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Liang, C. T., & Molenaar, C. (2016). Psychotherapy With Men: Theory and Practice.

Comprehensive Textbook of
Psychotherapy: Theory and Practice, 1, 315.
Traducido por Luis Marcelo Ojeda, Escuela de Psicología, UST.

PSICOTERAPIA CON HOMBRES: TEORIA Y PRÁCTICA


Christopher Liang
Carin Molenaa

Resumen

Este capítulo presenta una perspectiva de género para la psicoterapia con niños y hombres a través de una
descripción general de los marcos teóricos, una presentación de enfoques basados en evidencia, literatura
emergente y una ilustración de un caso. A la luz de la erudición actual, argumentamos que los profesionales
que buscan comprender mejor las necesidades de los niños y los hombres pueden abordar su trabajo desde
una perspectiva de construcción social que honre la mirada de formas en que los hombres pueden influir y
demostrar el género. Pararse desde esta perspectiva culturalmente consciente ayuda a los profesionales a
reconocer que la masculinidad no es un conjunto rígido y estático de actitudes, comportamientos o rasgos.
Más exactamente, la masculinidad se promulga, adapta o realiza constantemente según los factores
contextuales. Esto, a su vez, puede ayudar a los profesionales a tomar conciencia de sus propios prejuicios
y expectativas para trabajar con niños y hombres.

Palabras claves: Ideología de la masculinidad, psicoterapia, socialización de roles de género,


construccionista social, interseccionalidad

Los estudiosos han argumentado que el uso de hombres como grupo de referencia para
juzgar a las mujeres es una limitación importante de la literatura sobre psicoterapia (Kilmartin,
2010). Desde esta perspectiva, hay poca necesidad de estudiar la práctica de la psicoterapia con
niños y hombres porque toda la literatura, en virtud de centrarlos en la teoría y la investigación,
ha privilegiado históricamente a los hombres y sus experiencias. Por lo tanto, las teorías del
desarrollo psicológico y la psicoterapia están diseñadas por hombres (por ejemplo, Freud) para
hombres, y puede que no haya necesidad de examinar críticamente si es que las prácticas
psicoterapéuticas pueden beneficiar a los hombres y cómo.

Como contraargumento, los académicos han argumentado que aunque los hombres son
privilegiados, es necesaria una perspectiva de género en la psicoterapia con hombres para
satisfacer las necesidades de los niños y los hombres (p. ej., Englar-Carlson, 2014). Los
defensores de esta perspectiva argumentan que la psicoterapia con hombres requiere una
comprensión profunda de cómo la socialización del rol de género masculino da forma e influye
en las experiencias de los hombres en su vida cotidiana, así como en los servicios de salud
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mental. Para respaldar el uso de una perspectiva con conciencia de género, los académicos
señalan datos que sugieren que los niños y los hombres tienen más probabilidades de ser
diagnosticados, remitidos a asesoramiento o disciplinados debido a problemas de conducta
(Snyder, Dillow y Hoffman, 2008). Los niños y los hombres también experimentan tasas más
altas de violencia (Departamento de Justicia de EE. UU., 2007); problemas psicológicos como
suicidio, problemas de abuso de sustancias y trastorno por déficit de atención; y problemas
crónicos de salud física (Courtenay, 2011).

Desafortunadamente, también se ha descubierto que los hombres subutilizan los


servicios de salud mental y tienen actitudes más negativas hacia los servicios psicológicos y de
asesoramiento (Hammer, Vogel y Heimerdinger-Edwards, 2012). La sub-utilización de los
servicios de salud mental entre los hombres se ha relacionado con el estigma de la salud mental,
que está asociado con la socialización del rol de género masculino (Berger, Addis, Green,
Mackowiak y Goldberg, 2013). Estos datos, que indican que los hombres corren más riesgo de
sufrir problemas de salud física y psicológica, sugieren que los servicios de psicoterapia que
supuestamente fueron diseñados con sus experiencias como grupo de referencia no atienden
bien a los hombres. Los académicos argumentan que para satisfacer las necesidades de los niños
y los hombres, los profesionales deben comprender cómo los niños y los hombres hacen género
y cómo esos guiones dan forma al comportamiento, particularmente en el contexto de la
psicoterapia (Englar-Carlson, 2014; Mahalik et al., 2012).

Debido a que existen múltiples formas de realizar la masculinidad, los académicos han
defendido más recientemente la necesidad de adoptar una perspectiva construccionista social
(Addis & Mahalik 2003; Addis, Mansfield, & Syzdek, 2010) y multicultural al considerar cómo el
contexto, la cultura, la clase social, la homofobia y el racismo contribuyen a la forma en que los
diversos hombres pueden verse influenciados por el género y actuar basado en esto (Wester &
Vogel, 2012). Por lo tanto, la erudición sobre los hombres y la masculinidad se considera un
dominio de competencia en psicoterapia multicultural (Liu, 2005; Wester & Vogel, 2012). En las
siguientes secciones, brindamos (1) una descripción general de los marcos teóricos para
comprender a los niños y los hombres; (2) una discusión de estrategias basadas en evidencia y
enfoques emergentes; (3) una ilustración de un caso; y (4) recursos adicionales sobre niños y
hombres para profesionales de la salud mental.
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Traducido por Luis Marcelo Ojeda, Escuela de Psicología, UST.

PRINCIPALES DESARROLLOS TEÓRICOS Y VARIACIONES EN


PSICOTERAPIA CON LOS HOMBRES

Las perspectivas esencialistas asociadas con los roles sexuales han dado paso a marcos
teóricos que ven a los individuos como seres con género. El género es visto como una
constelación fluida de comportamientos y actitudes que se aprenden, construyen y realizan. Dos
conceptualizaciones principales y relacionadas de la masculinidad que informan la práctica clínica
y la investigación en la actualidad se basan en paradigmas de socialización de roles de género y
perspectivas construccionistas sociales (Wester & Vogel, 2012). De hecho, en un análisis
metodológico y de contenido reciente, Wong, Steinfeldt, Speight y Hickman (2010) informaron
que el paradigma de socialización de roles de género se utilizó en el 53% de todos los estudios
publicados en Psychology of Men. Las perspectivas esencialistas asociadas con los roles sexuales
han dado camino a marcos teóricos que ven a los individuos como seres generizados. Las
perspectivas construccionistas sociales amplían los enfoques de socialización del rol de género
masculino para comprender la masculinidad al situar los guiones masculinos en el contexto de los
hombres. La masculinidad positiva y los enfoques interseccionales son enfoques emergentes para
conceptualizar la masculinidad. En la siguiente sección se proporciona una breve descripción
general de estas perspectivas.

El paradigma de socialización de roles de género masculino

Para comenzar a comprender el paradigma de socialización del rol de género, debe haber
un reconocimiento de que los individuos son socializados para ajustarse a los roles de género
sancionados culturalmente. Los niños y los hombres son socializados para ajustarse a las
ideologías de masculinidad, que son un conjunto de expectativas sancionadas socialmente para
los niños y los hombres que se internalizan y realizan (Levant & Richmond, 2007). El “Sturdy
Oak” (ser resistente emocionalmente en cualquier situación), “Big Wheel” (destacar en todos los
contextos en los que se vea involucrado el sujeto), “No Sissy Stuff” (similar a “sturdy oak”, pero
enfocado en no mostrar debilidades)y “Give 'em Hell” (entregar siempre el todo el esfuerzo en
cualquier actividad que se realice) fueron algunas de las etiquetas desarrolladas para describir los
mensajes que los niños interiorizan sobre lo que implica ser un hombre (David & Brannon,
1976) . Los hombres están ampliamente socializados para evitar la feminidad, buscar aventuras,
responder con violencia cuando se les provoca, mantener el respeto, reprimir emociones y
afirmar el dominio. Estos mensajes de ser fuerte, duro y exitoso evitando ser afeminado han sido
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descritos como masculinidad hegemónica. Es probable que los niños y los hombres aprendan,
internalicen y mantengan estas expectativas culturales y comportamientos "apropiados" que
impregnan sus vidas. La investigación ha indicado que la ideología de la masculinidad está
asociada con una serie de resultados psicológicos, incluidos comportamientos limitados de
búsqueda de ayuda (Hammer, Vogel y Heimerdinger-Edwards, 2013) y problemas psicológicos e
interpersonales (para una revisión, consulte Levant y Richmond, 2007) .

El paradigma de tensión del rol de género (Pleck, 1981) y la teoría del conflicto de rol de género
(O'Neil, Helms, Gable, David y Wrightsman, 1986) son dos marcos principales mediante los
cuales los profesionales de la salud mental han buscado comprender la socialización del rol de
género masculino y su secuelas psicológicas. Aunque los hombres están socializados para creer
que son poderosos y deben ejercer su control, muchos no se sienten así (Pleck, 1981). Además,
no estar a la altura de las prescripciones de género de masculinidad hegemónica es a menudo difícil, si
no imposible. Pleck conceptualizó el paradigma de la tensión del rol de género para describir
cómo los niños y los hombres experimentan resultados negativos como resultado de la
socialización de su rol de género. Aquí, los hombres enfrentan una gran presión para
conformarse, ya que se supone que la violación de las expectativas de género resulta en una
evaluación negativa de los demás y la condena social. En este modelo, Pleck propuso tres
tensiones relacionadas con el género que resultan de la socialización del rol de género masculino.
La primera, la tensión de discrepancia, describe cómo los hombres experimentan angustia como
resultado de intentar y no cumplir con los roles prescritos interiorizados para los hombres. La
segunda, la tensión de disfunción, explica cómo los hombres adoptan comportamientos que no son
saludables en un esfuerzo por cumplir con las expectativas del rol de género. Los hombres
pueden comportarse de manera agresiva o demasiado competitiva con los demás, abusar de
sustancias o participar en otras conductas de riesgo. Estos comportamientos impactan en uno
mismo y en los demás (p. ej., parejas, hijos). El tercero, la tensión traumática, describe cómo los
niños y los hombres pueden experimentar vergüenza, dolor psicológico y, en algunos casos,
violencia, como resultado de la socialización de su rol de género.

La teoría del conflicto de roles de género (GRC, por sus siglas en inglés) se desarrolló
como una extensión del paradigma de tensión del rol de género (O'Neil et al., 1986) para explicar
las consecuencias psicológicas para los hombres por violar las prescripciones irreales e
internalizadas de ser un hombre. Las consecuencias pueden observarse a nivel cognitivo,
conductual, afectivo o inconsciente. GRC se compone de cuatro dimensiones: (1) Éxito, Poder y
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Competencia, que refleja preocupaciones sobre no poder tener éxito; (2) Emocionalidad restrictiva, que
aborda cómo los hombres pueden tener dificultades para expresar sentimientos distintos al
enojo; (3) Comportamiento afectivo restrictivo entre hombres, que describe cómo los hombres tienen
dificultades para expresar calidez a otros hombres; y (4) Conflicto entre el trabajo y las relaciones
familiares, que aborda cómo los hombres pueden tener dificultades para equilibrar las demandas
del trabajo con la familia (O'Neil et al., 1986). GRC y sus dimensiones se correlacionan
positivamente con una serie de resultados psicológicos (p. ej., estilos de apego, intimidad,
violencia, ansiedad, depresión), actitudes (p. ej., insatisfacción marital) y comportamientos de
salud (p. ej., abuso de sustancias) en diversas poblaciones (ver O Neil, 2015).

Construccionismo social

Aunque el paradigma de la socialización del rol de género masculino ha dado lugar a una
gran cantidad de literatura que ha aumentado la comprensión actual de la salud y el bienestar
psicológicos de los hombres, Addis y Mahalik (2003) argumentaron que estos enfoques se
prestan a ver los comportamientos masculinos desde una perspectiva psicológica esencialista. Es
decir, la masculinidad es vista como un conjunto de rasgos estables que los hombres incorporan
como resultado de la socialización. Sin embargo, lejos de ser comportamientos estables, los
hombres varían en su propio comportamiento según el contexto (Addis et al., 2010). Existe una
diversidad de comportamientos en los que los hombres se involucrarán, dependiendo de la
situación y el contexto. Addis y Mahalik argumentaron además que se necesita una sólida
comprensión de la variabilidad dentro de la persona y entre situaciones para facilitar el
comportamiento de búsqueda de ayuda de los hombres. Desde su perspectiva, el género es
construido activamente por individuos y grupos, y un individuo lo interpreta de manera diferente
dependiendo de su contexto específico.

En una aplicación más reciente de los enfoques construccionistas sociales para


comprender a los hombres y la masculinidad, Bosson y Vandello (2011) llaman la atención sobre
el constructo de masculinidad precaria, que describe la masculinidad como un estatus tenue que
requiere acciones frecuentes para demostrar la masculinidad y evitar perder el estatus. Como tal,
cuando se les preguntó acerca de cómo definir la masculinidad, los hombres a menudo
definieron el estatus de "hombres" en función de las acciones. Esto sugiere una preocupación
socializada por las cosas que “los hombres hacen en lugar de la forma en que los hombres son”
(Bosson & Vandello, 2011, p. 83). La ansiedad inherente al tenue estado constante de la
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masculinidad puede manifestarse en salidas negativas como la agresión u otro comportamiento


físicamente riesgoso.

Aunque se han identificado estos vínculos entre la masculinidad y la salud, la literatura


sobre socialización del rol de género masculino en psicoterapia está limitada por su énfasis en los
déficits y la corrección de conductas masculinas problemáticas. Como tal, la Masculinidad
Positiva ha sido propuesta como un contrapeso al marco negativo por el cual la literatura de
socialización del rol de género masculino ha conceptualizado las experiencias cognitivas,
afectivas y conductuales de los hombres (Englar-Carlson & Kiselica, 2013). Por lo tanto, los
comportamientos positivos de los hombres se identificaron con el propósito de ayudar a los
profesionales a desarrollar esas fortalezas en lugar de centrarse en "curar" los problemas. En su
trabajo, Kiselica y Englar-Carlson (2010) identificaron la siguiente lista no exhaustiva de 10
fortalezas masculinas:

1. Estilos relacionales masculinos - cómo se desarrollan las relaciones de los hombres a


través de actividades compartidas, que son instrumentales u orientadas a la acción.
2. Formas masculinas de cuidar - cómo se socializa a los hombres para cuidar y proteger a
sus seres queridos y amigos.
3. Paternidad generativa - cómo los hombres responden a sus hijos pronta y
consistentemente para fomentar su desarrollo emocional, educativo, intelectual y
social.
4. Autosuficiencia masculina - cómo se socializa a los hombres para que resuelvan
problemas por sí mismos con el aporte y la consideración de las necesidades de los
demás.
5. La tradición masculina de trabajador/proveedor - cómo los hombres están imbuidos de la
expectativa cultural de trabajar y mantener a sus familias.
6. Coraje masculino, audacia y asunción de riesgos - cómo la socialización de los hombres para
asumir riesgos puede servir para beneficiar a otros (p. ej., proteger a los demás,
completar trabajos peligrosos).
7. La orientación grupal de los muchachos - cómo se socializa a los muchachos y los hombres
para que se unan y logren un propósito común.
8. El servicio humanitario de las organizaciones fraternales - cómo los niños y los hombres han
formado históricamente organizaciones humanitarias para brindar servicio a sus
comunidades.
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9. El uso del humor por parte de los hombre - cómo los hombres usan el humor para hacer
frente a los problemas y construir, mantener y reparar amistades.
10. Heroísmo masculino - cómo los niños y los hombres a lo largo de la historia han
demostrado una masculinidad positiva para superar obstáculos y hacer
contribuciones extraordinarias a la sociedad.

Aunque estos rasgos parecen materializar una perspectiva esencialista del rol sexual, los
rasgos y comportamientos asociados con la masculinidad positiva no son específicos de los
hombres ni determinados biológicamente (Englar-Carlson & Kiselica, 2013). La masculinidad
positiva es un marco teórico relativamente nuevo que proporciona una vía para futuras pruebas
empíricas.

PRINCIPIOS DE CAMBIO Y CONCEPTUALIZACIÓN DE CASO EN


PSICOTERAPIA CON HOMBRES

Los resultados terapéuticos dependen del terapeuta, del cliente y de la relación entre
ambos. En esta sección, proporcionamos una discusión de algunos factores importantes para el
cambio terapéutico.

Primero, los factores del terapeuta que conducen al cambio pueden incluir el
conocimiento, la conciencia y las habilidades. El trabajo con hombres y niños comienza con el
conocimiento del terapeuta de las teorías de género, así como con la investigación básica sobre
las asociaciones encontradas entre las ideologías de masculinidad y los resultados de salud
mental. Los terapeutas con conocimiento de la investigación estarán mejor capacitados para
reconocer y apreciar las diversas formas en que los hombres pueden expresar sus preocupaciones
según su socialización. Una buena comprensión de los factores estresantes y los conflictos que la
socialización del rol de género masculino trae a la vida de los hombres también puede permitir
que los profesionales de la salud mental ayuden a fomentar la comprensión de las raíces de las
preocupaciones que se presentan mientras exploran la naturaleza rígida y restrictiva de la
adherencia estricta a los estereotipos masculinos. Los terapeutas deben entender que aunque la
investigación se ha centrado principalmente en las cualidades desadaptativas de los hombres, los
hombres también demuestran cualidades positivas de masculinidad que pueden servir para
facilitar el cambio.
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Los terapeutas también deben ser conscientes de cómo el género ha dado forma a sus
propias vidas porque puede reducir la probabilidad de representaciones inconscientes de
suposiciones de género dentro del contexto terapéutico (por ejemplo, los terapeutas evitan la
exploración cargada de emociones con los hombres). Esta conciencia también debería
proporcionar a los terapeutas una mayor atención y empatía por la experiencia de masculinidad
de sus clientes. Además, el conocimiento de cómo los hombres y los niños pueden socializarse
en función de sus intersecciones únicas de identidades permite una exploración y comprensión
más abiertas de las presentaciones únicas de los clientes. En última instancia, esta conciencia
puede permitir a los terapeutas conceptualizar los problemas que presentan sus clientes y
desarrollar un plan de tratamiento dentro del contexto de género.

El cliente también debe estar listo y receptivo a la terapia y los esfuerzos de los
terapeutas. La socialización de la masculinidad hegemónica, las presiones y desafíos para cumplir
con esas expectativas tiene implicaciones significativas para las actitudes y comportamientos
formales de búsqueda de ayuda de los hombres (Addis y Mahalik, 2003). Mahalik, Good y
colegas (2003) sugirieron que la discrepancia entre las expectativas masculinas y las
conceptualizaciones de la salud mental puede ser la causa de la reticencia de los hombres a buscar
tratamiento y la mayor probabilidad de terminación temprana. Dada la importancia de estos
factores del cliente, la probabilidad de cambio puede aumentar si el terapeuta presta atención a
las actitudes de género desde el principio de la terapia (Mahalik et al., 2012). Como tal, el cambio
también requiere un terapeuta hábil. Aunque la investigación en esta área es limitada, los estudios
recientes han indicado que brindar un alivio inmediato de los síntomas, afirmar las fortalezas,
realizar un análisis de género y ser capaz de identificar el momento adecuado y la profundidad de
la exploración de las emociones son facetas importantes de una terapia exitosa con niños y niñas.
hombres (Englar-Carlson, 2014).

Finalmente, la relación terapéutica también es una dimensión importante del cambio.


Aclarar roles y establecer metas en colaboración puede ayudar a fortalecer la relación, reducir el
estigma asociado con la búsqueda de ayuda (Englar-Carlson & Kiselica, 2013) y servir para
replantear la terapia de una actividad para los débiles a una que honre sus fortalezas y habilidades
como hombres. Este replanteamiento puede ayudar a los hombres a ver la terapia como una
actividad consistente con su comprensión de su masculinidad. Por lo tanto, los profesionales de
la salud mental deben esforzarse por abordar y normalizar las inquietudes de los hombres sobre
la terapia al hacer preguntas, pensamientos o inquietudes sobre el entorno terapéutico.
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Además, debido a que la relación terapéutica puede ser un reflejo de los patrones
relacionales del cliente masculino fuera de la terapia, el terapeuta debe prestar atención a cómo se
manifiesta el género durante la hora clínica. Por ejemplo, los hombres que se adhieren a las
normas masculinas hegemónicas de control y poder pueden poner a prueba inconscientemente el
conocimiento y la capacidad de sus terapeutas. Dependiendo de los problemas que presente el
cliente, explorar estas dinámicas relacionales puede ayudar a que el cliente tome conciencia y
cambie fuera de la terapia.

En resumen, el cambio requiere un terapeuta competente y con conciencia de género y


un cliente motivado, así como la atención del terapeuta sobre cómo el género puede influir en el
cliente y la relación terapéutica. Las sugerencias hechas aquí son consistentes con las
recomendaciones de Addis y Mahalik (2003) para crear un ambiente más cómodo para que los
hombres busquen terapia. Específicamente, propusieron que los terapeutas trabajen para
aumentar la sensibilidad a las percepciones de los hombres sobre los problemas que presentan,
aumentar las oportunidades para que los hombres se involucren en el proceso y retribuir a otros
que puedan enfrentar problemas similares, normalizar los desafíos psicológicos y reducir la
estigmatización de buscar ayuda. A partir de estas recomendaciones, los psicoterapeutas pueden
ajustar los entornos de asesoramiento para que estén más en línea con las expectativas
masculinas (ver Addis y Mahalik, 2003). Implícita en esta discusión está la necesidad de que los
terapeutas consideren la conceptualización de casos desde una perspectiva de género, relacional y
basada en fortalezas.

INVESTIGACIÓN SOBRE EFICACIA Y EFICACIA DE LA PSICOTERAPIA


CON HOMBRES

El Grupo de Trabajo de la Asociación Estadounidense de Psicología sobre la Práctica


Basada en la Evidencia (2006) afirmó la necesidad del juicio clínico y la evidencia empírica para
fundamentar las intervenciones clínicas. Aunque el uso del juicio clínico permite que los médicos
personalicen sus enfoques para clientes particulares, estas intervenciones pueden verse
influenciadas por el sesgo del profesional. Dadas las fortalezas de los dos enfoques, brindamos
una descripción general de los estudios de procesos y/o resultados con hombres y ofrecemos
una revisión selecta de enfoques basados en la teoría y derivados empíricamente para trabajar
con hombres. Cerramos esta sección con una discusión de prácticas útiles y dañinas conmigo
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Tratamientos y procesos de base empírica

Dada la historia androcéntrica de la consejería y la psicología, uno podría anticipar que la


literatura empírica sobre intervenciones clínicas sería profunda en su comprensión de los
tratamientos empíricamente respaldados para hombres. Sin embargo, relativamente poca
investigación ha explorado factores únicos en el desarrollo de una alianza terapéutica con clientes
masculinos. De hecho, al momento de escribir este capítulo, identificamos solo tres estudios
empíricos de este tipo dirigidos específicamente a los hombres. Estos se resumen a continuación.

En un estudio de procesos de consejería, Bedi y Richards (2011) encontraron que los


hombres en psicoterapia apreciaban más “sacar a la luz los problemas”, “responsabilidad del
cliente”, “respeto formal” y “ayuda práctica”. Esto sugirió que los hombres valoran a los
profesionales que reflejan objetivos, resumen y validan experiencias, brindan habilidades,
involucran al cliente en el proceso y mantienen límites profesionales, formales y respetuosos. En
otro estudio, Syzdek, Addis, Green, Whorley y Berger (2014) investigaron la eficacia de las
entrevistas motivacionales basadas en el género para las actitudes e intenciones formales e
informales de búsqueda de ayuda, así como para la internalización y externalización de los
síntomas en una muestra comunitaria de hombres en su mayoría blancos. En su estudio piloto,
encontraron que la entrevista motivacional basada en el género, que es una sesión única de
evaluación y retroalimentación que integra enfoques conscientes del género con técnicas de
entrevista motivacional, tuvo efectos pequeños a moderados sobre los comportamientos
problemáticos con el consumo de alcohol, la ansiedad y los síntomas depresivos y pequeños
efectos sobre la hostilidad. Aunque el tamaño de la muestra limitó el poder estadístico, los
efectos estimados indican cierto potencial de utilidad en entornos clínicos. En un tercer estudio,
Hopton y Huta (2013) examinaron el programa Men and Healing, un modelo derivado
teóricamente para el tratamiento de hombres que experimentan trauma como resultado del
abuso sexual infantil en una muestra comunitaria de hombres en Canadá. El tratamiento se
ofrece a nivel grupal y tiene una orientación psicodinámica. Integra enfoques basados
empíricamente para tratar el trauma junto con un enfoque en los roles de género masculino. Su
estudio mostró mejoras en los síntomas postraumáticos y depresivos. Sin embargo, no se incluyó
un grupo de comparación en este estudio. Juntos, estos estudios demuestran la utilidad potencial
de incorporar enfoques con conciencia de género al tratamiento con hombres.
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Enfoques emergentes de la psicoterapia con hombres

Explorando los roles de género

En uno de los primeros conjuntos de recomendaciones para el tratamiento clínico con


hombres, O'Neil y Egan (1992) conceptualizaron el concepto de usar el viaje del rol de género
como metáforas para ayudar a un individuo a comprender sus luchas personales con respecto a
los conflictos de roles de género y el sexismo. O'Neil y Egan (1992) se basaron en la
conceptualización de Moreland (1976) y presentaron cinco fases: (1) aceptación de los roles de
género tradicionales, (2) ambivalencia, (3) ira, (4) activismo y (5) celebración y integración de los
roles de género. Mediante el uso de viajes de roles de género, los profesionales pueden ayudar a
los clientes a comprender mejor e integrar diferentes aspectos de sí mismos (por ejemplo, tanto
masculinos como femeninos) a lo largo de sus vidas, ampliando las habilidades de los individuos
para empatizar con las luchas basadas en el sexo de los demás, y ayudando a disminuir los
resultados negativos asociados con el sexismo sistémico que inhibe la capacidad de los hombres
para validar sus sentimientos, fortalezas y poder personal (O'Neil & Egan, 1992). Más
recientemente, O'Neil (2015) proporciona un esquema de diagnóstico para que los médicos lo
utilicen en su trabajo para ayudar a los hombres a comprender el papel del conflicto de roles de
género en la experiencia de la angustia psicológica.

Una alternativa al enfoque del viaje del rol de género es procesar la conformidad o no
conformidad de los clientes masculinos con las normas masculinas. Mahalik, Talmadge, Locke y
Scott (2005) sugirieron el uso de instrumentos psicométricamente sólidos para ayudar a
fundamentar la discusión terapéutica en normas masculinas específicas. Argumentaron que este
enfoque puede no ser apropiado para todos los hombres, pero puede resultar útil para los
hombres que presentan una variedad de problemas que van desde trastornos de sustancias,
problemas de relación, estado de ánimo deprimido, ansiedad, violencia interpersonal, identidad
sexual, problemas relacionados con la carrera, y problemas de salud. La capacidad del clínico para
proporcionar una hipótesis de trabajo al cliente de cómo el problema que presenta el cliente
puede estar asociado con las normas del rol masculino es fundamental. Identificaron el
Inventario de Conformidad con las Normas Masculinas ( (CMNI acrónimo en inglés; Mahalik,
Locke, et al., 2003) como una medida potencial para usar con este propósito. Mahalik y sus
colegas (2005) sugirieron que los médicos discutan con sus clientes el contexto y el significado de
sus puntajes extremos totales y de subescala. Identificaron dos objetivos terapéuticos para usar el
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CMNI en este proceso. Uno de los objetivos de estas discusiones es que el cliente se vuelva más
consciente de los costos y beneficios de su conformidad o no conformidad con las normas del
rol de género masculino. Un segundo objetivo es que el cliente sea más flexible en su
conformidad o no conformidad con las normas del rol de género masculino y reducir los costos
de salud física y psicológica de no ajustarse a las normas del rol masculino. Cochran (2005)
explica que descubrir la conformidad de un cliente masculino con las normas del rol de género
masculino también puede facilitar las discusiones sobre las posibles barreras a la terapia (por
ejemplo, la vergüenza)

La evaluación basada en la evidencia, que se fundamenta en las perspectivas


psicodinámicas y de masculinidad, se ha propuesto como un complemento a las exploraciones
antes mencionadas de la masculinidad en la vida de un cliente masculino (Rabinowitz & Cochran,
2002). Desde esta perspectiva, los médicos deben evaluar cómo los clientes masculinos han (1)
resuelto los conflictos que a menudo se asocian con la dependencia psicológica y emocional con
otras personas significativas; (2) aprendió a sobrellevar, resolver y reconocer los sentimientos de
tristeza, dolor y pérdida; (3) han desarrollado una forma saludable de expresar su masculinidad y
si han demostrado comprensión de sus comportamientos y valores de género; y (4) encontró el
equilibrio entre un estado de ser y hacer, ya que los hombres han llegado a sobrevalorar el hacer
versus estar con la familia y los seres queridos. También sugirieron que los médicos evalúen la
alexitimia masculina normativa, un término acuñado por Ronald Levant, para describir cómo un
resultado de la socialización del rol de género masculino es la dificultad que algunos hombres
pueden tener para identificar y expresar sus emociones. De hecho, Cochran y Rabinowitz (2003)
proporcionaron estrategias para la evaluación sensible al género de la depresión en los hombres.
Sus sugerencias reflejan su creencia de que los hombres pueden expresar su depresión a través de
la ira, el abuso de sustancias, la violencia, las quejas somáticas, la disminución de la motivación, el
aumento de la preocupación por la productividad laboral y la disminución del interés en la
actividad sexual.

Trabajar desde una perspectiva basada en las fortalezas

La Psicología Positiva/Masculinidad Positiva (PPPM; Kiselica & Englar-Carlson, 2010)


presenta un modelo para trabajar con hombres, que se basa en identificar y reforzar las fortalezas
masculinas. Como tal, uno de los objetivos de PPPM es ayudar a los hombres a fomentar
aspectos beneficiosos y adaptativos de su masculinidad como punto de partida para la
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psicoterapia antes de avanzar hacia la exploración de aspectos más desadaptativos y restrictivos


de la masculinidad. Esto puede ayudar a reducir la actitud defensiva de los hombres en terapia y
permitir una exploración más abierta de los desafíos que enfrentan los hombres en su vida
personal e interpersonal (Englar-Carlson & Kiselica, 2013). Además, PPPM afirma que cualquier
trabajo con las fortalezas de los hombres debe considerar su constelación única de identidades.

Prácticas útiles y perjudiciales

Los enfoques antes mencionados abordan los beneficios potenciales de fomentar la


exploración de los hombres de diversos aspectos de la masculinidad o de aprovechar las
fortalezas de los hombres como una forma de ayudarlos. En su estudio cualitativo, Mahalik y sus
colegas (2012) exploraron prácticas útiles para los médicos que trabajan con hombres y
encontraron que la conciencia del médico de los factores que pueden afectar o verse afectados
por las identidades masculinas (p. ej., valores culturales únicos, experiencias de discriminación
racial o sexismo , discapacidades físicas) facilitó el desarrollo de su relación con los clientes. Con
base en los hallazgos de su estudio, Mahalik y sus colegas desarrollaron una taxonomía de
prácticas beneficiosas y perjudiciales para el trabajo clínico con hombres y niños. Mahalik et al.
(2012) destacó la importancia de prestar atención a cuestiones sensibles al género y la
socialización de género en un esfuerzo por comprender con precisión cómo los diversos
aspectos de la identidad de un hombre impregnan sus conceptualizaciones de sí mismo y su
entorno. Aquí, es importante tomarse el tiempo para comprender en qué contextos encuentra
más destacados los diferentes aspectos de su identidad y reconocer que los hombres
conceptualizan y se ven afectados por las normas del rol de género masculino y sus estereotipos
asociados de manera diferente según su etapa de la vida.

Los profesionales también deben esforzarse por adquirir conciencia de cómo se


manifiestan las dinámicas de género con cada cliente masculino individual. Por ejemplo, se
alienta a los profesionales a considerar cómo el impulso socializado de los hombres por ser
poderosos, en control y competitivos puede crear barreras en el tratamiento para algunos
hombres. Además, las terapeutas han notado la importancia de sus propios estereotipos de los
hombres, así como las dinámicas de género que eran específicas de su díada de género con
clientes masculinos en su trabajo con hombres (ver Sweet, 2012). Como tal, los profesionales
deben verse a sí mismos como individuos de género y evaluar su propia comprensión y
conceptualización de la masculinidad. A partir de esta comprensión, los profesionales pueden
Liang, C. T., & Molenaar, C. (2016). Psychotherapy With Men: Theory and Practice. Comprehensive Textbook of
Psychotherapy: Theory and Practice, 1, 315.
Traducido por Luis Marcelo Ojeda, Escuela de Psicología, UST.

explorar de manera más fácil y natural las posibles presiones restrictivas o rígidas que se ejercen
sobre los hombres debido a su socialización de género.

Por el contrario, las prácticas nocivas se centran en el uso de estereotipos por parte de los
médicos, así como en su falta de conciencia sobre la socialización de género. Mahalik y sus
colegas (2012) encontraron que dirigirse a los hombres como un grupo homogéneo de
perpetradores emocionalmente reprimidos inhibió y perjudicó el trabajo clínico con ellos. En
cambio, se les recuerda a los médicos que sean conscientes de cómo sus prejuicios pueden dañar
su trabajo con clientes masculinos y deben esforzarse por conceptualizar los comportamientos de
los hombres como mutables dentro de la persona y entre situaciones. Los profesionales también
deben evaluar su uso de la exploración emocional con los hombres. Aquí, es importante no
subestimar las habilidades de los hombres con respecto a la expresión emocional o empujar a los
hombres a explorar las emociones prematuramente. Dado que los hombres abordan las
emociones y las conexiones interpersonales de maneras únicas basadas en su internalización de
los estereotipos masculinos, es importante que los profesionales de la salud mental comprendan
y se adapten a las presentaciones de sus clientes masculinos. Por ejemplo, Levant (1995) sugirió
que los hombres pueden presentar lo que parece ser una alexitimia leve, lo que podría resultar en
un entorno terapéutico muy diferente al que consiste en una exploración emocional abierta y
vulnerable. Además, también se les recuerda a los médicos que no evalúen la efectividad de su
terapia con hombres basándose simplemente en la capacidad del cliente masculino para ser
emocionalmente expresivo (Wong & Rochlen, 2005)

En resumen, la investigación sobre la eficacia, por no hablar de la efectividad del


tratamiento con hombres, es casi inexistente. No obstante, creemos que estos modelos
emergentes discutidos anteriormente pueden servir para fortalecer la comprensión de los
médicos sobre el papel de la masculinidad, fortaleciendo así el juicio y el razonamiento clínicos.

DIVERSIDAD EN PSICOTERAPIA CON HOMBRES

Recientemente ha surgido una perspectiva interseccional en el estudio de los hombres y la


masculinidad. Yendo más allá de examinar cómo los hombres pueden diferir en su expresión de
masculinidad en función de la raza, la cultura o la orientación sexual, los académicos argumentan
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que la masculinidad no puede explorarse o entenderse aisladamente de los valores culturales y los
procesos socioculturales como el racismo (p. ej., Liang, Salcedo y Miller , 2011) o heterosexismo
(por ejemplo, Szmanski & Ikizler, 2013). Por lo tanto, de acuerdo con una perspectiva
construccionista social sobre la masculinidad, los académicos argumentan que comprender cómo
los hombres de minorías raciales y de minorías sexuales experimentan la masculinidad debe
hacerse en el contexto de la masculinidad hegemónica blanca (europeo-estadounidense),
heterosexual, de clase media y occidental. En esta sección, proporcionamos algunos ejemplos de
cómo la masculinidad se cruza con otras dimensiones de la diversidad.

Debido a la influencia de los valores culturales en todos los comportamientos, la


masculinidad debe considerarse en el contexto de las normas y expectativas que son
culturalmente específicas. Aunque existe una superposición en la forma en que se construye la
masculinidad entre los grupos culturales (es decir, patriarcal), existen algunas diferencias notables
en los mensajes con los que se socializa a los hombres entre los diferentes grupos culturales en
los Estados Unidos. Para las minorías estadounidenses, su sentido de masculinidad se basa en las
expectativas de los hombres que se basan en los valores de su cultura de origen, así como en las
normas de roles de género propugnadas por el grupo cultural dominante. Por ejemplo, al resumir
la literatura naciente sobre la masculinidad asiático-estadounidense, Liu y Chang (2007)
informaron que los hombres asiático-estadounidenses están socializados con un sentido de
masculinidad asociado con los valores culturales de ser educados, obedientes y dispuestos a
compartir las responsabilidades domésticas (Chua & Fujino, 1999), enfatizando la armonía grupal
y la piedad filial (Liu & Iwamoto, 2007), además de asumir riesgos y mostrar coraje (Nghe,
Mahalik, & Lowe, 1998). El sentido de masculinidad de los hombres latinos también está ligado a
valores culturales y normas de roles de género que enfatizan la familia, el respeto por los demás,
el honor y la dignidad (Torres, Solberg y Carlstom, 2002). Cierta evidencia empírica apoya estas
afirmaciones. Por ejemplo, Torres y sus colegas encontraron que los hombres de su muestra se
identificaban más con la capacidad de respuesta emocional, la colaboración y los estilos
masculinos flexibles. Arciniega, Anderson, Tovar-Blank y Tracey (2008) reintrodujeron una
conceptualización multidimensional de la masculinidad latina que incluía el machismo tradicional
como el caballerismo. Según Arciniega y sus colegas, los hombres latinos no son simplemente los
estereotipos asociados con el machismo tradicional (por ejemplo, controlador, hipermasculino),
sino que también son socializados para demostrar respeto, conexión emocional y caballerosidad.
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Los hombres no solo son socializados con diferentes expectativas de roles de género
basadas en la cultura, sino que estos comportamientos sancionados culturalmente también son
interpretados, etiquetados y estereotipados negativamente. Los estereotipos de los hombres de
color pueden surgir de cómo se percibe la expresión culturalmente sancionada de la masculinidad
de los hombres de diferentes minorías étnicas de lo que es aceptado por el grupo dominante. De
hecho, Wong, Horn y Chen (2013) encontraron que los hombres de color son estereotipados de
manera diferente según su origen racial percibido. Por ejemplo, los hombres afroamericanos o
latinos son estereotipados como “papás holgazanes”, perezosos y sin educación que se
involucran en conductas delictivas o criminales, mientras que los hombres asiático-americanos
son estereotipados como inteligentes pero físicamente débiles o afeminados. Estos estereotipos,
que están ampliamente difundidos en los medios populares, avergüenzan a los hombres y
socavan sus ya débiles habilidades para estar a la altura de las rígidas expectativas hegemónicas
masculinas. Los hombres de color deben negociar sus masculinidades en el contexto de las
diferencias culturales y los estereotipos.

Los hombres de color participarán en la masculinidad de manera diferente en función de


cómo, si y en qué contextos se internalizan los estereotipos. Por ejemplo, Franklin (2004)
describió cómo los hombres negros pueden experimentar el síndrome de invisibilidad, un conjunto
de síntomas que incluyen frustración, ira, descontento generalizado, desilusión, ira internalizada,
depresión, pérdida de esperanza y abuso de sustancias. Los varones adolescentes negros que
experimentan estos síntomas pueden volverse reacios a desempeñarse bien en entornos
académicos en los que son estereotipados como atletas o poco inteligentes (Franklin, 2004), o
pueden adoptar lo que denominan "la pose genial" (es decir, ritualizada, visible, representaciones
de orgullo, control y fuerza) para hacer frente a las percepciones que la sociedad tiene de ellos
(Majors & Billson, 1993). Los hombres negros también pueden participar en comportamientos
de John Henry (es decir, trabajar más duro de forma crónica para hacer frente a entornos
estresantes) (Matthews, Hammond, Nuru Jeter, Cole-Lewis y Melvin, 2012) o participar en
comportamientos asociados con la masculinidad positiva (Mattis et al., 2009)

Se necesita investigación adicional para comprender mejor cómo los hombres de color
perciben, responden y se ven afectados por la intersección de su masculinidad y cultura (Liang,
Salcedo y Miller, 2012). La conciencia de los profesionales sobre la masculinidad en el contexto
de la socialización cultural, las negociaciones y el racismo a lo largo de la vida y en diferentes
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contextos es un componente importante de la competencia multicultural en el trabajo con


hombres. Como tal, la conciencia de cómo el racismo y la masculinidad operan de forma aislada
y en conjunto puede ayudar a los profesionales de la salud mental a comprender sus propios
prejuicios que pueden afectar su trabajo con hombres y niños, su capacidad para diagnosticar con
precisión (Mandell et al., 2009), o incluso su capacidad para detectar síntomas tempranos durante
períodos críticos (por ejemplo, autismo; Mandell, Listerud, Levy y Pinto-Martin, 2002).

Sin embargo, la complejidad de la masculinidad no comienza ni termina con el racismo o


las diferencias culturales. Otras constelaciones aparentemente interminables de intersecciones de
identidad pueden presentarse en el entorno de la psicoterapia. Por ejemplo, es importante
considerar la intersección de la masculinidad y la orientación sexual. Como tal, la literatura
existente ha encontrado que mientras los hombres homosexuales y bisexuales otorgan gran
importancia a mantener las conductas e imágenes masculinas tradicionales, la preocupación por
la masculinidad hegemónica y la evitación de las conductas percibidas como afeminadas estaban
relacionadas con pensamientos negativos acerca de identificarse como homosexuales (Sánchez &
Vilaín, 2012). Los hombres homosexuales y bisexuales que se percibían a sí mismos como
tradicionalmente menos masculinos experimentaron más casos de abuso, homofobia y mayor
angustia psicológica (Sandfort, Meléndez y Díaz, 2007). Del mismo modo, las experiencias de
homofobia y la internalización del heterosexismo pueden estar relacionadas con un aumento de
los síntomas depresivos (Szymanski & Ikizler, 2013). Además, las consecuencias de respaldar y
valorar la masculinidad hegemónica pueden potencialmente dañar la salud física de los hombres
homosexuales o bisexuales. Por ejemplo, se ha informado la asociación entre la conformidad
masculina y tasas más bajas de pruebas de VIH (Parent, Torrey y Michaels, 2012). Los hombres
pueden enfrentarse voluntariamente a estos riesgos adicionales en un intento de demostrar que
son masculinos. Sin embargo, también es importante que los médicos recuerden que los
hombres homosexuales y bisexuales pueden no respaldar los roles de género masculinos
hegemónicos e incluso pueden afirmar su masculinidad no privilegiada como una forma de
protestar contra el poder social del patriarcado (Connell y Messerschmidt, 2005).

La conciencia de los terapeutas sobre las posibles ramificaciones psicosociales,


psicológicas y físicas de la medida en que un cliente respalda los comportamientos masculinos
hegemónicos puede ayudar a reforzar su trabajo con los hombres (Parent, Torrey y Michaels,
2012; Sanfort et al., 2007). Si bien hemos tocado solo algunas de las formas en que los diferentes
aspectos de la identidad pueden cruzarse con la masculinidad, los profesionales de la salud
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mental deben continuar esforzándose por ser conscientes de las diferentes formas en que las
constelaciones únicas afectan la forma en que un individuo aprende a expresarse, sus ideas, su
emociones y sus conductas.

ILUSTRACIÓN CLÍNICA

Aaron, un estudiante universitario de 21 años, es un hombre afroamericano nacido en


una familia de clase media alta en los Estados Unidos. Informa que sus padres han estado
casados durante casi 45 años y que su padre y su madre comparten las responsabilidades
relacionadas con el hogar y las finanzas. Su padre es ingeniero civil y dedica sus sábados al
servicio comunitario, y su madre es trabajadora social que trabaja principalmente con jóvenes de
escasos recursos. Aaron es un hombre alto, heterosexual, bien arreglado, vestido a la moda y en
una relación monógama a largo plazo. Aaron comenzó la psicoterapia porque se había sentido
deprimido y frustrado con sus interacciones con sus colegas. Específicamente, Aaron reveló que
se ha sentido frustrado y molesto con otros por preguntarle en qué equipos deportivos juega o
acusarlo de “actuar como blanco” cuando habla o comparte sus objetivos e intereses académicos.
También comparte que comenzó a tener dificultades en sus cursos después de una experiencia
desagradable cuando no estuvo de acuerdo con el argumento político de otro estudiante y lo
llamaron “hombre negro enojado”. Ahora informa sentirse preocupado por hablar o expresar
sus opiniones en clase.

Con respecto a su relación romántica, Aaron dice amar a Maya, su pareja, y sentirse
satisfecho con su relación. Sin embargo, Aaron también informa sentir presión por parte de sus
amigos, quienes a menudo se burlan de él por haber “dormido” con una sola mujer. En una
fiesta reciente, Aaron describió haber conocido a una estudiante de segundo año que expresó
interés en “conectarse” con él. Cuando salieron juntos de la fiesta, Aaron compartió que se sentía
abrumado por la culpa y no podía dejar de pensar en Maya. Aaron reveló que no podía soportar
la idea de lastimar a Maya, por lo que acompañó a la estudiante de segundo año de regreso a su
apartamento, le dijo que no se sentía bien y se fue "antes de que algo sucediera". Ahora, sin
embargo, Aaron comparte que se siente culpable por casi engañar a Maya y al mismo tiempo se
siente frustrado y enojado consigo mismo por "no poder hacer lo que se supone que un hombre
debe hacer".

Conceptualización
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Aaron informa frustración, angustia, vergüenza y angustia psicológica por su percepción


de no estar a la altura de las expectativas de género que interiorizó para sí mismo. Conceptualizar
a Aaron dentro del marco de Pleck (1981) sugiere que se enfrenta no solo a la tensión de la
discrepancia sino también a la tensión del trauma. Se puede lograr una conceptualización más
holística de Aaron a partir de perspectivas interseccionistas y construccionistas sociales. Desde
esta perspectiva, se podría suponer que Aaron puede sentirse dividido entre los mensajes de
masculinidad que recibió al crecer en una familia intacta de clase media alta y los comunicados
por sus compañeros o por los medios de comunicación. Por ejemplo, estas tensiones podrían
evidenciarse en el conflicto interno que Aaron experimenta mientras está con sus amigos,
quienes lo avergüenzan por tener solo una pareja sexual. Más específicamente, aunque
experimenta cierta sensación de castración psicológica por parte de sus compañeros por no ser
"lo suficientemente hombre", personalmente valora su capacidad como hombre para fomentar
una relación monógama con Maya. En este caso, Aaron pudo hacer uso de sus puntos fuertes
para resistir la presión de probarse a sí mismo y a sus amigos que podía ser un verdadero
“chico”. Procesar sus pensamientos y sentimientos con este conflicto interno podría ayudarlo a
comprender mejor sus patrones relacionales, así como sus fortalezas y áreas de crecimiento
como hombre.
Sus experiencias también deben entenderse en el contexto de sus identidades
entrecruzadas. Por ejemplo, mientras que sus padres y educadores lo socializaban y lo
recompensaban por demostrar su intelecto, su compañero de clase blanco codificaba estos
mismos comportamientos como emblemáticos del estereotipo del “hombre negro enojado”.
Esta experiencia, junto con sus sentimientos de ser rechazado académica y personalmente por las
frecuentes preguntas sobre sus habilidades atléticas, es una fuente de angustia para Aaron. Su
posterior desconexión es consistente con lo que la investigación ha indicado que es una
consecuencia para los niños y hombres negros que están expuestos a climas tóxicos raciales en el
aula (Franklin, 2004). Sería importante explorar sus preocupaciones por su seguridad y su fuerte
motivación para obtener buenos resultados académicos en el contexto del racismo y la
masculinidad. Hacerlo lo involucraría en el proceso de identificar un conjunto de herramientas
que podría usar para hacer frente a estas transgresiones contra su identidad personal y grupal
como hombre negro.

Primeras Sesiones
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Como profesional que trabaja con Aaron, puede ser útil incluir una discusión sobre las
expectativas de la psicoterapia y los objetivos potenciales que puede tener como parte de su
presentación. Esto puede abrir la puerta a un entorno en el que Aaron se sienta más activo en la
terapia mientras adapta objetivos relevantes y concretos en los que puede trabajar activamente.
También puede ayudar a aclarar los conceptos erróneos que Aaron pueda tener con respecto al
proceso de terapia, al tiempo que le permite discutir de manera intencional y directa en qué tipo
de entorno se sentiría más cómodo (Mahalik et al., 2012). Además, si bien el profesional debe
ingresar a la terapia con una comprensión de la socialización masculina y cómo se pueden alinear
las diversas intersecciones de identidad de Aaron, es importante no permanecer rígido o tener
expectativas estrictas sobre cómo se presentará. Como Aaron informa que experimenta una
invalidación y un conflicto continuos con respecto a su socialización masculina, más estereotipos
e invalidaciones por parte del practicante podrían causar más angustia y potencialmente resultar
en una terminación prematura.

Durante la introducción, también puede ser útil reconocer los sesgos y discutir cualquier
posible discrepancia en las identidades (p. ej., género, raza, etc.) y las experiencias vividas entre el
médico y Aaron. Esto podría servir para enmarcar mejor el entorno de la terapia como uno en el
que el profesional es consciente de sus privilegios y prejuicios, además de permanecer abierto a
discutir problemas sistémicos de una manera no defensiva. Esto puede ser particularmente
beneficioso para establecer una alianza de trabajo positiva con Aaron, ya que presenta muchas
experiencias de invalidación por parte de personas de su entorno y frustración informada con
respecto a los estereotipos de género, los estereotipos raciales y la discriminación étnica en curso.

Tratamiento

El trabajo con Aaron podría estructurarse a partir de las sugerencias de Rabinowitz y


Cochran (2002) para abordar los conflictos internos comunes. Se invitaría a Aaron a entablar un
diálogo abierto sobre sus relaciones pasadas y actuales. Dado el conflicto de Aaron sobre su
necesidad de ser aprobado por sus compañeros, un médico trabajaría con él para descubrir cómo
se relaciona con los demás, incluido el terapeuta. ¿Experimenta Aaron conflictos en torno a la
dependencia psicológica o emocional? ¿Su necesidad de ser aprobado por sus compañeros
negros se vuelve aún más importante por sus percepciones del racismo en el campus? Como
segunda área de exploración, el clínico también ayudaría a explorar y expandir las formas en que
Aaron se enfrenta a sus sentimientos. Actualmente siente síntomas depresivos y vergüenza por
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considerar la infidelidad. También expresa que experimenta tristeza, ira y frustración por haber
sido etiquetado como un “hombre negro enojado”. Es capaz de identificar y reconocer sus
sentimientos y está abierto a discutirlos. El enfoque del trabajo clínico, suponiendo que no haya
otros sentimientos, es descubrir las formas en que Aaron ha enfrentado y resuelto los
sentimientos de frustración, tristeza e ira. Con un cliente que era menos expresivo
emocionalmente, un clínico puede trabajar en esta exploración a través de un enfoque de
resolución de problemas con menos énfasis en compartir emociones.

Una tercera área para explorar con Aaron son sus expresiones y comprensión de la
masculinidad. Un médico trabajaría aquí para ayudar a Aaron a comprender diferentes formas
saludables de expresar su masculinidad y evaluar si tiene una idea de sus comportamientos de
género. Aquí, sería fundamental que el médico comprendiera no solo la masculinidad
hegemónica y los mensajes familiares sobre la masculinidad, sino también cómo la masculinidad
negra ha sido socialmente construida e internalizada como hipermasculina (p. ej., destreza sexual
y capacidad atlética). Un médico trabajaría para ayudar a Aaron a comprender tales influencias en
sus ideas sobre la masculinidad de los hombres negros. Un médico puede pedirle a Aaron que
hable sobre los mensajes contradictorios que recibe sobre lo que significa ser un hombre negro
en Estados Unidos. Se le puede preguntar los costos y beneficios para su propio sentido de sí
mismo para participar (o no participar) en ciertos comportamientos. Una discusión sobre cómo
la sociedad ve a los hombres negros también es fundamental aquí y debe ir acompañada de una
exploración de formas saludables de afrontar la situación. Es importante destacar que el
afrontamiento saludable depende del contexto. Por ejemplo, aunque estrategias como hacer el
payaso o usar una pose genial pueden no ser útiles en algunos contextos, es muy posible que sean
las más apropiadas en otras situaciones.

En este trabajo, los profesionales pueden aprovechar un marco basado en fortalezas


(Kiselica & EnglarCarlson, 2010). Enmarcado dentro de las fortalezas y la resiliencia de Aaron,
pueden tener lugar discusiones sobre los desafíos sistémicos que ha enfrentado y que,
lamentablemente, probablemente seguirá enfrentando. Esta exploración debería validar a la vez
las experiencias vividas y las frustraciones de Aaron, al mismo tiempo que reafirma su resiliencia
frente a la discriminación y respalda los logros que ha logrado (por ejemplo, la próxima
graduación universitaria).
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Este marco no solo podría resultar normalizador para Aaron (por ejemplo, "Es una
experiencia masculina común ser desafiado por expectativas rígidas de masculinidad" y "Los
hombres negros en este país experimentan el racismo"), sino que también podría brindarle una
mayor comprensión de su estilo interpersonal, un repertorio ampliado de estrategias de
afrontamiento y una conciencia más profunda de cómo el racismo y la masculinidad se cruzan en
su vida. Con este entendimiento, puede ser más intencional en sus comportamientos de género,
desarrollar más empatía por su propia experiencia como hombre negro en los Estados Unidos y
resistir la internalización del racismo al comprender el prejuicio que otros tienen de los hombres
negros. A partir de esto, obtendrá un sentido más profundo de control sobre su propia
experiencia y se sentirá más esperanzado acerca de su lugar en un mundo racializado y de género.
Comprenderá sus síntomas depresivos como una manifestación de un mundo en el que el género
y la raza operan de manera restrictiva y opresiva.

CONCLUSIONES/PUNTOS CLAVE

• Los principales marcos teóricos se basan en suposiciones de que los individuos son
socializados para comportarse de manera socialmente sancionada y apropiada para su
género.
• La masculinidad no es un conjunto estable de comportamientos, rasgos y actitudes, sino
una construcción social en la que el desempeño de género de los hombres variará según
el individuo y el contexto.
• La intersección de identidades debe ser considerada en el trabajo clínico.
• Los médicos deben esforzarse por ser conscientes de cómo los sesgos de género pueden
influir en (1) su conceptualización de los problemas que enfrentan los hombres, (2) el
diagnóstico, (3) la planificación del tratamiento y (4) la relación terapéutica.
• Los tratamientos respaldados empíricamente que se enfocan en los hombres son casi
inexistentes. Sin embargo, se han propuesto varias intervenciones con base teórica y
empíricamente informadas.

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