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Había una vez muchos cuentos y fábulas que vivían

cómodamente en un libro gigante de pasta dura y colorida, lleno de


letras grandes y pequeñas, imágenes de todos los colores y voces de
seres animados e inanimados, de antes y después.

Un día Amelia tomó en sus manos su maravilloso libro y fue al


jardín a leer un rato, mientras hojeaba distraída, robaba miradas al
viejo estanque, de donde provenían ranas, sapos y otros animalitos.

A Amelia le gustaba mucho aquel lugar, aunque fuera algo


húmedo y frío y siempre lo visitaba; aquella mañana no fue la
excepción, así que quiso leer junto al estanque.

Amelia abrió la primera página y encontró un hermoso delfín, su


cuerpo se vestía de color rosa. El animal marino parecía jugar y
divertirse entre las páginas de aquel libro y eran tan estremecedores
sus saltos, que logró chapucear la cara de Amelia mientras reía.

En la página siguiente la niña encontró un gigante jugando con


unos niños alrededor de una fuente. Los pajaritos se acercaban sin
miedo porque era amoroso y simpático, tenía sus bolsillos llenos de
dulces y chocolates y con esto se ganaba el cariño de sus
acompañantes.

En otra de las páginas había una canción, las notas musicales


salían y recorrían todas las hojas del libro y todos los cuentos dejaban
sus quehaceres para escuchar aquel concierto. Los personajes
bailaban y Amelia daba vueltas y vueltas hasta que la música con la
última hoja llegaba a su fin.

Amelia, seguía recorriendo las páginas de su libro, cuando de


pronto, encontró una niña que cantaba, se llamaba Melodía. Todos
los seres de la tierra y el cielo se detenían para escuchar la voz de
Melodía. Allí aparecía ella con un vestido hecho de pétalos de rosas
amarillas y blancas, con un olor que llegaba a todos los cuentos y no
había quien se resistiera a su aroma.

Amelia permanecía junto al estanque escuchando las bellas


canciones de Melodía, canciones del mar, canciones del firmamento,
del amor, de las gaviotas y los peces. Melodía volaba entre palabras y
palabras y cantaba versos, sonetos y cuentos. Era un mundo que sólo
podía existir en el libro de Amelia, porque era realmente mágico, allí
todo era alegría, paz y algunos peces plateados y dorados salían del
agua para colarse en el vestido de Melodía hasta llegar al de Amelia.

Amelia estaba muy entretenida escuchando las canciones de


Melodía y hubiera querido ser cuento, ser flor o palabra para vivir
allí, donde nadie pudiera sacarla. Sin embargo, una gran tristeza la
sacudió cuando en un descuido su libro se fue al agua.

La niña intentó recogerlo, pero fue imposible. Se arrodilló y se


acercó al estanque tratando de sacar su libro mágico, pero fue inútil.
Mucho mayor fue su dolor cuando escuchó los lamentos de todos los
cuentos, los niños, los animales, los árboles, las flores, los fantasmas,
los grillos y demás habitantes de aquellas historias y fábulas que
clamaban ayuda.

La voz de Melodía se apagó, ya no se escuchaba su canción, su


vestido de pétalos de rosas se había deshilachado y flotaban por todo
el estanque. Los aromas se iban, todos los personajes se desprendían
de las hojas y las palabras se ahogaban.
Amelia seguía desesperada buscando la forma de sacar su libro,
corría dando vuelta al estanque y no sabía cómo salvar a sus amigos.

De repente el padre de Amelia cruzó el jardín y viendo a su


pequeña hija tan desesperada quiso ayudarla. Se metió al estanque
para salvar las hojas que se perdían en él. Amelia indicaba a su papá
el lugar donde estaban las palabras, las canciones, las notas, las casas,
las flores y todos los cuentos y con la voz entrecortada guiaba sus
manos.

Pasadas unas horas, el papá de pudo sacar todas las


hojas, las letras, los sonidos, los colores, los olores y los dibujos que
parecían morir entre las aguas. Juntos tendieron sobre la grama las
hojas mojadas, juntaron los pétalos de rosas e hicieron de nuevo el
vestido de Melodía, cuando de pronto descubrieron que la niña que
cantaba aún estaba sumergida en el estanque, así que volvieron a
buscar. El delfín se sumergió varias veces, los peces fueron a su
auxilio, pero no encontraron nada.

Amelia lloró al ver que Melodía no aparecía, pero su padre la


tranquilizó y le explicó que debían salvar el resto de cuentos.
Entonces, continuaron secando las hojas al sol, retocando los dibujos
con tintas de muchos colores, juntando las letras y formando
palabras, luego frases, versos y poemas. Las imágenes tomaban vida
poco a poco, pero Amelia seguía muy triste recordando a Melodía, la
niña que cantaba. Sus lágrimas se regaban una a una sobre el
estanque, haciendo ondas de color tristeza.

Amelia y su padre pudieron rescatar el libro, pero como ya el


tiempo pasaba y estaba muy tarde, tuvieron que volver a casa. A pesar
de todo, la niña lloraba y lloraba incansablemente. El padre nunca se
imaginó que Amelia pudiera querer tanto su libro de cuentos y sobre
todo a Melodía y le prometió un nuevo libro, una muñeca que hablaba
y una pequeña casa en el jardín, pero a Amelia poco le importaba y
sólo quería ver a la niña que cantaba.

Después de tanto llorar la pequeña se quedó dormida sobre las


piernas de su papá. La noche seguía enfriando cuando Amelia empezó
a escuchar una hermosa voz. La niña se levantó y miró a su padre
medio asustada, de inmediato supieron de dónde provenía la voz.
Caminaron hasta una gran silla, allí reposaba el pantalón mojado del
buen hombre y en el bolsillo, permanecía atascada la pobre Melodía,
desnuda y tiritando de frío.

Amelia sonrió, sacó a Melodía del tenebroso bolsillo, con ayuda


de su padre, la vistió de flores y mientras seguía cantando, la puso en
aquella hoja de papel que permanecía vacía y esperándola. El libro se
estremeció y todos los habitantes sonrieron.

Desde entonces Amelia lleva su libro a todas partes, tiene


cuidado y no se acerca al estanque. Su padre cada noche le lee una
nueva historia y la pequeña se queda dormida entre leyendas de amor,
poemas y letras, soñando que es un pájaro que cruza el cielo con sus
grandes alas, mientras Melodía susurra al padre una que otra canción
para dormir.
Claudia Patricia Arbeláez Henao

Ciudad Santiago de Arma. (Rionegro)


Antioquia – Colombia
Docente en ejercicio y gestora de ARTE PARA VOLAR, espacio
para la promoción de la poesía en el municipio de origen.
Publicaciones: MANUAL PARA VER LLOVER 1999, EXPLORACIÓN
LITERARIA 2012, Mariposario, 2109 y recientemente, la libélula
azul, 2019, Siete cueros. Otras:
Solsticio, vecindarios, dejaciones, cuentos y otros ensueños,
sueños para un buen dormir, Aluna y el colibrí, el aroma de
las ciruelas y el molino, las palabras y yo, a pulso de mujer,
cuando aún brille el sol, el secreto, de mis poemas azules y
a viva voz.
Publicada en el proyecto. MUJERES ESCRITORAS EN LA MEMORIA DE
ANTIOQUIA. (Gobernación de Antioquia, Instituto de Cultura y
Patrimonio de Antioquia y Librosbarco). 2018 y 2019.
Antología Internacional POETAS EN EL EQUINOCCIO. 2018.
Dosquebradas – Risarlada.
1. Participación en el festival Internacional de poesía
Rionegro. Antioquia. Colombia.
2. Festival Internacional de poesía. Encuentro POETAS EN EL
EQUINOCCIO. Dosquebradas – Risaralda. Colombia.
3. Programas en línea: conferencista del segmento “CREANDO
Y SOÑANDO” – Programa RINCÓN DE LAS ARTES por los
micrófonos de www.radiovocesunidas.com
4. Desde la ciudad de Pataluma - Estado de California
Estados Unidos y Lecturas de Claudia y Freddy, desde la
misma plataforma. Proyectos dedicados a la promoción de
la lectura.
5. Participación en el gran festival por la libre expresión
de las mujeres en puerto libertad. Nueva ágora.
Conversatorio. SOY ESCRITORA. Gobernación de Antioquia.
Marzo 2019.

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