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2. Problemas inesperados
Me sonrió amablemente.
- Si señor – dijo.
***
***
- Si señor…
Estaba confundida.
***
Dudó un poco.
Me veía furiosa.
***
Lo mire incrédulo.
***
- Bien. Colgué.
Lo mire sorprendida.
No tenía fiebre aún, solo sudaba frío pero esa no era buena
señal.
Asentí.
Sonó mi celular.
Me sentí apenada.
Sentí su mirada sombría sobre mí, estoy sin habla, tal vez
no debí entrometerme no puedo evitar sentirme culpable.
***
- Todo bien por acá tengo todo bajo control – dijo con
entusiasmo – oye Selin me comentó que la terminaste, se
fue llorando, pero dijo que necesitaba hablar contigo de
algo muy importante ¿no estará embarazada verdad?
- Yo te llamó.
- ok.
Colgué.
- Sube.
Me guiño el ojo.
- Dime.
***
***
Ella entró.
Me limite a sonreírle.
***
***
Suspire hondo.
Él dejo de reírse.
***
Toque la puerta.
¡Trágame tierra!
- Pase – ordena.
***
***
***
***
- No lo sé – musité.
Imaginé como si su mandíbula se tensará puesto que hubo
algunos segundos de silencio del otro lado del teléfono, “se
esta conteniendo para no enfadarse” pensé.
De pronto se me ocurrió.
- ¿Por que no se vienen a vivir aquí mientras? - pregunté
emocionada con la idea. Sería estupendo tener a mi mejor
amiga – cuñada y a mi hermano viviendo conmigo.
- Claro que si, incluso nos tendrás aquí todos los fines de
semana, Marion te adora, eres su mejor amiga – dijo
entusiasmado.
- Esta bien, yo los apoyaré siempre en todo lo que decidan
hacer por que su amor es el más puro que he conocido –
dije con una sonrisa sincera.
El asintió complacido.
- Enseguida.
La mesera se retiró.
Por eso es que tuve que hacer lo que por nadie nunca había
hecho, rogar, casi le estaba rogando por que regresará, si
no lo hacia la cosa se iba a poner mal para mí. No podía
permitir eso, ya tenía suficientes problemas que atender
como para uno más.
- Te lo prometo.
Me sentí mal por él, tal vez tenía problemas mucho más
grandes que los míos.
***
Asentí alegre.
- ¿Un vestido?
Le sonreí cariñosamente.
Aparqué en el lugar más cercano a la casa de mis padrinos
que pude, como no, si estaba llegando más tarde de lo que
había planeado. La casa de mis padrinos era muy grande,
mientras caminaba a la puerta principal podía ver entre la
oscuridad de la noche las luces que emanaban de la fiesta
en el patio trasero, también se escuchaba la música.
Le sonreí malévola.
Me dolía la cabeza.
- Hija ¡Despertaste! - exclamó mi padre tomando mi mano
con fuerza, observé que tenía conectadas unas delgadas
mangueras de medicamento a mi mano.
Colgó.
Me decidí a no llamar.
***
Me sonrió sarcástico.
Podría ser cruel, pero era la verdad, era mejor poner las
cosas en claro y no crear malos entendidos.
Pensé en todo lo que paso los últimos días por una parte
era verdad, no podía quedarme aquí encerrado toda la vida
culpándome de un crimen que yo no cometí, y aun así no
tenía la certeza de que mi padre lo hubiera hecho puesto
que él se mantenía firme en que no había sido el causante
de ese accidente.
- Ya casi no – musité.
Asentí apenada.
Asentí apenada.
Estaba casi seguro que Sara jamás aceptaría salir con Erik,
primero porque no creo que sea su tipo, en segundo se lo
prohibí y en tercero era yo quien debería de gustarle no él.
***
Se puso de pie.
- La perdí – susurré.
Suspiré derrotado.
***
***
- Vine por ti- tomo mi rostro con suavidad entre sus manos.
Notó que ésta es una conversación difícil para él, tal vez
porque está abriendo su corazón conmigo.
Tragó saliva.
El asintió lentamente.
Se fue.
Descartado.
Sonreí apenada.
- Me despidieron hace dos semanas – hice una mueca de
disgusto – lo bueno es que me entregaron mi carta firmada
de las prácticas – le expliqué – lo que pasa que tuve un
“problemita” con mi jefe.
- Lo siento.
El señor Ernesto era una ruleta rusa para mí con todo y sus
cambios de humor, a veces estaba feliz, después enojado,
luego divertido, después hecho una furia… y así
sucesivamente.
Suspiro profundo.
No podía ver la cara de ella pues tenía que fingir para que
no nos descubriera.
Sonrió.
Suspire de alivio.
- ¿Qué? ¡Claro que no! - traté por todos los medios de alzar
la voz, pero fue imposible.
Suspiré aliviada.
***
Entrecerré la mirada.
-No te pido que regreses con él, sólo que hablen, no quiero
verlo triste, él no tuvo la culpa de tu accidente - chilló, se
llevó las manos a la cara limpiando las lágrimas que salían
por sus ojos - es mi hermano - dijo con la voz entrecortada.
-Ciro yo…
Sonrió satisfecho.
***
- Gracias - dijo una vez más tomando mis manos entre las
suyas, me alegraba saber que todo lo que estaba haciendo
por ella tenía un efecto positivo, cada vez la sentía más
cerca.
El negó.
- Está bien, que tengo que hacer - dijo poniendo los ojos en
blanco.
- Me encantaría.
- Si demasiado.
de total complacencia.
- Y bien, ¿cuál es tu respuesta? - preguntó clavando su
mirada en la mía.
Beso una última vez los dedos con los que lo acariciaba
para dirigirlos hasta su pene erecto.
***
Asentí desanimada.
***
***
- Mucho gusto señora soy Sara Cortés - dije con voz amable
y poniendo mi mejor sonrisa.
***
- ¡Me lastimas Ernesto, suéltame! - gritó Selín, me contuve
con todas mis fuerzas para no aventarla contra el sofá del
despacho de mi padre.
***
Él apretó la quijada.
Él suspiró vencido.
¿Podría?
- Te quiero.
- Hola - contesté.
- Gracias, te quiero.
¿Ahora qué haría con la cena que había preparado? Tal vez
este era buen momento para hablar con Ciro sobre mi
relación con Ernesto.
Me quedé callada.
Ernesto dejó de juguetear con mi oído cuando interpretó la
razón de mi silencio.
- Marisol - le respondí.
- Ajá, ella.
***
Sonreí complacida.
Sonrío nervioso.
- Gracias Señora, usted es muy hermosa, ahora entiendo de
donde lo heredó su hija.
Me beso en el cabello.
Toqué la puerta.
Asentí.
***
El me veía fijamente.
- No - susurró.
***
Lo vi con desdén.
- Sara te quiere a ti, lo sé - hizo una pausa – lo que ellos
alguna vez tuvieron ya estaba muerto desde mucho tiempo
antes de que ustedes se conocieran.
- Ya verás - sonrió.
***
Quería dormir fresca, así que decidí tomar una ducha antes
de dormir. Cuando salí del baño vi a Ernesto recostado en
mi cama, tenía el cabello húmedo, Lo más seguro es que
también se hubiera duchado.
Fruncí el ceño.
- ¿Y Marion?
Le fruncí el ceño.
***
***
- Te quiero.
- Te quiero más.
***
Él me veía divertido.
Él frunció el ceño.
- Iba a esperar a que fuera una sorpresa, pero tal vez esto te
ponga más feliz – dijo de pronto.
- Tal vez por que pasa más tiempo aquí que en su casa - río
burlón.
Miré el reloj por milésima vez, eran las diez. Esperaba que
el maquillaje y peinado no demorarán demasiado tiempo.
Sonreí complacida.
- Gracias hermano.
***
Fruncí el ceño.
Ella tapó su rostro con las manos, cuando las quito el rubor
de sus mejillas se había incrementado.
***
Se marchó.
***
***
- ¡Pase! - le ordené.
- ¿Qué? - le pregunté.
***
Yo asentí.
Álvaro Duarte.”
- Permíteme – dijo.
Lo mire confundida.
- Te escuchó - asintió.
***
- Te quiero hermano.
- Te quiero más.
***
- Mi niña Sari, veras que una vez que estemos en casa, todo
pasara, el tiempo cura todas las heridas – quizá, pero,
aunque pasará el tiempo yo lo seguiría amando. Ernesto
había entrado a un lugar en mi corazón que era
irremplazable.
- Diga - contesté.
- ¿Dónde?
Me acarició la mejilla.
***
Cuando entré al despacho de los Cazares lo primero que vi,
fue a él. De pie frente a mí. Sus padres sentados en un
sillón.
No entendía nada.
- Me enteré hace unos días, cuando abrí una carta que llegó
a mi departamento el día de la ceremonia de graduación,
¿cómo querías que te explicará si no me permitías verte? ¡Si
hubieras estado a mi lado, tal vez yo estuviera aquí
ofreciéndote mi hombro para que fueras fuerte a la realidad
que ahora tendrás que enfrentar solo! - reclamé con mis
mejillas ya calientes de la ira, estaba descargando
todas las emociones reprimidas generadas por su
abandono.
- Ah es que tu sí - me recriminó.
(…)
***
Mi padre sonrío.
Asentí tranquilo.
Me puse de pie.
(…)
Lo miré inquisitivo.
El interfón sonó.
- Si Leyla - exclamé.
- ¡Pase!
- Los dejo solos para que le expliques que tiene que hacer,
Sara.
El sonrío burlesco.
Inhale aire.
Colgué.
***
***
Era la víspera de año nuevo, todos en casa estábamos
vueltos locos ya que por motivo de que en unos días
regresaríamos a la capital mi madre decidió organizar una
mega cena. Asistirían Marisol y su familia, la familia de
Ernesto, familiares y amigos cercanos a nuestra familia.
- Esta bien.
- Aún no.
__________ღ ღ ღ_________
- Si claro.
***
Ernesto asintió.
- Te amo - susurró.
- Te amo - susurré.
Y fue así como aquel hombre que un día conocí con el alma
rota, logró sanar sus heridas.
Fin