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LA AGRICULTURA DE LAS CIVILIZACIONES

AMERINDIAS ANTES DE LA CONQUISTA

Jacques Chonchol

(Extracto del capítulo 1 de "Sistemas Agrarios en América


Latina: de la etapa prehispánica a la modernización
conservadora", Fondo de Cultura Económica, México, 1994,
págs. 15/33)

En este capítulo no nos detendremos en el análisis de los


sistemas alimentarios de América en la época del
Pleistoceno cuando el hombre, hacia el año 40000 antes de
Cristo, viniendo desde Asia, empezó a poblar el continente
americano. En ese período, denominado Paleoindio, en que
los hombres americanos convivieron con los animales
pertenecientes a la extinguida fauna pleistocena, formaban
pequeños grupos familiares que se desplazaban en busca de
sus alimentos. Tradicionalmente se les considera cazadores,
aun cuando sus armas eran incapaces de dar muerte a los
grandes animales. Sólo servían para herirlos y después había
que seguirlos hasta que se desangraran. Por eso los
movimientos de los grupos familiares seguían la ruta de la
fauna. Cuando no encontraban animales de cazar se
alimentaban, al parecer, de raíces y otros vegetales
recolectados durante el trayecto.

Hacia 12.000 años antes de Cristo ocurrieron importantes


cambios en los sistemas ecológicos, que coincidieron con el
inicio del retroceso de la cuarta glaciación (conocida como
Wisconsin en Norteamérica y Atuel en Sudamérica). Las
variaciones climáticas influyeron en las formaciones
vegetales. Regiones boscosas se desecaron, la tundra
comenzó a desaparecer en extensas zonas, provocando un
movimiento hacia las regiones polares de los animales
adaptados a ella, lo que arrastró en la misma dirección a los
hombres especializados en su caza. Los grandes animales
comenzaron a extinguirse y dieron paso a una fauna menor:
bisontes, antílopes, alces, llamas, alpacas, conejos y
pequeños roedores.

El período de experimentaciones e innovaciones para


adaptarse a las nuevas condiciones ecológicas se conoce
como Arcaico y coincidió con el final del retroceso de la
cuarta glaciación, unos 8000 años antes de Cristo. Los
hombres americanos tuvieron que inventar armas para cazar
los nuevos tipos de animales y recolectaron tubérculos,
raíces, semillas y frutos silvestres. Quienes se localizaban en
las vecindades del mar, ríos o lagos, desarrollaron técnicas e
instrumentos para pescar, mariscar y cazar aves acuáticas.
Esta dieta se complementaba con la recolección de vegetales.
Los hombres reunidos en bandas, delimitaron los territorios
que recorrían, siguiendo un ciclo anual durante el cual
buscaban animales y vegetales que se localizaban en
diversos sitios, como consecuencia del cambio en las
estaciones o de las variaciones climáticas provocadas por la
altura y la latitud. El Arcaico fue un período de ensayos en la
utilización de vegetales silvestres. Hallazgos arqueológicos
en el valle de Tehuacán (México) señalan que hacia el año
6000 antes de Cristo, el 80% de la alimentación estaba
compuesta por vegetales silvestres. Similar situación se
desprende de los restos hallados en el valle de Ayacucho
(Perú).

El período Arcaico aparece como un largo espacio de


transición entre las economías recolectoras y las economías
productoras de alimentos. Los grupos humanos, al
desplazarse, transportaron sustentos conocidos hacia nuevas
realizaciones. Las semillas silvestres así transportadas al caer
sobre el suelo de nuevos campamentos dieron origen a una
primitiva agricultura. Este acto de selección provocó
mutaciones que transformaron las especies silvestres en
domesticadas. A medida que avanzaban en sus
experimentos, las bandas de hombres del Arcaico sembraban
en pequeños campos situados junto a las chozas del
campamento en que se reunían durante la cosecha. A fines
del verano, cuando se acababa la cosecha, volvían a recorrer
el territorio cazando pequeños animales y recolectando
raíces u otras especies silvestres.

Paralelamente a los ensayos de domesticación de vegetales


debió realizarse el de los animales. Al parecer hacia el 2500
antes de Cristo se había logrado domesticar el perro en
México y al cuy o conejillos de Indias, como lo llamaron los
españoles, en la sierra peruana. Posteriormente se agregarían
allí, los auquénidos: llamas, alpacas y vicuñas.

Al finalizar el Arcaico habían surgido numerosas aldeas


agrícolas, levantadas cerca de la costa donde explotaban
recursos acuáticos o marinos, o en otros sitios con
abundancia de tierras cultivables y recursos de agua para el
riego. Esta sedentarización permitió un aumento de la
población y el comienzo de la especialización laboral, la que
exigió la designación de un jefe, cuya misión principal era
distribuir las tierras de la comunidad entre los diversos
grupos familiares, organizar los trabajos, ejercer la justicia y
celebrar las ceremonias religiosas relacionadas con el culto a
la fertilidad. En compensación por estas labores recibía
tributos en especies y en mano de obra.

A medida que aumentaba la población y su dependencia de


alimentos cultivados, los grupos humanos que conformaban
linajes, clanes o tribus, tuvieron que inventar métodos,
herramientas y formas de trabajo destinadas a incrementar
tanto las superficies cultivadas como su productividad.
Dichas innovaciones conforman los llamados sistemas
agrícolas que, en ciertas áreas de América, comenzaron a
desarrollarse hacia el año 2000 antes de Cristo y que
caracterizan el período Formativo, llamado así, porque
anuncia el seguimiento de las civilizaciones.

Los sistemas agrícolas podían ser extensivos o intensivos.


Los primeros eran propios de las regiones selváticas,
tropicales o templadas. Esta agricultura extensiva, conocida
también con el nombre de roza, requería poca inversión de
trabajo y daba un alto rendimiento, especialmente en los
trópicos, pero exigía una gran disponibilidad de tierra por
familia para permitir la reconstrucción natural de las áreas
cultivadas.

La agricultura intensiva que se practicaba en las zonas


montañosas semiáridas, en oasis o en valles costeros, con
escasas precipitaciones anuales, necesitaba, al contrario del
sistema de roza, de pequeñas superficies, pero exigía gran
inversión de trabajo y preocupación constante por los
terrenos cultivados. Estos eran irrigados artificialmente
mediante canales y a veces requerían la construcción de
diques.

En los sistemas agrícolas intensivos, el campesino pasaba


casi todo el año preocupado de las tareas agrarias: sembrar,
regar, desmalezar, proteger los cultivos de los animales,
mantener en funcionamiento los canales de riego, etc. En los
extensivos, en cambio, quedaba libre de ellas durante ocho
meses.

Ambos sistemas posibilitaron el surgimiento de señoríos. En


ellos los linajes comienzan a diferenciarse entre sí,
rompiendo la igualdad de bandas y tribus. Una familia
monopoliza el acceso al cargo de jefe o señor, mientras las
otras adquieren distintos grados de prestigio según sus
respectivas especializaciones.1

1. PRODUCCIONES Y ALIMENTACION DE LA
AGRICULTURA AMERINDA

Los amerindios, al momento de la conquista, se nutrían


fundamentalmente de vegetales cultivados a los que
agregaban un complemento de productos de recolección, de
pesca y de caza. La alimentación era básicamente
vegetariana y la crianza de animales muy limitada y
realizada con objetivos no solamente alimentarios. Además
1
En todos estos párrafos introductorios hemos seguido muy de cerca de Osvaldo Silva Galdames,
Civilizaciones Prehispánicas de América,Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1985.
de ciertas especies de perros, cuyes y algunas aves como
patos y pavos o guajolotes destinados a finalidades
comestibles, en los Andes criaban camélidos como la llama
y la alpaca, para fines de transporte el primero y por su lana,
su carne y sus excrementos ambos. Además cazaban la
vicuña por la finura de su lana y el guanaco por su carne.

Los amerindios cultivaban plantas comestibles que podían


consumir en diversas etapas de su desarrollo. El maíz y los
frijoles, por ejemplo, podían ser consumidos como
legumbres o como granos.

Habían desarrollado grandes capacidades agronómicas. El


cultivo asociado del maíz, los frijoles y las calabazas era a la
vez una gran invención agronómica y nutricional. El maíz,
muy rico en hidratos de carbono, servía de tutor al frijol, que
aportaba a la alimentación proteínas y materias grasas. La
calabaza con su follaje abundante protegía el suelo contra el
recalentamiento excesivo así como contra el impacto de la
lluvia y aportaba a la alimentación vitaminas y celulosa. 2

El cereal más importante y de cultivo más extendido era el


maíz (Zea mays). Se cultivaba desde el río San Lorenzo en el
Canadá hasta la isla de Chiloé en el extremo sur de Chile, y
desde el nivel del mar hasta las vecindades de Puno (5000
metros de altitud). Existen diversas teorías sobre el origen
del maíz: según algunos, es una especie americana que
existía como tal desde una gran antigüedad; según otros,
deriva de una planta relacionada, el teosinte (Zea
Americana), que comenzó a ser domesticada alrededor de
2
Pierre Gourou, L´Amerqué Tropicale et Australe, Editions Hachette, París, 1976, p.35.
5000 años antes de Cristo en el valle de Tehuacán (México). 3
En América precolombima, el maíz fue el cereal
absolutamente dominante, muy por encima de granos que
han sido olvidados o de otros de importancia infinitamente
menor como el Panicum sonorum en el noroeste de México
o la quinoa (Chenopodium quinoa) en los Andes. Una vez
estabilizado el proceso de hibridación y cultivo del maíz en
Mesoamérica, se difundió desde allí hacia el resto de
América: suroeste de los Estados Unidas hacia 3000 antes de
Cristo, altiplano andino central de América hacia 1.200 a.C.,
norte de Chile hacia 370 a.C., sabanas de Venezuela entre
340 y 130 a.C.

Junto al maíz, otras plantas alimenticias de gran difusión en


la América amerindia eran los tubérculos, que aportaban
buena parte de los hidratos de carbono. Los tubérculos eran
tanto de tierras calientes como de tierras frías y templadas.
Entre los primeros el más importante era la yuca (Manihot
esculenta Crantz), denominada también con las voces
indígenas de manioc, mañoco, cassava, cazabi o tapioca.

La domesticación de la yuca ha sido tema de un amplio


debate. Dada su gran difusión en las regiones tropicales,
pudo haber tenido un origen silvestre en cualquiera o en
todos los ambientes de las tierras bajas o en el piedemonte de
las serranías andinas. Como el contenido proteínico de la
yuca es muy bajo, en las tierras tropicales se consumía sin
duda como complemento de proteínas derivadas de las
carnes obtenidas por la caza, pesca o recolección de

3
Sobre el origen y la expansión del maíz ver Mario Sanoja, los hombres de la yuca y del maíz, Monte Avila
Editores, Caracas, 1981.
moluscos.4 La selección que hizo el horticultor aborigen
entre las especies de yuca dependió del rendimiento
económico de sus raíces, de la posibilidad de adaptarse a
distintos tipo de suelos y de climas, de su rapidez de
maduración y de su grado de toxicidad. La posibilidad de
poder consumir las raíces de yuca como una legumbre cruda
cuando se desconocían los procedimientos para desalojar al
ácido prúsico contenido en sus raíces, determinó la
preferencia por aquellas especies de baja toxicidad,
separándose las yucas comestibles de las no comestibles. Las
primeras se reproducían por estacas. La yuca dulce, o no
tóxica, se cultivaba en una extensión mayor, de México al
piedemonte argentino. La yuca amarga o tóxica, que requería
una preparación especial antes de ser consumida, se
cultivaba en Brasil, Venezuela y las Antillas.

Además de la yuca, numerosos tubérculos eran


característicos de las tierras frías: la oca (Oxalis crenata), el
ulluco (Ullucus tuberosa), el añu (Trapaeolum tuberosum),
la arracacha (Arracacia xantorrhiza) y el yacon (Polymnia
edulis).5 Eran de mediocre calidad alimenticia. Los tres
primeros, cultivados a grandes alturas, eran comestibles
solamente después de haber sido deshidratados y congelados
(técnica del chuño) para eliminar su acidez y su amargura.
Por encima de todos ellos se destacó la papa (Solanum
tuberosum) que ofrecía mejores rendimientos. Existían papas
silvestres en los Andes desde varios miles de años antes de
Cristo y algunas florecían a 5 mil metros de altura con
temperaturas de menos de siete grados bajo cero. En la
época precolombina, la papa era tan común en la dieta de los
4
Mario Sanoja.op. cit.,p.120.
5
Pierre Gourou,op. Cit.,p.36.
indígenas que, según los primeros cronistas españoles, para
medir la duración de las cosas que se hacían en breve, se
usaba “el tiempo que se tardan en cocer las papas”. 6 Existían
cientos de variedades y algunas de ellas se conservaban hasta
un año en las condiciones de la puna. Para su conservación
se las transformaba en chuño, que se obtenía helando y luego
exprimiendo y secando los tubérculos, estado en que podían
durar varios años antes de ser consumidos. El proceso de
fabricación del chuño dependía exclusivamente de las
condiciones de la puna, con heladas nocturnas y días cálidos,
más un clima seco.

Un tercer cultivo, fundamental de la agricultura amerindia


por su importancia, su extensión y un rico aporte en
proteínas, eran los frijoles y los porotos. Había numerosas
especies que correspondían a todos los climas, salvo a los de
extrema altitud, en que un lupino que había que macerar
largamente en el agua para separarlo de su veneno, sustituía
a los frijoles. El cultivo más corriente de esta leguminosa era
el frijol común (Phaseolus vulgaris), que en Mesoamérica se
cultivaba desde el nivel del mar hasta los 2700 metros, y
parece haber comenzado a generalizarse desde 4000 a. C.

Al maíz, a los tubérculcs y a los frijoles es preciso agregar


como cultivos y elementos importantes las calabazas y
zapallos (Cucumbitas), el maní, el cacahuate, la quinoa y la
cañihua, y numerosas legumbres y frutas.

La calabaza y zapallos completan la trilogía clásica de la


agricultura y alimentación americana a que hicimos
6
Cobo en 1653, citado por John Murra,La oraganización Económica del Estado Inca, Siglo XXI,Mégico,
1980, p.33
referencia anteriormente (maíz, frijoles, calabazas). Su
cultivo parece haber empezado unos 7 mil años a. C. Sus
semillas eran ingeridas por su contenido aceitoso.

El maní o cacahuate (Arachís hypogaea) parece haber sido


primeramente cultivado en el territorio de los guaraníes. De
allí se extendió lentamente hacia el norte y sólo a comienzos
del siglo XVI comenzaba a ser cultivado en México.

La quinoa (Chenopodium quinoa) y la cañihua


(Chenopodium pallidicaule) eran gramíneas de los fríos
climas andinos.

Entre las legumbres y condimentos cabe destacar como los


más importantes el tomate (Lycoporsicum esculentum), los
pimientos o chiles (Capiscum), las cebollas (Allium sp.) y la
vainilla (Vainilla planifolia). Las variedades de frutas eran
mucho más abundantes, destacándose entre ellas el aguacate
o la palta (Persea Americana), los anones (Anone sp.) como
la chirimoya y la guanábana, el cacao (Theobroma cacao),
las ciruelas (Spondias spp.), el mamey (Mammea
americana), los nopales como la tuna (Opuntia
streptacantha), la papaya (Canica papaya), la piña (Ananas
spp), los zapotes amarillo (Sideroxylon sp), blanco
(Casimiñoa odulis) o negro (Bisopyros digyna) y la guayaba
(Psidium guayaba).

Además de los cereales, tubérculos, leguminosas, legumbres,


condimentos y frutas anteriormentes citadas, que constituían
la base de la alimentación de los indios americanos, estos
consumían ciertas infusiones a base de yerba mate (Illex), de
las cuales la más difundida era el Illex paraguayensis, nativo
de las zonas montañosas del sur de Brasil, Paraguay,
Uruguay y norte de Argentina, o de cocción de una
sapindácea muy difundida en la selva amazónica brasileña,
el guaraná (Paullinia cupana), o del cacao (Theobroma
cacao) consumida en México y cultivado en tierras regadas
de la costa del Pacífico del istmo centroamericano. 7

Además disponían de bebidas alcohólicas obtenidas por la


fermentación de diversas plantas. La del maíz daba origen a
la chicha: la de la savia del maguey o aguamiel, planta de la
familia de los Agaves, daba origen al pulque. Usaban
además plantas destinadas a la masticación, entre las que se
destacaban muchas medicinales o estimulantes en ciertas
dosis y alucinógenas en otras. El caso más conocido es el de
la coca ( Enytroxylum coca), fuente del alcaloide cocaína,
que era una planta de los trópicos húmedos andinos. Otra
planta masticable y alucinógena de importancia médica y
cultural era el peyote, cactus mexicano, masticado con fines
ceremoniales por varios grupos indígenas del noroeste de
México y suroeste de Estados Unidos. Su principal
substancia activa es un alcaloide llamado mezcalina. Además
de la coca y el peyote, había numerosas otras de menor
importancia (Daturas, Brugmansias, Banisteriopsis, etc.).

Una de las plantas estimulantes americanas que alcanzó


posteriormente gran difusión en el mundo es el tabaco,
solanácea del género Nicotiana (Nicotiana rústica y
Nicotiana tabacaum). Su nombre le fue dado por Linneo en
honor del embajador francés en Portugal, Jean Nicot, quien
7
Miguel ängel Martinez, Contribuciones Iberoamericanas al Mundo (botánica, medicina, agricultura),
Ediciones Anaya, Madrid, 1988, pp. 40-41.
introdujo el tabaco en Francia hacia 1560 ó 1579. El origen
de ambas especies es oscuro. En el caso de Nicotiana rústica
hay evidencias arqueológicas, botánicas y antropológicas,
que sugieren su origen en la zona media andina de Ecuador,
Perú y Bolivia. La especie Tabacum estaba en toda América
tropical y se le atribuye un origen suramericano.8

Finalmente, cabe señalar que los amerindios cultivaban


plantas textiles pertenecientes al género de los algodones
(Gossypium) de amplia difusión mundial. Colón los vio
cultivar en varias islas del Caribe como la Dominicana,
Española y Trinidad. Fue además ampliamente cultivado por
los pueblos mesoamericanos y andinos. Aparte del algodón
había otras plantas textiles que pertenecían a la familia de las
Malváceas, eran muy abundantes en América tropical: la
majagua (Hibiscus tiliacous) y el yute cubano (Side
rhombifolia). Entre las fibras duras eran importantes las de
Agaves, donde destacaban el henequén (Agave fourcroydes),
el sisal (Agave sisolana), el ixtle (Agave heteracanthe) y la
lechuguilla (Agave lecheguilla).

Para teñir sus textiles y sus cuerpos, los americanos usaban


colorantes, a base de plantas tintóreas. Las más conocidas
por su demanda posterior por los europeos fueron el añil, que
producía un colorante azul añil (o índigo), el palo campeche
y el palo Brasil, que producían un colorante de color
púrpura, el anato o el achite, que producían un tinte amarillo
y otro púrpura. Además disponían de numerosas resinas,
plantas aceitosas y otras medicinales como la quina
(Cinchonas) cuyo principio activo, la quinina, permitía
8
Miguel ängel Martinez, op. Cit., p.49
combatir fiebres maláricas, y el curare (Chondrodendron), a
la vez tóxico como veneno y medicinal como relajante
muscular.9

Como es posible ver, aun cuando los amerindios disponían


de pocas de las especies animales que después de la
conquista y la colonización enriquecieron el continente
(vacunos, caballares, ovinos, cerdos y cabríos), tenían una
gran riqueza en plantas cultivadas o naturales que después se
difundieron por el resto del mundo, enriqueciendo las
agriculturas de Europa, Africa y Asia.

2. LOS SISTEMAS AGRICOLAS

La agricultura es un sistema tecnoeconómico y social para


producir alimentos donde se conjugan - según Mario
Sanoja10- tres grandes componentes: uno ambiental o
ecológico, un segundo tecnológico y un tercero económico y
social.

El primero representa la base física a partir de la cual se


articulan las formas de producción desarrolladas por el
hombre, y comprende los tipos de suelos, las clases de
vegetación, las plantas disponibles que son útiles al hombre,
los climas, los tipos de fauna, el relieve, etc.

9
ibid., pp. 58 a 65.
10
Para esta sección nos basamos en la obra de Mario Sanoja, pp. 19 ss, citada en nota 3 y en la Obra de Teresa
Rojas Rabiela y William T Sanders, Historia de la Agricultura. Epoca Prehispánica, siglo XVI, Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), México, 1985.
El componente tecnológico está constituido por el conjunto
de los instrumentos y medios de producción, las técnicas de
selección, los métodos de mejoramiento de la productividad
de las plantas (preparación y fertilización de los suelos,
prácticas de cultivo) y, finalmente las formas de cosecha y
de almacenamiento de los productos.

El tercer componente está integrado por las formas generales


de distribución y consumo de los productos obtenidos, las
formas de organización social para la producción, la
distribución espacial de la población, las formas de tenencia
y de control de la tierra y los diversos conceptos sobre la
racionalidad o ideología agraria.

Cada uno de estos tres componentes está relacionado con los


otros y la jerarquía entre ellos depende del grado de
desarrollo alcanzado por cada sociedad en un momento
histórico dado. En los orígenes de todo sistema agrario, la
base física tendrá evidentemente mayor importancia en la
conformación del sistema. Pero en la medida en que éste se
desarrolla, ella pierde preeminencia con respecto a los
componentes tecnológicos o económico-social. La
transformación de un ecosistema natural generalizado en uno
artificial especializado implica una larga historia de
desarrollos técnicos y sociales anteriores.

No es posible considerar aquí la evolución de todos estos


aspectos en el contexto de la situación del hombre americano
antes de la conquista y la colonización europea. Nos
limitaremos sólo a señalar algunos aspectos tecnológicos y
sociales de los sistemas agrarios que aquél había
desarrollado al momento de producirse la brutal
transformación de sus sistemas de producción y de vida que
implicó el contacto y la dominación por los europeos.

Sistemas extensivos de roza y quema

Como se señaló en un comienzo, en la mayor parte de las


regiones selváticas tropicales templadas, que caracterizaban
entonces el continente americano, se aplicaba el sistema
tecnológico de roza y quema. Este sistema era compatible
con asentamientos humanos sedentarios o semi-sedentarios
cuando se trataba de cultivos que extraían pocas nutrientes
del suelo, como la yuca, o que si los extraían en mayor
proporción, como el maíz, le daban un tiempo de
recuperación suficientemente largo a la regeneración del
bosque secundario (veinte años o más). La técnica de roza y
quema era la que mejor se adaptaba a las regiones con
estaciones marcadas y de larga duración. El mayor potencial
de implantación y efectividad de esta técnica se hallaba en
las zonas tropicales bajas, donde la regeneración de la
vegetación secundaria se efectuaba principalmente en base a
gramíneas, lo que disminuía paulatinamente la cantidad de
nutrientes que se reciclaban en cada quema.

En consecuencia, uno de los principales obstáculos que se


planteaban para la aplicación de esta técnica era el tiempo de
recuperación que se daba a los terrenos cultivados; esto por
supuesto, en gran parte dependía, en las poblaciones
sedentarizadas, de la densidad demográfica.
Las condiciones naturales, especialmente las variaciones
climáticas, determinaban también ciertas variaciones a esta
técnica. En la costa del Pacífico de Colombia, donde por el
exceso de humedad no siempre era posible proceder a la
quema, los aborígenes plantaban el maíz entre los restos de
la vegetación destrozada por el hacha. En la floresta
amazónica, la tala de la vegetación era quemada, pero la
tierra no se trabajaba. En las riberas de los ríos, donde las
crecidas anuales renovaban naturalmente los nutrientes del
suelo, se podía hacer el cultivo estacional regular de los
terrenos inundados en la época de baja de las aguas. En otros
lugares pantanosos o húmedos, los indígenas construían
camellones o montículos para mantener las raíces de las
plantas cercanas a la humedad por encima del nivel de las
aguas.

En las regiones selváticas temperadas, la recuperación de los


suelos requería un período de barbecho11 más largo. Por ello,
el cultivo de roza y quema podía verse desbalanceado bajo
condiciones de presión demográfica excesiva, que obligaban
a acortar el tiempo de barbecho. Ello condujo al desarrollo
de tecnologías agrícolas más avanzadas que situaban el
proceso productivo fuera de la dependencia de las lluvias de
temporada y de las limitaciones que imponían los factores
topográficos. Eso significó, en las mesetas andinas
particularmente, el desarrollo del regadío, la construcción de
terrazas, la construcción de terrenos planos circundados por
las terrazas, y el uso de fertilizantes naturales. Todo esto
exigió, por supuesto, otras condiciones socio-políticas que
11
Consiste en la roza o limpieza del terreno de un área selvática, la cual es cultivada durante uno, dos y aún
tres años. Posteriormente, el terreno se deja en barbecho durante un lapso suficeintemente largo que permita
la regeneración del bosque secundario (veinte a treinta años)
examinaremos al estudiar las comunidades andinas y el
Imperio Inca.

La conservación de los suelos era un problema


especialmente difícil en los terrenos montañosos y
quebradas, donde la erosión podía destruir los campos
agrícolas. Las técnicas para evitar esto podían ir desde las
más elaboradas, como la construcción de terrazas, a otras
más simples, como la siembra de barreras que hicieran de
vallas, a menudo formadas en México por magueyes, y la
construcción de bancales alrededor de los campos.

En el caso de los mayas, la roza y quema parece haber estado


asociada con un tipo de agricultura que combinaba los
cultivos poco exigentes en nutrientes, como la yuca, con
otros de mayores exigencias, como el maíz y los frijoles. En
los Andes centrales igualmente se combinaba, en función de
las altitudes, el cultivo del maíz, la quinoa y los frijoles con
el de tubérculos como la papa, la arracacha, la oca y el añu.

El Regadío

La práctica del regadío, que alcanzó un gran desarrollo en


algunas regiones de altura semiáridas de la América
precolombina, rompió la dependencia de las lluvias y
permitió, frecuentemente ligada a la construcción de
terrazas, una gran ampliación y seguridad de los terrenos
cultivables. Se pudo obtener así más de una cosecha anual
sobre el mismo terreno.

Tanto en Mesoamérica como en los Andes centrales, donde


la agricultura de riego, mediante diques y canales, alcanzó su
mayor desarrollo, esta técnica permitió, en las regiones
áridas o semiáridas, un gran control de los recursos
hidraúlicos.

En la región del altiplano andino, el riego se combinó con la


construcción de terrazas en la pendiente de las montañas. En
los valles costeros de los Andes centrales donde no se
construyeron canales o sistemas de riegos, se utilizaron
pozos excavados en el suelo para estos efectos. La mayoría
de los canales eran alimentados por las aguas de los ríos,
pero también se recurría a las aguas de lagunas y fuentes. En
el momento de la invasión europea - nos señala Murra 12-, el
manejo de la red de regadío involucraba dos operaciones: la
administración de los canales principales construidos como
obras públicas del Estado y mantenidos por éste, y la
distribución de agua a las chacras estatales, a los
asentamientos étnicos y a las unidades domésticas
individuales, así como la limpieza y la conservación y de las
obras hidráulicas, que se hacía a nivel local. En este segundo
nivel, el curaca y otros señores de menor categoría
supervisaban la distribución del agua.

Si bien el riego en Mesoamérica no fue tan espectacular


como en el área andina, excepto en algunas zonas como la
cuenca de México, su uso en una parte importante de la
12
Murra, John V. Op.,pp. 57-58
región es evidente.13 La dispersión geográfica de los recursos
de agua se resolvió con sistemas de riego y una relativa
variedad de soluciones técnicas adecuadas a la diversidad de
condiciones. La sistematización de las características
técnicas de las obras de riego y su relación con las
condiciones climáticas permiten conocer los objetivos que se
perseguían con el regadío que eran esencialmente los
siguientes: 1) obtención de más de una cosecha al año de
plantas anuales en el mismo terreno; 2) cultivos de plantas
que requerían humedad constante como el cacao, el chile y
otras hortalizas, algunos de los árboles frutales tropicales y el
algodón; 3) asegurar la madurez de las cosechas antes del
inicio de las heladas en zonas con lluvias de verano o donde
éstas caen tarde; 4) obtención de una cosecha al año en zonas
en que la escasez de lluvia hacía impracticable el cultivo
temporal; y 5) producción de una cosecha de riego al año en
la temporada de secas.

Los sistemas de riego de Mesoamérica se pueden distinguir


considerando la naturaleza del agua que los nutre y el
método de distribución de ésta. Esencialmente eran los
siguientes: 1) de riego permanente por canales, de
manantiales y ríos perennes; 2) de riego temporal de ríos
perennes; 3) de riego temporal por inundación o avenidas,
con o sin canales; 4) de riego a brazo; 5) de riego
permanente tipo chinampas y campos drenados; 6) otros
sistemas, como los depósitos fluviales en cimas, galerías
filtrantes, etc.

13
Ver Teresa Rojas Rabiela. “La tenología agrícola mesoamericana en el siglo XVI”, en Historia de la
agricultura. Epoca Prehispánica, siglo XVI, vol. 1, citada en nota 10.
Las prácticas agrarias

Las prácticas agrarias incluían una gran variedad de usos. En


ciertos casos, especialmente para cultivos permanentes en
terrazas o en zonas especiales, se utilizaban abonos y
métodos de fertilización. Para abonar se recurría o al
estiércol humano, al guano de murciélago o de las islas, a
abonos verdes, a aluviones o a productos extraídos del mar o
de los lagos.

Los métodos de siembra mostraban también grandes


variaciones. Podían ser siembras múltiples de un mismo
producto, siembras en el ciclo otoño-invierno, siembra en
almácigo y transplante, y siembras asociadas y con rotación
de cultivos. A menudo, después de las siembras se practicaba
la escarda, que era una de las labores más importantes para el
logro de buenas cosechas. Los métodos de cosecha y
almacenamiento de productos presentaban también grandes
variaciones.

Los instrumentos e implementos agrícolas eran en general de


una extrema simplicidad, pero bien adaptados a sus
necesidades de utilización. En Mesoamérica, el más común
era la coa o bastón plantador, que tenía diversas variantes y
que consistía en un palo, una de cuyas puntas se afilaba y se
endurecía al fuego. Se utilizaba en los sistemas de roza para
cavar los huecos en que se depositaban las semillas.
Probablemente, el bastón se utilizó además para levantar el
suelo haciendo palanca, para remover las raíces de las
hierbas y para desenterrar los tubérculos. También se usaban
para rozar la vegetación y para otros usos, distintos tipos de
hachas (hachas para cortar leña, hachas para labrar la
madera, hacha para cortar en dos partes). Para cargar las
semillas durante las siembras, se usaban calabazas y
morrales de fibras vegetales colgados en el hombro o
terciados sobre el cuerpo. Para rozar las brácteas (hojas que
nacen del pedúnculo de la flor del maíz) usaban un punzón o
aguja, hecho de madera, cuerno de venado, huesos de
diversos animales o metal. Para desgranar el maíz, raspaban
las mazorcas sobre la superficie de una olotera (rueda de
olotes amarrados), o bien sobre una laja de piedra.

En los Andes, el implemento más utilizado era la toclla o


chakitaclla que, según el cronista B. Cobo en su historia del
Nuevo Mundo de 1653, era un palo del grosor de una
muñeca y de unos dos codos de largo. Por donde lo
empuñaban, estaba doblado en curva como el cayado de un
pastor. Al extremo opuesto, amarraban en perpendicular, a
cierta altura del suelo, un trozo de madera más dura de
cuatro dedos de ancho, que permitía hacer fuerza con el pie
izquierdo. La taclla podía ser utilizada para abrir y trabajar la
tierra en las pendientes muy empinadas, y preparaba el suelo
correctamente protegiéndolo de la erosión para la siembra de
tubérculos y de granos.

Dentro de las prácticas agrícolas anteriores a la conquista,


cabe señalar dos sistemas de cultivo que han perdurado hasta
nuestros días en las prácticas campesinas latinoamericanas:
se trata de la milpa y del conuco.
La milpa, característica de Mesoamérica, asocia la roza y
quema como forma de preparación de los suelos con el
policultivo combinado del maíz, frijoles y de frutos y
hortalizas en la rotación de los campos de cultivo. La milpa
puede ser hecha en terrenos dependientes de las lluvias o con
sistemas de riego. Es posible que en su origen, la milpa haya
estado asociada al empleo itinerante de los suelos, situación
que debió modificarse con la introducción posterior de
métodos de riego.

El conuco es una práctica agrícola más característica de las


regiones tropicales bajas de América del Sur, desde los
tiempos precolombinos hasta hoy. Implica también la
preparación de los suelos mediante roza y quema, el uso
itinerante de los suelos y el cultivo predominantes de plantas
como la yuca, intercalada con otros cultivos como el ñame,
la batata, el maíz, los frijoles, las auyamas y los tomates, así
como de frutos de maduración corta como la papaya.

Tanto la milpa como el conuco, nos indica Mario Sanoja 14,


son prácticas agrícolas de policultivo, pero difieren
básicamente en que el conuco presenta en general mayor
diversidad de plantas cultivadas. Como la actividad
productiva principal del conuco estaba localizada en el
cultivo de la yuca, cuya demanda de nutrientes del suelo es
baja, el agotamiento de éste es menor por temporada de
cultivo que en el caso de maíz. Por otra parte, la erosión de
los suelos tiende en general a minimizarse en el caso de
conuco, debido a una mayor preservación de la vegetación
primaria. Dado que la orientación fundamental de la milpa es
14
Mario Sanoja, op., pp a. 39
hacia el cultivo de maíz y otros granos que requieren gran
cantidad de nutrientes del suelo y que provoca una mayor
destrucción de la vegetación primaria, en el cultivo de la
milpa la velocidad de agotamiento del suelo es mayor que en
el caso del conuco. Debido a las características
mencionadas, el cultivo del maíz y de los granos en general
tendió a ser más expansivo en la época prehispánica, incluso
en aquellas áreas donde la obtención de proteínas era difícil
por la ausencia de una fauna importante, como es el caso de
muchas regiones de los Andes sudamericanos.

El control vertical del medio ecológico de los Andes

El hombre andino prehispánico se caracterizó por desarrollar


una tecnología agrícola ( en el sentido amplio del término)
que le permitió aprovechar al máximo la diversidad
ecológica de su medio y disminuir los riesgos de una
naturaleza extraordinarimente difícil.15

En efecto, además de domesticar una veintena de especies


autóctonas, logró importantes adelantos al establecer una
agricultura próspera, especialmente en Bolivia y Perú, bajo
condiciones naturales muy desfavorables. Las dificultades de
su medio eran enormes puesto que:

1) El período de crecimiento de las especies cultivadas en los


Andes era de seis a ocho meses y estaba limitado por las

15
Ver Pierre Morlon, Benjamin Orlove y Alberic Hibon. Tecnologias Agrícolas Tradicionales en los Andes
centrales: Perspectivas para el Desarrollo. COFIDE/PNUD/UNESCO, Lima 1982.
heladas, teniendo en consecuencia la producción agrícola
que acomodarse a estas condiciones.
2) Las precipitaciones eran muy irregulares. Podía haber
años de inundaciones, seguidos de años de sequías.
3) La topografía era muy desfavorable y obligaba a cultivar
pendientes escarpadas. Asimismo hacía muy difícil el
transporte de los productos obtenidos.
4) Los suelos eran generalmente pobres.
5) El hombre andino antes de la conquista no contó con
animales de tiro ni con vehículos de carga. La domesticación
de auquénidos le proporcionó bestias de carga muy
deficientes.

A todas estas dificultades, los agricultores prehispánicos les


hicieron frente desarrollando instrumentos de trabajo
apropiados como la taclla, utilizando el riego y fertilizantes,
desarrollando métodos adaptados al medio ambiente para
conservar sus alimentos y sobre todo, realizando el control
vertical de un máximo de pisos ecológicos.

Como señala Murra en un artículo citado por Morlon,16

“...el universo andino fue concebido por sus habitantes


como un conjunto de estratos ordenados verticalmente, uno
encima del otro, formando una macro-adaptación, un sistema
de relaciones ecológicas netamente andinas. Al ascender a
alturas más elevadas, los habitantes tenían que enfrentarse
con continuos cambios de clima, de la fauna y de la flora. A
lo largo de la cordillera, las aldeas y etnias siempre habían
procurado controlar el mayor número posibles de
16
Pierre Morlon et. Al. p. 15
microclimas. Las regiones a las cuales no era posible llegar
en una jornada de camino, o mediante migraciones
estacionales, fueron pobladas por gupos de colonos
permanentes, dedicados al pastoreo, a recoger sal o guano,
así como al cultivo de la coca, el maíz o el ají.”

El acceso a distintos pisos ecológicos con diversidad de


condiciones permitía, pues, diversificar y combinar
diferentes tipos de producciones (pastoreo de auquénidos y
cultivo de tubérculos a mayores altitudes; cultivo del maíz,
de la quinoa y de otros productos, como las calabazas, el ají,
el algodón, a medianas y bajas altitudes; cultivos tropicales
en las partes selváticas).

Este control vertical permitía también disminuir los riesgos


de una naturaleza extremadamente variable, imprevisible y
riesgosa en la que podían alternarse todo tipo de situaciones
(sequías o inundaciones, heladas, granizadas, erosión y
deslizamientos de terrenos). Como una forma de evitar
efectos de dichos riesgos los amerindios andinos recurrieron
a un conjunto complementario de tecnologías como las
siguientes:

1) Almacenamiento de los excedentes de los años de


buenas cosechas para los años malos. Esto condujo a
desarrollar técnicas de conservación de alimentos
deshidratados aprovechando los mismos factores que
destruyen las cosechas, es decir, la sequedad del aire
y las heladas nocturnas, condiciones necesarias para
transformar los tubérculos en chuño.
2) Construcción de almacenes que permitían conservar
las reservas por varios años.
3) Intercambio de productos provenientes de otras zonas
y no afectados por las calamidades, en el cual el
ganado y sus subproductos, como la lana
desempeñaban un papel esencial.
4) Diversificación de los riesgos entre varias especies
dentro de una chacra. De este modo, desarrollaron
una gran riqueza en las formas de cultivos asociados
que permitían controlar el avance de las
enfermedades, proteger a las plantas contra las
invasiones del ganado y contra los daños climáticos.
5) Dispersión en un amplio espacio de las parcelas
cultivadas con diferentes situaciones ecológicas, para
que todas ellas no fueran alcanzadas simultáneamente
por un posible fenómeno localizado ( como, por
ejemplo, las heladas o una granizada)

Este control vertical de distintos pisos ecológicos constituyó


otro elemento esencial de los sistemas agrícolas anteriores a
la conquista.

3. LA GRAN DIVERSIDAD DE LAS AGRICULTURAS


DE LA AMERICA PREHISPANICA.

En la América precolombina se encontraban, al momento de


la llegada de los europeos, numerosos tipos de agriculturas y
sistemas agrarios, desde algunos muy elementales realizados
por grupos indígenas que vivían en gran parte aún de la
pesca, de la caza y de la recolección de productos, hasta
otros mucho más desarrollados. En la cima de estos últimos,
por su nivel de complejidad y de tecnología, se encontraban
los sistemas agrícolas de las comunidades andinas de
América del Sur, dominados en el momento de la conquista
por el Imperio Inca, y los sistemas agrarios de los pueblos de
la meseta central de México, dominados por el Imperio
Azteca.

Haciendo un resumen muy sintético de distintas situaciones,


se puede decir que en el nivel de menor desarrollo agrícola
se encontraban numerosas etnias que vivían casi sin
agricultura. Es el caso, por ejemplo, de los indios nómades
de las pampas de América del Sur, como los Charrúas del
actual Uruguay, que vivían de la caza, y los Sioux de
Norteamérica, que vivían cazando bisontes a los que seguían
en sus migraciones. En las Antillas, un factor fundamental de
ocupación del territorio desde 3000 a.c. fue la existencia en
sus costas de zonas de manglares. Sus estuarios eran una
región ecológica muy rica en proteínas animales, lo que
facilitó su ocupación temprana. Las raíces de los manglares y
las aguas salobres que las rodeaban permitían la existencia
de numerosos peces y crustáceos. La cima de los árboles
cobijaba los nidos de innumerables pájaros, lo que a pesar
del aspecto inhóspito de los manglares constituía un lugar
ideal para obtener proteínas todo el año.

Paralelamente a la existencia de estos grupos humanos sin


producción agrícola, había muchos otros que hacían una
agricultura muy elemental en la que la mayor parte de los
cultivos quedaban en manos de las mujeres, mientras los
hombres se ocupaban de la guerra, la caza y la pesca. Es el
caso, por ejemplo, de las tribus que vivían en las regiones
boscosas de Norteamérica, como los Algonquinos y los
Iroquíes, en que mientras los hombres cazaban, las mujeres
se ocupaban del maíz, las calabazas y los frijoles y, al mismo
tiempo, recolectaban frutos silvestres de la floresta.

En la cuenca amazónica estaban establecidas tribus


pertenecientes a tres grandes grupos étnicos: los Arawak, los
Caribes y los Tupi-guarníes. Estos pueblos habían logrado
transformar algunas plantas silvestres en plantas de cultivo,
logrando así asegurar su subsistencia durante todo el año. A
los frutos silvestres, como los cocos, se añadieron entonces
la yuca o mandioca, el maíz, los frijoles, el maní, el tabaco,
el boniato, el ñame, la calabaza, la pimienta, el algodón y la
hierba mate. Todos los productos alimenticios de origen
agrícola eran enriquecidos con proteínas provenientes de la
caza y de la pesca.17

En la hoya del Orinoco vivían innumerables etnias: Saliva,


Arawak, Otomacos, Guahibos, Atures, Yoruros. Además de
realizar cultivos similares a los indios amazónicos, tenían
entre ellos innumerables intercambios facilitados por ríos
navegables. Los productos intercambiados eran alimentos de
origen animal (aceites, carne y huevos de tortuga, pescado,
carne de manatí) o de origen vegetal (aceites y miel), así
como la sal y productos artesanales.

Los Araucanos, que vivían en el sur de Chile y en la


Patagonia, eran agricultores y ganaderos incipientes, que
Ver Mariano A. Aguirre, “América antes del descubrimiento” en Historia de América Latina, Vol II,
17

Editorial Hernández, Madrid, 1978, p.80.


habían abandonado la vida nómade en época relativamente
reciente. Dentro de su economía, la caza y la recolección
seguían teniendo importancia fundamental, siendo la
agricultura y la ganadería tareas subsidiarias. Cultivaban el
maíz, papas, habas, ají, fresas y varias especies como el
maqui, la quinoa y la yuca, algunas de ellas desaparecidas.
Recolectaban además no menos de setenta especies entre
semillas, tallos y raíces. Poseían pequeños rebaños de llamas
que les brindaban lana, cueros y carne. Cazaban guanacos,
huemules, pumas y zorros empleando arcos y flechas y
algunas aves mediante trampas y hondas. Los que residían
en la costa se dedicaban a la pesca, utilizando arpones,
anzuelos y redes. Los trabajos agrarios eran efectuados por
las mujeres, salvo las faenas más duras, como desbrozar un
campo, en que colaboraban los hombres. También existía la
costumbre del mingaco o trabajo comunal, para la roturación
de la tierra y la siembra, así como para la cosecha. Los
instrumentos utilizados para labrar eran una especie de palo
de madera y un palo terminado en tres puntas, al que se le
colocaba en la parte superior una piedra horadada para
obtener mayor presión al abrir los hoyos para la siembra.18

En el territorio actual de Venezuela, según el etnólogo


Miguel Acosta Saignes,19 existían cinco regiones con
situaciones diferentes. Una de agricultura avanzada en los
Andes, una de agricultura media en la costa, otra de débil
desarrollo que era la agricultura itinerante de los indios
caribes en el Orinoco, y dos regiones en la que los indígenas
18
Sergio Villalobos.Historia del Pueblo Chileno, vol. 1, Zig-Zag, Santiago, Chile, 1983, p. 72 y Tom D.
Dillehay, Araucania: pasado y presente. Editorial Andrés Bello, Santiago, Chile, 1990.
19
Miguel Acosta Saignes, Esquema de las Areas Culturales de Venezuela, en el área cultural prehispánica de
los Andes, Univerisidad Central de Venezuela. Caracas, 1952, p.4
vivían fundamentalmente de la recolección, la caza y la
pesca, una situada en la Guajira y la otra en las llanuras del
norte de Orinoco.

Los dos cultivos más importantes eran el maíz y la yuca,


cuya producción permitía diferenciar el espacio venezolano
en tres regiones fundamentales, según fuera el cultivo
dominante: la zona del cultivo de la yuca, que constituía la
base de la alimentación de las comunidades indígenas de la
Guayana de la Amazonia, al sur del Orinoco; la región de la
costa en que predominaba el maíz y la yuca, y la región
andina - específicamente, las regiones bajas de los Andes-
donde se cultivaba la yuca dulce y otros tubérculos como la
papa.

Además cultivaban otros productos cuya importancia variaba


según las regiones: la batata dulce, los frijoles y numerosos
frutos.

En el Ecuador, según el antropólogo Emmanuel Faurox, 20 se


podían distinguir cuatro grandes modos de producción.

Un modo de producción litoral, que dominaba la costa del


Pacífico. Se caracterizaba por la integración, bajo el control
riguroso de un poder teocrático, de actividades diversas: la
pesca y la recolección de crustáceos marinos, el comercio
marítimo a grandes distancias, una agricultura relativamente
sofisticada en que se disponía de sistemas de
almacenamiento de aguas en gran escala para los cultivos de
estación seca (las albarradas que eran los sistemas de
20
Ver Emmanuel Fauroux, Antropologie de l´Equatteur Rural, Orstom, París, 1987.
almacenamiento de los cuales aún se encuentran trazas en la
actualidad), una artesanía refinada y actividades predatorias
diversas (caza, pesca en ríos, recolección de productos
forestales).

Un modo de producción agrícola-fluvial, con bases


económicas más precarias y menos diversificadas. Se hacía
una agricultura de roza y quema semi-intinerante, la que
obligaba a los grupos de población a movimientos
migratorios largos siguiendo la corriente de los ríos
principales. En ciertas zonas privilegiadas, se establecían
asentamientos fijos que utilizaban un sistema de camellones
para cultivar zonas fértiles bajas, generalmente inundadas en
época de lluvias.

Un modo de producción andino en tierras agrícolas de altura


( entre dos y tres mil metros), bien delimitadas y estables,
que se transmitía de generación a generación entre las
comunidades. Estas comunidades usaban medios ecológicos
cercanos en el espacio pero muy contrastados por la
diferencia de altitud (valles subtropicales, terrenos de altura,
páramos). En estos medios se aplicaban los principios de
micro-verticalidad (pequeños lotes de cultivos, vecinos los
unos a los otros, y que se extendían a diferentes altitudes) y
de archipiélago vertical (los diversos terrenos cultivados
pueden estar separados por grandes distancias y para su
aprovechamiento, se desplazan grupos de colonos
provenientes de la comunidad principal).

Finalmente existía un modo de producción selvático,


caracterizado por la existencia de pequeños grupos de
cazadores-recolectores que eran agricultores muy marginales
que vivían de los bosques y de los principales ríos. Estos
grupos eran poco numerosos y débilmente estructurados.

Estos cuatros modos de producción estaban, por otra parte,


fuertemente articulados entre ellos. Algunos grupos que
vivían en las tierras bajas hablaban lenguas muy parecidas a
los grupos de la tierras altas. Otros, diferenciados por su
cultura y por el medio ecológico en que vivían, poseían
estructuras sociales similares.

Todos ellos estaban además unidos por sistemas de


intercambio que alcanzaban grandes distancias. Esto
permitía que productos amazónicos como las plumas de
papagayo, los ornamentos, el ají, el achiote (colorante),
llegaran hasta la costa y que productos del litoral (hachas de
cobre, mullu [molusco marino usado para las ceremonias],
pescado seco) llegaran hasta tierras altas e incluso hasta la
selva.

Dentro de esta gran diversidad de agriculturas que


caracterizaban la América precolombina al momento de la
llegada de los conquistadores, nos detendremos con mayor
detalle en el análisis de los tres casos que alcanzaron mayor
desarrollo: uno de agricultura de roza y quema y dos de
agriculturas de altura con gran nivel tecnológico. Se trata de
la agricultura de los mayas, de la agricultura de las
comunidades andinas dominadas posteriormente por los
incas, y de la agricultura de los pueblos de la meseta
mexicana dominados al momento de la conquista española
por los aztecas.

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