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DIVORCIO: DISTRIBUCIÓN DE LOS BIENES

Maneras de divorciarse

Hay tres modos de divorciarse:

• De común acuerdo: cuando después de dos años de casados los cónyuges piden la separación
mediante un escrito judicial firmado por ambos. Se fijan dos audiencias, en la primera explican al
juez los graves motivos por los cuales quieren divorciarse, y en la segunda, que se hace dos meses
después, le dicen al juez que no se reconciliaron. Luego el juez los divorcia. Es un juicio que dura
muy poco tiempo.

• Por estar separados desde hace más de dos años: Cualquiera de los cónyuges puede pedir el
divorcio sin necesidad de que el otro esté de acuerdo. Tiene que probar sólo que están separados
desde hace, como mínimo, dos años. Esta prueba puede hacerse con tres testigos y otros medios
sencillos. Luego de probado la separación el juez los divorcia. Este juicio también dura poco
tiempo, aunque un poco más que el anterior.

• Porque el otro cónyuge es culpable de algún hecho que la ley sanciona con el Divorcio: Este
juicio lo inicia uno de los cónyuges contra el otro y tiene que probar algún hecho que la ley
sanciona con el divorcio por culpa del que lo realizó. Estos hechos pueden ser: adulterio, tentativa
contra la vida del otro, incitar al otro a cometer delitos, abandono voluntario y malicioso, injurias
graves. Es un juicio muy prolongado y mortificante porque ventila la intimidad de la convivencia. Si
hay hijos éstos suelen padecer esa guerra judicial entre los padres. Es también muy costoso por
todo el trabajo que demanda a los abogados que intervienen y a los peritos que con frecuencia
deben intervenir. Una vez probado que alguno de ellos cometió alguno de los hechos que la ley
sanciona con el divorcio, el juez los divorcia pero establece que es por culpa de uno de ellos -o de
ambos- en tal caso el cónyuge culpable tiene la obligación de pagar alimentos al cónyuge inocente,
además de los alimentos que pueda corresponder pagar por los hijos.

Los bienes del matrimonio

Cualquiera que sea la manera de divorciarse los bienes del matrimonio se tienen que distribuir por
partes iguales entre los ex cónyuges. Aunque esta manera de distribuir se puede modificar de
común acuerdo entre ambos. Pero los únicos bienes que entran en esta distribución son los que se
llaman "gananciales", por lo cual hay que distinguirlos de los que se denominan "bienes propios"

1) Bienes propios y gananciales

Al dictarse la sentencia de divorcio se establece también que se disuelve la sociedad conyugal. La


"sociedad conyugal" se refiere al conjunto de los bienes que los cónyuges adquirieron durante el
matrimonio hasta la fecha en que iniciaron la demanda, o que se notificó la demanda en caso de
ser iniciada por uno de ellos. Estos bienes se llaman "gananciales" y provienen del trabajo de
cualquiera de los cónyuges, sin que importe que uno gane muchísimo y el otro muy poco o nada.
En cambio no entran en la "sociedad conyugal", es decir no son los bienes gananciales que hay que
repartir cuando se dicta la sentencia de divorcio, todos aquellos bienes que cada uno de los
cónyuges tenía cuando era soltero. Por ejemplo, si ella tenía un departamento antes de casarse,
ese bien es de ella sola y no hay que darle nada al otro al divorciarse. Tampoco son bienes
gananciales aquellos que alguno de los cónyuges puede recibir durante el matrimonio, que
provienen de una herencia, por ejemplo si fallece el padre y recibe su parte como hija o hijo, es un
bien propio. O si alguien le regala algún bien, un coche, una casa, esto también es propio.

2) Bienes propios comprados durante el matrimonio

Suele ocurrir que durante el matrimonio uno de los cónyuges decide vender un bien propio, es
decir, que tenía antes del matrimonio, o que recibe una herencia y decide vender alguno de los
bienes heredados, que son propios. Con el dinero que obtiene de la venta de ese bien propio
decide comprar, pongamos, un departamento. En este caso, ese departamento que se compró con
dinero proveniente de la venta de un bien propio, no es un bien ganancial, es decir, no pertenece
al matrimonio y no debe ser compartido con el otro o la otra al divorciarse. Pero hay un problema
que hay que tener en cuenta. En la escritura de compra hay que dejar constancia que el dinero con
el que se compra provino de la venta de un bien propio, que hay que especificar y, además, es
muy conveniente que el otro cónyuge esté presente en la escritura y preste conformidad con esa
manifestación. ¿Por qué es conveniente tomar estos recaudos? Porque la ley presume que un bien
que se compra durante el matrimonio es ganancial. Esta presunción de la ley se puede dejar sin
efecto mediante pruebas de que el bien comprado durante el matrimonio es propio, porque
provino de la venta de un bien propio, dejando constancia en la escritura de compra lo que antes
indiqué. De este modo la prueba ya está producida y ya la ley no presume que ese bien es
ganancial, sino propio.

3) Bienes gananciales provenientes de los bienes propios

Del bien propio puede sin embargo surgir una riqueza que es ganancial. Por ejemplo si una casa
que era de uno de los cónyuges antes de casarse, se decide alquilar. El alquiler que se obtenga
durante todo el período del matrimonio es ganancial. O sea que si con ese alquiler se fue
comprando algún otro bien, pongamos un coche, ese vehículo será ganancial y al divorciarse
deberá ser distribuido entre ambos cónyuges, aunque la casa de cuyo alquiler provino el dinero
con el cual se lo compró siga siendo propia y no deba ser compartida con el otro cónyuge.

Otro ejemplo lo tenemos en el negocio que podía haber tenido uno de los cónyuges antes de
casarse, que es propio. Si durante el matrimonio ese negocio creció y aumentó su valor, ese mayor
valor que tiene el negocio al divorciarse es también ganancial y debe compartirse con el otro
cónyuge.

Con las acciones de una sociedad o títulos que puede tener uno de los cónyuges antes de casarse
ocurre lo mismo. Estas acciones y títulos son propios, pero los dividendos que rinden son
gananciales, y si en lugar de distribuirse estos dividendos la sociedad decide capitalizarlos, esta
capitalización también es ganancial y debe distribuirse entre ambos cónyuges al divorciarse,
aunque las acciones y títulos no deban compartirse con el otro.

Distribución de los bienes gananciales

1) Pautas de negociación entre las partes

Dijimos que la sentencia de divorcio establece que queda disuelta la sociedad conyugal. Esto
significa que deben distribuirse los "bienes gananciales". ¿Cómo se hace esta distribución? Todo
sería muy fácil si hubiera, por ejemplo, dos departamentos de la misma cantidad de ambientes,
dos coches del mismo valor, etc. Pero las cosas no suelen ser así. Lo habitual es que existan bienes
de muy diferente valor y que no se puedan compensar el valor de uno de ellos con el valor de otro
o varios otros bienes.

El primer paso es tratar de asignar un valor a cada bien que se va a distribuir. Para ello se recurre a
inmobiliarias para que tasen, por ejemplo, las propiedades. Con dos o tres tasaciones que cada
uno pida por su cuenta ambas partes pueden tener una noción bastante acertada acerca del valor
de los inmuebles. Para los coches hay revistas especializadas que pueden indicar los valores
actuales de los coches usados. Respecto del mobiliario de la casa, en general, si no hay una guerra
muy grande entre los que se divorciaron, la distribución es en función de las necesidades. Por
ejemplo, si hay hijos menores que quedan con la esposa -o con el marido según los casos- el
televisor, las camas, la heladera, la computadora familiar, las mesas, los elementos de la cocina y,
en general, el mobiliario de la casa, quedan con el cónyuge que tendrá la tenencia de los hijos.
Pero en esto, como en toda la negociación, depende de que el resentimiento no sea mayor que el
sentido común.

De estas negociaciones no surge que cada uno se queda con el 50% exacto, ya en todos los casos
los valores son estimaciones aproximadas y además porque el valor de los bienes en uso nunca
tiene una cotización exacta en el mercado, sino una aproximada que son las que estiman los
expertos. Por eso hablamos del sentido común y que no prime el odio, ya que siempre hay
motivos fundados en los valores del mercado para rechazar toda propuesta de distribución.

Es necesario obrar con la cabeza fría, aunque el corazón esté caliente por la reciente separación o
por la fuerte discusión que pueda haber por el tema de los alimentos o bien porque uno no quería
el divorcio y el otro o sí.

Si es el juez el que tiene que dirimir el conflicto en la distribución de los bienes, las dos partes
pierden, porque la manera en que actúa la Justicia cuando no se ponen de acuerdo los ex
cónyuges es llevando a remate los bienes. Y en el remate nunca se saca el valor del bien que se
subasta, sino muchísimo, pero muchísimo menos.

Este es uno de los casos en que la satisfacción del odio -que impidió el acuerdo- tiene un alto costo
en dinero para los ex cónyuges, y en sufrimiento para los hijos. Recurrir a la Justicia para hacer lo
que las partes no pudieron hacer de común acuerdo, es una última instancia luego de haber
agotado y fracasado en todas las instancias de negociación, de medidas judiciales que a veces son
necesarias, y de mediación, que es un recurso muy efectivo en estos casos.

2) Los bienes comprados después de la separación de hecho

La ley establece que aquellos bienes que se adquieran después de la separación de hecho serán
gananciales sólo respecto del cónyuge que no fue el culpable de esa separación. Así, el que se va
del hogar conyugal, sea la esposa, sea el marido, si necesita comprar algún bien registrable, como
un coche o un inmueble, tiene que tener la debida precaución, ya que el retirarse del hogar lo
hace, en principio, culpable de esa separación y por eso lo que compra deberá participarlo con el
otro o la otra al divorciarse. Esta es una presunción, porque a veces uno de los cónyuges se va por
la violencia al que el otro lo somete, en cuyo caso no puede ser considerado culpable de la
separación. De cualquier modo es conveniente tener en cuenta esta disposición de la ley que
establece que la separación de hecho no hace cesar la sociedad conyugal respecto de uno de los
dos cónyuges: el inocente de esa separación.

3) La vivienda familiar

Durante la tramitación del divorcio, o aun antes en casos de urgencia - por ejemplo si hay
violencia- el juez puede decidir que uno de los cónyuges se quede en la vivienda donde vivió la
familia y que el otro -o la otra- se retire. Esta asignación de la vivienda a uno de los cónyuges se
puede prolongar luego de dictada la sentencia de divorcio e incluso el cónyuge que la ocupa puede
oponerse a que se venda para entregarle al otro la mitad que le corresponde en caso de ser
ganancial, si esa medida le causa un gravamen -por ejemplo si tiene la tenencia de los hijos
menores y no dispone de otro inmueble- siempre que no haya sido culpable del divorcio. Incluso la
ley le faculta permanecer en la vivienda aun en el caso de que sea un bien propio del que no la
habita, pero en este caso el juez fija un alquiler a favor del otro y un plazo a esa locación forzada.

4) La empresa familiar

Respecto de la manera de liquidar este bien, la mayor dificultad es determinar su valor, en el que
hay que considerar la parte material (valor del inmueble, si es propiedad, instalaciones, materias
primas, etc.) y su valor como fondo de comercio. Una vez establecido, el cónyuge que continuará
con la explotación deberá abonar al otro el 50% del valor total -en caso de ser totalmente
ganancial- o de la parte ganancial que se haya podido determinar, en caso de ser originariamente
propio y que se haya capitalizado a lo largo del matrimonio. Es conveniente evitar que los
conflictos que susciten esta negociación y las actuaciones del divorcio, lleven al cónyuge que no
maneja el negocio a solicitar medidas judiciales, como intervención o pericias contables, que son
muy costosas y perturban el funcionamiento de la empresa. Una vez acordado los valores, hay que
intentar ponerse de acuerdo en la manera de pagarle al otro u otra la parte que le toca. Este pago
puede hacerse mediante compensación con otros bienes, plazos de pagos o los modos que
puedan convenir, ya que si no logran ponerse de acuerdo habrá que vender la empresa para
distribuirse el dinero, o rematarla judicialmente si no hay acuerdo tampoco para su venta.
Consejo del abogado

El primer consejo es que es conveniente consultar al abogado de familia cuando las cosas
empiezan a andar mal y se tienen los primeros pensamientos acerca de la posibilidad de
separarse, o antes, cuando hay muchas discusiones o situaciones de gran incomodidad.

Si no se hizo esta consulta y la situación llegó a un punto crítico en el que se impone tomar una
decisión, antes de tomarla, esta vez sí consulte con el abogado. Sin ese consejo la decisión que se
tome estará guiada por el odio, la angustia, el hastío, en fin, por un conjunto de emociones
dolorosas que suelen llevar a huir de la situación, o a atacar al otro u otra. Esto no resuelve el
conflicto, sino que tiende a perpetuarlo, porque llevará al otro u otra a aumentar su odio y
reaccionar del mismo modo. Para dar los pasos adecuados en las rupturas matrimoniales, hay que
poderlos pensar. El consejo del abogado le ayudará a pensar qué es lo que le conviene hacer, y se
podrá elaborar una estrategia de lo que quiere o puede conseguir. Tener una estrategia no sólo
tranquiliza sino que llega a resolver la crisis matrimonial, evitando su dolorosa y costosa
prolongación.

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