicanas y llevó a
cabo bombardeos aéreos en las ciudades republicanas. El más infame de estos ataques fue el 26 de abril
de 1937, cuando aviones alemanes e italianos arrasaron la ciudad vasca Guernica en un ataque que duró
tres horas y que mató a más de 200 civiles. La Italia fascista suministró 75,000 tropas además de sus
pilotos y aviones. España se convirtió en un laboratorio militar para probar el armamento más nuevo en
condiciones de batalla.

El conflicto español generó rápidamente un terror mundial de que podría explotar una guerra
por toda Europa. En agosto de 1936, más de dos docenas de naciones, incluyendo Francia, Gran
Bretaña, Italia, la Alemania nazi y la Unión Soviética, firmaron un Acuerdo de no intervención en España.
Los últimos tres signatarios violaron abiertamente el acuerdo. Italia y Alemania siguieron
aprovisionando a las fuerzas de Franco, mientras la Unión Soviética proporcionó asesores militares,
tanques, aviones y otros pertrechos de guerra a la República. Algunos eruditos argumentan que el
Acuerdo de no intervención benefició a Franco, que compraba armamento a crédito a sus aliados
mientras la República tenía que pagar moneda fuerte a los traficantes de armas para obtener, con
frecuencia, armas anticuadas y buscar maneras de transportarlas al país embargado.

En Estados Unidos, la administración de Roosevelt decidió no intervenir oficialmente en el


conflicto, aunque el Presidente intentó proporcionar clandestinamente alguna ayuda a la República
sitiada después de 1937. La Guerra Civil Española dividió la opinión pública americana entre quienes
apoyaban a la República y quienes condenaban a las fuerzas de la República por atacar a la Iglesia
Católica. El aislacionismo también demostró ser una motivación efectiva de no intervención. Los
temores de guerra y los conflictos extranjeros ayudaron a dar forma a la política estadounidense en la
década de 1930.

Para muchos liberales e izquierdistas en todo el mundo, la Guerra Civil Española representaba
un ensayo con vestuario de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto sin resolver entre las fuerzas de la
democracia y el fascismo. A mediados de los 1930, el fascismo y el autoritarismo parecían estar
aumentando en Europa. En 1936, cuando Franco inició su rebelión, los regímenes derechistas tenían el
poder en Alemania, Italia, Hungría, Rumania, Polonia, Portugal, Finlandia, Austria y Grecia. Había
partidos políticos abiertamente pro fascistas y pro nazis en muchos otros países, incluso Francia, Gran
Bretaña y Estados Unidos.

Entre 35,000 y 40,000 voluntarios de más de 50 países se apresuraron a unirse a las Brigadas
Internacionales para defender a la República. Un número menor de reclutas extranjeros se unió a las
fuerzas de Franco.

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