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Antes de analizar los elementos citados arriba, hablaré de los protagonistas: Vanessa, una
joven al parecer muy bella, “Siempre que caminaba, Vanessa hacía que muchos giráramos
para verla pasar”,1 con una vida familiar llena de sombras. Una chica triste, que disfruta la
compañía de ese muchacho narrador, y al que le confía algunos de sus problemas. De él
sabemos poco, que es mal estudiante, que llevaba una vida normal, tranquila para el entorno,
y que por lo que nos cuenta está enamorado de Vanessa. Alrededor de ellos se mueven otros
personajes: el profesor, los compañeros de clase y los muchachos, que constituyen el telón
de fondo de la historia, pero que son, sin duda, de vital importancia para que esta se
desarrolle.
1
Este y todos los apartados siguientes del cuento se tomaron de la versión en línea, en el link
https://www.universocentro.com/ExclusivoWeb/ImpresosLocales/El-resto-de-la-vida.aspx
Ahondemos ahora en estructura, punto de vista y lenguaje:
Esto me lleva al punto de vista del narrador: un hombre joven que pertenece a una “banda”
criminal, y que rememora el momento en el que la vida le cambió a él y a muchos de sus
compañeros. Su mirada, pues, se enfoca en el miedo que en su momento les causó a todos la
amenaza explícita, pero sobre todo en Vanessa, porque la advertencia para ella tiene
implicaciones directas en su vida: no la volverá a ver. Su edad y su escasa formación lo
obligan a mostrarnos la realidad concreta, sin metáforas, sin reflexiones profundas: “Leidy
bajó la mano y solo quedó arriba la de Jhonny. No entendí por qué lo nombraron a él, era
buen estudiante, sus papás no se metían con nadie. Después de ver cómo Jhonny palidecía
perdí la poca tranquilidad que tenía, yo no había hecho nada para ser nombrado pero igual
podrían hacerlo”.
Otro elemento que quiero resaltar es el tono del relato, sumido en la nostalgia: el narrador
está en el lugar que a ella tanto le gustaba, “mirando la ciudad que a ella le parece tan bonita”.
Aunque es ahora uno de los muchachos, su voz sigue sonando como la del colegial que
esperaba ganar un examen y ayudar a la chica a la que “jamás le haría nada que le causara
problemas”. Además de lo evidente, su declaración de que no lo dejan marchar, podemos
intuir que no es ese el lugar donde quisiera estar. Aunque hace parte de los malos, el tono del
relato, los matices que el autor despliega, nos llevan a congraciarnos con este narrador
protagonista, a pensar que en realidad no es más que un muchacho vulnerable, sin opciones,
y con una única esperanza: encontrar a Vanessa en algún punto de esa ciudad terrible y
hermosa que es Medellín.
Medellín, la ciudad de la que el mundo ha oído hablar y que tantos temen. La ciudad que
amamos muchos de los que vivimos en ella, y que nos da alegrías y dolores por igual. La
ciudad que el narrador solo puede ver desde la periferia. Este escenario y el estilo realista del
texto confrontan al lector desde el punto de vista social, porque dirigen la mirada hacia el
conflicto, nuestro conflicto, que deja de ser titular genérico de noticiero para convertirse en
la historia particular de seres humanos con los que en mayor o menor medida podemos
identificarnos, pero que en todo caso logran conmovernos. Para quien lee desde afuera,
además de una historia bien contada, puede ser también una pintura de la vida en muchas de
las comunas pobres, un reflejo de nuestra realidad.
Finalmente, me referiré al título, tomado del siguiente párrafo, único lugar donde aparece la
palabra: “Salí con Vanessa detrás de mí. Al cruzar la puerta se hizo realidad esa fantasía en
la que duramos no sé cuánto tiempo: vimos a todo el colegio avanzar hacia la salida, parecía
una procesión de Semana Santa, una ruta de peregrinación”. La imagen es efectiva: toda una
institución caminando en medio del miedo, tal vez en silencio, como en una marcha fúnebre.
Pero el título parece ir más allá para denotar un destino: el de Vanessa, siempre de un lugar
a otro, siempre exiliada en su propio territorio.
Referencia