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CULTURA Y ORDENAMIENTO ECOLÓGICO1

Celestino I. Chargoy Zamora2


Profesor Investigador
Universidad A. Chapingo

INTRODUCCIÓN
El sólo escuchar el concepto de “ordenamiento ecológico” nos sugiere algo bueno, algo
positivo, digno de hacerse en estos tiempos de crisis económica y crisis ambiental. Se siente como
algo prometedor de alivio, aunque suene lejano en el tiempo. Sin embargo, “¿nunca hubo antes
“ordenamiento ecológico” alguno?” Cuando menos en los doce últimos años pareciera que si; o al
menos en lo declarativo, el contexto “ecológico” ya se había hecho manifiesto. Entonces, ¿dónde
el alivio?, ¿dónde las ventajas de añadir la preocupación ambiental al quehacer nacional?

Ahora, por muy “ordenamiento” que sea, por muy “ecológico” que se invoque, si la acción
parte de bases falsas, el resultado será también falso y contraproducente.

Desde mi punto de vista el tal ordenamiento ha fracasado por que no atiende los
antecedentes culturales que le supraordenan, en el entendido de que la cultura es como entiende
la sociedad el universo que le rodea o la suma de manifestaciones de interrelación de un individuo
o un pueblo o una sociedad ante su ambiente.

Con lo anterior, se pretende:


1° Llamar la atención hacia la estrecha vinculación de la crisis ambiental y visión cultural.
2° Sugerir medidas que corrijan las distorsiones culturales que impiden un efectivo
Ordenamiento Ecológico.

EL ORDEN DE LOS ASENTAMIENTOS HUMANOS

SITIOS
Es cuestión de ver pueblos viejos, de tiempos prehispánicos, aquellos que se fundaron antes
de la Conquista y compararlos con los que se fundan después de la Conquista hasta nuestros días.
Veremos que los pueblos indios por lo regular se asientan sobre las faldas de los cerros y no sobre
los valles, principalmente por que las tierras agrícolas de tales pueblos se ubicaban (aún se ubican)
precisamente en los valles, donde los suelos suelen ser más profundos, con mayor disponibilidad

1
Publicado en la revista Tzapinco N° 155, Diciembre de 1997, pp 42-44. Chapingo, Méx.
2
Tema que se sugirió para discusión posterior durante las Jornadas de Análisis de las Propuestas de
reforma de la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección del Ambiente, convocadas por el
Ejecutivo Federal, el Poder Legislativo, organizaciones patronales y ecologistas en el D.F. los días 10 y 11 de
Abril de 1996.
de agua, en fin más adecuados para el desarrollo de la agricultura. A la llegada de los
Conquistadores, precisamente esas tierras agrícolas se declararon “baldías”, dando pie al despojo
de ellas y la fundación consecuente de las ciudades y villas donde se asentaron luego los poderes
políticos del todo el territorio. Tal es la estrategia actual de ubicación de las zonas urbanas: las
tierras agrícolas desaparecen día a día, a pesar de ser México un país relativamente escaso en ellas
(aproximadamente el 8 % del territorio nacional). Así por ejemplo, en el valle de México, mediante
un “ordenamiento ecológico” la cota de 2500 m.s.n.m. sirve para delimitar un área de “protección
ecológica”, por arriba de la cual no puede haber asentamientos humanos. Con ello todos los
terrenos agrícolas desaparecen a tasas elevadísimas, comprometiendo aún más la producción de
satisfactores para la misma población que las destruye.

MATERIALES PARA LA VIVIENDA.


Un poco en broma, comentamos con algunos amigos que los criterios de construcción bajo los
cuales se forman los planificadores del desarrollo urbano caen dentro del “Síndrome de los tres
cochinitos”, optando siempre por el del tercero de ellos, el que usó concreto como material base
de su vivienda. La idea de seguridad se asocia a la dureza del concreto. Así las cosas, siempre que
se construyen viviendas, bajo cualquier condición social y ambiental, se construyen con concreto.
Sin embargo, dada la característica que posee este material de ser excelente conductor de calor
resulta inapropiado en regiones muy frías (donde se ha de equipar la habitación con calefacción) y
pésimo en las cálidas, sobre todo cuando se asocia al vidrio como elemento de construcción,
forzando entonces al equipamiento con refrigeración y el subsecuente gasto energético elevado.

La pretendida seguridad que se asocia con este material es constantemente cuestionada por la
naturaleza y sus fenómenos. Los más recientes corresponden a los sismos del 19 de septiembre de
l985 en la Ciudad de México y el paso de los huracanes Gilberto (1988) y Roxana (1995) en el
Caribe mexicano. Resulta curioso ver la respuesta de las casas techadas con palma: no oponen
resistencia total ante las ranchas de fuertes vientos, cosa contraria con las casas
convencionalmente consideradas como buenas: resisten, pero si falla una columna o una pared, el
techo se suele desplomar con las consecuencias fatales previsibles. La ciudad de Cancún recuerda
situaciones como esas.

Ahora, el uso de productos naturales (como la tierra sin cocer, la madera y la piedra) a más de
ser más asequibles y económicos, tienden a ser más durables (cosa comprobable en las zonas
arqueológicas prehispánicas), desde un punto de vista ecológico, son inagotables en tanto se
reciclan más fácilmente y, en el caso de los materiales vegetales, provienen de un proceso
constante y posiblemente eterno: la fotosíntesis. El empleo de estos materiales, finalmente no
está reñido con la comodidad o la elegancia.
AGUA Y CULTURA.
Por regla general, siempre que se habla de contaminación se suele hacer en tercera persona
(Jesús Arias Chávez, comunicación personal, 1994); cuando la cosa adquiere niveles de denuncia
entonces se habla en segunda persona: nos imaginamos ajenos a la causa, siempre víctimas. Esta
es la visión maniquea (de buenos y malos), la misma que nos ha impedido reconocer las causas de
la contaminación y, por ende, el proponer medidas que la controlen o la abatan de manera
definitiva. La verdad es que la gran mayoría de los mexicanos y una gran cantidad de seres
humanos en el mundo estamos inmersos en un modo de vida, en una cultura que es
necesariamente contaminante y depredadora de recursos.3

El agua ejemplifica claramente lo expuesto. La zona metropolitana de la Cd. de México es


incapaz de satisfacer su propia demanda de agua; para cubrirla el gobierno federal tiene que
traerla hasta de 200 km a la redonda, quitándola a otras regiones, a otras gentes, a otras
actividades. El traslado implica el bombeo constante por desniveles que varían en cientos de
metros, con fugas que significan hasta el 45% del volumen, implica todo, inversiones y gastos
altísimos y constantes.

Luego de su recepción y distribución, en los hogares, en la industria, recibe los contaminantes


que le confieren la categoría de “agua negra”. Tan sólo en los retretes, por cada uso, se implica un
consumo cercano a los 15 litros de agua potable, lo cual puede llevar a un consumo per cápita, de
60 litros diarios tan sólo para ese fin. Culturalmente primero, y oficialmente después, ese
comportamiento es el que se juzga “correcto” o “sanitario”. Se ha cambiado así de un fecalismo al
aire libre a un fecalismo al agua libre4. Y nadie quiere las aguas negras, pero todos los que nos
vemos forzados a vivir en las zonas urbanas modernas, somos al y copartícipes en su creación.
Pertenecemos a la única especie en lo general y a la única cultura la dominante) en lo particular,
que se precia de ocupar agua limpia, potable para aplicarla en sus heces y con ello “limpiar” su
entorno inmediato. Luego la tenemos que llevar “lejos” a costos aún más faraónicos. La ecología
nos enseña que le lejos no existe.

Creada el “agua negra” surge el problema de como “librarse” de ella; lo más usual es que el
“hombre civilizado” ocupe el drenaje natural para cumplir tan ingrata tarea6. Por ello donde llega
“la civilización” mueren los ríos, la agricultura, la pesca. La gente de aguas arriba es despojada del
líquido, la de agua abajo es la receptora obligada de desechos.

Así es explicable por qué el agua negra es cada vez más abundante y por qué el agua potable
es cada vez más escasa, a pesar de estar junto a los ríos caudalosos Pánuco, Villahermosa,
Coatzacoalcos, etc., etc.).

3
C. Chargoy Z. 1994. El desarrollo de México: reconsiderar mitos y dogmas. Ponencia para los Foros
Regionales de Consulta Popular sobre el PND 1995-2000. Oaxtepec, D.F.; Chapingo. 15 pp Mimeografiado
4
Arias Chávez, Jesús y C. Chargoy Zamora. 1994. Hombres y Naturaleza: Una re-evaluación ecológica.
Tzapinco. Año XVII. No. 125. Agosto. UACh. Chapingo.
El esquema se reproduce aún con los ordenamientos ecológicos que se han implementado
desde hace más de doce años por todo el territorio nacional.

Los únicos que existen como tales se ubican en las áreas protegidas, áreas donde la gente
defeca al igual que los animales silvestres (aves, mamíferos y reptiles) sobre al suelo o como, con
cierto terror cultural se dice, al “aire libre”. Probablemente no sea esta la mejor opción: la ciudad
de México en 1519 con la población mas grande del orbe (10 veces la de Londres, la más grande
en Europa), se asentaba sobre un lago limpio. Los mexicanos de entonces defecaban sobre el
suelo, mezclándolo luego (tal y como lo refiere Cortés en las Cartas de Relación) evitando así la
propagación de moscas y enfermedades, y fertilizando sus tierras agrícolas. Otra alternativa, en
áreas urbanas, era el de la colecta en ollas de barro tapadas, mismas en las que sufrían un proceso
de fermentación y luego eran recicladas a las tierras de cultivo.

Los chinos y los hindúes contemporáneos, mediante el empleo de digestores anaeróbicos,


evitan las agua negras. México es líder mundial en ésta tecnología.

BASURA.

La basura, lo que entendemos por esta palabra, es otro de los aspectos que evidencia la
relación “cultura” con “deterioro ambiental”.

El empaque de lo que consumimos, la llamada “presentación” suele asignarnos un status


social. Así, el empaque mismo (lata, bolsas de distintos materiales, envases plásticos, de vidrio, de
cartón, etc.) puede significar hasta el 60% de los precios de venta.

Despojado de su envoltura el producto cumple iguales funciones biológicas y sociales; el


problema entonces radica en el qué hacer con lo que adornaba el producto. Lo que se considera
moderno o civilizado es ubicarle “lejos”, en la distancia o la profundidad (cuando no se le puede
convertir en humo), implicando inversiones cada vez más costosas, derrochadoras y, sobre todo,
ambientalmente inútiles. Recordemos: el lejos no existe. La perdurabilidad de lo que se desecha es
otra de las cuestiones que se vincula ala problemática. La basura entonces viene a ser una
consecuencia, no necesariamente buscada, del modelo de desarrollo.

Si, conforme lo establece la física: “nada se crea ni se destruye, solo se transforma”,


entonces las medidas que se propongan, si es que no se pudiese por presiones sociales o
económicas eliminar los empaques contaminantes, deben precisamente proponer la
transformación y no la destrucción. Los rellenos “sanitarios”, sólo transfieren el problema, llevan a
la pérdida de recursos y dinero y crean problemas conexos cuando contaminan los mantos
acuíferos.

La basura no degradable es ciertamente un problema que invade todos los ámbitos, aún
los de áreas protegidas e indígenas. La reciclabilidad entonces debe partir de nuestro propio
convencimiento de que la basura contemporánea está finalmente constituida por un conjunto de
recursos fácilmente recuperables y económicamente rentables.

CULTURA ECONOMÍA Y RECURSOS NATURALES.

La cultura gobernante, reflejando la formación académica de sus individuos en el poder,


considera, que la especialización tanto en estudios como en actividades aporta necesariamente
mejores resultados. Así entonces, separar el quehacer del hombre (industria, agricultura y
comercio), separa la Naturaleza, separa sus conocimientos. Luego cada actividad, cada
conocimiento a su vez es dividido en especializaciones. Este enfoque, si bien garantiza un mayor
conocimiento de las cosas, no garantiza que se tengan resultados prácticos superiores a otros
enfoques, por no decir que implica con frecuencia la adquisición de muchos conocimientos
inútiles. Lo mismo sabemos que ocurre con la medicina y otras actividades.

Lo anterior se refiere por que el manejo de los recursos naturales que se vinculan a la
agricultura, se dan precisamente por separado: suelo, agua y flora, fauna; también para efectos
de programación, se considera que un agricultor no puede hacer industria, ni comercio y
viceversa.

Así entonces, el país y sus recursos se dividen en áreas de actividad, en usos del suelo
específicos. Luego concentrándonos en la agricultura, se divide en “agricultura” restringiéndola
esencialmente sólo a las plantas anuales y semiperennes que producen alimentos), “ganadería”
(basada esencialmente en especies introducidas) y “actividad forestal”. Este hecho confunde y
choca a los individuos y sociedades que efectivamente se vinculan con la producción, en el campo
o en las zonas urbanas, por que significa trámites y trámites, tiempo y dinero.

El empleo holístico de los recursos, la actividad económica integral del hombre son
entonces cosa extraña para los planificadores. Como ejemplo, “¿dentro de que categoría de uso
del suelo ubican a los llamados proyectos agrosilvopastoriles, o agroforestales o
ecoagrosilvopastoriles o simplemente, a la agricultura indígena que hace uso integrado del suelo,
flora y fauna?”

Las consecuencias prácticas ante gobierno significan una enorme maraña burocrática. Las
consecuencias prácticas sobre los recursos, son de mayor destrucción (un terreno agrícola, p.e. no
puede volverse forestal si no existe una nueva autorización de uso del suelo expedida por la
instancia gubernamental correspondiente).

La cosa adquiere nuevas dimensiones destructivas si a la especialización de uso del suelo


se le añade la prohibición de uso de los recursos, flora, fauna nativas, (en aras de una supuesta
protección ecológica) y si se promueve la actividad empleando especies exóticas (como el ganado
vacuno lo es en las zonas originalmente cubiertas de bosques y selvas). Meditemos “¿por qué está
en peligro de extinción lo que supuestamente está bajo protección “ecológica”, por que vacas,
ovinos, gallinas y pavos no se extinguen, por más de la muerte diaria de millones de individuos de
esas especies?”. Seguramente, por que la demanda económica empuja hacia arriba la oferta
biológica.

En síntesis, ordenar el territorio conforme a “vocaciones” que se determinan por una


cultura analítica o “especialista”, desconocedora de sus recursos y de su historia, no implica un
buen futuro ni de producción, ni de conservación ecológica de los recursos.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES.

1a No se puede hablar de un “ordenamiento ecológico” del territorio nacional, tal y como lo


pretende la actual Ley General del Equilibrio Ecológico ni las modificaciones hasta ahora sugeridas,
si no se discuten primero las bases culturales que puedan conducir a un efectivo ordenamiento.

2a La gran mayoría de los impactos ambientales negativos están vinculados a la cultura, más
que al crecimiento de la población o sus actividades. Las técnicas y medidas destructivas están, en
todo caso, condicionadas culturalmente.

3a El desarrollo de medidas y tecnologías anticontaminantes, el ordenamiento ecológico del


territorio serán factibles cuando la sociedad y el gobierno convengan en discutir esta temática.

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