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Unidad 3

1 //Escenario
Escenario26
Lectura fundamental
Fundamental

Principios
Etapas de un
de plan
libertad
de comunicación
e igualdad en la
estratégica Política de 1991
Constitución

Contenido

1 Los derechos de libertad

2 Los derechos de igualdad

Palabras clave: Libertad, autonomía, libre desarrollo de la personalidad, libertad física, igualdad.
1. Los derechos de libertad.
Analizado el principio de dignidad humana (Unidad 2) y su relación con los derechos fundamentales
(Unidad 3), referidos como derechos civiles y políticos, es menester analizar los derechos de libertad,
los cuales tienen una relevancia vital en el Ordenamiento Jurídico, históricamente arraigada en la
Revolución Francesa y que se ha decantado en múltiples instrumentos internacionales, así como
Constituciones Políticas de varios países.

Íntimamente ligada a la dignidad humana y la igualdad, la libertad reviste una triple característica
como valor, principio y un derecho fundamental reconocido en la Constitución Política en diferentes
artículos y asumiendo diferentes acepciones.

En principio, el preámbulo de la Constitución Política señala que la libertad es un valor superior


preponderante en el aparataje jurisdiccional, en cuanto refiere al espíritu libertario y democrático
de la Carta Fundamental de 1991. Dicha disposición en complemento con lo señalado en el artículo
segundo de la Norma Superior establecen un contenido axiológico en la libertad, como valor rector
y guía de orientación de los servidores públicos en sus actuaciones, así como, de las interpretaciones
y aplicaciones que estos efectúen respecto de las normas constitucionales y legales que integran el
sistema normativo en su totalidad.

La libertad como principio se encamina a una autorización a los particulares de desarrollar todas
aquellas actividades y acciones que no estén prohibidas en la ley o bien cuyo ejercicio no está
supeditado a precisos requisitos legales. Por último, la libertad como derecho es comprendida como la
opción que tiene toda persona a tomar decisiones a efectos de determinar el curso de su vida.

Justamente, en esta última arista, la libertad asume varias facetas tales como derecho al libre
desarrollo de la personalidad (art. 16 C.P.), libertad de conciencia (art. 18 C.P.), libertad de cultos (art.
19 C.P.), libertad de expresión y de información (art. 20 C.P.), entre otras tantas disposiciones. Al
respecto la H. Corte Constitucional ha señalado:

la libertad constituye un presupuesto fundamental para la eficacia de los demás derechos y el instrumento
“primario” del ser humano para vivir en sociedad. Por esta razón, el constituyente no sólo otorgó a la libertad
el triple carácter: valor (preámbulo), principio que irradia la acción del Estado (artículo 2º) y derecho (artículo
28), sino que diseñó un conjunto de piezas fundamentales de protección a la libertad física de las personas
que, aunque se derivan de ella se convierten en garantías autónomas e indispensables para su protección
en casos de restricción. Dentro de estos se encuentran los derechos a ser informado sobre los motivos de la
detención, a ser detenido por motivos previamente definidos por el legislador y a ser detenido en virtud de
mandamiento escrito de autoridad judicial competente (artículos 28 y 29 de la Constitución). (Sent. C-176
de 2007 M.P. Dr. Marco Gerardo Monroy Cabra).

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Efectuada esta aclaración conceptual procedamos a determinar los diferentes escenarios en los que
se decanta la libertad como derecho.

1.1. Libertad como autonomía

La libertad entendida como derecho de la persona a ejercer libremente su autonomía, esto es, elegir
un plan de vida determinado acorde con sus intereses subjetivos, creencias y convicciones. En este
escenario puntual evidenciamos los siguientes derechos:

1.1.1. Derecho al libre desarrollo de la personalidad

En un primer acercamiento el derecho al libre desarrollo de la personalidad implica la autonomía


individual de tomar decisiones que afectan directamente el desarrollo de la personalidad y la libertad
para adelantar todas aquellas actividades individuales o sociales que le permiten orientar y proyectar
su visión de sí mismo. Desde esta perspectiva se reviste de protección constitucional la capacidad
de tomar decisiones, sin intervención ni intromisión de terceros respecto de la construcción o
destrucción de la propia vida.

En este contexto se pueden ubicar fenómenos como las preferencias sexuales, la forma de vestir,
la forma de expresarse, el ejercicio de alguna actividad deportiva o pasatiempo, el uso del cuerpo
(modificaciones corporales, tatuajes, piercing, etc.), elección de sustancias a consumir, y todas
aquellas elecciones amparadas en la autonomía personal.

En una segunda perspectiva, el libre desarrollo de la personalidad implica una restricción tanto al
Estado como a terceros de ignorar la voluntad del sujeto en la elección de su forma de ser y de
proyectarse. Esta limitante, implica que el Estado no puede imponer una forma o estilo de vida
determinada bajo la premisa de lo ‘bueno’ o lo ‘malo’ moralmente; característica propia de Estados
totalitarios (policivos) y fascistas.

Al respecto ha señalado la H. Corte Constitucional:

Como consecuencia lógica del respeto por la dignidad de la persona se encuentra el de libre desarrollo de la
personalidad, cuyo núcleo esencial protege la libertad general de acción, involucrando el derecho a la propia
imagen y la libertad sexual, entre otras manifestaciones de la personalidad merecedoras de protección. El
derecho al libre desarrollo de la personalidad, conocido también como derecho a la autonomía e identidad
personal, busca proteger la potestad del individuo para auto determinarse; esto es, la posibilidad de adoptar,
sin intromisiones ni presiones de ninguna clase, un modelo de vida acorde con sus propios intereses,
convicciones, inclinaciones y deseos, siempre, claro está, que se respeten los derechos ajenos y el orden
constitucional. (Sent. C-336 de 2008. M.P. Dra. Clara Inés Vargas Hernández).

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De allí que este derecho se vea conculcado cuando se le impide a una persona, de forma arbitraria la
posibilidad de alcanzar sus objetivos o propósitos, o bien se transgrede su facultad de discernir y elegir
aquellas circunstancias que considere vivenciar a efectos de desarrollar su proyecto de vida. Es por
este motivo que aquellas regulaciones normativas o regímenes estatales que busquen un estándar o
modelo ideal de conducta en el sujeto redundan en la lesividad al derecho que venimos comentando.

Algunos de los principales escenarios en los que se decanta el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, son los siguientes:

a. Decisiones autónomas sobre la salud y el cuerpo. Esta concepción parte de la autonomía y


libertad con la que cuentan las personas a efectos de decidir sobre su salud (someterse o no a un
determinado tratamiento de salud), así como la disposición sobre su cuerpo (realizarse tatuajes,
piercings, modificaciones corporales, etc.).

b. Decisiones autónomas sobre el consumo de sustancias tóxicas o estupefacientes. Refiere a la


posibilidad que tienen las personas de consumir sustancias tóxicas como el alcohol o el tabaco, o
bien estupefacientes. En este sentido son relevantes las sentencias C-221 de 1994 y C-491 de
2012 que versan sobre el tema de la despenalización de la dosis personal.

c. Decisión sobre las preferencias sexuales. En contravía de la exclusión propia de la Constitución


Política de 1886, la Carta Fundamental de 1991 estableció el reconocimiento de los derechos
sexuales y reproductivos de las mujeres, así como el reconocimiento de los miembros de la
comunidad LGBTI, partiendo de la dignidad humana, la pluralidad, la diversidad y la igualdad
material en consonancia con el derecho al libre desarrollo de la personalidad. A partir de
esta concepción se dio paso al reconocimiento de derechos de parejas del mismo sexo, el
reconocimiento de la familia diversa (superando el anacrónico esquema de la familia conformada
única y exclusivamente por padre, madre e hijos), derechos de transexuales, etc.

d. Decisión sobre optar o no por el matrimonio. Refiere a la posibilidad de elegir que tienen las
personas de suscribir un contrato de matrimonio libre y voluntariamente. Téngase presente que
en otras partes del mundo aún se mantiene la medieval costumbre del matrimonio forzoso o
arreglado por los padres.

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e. Decisión sobre optar o no por la maternidad. Refiere el reconocimiento de la autonomía de las
mujeres al momento de decidir si quieren o no concebir un hijo. Este derecho entra en fuerte
tensión con el concepto de interrupción del embarazo, el cual ha sido objeto de fuertes debates
constitucionales en nuestro Ordenamiento Jurídico. Si bien, aún se penaliza el aborto como
conducta punible, la Corte Constitucional ha dado paso en dirección a la despenalización del
mismo en tres casos particulares: i. En caso de concepción producto de acceso carnal violento,
ii. En caso de malformación o grave enfermedad del feto (ligado al principio de dignidad
humana), iii. En caso de inminente riesgo para la vida de la madre.

f. Decisión sobre la identidad personal. Bajo esta concepción se aglutinan el derecho al nombre, la
libre opción de identidad sexual y la libertad de apariencia personal; elementos articuladores de
la identidad (diferenciación) de una persona.

De conformidad con el artículo 16 de la Constitución Política el derecho al libre desarrollo de la


personalidad encuentra sus límites en los derechos de los demás asociados, así como en el orden
jurídico. No obstante, este último criterio, la Corte Constitucional ha sido reiterativa en su doctrina
constitucional sobre la imposibilidad de imponer restricciones a las libertades con base en el ‘bien
común’ o el ‘interés general’, criterios con los cuales se puede justificar un modelo de perfeccionismo
moral lesivo de las libertades mínimas de los asociados.

1.1.2. Derecho a la libertad religiosa y de cultos

Superando el Estado confesional característico de la Constitución de 1886, la Carta fundamental


de 1991 parte de la configuración de un Estado laico, esto es, la obligación de neutralidad que debe
tener el Estado, evitando adherir cualquier vertiente religiosa y garantizando la libertad religiosa y
de elección de cultos de los asociados. Así, al momento de analizar el artículo 19 de la Constitución
vigente, encontramos los siguientes derechos:

a. El derecho a profesar libremente una religión.

b. El derecho a divulgar libremente una religión.

c. El derecho a celebrar las ceremonias, ritos, rituales o todos aquellos actos acordes con las
convicciones religiosas de la persona que lo profesa (libertad de cultos).

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Por supuesto, este derecho supone la opción real de una persona de creer, descreer o bien no
creer en nada (religión, sacralidad, etc.), pues se reconoce la integridad e indemnidad en las
creencias de las personas. Algunas de las principales vertientes de este derecho las encontramos
en las siguientes pautas:

a. Derecho a profesar cualquier creencia. Este derecho incluye la posibilidad de variar, dejar o
transformar la creencia, así como no profesar ninguna.

b. Derecho a realizar actos de culto, bien sea de forma privada o pública, individual o grupalmente.

c. Derecho a recibir digna sepultura en consonancia con los ritos y preceptos de la creencia
específica y determinada.

d. Derecho a celebrar matrimonio de conformidad con los ritos de la creencia específica y


determinada.

e. Derecho a recibir servicio religioso, esto es, la posibilidad de confesarse y de recibir educación
en torno a la de la creencia específica y determinada.

f. Derecho a no ser discriminado por razón de la preferencia religiosa.

g. Derecho a la asociación y reunión a efecto de desarrollar actividades religiosas.

¿Sabía que...?
El satanismo o los rituales que tienen por objeto la adoración a Lucifer no son
reconocidos como religión en el Estado colombiano, como quiera que sus
postulados básicos parten de la negación del derecho de la vida, entre otros
tantos estamentos del Estado Social de Derecho.

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Por supuesto estos derechos confluyen en la concepción del Estado laico que se soporta en el principio
de neutralidad y en la prohibición de persecución por causas religiosas, permitiendo el desarrollo del
derecho a la igualdad material individual y comunitaria, así como la efectiva separación entre el Estado y
la Iglesia. Idea que proviene de las revoluciones liberales que señalamos en la Unidad 1 y que responde a
las perversas consecuencias que trae aparejada la relación Estado-Iglesia (Política - Religión), tendientes
al establecimiento de un modelo de ciudadano específico, concepción ésta que termina lesionando las
libertades mínimas, tal y como venimos observando.

1.1.3. Derecho a la libertad de conciencia y objeción de conciencia

Estipulado en el artículo 18 de la Constitución Política, el derecho a la libertad de conciencia supone


tres garantías fundamentales:

a. Derecho a no ser molestado en las convicciones o creencias de una persona. La Corte


Constitucional ha sintetizado esta garantía en la fórmula: derecho a creer lo que se quiera.
Prohibiendo la persecución bien sea por parte del Estado o de particulares.

b. Derecho a no revelar las propias convicciones. Esta garantía es una derivación del derecho a
guardar silencio.

c. Derecho a no ser obligado a actuar en contra de las convicciones o creencias de una persona.
(Objeción de conciencia).

En este último apartado surge la objeción de conciencia como un derecho fundamental decantado de
la Constitución Política de 1991 y que deviene en la resistencia que le asiste a una persona respecto
de la obediencia de una disposición jurídica, alegando para ello la presencia de un juicio de valor o
dictamen de conciencia que le impide acatar la conducta prescrita. Esta interesante figura ha tenido
su mayor desarrollo constitucional en los siguientes escenarios:

a. La objeción de conciencia en la realización del juramento. Superando la antigua concepción de


la Constitución de 1886, en la que el juramento refería un rito de índole religioso, esta figura
se mantiene en la actualidad, aunque justificada desde la responsabilidad jurídico penal de
quien incurre en un falso testimonio, en concordancia con el principio de buena fe. En tal
sentido, una persona podría abstenerse de efectuar el juramento alegando una contradicción
con sus creencias o convicciones (objeción de conciencia), para lo cual, ha señalado la Corte
Constitucional, la persona podrá emplear otra fórmula encaminada a establecer su compromiso
con la veracidad de lo declarado, atestiguado, consignado, etc.

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b. La objeción de conciencia y la objeción profesional. En este escenario encontramos a aquella
persona que en ejercicio de la objeción de conciencia se resiste al cumplimiento de un deber
profesional que le estaba exigido legalmente. Piénsese en el caso del médico que objeta por
razón de conciencia la práctica de una interrupción de un embarazo, amparado en las tres (3)
causales señaladas anteriormente (Sent. C-355 de 2006).

c. La objeción de conciencia en el servicio militar. Referido a la imposibilidad de ser obligado a actuar


en contra de sus propias convicciones en fuerte tensión con el deber de prestar el servicio militar
(Art. 216 C.P.), es uno de los escenarios en los que más ocurrencia tiene el alegato de esta figura.
Refiere a la fuerte convicción (religiosa) que tiene una persona de no tomar las armas, ni participar
en ejercicios militares o conflictos armados internos o internacionales. Actualmente, el régimen y
procedimiento de objeción de conciencia se encuentra regulado en la Ley 1861 de 2017.

1.2. Libertad como libertad física

Al hablar de los derechos a la libertad desde una óptica de libertad física, hacemos referencia
al ejercicio que efectúa una persona respecto de su propio cuerpo y que se decanta en los
siguientes derechos:

1.2.1. Derecho a la libre circulación y residencia

Establecido en el artículo 24 de la Constitución Política de 1991, se observan dos garantías básicas en


esta cláusula constitucional:

a. Derecho a circular libremente por el territorio nacional, teniendo la posibilidad de entrar y salir
del mismo, sin restricción alguna.

b. Derecho a residenciarse y permanecer en el territorio colombiano.

Reviste pues este derecho un criterio universal que tiene como principales destinatarios a los
nacionales colombianos (Unidad 2), puesto que en lo que refiere a los extranjeros son los tratados
públicos los que se encargan de regular esta situación (Art. 22 Convección Americana sobre
Derechos Humanos).

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Sobre el contenido primario de estos derechos, la H. Corte Constitucional señaló:

De la norma, artículo 24 de la Constitución, se infiere la consagración de dos derechos a favor del


colombiano, que constituyen una manifestación del derecho general a la libertad, que se traduce en la
facultad primaria y elemental que tiene la persona humana para transitar, movilizarse o circular libremente de
un lugar a otro dentro del territorio nacional, e igualmente en la posibilidad de entrar y salir de él libremente,
y el derecho a permanecer y a residenciarse en Colombia, en el lugar que considere conveniente para vivir y
constituir el asiento de sus negocios y actividades, conforme lo demanden sus propios intereses. (Sent. C-110
de 2000. M.P. Antonio Barrera Carbonell).

Si bien refiere la Corte que dichos derechos no tienen un carácter absoluto, pues bien pueden ser
limitados por el Legislados, atendiendo estrictos parámetros objetivos. Así, el literal a del artículo 38
de la Ley estatutaria 137 de 1994 que versa sobre los estados de excepción, señala que en los estados
de conmoción interior el gobierno cuenta con la potestad de restringir, sin afectar el núcleo esencial,
el derecho de circulación y residencia.

Ejemplo clásico de lo anterior lo hallamos en el toque de queda, figura mediante la cual se prohíbe
la circulación o permanencia de personas en determinados lugares y que tiene como propósito el
restablecimiento del orden público.

1.2.2. Derecho a la libertad personal

Regulado en el artículo 28 de la Constitución Política de 1991, es factible extraer cuatro (4) garantías
de dicho postulado:

a. Derecho a no ser detenido, ni arrestado, ni sometido a prisión.

b. Garantía de inviolabilidad del domicilio.

c. Derecho a ser puesto a disposición de autoridad judicial, en el plazo de 36 horas contadas a


partir del momento de la detención.

d. Garantía de no existencia ni aplicación de penas imprescriptibles. De igual manera se prohíbe la


pena de privación de la libertad por concepto de deudas.

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Obedeciendo al espíritu liberal de las revoluciones constitucionales señaladas en la primera unidad
(inglesa, francesa, norteamericana), las precedentes garantías responden a límites mínimos que
históricamente fueron denostados por los gobernadores y que atentaban directamente contra la
libertad personal. En tal sentido, las dos (2) primeras garantías, si bien no son absolutas, si requieren
de mandamiento escrito proferido por autoridad judicial competente, el cual debe ser motivado y
acorde con las formas legales (Principio de Legalidad).

Lo anterior, responde a la costumbre histórica que tuvieron varios gobernadores (Estado absolutista)
de aprehender a personas o de violar el domicilio, encerrándolas en mazmorras y calabozos, sin dar
cuenta de aquella a nadie. Justamente, es a partir de esta práctica que surgió la figura del hábeas
corpus (Mostradme el cuerpo) (1215), y que se constituyó en uno de los principales aportes del
constitucionalismo inglés.

A partir de esta evolución histórica, la libertad personal se erigió en pilar fundamental del Estado social
de Derecho, comprensivo de la posibilidad de desplegar todas aquellas acciones que se encaminen a
desarrollar las aptitudes y elecciones individuales de un individuo, siempre y cuando no riñan con los
derechos de los demás individuos o bien impliquen abuso de los propios derechos. (Sent. C-774 de
20001. M.P. Rodrigo Escobar Gil).

Debido a su trascendental importancia, frente a las limitaciones de dichas garantías, el constituyente


primario dispuso dos reservas específicas y concretas:

Tabla 1. Tabla reserva judicial y legal

Reservas Característica
La reserva judicial aplica en los casos de privación de la libertad,
así como de afectación del domicilio (práctica de allanamientos
o registros). Dicha reserva es una garantía constitucional
Reserva Judicial
que señala que dichas afectaciones sólo se pueden
adelantar por virtud de orden escrita proferida por autoridad
judicial competente.

Decantada del Principio de Legalidad, esta reserva estipula que la


privación de la libertad y el allanamiento, sólo deben practicarse
Reserva Legal en estricto cumplimiento del procedimiento y los motivos
contemplados en la ley. En este sentido se articulan el debido
proceso, la presunción de inocencia, el derecho de defensa, etc.
Fuente: elaboración propia

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Respecto de la reserva judicial, la Constitución Política de 1991 establece tres excepciones puntuales:

Estado de flagrancia

01
Dispuesto en el artículo 32 de la Constitución Política, refiere que el
delincuente que sea sorprendido en la comisión de la conducta punible,
podrá ser aprehendido y llevado ante el juez por cualquier persona.

Detención preventiva
Establecida en el inciso 2° del artículo 28 de la Constitución Políitca, refiere a

02
las detenciones preventivas efectuadas por autoridades administrativas
(policía), en casos de requisas, solicitud de documentos de identificación,
capturas ilegales de jóvenes por causa de reclutamiento militar (mal llamadas
batidas), o bien captura por riñas y disturbios del orden público.

Detención excepcional efectuada por la Fiscalía


General de la Nación
03 Establecida en el inciso 3° del numeral 1 del artículo 250 de la
Constitución Política se establece la facultad excepcional que tiene la
Fiscalía General de la Nación para adelantar capturas.

Figura 1. Excepciones de la reserva judicial


Fuente: elaboración propia

Por último, desplegadas a lo largo de la Constitución Política encontramos otras dimensiones de


los derechos a la libertad como la libertad de expresión e información (Art. 20 C.P.), libertad de
escogencia de profesión u oficio (Art. 26 C.P.), libertad de enseñanza, aprendizaje y cátedra (Art. 27
C.P.), libertad de asociación (Art. 38 C.P.), etc.

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2. Los derechos de igualdad.
Establecidos en la Declaración de Derechos de Virginia de 12 de junio de 1776, el artículo 1 de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, el artículo 24 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 3 del Protocolo Adicional a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en torno a Derechos Económicos, Sociales y Culturales
“Protocolo de San Salvador”; y en igual nivel de preponderancia que los derechos a la libertad y
afianzada en la dignidad humana, la igualdad es pilar fundamental del Estado Social de Derecho,
asumiendo un triple rol como valor, principio y derecho fundamental.

Como valor lo evidenciamos en la disposición del preámbulo constitucional que lo refiere como uno
de los valores fundantes del nuevo orden constitucional (1991), cuyo rol esencial es fungir como
criterio eficaz de interpretación, pues orienta sobre el sentido del Ordenamiento Jurídico.

Por su parte el artículo 13 de la Carta Fundamental establece la igualdad como principio


constitucional y derecho fundamental. Dicha complejidad obedece en gran medida a que la igualdad
no reviste contenido material específico, esto es, no se encarga de salvaguardar una dimensión
específica de la actividad humana, sino que bien puede ser esbozado ante cualquier trato diferenciado
que no cuente con la debida sustentación o justificación.

Es a partir de esta ausencia de contenido material que se refiere por parte de la Corte Constitucional
la característica definitoria de la igualdad, esto es, su rasgo relacional; fenómeno que explica la
aplicación sistémica y holística susceptible de ser invocado ante cualquier actuación desplegada por
las diferentes ramas del poder público.

De allí, que al momento de hablar de igualdad normativa, se establece la necesidad de efectuar


una comparación entre dos o más sistemas o cuerpos normativos que establecen los criterios de
parangón y que señalan con claridad que en sí mismo y de forma aislada, ningún sistema o cuerpo
normativo es discriminatorio, si no que dicho alegato surge al efectuar la relación con el otro
sistema o cuerpo normativo.

Claro está que esta ausencia de contenido material no refiere a que el principio de igualdad sea un
concepto vacuo, sino que adquiere una noción multinormativa que ha superado la noción incipiente
de Aristóteles en torno a la igualdad como “el trato igual a los iguales y desigual a los desiguales” y se ha
consolidado desde la doctrina constitucional como:

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Por una parte, un mandamiento de tratamiento igual que obliga a dar el mismo trato a supuestos de hecho
equivalentes, siempre que no existan razones suficientes para otorgarles un trato diferente, del mismo modo
el principio de igualdad también comprende un mandato de tratamiento desigual que obliga a las autoridades
públicas a diferenciar entre situaciones diferentes. (Sent. C-250 de 2012. M.P. Humberto Sierra Porto).

A partir de este postulado -reiterado por la H. Corte Constitucional-, se han decantado cuatro (4)
postulados específicos:

a. Aplicación de trato idéntico a sujetos que se encuentran en circunstancias idénticas.

b. Aplicación de trato diferenciado a sujetos que se encuentran en circunstancias diferentes, esto


es, no comparten ningún criterio en común.

c. Aplicación de trato similar a sujetos que se encuentran en circunstancias similares y diferentes,


no obstante, las similitudes son más relevantes que las diferencias.

d. Aplicación de trato diferenciado a sujetos que se encuentran en circunstancias similares y


diferentes, no obstante, las diferencias son más relevantes que las similitudes.

Las anteriores sub reglas se condensan en el artículo 13 de la Constitución Política de 1991, que
en un primer apartado enarbola la igualdad en torno al goce de derechos y libertades mínimas
de los asociados; mientras que los apartados subsiguientes establecen cláusulas encaminados al
reconocimiento del trato diferenciado de sectores sociales históricamente discriminados, excluidos o
en alto riesgo de vulnerabilidad (discriminación positiva).

En consecuencia, son titulares del derecho a la igualdad todas aquellas personas que han sido objeto
de un trato diferenciado injustificado o bien de un trato identitario, ignorando los elementos fácticos
diferenciadores. Así, el derecho fundamental a la igualdad se traduce en un mecanismo de defensa
frente a actos ora discriminatorios ora igualadores emanados de las ramas del poder público y en claro
desconocimiento de las disposiciones constitucionales.

A partir de lo señalado en el artículo 13 de la Constitución Política se pueden abstraer los


siguientes escenarios:

a. Prohibición de discriminación. A partir de la Constitución Política de 1991 se dotó de eficacia al


derecho de la igualdad, permitiendo la opción real y eficaz de ser tratado de igual forma que
los demás, siendo inaceptable el trato diferenciado sin justificación constitucional. Esta nueva
concepción ha llevado a mirar con detenimiento todos aquellos criterios diferenciadores que
toman como punto de partida la raza, el sexo, el origen nacional o étnico, lengua, opinión
política, religión, etc.

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b. Acciones afirmativas y discriminación positiva. Enmarcado en el criterio de promoción
del artículo 13 de la Constitución Política, este postulado se decanta en (i) las acciones
afirmativas, entendidas estas como políticas públicas encaminadas a favorecer a ciertas
personas o colectivos a efectos de reducir la brecha social y económica, así como aumentar
la representación de aquellos (Ejemplo de acciones afirmativas serían los subsidios estatales,
apoyos educativos, etc.). Por otra parte, (ii) acciones de discriminación positiva, esto es, líneas
de acción que buscan apoyar a personas o colectivos históricamente excluidos, facilitando
el acceso en ámbitos como la educación, el empleo y la participación política. En tal sentido
se pueden establecer diferencias de trato (positivo) en torno a grupos como mujeres, niños,
personas de la tercera edad, discapacitados, indígenas, raizales, afrocolombianos, Room, etc.

c. Protección a personas en circunstancia de debilidad manifiesta. El inciso final del artículo 13


de la Constitución Política establece el mandato constitucional del Estado de proteger a las
personas que se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta bien sea por condiciones
económicas, físicas o mentales. Esta disposición parte del reconocimiento de la condición de
discapacidad, así como el mandato de establecer políticas públicas que mitiguen la desigualdad
de este grupo poblacional.

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Villar, L. (2007). Estado de derecho y Estado social de derecho. Revista Derecho del Estado No. 20.
Universidad Externado de Colombia.

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Constitucional Colombiano


Unidad 3: Principios básicos del constitucionalismo
colombiano
Escenario 6: Principios de libertad e igualdad en la
Constitución Política de 1991

Autor: Rafael Andrés Baez Gutierrez

Asesor Pedagógico: Edwin Alcides Mojica Quintero


Diseñador Gráfico: Cristian Navarro
Asistente: María Elizabeth Avilán Forero

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.


Prohibida su reproducción total o parcial.

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