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Conducción del niño

En el presente documento, hice una recopilación de las citas más significativas para mi sobre este
valioso material que nos dejó la Sra. Elena G. de White.

El hogar, la primera escuela

En el hogar es donde comienza la educación del niño. Allí con sus padres como maestros, debe
aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia,
reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien
o para el mal... sino se instruye correctamente al niño en el hogar, satanás lo educará con
instrumentos elegidos por él.

No les permitan a los niños manifestar su enojo, enséñenles a ser bondadosos y pacientes.
Enséñenles a ser considerados unos con otros.

La educación que se imparte en el hogar, ocupa el primer lugar en toda verdadera educación. Los
padres y las madres han recibido la responsabilidad de moldear las mentes de sus hijos.

El hogar puede ser una escuela donde el carácter de los niños se modele a la semejanza de un
palacio.

Dios llama a sus hijos, y deben ser conducidos hacia él, educados en hábitos de trabajo, limpieza y
orden. Ésta es la disciplina que Cristo desea que reciban.

La madre siempre debería ocupar un lugar sobresaliente en esta obra de educar a sus hijos. La
madre mediante una asociación casi constante con sus hijos, especialmente en sus años más tiernos,
siempre debe ser su instructora especial y compañera.

La educación comienza cuando el niño está en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea y
forma el carácter de sus hijos, los está educando.

Los métodos y los textos

Enseñen con bondad y afecto. Dediquen tiempo a razonar. Enseñen lecciones al aire libre. Hagan
lecciones cortas e interesantes. Díganlo con sencillez, díganlo con frecuencia. Estimúlese el
pensamiento independiente.

Enséñenles a ser útiles en la edad temprana. Muy temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan
pronto como su fuerza y su poder de razonar hayan adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo
que hacer en casa. Hay que animarle a tratar de ayudar a su padre y a su madre; a tener abnegación
y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena y los intereses del prójimo a los suyos propios, a
alentar y ayudar a sus hermanos y a sus compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos,
los enfermos y los infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial,
tanto más plenamente se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a encontrar gozo en
servir y sacrificarse por el bien de los demás

Diríjase la actividad infantil, den a sus manos y sus mentes actividades que los hagan progresar en
realizaciones físicas y mentales.

Evítense los halagos indebidos. Lean para sus hijos. Instruya. Eduque para ejercer el dominio propio.
Tened una fe firme, y enseñad a vuestros hijos que todos dependemos de Dios. Leedles la historia de
los cuatro jóvenes hebreos, e impresionad su mente con la comprensión de la influencia para el bien
que fue ejercida en el tiempo de Daniel gracias a una estricta observancia de los principios.
Los padres deben enseñar a sus hijos lecciones de la Biblia, haciéndolas tan simples de modo que
puedan comprenderlas rápidamente.

Enseñad a vuestros hijos que los mandamientos de Dios deben constituir la regla de su vida. Puede
ser que las circunstancias los alejen de sus padres y sus hogares, pero las lecciones de instrucción
dadas en la niñez y la juventud les serán una bendición durante toda su vida.

Tened una fe firme, y enseñad a vuestros hijos que todos dependemos de Dios. Leedles la historia de
los cuatro jóvenes hebreos, e impresionad su mente con la comprensión de la influencia para el bien
que fue ejercida en el tiempo de Daniel gracias a una estricta observancia de los principio.

Formas en las que se arruina el carácter


Los padres pueden sembrar la semilla de la ruina

Los padres que siguen una conducta errónea enseñan a sus hijos lecciones que les resultarán
dañosas, y también siembran espinas para sus propios pies. . . En gran medida los padres tienen en
sus propias manos la felicidad futura de sus hijos. A ellos les incumbe la obra importante de formar
el carácter de estos hijos. Las instrucciones que les dieron en la niñez los seguirán durante toda la
vida. Los padres siembran la semilla que brotará y dará fruto para bien o mal. Pueden hacer a sus
hijos idóneos para la felicidad o para la desgracia.

Por la indulgencia o la autoridad férrea

A menudo se accede a los caprichos de los niños desde que son pequeñitos, y así se fijan hábitos
inconvenientes. Los padres han estado torciendo el vástago. Por la dirección que le den a la
educación, el carácter se desarrollará deforme, o simétrico y bello. Pero al paso que muchos yerran
en lo que respecta a la indulgencia, otros se van al extremo opuesto y gobiernan a sus hijos con vara
de hierro. Ninguno de éstos sigue las directivas de la Biblia, sino que están haciendo una terrible
obra. Están moldeando las mentes de sus niños y deben rendir cuenta en el día de Dios por la forma
en que lo han hecho. La eternidad revelará los resultados de la obra realizada en esta vida.

Por la negligencia que juguetea con el pecado

Los niños necesitan cuidado vigilante y orientación como nunca antes, porque Satanás está
esforzándose por obtener el control de sus mentes y corazones y arrojar fuera el Espíritu de Dios.

Por la falta de sujeción

A causa de que [los padres] no restringen y orientan debidamente a sus hijos, miles están
desarrollando caracteres deformes, con una moral relajada y con poca preparación en los deberes
prácticos de la vida. Se les permite que obren a su arbitrio con sus impulsos, su tiempo y sus
facultades mentales. La pérdida que esos talentos descuidados significa para la causa de Dios está a
la puerta de los padres y madres; y, ¿qué excusa presentarán al Señor cuyos mayordomos son y a
quienes se les ha confiado el sagrado deber de preparar las almas a su cargo para desarrollar todas
sus facultades para la gloria de su Creador?

¡Oh, si las madres tan sólo obraran con sabiduría, con serenidad y determinación, para educar y
subyugar los caracteres carnales de sus hijos, cuántos pecados no serían cortados en flor, y qué
cúmulo de aflicciones no se ahorraría la iglesia!...Muchas almas se perderán para siempre debido a
la negligencia de los padres para disciplinar correctamente a sus hijos y enseñarles sumisión a la
autoridad en su juventud. El pasar por alto las faltas y suavizar los estallidos de violencia no está
poniendo el hacha a la raíz del mal, sino que evidencia la ruina de miles de almas. ¡Oh, cómo
responderán los padres a Dios por su horrenda negligencia hacia su deber!

Por la negligencia que juguetea con el pecado

Los niños necesitan cuidado vigilante y orientación como nunca antes, porque Satanás está
esforzándose por obtener el control de sus mentes y corazones y arrojar fuera el Espíritu de Dios.

Dios condena la negligencia que coquetea con la transgresión y el pecado, y la insensibilidad tardía
para detectar su maligna presencia en las familias de los profesos cristianos.

Por mimar y complacer a los hijos

Con frecuencia los padres miman y complacen a sus hijos menores porque parece más fácil
manejarlos en esa forma. Es más suave permitir que hagan lo que les plazca antes que reprimir las
inclinaciones levantiscas que surgen muy fuertemente en su pecho. Sin embargo, este proceder es
cobardía. Es algo impío eludir así la responsabilidad, pues vendrá el tiempo cuando esos niños cuyas
inclinaciones no dominadas se han fortalecido hasta llegar a ser vicios absolutos, traerán reproche y
desgracia sobre sí mismos y sobre sus familias. Entran en las ocupaciones de la vida sin estar
preparados para sus tentaciones. No son lo suficientemente fuertes para soportar perplejidades y
pruebas; apasionados, despóticos, indisciplinados, tratan de que otros se dobleguen a su voluntad, y
al fracasar en esto, se consideran a sí mismos maltratados por el mundo y se vuelven contra él.

Por sembrar semillas de vanidad—Doquiera vayamos, vemos a niños complacidos, mimados y


alabados sin discreción. Esto tiende a hacerlos vanos, osados y presumidos. Las semillas de vanidad
son sembradas fácilmente en el corazón humano por padres y tutores poco juiciosos, que alaban y
consienten a los jóvenes que están bajo su cuidado sin pensar en el futuro. El capricho y el orgullo
son males que convirtieron a los ángeles en demonios y les cerraron las puertas del cielo. Y, sin
embargo, inconscientemente hay padres que sistemáticamente preparan a sus hijos para que sean
agentes de Satanás.

La debilidad para demandar obediencia y el falso amor y simpatía, el falso concepto de que es sabio
consentir y no reprimir, constituyen un sistema de educación que aflige a los ángeles, pero deleita a
Satanás porque atrae a centenares y millares de niños a sus filas.

Piensan [los padres] que satisfaciendo los deseos de sus hijos y dejándoles seguir sus inclinaciones,
obtendrán su amor. ¡Qué error! Los niños así consentidos se crían sin ver restringidos sus deseos, sin
saber dominar sus disposiciones y se vuelven egoístas, exigentes e intolerantes; serán una maldición
para sí mismos y para cuantos los rodeen.

Por tolerar actitudes equivocadas

Las lecciones de la niñez, buenas o malas, no se aprenden en vano. El carácter se desarrolla en la


juventud para bien o para mal. En el hogar pueden existir lisonjas y falsa alabanza; en el mundo cada
uno se sostiene por sus propios méritos. Los mimados, ante quienes se ha doblegado toda autoridad
en el hogar, están allí sometidos diariamente a mortificaciones al verse obligados a someterse a
otros. Aun muchos entonces aprenden cuál es su verdadero lugar mediante esas lecciones prácticas
de la vida. Mediante reproches, chascos y el lenguaje claro de sus superiores, con frecuencia
encuentran su verdadero nivel y al ser humillados comprenden y aceptan su lugar debido. Pero ésta
es una prueba severa e innecesaria y podría haber sido evitada con la debida educación en su
juventud.

Por educarlos como demasiado adictos a las normas sociales


Los hijos no han de ser educados para pertenecer exclusivamente a la sociedad. No han de ser
sacrificados a Moloc, sino que deben llegar a ser miembros de la familia del Señor. Los padres deben
estar henchidos de la compasión de Cristo para que puedan trabajar por la salvación de las almas
que están bajo su influencia. No deben permitir que su mente esté enfrascada en las modas y
prácticas del mundo. No han de educar a sus hijos para que asistan a fiestas, conciertos y bailes, que
propicien y asistan a festejos, porque éstos son los usos de las gentes.

La mayoría de esos indisciplinados va por la vida a contrapelo con el mundo, fracasando donde
deberían haber tenido éxito. Crecen sintiendo que el mundo les tiene envidia porque no los alaba ni
los acaricia, y ellos se vengan teniendo inquina al mundo y despreciándolo. Las circunstancias a
veces los obligan a simular una humildad que no sienten, pero esto no les da una gracia natural y su
verdadero carácter se manifestará más tarde o más temprano. . . .

Coordinad lo físico, mental y espiritual

Las facultades físicas, mentales y espirituales debieran desarrollarse de modo que formen un
carácter debidamente equilibrado. Los hijos debieran ser vigilados, custodiados y disciplinados a fin
de lograr esto con todo éxito.

La constitución física de Jesús, tanto como su desarrollo espiritual se presentan delante de nosotros
con estas palabras “El niño crecía” y “crecía . . . en estatura”. Durante la niñez y la juventud debiera
prestarse atención al desarrollo físico. Los padres debieran educar a sus hijos de tal forma en buenos
hábitos de comida y bebida, de vestido y ejercicio, que pueda establecerse un sólido fundamento
para la buena salud en los años venideros. El organismo debiera cuidarse de un modo especial a fin
de que no se empequeñezcan las facultades físicas, sino que se desarrollen plenamente. Esto coloca
a los niños y jóvenes en una posición favorable, de modo que, a semejanza de Cristo y con la debida
educación religiosa, puedan crecer fuertes en espíritu.

La salud se relaciona con el intelecto y la moral

A fin de despertar la sensibilidad moral de vuestros hijos a las demandas que Dios les hace, debéis
imprimir en su mente y corazón la forma de obedecer las leyes de Dios en la estructura física de
ellos; pues la salud tiene mucho que ver con su intelecto y su moral. Si gozan de salud y pureza de
corazón, están mejor preparados para vivir y ser una bendición para el mundo. Equilibrar su mente
en la dirección adecuada y en el momento adecuado es una obra importantísima, pues muchísimo
depende de una decisión hecha en el momento crítico.

Cuán importante es pues que la mente de los padres esté libre en todo lo posible de la perplejidad y
el cuidado anheloso de cosas innecesarias, para que puedan pensar y actuar con consideración
tranquila, sabiduría y amor, haciendo de la salud física y moral de sus hijos el primero y más elevado
objetivo.

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