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Sentencia 126/2021
EXP. N.° 03644-2017-PA/TC
HUANCAVELICA
OMAR LEVÍ PÁUCAR CUEVA Y OTRO
RAZÓN DE RELATORÍA
SS.
LEDESMA NARVÁEZ
FERRERO COSTA
MIRANDA CANALES
BLUME FORTINI
RAMOS NÚÑEZ
SARDÓN DE TABOADA
ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA
EXP. N.° 03644-2017-PA/TC
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OMAR LEVÍ PÁUCAR CUEVA Y OTRO
En Lima, a los 19 días del mes de enero de 2021, el Pleno del Tribunal Constitucional,
integrado por los señores magistrados Ledesma Narváez, Miranda Canales, Blume Fortini,
Ramos Núñez, Sardón de Taboada y Espinosa-Saldaña Barrera pronuncia la siguiente
sentencia, y con el fundamento de voto del magistrado Blume Fortini y los votos singulares
de los magistrados Miranda Canales y Sardón de Taboada, que se agregan. Se deja
constancia de que el magistrado Ferrero Costa votará en fecha posterior.
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Omar Leví Páucar Cueva y
don Jorge Armando Bonifaz Mere contra la resolución de fojas 213, de fecha 18 de julio de
2017, expedida por la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Huancavelica, que
declaró improcedente la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Admitida a trámite la demanda de amparo (f. 36), los jueces emplazados -don
Máximo Teodosio Alvarado Romero, don Máximo Belisario Torres Cruz y doña Flor de
María Vera Donaires- se apersonan al proceso y la contestan (f. 43, 47 y 51,
respectivamente). A su turno, el procurador público a cargo de los asuntos judiciales del
Poder Judicial, al apersonarse al proceso, solicita que este se suspenda (f. 55), en espera de
que se atienda la petición que formuló al Consejo de Defensa Jurídica del Estado para que
sea otra Procuraduría la encargada del patrocinio, toda vez que tuvo a su cargo la defensa de
los recurrentes en el proceso de habeas corpus que ahora se cuestiona en el presente amparo.
Absuelta tal petición, se emplazó a la Procuraduría Pública del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos (f. 156). Sin embargo, esta no contestó la demanda de manera oportuna.
FUNDAMENTOS
1. El Tribunal hace notar que del escrito que contiene la demanda se desprende que su
petitorio está orientado a que se declare la nulidad de la Resolución 9, de fecha 19 de
enero de 2016 (f. 6), expedida por la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de
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3. Antes de abocarnos de lleno en un análisis de esa envergadura todavía es preciso que nos
detengamos en un par de cuestiones previas, atinentes a la legitimidad para obrar de los
demandantes –quienes actuaron como jueces ordinarios y, en esa condición fueron
emplazados con el habeas corpus– y, de otro, a la igualmente singular situación de que
mediante un amparo se cuestione lo decidido en un habeas corpus.
4. Como ya se indicó, quienes interponen la presente demanda de amparo son dos de los
jueces que conformaron la Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de
Huancavelica, la misma que expidió la Resolución 6, mediante la cual se revocó el
beneficio penitenciario de semilibertad concedido a favor de don Edwin Valladolid
Palomino; resolución que fue censurada en su constitucionalidad mediante la sentencia
dictada en un proceso de habeas corpus, que es la que ahora se cuestiona a través del
presente amparo.
5. La cuestión acerca de si tienen los jueces contra los que se ha dictado una sentencia
estimatoria en el proceso de habeas corpus– legitimidad para obrar y, en ese sentido, si
se encuentran autorizados para promover una demanda de amparo contra lo resuelto en
un habeas corpus, ha de absolverse de modo positivo. Y así lo es porque este Tribunal
hace notar que fueron los magistrados que integraron la Sala Penal Liquidadora de la
Corte Superior de Justicia de Huancavelica a los que se emplazó directamente con el
habeas corpus, como autoridades responsables de expedir una resolución judicial que se
juzgó como contraria a la libertad personal. Este emplazamiento con la demanda de
habeas corpus supuso que ambos fueran considerados en la condición de “parte”
demandada en aquel proceso constitucional. Por lo tanto, al igual de lo que sucede con
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cualquier otra persona que participa en un proceso judicial, no bien fueron considerados
como partes dichos magistrados titularizaron todos y cada uno de los derechos
fundamentales a través de los cuales se informa y limita el desarrollo de un proceso, entre
los cuales se encuentra el derecho a obtener una decisión adecuadamente motivada.
6. La legitimidad para obrar que este Tribunal reconoce en aquellos jueces no se sustenta en
que hayan presentado su demanda como personas naturales. No son actos particulares los
que se evaluaron en el habeas corpus al que antes se ha hecho referencia, sino actos de
autoridad, que fueron adoptados en el marco del ejercicio de un cargo público, los cuales,
como sucede con cualquier otra entidad pública que participa en un proceso judicial,
titularizan todos los derechos fundamentales de orden procesal.
7. Siendo este el escenario procesal, los demandantes en su condición de jueces que fueron
parte emplazada en el habeas corpus tienen plena legitimidad para reclamar vía amparo
la afectación de sus derechos al debido proceso y a la motivación de las resoluciones, si
se consideraran afectados, como aducen ahora. En tal sentido, le corresponde al Tribunal
Constitucional dilucidar la controversia planteada y otorgar tutela a los derechos
fundamentales invocados, si se corrobora, claro está, su afectación.
10. En el presente caso, el Tribunal observa que los recurrentes acusan la vulneración del
derecho fundamental a la motivación de las resoluciones judiciales; advierte que es la
primera vez que se promueve este supuesto excepcional de amparo; en concreto, se
cuestiona una resolución judicial estimatoria; se invoca la falta de acatamiento de la
doctrina jurisprudencial y de pronunciamientos vinculantes del Tribunal Constitucional;
y la demanda no ha sido interpuesta contra una decisión de este Tribunal. En tal sentido,
queda claro que, de la forma tal como ha sido planteado el reclamo, este se encuentra
dentro de los supuestos a), b), c), d), e) g) y h) reconocidos por el Tribunal para la
procedencia del consabido régimen excepcional de “amparo contra habeas corpus”.
12. Por tanto, este Tribunal considera que tratándose de jueces demandados en un proceso
constitucional y de que la decisión estimatoria que se adopta en este es una que vulnera
sus derechos fundamentales al debido proceso y a la motivación de las resoluciones
judiciales, queda habilitada la vía excepcional del “amparo contra habeas corpus” y sus
demás variantes para reclamar el acto violatorio de sus derechos.
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13. Finalmente, sobre el “amparo contra amparo” como mecanismo procesal para la defensa
de los precedentes vinculantes establecidos por el Tribunal Constitucional, corresponde
precisar que cuando se invoque el incumplimiento de estos deberá estar acreditada la
afectación de los derechos fundamentales del reclamante, la misma que podría producirse
porque se aplicó indebidamente la regla precedente a su caso o porque se inaplicó. En
consecuencia, no basta la sola mención de la supuesta contravención a lo dispuesto por
los precedentes vinculantes de este Tribunal, sino que es un requisito para la procedencia
del amparo contra amparo y sus demás variantes el demostrar la relación de afectación
iusfundamental.
14. Los demandantes alegan que la Resolución 9 incurre en vicios de motivación porque
sustentar la decisión estimatoria dictada en el habeas corpus aplicando a la solicitud de
beneficio penitenciario presentada por don Edwin Valladolid Palomino la Ley 30101, por
resultar más favorable, y no así la Ley 30076, que era la vigente en el momento que se
presentó la solicitud, lo que contradice el carácter vinculante del criterio establecido por
este Tribunal Constitucional en la Sentencia 00012-2010-PI/TC, además de transgredir el
Acuerdo Plenario 2-2015/CIJ-116, que interpreta los alcances de la sucesión de normas
de ejecución penal en el tiempo.
15. Los jueces emplazados alegan, básicamente, que la razón sobre la cual sustentaron su
resolución gira en torno a la norma aplicable para resolver la solicitud de beneficio
penitenciario de semilibertad presentada por don Edwin Valladolid Palomino. A su juicio,
la publicación de la Ley 30101 es posterior a la emisión de la Sentencia 00012-2010-
PI/TC y, de modo complementario, porque los criterios precisados en esta no inciden en
el contenido dispositivo de la referida ley, por lo que consideran que no se ha incumplido
ningún precedente vinculante.
16. Efectivamente, tal como lo han expuesto los demandantes, el Tribunal Constitucional en
la Sentencia 00012-2010-PI/TC precisó los alcances de los beneficios penitenciarios en
torno a su naturaleza jurídica y a la normatividad aplicable al procedimiento mediante el
cual se tramita su otorgamiento. En aquella oportunidad, esencialmente, el Tribunal
estableció que, en materia penitenciaria:
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17. Los beneficios penitenciarios son medidas que el legislador o la autoridad administrativa
adopta en procura de alcanzar el fin constitucionalmente exigido por el artículo 139,
inciso 22 de la Constitución, esto es, que el régimen penitenciario haga posible la
reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad. “En estricto los
beneficios penitenciarios no son derechos fundamentales, sino garantías previstas por el
Derecho de Ejecución Penal, cuyo fin es concretizar el principio constitucional de
resocialización y reeducación del interno” (Sentencias 00842-2003-PHC, fundamento 3;
02700-2006-PHC, fundamento 19; 00033-2007-PI, fundamento 46; 02055-2015-PHC,
fundamento 4, entre otras). Mientras su configuración normativa esté orientada a alcanzar
tal fin, no es posible exigir al legislador la previsión de un concreto tipo de beneficios. Es
decir, no existe un derecho fundamental a obtener un beneficio penitenciario, ni siquiera
a aquellos que son representativos de la posibilidad de la concesión antelada de libertad.
Por ello, a lo largo de su jurisprudencia, este Tribunal ha recordado que la exclusión de
su eventual concesión, en función de la gravedad de ciertos delitos, no es inconstitucional
per se.
18. Los términos en los que se ha regulado los beneficios penitenciarios por el artículo 42 del
Código de Ejecución Penal [“Los beneficios penitenciarios son los siguientes: 1.- Permiso
de salida. 2.- Redención de la pena por el trabajo y la educación. 3.- Semi-libertad. 4.-
Liberación condicional. 5.- Visita íntima. 6.- Otros beneficios”] no significa que, por vía
de este precepto, se haya “constitucionalizado” un concreto tratamiento penitenciario para
la totalidad de delitos cometidos. Tal razonamiento negaría el ámbito de libre
configuración legal que, respetando el objetivo previsto en el artículo 139, inciso 22 de la
Constitución, corresponde al Parlamento como representante de la nación (artículo 93 de
la Constitución) en materia de política penitenciaria. De ahí que los beneficios orientados
a la obtención de una libertad antelada ingresan dentro del marco de lo
constitucionalmente posible, e incluso quizá de lo técnicamente recomendable, pero no
de lo constitucionalmente obligatorio.
19. Ahora bien, nada de lo anterior significa que, una vez que el legislador haya previsto la
posibilidad de acogerse a los beneficios penitenciarios, su denegación arbitraria no genere
un problema de relevancia constitucional. Como en diversas oportunidades se ha
enfatizado, el hecho de que no exista un derecho fundamental a los beneficios
penitenciarios “no quiere decir que la denegación de tales solicitudes de libertad pueda o
deba ser resuelta de manera caprichosa o arbitraria por los jueces competentes. No se
puede olvidar, sobre el particular, que la resolución que la concede o deniega debe
atenerse escrupulosamente al contenido constitucionalmente protegido del derecho
reconocido en el inciso 5) del artículo 139 de la Constitución; es decir, que deberá
resolverse de manera especialmente fundamentada, precisándose los argumentos fácticos
y jurídicos en los cuales se sustenta. Resulta claro que, inexistente o manifiestamente
arbitraria que sea dicha fundamentación (cfr. STC 0806-2003-PHC), la resolución que
deniega el beneficio penitenciario (…) constituye una violación (…) del derecho
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20. Por otro lado, este Tribunal también ha recordado que la concesión de los beneficios
penitenciarios, como la redención de la pena por trabajo y educación, la semilibertad y la
liberación condicional, está condicionada al cumplimiento de ciertas formalidades
previstas en la legislación, distintas en cada caso. Y en la medida que ellas inciden sobre
la ejecución efectiva de la pena privativa de libertad, su concesión, en el caso de
cualquiera de los beneficios penitenciarios, se encuentra condicionada a un requisito
adicional de carácter material: el penado debe encontrarse rehabilitado, es decir, debe
existir certeza de que su puesta en libertad con antelación al cumplimiento total
del quantum de la pena impuesta, no representa en modo alguno una amenaza para la
seguridad de la población ni para ningún otro derecho fundamental.
22. Siendo ello así, si bien es posible que, en aplicación del principio previsto en el artículo
139, inciso 22 de la Constitución, la efectiva ejecución de la pena se reduzca, y se conceda
libertad al penado antes de que se cumpla la totalidad de la pena impuesta, pero ello solo
puede suceder si no existen dudas de que para entonces este se encuentra resocializado.
23. Acaso podría sostenerse que, en caso de dudas, el principio favor libertatis exigiría al
juzgador conceder el beneficio penitenciario que permita al penado recuperar con
antelación el ejercicio de la libertad. Esta es una apreciación errónea. Quien ha sido
constitucionalmente pasible de una pena privativa de la libertad personal, se encuentra
suspendido en el ejercicio de la libertad corporal. El principio
interpretativo favor libertatis resulta operativo cuando nos encontramos ante supuestos
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en los que la persona se encuentra en pleno ejercicio del derecho o, en todo caso, cuando
existen dudas relacionadas a si su contenido ha sido o no válidamente limitado. Ninguno
de estos supuestos se presenta cuando la persona ha sido constitucionalmente condenada
a pena privativa de libertad.
24. Por esa razón, este Tribunal ha dejado entrever que cuando un juez penal ordena la
excarcelación de un delincuente que no ha cumplido la totalidad de su pena, sin que haya
corroborado de que se encuentra resocializado, viola flagrantemente el deber primordial
que expresamente le impone el artículo 44 de la Constitución de “proteger a la población
de las amenazas contra su seguridad”. A este Tribunal no le es ajeno que, en determinados
casos, la condición de resocialización puede ser algo difícil de valorar. Empero, ya ha
establecido este Tribunal que, en caso de dudas, el juez penal tiene la obligación de no
conceder el beneficio de libertad.
25. Asimismo, este Tribunal Constitucional estima oportuno reiterar su criterio en el sentido
de que las modificaciones legislativas relacionadas con los beneficios penitenciarios son
inmediatamente aplicables, aun cuando ellas sean representativas de un tratamiento
penitenciario más estricto. Ello es así, antes que por la naturaleza de la ley penitenciaria,
por el fundamento constitucional que subyace al principio de prohibición de aplicación
retroactiva de la ley penal in malam partem y de aplicación ultractiva de ley penal más
beneficiosa (artículo 103 de la Constitución).
26. Dicho fundamento consiste en el principio liberal orientado a evitar que el Estado utilice
a la norma penal limitativa de la libertad personal como un recurso para violar libertades
esenciales del ser humano, imponiéndole sanciones por hechos que no eran típicos cuando
se produjeron o con penas mayores a las que estaban previstas en el ordenamiento en ese
momento. Su razón subyacente, pues, no es solo que la persona pueda anticipar
razonablemente la ilicitud penal de su conducta en función de lo que el ordenamiento
prevé, sino también el quantum de pena imponible. De ahí que, de acuerdo con el artículo
2, inciso 24, literal d, de la Constitución, “nadie será procesado ni condenado por acto u
omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente calificado en la ley, de manera
expresa e inequívoca, como infracción punible; ni sancionado con pena no prevista en la
ley”.
27. Así las cosas, el fundamento de un principio penal como el enunciado en el artículo 103
de la Constitución, no consiste en una suerte de mandato para aplicar en toda circunstancia
relacionada directa o indirectamente con el derecho penal la ley más beneficiosa, sea esta
sustantiva, procesal o penitenciaria, sino en que toda persona pueda anticipar la tipicidad
de una conducta y la pena a ella imponible.
28. La tesis que pretende extender el principio del artículo 103 de la Constitución a la
aplicación de la ley penitenciaria, y plantear la aplicación ultractiva de la ley más
beneficiosa lo hace, esencialmente, sobre la base de considerar que la ley penitenciaria
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29. Este razonamiento, en opinión del Tribunal, yerra al no tomar en cuenta el referido
fundamento constitucional que subyace a la aplicación ultractiva de la ley penal más
beneficiosa, que es, como se dijo, que el ser humano pueda anticipar razonablemente la
tipicidad del hecho y la pena imponible. En efecto, no existe duda de que, si se respeta la
aplicación ultractiva de la ley penal más beneficiosa, cuando se comete el hecho típico,
es posible anticipar la pena imponible. Pero, ¿es posible anticipar en dicho momento cuál
será el tratamiento de la efectiva ejecución de la pena? Si se toma en cuenta que el artículo
44 de la Constitución prohíbe conceder el beneficio de libertad antelada sin haberse
acreditado la resocialización del penado, la respuesta a tal interrogante evidentemente es
negativa. Y es que quien crea que cabe una respuesta afirmativa, no solo está asumiendo
que cuando se realiza el ilícito es posible anticipar razonablemente el quantum de la pena
imponible, sino además el grado de resocialización que alcanzará el delincuente, lo cual,
tanto en dicho momento, como incluso en el momento del dictado de la sentencia
condenatoria firme, es ciertamente imposible.
30. Individualización de la pena y tratamiento de su ejecución son, pues, cosas distintas desde
un punto de vista constitucional, pues mientras la primera queda condicionada a las
características del hecho típico, el otro está condicionado, cuando menos en lo que
respecta a los beneficios penitenciarios que permiten una libertad antelada, al nivel de
resocialización del penado. En otras palabras, para el tratamiento de los beneficios
penitenciarios, el fundamento constitucional que subyace a la aplicación de la ley penal
más beneficiosa (a saber, poder predecir la acción del derecho penal), se desvanece. En
consecuencia, no juega ningún rol en el marco de dicho tratamiento.
31. El único momento en que es posible verificar el grado de resocialización del penado, es
cuando se presenta la solicitud de aplicación del beneficio que genera libertad anticipada.
De ahí que la ley penitenciaria aplicable es la que se encuentra vigente en la fecha en que
se solicita el beneficio. Tal como ha precisado este Tribunal, “desde ese momento,
cualquier modificación que se realice a las condiciones para acogerse a un beneficio
penitenciario no podrá ser aplicable al caso concreto del solicitante, a no ser que la nueva
ley, como dispone el artículo VIII del Título Preliminar del Código de Ejecución Penal,
sea más favorable al interno” (Sentencia 01593-2003-PHC, fundamento 12).
32. Otra razón que desvirtúa constitucionalmente la posibilidad de que la ley penal y la ley
penitenciaria tengan el mismo tratamiento, en cuanto su aplicación en el tiempo, consiste
en que cuando se produce el hecho típico que sirve de base para determinar qué norma
penal se aplica, para el Derecho aún no hay un culpable, pues “toda persona es
considerada inocente mientras no se haya declarado judicialmente su responsabilidad”
(artículo 2, inciso 24, literal e., de la Constitución). Consecuentemente, antes de que dicha
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33. Ahora bien, podría alegarse que, de todas formas, bajo esa perspectiva, podrían ser
inmediatamente aplicables las leyes que aumentan las condiciones formales para obtener
el beneficio de la libertad, pero no las que los eliminan, cuando menos no si la persona se
encuentra resocializada. Este argumento caería nuevamente en el error de asumir que los
concretos beneficios orientados a obtener una libertad antelada vienen impuestos por la
Constitución. Como se ha expuesto, lo que la Constitución exige es que a través de la ley
se instituya un régimen penitenciario orientado a la resocialización, pero no exige que la
legislación, una vez acreditada la resocialización, disponga siempre la libertad, pese a que
el tiempo de la pena impuesta aún no se ha cumplido. Bajo esa perspectiva, la medida
del quantum de la pena ya no estaría determinada por lo previsto en la ley penal, en
función del grado de dañosidad social del ilícito, sino llanamente por el nivel de
resocialización del penado, lo que resultaría contrario al principio de legalidad penal,
previsto en el artículo 2, inciso 24, literal d, de la Constitución.
34. En consecuencia, las leyes que, en razón de la especial gravedad de determinados delitos,
suprimen los beneficios penitenciarios de redención de la pena por trabajo y educación,
como la semilibertad y la liberación condicional, son también inmediatamente aplicables
a quienes purguen penas por tales delitos y aún no hayan solicitado el beneficio.
35. La Ley 30101, que fija las reglas de aplicación temporal relacionadas a los beneficios
penitenciarios, publicada el 2 de noviembre de 2013 en el diario oficial El Peruano,
establece en su artículo único que:
“Las modificaciones efectuadas por las Leyes N°s. 30054, 30068, 30076 y 30077 a
los beneficios penitenciarios son de aplicación a los condenados por los delitos que
se cometen a partir de su vigencia”.
36. A juicio de los magistrados emplazados que integraron la Sala Penal de Apelaciones de
la Corte Superior de Justicia de Huancavelica, que declaró fundado el habeas corpus,
dicha disposición era la que correspondía que los jueces recurrentes apliquen al momento
de evaluar la solicitud de beneficio penitenciario de semilibertad presentada por Edwin
Valladolid Palomino, ya que era la más favorable, y no así la Ley 30076.
37. Al respecto, este Tribunal hace notar que el legislador ha actuado inconstitucionalmente
al haber legislado en contravención de lo establecido en la Sentencia 00012-2010-PI/TC.
En efecto, la disposición establecida por la Ley 30101 adopta como factor de aplicación
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38. El artículo 201 de la Constitución reconoce al Tribunal Constitucional como “el órgano
de control de la Constitución”. Es decir, es el órgano encargado de la racionalización del
ejercicio del poder público, el cual debe ser ejercido dentro el marco de las competencias
establecidas por la propia Constitución; es el guardián de la supremacía constitucional
frente al resto de las normas integrantes del ordenamiento jurídico peruano; se encarga de
velar por el respeto y protección de los derechos fundamentales; y, asimismo, ejerce la
función de interpretar los alcances y contenidos normativos de la Constitución (tarea esta
última también regulada legislativamente, en específico, por el artículo 1 de la Ley 28301,
Orgánica del Tribunal Constitucional, que lo reconoce como “el órgano supremo de
interpretación y control de la constitucionalidad”).
40. Las sentencias recaídas en los procesos de inconstitucionalidad, dado que constituyen
interpretación de normas constitucionales, se configuran en fuente de derecho y vinculan
a todos los poderes del Estado. Por tanto, la Resolución 9 cuestionada en el presente
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41. A efectos de resolver el caso de autos también corresponde analizar la naturaleza del
artículo único de la Ley 30101 con el objeto de precisar si nos encontramos o no frente a
una norma interpretativa.
43. Como ya ha tenido ocasión de precisar el Tribunal, las normas interpretativas “son
aquellas que declaran o fijan el sentido de una norma dictada con anterioridad y se
reconocen porque al promulgarlas el Legislador, generalmente, utiliza palabras como
‘interprétese’, ‘aclárese’ o ‘precísese’. El objetivo de una norma interpretativa es eliminar
la ambigüedad que produce una determinada norma en el ordenamiento jurídico. Así,
ambas normas –la interpretada y la interpretativa– están referidas a la misma regulación;
por consiguiente, la norma interpretativa debe regir desde la entrada en vigencia de la
norma interpretada” (cfr. Sentencia 00002-2006-PI/TC).
44. No obstante, el Tribunal observa que no basta que una norma se autodefina como
interpretativa para que realmente tenga dicha categoría. Por ello, considera que toda ley
interpretativa debe satisfacer ciertos requisitos; entre ellos: a) estar referida a una
disposición legal anterior; b) fijar el sentido de dicha disposición legal anterior
enunciando uno de los diferentes significados plausibles, el cual pasará a ser su
significado auténtico; y, c) no debe incorporarle a la disposición legal interpretada algún
contenido que no estuviera comprendido por su ámbito material (Cfr. la Sentencia C-
245/02, emitida por la Corte Constitucional de Colombia).
45. La Ley 30101 satisface el primer requisito para ser considerada como una norma
interpretativa, toda vez que identifica con especificidad leyes anteriores, entre ellas la Ley
30076, cuya regulación la alcanza. Sin embargo, no satisface ni el segundo ni el tercer
requisito necesarios para configurarse como una norma interpretativa.
46. En efecto, tal como se presenta la Ley 30101 podría pensarse que buscaba interpretar o
aclarar los alcances temporales de las leyes que regula. No obstante, lo que hace es
modificar una regla temporal de aplicación que implícitamente estaba contenida (aquella
referida a que las leyes sobre beneficios penitenciarios son inmediatamente aplicables a
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las situaciones jurídicas ya existentes), porque plantea como nuevo factor de aplicación
temporal de la ley penitenciaria el momento en que se comete el hecho delictivo,
contraviniendo, a su vez, los criterios del Tribunal Constitucional establecidos al respecto
como vinculantes.
47. De ahí que, en estricto, la Ley 30101 sea una nueva ley cuyo contenido dispositivo
reforma a la Ley 30076 y que por lo ya expuesto precedentemente en esta sentencia resulta
inaplicable, por ser inconstitucional.
49. El artículo 4 del Código Procesal Constitucional –norma de desarrollo constitucional, que
satisface la reserva de ley orgánica prevista a favor de los procesos constitucionales
(artículo 200 de la Constitución)– indica, de manera más específica, que procede el
amparo contra resoluciones judiciales firmes dictadas con manifiesto agravio a la tutela
procesal efectiva, enunciando algunos contenidos iusfundamentales que formarían parte
de este derecho complejo.
50. Por su parte, este Tribunal ha indicado que a través de los procesos de amparo contra
resoluciones judiciales pueden cuestionarse decisiones judiciales que vulneren de forma
directa, no solamente los derechos indicados en el referido artículo 4 del Código Procesal
Constitucional, sino cualquier derecho fundamental, considerando que la “irregularidad”
de una resolución judicial, que habilita a presentar un amparo contra resolución judicial
conforme a la Constitución, se produciría “cada vez que ésta se expida con violación de
cualquier derecho fundamental y no sólo en relación con los supuestos contemplados en
el artículo 4 del CP Const.” (Cfr. Resolución 3179-2004-AA/TC, fundamento 14).
52. Con esta finalidad, y con base en reiterada jurisprudencia del Tribunal Constitucional, es
posible afirmar que la judicatura constitucional se encuentra habilitada para conocer de
eventuales trasgresiones de derechos fundamentales ocurridas en procesos judiciales
ordinarios si se han producido, por una parte, vicios de proceso o de procedimiento, o por
otra, vicios de motivación o razonamiento.
53. Con respecto a los vicios de proceso y procedimiento, el amparo contra procesos
judiciales puede proceder frente a supuestos de:
b) Defectos de trámite que inciden en los derechos del debido proceso (v. gr: problemas
de notificación, o de contabilización de plazos, que incidan en el derecho de defensa,
incumplimiento de requisitos formales para que exista una sentencia válida, etc.).
Se trata de supuestos en los que la afectación se produce con ocasión de una acción o una
omisión proveniente de un órgano jurisdiccional, y que no necesariamente está contenida
en una resolución judicial, como sí ocurre con los vicios de motivación.
54. En relación con los vicios de motivación o razonamiento (cfr. STC Exp. n.º 00728-2008-
HC, f. j. 7, RTC Exp. n.º 03943-2006-AA, f. j. 4; STC Exp. n.º 6712-2005-HC, f. j. 10,
entre otras), este órgano colegiado ha señalado que solo le compete controlar vicios de
motivación o de razonamiento, mediante el proceso de amparo contra resoluciones
judiciales, en caso de defectos de motivación, de insuficiencia en la motivación o de
motivación constitucionalmente deficitaria.
55. En relación con los defectos en la motivación, estos pueden ser problemas de motivación
interna, es decir, cuando la solución del caso no se deduce de las premisas normativas o
fácticas contenidas en la resolución, o cuando la resolución analizada carece de alguna de
estas premisas necesarias para resolver; o de motivación externa, esto es, cuando se han
utilizado indebida o injustificadamente premisas normativas (por ejemplo, si se aplican
disposiciones que ya no se encuentran vigentes o que nunca formaron parte del
ordenamiento jurídico) o fácticas (por ejemplo, la resolución se sustenta en hechos no
probados o en pruebas prohibidas) (vide STC Exp. n.º 00728-2008-HC, f. j. 7, b y c).
56. Ahora bien, con respecto a los problemas de motivación externa, vale la pena precisar
que, tal como se afirma en copiosa y uniforme jurisprudencia de este Alto Tribunal, la
judicatura constitucional no puede avocarse, so pretexto de revisar un asunto relacionado
con las premisas normativas o fácticas, a conocer de asuntos de carácter puramente
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Supuestos análogos a estos son los casos en los que existan déficits o errores respecto de
otros bienes constitucionales, como pueden ser los principios o las garantías
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institucionales, o en relación con el ejercicio del control difuso, todas estas cuestiones de
carácter manifiestamente constitucional, en las que la judicatura constitucional resulta
naturalmente competente para abocarse a tales materias.
59. En tal sentido, a juicio de este Tribunal, para realizar control de constitucionalidad de las
resoluciones judiciales habrá que verificar que:
b) La decisión judicial que se cuestiona haya resuelto la controversia sin considerar que
el acto lesivo incidía en el contenido constitucionalmente protegido por el derecho
fundamental invocado, es decir, incurriendo en error en la delimitación del ámbito de
protección constitucional del derecho.
d) La decisión judicial que se cuestiona omite la aplicación del control difuso o hace una
aplicación errónea de este tipo de control de constitucionalidad1.
Donde el análisis de verificación del supuesto a) es una condición previa para realizar
el análisis de verificación del supuesto b).
60. Asimismo, para todos los supuestos señalados se requiere de la concurrencia conjunta de
los siguientes presupuestos:
1. Que la violación del derecho fundamental haya sido alegada oportunamente al interior
del proceso subyacente, cuando hubiera sido posible;
3. Que la resolución judicial violatoria del derecho fundamental cumpla con el principio
de definitividad, es decir, que el demandante haya agotado todos los mecanismos
previstos en la ley para cuestionarla al interior del proceso subyacente.
semilibertad fue presentada por don Edwin Valladolid Palomino con fecha 23 de junio de
2015, la premisa normativa a partir de la cual se debía absolver su petición estaba
conformada por la Sentencia 00012-2010-PI/TC; la Ley 30076, publicada el 19 de agosto
de 2013 en el diario oficial El Peruano, mediante la cual se modificó el artículo 48 del
Código de Ejecución Penal, en el sentido de que el beneficio de semilibertad no era
aplicable para el agente que hubiera cometido delito de robo agravado, como era el caso
de aquel (esta normatividad recoge un tratamiento penitenciario estricto pero que de igual
forma resulta inmediatamente aplicable); así como por la Ley 30101, publicada el 2 de
noviembre de 2013 en el diario oficial El Peruano, que dispone que las modificaciones
efectuadas por la Ley 30076 son de aplicación a los condenados por los delitos que se
comentan a partir de su vigencia, es decir, por los delitos que se cometan a partir del 20
de agosto de 2013 (esta disposición favorece a todas las personas que cometieron los
delitos eximidos de beneficios por la Ley 30076 antes de su puesta en vigencia).
62. Los recurrentes, por su parte, concluyeron en su Resolución 6 que, siguiendo el criterio
fijado por el Tribunal en su sentencia recaída en la Sentencia 00012-2010-PI/TC,
correspondía la aplicación de la Ley 30076 sin tomar en cuenta la disposición que la
complementaba y estaba contenida en la Ley 30101, por lo que revocaron el beneficio
concedido. En tanto que a través de la cuestionada Resolución 9, los jueces emplazados
estimaron el habeas corpus de don Edwin Valladolid Palomino y declararon la nulidad
de la citada Resolución 6, porque a su juicio los recurrentes debieron aplicar la Ley 30101
por ser la más favorable.
63. Al respecto, este Tribunal observa que los jueces que declararon fundada la demanda de
habeas corpus incurrieron en un error de motivación porque omitieron la aplicación del
control difuso; es decir, desconocieron el deber contenido en el artículo 138 de la
Constitución, también recogido por el artículo VI del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, que establece que “cuando exista incompatibilidad entre una
norma constitucional y otra de inferior jerarquía, el juez debe preferir la primera, siempre
que ello sea relevante para resolver la controversia y no sea posible obtener una
interpretación conforme a la Constitución”.
64. En efecto, dado el supuesto fáctico del caso penal subyacente y la fecha en que se presentó
la solicitud de beneficio penitenciario, queda claro, prima facie, que las dos leyes
aplicables para su absolución eran las Leyes 30076 y 30101, en tanto se encontraban
vigentes. Sin embargo, tomando en cuenta el criterio del Tribunal, según el cual
tratándose de una ley procedimental penitenciaria, el factor que rige para su aplicación en
el tiempo es la fecha en que se inicia un acto procedimental penitenciario, como es la
presentación de una solicitud de beneficios, y no el momento en que se comete el hecho
delictivo, no correspondía la aplicación de la Ley 30101, porque su contenido normativo
contraviene tal criterio.
65. De ahí que los jueces emplazados, al momento de verificar la motivación realizada por
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HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
LEDESMA NARVÁEZ
BLUME FORTINI
RAMOS NÚÑEZ
ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA
S.
FERRERO COSTA
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Con el debido respeto por la opinión vertida por el resto de mis colegas magistrados, en el
presente caso, discrepo con la sentencia que declara fundada la demanda; por tanto, emito
el siguiente voto singular, el mismo que se sustenta en las siguientes consideraciones:
1. Con fecha 24 de febrero de 2016, los recurrentes interponen demanda de amparo contra
la Resolución 9, de fecha 19 de enero de 2016 (f. 6), expedida por la Sala Penal de
Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Huancavelica, que declaró fundada la
demanda de habeas corpus interpuesta por don Edwin Valladolid Palomino contra la
Resolución 6, de fecha 22 de octubre de 2015 (f. 2), expedida por la Sala Penal
Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de Huancavelica, la cual ellos integraron
en su condición de jueces superiores.
2. Sobre el particular, alegan la violación de su derecho al debido proceso e invocan la
falta de acatamiento de la doctrina jurisprudencial y de pronunciamientos vinculantes
expedidos por el Tribunal Constitucional.
3. Dicho esto, cabe reiterar que los beneficios penitenciarios no son derechos, sino deben
de ser vistos como garantías a fin de cumplir con principios constitucionales tales
como la resocialización y reeducación, de conformidad con el artículo 139, inciso 22
(Expediente N. ° 2537-2017-HC, fundamento 5). Asimismo, tal como se sostiene en
la ponencia, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha establecido que para
efectos de la concesión de beneficios penitenciarios, se aplica la ley vigente al
momento en que se solicita, ello en virtud de una interpretación de los alcances de la
no retroactividad de las normas.
4. Sin embargo, contrario a lo que señalan en la ponencia, ello no impide, desde luego,
que el legislador, dentro de sus márgenes de acción decida aplicar cierto régimen
penitenciario a hechos futuros, tal como lo establece la Ley 30101. En dicho caso, se
aplicarán las normas de beneficios penitenciarios de las leyes 30054, 30068, 30076 y
30077 a delitos cometidos a partir de su vigencia. En cuyo caso también se tratará de
la ley vigente al momento de la solicitud, a menos que se emitan leyes posteriores que
sustituyan a dichas leyes.
En consecuencia, mi voto es por declarar INFUNDADA la demanda en todos sus
extremos.
S.
MIRANDA CANALES
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Con el debido respeto por mis colegas magistrados, emito el presente voto singular.
S.
SARDÓN DE TABOADA