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1) Leer el libro conducción del Niño y presentar una composición de tres

páginas con relación a la lectura.

Es un libro interesante en la
cual habla de cómo debe de
ser la educación y crianza de
nuestros hijos, para un futuro.
A los padres se les
encomienda la gran tarea de
educar y enseñar a sus hijos
para la vida futura e inmortal.
Muchos padres y madres
parecen pensar que, si
alimentan y visten a sus
pequeños, y los educan de
acuerdo con las normas del
mundo, ya han cumplido su
deber. Están demasiado
ocupados con los negocios o el placer para hacer que la educación de sus hijos
sea el objeto de estudio de sus vidas. No procuran educarlos para que empleen
sus talentos para honra de su Redentor. Salomón no dijo: "Di al niño su camino, y
aun cuando fuere viejo no sé, apartará de él". Sino que dijo: "Instruye al niño en su
camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él"

Sobre los padres recae la obligación de dar instrucción física, mental y espiritual.
Debe ser el objeto de todo padre, asegurar para su hijo un carácter bien
equilibrado, simétrico. Esa es una obra de no pequeña magnitud e importancia,
una obra que requiere ferviente meditación y oración no menos que esfuerzo
paciente y perseverante. En el hogar es donde ha de empezar la educación del
niño. Allí está su primera escuela, allí con sus padres como maestros, debe
aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de
respeto, obediencia, reverencia, dominio propio.
Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad. El mundo está
lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de
placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin
temible de la senda que a ellos les parece camino de la felicidad. La educación de
los niños constituye una parte importante del plan de Dios para demostrar el poder
del cristianismo.

Una solemne responsabilidad reposa sobre los padres en el sentido de educar a


sus hijos para que cuando salgan al mundo, hagan bien y no mal a aquellos con
quienes se asocien, Cada madre debería dedicar tiempo para razonar con sus
hijos, para corregir sus errores, y enseñarles pacientemente la conducta correcta.
Las madres, debemos dejar a los pequeñuelos jugar al aire libre; dejarlos
escuchar los cantos de las aves, y aprender del amor de Dios según se expresa
en sus hermosas obras. Enseñarles lecciones sencillas del libro de la naturaleza y
de las cosas que los rodean; y a medida que sus mentes se expandan podrán
añadirse las lecciones de los libros, y grabarse firmemente en su memoria. Todo el
mundo natural está destinado a ser intérprete de las cosas de Dios. Para Adán y
Eva en su hogar del Edén, la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios,
rebosante de la instrucción Divina. Para sus oídos atentos, hacía repercutir la voz
de la sabiduría. La sabiduría hablaba al ojo y era recibida en el Hablad a vuestros
hijos del poder que Dios tiene de hacer milagros. Mientras estudian el gran libro de
texto de la naturaleza, Dios impresionará sus mentes. El agricultor labra su tierra y
siembra su semilla; pero no puede hacerla crecer. Debe confiar en que Dios hará
lo que ningún poder humano puede realizar. El Señor pone su poder vital en la
semilla, haciéndola germinar, y tener vida. Bajo su cuidado, el germen de vida
atraviesa la dura corteza que lo envuelve, y brota para llevar fruto. Primero
aparece la hoja, después la espiga, y luego el grano lleno en la espiga. Al
hablárseles a los niños de la obra que Dios hace en la semilla, aprenderán el
secreto del crecimiento en la gracia.
"¿Quién es suficiente?" Bien podrían preguntar los padres: "Y para estas cosas,
¿quién es suficiente?" Sólo Dios es su suficiencia, y si lo dejan fuera del problema,
y no buscan su ayuda y su consejo, su tarea es desesperanzada. Pero mediante
la oración, el estudio de la Biblia y un celo ferviente. pueden tener éxito
noblemente en este importante deber, y recibir como pago cien veces más por
todo su tiempo y sus preocupaciones. La fuente de sabiduría está abierta; de ella
pueden extraer todo el conocimiento necesario en este sentido.

A veces el corazón puede estar listo para desfallecer; pero una clara comprensión
de los peligros que amenazan la felicidad presente futura de sus amados debería
inducir a cada padre cristiano a buscar más fervientemente la ayuda de la Fuente
de la fortaleza y la sabiduría. Debería tornarlos más circunspectos, más decididos,
más serenos y, sin embargo, firmes, mientras cuidan de estas almas, como
quienes saben que tendrán que rendir cuentas por ellas. La madre debería
someterse a sí misma y a sus hijos al cuidado del compasivo Redentor. Debería
procurar mejorar sus habilidades fervientes, paciente, animosamente, a fin de
utilizar correctamente las facultades más elevadas de la mente en la educación de
sus hijos. Su propósito más elevado debería ser dar, impartir a sus hijos una
educación que reciba la aprobación de Dios. Al realizar su obra de manera
inteligente, recibirá capacidad para hacer su parte. La madre debería sentir su
necesidad de la dirección del Espíritu Santo, para que ella misma tenga una
experiencia genuina al someterse a los caminos y la voluntad del Señor. Luego,
mediante la gracia de Cristo, podrá ser una maestra sabia, suave y amante de sus
hijos.

En la niñez y la juventud es cuando el carácter es más impresionable. Entonces es


cuando debe adquirirse la facultad del dominio propio. En el hogar y la familia, se
ejercen influencias cuyos resultados son tan duraderos como la eternidad. Más
que cualquier dote natural, los hábitos formados en los primeros años deciden si
un hombre vencerá o será vencido en la batalla de la vida.
Los hijos son la heredad del Señor, y a menos que los padres los eduquen en
forma de capacitarlos para guardar los caminos del Señor, descuidan un solemne
deber. No es la voluntad ni el propósito de Dios que los hijos lleguen a ser incultos,
ásperos, descorteses, desobedientes, ingratos, impíos, implacables, infatuados,
amantes de los placeres más que de Dios. Las Escrituras declaran que ésta sería
la condición de la sociedad como una señal de los últimos días.

No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a los niños que
hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos de sus
hijos y les permiten participar en cosas que reconocen perjudiciales, los hijos
pierden pronto todo respeto por sus padres, toda consideración por la autoridad de
Dios o del hombre, y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás.

Si la Biblia fuera estudiada como debiera serlo, los hombres serían fuertes en su
intelecto. Los temas tratados en la Palabra de Dios, la sencillez dignificada de sus
declaraciones, los nobles temas que presenta a la mente, desarrollan las
facultades en el hombre en una forma en que no podrían ser desarrolladas de otra
manera. La necesidad de la oración familiar, cada familia debiera elegir su altar de
oración, comprendiendo que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Si
hay quienes en el mundo necesitan la fortaleza y el ánimo que da la religión, son
los responsables de la educación y de la preparación de los niños.

Antes de salir de la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada y el
padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los
guarde durante el día. Acudid con humildad, con un corazón lleno de ternura,
presintiendo las tentaciones y peligros que os acechan a vosotros y a vuestros
hijos, y por la fe atad a estos últimos al altar, solicitando para ellos el cuidado del
Señor. Los ángeles ministradores guardarán a los niños así dedicados a Dios.

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