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Ética

Todas las personas son individuos (latín: individuus, indivisible) dotados de

autoconciencia, con personalidad propia, lo cual nos hace únicos y diferentes. Cada uno de
nosotros constituye en sí un mundo diferente al de los demás; poseemos características
propias unos de otros; somos resultado de un proceso histórico, social y cultural que con gura
nuestra personalidad de forma dinámi-ca; de ahí que no seamos ajenos a la in uencia del
contexto social en que vivi-mos, ya que la mayoría de nuestras acciones son producto de la
mediación que realizamos entre lo que somos y lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero ¿cómo
es que decidimos el curso de nuestras vidas? ¿Con base en qué? ¿Para qué? De acuerdo con
algunos especialistas, siempre enfrentamos el dilema de qué hacer con nuestras vidas. Puesto
que todo en la vida es una elección, buena o mala, veamos los tipos de decisiones humanas.

El ser humano goza del libre albedrío para tomar decisiones. Nuestra natura-leza nos
predispone para elegir entre varias opciones, pero no es tarea sencilla, porque diario vivimos
situaciones en las que debemos elegir la opción más ade-cuada.8 La toma de decisiones se
realiza de forma autónoma y/o heterónoma. Las

decisiones heterónomas son elecciones en las que agentes externos in uyen en nuestra
voluntad, ya sean padres, hermanos, círculo social, pareja, maestros, compañeros de clase,
comunidad religiosa, leyes, etc. La infancia es la etapa de la vida en que predomina la
heteronomía, porque los adultos deciden por los hijos. Pese a que la elección tenga un n
moralmente deseable y sea la correcta, ello no asegura que el individuo re exione sobre la
importancia de tomar decisiones, acabe por renunciar a su libertad y se subordine a los
demás, acostumbrándose a recibir las normas de conducta de otro(s) distinto(s) de sí

Por su parte, las decisiones autónomas son de carácter personal y corres-ponde a los
individuos actuar bajo la convicción del deber, acorde con sus sen-timientos, gustos e
inclinaciones personales, ajenos a cualquier tipo de presión externa. La toma de decisiones es
un acto voluntario y en libertad, donde el su-jeto se determina a sí mismo y toma sus
decisiones de forma consciente. Cuando las elecciones personales son autónomas, puede
decirse que adquieren el carác-ter de éticas, porque resultan de procesos re exivos propios,
acorde con lo que se piensa que es lo correcto. La adolescencia es la etapa de la vida donde
comienza la construcción de la

autonomía; es el momento en que los seres humanos comienzan a forjarse un juicio sobre las
normas que guiarán sus actos. El pedagogo Paulo Freire (1921-1997) destacaba ya la
necesidad de que los jóvenes asumieran la responsabilidad de tomar sus decisiones de forma
autónoma. De acuerdo con este autor, si bien es cierto que nadie nace autónomo, decidir en
sí, como ejercicio de libertad, implica construirla en la práctica, aprendiendo a tomar
decisiones.9 Y a decir del lósofo Immanuel

Kant (1724-1804), tomar decisiones de forma autónoma es propio de personas con criterio,
conscientes y responsa-bles, como lo deja ver en el principio del Sapere aude, que puede
traducirse como “Atrévete a pensar por ti mismo”. En conclusión, ¿por qué no invitar

a los jóvenes para que se asuman pro-tagonistas de sus decisiones y apren-dan a evaluar las
alternativas, ventajas y desventajas, riesgos, oportunidades, límites, alcances y repercusiones
de ta-les? ¿Por qué negarles la oportunidad de dejarlos ser para que de manera res-ponsable
forjen su autonomía? Nadie puede ser autónomo si depende de los demás para tomar sus
decisiones, aunque se equivoque. Nadie madura de repente; la autonomía, en cuanto
maduración del ser para sí, es proceso, es llegar a ser, y sucede cometiendo errores y acier-
tos.

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La autonomía es una práctica de libertad, pese a que el humano es un ser social que necesita
de convivencia y colaboración con los demás; también es un ser moral que enfrenta en todo
momento la necesidad de elegir y decidir lo mejor para sí y los demás. Esta es la condición
que le permite ir más allá del propio interés y conducirse por prin-cipios éticos, con base en
los valores morales. Cuando actúa de esta forma, se dice que actúa con libertad. Y ¿qué es la
libertad? Comen-cemos por decir que es un término polisémico, aunque en esencia su
signi cado alude a la capacidad de actuar según la propia decisión.11 A partir del ámbito
donde se ejerce dicha acción, podemos ha-blar de diversas clases y formas de entender la
libertad. Por ejemplo, Dante Alighieri (1265-1321), en el “canto a la libertad” de la Divina
Comedia, escribió: “un corazón noble no puede sentirse a gusto ni
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