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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
(Se ordenan estas finalidades según el orden de importancia otorgado a cada afirmación y según el
orden que realmente creen que se prioriza en la escuela.)
Fuente: Adaptación de Sands, M. K. y Hull, R. (1985): Teaching Science, Universidad de Nottingham. Macmillan
Education.
La figura 3.1 recoge las prioridades expresadas por un grupo de futuros profeso-
res de Secundaria. Es interesante remarcar que aspectos como la educación ambien-
tal y para la salud, o el aprendizaje de la expresión de las ideas, salgan siempre en los
últimos lugares de la lista. Si se pregunta de forma aislada sobre la educación ambien-
tal y para la salud, siempre se valora como una finalidad muy importante, pero en el
momento en que hay que decidir un orden de prioridad queda relegada a los últi-
mos lugares.
El cuestionario tiene la dificultad de que obliga a ordenar aspectos que se pue-
den considerar igualmente importantes, pero esto mismo también sucede en la escue-
la al decidir qué es lo que se descarta cuando no hay tiempo para enseñar todo el pro-
grama. En este caso, muy habitual, algunas de las finalidades señaladas en último
lugar son las que no se plantean o se trabajan muy superficialmente.
También es interesante comparar estas respuestas con las obtenidas al analizar lo
que se cree que realmente se prioriza. En este caso, los resultados varían considera-
blemente y las respuestas del tipo: preparar a los estudiantes para seguir sin dificulta-
des los estudios posteriores o adquirir conocimientos sobre hechos y teorías pasan a los pri-
meros lugares de la lista.
Estas diferencias entre lo que se verbaliza y lo que se aplica es una característica
de la profesión de enseñar. Hay muchas variables que influyen en ello, pero destaca-
ríamos el hecho de que las opiniones tienden a responder a lo que socialmente se
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Capítulo 3: ¿Para qué enseñar Ciencias?
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Capítulo 3: ¿Para qué enseñar Ciencias?
vantes. Las decisiones que se toman no son neutras, sino que responden a las con-
cepciones del profesorado sobre la ciencia y sobre las finalidades de la educación, de
la escuela y de la sociedad. De hecho, toda decisión curricular es consecuencia de los
valores que están en la base de dichas concepciones.
Al discutir sobre cuál es actualmente la finalidad de la enseñanza de las Ciencias,
los argumentos se sitúan en tres posibles planos, que no son ni mucho menos anta-
gónicos:
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
No hace falta leer a Cervantes ni a Pla para plantarse en la universidad. Así de sen-
cillo. Es más importante resolver ecuaciones de segundo grado o saber la composición
del dióxido de carbono (CO2) que enfrentarse a la lectura de algún clásico.
La Vanguardia, 2000.
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Capítulo 3: ¿Para qué enseñar Ciencias?
La ciencia es una forma de mirar el mundo, de pensar sobre él, de hablar... Cuan-
do una persona afronta “científicamente” el estudio de algún fenómeno, tiene que
poner en práctica un método, un sistema de razonamientos y unas actitudes. Ha de
plantear hipótesis, intentar falsearlas a partir de datos objetivables, dudar sistemáti-
camente de las observaciones y de las ideas. Ha de imaginar nuevas formas raciona-
les de explicar los hechos y buscar cómo comunicar su pensamiento y su acción con
el máximo de precisión, para que puedan ser contrastados y discutidos.
Arthur Lucas (1993) escribe que a la pregunta “Por qué enseñar ciencias?” una de
las respuestas que daría es: “Asegurarse de que los estudiantes reconocen el valor
de los argumentos racionales y del uso de la evidencia”. Ello comporta aprender a cues-
tionarse las propias ideas y conclusiones, a buscar evidencias y a utilizarlas en la argu-
mentación. Esta actuación conlleva un conjunto de valores y actitudes asociadas. La
dinámica de la actividad científica está tradicionalmente relacionada, por lo menos
como tendencia, con actitudes como la creatividad, el espíritu crítico, el rigor, la hones-
tidad, la perseverancia, la trabajo en equipo... (cuadro 3.3).
Sin embargo, es preciso tener presente que la racionalidad y todos estos valores
se corresponden con una visión idealizada de la ciencia. Es sabido que, en la prácti-
ca, entre investigadores o grupos de investigadores hay más competencia que cola-
boración, que en algunos casos se han falseado datos y que se acostumbra a defen-
der de forma acrítica el propio punto de vista. No hay que olvidar que tras un
descubrimiento suele haber posibles ganancias económicas y, muy especialmente,
ganancias en prestigio y poder. Por tanto, cuando se habla de actitudes científicas se
está haciendo referencia a conductas que la comunidad científica valora como impor-
tantes, a pesar de que no siempre se apliquen.
A finales de los años 60 se inició una fuerte corriente de innovación curricular en
la que se promovieron programas para el aprendizaje de las Ciencias, especialmente para
los primeros cursos de Secundaria, fundamentados en la enseñanza de los procesos pro-
pios del llamado método científico y de actitudes. Ante la imposibilidad de enseñar
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
En relación con las actitudes a promover en las clases de Ciencias se puede distinguir entre:
• Valoración de que la naturaleza y los fenómenos que en ella tienen lugar se pueden
explicar y que existen relaciones causa-efecto.
• No creencia en las supersticiones y mitos.
d) Actitudes relacionadas con la toma de conciencia sobre el uso del medio social y natural:
todos los conceptos científicos se pensó que lo más importante era aprender a “hacer
ciencia”. Si ello se conseguía se creía que el estudiante podría aprender cualquier cosa.
Se enseñaban, fundamentalmente, las operaciones básicas o procesos vinculados al
llamado método científico, muy relacionados con las operaciones lógicas definidas por
Jean Piaget (véase el cuadro 3.4). Se trataba de enseñar a razonar lógicamente y a aplicar
este razonamiento a la resolución de problemas que pudieran ser estudiados científica-
mente.
Pero los estudios sobre las concepciones de los estudiantes y el debate en torno
a cómo se genera la ciencia pusieron en duda este tipo de orientación curricular. Por
mucho que se apliquen las reglas de la investigación científica, habitualmente a tra-
vés de la experimentación sólo se confirma lo que ya se sabe, por lo que los estu-
diantes continúan con sus ideas alternativas, previas al proceso de aprendizaje (véa-
se el cuadro 6.1). Actualmente, todos los estudios muestran que es imposible separar
contenidos conceptuales y procedimentales, y que es necesario revisar la concepción
de la experimentación en el aprendizaje científico.
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13. Comunicar: capacidad de expresar el problema, el procedimiento, los datos y las con-
clusiones de forma que otros lo entiendan y pudieran repetir el proceso, si lo considera-
ran necesario.
Fuente: Adaptado de: George, K. D.; Dietz, M. A.; Abraham,E. C. y Nelson, M. A. Las Ciencias Naturales en la Edu-
cación Básica. Fundamento y métodos. Educación Abierta/Santillana, 1977: 43-45.
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cuentemente, es decir, por su relevancia social. En ella los contenidos de tipo actitu-
dinal adquieren una valoración muy importante.
Paralelamente, se desarrollan los movimientos de la Educación Ambiental y de
la Educación para la Salud que, sin estar totalmente vinculados con la orientación
CTS, participan de buena parte de los mismos objetivos. Mientras que el movimien-
to CTS nació fundamentalmente del campo de la Didáctica de las Ciencias vincu-
lado a las disciplinas de Física y Química, la Educación Ambiental y la Educación
para la Salud se originaron en el ámbito de la Biología.
Priorizar esta finalidad en el aprendizaje de las Ciencias no se reduce a un cam-
bio en los ejemplos utilizados para motivar al alumnado o en el contenido de los ejer-
cicios propuestos. Implica sobre todo replantear el énfasis que se pone en el trata-
miento de diferentes temas y, muy especialmente, la estructura del currículo. Así, en
este tipo de currículos es difícilmente justificable el estudio detallado de la anatomía
de una serie de organismos o la insistencia en la resolución de problemas cuantitati-
vos descontextualizados, y en cambio puede ser necesario introducir conceptos que
tradicionalmente no se han considerado propios de una ciencia elemental, como es
el caso del segundo principio de la termodinámica, que son básicos para poder inter-
pretar y predecir problemas ambientales de relevancia social (cuadro 3.5).
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llo por lo que se la evalúa en nuestra sociedad actual, es formar individuos capaces
de producir y consumir más y mejor, y seleccionar a los más capacitados. La necesi-
dad de una mayor formación científica está condicionada por las necesidades del sis-
tema de disponer de individuos que sean capaces, por un lado, de generar nuevos
objetos de consumo y, por otro, de aprender rápidamente a utilizar las nuevas tec-
nologías y de adaptarse a los cambios de trabajo.
Consecuentemente, hay que tomar conciencia de que un modelo crítico en rela-
ción con las finalidades de la enseñanza de las Ciencias no es un modelo consensuado
socialmente. Más bien, tal como se señala a menudo, es revolucionario. Implica un
cambio en la cosmovisión, es decir, en la forma de entender las relaciones de las per-
sonas entre sí y de éstas con el medio y, muy especialmente, un cambio en las finali-
dades y en la forma de producir y de consumir. Necesariamente, al no ser éste el mode-
lo dominante en la sociedad, tampoco lo es en la escuela.
Los profesores y profesoras nos encontramos, pues, ante unas finalidades con-
trapuestas, que condicionan el trabajo a realizar. Se enfrentan dialécticamente entre
sí objetivos como:
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Capítulo 3: ¿Para qué enseñar Ciencias?
Hace ya muchos años, Aristóteles argumentó que las personas llegan a ser vir-
tuosas no tanto porque se les enseñe o piensen sobre ello sentadas, como porque
actúan virtuosamente. Es importante que los estudiantes lleguen a ser virtuosos
utilizando la ciencia y la tecnología virtuosamente en su vida cotidiana, y que el
diseño de los cursos de ciencia y de los sistemas de evaluación esté de acuerdo con
esa finalidad educativa (Colin N. Power, 1990).
Se considera currículos CTS aquellos que tienen como objetivos (Caamaño, 1995):
• Promover el interés de los estudiantes por conectar la ciencia con las aplica-
ciones tecnológicas y los fenómenos de la vida cotidiana y abordar el estudio
de aquellos conocimientos que tengan una mayor relevancia social.
• Profundizar en las implicaciones sociales y éticas de la ciencia.
• Fomentar una comprensión de la naturaleza de la ciencia y del trabajo cientí-
fico.
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Capítulo 3: ¿Para qué enseñar Ciencias?
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de la suficiente confianza para insistir en que expliquen qué va mal y qué es lo que
intentan hacer al respeto, entonces tenemos una gran ventaja.
Cap. 1 Periodicidad.
Cap. 2 Investigación acerca de la materia.
Cap. 3 Estructura atómica y enlace.
Cap. 4 Fórmulas y ecuaciones.
Cap. 5 Reacciones químicas.
Cap. 6 Cambios de energía y cambios materiales.
Cap. 7 Electricidad y materia.
Cap. 8 Radiactividad.
Cap. 9 La estructura de elementos y compuestos.
Cap. 10 La industria química.
Cap. 11 El problema de los alimentos en el mundo.
Cap. 12 Hombre, química y sociedad.
Los ejes transversales no constituyen una nueva asignatura, sino una forma de
ver, de analizar y de actuar sobre la realidad. Significan una nueva manera de plan-
tear las diferentes áreas de conocimiento desde perspectivas distintas de las actua-
les. Perspectivas que han de incluir una visión no sólo conceptual, sino también
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centro sea coherente con las ideas y las prácticas promovidas y, consecuentemente,
que se reduzca en lo posible el consumo de energía y de materiales, que se efectúe
una recogida selectiva de lo no aprovechable, que se preserve la diversidad de orga-
nismos, etc. Y, al mismo tiempo, que tenga una organización democrática, que se
promueva el debate de las ideas y la toma de decisiones colectiva.
En la enseñanza de las Ciencias las propuestas curriculares en esta línea se orien-
tan hacia la reformulación de los currículos de las áreas en profundidad, con la fina-
lidad de que respondan al reto de enseñar los modelos y teorías de la ciencia que posi-
bilitan interpretar los problemas y tomar decisiones fundamentadas y, al mismo
tiempo, capacitar al alumnado para actuar críticamente en su entorno. Tal como
indica Power (1990):
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La escuela ha recibido esta carta y nos ha parecido que puede ser interesante que nuestra
clase colabore con la Asociación de Vecinos para ver qué se puede hacer para dar respuesta
a lo que nos plantea.
• Leed la carta y, en pequeño grupo, escribid vuestras opiniones iniciales sobre las pre-
guntas planteadas y sobre cuáles creéis que serían las que la mayoría de la gente daría si no
hubieran estudiado nada sobre el tema.
Ello nos servirá para, después de aprender cosas sobre esta cuestión, proponer actuacio-
nes y escoger los argumentos que mejor puedan convencer a las personas del barrio acerca
de cómo consumir el agua de la forma más racional posible.
a) ¿Qué actividades conllevan un mayor consumo del agua? ¿En cuáles de ellas se con-
tamina más? ¿Sólo se contamina el agua cuando la consumimos directamente?
b) ¿Por qué el agua es una sustancia tan importante?
c) El agua se puede depurar. ¿Por qué es pues un problema ensuciarla?
d) Mucha gente piensa que en realidad no gasta más agua de la necesaria. ¿Realmente
la podemos consumir y ensuciarla menos? ¿Qué se puede hacer?
e) El agua no se acaba nunca y, además, es muy barata, ¿por qué entonces no se debe
malgastar?
Hemos de confesar que para algunas de estas preguntas no tenemos respuestas claras. Os
agradeceríamos que nos enviáseis una carta con vuestras opiniones sobre el tema.
Muchas gracias por todo. Abrazos,
Carlota Martínez,
Vocalía de Medio Ambiente
Fuente: Vives, Joan y Sanmartí, Neus (1999): Guías Praxis para el profesorado. Barcelona: Ed. Praxis.
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