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Sara era una estudiante de último año de Universidad, quién

por protocolo debe realizar sus prácticas profesionales en


una empresa durante cuatro meses. Ella estudia Ingeniería
en Mecatrónica, una carrera que en los últimos años ha
tenido gran demanda por el asentamiento de un gran
número de fábricas en la zona.

Ella se encontraba en la oficina de vinculación estudiantil


de su instituto, ansiosa por saber si su solicitud fue
aceptada, esperaba en un pasillo angosto, sentada frente al
pequeño escritorio de la secretaria, quién con una gran
torpeza buscaba entre la gran pila de documentos de
solicitudes de otros estudiantes.

La secretaria de vinculación era una señora que a simple


vista parecía muy amable, con cabello corto, chino y negro,
una piel blanca, pero con las mejillas rosadas por la
preocupación de haber perdido el documento que la
jovencita frente a ella, desde hace rato le había solicitado.

- Disculpe, ¿necesita ayuda? - Preguntó Sara un poco


desesperada puesto que ya eran cerca de las cuatro de la
tarde y aun no comía, tenía demasiada hambre.

- No, claro que no… Tartamudeó la secretaria ya un poco


desesperada.

- ¡Aquí esta! - Exclamó, como quien se hubiera ganado un


trofeo – Discúlpame la tardanza, lo que pasa que en estas
fechas todos los estudiantes vienen a dejar sus solicitudes
por lo que tengo muchísimo trabajo en los últimos días,
pero aquí está – entregando el documento en las manos de
Sara – en el documento viene toda la información que
necesitas para poder empezar tus prácticas en la empresa
que solicitaste.
- Muchas gracias. - Dijo ella dedicándole una sonrisa.

Sara salió rápidamente de la oficina de vinculación.


Mientras caminaba pensaba en que ya sólo le faltaba el
requisito de sus prácticas profesionales para terminar su
carrera universitaria, fue muy difícil el proceso para que la
aceptarán en la empresa que había escogido puesto que es
una de las empresas más importantes de la ciudad, miles
de estudiantes envían solicitud, pero sólo unos cuantos son
aceptados, ella lo sabía y se sentía orgullosa por ello.

- ¡Sari! - Se acercaba un joven corriendo a lo lejos desde


otra oficina del Instituto.

- ¡Hola Daniel! ¿Cómo estás? - Dijo Sara un poco divertida al


ver que el joven junto a ella se agachaba un poco para
tomar aire y recomponer su postura.

Daniel era compañero de clases de Sara y su mejor amigo


en el Instituto. Era un chico alto, de muy buen ver, cabellos
castaños despeinados, cejas pobladas, piel aperlada, labios
delgados que dibujaban casi todo el tiempo una gran
sonrisa pues siempre que se encontraba con Sara estaba
de buen humor, además tenía un cuerpo atlético por el
hecho de estar en el equipo de fut bol americano del
Instituto.

Al principio cuando Sara ingresó a la universidad hubo un


tiempo en el que ella sentía una especie de atracción por él,
sin embargo, había un pasado de ella que siempre le
recordaba hechos en su vida que le hacían añicos su
corazón y cada vez que se fijaba en un chico, terminaba por
convencerse de que aún no podía estar con alguien hasta
que su dolido corazón sanará, para ella siempre fue mejor
estar sola, los últimos cuatro años.
- Señorita Cortés, permítame acompañarla hasta su auto –
Dijo Daniel de manera muy entusiasta abriendo los ojos y
proyectando un brillo en ellos, pareciendo un perrito que
suplica por su premio.

- Esta bien, vamos.

Durante la caminata de las oficinas al estacionamiento


Daniel observaba a Sara detalladamente, ella era muy bella,
llevaba el cabello recogido por un lado con un pequeño
broche mientras lo demás caía como una cascada sobre su
espalda, Sara tenía su cabello negro como la noche, su piel
era clara, sus facciones tan delicadas, mientras que su
silueta era delgada pero no delgada flacucha sino más bien
un poco atlética puesto que sabía que un tiempo se dedicó
a hacer deporte. Llevaba puestos unos jeans con botas y
una blusa a tres cuartos azul rey.

- ¿Qué me vez? - Le espetó Sara con cara de curiosidad.

- Eh… no nada, divago ya sabes, se me va el avión a veces –


Dijo Daniel dirigiendo su vista a otro lado.

- Es porque siempre andas en las nubes – Dijo Sara


soltando una risa un tanto maliciosa.

Los dos rieron.

- Vamos te llevo a tu casa, Dani – Se apresuró Sara a


decirle a Daniel cuando llegaron hasta donde estaba su
auto.

Sara no era una estudiante cualquiera, si era la más


inteligente de su clase y el hecho de que la aceptarán para
realizar sus prácticas en una de las empresas más
prestigiosas de la ciudad la cuál pertenecía al grupo de
Industrias Cazares era gracias a todo el empeño que había
puesto en obtener las mejores notas durante los últimos
cuatro años, ella quería que sus padres se sintieran
orgullosos de la persona en la que se estaba convirtiendo,
ella quería vivir su vida, su propio camino. Este sentimiento
siempre la acechaba y le devolvía recuerdos con
melancolía. El padre de Sara era un exitoso empresario que
si bien vivía en una ciudad tan pequeña que fácil se podía
confundir con un pueblo supo tomar partido de las
circunstancias abriendo una fábrica textil a la cual estaba
pasando por su mejor racha en esos momentos, unos años
más tarde después de casarse, su madre, abrió una
pequeña fábrica de dulces típicos de Montenegro (así se
llamaba la ciudad donde vivían). Estos hechos hacían que
la madre de Sara sintiera que ningún hombre en la pequeña
ciudad era merecedor de casarse con su hija, fue por ello
que la alentó en un principio a que estudiará en la capital
del estado.

Después de dejar a Daniel, Sara condujo directo a su casa.


Miro el reloj, eran cerca de las seis de la tarde y ella aún no
comía, paso una mano por su barriga, ya tenía demasiada
hambre.

- ¿Ciro estás en casa? - gritó tan pronto como abrió la


puerta.

- ¡Si, estoy en la cocina! - Escuchó su voz.

- Espero me hayan comprado algo de comida, tengo


demasiada hambre – Dijo al ver que sobre la barra había
varios platillos de comida oriental servidos.

- Claro que si, como me olvidaría de traerle comida a mi


hermana favorita- Dijo Ciro dibujando una gran sonrisa
divertida mientras se acercaba a Sara para abrazarla.
- ¡Cállate! ¡Soy tu favorita porque soy tu única hermana!

- Que carácter Sari – dijo una voz conocida que se


aproximaba a sus espaldas. Era Marion la novia de su
hermano y su mejor amiga.

- Olvídenlo, adivinen que… ya tengo la aprobación de


Industrias Cazares para hacer mis prácticas profesionales y
empiezo el lunes – Dijo con gran entusiasmo.

- ¡Muchas felicidades amiga! ¡Yeiii! Soy la más feliz por ti. -


Dijo Marion mientras la abrazaba de forma asfixiante pero
sus abrazos en realidad se sentían tan bien, puesto que
eran de los más sinceros que recibía.

Después de tener todo listo en la mesa, los tres se


dispusieron a cenar. Sara se sentía muy feliz de poder
compartir momentos tan importantes en su vida con las
personas más especiales para ella, con su hermano mayor
al que amaba con toda su vida y con su mejor amiga (y
cuñada).

Los tres se conocían desde que nacieron, debido a que sus


padres eran amigos de juventud. Uno de los sueños de sus
padres era que Marion y Ciro algún día se casarán al igual
que ella y Diego, sin embargo, lo último ya no se podía
concretar.

- ¿Cómo esta Diego? - Dudó un poco antes de preguntar.

- Presentará su examen para Maestría en la UNAM en unos


meses, ha andado algo ansioso, pero todo bien, casi no he
hablado con él los últimos días – Tratando de no dar
demasiados detalles cerró el tema.

Ciro quien se había sentado frente a ella en la mesa le


dirigió una mirada, que Sara interpretó como si fuera de
lastima, en realidad Ciro se contuvo para decirle alguna
frase de ánimo, pero en el tema de “Diego” era mejor, no
entrometerse demasiado.

Sara suspiro largo y profundo mientras exclamó – He


terminado, subiré a mi habitación, necesito descansar, nos
vemos hasta mañana.

Se acerco a ambos mientras los besaba en la frente con


gran cariño y dulzura, ellos complacidos se despidieron con
un “buenas noches”.

Sara se dejó caer exhausta en la cama, sus pensamientos


viajaban preguntándose si Diego y ella no hubieran
terminado tal vez serían así de felices como su hermano y
Marion, o mínimo ella sería así de feliz, pero el destino
siempre se había aferrado a mantenerlos alejados. Recordó
la última vez que terminaron, antes habían terminado varias
veces, pero regresaban, pero la última vez fue la definitiva,
ella sintió que le arrancaban un pedazo de su alma y
corazón, lloró por meses, se negaba a la idea….

De pronto se vio interrumpida en sus pensamientos con el


ruido de su celular que no dejaba de sonar.

- Señorita Sara Cortés… - Se escuchó una voz del otro lado.

- Si soy yo - Asintió tratando de recomponer su voz.

- Le llamo en representación de Industrias Cazares,


necesitamos que se presente el día de mañana a trabajar.

- Pero en el documento de la escuela dice que me tengo


que presentar el día lunes, no mañana – Dijo Sara
recordando que apenas era miércoles.
- Si lo sé, pero mi jefe me pidió que la llamara, sé que es
anticipado, pero podría empezar a trabajar el día de
mañana…. Por favor – la voz se escuchaba un tanto
suplicante.

- Si claro, no hay problema.

- Muy bien hay un transporte, si gusta le puedo enviar el


mapa de la ruta para que se pueda ubicar.

- No es necesario, tengo auto, llegare temprano.

- Entonces la espero el día de mañana, buenas noches. -


Colgó. Ni siquiera le dio a Sara tiempo de despedirse.

2. Problemas inesperados

Eran las 7:45 am cuando llegué a la recepción de las


oficinas de Industrias Cazares, me sentía un poco nerviosa
por mi nuevo día de trabajo, pero emocionada por lo que
me esperaba, tratando de descifrar en mi mente en qué
departamento me asignarían si en mantenimiento de
máquinas que era el área que yo esperaba ya que siempre
me gustó mucho aprender sobre robots y máquinas
industriales o en el área de producción que para mí estaba
bien también. Antes de entrar a las oficinas respire
profundo para disipar los nervios que sentía.

Un guardia muy amable me abrió la puerta principal,


mientras me dirigía a la señorita de recepción, podía
observar que era una chica muy guapa como de revista,
“les pagarán tan bien aquí como para que se arregle y
maquille así, parece una artista” pensé.

- Hola buenos días, mi nombre es Sara Cortés, soy la nueva


practicante, vengo del Instituto Tecnológico, me llamaron
para presentarme el día de hoy a trabajar.
- Si, así es, la nueva asistente… - Se quedo pensativa –
permíteme un momento.

Rápidamente realizó una llamada mientras me observaba


con sus ojos perfectamente delineados en un cat eye.

Sin decir algo, hizo un ademán con su mano indicándome


que la siguiera, caminamos por un pasillo pequeño que
daba a una sala donde había aproximadamente seis
escritorios con personas realizando actividades
rápidamente, ninguno se percató de nuestra presencia,
parecían robots.

“Creo que este ambiente me gustará” pensé en mis


adentros, yo estaba acostumbrada a trabajar rápido, me
gustaba hacer mis cosas, y me sentía cómoda cuando no
tenía que interactuar con tanta gente.

Aunque mis amigos siempre dijeran que no era tan tímida.

Llegamos hasta el último de los escritorios que se


encontraban en la sala donde ya nos esperaba una mujer
algo joven le calcule a simple vista unos treinta y cuatro
años, cabello muy corto y rizado, llevaba puesto un traje de
vestir con pantalón beige y unos tacones del mismo color.

Me sonrió amablemente.

- Hola Sara, soy Leyla, bienvenida a Industrias Cazares, ven


por aquí. - Me señaló un asiento frente a su mesa de
escritorio invitándome a sentar.

- Bueno … - Comenzó a hablar, no sé por qué sentí que algo


le costaba decirme – Sabes que Industrias Cazares es una
de las empresas de ramo automovilístico más exitosas del
país, cada año cientos de practicantes nos envían solicitud
para realizar sus prácticas. Este año tu fuiste la elegida
para incorporarte a la empresa.

Mientras hablaba, yo la escuchaba atentamente.

- Sin embargo, debo admitir que tu currículum se eligió en


gran parte por que observe que escribiste que ya
terminaste todas tus materias de universidad y estas libre a
tiempo completo para desempeñarte en la empresa, ¿es
así? - preguntó mirándome fijamente.

- Así es, ya terminé con todas mis materias y puedo trabajar


en cualquier horario que se me asigné – dije con voz
entusiasta porque ya sabía que empresas de este tipo
suelen rotar turnos entre sus trabajadores por lo que ya me
había mentalizado para poder hacerlo yo también.

- Me gusta tu entusiasmo – me dirigió una gran sonrisa de


satisfacción – pero debo comentarte un pequeño detalle… -
dude un poco mientras escuchaba lo que me decía – sé
que estudias ingeniería mecatrónica, sin embargo, el
director de la empresa el Sr. Ernesto Cazares necesita con
urgencia una asistente personal y fue muy difícil para mí
conseguir una tan rápido… apenas ayer la despidieron - en
cada pausa que hacía se detenía a mirar la expresión en mi
cara.

- ¿Que paso con la anterior? - Me animé a decir. La Sra


Leyla a pesar de que no entendía nada lo que me decía
pues hacía muchas pausas al hablar transmitía un aire de
confianza parecía ser muy amable.

- Bueno… - otra pausa – lo que pasa que el Sr. Cazares es


un hombre un poco exigente con sus trabajadores… pero te
aseguro que será una experiencia de aprendizaje enorme
para ti, podrás estar cerca del CEO de la empresa y
aprender sobre las actividades que realiza, cualquier
estudiante desearía estar en tu lugar, además no se te
pagará el sueldo de practicante sino como un trabajador y
la verdad que los sueldos aquí son muy buenos, eso sí..
cuando se te pida que te quedes horas extra lo debes hacer
– continuaba hablando. No sé por qué me daba la
impresión de que estaba tratando de convencerme de algo
– El trabajo aquí es bueno, te acostumbrarás con el
tiempo.

Me miró fijamente esperando que dijera algo.

- Para ser honesta esperaba que me enviarán a otro


departamento de la empresa, yo no sé qué actividades
realiza un asistente personal. - dije un poco avergonzada.

- Bueno si cariño, pero aquí estaré yo apoyándote para lo


que necesites soy una especie de asistente del Sr. Cazares,
pero lo ayudo con otras actividades relacionadas con
logística, tú te encargarás de llevar la agenda… hacer
llamadas, citas, etc. ah y lo acompañaras a donde quiera
que él vaya por negocios...

Mientras la Sra. Leyla me explicaba la situación, de repente


volteo a ver algo por mi hombro, su reacción fue entre
miedo y ansiedad, corrigió su postura de inmediato.

Volteé a ver por encima de mi hombro que por el pasillo de


la sala donde nos encontrábamos caminaba rápidamente
un hombre no tuve tiempo de observar bien sus facciones,
sólo pude ver que llevaba un traje muy elegante, de marca
por supuesto, con un cuerpo que, que bárbaro, se veía
bastante joven para ser un señor… ni siquiera saludo, paso
por un lado de nosotras y entro por una puerta contigua a
donde nos encontrábamos, dio un portazo tremendo que
hizo eco en medio de la sala.

- ¡Leeeeeyyyylaaaa! - Se escuchó su voz dentro de aquella


habitación, era bastante grave y exaltada.

- Por favor, dime que te quedarás, ya no tengo tiempo para


hablarle a alguien más... - me susurró de manera
suplicante.

- Esta bien, si me quedo – dije tratando de calmarla.

La Sra. Leyla suspiro de alivio, tomo unas hojas del


escritorio y entro a la habitación rápidamente.

Pasaron algunos minutos, mientras reflexionaba un poco,


no podía irme porque a estas fechas del año ya no
encontraría otra empresa que necesitará practicante la
mayoría ya tenía las vacantes ocupadas, además si no
consigo que me firmen mis prácticas en lugar de
graduarme en junio, me graduaré hasta diciembre y no
podía permitirme eso. No era lo que yo esperaba, pero...
que tan difícil podía ser, ser la asistente personal del
director de la empresa. Luego recordé que hace unos
minutos entro a la habitación como alma que lleva el diablo
todo mal humorado. Respire profundo, eran más los pros
que los contras me decía en mis adentros… además me
pagarán que era lo que más me animaba, así tendría dinero
para visitar más seguido a mis papás ya que la gasolina de
aquí a Montenegro era demasiado cara, casi cinco horas
conduciendo, y aunque sabía que mis padres no vacilaban
al enviarme dinero nunca fui de pedirles tanto pues ya era
suficiente con que nos rentarán un apartamento para mi
hermano y para mi, además de darnos coche a ambos.
De repente salí del trance en el que me encontraba al
escuchar la voz de la Sra. Leyla que me llamaba.

- Sara, puedes venir por favor – dijo Leyla amablemente.

Asentí con la cabeza y me dirigí al interior de la oficina. En


realidad, la habitación no era una oficina era una sala de
juntas tan enorme, nunca había visto una igual. Al centro se
encontraba una mesa en color cedro ovalada y larga con
espacio para diez personas, delicadamente decorada, con
suela de madera, paredes con un color de mezcla azul
grisáceo, unos estantes gigantescos en la parte de atrás
del asiento principal y un adonis sentado en esa silla… un
momento ¡Ese adonis iba a ser mi jefe! Era tan guapo y tan
joven tendría que, unos veintinueve años no más de treinta.
No podía creerlo.

- Sr. ella es la Srita. Sara Cortés, su nueva asistente


personal – dijo Leyla volteando a verme.

- Buenos días – Dije firmemente armándome de valor. Pude


observar que el hombre veía atentamente un documento
parecía que no nos escuchó cuando hablamos.

La Sra. Leyla y yo nos volteamos a ver de manera confusa.

- Leyla no pudiste conseguir algo mejor – dijo el hombre


señalándome con su mano, en su tono parecía estar
bastante molesto - ¿Qué es esto Leyla? Contéstame así se
viene vestido a mi empresa – Me estaba poniendo nerviosa,
este tipo no dejaba de señalarme y encima estaba
criticando mi vestimenta que con tanto trabajo me costó
escoger, llevaba puesto un traje de oficina azul marino, pero
en falda que me llegaba unos centímetros arriba de la
rodilla, acaso a este tipo le molestaba que trajera falda o
acaso se le hacía muy corta, estaba empezando a
molestarme.

- Sr. lo siento Sara no sabía que a la empresa todos


llevamos pantalón – Dijo Leyla excusándose.

- Como sea, no tengo tiempo para desperdiciarlo en


ustedes, explícale lo que tiene que hacer y que se ponga a
trabajar ¡ya! - gritó.

Salimos rápidamente de la oficina.

¡A donde me vine a meter! Pensé asustada.

Esa misma mañana, en el interior de la mansión Cazares.

- ¡Escúchame bien!, te prohíbo romper tu compromiso con


Selin, ¡tú te casarás con ella! - Gritó mi padre encendiendo
mi furia por dentro.

- ¿Para qué quieres que me case con ella? La compañía


ahora se encuentra en su mejor momento, no necesitamos
ninguna alianza entre familias, además yo puedo hacer lo
que se me dé la gana, si piensas que haré tu voluntad estas
muy equivocado, padre. - Sentí como todo mi cuerpo se
tensaba de furia, respiré profundo tratando de controlarme,
a pesar de que aquel hombre canoso de casi 60 años con
aspecto demacrado y débil siempre sacaba lo peor de mí
no dejaba de lado el hecho de que fuera mi padre.

- Tranquilízate por favor, Ernesto... todo lo que hace tu


padre es por el bien de la familia. - dijo mamá acariciando
una de las manos de mi padre, demostrando el apoyo total
hacia él.

- Para que les quede claro de una vez, no amo a Selin,


nunca la amaré y no me casare con ella, esa idea loca de
que nuestras familias se tienen que emparentar sólo
porque ustedes y sus padres fueron amigos de la infancia,
conmigo no va. - Dije mientras me levantaba del sofá.

Tomé mi saco y me lo puse rápidamente, ya casi eran las


ocho de la mañana y no me permitía llegar tarde a la
compañía.

- Si rompes tu compromiso con Selin, olvídate de heredar


algún día Industrias Cazares.

Estaba a punto de abrir la puerta del despacho de mi padre


cuando al escucharlo me di la vuelta rápidamente, no
pudiendo evitar sonreír sarcásticamente.

- ¿Y a quién se la dejarás papá? ¿a mi hermana?… a ella lo


único que le interesa es la ropa, maquillaje y andar
gastando dinero por doquier – me burlé.

Cerré la puerta de un golpe pensando que esta platica sólo


había sido una pérdida de tiempo, cada vez que intentaba
razonar con mis padres sobre este tema siempre era lo
mismo, porque ese afán de emparejarnos a Selin y a mí.

Mientras manejaba a las oficinas generales de la empresa


recordé que el día de ayer había despedido a mi asistente,
de sólo pensar cómo sucedieron las cosas. Beatriz mi ex
asistente no aguantó el regaño que le di por haber
extraviado documentos importantes, ella lloró
desconsoladamente frente a mí pidiendo perdón, sin
embargo, cualquiera que cometa el más mínimo error
puede saberse despedido.

Entré rápidamente al edificio mientras veía mi reloj eran las


ocho treinta muy tarde para mi gusto, pasé de largo la sala
de secretarios y finalmente llegué hasta la sala de juntas
donde di tremendo portazo.

Acomodé mis cosas bastante rápido al mismo tiempo que


llamaba a la encargada de la sala de secretarios, Leyla.

- ¡Leeeeeyyyylaaaa! - grité nuevamente, algo desesperado.

Ella entró lentamente, me gustaba que mis empleados


sintieran temor así podía estar seguro que harían las cosas
bien y rápido.

- Buenos días, Señor Cazares – me saludó.

- ¿Encontraste nueva asistente?, que esta vez si este


preparada y no se ponga a llorar como la anterior. - Le dije
mientras movía un bolígrafo con los dedos.

- Si señor, ya está lista para empezar el día de hoy – dudó


un poco antes de continuar – Señor… la verdad fue casi
imposible conseguirle una nueva asistente en tan pocas
horas, así que elegí de entre los candidatos que se
postularon para prácticas profesionales, la señorita es muy
inteligente, vi su currículum y calificaciones, además se ve
preparada para este puesto.

- ¿Que los practicantes no tienen un contrato con nosotros


de sólo cuatro meses? - le pregunté.

- Así es Señor, pero si le agrada como trabaja puede


contratarla indefinidamente. La señorita ya termino sus
materias en la universidad por lo que está dispuesta a
trabajar tiempo completo con nosotros como un empleado
normal.
Recordé que el día de hoy tenía una reunión de proveedores
muy importante, no quedaba más remedio que poner a la
chica a prueba.

- Dile que pase, entonces. - deje caer el bolígrafo sobre la


mesa.

De reojo mientras escribía unos reportes en la laptop noté


que ella entró y se plantó a un lado de Leyla.

- Sr. ella es la Srita. Sara, su nueva asistente personal – dijo


Leyla volteando a verla.

- Buenos días – dijo mientras sus manos se entrelazaban


en una pose de estar nerviosa. “Seguro me tiene miedo”
pensé. La mire de arriba a abajo, esta chica de donde salió,
sus facciones eran delicadas, tenía un cabello hermoso,
largo y negro que bajaba como cascada sobre su espalda,
su piel de porcelana y esos ojos….

Sentí que algo de ella me intrigó, su aspecto no parece el de


una jovencita que viene de una universidad pública. Me
detuve al ver que llevaba puesta una falda.

- Leyla no pudiste conseguir algo mejor – dije algo molesto,


señalando a la chica con la mano - ¿Qué es esto Leyla?
Contestame así se viene vestido a mi empresa – me
molestaba que las empleadas de mi empresa usarán falda
esto era, porque hubo un tiempo que algunas de ellas se
me insinuaban descaradamente, lo cual me fastidiaba,
como si me pudiera fijar en alguien así, si quisiera una
mujer fácil iba a algún bar y la conseguía, pero en el trabajo
no.

- Sr. lo siento Sara no sabía que a la empresa todos


llevamos pantalón – Dijo Leyla excusándose.
- Como sea, no tengo tiempo para desperdiciarlo en
ustedes, explícale lo que tiene que hacer y que se ponga a
trabajar ¡ya! - grité.

Salieron rápidamente de la oficina mientras me quedé


pensando en cómo iba a hacer para terminar mi
compromiso con Selin.

Habían pasado aproximadamente treinta minutos desde


que salieron de la sala de juntas. Tomé el interfón
esperando que Leyla ya hubiera preparado a la chica para
comenzar a trabajar.

- Dígame Señor – Se apresuró a decir.

- Necesito que vengas, trae la agenda – le ordené.

La chica entró lentamente y se detuvo a unos metros de


distancia.

- Siéntate – le dije, apuntando la silla más cercana a donde


yo estaba sentado.

Me miró directo a los ojos, “esos ojos” sonó una voz en mi


cabeza, comenzó a caminar y se sentó en la silla con tal
elegancia, por un momento sentí la curiosidad de saber
sobre ella, era evidente que la forma en la que caminaba y
se movía no era de una chica común.

- Abre la agenda en la fecha de hoy- le ordené.

Ella obediente hizo lo que pedí.

- Ahora dime que actividades hay para hoy – continué, trate


de medir un poco mi voz ya que deseaba saber si era apta
para el puesto, si le empezaba a gritar como hacía con
todos se asustaría, lloraría y terminaría por despedirla.
- Señor, tiene una reunión de proveedores hoy a las diez de
la mañana, después de la comida a las cuatro de la tarde
tiene una inspección en el departamento de producción, le
entregarán reportes de cumplimiento – dijo con una voz
calmada, era obvio que mi presencia ya no la ponía
nerviosa, me miraba a los ojos cuando hablaba, mostraba
seguridad y eso me gustaba, ninguna de mis asistentes
anteriores era como ella.

- Bien, te explicaré rápidamente – dije al ver que faltaba


poco para que llegarán las personas con las que me
reuniría – en cada reunión, debes redactar una minuta lo
más detallada posible así sea que tengas que hacer
gráficos, en cada actividad que realicé dentro o fuera de la
empresa, llamada que reciba, debes anotarla en la bitácora
que Leyla te dio, tú serás quién me recuerde cada cosa y
organicé mi tiempo, ¿entendiste? - la miré a los ojos. Ella
me veía con atención.

- Si señor – dijo.

- Necesito que hagas tu mayor esfuerzo, que rindas al 200


% en tu trabajo, de lo contrario no firmaré tu documento de
prácticas – dije esperando su reacción.

Ella me veía fijamente, había algo en su mirada, de seguro


me estaba maldiciendo por dentro.

- No lo decepcionare... ¿puedo hacer una sugerencia? - dijo


pensativa.

“Esto será interesante”, pensé.

Asentí con la cabeza.

- ¿Puedo cambiar la agenda y bitácora en físico por una


digital? - pausó, esperando respuesta.
- Dame una razón - la desafié.

- Si trabajo en digital podré organizar mejor toda la


información, la sincronizaré a su cuenta de correo y podrá
tenerla disponible en su celular y computadora personal.
Será imposible que algún documento se extravié, además
durante sus reuniones puedo... si usted me permite, tomar
fotografías, grabar la conversación, capturar imágenes de
las presentaciones y muchas cosas más – dijo.

Esta chica, tenía iniciativa, su idea me agradaba además de


su actitud entusiasta, me recordó a mí mismo a su edad…
“¿Qué edad tiene? ¿veinte?” pasó ese pensamiento por mi
cabeza, sin embargo, lo ignoré.

Me puse de pie, recargando una mano en la silla y la otra en


mi cintura.

- Esta bien, puedes hacerlo, cuando la reunión termine pasa


a recursos humanos para que te proporcionen una tableta
nueva.

- No es necesario señor, compraré una, así puedo elegir el


modelo con el que me sienta cómoda – dijo poniéndose de
pie también, dirigiéndome una sonrisa.

“¿Cuándo le ordene que se parará?”, a pesar de que me


irritaba un poco su actitud, al no querer trabajar en una
tableta de la compañía, la forma en que me miraba
calmaba mi ira mientras que su sonrisa era hipnotizante
para mí, no sabía el por qué.

- Esta bien, mientras me entregues resultados – dije


secamente.

En ese momento la puerta se abrió al mismo tiempo que


dos personas entraban a la sala de juntas.
Eran los proveedores.

La mañana pasó de forma regular, acordamos la compra de


material con los proveedores.

Sara resultó ser una asistente bastante ágil durante la


reunión tomó nota de todo lo importante, entregó la minuta
en tiempo récord sumamente ordenada, estaba complacido
con el trabajo de esta chica.

Por la tarde me acompañó a la nave donde se encontraba


el departamento de producción, solía presentarme dos
veces por semana en días diferentes con la intención de
analizar el trabajo que se estaba realizando.

Apenas llegamos al interior de la nave y me recibió el


encargado del departamento.

- Señor Cazares, buenas tardes, tengo preparados todos los


reportes que me pidió en oficina, pase por favor.

Acudimos a su oficina entregándome la carpeta con


documentos.

La analicé de principio a fin, los rompí en dos. El encargado


me veía con cara de asombro.

- ¿Esto te parece un buen reporte? - gruñí al mismo tiempo


que le aventaba las hojas en su cara.

- La última vez te dije que, si no mejorabas el porcentaje de


producción correspondiente a la compra y venta de
material, te irías. Hoy me entregas un resultado
insignificante, te recuerdo que somos la mejor industria del
Norte de México por los resultados que entregamos,
porque nos comprometemos, porque nos ponemos a
trabajar ¡Carajo! - a este punto, estaba que me hervía la
sangre del coraje.

No pude evitar golpear la mesa con mi puño.

Sara me observaba atónita, alcancé a ver que abrazó fuerte


su cuadernillo de notas dando unos pasos hacia atrás.

- Señor, discúlpeme por favor, le pido una semana más por


favor, es casi imposible subir la producción al porcentaje
que usted me pide, créame que cada día nos esforzamos,
por favor no me despida, tengo familia que mantener –
chilló el encargado.

No pude evitar voltear a ver a mi asistente, su cara de


miedo, respiré profundo tratando de calmarme.

Nunca antes me había importado que me vieran enojado,


¿por qué ahora sí?

Me acomode el saco, reincorpore mi postura.

- Agradece que tengo prisa, la última oportunidad que te


doy, necesito ese porcentaje de producción a más tardar el
lunes a primera hora, si es necesario que se queden todos a
doblar turno o sin descanso el domingo, lo harán, y si no, ya
sabes, en estos días estaré buscando tu reemplazo, tienes
tres días. - Finalicé.

- Vámonos -le ordené a mi asistente.

- Gracias Señor no le fallaremos – Escuché su voz a mi


espalda.

Llegué al departamento, exhausta, después de un día tan


difícil necesitaba tumbarme en la cama y dormir hasta
mañana.
Cuando abrí la puerta principal observé que Marion y mi
hermano estaban acurrucados en el sofá viendo una
película en la televisión. Se veían tan cómodos.

- Háganme un lugar por favor- chillé. Marion alzó la manta


dando palmaditas sobre el espacio que quedaba libre en el
sofá.

No lo dudé, me quité rápidamente los zapatos de tacón,


“cómo me ardían los pies, santo dios”, levanté la manta y
me acurruqué con ellos haciendo mal tercio.

- ¿Cómo te fue hermana? - me dijo Ciro ofreciéndome un


bowl con palomitas.

Lo tomé y empecé a comer, tenía demasiada hambre,


mientras comía también hablaba.

- ¡Ni se lo imaginan, ese trabajo es en verdad una pesadilla!


- me quejé.

- Cuéntanos, que pasó Sari – dijo Marion con voz suave, me


abrazó y me acarició la cabeza como si fuera una niña
pequeña.

- En primer lugar, no me contrataron como practicante de


ingeniero, si no como asistente del director de la empresa,
en segundo lugar, el director, mi jefe, es la persona más
tirana que haya visto, trata muy mal a todos los empleados,
no me puedo imaginar el día que me regañe – hice una
mueca de dolor.

- A ver... a ver, otra vez. Como es que no te contrataron


como practicante de ingeniero si a eso se supone que
ibas... - dijo mi hermano incorporándose en el sofá.
- Lo sé – continué – lo que pasa que el señor “gruñoncito”
ayer despidió a su asistente y como la encargada de
recursos no pudo encontrar un reemplazo tan rápido a mí
me asignaron ese puesto ¿pueden creerlo? - dije.

- ¿Y no pudiste rechazarlo? - preguntó Marion.

- Estuve esperando la oportunidad de hacer mis prácticas


en Industrias Cazares por meses, no pude rechazar el
puesto de asistente porque si lo hubiera hecho a estas
fechas en lugar de graduarme en junio me estaría
graduando en diciembre, necesito que me firmen ese
documento – me acurruqué en el sofá haciendo un mohín.

- ¿Y es tan malo tu jefe? - preguntó mi hermano con


curiosidad.

- No es amable, les grita a todos los empleados, siempre


trae cara de mal humor. - Enumeré – hoy se puso histérico
cuando fuimos a producción y el encargado le dio unos
reportes que no fueron de su agrado, casi lo corre, por
fortuna el hombre no se quedó sin trabajo casi lloraba
rogándole, me cae tan mal ese tipo. Yo creo más bien que
está ahí porque es hijo de alguien importante, a lo mejor del
mero dueño de la empresa – me quedé pensando – aunque
pienso que aún con sus métodos de miedo, la empresa
funciona extremadamente bien.

- Ánimo hermana, ya sólo te quedan tres meses y


veintinueve días – dijo Ciro con sarcasmo.

- ¡Ni me lo digas! Se me hará una eternidad…. Aunque sabes


a quien me recuerda mi jefe, a mamá tal cuál, pero en
hombre... igual de desconsiderada, gritona y mandona –
me burlé.
Ciro también se rio, pues sabía que era verdad.

- Mi madrina no es tan mala persona, es un amor – dijo


Marion tratando de defender a mi madre.

Los padres de Marion y Diego eran mis padrinos de bautizo


al igual que mis padres eran sus padrinos.

- Porque no la conoces tan bien como nosotros – dijo Ciro


plantándole un beso en la boca.

Se besaron apasionadamente. Era mi señal para retirarme


de esa situación incómoda.

- Iré a descansar, hasta mañana chicos.

- mmmm… ajá… igualmente sari – escuché casi como si


fuera un gemido.

Sin pensarlo dos veces me tumbé boca abajo en mi cama,


enterré mi cara en la almohada. Era uno de esos momentos
de nostalgia. Recuerdo que Marion y Ciro se hicieron novios
mucho antes de que Diego y yo lo fuéramos, ellos ahora
tienen ya ocho años de novios y se ven tan felices, me haría
tan feliz que ellos si terminarán casándose. En mi mente se
dibujó el rostro de Diego. Una pequeña lagrimita salió por
mi mejilla. Nosotros fuimos novios tres años
intermitentemente claro, porque cortábamos y
regresábamos aun éramos muy inmaduros, a veces pienso
que lo que mató nuestra relación era primero los celos de
Diego, después cuando ya estuvimos bien nuestro carácter
chocaba siempre, nunca pudimos discutir tranquilamente,
al final él se fue a estudiar a otra ciudad una cercana de
donde vivo actualmente, los siguientes dos años nos
veíamos cada mes a veces cada tres semanas, ya sea que
el viniera o yo fuera a visitarlo, siempre era para sentirnos
cerca, teníamos sexo solamente. Era una relación tan
complicada, hasta que nos dimos cuenta que era
demasiado tóxica, imposible sólo tener sexo cuando los
sentimientos están de por medio. No funcionábamos como
pareja, tampoco funcionábamos como una relación abierta.
Sin embargo, nos queríamos. Fue entonces hace casi dos
años que no lo he vuelto a ver. Marion a veces me comenta
alguna que otra cosa de él, pero nunca entra en detalles,
pienso que él le pidió no hablar de ese tema.

Sin embargo, no he podido rehacer mi vida amorosa


después de eso, no sé cuándo estaré lista, he tenido
algunos pretendientes, pero ninguno me ha hecho sentir lo
que sentía con él. Me quedé dormida.

***

A la mañana siguiente me encontraba revisando unos


documentos que tendría que escanear y anexar al archivo
digital cuando de repente...

- ¿Hola cómo esta señorita…? ¿Sara Cortés? - preguntó


mientras leía el porta nombre de mi escritorio.

El hombre frente a mí, se encontraba inclinado apoyando


sus codos sobre el escritorio, mirándome directo a los ojos
y dedicándome una sonrisa muy peculiar dándome la
sensación de que me estaba saboreando con la mirada.

En verdad este hombre era enormemente guapo, tenía el


cabello negro, sus ojos brillaban como si estuviera
admirando algo que le agradaba, su sonrisa parecía tan
sensual, era delgado, pero sin parecer tan atlético como mi
jefe, su aspecto era muy relajado. Llevaba un traje sastre
color azul marino con zapatos de charol relucientemente
pulidos.
- He… Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar Señor ...? -
Atiné a preguntar ya que aún seguía admirando tal belleza.
No sabía quién era.

- Mi nombre es Erik Cazares, primo de tu malhumorado jefe.


¿Está ocupado?, necesito verlo. Al decir “malhumorado
jefe” sentí que se estaba burlando.

- Permítame un momento, tome asiento por favor – Le


invite mientras tomaba el interfón para anunciar su visita al
Señor Cazares.

El hombre se sentó en una silla frente a mí.

- Dime. - Escuche su voz ronca por el otro lado del teléfono.

- Señor, aquí está el Señor Erik Cazares desea hablar con


usted. - Espere un momento para escuchar su respuesta.

- Hazlo pasar. Colgó.

Mientras hablaba con mi jefe el hombre que tenía en frente


seguía viéndome, sentí un pequeño escalofrío por mi
espalda.

- Puede pasar – le anuncié.

- Gracias – me dijo dedicándome una última sonrisa


mientras entraba a la oficina.

Me sentí acalorada con su presencia, que acaso todos los


hombres importantes de esta empresa eran así de guapos.
Si mi madre supiera se volvería loca o más bien me volvería
loca a mí, su sueño siempre ha sido y será que su hijita
termine casándose con alguien importante y con dinero, a
veces pienso que ella y yo somos muy diferentes por eso
no somos tan cercanas. Siempre me faltó el amor de una
madre comprensiva.
***

Erik Cazares entró a la oficina, sin preguntar se sentó en la


silla justó en el lugar de a lado donde Ernesto se
encontraba escribiendo en su laptop.

- Hola primo, ¿Cómo te va hoy? - preguntó alegremente.

Ernesto frunció el ceño mientras lo veía.

- ¿Por qué tan feliz? - respondió con otra pregunta.

- Creo que acabo de ver un ángel – dijo acomodándose


relajadamente en la silla apoyando su codo sobre la gran
mesa ovalada.

Ernesto cerró con fuerza el computador, dedicándole a Erik


cara de pocos amigos.

- ¿Para esto interrumpiste mi trabajo Erik? - le reclamó,


cerrando uno de sus puños con fuerza - no lo puedo creer –
se llevó la mano a la cien tratando de relajarse.

- El ángel que vi es tu asistente, con una belleza como ella


deberías de estar feliz todos los días, y si no te importa la
invitaré a salir.

- Te recuerdo que no me gusta que mis empleados directos


tengan alguna relación sentimental con otros empleados
de la empresa.

- Te recuerdo que yo no soy un empleado, soy tu socio. -


Dijo Erik desafiándolo con la mirada.

- Con mayor razón deberías ser profesional y poner el


ejemplo, como socio que eres – le recalcó Ernesto.
- Como sea tu no decides que hago con mi vida, primito. A
lo que venía es a entregarte los reportes de ventas de
producto en los que vamos excelente. - exclamó
orgullosamente.

- Muy bien, no esperaba menos de ti – dijo secamente. - Si


me permites debo seguir trabajando.

- Nos vemos luego Ernesto.

Erik salió de la oficina con rostro serio por la conversación


que había tenido con Ernesto, como se atrevía su primo a
prohibirle cortejar a Sara, la bella asistente. Sin embargo,
Erik no se daría por vencido.

***

Cuando el Señor Erik salió de la oficina, yo aún me


encontraba sentada en mi escritorio ordenando
documentos para mi jefe cuando de pronto me ofreció una
tarjeta.

- Para que me llames si necesitas algo.

Otra vez esa sonrisa que me derretía.

- Gracias, la guardare en el tarjetero – le dije amablemente.

- No es para la asistente de Ernesto Cazares, es para la


Señorita Sara Cortés, esperó algún día poder tener la
oportunidad de invitarte a cenar.

Me quedé atónita con lo que acababa de escuchar. Antes


de intentar formular una posible respuesta se alejó
caminado hacía el elevador, hasta que lo perdí de vista.

- ¡Sara! - escuché gritar esa voz ronca que ya me había


aprendido de memoria.
Entre lo más rápido a la oficina, entrelace mis manos al
frente y me pare lo más derecha que pude.

- Si señor…

- Sólo te diré esto una vez, porque no me gusta repetir –


dijo mi jefe fulminándome con la mirada sentí un escalofrío
recorrer mi espalda, mientras pensaba si había hecho algo
mal.

- No me gusta que mis empleados tengan queveres dentro


de la empresa, específicamente, te prohíbo tener algún tipo
de relación sentimental con Erik, él es socio de esta
empresa y tú eres mi asistente. ¡Entendiste! - gritó.

Estaba confundida.

- Yo no soy ese tipo de mujeres Señor – dije segura de mí


misma.

- Eso espero. - Sentenció.

Esperaba que me dijera que me podía retirar, de verdad


quería huir de la oficina en ese momento. Porque me
pasaban estás cosas, empezaba a odiar mi trabajo y a mi
jefe. “Ya sólo faltan tres meses y veintiocho días” pensé.

- ¿Hay algún pendiente para hoy? - preguntó clavando su


mirada en mis ojos.

- No tiene citas de trabajo para hoy – dije repasando en mi


memoria la agenda del día.

- Bien, saldré en un rato, lo más probable es que no regresé


hasta mañana.
La mañana transcurrió tranquila, almorcé con las chicas de
la oficina dándome cuenta de que el Sr. Cazares tiene
secretarias para todo y Leyla es quien las organiza.

- ¿Cómo te has sentido en el trabajo Sara? - me preguntó


Leyla mientras daba una mordida a su sándwich.

- Apenas llevo dos días Sra. Leyla…

- Dime Leyla a secas, somos compañeras de trabajo y


además me haces sentir más grande de edad - dijo ella
tocando con las yemas de los dedos su cara como si
estuviera dándose masajes.

- El trabajo está bien, ni si quiera es pesado, lo pesado es


nuestro jefe – dije con cara de fastidio.

- Shhh… que no te escuché nadie, porque tendremos


problemas, pero si eso es lo más pesado aguantar el humor
de ya sabes quién – rio bajito, mostrándome su
complicidad.

- ¿Cuánto tiempo tienes trabajando aquí? - pregunté con


curiosidad.

- Cinco años creo... el tiempo se pasa rápido y uno se


acostumbra – dijo exhalando un suspiro.

- ¿En serio te gusta tanto tu trabajo en esta empresa Leyla?


- grité de la sorpresa.

Mientras las demás chicas me veían.

- Me gusta el sueldo Sara, es muy bueno más de lo que


pagan en cualquier otro lugar y puedo darme ciertos lujos,
además el jefe no todos los días esta de mal humor, a
veces desaparece, a veces nos ignora, etc...
Sonreí un poco pensando en que ojalá desapareciera más
seguido como hoy.

- ¿Oye Sara y cómo se siente estar tan cerca de alguien


como el Señor Cazares?, si yo fuera su asistente personal
me derretiría con tan sólo verlo, con esa personalidad tan
enigmática imagínate como será en el sexo – preguntó
Nadia una de las empleadas que trabajaban con Leyla.

- Calla Nadia, no deberíamos estar hablando a espaldas del


Sr. Cazares – regañó Leyla a Nadia.

- ¿Tienes novio Sara? - me preguntó nuevamente Nadia.

- No tengo – respondí a la vez que la imagen de Diego se


me proyectaba en la mente.

Creo que se percataron de mi aura deprimente por lo que


no me volvieron a preguntar más.

***

Me dirigía al restaurante donde había quedado con Selín


para comer. Al llegar me pasaron a la mesa donde se
encontraba, le había pedido que escogiera algo privado
para poder conversar sin distracciones.

La observé mientras caminaba hacia donde estaba


sentada, llevaba su cabello largo y rubio en una coleta,
perfectamente maquillada para la ocasión, vestía
elegantemente un jumpsuit color rosado a juego con su
actitud de niña mimada. Aunque fuera una de las personas
más atractivas que había conocido no despertaba en mi
algún sentimiento o interés. Podría ser una persona fría,
manipuladora y calculadora pero la sola idea de estar atado
a una persona con la que se supone algún día debería de
tener un hijo para preservar el linaje de la familia me
retorcía por dentro.

No podía pasar un día más, tenía que terminar con esto de


una vez.

- Hola Selín – salude con una media sonrisa.

Ella se abalanzó sobre mi para abrazarme con sus


delgados brazos, tratando de darme un beso en la boca. Lo
hubiera conseguido de no ser porque volteé mi cara,
dándome el beso en la mejilla.

- Ernesto, cariño, ¿cómo fue tu día en el trabajo? - preguntó


en un tono tan empalagoso que me revolvió el estómago.

Aún me abrazaba, tuve que separarla de mí.

- Bien, siéntate, necesitamos hablar – dije secamente.

- Porque no pedimos algo de comer primero – adelantó,


intuía que no planeaba quedarme mucho tiempo.

Hice una señal al mesero para que trajera dos copas de


vino.

Selin me observaba curiosa de saber qué es lo que tenía


que decirle, para mí no era fácil ya que no sabía cómo tratar
este tema, conociendo su carácter necesitaba que todo
terminara en buenos términos de lo contrario todo sería un
caos.

Respire profundo tratando de medir mis palabras.

- Selin, tú sabes que nuestra relación es más un acuerdo


entre familias…
- Ernesto otra vez no por favor, sabes que yo si te amo – me
interrumpió.

Gire un par de segundos mi copa, acomodando las


palabras que diría.

- Yo no te amo. Si te cite aquí es porque no habrá


compromiso y mucho menos casamiento. Últimamente mi
padre me ha estado presionando demasiado con este tema
así que lo mejor es dejar las cosas en claro de una vez.

- Estoy consciente de que esta relación es un acuerdo entre


nuestros padres, pero tu ni siquiera lo has intentado, yo te
quiero y sé que tu padre no va a descansar hasta que te
cases conmigo, porque no hacérselo fácil – chilló
amargamente.

- Esto no se trata de nuestros padres, se trata de mí, yo no


te amo, no despiertas ningún sentimiento en mí – alcé la
voz – yo no sé por qué esta insistencia en casarnos si ni
siquiera nuestras familias comparten negocios, no tenemos
ningún vínculo financiero. Debe haber alguna otra razón por
la que quieran que me case contigo ¿tú la sabes?

Le clave la mirada esperando su respuesta.

- Yo no sé, siempre he pensado que tus padres me


consideran la esposa perfecta para ti.

Dudó un poco.

-No te encapriches con algo que no pasará.

Empezó a llorar desconsoladamente.

- Si terminamos qué pensará la gente, que dirán de mi-


chilló.
- Si eso es lo que te importa, el qué dirán, inventa lo que
quieras de mí.

- ¿Quién es? ¿Todo esto es por alguien verdad? ¿Quién es?


!dímelo! Nunca antes te había importado que tuviéramos
una relación arreglada porque ahora si – gritaba mientras
con sus puños golpeaba la mesa.

Me veía furiosa.

- No es por alguien, es por mí, ya estoy fastidiado de este


juego en el que en primera no sé por qué acepte participar,
ya no soy aquel adolescente que mi padre manipulaba a su
antojo ahora tengo el poder para tomar mis propias
decisiones y no depender de él.

- Te vas a arrepentir Ernesto… te arrepentirás de no


haberme querido – Sentenció.

No tenía caso seguir en el juego de sus berrinches, así que


me levanté de la silla y acomodé mi saco.

- Nos vemos Selin.

***

Ya había terminado con uno de mis problemas, ahora


faltaba encarar el siguiente.

Sin avisar entre al despacho de mi padre quién se


encontraba hablando por teléfono.

- No te preocupes hija, yo lo arreglaré – colgó mientras me


veía de pie frente a su escritorio.

- Selin me acaba de contar lo que hiciste.


- Te advertí que si no lo acabábamos por las buenas lo
haría a mi manera – le repliqué.

Mi padre se encontraba sentado frente a mí en su


escritorio, puso las manos encima de la mesa y me miro
con desafío.

- Si quieres el control de toda la compañía incluyendo la


parte de mis acciones, ya sabes que hacer.

- Por qué tanta insistencia en Selin y su familia, no tenemos


lazos de negocios con ellos – le reproché.

- No lo entenderías, se lo debo a su padre.

Lo mire incrédulo.

- No sé qué habrá hecho por ti o que le debas que eres


capaz de sacrificar a tu propio hijo en la desgracia, pero yo
no pagaré tu deuda.

Estaba furioso con él.

- Esta bien, si así lo deseas, negociare con el padre de Selin,


sin embargo, la solución no te aseguro que te gustará – dijo
con esa media sonrisa de ironía.

***

Aventé el saco en el sofá de mi habitación, me quite la


corbata sin cuidado y me desabroche los primeros botones
de la camisa dejándome caer en la cama. Podría regresar al
trabajo aún era temprano cerca de las cinco de la tarde,
pero eso último que me dijo mi padre me puso a pensar,
tenía que idear algo para que no me tomará desprevenido.
El haría cualquier cosa para que hiciera lo que me
ordenaba.
Esta vez era diferente puesto que no daría un paso atrás
con la decisión de terminar con Selín.

De pronto se me vino a la mente la imagen de mi asistente


Sara, esa chica tenía algo que me intrigaba, no dudaba que
sería buena empleada. Tuve el impulso de tomar mi celular
y revisar su Instagram, pero me contuve, porque yo iba a
estar husmeando en su vida, ni si quiera me interesa, es
una niña.

Tomé el teléfono móvil y marqué a la oficina.

- Oficina del Señor Cazares… - escuche su dulce voz.

- Alguna novedad Sara – al escuchar mi voz sentí como si


su cuerpo se tensará.

- Señor, todo aquí bajo control, un par de llamadas, pero


quedaron en llamar de nuevo, estoy organizando su correo
empresarial.

- Bien. Colgué.

El lunes por la mañana el Sr. Cazares llegó muy temprano


como siempre, apenas entró a su oficina, yo entre
enseguida de él.

- Buenos días Señor – saludé, poniéndome de pie a unos


metros donde estaba él quitándose el saco, lo acomodo
con tal elegancia sobre el respaldo de su asiento, quedando
con una camisa blanca abotonada que dejaba ver unos
músculos bien definidos. En verdad este hombre era un
dios que estaba regalando una agradable vista a mis ojos.
Estaba hipnotizada.
No me di cuenta cuando me pidió la agenda del día de hoy,
por lo que hábilmente y apenas saliendo de mi trance
pregunté.

- ¿Señor ya desayuno?, gusta que le traiga algo.

Por unos segundos se quedo pensando. Rogué por que no


me regañara por la pregunta pero simplemente estaba
siendo amable.

- ¿Tan mal me veo? - dijo con mirada vacía.

El Sr. Cazares el día de hoy se veía distinto estaba sereno,


pero se veía como si estuviera enfermo, tenía la vista algo
pérdida y esta vez su mirada autoritaria no causaba el
mismo efecto que otras veces.

- Se ve algo pálido, Señor. - me atreví a decir.

- Hoy no me siento tan bien, traeme un café negro, sin


azúcar – ordenó.

- Enseguida señor, ¿quiere que llame al doctor? - en verdad


me preocupaba que mi jefe se enfermará.

- No es necesario, sólo traeme el café.

Cuando entré con el café, él se encontraba de pie hablando


por teléfono, me hizo un ademán con la mano para que
dejará el café en la mesa.

Después me pare a un lado esperando indicaciones.

Terminó la llamada y aún estando de pie tomó un sorbo al


café.

- ¡Carajo! - gritó de dolor, llevándose una mano a su


estomago y con la otra se apoyo a la mesa.
- ¿Esta bien señor? - dije, mientras sin pensarlo me
abalancé para ayudarlo a equilibrarse que haría si se
desmayaba, eliminé ese pensamiento de mi mente.

- Me duele mucho el estómago – se quejó.

Estábamos tan cerca, a unos centímetros solamente


cuando lo sujete del brazo para que apoyará su peso en el
mío, podía sentir su aroma a perfume de cítricos y su
respiración agitada por el dolor, su brazo era tan fuerte, yo
lo veía hipnotizada mientras su mirada parecía pérdida, era
demasiado guapo, me hacía sentir acalorada.

Justo cuando lo ayudaba a sentarse lentamente en su


asiento, entro una mujer que nunca había visto en la
empresa.

- ¡Por esta tipa me dejaste Ernesto! ¡lo sabía! ¡No tienes


vergüenza! - gritaba la rubia sin control.

Yo la veía atónita, estaba mal interpretando la situación.


Aún permanecía de pie a lado de mi jefe observando a la
loca rubia que entró gritando por toda la oficina, era muy
guapa si, pero algo desquiciada, vestía elegante un vestido
sastre azul marino que hacía juego con sus intensos ojos
azules, maquillada excelentemente bien, llevaba un labial
rojo carmín que resaltaba sobre todo lo demás.

- ¿Qué haces aquí Selin? - le gritó mi jefe tratando de


recuperar el control en la habitación.

- Eso es lo de menos, primero dime como se te ocurrió


meterte con la secretaria.. - gritaba la mujer.

Ya viendo la situación tan incomoda en la que me


encontraba no sabía que hacer.
- Señor, todo esto es un mal entendido, debería dejar que
hable con la señorita a solas – para esto tuve que
agacharme un poco ya que mi jefe estaba sentado en su
silla, al parecer aún sentía dolor ya que no había quitado la
mano de su estomago.

Antes de escuchar su respuesta, me dispuse a salir de la


oficina hasta que sentí que alguien me jalo hacia atrás, ¡era
mi jefe! Me sostenía con tal fuerza que de un solo
movimiento me regresó al lugar donde me encontraba hace
unos segundos.

- ¡Tu te quedas! - me ordenó.

Lo mire sorprendida.

- ¡Tu padre se enterará de esto Ernesto! - seguía gritando la


rubia.

Mi mayor temor era que todos afuera de la oficina estaban


escuchando a la mujer gritar.

Volteé a ver a mi jefe con mirada suplicante para que la


callara pero me di cuenta que comenzaba a sudar frío, tenia
la frente brillosa del sudor cuando se llevo una mano a la
sien.

En un acto de enojo y desesperación camine hacía la rubia


la agarre fuerte de la muñeca, le di media vuelta, la sujete
por la espalda y la encamine con fuerza hasta el exterior de
la oficina cerrando la puerta con llave por dentro, sólo
escuché que dijo que yo era una salvaje.

Mi jefe me veía desconcertado.


- Lo siento Señor y entiendo si después me despide, pero su
salud es primero – le dije al mismo tiempo que me
acercaba para tomar sus signos vitales.

No tenía fiebre aún, solo sudaba frío pero esa no era buena
señal.

- Se lo merece – me dijo sonriendo con dificultad por el


dolor.

Era la primera vez que veía al Señor Cazares sonreír, me


sonreía a mi.

- ¿Le duele mucho? Llamaré al médico de la empresa – me


adelanté.

Él me arrebato mi celular en señal de negativa, para


después regresarmelo.

- Necesito ir directo a la clínica… este dolor no es normal –


dijo con gran dificultad.

- ¿Sabes conducir? - me preguntó.

Asentí.

- Vámonos – me ordenó mientras trataba de ponerse de


pie.

Podía caminar por si mismo pero con dificultad, en


momentos se tocaba con más fuerza el estómago por el
dolor.

Cuando salimos de la oficina al ver al Señor Cazares en


estado de enfermedad, la rubia enseguida cambio de
actitud.
- ¿Amor que te pasa? ¿estas enfermo? - dijo ella tratando de
abrazarlo.

El Sr. Cazares la apartó de inmediato. La rubia me fulminó


con la mirada ya que él estaba apoyado en mi casi
abrazándome, todos en la sala de secretarios nos veían
asombrados.

- Leyla llama a Erik para que venga a hacerse cargo de la


oficina mientras regreso, voy al hospital.

- Si señor no se preocupe todo estará bien – dijo Leyla, su


mirada era de verdad de preocupación, me di cuenta que
ella lo estimaba como jefe pues sus ojos se tornaron algo
tristes al ver que estaba enfermo.

De pronto llegó el guardia de la entrada principal, lo más


seguro es que halla ido por el escándalo que acababa de
hacer esa mujer. Rápidamente nos ayudó a salir del edificio
donde ya se encontraba afuera el auto del Señor Cazares.

- Ten – me dio las llaves.

Su auto era un mercedes negro con acabados grises, el


más nuevo y lujoso, de seguro valía muchísimo. Nunca
había manejado un auto así pero siempre hay una primera
vez, pensé dentro de mí.

Noté que él se me quedaba viendo, no podría explicar que


clase de mirada era, puesto que sólo me observaba
conducir.

- Le duele mucho señor – le dije para romper el silencio que


se había formado desde que salimos de la empresa.

- Ajá .. - dijó sin más.


Otra vez me observaba. Si me seguía viendo así podría
perder el control del automóvil, su mirada me ponía
nerviosa, sentí como mis manos comenzaron a sudar.

- No tiene por que tener miedo, conduzco bien – dije para


tranquilizarlo, pero en realidad era para tranquilizarme a mí.

- Ya lo noté, conduces bien.. ¿de donde saliste? - me


preguntó con una mirada extraña.

- ¿cómo? - no entendí a que venía esa pregunta.

- Me refiero a que he visto que llegas en un BMW al trabajo,


cuando te hablo fuerte no te intimidas al contrario, tienes
carácter lo he notado, como si estuvieras acostumbrada a
tratar con personas como yo, corriste a mi ex novia de la
oficina con tal determinación, pero vienes de una
universidad pública en la que el 80 % de los estudiantes son
becados y eso lo se por que una gran parte de esas becas
las financiamos en la empresa. - me miraba como un
estudiante que hubiera sacado buena nota en su tarea.

- Mi BMW no es modelo reciente, ya tiene sus años – me


justifiqué.

- ¿cuántos? …. dos… tres a lo mucho – se burló de mi.

- Tiene tres años – le confirmé, viendo como asentía lo que


de seguro él ya sabía – parece que ya se siente mucho
mejor – le dije tratando de cambiar un poco el tema al ver
hacía donde iba la conversación.

- Aún me duele – su mirada otra vez se volvió oscura, ya no


sabía cuál Jefe prefería si el sonriente y burlón o el serio y
enojón.
- ¿De donde saliste? - otra vez la pregunta, pero esta vez me
exigía con la mirada una respuesta.

- No se que espera que le responda – le dije sin dejar de


mirar al frente ya que aún no llegábamos a la clínica, apreté
más el acelerador, me urgía salir del auto no me gustaban
sus preguntas.

- Es lógico que tus padres deben tener dinero si no como


explicas tu BMW “no tan reciente”.. lo que no entiendo es
por que si ellos tienen buena posición económica tu
estudiaste en una universidad donde la mayoría de sus
estudiantes son becados.

- Tal vez algún día terminemos esta conversación señor, ya


llegamos – le anuncié con una sonrisa de alivio de no tener
que seguir respondiendo sus suposiciones y preguntas.

Me fulminó con la mirada. Me salvé.

Si mis papás tenían una buena posición económica, y eso


que, ese hecho no me hacía ni mejor ni peor persona, por
eso estudie en una universidad pública por que lo que yo
quiero es tener éxito por mí no por lo que tengan o no
tengan mis padres, pero no creo que alguien como el lo
pueda entender, siempre acostumbrado a lo mejor de lo
mejor, de seguro estudio en la universidad más cara en el
extranjero.

Sonó mi celular.

- Bueno – dije con voz apagada.

- Sara, ¿cómo esta Ernesto? Les he estado llamando desde


hace rato, pero no tuve respuesta – al momento reconocí la
voz del Señor Erik, se escuchaba muy preocupado. De
seguro Leyla le dio mi número de celular.
- Señor Erik una disculpa por no haber respondido hasta
ahora, mandaron a hacerle algunos estudios al Señor
Ernesto para saber la causa del dolor que tiene, ahora
mismo estoy en la sala de espera – dije enseguida tratando
de calmarlo.

No me había dado cuenta que tenía casi veinte llamadas


perdidas del señor Erik.

- Esta bien Sara, cualquier cosa no dudes en llamarme, iré


enseguida.

- Gracias Señor Erik, no se preocupe, en cuánto tenga


noticias de los resultados del Señor Ernesto lo llamaré… tal
vez deba avisar a su familia – dije pensando en que era raro
que ningún familiar estuviera ya en el hospital, llevábamos
aproximadamente dos horas desde que llegamos.

- mmm… creo que deberíamos esperar a saber si Ernesto


quiere que llamen a sus padres, es muy especial en ese
asunto, de todos modos, estaré al tanto de la empresa
mientras no está y por la tarde pasaré al hospital si aún no
lo dan de alta – la voz del señor Erik ahora era calmada.

- Esta bien – asentí.

- Nos vemos Sara – su voz era dulce. Colgó.

Mientras esperaba a que me dieran noticias, pensé en lo


que el señor Erik dijo sobre los padres del señor Ernesto, tal
vez no se llevaban muy bien como para no querer que se
les notifiqué que su hijo está enfermo. Si yo fuera la
enferma mis padres correrían sin pensarlo hasta donde
estuviera. Pero como dice mi papá hay de padres a padres
y de hijos a hijos.
También pensé en como el señor Erik y el señor Ernesto
eran tan diferentes, los dos eran muy guapos eso no había
duda, pero el señor Erik era muy amable, alegre y siempre
parece estar tranquilo, de hecho, he visto que le hace
comentarios en broma al señor Ernesto para hacerlo
enojar.

Sonrío un poco al recordar.

En cambio, el señor Ernesto impone su presencia, siempre


serio, incluso cuando esta de buen humor no sonríe,
indiferente a los demás, sólo piensa en el trabajo. Es como
si fuera un robot, me reí en mis adentros.

Esos primos son polos opuestos, pensé divertida.

- Familiares del señor Cazares – anunció una enfermera


con voz alta en medio de la sala de espera.

- Soy su asistente, vine con él – me acercó – ¿cómo se


encuentra? Le pregunté con urgencia.

- El señor Cazares, ya está estable, puede pasar a verlo a la


habitación 102 en el segundo piso – dijo señalando en
dirección hacia donde se encontraba el elevador.

Rápidamente me dirigí hasta esa habitación. Cuando llegué


toqué la puerta, pero no tuve respuesta. Giré la perilla
lentamente y con cuidado de no hacer ruido, Abrí unos
centímetros la puerta echando un vistazo por la pequeña
rendija que se había formado. Lo vi, estaba recostado en la
cama de hospital parecía estar dormido.

Abrí más la puerta y entré con cuidado de no despertarlo,


me acerqué poco a poco hasta donde estaba la cama de
hospital. Observé que tenía conectado un catéter a una de
las venas de su mano derecha por donde pasaba un líquido
transparente de una pequeña bolsa de plástico colgada de
un soporte de aluminio alto. Le habían canalizado suero. Él
tenía sus ojos cerrados, estaba inmóvil, detuve mi vista en
su delicado rostro, tan calmado y tan hermoso a la vez.
Observé sus cejas pobladas perfectas, su nariz afilada, sus
lindos labios que enmarcaba su afeitada barba castaña,
sus pómulos pálidos.

- ¿Qué tanto me ves? - preguntó de pronto clavando sus


ojos en los míos.

Me sentí apenada.

- Señor me asustó, pensé que estaba dormido – digo


llevándome una mano al pecho.

Dibujó una sonrisa pícara en su rostro, le gustaba


molestarme.

En ese momento entró un doctor a la habitación.

- ¿Cómo se siente Sr. Cazares? - preguntó el doctor


mientras observaba el líquido fluir a través del catéter en la
mano.

- El dolor va disminuyendo – dijo mi jefe llevando su mano


al estómago – ¿Cuál es la causa del dolor?

- Los estudios realizados hace un momento demuestran


que tiene un cuadro agudo de colitis, le haré algunas
preguntas y necesito que me responda con honestidad –
dijo mirándolo a los ojos.

- ¿En los últimos días ha pasado por situaciones de estrés o


ansiedad?

- No siento que sea demasiado estrés - dijo fingiendo una


sonrisa.
Mi jefe volteó a verme con sentencia, todo mundo sabía
que estrés era su segundo nombre, se la pasaba todo el día
trabajando, cuando las cosas no eran como él quería se
enojaba como una fiera.

- ¿Ha estado tomando al menos sus tres comidas diarias


en horario regular? - preguntó el doctor.

- Puede que alguna vez me llegué a saltar alguna durante el


día – dijo falsamente.

No podía creer que mi jefe estuviera mintiendo sobre su


propia salud, era claro que a veces no comía por estar
trabajando, incluso tal vez ni siquiera desayunaba en su
casa por llegar tan temprano.

Ahora era yo quien lo veía como madre que regaña a su


hijo.

- Doctor, el señor Cazares últimamente ha tenido mucho


trabajo puede que eso haya desencadenado un cuadro de
estrés, y por esa cantidad excesiva de trabajo es que a
veces es imposible que pueda comer en horario regular –
me atreví a acusarlo mientras que él me fulminaba con la
mirada.

Estando en ese estado no me provocaba miedo, parecía un


niño indefenso.

- Ya veo – dijo el doctor al mismo tiempo que tomaba


apuntes en el expediente que tenía en mano.

- Las indicaciones son las siguientes: estará en observación


unas horas más hasta que el suero intravenoso se agote, le
recetaré medicamento y debe llevar una dieta rica en
vitaminas y minerales, como fruta, verdura, carne magra,
pollo, etc.… nada de grasa y harinas. Si necesitan algo
estaré en mi consultorio.

- No se preocupe doctor, el Sr. Cazares atenderá todas sus


indicaciones al pie de la letra – le aseguré.

El doctor se despidió con una amable sonrisa.

- No recuerdo haber pedido tu opinión frente al doctor – dijo


mi jefe con frialdad.

Sentí su mirada sombría sobre mí, estoy sin habla, tal vez
no debí entrometerme no puedo evitar sentirme culpable.

- Lo siento, no volverá a pasar – me disculpo agachando la


mirada.

Deseaba que me corriera de la habitación, pero él no decía


nada sólo me veía molesto, no quería estar ahí. Me sentía
indefensa ante su mirada.

Un incómodo silencio se apoderó de la habitación.

- Señor… - suspire profundo ya que estaba a punto de hacer


una tontería – tal vez después de lo que le diga quiera
despedirme, pero no puedo evitar sentirme preocupada por
usted.

Estaba nerviosa por la reacción que él pudiera tener.

Nuestras miradas se cruzaron. Nuevamente no decía nada


sólo me observaba.

- Es claro que usted siempre tiene estrés, trabaja


demasiado, hay veces que se queda en la oficina después
de la salida de sus empleados, tiende a enfadarse muy
fácilmente, y por trabajar demasiado se salta sus comidas.
De qué sirve que tenga tanto poder y dinero si su salud está
en juego.

Miro sus deslumbrantes ojos oscuros mientras me preparó


para uno de los peores regaños en mi vida.

***

No podía creer lo que acababa de pasar, nunca ninguno de


mis empleados me había hablado como ella. Su manera de
ser me irritaba, pero de una manera muy extraña. La
observaba atentamente mientras tenía su mirada en el
suelo, tal vez intuía que la iba a regañar. Al verla de pie
junto a la cama, me di cuenta que su cuerpo era delicado y
esbelto, su rostro si era como el de un ángel, sus mejillas
sonrosadas llenas de vida y juventud, esos ojos que nunca
me mostraban miedo sólo respeto, era una chiquilla muy
valiente.

No sabía muy bien cómo reaccionar puesto que de tratarse


de otro de mis empleados ya estuviera más que despedido,
pero por que con ella no hacía lo mismo, había dentro de mí
algo que no me dejaba descargar mi ira en contra de ella.

No pude más que voltear hacia el lado contrario de donde


estaba me sentí como un niño haciendo un berrinche frente
a su madre.

- ¿por qué te importa mi salud? - pregunté sin pensar,


nuevamente mirándola directo a sus brillantes ojos
oscuros.

Al parecer pensó por unos segundos su respuesta.

- Usted es mi jefe y no me gustaría verlo decaído o enfermo,


usted es la cabeza de la empresa debe estar sano y fuerte
para poder enfrentar los problemas que le surgen día con
día – dijo con una sonrisa nerviosa.

Su respuesta se sentía sincera, se preocupaba por mí sólo


por era su jefe.

- Entonces si me quieres ver fuerte y sano te encargarás de


que tome mi medicamento a tiempo y coma en las horas
que debo comer – le dije con una sonrisa traviesa al
encontrar el castigo perfecto para que aprendiera a no
estarse metiendo en asuntos que no le corresponden sin
embargo ella asintió gustosa.

- Claro señor, yo me encargaré de todo lo que necesite –


dijo con una enorme sonrisa mostrando su entusiasmo.

Por un momento se quedó pensativa, “ahí viene de nuevo


con sus comentarios, ¿ahora qué?” pensé.

- Señor, el doctor dijo que se quedaría por unas horas más,


tal vez lo den de alta por la noche, ¿desea que le informe a
algún familiar que está en el hospital? - preguntó.

- No tengo humor para verlos – repliqué fríamente mientras


veía en el reloj que eran las cuatro de la tarde, Sara tenía
razón tal vez me dejarían ir hasta la noche, pero no quería
llamar a mis padres, no quería verlos después de lo de ayer
y lo más seguro si ellos venían es que Selin también viniera,
de sólo pensarlo se me revolvió el estómago nuevamente.

- El señor Erik ha estado muy preocupado por usted – dijo.

Así que ha estado hablando con Erik, un escalofrío recorrió


mi cuerpo de sólo pensarlo, le había prohibido tratarlo, pero
al parecer no me hace caso, como en muchas otras cosas.

Le fulminé con la mirada.


Vi como su cuerpo se tensó.

- Dame mi celular – le ordené al recordar que se lo había


dado para que me lo cuidara antes de entrar a los estudios
que me realizaron.

- Aquí esta señor – lo sacó de la pequeña bolsa de su


pantalón de vestir.

Marqué como pude con la mano izquierda el número de


Erik.

- ¿Ernesto cómo estás? - preguntó anticipado.

- Mejor, pero me quedaré unas horas más en el hospital –


dije sin ánimo.

- ¿Todo bien? - preguntó preocupado.

Aunque Erik era un par de años menor que yo, cuándo


éramos pequeños siempre fuimos como hermanos,
crecimos juntos, es la única persona que de verdad se
preocupa por como estoy o como me siento, es un gran
apoyo para mí.

- Si no te preocupes, que tal las cosas por la empresa –


pregunté.

- Todo bien por acá tengo todo bajo control – dijo con
entusiasmo – oye Selin me comentó que la terminaste, se
fue llorando, pero dijo que necesitaba hablar contigo de
algo muy importante ¿no estará embarazada verdad?

- Claro que no, no seas estúpido – lo interrumpí, ella no


podía estar embarazada por que las veces que tuvimos
sexo fueron contadas y la última vez fue hace meses.
- yo nada más decía, sería lo peor para ti porque sé que
desde hace tiempo quieres deshacerte de ella, pero bueno,
¿necesitas que vaya?

- Yo te llamó.

- ok.

Colgué.

- ¿Vendrá el señor Erik más tarde? - preguntó mi asistente,


interrumpiendo mis pensamientos sobre qué es lo que Selin
quería hablar conmigo, de seguro nada bueno.

- ¿Por qué la pregunta? - le solté.

- Quiero saber que cuando me vaya se quedará con alguien


que lo cuide mientras lo dan de alta – dijo, parecía sincera,
pero al mismo tiempo cuando mencionaba el nombre de
Erik sus ojos brillaban más de lo normal y eso no me
gustaba, tal vez Erik no le era indiferente, no quiero que
estos dos tengan algo que ver, no pueden y no los dejaré.

- Cuando sean las seis te puedes retirar, no te preocupes


por mí – le dije mirando hacia el lado opuesto donde se
encontraba ella.

- Claro que no, no lo dejaré sólo, en ese caso me quedaré


con usted hasta que salga de aquí – dijo firmemente
trayendo una silla que se encontraba a unos cuantos
metros de donde estaba de pie, y con toda su seguridad y
delicadeza se sentó en ella, ofreciéndome una dulce
sonrisa.

Al momento que se sentó y cruzó las piernas deseé que


llevará puesta una falda, carraspeé, que estaba pensando
acaso esta chiquilla despierta interés en mí.
Suspire profundamente eliminando los pensamientos de mi
cabeza.

Me gustaba la idea que se quedará aquí conmigo así podía


saber más de ella, de su vida, pero a la vez no quería que se
fuera sola a su casa puesto que su coche se quedó en la
empresa.

- ¿No se preocuparán tus padres si llegas por la noche? - le


pregunté.

- No señor, no vivo con mis padres – agachó la mirada.

- ¿por qué no? - pregunté lleno de curiosidad.

- Mis padres viven en Montenegro, mi hermano y yo vinimos


a estudiar aquí a la capital – dijo al momento que sus
pupilas se dilataban.

- Ya veo, eres de un pueblo – no conocía Montenegro, pero


había escuchado que era un pueblo pequeño.

- No es un pueblo, es una ciudad pequeña – me corrigió


haciendo una mueca de disgusto, tal parece que no le
gustaba que le dijeran que venía de pueblo. Sonreí travieso.

- ¿A qué se dedican tus padres en Montenegro? - pregunté


curioso una vez más, necesitaba matar el tiempo de alguna
forma, que mejor que cuestionando a mi pequeña
asistente.

- Mi padre es dueño de una fábrica textil y mi madre tiene


un negocio de venta de dulces típicos de la región – dijo
orgullosa.

- dueño de una fábrica ehh… a tu padre le ha de ir muy bien


– le dije pensando en su BMW no tan reciente.
- Si le va bien, aunque la fábrica no es enorme, les da
trabajo a dos tercios de la población – me explicó.

- ¿Y por qué la universidad pública? - continué


preguntando.

Por un momento me olvide del dolor, tal parecía que ya casi


no lo sentía. Estaba disfrutando la plática con Sara, tal que,
me moví un poco sobre la cama para estar más cómodo.

Ella se veía pensativa. Veo como sus mejillas se colorean


de un color rosado durazno analizó su mirada con
detenimiento.

- Mi papá siempre nos ha inculcado a mi hermano y a mí


que aunque puede ser que tengamos más cosas materiales
que otras personas, eso no nos hace ni más valiosos ni
peores, hay personas que son muy valiosas y no
necesariamente tienen dinero y poder, cada persona puede
escribir su propio camino y tener éxito en la vida en base al
esfuerzo y dedicación a cumplir sus metas, también mi
hermano estudia en una universidad pública, las personas
son reales, no como en los colegios de niños ricos en lo
que todo es presunción, y uno aprende muchas cosas
sobre la gente – termina de hablar.

Me sorprende como alguien tan joven es tan madura


emocionalmente, no es como otras mujeres que incluso ya
en sus veintitantos se comportan como niñas mimadas, me
pasó la imagen de Selin por la cabeza, Sara era diferente,
inexplicablemente me atraía, siento como mi sangre hierve
cuando nuestras miradas se cruzan, esto no está bien, es
mi asistente, no puedo sentir algo por ella, como pudo
pasar, que haré ahora. Volteó a ver hacia el lado contrario
de la habitación, cierro los ojos con fuerza, me quedó
dormido pensando en ella.

El señor Ernesto llevaba aproximadamente dos horas


dormido, mientras observaba las facciones cuadradas que
dibujaban su rostro perfecto.

Hoy fue un día raro ya que estuve cerca de él prácticamente


todo el día, platicamos mucho y fue cómodo. Siento que
muy en el fondo él no es tan frío como aparenta frente a las
personas, “debe estar muy dolido” pensé, debe haber algo
que le impida ser él, sin filtros, y hoy conocí a ese señor
Ernesto sin tanto filtro, es sarcástico, sonríe, hace bromas y
sobre todo escucha.

Sonreí un poco al recordar nuestra platica de hoy.

Hace tiempo que no platicaba de temas tan personales con


alguien. Recordé que desde hace meses ni si quiera salía
con mis amigas de la escuela, estaba tan enfocada en
obtener las prácticas en Industrias Cazares que hasta hoy
no he sabido nada de alguna de ellas, ni si quiera he
llamado a Dani, que se ha portado tan bien conmigo, lo
último que supe es que le aceptaron sus prácticas en una
empresa química llamada Quality inc.

“Espero le esté yendo bien” pensé.

Recordé que no le había avisado a mi hermano que iba a


llegar tarde.

“Ciro llegaré tarde el día de hoy, aún no se la hora, cuando


llegué te cuento” escribí en un mensaje de texto.

“Está bien, avísame cuando llegues a casa, me quedaré en


casa de Marion hoy” me contesto luego de unos minutos.
No respondí.

Últimamente Ciro y Marion pasan muchas noches juntos,


los comprendo ya tienen muchos años de novios, sólo que
hay una espinita que no me deja estar tranquila, tal vez ya
están preparados para dar el siguiente paso. Ciro es mi
único hermano, somos muy unidos, es mi mejor amigo,
siempre ha cuidado de mí. Yo sería la hermana más feliz si
ellos decidieran vivir juntos o casarse, sin embargo, lo
extrañaría demasiado desde que nací nunca nos hemos
separado, hemos vivido juntos toda la vida.

Me percaté que mi jefe me observaba como si estuviera


tratando de descifrar lo que pensaba.

Nuestras miradas se cruzaron, siento un cosquilleo en mi


cuerpo, su mirada me penetra.

- ¿Qué hora es? - preguntó aún soñoliento.

- Casi las ocho, señor – respondí notando que el líquido de


la bolsita del suero ya casi se terminaba.

En ese instante una enfermera entró a la habitación


llevando una charola con jugo y fruta.

- Buenas noches – saludó.

Los dos respondimos el saludo.

Acomodo la mesita especial para comer sobre la cama


dejando la charola de fruta sobre ella.

- El doctor le envió fruta y jugo para que empiece a probar


alimento, es importante que al menos haga tres comidas
diarias en forma regular, si necesitan algo estoy en el
pasillo.
- Gracias – respondimos en unisonó.

- Adelante – le animé, mientras le acomodaba las


almohadas para que pudiera sentarse en la cama.

Mi jefe comió todo parece que tenía mucha hambre, como


no, si no probó bocado en todo el día más que el sorbo que
le dio al café de la mañana.

Permanecimos un rato en silencio.

El doctor que nos atendió por la tarde entró a la habitación.

- ¿Cómo se siente? - preguntó.

- Mejor, ya no siento dolor – contestó mi jefe con una


sonrisa de alivio.

- Ya se puede retirar a casa señor Cazares, en un momento


vendrá una enfermera a quitarle el catéter y le entregará el
medicamento que tomará durante una semana, si se cuida
ya no habrá necesidad de seguimiento, ¿alguna pregunta
que quiera hacer antes de retirarme? - le dijo el doctor muy
amable.

- ¿Estoy en condiciones para conducir a casa? - cuando


preguntó recordé que deje mi auto en la empresa puesto
que llegamos en el de mi jefe, mañana tendría que pedir un
taxi para llegar temprano al trabajo, además del taxi que
tomaría cuando salgamos del hospital a casa.

- Claro que puede conducir, ahora ya se encuentra bien.

- Gracias doctor – dijo mi jefe con una gran sonrisa, me


alegré que después de un largo día ya podríamos ir a casa,
lo que más me hacía feliz es que él estuviera bien.
- Te llevaré a casa – dijo mi jefe apenas pusimos un pie
fuera del hospital.

- No hace falta señor, tomaré un taxi – le dije de inmediato.

- No te estoy preguntando, vamos – me ordenó al tiempo


que paso frente a mí dirigiéndose a donde estaba su auto.

“No hay duda que ya se siente mejor” pensé mientras


caminaba detrás de él, volvió a ser el mismo de antes, su
forma tan demandante de pedir las cosas me sacaba de
mis casillas, pero no podía decir nada puesto que era mi
jefe.

- Sube.

Como un caballero abrió la puerta del copiloto.

Subí sin decir palabra, mientras observaba como le daba la


vuelta al autor para entrar.

- Y bien, ¿dónde vives? - preguntó mientras encendía el


coche. Era de noche, pero distinguía muy bien sus grandes
ojos obscuros que se posaban sobre mí.

- En los departamentos que se encuentran en Distrito V –


dije.

- Claro – dijo con una sonrisa de medio lado mofándose de


mi respuesta.

- ¿Qué pasa? - pregunté irritada, parecía como si me hubiera


convertido en su chiste local preferido.

- ¿Cuánto cuesta uno de esos departamentos? ¿tres o


cuatro millones si no me equivoco? - dijo sarcástico.
- ya entiendo su humor señor, para su información mi
madre fue quién escogió donde viviríamos… mi hermano y
yo ni si quiera pudimos elegir el lugar – le respondí, sentía
las mejillas arder de lo molesta que estaba porque me
hiciera esos comentarios, era claro que se burlaba de mí,
que culpa tenía yo que mi madre fuera una excéntrica que
le gustaba el lujo.

Distrito V era un parque residencial muy moderno un tipo


de fraccionamiento exclusivo, contaba con dos edificios
residenciales de treinta pisos aproximadamente, yo vivía en
el primer edificio en el cuarto piso, además este parque
residencial contaba con terraza, área de asadores, sala de
lectura, alberca, spa, salón de eventos, gimnasio incluso
había restaurantes y centros comerciales todas estas
comodidades estaban abiertas a todo público ya que era
parte de un nuevo concepto de negocio, sólo no se permitía
el acceso a los edificios residenciales si no vivías ahí, era
muy cómodo para vivir, como vivir en un hotel.

- sabes, Leyla siempre escoge a los practicantes en primera


por sus excelentes notas, en segundo por su situación
económica, cree que así ayuda a un joven a tener un mejor
futuro ofreciéndole una excelente oportunidad de
desarrollarse profesionalmente – lo miré atónita mientras
él parecía estar deduciendo algo – Tal vez cuando vio que
eras estudiante foránea pensó que tenías muchas
necesidades lo que no sabe es que para nada tienes una
necesidad económica – dijo con ironía esperando mi
reacción.

Entonces esa fue la razón por la que Leyla me contrato,


pensó que como venía de un pueblo tal vez tenía mucha
necesidad, de pronto una ola de culpa comenzó a
apoderarse de mi ser, tal vez yo le había quitado la
oportunidad a alguien que de verdad lo necesitaba, pero
luego recordé cuanto me esforcé porque me eligieran para
hacer mis prácticas en Industrias Cazares, yo me gané este
puesto, intenté animarme.

- ya me sentí mal señor – dije agachando mi mirada de


culpabilidad.

Al verme decaída tal vez sintió algo de lastima ya que me


tomo el hombro a manera de apoyo.

- Tu eres la mejor asistente que he tenido desde que trabajo


en la empresa- intentó consolarme, su gestó parecía
sincero - y Leyla no tiene por qué enterarse, será nuestro
pequeño secreto.

Me guiño el ojo.

Arrancó el auto dirigiéndose rápidamente a mi


departamento.

Durante el camino pensé en porque mi jefe había estado


desmenuzando mi vida, para que después me dijera que
eso sería un secreto entre los dos, que estaba tratando de
hacer sentirme mal o torturarme emocionalmente.

Estaciono su auto frente a mi edificio.

- ¿puedo pedirle un favor? - dije antes de salir del coche.

Mi jefe me miró atentó.

- Dime.

- Cuando llegue a su casa puede enviarme un mensaje, sólo


para saber que llegó bien, me preocupa que conduzca sólo,
cuando se la paso todo el día de hoy en el hospital – le dije
apretando mis manos a mis rodillas.
- Esta bien – sonrío.

- Gracias señor por traerme a casa, hasta mañana – estaba


dispuesta a salir del coche cuando su fuerte agarre me
detuvo, caí de nuevo al asiento del coche.

- Pasaré por ti mañana a las siete, ¿ya olvidaste que dejaste


el coche en la oficina? - me dijo en su tono mandón
habitual.

No tenía caso discutir por eso, además ya estaba muy


cansada como para hacerlo.

- Esta bien señor, nos vemos mañana – me despedí sin


rechistar.

***

Conduje directo a mi casa, mientras pensaba en todas las


cosas que había descubierto hoy sobre mi asistente, tal
parecía que me gustaba saber de ella. A la vez era muy
dulce y complaciente, pero me daba la impresión de que
guardaba su verdadero carácter para nada débil. Sentía el
deseo de conocer su personalidad completa. Mientras
fuera mi asistente tendría tiempo para eso, ella se quedaría
en la oficina al menos cuatro meses, ya después si me
seguía intrigando como hasta ahora podría ofrecerle un
empleo así la mantendría cerca de mí el tiempo que fuera
necesario, no era tan difícil, esbocé una sonrisa juguetona.

Cuando llegué a casa mis padres estaban sentados en la


sala principal, me miraban fijamente.

- ¿Hijo cómo te sientes? Erik llamó hace una hora para


preguntar si ya habías llegado, nos contó que estuviste en
el hospital - mi mamá se abalanzó sobre mi para
abrazarme.
- Estoy bien mamá, fue sólo un dolor de colitis, con
medicamento se me quita – dije tratando de calmarla, al
momento que le acariciaba una de sus mejillas con
delicadeza.

Como siempre mi padre sólo observaba la escena entre mi


madre y yo, jamás en su vida le había importado ni si quiera
cuando fui niño, ninguna palabra de cariño mucho menos
de consuelo, así era él por eso lo detestaba.

En cambio, ella siempre fue una mujer muy dulce conmigo,


incluso a veces una madre sobre protectora, sin embargo,
siempre hacía lo que papá quería como si no pudiera tomar
sus propias decisiones.

- ¿Tu no dices nada? - le dije en tono retador clavándolo con


la mirada.

- Te vez bastante repuesto, hijo – dijo con una sonrisa


presuntuosa.

- Como sea, estoy bastante cansado iré a dormir – dije


fastidiado.

Recordé que Sara me había pedido que le avisará cuando


llegará a casa por lo que me dirigí directo a las escaleras
que daban a mi habitación, pero la voz de mi padre me
detuvo.

- Ernesto – su voz era grave pero no ejercía en mi ninguna


clase de poder.

- ¿Qué quieres? - pregunté frunciendo el ceño.

Baje del primer escalón lentamente.


- Necesito que acomodes a Selin en algún puesto en la
empresa, algo que la entretenga – dijo mi padre con
frialdad.

- ¿Es tu nueva táctica para que este cerca de mí? - dije


carcajeándome abiertamente.

- Dijiste que no pagarías mi deuda, ahora mismo la estoy


saldando – dijo mi padre esquivando mi mirada.

- Esta bien, veré que puedo hacer – suspiré. Lo que fuera


con tal de que me dejarán en paz, ahora mismo no tenía
ganas de pelear sólo de ir directo a mi habitación y llamar a
mi linda asistente.

***

- Hola – escuché su dulce voz.

- Ya estoy en casa Sara – le dije pensando cómo podría


alargar la conversación, pero no se me ocurrió algo.

- Me da gusto señor, descanse – colgó.

Sentí como un vacío recorrió mi pecho, esa llamada apenas


y duró menos de un minuto, lo que sentía ahora mismo era
una necesidad, necesidad de ella.

A la mañana siguiente me desperté con un gran humor, me


sentía bien, me sentía fresco.

Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien ¿y la razón?


No era necesario que la negará puesto que sabía bien que
era o más bien quién era la persona que producía ese
efecto en mí.

Estacioné mi auto frente a su edificio exactamente a las


siete. Ella ya estaba esperando afuera.
Salí rápidamente plantándome frente a ella.

- Srita. Cortés, buenos días – Saludé con una sonrisa.

- Buenos días, señor Cazares – me contestó, me miraba de


forma extraña, tal vez era por que la había saludado con
una sonrisa, por lo regular siempre estaba de mal humor y
estresado, pero estar cerca de ella me relajaba no lo podía
evitar.

Llevaba puesto un blazer negro a tres cuartos, camisa


blanca y un pantalón de vestir negro, con zapatos de tacón
del mismo color, la verdad no parecía que fuera a una
oficina lo que ella vestía la hacía ver fresca y juvenil, sentía
que me contagiaba su frescura. Un maquillaje ligero en
tonos marrones, rubor en las mejillas color durazno y el
cabello recogido en una coleta dejando su cuello al
descubierto. Detuve la mirada en su cuello por unos
instantes, sentí que mi corazón comenzó a latir muy
rápidamente, no podía ser tan obvio con ella, aún no. Sin
pensarlo mucho abrí la puerta del copiloto.

Ella entró.

Durante el camino el silencio se apoderó del ambiente, no


sabía que tema sacar para hacer conversación puesto que
era su jefe se supone que no deberíamos tocar temas
personales, estaba fuera de mi ética profesional, “al diablo
con mi ética profesional”, pensé.

- ¿Desayuno señor? - preguntó clavando su mirada en mí.

Me limite a sonreírle.

Suspiró irritada, mientras sacó su celular del bolso,


tecleando rápidamente un mensaje, cuando terminó de
enviarlo me dirigió una sonrisa traviesa que encendió
instantáneamente mi deseo por ella.

- ¿Qué pasa? - pregunté tratando se ser lo más serio ya que


eso era algo imposible mientras estuviera cerca.

- Su problema quedo resuelto, cuando lleguemos lo


esperará un rico y saludable desayuno, además de su
medicamento, por supuesto – sonrió con suficiencia.

Asentí satisfecho, a mi asistente no se le pasaba nada y lo


agradecía. Claro ese era su trabajo.

Llegamos a la oficina, aún no llegaban los demás


empleados ya que ellos entraban a las ocho, de inmediato
se instaló en su escritorio, mientras que yo entré a mi
oficina.

Me esperaba una charola con un bowl de fruta, un vaso de


jugo y un pequeño cuenco con pastillas de varios colores.
También había sobre el escritorio un pequeño florero con
girasoles.

- ¡Sara! - grité llamándola.

Ella entró rápidamente.

- Dígame señor – dijo con el cuerpo erguido mirándome


fijamente.

- ¿y estas flores? - pregunté irritado. Una persona como yo


no podía tener flores en su escritorio, para mí era una señal
de debilidad, yo era un hombre imponente, no tendría flores
cerca de mí.

- Son para cuando se sienta estresado o de mal humor,


como ahora – dijo con una leve sonrisa sarcástica
provocando que le atravesará con mi mirada más fría – le
ayudarán mucho, a controlar su estrés, puede olerlas,
tocarlas, admirarlas, pruebe, aunque sea un día – dijo
suplicante.

- ¡No quiero flores en mi escritorio! ¡tíralas! - le ordené.

Ella me fulminaba con la mirada, podía sentir como me


maldecía por dentro.

- Esta bien – se limitó a decir de forma seca mientras que


tomó de mala gana el florero con los girasoles, salió de mi
oficina, dando un portazo. No fue tan fuerte, pero era
evidente que lo hizo con intención.

Me sacudí el cabello con desesperación, ¡había dejado que


me hiciera un berrinche! Y lo peor es que no hice nada para
reprenderla, me sentía furioso.

***

- Bien florecitas, si no las quiere el robot gruñón, yo sí aquí


estarán mejor- sonreí, hace unos momentos me deje llevar
por el enojó, me molestaba demasiado que el señor
Cazares me gritará y más cuando me preocupaba por su
salud, era un mal agradecido prepotente, me crucé de
brazos, esperaba que no se hubiera dado cuenta de que el
portazo que le di a la puerta fue intencional.

- no pasa nada, no pasa nada – intenté calmarme.

- Qué bonitas flores, son tan hermosas como tú – esa voz


familiar me volvió a la realidad

sonrojándome al instante. Él se dio cuenta de mi reacción


ya que sonrió satisfecho mientras veía el color rojo en mis
mejillas.
- Señor Erik, ¿qué hace aquí tan temprano? - pregunté
sorprendida al ver que aún faltaba para que fueran las ocho
de la mañana que es cuando todos llegaban a la compañía.

- Me obliga tu jefe – dijo haciendo una mueca de disgusto.

- Y bien ¿cuándo aceptarás que te invite a cenar, a comer, al


cine o a donde tú quieras? - preguntó insinuante
clavándome su mirada.

No quería problemas y menos con mi jefe, me había


advertido explícitamente sobre acercarme al señor Erik, no
podía aceptarle ningún tipo de invitación, aunque debo
admitir que el me agradaba, era alegre y muy apuesto, nada
que ver con el gruñón de su primo, hice un puchero en mis
adentros.

- Señor Erik, no puedo… la verdad es que no quiero algún


problema con el señor Ernesto, no me lo tomé a mal usted
me parece una persona muy agradable no quisiera perder
mis prácticas que son muy importantes para mí – el enfrío
su mirada, dude un poco al decirlo – en cuatro meses se
termina mi contrato en esta empresa, así que si para
entonces aún quiere salir conmigo con gusto aceptaré – le
dedique una sonrisa.

- Entiendo no te preocupes, esperaré – me guiñó un ojo.

En ese momento la puerta de la oficina se abrió y salió mi


jefe, enseguida me aparte del señor Erik ya que estábamos
a centímetros de distancia.

- ¿Qué pasa aquí? - dijo endureciendo sus facciones.

- Nada primo, solo saludaba a Sara – dijo en voz sería el


señor Erik, caminando a un lado del señor cazares mientras
le atravesaba con la mirada al momento que entró a la
oficina para desaparecer ante mis ojos.

El señor Cazares me observaba con reprobación


seguramente ahora mismo se estaba imaginando lo peor,
sentí el mayor de los miedos, no supe cómo responder ante
la situación, para mi fortuna el entró a la oficina dando un
fuerte portazo.

***

- Pensé que te había quedado claro lo de no meterte con mi


asistente Erik – le reproché apenas entramos a la oficina, él
pareció ignorarme puesto que siguió caminando hasta
sentarse al otro lado del escritorio, me planté frente a él
escudriñándolo con la mirada.

Parecía que me miraba divertido, eso me hirvió la sangre.

- Me parece que a ti es al que no te ha quedado claro que


no soy tu empleado, te recuerdo que tú y yo compartimos el
mismo número de acciones dentro de esta empresa y
aunque estés a cargo de ella por tu padre, seguimos siendo
iguales – dijo mientras tomaba un bolígrafo de la mesa y lo
pasaba entre sus manos.

- No me provoques – dije al momento que me desplomaba


sobre mi asiento del otro lado del escritorio.

Necesitaba idear algo para que no se acercará a mi


asistente, necesitaba averiguar primero que era esa
sensación que provocaba en mí cuando estaba cerca.

Suspire hondo.

- ¡Vamos primo! ¿en qué te afecta a ti que invite a salir a


Sara? - dijo en tono jocoso.
No quería que Erik descubriera la verdadera razón por la
que no quería que saliera con Sara, pero me examinaba con
la mirada, no pude hacer más que esquivarla.

- ¡Ya se! - grito vitorioso – ¡Te gusta tu asistente! Ja … ja ...


ja – se burlaba carcajeándose.

- No seas estúpido Erik – le protesté.

Él dejo de reírse.

- Necesito que me hagas un favor, por eso te llamé –


cambié de tema esperando que me creyera lo anterior.

- ¿Qué pasa? - preguntó intrigado.

- Mi padre quiere que Selin trabaje en la empresa – suspiré.

- ¡Esta loco o que! - gritó abriendo sus ojos por completo en


señal de asombro – esa mujer que sabe hacer… nada – dijo
con sorna.

Era más que claro que no le agradaba la idea.

- Ese es mi problema, no pude negarme porque mi padre


aún no me cede por completo las acciones de la empresa,
si se lo propone me puede perjudicar enormemente, no
puedo tirar a la basura el esfuerzo que hemos hecho por
mantener a flote la compañía desde que él se retiró… pero
tampoco la quiero tener cerca – me sinceré. Sabía que Erik
me comprendería.

- Eso es verdad, tú has hecho un excelente trabajo aquí,


eres el jefe, todo mundo te respeta y no por que seas el hijo
del dueño si no por que tu trabajo habla por ti. no entiendo
por qué tío es tan terco con el asunto de Selin.
Pasó su mano por el cabello en señal de disgusto, se puso
de pie y comenzó a caminar por la oficina en círculos
mientras yo lo observaba.

- Necesitamos idear un plan para que tío te ceda la


empresa de una buena vez – dijo convencido.

- ¿cómo?… lo que él quiere es que me case con ella... y eso


no pasará – refuté.

- yo estoy contigo en caso de que quieras revelarte... sabes


que te apoyaré hasta el final.

Lo que más me preocupaba que mi padre era el accionista


mayoritario de la compañía, Erik y yo teníamos sólo el 20 %
cada uno, aunque quisiéramos en algún momento
revelarnos contra mi padre él siempre tendría la última
palabra es por ello que hasta ahora fue que decidí terminar
con Selín, pensé que mi padre comprendería mi postura,
pero al parecer no fue así. Una vez más me ha demostrado
que no valgo nada como su hijo.

El sonido del interfón me saco de mis pensamientos.

- Diga – contesté secamente.

- Señor Cazares, lo busca su padre, quiere hablar con usted


– escuché a Sara, era la primera vez que mi padre
regresaba a visitar la empresa después de estos últimos
cuatro años en los que me cedió el control de todo.

El sonido del interfón me saco de mis pensamientos.

- Diga – contesté secamente.

- Señor Cazares, lo busca su padre, quiere hablar con usted


– escuché a Sara, era la primera vez que mi padre
regresaba a visitar la empresa después de estos últimos
cuatro años en los que me cedió el control de todo.

- Hazlo pasar – dije sin emoción.

Para que vendría mi padre, de seguro para asegurarse que


contratara a Selin, a que más.

- Mi padre está aquí – le anuncié a Erik quien de inmediato


puso cara de sorpresa.

Cuando mi padre entró a la oficina Erik se puso de pie de un


respingo.

- Hola tío que sorpresa verte por aquí – dijo Erik


acercándose para saludarlo. Lo abrazo efusivamente
mientras mi padre le correspondía el saludo.

- Vine a hablar con Ernesto, podrías dejarnos a solas - pidió


mi padre sin apartar su vista de mí.

Sus facciones denotaban preocupación su mirada era


sombría.

- Claro, nos vemos – se despidió.

Mi padre se dirigió a la puerta para cerrarla con seguro


mientras yo me preguntaba qué tan serio era el asunto para
que el viniera hasta aquí a hablar conmigo.

Cuando volteó me miro nuevamente.

- Necesitamos hablar de algo muy urgente – dijo mi padre


sentándose en mi asiento del otro lado del escritorio, no me
quedó más que sentarme en el asiento del visitante, era
claro que esa actitud era para recordarme que el aún
seguía siendo el dueño absoluto.
- Habla entonces – le dije con una mueca de disgusto.

- Hace muchos años cometí el error de confiar en el padre


de Selín… él sabe un secreto sobre mi pasado que nadie
puede descubrir – me miró esperando una reacción, sus
ojos ahora brillaban con melancolía era evidente que lo que
hubiera sucedido en su pasado lo había marcado.

- Selín no vendrá, ya se les acabo la paciencia…ahora él me


está chantajeando – continúo – sé que no puedo obligarte
a casarte con Selín pero si mi secreto sale a la luz no sólo
nuestra vida como familia se destruiría si no también todo
lo que hemos forjado en la empresa.

- No puede ser – me pasé la mano por el cabello con


desesperación - ¿qué es lo que saben de ti? - pregunté
suplicante.

- No puedo decírtelo hijo, si tu madre se llega a enterar de


esto, moriría en vida del sufrimiento.

- ¿Que has hecho? - dije reprochándole, sentía como mi


cuerpo ardía escuchando todo lo que mi padre decía,
empezaba a sentir un calor que sofocaba mi pecho, era la
desesperación.

Hundí mi cara entre mis manos tratando de pensar, si ese


secreto de mi padre salía a la luz perdería todo por lo que
he luchado tanto tiempo, la empresa era todo para mí me
veía siendo yo el futuro propietario, además, estaba el
asunto de mi madre.

Mi padre no decía nada sólo me observaba.

- Hay una solución a todo esto – finalmente habló, levanté


mi cabeza para escucharlo – tenemos que eliminar el
problema de raíz.
- ¿A qué te refieres? – pregunté confundido.

- El padre de Selín no puede continuar con vida… - lo


escuchaba y no me lo creía, estaba sugiriendo acabar con
la vida del padre de Selín, lo veía con horror.

- Es él o nosotros – dijo fríamente.

- Estas sugiriendo asesinar a alguien – le reproché en voz


baja para que nadie pudiera escuchar al otro lado de la
oficina, pero sin disimular mi enojo.

- Debe haber otra manera – me pase las dos manos por el


cabello mientras me levantaba del asiento, comenzaba a
sofocarme de la impresión.

- Que te cases con Selín… pero eso no nos asegura que en


un futuro su padre y ella vuelvan a chantajearnos.

Movía la cabeza rápidamente en señal de negación.

Veía a mi padre, estaba sentado tan normal hablando como


si nada pasará, como si fuera normal desaparecer a una
persona, tal vez no conocía del todo a mi padre, era un
completo desconocido para mí.

- Piénsalo ...- continúo hablando – si el padre de Selín


desaparece tu no tendrás que casarte con ella, puedes
elegir a quien te plazca, yo no me opondré – solté una
sonrisa irónica, estaba tratando de convencerme –
Industrias Cazares será tuya y podremos continuar con
nuestra vida como hasta ahora, es sólo un pequeño
sacrificio por el bien de nuestra familia.

Nuevamente no daba crédito a lo que estaba escuchando.

- Cómo puedes decir eso tan normal, eres un descarado,


¿acaso ya has asesinado antes? - le pregunté mientras me
plantaba frente a él, sentía como mis mejillas y mi frente
ahora estaban coloradas por la situación.

- Claro que no, estuve meditándolo varias semanas para


poder llegar a esta conclusión… - me miró fijamente – hay
personas que lo hacen por nosotros.

Me carcajeé con sorna.

- ¿por qué me quieres involucrar en tus asuntos sucios,


padre? ¡yo no soy igual que tú! - le reproché.

De pronto su mirada que denotaba serenidad se volvió


sombría.

- Quiero saber que estás dispuesto a lo que sea por el bien


de nuestra familia – dijo mientras se levantaba de su
asiento.

- No cuentes conmigo – finalicé.

- Piénsalo unos días, no tenemos mucho tiempo – dijo mi


padre dándome una palmadita en el pecho que enseguida
rechacé moviendo su mano con fuerza.

Vi como salía de la oficina.

Me desplomé sobre mi asiento.

***

Todos en la sala de secretarios estaban tensos, no


despegaban la mirada de la puerta de la oficina de mi jefe.

- ¿Que pasa Leyla? ¿por qué tanto silencio? - pregunté en


voz baja aprovechando que Leyla pasaba a lado de mi
escritorio.
- El Sr. Cazares no ha puesto un pie en la compañía desde
hace cuatro años que le cedió todo el control de la misma a
su hijo- me explicó en voz baja.

- Y por qué tanta preocupación, tal vez sólo vino a visitarlo


– dije con una sonrisa disimulada.

- Esto no es una buena señal – finalizó regresando a su


escritorio.

Escuché unos pasos del otro lado de la oficina, alguien


salía, era el padre de mi jefe.

Ese señor me daba escalofríos, tenía la mirada fría y


sombría como la de mi jefe, “ya se dé dónde sacó ese
carácter”, pensé.

Camino por el pasillo a la salida de la sala hasta que


desapareció de nuestra vista.

Leyla me hizo una señal para que entrará a la oficina de mi


jefe.

Toque la puerta.

- ¡Pase! - ordenó desde adentro.

Ahí estaba él sentado frente a su gran escritorio, su mirada


pérdida en algún punto del horizonte.

- Se le ofrece algo señor – dije con voz amable de pie frente


a él apretando la agenda contra mi pecho.

Se le notaba que la plática con su padre le había afectado


puesto que el perfecto peinado que llevaba cuando
llegamos ahora estaba revuelto, sus ojos estaban rojos y
cristalinos, “¿abra llorado?” pensé. No me imaginaba que
cosa provocaba en mi jefe ese efecto tan negativo en su
aspecto.

Clavo su mirada en mí, su expresión era vacía, antes de


decir palabra carraspeo, su voz se volvió más grave de lo
normal.

- Cancela todas las actividades fuera de la oficina que


tengo para hoy – me ordenó.

- Claro señor- dije sin rechistar, aunque se me hacía raro


que dejará a un lado las actividades de su trabajo él era un
“workaholic” - ¿puedo retirarme?

- No – clavo sus ojos en los míos – trae tus cosas, el día de


hoy trabajarás aquí – espetó mientras parecía buscar algo
es su computador.

- si… - dije con voz apagada.

No me gustaba para nada la idea de estar todo el día en la


misma habitación que mi jefe pero que más podía hacer.

El día paso muy lentamente, me pareció eterno. Era una


tortura estar con mi jefe cuando estaba en su peor humor.
Vi como todo el día se la paso pidiendo reportes a todos los
departamentos de la empresa, desde producción y ventas
hasta el de finanzas. Se pasaron por la oficina más de
cincuenta personas y todas se llevaron su dosis de regaño
por parte del “robot gruñón” lo peor fue que me tocó
presenciar cada uno de ellos, desde el más leve hasta el
más fuerte. Gritaba, se ponía rojo, se sacudía el cabello,
caminaba por toda la oficina, mandaba llamar a alguien… yo
sólo tomaba nota de todo lo que hacía en mi bitácora
tomando evidencia de todos los reportes que le llevaban.
A un lado de mis cosas, en mi pequeño espacio
improvisado compartido en el escritorio de mi jefe ya tenía
una pila de documentos que rebasaban seguro los 20 cm
de altura.

Lo observó detenidamente mientras esta frente a mi


revisando documentos. Como es que alguien tan gruñón
puede ser tan atractivo. Ahora mismo su cabello castaño le
hace parecer rebelde, de vez en cuando enarca una ceja
signo de que está concentrado en lo que hace, su camisa
azul disimula su cuerpo cuadrado de espalda ancha y como
consecuencia la postura de estar sentado los brazos se
ciñen a las mangas de su camisa dejando ver sus bien
definidos músculos. Me pierdo por un momento admirando
tal belleza.

- ¿Ya terminaste? - pregunta de pronto arqueando una ceja


mientras me clava con su mirada.

Parpadeo confundida sin entender a qué se refiere puesto


que ahora mismo esperaba instrucciones para realizar una
nueva tarea.

- No entiendo – musitó confundida.

- ¿Que si ya terminaste de estar mirándome? - dice con


sorna.

Doy un salto en mi asiento, encogiéndome al instante por la


vergüenza, no esperaba que se diera cuenta que lo estaba
observando. Me ha descubierto. Bajo al instante la mirada,
siento como mis mejillas se ruborizan de un color rojo
intenso, me arden de tanta vergüenza. No sé cómo
reaccionar, intento disculparme, pero no encuentro el
sonido en mi garganta.
Deja salir una gran carcajada gutural, parece estarse
divirtiendo con mi reacción.

Endurece sus facciones dedicándome una sonrisa lujuriosa


y altanera.

Siento que mi espalda me duele por tanta tensión en ella,


comienzo a hiperventilar mientras el nerviosismo me
recorre por todo el cuerpo.

¡Trágame tierra!

Justo cuando me iba a disculpar con mi jefe, se escucha


que tocan en la puerta.

El Sr. Ernesto cambia su semblante burlesco a uno más


serio apartando su vista de mí.

Suspiro de alivio, me salvé.

- Pase – ordena.

- Señor, son ya las siete de la tarde, esperamos sus


indicaciones para poder retirarnos a nuestra casa.

- Quién haya terminado sus actividades por hoy puede


retirarse – dice.

- Si señor, hasta mañana – Se despide Leyla cerrando la


puerta tras de mí.

El señor Cazares dirige su mirada nuevamente a mí, pero


ahora su mirada es severa.

- Tú te quedas, hasta que yo me vaya – me ordena al


momento que se pone de pie toma su celular de la mesa y
hace una llamada.
No puedo creer que todos se vayan a casa y yo aún este
aquí trabajando. Me llevo una mano a mi estomago
sintiendo como resiente tantas horas encerrada en la
oficina, tengo demasiada hambre y eso me hace sentir
ansiosa e irritada.

Si mi jefe es un adicto al trabajo que él se quede a dormir


en la oficina, si así lo desea, pero porque me arrastra a mí,
chilló por dentro.

Lejos de mis pensamientos escuchó como regaña a


alguien de una forma muy cruel, todo este asunto de mi jefe
gruñón me está rebasando, justo en este momento siento
que voy a explotar, él no debería ser tan despiadado con
sus empleados.

Viene a mi mente el recuerdo de mi primer día de trabajo en


esta empresa, cuando me hizo sentir mal por llevar puesta
una falda, después de que estuve en el hospital con él
mientras estuvo enfermo, que me preocupe por él en la
mañana cuando le traje el desayuno y la comida y ni si
quiera probo bocado, cuando me gritó que tirara las flores.

No me di cuenta en que punto de mis pensamientos me


puse tan sensible que sentí una pequeña lagrima resbalar
por mi mejilla, después de lo de ayer en el hospital y hoy
estaba demasiado cansada mi espalda me dolía, mis pies
me ardían, mi cabeza retumbaba del estrés.

No sé en qué momento él termino su llamada. Ahora me


observaba confundido.

- ¿Qué pasa? ¿Estas llorando? - preguntó mientras con una


mano sostenía su celular y la otra la apoyaba sobre su
cintura. Su mirada en ningún momento se suavizo, más
bien parecía irritado.
Me sentí apenada por mi conducta infantil.

- No se preocupe, no es nada – le informe tratando de


poner mi mejor cara, pero era obvio que algo me
molestaba.

- Lo siento por ti si pensaste que este trabajo sería fácil


Srita. Cortés – dijo severamente dejándose caer sobre su
asiento.

Me observaba fijamente con una mirada retadora, estaba


demasiado enfadada como para contenerme.

De pronto un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo como el


sentido arácnido de Spiderman avisando que me
defendiera, no estaba en mi naturaleza ser una mujer
sumisa al contrario siempre me enseñaron a defenderme y
los últimos días había aguantado ya demasiado.

- El trabajo es fácil, lo que no es fácil es lidiar con un jefe


como usted – le dije con el tono de voz más seco que pude,
sabía que estaba tentando mi suerte, pero no me importó,
me armé de valor alguien tenía que hacerle ver que esa no
era manera de tratar a sus empleados como si fuéramos
personas insignificantes.

- ¿Qué acabas de decir? - pegó un salto de su asiento


rodeando deprisa su escritorio para plantarse frente a mí,
su mirada era de completa irritación, estaba en verdad
enojado, podía ver como su mandíbula se contraía.

Me puse de pie también, ahora estábamos frente a frente,


él era mucho más alto que yo, apenas y le llegaba al
hombro, observé como cerró sus puños con fuerza
mientras sus músculos sobresalían a través de su camisa.
Ahora ya no podía retractarme, sentía mucho miedo,
escalofríos recorrían por todo mi cuerpo, sentía terror, pero
no me iba a acobardar tan fácil. Esperaba que mi cuerpo no
me traicionará.

- Lo que escuchó – dije sin agachar la mirada.

Le contuve la mirada a pesar de que ha sido de las cosas


más difíciles que he hecho en toda mi vida.

Ernesto Cazares era un hombre imponente que a cualquier


persona flaqueaba.

- Pensé que eras más inteligente – gruño acercándose más


a mí.

Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración con


olor a menta, combinándose con el olor a cítricos de su
perfume. Mi cuerpo se paralizó al instante.

- Señor, siento ofenderle… pero su manera de tratar a sus


empleados es la más cruel a veces, usted es un adicto al
trabajo y por ende piensa que nosotros también debemos
serlo, nos arrastra a un mundo de estrés y preocupación
donde nunca está satisfecho con el trabajo que realizan los
demás – suavicé mi voz recordando como mi madre
persuade a papá cuando quiere algo – usted es una
persona admirable para mí en muchos sentidos, pero a la
vez su manera de ser va en contra de mis principios.

- ¿Y cómo debería ser según tú? - pregunta afilando su


mirada.

Aprieto mis labios en señal de que estoy pensando.

- Tal vez no debería humillarnos tanto cuando no le gusta


cómo hacemos nuestro trabajo, simplemente un regaño
normal, como un jefe normal – musitó.
Mueve su cabeza en ambos sentidos en señal de
frustración, el silencio nos invade y permanece
observándome un tanto decepcionado, ya no me ve con irá,
al parecer se ha calmado. Su mandíbula sigue tensa.

Suspira profundo apartando su mirada de mí, pasándose


una mano por el cabello.

- ¿Sabes que es lo que pasa con las personas que me


desafían verdad? - Sentencia.

Una espina imaginaria se clava en mi pecho, en un segundo


pasaron demasiados pensamientos por mi cabeza, desde
que ahora me quedaré sin empleo, hasta que ya no me
graduaré en junio, como les diría a mis padres, como le
diría a Ciro. Me empiezo a quebrar por dentro, pero ya no
hay vuelta atrás, lo hecho, hecho está.

- Le agradezco la oportunidad que me dio, lamentó no


haber cumplido con sus expectativas como empleada –
que más me quedaba por decir, pero mis palabras eran
sinceras.

Antes de que una lagrimita escurriera por mi mejilla me di


la vuelta y salí huyendo tan deprisa como mis piernas me lo
permitieron, dejando a mi jefe aún de pie en el lugar que
hace unos momentos nos encontrábamos frente a frente.

***

No quería que ella se fuera, estuve a punto de detenerla,


pero mi estúpido orgullo pudo más. Me había desafiado y
eso había herido mi ego. Desde pequeño nunca permití que
alguien pasará sobre mí, sin embargo, sabía bien que mi
carácter era una barrera que me había impuesto para que
todos me obedecieran y me tuvieran miedo, era más fácil
eso a abrir mis sentimientos a otras personas. Cuando niño
siempre pedí el cariño de mi padre, pero nunca lo obtuve en
cambio siempre recibí regaños y reprimendas, nunca fui lo
suficientemente bueno para ser su hijo.

Y me sentía aún peor después de lo de hoy. Mi padre era un


monstruo y yo era su hijo. Muy en el fondo algo me decía
que si continuaba así algún día me convertiría en el
monstruo que tanto aborrezco ahora.

Me desplome sobre la silla, me lleve la mano a la sien.


Hace años que no sentía algo tan intenso por alguien y mi
maldito carácter de mierda lo hecho todo a perder. Golpeé
el escritorio con mi puño, el sonido retumbo haciendo eco
por toda la habitación. Era el sonido de la soledad.

***

Conduje tan rápido como pude hasta llegar a mi


departamento, sentía correr lagrimas por mis mejillas,
sentía un dolor en mi pecho inexplicable.

Por primera vez deseé que mi hermano no estuviera en


casa, así no tendría que explicarle lo que paso.

Abrí la puerta del departamento, todo estaba oscuro. Era


claro que mi hermano no estaba, me sentí un poco aliviada
ya que podría sufrir a gusto. Di unos pasos hacía la mesa,
dejé mi bolso sobre ella dirigiéndome a mi habitación.

Camino lentamente sintiendo como mis pies me pesan


más en cada paso que doy a través del oscuro y angosto
pasillo que da desde la sala de estar hasta mi habitación.

No sé qué me dolía más si el que ya no trabajara en


Industrias Cazares o que me graduaría hasta diciembre o la
decepción de mis padres al saber que fui despedida de mis
prácticas.

Estuve lagrimeando un buen rato abrazada a la almohada,


no sabía cómo les daría la noticia a mis padres mientras
que en mi mente se reconstruía la escena en que el Sr.
Ernesto y yo estuvimos tan cerca.

Había algo de él que hacía que me estremeciera era muy


atractivo sí, pero de eso a que me gustará era otra cosa,
como dicen “robot gruñón mata carita”. Sin darme cuenta y
con los ojos hinchados de tanto llorar me quede dormida.

***

En lugar de ir a casa decidí dirigirme al club nocturno al que


Erik siempre me insistía para ir, pero nunca le hice caso,
esta vez quería olvidar. Quería huir de mi realidad, olvidar
este día por completo. Olvidar que mi padre insinúo que lo
mejor para nuestra familia era desaparecer a un hombre.
Olvidar este absurdo y adictivo deseo que siento por mi
exasistente. Repetí “exasistente” en mi mente. Por instinto
golpeé el volante de mi auto. Tal vez ella tenía razón mis
empleados no tenían la culpa de lo que yo estaba pasando,
pero ya estaba acostumbrado a descargar mi ira con ellos
porque ninguno se atrevía a levantarme la voz, excepto ella.
“¿Por qué tuviste que hacerme enojar Sara?” me maldije.

Conocí a una chica de piel blanca de cabello obscuro,


físicamente tenía un gran parecido a Sara pero no era ella,
ni si quiera recuerdo como dijo que se llamaba. No fue
difícil que aceptará ir a un hotel, de hecho ella lo insinúo y
yo sólo le seguí el juego después de coquetear
descaradamente por unos minutos conmigo.
Llevaba puesto un vestido negro strappless con lentejuelas
que delineaban perfectamente las curvas de su cuerpo, el
vestido era corto, apenas y le tapaba las nalgas. La única
razón por la que vine con ella es que se parece
enormemente a mi pequeña asistente, su recuerdo me
atormentaba, deseaba que fuera ella y no esta chica.

Apenas entramos a la habitación me deshice de la camisa


mientras la chica me besaba ardientemente con frenesí,
sentía el cuerpo caliente, mientras mi sangre viajaba
acelerada por todo mi cuerpo, mi respiración se agitaba
cada vez que ella mordisqueaba de mis labios.

La arrincone a la pared, mientras masajeaba todo su


cuerpo, los movimientos que hacía eran un tanto violentos,
a ella parecían excitarle puesto que gemía fuertemente
cuando apretujaba sus senos con intensidad mientras le
metía la lengua hasta lo profundo de su garganta. Quería
satisfacer todo ese instinto sexual que se encontraba
acumulado dentro de mí desde que empecé a desear a mi
asistente.

Otra vez su rostro en mi mente.

Sujete a la chica por la cintura y de un tirón la levante por el


aire mientras ella rodeó con las piernas mi cadera. Me
miraba con lujuria. La lleve directo a la cama donde la
deposité sin tanta delicadeza a ella no le importó era sólo
una noche de sexo para los dos, eramos completos
desconocidos.

Me abalancé sobre ella separando sus piernas,


restregándole mi miembro sobre sus partes, gritó de placer.
Me incorporé frente a la cama, desabrochando el cinturón
para posteriormente deshacerme del pantalón, mientras
veía como en su rostro se dibujaba una sonrisa lujuriosa.

Estuve a punto de detenerme, no se por que sentía una


sensación de culpa recorrer por mi cuerpo desnudo.
Hábilmente la chica se deshizo de su vestido, en ese
instante desapareció todo signo de culpabilidad abriendo
paso a mis instintos carnales. Frente a mi, desnuda, abrió
sus piernas invitándome a entrar. La vi con malicia. Le
arranqué de una el sostén y la tanga, solo gimió. En cada
una de las violentas embestidas que le daba ella gritaba,
retorciéndose del placer, mientras que yo imaginaba que
era Sara. Imaginaba haciéndola mía.

Los rayos de sol que se colaban por la ventana hicieron que


despertara aún soñoliento, entrecerré los ojos un poco para
apreciar mejor mi alrededor, estiré el brazo sobre la cama
sintiendo como mi cuerpo se relajó al darme cuenta que la
chica no estaba, volteé a ver por toda la habitación ella se
había ido, cuando me senté sobre la cama me llevé ambas
manos sobre el cabello sentía una especie de cruda moral
puesto que lo que paso el día anterior lejos de hacerme
olvidar mis problemas hizo que se me clavaran aún más.
Gracias a esta chica pude darme cuenta que Sara ya estaba
metida en lo más profundo de mis pensamientos, tenía que
hacer algo con este sentimiento. Decidí confesarle lo que
siento, pero aún no era el momento, primero tenía que
arreglar el asunto de mi padre. Pero antes tenía que idear
algo para que ella regresará a trabajar a la empresa.
Decidido di un salto de la cama incorporándome con gran
rapidez. Busque cada prenda que llevaba puesto el día
anterior, estaban regadas por la habitación, cuando mi vista
se percato de que sobre uno de los burós laterales de la
cama, se encontraba una tarjeta que decía: “Me encantó el
sexo contigo, eres salvajemente sexy, llamame si se te
antoja repetir” adjunto a la nota estaba su número de
teléfono. No pude evitar sonreír burlesco, tome la nota
rompiéndola en pequeños pedacitos hasta tirarlos en el
bote de la basura, para la chica no habría próxima vez, pues
la próxima persona con la que estuviera en la intimidad
debería ser con mi linda y enojona asistente.

***

El teléfono celular no dejaba de sonar. Aún quería seguir


durmiendo pero alguien insistía en despertarme. Estiré el
brazo hasta alcanzar mi celular que se encontraba sobre la
mesita de noche.

Abrí mis ojos por completo, mi cuerpo se tenso al ver ese


nombre en la pantalla del móvil.

Dudé por unos segundos si contestar, tal vez necesitaba


algún archivo de la oficina.

Sentí una punzada de dolor en mi pecho al recordar que


ahora estaba despedida.

- Diga – dije sin emoción.

- Sara necesito hablar contigo – dijo en su tono habitual


mandón.

- Hable… - le espeté cortante.

- ¿Podemos vernos en algún restaurante, tal vez, dentro de


Distrito V? - su voz era seria y grave, pero a la vez clamada.

¿Para que quería verme? ¿que acaso aún estando


despedida iba a seguir atormentándome?

- No lo sé – musité.
Imaginé como si su mandíbula se tensará puesto que hubo
algunos segundos de silencio del otro lado del teléfono, “se
esta conteniendo para no enfadarse” pensé.

- Por favor, será un momento solamente – su tono de voz


era entre dulce y suplicante, esa ultima frase derritió mi
corazón, como podría negarme.

- Esta bien, nos vemos en el “Oishi” a las dos – dije viendo


que eran ya las diez de la mañana.

El Oishi era uno de mis restaurantes favoritos, mi comida


preferida era el sushi con un buen vino aunque era un
restaurante sencillo, para nada comparado con los que de
seguro el señor Ernesto esta acostumbrado frecuentar.

- Muy bien – su tono de voz cambio a uno picaro.

Cuando colgó corrí a verme al espejo, estaba hecha un


desastre, de tanto que estuve llorando la noche anterior mis
ojos estaban demasiado hinchados, agregándole que ni si
quiera me había desmaquillado, mi delineador dibujaba un
anillo oscuro alrededor de mis ojos, parecía un mapache.

Tenía poco más de tres horas para que la hinchazón de mis


ojos desapareciera, no quería que mi jefe viera cuánto me
afecto que me despidiera, no quería parecer débil frente a
él, a pesar de que por dentro estuviera quebrada.

Recordé un video que vi en internet sobre que poniendo


algo frío sobre el rostro este se desinflamaban. Busqué
entre las cosas que mi madre me regalaba, siempre era
maquillaje y de cuidado personal, esa señora estaba
obsesionada con verse bien. Mi madre en realidad era muy
hermosa, era rubia con ojos verdes, cabellera larga, lacia y
brillante, mirada penetrante, sonrisa perfecta. Era todo lo
contrario a mí, yo tenía la melena oscura y ojos castaños
como mi padre. Ciro fue quien saco el color de cabello de
mi madre. Por eso siempre que salíamos sin querer
espantaba a mis pretendientes puesto que pensaban que
era mi novio ya que no nos parecíamos en nada. El era
rubio y yo morena, y eramos hermanos.

- ¡Aquí están! - grite con satisfacción.

Recordaba que una vez mi madre me regalo unos parches


en forma de gafas con una especie de líquido dentro que se
ponían unos minutos en el congelador y los acomodabas
en los ojos, disque para las bolsas de los ojos. Veremos si
esta vez hacen efecto.

Los prepare según el instructivo, acomodándome en el sofá


mientras me ponía los audífonos al momento que abría mi
spotify.

“Dicen que еl tiempo todo cura en su momento


Nadie me dijo que el dolor se iba tan lento ….. “

Puse pausa a la canción por la punzada que atravesó mi


corazón. Me quedé en silencio unos momentos, tal vez ya
era hora de que dejará atrás mi pasado con Diego, no tenía
caso seguir guardándole luto a este amor que jamás
floreció.

Si nuestro amor hubiera sido verdadero hubiéramos


luchado hasta el final por estar juntos, y el sólo huyó
dejando un vació en mi corazón.

Limpié con fuerza la lagrima que se escurrió por mi mejilla,


esa sería la última que derramaría por él.

De repente, la puerta del departamento se abrió, me


sobresalte de la sorpresa.
- ¿No fuiste a trabajar? - preguntó mi hermano con
extrañeza mientras dejaba las llaves en la mesa del
comedor.

Paso de frente arrojando su mochila de la escuela en el otro


sillón, sentándose junto a mí. Me rodeó con su brazo
jalandome hacía él dándome un beso en la frente. Mi
hermano era un ángel, su sola presencia me reconfortaba.

- ¿Estuviste llorando? – me preguntó preocupado al


momento que levantaba uno de los parches que tenía sobre
mis ojos.

Para poderme observar mejor, cambio de lugar sentándose


ahora sobre la mesa de centro quedando los dos frente a
frente. No quería que se enterará de lo que paso el día
anterior, aún no me sentía lista para platicarle.

- No dormí bien, ayer me sentía enferma – mentí


devolviendo el parche a su lugar.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó pasando suavemente sus


delgados dedos sobre mis mejillas.

- Mejor ahora que estas aquí, no te he visto en varios días –


le dije quitándome los incómodos parches que ya
quemaban mis ojos del frío.

Noté como evadió mi mirada.

- Lo sé, creo que hemos estado ocupados … - musitó.

Mantuvo la cabeza gacha mientras frotaba sus manos


entre sí, pude observar como su espalda se tensó.

- ¿Qué pasa? - pregunté intrigada.

El levantó la vista endureciendo su semblante.


- He estado tratando de alargar esta platica Sara, pero
Marión ya me dio un últimatum – dijo con una risita
nerviosa.

- No entiendo – dije confundida.

Me mantenía inmóvil tratando de descifrar a que se refería.

- Sabes que Marión y yo ya vamos a cumplir casi ocho años


de novios – asentí atenta mientras clavaba sus ojos en mí
– Este año me graduaré, y ahora que terminé mis prácticas
profesionales me ofrecieron la planta en mi trabajo, ahora
tendré más dinero y hemos estado pensando en rentar algo
y vivir un tiempo juntos mientras Marion termina su
internado en el hospital.

Nos quedamos en silencio. No sabía como reaccionar para


mi era una sorpresa inevitable que sabía que algún día iba a
pasar, estaba triste por que mi hermano ya no viviría
conmigo pero a la vez feliz por que ahora comenzaría una
vida nueva junto a la mujer que ama.

- ¿Qué pasará con la fábrica en Montenegro? - pregunté


asustada.

- Tranquila – me dijo sonriente – esperaremos a que


Marion se titulé y después pensaremos si en regresarnos a
Montenegro o vivir unos años aquí.

Marion tenía un trabajo seguro ya que su papá (mi padrino)


tenía una clínica en Montenegro, donde atendían a toda la
población de la ciudad. Además si decidían regresar sabía
que mis padres serían los más felices del mundo ya que
eso significaría que el se haría cargo de la fábrica, para eso
había estudiado administración de empresas.

De pronto se me ocurrió.
- ¿Por que no se vienen a vivir aquí mientras? - pregunté
emocionada con la idea. Sería estupendo tener a mi mejor
amiga – cuñada y a mi hermano viviendo conmigo.

La sonrisa desapareció cuando Ciro ensombreció la mirada


contrayendo su mandíbula.

- No podemos vivir aquí, no quiero que haya tensiones entre


nosotros, que pasará cuando Diego quiera visitarnos y
Marion lo invite a quedarse algunos días – era más que
obvia esa indirecta.

- Lo entiendo – musité con una voz ahogada – es… sólo.. te


extrañare demasiado – le dije al momento que me
abalanzaba para darle un largo abrazo.

- Jamás nos hemos separado – continué diciendo sólo que


ahora las lagrimas caían por mis mejillas, “malditos
parches” pensé ahora necesitaría todo una caja completa.

- No te pongas triste Sari, no tenemos por que separarnos,


seguiremos igual de unidos como hasta ahora, sabes que
eres mi otra mitad, mi hermana favorita la única en todo el
mundo – intentaba consolarme, aún estábamos abrazados.

Nos separamos un poco.

- Lo prometes… prometes que nos veremos seguido – le


dije mientras me limpiaba las lagrimas como una chiquilla
llorona.

- Claro que si, incluso nos tendrás aquí todos los fines de
semana, Marion te adora, eres su mejor amiga – dijo
entusiasmado.
- Esta bien, yo los apoyaré siempre en todo lo que decidan
hacer por que su amor es el más puro que he conocido –
dije con una sonrisa sincera.

Y era verdad admiraba la forma en que se amaban y me


hacía enormemente feliz que decidieran llevar a otro nivel
su relación.

El asintió complacido.

- Pido ser la dama de honor y dama de lazo – sentencié.

- ¡Claro que si hermana! – me abrazó apretando mi cuerpo


juguetonamente – sabes que nadie te robara ese puesto.

Ahora estaba más relajada, nos reíamos los dos como


cuando eramos pequeños.

- Tengo que irme Sari, sólo pase a dejar la mochila y


cambiarme de ropa – me dijo dándome un beso en la
mejilla aún húmeda por las lagrimas.

Asentí con una leve sonrisa. Volteé a ver el reloj y me di


cuenta que ya faltaba menos para mi reunión con el Sr.
Cazares una ola de nervios recorrió por todo mi cuerpo. No
sabía que esperar cuando lo viera.

El era un hombre impredescible.

Ya pasaban más de las dos de la tarde y Sara no aparecía,


llegué exactamente a las dos pensando que ella ya estaría
aquí y no era así. “¿Por qué la tardanza?” pensé
desesperado. “¿Sería posible que me fuera a dejar
plantado?” esperaba que no. Al pasar de los minutos sentía
como mi corazón se contraía de aflicción.

Era la tercera vez que el mesero se acercaba a mí para


preguntarme si ordenaría algo.
- Señor, ¿desea algo de beber? - me preguntó con una
mueca de sonrisa falsa.

Era obvio que esperaba a alguien por eso no había


ordenado, y más obvio era que ese alguien ya estaba
demorando demasiado, tal vez ya me había dejado
esperando.

- Tráeme un whisky doble – le ordené enfadado frotando mi


barbilla con la mano.

- Enseguida.

Apenas el mesero puso el whisky en la mesa, sin


pensármelo dos veces lo tomé hasta el fondo.

El mesero me miraba sorprendido.

Dejé caer el vaso con fuerza en la mesa sin soltarlo, sentí


como el alcohol comenzaba a correr por mis venas
sintiendo mi garganta caliente, el alcohol del whisky
comenzaba a hacer efecto.

- ¿Desea otra bebida? - preguntó en un tono irónico que no


me gusto.

Lo aniquilé con la mirada.

Estaba a punto de pedir otro whisky cuando vi que se


acercaba, carraspeé de la impresión, casi sentí como mi
mandíbula llegaba al suelo ella se veía increíblemente
hermosa, esta vez no tenía puesto su uniforme de trabajo
como todos los días, ahora podía admirarla en su estado
natural y esto me gustaba aún más.

Vestía unos jeans negros ajustados de tiro alto que hacía


que sus muslos se me antojarán demasiado, con un top a
tres cuartos color vino que no era tan corto, pero dejaba ver
una pequeña línea de piel entre su pantalón y su blusa.
Extrañamente se veía más alta, observe que llevaba unos
zapatos de tacón negros. Su melena pelinegra suelta en
forma de cascada como siempre.

Se detuvo frente a la mesa donde nos encontrábamos el


mesero y yo.

Al admirarla sentí como todo mi cuerpo se tensó y mi


corazón empezó a bombear rápidamente. La deseaba.

- Hola – dijo sonrojándose desviando su mirada.

Noté como el mesero se la devoraba con la vista.

- ¿Qué vez imbécil? - le dije enfadado al tipo aprovechando


que ella estaba distraída.

El mesero huyó enseguida.

Me miro confundida, le sonreí travieso, no había escuchado


lo que le dije al hombre, mi intención para nada era
asustarla, quería que regresará a trabajar a la empresa y
estaba dispuesto a todo.

Con un par de movimientos ágiles tomé la silla para


invitarla a sentar como todo un caballero, sonreí
abiertamente.

Cuando los dos estuvimos sentados note como hacía una


radiografía con su vista sobre mí.

- Siento llegar tarde – dijo al fin.

Suspire, quería parecer sereno.

- No te preocupes veinticinco minutos tarde no son nada –


dije con sarcasmo mientras sonreía.
Mi comentario al parecer no le hizo gracia puesto que
enfrió su dulce mirada.

Me di cuenta que disfrutaba la reacción que tenía con mis


comentarios, de alguna forma eso apaciguaba un poco mis
ganas de abalanzarme sobre ella para despojarle de su
ropa.

Aún no era tiempo, necesitaba ser paciente para que ella


fuera completamente mía, en cuerpo y alma.

Nunca me conformaba y ahora menos, quería todo de ella.

- Te vez diferente – le dije carraspeando.

- Es lógico no llevo el uniforme del trabajo – dijo con


obviedad.

Su cuerpo estaba tenso, sentía un aura de incomodidad en


ella.

- ¿De qué quiere hablar? - Inquirió al tiempo que sus


facciones se volvían en una expresión inquisidora.

Esta niña me había desafiado de varias maneras, era claro


que no me tenía miedo.

Había algo diferente en ella, noté que tenía la mirada


perdida en el vacío, sin ver nada y por mi parte no
comprendía el por qué, tal vez le había afectado demasiado
el hecho de que la despidiera.

Justo a tiempo se acercó esta vez una mesera, lo que me


dio gusto por que el anterior me había caído en la punta del
hígado.

- Desean ordenar algo – dijo mostrando su mejor sonrisa


disfrazando su aura de nerviosismo, era evidente que la
enviaron a ella esta vez, por el incidente de hace un
momento con aquel tipo.

Nos compartió la carta de menú.

- Adelante – me incitó Sara para que ordenara primero, tal


vez era señal de que debería ordenar por los dos.

- Tráigame el mejor vino que tengan- dije cerrando la carta.

- No pensé que fuera de las personas que le gusta beber


tan temprano – me dijo acusadora al momento que
apuntaba el vaso de whisky con la mirada.

- Esto señorita, fue porque estaba aburrido, no me gusta


que me dejen esperando – dije con sorna mientras
levantaba un poco el vaso de whisky vacío que aún seguía
en la mesa.

Se encogió de hombros, otra vez con mirada perdida.

- Yo… lo … siento – balbuceo por lo bajo agachando la


mirada.

Pude notar la incomodidad de la mesera al observar la


escena que estábamos protagonizando.

- Si es todo, traeré el vino de inmediato – dijo dando media


vuelta para retirarse.

- ¡Espere! - dijo mi pequeña haciendo que la mesera se


detuviera en seco regresando al lugar donde se
encontraba.

- Yo no he terminado de ordenar – exclamó Sara. La


mesera sacó un pequeño bloc de notas para apuntar,
asintiendo con la cabeza – Quiero un maki de queso crema,
con aguacate, camarón, bañado en salsa de anguila por
favor… ah y una margarita – sonriendo satisfecha por su
orden.

Sonreí divertido, al parecer ella había escogido este


restaurante por que en verdad le gustaba la comida de
aquí.

- En ese caso trae dos de esos, pero de beber me traes sólo


una copa de vino – dije haciendo un ademán con la mano.

La mesera se retiró.

- ¿Le gusta el sushi señor? - me preguntó expectante al


mismo tiempo que alzaba una ceja convirtiendo su
expresión a una de intriga.

- No mucho – le respondí – pero si a ti te gusta puedo


comerlo.

No pude evitar sonreír de forma lasciva, diablos, la deseaba


tanto.

- ¿A que va toda esta amabilidad? – me observo de arriba a


abajo en forma extraña.

Suspiré profundo mientras me acomodaba en la silla


tratando de acercarme más a donde estaba ella.

Ella me miraba intrigada, tal vez preguntándose qué estaba


pasando, la razón del por qué la había invitado a comer.

- Voy a ser directo contigo Sara – solté mirándola fijamente


– quiero que regreses a mi empresa.

Se quedo quieta por unos momentos abriendo por


completo esos orbes obscuros que me derretían.

Tal parecía que no se lo esperaba.


- ¿Por qué quiere que regrese? - pregunto entre confundida
y aturdida por la noticia.

- Te enumeraré las razones solo una vez porque no me


gusta repetir…. En primera porque eres la única empleada
que se ha atrevido a desafiarme y es justo lo que necesito
de una asistente, que cuando sea necesario me saqué a
jalones de la burbuja que se crea en mi mente cuando estoy
enojado – y era verdad necesitaba que alguien me
regresara la cordura cuando sintiera que la perdía – en
segunda porque eres honesta y sé que puedo confiar en ti –
ladeé un poco mi cabeza tratando de descifrar lo que
pasaba por su mente – en tercera porque no quiero ser el
culpable de que usted señorita Cortés se gradué un
semestre tardío.

Todo lo que le dije era verdad, hubiera querido agregar


otras cosas como que quería que regresará para poder
tenerla todos los días a mi lado, estaba jodidamente atraído
por ella y no me la podía sacar de mis malditos
pensamientos.

Por eso es que tuve que hacer lo que por nadie nunca había
hecho, rogar, casi le estaba rogando por que regresará, si
no lo hacia la cosa se iba a poner mal para mí. No podía
permitir eso, ya tenía suficientes problemas que atender
como para uno más.

Ella estaba quieta, frotándose los labios con su dedo índice,


ese acto produjo una serie de sensaciones excitantes en mi
cuerpo, que no podía ser menos sexy.

Me afloje un poco la corbata gris que llevaba puesta, sentía


mi cuerpo asfixiarse del calor.
- ¿y bien? - dije tratando de apresurar una respuesta que no
conseguía aún.

- No estoy muy segura de regresar – espetó con expresión


gélida. Fue como una daga apuñalándome el corazón.

Necesitaba pensar en algo rápido de lo contrario podría


perder a mi pequeña asistente antes de si quiera tenerla.

En ese momento vino la mesera trayendo la comida que


ordenamos. Ella la acomodo ágilmente sobre la mesa.
Despidiéndose con una expresión amable.

- Come – le ordené – después hablaremos.

Me llevé la mano a la sien frotándola con los dedos


fuertemente, me sentía frustrado, tal vez ella no quería
regresar, ¿qué haría entonces? No la podía obligar, pero la
quería conmigo.

Tal vez Sara se percató de la lucha interna que tenía en mi


mente, me observaba fijamente mientras comía.

- Regresaré - dijo finalmente, pero su tono de voz no me


complacía, ya que pude notar un hilo de amargura en él.
Mínimo dijo que si regresaría. Eso hacía funcionar mi
corazón de nuevo en un hito de esperanza.

- Pareces no estar feliz de la decisión – le pregunté


ladeando la cabeza. Ya había dicho que sí, pero había algo
en su expresión que no me dejaba estar quieto.

- ¿Qué pasará si de nuevo se enfada conmigo o con los


otros empleados? - dijo nublando la mirada. - sé que su
carácter es fuerte señor… pero es muy frustrante cuando se
desquita con todos.
Vi como sus ojos comenzaron a estar más húmedos de lo
normal.

Mi intención no era que llorara.

- No te preocupes… tratare de controlarme – le dije


decisivo.

- ¿De verdad? - soltó en un gritó de emoción que luego


bloqueo llevándose las manos a la boca – lo siento – se
disculpó tiernamente al ver que otros comensales nos
observaban.

Me sentía complacido con su reacción.

- Te lo prometo.

No pude evitar estirar mi mano para alcanzar la de ella, la


tomé firmemente acariciando cada uno de sus dedos eran
suaves como la seda, era la primera vez que teníamos un
contacto corporal, me sentía como un niño ante esta nueva
sensación de felicidad en mí.

Estaba disfrutando de su contacto cuando estiró su mano


apartándola de la mía.

Carraspeó nerviosa, tomando un gran sorbo de margarita.

Ella no se sentía tan cómoda como yo ante mi contacto.


Eso me dolió.

De repente su mano hizo contacto con la mía, ésta era


tersa, mucho más grande que la mía pero acariciaba mis
dedos con suavidad. Me quede hipnotizada por esa
sensación de calidez que hace mucho tiempo no sentía
desde …. Diego. Sentí como un escalofrío me recorrió la
espalda. Esa sensación que odiaba tanto y que no me
permitía continuar… no me permitía volver a amar se hizo
presente, aunque se tratara de un simple gesto de
amabilidad por parte de mi jefe.

Por instinto aparte mi mano de su agarre. El me vio extraño,


había un toque de oscuridad en su mirada.

Me sentí mal por él, tal vez tenía problemas mucho más
grandes que los míos.

Unos momentos después salimos del restaurante, el


camino a lado mío supuse que me acompañaría a mi
edificio. Una de las cosas que lo caracterizaban y que había
observado es que es un caballero cuando se trata de
mujeres.

Quise recompensar el momento incomodo de hace unos


instantes, tratando de dedicarle una de mis mejores
sonrisas.

- Señor Cazares, regresare a trabajar a la empresa mañana


mismo y prometo que pondré mi mejor empeño, esta vez
no me dejaré llevar por sentimentalismos y no seré un
problema para usted – dije girando hasta estar frente a él.

El enarco una ceja.

- Me parece perfecto…. ¿pero por qué dices que esta vez no


te dejaras llevar por sentimentalismos? - me pregunta
ladeando su cabeza hacía mí.

- Últimamente he tenido días tristes, aún no me hago a la


idea que mi hermano ya no vivirá conmigo, él se irá a vivir
con su novia… se van a comprometer – le dije tratando de
contener mis lágrimas. No sé por qué le platicaba estas
cosas de seguro le valía un comino lo que me pasará, sin
embargo, tal vez esa era la razón de contárselo, mañana
seguiría siendo el mismo robot gruñón de siempre.
- Lo quieres mucho verdad… - dijo suavizando su voz
mientras… el pasaba su mano por mi hombro.

Otra vez ese escalofrío.

Asentí al no poder decir palabra ya que estaba más


concentrada en su tacto que en lo que decía.

Por un momento se me había olvidado que Ciro se iría de


casa.

Su mirada me hipnotizaba, comencé a sentir una mezcla de


emociones que erizaban mi piel y subían la temperatura de
mi cuerpo.

El me veía fijamente no sabría describir su mirada.

- yo nunca… nosotros nunca… - respiré profundo – nunca


nos hemos separado- solté, me sentía acalorada.

Ahí fue cuando me di cuenta que el Sr. Ernesto me gustaba


y mucho.

Maldije mi suerte ya que es imposible, la probabilidad es de


uno en catorce millones o más para que él se fijara en mí.

Fue entonces que sentí como sus brazos me rodearon por


la espalda, por instinto me fundí en su abrazo que era
fuerte, también lo rodeé con mis brazos.

- No estás sola- musitó.

Hundí mi cara en su pecho y por primera vez estuve tan


cerca de él, podía respirar su olor a perfume de cítricos y su
barbilla que tocaba mi cabello. Era un momento perfecto
hasta que me di cuenta que el abrazo estaba durando más
de lo normal. Comencé a sentir nervios.
- Gracias señor, ahora estoy mejor – le dije al momento que
me separaba de él.

Evite verlo a la cara directamente, “soy una maldita


cobarde” pensé.

Sin esperar un segundo más me dirigí dando grandes


zancadas hasta entrar al edificio, dejándolo de pie ahí, no
podía quedarme más porque me sentía vulnerable y tenía
miedo de hacer una locura.

Cuando entre al departamento cerré con fuerza la puerta y


me deslicé hasta caer al piso, levante la cara para respirar
profundo.

“¿Sería posible que estuviera lista para una relación?” “¿Ya


había olvidado a Diego?” desde el año pasado que no lo
veía, necesitaba averiguarlo, necesitaba ser yo otra vez,
continuar con mi vida, ser feliz, enamorarme de nuevo y
sentir esa sensación de que está con alguien que es
incondicional para ti y jamás te haría daño.

Recordé que mi hermano me comentó que en dos semanas


sería el aniversario de bodas de mis padrinos y harían una
pequeña reunión en su casa, ahí estaría Diego pues son sus
padres, lo volvería a ver entonces descubriría si lo sigo
amando o no. Ciro y Marion aprovecharán la ocasión de
que las dos familias estaremos reunidas para anunciar que
se irán a vivir juntos.

Como lo suponía al siguiente día mi jefe regresó a ser el


mismo “hielo” de siempre, sin embargo esta vez al parecer
controlaba mejor su carácter. Nadie en el trabajo supo el
incidente entre mi jefe y yo.
Pasaron varios días, el trabajo estaba tranquilo, mi jefe
parecía sereno, todo regresaba a la normalidad con el único
detalle que ya no nos quedábamos horas extra, comíamos
a nuestras horas y todos los empleados estábamos más
felices en el trabajo y por ende nuestro rendimiento laboral
aumento.

El señor Cazares, comenzó a cambiar de actitud, ahora se


veía tranquilo.

***

Viaje con mi hermano y Marion durante casi cinco horas


por carretera hasta llegar a Montenegro.

Entramos por la puerta principal que da por el camino


directo a la fuente del patio delantero hasta detenernos,
abrí rápidamente la puerta trasera del coche saliendo
disparada a abrazar a mi papá.

- ¡Papá! - grité de la emoción al momento que nos


fundíamos en un fuerte abrazo, aspiré profundo el olor a su
perfume, en verdad cuanto lo extrañaba y cuanto me hacía
falta.

El me levanto del suelo haciéndome girar como si fuera una


niña pequeña, era su niña pequeña.

A pesar de que fuera mi padre, él era muy joven su cabello


era un negro intenso ondulado, estaba orgullosa de
heredarlo de él. Sus facciones aún eran muy jóvenes,
recuerdo que cuando estaba en preparatoria cuando mi
padre iba por mí, arrancaba suspiros de mis amigas, se veía
más joven de lo que es y eso que apenas contaba con tan
sólo 43 años, debo confesar que él y mamá se casaron muy
jóvenes pues en ese entonces él tenía toda una fila de
admiradores ya que se había convertido en el heredero más
rico de todo el pueblo, sin embargo, mamá supo sacar
partido de su belleza flechándolo por completo.

- Los extrañamos mucho, hijos – dijo mi papá soltándome


para ir a abrazar a mi hermano, amaba el brillo que
emanaba de los ojos de mi padre por tener a toda la familia
reunida de nuevo.

Papá abrazo con gran cariño a Ciro dándole una cálida


palmada en la espalda, saludando también a Marion.

Yo observaba toda la escena a un metro de distancia.

- ¿Me extrañaste hijita? - escuche su voz un tanto irónica


mientras me rodeaba con un frío.

- Si mamá también te extrañe – le dedique una media


sonrisa al momento que rodaba su cintura correspondiendo
su abrazo.

Mi madre era todo lo opuesto a papá él era un hombre


dulce y cariñoso, mientras que ella era una persona fría,
además de que todos sabíamos que su hijo favorito era mi
hermano, lo cual llevo clavado en mis recuerdos desde la
infancia todas esas atenciones que siempre tuvo con él,
pero conmigo no.

La observé atenta mientras se acercaba a Marion para


saludarla con gran cariño.

Sonreí con sorna.

Mi madre era la mujer más bella y elegante que conocía.

Su melena era totalmente rubia y larga, sus facciones eran


delicadas y agudas, ya que hace años se había operado la
nariz y hecho la bichectomía. Tenía un gimnasio en casa
por lo que tenía un cuerpo delgado y esbelto que le hacía
parecer una jovencita. Sus ojos dos orbes verdes que a
cualquiera le atravesaban con su mirada calculadora. No
nos parecíamos en nada, incluso cuando era niña hubo un
tiempo que llegue a pensar que era adoptada puesto que
mi hermano y ella eran como dos gotas de agua.

- Iré a dejar a Marion a su casa – alcancé a escuchar a


Ciro.

Nos despedimos de ellos y se marcharon.

Entramos a casa por la gran puerta principal, todo en esta


casa me traía recuerdos de mi infancia, recuerdo que
siempre que llegaba de la preparatoria dejaba las llaves de
mi coche sobre la mesa de centro color roble que nos daba
la bienvenida al entrar, mi madre cuidaba que cada día
tuviera flores el hermoso jarrón dorado sobre la mesa,
haciendo que a veces el recibidor oliera a jazmines,
girasoles, orquídeas sus favoritas.

- ¡Niña! ¡Te extrañé mucho! - escuché la voz de nana Clarita


que venía corriendo desde la cocina, me abrazo muy fuerte,
hasta sentí que me asfixiaba, pero ya necesitaba uno de
esos abrazos.

Mi padre se reía divertido al ver la escena.

Nana Clarita trabajaba en casa desde que yo tenía dos años


ella prácticamente me crío. Le tenía un inmenso cariño, era
una de las personas que más quería en este mundo y ya era
un miembro más de la familia.

- Mi niña, te veo más delgada, ¿no comes o qué? - preguntó


haciendo mueca de reproche y llevándose los puños a la
cintura.
- Te extrañé mucho nana – la abracé de nuevo – ya quiero
probar tu comida de nuevo.

Mi madre nos miraba con recelo.

- Vamos a comer entonces… no creo que Ciro llegué pronto


– dijo mi madre encaminándose al comedor.

La comida estuvo deliciosa, nana Clarita sí que sabía


consentirme, hizo un mole poblano delicioso y de postre mi
flan napolitano favorito.

- De lo que se perdió Ciro – exclame satisfecha mientras


me sobaba el estómago, creo que comí de más.

- Cuéntanos como te ha ido en las prácticas hija – pidió mi


padre mientras tomaba un sorbo a su agua de Jamaica.

- Bien papá, no veo la hora de terminarlas para al fin poder


graduarme – sonreí orgullosa.

- ¿Cómo está todo por acá? - pregunté curiosa.

- Perfecto como siempre – dijo mi madre.

- Mamá… quisiera pedirte una canasta con dulces… es para


mi jefe – le pedí.

Los dulces que hacían en la fábrica de mi madre eran


exquisitos los más sabrosos que he probado.

- Claro, te los tendré para el día que regresen… aunque – se


quedó pensando – Ciro me comentó que no te agradaba tu
jefe.

Sentí como me paralicé, ese Ciro chismoso no le ocultaba


nada a mamá.
- Es una persona muy estricta y especial en su carácter –
trate de hacer mueca de simpleza – y estoy agradecida por
haberme dado la oportunidad.

- Claro hija, haces muy bien, siempre hay que ser


agradecidos con las personas que suman a nuestra vida –
dijo mi padre tomándome de la mano con cariño.

Asentí alegre.

Estaba feliz de estar en casa.

Estaba en mi habitación sacando las cosas de la maleta


acomodándolas en el closet.

- ¿Se puede? - escuche la voz de mi madre mientras tocaba


la puerta.

- Claro… pasa – le dije sin dejar de acomodar la ropa.

- Te compré algo – dijo al momento de depositar una bolsa


de regalo en mi cama.

Mi madre no acostumbraba hacerme regalos.

La mire extrañada a lo cual ella sonrío.

Se sentó en el borde de la cama haciéndome seña de que


abriera el regalo.

- ¿Un vestido?

- Para que te lo pongas mañana – exclamó traviesa.

Mi madre no daba un paso en falso, detrás de todo lo que


hacía siempre había una razón.

- Mamá… se lo que pretendes… Diego y yo no...- me silencio


poniendo su dedo índice en mi boca.
- Tu madrina me comentó que Diego traerá a su novia para
la cena de mañana – dijo escaneándome con la mirada,
dejé de acomodar la ropa, “su novia” me repetí. Sentí una
extraña sensación entre celos y envidia de que él ya había
rehecho su vida y yo aquí, pobre tonta lamentándome todos
los días la falta de su amor. - Escucha, sé que piensas que
no me preocupo por ti – me miraba fijo – Diego era la
persona que siempre pensé sería perfecta para ti y aún lo
sigo pensando… pero no me gustó el hecho de que después
de todo lo que pasaron juntos como si nada te dejo.

La expresión de mi madre era gélida.

- ¿Qué esperas que haga con el vestido? - le dije


confundida.

Ella cambio su mirada fría a una malévola.

- Me recuerdas a mi cuando era joven, eres mi hija, y no me


gusta que pasen por encima de ti – la mire sorprendida
nunca me había dicho tal cosa, ¿si le importaba lo que me
pasará? - así que mañana te pondrás ese vestido y serás la
más hermosa de toda la fiesta, haz que Diego se arrepienta
por haberte terminado – dijo con resentimiento.

Tenía sentimientos encontrados.

- Gracias mamá, no sabes lo que significa para mí – le dije


al momento que una lagrima escurría por mi mejilla. Ese
gracias no era por el vestido, sino porque me había dicho
que yo le importaba como hija, a su manera claro. No sabía
si abrazarla.

Ella se limitó a limpiar con su pulgar mi mejilla húmeda.

Me sonrío cálidamente y se retiró.


Mi madre tenía razón, si Diego tenía novia era muy su vida,
yo no iba a permitir que eso arruinará la mía. Me miré al
espejo asombrada, me gustó lo que ví, el vestido que me
regaló mamá era de un color negro a tres cuartos con un
gran escote en V que unía la parte del pecho con un aro
color dorado dividiendo ese escote en dos, me llegaba justo
por arriba de la rodilla me sentí cómoda ya que no me
gustaba vestidos tan cortos más sin embargo éste se
entallaba perfectamente a mi cuerpo resaltando mi pecho y
mi trasero, mi mamá lo había escogido perfecto para mí.
Decidí maquillarme con un smoky eye combinado con
tonalidades doradas y marrones. Para el cabello me ayudó
nana Clarita, me hizo una trenza en forma de corona
dejando el resto de mi cabello suelto.

- Niña ya es muy tarde ¿que no piensas ir a la fiesta?… a


este paso llegarás cuando se acabe – regañó nana Clarita
cuando entró a mi habitación.

Había quedado con mis padres que yo llegaría aparte a la


cena de esta noche, ya que al ser muy cercanos mis
padrinos y ellos, llegarían temprano para ayudar con la
decoración y lo que se ofreciera. Me lamenté por no ayudar
a mi madrina pero no quería estar mucho tiempo en el
mismo lugar que Diego, sabía que sería muy incomodo para
mí, así que les dije que iría más tarde, tuve que rogarle a mi
madre para que me prestara su auto ya que ellos irían en el
de papá.

- Ya me voy – dije a mi nana, dándole un beso en la mejilla.

Ella me dio su bendición como cuando eramos niños.

Le sonreí cariñosamente.
Aparqué en el lugar más cercano a la casa de mis padrinos
que pude, como no, si estaba llegando más tarde de lo que
había planeado. La casa de mis padrinos era muy grande,
mientras caminaba a la puerta principal podía ver entre la
oscuridad de la noche las luces que emanaban de la fiesta
en el patio trasero, también se escuchaba la música.

Al llegar al lugar donde se encontraban todos los invitados


la primera persona que vi fue a mi madrina le sonreí con
alegría.

- ¡Madrina felicidades por tu aniversario! - la abracé.

- Hija, te extrañe mucho… pero mirate estás hermosa – me


dijo sonriente mientras escaneaba mi vestimenta de arriba
a abajo, sonreí complacida.

- Yo también te extrañe madrina- nuevamente la abracé, ella


siempre fue como una segunda madre para mi y ella me
trataba como si fuera su hija también.

- Sari pensé que no vendrías – exclamó mi padrino


mientras se acercaba a abrazarme también.

- No me perdería este día tan especial para ustedes –


afirmé mientras volteaba para todas partes buscando la
ubicación de mis padres.

- Sara – me paralicé al escuchar esa voz ronca a mi


espalda, no quería voltear, más sin embargo él me rodeo
hasta quedar en frente de mí.

Mis padrinos ya no estaban con nosotros, pude alcanzar a


ver como recibían otros invitados que acababan de llegar.

- Hola – dije tratando de disipar los nervios que sentía


después de volver a verlo en poco más de un año.
Seguía teniendo ese porte serio que me había enamorado
alguna vez. Llevaba puesto un traje formal color negro que
resaltaba su piel clara. Conocía sus gestos y miradas a la
perfección después de tantos años, sin embargo, esta vez
no sonreía, me veía con una especie de melancolía.

- Te vez hermosa – dijo acercándose más a mi con una voz


seductora que hizo que escalofríos recorrieran mi espalda,
el tenía novia maldita sea, por que siempre que nos
veíamos se portaba así conmigo, y yo como toda una tonta
siempre caía redondita a sus encantos.

- Me presentas a tu prima Diego – dijo una chica castaña


con cabello recogido en una coleta, llevaba puesto un
vestido color dorado que hacía juego con su cabello y sus
ojos color miel. Sabía distinguir esa mirada, entre mujeres
nos entendemos, y ella sujetaba a Diego con firmeza, era
evidente que me estaba haciendo una advertencia con su
gesto y su mirada. Ella sabía lo que hubo entre los dos,
podía intuirlo.

- Diego y yo no somos primos – refuté con enfado.

Ella me miro desafiante.

- ¿A no? - dijo pareciendo confundida. Ella sabía muy bien


que era cierto.

- Isabella, ella es Sara, ahijada de mis padres y hermana de


mi cuñado – dijo mientras suspiraba, omitió el “ex novios”,
estaba rígido no sabría quien estaba más tenso de los tres
si el por estar entre su novia y su ex, Isabella por conocer a
la ex de su novio que a leguas se le notaba la mirada de
furia que me dedicaba, o yo por estar en este incomodo
momento.
Recordé a mi madre y decidí jugar un poco, total no la
conocía y Diego ya me debía varias que quería cobrarme,
este era el momento perfecto, pensé con malicia.

- Hacen muy bonita pareja – expresé haciendo la mejor


sonrisa falsa que pude – mis mejores deseos.

- Muchas gracias Sara, se que son sinceros – dijo


pegándose a Diego mientras descansaba la mano en su
pecho, toda su actitud amable era más falsa que el pecho
operado de mi madre.

Diego me fulminaba con la mirada, estaba haciéndolo


enfadar. Sentí una agradable satisfacción.

Le sonreí malévola.

- ¿Y cuánto tiempo llevan de novios? - pregunté inocente.

Él trato de responder pero la castaña se le adelanto.

- Casi dos años, pero hasta ahora tuve la oportunidad de


venir a conocer a mi futura familia, verdad amor – dijo
dándole un beso en la comisura de sus labios. El no
despegaba su mirada de mí.

En ese momento sentí un gran dolor, como si cien


camiones hubieran pasado sobre mí, me paralicé por
completo al recordar que la última vez que Diego y yo
estuvimos juntos fue hace poco más de un año en las
fiestas de año nuevo pasado cuando nos dejamos llevar
por el momento, el me juro su amor estando desnudos,
para ese entonces ellos dos ya eran novios. Maldito
mentiroso. Me sentí traicionada de la peor manera. Una ola
de coraje comenzó a emanar desde lo más profundo de mi
ser, deseaba golpearlo en ese momento. Pero no podía
arruinarle la fiesta a mis padrinos, ellos no tenían la culpa
de tener un hijo como él. Apreté mis puños con fuerza
necesitaba controlar mis emociones, no podía dejar que
notarán la pelea que se estaba llevando a cabo en mi
interior. Diego solo se limito a desviar su mirada de la mía.

- Tengo que ir al baño – dije antes de que las lagrimas


comenzarán a hacerse presentes.

Caminaba lo más rápido que podía, deseaba huir de este


lugar lo antes posible para poder desahogar todo este dolor
y enojo que sentía. Pase la puerta principal caminando por
la acera que me llevaba directo al auto de mamá.

Por buscar a prisa las llaves dentro de mi bolso no note que


el me había seguido, me jaló con fuerza haciéndome girar
al instante quedando frente a frente.

- ¡Eres un maldito! Ya estabas con ella cuando estuvimos


juntos el año pasado – le reclamé hecha una furia, intente
zafarme como pude pero su agarre era demasiado fuerte,
lo golpeé en el pecho con la poca fuerza que me quedaba.

- Escuchame, todo lo que te dije aquella vez fue verdad… -


espetó con voz ronca mientras me acorraló entre un auto
que estaba en la calle y su cuerpo. Se acerco tanto que
podía sentir su rápida respiración.

- ¡No seas mentiroso! - chillé sin poder evitar como lagrimas


de coraje se derramaban por mis mejillas.

Agache la cabeza, no quería que viera como lloraba por él.

- Sara… yo no te he podido olvidar... lo he intentado pero no


puedo ¡carajo! - soltó mirándome penetrándome con su
mirada mientras con su puño libre le daba un golpe al auto
que estaba detrás de mí. Cerré los ojos al escuchar ese
sonido.
- ¡Yo ya no te quiero… no te amo! - rugí al ver como su
mirada de suplica se convirtió en una sombría.

De pronto sentí el peso de su cuerpo encima de mí, aún me


sujetaba del brazo manteniéndome inmóvil, una vez más
intenté zafarme pero fue inútil, el era mucho más fuerte que
yo.

- ¡Dejame ir! - grité al darme cuenta que intentaría besarme.

Cerré mis ojos fuertemente, encogiéndome sobre el auto.

- ¡Suéltala Diego! - exigió mi hermano lanzandolo de los


hombros a un metro de distancia con tanta fuerza que por
poco pierde el equilibrio.

Volteé a ver a mi hermano asustada, el me abrazo con


fuerza dándome un beso en la frente.

- ¿Estás bien? - preguntó fulminando a Diego con la mirada.

Sólo pude asentir ya que de la impresión no salía sonido de


mi boca.

- No te metas Ciro, Sara y yo necesitamos hablar – exclamó


Diego dando un paso al frente.

- Tu y yo no tenemos nada que hablar – solté con enfado


manteniéndome lo más cerca que podía de mi hermano.

- Ya la escuchaste no quiere hablar contigo - le espetó mi


hermano lleno de ira.

Tenía mucho miedo que las personas en el interior de la


casa de mis padrinos se dieran cuenta de la escena que
estábamos haciendo en plena calle.
Aprovechando que estaban distraídos corrí hacía el auto,
sólo alcance a ver como Ciro se interpuso en el camino de
Diego evitando que éste me siguiera.

Encendí el auto, conducí lo más rápido que pude mientras


lloraba.

Tenía la mente nublada, me dolía el pecho


emocionalmente.

Entonces escuche un sonido en el auto muy fuerte


haciéndolo estremecer, en fracción de segundos algo me
lanzó golpeando mi cabeza contra el vidrio de la puerta, fue
cuando sentí un dolor pero este era físico, del golpe la
ventana del auto se quebró. Un líquido salió de mi nariz, era
sangre, todo mi cuerpo ardía. Levanté la vista horrorizada al
ver como todo el vidrio de la parte de enfrente de mi auto
estaba hecho trizas, a un lado de mi estaba el cofre de otro
auto estampado en mi puerta. No podía mover mi brazo
izquierdo, el dolor era tremendo.

No había nadie en la calle que me pudiera ayudar, mi visión


comenzó a nublarse, comenzaba a marearme.

Como pude tomé mi celular marcando el número de mi


hermano, mi mano estaba llena de sangre.

- Sara – su voz era exaltada.

- Ciro… ayudame – gemí con dificultad.

Después de eso todo se volvió obscuro.

Abrí los ojos mirando a mi alrededor asustada. No


reconocía aquella habitación. Mire la cama en la que me
encontraba acostada, ¡Era la habitación de un hospital!

Me dolía la cabeza.
- Hija ¡Despertaste! - exclamó mi padre tomando mi mano
con fuerza, observé que tenía conectadas unas delgadas
mangueras de medicamento a mi mano.

- ¿Qué paso? - pregunté confundida.

- Un tipo ebrio te choco – dijo mi padre enfadado.

- Y tu ibas a exceso de velocidad – completó mi madre


mientras se acercaba cruzada de manos.

Estaba confundida, no recordaba mucho de lo que había


pasado solo recuerdo las luces del auto que se estrelló con
la puerta de mi auto, más bien el de mamá, sentí que algo
se me retorció en mi interior, el auto de mamá debió haber
quedado hecho trizas. En su mirada se veía molesta.

- ¿Cuánto tiempo llevo aquí? - pregunté llevándome la mano


a la cabeza, me punzaba demasiado del dolor, descubrí que
mi cabeza estaba vendada, me asusté al instante.

- Toda la noche y lo que llevamos del día de hoy – me


explicó papa mientras me acariciaba mi cabeza vendada.

Ósea hoy era domingo.

- Siento haber estropeado tu auto mamá, no sé qué paso –


me disculpé lo mejor que pude.

- Eso es lo de menos, ahora explícame que hacías


conduciendo fuera de la fiesta a altas horas de la noche a
exceso de velocidad – exigió mi madre alzando la voz
aniquilándome con esa mirada que siempre me dio terror.

- Yo...- alcancé a decir.

El recuerdo de lo que pasó la noche de ayer se hizo


presente en mi memoria, recordaba algunas cosas de la
pelea con Diego. Sentí un vacío en mi pecho. También
recordaba que hui en el auto de mamá, pero del accidente
no recuerdo nada.

- Ahora no es momento de regaños Elizabeth, Sara necesita


descansar – dijo mi padre volteando a ver a mi madre de
forma inquisidora.

- ¿Cómo es que llegué aquí? ¿cómo se dieron cuenta del


choque? - pregunté con ansía de conocer las respuestas.

Mi padre se sentó en el borde de la cama donde estaba


acostada, en su mirada podía notar tristeza al verme
abatida en la cama del hospital y a mí me daba tristeza
verlo así.

- Ayer, antes de desmayarte alcanzaste a llamar a Ciro, el


corrió a avisarnos a tu madre y a mí, salimos a buscarte
con tus padrinos tan rápido como pudimos, no fue difícil
encontrarte ya que el choqué sucedió cerca de la fiesta,
cuando llegamos al lugar ya te estaban subiendo a una
ambulancia, tu padrino dio instrucciones de que te trajeran
a su clínica – me explicó con detalle.

Daba gracias de que mi padrino fuera doctor, con sus


cuidados de seguro sanaría muy pronto, aunque ahora me
doliera todo el cuerpo.

- Lo siento papá – me disculpe entrecortando la voz por el


sentimiento, me sentía culpable de lo que paso – fui muy
imprudente.

No pude evitar dejar salir unas pequeñas lágrimas que


emanaban de mis ojos.

Antes tenía el corazón roto, ahora el cuerpo también.


Era un desastre.

- Descansa cariño, a veces las cosas pasan, tómalo como


una lección – me dijo mi padre suavizando su voz mientras
me daba un beso en la frente.

Mamá se limitaba a observarme con mirada acusadora.

En ese momento mi padrino entró a la habitación vestido


con su uniforme habitual de médico.

- ¿Cómo te sientes Sara? - preguntó mi padrino mientras


saludaba con la vista a mis padres.

- Me duele todo el cuerpo – me quejé haciendo una mueca


de dolor.

- Es normal después del accidente que tuviste, el dolor


permanecerá por unos días más… tuviste suerte Sara, solo
tienes algunos golpes, moretones y el brazo izquierdo
dislocado – en mi mente iba procesando todo lo que decía
– pero en unas dos o tres semanas estarás como nueva
otra vez – terminó con una sonrisa.

“dos o tres semanas”

- ¿Cómo que dos o tres semanas padrino? - le pregunté


asustada sentándome con brusquedad sobre la cama.

Mi padre me recostó de nuevo para que me tranquilizara.

- Bueno… mínimo necesitas una semana de reposo


absoluto, después de eso te valoraré y lo más probable es
que ya puedas regresar, sólo si te pido que utilices el
cabestrillo del brazo otras dos semanas más, por ahora
estarás en observación hasta el día de mañana y te
recetaré medicamento para el dolor – explicó.
Mi padrino cerró el expediente que llevaba para mi
chequeo, me tomó la presión, mientras platicaba
animosamente con mis padres sobre la noche de ayer, me
disculpe varias veces con él por haberles arruinado su
aniversario, pero el tan amable me decía que eso era lo de
menos, que estaba muy feliz de que no hubiera pasado a
mayores. Se quedó un rato más charlando con mis padres.

- ¿Tienes alguna duda más? - me preguntó atentamente


antes de retirarse.

- Necesito algún documento o justificante para enviar a mi


trabajo padrino, ya que tendré que faltar toda la semana –
dije desanimada de solo pensar en la molestia que eso le
causaría al Sr. Ernesto, a él no le gustaba que faltaran al
trabajo y tendría que ausentarme una semana o más, recé
porque no me despidiera de nuevo.

- Tranquila en seguida lo elaboró – dijo mi padrino


dándome una palmadita de aliento en mi hombro.

- Tu madre y yo saldremos un rato para que Ciro pueda


entrar, debe estar desesperado por noticias tuyas – dijo mi
papá encaminándose a la puerta con mamá.

Asentí con una media sonrisa.

Unos momentos más tarde escuché como tocaban la


puerta de la habitación.

- Pasa – dije en voz alta para que me escuchará.

Vi a mi hermano entrar, camino hasta darme un cariñoso


beso en mi frente vendada.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó con tono suave.


- Ya mejor – contesté tomándole la mano mientras él se
sentaba en una silla juntó a mi cama.

Noté cierta amargura en su mirada. Me sentí culpable por lo


de ayer, el me defendió de Diego, seguro estaba muy
enfadado con él. Ellos eran mejores amigos desde niños.

- ¿Qué paso por que estaban discutiendo? - me preguntó en


tono severo.

Ciro era la persona en la que más confiaba en todo el


mundo, sabía que siempre me apoyaría, lo que no me
gustaba era el hecho de que tuviera que elegir entre apoyar
a su hermana o a su mejor amigo, siempre trate de
mantener mis problemas con Diego al margen de él para
que no afectará su relación con Marion.

Ciro notó mi negativa al tocar ese tema, apretó los puños,


haciendo una mueca de disgustó.

- Siempre he respetado lo que sea que Diego y tú tengan.


Por ustedes, por Marion, por mí, por nuestros padres – alzó
más la voz – pero creo que todo esto ya se está saliendo
de control, sólo te pido que abras los ojos, tú y él ya no
tienen futuro juntos – su voz era ronca, esta también era
una conversación difícil para él.

Todo lo que me decía era verdad, era la primera vez que me


hablaba de esa manera.

Mi hermano no era el tipo de persona que se metiera en la


vida de los demás.

Me sentía vacía por todos los problemas que estaba


ocasionando.
- Eres mi hermanita – apretó mi mano con fuerza – siempre
te apoyaré, incluso si él y yo nos dejamos de hablar,
siempre estarás tu por sobre todas las cosas… sólo te pido
que intentes ser feliz sin él.

Cada una de sus palabras era como una aguja que se


clavaba lentamente en mi corazón, dolía, me lo estaba
pidiendo explícitamente.

Asentí con la cabeza.

Esta vez había tocado fondo, estaba decidida a olvidar a


Diego, por mi bien. En nuestra relación pasamos por
momentos muy hermosos, pero también otros
tormentosos, con él aprendí lo que era amar de verdad,
amar con intensidad y pasión, pero era momento de dejar
todo atrás.

Estaba dispuesta a hacerlo.

- Te prometo que lo haré – afirme con una media sonrisa.

Ciro se levantó a abrazarme, su abrazo era cálido y


reconfortante.

Estuvimos platicando largo rato, me contó que él y Diego


discutieron después de que me fui, él tuvo que platicarle a
Marion lo sucedido ya que era evidente que ellos estaban
molestos. Marion también se enfadó pidiéndole a Diego
que se regresará hoy temprano a la ciudad donde está
viviendo.

Más tarde recibí la visita de mi madrina y Marion, me hizo


mucho bien verlas, mi madrina es tan amable conmigo, la
quiero mucho.
Mi madrina me aseguró que me visitaría todos los días
hasta que regresará a la capital ya que ella se la pasaba
sola en casa por el hecho de que sus hijos ya no vivían con
ella. Asentí gustosa ante tal noticia.

Lo único es que esa misma noche Ciro y Marion regresarían


a la capital por que al siguiente día tenían que ir a trabajar,
mientras yo me quedaría en Montenegro recuperándome.

Poco a poco me iba sintiendo mejor por lo que aproveche


un momento en que me quede sola en la habitación con el
pretexto de descansar y dormir, había estado posponiendo
el momento en que le diría al Sr. Ernesto que me ausentaría
toda una semana al trabajo, tal vez se enfadaría, no lo sé,
pero tenía que decirle ya, el tiempo se me agotaba. Decidí
antes de marcarle enviarle un mensaje de texto, que tal si lo
interrumpía en algo y sería peor el regaño.

Escribí “Buenas noches Sr. Ernesto, disculpe que le escriba


en domingo por la tarde, pero tengo algo muy urgente que
comunicarle, me podría decir a qué hora puedo llamarlo. De
ante mano gracias.”

No paso ni un minuto cuando el sonido de mi móvil me


sobresalto, era él, sentí una ola de nervios recorrer por mis
venas.

- ¿Qué pasa Sara? - me preguntó directo sin saludo, su voz


era seca.

En ese instante sentí como el miedo se apoderó de mí, pero


tenía que decirle.

- Señor buenas noches, yo le llame por qué.. - hice una


pausa permitiéndome tragar un poco de saliva.

Escuchaba su respiración acelerada.


- le llamé por que ayer por la noche tuve un accidente.

- ¿Cómo?… ¿Estás bien? ¿Dónde estás?… Iré para allá – Dijo


con tono angustiado. Tuve que hacer una pausa por su
interrupción, tantas preguntas me aturdieron.

- No se preocupé – intente calmarlo – estoy bien, pero me


dice el doctor que tendré que tomar reposo absoluto
durante una semana hasta entonces no podré regresar a
trabajar, ya le envié a su correo electrónico la hoja de
diagnóstico – balbuceé.

Por unos segundos no escuche algún ruido.

- ¿Dónde estás ahora? - preguntó con voz ronca.

- En un hospital en Montenegro, había aprovechado este fin


de semana que no trabajamos en sábado para venir a
visitar a mi familia – le expliqué.

Otra pausa que me ponía nerviosa.

- ¿Qué fue lo que te paso? - preguntó.

- Me chocó un hombre ebrio cuando me dirigía a casa –


decidí omitir lo de que iba a exceso de velocidad.

- Te pudo haber pasado algo peor, necesitas cuidarte –


sentí como si lo que decía fuera un regaño.

- Si lo sé, fue un accidente – le reafirmé.

Alcancé a escuchar algo como un suspiró, estaba


confundida.

- Llámame cuando estés de nuevo en la capital, no te


preocupes por el trabajo, lo importante es que te recuperes
para que puedas regresar – me dijo en su tono habitual de
serio y mandón.

-Gracias señor, buenas noches – me despedí.

- Buenas noches Sara, cuídate mucho.

Colgó.

Acababa de colgar de la llamada con Sara, estaba


preocupado por su salud, esperaba que en verdad estuviera
bien. Sentía una especie de impotencia por no poder estar
con ella en estos momentos pero que podía hacer ir y
plantarme como si nada en el hospital donde se encontraba
en Montenegro, tenía los medios, si quería podía tomar el
jet privado de la empresa estando ahí en cuestión de una
hora, pero con que excusa saldría, esta vez no tenía
ninguna, la única opción era esperar a que se recuperara
volviendo a la capital, entonces podría visitarla en su
departamento, eso era más razonable en mi situación.

Mientras Sara estuviera en Montenegro podría solucionar el


asunto del padre de Selín con papá. No podría con la culpa
si le pasará algo ahora que mi padre me ha dado a conocer
sus intenciones.

Después podría confesarle mis sentimientos a mi linda


asistente.

Le pregunté a nuestro mayordomo donde se encontraban


mis padres, mencionó que mamá estaba en su habitación y
mi padre en el despacho, era el momento oportuno para
hablar con él.

Entre al despacho sin avisar, mi padre leía unos


documentos mientras tomaba de un vaso con coñac.
Al parecer no se percató de que entré.

- Padre, necesito hablar contigo del asunto de … ya sabes –


musité, me costaba demasiado.

Mi padre al parecer no esperaba mi visita, levantó la vista


dejando a un lado los documentos que veía.

- Estas de acuerdo que no podemos hablar aquí sobre eso


Ernesto – dijo mi padre a manera de regaño.

- Lo sé, pero he estado pensando en eso últimamente y no


estoy dispuesto a llevar ese cargo en mi conciencia – le
dije sentándome en la silla frente a él del otro lado del
escritorio.

Hundí mi cabeza entre mis manos, como poder convencer


a mi padre de que no cometa un crimen o tal vez no era la
primera vez que lo hacía, quise eliminar ese pensamiento
de mi mente.

Mi padre río sardónico.

No entendía el porqué de su risa, arqueé una ceja.

- ¿Que es tan divertido? - le pregunté.

Mi padre tomo un sorbo de coñac mientras observaba


entretenido como este se meneaba en el interior del vaso,
para luego posar su vista sobre mí.

- Por mucho tiempo quise educarte para que te parecieras a


mí, que tuvieras mis mismos ideales, pero la verdad es que
todo tú te pareces a tu madre – hizo una media sonrisa –
aunque trates de parecer imponente no lo eres.
Esa última frase me hizo tensar la espalda el cómo sabía
cómo era si nunca se había tomado si quiera un instante
para conocerme o pasar tiempo de calidad padre e hijo.

- Una vez más te ahorrare los problemas y las culpas, olvida


el asunto… - inquirió mi padre endureciendo sus facciones.

¿Eso quería decir que no lo haría? ¿no atentaría con la vida


del padre de Selín?… pero él dijo que si se llegaba a saber
su secreto nuestra familia se destruiría. Estaba
completamente confundido.

- ¿Entonces que pasará? - pregunte desconcertado.

Mi padre mantenía su postura seria habitual.

- A veces Ernesto… uno tiene que sacrificar cosas por el


bienestar de los suyos… Hace muchos años cometí varios
errores dejándome llevar por emociones negativas, con el
tiempo traté de enmendarlos, pero hubo uno en especial
que es el que me persigue hasta el día de hoy… - los ojos de
mi padre se volvieron cristalinos, era la primera vez que
abría su corazón conmigo.

- Es con el que te chantajea el padre de Selin, ¿cierto? -


pregunté.

Asintió con la cabeza.

- El padre de Selín teníamos una relación muy fuerte de


amistad y aunque en ese entonces el me juró que nunca
nadie sabría de ese secreto, hoy se ha vuelto un ser lleno de
avaricia, que haría cualquier cosa por poder y dinero,
incluso destruirnos… si no lo hago yo primero el acabara
con nuestra familia.
Hizo una pausa al ver como mi mandíbula se tensó, no
estaba de acuerdo con su solución tenía que haber otra
manera.

- Tal vez ahora no lo entiendas, pero algún día conocerás el


amor de tu vida y darás todo por ella, sin importar las
consecuencias querrás que sea feliz, y eso es lo que, hecho
hasta hoy con tu madre y con ustedes, no dejaré que un
maldito aprovechado venga a chantajearme con destruir lo
que más amo sin salir ileso.

La manera en que mi padre platicaba las cosas parecía


razonable hasta cierto punto, si es verdad lo que me decía.
¿Pero llegar a tanto?

- Porque no me dices cuál es ese secreto tal vez pueda


comprender mejor todo esto – le pedí.

- Eso es algo que me llevaré a la tumba – dijo mi padre al


momento que se levantó de su silla.

Me puse de pie también. Apreté los puños con fuerza.

Él era mi padre, a pesar de que no teníamos un vínculo


cercano emocional, no dejaría nunca de serlo, y si lo que él
buscaba era proteger a la familia, era mi deber hacerlo
también. Aunque no me gustaba la forma en que lo
haríamos. Siempre supe que el tener gran poder y dinero,
llevaría a cuestas una gran responsabilidad, grandes
acciones, pero nunca imagine que algún día me toparía con
este tipo de situaciones.

- Entonces no hay vuelta atrás – pregunté con ojos


cristalinos.

Negó con la cabeza.


- Te apoyo en cualquier decisión que tomes – dije
ignorando que mi pecho se contraía por dentro.

Mi padre dio una palmada en mi pecho, sonriéndome


agradecido.

No dijo nada más, se limitó a salir de su despacho,


dejándome solo.

Pasaron varios días, en ese tiempo ocasionalmente le


preguntaba a mi madre sobre su juventud y el tiempo en el
conoció a mi padre, sus respuestas siempre fueron las
mismas. Se conocieron mientras los dos estudiaban en la
universidad, apenas se graduaron, mi padre le insistió para
que se casarán y un mes después se había enterado que
esperaba un hijo. Eso era todo. Al parecer mamá no tenía ni
la menor idea de la vida oculta de mi padre mucho menos
de sus secretos. No sabía de donde más sacar información,
si mi madre no sabía nada mucho menos su familia. Mi
padre sólo tenía dos hermanos, uno vivía fuera del país
desde hace muchos años y la madre de Erik, según se, en el
tiempo que mis padres se casaron ella estudiaba en el
extranjero, además no mantenía una relación muy cercana
con mi padre. Si él le cedió el 20 % de las acciones de la
empresa a Erik fue porque yo se lo pedí, además Erik
aprecia mucho a mi padre, lo ve como una figura paterna ya
que él quedo huérfano de padre desde su infancia.

La semana pasaba lentamente, los días se me hacían


extrañamente más largos de lo normal, el trabajo me
aburría por lo que llegaba temprano a casa. La razón de mi
sinsabor era que no estaba mi pequeña asistente, la
extrañaba.
Recostado en mi recamara saque el móvil de mi pantalón,
por unos momentos me detuve a pensar si sería adecuado
llamarle para saber cómo se encontraba de salud, soy su
jefe no creo que sea extraño llamarle por eso.

Me decidí a no llamar.

En cambio, hice una cuenta de Instagram ya que, a mí, esas


cosas no me llamaban la atención, pero deseaba saber
más sobre la vida de Sara, verla, aunque sea por
fotografías.

“Maldito Stalker” me reproché.

Pero me dejo de importar cuando encontré su perfil, le


gustaba subir fotografías a su Instagram, tenía muchas, por
lo que me acomodé en mi cama sintiéndome un niño con
juguete nuevo.

Jamás me imagine haciendo este tipo de actos por una


mujer, los detalles y cursilerías no iban conmigo, pero ella
ejercía un poder sobre mí que no podía resistir, aún
recuerdo la vez que me desafío, hubiera preferido callarla
con un beso en lugar de despedirla, pero aún era muy
pronto para hacerlo. Sonreí divertido “esa mujer” me
volvería loco.

En su post más reciente tenía una foto junto a un perro San


Bernardo lamiéndole la cara muy juguetón, ella sonreía
abiertamente, me llamó la atención el cabestrillo que
llevaba en el brazo y el moretón que se le marcaba a la
altura entre la mejilla y su ojo izquierdo, me sentí terrible
por ella, desearía estar a su lado en este momento, al
parecer no fue un accidente tan fuerte se estaba
recuperando.
Había otras fotos, muchas de hecho con un chico rubio y
una pelirroja, quise suponer por la cantidad de fotografías
donde estaban juntos que tal vez era su hermano y su
cuñada por lo que me contó la vez que comimos juntos.
Pero ellos no se parecían en nada como podían ser
hermanos. Deslizando más abajo encontré una fotografía
donde estaba con sus padres, su madre era muy hermosa,
con una mirada penetrante, “ya se dé donde sacaste el
carácter mi pequeña gruñona” pensé divertido, ahora
entendía por qué su hermano era rubio, ella era la copia
exacta de su padre.

Pasaron algunos días, todo marchaba tranquilo, era un


viernes y ansiaba con todo mi ser que terminará la semana
pronto para que Sara regresará y poder verla de nuevo.

***

Como siempre entre a mi oficina acomodando mis cosas


antes de sentarme a trabajar ya que tenía muchos
pendientes ahora que no estaba mi linda asistente para
ayudarme. El sonido del tocar de la puerta me regresó de
mis pensamientos a la realidad, levanté la vista en esa
dirección, era Leyla quien estaba parada a un lado de la
puerta, la noté nerviosa.

- ¿Qué pasa Leyla? - le cuestioné regresando a lo que


estaba haciendo hace unos momentos.

Leyla se acercó un poco, la notaba muy nerviosa, llevaba en


la mano un periódico.

- Señor… tiene que leer esta nota – dijo entrecortando la voz


mientras me ofrecía el periódico.
Enarqué la ceja, no sabía de lo que estaba hablando, pero
pronto lo averiguaría.

Al leer el título de la nota, mi cuerpo se paralizó al instante


“Empresario Ricardo Ramírez fallece en un trágico
accidente de avión” era el padre de Selín, su avión se
desplomo, mis manos comenzaron a sudar, no lo podía
creer, mi corazón comenzó a bombear al mil, mi padre lo
había hecho.

Me desplomé en la silla de mi escritorio sintiendo como


mis piernas flaqueaban, me llevé una mano al cabello
sacudiéndomelo con fuerza.

- ¡No puede ser! - gruñí con furia.

Leyla me miraba expectante, asustada por mi reacción, le


clavé la mirada.

- Déjame sólo – le ordené.

En cuanto se retiró me dispuse a leer la nota completa. Al


parecer viajaba de México a Estados Unidos en el Jet
privado de su empresa, cuando pasaban por el estado de
Sonora, el avión se desplomo por una falla técnica cayendo
en una zona boscosa donde instantáneamente explotó sin
dejar esperanzas de encontrar algún sobreviviente. Junto a
él viajaba su esposa y su hijo menor.

Le di un fuerte golpe con los puños a la mesa, restregando


el periódico con ira.

- ¡No puede ser! - grité al borde de las lágrimas, mi cara


ardía de la furia.

Era evidente que mi padre estuvo detrás de este accidente,


yo le di mi apoyó la otra noche, pero era sólo por el padre
de Selín no por toda su familia. De un manotazo tire todas
las cosas que había en el escritorio. Por culpa de mi padre y
la mía, por no haber hecho algo para detenerlo, Selín y su
hermano mayor se habían quedado solos, toda su familia
estaba muerta ahora.

¿Qué haría? Yo no la amaba, pero no se merecía esto, ella


amaba a sus padres y por nuestra culpa ahora ellos ya no
estaban.

Sentí como mi corazón se desgarraba por dentro.

Como pude limpie mi rostro, respiré profundo, no podía


dejar que mis empleados me vieran en este estado, nadie
podía saber lo que mi padre hizo y que, aunque yo no fui
participe directo era su cómplice por saberlo.

Me sentía el más miserable de los hombres.

Me estaba convirtiendo en el monstruo que tanto odiaba.

Salí de la compañía directo a casa, necesitaba enfrentar a


mi padre.

Apenas llegué mi madre me recibió con los ojos llorosos.

- ¿Ya te enteraste hijo? - asentí con la cabeza gacha.

- Pobre Selín – me abrazó desconsolada, mi madre le tenía


mucho aprecio a Selín, por años fue considerada como un
miembro más de la familia.

La estreché con fuerza, necesitaba un abrazo reconfortante


de mi madre, aunque ella no tuviera idea de lo que sentía
por dentro.

- Necesito hablar con mi padre – le dije con voz ronca sin


soltarme de su abrazo.
Ella se separó un poco.

- Esta en el despacho – le di un beso en la mejilla y salí a


buscar a mi padre.

Entré hecho una furia cerrando con seguro la puerta, nadie


debería enterarse de la conversación que estábamos a
punto de tener.

-¡Como pudiste! ¡toda su familia!- le reproché mientras


apretaba de su saco con fuerza.

Me encendía aún más que él no tuviera ni una pizca de


arrepentimiento o vergüenza en su mirada como lo tenía
yo.

Se deshizo de mi agarré alejando mis manos de su ropa, su


mirada se tornó fría.

- Si te refieres a lo de la familia de Selín, no tuve nada que


ver – dijo clavándome con la mirada.

Solté una carcajada irónica.

- ¡Cómo te atreves a negarlo! Eres un monstruo, no te


tentaste el corazón para acabar con la vida de tres
personas inocentes – le dije dando un golpe con el puño en
el escritorio, me ardía el cuerpo de la ira, no podía
contenerla, lo miraba con furia.

- No fui yo, esto paso antes de que pudiera idear un plan


para Ricardo, fue casualidad, ¿crees que hubiera hecho algo
tan despiadado? - dijo en tono serio mientras se servía un
vaso con whisky.

- Dímelo tú – le solté con sorna.

Lo miré incrédulo llevándome las manos a la cintura.


Como pensaba que me iba a tragar esa estupidez de que
no fue él, sería demasiada casualidad que el accidente
hubiera pasado justo antes de que mi padre atentará en
contra de Ricardo Ramírez. Tenía que averiguarlo, pero
como conseguiría pruebas de que él lo hizo o en su caso de
que no lo hizo. La cabeza me daba vueltas.

- ¿Cómo esperas que me crea ese cuento? - le pregunté, mi


respiración se sentía agitada, tuve que quitarme el saco y
aflojarme la corbata por el calor que emanaba mi cuerpo en
ese momento.

- No tienes que creerme, no te lo estoy pidiendo, si lo haces


o no es tu problema, sólo no hagas una estupidez – me dijo
acercándose hasta estar unos centímetros de distancia de
mí.

- Eres un descarado - le solté con rabia.

- ¡No fui yo, fue el destino! - dijo mi padre levantando las


manos al cielo – la vida es así de vulnerable, nos sabemos
cuándo nos va a tocar. Todo esto me ahorro muchísimo
trabajo y horas de sueño, ahora que Ricardo ya no está
podemos seguir tranquilos con nuestra vida, seguirás
teniendo el control de la empresa hasta que yo te la ceda
legalmente, que eso puede ser pronto… depende de cómo
te comportes – sus palabras más que advertencia sonaban
a amenaza – también ya eres libre de elegir a la mujer con
la que te quieras casar o revolcar, no me meteré en tu vida,
escoge la que quieras yo la aceptaré.

Me sonrió sarcástico.

Bufé del coraje.


Yo permanecía inmóvil, no podía evitar que las últimas
palabras que me dijo resonarán en mi cabeza, ahora era
libre de estar con quien quisiera, la primera persona en la
que pensé fue en mi Sara, ya nada me impedía estar con
ella, pero a costa de que… de una vida… de tres vidas en
realidad. No le creía a mi padre ni una palabra de que él no
tenía culpa de lo que pasó sin embargo que podía hacer.
Acusarlo a la policía y entregarme también por ser
cómplice, más aún sin ninguna prueba o hacer como si
nada.

Iría al funeral como buen ex novio, darle el pésame a la


familia y seguir con mi vida. Qué hipócrita sonaba.

Pase mi mano por el cabello, jalándomelo con fuerza.

Mi padre se acercó nuevamente a mí dándome una


palmada en el pecho.

- Mientras decides si creerme o no, te sugiero subas y te


vistas para ir al funeral, como ex novio reciente de Selín se
vería mal para nuestras relaciones políticas y empresariales
si no asistes… tu madre y yo nos adelantaremos, te veo
allá.

Salió del despacho cerrando la puerta a mi espalda.

Necesitaba pensar, no podía contarle a nadie, ni si quiera a


Erik siendo la persona en la que más confianza tengo. Mi
pecho se ahogaba en la incertidumbre, no sabía si podía
seguir adelante actuando como si nada pasará. Tendría
que ir al funeral, eso era verdad. Estaba temeroso de ver a
Selín ella de seguro estaba sufriendo.

No la amaba, pero con el tiempo llegué a tomarle aprecio, a


pesar de ser berrinchuda y malcriada no era una mala
persona, tuvimos una relación falsa casi diez años en la
que varias veces intenté que funcionará, algunas veces
tuvimos sexo, pero en el corazón no se manda y yo no la
amaba. Esperaba y deseaba con todo mi corazón que ella
encontrará alguien que de verdad la amará y la cuidará
como yo no podía hacerlo. Mi corazón ahora tenía nombre
y dueño “Sara Cortés”.

Ella no se merecía a alguien como yo, despiadado, altanero,


frío, ególatra, presuntuoso, pedante ... y la lista seguía, pero
me conocía bien, a pesar de saber que no merecía a una
mujer tan hermosa como ella, era demasiado egoísta como
para dejar que estuviera con alguien más que yo, ella era
mía, lo sería completamente de nadie más.

Me llevé la mano a la nuca, aclaré un poco la garganta y


respiré profundo.

Entré a la capilla de velación, lo primero que observé es que


junto a los tres ataúdes color roble estaba una Selín
llorando desconsolada abrazada a su hermano mayor, me
acerqué hasta está a unos cuantos pasos de distancia de
donde ellos se encontraban. Selín se percató de mi
presencia, soltando a su hermano y abalanzándose sobre
mí.

La sujete con fuerza temiendo que se desplomará sobre el


suelo.

- ¡Mis papás! - gritaba aferrándose a mis brazos, hundiendo


su rostro llenó de lágrimas en mi pecho.

Le froté el cabello con suavidad, nunca antes lo había


hecho y ella lo notó.
- ¿Estás aquí por mí? - preguntó ansiando una respuesta en
su mirada.

- Eres una persona importante en mi vida y siento mucho el


sufrimiento que sientes ahora – dije con sinceridad
limpiando de sus mejillas lagrimas que brotaban de sus
ojos.

- Ernesto mi amor – dijo sollozando.

Tomo mi rostro entre sus manos tratando de besarme,


instantáneamente la detuve. Ella me miró incrédula, estaba
confundiendo la situación.

- Selín – dije en tono serio, pero suavizando la mirada –


vine a ofrecerte mis condolencias solamente, sabes que yo
no te amo.

Podría ser cruel, pero era la verdad, era mejor poner las
cosas en claro y no crear malos entendidos.

De pronto su mirada se volvió sombría, podía ver la furia en


sus ojos.

- ¡Entonces no hubieras venido! - gritó llamando la atención


de todos los presentes –! Todo mi sufrimiento es tu culpa!!
¡Te odio Ernesto Cazares! - gritaba llorando.

Podía sentir todas las miradas sobre mí, yo sólo la


observaba mientras se dejaba caer al suelo. Quise
levantarla, pero su hermano se me adelanto.

- ¡Vete de aquí!! ¡Ya no eres bienvenido en esta familia! - me


gritó mientras me fulminaba con la mirada.

Decidí que lo mejor era mantenerme callado y retirarme, me


di una media vuelta dirigiéndome a la salida.
Mientras caminaba nadie de los presentes se atrevió a
murmurar sabían el poder que tenía como heredero de la
industria más grande del norte de México. Lo que no pude
evitar fue las miradas acusadoras que me propagaron.

- ¡Te odio Ernesto! ¡Juro que te arrepentirás! - Escuché su


voz a mi espalda.

Suspiré, al menos, conociendo su carácter pudo haber sido


peor.

Pase todo el fin de semana encerrado en mi habitación,


fueron días grises, ni si quiera tenía ánimos de darme un
baño o comer, mi cuerpo lo comenzaba a resentir.

Pensé en todo lo que paso los últimos días por una parte
era verdad, no podía quedarme aquí encerrado toda la vida
culpándome de un crimen que yo no cometí, y aun así no
tenía la certeza de que mi padre lo hubiera hecho puesto
que él se mantenía firme en que no había sido el causante
de ese accidente.

Lo mejor para mí era tratar de olvidar esta situación amarga


y enfocarme en lo que realmente me importaba que era
seguir al frente de Industrias Cazares manteniéndonos en
el top, como mejor empresa de México. Y estaba el otro
asunto de mi pequeña Sara, ya no podía más, esta semana
sin verla se me hizo eterna, necesitaba confesarle de una
vez mis sentimientos, no habría vuelta atrás tenía que
arriesgarme en el mejor de los panoramas ella aceptaría
que nos acercáramos más y si todo marchaba bien
podríamos ver la posibilidad de comenzar una relación,
pero, el peor de los casos sería que me rechazará, pero no
me daría por vencido hasta conquistarla.
Por su perfil sabía que ella no tenía pareja por lo que nada
me impedía cortejarla.

Siendo sincero aún no estaba seguro de si quería una


relación formal, no era ese tipo de hombres, estaba
consciente de que hay muchas maneras de estar con
alguien sin necesidad de formalismos.

Pero eso dependería de cómo se fueran dando las cosas.

Ahora estaba ansioso por que se llegará el día de mañana


para poder verla de nuevo.

La semana en Montenegro se me paso muy rápido. Disfruté


cada instante el estar en casa y poder descansar, mis
heridas sanaron muy rápido y ahora me sentía ya muy bien,
con excepción de que aún tenía que utilizar el cabestrillo
durante una semana más, según las indicaciones de mi
padrino quien ya me había dado luz verde para que
regresará a la capital a mi vida normal.

Aquí mi vida era completamente feliz, disfrutaba de las


pláticas con mi padre por las tardes mientras nana Clarita
nos preparaba chocolate caliente mientras disfrutábamos
de los dulces que elaboraban en la fábrica de mamá, eran
deliciosos, de vez en cuando mamá se nos unía aunque
siempre platicando a su manera, me divertía mucho ver
como papá le tenía tanta paciencia, él siempre la veía con
ojos de amor al igual que ella aunque no lo demostrará en
público porque era una persona muy fría, sabía que algo
bueno ha de haber visto papá en ella para quedar rendido a
sus pies y permanecer enamorado de el hasta el día de hoy
25 años después. Por qué ellos se conocieron desde los
dieciséis años y se casaron a los veinte. Aquellos eran
otros tiempos, yo ya pasaba de los veinte y aún no tenía un
príncipe a mi lado, esperaba algún día conocer un hombre
que me tratará como mi padre trata a mamá, con esa
dulzura, sus ojos estallan de ternura el sólo verla, la
consentía demasiado, toleraba sus caprichos y aún más
siempre decía que mi madre era su pilar e inspiración, que
sin ella jamás hubiera podido lograr lo que ha logrado hasta
el día de hoy, refiriéndose a que cada uno maneja su propia
empresa y sus negocios son muy exitosos. Además,
cualquiera que conociera a mi madre pensaría que ella y
papá se la pasan de la greña, pero no, al contrario, en toda
mi vida jamás o casi nunca los he visto enfadados mi
madre es otra cuando esta con él, como decirlo, se controla
porque lo ama.

Aparte de que extrañaría mucho a mis padres y a nana


Clarita, había algo más que me ponía triste. Durante la
semana Ciro se fue a vivir con Marion, ya no pudieron
anunciarlo en la fiesta de aniversario de mis padrinos por
mi culpa, así que cuando Ciro me dijo que se quedaría unas
semanas más en casa para estar conmigo en la
recuperación de mi brazo, me negué rotundamente
alegando que no quería retrasar sus planes ya que me
sentía culpable de haber echado a perder esa noche. Yo me
sentía bien, ya podía moverme con toda libertad por toda la
casa, sólo no podía mover mi brazo izquierdo así que si
acepté la ayuda que me ofrecieron para moverme al trabajo
la semana que me quedaba por usar el cabestrillo.

Mi hermano me dejó temprano al trabajo, aún no llegaban


los demás secretarios ni el Sr. Ernesto.

Mientras se llegaba la hora de entrada decidí acomodar mi


escritorio, ponerlo lindo de nuevo ya que por mi ausencia se
veía muy sobrio y frío, ya ni si quiera estaban mis florecitas
las que siempre tenía conmigo.
Estaba acomodando unos documentos cuando sentí su
presencia inconfundible, levanté la vista y frente a mí
estaba el Sr. Ernesto en persona, vestía un traje gris con
corbata azul marino, estaba perfectamente peinado por un
lado y pude observar que su barba había crecido, pero
estaba perfectamente afeitada en forma tipo candado, se
veía increíblemente sexy con ese look nuevo, “todo lo que
paso cuando no estuve” pensé. Sus ojos irradiaban una
especie de brillo extraño y mantenía una media sonrisa,
mirándome fijamente.

- Es bueno verte por aquí otra vez Srita. Cortés – dijo


sonriente, si él estaba de buen humor de seguro sería un
buen día.

- Gracias Sr. también me alegra estar de vuelta – le


respondí bajando la mirada ya que desde la vez que fuimos
al restaurante sentía un cosquilleo en mi cuerpo, el Sr.
Ernesto me gustaba y a quien no si era un Dios Griego,
cualquiera se rendiría a sus pies, lo único que no le ayudaba
era el carácter, pero bueno quien dijo que era pecado ver,
mientras no me atrapará observándolo como la vez pasada,
me sonrojé al instante de sólo recordar ese momento.

- Ven a mi oficina – me ordenó, pero había algo en su tono


de voz, esta vez no lo sentí como una orden de las que
habitualmente hacía, ahora fue como una petición, ¿más
amable?

Creo que algo me había hecho el golpe en la cabeza que


estaba viendo de otra forma a mi jefe, ya sólo faltaba que
alrededor de él empezarán a aparecer corazones y
mariposas. “No…. No que tonta, de seguro estoy
alucinando” pensé.
Entré a la oficina enseguida de él llevando conmigo la
pequeña canastita de dulces que mi madre me había
elaborado especialmente para el Sr. Ernesto, cerré la puerta
a mi espalda, mientras el acomodaba su maletín sobre el
escritorio.

Me pare a un metro de distancia esperando instrucciones


de mis actividades durante el día, pero él no dejaba de
verme, sentí otra vez ese cosquilleo de electricidad que
recorría mi cuerpo cuando el me penetraba con su mirada.

- ¿Qué es eso? - preguntó señalando con una mano la


canasta que cargaba con mi mano derecha.

Aún se encontraba de pie, dio unos pasos hasta quedar


recargado sobre el borde del escritorio, se llevó las manos
a los bolsillos, me miraba un tanto curioso.

- Son dulces típicos de Montenegro, en el negocio de mi


madre los hacen son deliciosos y naturales, no tienen
azúcar añadida, traje algunos para usted, espero que le
agraden – dije sonrojándome mientras le acercaba la
canasta con dulces a su mano.

El la miraba curioso, no sabía si le gustarían o no, o si los


probaría o no, pero supongo que el detalle cuenta.

Desde la posición donde estaba observaba su bello perfil


cuadrado, su mirada fija en la canasta como escogiendo
uno de los dulces que le obsequié, cuando al fin escoge
uno de la canasta, dibuja una sonrisa pícara en su rosto. Al
instante comencé a sentir un calor que emanaba en mi
vientre, electricidad corría por mis venas combinándose
con los nervios que sentía.

Eso era lo que me hacía sentir Ernesto Cazares, mi jefe.


Quita la envoltura del dulce que tenía en la mano dejando la
canasta a un lado sobre el escritorio, y se lo lleva a la boca,
sonríe satisfecho, masticando durante varios segundos.

- Están deliciosos ¿de qué es? - pregunta aún recargado


sobre su escritorio.

- De higo señor – digo un poco apenada por las


sensaciones que él me provocaba, aunque no lo sepa.

Se pone de pie, yo lo veo como si fuera una escultura digna


de admirar, se acerca a mí de pronto, siento un temblor en
mis piernas, “que no me fallen” pienso, su presencia me
descomponía.

- ¿Aún te duele? - pregunta llevando una de sus manos


hasta donde tengo el moretón del golpe en la cabeza que
aún no ha desaparecido.

Su voz era suave pero su mirada sombría.

- Ya casi no – musité.

Sentía que me faltaba el aliento, él estaba muy cerca de mí,


me miraba fijamente, había un brillo extraño en sus ojos,
pero mantenía su postura seria.

Mi cuerpo se tensó quedando inmóvil al darme cuenta


que... ¿me estaba acariciando el cabello? Sentí un
escalofrío recorrer por todo mi cuerpo, quería pellizcarme
para saber que no era un sueño y estaba despierta, estaba
mareada de lo confundida que me sentía, toda esta
amabilidad era embriagadora para mí, pero no sabía la
razón ni el por qué se estaba comportando de esa manera
conmigo.
De pronto bajo su mano hasta mi cuello, estaba inmóvil, no
sabía que hacer o decir, hubiera querido salir huyendo de
ese momento tan incómodo, pero había algo dentro de mí
que no me permitía hacerlo, en realidad me gustaba como
me tocaba, sentía un cosquilleo cuando lo hacía, de pronto
se acercó más a mi lo que generó una ola de calor que
recorrió mi cuerpo que hace que humedad comience a
florecer de entre mis muslos, yo sólo observaba cada
movimiento que hacía como boba. Pierdo el control de mi
respiración cuando de pronto acerca su rostro al mío
mirándome de manera acechante, sonríe lascivo posando
su mirada en mis labios. ¡Va a besarme! Escuche a mi
conciencia gritar.

Mi mente quería salir huyendo porque sabía que no era


correcto, pero mi corazón susurraba !bésame!

De repente se escuchó el fuerte ruido del tocar en la


puerta.

La mirada de mi jefe se volvió sombría apartándola de mí.


Suspiró molesto. Se alejo unos cuantos pasos, mientras yo
permanecía en el mismo lugar sin saber cómo reaccionar
ante tal situación, él se dio una media vuelta llevándose una
mano al cabello al momento que lo revolvía, estaba
molesto por que alguien había interrumpido ¿nuestro
momento? ¿nuestro? Esto debería ser un sueño o una
pesadilla… ya no sabía.

- Señor… yo… - dije confusa.

Volteo a verme suavizando su mirada.

- Hablaremos más tarde – dijo con voz ronca.

Sin decir palabra, salí de la oficina.


Afuera estaba esperando el Sr. Erik con unas carpetas de
color azul.

- ¿Estás bien? - me dijo al notar que mi respiración se


aceleraba.

Asentí apenada.

Entró a la oficina cerrando la puerta tras de mí.

Me desplomé en la silla de mi escritorio, me llevé la mano a


la sien. Se supone que el Sr. Cazares me había advertido
sobre las relaciones sentimentales en el trabajo y hace un
momento estaba dispuesto a besarme. Él era un hombre
irresistiblemente guapo y me gustaba demasiado pero no
me imaginaba una relación entre los dos, era mi jefe, lo que
debería estar primero en mis prioridades era terminar mis
prácticas profesionales, como lo vería de ahora en
adelante, fuera de eso recordé la forma en la que trato a su
exnovia la última vez que apareció en la empresa, él era
frío, yo no estaría con alguien así por mucho que me
atrajera. Mi cabeza estaba toda revuelta, no sabía que
estaba pasando, de nada servía que me hiciera cuentos
bonitos en la cabeza ni tampoco historias de terror, él dijo
que hablaríamos después, entonces podría cuestionarlo
aclarando todas estas lagunas en mi mente.

La semana en Montenegro se me paso muy rápido. Disfruté


cada instante el estar en casa y poder descansar, mis
heridas sanaron muy rápido y ahora me sentía ya muy bien,
con excepción de que aún tenía que utilizar el cabestrillo
durante una semana más, según las indicaciones de mi
padrino quien ya me había dado luz verde para que
regresará a la capital a mi vida normal.
Aquí mi vida era completamente feliz, disfrutaba de las
pláticas con mi padre por las tardes mientras nana Clarita
nos preparaba chocolate caliente mientras disfrutábamos
de los dulces que elaboraban en la fábrica de mamá, eran
deliciosos, de vez en cuando mamá se nos unía aunque
siempre platicando a su manera, me divertía mucho ver
como papá le tenía tanta paciencia, él siempre la veía con
ojos de amor al igual que ella aunque no lo demostrará en
público porque era una persona muy fría, sabía que algo
bueno ha de haber visto papá en ella para quedar rendido a
sus pies y permanecer enamorado de el hasta el día de hoy
25 años después. Por qué ellos se conocieron desde los
dieciséis años y se casaron a los veinte. Aquellos eran
otros tiempos, yo ya pasaba de los veinte y aún no tenía un
príncipe a mi lado, esperaba algún día conocer un hombre
que me tratará como mi padre trata a mamá, con esa
dulzura, sus ojos estallan de ternura el sólo verla, la
consentía demasiado, toleraba sus caprichos y aún más
siempre decía que mi madre era su pilar e inspiración, que
sin ella jamás hubiera podido lograr lo que ha logrado hasta
el día de hoy, refiriéndose a que cada uno maneja su propia
empresa y sus negocios son muy exitosos. Además,
cualquiera que conociera a mi madre pensaría que ella y
papá se la pasan de la greña, pero no, al contrario, en toda
mi vida jamás o casi nunca los he visto enfadados mi
madre es otra cuando esta con él, como decirlo, se controla
porque lo ama.

Aparte de que extrañaría mucho a mis padres y a nana


Clarita, había algo más que me ponía triste. Durante la
semana Ciro se fue a vivir con Marion, ya no pudieron
anunciarlo en la fiesta de aniversario de mis padrinos por
mi culpa, así que cuando Ciro me dijo que se quedaría unas
semanas más en casa para estar conmigo en la
recuperación de mi brazo, me negué rotundamente
alegando que no quería retrasar sus planes ya que me
sentía culpable de haber echado a perder esa noche. Yo me
sentía bien, ya podía moverme con toda libertad por toda la
casa, sólo no podía mover mi brazo izquierdo así que si
acepté la ayuda que me ofrecieron para moverme al trabajo
la semana que me quedaba por usar el cabestrillo.

Mi hermano me dejó temprano al trabajo, aún no llegaban


los demás secretarios ni el Sr. Ernesto.

Mientras se llegaba la hora de entrada decidí acomodar mi


escritorio, ponerlo lindo de nuevo ya que por mi ausencia se
veía muy sobrio y frío, ya ni si quiera estaban mis florecitas
las que siempre tenía conmigo.

Estaba acomodando unos documentos cuando sentí su


presencia inconfundible, levanté la vista y frente a mí
estaba el Sr. Ernesto en persona, vestía un traje gris con
corbata azul marino, estaba perfectamente peinado por un
lado y pude observar que su barba había crecido, pero
estaba perfectamente afeitada en forma tipo candado, se
veía increíblemente sexy con ese look nuevo, “todo lo que
paso cuando no estuve” pensé. Sus ojos irradiaban una
especie de brillo extraño y mantenía una media sonrisa,
mirándome fijamente.

- Es bueno verte por aquí otra vez Srita. Cortés – dijo


sonriente, si él estaba de buen humor de seguro sería un
buen día.

- Gracias Sr. también me alegra estar de vuelta – le


respondí bajando la mirada ya que desde la vez que fuimos
al restaurante sentía un cosquilleo en mi cuerpo, el Sr.
Ernesto me gustaba y a quien no si era un Dios Griego,
cualquiera se rendiría a sus pies, lo único que no le ayudaba
era el carácter, pero bueno quien dijo que era pecado ver,
mientras no me atrapará observándolo como la vez pasada,
me sonrojé al instante de sólo recordar ese momento.

- Ven a mi oficina – me ordenó, pero había algo en su tono


de voz, esta vez no lo sentí como una orden de las que
habitualmente hacía, ahora fue como una petición, ¿más
amable?

Creo que algo me había hecho el golpe en la cabeza que


estaba viendo de otra forma a mi jefe, ya sólo faltaba que
alrededor de él empezarán a aparecer corazones y
mariposas. “No…. No que tonta, de seguro estoy
alucinando” pensé.

Entré a la oficina enseguida de él llevando conmigo la


pequeña canastita de dulces que mi madre me había
elaborado especialmente para el Sr. Ernesto, cerré la puerta
a mi espalda, mientras el acomodaba su maletín sobre el
escritorio.

Me pare a un metro de distancia esperando instrucciones


de mis actividades durante el día, pero él no dejaba de
verme, sentí otra vez ese cosquilleo de electricidad que
recorría mi cuerpo cuando el me penetraba con su mirada.

- ¿Qué es eso? - preguntó señalando con una mano la


canasta que cargaba con mi mano derecha.

Aún se encontraba de pie, dio unos pasos hasta quedar


recargado sobre el borde del escritorio, se llevó las manos
a los bolsillos, me miraba un tanto curioso.

- Son dulces típicos de Montenegro, en el negocio de mi


madre los hacen son deliciosos y naturales, no tienen
azúcar añadida, traje algunos para usted, espero que le
agraden – dije sonrojándome mientras le acercaba la
canasta con dulces a su mano.

El la miraba curioso, no sabía si le gustarían o no, o si los


probaría o no, pero supongo que el detalle cuenta.

Desde la posición donde estaba observaba su bello perfil


cuadrado, su mirada fija en la canasta como escogiendo
uno de los dulces que le obsequié, cuando al fin escoge
uno de la canasta, dibuja una sonrisa pícara en su rosto. Al
instante comencé a sentir un calor que emanaba en mi
vientre, electricidad corría por mis venas combinándose
con los nervios que sentía.

Eso era lo que me hacía sentir Ernesto Cazares, mi jefe.

Quita la envoltura del dulce que tenía en la mano dejando la


canasta a un lado sobre el escritorio, y se lo lleva a la boca,
sonríe satisfecho, masticando durante varios segundos.

- Están deliciosos ¿de qué es? - pregunta aún recargado


sobre su escritorio.

- De higo señor – digo un poco apenada por las


sensaciones que él me provocaba, aunque no lo sepa.

Se pone de pie, yo lo veo como si fuera una escultura digna


de admirar, se acerca a mí de pronto, siento un temblor en
mis piernas, “que no me fallen” pienso, su presencia me
descomponía.

- ¿Aún te duele? - pregunta llevando una de sus manos


hasta donde tengo el moretón del golpe en la cabeza que
aún no ha desaparecido.

Su voz era suave pero su mirada sombría.


- Ya casi no – musité.

Sentía que me faltaba el aliento, él estaba muy cerca de mí,


me miraba fijamente, había un brillo extraño en sus ojos,
pero mantenía su postura seria.

Mi cuerpo se tensó quedando inmóvil al darme cuenta


que... ¿me estaba acariciando el cabello? Sentí un
escalofrío recorrer por todo mi cuerpo, quería pellizcarme
para saber que no era un sueño y estaba despierta, estaba
mareada de lo confundida que me sentía, toda esta
amabilidad era embriagadora para mí, pero no sabía la
razón ni el por qué se estaba comportando de esa manera
conmigo.

De pronto bajo su mano hasta mi cuello, estaba inmóvil, no


sabía que hacer o decir, hubiera querido salir huyendo de
ese momento tan incómodo, pero había algo dentro de mí
que no me permitía hacerlo, en realidad me gustaba como
me tocaba, sentía un cosquilleo cuando lo hacía, de pronto
se acercó más a mi lo que generó una ola de calor que
recorrió mi cuerpo que hace que humedad comience a
florecer de entre mis muslos, yo sólo observaba cada
movimiento que hacía como boba. Pierdo el control de mi
respiración cuando de pronto acerca su rostro al mío
mirándome de manera acechante, sonríe lascivo posando
su mirada en mis labios. ¡Va a besarme! Escuche a mi
conciencia gritar.

Mi mente quería salir huyendo porque sabía que no era


correcto, pero mi corazón susurraba !bésame!

De repente se escuchó el fuerte ruido del tocar en la


puerta.
La mirada de mi jefe se volvió sombría apartándola de mí.
Suspiró molesto. Se alejo unos cuantos pasos, mientras yo
permanecía en el mismo lugar sin saber cómo reaccionar
ante tal situación, él se dio una media vuelta llevándose una
mano al cabello al momento que lo revolvía, estaba
molesto por que alguien había interrumpido ¿nuestro
momento? ¿nuestro? Esto debería ser un sueño o una
pesadilla… ya no sabía.

- Señor… yo… - dije confusa.

Volteo a verme suavizando su mirada.

- Hablaremos más tarde – dijo con voz ronca.

Sin decir palabra, salí de la oficina.

Afuera estaba esperando el Sr. Erik con unas carpetas de


color azul.

- ¿Estás bien? - me dijo al notar que mi respiración se


aceleraba.

Asentí apenada.

Entró a la oficina cerrando la puerta tras de mí.

Me desplomé en la silla de mi escritorio, me llevé la mano a


la sien. Se supone que el Sr. Cazares me había advertido
sobre las relaciones sentimentales en el trabajo y hace un
momento estaba dispuesto a besarme. Él era un hombre
irresistiblemente guapo y me gustaba demasiado pero no
me imaginaba una relación entre los dos, era mi jefe, lo que
debería estar primero en mis prioridades era terminar mis
prácticas profesionales, como lo vería de ahora en
adelante, fuera de eso recordé la forma en la que trato a su
exnovia la última vez que apareció en la empresa, él era
frío, yo no estaría con alguien así por mucho que me
atrajera. Mi cabeza estaba toda revuelta, no sabía que
estaba pasando, de nada servía que me hiciera cuentos
bonitos en la cabeza ni tampoco historias de terror, él dijo
que hablaríamos después, entonces podría cuestionarlo
aclarando todas estas lagunas en mi mente.

Me froté los labios con mi dedo índice, sonreí al recordar


que estuve a punto de besarla. Me maldije por dentro de no
haberlo hecho rápido. Cuando me acerqué a ella no se
alejó, y cuando la iba a besar se mantuvo inmóvil, eso
significaba dos cosas o que me tenía demasiado miedo
que no lo creo tomando en cuenta el carácter rebelde que
tiene o que le gustó también.

Erik me sacó de mis pensamientos mientras tronaba sus


dedos en frente de mi cara.

- Tierra llamando a Ernesto… tierra llamando a Ernesto – se


burló.

Le fulminé con la mirada.

- No me hagas enfadar Erik – le amenacé.

El regresó a su asiento frente a mi escritorio, me escaneaba


de arriba a abajo con su mirada jocosa. Traté de disimular
mis reacciones tomando mi perfil serio de siempre.

- ¿Por qué estás tan distraído hoy primo? - preguntó


curioso.

- Por nada, vamos a trabajar – le espeté tratando de


esquivar sus engorrosas preguntas.

Me estuvo mostrando los reportes del área de producción y


financieros que le había pedido, como siempre íbamos muy
bien. Estuve largo rato dándole instrucciones de las
actividades y reuniones que realizaríamos durante la
semana.

- Oye… ¿Por qué Sara salió tan agitada de tu oficina? -


preguntó intrigante – no me digas que la estuviste
regañando.

- Que te importa Erik, no te metas en asuntos ajenos – le


advertí.

Por un momento había olvidado que a Erik también le


gustaba mi asistente, no sabía cuánto, pero al parecer ella
me hizo caso sobre no acercársele. No me preocupaba que
se interpusiera en mi camino, lo conocía bien y no era la
clase de persona que buscaba una relación estable, más
bien era un mujeriego, tal vez sólo estaba encandilado con
la belleza de mi Sara.

- No deberías ser tan cruel con ella, porque si las cosas se


dan como las planeo ella podría ser la mujer que al fin me
haga sentar cabeza, Sara si vale la pena – dijo en tono
retador, me miraba divertido.

Mi mandíbula se tensó, si no fuera porque es mi primo


ahorita ya estuviera encima de él partiéndole la cara.

- No digas estupideces – dije enfadado, estaba tratando de


contenerme lo más que podía, pero Erik se empeñaba en
sacarme de mis casillas.

El frunció el ceño y después su mirada se tornó en sorna.

- ¿Por qué siempre que hablo así de Sara te enoja? - me


miraba fijamente - ¿te guuuusta verdad?
Puso cara de niño que se hubiera ganado un premio, su
sonrisa divertida me hacía arder por dentro.

Él para nada era tonto, sino al contrario me conocía muy


bien, tal vez ya me había descubierto.

Desvíe la mirada sin decir palabra observando su próximo


movimiento.

Él se puso de pie y comenzó a caminar alrededor de mi


escritorio, conocía perfectamente sus jugueteos, ahora
estaba acorralado.

- Entonces, si no te gusta no tendrás ningún problema en


que cuando termine sus prácticas y ya no trabaje aquí
pueda invitarla a salir – dijo en tono sarcástico.

- Porque estas tan seguro que mi asistente aceptaría salir


contigo si eres un donjuán – le reté.

Estaba casi seguro que Sara jamás aceptaría salir con Erik,
primero porque no creo que sea su tipo, en segundo se lo
prohibí y en tercero era yo quien debería de gustarle no él.

- Para tu información primito – su tono era tan altanero que


me irritaba por dentro – Sara me prometió que una vez que
termine las prácticas y ya no seas su jefe gruñón ella saldrá
conmigo.

En su rostro se dibujó una gran sonrisa de satisfacción


mientras que el mío se tensó.

- No te creo – le dije con seguridad.

Empecé a acomodar los reportes que me había traído Erik


en señal de que ya tenía que retirarse. Pero él era
demasiado terco no se rendía tan fácilmente y era una de
las cosas que más le admiraba, pero justo ahora estaba a
punto de hacerme estallar.

- Porque, ¿por qué te gusta? - dijo con acusatoria – ya


dímelo si te gusta prometo que te dejaré el camino libre,
pero si no, no entiendo la razón.

Yo no dije nada, me limite a ignorarlo.

Sentía como me miraba con enfado, pero la verdad no tenía


humor para estarlo escuchando, necesitaba pensar como le
declararía mis sentimientos a Sara.

- Si te sientes tan seguro porque no le preguntamos – dijo


retomando con insistencia.

Gire mi cabeza con enfado. De verdad que estaba a punto


de salir de mis cabales.

- ¿Por qué eres tan terco? - le pregunté ya harto de su


actitud.

- Porque te conozco, eres mi primo casi mi hermano, pero


eres tan cerrado que nunca muestras tus sentimientos y
eso algún día podría perjudicarte – guardo unos segundos
en silencio para después verme fijamente – yo me
preocupo por ti y me importas.

Después de acercarse y darme una palmada en la espalda,


salió de la oficina.

Tragué saliva al pensar que todo lo que me decía era


verdad, yo era una persona fría, nunca mostraba mis
sentimientos, no sabía cómo, nunca me enseñaron. De
pronto una especie de nervios invadió mi cuerpo, hace un
rato estaba dispuesto a declararle mis sentimientos a Sara,
casi la besó. Pero no pensé en el después, que iba a pasar
si ella me correspondía, tendríamos que trabajar juntos y
llevar una relación sentimental, esa idea no me agradaba
puesto que a todos mis empleados les prohibí cualquier
clase de relación excepto la laboral, me estaba
contradiciendo a mí mismo y eso no era bueno para mi
imagen como presidente de la empresa. En cambio, si me
rechazaba sería aún peor porque lo sentiría como una burla
a mi persona el tener que verla todos los días sin poder
estar cerca. Mi mente se empezó a llenar de
inseguridades.

Además, acababa de pasar todo el asunto de mi padre y


ahora ya estaba metido en un problema amoroso. Tal vez
no fue un buen momento el de la mañana, no debí haber
actuado así, me deje llevar por mis impulsos y ahora ya no
podría mantener a Sara trabajando para mí. Tal vez era sólo
capricho quise pensar, con el paso del tiempo me olvidaría
de ella si no la veía más, era lo mejor para los dos.

Sin pensármelo dos veces antes de arrepentirme por lo que


estaba a punto de hacer, levanté el interfón.

- Ven a mi oficina por favor – dije con tono serio. Colgando


al instante.

***

Mi corazón palpitaba fuerte, no sabía que me esperaba al


otro lado de la oficina, pero tenía que ser valiente así que
respiré profundo tratando de calmarme, abrí la perilla de la
puerta y entré.

Camine algunos pasos hasta quedar frente a su escritorio,


mis piernas me temblaban al sentir como clavaba sus
oscuros ojos en mí. Su mirada no era como la de la
mañana, esta era sombría, lo que produjo un leve escalofrío
en mi espalda.

El ambiente se sentía tenso y pesado. No decía nada sólo


me observaba.

- Respecto a lo que sucedió hoy por la mañana, entenderá


que fue totalmente incorrecto de mi parte – dijo evadiendo
mi mirada – va en contra de la ética profesional de mi
empresa.

Asentí por inercia, aunque no entendía nada de lo que


estaba pasando, lo que me estaba diciendo es que se
arrepentía de haberme intentado besar, “maldita mi suerte,
era demasiado bello para ser cierto”.

- En esta carpeta está el documento de finalización de


prácticas profesionales firmado – dijo señalándome la
carpeta color amarillo que estaba sobre el escritorio, se
limitó a mirar en dirección hacia la ventana mientras torcía
su boca, estaba molesto.

Era claro que me estaba despidiendo de nuevo, apreté con


fuerza la agenda que cargaba en mis brazos sintiendo una
especie de impotencia, no era justo, yo no había hecho algo
malo para que me despidiera, el me intento besar y ahora
me despedía por eso.

Me sentí tan pequeñita frente a su fría mirada. Mis ojos se


cristalizaron.

- Usted fue quien incumplió sus propias reglas de ética


profesional, no yo – le atravesé con la mirada, a pesar de
sentirme al borde de las lágrimas con todas mis fuerzas
mantuve mi postura, cuando me enfadaba dejaba que mi
boca hablará – sólo quiero una explicación de por qué –
pedí con mis ojos llenos de furia.

- No tengo por qué darte explicaciones, te estoy


despidiendo y punto.

Se puso de pie.

- Bien – deje caer la agenda sobre el escritorio a propósito,


tome la carpeta amarilla y salí de la oficina dando un
portazo.

Una lágrima resbalo por mi mejilla.

Al verme en ese estado Leyla se paró de su escritorio y se


acercó a mi abrazándome.

- Pero ¿qué paso niña? - me dijo en tono suave.

- Me despidieron Leyla – dije sin ánimo.

- ¿Qué? ¿Pero por qué? - preguntó con gran asombro.

Me encogí de hombros pues no podía contarle a Leyla lo


que sucedió entre el Sr. Ernesto y yo.

- Así es tu jefe, a veces esta de buen humor, otros días no,


como hoy – dije haciendo una media sonrisa sarcástica.

- Lo siento mucho Sara, eras muy buena en el trabajo, te voy


a extrañar tanto – me dijo con tristeza abrazándome de
nuevo.

- Nos vemos Leyla.

Por lo visto mi mala suerte aún no acababa ya que cuando


salí del edificio de la compañía, llamé a mi hermano, pero
éste no me contesto, de seguro estaba en clase. Estaba
desesperándome, como regresaría a casa si no traía coche.
La empresa estaba a las afueras de la ciudad por lo que era
muy raro que taxis pasarán por ahí. No tuve que esperar
mucho por que llegó un taxi dejando a unas personas,
aproveché el momento y lo tomé.

Llegué a casa con mis ánimos por el suelo, aventé la


carpeta de las prácticas sobre la mesa del comedor. Fui
directo al refrigerador y saqué un bote de helado, pensé que
me ayudaría a olvidarme de la mala mañana que había
tenido el día de hoy. De haber sabido que mi jefe me iba a
despedir después de eso me hubiera arriesgado a
abalanzarme sobre él robándole un ardiente beso, pero
como dije antes carácter mata carita. Aunque me gustará
mucho y creo que yo también a él, de eso no me quedaba
ninguna duda si no porque intento besarme, tal vez fue lo
mejor, ya que era muy desgastante estar cerca de alguien
con el carácter tan cambiante.

Mientras estaba en el sofá comiendo helado, pensaba en


que ahora según ese documento que estaba sobre la mesa
ya había acabado mis prácticas, estaba despedida y mi
hermano ya no vivía conmigo. Triste y aburrida vida, me
maldije. Podía hacer como si nada pasará aún faltarían dos
meses para que acabará mi período de prácticas y un mes
más para graduarme. Mis papas no tendrían por qué
enterarse de mi percance en Industrias Cazares o podía ir
corriendo a llorarles que me corrieron y quedarme en
Montenegro estos tres meses y sólo regresar para la
graduación, aunque me tentaba demasiado la segunda
opción la de estar en casa, nunca me gusto parecer débil
por lo que aun odiándome por eso decidí la primera opción.
Había estado ahorrando el dinero que me pagaban como
asistente pues lo que mis papas me enviaban era más que
suficiente para mis gastos de comida y gasolina, ya que
desde que me contrataron en la empresa toda vida social
que tenía se murió, no gastaba en nada más que en eso.

Tal vez podría regresar a natación o tomar algún curso o


algo. Suspiré profundo, no tenía caso engañarme, ya me
había encariñado con mi trabajo y con mi “jefe” ya no lo
vería más y eso me ponía mal. ¿Tal vez me había
enamorado de mi jefe?

- ¿Cómo que despediste a Sara? - preguntó Erik con los ojos


totalmente abiertos del asombro.

Asentí con la cabeza gacha, pensé que había sido la mejor


decisión, pero la extrañaba demasiado.

Recordé la mirada de furia que me dirigió antes de irse.

Una lágrima corrió por mi mejilla, la limpie con rapidez.

- La perdí – susurré.

Erik negó con la cabeza, me miraba con una especie de


lastima.

- Pero que has hecho Ernesto.

Me llevé la mano a la sien tratando de ocultar mis ojos


cristalinos, aunque no podía ocultar mi tristeza de Erik el
me conocía muy bien.

- Fue lo mejor, no soy buen hombre para ella – le dije


entrecortando la voz.

Erik se sentó en la silla frente al escritorio abriendo sus


ojos marrones.

- Pero que dices, todas las chicas quisieran estar contigo…


mírate atractivo, comprometido, responsable hasta fiel y
eso lo sé por qué en casi diez años de relación con Selín
nunca supe que le pintaras los cuernos y eso que era una
relación falsa, ahora imagínate si hubiera sido una
verdadera, lo único que no te ayuda es lo gruñón, pero eso
tiene arreglo – dijo en tono burlón, me gustaba que él
siempre encontraba el lado cómico a todo, aunque éste
pareciera que no lo tuviera. Me sacó una media sonrisa a
fuerza.

Si el supiera que aún me siento culpable por la muerte de la


familia de Salín, estaba lleno de amargura por dentro. Que
podía yo ofrecerle a una mujer más que mis traumas de la
infancia.

- Ese es mi peor defecto, mi humor – dije con desconsuelo.

Erik me miraba con reprobación y era justificable.

Mínimo le había firmado las prácticas y ya no se le


dificultaría graduarse este semestre.

- Hubieras luchado por ella – su tono de voz era serio –


hubieras luchado por ella…. Si de verdad la querías, es la
primera vez que te veo enamorado de alguien y estás
sufriendo por tus inseguridades.

- Que podía hacer, tener una relación dentro de la empresa y


con una de mis empleadas, eso va en contra de la ética que
a cada uno de ellos les he inculcado.

Erik de un salto se puso de pie dejando caer sus manos


sobre el escritorio.

- ¡Al diablo con la ética profesional! ¿A quién le importa?

Volvió a sentarse al parecer estaba enfadado.


- Lo que deberías hacer es ir y decirle lo que sientes… ah y
disculparte por lo tonto que te portaste.

Suspiré derrotado.

***

Pasaron los días y yo me sentía cada vez peor, en mi mente


resonaban las palabras de Erik, no quería que llegará otro
hombre a conquistarla, yo quería que fuera mía pero como.
Tal vez ahora sería más fácil hablar con ella ya que no era
más mi empleada, ahora podríamos hablar como dos
conocidos.

La idea resonaba en mi cabeza, pero aún no sabía si podría


mirarla a los ojos después de la manera en que la despedí,
ella seguro me odiaba.

***

Sentía el agua fría correr por mi cuerpo cuando salí de la


alberca.

Días antes había decidido entrar a clases de natación, no es


que no supiera nadar, pero me daban acceso a la alberca el
tiempo que yo quisiera, nadar me relajaba hacía que por un
momento me olvidará del “robot gruñón”, todas las noches
me dormía con la imagen de su rostro, no me lo podía
sacar de la mente. En verdad me había enamorado.

Tanto que pedí dejar de amar a Diego y enamorarme de


alguien más y ahora estoy igual o peor que antes.

Tenía la suerte de que la alberca estuviera en el mismo


espacio residencial donde vivía así no tenía que salir
pudiendo caminar hasta ahí, era como una mini ciudad.
Me dirigí a los vestidores, me cambie, me puse unos
leggins y converse grises y una playera tipo polo rosa, me
encamine de nuevo a mi casa.

Iba inmersa en mis pensamientos cuando choqué con mi


profesor de natación.

- Discúlpeme, iba distraída – me disculpe con pena.

El profesor era muy joven, le calculaba unos veinticinco


años tenía un cuerpo bien trabajado, su piel era morena,
cabello castaño y ojos marrones, nariz afilada, barbilla
partida pues no usaba barba. En general era de buen ver,
pero no mi tipo. Desde que entre a las clases siempre
notaba que me observaba, eso me incomodaba un poco,
pero se veía buen tipo.

Me dirigió una sonrisa de oreja a oreja.

- No te preocupes no pasa nada, ¿ya te vas? - preguntó


sonriente.

- Si, voy a mi departamento aquí en el edificio uno – dije


con simpleza tratando de ser amable.

- A qué bien, vives en el residencial, si gustas te puedo


acompañar a tu edificio justo voy al otro gimnasio que esta
por ahí – dijo con un brillo en sus ojos.

Dudé un poco, pero al final asentí.

- Esta bien vamos.

Se ofreció a llevar mi maleta, lo cual acepté con gusto ya


que si estaba algo pesada pues llevaba mi ropa de cambio,
toallas y botella de agua.
Cuando me inscribí a sus clases me había dicho su nombre
el cuál no recordaba, durante el camino me dijo su nombre
se llamaba Carlos, se veía buen tipo.

Pasamos el área de shopping y el parque, después de eso a


unos cuántos metros se encontraban los tres edificios
residenciales.

El camino se me hizo muy corto pues Carlos era una


persona muy agradable, tenía muchos temas de
conversación.

- Llegamos – dijo pasándome la maleta.

- Gracias por acompañarme Carlos – dije sonriente.

- De nada, un gusto señorita – su tono era un tanto pícaro.


Lo cual me sonrojo.

Me acomodé el cordel de la maleta al hombro y cuando di


unos pasos hacía la puerta principal de mi edificio, tuve que
entrecerrar los ojos para poder ver bien a aquel hombre de
traje que me observaba con tanto detenimiento.

Mi espalda se tensó al instante. ¿Era Ernesto Cazares “Que


hacía aquí?”. Pase de largo pareciendo no haberme
percatado de su presencia. Me jaló de la mano haciéndome
girar quedando frente a frente.

- Sara podemos hablar un momento – me dijo suplicante,


no pude ver su semblante ya que llevaba lentes obscuros
para el sol.

- No – le dije secamente, zafándome con fuerza de su


agarre.

Caminé con prisa hasta llegar al ascensor que para mi


alegría estaba abierto, oprimí con rapidez el botón a mi
piso, mientras veía con temor como él se acercaba a gran
velocidad con la intención de entrar también.

- Vamos… vamos… ciérrate por favor – murmuraba


presionando varias veces ese maldito botón.

El ascensor comenzó a cerrarse, pero él detuvo las puertas,


entró oprimiendo un botón al azar.

- Necesito hablar contigo – dijo con su voz agitada por la


velocidad con la que tuvo que caminar para entrar al
ascensor.

Se quitó las gafas con gran estilo. Pude observar que se


asomaban unas gotitas de sudor a su frente que para nada
afectaban su porte de galán de telenovela. Se acercó más a
mí, di un paso atrás, pero la pared me lo impidió, estaba
acorralada. Él se veía mucho más alto y dominante, era
porque no llevaba mis tacones de diez centímetros ahora
me sentía una enana a un lado de él.

Lo miré con reproché. De que quería hablar si ya me había


despedido, o quería que regresará a la empresa como la
última vez, yo no era un juguete y él no iba a jugar conmigo,
no lo dejaría.

- No quiero hablar con usted – dije volteando a ver el espejo


del techo del ascensor pareciendo que lo ignoraba.

El me fulminaba con la mirada, de seguro estaba pensando


que mi comportamiento era muy infantil, pero no me
importaba él no era mi jefe más, así que no tenía por qué
tener consideración de él.

Se recargó en la pared continua a la que yo me encontraba,


esperando que el ascensor se detuviera, pude darme
cuenta de sus negras intenciones quería saber dónde vivía,
me iba a seguir hasta mi departamento. Una ola de calor
comenzó a acechar mi cuerpo.

Cuando el ascensor abrió camine a grandes zancadas


hacía mi departamento, él hizo lo mismo, sólo que uno de
sus pasos era dos de los míos y me alcanzó con rapidez,
estando pronto a lado mío.

La puerta de mi departamento era de contraseña y llave,


casi no cargaba con la llave puesto que la seguridad del
edificio era muy eficaz, siempre habría con contraseña,
pero no iba a introducirla frente a él, que tal si un día
entraba sin mi permiso.

- ¿Puede voltearse? - espeté.

- ¿Me crees tan pervertido? - me recriminó fulminándome


con la mirada como si hubiera leído mis pensamientos.

No supe que decir encogiéndome de hombros.

Hizo una mueca de fastidio dándose media vuelta.

Abrí la puerta de la entrada, el volteó haciéndome ademán


de que entrara a la casa.

- Después de ti- dijo con media sonrisa pícara en su rostro.

Puse los ojos en blanco, haciéndome a la idea que no se iba


a ir.

Entró en seguida de mí. Dejé mi maleta a un lado del


perchero tras la puerta. Ni si quiera lo invite a pasar me
detuve a unos cuantos metros de la puerta mientras él
observaba con detenimiento el interior de mi
departamento.
- Se ve cómodo pensé que estaban más grandes – dijo con
su típico aire de grandeza.

- ¿A qué vino? - dije cortándole la conversación.

Se recargó con una mano en mi pequeño comedor de


cristal mientras me veía suavizando la mirada, me recordó
aquel día que estuvo tan cerca de mí.

Unos segundos después mientras lo observaba se acercó


un paso, después uno más hasta quedar a unos
centímetros de distancia de donde yo me encontraba.

En su mirada podía notar un brillo suplicante, mi corazón


latía fuertemente con el sentir de su presencia tan cerca de
mí. A mi mente se le olvidó el mal momento que Ernesto
Cazares me hizo pasar aquel día, ahora lo veía
antojándoseme demasiado sus labios.

- Vine por ti- tomo mi rostro con suavidad entre sus manos.

Pude respirar su aliento a menta embriagándome por


dentro.

Sujete sus manos mientras tomaban mi rostro


endureciendo la mirada.

- Suélteme – dije tajante – necesito respuestas de toda su


extraña actitud desde que intento besarme, no puede venir
aquí nada más así – digo cruzando mis brazos a la altura
de mi pecho mientras él ladea un poco la cabeza
pareciendo estar leyendo mis pensamientos.

Suelta un gran suspiro, camina rodeándome por completo


provocando que me gire hasta que lo veo recargarse sobre
la pared. Lleva sus manos en los bolsillos, al verlo en esa
postura, me parece increíblemente sexy, si… quisiera
arrojarme a sus brazos y decirle que también me gustaba,
eso era obvio si no que estaría haciendo aquí con esa
actitud tan sospechosa, pero necesitaba escucharlo de su
boca, eso de ser la chica que se inclina a sus pies por amor
no era lo mío.

- Desde hace algunas semanas siento una extraña


sensación en mi cuerpo cuando tu estas cerca de mí – dice
sin mirarme, fijando su vista hacía algún punto en la sala de
estar – yo no se en qué momento exactamente paso, pero…
no puedo sacarte de mi mente – una leve sonrisa se dibuja
en su rostro mirándome fijamente.

Nuestras miradas se cruzan.

Mi corazón comienza a palpitar fuertemente. Él ha dicho


que no puede sacarme de su mente.

Siento como mi respiración comienza a sentirse agitada,


siento que hiperventilo de la impresión. Necesito sentarme
y tomo una de las sillas de mi pequeño comedor, me siento
entrelazando mis manos.

Él señor Ernesto observa cada uno de mis movimientos.

- Se que no esperabas esto de mí y no sé si quiera si te


agrado o no, pero necesitaba que lo supieras – dice
elevando su rostro al techo.

Notó que ésta es una conversación difícil para él, tal vez
porque está abriendo su corazón conmigo.

Por un momento me derrito ante su confesión mientras que


toda una serie de preguntas se van creando en mi cabeza
ya que él no ha dicho que está enamorado de mí, sólo dijo
que siente una extraña sensación pero ¿qué es?
Me pongo de pie y doy unos cuantos pasos hasta estar
frente a frente con él. Lo miró fijamente.

- ¿Qué es lo que exactamente siente por mí? - le preguntó


mientras mi espalda se tensa por completo por el temor a
obtener una respuesta que no me vaya a gustar, pero tenía
que ser directa, no andarme con rodeos o de nuevo yo sería
quien perdiera. En mi última relación necesite casi dos
años para sanar mi corazón que aún estaba cicatrizando y
aunque ya no pensaba en Diego como antes, no quería que
la historia se volviera a repetir.

- Te seré sincero – apretó su mandíbula – no soy el tipo de


hombre que se enamora perdidamente de una mujer, que
es detallista le trae flores y chocolates, no soy así – su
mirada se volvió sombría – pero siento una atracción por ti
que no puedo ignorar… te deseo.

Se acercó más a mí, instantáneamente di un paso atrás.

Una leve sonrisa de amargura se dibujó en mi rostro. Él


enarco una ceja notando la mueca en mi rostro.

Y ahí estaba, Ernesto Cazares “robot gruñón corazón de


hielo” al menos era sincero, que tonta hubiera sido si
esperaba una declaración de amor como en los cuentos de
hadas. Sin poderlo evitar una lagrima amarga se derramó
sobre mi mejilla, volviéndose mis ojos cristalinos. Recordé
ese dolor que se siente cuando no te quieren con la misma
intensidad con la que tú lo haces, cuando das todo por
alguien, pero no recibes nada. Apreté mi mandíbula con
fuerza. “No otra vez” resonaba ese pensamiento en mi
mente.

Limpio la humedad en mi mejilla con una sutil caricia que


me ardió hasta el alma.
- ¿Me desea? - repetí entrecerrando mis ojos volviéndose mi
mirada a una de pesadumbre.

Tragó saliva.

- Quiero saber qué es exactamente lo que siento por ti… no


se si es sólo el deseo o estoy enamorado, nunca lo había
sentido para eso necesito que pasemos tiempo juntos –
dijo con voz petulante mientras imaginaba perforándole el
cerebro, que se creía este tipo que sólo con pedirlo iba a
pasar, hay cosas que son mucho más complicadas que
eso.

- Conmigo tendrías lo que me pidieras, un buen puesto en la


empresa, una gerencia si así lo deseas, lujos, viajes… - su
tono altanero hizo que mi sangre hirviera – sería como una
relación abierta después veríamos que pasa.

“Ajá” pensé. Ernesto Cazares es como todos los hombres,


no busca una relación, sólo sexo. Sabía lo que era una
relación abierta y es muy difícil pasar de eso a una relación
normal de pareja, casi nunca se da. Ya lo experimenté antes
y no me gustó.

Ya había escuchado demasiado de él.

Mi mirada se volvió fría mientras la clavaba en sus ojos


oscuros.

- Esto no es cincuenta sombras de Grey – le solté con furia


– no quiero regresar a su empresa... no quiero lujos… no
quiero viajes… y mucho menos una relación abierta con
usted. Tengo dignidad ¿sabe?

Maldije mi suerte por haberme enamorado de alguien como


él.
- Sara yo no quise ofenderte, sólo quiero que nos
conozcamos, que estés cerca de mí, que pasemos tiempo
juntos, no tiene que haber una relación de por medio… si tu
no quieres no habrá sexo de por medio después si todo
sale bien podremos avanzar, pero si no… - conocía la
respuesta.

- No quiero – murmuré, pero el alcanzo a escuchar.

- Se que no te soy indiferente – nuevamente se acerco a mí


lo suficiente para poder sentir su respiración agitada, su
mirada era acechante.

Di unos pasos atrás pero el me siguió.

No quería admitir frente a él que me gustaba, que me había


enamorado.

Era una situación muy difícil para mí. Él me estaba


ofreciendo que nos conociéramos que pasáramos tiempo
juntos hasta ahí todo bien, pero esa forma de decirlo le
daba desazón al momento, quería darme cosas materiales
para que me mantuviera a su lado, que clase de mujer
pensaba que era.

Mi cabeza estaba confundida, necesitaba procesar todo


este asunto, pero parecía que no estaba dispuesto a
retirarse hasta que obtuviera una respuesta que le gustara,
¿y después qué?

- Necesito pensarlo – se me ocurrió de pronto, no era una


respuesta negativa pero tampoco positiva, así tendría
tiempo de analizar la situación.

El asintió lentamente.

- Unos días – continué.


Suspiró profundamente llevándose las manos a la cintura,
su silueta pareció más relajada.

Mi respuesta hizo efecto, pensé satisfecha.

- Esta bien, tomate tu tiempo, pero no tardes mucho porque


no estoy acostumbrado a rogarle a una mujer – dijo
encaminándose a la puerta mientras veía como la cerraba
tras de él.

Se fue.

Ese último comentario me saco de mis casillas, sentí ganas


de darle un golpe en su fino rostro de Adonis.

Me dejé caer sobre el sofá llevándome las manos a la


cabeza.

El me gustaba mucho, pero su actitud me desorbitaba.

Estaba confundida, necesitaba pensar detenidamente los


pros y los contras de su propuesta. Definitivamente no
pensaba regresar a la empresa y tener que aguantar la
mirada de todos mis ex compañeros, sería la asistente que
se metió con el jefe, de sólo pensarlo me dio escalofríos.

Definitivamente no pensaba aceptar nada de lo que dijo:


viajes, lujos, regalos caros, etc..

Definitivamente no pensaba tener una relación abierta con


él, si nos íbamos a conocer sería como las personas
normales que salen a comer, al cine, a caminar, etc. ya sé
que parecía cursi pues él tiene veintiocho años, está
acostumbrado a otras cosas y lo dejó muy en claro que no
le gustan las cursilerías, pero tendría que aguantarse
tendría que ser a mi manera y en caso de que no aceptará
me estaría dando cuenta de que no le gustó tanto como
dice.

Definitivamente tendríamos que hacer algo con su humor


cambiante.

Si aceptaba todo esto entonces el robot gruñón corazón de


hielo podría entrar a mi vida, la que en este momento era la
más aburrida ahora que Ciro ya no vivía conmigo.

Estuve pensando unos minutos algo que me distrajera del


tema “Ernesto Cazares”.

Pensé en llamar a Dani pero después no creí que fuera


buena idea ya que creo que yo le gustaba.

Descartado.

Ahora que mi brazo ya estaba bien podría conducir y visitar


a mi hermano y Marión, mmm pero ellos notarían al
instante mi actitud extraña, mejor no.

Hubo una persona que se me vino a la mente, me alegré


demasiado “Marisol” pensé.

Marisol era una amiga de la preparatoria compartimos


muchas clases juntas también era de Montenegro, después
coincidimos en la universidad pues estudió la misma
carrera que yo, nos hicimos buenas amigas a tal punto que
casi siempre que íbamos a visitar a nuestros padres la
invitaba para que ella tuviera tan bien oportunidad de ver a
los suyos. Ella era becada y sus papás no tenían el dinero
suficiente para costear los viajes a Montenegro tan
seguido. Era consiente de eso así que trataba de ayudarla
en lo que podía.
Era viernes y no sabía si contestaría mis llamadas ya que
ella también estaba realizando sus prácticas profesionales,
decidí esperarme al día de mañana para poder hacerlo, de
seguro tendría algo de tiempo libre para vernos.

Mande un mensaje de texto por la mañana a Marisol


preguntándole como estaba y si nos podíamos ver, no
sabía si trabajaba los sábados o no ya que no hablábamos
desde el término del semestre pasado.

Me dijo que en efecto trabajaba hasta medio día pero que


estaba feliz si quedáramos para cenar en algún
restaurante.

Estaba emocionada por volver a platicar con ella. Marisol


es una persona muy agradable y sencilla en su carácter la
aprecio mucho como amiga. Decidí invitarla a un restaurant
algo lujoso, pero se me antojaba demasiado ya que aún
tenía guardado el dinero que me habían pagado en
Industrias Cazares el tiempo que trabajé ahí y no sabía qué
le iba a hacer puesto que ni si quiera salía, me la pasaba
encerrada todo el día a excepción de cuando iba a nadar a
la alberca de Distrito V. Creí que sería fantástico salir de la
rutina, aunque fuera un sólo día.

Cuando le comenté a Marisol a donde quería que fuéramos


pegó el grito en el cielo, excusándose en que era
demasiado caro y ella no tenía tanto dinero, le dije que no
se preocupara que yo pagaría la cuenta, fue cuando medio
a regañadientes aceptó.

“Don Artemio” era un restaurante de los de categoría fina


gourmet a los que asistía la clase alta a festejar
cumpleaños, aniversarios o algún evento especial. La
comida ahí era deliciosa y a mí me encantaba comer, sólo
una vez fuimos hace varios meses cuando mis padres nos
visitaron para festejar el cumpleaños de mi hermano y la
verdad me quede con ganas de regresar.

Decidí llevar mi cabello suelto pero esta vez me lo alacié


para dar un efecto diferente al que siempre estaba
acostumbrada a lucir pues mi cabello era ondulado, lo
adorné con una diadema con detalles en plateado, me
maquille un poco sin exagerar y me pinte un discreto smoky
eye. Por el atuendo me decidí a ponerme un vestido negro a
tres cuartos, era un diseño sencillo, pero se pegaba a mi
cuerpo, en realidad los escogí porque era cómodo y unos
zapatos del mismo color.

Cuando llegamos al restaurante nos acomodaron en una


mesa para dos personas mientras nos ofrecían la carta
para ordenar.

- Todo se ve delicioso… de verdad no te hubieras molestado


– dijo Marisol mientras un rubor de color rosado aparecía
en sus mejillas.

- Adelante ordena lo que quieras… no te preocupes yo invito


– la animé guiñando un ojo mientras sonreía.

- Pensé que no te gustaba pedirles dinero a tus padres –


dijo un tanto seria.

- Y así es, con lo que pagaré la cena es con el dinero que


me pagaron del tiempo que dure en mis prácticas.

- ¿Cómo? - dijo con gran asombro – pero si todavía no


termina nuestro periodo de prácticas.

Sonreí apenada.
- Me despidieron hace dos semanas – hice una mueca de
disgusto – lo bueno es que me entregaron mi carta firmada
de las prácticas – le expliqué – lo que pasa que tuve un
“problemita” con mi jefe.

Ella me vio con mucha ternura.

- Lo siento.

- No te preocupes está bien, te platicaré con calma todo lo


que me ha pasado, pero platícame tú, ¿cómo están tus
papás los haz visto? - pregunté con interés, mientras veía el
menú pensando en que ordenar.

- No he tenido la oportunidad de ir ya que estoy trabajando


también los sábados, ¿tú has ido a Montenegro?

- Si, hace como tres semanas, a lo mejor tus papás no se


enteraron, pero tuve un accidente y me quedé toda una
semana allá.

- ¿Qué te paso Sara? - preguntó abriendo por completo sus


ojos color miel.

- Choqué con un ebrio y yo iba a exceso de velocidad –


sonreí traviesa – mi madre impidió que la noticia saliera en
los periódicos de allá por lo que muy pocas personas se
dieron cuenta, ya sabes como es.

Después de ordenar nuestra comida, unos minutos más


tarde se acercó un mesero con dos copas de margarita,
nos le quedamos viendo pues no era lo que habíamos
ordenado.

- Señoritas, un joven les envía estas bebidas – dijo


señalando con la vista un joven muy apuesto como de unos
veintitrés años que al parecer estaba acompañado con
otros dos amigos, el joven nos sonrío alzando la mano a
manera de saludo. Marisol y yo lo observamos atentas
cuando escuché una voz muy conocida que hacía que mi
cuerpo se paralizará al instante.

- Ve y dile a ese chico que se meta esos tragos por donde


mejor le quepan – dijo él con tono de fastidio.

Al instante me puse de pie frente a él.

- ¡Que grosero! - le dije tratando de no alzar la voz para


evitar las miradas de las personas que se encontraban
cenando a nuestro alrededor.

Me dedico una sonrisa de prepotencia.

Le fulminé con la mirada.

- ¿No escuchaste? O ¿quieres que me queje con tu gerente?


Y trae dos sillas más … rápido – se dirigió al mesero
ignorando mi rostro enfadado.

El mesero en cuestión de medio minuto trajo dos sillas


más.

- Hola Sara ¿cómo has estado?… veníamos entrando para


cenar aquí cuando las vimos a lo lejos y quisimos
acercarnos para saludar – dijo el señor Erik sonriente.

- Al menos alguien si es amable por aquí – dije en tono


sarcástico clavando la mirada en los ojos del señor Ernesto,
el me regresó la mirada que, al parecer, no le hizo gracia mi
comentario.

- ¿Podemos sentarnos con ustedes? - preguntó el señor Erik


mirando fijamente a Marisol.
Marisol y yo nos miramos sin saber que responder. Marisol
no entendía nada de lo que estaba pasando, el señor Erik lo
más seguro es que ya supiera por la insistencia en querer
cenar con nosotros.

El señor Ernesto le hizo una seña con la mirada que no


pude entender.

- ¿Como te llamas? - preguntó el señor Erik a Marisol


mientras la tomaba de la mano, ella me veía confundida.

- Ma... Marisol – tartamudeó nerviosa.

- Ven Marisol, te llevaré a que conozcas el lindo acuario de


peces que tienen dentro del restaurante, te fascinará – dijo
mientras jalaba de la mano de Marisol hasta desaparecer
de nuestra vista.

Cuando volteé a ver al señor Ernesto, éste me observaba


muy atento escaneándome de arriba a abajo deteniendo su
mirada en mi trasero sin ningún reparo de vergüenza.

Estuve a punto de decirle algo, pero tomo la silla


ofreciéndomela para sentarme.

- Te vez hermosa – dijo susurrando a mi oído con una voz


tremendamente seductora lo que ocasiono que toda mi piel
se erizará, no sabía si agradecerle puesto que el me
dedicaba una sonrisa lujuriosa.

Me limité a sentarme, el hizo lo mismo después de mí.

- Y bien, ¿ya tienes una respuesta a lo que hablamos la vez


pasada? - preguntó mirándome fijamente.

- Aún no y este tipo de actitud de su parte no ayuda para


nada, ¿por qué tiene que ser tan grosero con la gente? - le
espeté.
- No dejaré que cualquier mequetrefe se meta con mi chica
– dijo en tono severo.

- No soy su chica – le reproché frunciendo el ceño.

- Aún – completo mi frase, al parecer no le daba


importancia a lo que yo le estaba diciendo más bien parecía
divertirse con mi enfado.

El señor Ernesto era una ruleta rusa para mí con todo y sus
cambios de humor, a veces estaba feliz, después enojado,
luego divertido, después hecho una furia… y así
sucesivamente.

Me sentía presionada al tener que darle una respuesta mi


corazón decía que sí pero mi mente me advertía que estaba
pisando un terreno muy peligroso que nunca antes había
conocido. Recordé que una vez mi nana me dijo que, si
alguna vez llegaba a experimentar dudas sobre estar con
alguien, entonces ahí no era mi destino. Tal vez mi destino
no era el señor Cazares, él y yo éramos muy diferentes, no
creía que funcionará lo que sea que pretendía que
tuviéramos.

- Yo no creo que funcioné – dije agachando la mirada.

Cuando alcé la vista noté como torció su boca en señal de


enfado, no me miraba, pero sus mejillas se pusieron rojas
de lo irritado. Sentí un escalofrío.

Suspiro profundo.

- Okey ya entendí que no quieres nada conmigo y no te


preocupes que no soy un acosador de jovencitas, no te
volveré a molestar – dijo en un tono serio levantándose de
la mesa, lo observe mientras salió hecho una furia del
restaurante.
Unos minutos más tarde Marisol apareció en nuestra
mesa.

- ¿Y el señor Erik? - le pregunté al ver que ella venía sola.

- Dijo que tenía que irse, me encamino hasta unas cuantas


mesas de aquí – me explicó.

Estuve a punto de pedirle a Marisol que nos fuéramos del


lugar, pero ya habían traído la comida, sentía un vacío en mi
interior que dolía, no me sentía bien anímicamente, pero era
lo mejor, ahora dolía, pero si dejaba que pasará algo entre
nosotros, después dolería más. Estaba protegiéndome.

Noté que desde que llegó a la mesa Marisol me veía como


si quisiera decirme algo, sus mejillas se colorearon de un
rubor rojo intenso que cuando llegamos no tenía.

- ¿Qué pasa? - le pregunté.

- Erik me pidió mi teléfono – dijo sonrojándose aún más.

- ¿En serio? - dije con gran asombro casi atragantándome


con la comida.

Asintió con la cabeza.

- ¿Y se lo disté? - pregunté con emoción.

- Me puse muy nerviosa, no supe cómo reaccionar … si se lo


di – dijo tapándose el rostro con las manos. Al parecer a
ella también le agrado el señor Erik.

No me sorprendía si al señor Erik le hubiera gustado


Marisol ya que era una mujer muy bella su melena castaña
siempre me pareció muy linda, sus ojos eran color miel y su
piel clara. Además, era una de las mejores personas que he
conocido en mi vida, es tan amable que a veces me
preocupa que se tope con alguien que la pueda hacer
sufrir.

Al parecer a los primos Cazares les gustaban jovencitas,


aunque no me preocupaba mucho por el señor Erik, en todo
el tiempo que trabaje para la compañía siempre estaba de
buen humor y ví como trataba con amabilidad a todos los
empleados, él era todo lo contrario al señor Ernesto.

- ¿Qué paso hace un momento entre Sara y tú, Ernesto? -


preguntó Erik cuando nos dirigíamos a un bar de la ciudad.

- Sara no quiere nada conmigo – dije apretando la


mandíbula.

Sara pensaba que era una persona de lo peor y no estaba


lejos de equivocarse, tal vez fue lo mejor, no sabía si sería
capaz de alguna vez cambiar mi actitud por una mujer.

Pero cuando vi que ese tipo en el restaurante le envió la


bebida mi sangre hirvió al instante, no podía permitir que
otros tuvieran más atenciones con ella que yo.

Erik me miro con compasión.

- Sara dice que es por mi maldita actitud, que detesta como


trato a las otras personas incluida ella – suspiro – pero no
sé cómo la debo tratar si nunca aprendí, toda mi infancia
me la pase en maldito internado hasta que tuve veintidós
años te das cuenta Erik, toda mi maldita vida, como si
hubiera sido una cárcel, no tengo recuerdos de
cumpleaños, de fiestas con amigos, de salir con mujeres, la
única que siempre estuvo a mi lado fue Selín, con ella todo
era demasiado fácil le compraba algo costoso y estaba
feliz pero no la amaba solo era gratitud por no dejarme
solo.
Me quedé en silencio mientras veía las calles pasar, apreté
el volante con fuerza.

- Tal vez si intentaras abrirte más con Sara, ella te


comprendería más como lo hago yo, soy tu primo, pero
también tu amigo y comprendo todo lo que has pasado.

Negué con la cabeza.

- Le prometí que no la volvería a buscar.

- Muy mal primo, más porque te enamoraste perdidamente


de esa mujer.

Llegamos al bar y comencé a beber trago tras trago, no me


di cuenta como pasaba el tiempo hasta que mi vista se
comenzó a nublar, agaché la cabeza y la pose entre mis
brazos, mi vista ya resentía el alcohol, pero aún estaba
cuerdo de lo que pasaba a mi alrededor.

Erik se mantenía casi igual que como habíamos llegado.

- No me siento bien – dije tratando de ponerme en pie, pero


el alcohol ya había hecho estragos en mi cuerpo, casi me
tropiezo si no hubiera sido por Erik que me sujeto con
fuerza y me regresó a mi asiento.

- Tomaste como si no hubiera mañana – me replicó.

- ¿Por qué dejaste que tomara tanto? – le reproché de


nuevo con la cabeza gacha.

Sentía como el calor subía hasta mi cabeza, me sentía


acalorado y sentía mi cuerpo pesado, tenía ganas de
dormir.

- Pensé que lo necesitabas, una borrachera contra el mal de


amores no le hace daño a nadie de vez en cuando –
escuche que sonrió – aquí estoy para cuidarte, vamos a
esperar un rato a que se te baje y luego nos vamos.

En mi mente alcoholizada se reflejaba el rostro de Sara,


cuando la vi por primera vez, cuando me cuido en el
hospital, la vez que estuve a punto de besarla, como
deseaba un beso suyo.

- Necesito hablar con ella – dije de pronto.

- ¿Qué? ¿Estás loco? - gritó mi primo.

Negué con la cabeza.

- Iré a su casa, dame las llaves – le ordene.

- ¿Estás loco? - gritó de nuevo – si vas así a su casa ya no


tendrás otra oportunidad… jamás… no te dejaré hacerlo.

- Necesito decirle lo que siento, que me enamoré como un


loco de ella – murmuré con los ojos cristalinos y lágrimas a
punto de salir de mis ojos.

Hundí más mi rostro sobre mis brazos cruzados en la barra


de aquel bar.

Erik sólo me miraba.

- Tengo una idea, pero no sé si sea muy arriesgada – él


estaba muy pensativo

Erik conducía a casa de Sara mientras yo iba en el asiento


del copiloto.

- ¿Estás seguro de que funcionará? - le pregunté a Erik


viendo las solitarias calles a través del vidrio de la ventana
del auto. Poco a poco el efecto del alcohol iba
desapareciendo de mi cuerpo, me encontraba más
consciente y ya no tenía la vista nublada. Ahora sentía
como los nervios invadían todo mi cuerpo con lo que
estábamos a punto de hacer.

Erik me explicó su plan, tenía que hacerme el borracho


inconsciente para que Sara me permitiera quedarme en su
departamento si preguntaba por qué en él de ella, Erik le
diría que no podía ir a casa porque mi padre se pondría
furioso y mi madre detesta los escándalos, y en el de él no
por que vive con su madre, a pesar de que no sea cierto ya
que vive sólo. Hoy no haría nada, pero mañana podríamos
hablar desde temprano y podría declararle todo el amor que
siento por ella.

Repasaba una y otra vez el plan de Erik y cada vez me


parecía más ridículo. Como esperaba que Sara se tragará
todo ese cuento, ella no era tan ingenua.

Llegamos a la puerta del departamento de Sara, yo


caminaba perfectamente y me seguía pareciendo ridículo
fingir que estaba inconsciente de borracho.

- No puedo hacer esto – susurré mientras me daba la vuelta


para irme de ahí,

Cuando escuché como él sonó varias veces el timbre, cerré


los ojos con fuerza “Maldita sea Erik” pensé.

- Ya no te puedes arrepentir – dijo él en tono burlón.

Regresé a la posición en la que me encontraba minutos


atrás cuando se escucharon pasos detrás de la puerta.

- Ahí viene, vamos haz como que estas inconsciente -


susurró Erik.
Puse los ojos en blanco, me acomodé posando un brazo
sobre la espalda de Erik, mientras que él me sujeto por la
cintura, agaché la cabeza para que no pudiera ver mi cara.

Escuché como la perilla de la puerta se abrió y ella salió,


sólo podía observar sus enormes pantuflas de oso se
asomaban por la puerta, contuve una sonrisa al verlas.

- ¿Qué hacen aquí? - preguntó en tono severo.

- Después del restaurante fuimos a un bar y a Ernesto se le


pasaron un poco las copas – explicó Erik con una sonrisa
disimulada.

- ¿Un poco? - se burló con sarcasmo – esta inconsciente


señor Erik, ¿cómo lo permitió?

- Ernesto es muy terco – se excusó – nos dejas pasar.

- No – dijo tajante - ¿Por qué lo trajo aquí?

Noté que Erik comenzó a ponerse nervioso, Sara me había


dicho que vivía con su hermano, lo más seguro es que el
estuviera en casa. Pequeño detalle que se nos olvidó
considerar.

- ¿Vives con alguien? - preguntó Erik de pronto.

- mmm No – respondió ella, fruncí el ceño ya que sabía que


vivía con su hermano, porque le dijo a Erik que no.

Él me jalo al interior del departamento hasta quedar en la


sala de estar.

- No los he invitado a pasar – se quejó ella.

- Sara por favor te lo ruego ayúdame… Los padres de


Ernesto son muy especiales, mi tía odia los escándalos y si
alguien lo ve en ese estado se enfadará mucho y su padre
se pondrá furioso, ya lo ha amenazado antes con quitarle la
empresa, yo vivo con mi madre así que por ende ellos se
darían cuenta, eres mi única salvación… por favor – Chilló
falsamente.

No podía ver la cara de ella pues tenía que fingir para que
no nos descubriera.

- Esta el cuarto de mi hermano ahí se puede quedar ahora


no está, pero él se tendrá que ir muy temprano mañana –
dijo suspirando – está por allá.

Erik me arrastró hasta una habitación y me recostó en la


cama, ellos salieron de ahí dejando cerrada la puerta,
inmediatamente me incorporé observando que esta
habitación parecía como si en varios días nadie la hubiera
utilizado, creo que una vez ella comentó que su hermano se
mudaría o algo así, estaba confundido por el alcohol.

Se escuchaban aún sus voces fuera de la habitación, pero


no alcanzaba a distinguir de que hablaban, unos minutos
más tarde el silencio reino por todas partes.

Decidí no mentirle, le diría la verdad que no estaba


inconsciente ni dormido. Me sentía culpable mintiéndole.
Pero el dejarme quedar en su casa era una muestra más de
que no le era indiferente y se preocupaba por mí. Sonreí
satisfecho.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y ahí estaba


ella de pie viéndome fijamente, parecía no estar
sorprendida de verme despierto.

- Parece ya estar muy bien – dijo sonriendo con sorna,


mientras se cruzaba de brazos.
Sonreí tratando de parecer inocente.

- Quería verte – le dije aún sentado en la cama.

Nuestras miradas se cruzaron, era tan bella aún y con su


pijama y sus pantuflas gigantes de oso.

- ¿Y por eso fingió estar ebrio? - me preguntó de manera


acusante.

Arqué la ceja, como sabía ella que había fingido, según yo


mi actuación estuvo excelente.

- No debería confiar tanto en el señor Erik si lo va a delatar


– dijo con una risita medio burlona – fingir estar borracho
para poder hablar conmigo, no conocía esa táctica de
conquista- lanzó con ironía.

No me quedo más que sonreír, me había descubierto, Erik


se las vería conmigo la próxima vez que nos viéramos.

- ¿Y qué más te dijo mi primo? - le pregunté curioso.

Ella agachó la mirada, estaba pensativa.

- Bueno – alzo la vista – él dijo que estaba muy enamorado


de mí ¿es cierto? - dijo clavando sus ojos en los míos.

Me puse de pie y di unos cuantos pasos hasta estar frente


a ella.

La mire fijamente mientras acariciaba con la yema de los


dedos su lindo cabello que ahora era lacio, baje hasta sentir
el leve rose de sus mejillas, bajando un poco más a sus
labios, los acariciaba sutilmente.
- Como un loco – le respondí mientras la rodeé con mi
brazo libre por la cintura y con la otra mano la tomé de la
nuca plantándole un beso.

La apreté con más fuerza, la urgencia por ella era


demasiada, quería que ese beso durará toda la eternidad.

Sentí como sujeto mi barbilla con sus manos para después


rodear con ellas mi cuello, ella también me deseaba.

Abría sus labios, para sumergir en ellos mi lengua, ella me


respondía con pasión, succione varias veces sus labios,
eran deliciosos. Sentía el calor emanar por mi cuerpo,
comencé a excitarme demasiado no quería apartarme de
ella, su olor era exquisito a flores, su cabello, Dios Santo. La
besé con más pasión.

Baje la mano con la que sujetaba su cintura hasta llegar a la


altura de sus muslos, me pegué aún más para que sintiera
mi erección. Por un momento pensé que se dejaría llevar
por sus deseos, pero reacciono de manera contraria, puso
sus manos en mi pecho y me apartó de a poco.

Nuestras respiraciones eran agitadas.

Ella me miraba fijamente pero ahora veía un brillo diferente


en sus ojos, ella me veía con amor y eso hizo que mi
corazón se dilatará de alegría.

- Yo también siento algo por usted – sus palabras eran


música de armonía para mis oídos, le sonreí besándola de
nuevo.

Ella se apartó de nuevo de mí.

- No quiero seguir si usted este alcoholizado, lo quiero en


sus cinco sentidos – me acarició con su suave mano mi
mejilla, cerré los ojos disfrutando de su caricia. Era
razonable lo que me pedía – no quiero que sea el impulso
del momento.

Asentí con la cabeza.

- Esta bien, hablaremos mañana.

Sonrió.

Mi cuerpo ardía de deseo por ella y mi erección aun no


bajaba, pero tuve que aguantarme si quería que esto
funcionará, lo haría a su manera. Ahora comprendía que no
era un simple capricho, de verdad estaba enamorado.

- Me iré a mi habitación, usted puede dormir aquí – dijo


sonrojada.

Aún estábamos abrazados, poco a poco se deshizo de mi


agarre, pero no la solté de la mano. Ella frunció el ceño al
ver que no la soltaba.

La atraje de nuevo hacía a mí.

- Quiero dormir contigo ¿puedo? - dije suplicante.

- ¿Qué? - abrió por completo sus ojos.

- Sólo dormiremos, te lo prometo.

Ella dudó un par de segundos antes de contestar, se mordió


el labio indecisa y yo me perdí en ellos mientras lo hacía.

- Esta bien, sólo dormir – me advirtió tratando de parecer


severa lo que me causo una especie de ternura.

- Buenas noches – dijo ella volteándose al otro lado de la


cama para dormir.
Me acerqué a ella como el lobo a caperucita susurrándole
al oído – buenas noches, señorita -

abrazándola por la cintura, noté como su cuerpo se tensó al


instante.

- Tranquila sólo dormiremos – le dije al oído.

Ella asintió con la cabeza.

Su cuerpo era más pequeño que el mío a pesar de que era


una mujer alta, pero se amoldaba perfecto a mi cuerpo,
disfrutaba cada momento junto a ella.

El olor a flores de su cabello se impregnaba en mis fosas


nasales, me perdí en su olor hasta quedarme dormido.

Por primera vez en muchos años pude dormir feliz.

Cuando desperté no sentí el brazo del Sr. Ernesto sobre mí.


Me di la vuelta sobre la cama y ahí estaba él
profundamente dormido. Lo observé por unos minutos era
increíblemente guapo y estaba en mi cama, aún no podía
creer lo que paso ayer. Sentí casi llegar al cielo con ese
beso. Posé mi vista en sus labios que se me antojaban
demasiado si así de apasionado era besando como sería
en…. No no no tengo que evitar esos pensamientos o no me
podré controlar la próxima vez. Era la primera vez que
experimentaba algo así esa sensación adictiva de querer
estar con él, ayer mínimo pudimos descargar algo de las
emociones que habíamos contenido durante los últimos
días, pero aún no era suficiente.

Me levanté de la cama tratando de no hacer ruido y salí de


mi habitación para entrar a la de mi hermano. Busqué algo
en el closet que pudiera servirle, mi hermano no tenía un
cuerpo tan trabajado como el Sr. Ernesto, pero si tenía la
espalda ancha, tal vez y con suerte encontraría algo que le
quedará.

Acomodé con cuidado sobre la cama unos pantalones


negros de mezclilla, una camisa gris y un cambio de ropa
interior a esta última decidí dejarle la etiqueta para que
viera que era nueva.

El aún dormía plácidamente.

Me dirigí a la cocina me senté frente a la barra


desayunadora y saqué la carpeta con los folletos de los
restaurantes que se encuentran en Distrito V.

Llamé y pedí un desayuno mexicano para él con mucha


salsa para la cruda por su puesto y jugo de naranja, para mí
pedí fruta con yogurt, unos wafles y jugo de naranja
también.

Me dispuse a hacer café mientras llegaba mi pedido.

Ya llevaba casi una hora despierta y ya eran las diez de la


mañana y el Sr. Ernesto no despertaba, no sabía cuánto
tiempo más estaría dormido, ya tenía demasiada hambre.

Decidí servirme café y desayunar sin él. “Lo esperé todo lo


que mi estómago aguanto” pensé.

El café olía delicioso, estaba muy caliente exhalé un poco


de aire antes del primer sorbo, cuando lo vi caminar por el
pasillo hasta la cocina casi me ahogo de la impresión, tosí
dando palmadas a mi pecho.

- Te vas a ahogar – dijo en tono serio mientras se sentaba


frente a mí en la barra desayunadora.

Lo observé de nuevo, se veía muy juvenil su apariencia


cambio por completo, antes siempre que lo había visto era
con traje de oficina, pero ahora con ese atuendo casual y
relajado le hacía ver aún más atractivo y con un estilo de
chico malo que me erizó la piel, era una nueva experiencia
de disfrute para mi vista.

Él me veía entrecerrando los ojos.

- Esta ropa me queda apretada – se quejó.

- Es de mi hermano y le queda muy bien – le respondí –


¿gusta café?

- ¿Por qué sigues llamándome de usted? - pregunto con un


toque de fastidio en su voz.

- La costumbre supongo – me encogí de hombros – ¿gusta


café? - le repetí.

Me miró fijamente sonriendo después de una manera


lasciva. Se puso de pie y rodeo la barra volteando mi silla
hasta quedar frente a él.

- Se me antoja algo más – me dijo acariciando mis labios


con la yema de sus dedos.

Explosión de emociones emanaba de mi cuerpo, lo deseaba


tanto.

- Porque siempre es tan… - mi respiración se agito cuando


rozo sus labios con los míos.

Sentí como me faltaba el aire.

- ¿Tan qué…? - preguntó seductoramente.

- Tan…. - mi cuerpo ya no permitió que continuará con la


frase, todo mi ser le necesitaba.
Rodeé su cuello con mis brazos y lo atraje hacia mí, lo besé
con desenfreno, había estado conteniendo toda la tensión
sexual que surgía estando cerca de él y ya no aguantaba
más. Me correspondió el beso de la misma manera
abriendo mis piernas para pegarse más a mí ya que me
encontraba sentada aún en la silla alta.

Pasó de besar mi boca dibujando un camino de besos


hasta mi oído.

- Te deseo – susurró en mi oído, haciendo que una ola de


calor envolviera mi cuerpo, cerré los ojos disfrutando de las
sensaciones que me hacía sentir. Estaba tan excitada que
poco me importo lo que el pensará. Tomé su rostro con mis
manos invitándolo a besarme de nuevo, sus ojos brillaban
intensamente mientras me miraba. Unió sus labios a los
míos, mientras que yo pose mis manos en los botones
superiores de su camisa abriéndolos de uno en uno,
captando de inmediato mi señal se apartó ligeramente
mirándome expectante. Le sonreí ardiente de deseo en
respuesta a lo que su mente se estaba preguntando.

- Ven – dije, tomándolo de la mano caminando con


dirección a mi habitación.

Cuando estuvimos dentro me jaló hasta quedar frente a


frente, acariciando con su mano mi mejilla y con la otra aún
estábamos tomados de la mano.

- No sabes cuánto imagine este momento – ronroneo con


voz grave.

No sabía que él podía hacer crecer de felicidad mi corazón


al instante con ese tipo de frases. Estaba conociendo el
lado de Ernesto romántico y me encantaba.
Deslizó su mano por debajo de mi blusa deshaciéndose de
ella con rapidez dejando al descubierto mi pecho. Hundió
su rostro besando mi cuello deslizándolo hasta llegar a mi
pecho succionando con avidez cada uno de ellos, mientras
me sujetaba por la cintura.

Deslicé mi mano por su abdomen cuadrado bajando hasta


desabrochar el botón de su pantalón noté el bulto sobre
sus piernas, alcé la vista hasta cruzar nuestras miradas. Me
beso con más fuerza acelerando los pasos hasta topar con
el borde de la cama, se deshizo de mi sujetador. Me
depositó con cuidado sobre la cama, sentí una parte de su
peso sobre mí, abrió mis piernas pegando su miembro aún
dentro de su pantalón a mi bajo vientre. No pude evitar
gemir de placer al sentirlo tan cerca de mí acariciando todo
mi cuerpo, besando cada parte de él.

Con un camino de besos recorrió todo mi cuerpo hasta


besar el borde de mi bikini esa sensación me hizo explotar
de la excitación, la humedad entre mis muslos era cada vez
más al igual que la necesidad de tenerlo dentro de mí.
Despacio deslizó mi bikini por entre mis piernas al mismo
tiempo que me miraba fijamente con sus brillantes ojos
llenos de deseo para después ponerse de pie quitándose el
pantalón. Ahora los dos estábamos completamente
desnudos.

Separó mis piernas desde las rodillas adentrándose por en


medio de ellas. Aprisionando mis pechos en sus manos,
jadeé. Hundió uno de sus dedos dentro de mi haciendo que
soltará un gritó de placer lo cual pareció excitarlo aún más
mientras él me miraba con atención mientras movía sus
dedos en un “mete y saca” sacando gemidos involuntarios
de mí. Rodeé sus caderas con mis piernas quería tenerlo
dentro ya.
– Lo quieres – pregunto con voz ronca, me limite sólo a
asentir con mi cabeza.

“Diablos que lo meta ya” pensé.

Entrelazo sus dedos de una de sus manos con los míos al


mismo tiempo que con la otra mano me sujetaba a la altura
de mis caderas, de manera fuerte, pero a la vez con cuidado
hundió su miembro dentro de mí, nuevos gritos de placer
salieron de mi boca provocando que arqueara mi espalda al
mismo tiempo que apretaba con fuerza sus caderas.
Comenzó a moverse en un vaivén, cada embestida que me
daba era más fuerte y en cada una gemía sobre mi oído,
ahora éramos uno sólo disfrutándonos a más no poder.
Mantenía su mirada fija en la mía, pose mi mano en su
mejilla, él la beso para después acercar su rostro al mío
reclamando un ardiente beso. Fue cuando noté que su
rostro estaba húmedo, estaba a punto de llegar al final. Sus
movimientos cada vez eran más frenéticos sentí su
miembro volverse más grande mientras que el jadeaba de
satisfacción encajando su mano en mis caderas. Dio una
última embestida, sentí como espasmos y temblores
recorrían todo mi cuerpo mientras lo recibía. Él también
temblaba, se acercó una vez a mí, podía sentir su
respiración agitada, me beso en la boca suavemente para
después dejarse caer a mi lado.

Luego de la excitante experiencia sexual con Ernesto volteé


a verlo, el me observaba con gesto cálido.

Como tratando de leer mis pensamientos me preguntó.

- ¿Te arrepientes? - dijo en tono serio.

Negué con la cabeza.


- Creo que me dejé llevar – suspiré – no quiero que pienses
que soy una mujer fácil que anda por ahí acostándose con
el primero que conoce.

Rodó sobre la cama hasta quedar casi encima de mí.

- ¿De verdad piensas que me gustas sólo por el sexo? -


pregunto de manera acusatoria – también quiero esto –
dijo posando su dedo índice en mi cabeza.

Sonreí tímidamente. Me beso en la mejilla tiernamente.

Mi celular comenzó a sonar echando a perder el momento


entre Ernesto y yo.

Dudé un poco antes de contestar pues parecía que él no


planeaba soltarme pues ahora estaba abrazándome.

Estiré la mano hasta alcanzar mi móvil que se encontraba


encima de la mesita lateral a la cama.

Torció levemente la boca en señal de enfado.

- Es mi hermano – me excusé inocentemente.

El suavizó su mirada de nuevo.

De un saltó salí de la cama, Ernesto me miró asustado. Me


envolví el cuerpo con la sábana.

- Lo olvidé por completo – dije mientras me llevaba la mano


a la cabeza dando giros por la habitación.

“Acuérdate que quedaste en que irías a comer con nosotros


para celebrar mi contrato definitivo en la empresa” dijo mi
hermano al otro lado del teléfono.

- Si lo sé, es que he estado muy distraída estos últimos días


– chillé.
Ernesto me miraba con sonrisa burlona por las cosas que
estaba diciendo.

“Entonces paso por ti en cuarenta minutos arréglate rápido”


me colgó.

- Mi hermano viene para la casa – dije asustada – prometí


que celebraríamos su nuevo contrato en la empresa donde
trabaja – le expliqué.

Se sentó recargando su espalda en el respaldo de la cama.

- Él no te puede ver aquí – le expliqué. Mi cuerpo temblaba


de los nervios.

- ¿Por qué no quieres que me vea? - preguntó endureciendo


la voz.

- Porque yo le platiqué lo malo que eras como jefe y que me


despediste, él es muy protector conmigo – jadeé.

- Puedo explicarle – dijo poniéndose de pie comenzando a


vestirse.

- ¡No, claro que no! Necesito hablar con el yo sola – daba


giros por la habitación con desesperación hasta que me
detuvo posando sus manos en mis hombros.

- ¡Tranquilízate! no creo que me odié tanto - soltó una risita


traviesa.

Lo fulminé con la mirada.

- Vamos a hacer esto – dije tomando una bocanada de aire


– yo me meteré a bañar y cuando salga tu ya no estarás –
el arqueó una ceja a modo de desagrado, tragué un poco de
saliva – necesito hablar yo sola con él primero.
Antes de que pudiera escuchar su respuesta corrí, mejor
dicho, hui al baño.

Salí del baño despacio, no se escuchaba ruido alguno ¿ya


se habrá ido? Pensé.

Rezaba porque así fuera.

Eché un vistazo panorámico por mi habitación, mi corazón


se tranquilizó al darse cuenta que Ernesto ya no estaba.

Suspire de alivio.

Mi hermano no tardaría en llegar así que me cambie con


rapidez, me puse unos jeans, una blusa de cuello en v
amarilla con encajes que hacía resaltar mi negra cabellera
que decidí llevar suelta y unas ballerinas negras ya que
quería caminar cómoda. Me acomodé mis aretes, unas
pequeñas perlas que iban a juego con mi blusa. Me
maquille un poco, me gustaba mucho los tonos discretos
como marrones y rosados, a pesar de tener el cabello negro
sentía que se me veían bien.

Salí de mi habitación directo a la cocina, por la mañana no


tuve oportunidad de desayunar pues el encuentro sexual
con Ernesto suplió ese momento, pero ahora si ya era muy
tarde y tenía demasiada hambre, no sabía si aguantaría
hasta que estuviéramos en el restaurante. Aunque sea
necesitaba un vaso de agua. Cuál fue mi impresión al verlo
sentado en el sofá de la sala, se veía muy despreocupado
con un brazo posado a lo largo del respaldo del sofá, la otra
mano viendo algo en su celular y cruzado de piernas.
Cuando alzó su vista hacía mi noté como sus parpados se
abrieron un poco más, una sonrisa altanera se dibujó en su
rostro.
- Si sigues vistiéndote así, no querré irme jamás de tu
departamento – dijo sensualmente mientras se ponía de
pie avanzando acechante hacía donde estaba de pie.

Di unos pasos atrás y él se detuvo.

- ¿Por qué no te has ido? - pregunté tajante.

Borró la sonrisa de su rostro, encogiéndose de hombros.

- Mi hermano estará por llegar, por favor… te lo pedí –


supliqué con la misma mirada que hacía Marion cuando
quería que mi hermano hiciera algo por ella.

El timbre de mi puerta comenzó a sonar, mi hermano ya


estaba afuera, los nervios comenzaron a apoderarse de mí.

- Por favor, él no te puede ver, aún – susurré tratando de


que las personas afuera no escucharán las voces.

- ¡Sara! No puedo abrir, tienes el pestillo puesto – se


escuchó la voz fuerte de mi hermano, di gracias al cielo por
haber puesto el seguro, así, aunque tuviera llave no podría
abrir.

Ernesto me miró fijamente llevando las manos a sus


bolsillos.

- No me esconderé – dijo con tono pedante inclinando su


cabeza ligeramente al frente.

Parecía divertido con la situación, mientras que yo estaba


carcomiéndome del miedo, siempre le platiqué a Ciro como
era Ernesto, un hombre altanero, prepotente, mandón,
gritón y muchos etcéteras más, con qué cara le diría que
tenía “algo” con mi ex jefe después de haberlo criticado
tanto. Moriría de la vergüenza.
- Por favor – supliqué nuevamente uniendo mis manos en
posición de ángel.

- Esta bien, me ocultaré en tu habitación si regresas a la


empresa – dijo con tono de suficiencia.

- ¿Qué? ¡Claro que no! - traté por todos los medios de alzar
la voz, pero fue imposible.

- Entonces aquí me quedaré – dijo retándome.

Lo fulminé con la mirada, como se atrevía a chantajearme


de esa manera, no era divertido.

Pero el seguía sin inmutarse ante lo que estaba a punto de


pasar.

- ¿Sara estás bien? ¿Por qué no abres? - escuché la voz de


Marion al exterior.

- Ya voy… esperen un momento – dije en voz alta mientras


clavaba mi mirada de enfado sobre Ernesto.

Él sonreía divertido ante mi trágico momento.

- Otra cosa… lo que sea, pero regresar a la empresa no no –


dije ya con la desesperación encima.

Pareció pensarlo por unos segundos.

- Quiero una cita, la hora que yo quiera, el lugar que yo


quiera y los días que quiera que dure – su tono de voz era
demandante. “¿Cómo que días?”

- Una cita no dura días – le reproché al instante.

- Tómalo o déjalo princesita – dijo pellizcando con su mano


mi mejilla, su cercanía me hacía hiperventilar.
- Esta bien… está bien lo que quieras – dije resignada.

Ernesto se abalanzó sobre mi plantándome un rápido beso


para después guiñarme un ojo en seña de complicidad, se
dirigió a mi habitación cerrando la puerta tras de él.

Suspiré aliviada.

Por fin abrí la puerta del departamento y ahí estaba mi


hermano y Marion, se veían algo impacientes.

- ¿Por qué tardaste tanto en abrir Sari? - preguntó Marion al


mismo tiempo que me saludaba con un cálido abrazo.

- Se me hizo un poco tarde – respondí con una sonrisa


nerviosa.

Abracé fuerte a mi hermano.

- Te extraño mucho – dije entrecortando la voz.

- Yo igual hermana – dijo él dándome un beso en la frente.

Sentí como la nostalgia se apoderaba de mí, mis ojos se


volvieron cristalinos, no quería que mi hermano se sintiera
triste por mí, él estaba bien con Marion, ellos se amaban y
eso debería hacerme feliz y lo estaba sin embargo lo
extrañaba demasiado.

- No tiene que ser tan dura esta transición Sara, puedes ir a


quedarte cuando quieras – dijo Marion tomándome la
mano en señal de apoyo.

- Gracias chicos – los abracé a los dos al mismo tiempo.

Cuando salimos del edificio recordé que Ernesto se quedó


en el departamento.
“Ya puedes salir” tecleé un mensaje de texto. Esperé unos
minutos, pero no obtuve respuesta.

***

Las voces al exterior de la habitación cesaron, al parecer ya


se habían ido, mis sospechas se confirmaron al recibir un
mensaje de texto que decía “ya puedes salir” pude leer
entre líneas un “ya te puedes ir”. Por fuera Sara parecía un
ángel caído del cielo era una mujer hermosa con apariencia
de niña buena e inocente, pero por dentro su carácter era
fuerte, decidida y no se doblegaba ante nadie, además de
ser ardiente en la cama. Sonreí al recordar su cuerpo
desnudo en mis manos. Todo en ella me atraía y hacía que
la deseará cada día más.

Aún no podía irme pues mientras que Sara se bañaba


mande pedir un cambio de ropa con el mayordomo de la
casa, no tardaría mucho en llegar, no creía que ella se
molestara si tomaba un baño antes de irme.

Cuando estuve listo, escribí una nota en un pedazo de papel


que encontré cerca de su teléfono fijo dejándola en la
mesita lateral de su cama junto con una cajita rosa que
contenía dos pastillas del día siguiente que mandé
comprar.

Me dirigí a casa pensando en no encontrarme a mi padre,


quería descansar un poco más, me sentía cansado y
soñoliento después de los tragos de ayer.

Cuando entre a la casa me recibió el mayordomo


avisándome que mis padres estaban en el comedor
principal. Tenía hambre así que decidí pasarme por ahí
antes de ir a dormir.
- Hola – dije en tono seco, dándole una palmada en el
hombro a mamá.

- Hola hijo siéntate, hace mucho que no comes junto a


nosotros – dijo mamá en tono suave.

Mi padre continuaba comiendo al parecer ignorando mi


presencia. Tomé una silla y me senté de mala gana.

- ¿Como va todo por mi empresa? - preguntó en ese tono


altanero que tanto me irritaba.

- Excelente como siempre, desde que ya no estas al mando


– dije desafiante clavando mi mirada en sus ojos.

Soltó una risa irónica.

- Debo admitir que haz sabido llevar bien el control de la


empresa.

- Ya por favor, no hablemos de trabajo mientras comemos -


pidió mi madre – Ernesto, por ahí dicen que Selín salió del
país, quedo devastada después del accidente que sufrieron
sus padres.

Dirigí la vista a mi padre quien pareció no inmutarse, apreté


mi mandíbula.

- Selín puede hacer lo que quiera, madre, deseo que


encuentre la paz que necesita – dije sinceramente.

Mi madre aún parecía estar intranquila, sabía bien que ella


en el fondo siempre deseo que Selín y yo termináramos
casándonos, ellas dos siempre se llevaron bien. Ella la
quería como si fuera una hija más.

- Conocí a alguien y planeó quedarme con ella por un buen


tiempo – solté de pronto, era mejor que mis padres lo
supieran de una buena vez y ya no se estuvieran haciendo
falsas esperanzas con Selín.

Mi padre dejó de comer para analizarme con la mirada.

- ¿Se puede saber quién es? - preguntó arqueando la ceja.

- Se llama Sara Cortés, era mi asistente personal en la


empresa – respondí secamente.

Mi madre soltó una risa un tanto irónica.

- ¿Tu asistente? ¿Qué no reprobabas las relaciones dentro


de la empresa? - soltó mi madre con reproché.

- Ella ya no trabaja en la empresa – dije con un tono de


amargura en mi voz.

Mi padre ladeó la cabeza con intriga.

- ¿A qué se dedica entonces? - preguntó mi madre con


fastidio.

- Es estudiante de ingeniería, estaba realizando sus


prácticas en la compañía mamá, este semestre se
graduará.

Mi madre puso sus ojos en blanco llevándose las manos a


la sien.

Volteé a ver a mi padre, la última vez dijo que era libre de


escoger a quien quisiera para una relación.

- Tal vez podrías traerla a casa para conocerla hijo – dijo mi


padre con un tono de voz de complicidad – si la has elegido
es porque algo bueno ha de tener.

Mi madre lo vio sorprendida. Mi padre se encogió de


hombros.
- Veremos si la jovencita más que cuerpo y cara bonita,
también tiene cerebro, en ese caso será bienvenida a la
familia – exclamó mi padre sonriente.

Entrecerré la mirada.

- Sara les agradará, ya terminé de comer. Provecho.

Mis padres se veían entre sí. Sabía que cuando la


conocieran les agradaría y si no la verdad no me importaba
mucho, ella era la mujer que yo había escogido para mí.

Decidimos un lugar para comer sushi, estaba hambrienta y


era mi comida favorita.

Mientras nos traían nuestra orden, estuvimos platicando


sobre la buena noticia que era que a mi hermano lo
hubieran contratado como empleado formal en la empresa
donde estaba realizando sus prácticas, eso supondría tener
más dinero para poder vivir juntos mientras Marion
terminaba sus estudios en Medicina y comenzaba a
trabajar para después poder casarse. Me hacía muy feliz
ver que mi hermano y mi mejor amiga estuvieran
cumpliendo sus metas y sueños juntos.

-Y ¿Cómo te ha ido a ti hermana? ¿Ha estado bien el


trabajo? - preguntó mi hermano con voz suave.

Sentí como mis hombros se tensaron, aún no le decía a


Ciro que me habían despedido, ahora tenía dos cosas que
confesarle, que me habían despedido, y que mi ex jefe y yo
teníamos “algo”, ese algo aún no sabía cómo catalogarlo si
como algo fugaz o como una relación pues habíamos
quedado en que hablamos sobre este tema el día de hoy,
pero con la “distracción” que tuvimos por la mañana ya ni
hablamos de nada.
En verdad quería contarle todo a mi hermano porque él
siempre me comprendía y tenía los mejores consejos para
mí, pero ahora que vivía con Marion era más difícil que
tuviera la oportunidad de verlo a solas y aunque Marion
fuera mi mejor amiga, no sabía si estaría bien que le
platicara que sentía algo muy intenso por alguien que no
era su hermano, en el fondo sabía que ella no perdía la
esperanza de que un día Diego y yo volviéramos a estar
juntos, no sabía cómo fuera a reaccionar.

-Todo está normal, como siempre, deseo que el tiempo


pase rápido para poder graduarme al fin - dije tratando de
poner mi mejor cara. Aunque por dentro me sintiera mal por
estarles mintiendo.

Durante todo el trayecto al restaurante y la comida, Marion


estuvo muy callada, me miraba de forma seria como si
quisiera decirme algo, pero no se animaba.

- ¿Pasa algo Marion? - Pregunte curiosa.

Antes de contestar, volteó a ver a Ciro quien, moviendo su


cabeza a los lados en negativa, le reprendió con la mirada.

- ¿Qué pasa? - pregunte ahora a los dos, había algo que no


me querían decir.

Ciro desvió su mirada.

-Sara es que… - dijo dudosa mientras estrujaba la servilleta


sobre la mesa - he estado hablando con Diego estos
últimos días y se siente muy culpable por tu accidente, no
deja de decir que es su culpa. Termino con su novia, no le
llama a mamá y está solo, hace mucho que no lo veía tan
mal… sabes que él te ama y jamás desearía que te pasara
algo malo.
Mi hermano clavó su mirada en mí analizando mis
reacciones. Cuando estuve internada le prometí que me
olvidaría de Diego por completo y pensaba cumplirlo, ahora
más que comenzaba a sentir esa emoción de estar
enamorada de nuevo, entendía la postura de Marion ella
quería que su hermano estuviera bien, pero yo también
tenía que rehacer mi vida y no tenía la menor intención de
jugar con los sentimientos de alguno de los dos.

-Marion, entiendo tu preocupación, es tu hermano pero yo


no quiero verlo - dije tratando de explicarle de la mejor
manera posible pero sin hacerla sentir mal - antes siempre
estuve para él, las veces que fueron necesarias inclusive
aún sin ser novios, cuando me necesitó ahí estuve
aguantando el dolor que ocasionaba su cercanía, llorando
en silencio su abandono, he pasado estos últimos años sin
darme la oportunidad de estar con alguien más por estarlo
esperando a él, y ya no pienso seguir así, quiero ser feliz
también.

Marion agachó la mirada, dándose cuenta del error que


acababa de cometer.

-No te pido que regreses con él, sólo que hablen, no quiero
verlo triste, él no tuvo la culpa de tu accidente - chilló, se
llevó las manos a la cara limpiando las lágrimas que salían
por sus ojos - es mi hermano - dijo con la voz entrecortada.

-Lo siento Marion, pero no lo veré ni hablaré con él - dije en


tono serio tratando de

sacar fuerzas para ser lo más firme posible en mi decisión.

Ciro le acarició la espalda para después abrazarla


acogiéndola en su pecho, acariciando con suavidad su
cabello. Observaba la escena con el corazón hecho
pedacitos al observar a mi amiga llorando. Mi hermano
movió su boca sin emitir sonido, pero pude leer que me
estaba diciendo “está bien”. Marion le dijo algo al oído por
lo que él asintió, no pude escuchar que era, se paró del
asiento y se fue.

-Va al baño - dijo mi hermano al ver el signo de


interrogación imaginario en mi rostro.

-Ciro yo…

-No te preocupes, está bien sabes que te apoyo si no


quieres verlo - me interrumpió antes de que pudiera
terminar mi frase - Marion es muy sensible y prefiero estar
al margen de la situación, se lo pedí a ella también que
dejara que las cosas tomarán su curso, pero al parecer no
me hace caso - torció su boca.

-La entiendo, yo también haría lo mismo si fueras tú quien


estuviera sufriendo, no soportaría verte así - susurré
acariciando su mano en señal de apoyo.

Él me sonrió, apretando con más fuerza mi agarré.

-Ciro hay cosas que quiero platicarte, pero preferiría que


estuvieras solo, después se las platicaré a Marion.

Él asintió sin decir palabra al ver que mi amiga regresaba a


la mesa.

Todo el trayecto a casa estuvimos en silencio, después de


la plática Marion trato de evitar cruzar palabra conmigo, tal
vez estaba molesta conmigo, no quería ser cruel, pero en el
fondo sabía que era lo mejor para todos.
Ciro aparcó afuera del edificio saliendo rápidamente para
despedirse de mí con un abrazo, era el tipo de abrazos que
me reconfortaba y me hacían sentir mejor.

-Vendré entre semana para platicar, cuídate mucho Sari - se


despidió acariciándome el cabello.

Entre al departamento con mis ánimos por el suelo, “mejor


no hubiera ido a comer con ellos y me hubiera quedado con
Ernesto” pensé. Ahora más que nunca necesitaba
ocuparme, decidí que al día siguiente saldría a buscar
trabajo o algo que hacer que mantuviera trabajando mi
cerebro, si me quedaba tanto tiempo sola y encerrada en
casa terminaría por caer en depresión.

Era muy temprano aún, pero quería descansar y dormir


hasta el siguiente día para olvidarme de todos los
problemas que había a mi alrededor. Tal vez estaba
empezando a olvidarme de Diego, pero eso no borraba el
hecho de que mantuvimos una relación por varios años y
que me dolía que él estuviera sufriendo, sin embargo,
también estaba Ernesto, no sabía qué era lo que pasaría
entre los dos ahora después de que estuvimos juntos, pero
quería darme la oportunidad de descubrirlo.

Dejé el celular sobre la mesita lateral a mi cama


percatándome de que había una nota junto a una cajita de
color rosa que decía “Tomate las pastillas, no queremos
accidentes”, eran pastillas del día siguiente, recapitulando
el momento ahora recuerdo que él no utilizó condón
cuando estuvimos juntos, al menos era responsable pensé
mientras sujetaba la cajita en mis manos, la deposité en el
interior del cajón. Lo que él no sabía es que yo si estaba
protegida pues hace dos años cuando Diego y yo
comenzamos a tener encuentros sexuales después de
haber terminado, decidí ponerme el implante de brazo, en
ese entonces ya estaba consciente de que la probabilidad
de que él y yo regresáramos era muy poca así que el quedar
embarazada por accidente no estaba en mis planes.

Me recosté de lado en la cama, tomé la almohada a mi lado


y aspiré profundo, aún conservaba el olor del perfume de
Ernesto, aspiré nuevamente disfrutando las sensaciones
que me hacía sentir.

Mi celular sonó de pronto, era un mensaje de él. “¿Estás en


casa?” leí en la pantalla.

“Si” contesté. Pasó un minuto cuando sonó de nuevo


“¿Tomaste las pastillas que te deje?”,

“Ajá” contesté, él no tenía por qué enterarse del asunto del


implante. “¿Estás evitándome?” Leí un nuevo mensaje casi
escuchando su voz demandante. Apenas tardé unos
minutos en contestar cuando mi celular estaba sonando,
era una llamada.

- ¿Me estás evitando? - preguntó con voz autoritaria.

-No claro que no - dije apresurada - es sólo que no me fue


muy bien con mi hermano - le explique con mi voz apagada
mientras en mi rostro se formaba una mueca de disgusto.

-Espera, voy a tu casa y me cuentas…

-No… no tiene que venir - dije sintiendo el corazón latir


fuertemente, pero él ya había colgado.

Me arrepentí de haber dicho esa última frase.

En menos de veinte minutos ya estaban tocando en la


puerta. Antes de abrir respiré hondo para relajarme, Ernesto
Cazares tenía esa habilidad de acelerar mi corazón aún sin
siquiera tocarme.

Abrí la puerta y ahí estaba él, de pie frente a mí mirándome


fijamente dibujando en su rostro una sonrisa demasiado
sensual, contengo mis ganas de abalanzarme sobre él,
ansío intensamente sus labios suaves y carnosos. La
humedad comienza a salir cuando lo escaneo con la
mirada, lleva puesta una camisa casual azul, pantalones de
mezclilla y unos zapatos deportivos que hacen juego con
todo su atuendo haciéndolo parecer relajado y juvenil.

- También puedes admirarme dentro de tu departamento,


¿sabes? - exclamó en tono sarcástico.

- Muy gracioso - espeté con ironía.

Entrecerré los ojos fulminándolo con la mirada, su humor


ácido siempre me sacaba de quicio. Él sonrió aún más
viendo el efecto que causaba en mí sus palabras.

Di media vuelta con rapidez, entrando tras de mí. Apenas


cerró la puerta, me jaló de la mano haciéndome girar
quedando nuevamente frente a frente.

Su mirada de deseo hacía que mi cuerpo se erizara al


instante.

- ¿Sabes cuál es una de las cosas que más me gustan de ti?


- preguntó acercando su rostro unos centímetros cerca del
mío, sentía sus brazos rodearme por la cintura, su agarre
era fuerte.

Negué con la cabeza.

- Que te ves muy sexy cuando te enojas - al momento que


dijo eso me planto un beso para volverme a mirar. Mis
mejillas se enrojecieron al instante. Traté de zafarme de su
agarre, pero él era muy fuerte.

- ¿Puedes soltarme? - le ordené en tono serio.

- Si me das un beso - pidió como cachorrito que quiere su


premio, si no fuera porque me estaba chantajeando me
hubiera derretido por la ternura que su rostro emanaba, sus
ojos brillaban intensamente.

Sabía que sería difícil poder evadir sus peticiones, él era


una persona muy terca, y analizando la situación de la
mañana un beso no se comparaba en nada con todos los
que nos dimos.

Me acerqué lentamente, pero con la intención de sólo darle


un breve beso, en cambio, mis planes fallaron fatalmente,
cuando estuve a sólo milésimas de distancia de sus labios
él me atrajo con fuerza hacía los suyos envolviéndome en
uno de esos besos que te roban el aliento, que te hacen
sentir tocar el cielo y querer aún más. Cómo pude posé mis
manos en su pecho y lo aparté de a poco, noté como su
mirada que antes era cálida pasó a ser gélida.

- ¿Qué pasa? - preguntó analizando la expresión de culpa en


mi rostro. No es que no hubiera disfrutado su beso, me
encantaba, pero no sabía si tenía que esperar un poco más
para que la situación de Diego mejorará, no quería arrastrar
a Ernesto a mis problemas y menos que mi familia lo
rechazará si de por sí sería difícil explicarles que era mi ex
jefe y era mayor que yo por casi siete años.

Agaché la cabeza con remordimiento, él la alzó de nuevo


acariciando mi barbilla.
- ¿Le dijiste a tu hermano de nosotros? - preguntó al ver que
no contestaba su anterior pregunta.

Negué con la cabeza.

- Mi cuñada está molesta conmigo - dije con tristeza.

En un movimiento entrelazo sus dedos a los míos


conduciéndome al sofá de la sala donde me sentó junto a
él rodeándome por la cintura con uno de sus brazos.

- Ahora sí, platícame qué es lo que te mantiene


preocupada.

- Tal vez no estás acostumbrado a lidiar con este tipo de


situaciones y puedas pensar que mis problemas son
infantiles - me excusé agachando la mirada.

Ernesto mantenía una postura serena, me miraba con


atención.

- No estoy acostumbrado a preocuparme por los problemas


de los demás, pero no pienso que los tuyos sean infantiles -
me dijo dedicándome una sonrisa reconfortante que me
hacía sentir bien al instante.

Era mejor que supiera de una vez en que terreno se estaba


metiendo, así sabría también si de verdad estaba
interesado en mí o sólo era un juego para él.

- Está bien - dije suspirando - hace dos años terminé una


relación de varios años con un chico, La relación no
empezó bien y no terminó bien tampoco. Es hermano de mi
cuñada, sus padres son mis padrinos y mis padres los
suyos, somos como familia, mi madre siempre se empeñó
en que yo terminaría casándome con él, así como mi
hermano con Marion mi cuñada, desde niños siempre
convivimos juntos los cuatro. Pasábamos mucho tiempo
juntos. Entre mi hermano Ciro y mi cuñada si nació el amor
llevan juntos más de ocho años incluso planean casarse,
pero con nosotros fue lo contrario, cuando entramos al
colegio él y yo fingimos ser novios para que mi madre no
me molestara y él pudiera salir con cuanta chica quisiera
así fue un tiempo, él era muy rebelde así que yo siempre era
su cuartada. Cuando entramos a preparatoria, muchas
cosas cambiaron ya que éramos adolescentes, de repente
había chicos que se acercaban a mi y el los ahuyentaba
sirviéndose de las influencias que tenía su familia, era un
pedante de lo peor, por esa razón siempre nos la
pasabamos discutiendo hasta que después de pasado un
tiempo descubrimos que sentíamos cierta atracción entre
nosotros, yo me negaba a aceptarlo ya que siempre le lleve
la contra a mi madre al final decidimos intentarlo duramos
tres años de relación para después terminar, después de
eso lo intentamos varias veces pero la verdad es que no
éramos muy compatibles, estaba la intención más la
realidad era muy diferente. Lo llegué a querer demasiado.
Pero también me lastimo mucho…- hice una pausa para
observar su reacción, pero él se mantenía sereno - los
últimos años siempre he tratado de evitarlo en las
reuniones familiares de hecho nunca coincidimos más que
una o dos veces al año, la última vez que lo vi ¿recuerda lo
de mi accidente?

- Como olvidarlo - exclamó haciendo una mueca de


disgusto.

Me acomode de rodillas en el sillón para estar frente a


Ernesto que me veía con atención.

- Esa vez era el aniversario de bodas de mis padrinos y él


llevaba a su novia, todavía se atrevió a decirme que aún no
me olvidaba, discutimos, cuando me enojo siempre dejo
que mi boca hable sin pensar - una sonrisa sarcástica
apareció en sus labios, dándome a entender que eso ya lo
sabía ya que en varias ocasiones me ha visto enfadada -
discutimos muy fuerte y yo de lo enojada, salí del lugar en
el auto de mi madre y conduje a exceso de velocidad
cuando choqué contra un hombre que iba ebrio. Tal vez él
se pasó el verde, pero yo también tuve la culpa pues
conducía irresponsablemente. El punto es que mi cuñada
Marion dice que su hermano esta deprimido y se siente
culpable de lo que paso esa vez, que termino con su novia y
están muy preocupados por su estado de ánimo. Quiere
que lo vea y hable con él - finalicé.

Mis ojos buscaban algún indicio de emoción en los de él,


pero tenía el rostro en blanco.

- ¿Aún lo quieres? - preguntó de golpe, clavando su mirada


en la mía.

- Seré sincera - dije sin importar lo que pudiera pasar


después - pasé casi dos años esperando que por fin las
cosas entre nosotros se dieran como queríamos, pero
nunca funcionaron, en ese tiempo nunca salí con alguien
más sólo me enfoque en mis estudios hasta que lo conocí -
mis ojos se encontraron con los de él - no sé en qué
momento sucedió, pero usted sacudió mi mundo de tal
manera que ahora se ha vuelto mi necesidad.

De pronto sus ojos comenzaron a dilatarse, el brillo en sus


ojos se volvió más intenso al mismo tiempo que se
abalanzó sobre mí ocasionando que mi cuerpo cayera
sobre el asiento del sofá quedando él encima de mí. Me
sentí dentro de una burbuja donde solo existíamos los dos.
Pose mi mano en su nuca acariciando su cabello con
delicadeza para después atraerlo hacia mi. Aunque quisiera
que nuestros besos fueran tiernos él era demasiado
intenso para eso, siempre que me besaba subía mi
temperatura al instante era como una especie de droga de
la cual ya era adicta.

Se separó un poco de mí.

- No quiero que veas a ese tipo - exclamó con voz


autoritaria.

- No pensaba hacerlo - respondí casi al instante.

- Buena chica - dijo regresando a su estado alegre.

Se puso de pie ayudándome a incorporarme también.

- ¿Recuerdas la cita que me prometiste? - preguntó en un


tono pícaro.

Asentí con la cabeza tratando de recomponer mi postura


después de quedar mareada de su último beso.

- La quiero mañana - ordenó tajante.

- Okey - dije algo desconcertada, mientras me preguntaba


en la mente ¿una cita en lunes? qué raro.

Sonrió satisfecho.

- Tengo que irme - dijo tomándome por sorpresa - necesito


arreglar unas cosas con Erik para que me cubra por unos
días, paso por ti a las 6 am no es necesario que pida que
seas puntual ¿verdad?

En mi cabeza resonó “le pediré a Erik que me cubra unos


días”, “paso por ti a las 6 am” aún no terminaba de procesar
sus palabras.
- Espera, ¿qué? - pregunte totalmente confundida.

El ya iba encaminado a la puerta cuando se detuvo.

- Quedamos en que yo escogería la hora, el lugar y los días -


dijo como si le hablara a una niña que tuviera alguna
dificultad para entender.

- La hora 6 am - repetí, él asintió con la cabeza.

- El día mañana - dije.

Asintió con la cabeza.

- Los días… serán tres días. - me corrigió.

- ¿Qué? - interrumpí casi gritando.

- Quiero una cita de tres días - sonrió divertido.

- Tres días no es una cita es un viaje - le reproché


entrecerrando los ojos - no puedo desaparecer, así como
así he irme tres días de vacaciones contigo, además,
¿trabajas mañana que no piensas ir a la empresa en esos
días?

Puso las manos en su bolsillo mientras se sentaba en el


borde del descansa brazo del sofá.

- En primera tu no trabajas así que tienes tiempo, en


segunda le pediré a Erik que me cubra en la empresa esos
días, en tercero serán tres días solamente no es como si
fuera un mes

además, no te pasará nada te voy a cuidar y en cuarto me


prometiste esta cita - dijo enumerando con énfasis cada
una de sus razones.
Si se lo había prometido, pero nunca pensé que tres días,
como desaparecería tres días sin que mi hermano se
enterara, tendría que rogarle por que me cubriera con mis
padres.

Estaba conociendo otra personalidad de Ernesto Cazares


que desconocía por completo, donde había quedado aquel
adicto al trabajo que conocí.

- No puedo creer que vayas a faltar al trabajo, donde quedó


el Ernesto Cazares Workaholic que conocí, si supieran tus
empleados...

Soltó una carcajada burlesca.

- No creo que se enteren y aunque lo hicieran la verdad no


me importa yo soy quien manda en mi empresa y puedo
hacer lo que quiera.

Casi se me olvida que él es una persona muy importante y


con gran poder en la industria.

- Te desconozco - dije sorprendida - ya no pareces el bloque


de hierro que siempre teníamos en la compañía como jefe,
que era frío y sin sentimientos.

Me llevé las manos a la boca haciendo gesto de


sorprendida tratando de ser irónica, no podía dejar esa
oportunidad pasar tenía que recalcárselo.

Él se acercó acechante hacía mí, me tomó por la cintura y


acerco su rostro a mi oído, era una de las acciones que
hacía que mi piel se erizará.

- El hierro con el calor se funde - dijo sensualmente.


Explosión de emociones sentí recorrer todo mi cuerpo.
- ¡Wooow! no sabía que tenía esas frases guardadas en su
vocabulario señor - exclamé con picardía.

Nuestras miradas se cruzaron y mi corazón comenzó a latir


fuertemente de una manera que me hacía sentir felicidad
pura de haber cruzado la vida en mi camino a este hombre
tan apuesto.

- Y esto apenas es poco de lo que conocerás de mí -


exclamó con ese aire de grandeza que lo caracteriza.

- Sólo por eso te mereces un beso - dije juguetona dándole


un beso en la mejilla.

Él entrecerró los ojos aniquilándome con la mirada.

- Eres una tramposa, los besos que quiero no son ahí - se


quejó.

A final del día decidí no involucrar a mi hermano, ya era


tarde como para ir a visitarlo y no sabría como tomaría la
noticia de que saldría de viaje con mi ex jefe con el que
tengo “algo” que aún no tiene nombre. Le avisé que mi jefe
tendría un viaje de negocio, ya que el aún no sabe que me
despidieron y como su asistente personal tenía que viajar
con él, gajes del oficio, por lo que Ciro sólo me pidió que me
cuidara y que le enviara mensaje, aunque sea una vez al día
para saber que estuviera bien. Después tendría tiempo
suficiente para hablar con él sobre todo lo que estaba
sucediendo en mi vida últimamente. A veces la
preocupación de no tener claro que era lo que Ernesto y yo
teníamos se apoderaba de mí, yo le había dejado claro
antes que no me gustaban las relaciones abiertas sin
embargo mis acciones mostraban todo lo contrario,
empezando por el hecho de que ya estuvimos juntos.
Medite mucho, pero decidí que disfrutaría el viaje total sólo
serían tres días y algo mejor que hacer no tenía, como lo
dijo él, ni si quiera estaba trabajando, aunque no se me
olvidaba que era desempleada por su culpa. Si notaba que
las cosas seguían igual como hasta ahora regresando del
viaje al cuál no sabía ni si quiera a donde iríamos porque
Ernesto no quiso decirme, hablaría con él de frente y
directo. Ahora mi mayor problema es que él no me dijo a
donde iríamos solo que era una sorpresa, se limitó a decir
“montañas” y eso porque le rogué que me diera una pista
para poder armar una maleta con ropa adecuada a la
ocasión.

Tenía frente a mi dos maletas y no sabía cuál elegir,


“montañas” era una pista que no significaba nada para mí,
puesto que Montenegro tiene muchas montañas y bosque,
pero todo el año estamos entre 35 y 40 grados centígrados
por lo que hace mucho calor desde primavera hasta otoño,
“montañas” también podría significar frío, para no
quebrarme la cabeza decidí llevar las dos maletas “mujer
prevenida vale por dos” pensé.

***

Había pensado cobrar la promesa de la cita con Sara hasta


el próximo fin de semana, pero debido a nuestra última
platica mi instinto me decía que tenía que actuar rápido.
Ella me dijo que no sentía nada por su ex novio pero
tampoco quería que estuviera en medio de nuestra relación,
ni siquiera sabía quién era, pero ya lo odiaba porque de
alguna manera había provocado el accidente donde ella
sufrió varias lesiones, mientras estuviera conmigo no
dejaría que alguien la volviera a lastimar y si ese tipo se
atrevía a acercarse se las vería conmigo.
No estaba acostumbrado a servirme de jugarretas
infantiles para salir con una mujer, pero Sara era diferente,
para nada era ingenua eso ya lo tenía claro, mucho menos
era tonta, así que tuve que valerme del chantaje para que
pudiera aceptar esta cita de tres días conmigo, tres días en
los que estaríamos solos, no pude evitar que una sonrisa de
lujuria se dibujara en mi rostro, esa mujer había descubierto
una parte de mi personalidad que ni yo mismo conocía, así
que no dejaría que se alejará de nuevo de mi lado.

Después de haber estado juntos por la mañana me di


cuenta que ya no sólo deseaba su cuerpo, quería tener
también su corazón y mente, quería ser el único hombre
que apareciera en sus pensamientos y al único que quisiera
a su lado.

Por la noche cuando le llamé a Erik le di instrucciones


sobre las reuniones y actividades que teníamos
programadas para estos días. Él era capaz de eso no tenía
duda, cuando se trata de trabajo es responsable. Lo que no
pude evitar es que en su tono burlesco peculiar estuviera
aprovechando la oportunidad de echarme en cara todas las
cosas que un día dije que jamás haría por una mujer lo
estaba haciendo ahora, aunque no me gustaba que se
burlarán de mí para nada me afectaban sus comentarios.

Llegué al departamento a la hora acordada, apenas toqué el


timbre ella abrió la puerta jalandome al interior con fuerza
de su pequeña mano, me pareció un gesto divertido.

Mis pupilas se dilataron de placer al verla, su atuendo era


perfecto para el lugar donde nos dirigimos, llevaba una
blusa delgada de manga larga color azul turquesa a tres
cuartos que resaltaban el color de su piel clara, unos jeans
de mezclilla y unas botas color marrón. Su cabello estaba
sujeto en media coleta con un broche de mariposas con
detalles en piedras del mismo color de su blusa.

- Me alegra verte emocionada por nuestro viaje señorita - le


dije rodeando su cuerpo con mis brazos, el abrazo apenas
duró unos instantes ya que con mucha habilidad se zafó de
mi agarre. Mostrandome dos maletas enormes.

- ¿Llevas todo eso para tres días? - me burlé soltando una


carcajada.

Me fulminó con la mirada mientras que aún seguía


divertido.

- Podrías decirme que clima hace a dónde vamos por favor


- pidió con los brazos cruzados.

- El clima es frío por la mañana y noche, y cálido por el día.

- Bien, me llevaré esta - dijo jalando una de sus maletas y


saliendo del departamento sin si quiera esperarme, salí de
prisa tras de ella cerrando la puerta a mis espaldas.

El trayecto de su casa al aeropuerto se mantuvo callada


mirando a través de la ventana, de vez en cuando me
miraba, pero con expresión pensativa. Tal vez estaba
tratando de descifrar a donde nos dirigíamos. Ya
tendríamos tiempo de charlar durante el viaje.

Cuando Sara vio el Jet privado noté como su espalda se


tensó, pero sin decir palabra subió por la escalera de
acceso hasta el interior, nos acomodamos en unos
asientos de piel color marrón, había una pequeña mesa en
medio de los dos que nos separaba, pero estábamos de
frente.
- ¿Pasa algo? - pregunté sintiéndome ignorado al observar
que ella no me veía.

Nuestras miradas se cruzaron, mi mirada pedía una


respuesta.

Noté como sus mejillas se sonrojaron de a poco.

- Yo no sé qué esperas de mí en este viaje y por qué me


llevas a un lugar con montañas, no me gusta el misterio -
dijo posando sus manos sobre la mesa mientras
entrelazaba los dedos.

- Bien - dije con media sonrisa, no quería hacerla enfadar y


que este viaje que aún no comenzaba se echara a perder -
vamos a Mazamitla.

- ¡¿Es en serio?! - gritó.

Mi corazón casi se detiene del susto cuando ella golpeó la


mesa con las palmas de sus manos, su expresión era de
total asombro.

Asentí sin perder la compostura, su expresión cambió a una


de total alegría.

- ¿Has ido antes? - pregunté curioso.

- No, lo que pasa que cada año mis papas procuran


llevarnos de vacaciones al menos tres veces ya que no nos
vemos muy seguido, las vacaciones pasadas propuse que
fuéramos a Mazamitla porque estuve viendo fotos y es un
pueblo muy hermoso, de verdad tenía ganas de ir ahí pero
mi madre terminó decidiendo que iríamos a la playa. -
explicó haciendo una mueca de disgusto.

- Me hace feliz ser yo quien te lo muestre - dije complacido.


- Gracias por estos detalles Ernesto - mi corazón se
ensanchó de emoción al escuchar el sonido de mi nombre
salir de su boca, era la primera vez que lo escuchaba pues
siempre me llamaba de usted - pero ¿por qué lo escogiste
como destino? - preguntó curiosa.

- Vine una vez en mi infancia con mis abuelos maternos,


como tú eres de pueblo pensé que tal vez te gustaría este
lugar tanto como a mi cuando lo conocí - dije sonriente
ladeando la cabeza para poder observar mejor su reacción,
en realidad no podía decirle que la llevaba a Mazamitla
porque estuve revisando su perfil de Instagram donde
había varias fotografías donde pude ver que le gustaba
montar a caballo y ese era el lugar perfecto para hacerlo.

- Gracias - dijo una vez más tomando mis manos entre las
suyas, me alegraba saber que todo lo que estaba haciendo
por ella tenía un efecto positivo, cada vez la sentía más
cerca.

Aprovechando el momento, decidí hacer un esfuerzo por


sincerarme un poco más, aunque aún no llegábamos
planeaba disfrutar este descanso al máximo y eso incluía la
compañia de ella, en mis planes no estaba cortejarla
inocentemente con flores mientras intentaba darle un beso,
eso era para los hombres cursi y yo para nada lo era,
ansiaba enormemente tomarla entre mis manos y hacerle
cosas que ni siquiera ella podía imaginar, todo eso lo
comprobaba al sentir el bulto crecido que tenía entre mis
piernas.

- Gustan algo de beber o comer, señor - se acercó una de


las azafatas que nos acompañaban durante el vuelo.
La aniquilé con la mirada, ella tensó su cuerpo irguiéndose
por completo, como odiaba que me interrumpieran cuando
estaba en un momento de intimidad con ella, arruinaban
todo.

- No y no quiero que nos molesten - le dije con tono


autoritario, la azafata se fue asustada, cerrando la parte de
la cabina donde nos encontrábamos.

Sara me observaba con enfado, en varias ocasiones me


había hecho saber que le molestaba como trataba a la
gente.

- Ven - le dije antes de que ella comenzará a reprochar mi


actitud, la jale de la mano hasta ponerse de pie y la conduje
hasta la pequeña salita que estaba detrás de donde
estábamos sentados hace un momento, me deje caer en
uno de los sofá individual que había, me miraba
desconcertada, tomándola desprevenida la atraje hacía mí
cayendo de rodillas sobre el asiento del sofá, ella trató de
ponerse de pie pero con movimientos suaves pero firmes lo
evite hasta que nuestras bocas quedaron a sólo
centímetros de distancia, su cuerpo estaba casi encima del
mío.

- ¿Qué haces? - preguntó con reclamo, tratando de ponerse


de pie nuevamente.

- Sara yo no soy el tipo de hombre que le gusté estar


jugando a la manita sudada - dije con voz grave por la
excitación que provocaba el tener su cuerpo encima de mi
miembro - te lo dije una vez te deseo, y no tienes idea de
cuánto - pegué mis labios a los suyos - te prometo que, si
me eliges jamás te haré daño, no te abandonaré, no pienso
hacerlo - mi respiración ahora era entrecortada - te quiero.
Nuestras miradas se cruzaron, ella me miraba como
procesando cada una de mis palabras, de pronto su cuerpo
comenzó a relajarse ya sin intentar apartarse de mí, acercó
su boca a la mía y nuestros labios se fundieron en un
ardiente y esperado beso, saboreaba con ferviente deseo
sus labios probándolos, succionándolos. Ella rodeó con sus
brazos mi cabeza, acariciando mi cabello con una de sus
manos, cuando introduje hasta el fondo mi lengua, ella
soltó un pequeño gemido que me hizo sentir en el cielo,
mientras que las caricias en mi cabello ahora se sentían
como jalones de pelo que más que dolerme me excitaban
aún más, pasé ambas manos por debajo de su blusa
disfrutando de la suavidad de su piel, de la cintura hasta su
pecho acaricié cada centímetro de ella, masajeando con
necesidad su pecho. Cuando tenía la intención de quitarle
la blusa, escuché el sonido del altavoz del piloto.

- Hemos llegado a nuestro destino.

Nuestro beso se interrumpió, ella separó sus labios de los


míos, pude ver que sus mejillas estaban rojas como un
tomate, a pesar de que tal vez sentía algo de vergüenza por
la situación a la que la había arrastrado su mirada brillaba
de deseo, deseo por mí.

Tratando de relajar un poco la tensión del momento


después del beso, acaricié su mejilla con suavidad y le di un
breve beso en los labios que no rechazó.

Sonreímos con complicidad. Esta mujer me hacía


realmente feliz.

La ayudé a ponerse de pie, para después bajar del Jet


tomados de la mano. Nos esperaba un día muy largo aún y
me alegraba la manera en que lo habíamos comenzado.
Cuando salimos del avión Ernesto y yo bajamos tomados
de la mano, mis piernas temblaban y mi respiración aún era
agitada. El parecía no inmutarse, ¿cómo podía estar como
si nada después del beso desenfrenado que nos acabamos
de dar? tenía muchas cosas que aprender de él. Me tomó
por sorpresa el hecho de que me confesara que me quería,
sin embargo, me paralicé y no supe qué contestar, ni
siquiera si él esperaba una respuesta de mí, sólo sé que me
abalancé sobre él ansiosa por besarle. Ernesto despertaba
en mí pasiones que eran inexplicables,

Cuando llegamos al estacionamiento del aeropuerto ya


estaba esperándonos una camioneta Ford Lobo Pick up
negra, me pareció hermosa.

Cómo todo un caballero abrió la puerta del copiloto y me


ayudó a subir ya que estaba algo alta, tuve que dar una
enorme zancada para poder entrar. Pensé que el chofer
conduciría, pero estaba equivocada, él le dio las llaves
mientras Ernesto tomaba el volante para encender la
camioneta.

- Me encantan estas camionetas, ojalá algún día pueda


tener una de estas - dije disfrutando del cómodo asiento.

- ¿Te gustan las camionetas? - preguntó él extrañado al


mismo tiempo que la hermosa camioneta avanzaba hacía
la carretera.

- Si, son ideales para mover cosas en los ranchos, mi madre


tiene uno que era de mi abuelo, ahí plantan los frutos de los
dulces que vende en su fábrica - le expliqué tratando de
hacer platica, sólo así desaparecían los nervios que sentía
cuando estaba cerca de él.
- Los dulces de tu madre saben deliciosos al igual que tú -
dijo sin apartar la vista del volante.

- Lo sé - exclamé de pronto siguiéndole el juego.

Ernesto sonrío abiertamente.

- Antes de llegar a nuestra cabaña podemos pasar al pueblo


a desayunar y dar un paseo por el centro.

- Me encantaría - dije con emoción.

Desayunamos en un restaurante típico del pueblo ubicado


frente a la plaza principal, la comida era deliciosa,
caminamos por el centro, nos sentamos en una banca a
comer helado y platicar cosas de nuestras vidas. Estuvimos
largo rato ahí, me platico un poco sobre su familia, los
estudios que realizó en Estados Unidos, su trabajo en la
compañía y sus metas profesionales, él aspira algún día ser
el dueño absoluto de industrias Cazares, pienso que le tiene
mucho cariño a la empresa de su padre por la cantidad de
horas que le dedica a su trabajo y la pasión con la que lo
realiza.

Recordamos la noche en la que fingió estar ebrio para que


lo dejará quedarse en mi departamento. Ese día fuimos
estafados por su primo Erik el me confesó que Ernesto no
estaba borracho y que lo hacía porque estaba enamorado
de mí. Además, me mintió con lo de que vive con su madre
y eso no es verdad, vive solo. Reímos de solo recordarlo.

Su risa era maravillosa.

- ¿Te gusta montar a caballo?

- Me encanta, lo hago desde los ocho años - dije con una


sonrisa iluminada.
Sonrió divertido.

- Iremos a un lugar donde podrás montar- dijo tomándome


de la mano.

Llegamos como a un tipo parque natural de los que se


pueden realizar varias actividades al aire libre, nos rentaron
un caballo por tres horas.

- Con el caballo podemos pasearnos por todo el parque,


¿cierto? - pregunté al encargado.

- Si señorita, desde el área de la cascada hasta acá, excepto


el área de comedor, pueden usar el sendero de aquí a la
cascada es tranquilo.

- ¿No rentarás un caballo para ti? - le pregunté a Ernesto al


mismo tiempo que acariciaba el imponente caballo color
café con crin rubia que estaba frente a nosotros.

- Yo sólo te veré - dijo con una sonrisita nerviosa.

- No sabes montar ¿verdad? - le pregunté divertida.

El negó.

- Esta bien sólo será un caballo señor - dije amablemente.

Cuando estuvimos solos, me giré hacia él, que caminaba al


lado mío.

- Tu montarás conmigo - le dije al momento que


acomodaba mi pie derecho en el estribo, me abalancé con
fuerza quedando sentada sobre el asiento de la montura
del caballo en cuestión de segundos - buen chico - esbocé
acariciando el pelaje del hermoso caballo y tomando las
riendas con firmeza.
Ernesto dio unos pasos hacia atrás al ver como el caballo
comenzaba a dar vueltas en su lugar, creo que no se
imaginaba que es la persona que lo monta la que le indica
que movimientos realizar al caballo, observaba divertida la
mirada de susto de él, aunque mantuviera una postura
serena su mirada lo delataba.

- Yo no subiré - dijo negando al mismo tiempo con la


cabeza.

- El parque es demasiado grande como para que sólo nos


quedemos aquí- le hice berrinche - por favor - le supliqué.

Al ver mis ojitos suplicantes no tuvo más remedio que


acceder.

- Está bien, que tengo que hacer - dijo poniendo los ojos en
blanco.

Le indiqué cómo tenía que subir para quedar sentado sobre


las ancas del caballo. Él subió con gran agilidad, era muy
fuerte.

-Porque me trajiste a montar si tú no sabes? - le pregunté


con ironía ayudándolo a acomodarse.

- Porque sé que te gustan los caballos y quería verte arriba


de uno.

Se sujetó con firmeza de mis caderas, pegándose lo más


posible a mí. Sentí su respiración cerca de mi nuca y un
escalofrío recorrer mi espalda.

Al principio él parecía estar preocupado, pero después que


empezamos el paseo se fue relajando. Trataba de hacer
platica de cosas triviales para que no sintiera miedo.
El paseo por el parque estuvo muy divertido, era un lugar
muy concurrido, aunque fuera lunes, el paisaje era increíble
por donde quiera que volteamos había árboles frondosos,
pasamos por varios riachuelos y puentes de madera.

- Debo confesarte que nunca había montado un caballo -


dijo Ernesto acercando su rostro a mi oído, aún estábamos
arriba del caballo de regreso a entregarlo a su lugar.

- No es tan difícil, te acostumbras ¿te ha gustado el


paseo?

- Si es a tu lado sí - exclamó sonriente.

- Tal vez algún día te enseñe cómo montar.

- Me encantaría.

Cuando entregamos el caballo noté que ya eran alrededor


de las cinco de la tarde o tal vez más, ya que mucha gente
se estaba retirando del parque y este cerraba a las seis de
la tarde. Una ola de viento hizo que mi piel se erizara del
frío provocando que me pegará a Ernesto, él se dio cuenta y
me abrazó al instante.

- Podemos ir a la cabaña - pedí aferrándome a su cuerpo


para obtener un poco de calor.

- Vamos - dijo pasando su mano por mi espalda.

Llegamos a un tipo fraccionamiento de cabañas, Ernesto


me comentó que el lugar se llamaba “Las Arboledas” que
era como un hotel, pero en lugar de habitaciones rentaban
cabañas. Entramos a recepción para pedir nuestra llave y
una señorita muy amable nos indicó como llegar a la
cabaña en que nos hospedaríamos estas dos noches.
Cuando por fin llegamos, la cabaña era enorme de dos
pisos, tenía su propio estacionamiento y jardín con
asadores. Para entrar había un pequeño sendero con piedra
alrededor.

- ¿Tienes hambre? - preguntó Ernesto antes de meter la


llave por el cerrojo de la puerta.

- Si demasiado.

- Mande preparar algo especial para la cena de esta noche -


dijo esbozando una sonrisa seductora que sólo él podía
hacer.

Al abrir la puerta hizo ademán con su mano para que


pasara primero. Al entrar había un pequeño recibidor en
forma de pasillo para dejar los abrigos. El interior era muy
cálido tal vez ya habían encendido la chimenea. Me quite
aprisa el abrigo dejándolo en el perchero que estaba al
entrar para poder ver el interior de la cabaña. Caminé varios
pasos hasta el final del pequeño pasillo, inmediatamente
me llevé las manos a la boca, al ver con asombro que en
una de las paredes de la sala de estar había un letrero con
luces que decía ¿quieres ser mi novia? La chimenea estaba
encendida y en la mesa de centro de la sala había algunos
vinos, tablas de selección de quesos y carnes frías, frutos
secos, dulces, y todo se veía espectacular.

Busqué a Ernesto con la vista, estaba recargado en la pared


del pasillo viendo mi reacción. Se acercó hasta quedar
frente a mí, me miraba fijamente a los ojos dibujando una
sonrisa

de total complacencia.
- Y bien, ¿cuál es tu respuesta? - preguntó clavando su
mirada en la mía.

- Si quiero ser tu novia - dije con grata alegría y mis ojos


cristalinos de emoción.

La mirada de Ernesto se ilumina por la felicidad que le


embarga mi respuesta, me levanta en el aire y me da
vueltas mientras ríe divertido. Felicidad pura, es lo que
siento en este momento. Al bajarme me besa con
efusividad, le correspondo de la misma manera.

Aún embelesada por el momento, miró como saca del


bolsillo de su pantalón una cajita, la abre y saca una
pequeña pulsera color plata, toma mi mano y me la pone
con suavidad, la pulserita tiene una mariposa con detalles
en pequeñas piedras de color rosa oro.

- Es muy linda - digo admirando la pulserita en mi muñeca.

- La verdad no soy un hombre que haga este tipo de


detalles y me ha costado mucho todo esto, pero hago mi
mejor esfuerzo - dice juntando su frente con la mía en un
gesto de cariño.

Pongo mi dedo índice en sus labios, a señal de que guarde


silencio.

- Todo es perfecto - digo al momento que siento mis


pupilas dilatadas por la belleza interior y exterior de este
hombre parado frente a mí, lo abrazó con fuerza sintiendo
la cálida aura que emana de su cuerpo.

Acarició su mejilla con suavidad, me toma de la mano y se


sienta en la escuadra de uno de los sofás, pero ahora sus
movimientos son suaves a comparación de los de esta
mañana. dobla la rodilla que está de lado del respaldo del
sofá quedando un hueco en medio de sus piernas, me invita
a que me siente con él, yo asiento gustosa.

Me abraza fuerte por la espalda mordiendo el lóbulo de la


oreja haciendo que me estremezca de placer.

No sé cuánto tiempo estuvimos platicando, comiendo y


bebiendo, el tiempo se me esfumo demasiado rápido. Posé
mi cabeza sobre su ancho y fuerte pecho permitiendo que
mis fosas nasales percibieron el olor de su aroma, cerré los
ojos disfrutando de estar entre sus brazos. Este momento
era mágico.

Desperté aún soñolienta, no recordaba lo que pasó ayer


después de la cena “me quedé dormida” pensé. El brazo de
Ernesto rodeaba mi cintura. Al sentir que ¡no traía puestos
los jeans! mi corazón comenzó a agitarse, no recordaba
que hubiéramos hecho algo ayer, trataba de recordar
nerviosa, pero estaba segura que me quede dormida en sus
brazos. Quise retirar su brazo lento para no despertarlo,
pero él se pegó más a mí.

- No te levantes todavía - sentí su voz ronca en mi oído,

- ¿Por qué no traigo mis pantalones puestos? - le pregunté.

- Creo que tú y el alcohol no son una buena combinación, te


quedaste profundamente dormida en mis brazos, intenté
despertarte, pero no lo hiciste así que te traje a la cama y te
quité los jeans para que durmieras cómoda - dijo mientras
soltaba un bostezo.

Me gire para quedar frente a él.

Ya había admirado antes su look mañanero, sus cabellos


despeinados lo hacían ver muy sexy. Por un momento me
perdí en sus ojos color marrón oscuro, acaricié con
suavidad el borde de una de sus mejillas deslizando mis
dedos hasta posarse en sus labios, él los besó sin despegar
su mirada de mí, era demasiado seductor como para
resistirme, sentí un estremecimiento en mi cuerpo, pronto
comencé a sentir como mi zona íntima comenzaba a
emanar humedad. Estaba excitada.

Beso una última vez los dedos con los que lo acariciaba
para dirigirlos hasta su pene erecto.

- Ayer me dejaste con las ganas - su ronca voz me paralizó.

Ernesto tomó aire antes de deslizar sus manos por mi


cuello atrayéndome hacía él. Sentí la presión de sus labios
contra los míos. Sus manos bajaron hasta mis hombros
rozando con suavidad mis brazos. Sentí ligeros escalofríos
de placer. Rodeo mi espalda con su brazo libre
estrechándome aún más contra él, mientras yo le mordí el
labio, pude escuchar salir un jadeo de placer.

Mi celular comenzó a timbrar.

- No conteste - me ordenó enfriando la voz.

El sonido que antes había interrumpido nuestro momento


se detuvo para después volver a sonar.

- Porque siempre nos interrumpen - exclamó en tono de


fastidio hundiendo su rostro en mi cuello.

- Tal vez sea importante, sólo veré quien es - dije tratando


de no darle mucha importancia. No tenía idea de quién
llamaba.

Alcancé el móvil de la mesita lateral a la cama.

- Es el señor Erik - le digo un poco extrañada - tal vez está


tratando de comunicarse contigo.
El móvil volvió a sonar, era una nueva llamada de él.

***

Tomé el teléfono de la mano de Sara, estaba molesto por la


interrupción. Me senté en el borde de la cama dándole la
espalda a ella.

- ¿Qué quieres Erik? - espeté con enfado.

- Ernesto, disculpa por llamar, pero frente a mí están dos


elementos de la policía con una orden de arresto - dijo en
seco, la sangre se me enfrió al instante mientras lo
escuchaba - dicen que eres el principal sospechoso del
accidente que sufrió la familia de Selín.

- ¡Eso es ridículo! - me puse de pie al instante, comencé a


pasar mi mano por el cabello desacomodándolo por
completo.

Volteé a ver a Sara, miraba con atención cada uno de mis


movimientos.

- Lo sé, necesitas regresar y aclarar todo esto cuanto


antes.

- Está bien, voy para allá - dije ansioso - llama a mi abogado


que me espere en el juzgado, me iré directo.

Colgué. Si no fuera por el hecho de que el teléfono no era


mío ya lo hubiera aventado contra la pared del coraje que
ahora me embargaba, como se atrevían a ir a mi empresa
acusándome de algo que no hice, en todo caso el culpable
sería mi padre. Imagine, si hubiera estado en la oficina me
hubieran llevado preso en ese instante.

Cerré los puños con fuerza.


- ¿Pasa algo? - preguntó Sara, su rostro proyectaba una
especie de combinación entre preocupación y miedo.

Me senté de nuevo en el borde de la cama, evité mirar su


rostro, no quería ver las reacciones que tuviera cuando le
contará lo que estaba pasando, el mayor de mis miedos era
que creyera que de verdad era culpable y que ya no quisiera
volver a verme, pero tampoco podía ocultarle las cosas, se
terminaría enterando de una u otra forma. Hundí la mitad
de mi rostro en las palmas de mis manos.

- Erik llamó para avisarme que me están acusando de ser


responsable del accidente donde falleció la familia de mi ex
- dije con amargura cerrando mis ojos con fuerza.

- Tu no serias capaz ¿verdad? - dijo entrecortando la voz,


me maldije por dentro, apenas ayer le había declarado mi
amor abiertamente aceptando ser mi novia. Sentía que me
llevaba el carajo. No quería perderla.

Me puse de pie girándome hacia ella.

- Todo esto es un mal entendido que se aclarara tan pronto


como estemos otra vez en la capital - dije clavando la
mirada en sus ojos, buscando algún indicio de que me
estaba creyendo - sé que aún falta mucho por conocer de
mí, pero necesito que me creas en este momento Sara, no
soy un asesino - Sentí como se me hizo un nudo en la
garganta.

Sin decir palabra, se puso de pie sobre la cama y caminó


hacia mí, la alcé en peso como si fuera una niña pequeña, la
abracé fuerte deseando no soltarla nunca.

- Te creo - susurró en mi oído. Esas dos palabras disiparon


todo el miedo que había sentido hace un momento.
Entonces me di cuenta de que no me había equivocado al
haberla elegido como mi mujer.

- Te creo Ernesto, pero ¿por qué te están culpando? -


pregunto penetrándome con esos ojos oscuros que tiene.
Antes de contestarle me senté en la cama sentándola en mi
regazo.

- Lo más probable es porque rompí con Selín nuestro


compromiso días antes del accidente, ella no lo tomó tan
bien y acabamos en malos términos entre nuestras familias
- expliqué mientras percibía el olor a flores de su perfume.

- ¿Te ibas a casar con ella? - preguntó exaltada.

Solté una risotada.

- Jamás me casaría con ella, sólo la soportaba por que su


padre y mi padre tenían negocios pero nuestra relación
siempre fue una farsa, ella era la única que creía que podría
funcionar- mire como en su cara se proyectó cierta culpa -
si te estás preguntando si tu fuiste la razón por la que
termine mi compromiso, la respuesta es no, terminé con
ella porque ya estaba fastidiado de la farsa que desde
adolescentes nos habían hecho actuar, sólo aguantaba
porque mi padre constantemente me amenazaba con
quitarme el control de la empresa, pero trabajé muchos
años con mucho esfuerzo para que Industrias Cazares
necesitará de mí y no yo de ella, sin mí dirección la empresa
se vendría abajo por eso es que mi padre aceptó el
rompimiento - le expliqué terminando con un suspiró.

Ella acomodo su frente sobre la mía, nuestros labios se


unieron en un breve beso.

- Vamos, tenemos que irnos - dije con desazón.


El trayecto de regreso a la capital se me hizo eterno, casi no
cruzamos palabra. Me hundí en mis pensamientos, lo que
más me preocupaba era las pérdidas que se generarían en
la empresa si se llegaban a dar cuenta de que tenía una
demanda encima, probar mi inocencia sería fácil puesto
que los días en los que ocurrió el accidente me quedé hasta
tarde a trabajar en la oficina por lo que mostrando las
imágenes de las cámaras de seguridad lo podría probar,
pero la pregunta que me atormentaba era ¿quién me había
demandado? Según tenía entendido Selín no estaba en el
país.

Al aterrizar, Sara y yo bajamos tomados de la mano, era mi


novia y quería que todo mundo lo supiera.

Erik nos esperaba en su auto para dirigirnos directo al


juzgado, tenía que hacer frente a la falsa acusación que se
me había impuesto.

- Buenas tardes señor Erik - saludo Sara con amabilidad.

- Hola Sara, qué gusto verte, ya veo que, aunque se fueron


un día no desperdiciaron el tiempo - dijo burlesco mientras
señalaba con la barbilla que íbamos tomados de la mano.

Sara se puso roja como un tomate lo que me dio ternura.


Sonreí complacido.

- Cállate y vámonos - le ordené en el tono habitual que


acostumbraba tratarlo.

Él hizo unos gestos con la cara que sólo yo entendí, se


estaba burlando de mí.

- En verdad te admiro Sara, mira que irte de viaje con


Ernesto, gran valor - ya íbamos en carretera y seguía
hablando de esa forma sarcástica que me saca de mis
casillas.

Tuve que aguantar todos sus comentarios hasta que


llegamos al juzgado, de alguna manera Erik tenía un humor
que hacía que a cualquiera se le olvidaran sus problemas,
pero ahora estaba en el juzgado y no sabía si podría
comprobar pronto mi inocencia, del sólo imaginarme pasar
una noche encerrado como delincuente se me revolvía el
estómago.

Bajamos del auto y entramos a la oficina del juzgado.

- Lo estábamos esperando señor Cazares, pase por aquí -


dijo un hombre vestido de uniforme policial apenas dimos
el primer paso en el juzgado.

Ernesto se mantuvo inerte ante el oficial.

- Pase por aquí - le indicó con la mano.

Ernesto nos miró de reojo, su mirada hizo que mi pecho se


oprimiera por la sensación de no saber qué pasará con él.
Me dolía verlo con el rostro apagado, él siempre tenía un
brillo en sus ojos, aunque estuviera de mal humor, pero
ahora ese brillo había desaparecido.

El oficial y él entraron a una oficina cerrando la puerta a


nuestra vista.

- Ven, vamos a esperar aquí - dijo el señor Erik volviéndome


a la realidad. Señaló con la mano una pequeña salita de
espera.

Asentí desanimada.

- Todo va a estar bien - me reconfortó el señor Erik al ver mi


rostro preocupado - Ernesto podrá parecer frío y sin
sentimientos, pero asesino no es - afirmó con una pequeña
sonrisa.

- Deseo de todo corazón que todo se aclare pronto -


confirmé.

Él posó su mano por mi espalda en señal de apoyo. Sonreí


con desgana.

- Me alegra mucho que Ernesto tenga alguien que lo apoye


y lo quiera - dijo en tono serio - él tiene muchas heridas en
su corazón, pero estoy seguro que contigo a su lado él será
feliz.

Yo suponía que el comportamiento cerrado de Ernesto era


derivado de algunos problemas que habría tenido en el
pasado, lo último que me platico es que no se llevaba muy
bien con sus padres, tal vez tenga traumas de su infancia,
sentí como mi corazón se estrujo, haría todo lo posible para
que él estuviera bien y no sufriera más.

- ¿Puede platicarme un poco sobre esas heridas? -


pregunté. Necesitaba indagar sobre el pasado de mi ahora
novio si deseaba poder comprenderlo mejor y que nuestra
relación funcionara, apenas llevábamos un día y ya estaban
sucediendo cosas malas. Deseaba con todo mi ser que
todo mejorará pronto.

- Ernesto siempre ha estado muy solo, mi tío es muy frío


con él y no mantienen un vínculo afectivo fuerte, la única
que siempre lo apoya es su madre, pero tampoco no tienen
una conversación muy fluida que digamos, siempre estuvo
de internado en internado la mayor parte de su vida y pues
Karla y él tampoco no se llevan.
Se notaba que al señor Erik le importaba mucho Ernesto, el
de verdad lo quería como si fuera un hermano.

- ¿Quién es Karla? - pregunté intrigada.

- ¿No te ha platicado Ernesto? - preguntó con asombro.

Negué con la cabeza

- Karla es su hermana, ella estudia en el extrajero más o


menos tiene tu edad, casi no viene de visita.

No sabía que Ernesto tuviera una hermana, por dentro


sentía vergüenza, no conocía casi nada de él.

***

Dentro de la oficina se encontraba esperándome el


encargado oficial del caso, el abogado de la familia y mi
padre, lo fulminé con odio al verlo sentado con tal
tranquilidad como si nada pasara, y yo mientras pagó sus
platos rotos.

La puerta de la oficina se cerró a mis espaldas.

- Aquí me tiene oficial, para aclarar la falsa acusación que


se me ha hecho - espeté autoritario.

- Siéntese por favor señor Cazares - dijo el oficial


indicándome una silla a lado del abogado.

Mire con desdén al oficial, estaba impaciente por acelerar


todo este asunto.

- El dia de ayer por la mañana llegó a nuestras oficinas un


sobre con la grabación de un video en el que se observa a
una persona muy parecida a usted dentro de las
instalaciones del hangar del aeropuerto el mismo día en
que sucedió el accidente de la familia Ramírez. Su
inocencia ha quedado probado señor Cazares, gracias a las
pruebas que su abogado presentó hace unos momentos de
las cámaras de seguridad de su empresa y su casa, no
coinciden con las de los hechos.

- ¿Para eso me hizo venir hasta aquí? por un video alterado


- exclamé con furia resaltando su ineptitud.

- Seguimos los protocolos señor, tenemos que ir por usted


para esclarecer todas las sospechas, aquí el asunto es que
alguien trató de inculparlo, en este caso se le sugiere abrir
una carpeta de investigación por medio de una denuncia.

Me puse de pie y fui directo hasta donde estaba el oficial,


sentía una especie de furia brotar por mis poros, lo tomé de
la camisa y lo levanté de la silla.

- ¿Y quién va a pagar por las pérdidas que este escándalo le


generé a mi empresa? - le reclamé con rabia.

- Cálmese o tendremos que detenerlo en verdad - la voz del


oficial se entrecortaba por el miedo de mi ira. Al momento
de decir eso, hizo una seña con la barbilla, apenas volteé a
mis espaldas cuando sentí el sonido de una esposa
cerrarse, me giré enseguida, el oficial con una maniobra me
sujetó por la espalda y ya tenía la otra esposa puesta.

- ¡Quíteme esto! - le exigí con los ojos ya inyectados en


sangre por la rabia.

- Cálmese primero y después le quitaremos las esposas.

- Cálmate Ernesto - escuché la voz de mi padre, lo fulminé


con la mirada.
Respire profundo tratando de controlarme, de otra manera
no me dejarían ir tan fácil.

***

De pronto escuchamos gritos y golpes dentro de la oficina,


Erik y yo nos pusimos de pie al momento en que la puerta
se abrió. Ernesto salió esposado seguido del oficial de
policía. Detrás de ellos salió un hombre y pude reconocer a
su padre.

La cara de Ernesto era de completa furia contenida, sus


mejillas estaban rojas y sus ojos también. Él no me veía.

- ¿Pero qué paso? ¿Por qué lo esposaron? - preguntó el


señor Erik preocupado.

- Ernesto trató de golpear al oficial - exclamó su padre con


sorna.

- ¿Es en serio? se supone que vienes a probar tu inocencia


no a hundirte más primo - lo regañó Erik.

Eĺ puso los ojos en blanco. Yo me limité a ver la escena,


esto estaba fuera de mi control, nunca antes había pisado
un juzgado.

- De gracias que no golpeo a alguien de lo contrario le


habríamos tenido que aplicar el castigo correspondiente -
dijo el oficial abriendo las esposas.

- Le recomiendo que a la otra verifique primero su


información y después acuse - soltó severo.

- Ya se pueden retirar, en caso de que haya alguna novedad


se les notificará - dijo el oficial.

El padre de Ernesto asintió.


Cuando estuvimos fuera del juzgado, Ernesto le pidió al
señor Erik que nos llevará a mi casa, pero su padre
comentó que su madre estaba muy preocupada, lo cual él
terminó cediendo a sus peticiones, por lo que ahora nos
dirigimos a su casa.

Sentía una ola de nervios en mi cuerpo por conocer a su


madre, se supone que conoces a la familia tiempo después
cuando la relación es estable, al menos eso es lo que se
acostumbra en Montenegro, todo estaba sucediendo
demasiado rápido y lo peor es que era en una mala
circunstancia.

Entramos por una gran puerta forjada que conducía a un


sendero donde se podía vislumbrar una hermosa y
gigantesca residencia color blanco.

Ernesto abrió la puerta del coche ayudándome a bajar.

- Ernesto yo… - dije con nerviosismo evidente.

- Tranquila - me besó en la frente. Entrelazo su mano con la


mía.

La puerta se abrió entrando primero su padre y Erik,


enseguida nosotros.

Pasamos el enorme recibidor, para ir a la sala de estar, la


casa donde vivía era enorme por donde quiera que volteaba
toda llena de lujo y muebles clásicos. Ni siquiera tuve
tiempo de

observar con detalle puesto que la voz de su madre se hizo


presente en la sala.

- ¡Hijo, regresaste! tenía mucho miedo de que te dejarán


preso - chilló su madre abrazándolo fuerte.
La señora era una persona de unos cincuenta años, cabello
corto pero un peinado muy producido que la hacía ver muy
joven, vestía una falda y blusa tipo sastre color negro.
Después del saludo, detuvo su mirada en mí.

- Mamá, ella es Sara es mi novia - dijo Ernesto posando su


mano en mi espalda.

- Mucho gusto señora soy Sara Cortés - dije con voz amable
y poniendo mi mejor sonrisa.

La señora ni siquiera hizo una mueca. Sólo se limitó a


sonreír falsamente.

- Mal momento para traerla hijo, ya que tenemos visita - dijo


ella apuntando con la vista a una rubia sentada en uno de
los sillones.

La rubia se levantó y cuando ella se giró para vernos, mi


cuerpo se tensó al instante. Era Selín la ex novia de
Ernesto.

Ella se acercó desafiante, posó su mirada en mí.

- ¡Vaya! Así que te quedaste con la asistente - exclamó en


tono despectivo.

Ernesto contrajo su mandíbula con enfado.

- ¿Qué no estabas fuera del país Selín? - preguntó el padre


de Ernesto.

- Decidí regresar hace unos días y vine aquí después de


enterarme de la acusación que le habían hecho a Ernesto,
claro que tu no podrías ser culpable, todo fue un accidente -
explicó fingiendo una voz amable.
- Ya demostré que soy inocente, ya no tienes nada que
hacer aquí - dijo Ernesto mientras la fulminaba con la
mirada.

Se notaba que a él le molestaba su presencia.

Selín se acercó unos pasos más hacía nosotros.

- Si ya me voy… - dijo en tono burlón - bueno no sin antes


advertir a la asistente sobre cómo juegas con las mujeres -
me dirigió una sonrisa macabra.

Yo estaba inmóvil no sabía cómo reaccionar ante tal


bochornosa situación, sentía las miradas de todos los
presentes posarse sobre mí excepto la de él que estaba fija
en su ex.

- Fui diez años novia de Ernesto, casi nos casamos - dijo


sarcástica - en ese tiempo me trató como un trapo, algo
desechable, mientras estuvo conmigo se tiró a cuanta
mujer pudo yo sólo era su fachada.

- Cállate Selín - le ordenó con ira.

- ¿Por qué me voy a callar? sabes que es la verdad - ella lo


estaba desafiando - Ernesto cree que una mujer es como
una muñeca que puede hacer con ella lo que quiera, eso
mismo hará contigo si es que no ha empezado todavía, te
va a manipular, gritar, hacer llorar, ¿te suena familiar? - ella
me miraba fijamente.

- ¡Selín! Por favor… - escuche la voz de Erik, pero en mi


cabeza resonaban sus palabras, ¿eso era cierto? él mismo
lo dijo, estuvieron juntos casi 10 años, pero en los últimos
días se había portado tan bien conmigo, aunque también
conocía su peor lado, a todo mundo a su alrededor trataba
mal. Sentí un vacío en mi cuerpo, ella estaba jugando con
mi mente.

- Apoco creíste que él va a terminar quedándose con


alguien como tú, ¿crees que eres digna de algún día ser la
esposa del heredero de la familia Cazares? una simple
asistente mocosa que ni siquiera ha terminado la
universidad - seguía soltando su veneno sobre mí.

Lo último que dijo me cayó como balde de agua frío, en eso


tenía razón yo era una simple estudiante y él era uno de los
empresarios más poderosos del país. ¿por qué estaba
conmigo?

- Tu y yo tenemos que hablar - soltó de pronto Ernesto


jalándola del codo hasta llevarla a una habitación con una
puerta enorme de madera.

- ¡Suéltame! Me estás lastimando - gritaba ella.

Erik y el padre de Ernesto me veían con lástima ante la


situación, su madre sonreía como si estuviera feliz de mi
desgracia. No tenía caso quedarme un minuto más ahí.

- Será mejor que me vaya - dije en tono apagado mientras


trataba con todas mis fuerzas de contener las lágrimas que
estaban por salir de mis ojos.

- ¿No esperarás a Ernesto? - preguntó su padre.

Negué con la cabeza, ya no podía hablar del nudo en la


garganta que se me había formado.

- Yo te llevo - se ofreció el señor Erik.

***
- ¡Me lastimas Ernesto, suéltame! - gritó Selín, me contuve
con todas mis fuerzas para no aventarla contra el sofá del
despacho de mi padre.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - le grité lleno de ira.

Siempre había tenido paciencia con ella, pero me quedaba


poco para perderla. Estaba consciente de que siempre se
comportaba como una niña mimada, pero eso no le daba el
derecho de lastimar de esa forma a Sara. Tan sólo de
recordar su rostro apagado y triste, me llenaba de coraje.

- Lo que le dije a tu noviecita es la verdad, tú eres un


maldito - exclamó ella llena de rabia.

Me llevé la mano al cabello tratando de controlarme.

- Soy un maldito porque siempre fui sincero contigo al


decirte que no te amaba, nunca te mentí y tu lo sabías - le
recordé con ironía.

Ella se tiró de rodillas al suelo.

- ¡Te odio Ernesto Cazares! - gritó llorando.

- El odio es mutuo - dije secamente.

Permanecí inerte viendo como lloraba en el piso, hasta que


mi paciencia se agotó.

La tomé de los brazos y la levanté.

- ¡Mírame! - le ordené, ella levantó la vista a regañadientes


hasta que nuestras miradas se cruzaron - te prohíbo que
vuelvas a tratar así a Sara, siquiera a dirigirle la palabra,
entendiste, Sara es mi novia y la vas a respetar, yo a ti no te
quiero volver a ver en toda mi vida.
Cuando la solté ella se puso de pie, podía ver la furia en sus
ojos.

- ¿Me estás amenazando?

- Si te vuelves a acercar a Sara me conocerás en serio - mi


voz era grave por la cólera que sentía en ese momento.

Me gire dispuesto a salir del despacho.

- ¿Qué tiene de especial ella que no tenga yo? - preguntó


desesperada.

- Ella es el amor de mi vida, Selín.

Al salir del despacho cerré de un portazo la puerta. Volteé


en dirección hacia la sala no vi a nadie, mi corazón
comenzó a agitarse. Mi padre estaba sentado en uno de los
sofás fumando un puro.

- ¿Dónde está Sara, padre? - le pregunté con angustia.

Soltó una bocanada de humo.

- Se fue a su casa, hijo, Erik la llevó - dijo con toda


despreocupación.

- ¿Por qué no me espero? - pregunté agitado.

- Creo que le afectaron las palabras de Selín, pensé que ya


no la volveríamos a ver - dijo mi padre aspirando del puro.
Yo también esperaba lo mismo, pero parecía nunca
desaparecer de mi vida.

- Iré a buscarla - suspiré.

Mi padre me analizó con su mirada calculadora mientras


jugueteaba con el puro que fumaba.
- Nunca te había visto tan ilusionado con alguien - dijo
sereno.

- Será porque es la primera vez que puedo elegir con quien


estar sin que te entrometas- le solté con ironía.

Mi padre sonrió sarcástico.

***

- Sara, ¿estás bien? - preguntó Erik al ver de reojo mientras


conducía como una gotita de lagrima caía sobre mi mejilla,
la limpie con rapidez.

Negué con la cabeza.

- Erik - tragué saliva tratando de que la voz no me fallará -


¿es verdad todo lo que dijo esa mujer? - pregunté
suplicando una respuesta.

Él apretó la quijada.

- Sara yo no quisiera meterme en su relación, Ernesto es


muy especial con eso - dijo en tono serio.

- Por favor, sólo te pido una respuesta sincera - le rogué.

Él suspiró vencido.

- La relación que tuvieron era arreglada, se conocieron


desde muy jóvenes y no se llevaban bien, supongo que por
eso Selín dice que él la trataba mal, muchas veces era para
que ella se alejará, pero nunca lo hizo, está obsesionada
con él, Ernesto nunca quiso ese acuerdo, pero estaba de
por medio la empresa que es lo que a él tanto le importa,
por eso duraron tanto.
- Y ¿tú piensas que él trata mal a la gente? - pregunté sin
mirarlo directamente ya que sabía la respuesta.

- Ernesto tiene su temperamento, mi tío era igual de joven -


dijo con una media sonrisa - el punto es, si tú quieres estar
con alguien así… - hizo una pausa - si él te trata bien, te
respeta y te cuida adelante, él podrá ser muchas cosas,
pero todo lo frío que se ve por fuera es sólo una coraza que
tal vez sólo tú puedas desaparecer.

¿Podría?

Di las gracias a Erik por haberme traído a casa, él se


despidió con una sonrisa amable.

Entré al departamento con el ánimo por el suelo, me dejé


caer en el sofá de la pequeña sala. Tomé mi celular y
escribí un mensaje de texto a mi hermano ya que sólo le
avise cuando habíamos llegado a Mazamitla, pero ya no le
envíe más, sólo le avisaría que ya estaba otra vez en la
capital.

Cuando di enviar, el sonido del timbre de la puerta me hizo


estremecer, ¿era Ernesto? me encogí de hombros como si
me estuviera escondiendo de alguien en el sofá, otra vez el
sonido del timbre, ¡rayos! lo más seguro es que si fuera él.
No me apetecía verlo en este momento, pero no podía
dejarlo afuera cuando de seguro sabía que estaba dentro
del departamento. De pronto una llamada recibida en mi
celular comenzó a sonar fuerte por toda la sala. Era una
llamada de Ernesto. Ahora ya estaba seguro que me
encontraba en mi departamento ya que cuando iba a
contestar la llamada ésta cesó.
- ¡Sara, ábreme por favor! - escuché su voz ronca
autoritaria. Mi piel se erizo al escuchar su voz. Sentí los
nervios correr por todo mi cuerpo.

- ¡Sara! - escuché de nuevo.

Cerré los ojos con fuerza por un breve instante, me levanté


del sofá y fui a donde la puerta, quité el pestillo de la puerta
lentamente y giré la perilla.

Al abrir la puerta ahí estaba él, clavando su mirada de fuego


en la mía.

- ¿Podemos hablar? - dijo mirándome fijamente a los ojos,


su mirada era hipnotizante para mí, asentí sin decir palabra,
hice un ademán con la mano invitándolo a pasar.

Apenas y dio unos cuantos pasos, cerré la puerta y él se


giró hacia mí.

- Sara siento haberte puesto en esa situación tan incómoda,


de haber sabido que eso pasaría no te hubiera llevado - se
disculpó al mismo tiempo que se acercó para abrazarme,
mi instinto me hizo retroceder unos pasos alejándome de él
antes de que me tocará, entrecerró los ojos extrañado.
Evadí su mirada pasando por un lado de él para sentarme
en el sofá mientras hundía la mitad de mi rostro en mis
manos.

- Yo estoy confundida, las que cosas que dijo… se quedaron


grabadas en mi mente, ella dijo que tú la trataste muy mal -
le dije con amargura en mi voz.

Él se sentó a un lado de mí en el reposabrazos del sofá,


tuve que ponerme de pie para no embriagarme con el aura
de su presencia o podía flaquear, necesitaba las respuestas
de su propia boca. Él sintió mi rechazo porque pude notar
que entristeció su mirada, mi corazón se apretó con fuerza,
pero respeto mi espacio.

- No voy a negar que Selín y yo no nos llevábamos bien, la


relación que tuvimos era por mero acuerdo, hubo un tiempo
que la trate muy mal porque quería que ella fuera la que
terminará conmigo, pero eso no pasaba, más se
encaprichó, ella es una mujer muy difícil- hizo una pausa
esperando una reacción de mí - yo jamás te trataría de esa
manera.

Su respuesta era sincera lo podía ver en su mirada.

- Te creo - le dije mordiéndome el labio.

Su mirada se convirtió en una de deseo casi al instante.

- ¿Hay algo más que te preocupe? - preguntó al ver que


seguía inmóvil en mi lugar, tal vez él esperaba que me
lanzara a sus brazos, y lo deseaba, pero aún tenía una
pregunta más.

- ¿Por qué yo? ¿Por qué te fijaste en mí? - pregunté


anhelante de respuesta.

Él se puso de pie, y caminó hacía mí, pero se detuvo a unos


pasos de distancia evitando la reacción de hace un
momento en que me alejé. Mantenía su espalda recta y las
manos en los bolsillos. Su mirada era suave por lo que no
me atemorizaba.

- Hay cosas que no tienen una razón simplemente se


sienten - me dijo penetrándome con su mirada,
acercándose sólo un paso hacia mí analizando mis
movimientos. Cuando escuché las palabras de su boca, mi
cuerpo se estremeció, era el Ernesto del que me enamoré,
el lado de él que me erizaba la piel.
- ¿Aunque sea una simple estudiante aún sin título? -
pregunté como niña pequeña.

Él esbozó una sonrisa.

- Así como tú te ves ahora, yo me vi hace algunos años, es


parte de la vida, algún día serás una gran ingeniera y yo
quiero estar ahí para apoyarte - dijo acariciándome la
mejilla.

Me abalancé sobre sus brazos, rodeé su cintura con mis


delgados brazos hundiendo mi rostro en su ancho pecho, él
tomó mi barbilla alzando para poder verme a los ojos.

- Te quiero.

- Te quiero más - dijo para después buscar mis labios


uniéndolos en un ansiado beso, su aliento caliente con olor
a menta encendió mi cuerpo casi al instante, apretó mi
cuerpo al de él con fuerza. sentí como avanzamos unos
pasos mientras aún disfrutaba de sus labios suaves, me
mordió el labio para después darme cuenta que tope con la
pared de la sala junto a la televisión. Nuestro beso se volvió
más feroz con ansias de saciar todo el deseo que sentimos
el uno por el otro. De repente me levantó en el viento
apoyándome contra la pared apretando con fuerza mis
muslos mientras yo me aferraba con mis brazos a sus
hombros. El hundió su rostro en mi cuello besando hasta
morder el lobulo de mi oreja, lo que provocó un sin fin de
emociones exitantes que hicieron que me estremeciera al
contacto, arquee la espalda del placer que me hacía sentir
mi novio, emití un gemido de placer que lo hizo acelerar sus
besos en mí cuerpo, en peso me llevó al sillón más grande
depositándome ahí.
Ese día lo hicimos entre los muebles de la sala, el piso y la
pared, nuestra urgencia de estar juntos no permitió que
llegáramos hasta la cama. Jamás lo había hecho en otro
lugar que no fuera la habitación de dormir, esta era una
nueva experiencia para mí y junto a él lo volvería a repetir.

Los siguientes días Ernesto se la paso en mi casa como si


fuera la de él, no es que me molestara, pero al parecer no le
apetecía ir a la suya, Llegaba del trabajo entre las siete y las
nueve de la noche dependiendo la carga de actividades que
tuviera durante el día en la empresa, a veces llegaba con la
cena, a veces salíamos a algún lugar a cenar, y el fin de
semana aprovechamos para salir a pasear. Era como si
fuéramos recién casados, además de que casi todos los
días teníamos sexo, como me comentó sobre ir al doctor
para cuidarnos ya que no estaba en nuestros planes un hijo
tuve que confesarle el “detalle” del implante, pensé que tal
vez se molestaría ya que me lo había puesto cuando estaba
con Diego pero lejos de molestarse creo que le agrado
puesto que ahora sabía que podiamos tener relaciones sin
preocuparnos por tener un hijo no planeado. “La
responsabilidad ante todo” pensé.

Era un jueves por la tarde y había decidido cocinar la cena


con mis propias manos para sorprender a Ernesto, le llame
a nana Clarita para que me dijera su receta del estofado de
pollo que le queda delicioso, aunque no era muy buena para
la cocina anote con mucho cuidado cada una de las
instrucciones que me dio. A ella se le hizo raro que me
interesara en cocinar pues me conocía demasiado bien y
sabía que el cocinar no estaba en mi lista de pasatiempos
favoritos, sin embargo, antes de colgar me dijo que
esperaba todo me saliera perfecto, como si supiera que
estaba cocinando para un chico.
Ya tenía el estofado en el horno y el arroz en la olla, cuando
vi una llamada entrante en mi celular. Era Ernesto, mi
corazón se agitó alegremente por la llamada.

- Hola - contesté.

- Hola amor, hoy no llegaré a tu casa, estoy en el hospital mi


madre se sintió mal - su voz se escuchaba apagada.

- ¿Cómo está? - pregunté preocupada, aunque la Sra.


Cazares no me trató muy bien la vez que la conocí era la
mamá de Ernesto.

- Ya mejor, le bajó la presión - respondió.

- Esta bien, no te preocupes, espero se recupere pronto.

- Gracias, te quiero.

- Yo también te quiero - contesté.

¿Ahora qué haría con la cena que había preparado? Tal vez
este era buen momento para hablar con Ciro sobre mi
relación con Ernesto.

Llamé a Ciro y para mi fortuna estaba libre ya que Marion


tuvo que quedarse a una guardia del segundo turno, lo
invité a cenar y él aceptó gustoso.

Cuando mi hermano tocó el timbre a la puerta ya tenía la


mesa puesta, hasta pude ir rápidamente a comprar un
vinito para la ocasión.

- Hola Sarí - me saludó con una gran sonrisa, ya habían


pasado poco más de dos semanas desde que no nos
veíamos.
- ¡Hermano! - me abalancé a sus brazos - te he extrañado
mucho Ciro.

Él correspondió mi abrazo efusivamente.

- Yo también te extraño, no sabes cuánto - susurró cerca de


mi oreja.

Pasamos a la mesita de cristal del comedor de mi


apartamento y cuando vio que todo estaba servido hizo una
expresión de asombro en su rostro.

- ¿Hoy es un día especial? ó ¿qué pasa aquí? - preguntó


con extrañeza, él me conocía demasiado bien y sabía que
sólo cocinaría si fuera una fecha o motivo especial.

Sonreí un poco traviesa mientras servía una copa de vino


para cada quién.

- Para nada, sólo tenía ganas de ver a mi hermano favorito -


él entrecerró los ojos para después ponerlos en blanco.

- Soy tu único hermano, ¿qué está pasando? - preguntó


ahora en tono autoritario.

- Podemos platicar mientras cenamos, anda, siéntate - le


invité.

Suspiró como derrotado. Él siempre me consentía.

- Bien, ahora si dime que pasa - dijo mirándome


directamente a los ojos.

Jugué un poco con la servilleta antes de comenzar a hablar,


Ciro se veía de buen humor, esperaba con todo mi corazón
que algún día pudiera llevarse bien con Ernesto, mi
hermano era un hombre muy educado, paciente y amable,
pero cuando se trataba de su hermanita pequeña podía
defenderme contra viento y marea.

- ¿Recuerdas que te platiqué de mi jefe, el robot gruñón? -


dije mientras bebía un sorbo de vino. Ahora que Ernesto era
mi novio por poco se me olvidaba el apodo que le había
puesto, si el supiera, reí por dentro.

Ciro asintió casi al instante.

- Si lo recuerdo ¿el que trata mal a sus empleados, cierto?

- Ajá, él mismo - dije tratando de no parecer tan obvia, ya


que estaba admitiendo ese lado de Ernesto del que para
nada me siento orgullosa, pero era lo único con lo que mi
hermano lo identificaba puesto que era lo único que le
había platicado de él. Ahora mismo me sentí como entre la
espada y la pared. Pero tenía que decirle, algún día
terminaría dándose cuenta, si algún día venía sin avisar y se
lo encontrará aquí en el departamento no querría saber qué
es lo que pasaría, los dos tenían un temperamento muy
explosivo.

Suspiré profundo y tomé un trago grande de vino casi hasta


que pude ver el fondo de la copa.

- Ciro, entre nosotros nunca nos hemos ocultado cosas -


dije preparándome para la próxima frase que saldría de mi
boca - mi jefe es mi novio.

Ya estaba dicho, no había vuelta atrás, ahora tendría que


ver la reacción de mi hermano.

- ¡Estas de broma, Sara! - gritó mi hermano casi


atragantándose con un pedazo de estofado. Su mirada
amable que hace unos momentos tenía ahora era de
enfado.
Negué rápidamente con la cabeza.

- No es una broma, mi jefe es mi novio, no sé cómo pasó,


sólo sé que pasó y nos queremos - dije medio chillando
casi como si estuviera pidiendo perdón por algo que no
debería haber hecho.

Ciro se puso de pie, negaba con la cabeza.

- ¿De verdad te enamoraste de tu jefe? - preguntó


expectante.

- Si, al principio trataba de negarlo ya que no sabía si seguía


amando a Diego o no, pero conforme pasó el tiempo mis
sentimientos por él se fueron intensificando hasta el punto
de llegar a necesitarlo cerca de mí - me justifiqué como una
chiquilla - sólo quiero que me apoyes - le supliqué
aferrándome a él con los brazos.

Él acarició con ternura mi cabello. Suspiró de nuevo.

- No sé qué decirte, sospechaba que salías con alguien,


pero ¿con tu jefe? ¿Qué no tiene como treinta Sara? -
preguntó reacio.

- Tiene 27 me gana sólo por cinco años, no es tanto - dije


tratando de restarle importancia a ese detalle - te platicare
todo, pero por favor escúchame y después escucharé tus
consejos o regaños, ¿si? - mi cara ahora era como la de un
perrito suplicante.

- Está bien - dijo poniendo sus ojos en blanco.

Le platiqué a Ciro casi cada detalle de mi relación con


Ernesto, exceptuando el pequeño detalle que me había
despedido, si se lo decía estaría zanjando mi propia tumba
y además Ciro lo odiaría y no quería eso, quería que se
llevaran bien, era mi único hermano.

Al final de toda la conversación, el término apoyándome, no


de muy buena gana, pero dijo que respetaba mis decisiones
y mientras él me hiciera feliz, él estaría feliz por mí, y de
verdad lo era, Ernesto me hacía completamente feliz, él era
como mi otra mitad.

Después de lo que paso con su mamá no vi a Ernesto casi


tres días hasta el sábado siguiente cuando fuimos a cenar
mi comida favorita “sushi”, se quedó en casa a dormir, lo
extrañaba muchisḿo aunque sólo hubieran pasado unos
cuántos días.

El domingo muy temprano, no sabía ni qué hora era, mi


celular comenzó a sonar de una manera muy insistente, no
tenía intención de contestar, la noche anterior Ernesto y yo
dormimos hasta ya muy tarde.

- ¿Quién te llama tan temprano? - preguntó con voz ronca


denotando molestia.

Quitó su brazo de mi cintura para taparse el rostro con una


almohada.

Con toda la fuerza de voluntad estiré mi brazo para


alcanzar mi celular de la mesita lateral a la cama.

- Es mi madre - dije disculpándome.

Él levantó el rostro de la almohada para arquear la ceja,


para después voltear a verme.

- Hola mamá - saludé al momento de poner el altavoz.

- Sara ya son las diez de la mañana, ¿sigues acostada? -


preguntó irritada, tal vez por que no le contestaba.
- Yo también te extraño, mamá - le dije en tono sarcástico
ante su pregunta, Ernesto sonrió con sorna. Ya le había
platicado antes que mi madre era muy especial de carácter
y que no éramos tan cercanas emocionalmente.

- Te llamó porque este fin de semana es festivo y tu padre


desea que vengan a visitarnos, Ciro ya me dijo que sí puede,
sólo faltas tú, pasaremos el fin de semana en la hacienda
como cuando eran niños - dijo mi mamá en su tono común
demandante.

- Está bien mamá, si iré - le dije sin tanta emoción.

- Okey, te llamo luego - se despidió.

Quedé viendo la pantalla de mi celular. Quería ir a


Montenegro y ver a mis padres, pero cuando menciono lo
de pasar el fin de semana en la hacienda como cuando
niños, me estremecí de terror al pensar que tal vez había
una posibilidad de que Diego también fuera a pasar el fin de
semana con nosotros. Marion de seguro iría con Ciro y mis
padrinos lo más seguro es que fueran invitados por mis
padres. La última vez que vi a Marion me dijo que Diego
quería hablar conmigo porque se sentía culpable del
accidente que sufrí, lo conocía y él era muy terco cuando se
proponía algo, no iba a descansar hasta que
coincidieramos para hablar, ¿de que quería hablar
conmigo? no sé, sólo sabía que ya no lo amaba, a quien
quería ahora en mi vida era al hombre desnudo que estaba
acostado junto a mí sobre la cama.

- ¿Qué pasa? - preguntó mientras mordía el lóbulo de mi


oreja. Me estaba provocando.

Me quedé callada.
Ernesto dejó de juguetear con mi oído cuando interpretó la
razón de mi silencio.

- ¿Va a estar ahí tu ex? - preguntó en seco.

- No lo sé - dije exhalando aire - si mis padres invitan a mis


padrinos tal vez él vaya.

La mirada de Ernesto se volvió fría.

Acomodó una almohada en su espalda y se recostó sobre


su hombro desviando su mirada hacia un punto fijo en la
pared contraria a donde yo estaba recostada, hubo un
momento de silencio entre los dos. Después él giró su
cabeza posando sus ojos en mí.

- ¿Crees que voy a dejar que vayas sola a Montenegro


después de lo que te pasó la última vez que fuiste? - dijo
con esa voz autoritaria que tanto me fastidiaba y hace
mucho no utilizaba conmigo.

Me levanté de la cama hecha una furia poniendome la ropa


interior tan rápido como podía.

- Tu no puedes decidir si voy a Montenegro o no- espeté


fulminandolo con la mirada.

Él ni si quiera se inmuto, estaba dejando que hiciera


berrinche.

- No te puedo prohibir que vayas a ver a tus padres, pero si


puedo ir contigo para cuidarte - dijo suavizando la voz.

- ¿Irías conmigo a Montenegro? - exclamé sorprendida.

- Por qué no - dijo con una sonrisa altanera de obviedad que


le salía muy natural - no dejaré que ese mocoso se te
acerque - dijo al tiempo que se ponía de pie y caminaba
hasta estar frente a mí.

- ¿Cómo sabes que es un mocoso? - pregunté intrigada.

- Tiene tu edad ¿no? - se burló, fruncí el ceño con molestia,


¿acaso yo también era una mocosa para él?

Cuando se percató de mi evidente molestia, me atrajo hacía


él tomándome de la cintura, besándome con suavidad.

Era imposible enfadarme con él cuando hacía ese tipo de


cosas.

De repente se me ocurrió una fantástica idea.

- ¿Por qué no invitas a Erik a venir con nosotros? - pregunté


con los ojitos brillantes, si él nos acompañaba seguro todo
sería más fácil, además podría invitar a Marisol también.

- ¿Sabías que Erik ha estado saliendo con tu amiga? - dijo


con simpleza mientras se ponía el boxer y el pantalón -
¿cómo se llama? no recuerdo.

- Marisol - le respondí.

- Ajá, ella.

Que Erik saliera con Marisol no me sorprendía, ella era una


joven muy bella y además muy buena persona, amable e
inocente que podría flechar a cualquier hombre. Me
alegraba por ella puesto que Erik era un hombre que
siempre estaba de buen humor, era alegre y divertido, casi
todo lo contrario a mi novio, que aun así amaba.

- Entonces también invitaré a Marisol - dije triunfante de


gusto.
- A Erik le encantará la idea amor - dijo al momento de
darme un beso en la frente.

***

Los días se pasaron muy rápido, durante la semana


acordamos que saldríamos el viernes a mediodía para
llegar a Montenegro por la tarde ya que eran cinco horas de
viaje en carretera. Mi hermano y Marion también irían, pero
al parecer llegarían más temprano que nosotros.

A mitad de semana llamé a mis padres notificándoles que


llevaría compañía a la casa, al confesarles que tenía novio
mi madre comenzó con el extenso interrogatorio sobre las
características de mi novio, por eso era que cuando salía
con alguien no quería que se enterará porque siempre me
salaba las relaciones, pero esta vez fue algo diferente ya
que al decirle que mi novio era mi jefe el hijo del dueño de
Industrias Cazares ella se puso muy contenta, hasta me
felicitó porque al fin seguí uno de sus consejos mientras yo
ponía los ojos en blanco, mínimo Ernesto sería bien
recibido en casa. Por parte de papá el me dijo que se sentía
feliz por mí porque por fin había superado mi tormentosa
relación con Diego, que mientras mi novio me tratará bien y
yo fuera feliz a su lado todo lo demás salía sobrando. Por
eso amaba tanto a mi papá, era el padre más comprensivo
y amoroso conmigo.

Ernesto insistió en que viajáramos en su auto yo accedí,


con la condición de que el condujera la primera mitad del
viaje y yo el restante, porque él no conocía el camino.
Montenegro era una ciudad muy pequeña que se confundía
con un pueblo grande, había carreteras que estaban en mal
estado así que se debía conocer bien la carretera para
evitar un accidente.
Cuando estuvimos dentro del auto, aproveché que aún no
llegábamos por Marisol para molestar un poco a Erik ya
que él siempre se la pasaba riéndose de Ernesto cada vez
que se mostraba tierno conmigo.

- Así que sales con Mariosol, Erik - le pregunté acusándolo


con la mirada.

- ¿C… Co...como supiste? - preguntó casi atragantándose


con la saliva ante mi inesperado comentario.

- Me dijo un pajarito - sonreí traviesa mientras le guiñaba un


ojo a Ernesto. El me devolvió la sonrisa de complicidad.

Erik se puso rojo como un tomate, al mencionar el nombre


de Marisol, reacción que era raro en él ya que se suponía
que era bastante experimentado con las mujeres.

- Hemos salido algunas veces - dijo desviando su mirada a


través del cristal del auto - nos estamos conociendo, es una
linda chica.

Sonreí complacida.

- Demasiado linda, diría yo - le confirmé en tono burlesco.

Erik asomó su cabeza al frente entre el cuerpo de Ernesto y


el mío.

- No juegues con fuego, primita - exclamó Erik en tono


macabro - ya se que te estás vengando por Ernesto.

Ernesto soltó una risotada.

- ¿Qué se siente Erik eh? - preguntó Ernesto divertido.

Me gustaba ver a Ernesto alegre, era un manjar para mis


pupilas, que lo veían con tanto amor.
Erik y Marisol se lanzaban miradas, a leguas se notaba que
a Erik le encantaba Marisol y a ella también le gustaba él, se
sonrojaba toda cuando Erik hacía comentarios sobre su
bonito cabello, su bonita sonrisa, etc…

Él viaje se me hizo eterno, ansiaba ver a mis padres de


nuevo.

Cuando pasamos el arco de bienvenida de la ciudad era yo


quien conducía, vi por el retrovisor que Marisol me hacía
una seña con la vista.

- Marisol, ¿quieres cenar en casa o te llevo a la casa de tus


padres? - pregunté observándola mientras conducía.

Antes de contestar miró a Erik.

- Quiero llegar a casa, mis padres me esperan - dijo Marisol


tímidamente.

Asentí con la cabeza, los padres de Marisol la cuidaban


mucho.

- ¿Pasarás con nosotros el fin de semana? - preguntó Erik


tomándole la mano, yo abrí mi boca del asombro.

- Si, ya pedí permiso - dijo ella con las mejillas


completamente rojas, ella era demasiado tierna.

Erik sonrió complacido, se despidieron con un beso en la


mejilla.

Conduje directo a casa.

- Él pueblo es pintoresco, me agrada - dijo mi novio, ya me


había acostumbrado a que se dirigiera a Montenegro como
“pueblo” cuando en realidad era una ciudad.
Cuando llegamos a la casa de mis padres, el portón
principal se abrió en automático dejando ver la casa de
color blanco estilo clásico mediterraneo.

- ¡Sara, tu casa es enorme! exclamó Erik con asombro.

Aparqué justo en frente de la entrada principal.

Ernesto observaba cada detalle de la casa. Cuando


bajamos del auto mis padres salieron a encontrarnos.

- ¡Papá! - exclamé como niña chiquita.

- Sarí, amor, te extrañe mucho - me dijo mi papa


abrazándome fuerte.

Me aparté de mi padre para saludar a mamá. Nuestro


abrazo fue breve, sólo se limitó a decir “hola cariño”.

- Mamá, papá ellos son Erik y Ernesto Cazares - dije


caminando hacia ellos tomando la mano de Ernesto - él es
Ernesto mi novio.

- Mucho gusto - dijo Ernesto con cortesía.

Mi madre fue la primera en acercarse.

- Hola querido, soy Elizabeth madre de Sara - dijo mi madre


con total complacencia mientras observaba a detalle cada
aspecto de Ernesto - cuando Sara me dijo que eras su jefe
no me imagine que eras un joven tan atractivo y apuesto -
dijo mi madre con empalagoso halago.

Era la primera vez que veía a Ernesto sonrojado ante un


comentario.

Sonrío nervioso.
- Gracias Señora, usted es muy hermosa, ahora entiendo de
donde lo heredó su hija.

A mi madre le encantaba que le adularán su belleza.

- Ernesto - exclamó mi padre.

- Mucho gusto señor - dijo él apretando efusivamente la


mano de mi padre en forma de saludo.

- Mi nombre es Gustavo, llámame por mi nombre - dijo mi


padre en su tono alegre.

Entramos a la casa, respiré profundo el olor a comida


recién hecha de nana Clarita.

- ¡Mi niña, regresaste, te extrañé tanto! - escuché la voz de


mi nana.

- Te extrañé tanto nana - le dije abrazándola


cariñosamente.

Ella vió a mi espalda a Ernesto y se acercó dándole la


mano.

- ¡Pero qué guapo muchacho! - dijo alzando su mano


mientras lo veía desde los pies a la cabeza, Ernesto se
tensó, no estaba acostumbrado a tales confianzas de una
persona extraña - ahora sé para quién era la cena especial-
Mi nana me guiñó el ojo. Ernesto me veía confundido.

- Nana la cena… Ernesto no sabe que le cociné porque ese


día su madre enfermó y no pudo llegar - dije con pena - Ciro
fue quien me acompañó ese día.

Los ojos de Ernesto brillaron al instante, no apartaba su


mirada de mí.
- Pasemos al comedor, deben estar hambrientos por el viaje
- dijo mi madre conduciéndonos a la mesa.

Ernesto me sujetó de la mano, quedando solos por un


momento en el recibidor mientras todos los demás
entraban a la habitación del comedor.

- Me cocinaste - susurró a mi oído erizándome la piel con


su voz seductora.

Asentí pegándome a su cuerpo. Él me abrazó por la


cintura.

- Me hubiera encantado probarla - continuó.

Me beso en el cabello.

- Te quiero… - susurró nuevamente.

- Te quiero más - le dije dándole un beso en la comisura de


los labios.

Papá estaba sentado al centro de la mesa como siempre,


mamá a su costado. Al otro lado estaba yo, Ernesto y Erik.

Nana Clarita comenzó a traer platos y platos de comida,


todo olía delicioso.

- Te encantará la comida de mi nana – le susurré a Ernesto


con amplia sonrisa apretando levemente su mano. El me
vio como si de una niña pequeña se tratase.

- Eres muy afortunada, yo jamás tuve una nana que me


cuidará - dijo con un toque de nostalgia.

En ese momento nana Clarita pasaba a nuestras espaldas,


tal vez escuchó lo que Ernesto me dijo, porque se acercó
con un plato de comida para él.
- Y este plato es para el apuesto joven que ha traído mi niña
- exclamó alegre.

Ernesto se puso rojo como un tomate, me di cuenta que no


estaba acostumbrado a que lo mimaran o le hicieran
cumplidos ya que siempre parecía una persona fría, pero yo
sabía que en su interior albergaba un niño solitario
necesitado de amor.

Erik contuvo una risa burlona y Ernesto le aniquiló con la


mirada. Ese par era todo un caso se la vivían atacándose
uno al otro. Erik era un gran apoyo en la vida de Ernesto, era
como el hermano que nunca tuvo.

- Todo se ve delicioso ¿qué es? - preguntó Erik extrañado.

- Estofado de carne con arroz a la jardinera – le expliqué -


¿nunca lo has probado?

Él negó con la cabeza.

- Es la comida típica de la región, la madre de Marisol


también hace uno delicioso – dije con un tono juguetón que
me salió natural.

Erik abrió por completo los ojos, un color rojizo comenzó a


aparecer en sus mejillas. Mi madre quién era experta en
analizar a las personas muy pronto captó de lo que
estábamos hablando.

- ¿Ya conocieron a Marisol? - preguntó mamá con tono


inocente.

- Erik sale con ella mamá - dije guiñándole un ojo.

- Nos estamos conociendo – se adelantó a decir.


- Marisol es una niña encantadora, inteligente y delicada,
todo lo que un hombre desearía en una mujer - aseguró mi
madre, agradecí por dentro que se expresará de esa forma
de mi amiga.

A Erik le brillaron los ojos con el comentario de mamá.

- Hijo, pensé que llegarías más tarde – dijo mi padre al ver


que ciro entraba al comedor, lo conocía tan bien que no era
necesario preguntar para saber que estaba enfadado, mi
hermano era rubio con piel delicada que cuando se
enfadaba su zona t y el espacio lateral de su nariz se ponía
roja.

- Marion tenía cosas que hacer – dijo secamente apoyando


una de sus manos en el respaldo de una silla. Miró a
Ernesto y a Erik con detenimiento para después posar su
mirada en mí.

- Hola – se limitó a decir.

- Ciro te presento a Ernesto mi novio y a Erik es su primo –


dije.

- Mucho gusto – dijo Ciro fijando la mirada en Ernesto.

Ernesto y Erik asintieron con una sonrisa.

- ¿Te quedas a comer con nosotros, cariño? - preguntó


mamá.

- No gracias, no tengo apetito, estaré en mi habitación - dijo


con voz apagada, que le pasaba a mi hermano él nunca se
comportaba así, y no esperaba que el momento en que
conociera a Ernesto fuera tan tenso. Necesitaba averiguar
qué es lo que estaba pasando por su cabeza.
Lo seguí con la vista mientras salía de la habitación del
comedor.

- Platícanos un poco sobre ti Ernesto, ¿cómo conociste a mi


hija? - preguntó papá cambiando el tema y tratando de
relajar el ambiente.

Ernesto aclaro un poco su garganta.

- Nos conocimos cuando Sara entró a la empresa de mi


padre como practicante, por ahora soy el director de la
compañía, mi padre se ha retirado por tiempo indefinido,
Erik es el gerente de ventas - explicó con altivez – ella es mi
asistente personal pasamos mucho tiempo juntos - dijo
esbozando una sonrisa.

- ¿y en qué momento surgió el amor? - preguntó mi madre


curiosa.

Ernesto carraspeó antes de contestar, pero como el


caballero que es, tomó mi mano acariciándola suavemente,
para después dirigirse a mi madre.

- No sabría en qué momento surgió, todo comenzó con


admiración, Sara es una de las personas más trabajadoras
y dedicadas que conozco – hizo una pausa - sólo puedo
asegurarle que soy feliz a su lado.

Al escuchar sus palabras mi corazón se derretía de amor


por él.

Mi padre lo escuchaba complacido.

Cuando terminamos de comer, papá invito a Erik y Ernesto


a conversar un rato sobre negocios, mi padre dijo que tal
vez podría aprender algo ya que la fábrica era pequeña a
comparación de la empresa de la familia de Ernesto, Los
animé a pasar un rato con papá.

Aprovechando que ellos estarían un buen rato encerrados


en el despacho, fui corriendo a la habitación de mi
hermano.

Toqué la puerta.

- Pasa – dijo en voz alta.

Él estaba recostado sobre la cama viendo su celular, al


verme apagó su móvil y lo puso aún lado, se sentó
apoyando su espalda a la almohada.

- Hola – dijo en tono serio. Dio unas palmadas al otro


costado de la cama invitándome a sentarme junto a él.
Obediente me senté junto a él.

- ¿Pasa algo hermano? - pregunté mirándolo fijamente.

Él desvió la mirada, tragó saliva.

- Marion y yo peleamos – dijo con amargura.

Sus ojos ahora estaban rojos y cristalinos. Lo rodeé con


mis brazos.

- Lo siento – le dije acariciando su cabello. Apoyó su


cabeza en mi pecho.

- Últimamente las cosas no van bien entre nosotros.

- Pero si ustedes son la pareja más feliz que conozco – le


aseguré y era verdad, llevaban muchos años de relación y
nunca supe que tuvieran alguna crisis hasta ahora.

Él se incorporó viéndome como si estuviera a punto de


hacer una confesión.
- Diego le ha estado metiendo cosas en la cabeza, ahora
que sabe que tienes novio quiere acercarse otra vez a ti –
dijo ladeando un poco la cabeza, analizando mi reacción.

- Pero yo no lo quiero ver – dije con rapidez.

Él fijo su vista en el colchón de la cama.

- Es lo que Marion no entiende – ahora su voz era irritada –


que nos debemos mantener al margen por el bien de
nuestra relación y por ustedes. Hace una semana invitó a
Diego a quedarse en la casa unos días, quería que te
invitará a cenar, pero no lo hice, no puedo traicionarte de
esa manera, creo que él fue a buscarte, pero no te encontró
en el departamento.

No daba crédito a lo que escuchaba en la voz de mi


hermano, que hubiera pasado si Ernesto y Diego se
hubieran cruzado, no quiero ni imaginarlo. Ahora mi temor
era que coincidieran estando aquí. No podía permitir que
me echará a perder mi visita. Agradecía con todo mi
corazón el tener un hermano que siempre me defiende, Ciro
era tan bueno conmigo.

- Ciro siento mucho que por nuestra culpa estés teniendo


problemas con Marion.

- No es tu culpa, Marion es lo suficientemente grandecita


como para tomar sus propias decisiones, además se
supone que son amigas y no se está portando como tal –
Ciro estaba enfadado.

- ¿Mañana irá con nosotros a la hacienda? - pregunté con


temor.

Ciro negó con la cabeza.


- No te preocupes le pedí que no fuera, no te voy a echar a
perder la primera visita de tu novio a casa – dijo con media
sonrisa – Sara, si las cosas no mejoran regresaré al
departamento... espero no incomodarte.

- Claro que no me incomodas me haría muy feliz tenerte de


vuelta, pero espero de todo corazón que las cosas mejoren
para ustedes.

Él asintió con la cabeza.

Cuando salí de la habitación de Ciro, me encontré a mi


madre en el pasillo.

- Tus padrinos acaban de llamar, no irán mañana con


nosotros a la hacienda – dijo en tono serio, en su mirada
podía intuir que sabía la verdadera razón por la que no
irían.

- Okey – me limité a decir.

- Ernesto me agradó, tiene su propio encanto, hasta que


eliges bien hijita – dijo guiñándome el ojo.

- Espero seas buena con él mamá - le advertí.

- Claro - espetó mientras entraba a su habitación.

Mi corazón palpito fuerte cuando vi una llamada entrante


de Diego en mi celular. Rápidamente entre a mi habitación
poniendo seguro a la puerta.

- ¿Qué quieres? - pregunté enfadada.

- Necesito hablar contigo Sara, quiero verte – dijo con voz


calmada.

- No quiero verte, tengo novio y no quiero que me molestes.


- ¿Ya no me amas? - preguntó en seco.

- No, no te amo y déjame en paz por favor – mi voz era más


bien de súplica.

- No te creo, te dejaré en paz cuando me lo digas frente a


frente.

- ¡Estás loco! No iré a verte – le dije casi perdiendo la


cordura.

- Entonces iré yo.

Colgó. Sentí como la presión se me bajo de golpe.

Regresé a la habitación de mi hermano, pero esta vez sin


tocar la puerta, “¿Qué pasa?” preguntó asustado al ver mi
cara pálida.

- Diego viene para la casa - exclamé exaltada.

- ¿Qué? - dijo mi hermano incrédulo ante lo que estaba


diciendo.

- Diego viene para acá, me lo acaba de decir... - dije con voz


temblorosa – Ciro, Diego y Ernesto no se pueden ver, no
quiero una pelea, ayúdame por favor.

- ¡Tranquila! - me sujeto de los hombros – te ayudaré, tu


distráelos y cuando Diego llegué yo lo interceptaré.

Asentí.

Bajé rápidamente por las escaleras, vi como papá salía de


la casa cerrando la puerta a su espalda. Ernesto y Erik
estaban en el recibidor fuera del despacho, cuando se
percataron que iba bajando a toda velocidad las escaleras.
Ernesto se acercó a mí.
- ¿Qué pasa?, estas nerviosa – dijo tomándome del brazo.

- ¿A dónde va papá? - pregunté.

- Recibió una llamada de la fábrica, fue para allá - explicó


Erik.

En ese instante mi hermano paso junto a nosotros sin


detenerse.

- Ahora vuelvo – dijo sin mirarnos.

Seguimos sus pasos con la vista hasta que abrió la puerta


principal.

- ¿Qué haces aquí? - escuché, pude ver una silueta juntó a


él, todo mi cuerpo se tensó.

Baje lentamente los últimos dos escalones que me faltaban


para llegar al piso.

- Necesito hablar con Sara - abrí completamente los ojos,


conocía esa voz a la perfección. Era de Diego.

Ernesto, al observar mi reacción supo de quien se trataba


sin si quiera conocerlo. Se adelantó unos pasos a mí con la
intención de bloquearme el paso.

- Sara no quiere verte, vete por favor – dijo mi hermano con


tono autoritario.

- Que me lo diga ella en la cara – la voz de Diego era


determinante, sabía que no se daría por vencido fácilmente.
No sé cómo ni en qué momento, quitó el brazo de mi
hermano que bloqueaba la entrada, ahora lo veía de frente.

- Diego, no hagas esto más difícil - le dijo mi hermano


tratando de convencerlo de marcharse.
- Ya escuchaste mocoso imbécil, que te marches – la voz
de Ernesto era el tono grave que hacía cuando estaba muy
enfadado. Tragué saliva cuando el dio unos cuantos pasos
más al frente.

- Contigo no estoy hablando – dijo Diego mirando a Ernesto


con rencor.

- ¡Basta! - dije alzando la voz – si lo que quieres es hablar,


hablemos.

Diego asintió con la cabeza. Sentí todo el peso de la mirada


de Ernesto sobre mí, estaba furioso.

- No lo hagas – me ordenó tomándome de la mano.

- Esta bien sólo será un momento – dije tratando de


calmarlo.

- Sara – su tono era suplicante, casi me estruja el corazón.


Pero tenía que acabar con esto de una vez por todas.

- Lo siento, hablaré con él - dije agachando la mirada.

Él me vio fijamente, su mirada era de decepción. Me soltó.

- Tanto miedo tienes de que hable conmigo – Diego se


burló con sarcasmo.

Vi con terror como Ernesto apretó los puños dando


zancadas hacía donde estaba Diego, éste ni si quiera se
inmuto.

Corrí a interponerme entre los dos. Ernesto me vio con


asombro.

- Haz lo que quieras – dijo con amargura en su voz.


Desviando su mirada de mí.
Sus ojos se volvieron cristalinos.

***

¿De qué quieres hablar Diego? - pregunté en seco.

El me miró a los ojos. Una lágrima rodó por su mejilla, me


dolía verlo así.

- Perdóname por favor – agacho la mirada – desde el día


del accidente no dejo de lamentarme, si no hubiéramos
discutido nada te hubiera pasado.

Sus disculpas eran sinceras, por un momento sentí la


necesidad de consolarlo, pero no quería que
malinterpretara mis intenciones.

- No tengo nada que perdonarte – el alzó la cabeza – en


todo caso los dos seríamos culpables por que yo fui quien
conduje a exceso de velocidad.

Tome cada una de sus manos alzándolas a la altura de la


cintura.

- Diego, tú y yo hemos pasado por muchas cosas, lo que


algún día tuvimos fue maravilloso, fuiste mi primer amor y
te agradezco cada momento que viví junto a ti, pero mi
corazón ahora le pertenece a otra persona, sé que duele,
pero te prometo que lo superaremos como hemos
superado otras pruebas antes.

El me veía fijamente.

- Me arrepiento de no haberte cuidado cuando estuviste


conmigo, por haberte dejado – su voz era de completo
arrepentimiento.
- Eso ya paso, yo no te guardo rencor. Prométeme que me
olvidaras y serás feliz – le supliqué.

- No sé si pueda – dijo en lamento.

- Tienes que poder, tenemos que poder, nosotros ya


cumplimos nuestro ciclo, pero ahora está en juego la
relación de nuestros hermanos, ¿Quieres que Marion y Ciro
terminen sufriendo como nosotros?

- No - susurró.

- Siempre te voy a querer, pero ya no te amo – dije


suavizando la voz.

Él asintió con la cabeza.

- Te prometo que ya no te volveré a buscar.

No pudiendo más con este sentimiento de dolor, me


abalancé a sus brazos, yo lo quería, pero era cariño y
aprecio, ya no era amor.

***

Vi como Diego y ella entraron al despacho de su padre. Me


sentía traicionado, ¿porque accedió a hablar con él? Estaba
dispuesto a golpearlo en frente de todos si no hubiera sido
porque Sara se interpuso en mi camino.

- Ernesto... - dijo Erik apoyando su mano en mi brazo.

- ¡Suéltame! - le dije furioso.

- Tranquilo - escuché la voz de su hermano – tal vez sea lo


mejor que hablen, para que zanjen este tema de una vez por
todas.

Lo vi con desdén.
- Sara te quiere a ti, lo sé - hizo una pausa – lo que ellos
alguna vez tuvieron ya estaba muerto desde mucho tiempo
antes de que ustedes se conocieran.

- Esperemos a que salgan y Sara te aclare las cosas – dijo


Erik.

Asentí en contra de mi voluntad, que otra opción me


quedaba, más que esperar.

Pasaron casi veinte minutos y la puerta no se abría, estaba


desesperándome.

Unos minutos más tarde, la puerta se abrió, Diego salió a


gran velocidad pasando de largo sin si quiera mirarnos.
Enseguida de él, salió Sara, camino hasta estar frente a mí.

- Lo siento - murmuró. Yo la veía con reprobación.

- Vamos a dar la vuelta por el pueblo, Erik – dijo su


hermano. Erik asintió saliendo los dos de la casa.

Cuando Sara y yo nos quedamos solos, el ambiente se


volvió aún más tenso.

- ¿Por qué nunca me haces caso? - le reclamé.

Ella agachó la mirada.

- Diego no volverá a buscarme - aseguró.

- Eso espero – dije suspirando.

Estaba muy enfadado con ella, pero trataba de no


demostrarlo, Sara me aseguró que Diego no volvería, debía
confiar en ella.
- Te quiero – dijo rodeando mi cintura con sus brazos, le
correspondí el abrazó. Con sus palabras desapareció todo
indicio de enojo que había en mí.

Pude sentir como se puso de puntillas para besarme, le


correspondí el beso con pasión, apretando su delicado
cuerpo al mío. Se apartó de mi entrelazando los dedos de
su mano a los míos.

- Ven – dijo jalándome al exterior de la casa.

- ¿A dónde vamos? - pregunté curioso siguiéndole el paso.

- Ya verás - sonrió.

Cuando salimos ya no había luz de sol, todo estaba oscuro,


eran aproximadamente las ocho o nueve de la noche. Sara
me guío por un camino rodeando por completo la casa
hasta estar en la parte de atrás, su casa si era enorme
como había dicho Erik, pasamos a lado de una gran alberca
y seguimos caminando hasta llegar al fondo del jardín
donde pude ver con dificultad una pequeña casita.

- ¿Qué es aquí? - pregunté con curiosidad.

- Es una casa de huéspedes.

Aquella pequeña casa estaba a oscuras. Sara sacó su


celular para iluminar la perilla donde introdujo una llave
para abrir la puerta.

- Aquí podemos hablar sin que nos interrumpan, mientras


no encendamos las luces – dijo Sara en voz baja, cerrando
la puerta a mi espalda.

- ¿Por qué vinimos aquí? - pregunté confundido.


No veía nada por más esfuerzo que hiciera, sólo sabía que
estaba frente a ella porque podía sentir su aliento que de
pronto era agitado. Mi corazón comenzó a latir
fuertemente, este ambiente de oscuridad hacía que
deseara hacerla mía aquí y ahora, pero ella había dicho algo
sobre hablar.

Apoyo sus manos en mi pecho zafando los primeros


botones de mi camisa.

- Dijiste algo sobre hablar – le recordé deteniendo el


movimiento de sus manos.

- Estamos reconciliándonos – dijo con un tono de


coquetería que jamás le había escuchado.

- Me gusta este tipo de reconciliaciones – le digo


apoderándome de sus labios con un beso apasionado.

***

Ernesto se acerca a mí despacio y acechante, dispuesto a


tomar mi boca en un profundo beso.

Continúo la labor que tenía hace un momento, desabrochar


los botones de su camisa, cuando al fin lo logro acarició su
pecho en la oscuridad de la noche, no veía nada por lo que
mis otros sentidos se agudizaban, marco una línea
imaginaria desde su pecho hasta detener mi mano en sus
abdominales definidos, su respiración se agita al momento
que sigo bajando mi mano hasta llegar a su vientre,
desabrocho también su pantalón.

- Me fascina este lado oscuro de tu personalidad – dice


ladeando su cabeza besando cada centímetro de mi cuello.
Se deshace de su camisa.
Disfruto cada sensación de placer que recorre por mi
cuerpo.

Ernesto reclama mis labios nuevamente con firmeza,


cuelgo los brazos a su cuello respirando de su aliento.
Entonces el levanta la blusa por mis brazos, dejándola caer
al suelo. Con un movimiento sutil pero firme desabrocha mi
sostén, mi pecho ahora es libre, tomo una de sus manos
que me sujetan por la cintura y la guío hasta mi seno, el
masajea con fuerza. Deseo que recorra todo mi cuerpo con
sus manos de hombre.

- Tócame – le susurró, pero con cuidado de que él me


escuche, el efecto de mi voz hace que encienda como
interruptor su deseo. En un movimiento repentino me
arrastra hasta la pared más cercana. Comienza a toquetear
desde mi cuello, deteniéndose en mi pecho mientras que
con la otra mano aprieta mis muslos.

- Me encantas – susurra a mi oído.

Siento un bochorno inundar mi cuerpo, estoy tan excitada


que quiero que me desnude de una vez y me tome como
suya.

Desabotona mis jeans, le ayudo a quitármelos mientras él


se quita los suyos, junto con la ropa interior.

Tomó su mano y caminamos hasta donde se encuentra la


habitación principal, me recuesto sobre la cama y él se
abalanza hasta quedar a lado mío. Separa mis piernas con
delicadeza metiendo dos de sus dedos en el interior de mi
intimidad, mis mejillas están calientes, choque de
electricidad sale de mi zona intima, gimo de placer.
- Amor – apenas puedo pronunciarlo, mi corazón late de
manera frenética al compás de mi respiración agitada.

Con mis manos lo guío a que se pose sobre mí, me siento


deseosa y urgente de él, revuelvo sus cabellos
desapareciendo su peinado perfecto. Deseo tanto tenerlo
dentro de mí.

- Di que eres mía - pide mientras saborea uno de mis


pechos ocasionando que mi espalda se arqueé por esa
deliciosa sensación.

- Soy toda tuya – dije al momento que buscaba sus labios


para besarlo.

- Oh.. amor... te deseo tanto - gruñe de satisfacción.

Me encantaría poder ver su rostro ahora mismo, pero me es


imposible.

Ernesto introduce su duro miembro en mí. La sensación de


tenerlo dentro es exquisita, jadeamos al mismo tiempo,
rodeo su cintura con mis pantorrillas al tiempo que él hace
un movimiento para penetrar más adentro, arqueo mi
espalda llevando mi cabeza hacia atrás.

Comienza movimientos de vaivén, cada una de sus


embestidas firmes y rápidas, emite gemidos y gruñidos que
me vuelven loca de placer. Llevo las manos a la almohada
apretando con fuerza. Un dulce ardor nace desde el centro
de mi intimidad, recorriendo por dentro de mis muslos
como un sinfín de corrientes eléctricas que me hacen gritar
en su oído.

Ernesto se apoya con mi hombro aumentando la velocidad


de sus movimientos, entrando una y otra vez, cada vez más
rápido y fuerte. La humedad de su cuerpo en forma de
sudor se hace presente. Rasguño su espalda y muerdo su
cuello cuidando de no dejar marca.

En ese momento nos fundimos en un solo cuerpo, en medio


de la oscuridad de la noche.

Grita mi nombre, gime, aprieta mis caderas, cada


movimiento es más rápido que el otro. De repente suelta un
sonido gutural, todo su cuerpo se tensa y lo deja caer a lado
mío, me giro hacía él con su miembro aún dentro. Nos
besamos. Sale de mí lento y suave. Mis piernas tiemblan.

Toma mi barbilla con su mano y la guía hasta su boca, nos


besamos una y otra vez hasta que rodea mi cuerpo con su
grande brazo abrazándome a él. Nos quedamos así un
buen rato.

- Eres una traviesa, prácticamente me has abusado – dice


en tono sensual de pronto rompiendo el silencio entre
nosotros.

Suelto una carcajada.

- No seas exagerado – digo aun riéndome.

El tiempo se nos fue volando, ni si quiera nos percatamos


de que ya era casi la una de la madrugada, nos vestimos
con gran esfuerzo, mientras buscábamos con la luz de los
celulares nuestras prendas.

Salimos corriendo de la casa de visitas como dos


adolescentes fugitivos, entramos a la casa sin hacer ruido,
todo estaba quieto.

- Quiero dormir contigo – me dijo haciendo puchero cuando


estuvimos afuera de su habitación.
- Aquí no se puede – le recordé, mi madre pondría el grito
en el cielo si Ernesto durmiera en mi habitación, le
importaba mucho el qué dirán.

- Prometo irme al amanecer.

Negué con la cabeza.

- Descansa – me despedí con un breve beso en los labios.

Entró a la habitación a regañadientes.

Quería dormir fresca, así que decidí tomar una ducha antes
de dormir. Cuando salí del baño vi a Ernesto recostado en
mi cama, tenía el cabello húmedo, Lo más seguro es que
también se hubiera duchado.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté entrecerrando los ojos y


con las manos en la cintura.

- Tu madre me dio permiso, estaba en el pasillo cuando salí


de la habitación - dijo sonriente encogiéndose de hombros.

- mmm... no te creo – le dije haciendo un movimiento de


negación con el dedo índice.

- Pregúntale – dijo con simpleza- sólo me pidió que cuando


saliera, tu padre no me viera, también dijo que mañana
saldremos a las nueve de la mañana.

- Tal vez ya te creo – dije con media sonrisa.

Él dio unas palmaditas al colchón, invitándome a


recostarme a su lado. Me hundí en sus brazos, apoyando
mi cabeza en su pecho, me quedé profundamente dormida.
A su lado me sentía segura.
A la mañana siguiente me sentía con mucho ánimo, baje
por las escaleras cargando la pequeña maleta que llevaría a
nuestro paseo. Ernesto, Erik y Ciro ayudaban a papá a subir
las cosas que llevaríamos.

Mi hermano se acercó a mi dándome un beso de buenos


días en la mejilla. Le pasé la maleta para que la subiera a la
camioneta.

- ¿Y esa camioneta, de donde la sacaron? - pregunté, ya que


nunca la había visto en la casa.

- Es de la fábrica, ayer, Erik y yo fuimos por ella cuando


ustedes desaparecieron – dijo mi hermano divertido -
¿dónde estaban?

- En tu escondite favorito – le respondí con ironía.

Mi hermano soltó una carcajada incontenible.

Recordé que cuando Ciro y Marion estaban en preparatoria


y su relación era más madura, pasaban muchas noches en
la casa de huéspedes, nunca supe si mis padres eran muy
ingenuos o sólo aparentaban no darse cuenta.

Papá, Ernesto y Erik voltearon a vernos con intriga.

- ¿De qué tanto se ríen? - preguntó papá curioso.

- Sara me acaba de contar un chiste – dijo Ciro aún con la


sonrisa en su rostro.

Ernesto me miró fijamente buscando una respuesta con la


mirada. Le guiñé un ojo.

- Esos eran buenos tiempos, cuando no nos


preocupábamos por nada – dijo de pronto volviendo su
expresión a una más seria.
- Ajá - suspiré.

Ernesto se acercó a mí de una manera tan sensual que a él


le salía natural.

- Buenos días - saludó con una sonrisa picará, dándome un


beso en la frente.

- Que tierno eres – le respondí traviesa. Sabía que quería


quedar bien con mi familia era por eso que frente a mi
padre no me besaba en los labios.

- Sólo porque nos están viendo, espera a que estemos


solos – susurro con sarcasmo.

Al escucharlo toda mi piel se erizó.

Mis padres y Ciro se adelantaron en la camioneta de mi


padre, ya que Ernesto, Erik y yo iríamos por Marisol a su
casa.

Conduje hasta la casa de Marisol que quedaba


relativamente cerca de la casa de mis padres, Erik se
notaba ansioso por verla y no hacía por disimularlo.

Durante el camino, Marisol le platicaba a Erik alegremente


como le había ido con sus padres el día de ayer, mientras
que yo pensaba en mi hermano, no sabía exactamente qué
pasaba entre él y Marion, lo que si sabía es que aún seguían
distanciados de lo contrario el no saldría de su casa.
Siempre era muy evidente las veces que llegaban a discutir
por algo.

- Te notó preocupada – dijo Ernesto, volviéndome a la


realidad mientras me analizaba con la mirada.

- Marion y Ciro pelearon – dije exhalando aire – ellos nunca


pelean.
El tono de mi voz era apagado.

Él me miró con compasión.

- Ciro es afortunado de tener una hermana como tú - dijo


apoyando su mano en mi pierna.

De repente recordé aquella platica que tuve con Erik, el día


que Selín me agredió con su veneno.

- ¿Por qué no me has dicho que tienes una hermana? -


pregunté con demanda.

Noté como su espalda se tensó.

- Por qué no tenemos una relación tan cercana, ella está


viviendo en el extranjero y casi no viene de visita.

- ¿La extrañas? - pregunté curiosa.

Casi no acostumbraba hurgar en la vida de mi novio, él era


muy reservado con el tema de su familia, prefería que lo
que me contará fuera saliendo natural, pero me daba
mucha curiosidad saber que tiene una hermana.

- Cuando ella vivía en casa yo estaba en el internado y


cuando regresé ella ya se había ido a estudiar al extranjero,
a veces siento como si no tuviera una hermana, puesto que
es casi una desconocida para mí - dijo con amargura.

- Siento que hayas tenido una infancia difícil, amor – dije


tratando de reconfortarlo, si no fuera porque iba
conduciendo lo abrazaría muy fuerte.

- Estoy bien – se limitó a decir fijando su vista sobre la


carretera.
Pasamos el portón principal de la hacienda de mis padres
asomando a nuestra vista las enormes filas de nogales que
apenas estaban madurando la nuez con la que mi madre
producía sus dulces, aún faltaban meses para que
comenzará la cosecha.

- La hacienda de tus padres es hermosa – dijo Erik


observando la vista por la ventana.

- Espera a ver los caballos, daremos un paseo en un rato - le


avisé.

- Yo paso, le tengo miedo a los caballos, nunca he subido


uno – dijo Erik con un poco de vergüenza, no quería parecer
débil ante Marisol.

- Yo igual, nunca he subido uno y no planeo hacerlo pronto -


dijo Marisol con un toque de miedo en su voz.

- Entonces daremos el paseo solo nosotros – dije mirando


a Ernesto, él asintió con gusto.

Papá y mamá iban a dar un paseo por los nogalares, Ciro le


mostraría la hacienda a Erik y Marisol, al parecer ellos se
llevaron bien.

Ernesto y yo caminamos tomados de la mano hasta las


caballerizas.

- Te presento a “Rayo” - le dije acariciando la crin del


imponente caballo color chocolate que estaba frente a
nosotros.

- Es hermoso – dijo él admirando a Rayo.

- Papá me lo regalo cuando cumplí diez años, era apenas


un potrillo, hemos pasado muchas experiencias juntos.
Él se acercó a acariciarlo también.

- Me agrada tu familia – dijo con nostalgia.

- Ernesto, sé que no eres muy cercano a tus padres, pero


quiero que sepas que no volverás a sentirte solo, estoy
contigo ahora – dije mirándolo fijamente a los ojos, en su
rostro podía ver como estos se humedecían, era la primera
vez que lo veía así.

- Tu eres maravillosa – dijo dándole un beso a la mano con


la que acariciaba su mejilla – contigo no me siento solo.

- Y no lo estás, ahora somos tu y yo - dije con


determinación, el asintió cerrando los ojos.

El dudo por un momento para animarse a decirme algo.

- Toda mi vida he estado solo a pesar de tener cerca a mi


familia, ellos en lugar de cuidarme me alejaron enviándome
por años a un internado – en su voz podía escuchar
amargura y rencor – nunca tuve fiesta de cumpleaños,
juguetes, o paseos familiares, una madre que me
acompañara a los eventos escolares o un padre que me
diera consejos en los momentos difíciles de mi vida.

Tomé su rostro entre mis manos, lo besé suavemente. Una


lagrima asomó por su mejilla, rápidamente la limpie con
uno de mis dedos.

- No puedo hacer nada por tu pasado, amor, pero te


prometo hacerte el hombre más feliz en nuestro futuro.

- Ya lo haces ahora - sonrió al mismo tiempo que unía sus


labios con los míos - me haces infinitamente feliz.

Dimos un paseo por los nogalares y las cosechas, hasta


adentrarnos por un sendero que me era muy conocido,
después de varios minutos nos adentramos por el bosque
hasta que dimos con uno de mis lugares favoritos en el
mundo.

- Este paisaje es hermoso - dijo Ernesto con asombro.

Cerca de la hacienda de mis padres pasaba un riachuelo


que desembocaba en una laguna pequeña, el agua era
cristalina brillando intensamente por el choque con los
rayos de luz que se asomaban de entre las ramas de los
árboles enormes.

- Ven – le dije tomándole la mano acercándonos al borde


de la laguna. Subí su playera con intención de quitársela,
aunque él era más alto que yo terminó quitándosela por su
cuenta.

- ¿Otra vez abusaras de mí? - dijo en un tono burlón


sarcástico.

Fruncí el ceño.

- Muy gracioso – le dije tratando de parecer enojada.

- Mira que si quieres, no me opongo – dijo acechante


tratando de seducirme.

- No lo haremos a la intemperie - finalicé tajante.

Hizo un puchero como niño pequeño.

Estuvimos nadando por un buen rato, Ernesto era excelente


nadador. Mis ojos se abrían por completo al observar la
belleza de su torso desnudo, no podía creer que todo eso
fuera mío y pudiera disfrutarlo cuando quisiera, me sentía
afortunada por tener a un hombre así en mi vida, y sabía
que el sentimiento era mutuo ya que en varias ocasiones
Ernesto me lo había hecho saber con sus palabras, sus
detalles y sus actos.

Cuando llegamos a donde mis padres ya casi atardecía, mi


padre le mostraba a Erik como encender una fogata para
asar carne, Ciro y mamá estaban muy entrados en su
plática imagine quien era el tema de conversación y Marisol
sentada en una silla. Sacudió su mano en señal de saludo.

- Hola - saludé alegre.

- ¿Disfrutaron de su paseo? - preguntó mamá.

- Si, le mostré a Ernesto la laguna a la que Ciro y yo íbamos


cuando éramos pequeños.

A papá le gustaban mucho las fogatas, por lo que había


mandado construir una palapa especial para pasar tiempo
en familia disfrutando de cocinar carne, beber tragos y
platicar al calor del fuego.

Me senté cerca de la gran mesa de madera que mamá


había enviado ubicar en el centro de la palapa para cenar.
Ernesto en cambio se acercó a papá y a Erik para escuchar
lo que papá le explicaba a Erik.

- ¿Puedo? - escuché la voz de Ciro a mi espalda.

- Claro, siéntate – le respondí.

Me ofreció una cerveza que acepté gustosa.

- ¿Cómo estás? - pregunté.

El dirigió su vista al frente para después verme a los ojos,


pude observar un haz de tristeza en ellos.
- Mañana me regresaré a la capital con ustedes – su voz
proyectaba una especie de amargura.

- ¿Y Marion?

- Diego la va a llevar – hizo una pausa – no sé qué va a


pasar entre nosotros, a veces pienso que todo este asunto
de ustedes sólo fue un pretexto para alejarse de mí.

Suspiró derrotado. Su rostro era de un cachorrito asustado.

- Ustedes pueden superar cualquier crisis que se les


presente, los dos se aman demasiado – le anime.

Negó con la cabeza.

- Ella dijo que nuestra relación ya estaba desgastada – al


decir estas palabras su voz sé quebró, llevó sus manos a la
cara en un acto de desesperación.

Me partía el corazón verlo tan triste, ellos siempre se veían


felices, ahora me daba cuenta que había muchas cosas que
no sabía sobre su relación.

- Pase lo que pase siempre estaré para apoyarte hermano, y


si caes yo te ayudaré a levantarte – dije abrazándolo con
cariño.

El resto de la tarde la pasamos platicando, la mayoría eran


anécdotas de cuando Ciro y yo éramos pequeños, cuando
conocimos a Marisol, todos eran momentos que recordaba
con mucho cariño.

Erik y Marisol parecían más cercanos que de costumbre, se


enviaban miradas de complicidad que podía descifrar a
metros de distancia, por un momento casi adivino como si
él fuera a tomar su mano, pero se detuvo al descubrir que lo
estaba viendo, me hizo una mueca para después
mostrarme su lengua.

Le fruncí el ceño.

***

A la mañana siguiente nos despertamos todos muy


temprano, regresamos a casa y nos preparamos para
regresar a la capital.

- Mi niña te extrañaré demasiado – dijo mi nana llorando.

- Nana no llores – le dije limpiando sus lágrimas con mi


mano - volveré pronto.

- O tal vez vayamos nosotros primero, a tu graduación -


exclamó mi madre.

- Es verdad – exclamé con asombro llevándome las manos


a la boca. No había caído en cuenta de que ya sólo faltaban
unas semanas para mi graduación el tiempo había pasado
muy rápido.

- Nana quiero que estés presente en mi graduación - dije


fijando la mirada quien asintió.

Mi nana se puso muy feliz al saber que me acompañaría en


ese día tan especial para mí.

Nos despedimos de mis padres con un beso y un abrazo.

La despedida era la parte que menos me gustaba de venir a


visitar a mi familia, llegaba con mucha ilusión y alegría, y
me despedía con lágrimas en los ojos al saber que no los
vería por un buen tiempo.
Erik me dio una palmada en la espalda cuando una
lagrimita asomo por mi mejilla, me acomode en su brazo.

- Pronto los volverás a ver, prima – dijo mostrándome su


apoyo.

***

Dejamos a Erik y Marisol en casa de ella, al despedirnos le


guiñé un ojo a Erik mientras le sonreía pícaramente, sólo él
y yo nos entendíamos, él puso los ojos en blanco.

- ¡Estoy exhausta! - exclamé en voz alta al momento de


entrar al departamento, enseguida de mi entró Ernesto y mi
hermano.

- Estaré en mi habitación - dijo mi hermano dejándonos a


solas en la sala de estar.

Ernesto se acercó a mí, me apegó a su cuerpo tomándome


de la cintura, me observaba como si estuviera admirando
una obra de arte. Mis mejillas se sonrojaron.

- Hoy no me podré quedar, hace días que no veo a mi madre


– dijo rozando sus labios con los míos para después
unirlos con frenesí.

- Esta bien – dije abrazándolo con fuerza.

- Te quiero.

- Te quiero más.

***

Los días siguientes, nada mejoró entre Ciro y Marion, un día


llegó el con el rostro rojo, estuvo llorando. Traía una caja
con cosas y se encerró en su habitación.
Fui al Instituto varios días por la mañana a realizar el
trámite de mi título, faltaban exactamente dos semanas
para mi graduación, estaba de lo más feliz y tenía muchas
cosas por hacer.

Ernesto me veía recostado en la cama mientras caminaba


de un lado a otro escribiendo una lista de pendientes:

- ¿Qué restaurante me recomiendas para la comida


después de la ceremonia? - le pregunté. El sabría de alguno
sofisticado, era un día muy importante y lo celebraría al
máximo.

- Tal vez el Quintonil, si quieres le puedo decir a Leyla que


haga la reservación para ese día.

- Si por favor – exclamé alegre dándole un beso en la


mejilla.

- ¿Irás a la ceremonia de entrega de títulos y a la recepción?


- pregunté esperando una respuesta afirmativa, ya le había
advertido que tenía que ir, pero sólo quería confirmar que lo
recordara.

- Claro amor, no me perdería un día tan importante para ti -


me atrajo hacía él, después subí a la cama y me senté justo
arriba de su abdomen, él se sentó apoyándose en varias
almohadas.

- Así está mejor - susurró apretando mis muslos.

- Tengo que ir a medirme la toga, hacer cita de vestuario, de


peinado, de maquillaje – iba escribiendo todo en mi libreta.

Él me veía divertido.

- ¿Qué? - pregunté con intriga.


El ladeó la cabeza mirándome fijamente esbozó una
sonrisa traviesa.

- Recordé los días que fuiste mi asistente, eras muy


eficiente – dijo al momento de darme un beso – ahora que
serás profesionista con título porque no regresas a trabajar
conmigo – dijo con esa voz tan sensual pegándose más a
mí, estaba jugando sucio.

- mmm... no lo sé - dije mordiéndome el labio.

- Pasaríamos más tiempo juntos – casi suplicó, era muy


insistente pero la verdad es que el trabajo en Industrias
Cazares era muy demandante y más teniéndolo a él como
jefe prefería mil veces sólo tenerlo como novio. Lo que
menos quería era hacerlo sentir mal o discutir por ese
asunto.

- Lo pensaré y te prometo una respuesta después de la


graduación - lo besé.

Él frunció el ceño.

- Esta bien – suspiro, no le gustaba para nada que le


llevarán la contraria, pero lo pensaría bien antes de regresar
a su compañía, en caso de hacerlo, tendríamos que poner
las cosas en claro principalmente lo de su humor, hace
mucho que no teníamos avistamientos del robot gruñón y
me sentía feliz así.

- Iba a esperar a que fuera una sorpresa, pero tal vez esto te
ponga más feliz – dijo de pronto.

- ¿Qué pasa? - pregunté curiosa.

- Me invitaron a dar el discurso para los estudiantes


egresados de tu generación.
- ¿En serio? - exclamé con asombro, mis ojos se abrieron
completamente.

- Ajá - espetó sonriente.

- ¡Eso es maravilloso! - exclame emocionada.

- ¿Entiendo que es tu graduación, pero porque es tan


importante este día para ti? -

- También iba a ser una sorpresa - confesé - pero para mis


padres aún lo puede ser, hace días cuando fui al Instituto a
realizar el trámite del título me informaron que me
reconocerán como la alumna al mérito académico de mi
generación, no sabes lo que me he esforzado, lo que he
estudiado y preparado para que mis padres se sientan
orgullosos de mi - dije con un nudo en la garganta por la
emoción.

Él me vio con ternura, me acarició la mejilla suavemente.

- Ellos lo están y yo también - rozó su nariz con la mía para


después besarme.

Hoy era el gran día, el día de mi graduación. Estaba por


demás feliz.

Vería a mis padres en la ceremonia ya que alegaron que el


departamento era algo pequeño como para seis personas
incluyendo Ernesto, así que decidieron quedarse unos días
en el hotel Palace.

Por la mañana me levante muy temprano organice mi


vestido, mis zapatos y mi toga sobre la cama, contraté a
una persona para que viniera a peinarme y maquillarme al
departamento, era una ocasión especial.
- Sara llegó este sobre con destinatario para Ernesto
Cazares – dijo mi hermano abriendo la puerta de mi
habitación.

Tomé el sobre en mis manos extrañada, era amarillo, de


tamaño mediano parecía más bien una carta, pero no tenía
un remitente escrito.

- ¿Por qué lo abran enviado aquí? - pregunté pensativa.

- Tal vez por que pasa más tiempo aquí que en su casa - río
burlón.

Ciro salió de la habitación dejándome sola de nuevo. Moví


el sobre en varias direcciones sobre la luz, al parecer si era
una especie de carta o documento, tal vez de la empresa,
pensé.

Habíamos acordado que él se prepararía en su casa,


últimamente ya no pasaba tanto tiempo en el departamento
ya que su madre a veces se sentía enferma. El vendría a
recogerme temprano y nos iríamos juntos a la ceremonia
de graduación que sería a las dos de la tarde.

Miré el reloj por milésima vez, eran las diez. Esperaba que
el maquillaje y peinado no demorarán demasiado tiempo.

Cuando me miré al espejo eran aproximadamente la una de


la tarde, sentí como si hubiera corrido una maratón, pero al
verme me di cuenta que valió la pena. Escogí un vestido
color vino tipo coctel, que se ajustaba a la parte de mi
pecho y cintura para después caer en forma de triángulo
invertido, mi peinado quise que fuera recogido con una tiara
de color dorado. Durante la ceremonia no se me notaría el
vestido, llevaría la toga sobre él. Ya después para las fotos
y la comida con mis padres, luciría mi vestido.
- Estás hermosa hermana - escuché la voz de Ciro a mi
espalda.

Sonreí complacida.

- Gracias hermano.

- Me hace muy feliz estar contigo en los momentos


importantes y ver como cumples tus metas – me dijo al
momento de abrazarme cálidamente.

- No sabes lo importante que eres en mi vida Ciro, te amo


mucho - le dije abrazándolo una vez más.

- Juntos para siempre – dijo al momento de tomar mis


manos y apretarlas ligeramente.

***

Hace días que mi madre se sentía muy fatigada, le subía la


presión. Cuando la lleve a revisión con el médico, éste dijo
que ella tenía que tomar reposo absoluto por unos días ya
que lo que tenía era derivado a un cuadro de estrés, pero lo
raro es que mi madre que yo supiera no tenía una razón
para estar estresada o que hubiera algo que la
preocupara.

Trataba de visitar a mi novia por las tardes después del


trabajo, aunque fuera sólo una o dos horas, después
regresaba a casa a ver a mi madre y dormir. Eran días
agotadores, en la empresa nos iba bien, pero teníamos un
número considerable de clientes nuevos por lo que todos
los días teníamos reuniones y juntas que me dejaban sin
energía al final del día.
Estaba ansioso por verla y besarla, este era un día muy
especial para ella, quería ser yo quien estuviera a su lado en
un momento tan importante.

Toqué el timbre de su departamento. Abrió la puerta y me


recibió con una sonrisa de lado a lado. Se veía demasiado
hermosa y delicada con ese vestido. Observarla era uno de
mis mayores placeres de la vida.

- ¿Cómo me veo? - preguntó saludándome con un beso.

La rodeé por la cintura mientras caminamos algunos pasos


al interior del departamento.

- Eres la mujer más hermosa que existe – le susurré cerca


del oído al momento de besarla en el cuello, el olor de su
perfume era exquisito.

Soltó una risita.

- Tu eres el hombre más apuesto que he conocido señor


Cazares – dijo ella tratando de parecer sería sin embargo
estaba demasiado alegre para lograrlo, me encantaba verla
así.

- Si no viviera en el departamento, no creería lo tiernos que


son cuando nadie los ve – dijo su hermano apareciendo por
el pasillo de la sala de estar.

Carraspeé recomponiendo mi postura, Sara se apartó un


poco de mí.

- ¿Por qué tendríamos que demostrarlo en público? - dije en


seco.

Ciro se encogió de hombros para después reír divertido, no


entendía su risa.
Entrecerré los ojos.

- ¿Sabes cuál era el apodo que mi hermana te puso cuando


eras su jefe? - preguntó con una sonrisa curiosa.

- ¡Ciro! - lo regaño ella, pero sus facciones no eran de


enfado.

Él tomo las llaves de su coche con intención de salir del


departamento. Ahora mi curiosidad era demasiada.

- ¿Cuál es ese apodo? - pregunté al aire esperando que


alguno de los dos contestará.

Sara estaba nerviosa y una sonrisita de vergüenza


asomaba en su rostro.

Fruncí el ceño.

- Lo siento cuñado, pensé que sabías, estaba jugando – dijo


él con las mejillas de color rojo volviendo su semblante
divertido de hace un momento a uno más serio – falta poco
más de media hora, deberíamos irnos, me adelantaré.

Salió rápidamente del departamento.

Dirigí mi mirada hacía Sara.

- ¿Con qué un apodo? - le pregunté con falsa molestia.

Ella tapó su rostro con las manos, cuando las quito el rubor
de sus mejillas se había incrementado.

- Es algo muy infantil – dijo jugando con la tela de su


vestido – es un apodo que usaba cuando comencé a
trabajar contigo, no te conocía y aún no me gustabas -
agachó la mirada.
- Quiero saber cuál es – le exigí, ahora me embargaba tanto
la curiosidad, de seguro era algo ofensivo y burlón.

Negó con la cabeza, mientras notaba como reprimía la risa


en su boca.

- Dímelo o llegaremos tarde a la ceremonia – le dije con


diversión disfrazada de astucia.

- No te atreverías - dijo posando su dedo índice en mi


pecho.

- No me retes señorita Cortés - le dije con clara altanería.


Ahora el que se divertía era yo.

- Esta bien – dijo conteniendo su risa – el apodo era “Robot


gruñón corazón de hielo”. Al finalizar llevo sus manos a la
boca.

Rodeé su cintura con mis brazos atrayéndola hacía a mí


con fuerza.

- ¿Estás enfadado? - preguntó con inocencia.

Puse cara de falsa molestia.

- Antes de conocerte mi vida era muy diferente, siempre


estaba de mal humor porque no era feliz, tú le has traído luz
a mi vida y esa paz que tanto pedía. Te amo mi vida.

Al decir esas últimas palabras ella alzó su mirada al


instante, sus ojos comenzaron a brillar con mayor
intensidad.

- Yo también te amo Ernesto.

Apoye mi frente en la suya, disfrutando del momento


mientras estaba en mis brazos.
Alcé la vista, vi como la puerta se abrió y el cuerpo se me
heló al ver la sonrisa macabra que me dedicó ese rostro
conocido.

Aparté a Sara de mis brazos manteniéndola a mi lado.


Primero me vio confundida pero después apunté con la
barbilla hacía la puerta, cuando la vio en el interior del
departamento me regresó la mirada confundida

- ¿Qué haces aquí Selín? - Rugí enfadado – ¿No te quedo


claro que no te quería volver a ver?

- No vine a verte a ti, querido Ernesto – dijo sin borrar esa


maldita sonrisa que me estaba fastidiando.

- ¿Cómo entraste a mi departamento? - preguntó Sara


irritada.

- La puerta estaba abierta – hizo una mueca de simpleza.

- Vete de aquí que tenemos prisa – dije autoritario.

Di unos pasos adelante con la intención de sacarla con mis


propias manos. Pero ella sacó de su bolso una pistola a la
que le quito el seguro rápidamente.

Volteé a ver a Sara estaba en shock al igual que yo,


retrocedí los pasos que había avanzado. Posicione a Sara
detrás de mí.

- Baja el arma - le dije entrecerrando los ojos, tuve que


hacer un esfuerzo para no gritarle y enfadarla – vamos a
hablar.

- ¿Ahora si quieres hablar? - preguntó irónica.

Me apuntó con la pistola.


- Por favor, te lo ruego no hagas algo de lo que te puedas
arrepentir, Selín - exclamó Sara sollozando, estaba
temblando de miedo.

- ¡Acaba de hablar la niña que no ha sufrido nada! - gritó


burlesca – tú no sabes todo lo que he pasado por culpa de
tu amorcito ahora ya no tengo nada.

- Ernesto no tuvo la culpa de lo que le paso a tu familia –


dijo Sara dando un paso al frente, le apreté la mano para
evitar que se acercará más a ella, estaba temblando
también, aunque no sabía si era miedo o rabia, no creía que
fuera capaz de disparar, pero tenía que hacer algo para
tratar de evitarlo.

- Eso es lo que te ha hecho creer él, ¿acaso ya te contó del


secreto de su familia? - Sara volteó a verme
cuestionándome con la mirada, ahora no estaba en
condiciones de exigirle a Selín que se callará, pero Sara se
enteraría de la peor manera sobre el lado oscuro de mi
familia, lo que fuera pero que no la lastimará.

- ¿De qué secreto hablas? - preguntó Sara confundida.

Selín dirigió su mirada hacía mí, estaba disfrutando el


momento al ver como apretaba la quijada.

- Mi padre sabía un secreto sobre el padre de Ernesto, es


por eso que él casi vendió o regalo a su hijo a cambio del
silencio, imagínate, que tipo de secreto crees que sea como
para dar a cambio a tu hijo, porque no le preguntamos a
Ernesto cuál es ese secreto – dijo Selín convencida de la
daga que se metía en el corazón de ella estaba tratando de
plantarle dudas sobre mí.

- ¿Es cierto eso? - preguntó Sara incrédula.


- Lo es – dije en voz baja – pero mi padre nunca me dijo
cuál es ese secreto que esconde con tanto recelo.

- Tal vez la muerte de alguien - continúo esparciendo su


veneno – o tal vez por eso mi padre murió y no fue un
accidente como todos creen, tal vez fue tu padre el
responsable del accidente de mi familia o ¡fuiste tú! ¡Por
qué no te querías casar conmigo! - gritó al mismo tiempo
que lagrimas caían sobre su rostro, estaba demasiado
alterada y el temor por que hiciera una estupidez era cada
vez más grande.

Respire profundo tratando de serenarme.

- Siento mucho que pienses eso de mí Selín, yo no sería


capaz de hacerte daño o hacerle daño a tu familia, me
conoces bien – dije tratando de persuadirla un poco.

Ella negó sacudiendo la cabeza con fuerza.

- ¡No trates de confundirme! ¡Tú nunca has sido amable


conmigo!, tú eres un maldito monstruo, mira lo que me has
hecho – lloraba desconsolada, pero sin dejar de apuntar
con la pistola – pase más de diez años de mi vida
arrastrada a tus pies, siempre haciendo lo que tu querías,
recogiendo las migajas que dejabas tiradas, pero ya no
más, porque tú no podrás ser feliz ¡no lo permitiré! el malo
del cuento eres tú, no yo – dio unos pasos al frente
apuntándome directo al pecho, jalé de la mano a Sara
retrocediendo unos pasos.

- ¡Por favor Selín, te lo suplico! - exclamó Sara llorando, las


lágrimas corrían por su delicado rostro, se me desgarro el
corazón al ver como su maquillaje se había estropeado
combinándose con la humedad de su rostro.
Cerré los puños con fuerza.

- Basta Selín, si quieres vengarte de alguien dispárame a mí


de una vez, si tengo que pagar por mis errores o los de
alguien más según tú, lo haré ¡dispara de una vez! - suplique
casi perdiendo la cordura.

Di unos pasos adelante.

- No te muevas – le ordené a Sara en seco. Ella me vio


desconcertada. Quité mi agarré de su mano.

Selín retrocedió un paso, sus manos temblaban, sabía que


tal vez tenía una sola oportunidad de quitarle el arma.

Volví a dar un paso más.

- ¡No te acerques! - gritó.

Casi estaba seguro que no se atrevería a disparar, ya que


estaba muy nerviosa y cada vez que daba un paso atrás
ella retrocedía. Mi mirada sombría y dominante estaba
haciendo efecto en ella.

- No te acerques o disparo - gritó.

- Dispárame - dije tratando de parecer calmado. Di unos


pasos adelante.

- Selín gracias por abrirme los ojos, tienes razón - escuché


la voz de Sara a mi espalda, Selín la miró confundida –
Ernesto es un mal hombre, lo sé ahora, trata mal a las
personas, es prepotente, altanero...

Traté de ignorar lo que Sara decía, no sabía si era verdad o


estaba tratando de persuadirla, prefería pensar que era lo
primero, lo cierto es que Selín miraba fijamente a Sara
escuchando cada una de las palabras que ella decía.
Observé como sus brazos se relajaron, este era mi
momento. En un movimiento por tratar de quitarle el arma
de sus manos, pensé que estaba distraída pero no fue así,
antes de que pudiera llegar a ella, jaló el gatillo y mi sangre
se heló por completo al ver la bala pasar frente a mí
mientras la seguía con la mirada.

Mis ojos se abrieron por completo aterrado al ver como en


fracción de segundos una mancha de sangre en su costado
izquierdo a la altura de la cintura emergía traspasando su
vestido, ella tocó la sangre levantando la mano mientras la
observaba, giro su vista hacia nosotros, para después caer
al piso inconsciente.

- ¡Sara! - grité con todas mis fuerzas abalanzándome cerca


de su cuerpo inerte. La sangre seguía saliendo, sus manos
estaban frías, cantidad de lágrimas comenzaron a salir por
mis ojos, lloré en su pecho como nunca lo había hecho. El
miedo de perderla comenzó a apoderarse de mí, pero ella
aún tenía aliento por lo que la levanté en peso sobre mis
brazos y corrí como nunca mientras las personas en el
edificio me veían aterrados ante la escena. No vi a Selín
más, había huido.

Ni si quiera el guardia de seguridad del edificio me impidió


salir con ella en brazos.

- Amor, estarás bien te lo prometo – sollozaba.

- Resiste por favor – suplicaba, pero ella no me


escuchaba.

Conduje lo más rápido que pude al hospital, cuando entré


por la puerta principal, me recibió una enfermera pidiendo a
gritos una camilla. Rápidamente se acercaron varios
médicos, todo paso muy rápido por mi cabeza, me sentía
mareado.

- ¡Sálvela por favor! - le supliqué llorando mientras que la


voz se me entrecortaba.

Una enfermera se acercó a mí al ver como la desesperación


me consumía.

- Haremos todo lo posible por salvarle la vida - me dijo


tratando de calmarme.

Vi cómo se la llevaron en una camilla desapareciendo de mi


vista al entrar a la sala de quirófanos.

Me desplomé de rodillas en el piso, me llevé las manos a la


cara, deseaba con todo mi ser que todo esto fuera una
pesadilla.

Mi amor, mi Sara, era tan joven... se supone que hoy sería


su graduación el día más feliz de su vida y ahora no sabía si
ella... tenía que vivir, abrir los ojos, sonreír de nuevo.

El llanto desconsolado se apoderaba de mí.

Ella no merecía esto, era yo quien debería estar en su lugar.


¡Yo, no ella! Grité furioso.

Sentí la vibración del celular en mi bolso, junté todas mis


fuerzas para contestar.

- ¡Ernesto! Estoy llamando desde hace rato, la ceremonia ya


comenzó, ¿Dónde están? - era la voz de su padre, estaba
preocupado.

- En el hospital San José - dije sollozando.


- ¿Qué pasó? ¡Dime! ¿Dónde está Sara? - su voz se volvió
desesperada.

- Le dispararon, tienen que venir cuánto antes – dije apenas


emitiendo sonido.

- Vamos para allá - su voz era temblorosa. Colgó.

Habían pasado veinte minutos desde que se llevaron a Sara


a la sala de quirófano. Cada minuto... cada segundo que
pasaba era una tortura para mí.

Escuché voces conocidas a unos metros de distancia, era


la familia de ella que se acercaba rápidamente hasta donde
me encontraba, me puse de pie, no tenía ni fuerza para
hacerlo.

- ¿Qué fue lo que paso Ernesto? ¿cómo está mi hija? -


preguntó su padre desconcertado desesperado por
conseguir una respuesta.

- Estábamos en el departamento a punto de salir – mi voz


se quebró - la puerta estaba abierta... mi exnovia le disparo.
Sara está en el quirófano.

- No... no... no... - Ciro se llevó las manos al cabello


despeinándoselo con fuerza, no podía creer lo que le había
pasado a su hermana.

La mirada de su madre se volvió oscura.

- ¿Qué?... ¿tu ex novia? - gritó acercándose acechante – por


tu ex novia esta mi hija al borde de la muerte, ¡vete! ¡no te
quiero ver aquí! - me pegó con los puños en el pecho
mientras comenzaba a llorar, Gustavo se acercó para
consolarla apartándola de mí.
- Yo la amo... si hubiera sabido que esto pasaría jamás
hubiera estado con ella sabiendo que mi ex novia era una
psicópata - mi voz era desconsolada, en verdad sentía
demasiada culpa, yo la amaba.

- Si mi hija no te hubiera conocido, nada de esto hubiera


pasado - exclamó furiosa – no te quiero ver aquí, si mi hija
muere será tu culpa, respeta mi dolor de madre.

- ¿Y mi dolor que? - le grité furioso, no podía impedirme


estar al lado de la mujer que amo.

- Veté por favor - pidió Gustavo consolando a su esposa.

Su nana lloraba desconsolada gritando “mi niña” ... “mi


niña”.

Me mantuve de pie frente a ellos.

Ciro me jaló del brazo hasta apartarme unos metros de sus


padres.

- Ernesto sé que quieres a mi hermana, lo he visto – dijo él


mirándome fijamente, sus ojos estaban humedecidos por
las lágrimas - pero mis padres apenas te conocen,
comprende el dolor que están sintiendo en este momento,
cuando Sara se ponga bien – su voz se quebró - podrás
buscarla de nuevo y todo se arreglará y todo estará bien
otra vez – se llevó las manos a la sien.

Reuní todas mis fuerzas para poder dejar el hospital. El


único lugar al que se me ocurrió ir fue al departamento de
Erik.

***

- Ernesto, ¿Qué paso? Te ves destrozado - preguntó Erik al


abrir la puerta y ver mi semblante destruido.
Tragué saliva antes de responderle, una lagrima cayó por
mi mejilla, mis ojos me ardían.

- Sara... - susurré - Selín le disparo – mi voz se quebró al


emitir estas últimas palabras.

- ¡No puede ser! - escuché la voz de Marisol que se


asomaba hasta la puerta, comenzó a sollozar.

- ¿Cuándo sucedió? - preguntó Erik incrédulo abriendo por


completo los ojos.

Nos sentamos en los sillones de la sala de la casa de Erik,


traté de recomponerme, estaba destrozado, no sabía si
quiera si ya había salido del quirófano... si estaba viva.

Le platique a Erik y a Marisol como sucedieron los hechos,


me escucharon atentos mientras Marisol sollozaba. Con
dolor les expliqué como me corrieron del hospital sus
padres.

- Eso no es justo – dijo Erik con enfado.

- Cada minuto que pasa, me convenzo más de que todo es


mi culpa, mi maldita actitud provocó el monstruo interior de
Selín y si Sara y yo no estuviéramos juntos nada de esto
hubiera pasado – me lamenté al momento que tapaba mi
rostro con las manos.

- ¿Cómo ibas a saber que esto pasaría? No es tu culpa –


me animó.

Negué con la cabeza.

- Iré al hospital para saber cómo esta - dijo Marisol


poniéndose de pie – Erik quédate a acompañar a Ernesto él
te necesita, los mantendré al tanto.
Erik asintió despidiéndose de ella con un abrazo.

- Gracias – le dije antes de irse.

Ese mismo día Erik se coordinó con mi padre para


encontrar a Selín, estaban las pruebas, los videos de las
cámaras de seguridad del edificio y mi testimonio, eran
suficiente para refundirla en la cárcel por muchos años.

Todo el día me pareció un infierno. Erik se fue a quedar a la


casa de mis padres, mientras que yo me encerré en mi
habitación, no quería ver a nadie, sólo quería tener noticias
de mi novia.

Por la noche Marisol me llamó notificándome que le habían


extirpado la bala a Sara, en el proceso perdió mucha sangre
por lo que aún permanecía inconsciente en terapia
intensiva. La bala por suerte no tocó órganos internos
primordiales, por lo que había mucha esperanza de que
pronto reaccionara. Los doctores definieron las siguientes
24 horas como cruciales en su proceso de recuperación.
Esa noticia me hizo sentir mejor, anímicamente estaba
destrozado, sólo quería saber que estaría bien, que ella
sonreiría de nuevo no importa que ya no pudiéramos estar
juntos.

Pasaron casi tres días de tormento y Sara aún no


despertaba, lo sabía por qué Marisol iba al hospital todos
los días a preguntar por ella. La espera por la llamada de
Marisol se había vuelto mi primera necesidad del día.

Al tercer día su padre fue a buscarme a casa de mis padres.


Baje hasta el despacho, aún en pijama y despeinado, estos
días ni si quiera había tenido el ánimo de bañarme. Al
verme su expresión cambio a una de compasión.
- Ernesto – me saludó.

- ¿Que hace aquí? - pregunté desconcertado. Me senté en


uno de los sillones de la sala de visitas, con la cabeza
gacha y desviando la vista de sus ojos.

- Vengo porque Sara despertó - dijo en tono serio, me puse


de pie al instante, pude sentir como regresé a la realidad,
los últimos días parecía un zombi – ella está preguntando
por ti – dijo después de hacer una pausa. Se llevó las
manos a los bolsillos de su pantalón analizando mi
reacción.

Me alegraba demasiado saber que ella había despertado, lo


que daría por verla, abrazarla y besarla de nuevo.

- Ustedes me impidieron el acceso al hospital – le recordé


con enemistad.

Gustavo asintió endureciendo sus facciones.

- Lo sé, te pido una disculpa, mi esposa tiene un humor muy


efusivo en ese momento nos sentíamos destrozados, es
nuestra hija – hizo una pausa – Ciro me ha platicado
algunas cosas, si tú las amas podemos hacer a un lado
este amargo momento y salir adelante juntos.

Sus disculpas eran sinceras más sin embargo ya había


meditado bien mi decisión.

- La amo... como no tienes idea – le dije penetrándolo con


la mirada – pero no puedo permitir que algo como esto
vuelva a pasar, no podría continuar mi vida si a ella le
pasará algo, la policía aún no encuentra a Selín.

Desvié la mirada exhalando una bocanada de aire.


- Y aunque encuentren a Selín, lo mejor para Sara es no
estar cerca de mí, mi familia tiene secretos y no puedo
involucrarla en un tipo de vida que la mantenga en peligro.

Mi corazón comenzó a latir fuerte. Pero era mi cerebro


quien estaba hablando en este momento, era la razón quien
me decía que era lo que tenía que hacer. Aunque me
rasgará por dentro mi decisión de no volver a buscarla,
sabría que ella estaría viva y sin peligro.

- Destrozarás su corazón - dijo Gustavo con amargura.

- Estoy consciente de eso - finalicé.

Su padre asintió, caminó hasta la puerta del despacho, pero


antes de girar la perilla se dio vuelta hacia mí.

- Nos quedaremos en la capital hasta que Sara se recupere


por completo, en caso de que decidas verla, sabes que eres
bienvenido.

Se marchó.

Cerré los ojos reviviendo en mi mente el último beso que


nos dimos. Adiós mi pequeña novia. Te amaré por siempre.

Cuando desperté mi cuerpo ardía, cada vez que respiraba


sentía un dolor intenso en la parte central de mi cuerpo.
Pronto me di cuenta que estaba en una habitación de
hospital sin poder moverme, tenía conectada una
manguera de oxígeno en mis fosas nasales, mi garganta se
sentía seca y mis manos estaban conectadas a mangueras
con suero y medicamento mediante catéteres y sondas
intravenosas. Se parecía a la sensación de la vez que sufrí
el accidente automovilístico pero esta vez el dolor era
mucho más intenso, intenté pronunciar palabra, pero no
había sonido en mi boca ya que mi garganta raspaba. Por
mi mente comenzaron a pasar recuerdos y escenas del
último momento que recordaba, estaba con Ernesto en mi
departamento listos para la ceremonia de graduación, “la
ceremonia” sentí un sobresalto en mi cuerpo, era lógico que
no había asistido por que ahora me encontraba en un
hospital sin poder moverme.

Respiré profundo tratando de recordar porque estaba aquí


pero no podía, ¿dónde estaba Ernesto? ¿dónde estaban
todos? Comencé a desesperarme dando paso a que la
ansiedad se apoderara de mi cuerpo, pronto uno de los
aparatos médicos comenzó a emitir un sonido.

En fracción de unos instantes dos doctores, una enfermera


y mi padre entraron a la habitación. Me veían atónitos,
revisando cada uno de mis signos vitales.

- Papá … - alcancé a decir.

Mi padre se acercó rápidamente, tomándome la mano, se


sentía tan bien sentir un poco de calor humano de alguien
querido, la habitación por demás era fría.

- No te esfuerces hija, descansa, aquí estaremos esperando


tu recuperación - dijo mi padre con una tierna sonrisa.

- ¿Qué fue lo que pasó? - pregunté suplicante.

Mi padre volteó a ver al médico quién asintió con la cabeza,


al parecer estaba de acuerdo con que mi padre me contará
por qué razón estaba en el hospital.

- Hija, al parecer la ex novia de Ernesto te disparo


momentos antes de que salieran para el Instituto a la
ceremonia de graduación - dijo mirándome fijamente a los
ojos.
Lagrimas comenzaron a derramar sobre mis mejillas, mi
cuerpo me dolía e imágenes aleatorias sobre esos
instantes comenzaban a brotar de mi memoria.

- ¿Dónde está Ernesto? ¿está bien? - pregunte desesperada


con miedo de saber que Selín también lo hubiera
lastimado.

Mi padre tragó saliva acariciando mi mano con suavidad.

- Ernesto está bien, Selín sólo te lastimo a ti.

- ¿Dónde está? ¿quiero verlo? - pedí con los ojos


humedecidos, ansiaba con toda mi fuerza sentir el calor de
su abrazo.

Noté como el cuerpo de mi padre se tensó. Entrecerré los


ojos.

- ¿Pasa algo con Ernesto? - lo tomé del brazo.

- No pasa nada, él está ahora en su casa, le avisaré que ya


despertaste - respondió en tono serio.

Asentí agradecida, deseaba tanto verlo.

El doctor me explicó que por unos días sólo permitirá que


mi familia me viera por espacio de veinte minutos ya que
mi situación aún era delicada. La hora de visita era a las
cuatro de la tarde por lo que ansiaba con todo mi corazón
que el tiempo se pasará rápido para ver a Ernesto.

No sé cuánto tiempo dormí, era lo único que podía hacer


mientras estuviera en cama. Sentí como la puerta de la
habitación se abrió, mis padres entraron.
- ¿Cómo te sientes hija? - preguntó mi madre con suavidad,
nunca antes la había visto con los ojos humedecidos – tuve
tanto miedo de perderte – besó mi mano.

- Aún estoy viva mamá - le dije tratando de calmarla.

Ella asintió con una sonrisa en su rostro

- ¿Papá donde esta Ernesto? - le pregunte.

- El doctor nos dijo que sólo permitirá que una persona


entre a verte por día, eso será sólo mientras mejora tu
condición, con nosotros hizo una excepción, podrás verlo
mañana, por ahora lo importante es que descanses, te
recuperes y que pronto regreses a la normalidad.

Mi corazón se estrujó cuando escuché que tendría que


esperar un día más para verlo. Al día siguiente él no llegó,
quién entró a verme fue mi hermano. Al siguiente mi nana y
mi mamá. Al siguiente mi padre, pero él no apareció. Todos
se comportaban muy extraño cuando preguntaba por mi
novio.

- Papá, dime la verdad, ¿Ernesto no vendrá? - pregunté con


los ojos humedecidos al borde de las lágrimas. Sentí un
nudo en mi garganta. Mi padre me vio con compasión.

Sus facciones se endurecieron.

- El día que despertaste fui a su casa para enterarlo - hizo


una pausa tragando aire – lo vi, este deshecho por lo que te
paso, ha tomado la decisión de alejarse de ti para
protegerte.

No entendía sus motivos ¿protegerme de qué?

- ¿Protegerme de qué? - pregunté confundida, mi voz


temblaba.
- De su ex novia, hablo sobre secretos en su familia, no
quiere involucrarte en sus problemas - tragó saliva, sé que
mi padre estaba tratando de aligerar el dolor emocional que
sentía.

Entonces era verdad lo que dijo Selín, sobre un secreto que


hundiría a la familia de Ernesto, ellos lo estaban
protegiendo a toda costa, pero, ¿a cambio de qué? El
prefería abandonarme.

Sentí como mi corazón se partió en mil pedazos. Mi cuerpo


comenzó a doler aún más y el aparato que antes había
sonado comenzó a hacerlo de nuevo, mi presión subió al
tope estaba entrando en estado de shock.

Recuerdo que comencé a gritar y retorcerme en la cama,


cuando entró un doctor y una enfermera con medicamento
inyectable, no me di cuenta cuando me lo aplicaron, sólo
que mis ojos comenzaron a cerrarse poco a poco hasta
quedar totalmente dormida.

Los siguientes días en el hospital, pasaban muy lento,


aunque ya dejaban entrar por más tiempo a mi familia, me
sentía vacía, como si fuera un vegetal, estaba viva, pero mi
mente estaba en otro lugar pensando en él.

Si tan sólo pudiera hablar con Ernesto y decirle que no tiene


que protegerme, que yo quiero estar a su lado, que
podemos superar todas las dificultades juntos,
amándonos. Pero él no aparecía, ni si quiera una llamada o
un mensaje.

Lo llamé cientos de veces, le envié mensajes, pero no


obtuve una respuesta, era como si no existiera, la única
razón por la que comía era para poder recuperarme pronto,
salir del hospital y buscarlo, necesitaba una explicación de
su abandono.

Otro día Marisol me visitó, me platicó que Erik y ella eran


novios, me alegre por mi amiga y por Erik. Ella me platicó
todo lo que Ernesto sufrió mientras estuve inconsciente,
ella también me dijo que él intentaba protegerme, que
pensaba que no era un buen hombre para mí. Ernesto es un
hombre con alma herida, dijo Marisol, ella pensaba que tal
vez lo mejor era que le diera espacio y me enfocara en
recuperarme, después tendría tiempo para hablar con él.
Marisol también me dijo que es muy difícil sanar un alma
rota, mientras él siguiera pensando que yo sufriría a su lado
jamás podríamos estar juntos de nuevo. Conocía a Ernesto
era un hombre muy terco, eso me ponía demasiado triste.
Todas las noches cuando mis padres ya no estaban lloraba
su ausencia.

***

Dos días después de que Sara despertó mi padre me


notificó que habían capturado a Selín queriendo salir del
país. Pasaría muchos años encerrada en la cárcel de eso
mi padre se encargaría, ya no volvería a ser una amenaza.

Todas las noches me debatía entre ir a verla o no, sabía que


estaba mejorando ya que Marisol me lo decía. Pero no
podía desterrar de mi mente el recuerdo de su cuerpo en el
piso, sangrando, ella estaba fría, el miedo de que muriera
era demasiado, se merecía alguien que le diera una vida
normal, que la hiciera feliz lejos de secretos, rencores y
mentiras. Yo estaba envuelto en todo eso.

Mi padre, Erik y mi Madre insistieron para que regresara a


trabajar, dijeron que eso me haría salir de poco por la
depresión que me había inundado ante lo sucedido. Sentía
que mi vida ya no tenía motivo.

Los días pasaron, pronto mi cuerpo regresaría a la


normalidad, mi recuperación estaba casi completa.

Eran los primeros días de agosto, casi dos meses después


de que Selín me había disparado, estuve casi tres semanas
en el hospital hasta que al fin me dieron de alta, después
tuve que tomar reposo absoluto para terminar mi
recuperación, podía caminar distancias cortas dentro del
departamento, sentarme y ponerme de pie sin ayuda.

Pronto mis padres necesitaron regresar a Montenegro para


atender sus negocios, no podían quedarse para siempre en
Montenegro. Insistieron en que me fuera con ellos, pero
necesitaba recuperarme aquí, ahora que tenía el título
profesional en mis manos necesitaba buscar trabajo
además de necesitar hablar con Ernesto, si él no quería
saber más de mí, al menos necesitaba que me lo dijera de
frente. Le lloré como a nadie, exprimí hasta la última
lagrima que me quedaba, sólo quería una explicación. Mis
padres regresaron a Montenegro, Ciro siguió trabajando en
la empresa y mi nana se quedó con nosotros para cuidarme
al menos otro mes más.

Cuando estuve lista para salir a la calle y conducir, el primer


lugar que se me ocurrió fue ir a la casa de Ernesto, tenían el
portón principal cerrado, así que bajé para pedirle al guardia
me diera acceso de pasar, pero me dijo que él había
ordenado que no me dieran acceso. Sentí una puñalada en
mi corazón. Al siguiente día, lo busqué en la oficina, pero
tampoco me dieron acceso de pasar ni si quiera a
recepción.
Era claro que no quería verme, después de dos meses sin
ninguna señal de él.

Regresé a casa devastada.

***

Erik y yo revisábamos unos documentos de clientes que


teníamos pendientes cuando tocaron a la puerta de mi
oficina.

- ¡Pase! - le ordené.

Era el guardia de seguridad del edificio, lo noté algo


nervioso.

- Que pasa, porque la interrupción - demande.

El guardia se quitó el gorro estrujándolo entre las manos.

- Discúlpeme señor, la señorita Cortés acaba de venir a


buscarlo.

Ante sus palabras sentí como la mirada de Erik estaba fija


en mí. Mi corazón comenzó a latir fuertemente cuando
escuché su nombre.

- ¿Aún sigue aquí? - pregunté poniéndome de pie, era como


si mi cuerpo tuviera vida propia y quisiera ir corriendo hacía
donde ella se encontraba.

- No señor, hice lo que usted me pidió, le dije que no podía


pasar, ella se marchó.

Mi corazón se estrujo, un escalofrío recorrió todo mi


cuerpo.

- Esta bien, si regresa me avisas – le dije desanimado.


Erik se me quedó viendo sin decir palabra, su mirada me
incomodaba demasiado.

- ¿Qué? - le pregunté.

- No te diré lo que pienso porque sabes que no estoy de


acuerdo con que hayas alejado a Sara de tu vida – dijo
penetrándome con la mirada.

Me lleve las manos a la sien frotándome con fuerza, ya ni


sabía que era lo correcto.

- ¿Crees que tenga que ir a un psicólogo? - le pregunté


consternado.

- Deberías - jactó - tal vez así abras un poco tu mente y tu


corazón.

Desde hace varios días se me había metido a la cabeza la


idea de ir con un psicólogo. Últimamente tenía muchas
pesadillas, Sara bañada en sangre en mis brazos, recuerdos
de mis días difíciles en el internado, Sara diciéndome que
ya no me amaba. Mis problemas de ansiedad y taquicardia
regresaron, pero todo era mental me lo había dicho mi
doctor personal. Estaba por cumplir 28 años y no quería
que mi vida siguiera siendo un completo infierno como
hasta ahora, Erik me había dicho que tenía que sanar mis
demonios internos y tal vez eso era lo que tenía que hacer.

***

Cuando regresé a casa mi nana me mostró una bolsa de


basura llena con ropa.

- ¿Qué es eso nana? - le pregunté curiosa.

Mi nana puso las manos en la cintura.


- Estaba organizando tu closet mi niña, toda esta ropa es
del innombrable, tenemos que tirar todo lo que te traiga
recuerdos tristes de él - dijo jalando la bolsa hacia fuera del
departamento.

Yo asentí.

Ernesto era un hombre muy poderoso, si él no quería verme,


no podía hacer mucho contra eso, incluso si quisiera entrar
a escondidas a su casa o su oficina sería por demás
imposible.

De repente se vino a mi mente el recuerdo del sobre que


llegó para Ernesto el día de mi graduación, nana dijo que
había estado organizando el closet. Caminé hasta donde lo
había guardado, seguía en su sitio. No sabía si debería
entregarlo o no, ya que después de dos meses nadie lo
había reclamado. ¿Sería prudente abrirlo? Así sabría si tenía
que entregárselo no sabía que tan importante sería el
asunto.

Me senté en la cama viendo el sobre fijamente durante


varios minutos ¡a la mierda! Pensé. Él no me quiere ver, no
se dará cuenta si lo abro.

Lo abrí y en el interior había una carta, con remitente de


nombre Álvaro Duarte.

“Ernesto, no me conoces, pero tu madre y yo fuimos muy


cercanos en nuestra juventud. Tanto que incluso llegue a
amarla, pero también a lastimarla, he cometido muchos
errores en mi vida, ahora que la edad avanza y estoy por
cumplir casi mis sesenta, no quisiera despedirme de este
mundo sin antes conocerte en persona. Hace unos meses
recibí una carta de Ricardo Ramírez donde me confesaba
que tú eres mi hijo, el hijo que procreamos en un momento
difícil de nuestras vidas, cometí el error de abandonar a tu
madre en un momento tan difícil, pero quiero enmendar mis
errores.

Envió esta carta a este domicilio ya que tu padre no me


permite acercarme de ninguna manera a ustedes. Anexo
mis datos de contacto, espero tu llamada o visita, de
verdad quiero conocerte hijo.

Álvaro Duarte.”

Sentí como toda la sangre se me heló. Tragué saliva.


Estaba incrédula ante lo que acababa de leer.

Ernesto no era hijo del señor Esteban. Ahora entendía por


qué el nunca mostró un cariño de padre. La carta
mencionaba el nombre de Ricardo Ramirez, él era el padre
de Selín, ella dijo que el señor Esteban tenía secretos con
su padre, este tenía que ser el secreto que con tanto recelo
guardaba. Pero Ernesto siempre había estado orgulloso de
su apellido, de ser el heredero de Esteban Cazares
propietario de Industrias Cazares, había trabajado
muchísimo para que el señor Esteban le cediera la
empresa. Este secreto terminaría por destruirlo.

Pase toda la tarde pensando en que hacer, si decirle a


Ernesto, pero como si él no me permitía verlo. La otra
opción era hablar con su madre, pero creo que no le
agradaba mucho mi presencia, por último, estaba la opción
de hablar con su padre. El tipo de la carta o sea su padre
mencionaba que había cometido muchos errores y que
había abandonado a su madre cuando estuvo embarazada,
tal vez el señor Esteban no era tan mala persona como
decía Ernesto, podría existir la posibilidad de que sólo lo
estuviera protegiendo, quise pensar que si, en mi situación,
la última opción era la mejor.

Pero no tenía su contacto, me tenían bloqueada de los


teléfonos de su casa. Erik podría darme su número, pensé.
Ya era de noche cuando me dirigía a casa de Erik para
pedirle el número de su tío.

Toqué el timbre con insistencia, rogando que estuviera en


su departamento.

Al abrir la puerta me vio asombrado.

- Sara... pasa - artículo, invitándome a pasar.

Di unos pasos al interior del departamento.

- ¿Estás solo? - le pregunté deseando que Marisol no


estuviera.

El asintió con la cabeza, entrecerró los ojos.

- ¿Cómo has estado? - preguntó nervioso.

- Viva – le dije con tono sarcástico.

El agachó la cabeza, suspirando profundo.

- Sara siento mucho lo que paso, quiero que sepas que no


estoy de acuerdo con la decisión que Ernesto ha tomado.

Lo mire fijamente a los ojos.

- No te preocupes Erik, y tampoco tienes que sentir lastima


por mí - dije tratando de ignorar el dolor que sentía ante su
mirada compasiva- No vine a hablar de Ernesto.

- Ah no... entonces estoy confundido – dijo sacudiendo la


cabeza.
Sonreí discretamente.

- Vengo porque quiero que me des el contacto del móvil del


señor Esteban Cazares.

- ¿Qué? Ernesto me mata si te doy el número de teléfono de


mi tío - dijo Erik escusándose, se llevó las manos a la
cintura.

Necesitaba conseguir ese contacto, no podía con la


angustia de saber que Ernesto no era un Cazares, lo peor
quería evitar a toda costa que él se derrumbará de nuevo.

- Erik – le dije viéndolo fijamente a los ojos, algo le había


aprendido a mi “ex novio” cuando quería obtener algo de
alguien – gracias a mi conociste a Marisol, así que por
favor te pido que me des el número del padre de Ernesto, lo
necesito.

Él dudo por un momento.

- Esta bien tú ganas – dijo derrotado. Sonreí triunfante.

Apenas y subí al coche marqué cada número en mi


teléfono, mi mano temblaba, no sabía lo que iba a pasar.

- Diga- escuché la voz grave del otro lado de la llamada.

- Señor Cazares, se acuerda de mi soy Sara Cortés - omití el


“ex novia de su no – hijo" - por favor no me cuelgue es
importante, sobre Álvaro Duarte – tuve que decir el nombre
para no arriesgarme a que me ignorara. Hubo un silencio,
pensé que me había colgado.

- Permíteme – dijo.

Pasaron unos minutos aproximadamente, la espera me


comía por dentro.
- Ahora si podemos hablar – su tono de voz era seco -
¿Dónde escuchaste ese nombre?

- Bueno lo que pasa es que enviaron un sobre sin remitente


con destinatario para Ernesto – me mordí el labio – él no
me quiere ver así que tuve que abrirlo para saber si valía la
pena rogarle para que me reciba. Necesitamos hablar – ya
comenzaba a morder las uñas de los nervios.

- Nos vemos mañana a las 8 am, te envío la dirección,


necesito que no menciones esto a nadie – dijo autoritario.

- Esta bien, aun no le digo a nadie - colgó.

Me mordí el labio con fuerza.

¿Esteban Cazares era la persona correcta para confiarle el


contenido de la carta?

Esa noche no pude dormir.

Por la mañana cuando desperté lo primero que hice fue


mirar el reloj eran las 7:05 am ¡Diablos! Llegaría tarde a la
reunión con Esteban Cazares. Como pude tome una ducha
rápida me cambie con la primera ropa que saqué de mi
closet, ni si quiera desayune.

La dirección que me había enviado estaba del otro lado de


la ciudad, así que tuve que enviarle un mensaje avisando
que llegaría un poco tarde.

El corazón me latía fuerte, no sabía que esperar de esta


reunión, lo que si tenía claro era que no quería que Ernesto
se volviera a derrumbar. Tan sólo imaginarlo sufriendo se
me partía el corazón, él se alejó de mi para protegerme,
pero de verdad esperaba que mis acciones lo protegieran a
él.
Cuando llegué a la dirección señalada era más de las ocho
y cuarto, el lugar donde me había citado con Esteban
Cazares era una residencia no muy lujosa, pero estaba en
un fraccionamiento privado el cuál para que me dejaran
entrar tuve que dejar una identificación.

Toqué el timbre y me abrió un tipo que parecía


guardaespaldas.

- Pase señorita, el señor Cazares la espera – dijo haciendo


un ademán para que pasara al interior.

Asentí con la cabeza.

Lo seguí por un pasillo largo hasta llegar a una habitación


con una puerta enorme de madera, el hombre me abrió la
puerta, pero al entrar él no lo hizo, cerró la puerta a mi
espalda. Frente a mis ojos estaba Esteban Cazares de pie a
lado de un escritorio fumando un puro.

- Pensé que no vendría señorita Cortés - en su tono de voz


pude darme cuenta como ya estaba desesperado por mi
tardanza.

Respiré profundo, la presencia del padre de Ernesto me


daba una especie de temor.

- Tuve algunas dificultades para llegar a tiempo - me excusé


entrelazando mis dos manos, estás estaban sudando por
los nervios, que nacían de saber que Ernesto no era un
Cazares.

Él hizo una mueca dibujando una media sonrisa en su


rostro. Se sentó en el asiento de su escritorio, invitándome
a sentar también, aunque estaba más cómoda de pie, intuía
que sería una conversación difícil por lo que sería mejor si
estuviera sentada. Me acomodé lo mejor que pude en una
de las sillas frente al escritorio. Cuando estuve sentada,
saque de mi bolso el sobre amarillo que contenía la carta,
lo apreté con fuerza deseando que esta carta nunca
hubiera llegado a mis manos.

- Esta es la carta – dije en tono seco, deslizando el sobre


por la mesa hasta llegar a sus manos.

El abrió el sobre y saco la hoja de su interior. Desdoblo con


cuidado, leyendo con detenimiento cada palabra del
contenido.

- Maldito Álvaro, después de treinta años aún quiere


hacernos la vida imposible - bufó.

Lo mire confundida.

- ¿Lo que dice la carta es verdad? ¿Ernesto no es su hijo? -


pregunte desesperada por una respuesta.

- Ernesto no es mi hijo, su padre biológico es un maldito


enfermo - bufó.

- No entiendo - articulé despacio.

Esteban se llevó a la boca el puro para después exhalar una


bocanada de aire. Clavó su mirada en mis ojos.

- Álvaro Duarte era el hermanastro de mi mujer, vivían en el


mismo techo y el abuso de ella después de comprometerse
en matrimonio conmigo – su voz era una mescolanza entre
amargura y rencor.

No podía creer lo que escuchaba, mi mente trabajaba a mil


tratando de procesar.

- Las cosas que me está diciendo, Ernesto es producto de


un abuso – lagrimas comenzaron a caer de mis ojos, si
Ernesto supiera la verdad de su origen se derrumbaría por
completo, esto terminaría por acabarlo. Yo no quería eso, lo
amaba, él no podía saberlo.

- Él no debe saberlo – dije pasmada.

- Ahora entiendes - escrutó.

Asentí muda de la impresión.

- Puedo encargarme de que Álvaro no se acerque a Ernesto,


si tu guardas nuestro secreto serás bienvenida en la familia
si Ernesto te vuelve a buscar, él te ama deberían estar
juntos.

Sentí como un balde de agua fría cayó sobre mi cabeza.

- ¡Piensa que podría estar con él ocultándole algo como


esto! - grité furiosa – no le diré nada, pero Ernesto y yo ya
no podemos estar juntos, jamás.

- Una vida basada en mentiras es un infierno - lloré


imaginando como fue la vida de Ernesto todos estos años,
él sólo era una víctima de las circunstancias.

Su padre no decía palabra sólo me veía llorar.

No supe de donde tomé coraje para hablar.

- Le pido tres cosas a cambio de que jamás vuelvan a


verme en su vida – dije con determinación.

- Te escuchó - asintió.

Levanté la vista mirándolo fijamente, aferrándome al posa


brazos de la silla con fuerza.
- La primera, es que quiero que me den acceso a entrar a la
oficina, necesito despedirme de él en persona – dije
endureciendo mi voz, mientras que mi interior colapsaba.

- Eso es fácil de cumplir.

- La segunda, quiero que le ceda legalmente la empresa a


Ernesto – lo penetre con la mirada.

Tragó saliva, tal vez no podía creer lo que le estaba


pidiendo, pero tenía una razón. La empresa era todo lo que
más amaba de ser un cazares, en ella había invertido días y
días de mucho trabajo y esfuerzo. Él merecía ser el dueño
legal.

- Bien, de todos modos, algún día lo iba a ser.

- Y mi última petición - hice una pausa – ¡es que por una


maldita vez en su vida se comporte como el padre que
Ernesto nunca tuvo! Y que le hizo tanta falta - finalicé.

El señor Esteban abrió por completo los ojos, mostrando


una ligera sonrisa ¿Qué era tan divertido?

- Así será, te lo prometo.

Me puse de pie, ya no había más que decir y me asfixiaba el


ambiente de aquella habitación.

- Me hubiera gustado que Ernesto y tu terminarán juntos,


tienes carácter y te lo admiro - ¿qué? - en aquel entonces yo
luché por el amor de mi vida, la protegí con todo lo que
tenía, acepté a un hijo que no era mío. Sin embargo, Ernesto
no tiene mis genes, podría decir que es la viva imagen de su
padre. Él también huyó de la mujer que amaba y cuando
intentó regresar fue muy tarde, así fue como perdió la
cordura.
Una daga imaginaria atravesó mi pecho.

***

Revisaba documentos en la oficina, cuando la vi entrar


cerró con fuerza la puerta y puso seguro.

Me puse de pie al instante, estaba perplejo ante su


presencia ¿cómo es que entró tan fácil? Vino el
pensamiento a mi cabeza, pero lo deseche tan pronto
contemple lo hermosa que era el amor de mi vida, sentí un
dolor inmenso en el pecho al ver que sus ojos estaban
rojos, había llorado.

Me miraba, pero no decía nada.

No sabía cómo expresarme con ella después de haberla


abandonado de esa forma. Me sentía un estúpido, y cada
día me arrepentía de haberlo hecho, de alejarla de mi vida.

Rodeé el escritorio posicionándome a unos cuantos pasos


frente a ella.

- Sara yo... - intenté hablar, pero ella me interrumpió.

- No vine a escucharte, vine a que me escuches – dijo


tajante.

Su voz era fría.

Me quedé inmóvil, si ella me odiaba lo merecía y estaba


dispuesto a pagar por mis errores.

- Ya no tienes que bloquear el acceso de tu casa ni de la


empresa, he aceptado que no quieres verme, te prometo
que jamás te volveré a buscar y deseo de todo corazón que
algún día encuentres esa paz y felicidad que no has tenido
hasta ahora – dijo al momento de sacar de su bolso la
cadenita de mariposa que le regalé cuando le propuse que
fuera mi novia. La depositó con cuidado sobre la mesa.

Mi corazón se hacía pedazos por dentro. Quería correr a


ella y abrazarla, besarla, decirle cuánto la amo. Y lo intenté,
me acerqué unos pasos hacía ella.

- Adiós, Ernesto – dijo girando su cuerpo con rapidez


dirigiéndose a la puerta.

Sujeté su mano, ahora era caliente, ese día en que yacía


sobre el piso ensangrentada fue la última vez que la toqué,
estaba fría e inerte. Ella me vio, zafándose de mi agarre.
Desapareciendo ante mi vista.

Me revolví el cabello con desesperación.

Ver a Ernesto de nuevo provoco que surgiera en mí un


cumulo de sentimientos encontrados.

Lo amaba, pero ya no podíamos estar juntos, no después


de descubrir el secreto que su familia ha guardado durante
años y aceptar que él no debía saberlo. Mi corazón sufría al
saber que no podía hacer nada más por él, las heridas en el
alma no son como comprar un curita, ponerlo y esperar a
que sane, esas heridas perduran, incluso durante toda la
vida.

Tomé mi título profesional en las manos, lo observé con


detenimiento ahora era Ing. Mecatrónico, suspiré profundo
ante la melancolía que me embargaba ante el hecho de que
era una de mis metas hecha realidad, pero no me sentía
feliz, estaba vacía por dentro, incluso no me afectaba el no
haber podido asistir a mi ceremonia de graduación. “Ese
hubiera sido un día muy hermoso” pensé al recordar los
últimos momentos junto a Ernesto antes de que apareciera
Selín en mi departamento.

- Hermana se puede - escuché la voz de Ciro al otro lado de


la puerta.

- Pasa – dije limpiándome una lagrimita que se escurrió por


mi mejilla.

Él me dirigió una mirada compasiva, camino hasta la cama


donde estaba sentada, tomando asiento también. Agachó
un poco la cabeza mientras unía sus manos apoyando los
codos en sus piernas.

- Últimamente no hemos tenido oportunidad de platicar


sobre nuestras vidas – la nostalgia en su mirada delataba
la tristeza que se reflejaba en su rostro.

- Platícame, siempre tengo tiempo para mi hermano


favorito – hice mi mejor sonrisa.

El hizo una mueca sardónica, aún permanecía intacto


nuestro chiste privado del “hermano favorito”.

- Marion y yo terminamos hace unas semanas, hemos


seguido hablando sobre la posibilidad de intentar salvar
nuestra relación - dijo con pesadez – pero hace unos días
me dijo que necesitaba tiempo mientras termina el
internado en el hospital.

Sus ojos se volvieron cristalinos, sabía lo difícil que era


para mi hermano el terminar con Marion, tantos años de
relación, él la adoraba, la amaba y daba todo por ella.

- Falta casi cinco meses para que termine su internado


¿crees que tiene la intención de regresar? - se burló irónico.

Tome una de sus manos entre las mías.


- Lo siento, Ciro - musité.

- He estado pensando, y creo que no tiene caso que me


quedé en la capital, voy a regresar a Montenegro y apoyar a
papá en la fábrica - dijo fijando sus ojos en los míos - pero
quiero preguntarte antes, que es lo que tu harás ahora, me
quedaré contigo hasta que regrese tu vida a la normalidad
ya sea que tengas un trabajo estable o quieras estudiar
algo.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

- Ciro no tienes que sacrificar tu tiempo por mi – dije


avergonzada al no querer ser una carga para él.

El negó con la cabeza.

- No pienso irme sin saber que estarás bien


emocionalmente.

- Gracias Ciro, pero yo también regresaré contigo a


Montenegro – dije fijando mi vista en las hebras que
sobresalían del cojín que aferraba con mis brazos al
pecho.

Ciro abrió por completo los ojos mostrando su asombro.

- ¿Estás segura? - preguntó confuso, creo que no esperaba


esa decisión de mi parte - pensé que tú y Ernesto
arreglarían el mal entendido.

Negué con la cabeza.

- Ya no hay más Ernesto en mi vida, además han pasado


tantas cosas que estar en familia ayudará a curar todas las
heridas - forcé mi sonrisa.

- Cierto - dijo él algo convencido.


Se puso de pie y me sonrió.

- Bueno aquí estamos otra vez como hace cuatro años,


¿recuerdas cuando teníamos listas las maletas para
venirnos a vivir a la capital? No teníamos ni idea de lo que
nos esperaba.

Sonreí al proyectar el recuerdo en mi mente.

- Juntos siempre superaremos todas las dificultades que se


nos presenten – dije con ánimo.

Rodeé su delgada cintura con mis brazos y apreté con


calidez.

- Te quiero hermano.

- Te quiero más.

Dio un beso a mi frente con ternura.

Me sentí la persona más afortunada por tener un hermano


como Ciro.

***

Por la tarde Ciro salió, nana y yo nos quedamos solas en el


departamento, la invité a ver una película como cuando era
niña. Preparamos palomitas y nieve para botanear.

Me senté en la barra mientras ella preparaba los


bocadillos.

- Nana, pronto nos regresaremos a Montenegro – dije


esperando su reacción.

Mi nana me miró con asombro.

- ¿De verdad? - gritó de alegría.


- Sí - le respondí dejándome contagiar de su felicidad,
también extrañaba mucho mi hogar.

- Que bueno, porque la ciudad no me gusta, la vida aquí es


muy agitada – dijo haciendo una mueca de fastidio.

Me reí de su expresión, pero no pude evitar que ella pudiera


ver la tristeza que disfrazaba con buen humor.

Rodeo la barra desayunadora, para estrecharme en un


abrazo lleno de cariño. Contuve las ganas de llorar.

- Mi niña Sari, veras que una vez que estemos en casa, todo
pasara, el tiempo cura todas las heridas – quizá, pero,
aunque pasará el tiempo yo lo seguiría amando. Ernesto
había entrado a un lugar en mi corazón que era
irremplazable.

- Duele nana, duele mucho - susurré.

Ella me abrazó más fuerte.

Mi celular comenzó a sonar por una llamada entrante, no


conocía el número.

- Diga - contesté.

- Sara, soy la madre de Ernesto podemos hablar por favor –


dijo aquella voz que una vez no fue tan amable conmigo,
pero ahora su tono era diferente.

- La escuchó - dije tratando de no ser grosera.

- Mi esposo me dijo lo que platicaron esta mañana, ¿crees


que pudieras venir a casa un momento? - entré en un
estado de confusión, mi nana me veía descifrando el
porqué de mis reacciones.
- mmm... no lo creo - respondí mordiéndome el labio.

- Por favor, te lo suplico – dijo un tanto desesperada.

Me debatía entre ir o no ir, sabía que no debería


involucrarme más con la familia Cazares si no quería salir
quemada, pero también quería saber para que me quería
ver. ¡Al diablo! Pensé. Recordando que una de mis
debilidades siempre ha sido ser muy impulsiva.

- Esta bien, ¿Cuándo la veo? - le pregunté.

- ¿Puede ser ahora? Me urge verte... - su tono de voz era


bajo, pero quería que la viera ahora.

- ¿Dónde?

- ¿Puedes venir a nuestra casa? - al escucharla, tragué


saliva.

- Pero.... no quiero ver a Ernesto – al escuchar su nombre


mi nana me hizo una mueca de reprobación.

- Él no está - dijo seria.

- Esta bien voy para allá - colgué.

- Nana te quiero, no te enojes conmigo por favor – dije


tomando mi blazer del perchero – vuelvo en un rato.

- Cuídate mucho por favor mi niña - me dio su bendición


antes de salir.

Todo el trayecto a la residencia de los Cazares, me la pasé


especulando que era lo que quería decirme la madre de
Ernesto, pensé que todo había quedado claro en la
mañana.
Traté de continuar con el trabajo después de que Sara se
marchó, pero no pude, sólo pensaba en ella. El doctor me
había recetado medicamento para la ansiedad me lo tomé
enseguida.

Me fui a casa, no quería ver ni hablar con nadie, sólo


encerrarme en mi habitación. Entre rápido para no toparme
con alguien.

- Hijo, ¿Qué haces aquí tan temprano? - preguntó mi madre


recibiéndome con un abrazo.

- No me siento bien - contesté con voz grave, que enseguida


supo interpretar.

- ¿Qué paso? - su voz era suave, no quería mostrarme débil


ante ella después de haber abandonado a Sara, merecía lo
que me estaba pasando. Pero necesitaba hablar con
alguien.

- Sara se presentó hoy en la oficina, va a regresar a


Montenegro, mamá - dije con los ojos humedecidos.

Me acarició la mejilla.

- Hijo, tu padre y yo hemos estado hablando, sé que la razón


por la que ahora no eres feliz es por todas las cosas que te
hemos ocultado, por eso hemos decidido afrontar las
consecuencias y confesarte todos nuestros secretos -
agachó la mirada.

Entrecerré los ojos levantando su barbilla con mi mano.

- ¿Qué dices? - le cuestioné.

- Si para que Sara y tu puedan volver a estar juntos es


necesario confesar nuestro pasado, lo haremos.
- Mamá...

Mi corazón comenzó a palpitar, por fin sabría todos los


secretos que tenían mis padres, todo lo que había arruinado
mi vida.

Pasamos al despacho donde nos esperaba mi padre, en el


despacho de mi padre había una sala de estar donde
cuando teníamos que tratar asuntos familiares nos
reuníamos, eran dos sillones largos que estaban de frente
separados por una mesita de centro. Mi padre y mi madre
se sentaron juntos en uno de los sillones mientras que yo
me senté en el que estaba de lado a la pared.

- Los escuchó - pedí comenzar con esta platica de una vez


por todas.

- Esperamos a alguien, Ernesto, también debe saber lo que


tenemos que decir – explicó mi padre, me veía de una
manera extraña, pero no era de enfado si no de nostalgia.

- ¿A quién esperan? - cuestioné en seco.

- Ten paciencia - pidió mi madre.

¿No imaginaba a quien esperaban? Podría ser a Erik o a mi


hermana Karla, pero estaba casi seguro que ella no vendría.
Tendría que esperar para saber.

Diez minutos más tarde alguien tocó a la puerta.

- Pasa querida – dijo mi madre en voz alta.

Me puse de pie al instante en que ella entró, Sara me miró


con asombro.

***
Cuando entré al despacho de los Cazares lo primero que vi,
fue a él. De pie frente a mí. Sus padres sentados en un
sillón.

- Me siento engañada ahora mismo señora Cazares – la


acusé con la mirada.

- Discúlpame Sara si te hubiera dicho el motivo de la visita


no habrías venido.

No entendía nada.

- Exijo que me expliquen que es todo esto – escrutó Ernesto


con tono de ira en su voz.

Él volteo a verme para después fruncir el ceño a sus


padres.

- Siéntense por favor, prometo que ya no habrá secretos –


dijo su madre, ¡Dios mío! Planeaban decirle toda la verdad.

Volteé a ver al señor Esteban quien me hizo una seña con la


mirada, ósea que todo lo que hablamos en la mañana se
estaba yendo al carajo.

Ernesto me hizo un ademán para que me sentará junto a él,


pero yo me senté en la parte más lejana del sillón. Podía
sentir su mirada fija posada en mí.

- Si creen que el hacerme venir va a evitar que su hijo se


ponga como loco ante lo que le dirán, están muy
equivocados – ya estaba cansada de todo este misterio y
en mi voz se podía sentir mi fastidio.

Sentí la pesada mirada de Ernesto al decir que se pondría


como “loco” pero fingí no notarlo.
- ¿Sara, porque tiene que escuchar esta conversación? -
cuestionó Ernesto.

- Porque ella estaba dispuesta a desaparecer de tu vida a


cambio de que no sufrieras al saber la verdad – dijo su
padre, quise desaparecer en ese momento cuando Ernesto
me tomo del brazo y me giro frente a él.

- ¿Tú sabes? - preguntó pasmado.

- Me enteré hace unos días, cuando abrí una carta que llegó
a mi departamento el día de la ceremonia de graduación,
¿cómo querías que te explicará si no me permitías verte? ¡Si
hubieras estado a mi lado, tal vez yo estuviera aquí
ofreciéndote mi hombro para que fueras fuerte a la realidad
que ahora tendrás que enfrentar solo! - reclamé con mis
mejillas ya calientes de la ira, estaba descargando
todas las emociones reprimidas generadas por su
abandono.

Inevitablemente me puse de pie.

- ¡Te estaba protegiendo! - alzó la voz. También se puso de


pie.

- ¿De que si ni si quiera sabes? - ahora era yo quien alzaba


la voz.

- Ah es que tu sí - me recriminó.

Reprimió algo que iba a decir.

Ahora nos aniquilábamos con la mirada.

- Nos recuerdan tanto a nosotros cuando éramos jóvenes –


dijo su madre con dulzura.
Al mismo tiempo volteamos a verla para después vernos a
nosotros.

- Lo siento – estoy algo alterado, se disculpó.

No respondí nada sólo me senté cruzada de brazos fijando


mi vista a la pared. Él se frotó la frente para después tomar
asiento.

- Tal vez debería irme – dije exhalando aire.

- Por favor quédate - pidió Ernesto mirándome en forma de


súplica, no pude contra esos ojos oscuros que derriten mi
corazón.

- Bien, pero que sea rápido - pedí.

- Esta bien - suspiró su madre, sus facciones cambiaron a


una más seria – cuando era niña mis padres se divorciaron,
yo tenía un hermanastro que estudiaba en el extranjero no
lo conocía ya que cuando mi madre se casó con mi
padrastro él se fue, regreso cuando estaba en universidad,
para ese entonces yo ya era novia de Esteban pero aún
nuestro vínculo no era muy fuerte, pasaron algunas cosas
entre mi hermanastro Álvaro y yo que comenzamos
sintiendo una especie de atracción, pero yo creía todas sus
mentiras y chantajes, decidí alejarme de él e intentar
rehacer mi relación con Esteban, él siempre me cuido y me
quería, Álvaro sólo jugaba conmigo, cuando él se dio cuenta
que no pensaba retractarme del compromiso con Esteban
aprovecho un día en que mi madre y su esposo se fueron
de viaje, él me drogó - comenzó a sollozar, yo la veía
compasiva, Ernesto cerró uno de sus puños, por instinto lo
tomé de la mano, sentí como se tranquilizó de a poco –
tuvimos relaciones, prácticamente abuso de mí, de ese día
quedé embarazada de ti.
Ernesto apretó mi mano.

- No puedo creerlo – dijo con la voz entrecortada.

- Escucha a tu madre – le supliqué acariciando su mano.

- Yo tuve que cancelar mi compromiso por que me sentía


culpable de haber confiado en alguien que juraba quererme,
cuando Esteban se enteró no sólo me apoyó, sino que
también acepto como suyo el hijo que yo llevaba en mi
vientre. Él te quiere Ernesto como si fuera tu verdadero
padre - continúo.

Ernesto tensó la espalda tragando saliva.

- Entonces por qué me alejaron de ustedes enviándome a


un internado casi toda mi vida – cuestiono con los ojos
inyectados en sangre.

- Quería protegerte, Álvaro intento en varias ocasiones


acercarse a tu madre, incluso intento secuestrarla, pero
Ricardo me ayudó el me prometió que tendríamos la
seguridad de que no se acercaría más a nosotros y así fue
hasta que terminaste con Selín, no me sorprende que esta
vez tenga algún plan para dañarnos, hice lo que pensé era
correcto, siento no haber sido el padre que tu necesitabas –
las palabras del señor Esteban eran sinceras.

- Ya eres un adulto Ernesto y como tal espero puedas


entender la posición de tu madre de querer ocultarte esto
para no hacerte sufrir, tal vez termines por odiarme aún
más de lo que ya lo haces, pero te confesamos la verdad
para que ahora puedas ser feliz con la mujer que amas -
continúo hablando su padre.

Ernesto se tocaba la frente, estaba serio, pero no decía


nada.
- En la carta que me dio Sara viene el contacto de Álvaro, no
me opondré si decides conocerlo, pero será bajo tu propia
responsabilidad.

Ernesto se puso de pie.

- No es necesario – dijo el en voz baja – yo no podría llamar


a alguien más padre, porque tú eres el único que conozco
como tal, quizá cometiste errores, pero estabas dispuesto a
protegerme a costa de todo.

Sus ojos comenzaron a humedecerse, mientras que su


padre se acercó para abrazarlo, Ernesto se aferró a su
abrazo también. Su madre también se unió al abrazo.

- Perdóname hijo - decía él.

- Perdónenme ustedes, por ser tan desconsiderado.

Mi corazón se tranquilizó al saber que ahora muchas cosas


cambiarían para bien.

Hijo, habla con ella - escuché a lo lejos decir a su madre,


mientras ella me veía.

Mi espalda se tensó al momento de que él asintió en


respuesta al comentario de su madre.

Pronto ellos salieron del despacho dejándonos solos.

Ernesto se giró hacia mí. Me puse de pie.

Nos mirábamos, pero el silencio reinaba entre nosotros.

- Me alegra saber que te reconciliaste con tus padres – le


dije con delicadeza tratando de aligerar el momento ya que
él se veía deshecho por dentro se enteró de todo de golpe.
Sus ojos brillaban con intensidad, la misma intensidad con
la que me había enamorado de él.

- ¿Cómo puedes estar aquí después de haberte


abandonado? - su mirada era de sufrimiento, él había
cometido un error y estaba arrepentido, lo podía ver en sus
ojos – eres maravillosa ¿sabes?

Alzó la mano hasta rozar mi mejilla, me limité a sonreír y


disfrutar el toque de su mano con mi mejilla. Aunque fuera
una última vez.

- Perdóname – dijo con voz ronca – perdóname mi vida, yo


me arrepiento tanto de lo que te he hecho.

Lagrimas comenzaron a brotar de sus mejillas, mi corazón


se partía de sólo verlo tan desarmado.

- Yo no te guardo rencor – le dije aferrando mi cuerpo al


suyo, fundiéndonos en un abrazo. Hundí mi rostro en su
pecho. Permití a mis fosas nasales embriagarse con el
aroma de su cuerpo.

- Te amo tanto, mi amor – su voz se quebró al igual que mi


corazón.

Me aparté despacio de él, escalofríos recorrían mi cuerpo,


mi corazón latía con fuerza, pero tenía que hacerle saber la
decisión que había tomado.

- Yo... regresaré a Montenegro - tragué saliva – a vivir – dije


en voz baja.

Sus ojos se abrieron por completo.

- Me iré contigo – dijo de pronto tomándome por sorpresa.

Negué con la cabeza.


- Tú tienes que recuperar el tiempo perdido con tus padres,
convive con ellos, ámalos que no estarán para siempre en
tu vida, tienes que sanar todas tus heridas para que puedas
ser feliz conmigo o sin mi - agaché mi cabeza, no quería
verlo a los ojos por miedo a arrepentirme, pero estaba
segura que eso era lo mejor para los dos.

- Sara yo … - puse mi dedo índice en sus labios.

- Cuando desperté aquel día en el hospital y no estuviste,


pregunté por ti, mis padres me decían que tal vez al
siguiente día irías a verme, pero ese día no llegó, ellos
sabían que tu no irías, pero trataban de no hacerme sufrir,
hasta que fue inevitable, habían pasado días, pero tú no te
presentabas – ahora mis ojos también estaban
humedecidos – te lloré, como a nadie lo había hecho, pero
mi familia me levantó, ahora quiero y deseo estar con ellos
por un tiempo, ayudar a mi padre con la fábrica, ver a mis
amigos de la infancia, recordar cuando era por demás
feliz... me lo debo... también tengo que sanar mis heridas
para eso tenemos que estar separados – me dolía el hecho
de que nuestro amor terminará así después de todos los
momentos felices que vivimos, pero era necesario.

Él alzó el rostro al techo, tratando de contener su dolor.

- Me lo merezco, respetaré tu decisión - endureció su voz –


pero quiero que sepas que no me daré por vencido hasta
que decidas regresar a mi lado para estar juntos de nuevo,
voy a ser ese hombre que mereces no él que soy ahora y
cuando lo consiga ten por seguro que iré a buscarte -
admiré su decisión, pero a la vez me sorprendía escucharlo
hablar así.
- Ya sabes donde vivo – le sonreí, una parte de mi deseaba
con toda su alma que algún día el me buscara, esperaba
que él sanará todo el sufrimiento que ha pasado, quería que
fuera feliz aún sin mí. Que de mi yo me haría cargo.

(…)

Llegué a casa sin ánimo de nada, apenas tenía la fuerza


para caminar, ni siquiera me duché ni me puse el pijama,
simplemente me recosté abrazando la almohada que él
usaba para dormir, aunque su olor ya no estaba más, quería
imaginar que lo sentía.

Al día siguiente le comenté a Ciro que estaba lista para


regresar a Montenegro, él me dijo que nos iríamos en dos
días más para arreglar lo de su renuncia en el trabajo,
mientras comenzamos a empacar las cosas que nos
llevaríamos.

Nana estaba por demás feliz de regresar, ella era la más


feliz de hecho. Ciro estaba huyendo de su amor por Marion,
mientras que yo lo hacía por alejarme de Ernesto.

***

Estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para


poder ser el hombre que ella se merecía.

Tenía que vencer a mis demonios internos, para eso


retomaría mis consultas con el psicólogo, llevaría terapia y
pasaría más tiempo con mi familia.

Me levanté temprano para desayunar con mis padres, por


primera vez deseaba hacerlo.

- Buenos días - saludé sentándome en mi sitio.


- Buenos días hijo, te vez bien, ¿se reconciliaron Sara y tú? -
preguntó mi madre mientras tomaba un poco de jugo de
naranja.

Desenvolví la servilleta acomodándola en mi pierna


derecha.

- Ella va a regresar a Montenegro – dije con la voz


apagada.

- Pensé que después de escuchar la verdad, podrían estar


juntos de nuevo – confesó mi madre.

- Ella dice que antes de que podamos estar juntos debo


sanar mis heridas, y eso pienso hacer, no me voy a dar por
vencido tan fácil con ella – manifesté decidido.

Mi padre sonrío.

- Me siento orgulloso de escucharte hablar así, y ten por


seguro que si necesitas apoyo estaremos aquí sólo
necesitas pedirlo – dijo mi padre.

Asentí tranquilo.

Estuvimos platicando sobre el trabajo y cosas triviales, le


pedí un par de consejos a mi padre sobre la empresa,
cuando antes ni de chiste lo hubiera hecho.

- Me voy - anuncié limpiando mi boca con la servilleta – no


me gusta llegar tarde a la oficina.

Me puse de pie.

- Una última cosa Ernesto, ayer por la noche estuvimos


platicando con tu hermana y nos sorprendió saber que
piensa regresar a la capital para quedarse a vivir con
nosotros - exclamó mi padre con cierta alegría, hace mucho
tiempo que no veíamos a Karla, casi dos años.

Hice una mueca de disgusto la cuál mi padre respondió con


una sonrisa divertida.

- Espero ya haya madurado - exclamé.

Mi hermana era la clase de chica que no le importaban los


problemas de los demás, iba por la vida haciendo y
deshaciendo a su antojo, sus mayores pasatiempos, gastar
el dinero de mi padre en ropa bonita y maquillaje, nunca se
interesó por trabajar en la empresa familiar, cambio de
carrera varias veces hasta que por fin se gradúo el año
pasado, pero no regresó, según comentó que estaba
trabajando pero ni ella misma se lo creía, se me hacía raro
que quisiera de la nada regresar a vivir con nosotros.

(…)

Algunos días pasaron, todo estaba tranquilo. Desde que


Sara se fue no había contratado una nueva asistente, Leyla
era quien me apoyaba, pero en algunas ocasiones me había
hecho saber que era demasiado el trabajo para ella sola ya
que tenía otras actividades de las cuáles hacerse cargo
también.

No quería contratar una nueva asistente porque su


recuerdo siempre estaba presente en mi mente, era
inevitable, y al contratar una nueva sé que la estaría
comparando con mi Sara, ella había sido la mejor asistente
que había tenido era eficiente, rápida, proactiva, con
carácter, hermosa, alegre, la amaba. Jamás se podría llegar
a comparar con alguien más, ella era única.
- Aún faltan todos esos documentos por revisar, ¿quieres
que te ayude? - preguntó Erik con el computador sobre sus
piernas, estábamos a tope de trabajo.

- Por favor – pedí haciendo una mueca de fastidio.

- ¿Por qué no contratas un asistente? - preguntó haciendo


como si escogiera alguna en especial de todas las carpetas
de la gran pila que había sobre el escritorio.

Lo miré inquisitivo.

- Creo que la respuesta es obvia – dije un tanto serio,


tratando de no adentrarme en el tema sobre ella.

El interfón sonó.

- Si Leyla - exclamé.

- Señor tiene visita... - dijo en tono dudoso.

Antes de que pudiera preguntar quién es, Karla ya estaba


adentro de la oficina con una enorme sonrisa.

- Gracias Leyla, ya vi quien es - Colgué.

- Hola hermanito, ¿Me extrañaste? - preguntó

Me reí con sorna.

- ¿Quién eres? - pregunté burlesco.

Erik me veía divertido.

- Mínimo ya se te va componiendo el carácter, ahora ya


hasta haces chistes – se burló, la asesine con la mirada.

La escudriñe de arriba abajo, seguía siendo la misma


chiquilla mimada de siempre. Había cambiado un poco su
forma de vestir a una más seria, antes siempre llevaba
puesto vestidos sumamente cortos, ahora vestía un
palazzo a rayas rosa con negro y una blusa sin hombros
blanca.

Se acercó a Erik rodeando sus hombros con los brazos,


casi lo asfixiaba con tanta alegría, le dio un beso tronado en
la mejilla.

- Hola primito – dijo con esa dulzura asfixiante que es


característica de ella.

A Erik le encantaba la actitud de mi hermana ellos eran casi


iguales.

- Pensé que ya no regresarías - bromeó acariciando su


cabello.

Tragué saliva cuando ella abrió los brazos de par en par


dirigiéndose hacia mí.

- ¿Un abrazo para tu hermanita? - Sacudía los dedos de sus


manos.

- No – le dije, pero ella no parecía importarle se abalanzó


sobre mí.

- Te extrañé hermanito gruñón - cuando dijo la última


palabra recordé el apodo que Sara me había puesto, me
estremecí al instante.

- ¿Qué pasa? - preguntó confundida.

- Nada, ¿A qué viniste Karla? No puedes aparecerte, así


como así en la oficina – la regañé, ella hizo un puchero de
niña pequeña.

Camino hasta sentarse cruzada de brazos en la silla al lado


de Erik.
- Te recuerdo que también soy una Cazares y aunque papá
te heredé la empresa me tienes que recibir – demandó.

- En esta oficina se viene a trabajar, no a socializar no a


pasear ni a divertirse - alcé la voz para que entendiera.

- Dame trabajo entonces - exigió, como se atrevía era una


chiquilla arrogante que siempre encontraba el punto exacto
para sacarme de mis casillas.

Para nada pensaba cumplir con la petición de mi hermana,


pero era tan obstinada que me divertiría con ella un rato.

- ¿Y de qué puesto quieres que te de trabajo? - pregunté con


amabilidad falsa mientras jugaba con un bolígrafo en mis
manos.

- Pues... - musitó pensativa mientras tocaba con las manos


su barbilla.

- Porque no la contratas como tu asistente personal – me


cuestionó Erik, lo asesiné con la mirada.

- Exacto, gracias hermanito por la oportunidad, te prometo


que no te fallaré - dijo levantándose de su asiento para
colgarse de mi cuello.

- K..ar..la - dije sintiendo como me asfixiaba.

Los siguientes días mi hermana y yo pasábamos casi todo


el día juntos, no había resultado tan mal eso de ser mi
asistente personal, tenía sus ventajas que si la regañaba no
se sentía ofendida porque me conocía muy bien el carácter.
Resulta que pensaba que se había graduado de
administración de empresas, pero para mi sorpresa terminó
como psicóloga clínica. Dijo que se cambió de carrera sin
avisarle a papá hasta unos días antes de regresar fue
cuando se lo confesó, cuando le pregunté él por qué
insistió en trabajar en la oficina si era psicóloga dijo que
para pasar más tiempo conmigo, lo cual me enterneció un
poco. Casi nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos y
descubrí que me gustaba charlar con ella, me divertía
escuchando sus alocadas platicas e incluso algunas me
parecían interesantes, aunque no lo demostrara por
completo.

Uno de esos días en los que el ambiente era tranquilo me


pregunto sobre Sara, dijo que mamá le platicó sobre ella,
notó como mis facciones cambiaron a una de melancolía al
escuchar su nombre.

Le conté todo desde lo de Selín hasta el secreto de la


familia, ella no lo podía creer. Sin embargo, no le tomó
importancia al hecho de que éramos medio hermanos, que
no era un Cazares, “ni te preocupes que no pienso pelearte
la empresa de papá, tu naciste para esto” dijo, me sentí
agradecido en cierta manera de que hubiera regresado para
quedarse.

- ¿Por qué no luchaste por el amor de Sara? - preguntó una


vez más mientras acomodaba los archivos sobre mi
escritorio.

- Por que estoy tratando de ser mejor persona para ella -


soltó una carcajada, no entendía que era lo divertido.

- Hay hermanito, tu siendo buena persona aquí y ella a más


de 500 kilómetros de distancia, ¿qué pasará si alguien te la
gana? - no había pensado en eso – al amor de tu vida no lo
debes alejar te debes aferrar con fuerza – dijo mirándome
fijamente a los ojos.
- Pero aún no he terminado mi terapía para controlar mi
carácter - dije un tanto apenado. Era difícil para mí mostrar
mis sentimientos a alguien, pero gracias a mi doctor poco a
poco iba aprendiendo y todo se volvía más fácil.

- ¡A la mierda la terapia!, te lo digo yo que soy psicóloga -


me guiñó un ojo – ve tras ella, ¿Qué esperas? ¿una
invitación? - me acusó con sarcasmo.

Se acomodo en la silla para continuar hablando.

- Tu ya no eres el mismo de antes, el que echaba humo


hasta por los ojos, que todo el mundo le caía mal, que era
déspota, arrogante, prepotente, altanero, despectivo....

- Ya entendí el punto – la interrumpí.

- Lo siento me deje llevar – soltó una risita burlesca.

- Bien, el punto es que esa jovencita te ha cambiado por


completo y para bien, ¡ahora te exigo que vayas por ella,
porque la quiero como cuñada! - me apuntó con el dedo
índice en mi pecho.

Sus palabras resonaban fuerte en mi cabeza, tal vez tenía


razón, ya no era el mismo de hace un mes que se despidió
de Sara con el corazón destrozado, no me iba a dar por
vencido hasta que regresará a mí, pero como me
presentaría con ella, no quería presionarla.

Decidí llamar a Gustavo pidiéndole un consejo, me


impresionó mucho la respuesta positiva por parte de él. Me
dijo que Sara me amaba, que me apoyaba para que lo
intentáramos de nuevo, pero esta vez empezaríamos de
cero.
Platiqué con mis padres sobre mi intención de ir a buscar a
Sara, ellos me apoyaron por completo, mi mayor temor era
dejar la empresa sola ya que planeaba quedarme un buen
tiempo hasta que Sara estuviera segura de unir su vida a la
mía, mi padre expresó que aún no estaba oxidado como
director de Industrias Cazares, él regresaría mientras
estuviera fuera y se apoyaría en Erik para sacar adelante la
empresa además de mi hermana como su asistente
personal.

Me despedí de mi familia con un abrazo y un beso, abracé


fuerte a Erik, el me deseo lo mejor, ahora estaba dispuesto
a luchar con todo por el amor de mi vida.

Acariciaba con delicadeza aquella imagen de Ernesto


plasmada en una fotografía que nos tomamos aquel día de
nuestro viaje a Mazamitla. Cuando llegué a Montenegro ni
si quiera tuve oportunidad de concluir el duelo por nuestra
separación definitiva. El lunes inmediato a nuestra llegada
ya estábamos tomando la capacitación para comenzar con
nuestros puestos.

Ciro como estudió administración, estaría apoyando al


encargado del departamento de finanzas, mientras que
como yo estudie una ingeniería estaría apoyando al
encargado de mantenimiento de las máquinas. Estaba feliz
con mi puesto, me gustaba mucho todo lo relacionado con
robots y máquinas industriales, además de que estaba
ganando mucha experiencia pues el Sr. Martínez era muy
paciente conmigo. Todo iba muy bien hasta hace dos
semanas que el encargado del departamento de
producción tuvo un accidente automovilístico mientras iba
de paseo con su familia, afortunadamente todos resultaron
ilesos excepto el Sr. González, que sufrió un fuerte golpe
que fracturo una de sus costillas, el médico giró una orden
de incapacidad por dos meses, así que mi padre me
promovió a ayudante del encargado del departamento de
producción, el problema es que ya llevábamos casi dos
semanas buscando un buen prospecto para que cubriera
ese tiempo al Sr. Gonzaléz pero no encontrábamos a la
persona ideal, tenía que tener la suficiente experiencia para
dar frente a los problemas que se presentaran en las líneas
de ensamblaje y que además supiera tratar y negociar con
nuestros clientes. Mientras hacía lo posible por mantener el
puesto a flote mientras encontrábamos a la persona
indicada.

Con todo este barullo no había tenido tiempo ni de pensar


en cómo la estaría pasando Ernesto, deseaba con todo mi
corazón que las cosas entre él y su familia estuvieran bien,
y que él encontrará la sabiduría para ser más amable
consigo mismo.

El toqué efusivo de la puerta de mi oficina me hizo regresar


a la realidad.

- ¡Pase!

- ¡Sari! Tu padre te quiere ver, al parecer ya tenemos nuevo


gerente de producción, y esta que ¡ufff! - gritó con alegría
mi asistente Ana, ella y yohablábamos con mucha
confianza puesto que la conocía desde que estábamos en
secundaria sólo que ella había estudiado en Montenegro,
estos días de mucho trabajo era quien me apoyaba en todo
lo que necesitaba.

- ¿Ya lo viste? - pregunté intrigada.

- ¡Si, esta guapísimo, y muy joven!, vamos que tu padre te


espera – dijo con premura.
Solté una carcajada con las ocurrencias de Ana. Guarde la
foto de Ernesto en el cajón de mi escritorio.

Toqué la puerta de la oficina de mi padre.

- Pasa hija - escuché su voz del otro lado. Abrí la puerta


sólo el espacio que me permitiera entrar, cerrándola a mis
espaldas, caminé unos cuántos pasos. Él nuevo encargado
de producción estaba sentado frente al escritorio de papa
dándome la espalda, era cierto lo que dijo Ana se veía muy
joven, tenía la espalda ancha, eso me recordó a una silueta
familiar.

- ¿Querías verme? - pregunté a mi papá acercándome un


poco más para ver el rostro de aquel hombre.

- Te presentó al nuevo gerente de producción, creo que no


es necesario que diga su nombre puesto que ya se conocen
– dijo mi padre con una sonrisa.

Ernesto rio divertido ante mi expresión de asombro. Ni si


quiera podía articular palabra.

- Hola – dijo poniéndose de pie frente a mí.

- Los dejo solos para que le expliques que tiene que hacer,
Sara.

- ¿Qué haces aquí? ¿y por qué te contrato mi papá? - Inquirí


confundida, al verlo frente a mí, no podía creer que mi papá
lo hubiera contratado, que no se supone que estaba
haciéndose cargo de la empresa de los Cazares.

Puso una de sus manos en el bolsillo del pantalón, me


recordó tanto a los días en que trabajé para él, pero esta
vez no llevaba traje sino un pantalón de vestir negro con
una camisa celeste con las mangas arremangadas hasta la
altura de sus codos, que hacía que la forma de sus
músculos se filtrará a través de la tela.

- Te prometí que regresaría a buscarte cuando estuviera


listo, quiero que estemos juntos, pero esta vez sin
presiones ni engaños mientras te decides, estaré
trabajando con tu padre, de otro modo moriría de
aburrimiento en el hotel - río irónico.

- ¿Cómo? - dije tratando de procesar lo que me decía -


¿cuánto tiempo dices que te quedarás? - pregunté
intrigada.

- El tiempo que sea necesario hasta que me aceptes de


nuevo – dijo clavando su mirada en mis ojos, un rayo de
electricidad recorrió mi cuerpo no identificaba si lo que
sentía en ese momento era felicidad, ansiedad o miedo,
como esperaba que decidiera estar con él si lo vería todos
los días durante ocho horas, eso era jugar sucio, no tenía la
suficiente fuerza de voluntad para estar cerca de él sin
abalanzarme a sus brazos.

- Entonces vas a trabajar … - exclamé tratando de desviar el


tema, creo que él lo notó porque dibujo una sonrisa
divertida y sensual en su rostro, me maldije por dentro ya
que a pesar de que ya no debería sentir esas oleadas de
nervios como si fuera la primera vez que lo viera, aún me
hacía sentir así - te llevaré con quien te puede explicar
todos los procesos de producción, cualquier cosa que
necesites te puedes dirigir con él.

- ¿Pensé que tú eras mi asistente? - dijo divertido.

- ¿Qué? ¡Claro que no! - dije irritada – estoy en el


departamento de producción, pero no soy tu asistente – le
dejé en claro.
Su sonrisa era tan sensual.

- Ósea, ¿trabajas para mí? - que estaba tratando de hacer,


porque me provocaba entre nosotros ya había suficiente
tensión y está me desesperaba.

- Creo que sí - musité con enfado.

Cuando llegamos a las líneas de ensamblaje, le hice una


seña de que se acercará al encargado de los procesos en
las máquinas.

- Javier él es Ernesto Cazares, el nuevo gerente de


producción, ¿podrías mostrarle como trabajamos en la
fábrica?

- Mucho gustó - dijo mostrando su sonrisa – si claro


déjamelo a mí.

Javier extendió la mano para saludarlo, Ernesto entrecerró


los ojos, pero lo saludó, me sentí incómoda entre los dos.
Muchas personas dentro de la fábrica me trataban con
familiaridad como Ana y Javier que los conocía desde hace
muchos años, él y yo éramos buenos amigos desde la
secundaria.

Ernesto lo analizaba con la mirada.

- Javier es hermano de Marisol - solté.

- ¿Conoces a Marisol? - preguntó Javier con curiosidad.

- Ernesto es primo de Erik – le expliqué.

Javier sonrió con amabilidad.

Antes de que se fueran a trabajar, detuve a Ernesto del


brazo. El me miro en la manera sensual que sólo él podía.
- Una última cosa, aquí no vas a tratar a los empleados de
esta fábrica como tratas a los de tu empresa – le advertí.

El sonrío burlesco.

- No te preocupes, ya he mejorado en eso – me guiño un


ojo para después rozar uno de sus dedos en mi nariz, ese
gesto me hizo estremecer. Él tenía el poder de desaparecer
mi enfado en segundos.

Los siguientes días, Ernesto trabajó excelentemente bien, él


tenía mucha experiencia, cómo no si era Ceo de una de las
Industrias más importantes de todo el país. Él llegaba al
trabajo temprano como siempre, realizaba su jornada, era
igual de exigente con los trabajadores de mi padre como
con los suyos sólo con la diferencia de que esta vez ya no
gritaba tan histérico como cuando lo conocí, ahora el aura
que emanaba de su ser era de tranquilidad. Estaba
totalmente confundida ya que desde que había llegado a
Montenegro se enfocaba en el trabajo en la fábrica casi no
hablábamos o coincidíamos, al terminar el día se iba
directo al hotel donde estaba viviendo. Si hubiera perdido el
interés en mí no habría razón para que siguiera en el pueblo
a menos que esperara que yo tomará la iniciativa esta vez.

Ese día al terminar la jornada laboral decidí ir a su oficina a


buscarlo.

- ¿Se puede? - pregunté al abrir la puerta.

- Pasa – dijo mientras preparaba su portafolio para


retirarse.

Camine algunos pasos hasta quedar frente a su escritorio,


junte mis manos a la altura de la cintura.
- Podemos hablar – le pedí amablemente, mientras mis
mejillas ardían ante la presencia del hombre que más
amaba en el mundo.

- ¿Aquí o prefieres algún otro lugar? - preguntó.

Inhale aire.

- Los trabajadores ya se están retirando podemos hablar


ahora - pedí.

Hizo una seña con su mano para que me sentará en la silla


frente a su escritorio, mientras que él se sentó en su
asiento.

- Te escuchó - Acomodó su espalda en el asiento, me


miraba fijamente, podía leer curiosidad en sus ojos. El
ambiente se sentía incomodo, o al menos yo lo sentía así,
él Ernesto de antes ya estuviera sobre mí, pero él Ernesto
que ahora estaba frente a mí estaba marcando su
distancia.

- Yo me siento intranquila sabiendo que estás viviendo aquí


sólo cuando deberías estar en la capital encargándote de la
empresa de tu familia - le señalé - si tú no estás ¿Qué
pasará con ella? Erik no podrá sólo.

Mis manos comenzaron a sudar, la expresión de él no había


cambiado sin embargo ladeo un poco la cabeza tratando
de entender lo que quería decir entre líneas.

- No te preocupes por eso, la empresa está en buenas


manos, mi padre, mi hermana y Erik están a cargo, te
prometí no presionarte – dijo con una leve sonrisa en su
rostro.

Entrecerré los ojos.


- ¿Escuche bien? ¿dijiste hermana? - pregunté asombrada.

El asintió con la cabeza.

- Regreso unos días después de aquella platica con mis


padres, gracias a ella estoy aquí, me ha exigido que regrese
contigo - soltó una risita.

Jugué un poco con mis dedos, estaba nerviosa.

- Sobre eso yo... - bajé la vista, no es que no quisiera


regresar con él, era que si lo hacía regresaríamos a la
capital por que él tiene que regresar a la empresa y el
hecho era que aún no quería regresar, había pasado cuatro
años viviendo en la capital que añoraba estar unos meses
en casa.

No supe si me miró con decepción porque preferí evitarlo.


Él se puso de pie rodeó el escritorio sentándose en la silla
al lado mío, abrió sus piernas y en un movimiento giro la
silla en noventa grados para acomodarme frente a él,
acercó la silla deslizándola junto conmigo hasta que mis
piernas quedaron en el interior de las suyas. El latido de mi
corazón se detuvo por unos instantes al sentirlo tan cerca,
incluso podía oler el aroma de su exquisita fragancia.

No podía verlo a los ojos y decirle que aún no estaba lista.

Él tomo mi barbilla alzando mi rostro hasta cruzar nuestras


miradas.

- ¿me amas? - sus ojos brillaban intensamente.

Asentí con la cabeza.

- Es sólo que no se si este lista para regresar – dije


avergonzada ya que tal vez estaba siendo egoísta al
retenerlo en Montenegro.
Me acarició la mejilla con suavidad, ese pequeño gesto
encendió todo mi cuerpo, por un momento deseé que me
tomara en sus brazos y jamás me soltara.

- Te prometí no presionarte y no lo pienso hacer, tomate


todo el tiempo que necesites, lo que más quiero es que
estés cien por ciento segura de estar conmigo – me miraba
con ternura, lo amaba tanto – el único problema es que
tengo mi tiempo contado aquí ya que en un mes regresa el
Sr. González y exigirá su puesto.

Rocé mi nariz con la suya, estaba dispuesta a besarlo, lo


ansiaba tanto, pero él se apartó lentamente dejándome con
las ganas.

- Prometo una respuesta antes de que eso pase – dije


tratando de recomponer la postura.

Él asintió con una leve sonrisa.

Después de aquella platica con mi Sara pasaron algunos


días, en ese intervalo salimos a caminar una vez, a cenar
otro día incluso hasta nos besamos, pero hasta ahí. Ella me
amaba, pero había comentado que aún no estaba lista para
regresar a la capital y respetaba su decisión a pesar de que
ese día del beso tuve que luchar con todas mis fuerzas
para no pedir más de lo que me pudiera dar.

Este día era mi cumpleaños número veintiocho deseaba


pasarlo con ella, pero no sabía si estaba enterada de la
fecha, tal vez la invitaría a cenar, aunque no tuviera idea del
motivo. A mediodía después de la comida pase por su
oficina, pero ésta estaba vacía, se me hizo raro ya que por
lo regular, era el lugar donde siempre se encontraba, decidí
preguntarle a Ana su asistente y ella me dijo que Sara había
pedido licencia el día de hoy para trabajar en casa alegando
un motivo familiar.

Pensé llamarle, pero me había prometido respetar su


espacio, pensándolo bien, en toda la mañana no había visto
a su padre ni a su hermano, tal vez había ocurrido algo,
mejor si la llamaría.

Marqué el número que sabía de memoria.

- Hola - respondió del otro lado de la línea, su voz parecía


estar normal.

- Sara ¿estás bien? - le pregunté aún preocupado.

Escuché una risita ahogada a lo lejos pero no entendí el por


qué.

- Si estoy bien, tuvimos un asunto en la casa así que


estamos trabajando desde aquí - dijo ella con su tono de
voz más alegre de lo normal – de hecho, estaba a punto de
llamarte porque necesito que revises unos documentos,
¿crees que puedas venir? No es necesario que pidas
permiso, mi padre ya está enterado.

- Okey, voy para allá - le respondí.

Colgué.

Ya mí mínimo la vería el día de hoy.

Era la primera vez que pisaba su casa de nuevo después de


aquella vez que vino Erik con nosotros. No había tenido
contacto con su madre, pero recordaba la manera en que
me culpo cuando estuvimos en el hospital, esperaba que
las cosas no se tornarán tensas si nos llegábamos a topar.
Suspiré antes de tocar el timbre. Su nana me abrió la
puerta.

- Buenas tardes, vengo a ver a Sara – dije poniendo mi


mejor sonrisa.

- Esta en el despacho, pase - dijo su nana, al menos no me


miraba con odio.

Ella abrió la puerta del despacho sin tocar, entré y ahí


estaba Sara sentada sobre el escritorio de su padre, levantó
su vista cuando se percató que la observaba y se puso de
pie, me sonrió tierna, igual le correspondí la sonrisa.

- ¿Qué documentos quieres que revisé? - le pregunté


mientras la observaba. Él día de hoy se veía diferente, a lo
mejor porque no llevaba puesta la ropa de oficina, era
hermosa. Había peinado su cabello largo moldeado en
finas ondas que caían sobre sus hombros, su maquillaje
resaltaba más de lo habitual...

- ¿Qué tanto me vez? - preguntó divertida, sacándome de


mis pensamientos.

- Admiró a la mujer más hermosa – sus mejillas se


volvieron de un color rojo intenso.

Sonreí al observar el efecto de mis palabras.

- Bueno yo... te hice venir no por trabajo si no porque ya


tengo una respuesta - arqueé la ceja – quiero pasar mi vida
contigo.

No pudiendo más con la emoción de sus palabras la atraje


de la cintura pegándola a mi cuerpo, acaricié su suave
rostro con mi mano.
- Te amo Sara – dije al momento de exigir sus labios en los
míos, ese beso me sabía a gloria – ¡te extrañé tanto!

Ella me miro, sus ojos brillaban con intensidad, me beso


tiernamente para después apartarse un poco de mí, rodeo
mi cintura con sus delgados brazos y poso su rostro en mi
pecho.

- Feliz cumpleaños mi amor – dijo mientras podía sentir el


calor de su tibio cuerpo aferrarse al mío.

- ¿Lo sabes? - pregunté al momento de cruzar nuestras


miradas, estaba gratamente sorprendido por el detalle que
estaba teniendo conmigo.

- ¿Cómo podía perdérmelo? - cuestiono burlesca.

Reímos al mismo tiempo, mientras nos besábamos.

La retuve un largo rato entre mis brazos para luego besar


su frente.

- Eres la mujer más maravillosa, ¿lo sabes?

- Y tú el hombre que yo más amo en esta vida.

- Y eso no es todo - continuó - te tengo una sorpresa – una


sonrisa amplia apareció en su rostro – ven.

Entrelazó los dedos de su mano a los míos y me condujo al


parecer al patio trasero de su casa, cuando abrió la puerta
que nos separaba del exterior escuché como un grupo de
voces gritaban ¡Feliz cumpleaños Ernesto! Quedé
paralizado ante la sorpresa, pude observar a todos los
presentes en un ligero escaneo con la vista, estaban los
padres de Sara y su hermano, pero también estaban
presentes mis padres, Karla, Erik y su novia. Sentí una gran
felicidad desbordar de mi corazón era la primera vez que
hacían algo como esto por mí y provenía del amor de mi
vida.

- Dijiste que nunca habías tenido una fiesta de cumple -


susurró en mi oído tratando de ponerse de puntillas –
espero te guste ésta.

- Me encanta... - le dije mientras la besaba – me encantas -


reafirmé.

Después de unos instantes recibí abrazos de todos los


presentes expresando sus mejores deseos hacía mí.

Sara me comentó que entre su madre y su nana habían


decorado el jardín de su casa, había una mesa larga como
para 12 personas con un mantel blanco y uno más pequeño
dorado por encima, en el centro de la mesa había unas
pequeñas canastas selección de los mejores dulces del
negocio de su madre. Justo en frente había otra mesa con
recipientes con comida y charolas con bocadillos, todo se
veía bien, le agradecí a mi ahora nuevamente novia, por
todas sus atenciones y detalles.

Durante toda la tarde no me aparte ningún instante de ella,


había pasado varios meses alejado de su lado que ahora
mismo sólo quería tenerla conmigo. Mis padres
comentaron que sólo estarían un día en Montenegro ya que
había mucho que hacer en la empresa, Karla por su parte
hizo un puchero de niña chiquita cuando escuchó que se
regresarían mañana, ella quería quedarse más, pero mis
padres no la dejaron, en cambio Erik y Marisol se quedarían
dos días más para que ella pudiera ver a su familia.

En un momento mientras cenábamos Sara me tomó de la


mano pidiendo mi atención.
- He estado platicando con mis padres los últimos días y
estaría bien regresar con Erik y Marisol a la capital.

Negué con la cabeza, sabía que tenía que regresar a la


dirección de Industrias Cazares algún día, Sara estaba
dispuesta a dejar su vida en Montenegro para venir
conmigo, entendía que era muy difícil para ella,
desprenderse de su familia sabiendo que de ahora en
adelante viviría a 500 kilómetros de distancia que, aunque
viniéramos de visita seguido no sería lo mismo.

- Podemos quedarnos hasta pasar las fiestas decembrinas,


si tu padre me lo permite.

- ¡Claro que sí! A él le encantará, gracias amor.

Su mirada se iluminó al instante, me abrazo emocionada


ante la noticia, sabía que eso la haría completamente feliz,
pasar los dos meses que quedaban del año en compañía
de su familia. Mi padre y Erik podían arreglársela solos un
tiempo más.

***

Me sentía sumamente emocionada por quedarme unos


meses más en casa y con Ernesto, él me dijo que se
quedaría conmigo hasta finalizadas las fiestas
decembrinas, lo cual me emocionaba mucho porque yo era
de esas personas que le encantaba la navidad, los árboles,
los adornos, las luces, los regalos y la nieve, este año
prepararía algo muy especial para toda la familia e invitaría
a su familia también.

Sabía que una vez regresando a la capital sería para


quedarme ya que lo que más deseaba era estar al lado del
amor de mi vida, y él tenía que regresar por qué tenía una
responsabilidad enorme con la empresa de su padre,
pronto él sería el propietario de una de las Industrias más
importantes de todo el país y yo quería estar a su lado para
apoyarlo. Podríamos regresar cada cierto tiempo a visitar a
mi familia, pero, aunque fuera seguido no sería lo mismo a
vivir con ellos, es por eso que disfrutaría cada momento al
máximo estando en Montenegro.

La noche cayó y tuvimos que entrar a la casa pues eran los


últimos días de otoño para darle la bienvenida al frío
invierno y comenzaba a sentirse el aire helado colarse por
entre nuestra piel.

Nana Clarita mostró las habitaciones en las que se


quedarían los padres de Ernesto, su hermana y Erik. Aunque
éste último había llevado a Marisol a su casa.

Durante la organización de la fiesta, tuve oportunidad de


convivir con Karla, me parecido que es una mujer muy
agradable, siempre extrovertida y con una gran sonrisa y
ánimo que contagia a donde quiera que vaya, desde que la
vi por primera vez no paro de llamarme “cuñada” y decirme
lo feliz que estaba de que Ernesto y yo por fin
regresáramos.

- ¿En qué piensas? - escuché su voz susurrándome al oído.

Rodeé su cuello con mis brazos.

- En lo feliz que soy a tu lado – lo besé.

- Es tarde, creo que ya podemos retirarnos – dijo él


mientras tomaba mi cintura entre sus manos.

- ¿A dónde? - pregunté curiosa - ¿pensé que dormiríamos


aquí?
- Quiero pasar mi última noche en el hotel contigo, sin
interrupciones – dijo al momento de esbozar una sonrisa
sensual, todo mi cuerpo se estremeció de deseo al
escuchar sus palabras.

- Bien – conteste con una sonrisa traviesa.

La habitación del hotel donde se quedaba era muy amplia,


tenía una cama matrimonial muy linda con una sobrecama
en color dorado que la hacían ver muy elegante y a un lado
una pequeña salita que daba directo a un televisor.

- Cada noche desde que llegué a este hotel imaginaba cada


una de las formas en las que podía hacerte el amor -
susurró a mi oído haciendo que toda mi piel se erizará,
inmediatamente sentí como la humedad comenzó a brotar
de entre mis muslos.

- Te deseo tanto - musité mientras colgaba mis brazos a su


cuello.

- El sentimiento es mutuo señorita Cortés.

Me beso con frenesí, sentí como su lengua se apoderó del


interior de la mía en un movimiento sincronizado mientras
que nuestras narices rozaban y chocaban ante el deseo de
comernos a besos.

Me detuve antes de quedarme sin aliento.

- ¿Qué pasa amor? - preguntó él confundido.

- Es que a veces aún duele la herida, me da miedo algún


movimiento brusco – dije un tanto apenada ya que al igual
que él deseaba tanto su cuerpo.

Él acarició con su dedo índice mi mejilla hasta el borde de


mi cuello.
- No te preocupes, podemos esperar – su voz era ronca lo
que denotaba que al igual que yo estaba demasiado
excitado como para parar.

- No quiero esperar – dije al momento de abalanzarme


sobre él y besarlo con intensidad, correspondiendo de la
misma manera mi beso.

- Tengo una idea - susurró.

Apretó mis caderas a su pelvis para después alzarme en


peso, me aferré a su cintura rodeándolo con mis piernas
me llevó hasta un pequeño sillón individual sin posa brazos
y se dejó caer en él.

Sentí su miembro ya inflamado justo debajo de mi monte


de venus, solté un suspiro se sentía tan bien cada uno de
sus movimientos, hundió su rostro en mi cuello mientras
que sus manos acariciaban cada uno de mis pechos. Un
gemido se escapó de mis labios. Poco a poco nuestra ropa
fue desapareciendo del cuerpo hasta quedar
completamente desnudos.

Ernesto tenía una vista panorámica de todo mi cuerpo, esto


me acaloraba aún más, urgida por tenerlo dentro me
acomode sobre él. El pasaba sus manos apretando mis
muslos hasta mi cintura, mi pecho mi cuello y de regreso.

- Te amo, mi vida – dijo uniendo su frente con la mía, fue


entonces que entendí que nunca más podría separarme de
aquel hombre que por fuera parecía una persona fría, pero
en su interior siempre me demostraba con detalles cuánto
me amaba.

***
Era la víspera de año nuevo, todos en casa estábamos
vueltos locos ya que por motivo de que en unos días
regresaríamos a la capital mi madre decidió organizar una
mega cena. Asistirían Marisol y su familia, la familia de
Ernesto, familiares y amigos cercanos a nuestra familia.

Ya comenzaban a llegar todos los invitados, cuando


Ernesto me tomó de la mano.

- Quiero mostrarte algo, nos tomará sólo un rato – dijo


plantándome un suave beso en los labios.

- Si no estamos aquí para la cena mi mamá se pondrá


como loca - refuté, y era verdad.

- No te preocupes, yo tomaré toda la responsabilidad de tu


secuestro – río con sarcasmo mientras que con su mano
derecha hacía señal de juramento.

- Esta bien.

Estaba demasiado intrigada por ver a donde me llevaría, no


me imaginaba puesto que todos los lugares en la pequeña
ciudad – pueblo de Montenegro ya los conocía, yo había
crecido ahí. Pronto supe hacía donde nos dirigíamos
cuando tomo el camino directo a la hacienda de mis
padres.

Lo miré confundida a lo que él sólo se limitó a sonreí


ampliamente.

Durante el camino casi no hablamos, me dediqué a


disfrutar el mini viaje en carretera junto a él, sea la razón
que fuere para traerme hasta acá presentía que sería algo
bueno.
Estacionó el auto frente al portón principal de la hacienda,
para llegar a la casa tendríamos que caminar mínimo unos
200 metros. Sentí como me puso una venda en los ojos y
pronto toda mi visión se volvió obscura.

- ¿Qué haces? - solté una risita nerviosa.

- Es una sorpresa – me susurró al oído mientras continuaba


atando la venda en la parte de atrás de mi cabeza.

- ¿Cómo caminaré de aquí hasta la casa? - pregunté


pensando que llevaba puesto mi vestido rojo con tacones
altos y mi abrigo negro, cualquier paso en falso y me haría
papilla en el suelo.

- No caminarás - escuché que dijo.

Sentí como me levantó en peso como si fuera una marcha


nupcial, no veía nada, sólo sentí como me depositó en un
asiento al parecer el del auto ya que segundos después
escuché como éste arrancaba. Me mantuve en silencio,
pero ansiosa de saber el porqué de tanto misterio.

Del mismo modo cuando detuvo el auto, me subió en sus


brazos mientras sentía como daba largos pasos, ¿a dónde
me llevaba?

Después de aproximadamente unos diez minutos de


caminata, admire la increíble condición física de mi novio,
llevarme todo ese tiempo y en peso, era de admirar.
Después me deposito con cuidado en el suelo hasta quedar
de pie frente a él.

- ¿Ya puedo quitarme la venda? - pregunté ansiosa.

- Aún no.

Entrelazó sus manos a las mías.


“Nunca antes alguna mujer se había convertido en el centro
de mi universo. Antes de conocerte no sabía lo que era
amar de verdad, te fuiste adentrando poco a poco hasta
apoderarte de mi corazón, entonces yo ya era un preso de
tu amor, eres mi necesidad Sara, el aire que necesito para
vivir y como tal me aferró a ti, porque te amo, porque eres la
mujer más maravillosa que he conocido, la única que me ha
hecho vibrar de emoción, llorar, reír, vivir... es por eso que
deseo que compartas toda tu vida conmigo, hoy y hasta
siempre” hizo una pausa.

“Y si te preguntas por qué no hago esto frente a tu familia


es porque quiero que este momento sea mágico para los
dos, sólo nuestro, aunque parezca egoísta te quiero para
mí”.

Eso era una declaración de amor, mi cuerpo comenzó a


vibrar de la emoción del sentimiento con el que su voz
emitía el sonido de cada una de las bellas palabras que me
decía.

Me dio un tierno beso en los labios para después pasar sus


manos por la venda. Al momento de quitarla lo primero que
vi fueron unas letras iluminadas con luces de color dorado,
que decían “¿Quieres casarte conmigo?” al mismo tiempo
que leí escuché su voz ronca sobre mi oído, me gire para
verlo sus ojos brillaban con tal intensidad, tomo mis manos
y las beso.

- Cásate conmigo amor, prometo dedicar cada día de


nuestras vidas a hacerte feliz.

Lo abracé con fuerza aferrándome a su cuerpo.

- Te amo Ernesto y claro que quiero casarme contigo – le


dije tratando de ahogar un pequeño sollozo que trataba de
salir, las lágrimas me ganaron, pero el limpio con su mano
las primeras en caer.

Me mostró una cajita color rojo terciopelo con un hermoso


anillo dentro con una piedra rosa oro en forma de
mariposa. Colocó el anillo con suavidad en mi dedo.

Nos fundimos en un beso largo y profundo.

Cuando al fin nos separamos, pude caer en cuenta que el


lugar donde estábamos era la pequeña laguna a la que lo
había llevado una vez, para mí era un lugar especial.

Él me veía atento a cada una de las reacciones al mismo


tiempo que sonreía complacido ante mi alegría.

- ¿Pensaste que regresarías a la capital como mi novia? -


dijo burlesco – no te pido que nos casemos mañana, ni el
siguiente mes podemos tomarnos nuestro tiempo, claro
que tampoco tardaremos más de seis meses en casarnos,
mientras tanto vivirás en mi casa, Ciro ya no estará para
cuidarte y me aterra la idea de que un día puedas estar sola
en casa.

Asentí con una sonrisa.

- Te amo Ernesto - volví a abrazarlo.

- Te amo más, Sari.

__________ღ ღ ღ_________

Cuando regresamos todas las personas se preparaban para


sentarse a la mesa a cenar recibiendo la víspera de año
nuevo.
- ¿Dónde estaban? - preguntó mi madre con disgusto
interceptándonos apenas dimos un paso en el interior de la
casa - ¡Ciro también se fue! - gritó alzando las manos.

- ¿A dónde? - pregunté intrigada.

- No lo sé, ni si quiera me aviso y ya vamos a cenar, se


supone que esta cena sería familiar y faltan mis hijos –
Ernesto sonreía divertido conteniendo la risa por dentro al
ver el drama que estaba haciendo mi madre.

- Colmaté mamá tal vez está con Marion – me encogí de


hombros, mi hermano tenía meses que no la veía, según lo
que me había platicado era que mantenían contacto por
mensajes de texto, pero ya era muy escaso. Durante las
vacaciones de diciembre no se habían visto ni un solo día,
aunque por fuera mi hermano se viera en estado normal
sabía que por dentro sufría el no estar con ella.

- Lo ví platicando con Karla, momentos antes de


desaparecer, tal vez ella sepa donde fue, ¿puedes
preguntarle?

- Si claro.

Antes de dejarnos a solas, posó su mirada en mi mano


izquierda.

- ¿Qué es eso? - apuntó con el dedo índice al anillo que


momentos antes Ernesto había puesto en mi dedo anular.
Entrecerró los ojos para observarlo bien.

Alcé la mano con una sonrisa para que lo pudiera ver


mejor.

- Nos vamos a casar mamá, Ernesto me pidió matrimonio –


exclamé aún con la emoción en mi rostro.
Ernesto me abrazó por la cintura.

- ¡¿Quuueeeeé?! - gritó mi madre atónita. Se llevó las manos


a la boca abriendo por completo los ojos – ¡mi bebé se va a
casar!

Ernesto y yo la vimos con temor, jamás había visto a mi


madre tan emocionada, ella siempre solía estar seria y fría.
Se abalanzó sobre nosotros para abrazarnos en un gesto
de alegría, después nuevamente me abrazó
balanceándome a los lados.

- Mamá me asfixias – dije sintiendo como su cuerpo


apretaba el mío, era demasiado cariño para un abrazo.

Se separó de mí, respiro profundo y se acomodó el vestido


recomponiendo su postura.

Tomó la mano de Ernesto y la mía y nos jaló hasta el


comedor.

Ernesto me veía con cara de auxilio.

Todos los presentes ya estaban en sus asientos esperando


que llegará la cena. Al ver el escándalo que mi madre hizo
al entrar al comedor todos voltearon a vernos, Ernesto
entrelazó una mano a la mía y con la otra me rodeó por la
cintura.

- ¡Atención!... ¡Atención! Hay algo que Ernesto y Sara nos


tienen que decir - gritó mi madre con su tono de voz
autoritaria que no le quedo más a los presentes que poner
atención a lo que estaba diciendo.

- Ernesto y yo nos vamos a casar – solté dibujando una


enorme sonrisa en mi rostro mientras alzaba mi mando
para que vieran mi anillo.
Al instante todos en la habitación se pusieron de pie entre
risas de alegría y aplausos, recibimos muchos abrazos y
los mejores deseos para esta nueva etapa de nuestra vida.

***

Los siguientes meses fueron todo un caos.

Entre mi regreso como empleada a Industrias Cazares, pero


esta vez como aprendiz del gerente de mantenimiento de
las máquinas y los preparativos de nuestra boda, teníamos
días muy agitados, pero los compensábamos pasando la
hora de la comida juntos en la oficina. Ernesto ya no era el
robot gruñón que un día conocí, ahora trataba mejor a sus
empleados siendo más empático.

Por la tarde realizábamos actividades referentes a la boda,


aprovechábamos para pasear un rato por las tardes
soleadas de verano y tomar aire, por la noche a pesar de
que estábamos exhaustos nos dábamos tiempo para tener
intimidad.

Varias veces él me dijo que hiciera una pausa en mi trabajo


para que pudiera dedicarme cien por ciento a los
preparativos de nuestra boda, pero para mí era importante
desarrollarme profesionalmente, sin embargo, tuve que
hacer una pausa cuando la madre de Ernesto comenzó a
enfermar, pronto decayó debido a que su corazón se
debilitó después de haber sufrido un pre infarto. Entonces
ella me pidió adelantar la boda que teníamos prevista para
dentro de cuatro meses ya que creía que su cuerpo no
aguantaría ese tiempo y su mayor deseo era estar en la
boda de su hijo. Como pude trate de adelantar todo lo antes
posible, logré que la boda fuera en un mes, sin embargo, a
una semana y media de que esta ocurriera su madre un día
no despertó.

La muerte de la señora Cazares envolvió de tristeza a toda


la familia, vi a Ernesto llorar su pérdida por las noches, me
abrazaba a él mostrándole mi apoyo, poco a poco fue
haciéndose a la idea de lo ocurrido, le había comentado que
podíamos posponer la boda hasta que su ánimo mejorará,
pero él se negó, dijo que lo que su madre hubiera querido
es verlo feliz en un día tan importante para nosotros.

Se llegó el día de la boda y yo era la novia más feliz del


mundo al unir mi vida al hombre que amo. Caminé por el
altar de la mano de mi padre mientras que mamá
acompaño a Ernesto en representación de su madre.
Juramos nuestros votos de amor eterno en medio de un
jardín hermoso de Montenegro lleno de árboles cubiertos
de jazmines blancos.

- Te entregó a mi hija confiando en que será feliz a tu lado –


dijo mi padre.

Ernesto asintió.

Entrelazó su mano a la mía, mientras el sacerdote iniciaba


el protocolo de matrimonio.

- Te amo - susurró.

- Te amo - susurré.

Apenas y podía creer que lo que estaba viviendo fuera una


realidad.

El padre de Ernesto estaba por demás feliz, él y Ernesto


habían logrado recuperar su relación padre e hijo y ahora se
llevaban muy bien, recuerdo algunas ocasiones en las que
él durante la cena le pedía algunos consejos sobre la
empresa, confiaba en la experiencia de su padre. Después
del fallecimiento de la señora Cazares él señor Esteban
había pasado unos días muy difíciles.

Entre risas y jugueteos, entramos a nuestra habitación del


hotel que Ernesto había reservado para nuestra noche de
bodas, por la mañana partiríamos en su Jet privado al viaje
de nuestra luna de miel.

- Eres la novia más hermosa de todo el mundo - exclamó


juguetón su voz era ronca debido a las copas que
habíamos tomado derivado de los brindis de la fiesta.

- Y soy toda tuya – le respondí mientras posaba mis brazos


alrededor de su cuello.

- Esta noche te haré ver luces en la cama, señora Cazares –


me advirtió con su mirada llena de deseo.

Tomé su corbata con fuerza y lo atraje hacía mi besándolo


con frenesí, de pronto sentí como mi cuerpo se enfrió, mi
estómago se revolvió. Inesperadamente me separé con
urgencia de él llevándome la mano a la boca, corrí directo al
baño.

El sonido de mi vomito resonaba en mis oídos, estaba


regresando toda lo que había ingerido ese día y más, mis
ganas de vomitar no cesaban. Ernesto me miraba aterrado.
Una vez que todo pasó me deje caer al piso en posición de
cuclillas. Él se hincó frente a mí.

- Llamaré a un doctor - musitó mientras acariciaba mi


cabello. Podía sentir el miedo en su mirada.

Negué con la cabeza.


- No es necesario, ya pasó, hoy fue un día muy cansado tal
vez fue la presión del momento - traté de sonreír, pero la
verdad me sentía muy mal.

- Necesitas descansar, tendremos que posponer nuestra


noche de bodas a mañana - su mirada denotaba
preocupación, pero le hice saber que estaría bien después
de dormir toda la noche. Con cuidado abrió el cierre de mi
vestido de novia, ayudándome a ponerme de pie para
deshacerme de él, me escaneo de arriba abajo con su
mirada fija en mi cuerpo que había quedado ya sólo con la
ropa interior de encaje blanco que su hermana Karla había
escogido especialmente para este día.

- Lo siento amor - susurré al sentirme culpable de no poder


disfrutar nuestra noche de bodas en la intimidad.

Me tomó en brazos llevándome hasta donde la cama


depositándome con cuidado sobre el colchón donde estaba
el camisón de seda para dormir.

Mientras me vestía él me observaba pensativo.

- ¿Cuánto tiempo dura el implante anticonceptivo? -


preguntó de pronto, clavando sus ojos obscuros en los
míos.

- Tres años - dije haciendo cuentas en mi cabeza.

- Cuando comenzamos nuestra relación dijiste que tenías


dos años con él y ya ha pasado más de un año desde que
estuvimos juntos por primera vez, ¿fuiste a cambiártelo?

Me llevé las manos a la boca abriendo mis ojos por


completo.

Él hizo una mueca de reprobación.


- Lo siento, con todo el ajetreo de los últimos meses olvide
cambiarlo.

Puso las manos en sus bolsillos.

- Al menos ya sabemos una posible causa a tu malestar.

- ¿Estás enfadado? - pregunté nerviosa.

Él se hincó frente a mí quedando más o menos a la altura


donde yo estaba sentada sobre la cama.

- ¿Por qué estaría enfadado contigo? - cuestiono


envolviendo mis manos entre las suyas.

- Porque es muy pronto para tener bebés - respondí


haciendo un puchero como niña pequeña, no me sentía aún
los suficientemente madura como para traer un hijo al
mundo, además apenas comenzábamos nuestra vida
matrimonial, si estuviera embarazada implicaría cambiar
todos nuestros planes drásticamente.

Ernesto entendió la razón de mi preocupación ante mi


comentario, acarició mi mejilla suavemente.

- Jamás será demasiado pronto para tener un hijo con el


amor de mi vida, sería el hombre más feliz si estuvieras
embarazada - esbozó una enorme sonrisa.

Fundimos nuestro amor en un abrazo.

Y en efecto estaba embarazada, fue así como nueve meses


más tarde llegó a nuestra vida nuestro primer hijo varón.
Decidimos llamarlo Esteban, como su padre ya que el
abuelo de Ernesto se llamaba Ernesto también, así
continuaría la tradición familiar.
Ese mismo año Ernesto obtuvo el título del empresario del
año, estaba inmensamente feliz por él. En su discurso
dedicó unas palabras para nosotros, mencionándonos
como su gran motivación y alegría, el pilar que lo mantenía
sobre la tierra, fuerte y firme ante cualquier adversidad.

Estebancito se convirtió pronto en la alegría de su abuelo,


pasaban horas y horas jugando en el jardín a pesar de que
su abuelo ya no tuviera la misma movilidad de antes.

Pasábamos muchos de nuestros fines de semana en


Montenegro, para mí era importante que mi hijo tuviera ese
contacto con la naturaleza que tuvimos cuando pequeños
mi hermano y yo, a Estebancito le gustaban mucho los
caballos, no dudaba que algún día fuera un excelente jinete
como su madre y su abuelo. Mis padres eran los más
felices cuando los visitábamos amaban a su nieto, tanto
que mamá decidió cerrar su negocio de dulces y mi papá
dejó a cargo de la fábrica a mi hermano Ciro, para poder
tener más tiempo y convivir con su nieto adorado, pasaban
largas temporadas entre la capital y Montenegro, cuando
venían se quedaban en casa.

Dos años después quedé nuevamente embarazada, el día


de hoy tenía la cita con mi ginecólogo donde me revelaría el
sexo de mi bebé, Ernesto me acompaño a la visita con el
doctor, su rostro se convirtió en uno de completa felicidad
al enterarse que nuestro segundo bebé sería una niña, pidió
al doctor las imágenes del eco para mostrárselas a su
padre, a Erik y a nuestros hermanos.

- He pensado en un nombre para nuestra hija – dije apenas


salimos del consultorio.

- ¿Cuál? - preguntó con curiosidad.


Caminamos tomados de la mano hasta la salida del
hospital.

- Emily... Emily Cazares como tu mamá.

Su mirada se ilumino al instante.

- Emily se llamará entonces... - me besó en los labios –


Emily tu padre te espera con ansias, te mimará y te querrá
como a nadie más - su mano acariciaba suavemente mi
estomago abultado.

Una lágrima de felicidad cayó sobre mi mejilla.

- Gracias por ser un padre cariñoso para nuestros hijos.

- Gracias a ti mi amor, por regalarme esta maravillosa


familia, jamás pensé ser tan feliz en la vida.

Fundimos nuestros labios en un largo beso.

Y fue así como aquel hombre que un día conocí con el alma
rota, logró sanar sus heridas.

Fin

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