Está en la página 1de 4

LA ODISEA

ADVERSIDAD CONTRA INTELIGENCIA

Un hombre ha sacrificado gran parte de su vida y su familia para cumplir con su país. A pesar
de ser rey de su pueblo (llamado Ítaca), Odiseo tiene que dar el ejemplo y ser el primero en ir a
participar en la Guerra de Troya. Sus mejores guerreros lo acompañan y emprenden un largo viaje. Un
muy largo y peligroso viaje. La época no es de transportes rápidos, sino de embarcaciones primitivas
que hacen que el recorrido entre cada isla de Grecia sea inmensamente lento. El tiempo en un barco es
un tiempo importante de la vida. La actitud necesaria es la de vivir en él y no pensar en el destino que
espera.

La mitad de la vida se gasta viajando, la otra mitad, peleando. Sin incluir el riesgo de morir
muy lejos del hogar, cada día es una oportunidad para enfrentar peligros y sufrimientos horribles. Pero
tal vez para Odiseo lo peor fue el estar alejado 20 años de su esposa e hijos. 10 años invertidos
viajando. 10 años de sufrimiento en la guerra. Sin embargo, el rey de Ítaca ha sobrevivido a las
infinitas batallas. Y lo único que ocupa su mente es preservar su vida ahora en el camino de regreso,
así como preservar la esperanza de que su familia y su isla esté a salvo de los peligros que pudieran
haberse presentado en su ausencia.

Pero de la misma forma en que serán muchos los días que hay que esperar, así de numerosos
serán los peligros por enfrentar para los guerreros, ahora convertidos en navegantes. Enfrentarán la
adversidad, tanto en el mar, como en las innumerables islas desconocidas que encontrarán a su paso.

Es una pena tremenda ponerse en los zapatos de Odiseo. Este ignora que su esposa, Penélope,
está siendo acosada por un grupo de hombres de Ítaca que pretenden tomarla como su pareja. Los
humanos se convierten en salvajes cuando la ocasión se los permite, y han aprovechado que el líder de
la isla no está para asediar su hogar y esperar la respuesta de su mujer de elegir quien sustituirá a su
marido, el cual se presume muerto. El abuso ha llegado a un nivel tal, que prácticamente han invadido
el hogar del desaparecido rey y sólo permiten a Penélope la privacidad que le brinda su habitación.

El hijo de Odiseo, Telémaco, no puede hacer nada a toda esta barbarie y lucha contra la
impotencia, pero también, contra la indecisión de admitir que su padre no existe, o buscar la forma de
asegurarse que todavía sigue con vida.

La Diosa de la Guerra y el conocimiento, Atenea, se hace pasar por un extranjero que recién
visita la isla para hacerle ver al adolescente que Odiseo podría estar con vida. Además lo convence
que ir en su búsqueda. Su madre no necesita la ayuda de la Diosa. Alberga todavía la esperanza y esto
la mantiene distante de sus pretendientes oportunistas.

Debido a que necesitan abastecerse de alimentos y agua potable, Odiseo tiene que ordenar el
desembarco cada cierto tiempo, en tierra firme. Esto hace que lleguen a la isla de los Lotófagos, unos
hombres que viven la mayor parte durmiendo y que son muy conformistas. En esa isla existe la planta
del Loto, la cual es la causante de la conducta y actitud de sus habitantes. Algunos de los hombres de
nuestro héroe han comido de esta planta y, después de un profundo sueño ya no desean regresar a su
tierra. Su líder pasa mucho tiempo convenciéndolos de partir hacia Ítaca. Cosa que logra finalmente.
Pero en una nueva Isla, las dificultades aumentan. Aquí habitan los Cíclopes, gigantes que
poseen un solo ojo, con algo de inteligencia y con cierta conducta salvaje. Estos, a pesar de que crían
ovejas, ven a los ayudantes de Odiseo como un apetecible alimento, y devoran a algunos de éstos. El
resto de los hombres junto con Odiseo, son encerrados en una cueva como ganado de reserva para los
siguientes días.

Uno de los Cíclopes, llamado Polifemo, es el encargado de vigilar a los tripulantes, ahora
convertidos en prisioneros. Estos quieren enfrentarse al monstruo en un violento ataque frontal, pero
Odiseo los convence de utilizar más bien una astuta alternativa: El rey le ofrece al gigante vino que no
ha sido rebajado y por lo tanto, posee la capacidad de embriagar muy rápidamente. Polifemo accede a
beber y a conversar amigablemente con el líder itacense. El cíclope, por efecto del alcohol simpatiza
con el protagonista hasta el punto de anunciarle que se lo comerá de último, como gesto de buena
voluntad. Además, le pregunta a Odiseo por su nombre. Este miente con su respuesta, afirmando que
se llama “Nadie”.

La charla termina cuando el gigante se duerme profundamente. Es allí cuando Odiseo y sus
hombres aprovechan para clavarle una estaca afilada en su único ojo. Polifemo enloquece de dolor y
grita a los demás engendros “¡Ayuda! ¡Nadie me ha dejado ciego!” Y debido a esta frase sin sentido,
los demás cíclopes, que están a cierta distancia, lo ignoran totalmente. Los cautivos aprovechan para
escapar del encierro. Polifemo, al amanecer, debía sacar a pastar a sus ovejas que estaban encerradas
junto con los prisioneros. Movió la gigantesca roca que bloqueaba la salida de la cueva y empezó a
tantear a los animales para asegurarse de que no se colaran y recobraran la libertad Odiseo y sus
soldados.

Pero el Rey de Ítaca ya había previsto las acciones del gigante y ordenó a sus hombres que se
colgaran amarrados a la panza de las ovejas para utilizar a estas como transporte pero también como
disfraz y no ser descubiertos. El plan resulta ser exitoso y todos recobran su libertad. Cuando la
embarcación se aleja algunos metros de la isla, Odiseo Grita a Polifemo: “¡Quien te ha dejado ciego
no se llama Nadie, sino Odiseo, Rey de Ítaca. No lo olvides!”

Luego de algunos días de haber navegado, el barco llega a una isla y Odiseo, quien explora
solitario el terreno, se encuentra con Eolo, quien le ofrece un saco donde están guardados algunos
vientos que le permitirán impulsar su nave más fácilmente a través del mar. El Guerrero se embarca y
guarda el saco en una habitación. Sus ayudantes sienten curiosidad por el recipiente, que sospechan
podría contener también oro. Pero al abrirlo, dejan salir de un solo golpe todas las ventiscas que
desatan las tormentas más feroces. Con semejante tempestad, el barco pierde el rumbo, mueren
algunos de sus tripulantes y los sobrevivientes se encontrarán en lugares desconocidos.

Los navegantes llegan a una isla habitada por una hechicera llamada Circe, la cual
convierte a los nuevos visitantes en cerdos. Odiseo es el único que no sufre tal transformación, debido
a que, previamente, el Dios Hermes le aconseja comer de una especie de planta mágica que le ofrece
inmunidad. Aprovechando que la bruja se ha enamorado de él, Odiseo la convence de hacer que sus
acompañantes recobren su forma original. Y todos habrían retornado el camino a casa
inmediatamente, pero el líder de la expedición también se sentía atraído por la peligrosa anfitriona,
quien lo convence a su vez, de quedarse en la isla por un año. Odiseo decide, luego de este período,
que debe reencontrarse con Penélope y continúa con el viaje con destino a su hogar.

Circe no solamente estuvo de acuerdo con la decisión de Odiseo, sino que además lo ayudó,
dándole todo los implementos necesarios para embarcarse nuevamente en el mar, además de ofrecerle
algunos consejos. Uno de éstos, se refería a tener cuidado con la zona donde habitan las sirenas. Estos
monstruos eran en apariencia bellos seres que emitían cantos hermosos pero peligrosos. Su propósito
no era entretener, sino lograr que cada intruso al llegar a sus dominios, sea hipnotizado y cometa
errores mortales, como hacer estrellar sus naves o lanzarse al mar y dejarse ahogar por sus
movimientos traicioneros.

El consejo consistía en que todos los tripulantes del barco debían introducir trozos de cera de
abeja en su oídos a fin de evitar escuchar el mortal canto. Esto es precisamente lo que Odiseo ordenó a
sus hombres. Sin embargo, nuestro líder no aplicaría esta medida para sí mismo. Ordenaría más bien
que lo ataran fuertemente al mástil del bote para resistirse al embrutecedor sonido que provenía de
aquellas bestias. En el momento en que la embarcación llegó al mar de las sirenas ocurrió lo que
advirtió Circe. Los navegantes remaron incansablemente para salir de aquella trampa, mientras que
evadían los cantos. Odiseo gritó desesperado para que lo soltaran pero sus hombres no lo pudieron
escuchar. Tal vez, intencionadamente, no ignoraron.

Aunque pudieron sobrevivir al mar de las sirenas. Los navegantes se encontraron con otros
monstruos tal vez peligrosos y atemorizantes. El primero de ellos, llamado Escila, podría intimidar a
todas las criaturas de la tierra con su tamaño. Escila poseía múltiples cabezas sostenidas por un largo
cuello. Este gigante devoró a muchos de los hombres del protagonista como si fueran diminutas presas
que cabían fácilmente en sus bocas. El resto de los hombres hicieron lo que pudieron para cambiar de
rumbo y evadir el ataque. Y lo lograron, después de que la cantidad de muertos había avanzado.

Pero la evasión había servido solamente para que los aventureros cayeran en otra trampa. Esta
vez, Caribdis un monstruo mucho más grande, cobró la vida de más hombres. Al principio, los
marineros notaron a lo lejos un gran remolino que los atraía peligrosamente. En dicho agujero podría
caber una pequeña isla. Pero el remolino resultó ser la boca de la bestia, cuyos dientes sobresalían en
el borde de la corriente circular. A través de tácticas ingeniosas el barco pudo evadir nuevamente el
peligro de muerte de toda la tripulación, de la cual sólo quedó un pequeño grupo.

Pero lo peor para el ser humano son los dioses griegos quienes controlan la naturaleza y sus
peligros. Los tripulantes de la embarcación han sufrido varias veces de tormentas con vientos
infernales que los han desviado una y otra vez de su rumbo. Una de las más poderosas ha sido la
creada por el Dios Poseidón, como venganza por la herida que Odiseo había causado a su hijo
Polifemo.

Pero los dioses son contradictorios. Zeus había convocado a los otros inmortales para discutir
el destino de Odiseo, quienes deciden que este pueda regresar a su hogar. Pero el padre de todos los
dioses también había desatado rayos contra éste y sus hombres.

La actuación de dioses menores es todavía más ambigua. Muchos de ellos, anfitriones, como
Calipso. Esta lo había protegido en su isla (como lo había hecho Circe), pero también le había
propuesto convertirlo en inmortal con la condición de que se quedara para siempre con ella. Odiseo
prefirió seguir en busca de su isla natal y Atenea convenció a Calipso que le diera la libertad de irse.

También podría gustarte