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SIETE DEMONIOS DEL EMPRENDIMIENTO EN

MÉXICO
1. No es lo mismo nacer en Oaxaca y egresar de la UNAM que ser de California y
estudiar en Harvard.

No lo es. Aún el prestigio de la UNAM, el ITESM, el ITAM, la Ibero y demás no es suficiente para
acceder a un estatus de élite en la vanguardia del pensamiento filosófico y desarrollo tecnológico del
mundo. Esto es así porque el mejor talento siempre va a atraer al mejor talento. Y si el mejor talento
está en la Ivy League, es tan sólo normal que los egresados con proyección de nuestras universidades
nacionales busquen posgrados en alguna de esas instituciones.

En este momento no existe un CEO de una macro-empresa creada en México que no tenga estudios
en el extranjero.

Lo cual no es malo. No se trata de enfocar el asunto con miras patrioteras baratas.

Más que una cuestión de nacionalismo, es una cuestión del entorno. Hay mentes grandiosas en el
país, claro. Pero la inmensa mayoría de las mejores mentes del mundo viven fuera de nuestras
fronteras.

Cuando las grandes compañías en México se preocupan por incluir seguro de gastos médicos
mayores y reparto de utilidades a los potenciales nuevos talentos, las empresas de clase mundial que
se generan a diario en Silicon Valley ofrecen un menú interminable de comida de chef, cuartos de
relajación y videojuegos, bicicletas de quince mil dólares y la posibilidad de trabajar en tu cubículo, en
casa o en el Starbucks más cercano si así lo prefieres.

Tú, experto programador egresado con las mejores bendiciones, ¿en qué mundo quieres trabajar?

2. No nos inspiramos con nuestros empresarios más emblemáticos.

Carlos Slim es un ejemplo del empresario perfecto de la vieja guardia. Discreto y conservador como
es, el ingeniero ha hecho grandes movimientos con su capital y el mundo lo admira por eso. Pero más
allá de su fortuna, las masas no se dejan inspirar por el mexicano más rico de todos. De cada diez
comentarios que escuches en la calle sobre él, nueve serán negativos —ya sea por la envidia o
cualquier derivado similar. Muy pocos citan frases de Slim. Casi nadie comenta los discursos que da.
Los jóvenes no se vuelven locos con sus presentaciones ante los medios.
Al mexicano promedio le fascina el bajo perfil activado permanentemente y quisiera que todos
fueran iguales.

Cuando Bill Gates se para ante un público, genera olas en internet y en la calle.

Cuando Steve Jobs lo hacía, pasaba lo mismo.

Hay muchos buenos empresarios en el país. Claro. Y podrían preocuparse muchísimo más por
inspirar.

A los jóvenes hay que volverlos locos con ideas para que sigan a quien las propone.

Necesitamos más líderes empresariales carismáticos en el país.

Nos corresponde emular a quienes ya han conquistado cimas y a los que tienen más, les toca hacer
más.

3. Nuestros profesionistas no son profesionales.

En México es posible entrar a una universidad pública o privada sin haber leído jamás un solo libro
por placer y egresar de la carrera en las mismas condiciones.

En México es posible obtener títulos de posgrados al dos por uno sin saber redactar
apropiadamente un ensayo, sin proponer una sola idea propia, sin saber investigar.

En México muchos todavía piensan que si estudian ingeniería es porque eso de la ortografía y
redacción no aplica para ellos. Y quienes estudian letras piensan que las matemáticas no se les dan y
que por eso no deben tener nada que ver con ese mundo.

En México, la gente cree que sólo puede ser una sola cosa en la vida. Si estudiaste contaduría, sólo
puedes ser contador el resto de los años que te quedan por vivir.

No tenemos profesionistas integrales, que sepan reinventarse, que no teman estudiar medicina, física,
música, diseño, arte y explorar a fondo cada pequeña área que capte su interés.
No se pueden generar emprendedores de clase mundial con mentalidades limitadas.

Cuando egresas de una universidad por haber aprobado todas tus materias y haber cumplido todos
los requisitos, tus papás, tu escuela, tu gobierno, tus amigos y tú se llenan de orgullo. La Dirección
General de Profesiones expide un bello documento con tu foto, tu firma y tu nombre e ingresas a las
listas de profesionistas que la nación ha generado. Nada más que cuando sales al mundo te das
cuenta que no sabes hablar, no sabes escribir, no sabes comportarte, no sabes negociar. Que en
pocas palabras, no eres realmente un profesional.

Para generar emprendedores de clase mundial necesitamos muchos universitarios —que egresen o
no— pero con calidad. Y por calidad no me refiero a las calificaciones, sino a que estén expuestos a
mil y un ideas revolucionarias. Piénsalo así, cuando te juntas con fumadores de alguna u otra manera
experimentas el tabaco. Imagina que ahora te rodeamos de ideas geniales. Te aseguro que de alguna
u otra manera tu mente va a jugar en otro nivel.

Nada más que esas ideas geniales a las que me refiero están en los libros que nuestros profesionistas
no están leyendo. Esas ideas geniales están en los profesores que nuestras universidades no están
contratando.

4. Imitar una cultura es receta para el fracaso.

La palabra “emprendedor” es una de las más sonadas en el imaginario colectivo nacional en la


actualidad.

Hasta hemos creado el Instituto Nacional del Emprendedor —whatever.

Existen cada vez más ángeles inversionistas, más fondos de inversión, capital de riesgo y gente
dispuesta a aventar dinero a proyectos medianamente cuerdos.

El problema es que todo ello viene como moda, justo como cuando a principios de los noventa todo
el mundo colgaba algún accesorio de Batman a su vestimenta, ahora todos queremos tener un poco
que ver con el espíritu emprendedor que hemos visto nacer en Estados Unidos.

Mi padre dice que una métrica muy fiable para ver el retraso tecnológico de nuestro país se puede
apreciar en que nuestro sistema ferroviario es una mierda y que los gringos ya están enviando naves
al espacio. Nosotros apenas hemos decretado la existencia la Agencia Espacial Mexicana hace pocos
años. Y no hacemos mucho con ella.
De la misma forma, podemos utilizar a Hewlett-Packard —uno de los gigantes tecnológicos más
venerados— como una métrica que marca el punto de inicio del mundo emprendedor moderno. HP
comenzó en un garage justo como Google y Apple. Nada más que eso fue hace más de sesenta años
y nosotros apenas estamos comenzando.

Nuestros jóvenes cool pelean por el sueño de desarrollar apps que cambien el mundo, pero eso no
ocurrirá.

Nuestro jóvenes cool pelean por el sueño de construir el siguiente Facebook, pero eso tampoco
ocurrirá.

Existe un proceso de maduración colectiva en la mentalidad de los emprendedores que generan a


otros emprendedores que no se está dando en México.

Steve Jobs, en su niñez, llamó por teléfono al señor Packard y éste tomó la llamada. Jobs pasó un
verano trabajando en HP a los trece años de edad.

Quisiera saber cuántos empresarios mexicanos tomarían el teléfono para atender a un niño molestón
que insiste en recibir ayuda para su proyecto de ciencias de la escuela.

Aquí los maestros universitarios y los dueños de empresas piensan en términos de dejar la plaza y el
negocio a sus hijos antes que promover nuevos talentos internos para dar seguimiento a las ideas.

Habiendo fracasado en generar un modelo propio de generación de riqueza, nos hemos vuelto parte
del juego que ahora se llama Era del Emprendimiento.

La Era del Emprendimiento es una que no inventamos y que justo como en las dos anteriores —la Era
Industrial y la Era de la Información— estaremos atrás.

5. Invertimos en proyectos cuando deberíamos invertir en las personas.

Los proyectos pueden fracasar, pero la persona que sale de un proyecto fallido para arrancar otro es
invaluable.

Siempre es preferible dar recursos a quien ha fracasado que a quien no tiene algo que mostrar en su
haber.
Pero nuestro sistema de emprendimiento nacional no aprueba eso.

Nuestro sistema de emprendimiento nacional quiere que sometas tus proyectos con mil y un puntos
establecidos dentro de un procedimiento cuadrado que sostenga —al menos en papel— que ni el
gobierno, ni tus inversionistas, ni tú van a perder dinero.

Nuestro sistema de emprendimiento nacional quiere que no tengas deudas con los bancos. Tal vez el
razonamiento es que una persona sin deudas es una persona en la que se puede confiar. Pero todos
los empresarios de clase mundial saben que para hacer grandes negocios, la deuda es un instrumento
y no el enemigo.

El enemigo siempre va a ser la inexperiencia.

De muy poco sirve tener una idea muy buena sin estar fogueado en la arena del emprendimiento.

Es más factible hacer dinero y pasarla mejor con una idea medianamente rescatable en manos de un
emprendedor que ha vivido el infierno de varios proyectos tras de sí.

Nuestro gobierno ha tirado dinero a raudales para activar el ecosistema emprendedor con la
esperanza de que algún Jeff Bezos mexicano lo recoja y funde el Amazon nacional.

Todo los pesos mexicanos regados a lo largo y ancho del país no servirán si se siguen invirtiendo en
proyectos y no en personas.

Debemos buscar a los talentos, cazarlos, pulirlos y soltarlos.

El talento genera más talento.

Es un proceso arduo. Es un proceso largo. Nadie dijo que sería fácil.

Pero eso es lo que hay que hacer.

6. El síndrome del emprendedor serial.

La reunión aglutinaba a la élite de la clase emprendedora nacional.


Este chico al frente del escenario se jactaba de las varias empresas que ha fundado.

Se expresaba bien y con su carisma tenía al público en el bolsillo.

Luego dijo dos o tres palabras y noté que no hablaba bien inglés.

Luego vi la falta de un acento en una diapositiva de su presentación.

Luego aprecié que faltaba una coma en otra diapositiva.

Luego me di cuenta que había hecho muchas cosas pero que no era alguien que pusiera atención a
los detalles.

Y, créeme, si alguien no pone atención a los detalles desde un principio, no lo hará después.

Es como tener una novia que nunca es romántica ni espontánea y pensar que al casarte las cosas van
a mejorar.

Lo siento mundo, pero no te puedo tomar en serio cuando no buscas llevar las cosas al nivel más alto
a cada instante.

Hay una enfermedad que se está propagando: es creer que ser emprendedor es la meta.

Ser emprendedor no es la meta. Generar valor a la sociedad lo es.

Pero cuando nos preocupamos más por crear empresas (“aunque fracasen”), estamos errando en la
visión.

Bill Gates sólo ha fundado una empresa.

Mark Zuckerberg igual.

Jeff Bezos también.

Steve Jobs no, pero su enfoque y corazón estuvieron realmente en sólo una.
7. La familia es el núcleo de la sociedad (y lo puede ser también de los problemas).

Papá quiere que seas doctor.

Mamá quiere que cuando ella se jubile, tú heredes su puesto.

Tu tío te puede dar trabajo en la gran compañía paraestatal.

Nadie en la familia te dice que deberías vivir tu vida y comenzar tus sueños.

Tu familia no quiere que seas feliz. Quiere que estés seguro, lo que sea que eso signifique.

Tu esposa no quiere pasar penurias económicas.

Tú crees que no debes arriesgar el futuro de tus hijos.

Y con todos los candados anteriores, se entiende que no estemos generando emprendedores, sino
seguidores de modas.

Así como la universidad no es el centro de sabiduría del mundo, tu familia tampoco. Ámalos,
pero si tienes veinte, treinta, cuarenta años y un sueño, es el momento de ejecutar.

Si te ves al frente de personas, es porque estás destinado al frente de personas.

La familia es el grupo social más conservador. Y está bien, así debe ser para proteger a sus miembros.
Pero una bella rosa no puede florecer a su máximo dentro de una caja cerrada.

Sé esa bella rosa que escapa del encierro mental.

Deja atrás dogmas que se hacen pasar por valores cuando en realidad lo importante es entender que
venimos a hacer cosas por los demás, a hacer cosas para nosotros, a estar bien.

No a vivir en la seguridad económica.

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