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Los arboles constituyen uno de los recursos más importantes de la naturaleza. Cuidarlos y
protegerlos debe ser tarea de todos, pero son muchas las personas que día a día los
destruyen mediante la tala indiscriminada. La tala de árboles es el proceso mediante el cual
se trozan los árboles, induciendo así a la deforestación y – consecuentemente – a daños al
medio ambiente y a la diversidad, pues los árboles aportan incontables beneficios para los
ecosistemas y proveen al ser humano el oxígeno vital para la vida.
La tala de árboles conlleva a la destrucción de los bosques, lo cual constituye una de las
grandes calamidades del globo terráqueo. Es un problema para la “salud” del mundo y aunque
las acciones emprendidas para aplacarla han logrado discretos resultados, no se consigue
modificar la propensión de esta negativa actividad. La catástrofe ambiental ocasionada por la
tala induce a pérdidas ambientales inapreciables y, en ocasiones, con una improbable
posibilidad de reparación o recuperación.
Más que de tala de árboles se debe hablar de bosques, ecosistemas y todo lo que en sí
perturba, porque es la única forma de entender que la tala sin control es un atentado ecológico
que no sólo afecta a un área en específico, sino a todo el planeta. En especial, porque es una
práctica que se ejerce globalmente, con perjuicios a más de 10 millones de hectáreas de
bosques.
Si bien las actividades mencionadas son promovidas por el hombre, es de hacer notar que los
incendios y las plagas, también intervienen para que los árboles mueran o se sequen.
CONSECUENCIAS
Es de gran valor destacar las consecuencias de la tala de árboles porque, como hemos
dicho, es un problema que de una u otra forma afecta a todo ser viviente. Las más recurrentes
son: erosión de los suelos, rotura de la cadena alimenticia en el ecosistema, cambios
climáticos, escasez de las lluvias y efecto invernadero. De igual modo la pérdida de
biodiversidad se correlaciona ordinariamente con la tala de árboles.
La tala de árboles representa la muerte de los mismos y es un daño trágico cuando toca
bosques centenarios. Como si fuera poco, la tala indiscriminada destruye los grandes
depósitos naturales de carbono que eliminan el CO2 del ambiente y purifican el aire.
Se dice que los bosques son el pulmón del planeta, y protegen una biodiversidad nativa,
por lo que su eliminación provoca la desaparición de variedades que se encuentran en peligro
de extinción. Al mismo tiempo, las localidades ven evaporados sus recursos para sobrevivir.
El caso europeo llama la atención. Su área selvática aumentó, poseyendo en 2016 un tercio
más que hace un siglo atrás. Lo mismo se ha producido en Cuba, con un incremento de casi
30% en las últimas décadas, y en Rusia donde las áreas boscosas se han ampliado desde
1961.
En los países subdesarrollados los bosques se reducen anualmente, mientras que en los
industrializados se reconquistan, transformándose en bosques de atractivo turístico y
recreacional.
En las naciones más desarrolladas se producen otros ataques, entre ellos la lluvia ácida,
la cual complica la conservación de los bosques. Sin embargo, se busca controlar esta
situación a través de la solicitud de ciertos requisitos para el uso de combustibles, y la
limitación en la aplicación de altos contenidos de azufre.
La tala de árboles de la pluviselva tropical ha recibido una mayor vigilancia que los bosques
secos tropicales, los cuales se están perdiendo por la implementación de técnicas para su
adecuación como tierras de cultivo.