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Tema 15

El proyecto de Dios para los hermanos


Parte 1

La enseñanza que estamos compartiendo en nuestros grupos de matrimonios lleva por título “La
familia que Dios bendice”.

Esta familia no es otra que la se construye según el proyecto de Dios:

El matrimonio y la familia en el proyecto original de Dios son instituciones de origen


divino y no productos de la voluntad humana
SD 211

Por eso hemos presentado una serie de temas que nos indican cuál es el proyecto de Dios para:

El matrimonio
Los hijos
Los padres

En estas reflexiones hemos subrayado cuatro palabras que definen las relaciones que se construyen
dentro de la familia:

Al matrimonio se le pide: Indisolubilidad, fidelidad, complementariedad, fecundidad.


A los hijos, con respecto a la relación son sus padres se les pide: gratitud, obediencia, honrar,
ayudar.
A los padres, con respecto a la relación con sus hijos se les pide: amar, educar, cuidar, proveer.

En las próximas enseñanzas vamos a reflexionar sobre la otra relación que se establece a lo interno
de la familia, igualmente importante que las anteriores, la relación entre HERMANOS.

Esta es la relación más larga que vivimos los seres humanos, si todo transcurre en el orden natural
de las cosas. Es decir, los hermanos enterrarán a sus padres, los amigos jamás llegarán a tener el
mismo tiempo de relación que el de los hermanos, y los esposos llegan mucho más tarde a la vida
de las personas, que los hermanos.

De tal manera que estamos delante de una relación sumamente importante. Se habla mucho del
vacío que provoca en la vida de las personas la falta de padres, y es indudable. Pero es igualmente
grande el vacío que se provoca en la vida de las personas cuando le faltan hermanos. De hecho, los
hijos únicos, y aclaro que soy hijo único, no crecemos con una sicología normal. Nuestra visión de la
vida es distinta al resto de los demás. Tenemos la idea de que el mundo gira alrededor de nosotros,
y que todos están a nuestro servicio. Tampoco tenemos muchas habilidades para relacionarnos con
otros, porque estamos acostumbrados a anteponer nuestras necesidades a los demás. Y que decir
de la fuerza para enfrentar la vida. Todo se nos ha dado. En mi caso soy hijo único de madre soltera,
muy trabajadora, que me brindó todo lo que yo necesitaba. Pero hay casos de hijos únicos con dos
padres, muy trabajadores, muy esforzados, trabajando para una sola persona, el hijo o la hija. Oro
para que se comprenda esta realidad, solo los que somos hijos únicos podemos realmente
entender esta triste realidad.
Lo más preocupante es que cada vez más se nos impone la idea de que “menos hijos es mejor”, y
hay quienes creen que “mejor si no hay hijos”.

Los que tiene la bendición de ser hermanos aprenden a vivir en sociedad, aprenden a negociar,
aprenden a ser leales, se enojan, se pelean, hacen travesuras, pero no acusan a sus hermanos. Es
realmente una bendición tener hermanos.

En nuestra reflexión, esta relación también quedará iluminada por cuatro palabras, veamos la
primera:

PROTEGERSE

Los hermanos se protegen. En la vida de las personas, la presencia de un hermano es garantía de


que no estarán solos cuando sus padres ya no estén. Podemos afirmar que la hermandad protege
de la soledad social, sobre todo en los momentos en que seguramente papá y mamá ya no estarán.
La etapa de nuestra vida, en dónde más necesitaremos de alguien que comparta nuestra historia,
ahí estarán nuestros hermanos.

La historia de Moisés con sus hermanos es realmente iluminadora. Todos sabemos que el nombre
Moisés significa “salvado de las aguas”. Para salvarlo Dios utilizó a su hermana, María:

Sabemos que el faraón de Egipto mandó a matar a todos los niños varones porque el pueblo de
Israel se estaba haciendo más grande y fuerte:

1
Un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu; 2 ella concibió y dio a luz
un niño. Viendo lo hermoso que era, lo tuvo escondido tres meses. 3 No pudiendo tenerlo
escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y alquitrán, colocó
en ella a la criatura y la depositó entre los juncos, a la orilla del Nilo.
Ex 2, 1 – 3.

Hasta aquí todo bien, unos padres que actúan conforme el plan de Dios. Se abren a la vida a pesar
de las reales dificultades que implica tener un hijo en su contexto, algunos hoy no quieren tener
hijos por lo que puede pasar, tal vez, quien sabe, a lo mejor, estos padres se abren a la vida, le dicen
si a la vida, a pesar de que todo el aparato gubernamental estará en contra de ellos y de su hijo.

Lo cuida, lo aman, le proveen, pero son limitados. Pueden hasta cierto punto. Y claro, los papás por
más que queramos, no podremos librar a nuestros hijos de todo lo que les espera en la vida. Los
papás de Moisés hicieron lo que pudieron y hasta donde pudieron, luego, lo demás, lo que ya no
podían, lo que ya no estaba en sus manos, lo dejaron en las manos de Dios.

Y aquí es donde entran los hermanos. Porque lo que Dios no puede hacer a través de los padres, lo
hace a través de los hermanos:

4
Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué terminaba todo aquello.
Ex 2, 4

¡Que hermosa escena! La madre con dolor tiene que dejar a su hijo dentro de la sesta, y dejar que
la vida siga su curso. Pero la hermana, tiene un nexo especial con el niño, no lo ama como su hijo,
sino como su hermano, entonces ¡no lo abandona! Está atenta a todo lo que ocurre en la vida de su
hermano.

5
La hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla. Al
descubrir la cesta entre los juncos, mandó a la criada a recogerla. 6 La abrió, miró dentro y encontró
un niño llorando. Conmovida, comentó: –Es un niño de los hebreos. 7 Entonces, la hermana del niño
dijo a la hija del faraón: –¿Quieres que vaya a buscar una nodriza hebrea que te críe el niño? 8
Respondió la hija del faraón: –Anda. La muchacha fue y llamó a la madre del niño. 9 La hija del
faraón le dijo: –Llévate este niño y críamelo, y yo te pagaré. La mujer tomó al niño y lo crió.
Ex 2, 5 – 9.

La única mujer a la que le han pagado por cuidar a sus hijos. La única mujer que le han pagado por
ser madre de su hijo. Me refiero a un sueldo.

¡impresionante! Cuando la familia funciona según el proyecto de Dios, la bendición en cada uno de
sus miembros es evidente.

Una familia así produce libertadores, gente fuerte, gente de desierto, pero con esperanza. Una
familia así salva a la sociedad, literalmente. Podemos afirmar que “si se salva la familia, se salva la
sociedad”.

Una hermana que cuida a su hermano y lo devuelve a su familia con una gran bendición. Cuidó,
acompañó, y regresó a su hermano al seno de su hogar. Los padres debemos fomentar este aspecto
en nuestros hijos, que estén pendientes unos de otros. Es lamentable cuando los papas que acusan
de chismosos a sus hijos cuando estos dan queja de sus hermanos.

A los primeros hermanos, Caín y Abel, a uno de ellos Dios le hace una pregunta que no supo
contestar, y que le valió su condenación:

Yahvé dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi
hermano?»
Gn. 4, 9.

Dios pregunta: “¿Dónde está tú hermano?”


La respuesta equivocada de hombre: “No sé.”

El Hombre pregunta: “¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”


La respuesta de Dios: “Sí”

Hoy más que nunca necesitamos contar con esos hermanos o hermanas, que nos ayuden a navegar
por el río de la vida moderna tan lleno de peligros.

PARA COMPARTIR:

¿Cuál es tu experiencia con tus hermanos? ¿por qué?

Terminemos con una oración dándole gracias al Señor por esos hermanos que nos cuidan y a los
que cuidamos.

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