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Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación (previsualización)

Book · October 2018

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15 authors, including:

Marcos Díaz Videla María Alejandra Olarte


University of Flores (U of F) University of Flores (U of F)
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Dra. Marina Perrone Mariana Bentosela


Universidad Argentina John F. Kennedy National Scientific and Technical Research Council
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Rehabilitation in MS View project

Oxytocin in the human-dog bond: Review of the literature and analysis of future investigation fields View project

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ANTROZOOLOGÍA,
MULTIDISCIPLINARIO CAMPO DE INVESTIGACIÓN
Díaz Videla, Marcos
Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación / Marcos Díaz Videla ;
María Alejandra Olarte. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Akadia, 2018.
80 p. ; 24 x 17 cm.

ISBN 9781726776806

1. Psicología. I. Olarte, María Alejandra II. Título


CDD 150

Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación.


Octubre de 2018
Editorial AKADIA

Segunda jornada de Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación


23 de Junio de 2018, Universidad de Flores, Buenos Aires, Argentina

Fotografía de tapa por Jesse Walton


Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación

La antrozoología se define como el estudio científico de las


interacciones y vínculo humano-animal. A partir de la complejidad de
su objeto de estudio, indefectiblemente, resulta un campo de
investigación multidiscplinario que recibe aportes de diferentes
ciencias. A su vez, la antrozoología realiza aportes a cada una de estas
ciencias, permitiendo extender sus fronteras al considerar la
interacción entre humanos y los demás animales, los cual previamente
solo había sido estudiados de manera independiente. Finalmente, la
antrozoología traza puentes que conectan ciencias y disciplinas
tradicionalmente separadas favoreciendo los intercambios entre estas,
su crecimiento, y fomentando el trabajo interdisciplinario.
En esta publicación, se compilan los trabajos científicos originales
presentados en la Segunda Jornada de Antrozoología en la Universidad
de Flores, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. A su vez, se compilan
dos trabajos de autores internacionales.
Se exhiben conceptos centrales de antrozoología, intervenciones
asistidas con animales, cognición en cánidos y vínculo humano-animal.
Este libro resultará de valor para toda persona interesada en conocer
más acerca de las interacciones entre humanos y otros animales,
reemplazando especulaciones y material de contenido anecdótico con
investigaciones y desarrollos científicos provenientes de la
antrozoología. A su vez, se orientan las conclusiones hacia las
implicancias aplicadas potenciales.
A casi cuarenta años de su creación, la antrozoología continúa
destacando su legitimidad, conquistando espacios académicos, así como
el interés de los profesionales de la salud.

MARCOS DÍAZ VIDELA es Doctor en Psicología, docente en


Universidad de Flores. Realizó su tesis doctoral acerca de la relación
humano-perro. Es autor del libro Antrozoología y la relación humano
perro (2017), de múltiples artículos científicos de la especialidad, y
compilador del libro Antrozoología. Potencial recurso de intervención
clínica (2017).
MARÍA ALEJANDRA OLARTE es Licenciada en Psicología, docente en
la Universidad de Flores. Trabajo en consulta privada mediante
intervenciones asistidas con animales. Es autora de múltiples artículos
científicos de la especialidad y compiladora del libro Antrozoología.
Potencial recurso de intervención clínica (2017).
ANTROZOOLOGÍA,
multidisciplinario campo de
investigación

MARCOS DÍAZ VIDELA, PhD


MARÍA ALEJANDRA OLARTE
Compiladores

EDITORIAL AKADIA
Nuestros prisioneros eran capaces de amar a los animales, y si se les
hubiera permitido, se habrían deleitado en traer grandes cantidades de
animales domésticos y pájaros a la prisión. Y me pregunto qué otra
actividad mejor que esta podría haber suavizado y refinado sus
naturalezas ásperas y brutales. Pero no fue permitido.

FYODOR DOSTOYEVSKY, Recuerdos de la casa muerta, 1962


Contenido

Prefacio ......................................................................................................................... xi
Autores ....................................................................................................................... xiii

La psicología del vínculo humano-animal. Aportes de la psicología a la antrozoología


y viceversa. .................................................................................................................... 1
MARCOS DÍAZ VIDELA & MARÍA ALEJANDRA OLARTE
Constituyentes del vínculo humano-animal................................................................ 22
LIZA M. MELÉNDEZ-SAMÓ & YAHAIRA SEGARRA-GÓNZALEZ
Tenencia de animales de compañía. Beneficios y bienestar para los seres humanos y
los propios animales .................................................................................................... 51
BEATRIZ HUGUES HERNANDORENA, MIGUEL TORRES LÓPEZ, LORAINE
LEDÓN LLANES, & MADELIN MENDOZA TRUJILLO
El perro como tutor de resiliencia en procesos de orientación y de TAA .................... 58
MARÍA GABRIELA SIMPSON & GERALDINE KEULYAN
Aprendizaje asistido con equinos en organizaciones y equipos deportivos de elite .... 72
MARINA PERRONE & MARCELA MORETTI
El vínculo humano-perro y la socialización masculina ............................................... 89
MARCOS DÍAZ VIDELA
Psicopatía, criminalidad y maltrato animal .............................................................. 112
MATÍAS CAJAL, JUAN IGNACIO IRURZÚN, ZAIDA NADAL, NATALIA
SOLIMENA, BORIS WIDENSKY, PAOLA REYES, & MARCOS DÍAZ VIDELA
Potencial de las intervenciones asistidas con perros en las políticas públicas de
bienestar animal ....................................................................................................... 134
MERCEDES IACOVIELLO
Ayúdame: La mirada del perro hacia las personas como pedido de ayuda ante
situaciones problema ................................................................................................. 158
MAGALÍ MARTÍNEZ, CAMILA CAVALLI, VICTORIA DZIK, & MARIANA
BENTOSELA
¿Qué sucede cuando nos miramos? La importancia de la mirada en el vínculo perro-
humano ...................................................................................................................... 171
CAMILA CAVALLI, VICTORIA DZIK, & MARIANA BENTOSELA
Celos en perros domésticos. Evidencias empíricas y aspectos metodológicos: Una
revisión crítica ........................................................................................................... 183
CAMILA CAVALLI, MICAELA PÉREZ, & FABRICIO CARBALLO
Prefacio

A medida que la antrozoología se legitima como el área dedicada a investigar las


interacciones y vínculos humano-animal, se hace más evidente que la complejidad del
objeto de estudio trasciende el alcance de disciplinas aisladas o métodos simples. Se
ha investigado sobre la influencia del vínculo humano-animal para la salud de ambos
participantes, las leyes que regulan las interacciones humano-animal, la
comunicación interespecífica, la presencia de los animales en el arte, la crueldad
hacia los animales, etcétera; y dada la amplia variedad de temas interrelacionados, se
plantea la necesidad de articulación de los campos disciplinares de los investigadores.
La antrozoología es indefectiblemente multidisciplinaria, y sus estudios recubren
interés para todo un abanico de disciplinas, aplicando además a múltiples contextos.
Ahora bien, en qué medida esta investigación resulta efectivamente
interdisciplinaria, es otro asunto.
Los profesionales dedicados a investigar el campo debemos poder flexibilizarnos
para incluirnos en ámbitos distintos al área disciplinar de origen, los cuales en
ocasiones tienen, por ejemplo, distintos estilos de escritura o formas de presentación
de los trabajos. Debemos ser inclusivos al convocar a profesionales de otras áreas y
debemos estar dispuestos a participar en diferentes espacios a los que
acostumbramos.
Para esto, en principio, debemos ser conscientes, respetuosos y permeables
respecto de los diversos y variados campos que confluyen en el estudio de las
interacciones humano-animal.
A través de la confianza obtenida durante la experiencia del año previo,
realizamos la Segunda Jornada de Antrozoología. En esta oportunidad nos
propusimos hacer foco en la rigurosidad del campo, por lo que la selección de trabajos
estuvo sometida a un proceso previo de revisión de las propuestas. A su vez, nos
propusimos lograr la convocatoria de profesionales de diversas áreas, universidades y
ciudades. Así, ofrecimos la posibilidad de publicación en esta compilación a los
trabajos de investigadores de habla hispana que por motivo de distancias, no eran
factibles de presentar durante la jornada. Finalmente, nos propusimos lograr una
concurrencia variada, contando con la asistencia de profesionales y estudiantes
provenientes de distintas áreas, lo cual favorecía el intercambio.
La jornada se desarrolló el día 23 de Junio de 2018 en la Universidad de Flores,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Entre los asistentes se encontraban graduados y
estudiantes de las carreras de psicología, veterinaria, terapia ocupacional, medicina,
psicopedagogía, acompañamiento terapéutico, adiestramiento y médicos,
provenientes de distintas universidades, instituciones y ciudades.
Durante el desarrollo de la jornada, se instaló el empleo del término colega para
hacer referencia a alguno de los asistentes: “como dijo el colega” o “en respuesta a la
pregunta del colega”. Interesantemente, el término se empleaba sin conocer la
formación de base de los asistentes y, sin embargo, el hecho de confluir en el interés
por el estudio humano-animal nos había legitimado a todos como colegas, de este
campo de investigación multidisciplinario.
xi
En esta publicación compilamos los trabajos presentados en la jornada,
adicionando dos trabajos internacionales inéditos. Así, en el afán de enfatizar el
trabajo interdisciplinario, la compilación se enriquece como aportes de la psicología,
psicopedagogía, medicina veterinaria, adiestramiento animal, abogacía y economía.
Agradecemos a las autoridades de la Universidad de Flores, así como a todos los
expositores y asistentes a la jornada. Agradecemos profundamente a todos los
investigadores que realizaron su aporte a esta edición. Agradecemos especialmente a
todos los animales no humanos que nos han inspirado en nuestras inclinaciones
académicas. Y, finalmente, agradecemos en especial a todos los lectores que permiten
la extensión de estos trabajos más allá de los límites de las universidades.

Cita sugerida del libro: Díaz Videla, M., & Olarte, M. A. (Eds.). (2018).
Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación. Buenos Aires: Editorial
Akadia.

Si lo desea, puede remitir su correspondencia a los compiladores dirigiéndose al


correo electrónico antrozoologia@gmail.com

xii
Autores

CARBALLO, FABRICIO. Dr. en psicología, docente en Universidad Nacional del Sur,


Universidad del Salvador y Universidad Saleciana Argentina. Integrante del Grupo
de Investigación de Comportamiento en Cánidos (ICOC). Autor de múltiples artículos
científicos y capítulos de libros. Tutor y director de diversos trabajos de tesis, entre
ellos, la tesis de licenciatura en psicología de Micaela Mologni.

BENTOSELA, MARIANA. Dra. en psicología, investigadora independiente de


CONICET, especializada en psicología experimental comparada. Directora del Grupo
de Investigación de Comportamiento en Cánidos (ICOC). Autora de de múltiples
artículos científicos y capítulos de libros y ha participado como expositora en diversos
congresos y jornadas nacionales e internacinoales. Directora de diversos trabajos de
tesis doctorales y de grado. Actualmente, asesora en la tesis de licenciatura en
psicología de Magalí Martínez.

CAVALLI, CAMILA MARÍA. Lic. y doctorando en psicología. Realiza su tesis doctoral


en la Universidad Nacional de Córdoba sobre el perfil sociocognitivo de los perros que
participan en Intervenciones Asistidas con Animales (IAA). Integrante del Grupo de
Investigación del Comportamiento en Cánidos (ICOC). Autora de diversos artículos
científicos y capítulos de libros de la especialidad.

DÍAZ VIDELA, MARCOS. Dr. en psicología, docente en Universidad de Flores.


Realizó su tesis doctoral acerca del vínulo humano-perro. Autor de múltiples artículos
científicos de la especialidad, del libro Antrozoología y la relación humano-perro
(2017) y autor y compilador de Antrozoología. Potencial recurso de intervención
clínica (2017). Líder del Laboratorio de Investigación en Antrozoología de Buenos
Aires (LIABA), el cual se encuentra integrado además por Matías Cajal, Juan Ignacio
Irurzún, Zaida Nadal, Natalia Solimena, Boris Widensky y Paola Reyes.

DZIK, MARINA VICTORIA. Lic. y doctorando en psicología. Realiza su tesis doctoral


en la Universidad Nacional de Córdoba sobre los efectos de la oxitocina en las
habilidades sociocognitivas de los perros domésticos. Integrante del Grupo de
Investigación del Comportamiento en Cánidos (ICOC). Autora de diversos artículos
científicos y capítulos de libros de la especialidad.

HUGUES HERNANDORENA, BEATRIZ. Dra. en medicina veterinaria y Master en


fisiología animal. Presidente de la Sociedad Cubana de Clínica y Cirugía Veterinaria.
Trabajó durante treinta años en el instituto Nacional de Endocrinología de La
Habana, en el cual fue la líder del proyecto “Tenencia de animales de compañía. Sus
posibles beneficios para la salud de personas con Diabetes mellitus Tipo 2 de la
mediana edad, en el cual participaron como coautoras la Lic. Loraine Ledón Llanes y
la Lic. Madelin Mendoza Trujillo. En su equipo también participa el Dr. Miguel
Torres López, miembro de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria, docente en
xiii
Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Agraria de La Habana
“Fructuoso Rodríguez Perez”.

IACOVIELLO, MERCEDEZ. Lic. en Economía y Adiestradora canina (UBA). Master


en Relaciones Laborales de la University of Illinois. Docente en la Universidad de
Buenos Aires. Lider del Proyecto Salta Violeta

KEULYAN, GERALDINE. Abogada. Fundadora y Directora de Dasein AHACAT-


ZOOTERAPIA-TACA - Asociación Holística Argentina de Capacitación y Asistencia
Terapéutica. Canoterapeuta (Diplomada Internacional). Integrante de la asesoría de
salud de la Fundación de Clubes de Leones, miembro León del Club Leones de
Quilmes Oeste, La Colonia. Capacitadora, formadora. Investigadora en el grupo de
Investigación en Resiliencia Aplicada (GIRA).

MELÉNDEZ SAMÓ, LIZA M. Dra. en filosofía con especialidad en psicología clínica,


docente en Universidad Carlos Albizu, Puerto Rico. Realizó su tesis doctoral sobre el
vínculo humano-animal presentada en el Primer Congreso Mundial sobre la Relación
Humano-Animal en Oxford, Inglaterra (2014). Autora de varias publicaciones
profesionales y conferencias dirigidas a las implicaciones del vínculo humano-animal.
Dicta un curso graduado sobre Interacción Humano-Animal e Intervenciones
Asistidas con Animales. Se desempeña en su práctica privada, donde tiene
experiencia en la equinoterapia e implementa la terapia asistida con sus perros de
terapia Snoopy y Pinky.

MORETTI, MARCELA. Psicopedagoga. Lic. en psicología. Docente en la Pontificia


Universidad Católica Argentina. Especialista en psicoanálisis y modelo EAGALA
(Equine Assisted for Growth and Learning Association).

OLARTE, MARÍA ALEJANDRA. Lic. en psicología, docente en Universidad de


Flores. Realiza su tesis doctoral acerca de las Intervenciones Asistidas con Animales
(IAA). Psicoterapeuta orientada a las IAA. Coordinadora del Laboratorio de
Investigación en Antrozoología de Buenos Aires (LIABA). Atuora de múltiples
artículos científicos de la especialidad, y autora y compiladora del libro Antrozoología.
Potencial recurso de intervención clínica (2017).

PERRONE, MARINA. Dra. en psicología. Directora Fundación Dasein. Autora de


diversos libros y capitulos de libros.Especialista en psicoterapia sistémica y modelo
EAGALA (Equine Assisted for Growth and Learning Association).

SEGARRA GONZÁLEZ, YAHAIRA. Dra. en psicología con especialidad en consejería.


Subdirectora y docente en el programa de Consejería Psicológica de la Universidad
Carlos Albizu, Puerto Rico. Realizó su disertación sobre apego a mascotas y bienestar
general en adultos mayores. En 2012 presentó su investigación en Inglaterra, en la
Convención de la Asociación Internacional de Antrozoología. Dicta un curso graduado
sobre la Interacción Humano-Animal e Intervenciones Asistidas con Animales. Se ha
adiestrado sobre las intervenciones asistidas por animales en Estados Unidos y
Colombia.

xiv
SIMPSON, MARÍA GABRIELA. Lic. en Gestión de Instituciones Educativas,
especializada y dedicada a la investigación sobre resilicencia. Autora de diversas
publicaciones sobre el tema. Capacitadora y docente en Universidad Abierta
Interamericana. Directora del Grupo de Investigación en Resiliencia Aplicada
(GIRA). Coordinadora de proyectos de resiliencia aplicada.

xv
xvi
La psicología del vínculo humano-animal. Aportes de la
psicología a la antrozoología y viceversa.

MARCOS DÍAZ VIDELA*, MARÍA ALEJANDRA OLARTE


Universidad de Flores (UFLO). Laboratorio de Investigación en Antrozoología de
Buenos Aires (LIABA), Argentina. *Remitir correspondencia a
antrozoología@gmail.com

Cita sugerida: Díaz Videla, M., & Olarte, M. A. (2018). La psicología del vínculo
humano-animal. Aportes de la psicología a la antrozoología y viceversa. En M. Díaz
Videla & M. A. Olarte (Eds.), Antrozoología, multidisciplinario campo de
investigación (pp. 1-21). Buenos Aires: Editorial Akadia.

Resumen

En el estudio de las interacciones humano-animal no basadas en relaciones


materiales, se destacan los factores psicológicos implicados. La antrozoología,
o el estudio de las interacciones y vínculos humano-animal, se configura como
un área que recibe aportes de una multiplicidad de campos de estudio. Entre
estos, se destaca la psicología, la cual solo recientemente ha reconocido la
importancia de los vínculos entre las personas y sus animales en áreas como
la práctica, la teoría clínica y la investigación. Se desarrollaron distintos
aportes teóricos de la psicología (e.g., Teoría del Apego, Teoría General de los
Sistemas) en su aplicación al estudio de las relaciones humano-animal y a las
Intervenciones Asistidas con Animales. Se destaca el valor de los aportes de
la psicología tradicional a la antrozoología, así como la relevancia de
enriquecer la psicología incorporando las interacciones humano-animal.
Palabras clave: antrozoología, apego, psicología, sistemas, vínculo humano-
animal.

Introducción

Las relaciones que establecemos con los demás animales han sido
estudiadas desde múltiples perspectivas, con aportes de diversas disciplinas y
campos académicos. Inevitablemente su investigación resulta
multidisciplinaria debido tanto a que el alcance de sus estudios tiene interés
para un amplio rango de áreas académicas, como a la disparidad entre los
diferentes contextos en los cuales se desarrollan las interacciones entre
1
humanos y animales, incluyendo el hogar, el ámbito agropecuario,
laboratorios, zoológicos y el hábitat salvaje (Hosey & Melfi, 2014).
En principio, puede hacerse una discriminación entre las interacciones
humano-animal que implican relaciones materiales y aquellas que no.
Mientras que las primeras se definen a partir de su naturaleza física o
económica (e.g., comida, fibra, ropa), las relaciones no materiales constituyen
la dimensión intangible de las interacciones humano-animal, incluyendo
aspectos psicológicos, filosóficos, sociales y espirituales (Rusell et al., 2013).
En el estudio de estas relaciones no materiales puede distinguirse entre el
campo que estudia las interacciones humano-animal exclusivamente en el
pasado (e.g., los animales en la historia, zooarqueología) en contraposición al
campo que las estudia tanto en el presente como en el pasado (Echeverri,
Karp, Naidoo, Zhao, & Chan, 2018). En este último, se destaca el papel de la
antropología, la sociología y, por supuesto, la psicología.
Las actitudes, comportamientos y relaciones con otras especies se
encuentran entre los temas que la mayor parte de la gente halla fascinante,
aunque los psicólogos prácticamente han ignorado (Herzog, 2012). A pesar del
impacto que los animales tienen en la vida de los humanos, y viceversa, la
psicología apenas había abordado el tema de las relaciones humano-animal
como un importante domino de la actividad humana hasta hace un par de
décadas (Amiot & Bastian, 2015).
Así, las relaciones humano-animal de compañía proveen un importante y
ampliamente inexplorado componente de la experiencia humana. La
investigación que examina estas relaciones interespecies puede elucidar la
profundidad y el significado de las mismas, a la vez que proveer nuevas ideas
respecto de la naturaleza básica de la psicología humana. Las relaciones
humano-animal son diferentes de las relaciones interpersonales en diversos
aspectos. Características únicas de la relación humano-animal (e.g., la
posibilidad humana de elección unilateral de sus animales, o la disminución
del miedo a la evaluación de estos) proveen la oportunidad para examinar la
psicología humana en contextos no disponibles para las relaciones
tradicionales entre humanos (Green, Mathews, & Foster, 2009).
Recientemente, la psicología parece haber empezado a reconocer la
relevancia del estudio de los vínculos humano-animal, comenzando a estudiar
múltiples y variados aspectos de nuestra relación con las demás especies
(Díaz Videla, Olarte, & Camacho, 2015). Estos incluyen, por ejemplo, el
origen de la tenencia de mascotas en primates (Hezog, 2014), la atracción
innata hacia ciertas especies animales (i.e., biofilia) o su aversión (i.e.,
biofobia; Kellert & Wilson, 1995), la influencia positiva de los animales en la
salud humana (Wells 2007, 2009), el antropomorfismo (Díaz Videla, 2017a),
la crueldad (Ascione & Shapiro, 2009) o las variaciones neurohormonales en
la interacción con animales de compañía (Dzik, Cavalli, Fagnani, &
Bentosela, 2017).
2
Este trabajo se propone presentar algunos desarrollos teóricos ligados a
aspectos psicológicos (y psicosociales), que han sido aplicados al estudio de las
interacciones y vínculos humano-animal, junto con investigaciones
desarrolladas en cada caso. Revisaremos la aplicación de la Teoría del Apego
(Bowlby, 1969) al vínculo humano-animal, junto con desarrollos referidos al
duelo y al objeto transicional. Abordaremos también la aplicación de la Teoría
general de los Sistemas (von Bertalanffy, 1989) a las familias humano-
animal, desarrollando además la Teoría del rol y la Teoría del Ciclo Vital
Familiar. Finalmente destacaremos la importancia del modelo a través de la
Teoría del Aprendizaje Social (Bandura, 1977) en las interacciones humano
animal. Se sugiere en cada caso, su aplicación a las intervenciones asistidas
con animales.

Teoría del Apego

La Teoría el Apego es una de las teorías más aceptadas respecto del


desarrollo psicológico. Esta permite, además, describir las dinámicas
relacionales entre las personas. Fue desarrollada originalmente por el
psicólogo y psiquiatra inglés John Bowlby (1969) tomando aportes de
diferentes campos, como el psicoanálisis, la etología, la cibernética y el
conductismo.
Bowlby se basó en la premisa de que los humanos, como muchos animales,
están biológicamente predispuestos para buscar y mantener contacto físico y
conexión emocional con figuras selectas que se vuelven familiares, a las que
se les confía protección física y psicológica. A la aproximación de tradición
psicoanalítica de búsqueda de objeto, le incorporó principios etológicos para
explicar que los comportamientos de búsqueda de proximidad fueron
diseñados a través del curso de la evolución para asegurar la proximidad
física y disponibilidad emocional de figuras de apego cuando fuera necesaria.
Las figuras de apego se configuran así como una base segura y un refugio
seguro. Cuando el bebé comienza a gatear y caminar, utiliza las figuras de
apego como una base que da confianza y seguridad para explorar y jugar más.
Si percibe peligros o experimenta angustia, volverá a su base segura para
recibir protección. Si la figura de apego logra calmarlo, se configurará además
como un resguardo indudable y el niño retornará a la exploración.
Cuando la accesibilidad a la figura de apego se vea amenazada, se
evocarán respuestas de protesta y medidas para evitar la separación o la
pérdida. La pérdida permanente de esa figura evocará respuestas de dolor y
duelo (Sable, 2013). Estos comportamientos habrían evolucionado debido a
que aumentan la probabilidad de supervivencia del pequeño.

3
De todas formas, se reconoce que la calidad de la interacción entre el niño
y la madre no siempre resulta ideal, por lo que se han identificado patrones
diferenciados denominados estilos de apego (Ainsworth, Blehar, Waters, &
Wall, 1978). Estos patrones conllevan determinadas expectativas hacia los
demás y hacia uno mismo, por lo que tendrán un impacto significativo en la
habilidad del niño para formar y sostener relaciones.
Los estilos se dividen en dos grupos: apego seguro y apego inseguro. El
apego seguro se asocia con percepciones positivas de los demás y de sí mismo.
Estos individuos desarrollan confianza en su valor propio y una visión
benigna de los otros. Este estilo se deriva de haber tenido un cuidador
afectivo y sensible, que intuitivamente decodificaba las necesidades del niño y
respondía en consecuencia.
Por otro lado, un apego inseguro suele derivarse de cuidadores que no
cuentan con habilidades cruciales para la interpretación de situaciones
ligadas al niño y para responder a sus necesidades. Estas personas no
cuentan con determinadas habilidades esenciales o filtran sus propias
inseguridades. El estilo de apego inseguro puede ser: (1) Ansioso: presente en
niños incapaces de tolerar la ausencia del cuidador, el cual tiende a la
sobreprotección restringiendo la independencia del pequeño; (2) Evitativo:
presente en niños con autoestima pobre, escasas respuestas emocionales,
escazas diferencias en el trato hacia extraños y hacia el cuidador, el cual
fomenta conductas sobreadaptadas en el pequeño; (3) Ambivalente: presente
en niños que manifiestan tanto preocupación por la disponibilidad del
cuidador y buscan su contacto, como irritabilidad y resistencia frente a su
proximidad (mostrando el cuidador tanto respuestas apropiadas como
negligentes); y (4) Desorganizado: frecuentemente asociado a abuso infantil,
presente en niños con comportamientos estereotipados o contradictorios y
cuidadores que muestran negatividad, confusión de roles y malos tratos (Main
& Solomon, 1986).
Si bien se describieron originalmente respecto del vínculo madre-hijo,
posteriormente, diversos autores han sostenido que las personas adultas
también establecen vínculos de apego. Una figura de apego adulta puede ser
un esposo, un miembro de la familia, un amigo cercano o bien un animal de
compañía (Díaz Videla, 2017b).

La cercanía emocional

Los animales de compañía, principalmente perros y gatos, proveen


proximidad, promueven sentimientos positivos como alegría, bienestar y
seguridad, hacen que la gente se sienta menos sola, y propician oportunidades
para desplegar cuidados y compromiso (Crawford Worsham, & Swinehart,
2006; Sable, 2013). La proximidad emocional se vería reflejada en el deseo de
estar cerca del animal, así como la evitación de la separación, percibiéndolo
4
como una figura que permanece fiel y constante frente a contingencias,
brindando apoyo y consuelo en momentos de necesidad. Esta dimensión
afectiva de la relación humano-animal ha sido denominada genéricamente
como apego, aún con cierta independencia de la teoría del Bowlby.
Así, se han desarrollado diversos instrumentos para evaluar este
apego/cercanía emocional de los humanos hacia sus animales. Los más usados
son las escalas de autoinforme, como la Lexington Attachment Scale para
adultos (Johnson, Garrity, & Stallones, 1992), o la Pet Attachment Scale para
niños (Melson, Peet, & Sparks, 1991). En estas escalas, la suma de los
puntajes de las respuestas indicaría el nivel de apego al animal.
La mayor parte de estos instrumentos resultan inespecíficos respecto del
tipo de mascota y, obviamente, solo evalúan la perspectiva humana de una
relación que es bidireccional. Pero más allá de esto, no consideran constructos
centrales de la Teoría del Apego.
En la literatura relacionada con animales de compañía siempre hubo
acuerdo respecto de la intensa proximidad emocional entre humanos y
animales de compañía, sin embargo, durante años se sostuvo la discusión
acerca de si el concepto de apego es equivalente en una díada humano-
humano y humano-animal (Hosey & Melfi, 2014). Si bien para algunos
autores resultaba legítimo utilizar el término apego en relación a humanos y
mascotas (e.g., Sable, 1995), para otros autores resultaba inexacto
cuantitativa (e.g., Crawford et al., 2006) y cualitativamente (Endenburg,
1995).
Sin embargo, investigaciones más recientes, teóricamente sólidas y con
diseños más completos (y no simplemente basados en escalas de autoinforme),
como las desarrolladas por Zilcha-Mano, Mikulincer y Shaver (2011, 2012),
así como los estudios respecto de los correlatos neuroendócrinos de la relación
(e.g., Nagasawa et al., 2015)1, aportaron fundamentos convincentes a la
legitimidad de la utilización del término apego, en el sentido empleado por
Bowlby, en los vínculos humano-animal.

1 Los mismos mecanismos neurohormonales implicados en la regulación de vínculos


intraspecíficos en mamíferos parecen subyacer la formación de filiaciones estables entre
individuos de distintas especies; y la oxitocina puede ser destacada como un neuropéptido clave
en los procesos de vinculación social. Existe sobrada evidencia sobre las variaciones en este
neuropéptido en perros y humanos como consecuencia de sus interacciones y vínculo de apego.
Este vínculo pareciera ser específico de la relación humano-perro, puesto que no se hallaron
tales alteraciones neuroendócrinas en lobos, pero comparte los sustratos neurobiológicos con los
vínculos sociales que se establecen entre humanos. Algunos estudios, además, correlacionaron
estas alteraciones con medidas de intensidad de relación informadas por los dueños de los
perros. El desarrollo de estos estudios excede los propósitos del presente trabajo, por lo que
recomendamos la lectura de Díaz Videla y López (2017) para ampliar sobre el tema.
5
Apego humano y apego animal

Los animales de compañía (perros y gatos) se configuran como fuentes


consistentes de apego seguro, e inclusive, se encontró que los custodios
tienden a experimentar más seguridad en sus relaciones con sus animales
que en sus relaciones con sus parejas (Beck & Madresh, 2008). Estar en
presencia del animal (así como evocarlo mentalmente) mostró tener un efecto
positivo sobre la percepción de logros vitales generados, la autoconfianza en la
consecución de logros y una disminución de la presión arterial al realizar una
tarea estresante. Así, puede fundamentarse que los animales de compañía
tienen la habilidad de proveer refugio seguro y base segura, así como para
moderar las inseguridades ligadas al apego; siendo central, el tipo de apego
desarrollado hacia la mascota como mediador de estos efectos (Zilcha-Mano et
al., 2012).
Las diferencias entre apego ansioso y evitativo también se manifiestan en
el apego hacia las mascotas, y el tipo de apego hacia estas, predice las
expectativas que los custodios tienen sobre ellas, así como las reacciones
emocionales frente a su muerte. Estas expectativas se podían explicar
exclusivamente a partir del estilo de apego a la mascota y no por el estilo de
apego en relaciones humanas. Así, los dueños con apego inseguro a sus
mascotas tendían a ver más características negativas o problemáticas en
estas, a desconfiar de sus intenciones y a esperar que ellas no estén
disponibles, ni sean sensibles frente a sus necesidades (Zilcha-Mano et al.,
2011).
Sin embargo, las relaciones establecidas entre humanos y entre estos y
animales parecen estar basadas en diferentes modelos operativos. Los estilos
relacionales establecidos con parejas y mascotas mostraron empíricamente
solo asociaciones débiles entre sí (Beck & Madresh, 2008).
Estos estudios aportaron evidencia sólida y consistente de que las
mascotas podían configurarse como figuras de apego para sus custodios.
Es decir, si bien es posible que el apego hacia las mascotas sea menos
decisivo y absoluto que el apego hacia otros humanos, y si bien gran parte de
las investigaciones sobre apego hacia los animales de compañía no se
corresponde conceptualmente con la Teoría del Apego, es posible fundamentar
la equivalencia del concepto de apego en las díadas humano-humano y
humano-animal. Hay evidencias de manifestación de apego ansioso y
evitativo hacia las mascotas, de apego seguro hacia ellas y de que las mismas
pueden proveer refugio seguro y base segura; todo lo cual, resulta consistente
con la hipótesis de que el vínculo humano-perro constituye un vínculo de
apego. Además, se han observado fenómenos comportamentales en
interacciones custodio-perro similares a los descritos en interacciones madre-
hijo.

6
La evaluación del apego en el perro (Situación Extraña)

El procedimiento llamado Situación Extraña (Strange Situation),


desarrollado para monitorear las respuestas de los niños de alrededor de un
año frente a la separación y reunión con sus padres, y la presencia de
extraños (Ainsworth, 1969; Ainsworth & Bell, 1970), se ha aplicado para
evaluar el apego que los animales desarrollan hacia sus custodios.
Topál, Miklósi, Csányi y Dóka (1998) realizaron una adaptación del
procedimiento con el que evaluaron la relación de 51 pares de humanos y sus
perros. Los autores encontraron que los perros exploraban y jugaban más en
presencia de su custodio que en presencia de un extraño; y que además, los
perros recibían a sus custodios con más entusiasmo que a los extraños
durante los episodios de reencuentro.
Posteriormente, y con el propósito de realizar una evaluación más
detallada, Prato-Previde, Custance, Spiezio y Sabatini (2003) también
utilizaron la Situación Extraña para observar díadas dueño-perro (n = 38).
Un efecto de base segura se observó en el hecho de que los perros tendían a
aceptar jugar con el extraño presente en la habitación en mayor medida
estando en presencia de su dueño. También tendían a explorar más en su
presencia, pero los autores consideraron que esto podía deberse a una
disminución de la curiosidad a lo largo del experimento. A su vez, los perros
exhibieron un amplio rango de comportamientos de apego como la búsqueda y
mantenimiento de proximidad cuando eran separados de los dueños,
incluyendo seguir, rascar y saltar junto a la puerta de salida de la habitación,
mantenerse orientados hacia esta puerta o hacia la silla vacía del dueño, así
como vocalizaciones. Los perros también tendían a recibir a sus dueños con
más entusiasmo y por más tiempo en comparación que los extraños, al ser
reunidos. Los autores concluyeron que si bien el comportamiento observado
en estos perros resultaba muy similar al observado previamente en niños y
chimpancés, dando claras evidencias de la existencia de un vínculo afectivo, la
mantención constante del orden de presentación de los estímulos inherente a
la versión original del procedimiento hacían que la evidencia no fuera
concluyente para afirmar la existencia de un vínculo de apego humano-perro.
Palmer y Custance (2008) contrabalancearon el procedimiento incluyendo
una segunda condición en la que el orden de presentación del dueño y del
extraño era contrarrestado, evaluando así a 38 pares dueño-perro, asignados
al azar a estas dos condiciones. Los autores observaron comportamientos
identificados como indicadores de base segura en tanto los perros exploraron,
permanecieron pasivos, jugaron solos o con el extraño más cuando se
encontraban en presencia del dueño, que cuando eran dejados con el extraño o
solos.
De este modo, los estudios que emplearon el procedimiento de la Situación
Extraña concluyeron que en tanto los fenómenos comportamentales
7
observados resultaban similares a los descritos en interacciones madre-hijo,
la relación del perro con el humano resultaba análoga a los comportamientos
de apego hijo-padre y chimpancés-humano. Por consiguiente, la evidencia era
consistente con la hipótesis de que el vínculo humano-perro constituía un
vínculo de apego.

El apego y la pérdida

Inevitablemente para la mayor parte de los dueños de mascotas llegará el


momento en que deberán enfrentar su pérdida. La percepción de que será
traumático el momento en que su perro muera se configura como otro
indicador de la proximidad emocional del dueño (Dwyer, Bennett, & Coleman,
2006). Para algunos custodios, la muerte del animal puede ser un evento muy
estresante, mientras que para otros puede tener escaza significación en sus
vidas. La pérdida de la mascota puede ser considerada como una situación de
duelo en ciertos casos, aunque es probable que el término no sea adecuado
para gran parte de los dueños de mascotas (McNicholas & Collis, 1995).
El proceso de duelo es una respuesta de adaptación emocional luego de una
pérdida significativa, en la cual las personas presentan síntomas depresivos,
como sentimientos de tristeza, insomnio o pérdida de apetito (American
Psychiatric Association, 2002). La evidencia en que se fundamenta la
viabilidad de la noción de que los humanos pueden desarrollar apego hacia
sus mascotas como hacia otros humanos, se fundamenta además en las
reacciones emocionales similares y profundas frente a la pérdida (Geen et al.,
2009); en tanto, por definición, la pérdida permanente de una figura de apego
evocará respuestas de dolor y duelo.
Empíricamente se halló que la experiencia de duelo era similar a la
provocada por la pérdida de un vínculo humano, pero con el agregado de la
falta de apoyo social (Gerwolls & Labott, 1994). Incluso el estudio planteado
por Adams, Bonnett, y Meek (2000) halló que el 30% de los participantes que
habían perdido a su mascota recientemente experimentaba síntomas severos
de duelo. La gravedad de los síntomas ha mostrado una clara asociación con
la intensidad de apego del tenedor hacia su animal de compañía (Wrobel &
Dye, 2003). Otros factores relacionados con mayor sintomatología fueron el
sexo femenino, edad juvenil y vivir solo (McCutcheon & Fleming, 2001).
Para Zilcha-Mano et al. (2011) las reacciones de duelo frente a la pérdida
dependen del apego desarrollado a la mascota. En su investigación, las
personas que puntuaron alto en apego ansioso a las mascotas tendían a
incrementar sus reacciones frente a la pérdida de la mascota, mientras que
las personas con mayores puntajes en apego evitativo hacia la mascota
tendían a desactivar estas reacciones de duelo y a permanecer relativamente
indiferentes a la pérdida de la mascota. Estas asociaciones resultaron

8
singulares al tipo de apego a la mascota y no podían explicarse por el tipo de
apego en las relaciones humanas.

Objeto transicional

Un concepto destacado dentro de la tradición psicoanalítica, ligado al de


apego es el de objeto transicional. Winnicott (1971) lo definió como un ítem u
objeto (e.g., una manta o un juguete suave) que ejerce una función
reconfortante para un niño y lo ayuda a mitigar la esperable ansiedad de
separación del cuidador primario. Dicho objeto constituye la primera posesión
no-yo, aunque posee características subjetivas a la vez que otras propias del
mundo externo, y representa un fenómeno complejo de interioridad-
exterioridad. Eventualmente, el objeto transicional perderá importancia y
será abandonado, en la medida en que su significación se extiende para
abarcar todo el espacio propio de lo cultural.
Dentro del campo de las Intervenciones Asistidas con Amales (IAA), se
considera que al incorporar animales al contexto terapéutico, estos
disminuyen la tensión de las primeras etapas de la terapia brindando alivio y
sostén hasta que se establezca el vínculo terapéutico entre terapeuta y
paciente (Moretti, 2017).
Mientras que los animales pueden funcionar tanto como figuras de apego y
como objetos transicionales, ambos roles resultan, por definición,
mutuamente excluyentes. Mientras que apego implica un vínculo emocional
duradero, transicional implica el pasaje de una condición a otra y la ausencia
de un vínculo perdurable.
En la relación establecida con los animales de compañía resultará
beneficioso que se establezca un vínculo de apego. Por otro lado, en el contexto
de las IAA, el rol de los animales como objetos transicionales resulta más
conveniente que el de figuras de apego. El propósito de un objeto transicional
es funcionar como un puente hacia un nivel de funcionamiento socialmente
más aceptable, y no un sustituto de vínculos humanos fallidos o inadecuados.
Esto no implica desalentar la formación de vínculos emocionales con
animales, sino que fomentar la intensidad de un vínculo de apego en el
transcurso de un tratamiento puede no ser ética ni terapéuticamente correcto
(Kruger & Serpell, 2010).

Teoría General de los Sistemas

Von Bertalanffy planteó en 1969 la llamada Teoría General de los


Sistemas, la cual tuvo por objetivo el estudio de los principios válidos para
todos los sistemas, en todos los campos de la investigación. Los sistemas se
9
definen como composiciones ordenadas de elementos interactuantes en un
todo unificado (Ceberio, 1999). Interacción implica que elementos (p) están en
relación (R), de modo que el comportamiento de un elemento p en R difiere de
su comportamiento en otra relación (R´); si los comportamientos en R y R´ no
difieren no hay interacción (von Bertalanffy, 1989). Todo consta de
determinadas reglas, las cuales delimitan el accionar de los elementos.
Además, los funciones que desempaña cada una de los componentes producirá
un acople estructural del que devendrá la funcionalidad de ese sistema
(Ceberio, 2006). Así, una de las propiedades más destacadas de los sistemas
es la que se conoce como totalidad, y se refiere a que en tanto todos los
elementos están interconectados, un cambio en una parte del sistema,
produce cambios en las demás y en la totalidad del sistema (Watzlawick,
Beavin, & Jackson, 1991).
En la aplicación de esta teoría a la psicología, se considera la familia como
un sistema, es decir, como un complejo de elementos (i.e., personas)
interactuantes que configuran un sistema (familiar) relacional que supera y
articula entre sí los componentes individuales. En su afán por conceptualizar
a la familia como un todo, los terapeutas familiares han sido de los primeros
en reconocer el rol significativo de los animales de compañía como miembros
del sistema familiar (Cain, 1985)
Bowen (1978) reconoció tempranamente que en ciertas ocasiones, el
sistema familiar "puede incluir solo a un pequeño grupo de los miembros de la
familia más implicados. En otras ocasiones, la fusión activa puede incluir
miembros de la familia extensa e inclusive no familiares y mascotas" (Bowen,
1978, p. 123).
Actualmente, en la mayoría de las culturas modernas las mascotas se han
convertido en una característica siempre presente en la vida familiar, y
alrededor del 90% de los propietarios de animales, los considera como
miembros de sus familias (e.g., Cohen, 2002; Díaz Videla & Olarte, 2016).
Estos individuos construyen una representación cognitiva de su mascota con
una clara presencia en su red de relaciones.
La incorporación de un nuevo miembro a la familia implica que ese
miembro debe adaptarse a las reglas, así como el antiguo sistema debe
modificarse para incluir al nuevo miembro (Minuchin, 1977). Power (2008)
investigó el modo en que los perros eran incorporados a las familias humanas.
La autora sostuvo que esto ocurría a partir de una doble tendencia: (a) de
adecuación de los perros hacia las expectativas humanas de comportamientos
apropiados para la familia y el hogar; y (b) de la familia ampliada por los
esfuerzos de sus miembros para incluir a los perros como tales en las rutinas
y prácticas diarias; sumado a esto, Power destacó el rol carácter y accionar
autónomo de los perros como organizadores activos de la familia. Es decir, la
incorporación de estas mascotas implicaba tanto que estas debían adaptarse
como que el antiguo sistema se veía modificado, tanto por la voluntad de
10
adaptación de sus integrantes, como por el accionar del animal, en una suerte
de negociación (Díaz Videla, 2017b).
Los cambios en el estilo de vida de un individuo que adquiere una mascota,
permiten suponer una extensión de su red de relaciones (Harker, Collis, &
McNicholas, 2000). Así, en la relación humano-animal de compañía se destaca
tanto el antropomorfismo (i.e., atribución de características humanas) y las
expectativas humanas hacia el rol del animal, como la voluntad del humano
para adaptarse a este.

Teoría del Rol

Esta teoría destaca la influencia del ambiente social para dar forma a los
procesos de desarrollo y de cambios en las conductas. La misma fue
desarrollada por Merton (1957), y postula que los individuos asumen
comportamientos particulares en base a las expectativas de otros. Los roles
son concebidos como conjuntos de comportamientos socialmente esperables
para una determinada posición, e involucran funciones específicas y códigos
de conducta.
Las intervenciones terapéuticas basadas en esta teoría, buscan modificar
la conducta procurando que las personas asuman nuevos roles, los cuales le
brindarán una posibilidad de aprendizaje y asimilación de nuevas conductas
a su repertorio, y por consiguiente, de cambio. En este sentido, diversos
modelos y programas de IAA podrían enmarcarse dentro de esta teoría (e.g.,
Vasen & Massei, 2006), y hasta cierto punto, cualquier programa que brinde
a las personas la posibilidad de entrenamiento y cuidado de animales, les
permitirá asumir el rol de maestro o cuidador (Kruger & Serpell, 2010).
Esta teoría también ha sido aplicada para comprender la influencia de las
expectativas humanas en la conducta de los animales de compañía. Los
propietarios, les asignarían un conjunto de roles específicos y desarrollarían
expectativas para que los animales lleven a cabo ciertos comportamientos de
acuerdo al rol esperado (Turner, 2005). En la medida en que la familia se
desarrolla el rol de las mascotas evoluciona para adaptarse a los cambios.

Teoría del Ciclo Vital Familiar

Un concepto que ha recibido gran consideración por los terapeutas de


familia es el de ciclo vital familiar, que constituye un instrumento gráfico que
incluye las etapas de la vida familiar y las relaciones entre los miembros de la
familia, así como entre la familia y su contexto (Simon, Stierlin, Wynne,
1988). Esta teoría sostiene que a lo largo de su desarrollo, las familias
atraviesan múltiples etapas, en cada una de las cuales se deben llevar a cabo
tareas específicas para permitir un desarrollo familiar saludable. La
interrupción de este ciclo o las dificultades para superar las etapas, darán
11
lugar al surgimiento de síntomas en los miembros de la familia (Haley, 1980).
Así, la dinámica familiar puede entenderse como un intento de dar respuesta
a las demandas propias de cada etapa, en torno a las cuales los miembros de
la familia asumen diferentes roles (Gimeno Collado, 1999), que se configuran
a partir de comportamientos que son asumidos por las demandas de los otros.
De este modo, en la medida en que la familia se desplaza a través de
ciertas etapas de desarrollo que exigen una reestructuración para poder
seguir funcionando (Minuchin, 1977), el rol de las mascotas cambia y
evoluciona para adaptarse a los cambios de la familia y sus necesidades
(Turner, 2005).
El ciclo de vida familiar ha sido subdividido de distintas formas por
diferentes autores, considerando entre cuatro y veinticuatro etapas (e.g.,
Carter & McGoldrick, 2005; Duvall & Miller, 1985). Si bien no hay un acuerdo
sobre la cantidad de etapas que deben reconocerse, estas etapas se han
recomendado como un enfoque de las tipologías de la familia (Simon et al.,
1988). La relevancia de entender el rol de las mascotas en los distintos
estadios del ciclo familiar está dada en principio por el significado simbólico
que la gente enlaza a estos animales, los cuales resultan cada vez más
importantes en la vida familiar (Schvaneveldt, Young, Schvaneveldt, &
Kivett, 2001; Walsh, 2009b).
Aquí tomaremos la clasificación propuesta en Díaz Videla (2014) de siete
etapas: (1) Adulto joven solo, (2) Pareja de recién casados, (3) Familia con
hijos pequeños, (4) Familia con hijos en edad escolar, (5) Familia con hijos
adolescentes, (6) El despegue de los hijos y seguir adelante, y (7) Familia en
la vida posterior.

Adulto joven solo.


Para un adulto joven solo la mascota puede tomar un rol con similitudes a
un humano como compañero de cuarto o mejor amigo, brindando compañía y
ayudando a aliviar sentimientos de soledad. A su vez, pueden también
convertirse en confidentes con quienes compartir ideas durante el proceso de
toma de decisiones que signa una de las más importantes tareas de esta etapa
(Turner, 2005). Estos tenedores pueden también beneficiarse de la función de
lubricante social de los perros de compañía, logrando más encuentros con
extraños (e.g., Guéguen & Ciccotti, 2008; Robins et al., 1991). En tanto
potencial forma de advertir a otros que uno es capaz de tener a cargo a
alguien dependiente, la tenencia de mascotas también podría elevar el
estatus social de sus tenedores y aumentar sus posibilidades de ser elegidos
como pareja (Serpell & Paull, 2011).

Pareja de recién casados, sin hijos.


Para una pareja de recién casados, sin hijos, criar un animal de compañía
puede favorecer el desarrollo de capacidades para ofrecer cuidados nutricios y
12
afecto, poner límites y ocuparse de otro ser vivo (Walsh, 2009b). Los animales
de compañía proveen a sus propietarios la sensación de ser necesitados, de
modo similar a como los niños necesitan a sus padres; y esto contribuye a que
las mascotas adopten el rol de hijo (Sable, 1995).

Familia con hijos pequeños.


Una familia con hijos pequeños deberá realizar ajustes para hacer lugar a
los niños (Carter & McGoldrick, 2005) por lo que es frecuente que los padres
cuenten con menos tiempo para pasar con sus animales y el apego hacia estos
disminuya (Albert & Bulcroft, 1988). Sin embargo, la importancia de los
animales de compañía no disminuye, en tanto los niños comienzan a formar
relaciones con estos, los que comúnmente asumen para ellos un rol de par
(Turner, 2005).

Familia con hijos en edad escolar.


El periodo de la familia con hijos en edad escolar ha sido encontrado como
el de mayor adquisición de animales de compañía, y es posible que esto se
deba a la creencia difundida de que estos son importantes en la vida de los
niños (Albert & Bulcroft, 1988). Se valora que estos animales estimulan el
contacto, la comunicación y la compañía, así como la facilitación de
aprendizajes relacionados con la biología y el ciclo vital, y la adquisición de
responsabilidades (Schvaneveldt et al., 2001). La mascota puede convertirse
en el hermano menor al cual el niño cuida (Turner, 2005).

Familia con hijos adolescentes.


La familia con hijos adolescentes deberá incrementar la flexibilidad de sus
límites para permitir la independencia de los hijos (Carter & McGoldrick,
2005), y mientras los adolescentes buscan más autonomía también reciben
más responsabilidades y tareas en el hogar; una tarea común para los
adolescentes es ocuparse del animal de compañía (Turner, 2005). Es común
que los adolescentes indiquen recibir amistad/amor/diversión, conocimiento
sobre los animales y aprendizaje sobre responsabilidades a partir de su
relación con sus mascotas (Covert, Whiren, Keith, & Nelson, 1985), las cuales
puede tomar un rol importante como confidente del adolescente mientras
alivian sus sentimientos de soledad (Turner, 2005). Una tarea vital de este
estadio familiar se encuentra en relación con los abuelos, quienes demandan
un cambio hacia su cuidado (Carter & McGoldrick, 2005). Al enfrentar el
deterioro de los padres, y eventualmente su muerte, los adultos pueden
encontrar reconfortante el acercamiento hacia sus animales de compañía para
disminuir el estrés y recibir apoyo para elaborar las pérdidas (Cain, 1985;
Sable, 2013). Las mascotas tienden a reducir el sentimiento de soledad a la
vez que promueven sentimientos de bienestar y autoestima de estos adultos,

13
los cuales interactúan con sus mascotas y las califican como amigos, y como
completos miembros de la familia (Schvaneveldt et al., 2001).

Nido vacío.
Al atravesar el despegue de los hijos y seguir adelante los animales de
compañía pueden proveer una oportunidad de ocuparse y cuidar de alguien
más para estos padres (Turner, 2005), por lo que algunos pueden optar por
volcarse a la mascota o adquirir una nueva para llenar un vacío (Walsh,
2009b). Si bien para algunos autores el apego hacia los animales en esta
etapa puede ser particularmente alto (Albert & Bulcroft, 1988), otros autores
no han encontrado diferencias en el apego al animal durante esta etapa y la
anterior (para una discusión, ver Díaz Videla, 2017). Esta etapa implica una
renegociación del sistema marital como una díada (Carter & McGoldrick,
2005) y el animal de compañía puede ser parte de la configuración de
triangulaciones2 para lidiar con estados emocionales intensos (Cain, 1985).

Familia en la vida posterior.


En la familia en la vida posterior, los adultos mayores deben mantenerse
en funcionamiento y mantener sus intereses mientras enfrentan un declinar
fisiológico (Carter & McGoldrick, 2005), por lo que los animales de compañía
resultan especialmente importantes para el bienestar de sus custodios en esta
etapa de la vida (Walsh, 2009a). La interacción de los adultos mayores con
sus mascotas promueve en ellos sentimientos de satisfacción con la vida,
reduciendo la desesperanza, aislamiento y soledad, y sirviendo como pilares
emocionales, sociales y proveyendo beneficios a su salud física (Schvaneveldt
et al., 2001; Turner, 2005)

Resumiendo, las mascotas parecen ocupar un lugar con superposiciones


aunque diferente de los humanos en la familia, pudiendo satisfacer algunas
necesidades que los vínculos humanos satisfacen, pero también ofreciendo
beneficios, a través de su consistencia y presencia sin juicios que los humanos
no pueden proveer (Cohen, 2002). Las mascotas frecuentemente son
consideradas funcionando como miembros ideales de las familias y se cree que
tienen pocas debilidades y demandas hacia los actores humanos. Así, la
tenencia de mascotas puede ser considerada como altamente rentable y con

2 Los triángulos relacionales se definen como configuraciones tendientes a canalizar las


tensiones que pueden darse en las díadas. Es decir, cuando la presión se incrementa en un
vínculo diádico volviéndolo inestable, probablemente se incorporará un tercero en la situación
que ayudará a generar una descarga y reestablecer el equilibrio en la díada. Por ejemplo, los
animales pueden intervenir en discusiones de pareja cuando alguno de los miembros elevan la
voz, o bien, uno de los miembros puede tratar al animal de una forma particular a través de la
cual busca la reacción de su pareja.
14
costos interactivos y emocionales relativamente bajos (Schvaneveldt et al.,
2001).
Mientras que la tenencia de animales de compañía no puede explicarse a
partir de la ausencia de vínculos humanos, la historia de tenencia de
animales durante la infancia, así como las actitudes hacia los animales
enseñadas por los adultos referentes, resulta el factor central para dar cuenta
de su tenencia durante la adultez. Los niños que crecen en hogares con
animales como miembros de sus familias, tienden a formar una
representación familiar más que humana, y a considerar que sus familias
creadas no estarán completas sin un animal (Díaz Videla, 2017).

Teoría del Aprendizaje Social

En las sociedades occidentales, los animales desempeñan un rol destacable


en la vida de los niños —se encuentran continuamente presentes en dibujos
animados, estampados en la ropa, juguetes, etcétera— y el contacto con ellos,
especialmente con los animales de compañía, moldea las actitudes hacia los
animales durante la vida adulta (Serpell, 1999). Algunos estudios mostraron
que la tenencia de mascotas, así como el tipo de mascota elegido durante la
adultez, se asocian fuertemente con la historia de tenencia de mascotas
durante la infancia (Schvaneveldt et al., 2001).
La Teoría del Aprendizaje Social incorpora la relevancia del factor social
para comprender el aprendizaje, descentralizando el rol del refuerzo directo,
de tradición conductual, como el principal mecanismo para la enseñanza. De
esta manera, permitió dar cuenta de aprendizajes que representaban saltos
cualitativos, en los que no se requería de ensayos previos. Esta teoría,
conceptualiza, así, el aprendizaje de conductas mediante la observación y la
imitación de un modelo. Ver las consecuencias positivas o negativas de las
acciones de otros, hace que estas sean trasladadas en otras circunstancias,
como si fueran parte de la propia experiencia. De esta manera se aprende a
repetir o evitar conductas a través de lo que Bandura, Ross y Ross (1961)
denominaron como modelado.
Este constructo, fue incorporado por Bandura (1977) en su desarrollo de la
Teoría del Aprendizaje Social con el nombre de aprendizaje vicario (adquirido
a través de observar a otros), en contraposición al aprendizaje activo
(adquirido a través del hacer). A través del modelado se aprenden valores,
normas sociales, etcétera, y para Bandura, la mayor parte de la conducta
humana se aprende mediante procesos de modelado.
Algunos estudios destacaron la importancia de los procesos de modelado en
las interacciones entre humanos y animales. Por ejemplo, un
cuasiexperimento desarrollado en Estados Unidos evidenció que para un
15
grupo de 63 adolescentes que se desempeñaban como voluntarios en
programas de educación sobre la vida silvestre, las experiencias tempranas
con los padres actuando como modelos al interactuar positivamente con sus
mascotas habían ejercido notoria influencia sobre ellos (Kidd & Kidd, 1997).
Otro estudio, evidenció que para el 72% de los estudiantes de veterinaria
estadounidenses encuestados (n = 329), sus padres, así como también sus
mascotas, habían influido en el desarrollo de sus valores en relación a los
animales (Serpell, 2005).
En este sentido, otro beneficio que se les adjudica a las interacciones con
animales y las IAA, se relaciona con la capacidad de los animales para ayudar
a las personas a aprender interacciones sociales adecuadas y la causa y
consecuencia de sus conductas. Se considera que los animales son muy útiles
a partir de forma única para brindar un feedback sobre el comportamiento
social debido a su inequívoca honestidad y respuesta inmediata tanto a
estímulos placenteros como aversivos (Kruger & Serpell, 2010).
Finalmente, las actitudes y conductas más negativas hacia los animales,
también pueden ser aprendidas a través del modelado. Por ejemplo, dos
estudios retrospectivos desarrollados en Estados Unidos con estudiantes
universitarios mostraron que las experiencias de maltrato infantil y violencia
doméstica se asociaban con haber sido testigos o perpetuado crueldad hacia
animales (DeGue & DiLillo, 2008), y que haberse criado en hogares donde se
descuidaba o maltrataba animales (Raupp, 1999) se asociaba con una
tendencia a mostrar más aceptación hacia el maltrato animal.

Conclusiones

La psicología ha reconocido tardíamente la importancia de los vínculos


entre las personas y los animales en áreas como la práctica, la teoría clínica y
la investigación (Walsh, 2009a, Fine 2010). Sin embargo, considerar las
relaciones y vínculos humano-animal incorpora una dimensión significativa
en el entendimiento de las personas. Así, la antrozoología resulta un campo
fértil donde los psicólogos pueden desarrollar investigaciones en pos de
generar nuevos conocimientos, sino que además, se configura como un campo
de interacción con otras ciencias, que permite ampliar las teorías psicológicas
desarrolladas previamente, para incorporar esta dimensión humana (y
animal).
Alentar y mejorar la comprensión de las relaciones que los humanos
establecen con los animales puede contribuir al reconocimiento de su
importancia en el campo de la salud mental, campo que ha demorado el
abordaje sistemático de las implicancias de las relaciones humano-animal.

16
Los resultados de las investigaciones evidencian la necesidad de
incorporación de los animales en el estudio de la conducta humana. Que el
90% de los custodios de animales de compañía los considere miembros de sus
familias, debe convocar la atención de los clínicos que trabajan con familias,
en cuyos abordajes resulta infrecuente que los animales sean considerados.
La conceptualización de la familia como un sistema (i.e., Teoría General de
los Sistemas) facilita la comprensión de la dinámica familiar más que
humana, y resulta un enfoque recomendable para este tipo de familias.
Situar al animal en el sistema familiar puede realizarse a partir de la
observación o bien a partir de preguntas acerca de la ubicación física del
animal en el ambiente individual o familiar. Por ejemplo, dónde come,
duerme o suele estar el animal. Además indagar acerca de qué cosas hace y
cómo contribuye su presencia o ausencia a los procesos familiares, sirve para
evaluar la función que el animal cumple en el sistema. Puede indagarse:
¿Cómo describirían su relación entre ellos mismos, su animal/es, y los otros
miembros de la familia? ¿Quién tiene la responsabilidad del cuidado del
animal? ¿Hasta qué punto son considerados en las decisiones y transiciones
familiares? Esto permite evaluar las dinámicas familiares relacionadas con la
estabilidad, expectativas y reglas familiares; cómo se representan los
conflictos, la cooperación y las crisis (MacNamara & Moga, 2014).
Por otro parte, que la gran mayor parte de los dueños de animales
indiquen que pondrían en riesgo su propia seguridad para proteger a sus
animales (ver Díaz Videla, 2017b), refleja la necesidad de comprender
aspectos ligados al apego para poder dar cuenta de esta intensidad emocional
(i.e., Teoría del Apego). Esto evidencia la profunda valoración que estos
custodios tienen sobre sus animales, la cual, sin dudas, trasciende tanto la
percepción de beneficios de la relación, como las nociones de propiedad con las
que frecuentemente se los considera. Al enfrentar estresores y en períodos de
crisis e inestabilidad, la presencia de una figura de apego seguro —de la
especie que sea— no debería ser pasada por alto. En tanto los animales
demuestran configurarse como figuras de apego, brindan alivio, seguridad y
constancia, estimulan la autoeficacia y consecución de logros. Legitimar estos
vínculos, desde nuestro lugar profesional, puede ser la condición necesaria
para que las personas puedan beneficiarse de los mismos, considerándolos
como verdaderos aliados al atravesar períodos de estrés o necesidades de
desarrollo.
No caben dudas de que la psicología tiene mucho por ganar al nutrirse del
estudio de las interacciones y vínculos humano-animal. Pero a su vez, es
indudable que los variados desarrollos, teorizaciones y líneas teóricas que
hacen a la complejidad de la psicología como ciencia en la actualidad,
configuran a la psicología como una de las ciencias fundamentales para la
antrozoología. La característica multidisciplinaria intrínseca de esta última, a
su vez, favorecerá el progreso de la psicología en su intercambio con otras
17
ciencias, en una acción conjunta, como la que exige, el estudio de las
relaciones entre humanos y otros animales.

Referencias

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21
Constituyentes del vínculo humano-animal

LIZA M. MELÉNDEZ-SAMÓ*, YAHAIRA SEGARRA-GÓNZALEZ


Universidad Carlos Albizu, San Juan – Mayagüez, Puerto Rico. *Remitir
correspondencia a liza.m.melendez@gmail.com

Cita sugerida: Meléndez-Samó, L. M., & Segarra-Gónzalez, Y. (2018). Constituyentes


del vínculo humano-animal. En M. Díaz Videla & M. A. Olarte (Eds.), Antrozoología,
multidisciplinario campo de investigación (pp. 22-50). Buenos Aires: Editorial Akadia.

Resumen

Este capítulo tiene como objetivo aportar a la discusión científica del vínculo
humano-animal teniendo como contexto geográfico a Puerto Rico. Toma como
base principal los hallazgos de una investigación cualitativa con un diseño
fenomenológico descriptivo-psicológico (Meléndez, 2014b). Se establecen los
constituyentes presentes en las vivencias del vínculo humano-animal en un
grupo de puertorriqueños. A su vez, cómo estos constituyentes se pueden
agrupar bajo cuatro dimensiones, donde se manifiesta la experiencia del
vínculo humano-animal: (a) roles de la mascota, (b) sentido y significado la
relación, (c) desarrollo y la fortaleza del vínculo, y (d) aspectos culturales. Se
establece su correspondencia con la literatura académica-científica y teorías
establecidas, así como también las implicaciones y su pertinencia a través de
recomendaciones al proceder profesional y científico de la psicología, y del
campo multidisciplinario de la antrozoología.
Palabras claves: antrozoología, vínculo humano-animal, interacción humano-
animal, psicología, Puerto Rico, terapia asistida por animales.

Introducción

Cuatro décadas de publicaciones en la transdisciplina de la antrozoología


han provisto de mayor conocimiento sobre la interacción entre humanos y
animales. En esta trayectoria se destacan hallazgos investigativos que
involucran los beneficios dirigidos al bienestar biopsicosocial de esta
interacción. En particular, las referencias más citadas elaboran como la
tenencia de un animal de compañía y la interacción con animales pueden
reducir la presión sanguínea incrementando la salud cardiovascular (Barker
& Wolen, 2008; Friedmann & Thomas, 1995; Levine et al., 2013), mejora el
22
estrés (Allen, Blascovich, & Mendes, 2002) y tiene un gran efecto en nuestra
neuroquímica, destacando la hormona oxitocina tanto en humanos como en
perros (Díaz Videla & López, 2017; Nagasawa et al., 2015; Odendaal &
Meitjens, 2003).
En Latinoamérica y el caribe, por el contrario, las publicaciones bajo la
antrozoología están floreciendo en la última década. Gutiérrez, Granados y
Piar establecieron en el 2007 que las publicaciones en español eran
prácticamente inexistentes. Por su parte, Meléndez-Samó (2014a) encontró 27
publicaciones profesionales que abordan la interacción humano-animal. Al
delimitar su búsqueda al campo de la Psicología, solo identificó 11
publicaciones. Una nueva búsqueda general entre los años 2015 a 2018, a
través de la base de datos Redalyc y utilizando distintos términos de
búsqueda3, reflejó artículos mayormente no relacionados. Publicaciones
pertinentes a la antrozoología eran provenientes en gran parte de revistas
veterinarias. Entre los temas de mayor referencia se encontraban el bienestar
animal, la bioética y la experimentación en animales. En la psicología se
encontró aproximadamente ocho artículos, cinco dirigidos a la interacción
humano-animal y tres a la conducta de perros y zorros4.
En Puerto Rico, las investigaciones en esta área se han concentrado
mayormente en proyecto de tesis y disertaciones. En una búsqueda inicial5 en
la mayoría de las diferentes universidades del país y en la base de datos
ProQuest, desde el 1992 al presente, existe un aproximado de 25 tesis-
disertaciones que se agrupan en su mayoría bajo intervenciones o terapia
asistida por animales, seguida por el vínculo humano-animal y bienestar
animal. Estas investigaciones, aunque aportan valiosa información, tienen
sus limitaciones al ser estudios exploratorios. Respecto a publicaciones en
revistas profesionales o libros, existen cuatro: Aragunde Kohl, Martínez y
Torres (2014), Aragunde Kohl (2016), y Meléndez-Samó (2014a, 2015).
En la literatura anglosajona, a pesar de tener más tiempo establecida, se
exhorta constantemente a realizar mayor investigación empírica, atribuyendo
este énfasis a limitaciones en las metodologías implementadas y a resultados
contradictorios (Amiot & Bastian, 2014; Barker & Wolen, 2008; Fine & Beck,
2015; Katcher & Beck, 2010). Por consiguiente, en nuestra sociedad
hispanoparlante es evidente la necesidad de mayor investigación y

3
Términos claves: vínculo humano-animal, terapia asistida por animales, mascotas, perros,
bienestar animal.
4
Interacción humano-animal: Barros-Guerrero y Dosil-Díaz (2016); Díaz Videla y López (2017);
Díaz Videla y Olarte (2016); Díaz Videla, Olarte y Camacho (2015); Martos-Montes, Ordoñez-
Pérez, de la Fuente-Hidalgo, Martos-Luque y García-Viedma (2015). Conducta canina:
Fagnani, Barrera y Bentosela (2016); Fagnani, Bentosela y Barrera (2017); Carballo, Freidin y
Bentosela (2015).
5
Esta búsqueda está en su fase inicial y será culminada con fines de publicación en diciembre
2018.
23
publicaciones sobre el vínculo, las interacciones e intervenciones humano-
animal. Particularmente, cuando gran parte de los escritos académicos en
antrozoología presentan resultados con solo personas caucásicas o que
incluyen miembros de grupos étnicos incidentalmente (Johnson & Meadows,
2002). Se justifica también la necesidad de estudiar la diversidad étnica y
cultural, ya que puede estar entre los factores que otorgan la complejidad a la
relación humano-animal (Risley-Curtiss, Holley, & Wolf, 2006).
Incluso, Amiot y Bastian (2014) añaden que es imperativo estudiar las
diferencias culturales para proveer un verdadero avance a la psicología de la
interacción humano-animal. Máxime cuando el bienestar proveniente del
vínculo y las interacciones puede ser altamente sensibles al contexto y puede
estar asociado a factores como la prevalencia de una mascota en una cultura
particular y el rol especifico asignado de ese animal. Considerando la
necesidad de mayor claridad ante los mecanismos que subyacen los beneficios
(Díaz Videla, Olarte, & Camacho, 2015), es importante entonces comenzar por
comprender los constituyentes de la experiencia subjetiva del vínculo
humano-animal en nuestras culturas latinoamericanas.

¿Qué constituye un vínculo humano-animal?

En la psicología la palabra vínculo o lazo (bond) se define como la “relación


entre dos o más individuos que significan confianza y alianza. En un contexto
social, la existencia de tal apego, permite a los individuos proporcionar apoyo
emocional entre ellos” (APA Dictionary of Psychology, 2006). Por su parte,
Fine y Beck (2010) añaden que “la vinculación es la formación de las
relaciones humanas estrechas (…) comportamientos similares, son vistos en
animales, especialmente aves y mamíferos” (p. 6). Una interpretación inicial
de ambas definiciones conceptuales nos sugiere que el vínculo es un fenómeno
más intra-especie que inter-especies. No obstante, la Asociación Americana de
Médicos Veterinarios provee una definición más comprehensiva sobre el
vínculo humano-animal:

Relación dinámica y mutuamente beneficiosa entre las personas y


otros animales, influenciada por los comportamientos esenciales para
la salud y el bienestar de ambos. Esto incluye, pero no se limita a, las
interacciones emocionales, psicológicas y físicas de las personas, otros
animales y el medio ambiente (párra. 1).

Ahora bien, considerando estas definiciones y la literatura que menciona


ciertos elementos que se dan en la vinculación de ambas especies (discutidas
posteriormente), para nosotras era inevitable cuestionarnos si esta dinámica
24
se reflejaba de igual forma en la cultura puertorriqueña. Nos preguntábamos,
¿qué experiencia significativa vive la persona en su relación con su animal de
compañía? ¿Cómo se manifiestan los vínculos e interacciones humano-animal
en esa experiencia? ¿Qué implicaciones tienen estas interacciones y
vinculaciones como recurso psicológico? Por tanto, mediante una metodología
cualitativa con un diseño fenomenológico descriptivo-psicológico (Giorgi,
2009), investigamos las experiencias sobre el vínculo humano-animal en
Puerto Rico.
Las descripciones obtenidas de l3 entrevistas reflejaron 12 constituyentes
esenciales: (1) afiliación, (2) compromiso y responsabilidad, (3) comunicación y
lenguaje, (4) apoyo incondicional, (5) emociones, (6) reciprocidad, (7) apego por
afinidad, (8) duelo, (9) interacción social, (10) incomprensión, (11)
reconocimiento del animal, y (12) conciencia social. En la interrelación de
estos constituyentes, se compone una estructura general y esencial que
agrupa las vivencias que todos los guardianes participantes experimentan en
común. Es en esta estructura donde se subraya el sentido psicológico de la
experiencia y se observa la forma en que el fenómeno se manifiesta (Giorgi,
2009). Es importante mencionar que las vivencias compartidas fueron más
dirigidas a perros y gatos, aunque también hubo experiencias sobre conejos y
animales exóticos. Una publicación específica sobre estos resultados se
encuentra accesible en Meléndez-Samó (2015).
A continuación, tenemos el propósito de extender e invitar a una discusión
más detallada y específica de estos constituyentes debido a su relevancia y
aportación actual. En específico, cómo estos 12 constituyentes se pueden
agrupar bajo cuatro dimensiones ejemplificando cómo se manifiesta la
experiencia del vínculo humano-animal: (a) roles de la mascota, (b) cómo
cobra sentido y significado la relación, (c) desarrollo y la fortaleza del vínculo,
y (d) aspectos culturales6. Esta discusión está guiada y contrastada con las
teorías históricamente implicadas en este fenómeno de estudio, la literatura
científica reciente y su potencial aplicación para la psicología y la
antrozoología.

Constituyentes esenciales y sus dimensiones

Roles de la mascota

Afiliación, compromiso y responsabilidad. Para los participantes, las


mascotas son más que mascotas, son familia. Residen dentro del hogar por lo

6
La discusión de los constituyentes y sus dimensiones se basa en los datos producto de la tesis
doctoral de la primera autora (Meléndez-Samó, 2014b).
25
que son parte de la rutina diaria y de la dinámica familiar. En la
documentación histórica, se observa cómo los animales de compañía
adoptaron rápidamente roles como miembros de la familia (Cohen, 2002; Fine
y Beck, 2015). A su vez, diversas investigaciones reportan las mascotas en
función de este rol (Boat, 2010; Bonas, McNicholas, & Collis, 2000;
Greenebaum, 2004; Triebenbacher, 2000). Aragunde (2016) confirmó
posteriormente que un 99% de un grupo de personas puertorriqueñas (n =
1,327), consideran sus mascotas miembros de la familia. También que un 72%
considera sus mascotas extremadamente importantes y un 24% muy
importantes.
En la familia, los animales son considerados hijos pequeños y sus
guardianes son padres encargados de su bienestar y su cuidado primario.
Esto incluye visitas regulares y de emergencia al veterinario e inversión
económica con tal de proveer alimentación, comodidad y entretenimiento.
Barba (1995) sostiene que la relación humano-animal emula la relación padre
e hijo. Para los padres de mascotas participantes, sus bebés son primero y son
parte importante de decisiones y de adaptaciones en el estilo de vida (e.g.,
llegar temprano al hogar, mudanza, su cuido durante vacaciones, acortar días
de viajes). Esto concuerda con Greenebaum (2004), quien menciona que los
guardianes se perciben como padres y ubican como prioridad las necesidades
de sus perros, calificados como niños o bebés peludos, en su vida diaria, y no
necesariamente buscan que estos encajen en su estilo de vida particular.
Los participantes coinciden de forma unánime que se requiere establecer
un compromiso por la vida de la mascota, ya que no es un objeto desechable.
Es un ser que siente, padece y depende totalmente de un ser humano para su
protección. Como efecto, se es responsable por ellos. Fine y Beck (2010)
describen la existencia de un sentido profundo de responsabilidad en
salvaguardar sus vidas. Ejemplos de esta experiencia son observados en las
narraciones de los participantes cuando mencionan la posibilidad de
incluirlos en testamentos y en planes de emergencia. Incluso, ante un evento
catastrófico natural, algunos reconocieron que preferían quedarse con sus
mascotas en su hogar antes de ceder a abandonarlos por obligación. Según se
establece en la literatura, el apego a las mascotas es muchas veces intenso y
puede llegar hasta el grado de que las personas se nieguen a abandonar sus
hogares ante un desastre natural (Fine & Beck, 2015; Knight & Herzog,
2009). Esto también fue constatado durante el paso del devastador Huracán
María por Puerto Rico en septiembre de 2017 (Graham & Respaut, 2017).

Compañía y apoyo incondicional. “Ella es mi familia y la familia está para


acompañarse” (G-17). No solo son familia, sino que son una compañía atenta,
fiel, incondicional y disponible siempre en momentos emocionales difíciles.

7
G = guardián participante de la investigación.
26
Esto concurre con Triebenbacher (2000), quien reporta que las mascotas
cumplen roles de amigo cercano y confidente. Igualmente, Maharaj y Haney
(2015) mencionan que estos hacen que la familia se sienta completa. Geller
(2005) plantea igualmente que las mascotas pueden ser compañía, un mejor
amigo, un fiel oyente y para algunos, puede convertirse en el ser más
confiable en su vida.
El rol de apoyo y solidaridad emocional que ocupan las mascotas es clave
en la vida de estos guardianes. Este hallazgo es significativo, ya que aporta a
la teoría de que los animales forman parte de una red social de apoyo. Esta
teoría es ampliamente discutida como uno de los marcos de referencias para
explicar la relación entre los animales de compañía y las personas. Allen et al.
(2002) elaboran que el apoyo social es posible entre diferentes especies. Esto
también coincide con McConnell y Brown (2011), quienes establecen
consecuencias positivas a nivel psicológico y fisiológico al poseer una mascota,
señalando la importancia de los animales como recurso de apoyo social.
Incluso, Geller (2005) considera sumamente importante el que actúen como
una alternativa a la red de apoyo social humano.
Entre los ejemplos que gran parte de los guardianes aludieron como apoyo,
resalta el amor incondicional que reciben por parte de sus mascotas en
contraposición a otros seres humanos, en y fuera de sus vidas. La guardiana
12 narró:

Prefiero muchas veces, la mayoría, estar con mi mascota, aunque no


sean mías, a estar con… ciertos familiares y ciertas amistades porque
la gente muchas veces es malagradecida, es chismosa, siempre esperan
algo, si te van a hacer un favor esperan algo de ti y los animales son
agradecidos y no esperan nada de eso. Ellos simplemente te dan amor.

La guardiana 11 por su parte expresó “yo de verdad que no me imagino sin


ellos, yo me imagino sin amistades. Me he imaginado que se me van parejas,
pero no puedo estar sin mis animales”.
Estas narraciones coinciden con Cohen (2002), quien concluyó que al igual
que los miembros de la familia humana, los animales proveen comodidad y
compañía; a diferencia de la familia humana, los animales no critican, lo que
les permite a las personas expresar sus sentimientos bajo una conexión
íntima. Igualmente, Allen et al. (2002) demostraron que la presencia de una
mascota puede ser más efectiva que la presencia de un amigo o pareja para
brindar apoyo reduciendo los efectos fisiológicos del estrés agudo. Estas y
otras narraciones de los guardianes sobre este tema, activan el debate en la
literatura en términos de la sustitución de la relación humano-humano.
Por un lado, los guardianes entrevistados establecen que el hecho de que a
las personas no les gusten los animales puede ser un determinante para
establecer una relación social o dar por terminada una relación ya existente.
27
Las mascotas, entonces, juegan un papel en el establecimiento de relaciones:
“Those who love me, love my dog” (G-8). Según los resultados de Odendaal &
Lehmann (2000), los perros pueden sustituir una interacción positiva
humana. Por otro lado, los guardianes identifican contar con apoyo humano,
por lo que los animales no son sustitutos, sino que expanden sus redes de
apoyo. McConnell & Brown (2011) establecen igualmente que el apoyo
ofrecido por las mascotas complementa el recurso de apoyo humano. Walsh
(2009) también argumenta que es común sentirse más cercano a un animal de
compañía que a otras personas y que esto no necesariamente implica que una
persona tenga dificultades en sus relaciones sociales o esté tratando de
remplazar su compañía humana. Una investigación encontró que no existe
correlación entre una persona apegada a su mascota y dificultades en las
interacciones interpersonales (Smolkovic, Fajfar, & Mlinaric, 2012).
La afiliación, compromiso, responsabilidad, compañía y apoyo son
constituyentes que muestran los diversos roles que los animales de compañía
desempeñan en sus vidas. En estos roles no solo se observa la importancia de
los animales de compañía en la vida de estos guardianes, sino también, cómo
dichos roles otorgan un sentido y significado a la relación y sus dinámicas.

El sentido y significado de la relación

En el análisis encontramos que tres constituyentes en particular le otorgan


un sentido a la relación: el apoyo incondicional, la reciprocidad y el lenguaje
compartido. La interrelación de estos tres constituyentes se dio de la
siguiente forma: el apoyo incondicional y la reciprocidad provienen de que
“ellos saben cuándo yo no me siento bien y yo sé cuándo ellos no se sienten
bien” (G-8). ¿Cómo ambos lo saben? Por una comunicación y un lenguaje
establecido entre guardián y animal de compañía.
Es otras palabras, sin la presencia de un lenguaje no tendrían sentido los
roles que ocupan los animales de compañía en la vida de sus guardianes, ni la
relación en sí. Es en este lenguaje construido por ambos, que nace el
significado de la relación y se le da sentido. Más allá, no solo es el lenguaje
que establecemos con ellos, sino también el lenguaje que utilizamos con las
personas con quienes hablamos sobre ellos (Sanders, 1990; Stibbe, 2001,
2005). Las mascotas permiten a los guardianes tener ese otro con quien
conversar, pero también extienden un puente para conocer otras personas que
igualmente han construido una relación significativa con animales de
compañía (constituyente interacción social). La función de los animales como
lubricantes sociales es discutida por Hunt, Hart y Gomulkiewicz (1992), y por
McNicholas y Collis (2000). A su vez, Wood et al. (2015) encontraron que,
gracias a los animales de compañía, sus guardianes indicaban conocer y
establecer redes de apoyo social con otras personas.

28
A partir de las relaciones humano-animal y humano-humano, los
guardianes y los animales de compañía han co-generado un sentido de
mundo. Es decir, en esta díada humano-animal participan ambos. Las
mascotas se unen a la dinámica relacional, al punto que atempera su lenguaje
a las particularidades de su guardián y muestran emociones de forma
recíproca. Los guardianes, por su parte, construyen ese lenguaje en común
con sus animales, y es en esta reciprocidad comunicativa y emocionalmente
expresiva donde obtienen un sentido de la relación en sí misma (e.g.,
constituyentes de afiliación, compromiso y responsabilidad, apoyo
incondicional, apego por afinidad, duelo) y de su vida individual como parte
de una sociedad, una cultura y de un momento histórico particular (e.g.,
constituyentes de incomprensión, reconocimiento del animal y conciencia
social). Estas construcciones relacionales acceden a una continua significación
y re-significación del vínculo humano-animal. El construccionismo relacional
establece que mientras nos comunicamos, construimos el mundo en el que
vivimos y le damos sentido (Gergen, 2009). Por consiguiente, esta teoría da
paso a explicar la comprensión del vínculo humano-animal como un fenómeno
en que diversas realidades construidas pueden vivirse en un grupo de
personas de forma común. A su vez, contribuye a un modo alterno de concebir
la relación entre las personas y los animales de compañía, y otorga el espacio
“para otra voz, para otra visión y revisión, y para una expansión futura del
campo de las relaciones” (Gergen & Gergen, 2004, p. 25).
Para mostrar ejemplos específicos, fue muy interesante encontrar que
absolutamente todos los participantes consideraban que entienden a sus
animales de compañía y que recíprocamente ellos son entendidos por estos:
“Es como si nos leyéramos la mente” (G-8). Es importante destacar que el
elemento de la reciprocidad también fue encontrado como tema central en la
investigación de Risley-Curtiss et al. (2006). Por un lado del vínculo, los
guardianes perciben emociones por parte de sus mascotas y son interpretadas
por ellos. “Ellos me adoptaron a mi” es una narración que se repite en varios
guardianes. Para Walsh (2009) las mascotas pueden demostrar sentimientos.
Igualmente, la posibilidad de los animales para mostrar emociones es
discutida por Bekoff (2000, 2007).
En términos de la capacidad de los seres humanos de interpretar lo que los
animales intentan comunicar, se argumenta que el estado emocional de un
perro se refleja en su rostro y que el ser humano tiene la capacidad de
identificarlo (Ecoosfera, 2013). Miklóski encontró que las personas pueden
decodificar el ladrido de un perro, distinguiendo su contenido emocional
(Child, 2010). Incluso, habla de la evolución del lenguaje por parte de los
perros para poder comunicarse con nosotros. Durante las entrevistas en los
hogares de los participantes, claramente se observó cuando los perros
ladraban y sus guardianes descifraban inmediatamente lo que querían.

29
Igualmente, cuando el maullido de un gato provocó toda una conversación
entre él y su guardiana como si se entendieran mutuamente.
En el otro lado del vínculo, también sobresalió la gran percepción por parte
de las mascotas de cuando sus guardianes se sienten tristes. Específicamente,
por parte de los perros. La percepción de la tristeza humana por parte del
perro es un área de trabajo que ha cobrado un interés científico en tiempos
recientes. Custance y Mayer (2012) encontraron que los perros responden
empáticamente al ver un ser humano llorando sea o no su guardián, por lo
que se establece la habilidad única que tienen para leer nuestras emociones.
Bentosela y Mustaca (2007) mencionan que esto puede deberse a la
comunicación interespecífica, producto del proceso de domesticación, pero no
necesariamente excluye la influencia de un aprendizaje discriminativo. Fine
(2014) sostiene que dado que los perros han sido criados para coexistir con los
humanos, poseen la predisposición para inspeccionar nuestras caras para
información crítica, para reconfirmación y para dirección o guía. Aún más, un
estudio novel utilizando neuro-imágenes comprobó que los perros pueden
detectar emociones en las voces humanas (Andics, Gácsi, Faragó, Kis, &
Miklósi, 2014), más allá de simplemente reconocer el tono de voz (Coutellier,
2006) apoyando entonces la comunicación vocal exitosa entre dos especies.
Algunos guardianes reportaron que sus gatos también percibían su estado
emocional cuando comparten entre sí. Esta experiencia contrasta con el
conocimiento popular de su independencia, pero concuerda con
investigaciones que indican que los gatos no reaccionan diferente cuando el
estado de ánimo de su dueño cambia, a menos que haya una interacción entre
ellos. Según Turner, Wilson, Fine y Scott Mio (2010), los gatos bien pueden
funcionar como apoyo disminuyendo estados de ánimos negativos, y su
reciprocidad, mutualidad y respeto está en su naturaleza independiente.
Incluso, una de las guardianas expresó que la independencia de los gatos le
permite saber que se ganó su amor, cuando estos así deciden expresarlo.
Además de las experiencias que dieron paso a la identificación de los
constituyentes, emergieron otras experiencias individuales que proporcionan
igualmente un gran significado a este tipo de relación en sus vidas. Asimismo,
le provee a la relación un sentido de pertenencia al mundo. Entre estas se
encuentran: el veganismo, empatía hacia causas del ambiente y bienestar
animal, espiritualidad y la importancia de tener contacto en la niñez con
animales para ser mejores adultos. Incluso, estas experiencias emergentes
coinciden con la proposición de Vining (2003), quien establece que existe una
conexión del ser humano con la naturaleza y el ambiente.

El desarrollo y la fortaleza del vínculo

Todos los guardianes poseían más de una mascota de la misma especie y


en algunos casos más de una especie. En la hoja de datos sociodemográficos se
30
preguntaba si hablarían en la entrevista sobre una o varias mascotas, a lo
que respondían con otra pregunta: “¿puedo hablarte de todas o tiene que ser
solo una?”. Desde ese momento se observó la dificultad en elegir, aunque no
se les requirió. Este fenómeno también se observó en la investigación de
Geller (2005), quien indicó que algunas personas pueden tener solamente una
relación de compañía con sus mascotas, mientras que otros pueden tener
apegos emocionales. Una vez en la entrevista, los guardianes entonces
dejaron entrever un sentimiento especial por una o dos mascotas en
particular. Aunque por todos sienten amor y cariño por igual, los guardianes
establecen un pero al final de esta declaración. Es en los motivos para este
pero donde radica la correspondencia de los hallazgos con la literatura que
busca explicar el establecimiento y desarrollo del vínculo.
Mayormente los motivos expresados por los guardianes se resumen en
atributos de comportamiento y personalidad de la mascota. En consenso,
todos los guardianes identificaron sentir una conexión estrecha con sus
animales que explican mediante características particulares de estos (e.g., su
inteligencia, su dependencia, son expresivos, son alertas, entre otros) o
mediante características comunes a ambos (e.g.,: carácter afín). Wooodwar y
Bauer (2007) argumentan que la personalidad única de las mascotas es una
de las razones por la que se establece una relación efectiva. Añaden que la
complementariedad interpersonal contribuye a un mayor apego en estas
interacciones. Igualmente, concluyen que es la concordancia entre las
necesidades del ser humano provenientes de su personalidad (e.g., control y
afiliación) y las características o personalidad de la mascota, lo que mejor
predice el apego a un animal de compañía. Estos factores tienen implicaciones
importantes ya que, para los autores, conectar atributos de la personalidad en
ambas especies puede optimizar un proceso de adopción.
Para los guardianes, una de las características de las mascotas que
provoca una conexión estrecha, es que sean expresivas y busquen atención.
Una participante identificó que si su gato fuera arisco no se hubiera
establecido la misma relación. Odendaal (2000) establece que mientras mayor
sea la necesidad de atención o el comportamiento social exhibido por parte del
animal, la formación del vínculo entre ambos es más exitosa. Según este
investigador, la búsqueda de atención que puede mostrar una mascota
complementa una necesidad básica emocional que es pre-requisito para lograr
una interacción social. Este razonamiento proviene de la teoría de necesidad
de afiliación inter-especie.
“Ellos dependen de mi” es una narración consistente en todos los
guardianes. El sentirse necesitado ha sido ampliamente discutido como una
de las razones por la que el vínculo es establecido (Fine & Beck, 2015). Peretti
(1990) argumenta que psicológicamente, el animal parece satisfacer la
necesidad humana de cuidar y de proteger a otros. Aquí tal vez la razón por la
que algunas guardianas mencionan la vulnerabilidad de la mascota como
31
motivo para más identificarse con ellas. Por su parte, Bayne (2002)
igualmente comenta que un factor indudable que contribuye al desarrollo del
vínculo es la dedicación al animal. Según la autora, la naturaleza de proveer
cuidado y protección se establece como un patrón y fomenta entonces la
fortaleza de esa unión. Zilcha-Mano, Mikulincer y Shaver (2011) plantean que
a pesar de que los humanos son principalmente los cuidadores de sus
animales de compañía, estos también representan figuras de apego para sus
guardianes.
Ante los apuntes de la literatura, no es de dudar entonces la formación de
un vínculo único con aquellos animales de compañía que tienen historias
tristes (e.g., animales rescatados del abandono y maltrato). De aquí que los
guardianes que rescatan y proveen hogar temporero a animales, se les haga
difícil soltar al momento de tener que ubicar al animal en un nuevo hogar.
Del mismo modo, una guardiana se identificó más con sus conejos sobre sus
gatos, por ser animales considerados presa y como resultado, necesitan más
cuidado y protección. “Fue ese sentimiento de tener al animalito
continuamente cerca de mí dentro de la casa, eso también fortaleció más el
lazo” (G-7). Fine (2014) señala entre los factores que fortalecen la relación, la
residencia del animal dentro del hogar, ya que les permite a ambos compartir
rutinas diarias.
Dos guardianas establecieron la etapa de vida en que se encontraban para
explicar una conexión estrecha con su mascota. El estudiar la relación
humano-animal desde la perspectiva del desarrollo ha sido propuesto por
Pachana, Massavelli y Robleda-Gómez (2011). Se destaca que 12 de 13
guardianes tuvieron mascotas desde etapas jóvenes (i.e., niñez y
adolescencia). Una de las guardianas comentó que en su etapa adulta es que
ha formado un mayor vínculo con las mascotas. Otra guardiana expresó que
el que su gata apareciera el día de la muerte de su padre y cerca de la fecha
de su boda, representó mucho para ella. Fine y Beck (2015) establecen que los
animales ocupan una posición importante en la vida de aquellas personas que
están pasando por una transición.
Todos los guardianes que experimentaron la pérdida de una de sus
mascotas expresan sentir una conexión estrecha con ellas. Esto pareciera
atribuirse al significado de dicho evento, pero también a que algunas de estas
mascotas representaron el primer animal de compañía que tuvieron (algunos
luego de un tiempo considerable haber tenido animales). Barba (1995) sugiere
en su meta-análisis que las personas pueden sentirse más apegadas a quien
fue su primera mascota.
Hasta aquí, es de observar que las razones establecidas por los
participantes, según la literatura y diversas teorías, son importantes para el
desarrollo de la afiliación y el fortalecimiento de un vínculo entre una persona
y un animal de compañía. Asimismo, lo aquí discutido coincide con la
definición conceptual de afiliación:
32
Relación social con uno o más individuos, que por lo general se basa en
el agrado o un apego personas más que en los beneficios materiales
percibidos. Dada la ansiedad, frustración y soledad que surgen de la
ausencia de dichas relaciones parece ser una fuente básica de
seguridad emocional. Algunos proponen que la búsqueda de
asociaciones cooperativas y amistosas con otros que se parecen a uno,
que nos agradan o a quienes les agradamos es un deseo humano
fundamental, refriéndose al mismo como pulsión afiliativa o necesidad
de afiliación (APA Diccionario Conciso de Psicología, 2010, p. 13).

Acorde a esta definición, y considerando el constituyente de emociones,


podríamos sostener que todos los guardianes sienten apego por cada una de
sus mascotas. Incluso, algunos guardianes incluyeron la palabra apego en su
vocablo para definir su experiencia, como lo fue la guardiana 6 quien
mencionó attach como aquello que define vínculo. El apego es teóricamente
definido como cualquier comportamiento que resulte en que una persona
atenga o retenga proximidad hacia algún otro individuo preferido y
diferenciado (Bowlby, 1980). Es la propensión de los humanos de hacer
fuertes vínculos afectivos con otros (Bowlby, 2005). Recientemente, se ha
incluido a otras figuras involucradas en el desarrollo del apego, como lo son
las mascotas. Collis, McNicholas y Serpell, citados en Krause-Parello (2008)
han indicado que los vínculos de apego, incluyendo el apego entre humanos y
sus mascotas, proveen una fuente única y accesible de apoyo social. Sable,
según citado en Field, Orsini, Gavish y Packman (2009), refiere que las
mascotas tienen el potencial de proveer un apego emocional, así como
sentimientos de seguridad y bienestar similares a los que proveen los
humanos.
Según Geller (2005), mientras más animales en el hogar, mayor es el nivel
de apego experimentado. Aunque bien puede ser esto cierto, es un hallazgo
significativo dar cuenta de que un apego puede desarrollarse a un mayor
nivel con una mascota en particular por diferentes razones (constituyente
apego por afinidad). Previamente, Serpell (1996a) concluyó que existen
distintos niveles de apego en las personas hacia sus mascotas y que estos
están relacionados al comportamiento del animal. Reed (2009) también
encontró que las relaciones significativas con una mascota proveen a las
personas de una figura de apego, una relación mutua, y una presencia física
sin igual.
Pareciera que los motivos para una conexión estrecha con unas mascotas
sobre otras nacen del significado trascendental que ese animal tiene en la
vida de su guardián. Esto no implica que los guardianes no formen una
conexión con todas sus mascotas, sino que cada una tiene una posición en su
vida acorde a su significado. A su vez, esta posición parece establecerse a
33
través de un proceso de desarrollo en el que la relación se va fortaleciendo. De
ser un animal, pasa a ser familia y, al igual que la familia, se establecen
dinámicas reciprocas que permiten desarrollar una conexión emocional
estrecha y significativa. Asimismo, parecen asignar una unión que prevalece
sobre otras relaciones en el núcleo familiar.

Aspectos culturales

Tener mascotas parece ser un fenómeno cultural universal (Brown, 2002).


Acorde a lo previamente discutido, dicha premisa se sostiene en Puerto Rico.
Por consiguiente, el describir las experiencias de un grupo de
puertorriqueños, considerados latinos en términos étnicos, contribuyó en
describir cualitativamente algunas similitudes y diferencias que se viven con
la tenencia de un animal de compañía.
Respecto a las similitudes, destacamos como hallazgo principal que existe
una gran esencia psicológica de la vinculación humano-animal que une a
todos los guardianes de esta investigación y que estas vivencias son
experimentadas en las culturas previamente estudiadas en la literatura
popular. La correspondencia con los hallazgos de Risley-Curtiss et al. (2006),
y de Johnson y Meadows (2002) sugiere que las personas que forman parte
del fenómeno de la vinculación humano-animal comparten muchas vivencias
similares, aun teniendo características étnicas y culturales diferentes. Estos
investigadores encontraron que no hay diferencias significativas étnicas o
raciales entre la población con gatos y perros, ya que la mayoría mencionó
sentir apoyo emocional, amor incondicional y compañía por parte de sus
mascotas. En una muestra de latinos mayor de 50 años, Johnson y Meadows
(2002) identificaron que los participantes eran muy devotos a sus mascotas,
habían estado expuestos a mascotas desde niños y se veían a sí mismos como
personas saludables. Asimismo, reportaron que las mascotas eran miembros
apreciados de la familia y tenían un significado importante. Esto establece la
posibilidad de que las mascotas en diversas culturas y grupos sociales
comparten el rol de ser familia y ocupan lugares valiosos e importantes en la
vida de las personas.
Respecto a las diferencias entre el grupo de guardianes, estas radican más
en términos de actitudes y creencias personales sobre los animales. Por
ejemplo, algunos de los guardianes eran veganos y otros no. En el área
espiritual, se refleja el debate de si los animales tienen alma o si van al cielo.
Incluso dos de las guardianas se acogen a la reflexión de William Rogers “si
los perros no van al cielo, cuando muera quiero ir a donde ellos van”. En este
debate, también se une si uno nace gustándole los animales o si es algo que se
adquiere a través del crecimiento. Se observa entonces, la multiplicidad de
posibilidades en cuanto a la relación entre las personas y los animales. La
ambivalencia en actitudes hacia los animales en nuestro país fue constatada
34
por Torres (2008). Igualmente, basta literatura establece que existen
actitudes dispares que se reflejan en una misma sociedad y a través del
mundo (Herzog, 2010).
Más allá de las diferencias entre los guardianes, captura la atención cómo
fueron precisamente ellos los que matizaron una dimensión de la experiencia
que arraiga nuestras vivencias culturales propias. Esta dimensión está
contenida en el constituyente de conciencia social. En Puerto Rico, contrario a
las culturas de donde popularmente provienen los estudios sobre este tema,
tenemos una situación que es visiblemente evidente: animales viviendo a la
merced del hambre, maltrato y sufrimiento día a día en nuestras calles.
Indudablemente, el fenómeno del maltrato animal es mundial. No obstante,
la diferencia radica en hasta dónde las personas están expuestas
directamente a este evento diariamente. Incluso, cómo las personas han
crecido observando esta situación a través de décadas. Claramente, este tema
surgió en todos los guardianes a manera de gran preocupación.

En la cultura puertorriqueña no nos importan los animales, pensamos


que los animales no tienen alma (…) Vemos bonito un lechón en una
vara. Yo no sé, eso es un escenario para mí dantesco, eso es horrible,
desde chiquita yo nunca entendí. No nos importan los derechos de los
animales (G-11).

Los guardianes reconocen que el sufrimiento de animales sin hogar en


Puerto Rico les hace cuidar y valorar más a su mascota. Igualmente, les evoca
ayudar y contribuir a la causa de los animales. Aunque todos aportan de
diferentes formas, es notable que más de la mitad de los guardianes se
identifican como rescatistas de animales. Por lo que es inevitable que gran
parte de sus mascotas fueran rescatadas de la calle. Muchos también
consideran que el no saber las vicisitudes que pudieron haber pasado estas
mascotas antes de tener un hogar calientito y seguro, hace que la conexión
sea estrecha.
Los guardianes no solo hablan de su preocupación, sino que establecen
posibles factores culturales que estén incidiendo en esta situación. Estos
factores estarían ligados a una solución al problema. Según identifican, entre
estos se encuentran: la actitud machista ante la esterilización y castración de
mascotas, la falta de conciencia sobre la gravedad de la situación, la falta de
educación sobre la responsabilidad y compromiso de tener una mascota, y el
poco interés por parte del gobierno en intervenir. Estas razones son
igualmente expuestas por la muestra de participantes en la investigación de
Torres (2008). Una guardiana también resalta esta situación social como un
problema de salubridad y un asunto de salud mental “porque ya estamos
completamente desensibilizados, vemos un animal muerto en la calle, sin
comida, sin agua y no nos importa, es como ver una hoja que cayó, y no puede
35
ser. Tenemos fatiga de compasión” (G-11). Esto contrasta con el argumento de
un arqueólogo puertorriqueño, quien ilustra que “para los puertorriqueños los
perros, en particular los satos y realengos (i.e., mestizos callejeros), son vivos
elementos de nuestra historia y folklore” (Rodríguez, 2007, p. 70).
Las vivencias y preocupaciones de los guardianes sobre este tema también
difieren hasta cierto punto con los hallazgos de Torres (2008) sobre la
percepción hacia los perros realengos en Puerto Rico. Según reporta, fue poco
el apoyo a la esterilización como solución y muchos participantes mostraron
desagrado y molestia ante los perros realengos. En comparación, los
guardianes de este estudio mencionaron que la esterilización y la castración
es una de las mayores soluciones para esta situación. Asimismo, ninguno de
los guardianes demostró molestia, ni desagrado ante los perros realengos, al
contrario, quisieran poder ayudarlos a todos. Ahora bien, según identificado
por algunos guardianes, este suceso se puede deber a la relación con sus
propias mascotas. Para Torres (2008), fue menor la probabilidad de que
mostraran percepciones negativas hacia estos animales, aquellas personas
que tenían perros o habían vivido alguna buena experiencia con perros
realengos. En otro aspecto, aunque asignan al gobierno intervenir en el
asunto, los guardianes también asumen responsabilidad en la problemática y
actúan. No esperan por que el gobierno “lo resuelva todo” (Torres, 2008).
Torres (2008) atribuyó la falta de información correcta a la poca promoción
que reciben y hacen las organizaciones y refugios de animales en Puerto Rico.
Este último dato es muy importante, ya que refleja cómo desde el 2008 al
presente pareciera haber un cambio. En esta investigación, todos los
guardianes se mostraron sumamente educados sobre el tema y sobre sus
propias mascotas. Este cambio se puede atribuir, en parte, al surgimiento de
las redes sociales cibernéticas, lo que fue mencionado en bastantes ocasiones
por cada uno de los guardianes:

Tu empiezas a educarte por Facebook, que es una excelente


herramienta; empiezas a educarte de tantos perritos maltratados,
tantos perritos abandonados todos los días, todos los días, todos los
días, es increíble (voz sentimental) (G-2).

Creo que estamos en un punto de cambio cultural donde más gente


ven su mascota de manera diferente. Lo ves en Facebook, la gente
poniendo fotos de sus perritos vestidos. El perrito en el árbol de
navidad… mira la camita que le compré (G-8).

También es importante señalar que en estos últimos años surgieron


documentales en Puerto Rico con el propósito de concientizar, como es
100,000 (Márquez, 2011), The Lucky Ones (Pratzel, 2014) o Spirit of the Sato:
The Journey of Puerto Rico’s Lost Dogs (La Torre, 2014). También se destaca
36
la cantidad de actividades sociales en tiempos recientes (e.g., Día Nacional del
Perro y Morro Pet Fest) y el establecimiento de mega tiendas
norteamericanas a finales del 2012.
En resumen, se observa cómo las experiencias de los guardianes
entrevistados describen una parte de la relación que es afectiva y sensible
ante sus propios animales de compañía, pero también cómo esta sensibilidad
se extiende a otros animales que así lo necesitan (conciencia social). De esta
forma, presentan un contraste a otra realidad que se vive en Puerto Rico: el
maltrato y abandono hacia animales como perros, gatos y caballos.
Ante la solicitud de mayor entendimiento sobre los aspectos culturales del
vínculo humano-animal (Amiot y Bastian, 2014), es importante analizar cómo
la situación de los animales en nuestro país ocupa un rol significativo.
Máxime, cuando la mayoría de las mascotas de los guardianes fueron
rescatadas de la calle o adoptadas de refugios, y que identificaban una
conexión estrecha con aquellas que tenían mayor necesidad. Esto sugiere una
posible influencia de nuestras vivencias puertorriqueñas respecto a los
animales, no solo en la formación de un vínculo, sino en la forma en que se
manifiesta esa relación. Esta información contribuye a confirmar que
ciertamente la cultura asigna una pieza clave en la relación de las personas
con sus animales de compañía. A su vez, nos permite cuestionar si estas
vivencias sobre el vínculo se dan en otros países donde el abandono de
animales es visible constantemente versus otras culturas, donde se sabe que
existe pero no se tiene contacto directo.

Implicancias

Los 12 constituyentes agrupados en estas 4 dimensiones, permiten


constatar elementos vivenciales presentes en la vinculación humano-animal
de un grupo de puertorriqueños. Más allá, permiten corroborar cómo estas
experiencias identificadas en común en los guardianes traspasan ciertas
barreras culturales cuando se coteja con lo presentado por Risley-Curtiss et
al. (2006). Por tanto, esto contribuyó a la clarificación de este fenómeno y
añade información esencial para comprender las dinámicas entre una persona
y sus mascotas. En particular, en el ámbito psicológico y social.

Ámbito psicológico

Cada una de las experiencias compartidas por los guardianes permite


vislumbrar vivencias que, por sí solas, son muy pertinentes al proceder

37
profesional y científico de este campo8. Principalmente cuando la psicología
como disciplina apenas está comenzando a reconocer la importancia de estos
vínculos en la teoría clínica, en la práctica y en la investigación (Amiot &
Bastian, 2014; Melson, 2002; Raupp, 2002; Walsh, 2009). Meléndez-Samó
(2014a) recoge y elabora en detalle las implicaciones del vínculo humano-
animal para la psicología, en particular profundiza en aspectos de la relación
o conexión emocional, la terapia asistida por animales y la crueldad animal.
Por consiguiente, la siguiente discusión consiste en un resumen basado en las
experiencias de los participantes.
Las vivencias narradas provienen globalmente del significado de estos
animales en la vida de sus guardianes. Fine (2014) enfatiza que la
importancia de la relación humano-animal reside en su profundidad. En otras
palabras, las mascotas tienen un significado profundo para los seres humanos
de una manera específica e importante. Para los guardianes, sus animales de
compañía no solo son parte importante de su vida, sino que muchas veces la
vida de ellos gira en torno a sus mascotas y consecuentemente, son parte de la
toma de decisiones. Ante esto, es sustancial que la psicología reconozca y
comprenda las emociones que se desarrollan como parte de esta experiencia,
así como también los diferentes roles que los animales de compañía ocupan en
la vida de las personas y sus beneficios en términos terapéuticos.
Una de las implicaciones que debe continuar explorándose, tomando en
cuenta el significado de este vínculo, es como los vínculos humano-animal se
vivencian a lo largo de la vida. Cada etapa de desarrollo posee retos,
oportunidades y necesidades, e influye en el valor que le otorgamos a las
relaciones que sostenemos. Por esto es relevante conocer más sobre la
influencia de estas vinculaciones en el desarrollo del ser humano. Qué
aportaciones o beneficios provee la relación humano-animal, así como las
dificultades que pueden presentarse. Por ejemplo, si se toma en cuenta que la
población de mayor crecimiento a nivel mundial son los adultos mayores
(Naciones Unidas, 2017, OMS, 2017), vale la pena conocer más sobre cómo los
animales aportan al bienestar de este grupo, pero igualmente qué retos
pueden surgir.
El apoyo emocional que proporcionan las mascotas es indudable. Su
presencia y la interacción con ellos, favorecen la estabilidad en el estado de
ánimo de sus guardianes. Para estas personas, la compañía y los momentos
de alegría que proveen sus hijos son invaluables. Igualmente, sus animales de
compañía han motivado e inspirado a estos guardianes a tener una mejor
calidad de vida e incluso a levantarse en las mañanas, aun ante la presencia
de dolencias o enfermedades. El apoyo incondicional que proveen sus
animales de compañía, independientemente de la raza o la especie, juega un
importante rol para el bienestar de estas personas. La psicología debe

ver Meléndez-Samó (2014b) para verbatims de los participantes bajo cada constituyente.
8

38
considerar que las mascotas pueden ser un recurso social significativo en la
vida de las personas.
Gergen (2007) plantea que “la (psico)terapia representa una conversación
en la que los participantes toman mucho de sus relaciones por fuera” (p. 324).
Esto es sumamente pertinente cuando se trata de experiencias de duelo, ya
que podría ser una de las mayores razones por la que una persona asista a un
proceso psicoterapéutico. Todos los participantes describieron que el
fallecimiento de un animal de compañía se asemeja emocionalmente a la
muerte de un familiar muy querido, y en ocasiones hasta más. Algunos de
ellos expresaron vivir sentimientos de culpa y procesos de trauma debido a la
forma en que ocurrió la muerte de su amada mascota. La pérdida de una
mascota por muerte, entrega, desaparición, entre otros motivos, puede
lastimar y durar por mucho tiempo (Cohen, 2010). Hay que tomar en cuenta
que esto puede ocurrir en varias ocasiones durante la vida de una persona.
Asimismo, si fue por un proceso de eutanasia, puede ser un desafío emocional
(Lagoni, 2011). Por tanto, es importante no minimizar ni patologizar estas
vivencias, independientemente de la creencia o actitud que el psicólogo tenga
sobre los animales. Se trata entonces de validar las emociones propias de un
vínculo positivo y comprender las preocupaciones asociadas a las mascotas. Si
se desprecia o se desacredita, también se estarían desacreditando las otras
relaciones de las que se deriva esa relación con el animal (Gergen, 2007).
Los propios guardianes reconocen que sus mascotas son animales en su
naturaleza y los respetan como tales (constituyente reconocimiento del
animal). No obstante, las limitaciones del lenguaje no les permiten describir
su relación significativa más allá de decir que son como hijos. Fine (2014)
establece que el lenguaje metafórico es lo que les ayuda a cubrir los múltiples
roles que los animales ocupan. Asimismo, ver la relación en términos
antropomórficos es lo que lo que otorga el significado a dicha relación (Serpell,
1996b). Incluso, el construccionismo añadiría que el nombrar se utiliza para
llevar a cabo relaciones (Gergen & Gergen, 2004).
El aprendizaje de vida expresado por los guardianes acentúa el poder
transformador de estas relaciones. La mayoría de ellos indican que estas
relaciones los ayudan a ser mejores personas cada día y a ser más humanos.
Más allá de los beneficios terapéuticos que podamos acentuar, son los propios
beneficios que perciben los guardianes los que hacen que esta investigación
trascienda en su aportación:

Yo te diría que me ha ahorrado un montón de visitas a los psiquiatras


y psicólogos. (…) La realidad es que si tuviéramos compromiso con los
animales gastaríamos menos en medicinas para la depresión, para la
ansiedad, para la presión alta (G-1).

39
Este tipo de afirmaciones descritas por los guardianes, le asignan aún más
peso al valor que tienen las mascotas en la vida de las personas. A su vez,
confirma cómo “los animales de compañía son un recurso mayor de apoyo
psicológico” (Knight & Herzog, 2009, p. 454). Esto invita a la reflexión sobre
las formas en que la psicología puede implementar los animales en su
práctica, investigación y en la academia.
Como parte del proceso psicoterapéutico, puede considerarse que las
personas puedan trabajar en sesiones trayendo a sus mascotas. Esto
proveería de un ambiente de compenetración y de mayor apertura por parte
de los clientes. Bien expresaron los guardianes, que aquellas personas
quienes comparten su pensar sobre el trato a los animales y aceptan a sus
propias mascotas son meritorios de su confianza. De igual forma, los
psicólogos pueden optar por integrar un animal propio (certificado) como
parte de una terapia asistida por animales. En esencia, tenemos que
considerar el efecto psicológico, social, emocional y fisiológico que tienen los
animales sobre sus guardianes acorde a sus experiencias. Es fundamental
que se puedan documentar profesionalmente los trabajos clínicos realizados
en terapia con animales o como parte de integrar una mascota en el escenario
terapéutico. Esto contribuiría a proveer más información sobre su eficacia,
asignaría mayor credibilidad y permitiría crear planes de tratamientos
adecuados.
Es importante que en entrevistas iniciales se pueda auscultar sobre las
mascotas que viven en el hogar del cliente. De igual modo, incorporar y
adaptar instrumentos de evaluación clínica relacionados a la tenencia de
mascotas y la interacción. Incluso, utilizar técnicas existentes como lo es el
genograma familiar. Estas estrategias, pueden arrojar información
importante sobre dinámicas ocurriendo en el hogar no solo con las mascotas,
sino también en el núcleo familiar. Peacock, Chur-Hansen y Winefield (2012)
proponen la necesidad de considerar el significado de las relaciones humano-
animal en el contexto de avalúo clínico en combinación con otros factores que
podrían indicar vulnerabilidad psicológica. Para Sharkin y Knox: “es
importante que el psicólogo reconozca y respete la importancia de las
mascotas en la práctica clínica y contribuya a incrementar el reconocimiento
y el respeto por el valor de las mascotas en nuestra cultura” (2002, p. 417). De
igual forma, Peacock et al. (2012) indican que los profesionales de ayuda
necesitan entender cómo preservar los vínculos humano-animales, para poder
prevenir resultados negativos en la salud mental de quienes sirven.
De otorgar recomendaciones terapéuticas (e.g., hospitalización), es
importante considerar el vínculo y las emociones que una persona pueda
tener sobre sus mascotas. Se debe planificar adecuadamente con la persona,
ayudando a identificar quién podría asistirle ante este u otros eventos. Esto
igualmente fue sugerido por Ascione et al. (2007), quienes encontraron que
algunas mujeres se abstienen de dar el primer paso en romper el ciclo de
40
violencia de género, al desconocer qué pasará con su mascota. Otra población
que puede experimentar dificultades, son las personas con problemas de
adicción. Muchas de estas personas tienen poco apoyo familiar o social, pero
puede que tengan fuertes vínculos con sus mascotas. Si tuvieran que recluirse
en un programa de rehabilitación de mediano o largo plazo, la decisión de
ingresar en el mismo pudiera estar influenciada por la preocupación de la
seguridad y bienestar de su animal de compañía. Esto amerita estudiarse,
puesto que podría haber beneficios en la rehabilitación al estar en compañía
de una mascota.
Además de la psicología, se destaca que otras profesiones se beneficiarían
de comprender las vivencias que forman parte del vínculo humano-animal,
tanto culturalmente, como de forma individual. La profesión médica debe
tener precaución al pedirle a una persona que se deshaga de su mascota por
una enfermedad. Trabajadores sociales deben tomar en cuenta el rol de la
mascota en el hogar en casos de reubicación familiar. Otro profesional
destacado en la cuestión —y que surgió en las entrevistas de los guardianes—
es el veterinario. Según plantean Siess, Marziliano, Sarma, Sikorski y Moyer
(2015), debido al rol del animal como miembro de la familia, las exigencias
hacia los veterinarios son más similares a la de un médico para humanos. El
rol de este profesional y su comprensión ante eventos de enfermedad y muerte
de las mascotas es muy importante. Para unos guardianes, su veterinario es
una persona de confianza, mientras que otros compartieron experiencias que
consideraron traumáticas debido a la falta de tacto percibida. Por tanto,
consideramos importante que se integre en currículos de veterinarios temas
sobre la reciprocidad emocional existente en el vínculo humano-animal, asi
como también sobre el manejo adecuado psicológico en el proceso de
eutanasia.

Ámbito social

Contrario a épocas anteriores (e.g., década de los 80), las vivencias


descritas permiten percibir un posible cambio cultural ante el trato hacia los
animales. Según una de las guardianas, antes predominaba el pensamiento
del “jíbaro de campo” donde el animal era solo eso, un animal, y que
pertenecía a las afueras del hogar o en la calle. No se le respetaba. Creían que
se podía defender por sí solo y un hueso bastaba “para su hambre mitigar”
(Quiñones Sánchez, 2002). No obstante, el constituyente de conciencia social
arrojó el elemento del maltrato y abandono de los animales en Puerto Rico.
Aunque no se lleva un registro de mascotas en Puerto Rico, ni existe una
estadística oficial del Gobierno sobre incidencias y prevalencias al respecto,
intentos recientes de realizar un censo indican una cifra aproximada de
300,000 perros y 1 millón de gatos (Alvarado León, 2018). Una de las
guardianas, quien rescata animales, expresó: “lloro, lloro y lloramos todas
41
porque yo rescato 100 y la gente que no tiene conciencia abandona 200 (…)
sabes, es bien, es bien frustrante” (G-6). No obstante, describe que la felicidad
de ese animal es su mejor remuneración. Asimismo, el ser rescatista “es una
satisfacción bien grande… te llena el alma” (G-12).
Es evidente en las descripciones de los guardianes, que existe una
comunidad de personas que se dedican al bienestar animal en Puerto Rico.
Para ellos, salvar una vida no tiene precio, pero el proceso para llegar a ello
puede ser exhaustivo física y emocionalmente. Según Gaarder (2008), las
mujeres activistas en los derechos de los animales pueden presentar estragos
en sus carreras, en relaciones personales y en su estado emocional. Asimismo,
dificultades económicas. Entonces, según Romero Waldhorn (2013), se trata
de salvar animales sin morir en el intento evitando así el “desgaste por
empatía” o fatiga por compasión. Ante las diversas experiencias compartidas
al respecto, es necesario comprender que la violencia hacia los animales es un
asunto complejo, por lo que amerita una exploración a profundidad en
investigaciones futuras. A su vez, se debe abrir el espacio para discusiones
académicas sobre este tema tan arraigado a nuestra sociedad y que revela
implicaciones para la salud mental (Ascione, McCabe, Phillips, & Tedeshi,
2010; Becker & French, 2004; DeGrue & DeLillo, 2009).
La participación mayoritaria de mujeres en esta investigación también
podría sugerir factores culturales en la relación e interacción con los animales
en Puerto Rico. Diferencias de género destacando la mujer como mayor
involucrada en la vinculación humano-animal y en el campo del bienestar
animal, han sido encontradas en varias investigaciones (Beth Tower, &
Nokota, 2006; Cohen, 2002; Díaz Videla & Olarte, 2016; Miller et al., 2009).
Segarra (2017) expuso sobre la predominancia de mujeres en la lucha por el
bienestar animal en Puerto Rico. Discutió como Gaarder (2011) identifica
teorías que buscan justificar dicho fenómeno, siendo las principales: el
aprendizaje social, su influencia en la socialización por género y el feminismo
cultural. Estas plantean el pensamiento relacional, la empatía basada en
experiencias de dominación jerárquica y la influencia biológica por la
capacidad de dar vida. Miller et al. (2009) sugieren que las razones pueden
atribuirse a las hormonas de estrógeno y testosterona, ya que el estrógeno es
un estímulo fuerte para la producción de oxitocina. La oxitocina ha cobrado
un rol sumamente importante explicando la biología de la conexión y la
afiliación inter-especie (Díaz Videla & López, 2017; Olmert, 2009; Petersson
et al., 2017).
Por su parte, Herzog (2007) expone que los hombres y las mujeres
interaccionan con los animales similarmente en términos de la tenencia de
mascota y del duelo por su pérdida. Ambas cosas concuerdan con este estudio.
No obstante, este autor subraya que los hombres apoyan más la investigación
con animales, la cacería de estos por recreación y se asocian más con crueldad
animal. Ninguno de estos factores se observó en los dos hombres
42
entrevistados. En contraste a esta discusión, Segarra (2011) no encontró
diferencias significativas por género en su estudio con adultos mayores y el
nivel de apego a sus mascotas realizado en Puerto Rico. Es importante que
futuras investigaciones puedan explorar la relación humano-animal en
términos de sexo y género en las distintas culturas.
Finalmente, en el ámbito social pueden existir otras implicaciones. Por
ejemplo, considerar cómo los niveles socioeconómicos influyen en la
vinculación y sus dinámicas. Muchos de los guardianes darían todo por sus
mascotas, aun si no tuvieran el dinero. No obstante, es un factor meritorio de
atención ya que en nuestra cultura cuidarlos puede ser proveer un remedio
hecho en casa y no recomendado por un veterinario.
Igualmente, es importante implementar un registro de mascotas en el país.
Una sugerencia es incorporar preguntas sobre la cantidad y el tipo de
mascotas en hogares en Puerto Rico en el próximo Censo Federal. Esto fue
sugerido previamente por Beck y Katcher (2003) como forma de trabajar en
asuntos de salud pública. También, se deben considerar las redes sociales
ante su función de educación sobre la tenencia responsable de mascotas y
como vehículo para la creación de conciencia social.

Conclusión

Este estudio nos proporcionó no solo de una clarificación de los


constituyentes esenciales de la experiencia del vínculo humano-animal, sino
que nos mostró la complejidad que arraiga comprender esta afiliación y sus
dinámicas. A pesar de esta complejidad, de innumerables vivencias, de la
multiplicidad de narrativas y de los diferentes detalles abordados
individualmente, se destaca que existe una gran esencia psicológica de la
vinculación humano-animal que los guardianes puertorriqueños de esta
investigación comparten. Esta esencia es representada por los 12
constituyentes identificados y su interrelación entre sí, lo que permitió dar
cuenta de distintas dimensiones en las que se ubican las vivencias de esta
relación. Particularmente, es interesante cómo estas vivencias (o
constituyentes) contienen elementos similares a los ya establecidos en la
literatura científica de la interacción y vinculación humano-animal.
Conocer sobre los constituyentes del vínculo humano-animal en Puerto
Rico, inició un efecto en cadena que inspiró implementar cambios para bien.
Al presente, se han creado cursos universitarios en algunos programas de
psicología sobre la interacción humano-animal y las intervenciones asistidas
por animales. De igual forma, se comenzó este año a ofrecer educación
continua para distintos profesionales interesados en integrar esta área de
trabajo en su disciplina. También se desarrolló un comité en la asociación de
43
psicología del país con el propósito de educar, concientizar y promover
políticas públicas en nuestra sociedad. Estos logros representan un gran
avance en pocos años luego de esta investigación.
Es nuestra esperanza que este efecto en cadena continúe e inspire a otros a
investigar sobre los constituyentes del vínculo humano-animal en otros países
latinoamericanos. En particular, nos gustaría que permita profundizar en un
mejor entendimiento de los beneficios mutuos que se derivan esta relación. De
esta forma, permitiría proveer mayores recomendaciones para una sana
convivencia que involucre el bienestar biopsicosocial de ambos lados del
vínculo. Es significativo resaltar que se nos ha abierto la puerta al trabajo
transcultural, teniendo como muestra la redacción de este capítulo para
investigadores de la Universidad de Flores en Argentina. Esto evidencia las
posibilidades de trabajo en la transdisciplina de la antrozoología a través de
diferentes culturas. A su vez, se une a la petición de mayor publicación sobre
los aspectos culturales de la interacción y vinculación entre seres humanos y
animales (Amiot & Bastian, 2014).
Es inevitable continuar realizando un llamado a las diferentes disciplinas
de la salud de manera que otorguen mayor espacio y reconocimiento sobre el
significado, el valor y la importancia de la vinculación humano-animal.
Máxime si se toma en cuenta la promoción emergente del modelo de “Una
sola salud” (CDC, 2018), donde se hace un reconocimiento del bienestar
humano como uno interdependiente al del ambiente y al de los animales no
humanos. Se sugiere expandir las investigaciones y publicaciones sobre esta
área y sobre la terapia asistida por animales. También es deseable
incrementar el trabajo multidisciplinario y el trabajo transcultural que bien
puede contribuir al avance del conocimiento científico mundial sobre la
interacción humano-animal. Esto nos puede llevar a un cambio constructivo,
a una manera más auténtica de vivir e interaccionar con otros y, como
resultado, a un mejor mundo, algo pertinente es estos temas y en la psicología
(Giorgi, 2005).

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Tenencia de animales de compañía. Beneficios y bienestar
para los seres humanos y los propios animales

BEATRIZ HUGUES HERNANDORENA*, MIGUEL TORRES LÓPEZ, LORAINE


LEDÓN LLANES, MADELIN MENDOZA TRUJILLO
Asociación Cubana de Medicina Veterinaria. Universidad Agraria de La Habana.
*Remitir correspondencia a bettymig@infomed.sld.cu

Cita sugerida: Hugues Hernandorena, B., Torres López, M., Ledón Llanes, L., &
Mendoza Trujillo, M. (2018). Tenencia de animales de compañía. Beneficios y
bienestar para los seres humanos y los propios animales. En M. Díaz Videla & M. A.
Olarte (Eds.), Antrozoología, multidisciplinario campo de investigación (pp. 51-57).
Buenos Aires: Editorial Akadia.

Resumen

Diversos estudios han mostrado los beneficios para la salud física y mental de
los seres humanos, producidos por la tenencia de animales de compañía, así
como el bienestar que les prodiga la convivencia en los hogares, a unos y
otros. En este documento se señala la significación que tiene esta clase de
animales en las diferentes etapas de la vida de los seres humanos. Se
muestran los beneficios que tienen para estos en relación con los problemas
de la salud cardiovascular, reproductiva, la promoción de la ejercitación física
y la pérdida de peso corporal, lo cual contribuye al mejoramiento y control de
la obesidad y el sobrepeso, los cuales son factores de riesgo de otras
enfermedades. Se informan además los efectos negativos de la tenencia y
cómo mitigarlos, ayudando a evitar el abandono y el maltrato animal.
Además se plantean los beneficios que reciben los propios animales.
Finalmente, se concluye que la convivencia entre los seres humanos y los
animales de compañía ejerce efectos positivos para la salud de ambos, por lo
cual se debería considerar la tenencia de estos animales como una
herramienta terapéutica apreciable en la atención médica que se brinda en
las instituciones de salud. Además al convivir con los animales y prodigarles
cuidados, se evita el impacto negativo que propicia para el medio ambiente el
hecho de que los animales habiten en las calles.
Palabras claves: actividad física, animal de compañía, bienestar animal,
salud.

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