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La conducción del niño

La verdad el libro de la educación del niño es un libro que tiene muchos tesoros dentro de él y
empieza hablando sobre los fundamento del hogar

Dice que la educación comienza en el hogar es donde ha de empezar la educación del niño ahí está
su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de
guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio.
Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o el mal. Son, en
muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un
poder abarcarte para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño en el
hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues,
la escuela del hogar!
Sobre los padres recae la obligación de dar instrucción física, mental y espiritual.
Padres, recordad que vuestro hogar es una escuela en la cual vuestros hijos han de
ser preparados para las moradas de arriba. No les permitáis manifestar su enojo. Enseñadles
a ser bondadosos y pacientes.
Enseñadles a ser considerados con otros. Así los prepararéis para un ministerio
superior en las cosas de la religión. El hogar debería ser una escuela preparatoria
donde los niños y los jóvenes se capaciten para el servicio del Maestro, el cual los ha de
preparar para unirse con la escuela superior en el reino de Dios. La educación que se imparte en el
hogar no debe considerarse como un asunto de importancia secundaria Ocupa el primer
lugar en toda verdadera educación. Los padres y las madres han recibido la
responsabilidad de moldear las mentes de sus hijos. Por ningún motivo debe descuidarse la
educación en el hogar. Los que la descuidan, están descuidando un deber religioso. La educación
del hogar significa mucho. Es una cuestión de vasto alcance. La obra de los padres precede a la del
maestro. Tienen una escuela en el hogar: el primer grado. Si tratan de aprender cuidadosamente
cuál es su deber y de cumplirlo con oración, prepararán a sus hijos para entrar en el segundo grado,
para recibir instrucciones del maestro. El hogar puede ser una escuela donde el carácter de los
niños se modele a la semejanza de un palacio. Jesús recibió su educación en el hogar.
Su madre fue su primer maestro humano. De los labios de ella, y de los escritos de
los profetas, aprendió las cosas del cielo. Vivió en un hogar de aldeanos y con fidelidad y buen
ánimo llevó su parte de las cargas de la casa. El que había sido el comandante del cielo, consintió en
ser un siervo voluntario, un hijo amante y obediente. Aprendió un oficio, y con sus
propias manos trabajó en la carpintería con José.

La tarea de dirección de los padres debe ser objeto de estudio. La obra de los padres rara vez se
realiza como se debiera. Enseñad a los jóvenes a que se entrelacen en torno a Dios como soporte.
Enseñadles a pedirle al Señor ayuda para las cosas pequeñas de la vida; a estar bien
despiertos para advertir los pequeños deberes que necesitan realizarse; a ser útiles en el hogar. Si
no los educáis, hay uno que lo hará, porque Satanás espera su oportunidad para sembrar semilla de
cizaña en el corazón.
En este libro hay muchos consejos para los padres dice que si los padres no buscan primero a Dios
y tratan de enseñarle a sus hijos algo los niños se darán cuenta y no bastara con decirles las cosas,
hay que dar el ejemplo y buscar primero a Dios y el sabrá cómo ayudarnos para dirigir a los niños.
“Pocos comprenden el efecto de los modales suaves pero firmes, aun en el cuidado de un bebé. La
madre irritable e impaciente crea mal humor en el niño que tiene en sus brazos, mientras que los
modales suaves tienden a aquietar la nerviosidad del pequeño” Esto es algo que la verdad yo no
sabía y es algo muy interesante por que como un bebe puede sentir todo esto aun siendo niño.
Los padres y las madres tienen a su cargo la obra especial de enseñar a sus hijos con bondad y
afecto. Deben demostrar que como padres son los que sujetan las riendas, que gobiernan, y que no
son gobernados por sus hijos. Deben enseñar que de cada uno se requiere obediencia.
El espíritu inquieto se inclina naturalmente a la travesura; la mente activa, si no está ocupada con
cosas mejores, prestará atención a lo que sugiere Satanás. Los niños necesitan ser
instruidos, ser guiados por las sendas seguras, ser mantenidos fuera del vicio, ser ganados
por la bondad, y ser confirmados en el bien hacer. Hay salud y felicidad para ellos en el estudio de la
naturaleza.
Los padres no necesitan pensar que es necesario reprimir la actividad de sus hijos, sino que deben
comprender que es esencial guiarlos y prepararlos en las direcciones debidas
Sus actividades deben orientarse en la dirección correcta. Dadles a sus manos y
mentes actividades que los hagan progresar en realizaciones físicas y mentales Muy
temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan pronto como su fuerza y su poder de razonar hayan
adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo que hacer en casa. Hay que animarle a tratar de
ayudar a su padre y a su madre; a tener abnegación y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena
y los intereses del prójimo a los suyos propios, a alentar y ayudar a sus hermanos y a sus
compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos, los enfermos y los
infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial, tanto más plenamente
se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a encontrar gozo en servir y sacrificarse por
el bien de los demás Padres, ayudad a vuestros hijos a hacer la voluntad de Dios
siendo fieles en la realización de los deberes que les corresponden como miembros de la
familia.

El primer maestro del niño es la madre. En las manos de ésta se concentra en gran parte su
educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo. A ella se da en primer
lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o mal. Debería apreciar el valor de esa
oportunidad y, más que cualquier otro maestro, debería estar preparada para usarla del mejor
modo posible. Aquellos a quienes se confía el cuidado del niñito ignoran a menudo sus
necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o los principios del desarrollo. Tampoco
están mejor preparados para atender su crecimiento mental y espiritual. Tanto sobre los
padres como sobre las madres descansa la responsabilidad de la primera, como
asimismo de la ulterior educación del niño, y ambos padres necesitan urgentísimamente
una preparación cuidadosa y cabal. La educación nunca llevará a cabo lo que podría y
debería efectuar, hasta que se reconozca plenamente la obra de los padres y éstos
reciban una preparación para desempeñar sus sagradas responsabilidades.
Muchos padres sostienen que, tienen mucho que hacer de modo que no les queda tiempo para
cultivar su mente, educar a sus hijos para la vida práctica, o para enseñarles cómo
pueden llegar a ser corderos del rebaño de Cristo. Los padres no deben descuidar el fortalecimiento
de su mente contra el pecado, para precaverse contra aquello que no sólo los arruinará a ellos
mismos, sino que transmitirá dolor y toda clase de miserias y males a sus descendientes. Al
educarse correctamente ellos mismos, los padres han de enseñar a sus hijos que los cielos
gobiernan. Mientras duermen en una impía indiferencia, Satanás está sembrando en el
corazón de sus hijos semillas que brotarán para producir una cosecha mortífera. Sin embargo, a
menudo estos padres resisten los consejos que procuran corregir sus errores.
Las madres, por encima de todos los demás, deberían acostumbrarse a pensar e
investigar si quieren progresar en sabiduría y eficiencia. Muchos padres aún tienen que aprender que
no obtendrán ningún bien con sus arrebatos de reprensión. Muchos no consideran que sea
necesario hablar bondadosamente a los niños. No recuerdan que estos pequeños han sido
comprados con precio y son la posesión adquirida del Señor Jesús.
Recuerden los padres, las madres y los educadores de nuestras escuelas que la enseñanza de
la obediencia a los niños es una rama superior de la educación. Demasiada poca importancia se le
atribuye a este aspecto de la educación. Los niños serán más felices, mucho más felices, bajo la
debida disciplina que si se los deja obrar siguiendo la sugerencia de sus impulsos no educados. Los
niños deben aprender que su perfecta libertad está en la sumisión a las leyes de la familia.
Los cristianos aprenderán la misma
lección: que en su obediencia a la ley de Dios está su perfecta libertad. La voluntad de Dios es la ley
del cielo. Mientras esa ley fue la regla de la vida, toda la familia de Dios se mantuvo santa
y feliz. Pero cuando se desobedeció la ley divina, entonces se introdujeron la envidia, los celos
y las luchas, y cayó una parte de los habitantes del ciclo. Mientras se reverencie la
ley de Dios en nuestros hogares terrenales, la familia será feliz. La desobediencia y la
transgresión siempre constituyen una gran ofensa contra Dios. La infidelidad en lo que es más
pequeño, pronto, si no se la corrige, conduce a la transgresión en lo que es grande. Los padres
tienen el deber sagrado de conducir a sus hijos por las sendas de una estricta
obediencia. La verdadera felicidad en esta vida y en la vida futura dependen de la obediencia a un
"así dice Jehová". Padres, permitid que la vida de Cristo sea el modelo. Satanás ideará
todo medio posible para destruir esta elevada norma de piedad como si fuera demasiado estricta.
Dios se, propone, que aún los niños y los jóvenes comprenden inteligentemente lo
que él requiere, para que puedan distinguir entre la justicia y el pecado, entre la
obediencia y la desobediencia. Los padres deberían educar a sus hijos línea sobre línea,
precepto sobre precepto, un poquito aquí, un poquito allá, sin permitir ningún alejamiento de la santa
ley de Dios.

Aquellos que no quieren obedecer a Cristo aquí, no lo obedecerían en el mundo eterno. Si los
padres o los hijos reciben alguna vez la bienvenida en las mansiones celestiales, será porque
en este mundo han aprendido a obedecer los mandamientos de Dios. Se les ha de enseñar a
los niños que sus capacidades les fueron dadas para honra y gloria de Dios. A este fin deben
aprender la lección de la obediencia. Debe inculcársele el hábito mediante esfuerzos
amables y persistentes. Así se podrán evitar en un extenso grado, aquellos conflictos
ulteriores entre su voluntad y la autoridad, que tanto contribuyen a despertar en las mentes de
los jóvenes la enemistad la amargura hacia sus padres y maestros y demasiado a
menudo, resistencia a toda autoridad humana y divina. La primera preocupación de los
padres debería ser establecer un buen gobierno en la familia. Los niños, desde su misma
infancia, deberían ser enseñados a obedecer implícitamente a sus padres. La disciplina estricta
a veces puede causar desazón, y los niños querrán actuar según su propia voluntad. Sin embargo,
cuando han aprendido la lección de obediencia a sus padres, están mejor preparados
para someterse a los requerimientos de Dios. De este modo, la enseñanza recibida en la infancia,
influye sobre la experiencia religiosa y moldea el carácter del hombre.

La madre, al contemplar al hijo que ha sido entregado a su cuidado, bien podría preguntarse con
profunda ansiedad: ¿Cuál es el gran blanco y objetivo de su educación? Consiste en
capacitarlo para la vida y sus deberes, en calificarlo para ocupar una posición honrosa en el
mundo, para hacer el bien, para beneficiar a sus semejantes, y para ganar alguna vez la recompensa
de los justos" si es así, entonces la primera lección que debe enseñársele es la del dominio
propio; porque ninguna persona indisciplinada y testaruda puede esperar tener éxito en
este mundo o recompensa en el venidero. Los pequeños, antes de un año de edad,
escuchan y entienden lo que se habla con referencia a ellos mismos, y saben hasta
qué punto se les permite hacer su voluntad. Madres, deberíais enseñar a vuestros hijos para que
cedan a vuestros deseos. Podéis lograr esto si ejercéis dominio sobre ellos y mantenéis
vuestra dignidad como madre. Vuestros hijos aprenden rápidamente lo que esperáis de ellos,
saben cuándo su voluntad vence la vuestra, y obtendrán el mayor provecho posible de
su victoria
.
Si los padres no son cuidadosos, tratarán a sus hijos de modo que se acostumbren a exigir atención
y privilegios que requerirán que los padres pasen privaciones a fin de complacer a sus pequeños.
Los hijos pedirán que los padres hagan algunas cosas por ellos, a fin de complacer
sus deseos, y los progenitores accederán a sus deseos, sin parar mientes en el hecho de que están
inculcando el egoísmo en sus hijos. Pero los padres, al hacer esta obra, están causando un daño a
sus hijos, y más tarde descubrirán cuán difícil es contrarrestar la influencia de la educación de los
primeros años en la vida del niño. Los niños deben aprender tempranamente que no
pueden ser complacidos cuando se trata de deseos egoístas.

Una lección preciosa que la madre necesita repetir una vez tras otra es que el niño no debe
gobernar; él no es el amo, sino que son la voluntad y los deseos de la madre los que han de
imponerse. Así se les enseña dominio propio. No les deis ninguna cosa que pidan llorando, aun
cuando vuestro corazón compasivo desee mucho complacerlos; porque si una vez ganan la victoria
incesante el llanto, esperarán hacerlo una vez más. La segunda vez la batalla será más vehemente
Entre las primeras tareas de la madre, está el refrenamiento de la pasión por sus pequeños. No
debería permitirse que los niños manifestaran ira; no debería permitírseles lanzarse al
suelo, patalear y gritar porque se les ha negado algo que no era para su bien, He quedado
preocupada al ver cómo muchos padres permiten a los niños manifestaciones de ira. Las
madres parecen considerar estos estallidos de ira como algo que debe soportarse y se muestran
indiferentes ante [85] la conducta del niño. Pero si una vez se permite un mal, será repetido, y su
repetición lo transformará en un hábito, y así el carácter del niño recibirá un molde equivocado
Las madres deberían educar a sus bebés en sus brazos, de acuerdo con los principios y los
hábitos correctos.
No deberían permitirlos golpearse la cabeza contra el suelo. Que las madres los
eduquen en su infancia. Comenzad con los cantos de Belén. Estos suaves acordes
ejercen una influencia aquietadora. Cantadles esas melodías subyugadoras que hablan de Cristo y
de su amor
El mal genio del niño debería dominarse tan pronto como sea posible; porque cuanto
más se descuide este deber, tanto más difícil será realizarlo.
Los niños de temperamento irritable y colérico necesitan el cuidado especial de sus
padres. Debe tratárselos en forma particularmente bondadosa pero firme; no debería haber
indecisiones de parte de los padres en su caso. Deberían fomentarse y fortalecerse cuidadosamente
los rasgos de carácter que detendrían naturalmente el desarrollo de sus faltas peculiares.
Complacer a un niño de un genio apasionado y perverso resultará en su ruina. Sus faltas
se fortalecerán a medida que transcurran sus años, retardarán el desarrollo de su mente, y
sobrepujarán a todos los rasgos buenos y nobles de carácter.
Algunos padres no tienen dominio sobre sí mismos. No controlan sus propios apetitos
mórbidos o su temperamento colérico; por lo tanto, no pueden educar a sus hijos en
lo que atañe a la negación del apetito, ni enseñarles dominio propio.
En la escuela del hogar se les debe enseñar a los niños a cumplir con los deberes prácticos de la
vida diaria. Mientras aún son jóvenes, la madre debe darles algunas tareas sencillas que
hacer cada día. Necesitará más tiempo para enseñárselas que para hacerlas ella misma;
pero recuerde que debe poner el fundamento de la utilidad en el edificio de su carácter. Piense que
el hogar es la escuela en la que ella es la maestra principal. A ella le toca enseñar a sus hijos a
cumplir, rápido y hábilmente los deberes de la casa.
Tan temprano en la vida como sea posible, se les debe enseñar a compartir las
cargas del hogar. Desde la infancia se debería enseñar a los niños a llevar cargas siempre más
pesadas, a ayudar inteligentemente en el trabajo de la familia.
No hay que rechazar a los niños cuando están tratando de hacer bien las cosas. Si cometen errores,
si ocurren accidentes y se rompen las cosas, no los culpéis. Toda su vida futura depende de la
educación que les deis en sus años infantiles. Enseñadles que las facultades de su cuerpo
y mente les fueron dadas para ser utilizadas en el servicio del Señor, y que todas
pertenecen a él. El Señor da a algunos de estos niños una idea clara y precoz de
su voluntad. Padres y maestros, comenzad pronto a enseñar a los niños a cultivar las facultades que
Dios ha dado. Haced agradable la vida de vuestros hijos, y al mismo tiempo enseñadles a
ser obedientes y útiles, cumpliendo pequeñas responsabilidades mientras vosotros lleváis los
más grandes. Educadlos en hábitos de trabajo para que el enemigo no convierta su mente en taller
del mal. Dad a vuestros hijos algo en que algo que hacer, para que estén capacitados para ser útiles
en esta vida y en la vida futura.
Desde sus primeros años, debería enseñárselos a compartir las cargas del hogar. Debería
enseñárseles a comprender que las obligaciones son mutuas. También deberían aprender a
trabajar rápida y diestramente. Esta educación será del mayor valor para ellos en los
años venideros. Cuán importante es que los padres den a sus hijos la debida instrucción desde los
años más tiernos. Deben enseñarles a obedecer el mandamiento que dice: "Honra a tu padre y a tu
madre para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da". Y los niños, a medida
que crecen en edad, han de apreciar el cuidado que les dan sus padres. Deben encontrar
su mayor placer en ayudarles. Desde la infancia, debería enseñarse a los niños que realicen las
cosas que se adecúan a su edad y capacidad. Los padres deberían animar a sus
hijos a ser más independientes. Serios problemas han de verse muy pronto en la tierra, y los
niños deberían ser preparados de modo que sean capaces para hacerles frente. Enseñad a vuestros
hijos a ser útiles, a llevar cargas de acuerdo con sus años; luego el hábito de
trabajar se automatizará en ellos, y el trabajo útil nunca les resultará penoso. Los
padres no pueden cometer un pecado más grande que descuidar las responsabilidades
que Dios les ha dado al dejar a sus hijos sin nada que hacer; porque esos niños pronto aprenderán a
amar la ociosidad y crecerán hasta llegar a ser hombres y mujeres inestables e inútiles. Cuando
tengan edad suficiente para ganarse la vida por sí mismos y tomen un empleo,
trabajarán con pereza y haraganería, y pensarán que deben pagarles lo mismo si pierden
su tiempo, como si hicieran un trabajo fiel.
Existe una gran diferencia entre estos obreros y los que comprenden que deben ser mayordomos
fieles. Los jóvenes, en cualquier tarea que emprendan, deberían ser "no perezosos;
fervientes en espíritu; sirviendo al Señor"; porque el que es infiel en lo poco lo es también en lo
mucho.

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