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UTILITARISMO

JONATHAN SALTOS INTRIAGO


El utilitarismo es un término general para cualquier perspectiva desde la cual
las acciones y políticas han de evaluarse con base en los beneficios y costos
que impondrán a la sociedad. En cualquier situación, la acción o política
“correcta” es la que produce mayor beneficio neto o el menor costo neto.

Los beneficios de una acción pueden incluir cualquier bien deseable (placeres,
salud, vidas, satisfacciones, conocimiento, felicidad) producido por la acción, y
los “costos” podrían incluir cualquiera de sus males indeseables (dolor,
enfermedad, muerte, insatisfacción, ignorancia, infelicidad). El término inclusivo
que se usa para referirse a los beneficios netos de cualquier índole producidos
por una acción es “utilidad”; de ahí el nombre de Utilitarismo para cualquier
teoría que recomiendo seleccionar la acción política que maximiza los
beneficios (o minimiza los costos).

Muchos analistas de negocios aseguran que la mejor forma de evaluar lo


apropiado éticamente en una decisión de negocios es apoyarse en un análisis
utilitarista de costo-beneficio. El proceder “socialmente responsable” para un
negocio es el que produce los mayores beneficios netos para la sociedad o le
impone los costos netos más bajos.

Utilitarismo tradicional

Generalmente se considera que Jeremy Bentham fue el fundador del


utilitarismo tradicional. Bentham buscaba una base objetiva para hacer juicios
de valor que dieran pie a una norma común y públicamente aceptable para
determinar las políticas y leyes sociales. El proceder desde un punto de vista
ético seria escoger la política que produjera mayor utilidad. El principio
utilitarismo postula que:

Una acción es correcto desde el punto de vista ético si y solo si el total de las
utilidades que dicho acto produce es mayor que el total de utilidades
producidas por cualquier otro acto que el agente podría haber efectuado en su
lugar.

El principio supone que todos los beneficios y costos de una acción se pueden
medir en una escala numérica común y luego sumarse o restarse.
Una acción es correcta si produce el máximo de utilidad para todas las
personas a las que la acción afecta (incluida la persona que efectúa la acción).
El utilitarismo postula que a fin de cuentas solo hay una acción correcta:
aquella cuyos beneficios netos son mayores en comparación con los beneficios
netos de cualquier otra alternativa posible. Hay que tomar en cuenta todos los
costos y beneficios tanto inmediatos como previsibles en el futuro que cada
alternativa implique para cada individuo, además de cualesquiera efectos
indirectos significativos que vaya a tener.

El utilitarismo también encaja bien con los criterios intuitivos que usamos al
hablar de conducta moral. La moralidad requiere tomar en cuenta
indistintamente los intereses de todo el mundo. El utilitarismo cumple con este
requisito en la medida en que toma en cuenta los efectos que las acciones
tendrán sobre todos los afectados, y en la medida en que obliga a escoger
imparcialmente la acción que tiene la utilidad neta más grande, sin importar
quien reciba esos beneficios.

Una ventaja del utilitarismo es que puede explicar por qué sostenemos que
ciertos tipos de actividades son en general oralmente erróneas (mentir, cometer
adulterio, asesinar) y mientras que otras son en general moralmente correctas
(decir la verdad, ser fiel, cumplir con lo que se promete). Sin embargo, los
utilitaristas niegan que cualquier tipo de acción siempre sea correcta o siempre
sea indebida.

La perspectiva también ha tenido gran influencia en la economía. El


comportamiento económico se puede explicar suponiendo que el ser humano
siempre trata de maximizar la utilidad que recibe y que las utilidades de los
bienes se pueden medir con base en los precios que la gente esta dispuesta a
pagar por ellos.

El utilitarismo es también la base de las técnicas del análisis de costo-beneficio


en economía. Usamos este tipo de análisis pata determinar la conveniencia de
invertir en un proyecto calculando si sus beneficios económicos presentes y
futuros son mayores que sus costos económicos presentes y futuros. El
concepto de utilidad se restringe a los costos y beneficios económicos que se
pueden medir en términos monetarios.
Cabe señalar que el utilitarismo encaja muy bien con un valor que mucha gente
aprecia: la eficiencia. La eficiencia puede significar muchas cosas distintas para
diferentes personas, pero para muchos significa operar de forma tal que uno
produzca lo mas que pueda con los recursos de que dispone. Es decir, una
operación eficiente produce un resultado deseado con el consumo mínimo de
recursos. Tal eficiencia es precisamente por la que aboga el utilitarismo, el cual
dice que siempre debemos adoptar el curso de acción que produzca el máximo
de beneficios con el costo mas bajo. Si sustituimos “resultado deseado” por
“beneficios”, y “aporte de recursos” en lugar de “costos”, el utilitarismo implica
que el proceder correcto es siempre el más eficiente.

Problemas de derechos y justicia

El principal problema de utilitarismo, según algunos críticos es que no puede


manejar dos clases de cuestiones morales: las relacionadas con los derechos y
las relacionadas con la justicia. Es decir, el principio utilitarista implica que
ciertas acciones son moralmente correctas cuando en realidad son injustas o
violan los derechos de las personas.

Los críticos aseguran también que el utilitarismo puede equivocarse cuando se


aplica a situaciones en las que interviene la justicia social. El utilitarismo solo se
fija en que tanta utilidad se produce en una sociedad y no tomo en cuenta la
forma en que dicha utilidad se distribuye entre los miembros de la sociedad.

Las consideraciones de justicia (que examinan la forma en que los beneficios y


las cargas se distribuyen entre las personas) y los derechos (que examinan lo
que la gente merece en cuanto a libertad de elección y bienestar) al parecer se
hacen a un lado en un análisis que solo examina los costos y los benéficos de
las decisiones.

Réplicas utilitaristas a las objeciones en materia de derechos y justicia

Los utilitaristas han propuesto una importante versión alternativa del utilitarismo
llamada utilitarismo por reglas. La estrategia básica del utilitarismo por reglas
es limitar el análisis utilitarista a las evaluaciones de reglas morales. Según el
utilitarista por reglas, al tratar de determinar si una acción dada es ética o no,
nunca debemos preguntarnos se esa acción especifica va a producir o no el
máximo de utilidad. En vez de ellos debemos preguntarnos si esa acción es
obligatoria según las reglas morales correctas que todo el mundo debe
obedecer. Si la acción es obligatoria según esas reglas, debemos efectuarla.
La regla moral correcta es la que produce la mayor cantidad de utilidad a todos
los que resultan afectados.

Entonces la teoría utilitarista tiene dos principios:

1- una acción es correcta desde un punto de vista ético si y solo si las reglas
morales que son correctas requieren esa acción.

2- Una regla moral es correcta si y solo si la totalidad de las utilidades que


se producirían si todo el mundo siguiera esa regla es mayor que la totalidad de
las utilidades que se producirían si todo el mundo siguiera otra.

El hecho de que una acción maximice la utilidad en una coacción dada nos
indica que sea correcta desde un punto de vista ético.

El ardid de os utilitaristas por reglas no ha satisfecho a los críticos del


utilitarismo, quienes han señalado un problema importante de la postura
utilitarista por reglas: el utilitarismo pro reglas es el utilitarismo tradicional
disfrazado. Argumentan que las reglas que permiten excepciones (benéficas)
producen mas utilidad que las que no lo permiten. Sin embargo, una vez que
una regla permite tales excepciones permite las mismas injusticias y
violaciones de los derechos que permite el utilitarismo tradicional.

Las sociedades latinoamericanas que todavía tienen que recorrer un largo


camino para llegar al ideal soñado por Mill, encuentran retos importantes en los
indicadores multidimensionales. Esta visión más comprehensiva ayuda a
conjugar políticas de generación de ingreso con políticas de gasto.

Es necesario tener como mira final el enfoque de capacidades y, al mismo


tiempo, avanzar en la mejora de los indicadores multidimensionales sabiendo
que no rompen con el utilitarismo. Para realizar este ejercicio es indispensable
evitar una especie de complejo utilitarista, y reconocer que la circularidad
causal entre riqueza y libertad que plantea Mill, es un principio suficientemente
poderoso para transformar las sociedades contemporáneas.
Puesto que los indicadores multidimensionales tienen limitaciones estructurales
que no permiten superar el utilitarismo, es pertinente colocarnos en un nivel
que sin ir tan lejos como el enfoque de capacidades de Sen, sí permita una
mayor compatibilidad entre los instrumentos de medición y el marco
conceptual. El punto de unión lo ofrecen las causalidades circulares
riqueza→libertad→riqueza de Mill y desarrollo→libertad→desarrollo de Sen.

La aceptación de este utilitarismo amplio, abre un espacio adecuado para


tender un puente entre indicadores operativos y principios conceptuales. Este
camino no debe verse como un retroceso. Es perfectamente compatible con la
propuesta de Stiglitz, Sen y Fitoussi: la evaluación final tiene que realizarse
teniendo como punto de referencia las condiciones de vida de las personas,
que se podrían expresar en la forma en que las estructuras de consumo de las
familias reflejan el impacto neto (subsidios menos impuestos) de las políticas
públicas. La familia recibe subsidios, pero también paga impuestos. La
posibilidad de ampliar sus capacidades depende del ingreso bruto más los
subsidios menos los impuestos. Aunque esta aproximación es utilitarista, ello
no impide que la perspectiva global del análisis esté basada en el enfoque de
capacidades.

Conclusiones

El enfoque utilitarista proporciona una fundamentación de la conducta moral,


pero también un procedimiento de decisión. Algunas de las críticas que podrían
hacerse al utilitarismo pierden fuerza cuando se distinguen estas dos
cuestiones. En cuanto procedimiento de decisión, el utilitarismo implica algunas
consecuencias chocantes o poco intuitivas, como que ningún curso de acción
sea siempre no preferible, que la racionalidad consista en maximizar un valor, o
que la utilidad se podría maximizar cuando los agentes no escogen
maximizarla. Como teoría que pretende fundamentar la moralidad, la intuición
básica del utilitarismo sigue siendo la originaria: que haya la mayor felicidad
posible. Este objetivo eudemonista es genuinamente ético pues ni el Estado, ni
las leyes, ni un planificador racional utilitarista podrían lograrlo por sí solos: la
felicidad es un asunto de cada cual; la gente, cada uno, tiene que ser feliz
realmente. Desde un punto de vista lógico, la agregación de la utilidad viene
después. Y es que la felicidad no es una magnitud continua (como la arena o el
tiempo), que pueda agregarse y cuantificarse dejando al margen a los seres
que son más o menos felices. Atendiendo a esta intuición básica parece
resquebrajarse el monismo axiológico necesario para que la maximización
utilitarista funcione como procedimiento de decisión; la felicidad sería, a fuer de
personal, lábil y múltiple, de modo que el concepto de utilidad derivaría
inexorablemente hacia la confusión.

Sin embargo, la situación cambia cuando el utilitarismo se contempla con


suficiente perspectiva, como un enfoque más que como una sola teoría en la
que todo tenga que encajar, y cuando se valoran las diferentes propuestas
utilitaristas surgidas en sus dos siglos de historia. La felicidad y el problema de
la fundamentación moral pueden entonces ejercer un influjo positivo e indirecto
sobre el Principio de Utilidad en cuanto procedimiento de decisión. Porque
dicho principio se declina de varias maneras. Por ejemplo, como utilitarismo
negativo que preconiza conjurar la multiplicación del sufrimiento; o como regla
de elección que permite comparar estados de cosas subóptimos, aunque haya
alternativas indiferentes por incomparables, dado que se pueden dar pasos en
la buena dirección a pesar de ignorar el destino definitivo. El utilitarismo, en
suma, debe tomar su propia medicina, tiene que pasar el test del Principio de
Utilidad y él mismo ser útil, aun si eso implica la mencionada distancia entre
fundamentación y decisión, y tuviera incluso que ocultarse para lograr
consecuencias beneficiosas.

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