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El posmodernismo en sí, no se podría establecer a la misma forma en la que

encasillamos los paradigmas, ya que para eso, debería existir un parámetro teórico
que permita esta escalada hasta la condición paradigmática, este más que un
establecimiento teórico se considera un cuerpo cultural de lo que existe
figurativamente en el lugar que se encuentra la época. Lo cual complica a veces la
denominación precisa para este fenómeno.

El posmodernismo mira el sentido de la vida a reducciones individuales, donde la


esencia y la belleza de los objetos se encuentra en su ser y en nada más, lo que
establece un patrón único para cada objeto y este de por sí ya debe considerarse
válido para todos los demás. Esta comprensión que se tiene a partir de estas
condiciones, implica que existe una delgada línea que se puede establecer con el
siguiente ejemplo: existe la libertad y el libertinaje. La capacidad individual de cada
ser con respecto a su modo de pensar sobre sí mismo, en sí fomenta un libre
albedrío fundamental para cada ser humano, pero ¿puede esto sostener a una
sociedad en paz? Respecto a la pregunta, es difícil de enunciar debido a la posible
respuesta negativa que el movimiento posmoderno dejó como huella con respecto a
la mirada propia, se ha evidenciado que esta “guerra al todo” principalmente puso a
la sociedad en un camino sin retorno a una vida destinada al consumo, una
centralización directa a la producción y un sistema capitalista avanzado.

Aun así, el posmodernismo trajo consigo ciertas ideas que provenían de buenos
pensamientos de las épocas pasadas, que dieron rienda suelta a la libre expresión
con respecto a las emociones, sentimientos, posturas políticas y la libre elección
sexual y un respeto por la diversidad de pensamiento. En tanto para cuestiones
culturales el pensamiento posmoderno direccionó a una reeducación en relación a
las posiciones que cada ser humano tiene en el mundo y en la cultura que lo rodea,
permitiendo que los individuos tuvieran la libertad de sentirse representados por un
grupo cultura y/o etnias y que éstas misma tomaran una visión particular sobre ellas
y se respetaran como tal, conceptos como “negro” o “indio” no tendrían cabida en
esta época, ya que cada participante de este mundo tiene un origen propio,
complejo y válido.
Reflexión

Si bien los acontecimientos mencionados en la reflexión no nos son ajenos, no


podemos desconocer que la perspectiva filosófica de modernidad y posmodernidad
aporta una visión que aclara más ampliamente los significativos cambios que ha
sufrido Latinoamérica en las últimas décadas y nos ayuda a la comprensión de
diversos sucesos que no podríamos atribuir solamente al capitalismo o al modelo
neoliberal, implantado en Chile por la fuerza durante la dictadura militar, sino que se
complementa con los cambios sociales y culturales o multiculturales que hemos
visto implantarse y difuminarse en el horizonte, cada vez más lejano; las
características que antes distinguían un pueblo o nación de otra, invisibilizando o
demoliendo el matiz que las hacía únicas y particulares, sobre todo en el fértil
territorio sudamericano, hábitat de una multiplicidad de pueblos originarios que se
fundieron con los conquistadores y dieron origen a nuestro actual mestizaje tan
predominante en esta parte del continente. Somos uno de los países del continente
que ha migrado de un proceso revolucionario y de alzamiento social, como lo fue el
“estallido social”, a un proceso constituyente iniciado hace un par de días, en donde
por primera vez en nuestra historia el poder se descentraliza y es entregado, por un
medio democrático, a la diversidad de los pueblos originarios, las diversidades
sexuales, la paridad de género, la representación de las comunidades y activistas
medioambientales, entre otros sujetos que difícilmente hubieran accedido al poder o
a la visibilización de las distintas causas. Si bien es un proceso inédito en nuestro
país, abre un camino difícil de dilucidar en el futuro, no sólo para el interno de
nuestras fronteras, sino que marca precedentes para el resto de la región.

Si bien lo político es un área en proceso de éxodo en cuanto a poder en nuestro


país, consideramos que estamos encaminados como sociedad a la valorización de
las realidades virtuales y su poder fáctico e impensado en ciertos actos como los
tiktoker y fanáticos del K-pop que agotaron las entradas para una conferencia de
Trump en Tulsa, EEUU, pero a la que no asistió ni un décimo de las masivas
aglomeraciones que esperaba el candidato con pantallas inclusive afuera del recinto
para las más de 100.000 personas esperadas. Es imprescindible que no
minimicemos el poder actual de las redes sociales y la activa estrategia adolescente
por causar caos en actos de personas que no sean consideradas amistosas por la
masa o inclusive por un juego o reto de algún “influyente”. Avanzamos a lo
desconocido, pero avanzamos porque la sociedad es el germen que se abre camino
de la forma y por el lugar que sea, que conquista lo más remoto, alto o profundo de
la tierra y que no se detiene ante nada, menos hoy en día bajo este impulso de
inmediatez y cada vez menor capacidad de tolerar la quietud social. El ser humano
es social, debe comunicar, cambiar y trascender, se moviliza siempre hacia lo
distinto y cada vez más hacia lo único, pero al parecer no notamos que si bien existe
una particularidad (aún), que estamos en vías de unificarnos de manera masiva, un
ejemplo claro es la cultura del K-pop, que ha migrado sin peaje, ni dificultad
geográfica desde los países orientales hacia cada rincón del mundo,
encontrándonos adolescentes que se caracterizan por ciertos vestuarios, estilos
musicales y comportamientos propios de esta cultura globalizada. Pero avanzamos
sin pausas, a tanteos, y no existe ni lectura braille, ni luz que nos guíe en este nuevo
futuro incierto, prometedor a ratos, pero desconocido para todos quienes habitamos
esta tierra.

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