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NOVENA EN HONOR

A NUESTRA SEÑORA DEL


ROSARIO DE
CHIQUINQUIRÁ

Reina y Patrona de Colombia

Fiesta Patronal: 9 de julio


Inicio de la novena: 30 de junio
Fiesta de la Renovación: 26 de diciembre
Inicio de la novena: 17 de diciembre
CÓMO REZAR LA NOVENA

1. En el nombre del Padre, del Hijo y del


Espíritu Santo. Amén.
2. Acto de contrició n.
3. Oració n inicial.
4. Reflexió n del día.
5. Padrenuestro, tres Avemarías, Gloria al
Padre...
6. Jaculatorias.
7. Gozos.
8. Oració n final.

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios mío!, que hacéis infinitas


maravillas en el cielo y en la tierra, y entre
ellas el haberme hecho a vuestra imagen y
semejanza, y capaz de vuestra gloria y
felicidad. Pero yo, ingrato a vuestros favores,
tantas veces borré de mi alma vuestra
imagen y, atrevidamente, os ofendí y me
olvidé que erais mi Creador y mi eterno
bienhechor.
Ay, Dios mío, ¿qué haré?, ¿a dó nde iré?,
¿quién renovará en mí la imagen de mi
Creador?, ¿cuá nta es, Señ or, la tristeza de mi
corazó n cuando voces secretas me dicen:
¿dó nde está tu Dios?
Esto me hace confesar a vos mi pecado, di-
ciendo: pequé, Jesú s, me pesa haber pecado.
Amén.
ORACIÓN INICIAL

¡Oh, buen Dios, que así amasteis al mundo


con tanto exceso de dilecció n, que nos disteis
a vuestro Unigénito Hijo, para que por su
vida, muerte y resurrecció n nos consiguiese
el premio de la eterna salud! os rogamos
concedá is piadoso a los que meditamos los
misterios de nuestra redenció n en el Rosario
de la Sacratísima Virgen María, que le
sirvamos amantes y humildes, reformando
nuestras vidas a las luces de tan divinos
ejemplares, Jesú s y María; y consigamos los
premios y gracias que Madre e Hijo nos
prometen, y en particular el fervor que
suplicamos en esta santa novena, una
muerte feliz, y que con los á ngeles les
alabemos por toda eternidad.
Amén

(ORACIÓN DEL DÍA)

GOZ0S

Pues sois de los pecadores


el consuelo y la alegría
oh, Madre clemente y pía,
escuchad nuestros clamores

Si en vuestra imagen hermosa


de Chiquinquirá encontramos
todo el bien que deseamos
en esta vida penosa;
Si en todos tiempos graciosa
dispensá is vuestros favores
con franca soberanía:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

Fénix de amor renovada


para remediar al hombre,
ostentá is este renombre
en vuestra imagen sagrada;
Con tal timbre coronada
se aumentan má s los ardores
de vuestro amor cada día:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

Como aquella nubecilla


que Elías vio sobre el Carmelo,
así por nuestro consuelo
de una oscura imagencilla
salieron magnos primores
que son asombro del día:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

¡Qué copiosa, qué incesante


es la lluvia soberana
de milagros con que ufana
nos beneficiá is amante!
No se da ningú n instante
sin que derraméis favores
con general bizarría:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

Todo el que imploró confiado


y con sincera intenció n
vuestro amparo y protecció n
salió siempre consolado;
Infinitos han mudado
en delicias sus dolores,
porque os buscaron por guía:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

No hay enfermedad penosa,


no hay trabajo ni desgracia
que vos con pronta eficacia
no remediéis generosa;
Si es que con fe fervorosa
quien busca vuestros amores
de los vicios se desvía:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores
Confiésalo así gozoso
todo el pueblo colombiano,
porque jamá s clamó en vano
a vuestro auxilio amoroso;
Con modo el má s portentoso
en sus congojas mayores
le habéis dado la alegría:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

Casa comú n del consuelo


es vuestro templo sagrado,
pues en él habéis franqueado
vuestro maternal desvelo;
Por eso, con tanto anhelo,
sin recelos ni temores
os clamamos noche y día,

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores

¡Pueblo de Chiquinquirá ,
tierra mil veces dichosa!
¡Qué riqueza tan preciosa
Dios en su campo nos da!
¡Oh! Qué celestial maná
de tan distintos sabores
vierte en su imagen María:

Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores
Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría:

¡Oh, Madre clemente y pía,


escuchad nuestros clamores!

ORACIÓN FINAL

Oh Dios, dador de todos los bienes, que


quisisteis que todo lo que tenemos y
esperamos nos venga por mano de la
Santísima Virgen, Madre de vuestro
Unigénito Hijo y Madre nuestra, cuya
preciosa Imagen os habéis dignado hacer
brillar en admirable renovació n:
concedednos, como os lo suplicamos, que
todos los que veneramos piadosamente el
nacimiento temporal de nuestro Redentor, y
os pedimos delante de la sagrada Imagen
renovada por vuestra mano, ayudados por la
intercesió n de la misma Santísima Virgen,
alcancemos la Patria Celestial.
Humildemente, Señ or, rogamos a vuestra
Majestad, que así como el bienaventurado
Andrés apó stol fue Predicador y Regidor de
vuestra Iglesia, así sea para nosotros,
perpetuo intercesor delante de vos.
Interceda por nosotros vuestro
bienaventurado confesor y doctor San
Antonio para que así como lo honrasteis con
tantos milagros en la tierra, así continú e
favorecié ndonos desde el Cielo, donde vivís y
reiná is con Cristo nuestro Señ or, vuestro
amado Hijo, en unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén

DÍA PRIMERO

Clementísima Emperatriz de los Cielos,


Madre de Dios y Madre nuestra, que
producida de los inmensos tesoros de la
Divinidad, fuisteis destinada en el
consistorio de la Beatísima Trinidad para
Madre de nuestro Redentor, en previsió n de
cuyos méritos fuisteis preservada del pecado
original y llena de inefables gracias desde el
primer instante de vuestra concepció n.
Vos, Señ ora, sois el remedio universal que
proveyó la infinita Sabiduría y la
Misericordia del Altísimo para socorrer al
mundo perdido por la culpa original. Sois la
Madre de Misericordia en quien confiamos
para librarnos de los rigores de la Justicia
Divina.
Así nos lo habéis manifestado en vuestra
milagrosa imagen de Chiquinquirá , cuya
prodigiosa renovació n en un lienzo roto y
maltratado es símbolo de la renovació n de la
imagen de vuestro Hijo que alcanzá is para
nuestras almas desfiguradas por el pecado.
Nadie podrá enumerar las conversiones de
pecadores que constantemente obrá is,
moviéndolos a penitencia, muchas veces con
solo mirar vuestra sagrada imagen, don
celestial de inefables consolaciones.
Esta misma piedad que os movió a
visitarnos por medio de la renovació n de
vuestra imagen mueva también nuestras
voluntades a la sumisió n a Dios, al aborreci-
miento del pecado y a la condigna penitencia
por las ofensas que hayamos hecho a la
Divina Majestad.
Alcanzadnos también la gracia que en esta
novena os pedimos por la intercesió n de
vuestros gloriosos siervos San Andrés y San
Antonio, si ha de ser para la gloria de Dios y
la salvació n de nuestras almas. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA SEGUNDO

Santísima Reina de los Cielos, Madre de


Dios y Madre Nuestra, cuya gracia y santidad
desde el primer instante de vuestro ser
excedió a la gracia y santidad de todos los
á ngeles y santos juntos, inmenso tesoro de
vuestra fidelidad que fue acreciendo hasta
llegar a cumbres imposibles de sospechar
siquiera por el entendimiento humano, cual
convenía a la inmensa dignidad de Madre del
Verbo Divino, resplandor de la gloria del
Padre y figura de su sustancia: nosotros,
pobres pecadores, invocando nuestra
condició n de hijos vuestros, nos acercamos
confiadamente a Vos, y os suplicamos que así
como habéis obrado la admirable renovació n
de vuestra sagrada imagen de Chiquinquirá
en premio a los repetidos y fervorosos
ruegos de vuestra devota María Ramos,
iluminéis nuestras tinieblas, confortéis
nuestra debilidad, consoléis nuestras penas
y nos guardéis dentro de vuestro corazó n
maternal.
Oh, dulce Madre nuestra ya que sois
refugio de los necesitados, atended benigna
la petició n que os hacemos en esta novena, si
ha de ser para la gloria de Dios y bien de
nuestras almas, como lo esperamos por
intercesió n de vuestros siervos San Andrés y
San Antonio. Así sea.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA TERCERO

Castísima Virgen María, Madre de Dios y


Madre nuestra, cuyo intenso amor a la
pureza y a la virginidad por sobre todas las
cosas despué s de Dios se manifiesta bien en
aquel coloquio que tuvisteis con el Arcá ngel,
nuncio de los designios del Altísimo en
vuestra persona, que con ser tan excelsos no
los aceptasteis hasta no tener la seguridad
de que vuestra entereza virginal no
padecería detrimento alguno: "No entiendo,
dijisteis, có mo haya de cumplirse esto, pues
he ofrecido a Dios el candor de mi virginidad
y el Señ or se ha dignado aceptar la oblació n
de su humilde sierva".
Por vuestra incomparable pureza haced
descender sobre nosotros un destello de
vuestra eminente santidad, que nos libre de
todo afecto desordenado. Así os lo
suplicamos por la piedad con que obrasteis
el prodigio de la renovació n de vuestra
imagen de Chiquinquirá , haciendo que las
roturas que habían quedado en el lienzo
después de renovada fuesen reparadas de
modo admirable y se extendiesen a ellas los
colores de la pintura. Por la mediació n de
vuestros siervos San Andrés y San Antonio,
alcanzadnos que de tal suerte se restañ en las
heridas abiertas en nuestras almas por el
pecado, que el dolor de nuestras culpas
repare en nuestros corazones la imagen de
vuestro Hijo, y así nos hagamos dignos de
alcanzar lo que os pedimos en esta novena
para gloria de Dios y salud de nuestras
almas. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA CUARTO

Excelentísima Princesa de los Cielos,


Madre de Dios y Madre nuestra, cuyas
singulares prerrogativas exceden a todos
nuestros elogios, y por eso fue necesario que
vuestra digna alabanza fuese formulada por
la boca del Arcá ngel San Gabriel: "Dios te
salve, María, llena de gracia, el Señ or es
contigo, bendita tú entre las mujeres". Estas
palabras ponderan vuestra dignidad, alegran
nuestras almas e infunden dulzura celestial
en nuestras amarguras, en todos los momen-
tos de la vida, apareciendo siempre nuevas a
pesar del transcurso de los tiempos.
Así son también los efectos de vuestra
bondad para con nosotros, como lo
experimentamos en el raro prodigio que
obrá is en vuestra imagen de Chiquinquirá ,
pues habiendo sido pintada con frá giles
colores de tierra mezclada con zumo de
hierbas en un tosco lienzo de algodó n, y
habiendo sufrido las inclemencias de la
lluvia y el trato descuidado antes de la
renovació n, permanece de modo admirable a
través ya de varios siglos, significando con
esto el Señ or que os ha puesto aquí para
consuelo general de todos los tiempos.
Alcanzadnos, Señ ora, que los efectos de la
gracia divina en nuestras almas sean tan
eficaces y perdurables que ninguna
tribulació n sea capaz de separarnos de la
caridad de Cristo, vuestro Hijo, y así poda-
mos obtener el favorable despacho de los
favores que pedimos por intercesió n de
vuestros siervos San Andrés y San Antonio
para que en su compañ ía os alabemos por
toda la eternidad. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA QUINTO

Serenísima Reina del Cielo, Madre de Dios


y Madre nuestra, que resignada del todo a la
voluntad divina disteis vuestro
consentimiento a la embajada del Cielo,
diciendo: "He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra" ¡Por esta
palabra, la má s digna y misericordiosa de
cuantas se han pronunciado, quedasteis
constituida corredentora de la Humanidad y
defensora de los pecadores. Encargo es éste
de incesante actividad, pues continuamente
habréis de estar en la presencia de vuestro
Hijo para aplacar su justicia, interceder por
nosotros, alcanzarnos el perdó n de nuestros
pecados y obtenernos las gracias que
necesitamos para nuestra salvació n.
En prenda de esta solicitud maternal,
quisisteis que tuviésemos el consuelo de
poseer vuestra bendita imagen de
Chiquinquirá , señ al evidente de que tenéis
puestos en nosotros vuestros ojos de
misericordia. Avivad, pues, nuestra
esperanza y nuestra confianza en vos; en
vuestra presencia exponemos nuestras
humildes sú plicas; y pues sois Madre no só lo
de los peregrinos en este valle de lá grimas,
sino también de las almas que expían en el
purgatorio las penas de sus culpas, extended
también a ellas el manto de vuestra
misericordia, alcanzá ndoles el alivio en sus
dolores y el pronto ingreso a la Patria Ce-
lestial, donde en compañ ía de vuestros
siervos San Andrés y San Antonio esperamos
entonar vuestras alabanzas por toda la
eternidad. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloría
al Padre...

DÍA SEXTO

Fragantísima Rosa del Cielo y Azucena de


los valles, María Santísima, que llevada de
vuestro amor al pró jimo, caminasteis desde
vuestro hogar de Nazaret hasta los montes
de Judá para visitar y servir a vuestra prima
santa Isabel: nosotros os acompañ amos con
nuestra consideració n en aquel camino, y
ponderamos cuá n humilde, cuá n devota y
cuá n recogida ibais, poniendo en admiració n
a los mismos á ngeles que os escoltaban,
ensalzando vuestra santidad: "Quié n es ésta
que asciende como la aurora, hermosa como
la luna y escogida como el sol? Toda hermosa
eres, y no hay mancha alguna en vos! ¡Qué
hermosas son tus pisadas, hija del Príncipe
de la gloria!".
Como nube bienhechora que va a coronar
la cumbre de una montañ a, ibais llevando el
rocío del Cielo como mensajera celestial,
ibais conduciendo al Sol de Justicia, Cristo
Nuestro Señ or, que habrá de santificar al
Precursor y librarlo del contagio de la culpa
original. De modo semejante, habéis querido
salir en repetidas ocasiones en vuestra
imagen de Chiquinquirá a visitar los lugares
azotados por la peste y el hambre para
prodigar remedio a los enfermos y consuelo
a los afligidos, devolver a los campos su
hermosura y multiplicar los frutos de la
tierra. Os suplicamos, Señ ora, que nos
visitéis en nuestras tribulaciones, curéis
nuestras enfermedades espirituales y
corporales, y nos concedá is los favores que
pedimos en esta novena, confiados en el
valimiento de vuestros siervos San Andrés y
San Antonio, para la gloria de Dios, bien de
nuestras almas y honor vuestro. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA SÉPTIMO

Felicísima Virgen María, Madre de Dios y


Madre nuestra, que en obediencia al
mandato del Emperador romano, en
compañ ía de vuestro santísimo esposo San
José os dirigisteis a Belén, y no hallando
posada os acogisteis a un establo donde el
Verbo de Dios, sin dejar el trono de su gloria,
quiso venir al mundo para ser nuestro
Redentor: por aquella ternura con que re-
cibisteis al Divino Niñ o, por la devoció n y la
reverencia con que besasteis sus pies como a
Dios, sus manos como a vuestro Señ or, y su
rostro como a vuestro Hijo, y lo abrigasteis y
lo colocasteis en el pesebre, enseñ adnos
vuestra obediencia, vuestra humildad,
vuestro abandono a la voluntad de Dios, y
hacednos partícipes de vuestra santidad
para que seamos menos indignos de recibirle
en la sagrada Eucaristía. Y si los moradores
de Belén no os recibieron, bien probado
tenéis nuestro cariñ o. Recordad, Señ ora, la
humilde choza en la cual os dignasteis
renovar vuestra imagen de Chiquinquirá , y
comparadla con la regia basílica que hoy
tenéis como dosel de vuestro trono. Habéis
elegido nuestro suelo y lo habéis santificado
con vuestra presencia, y nosotros hemos
procurado en nuestra cortedad responder a
las finezas de vuestro amor.
Completad vuestra obra de misericordia,
haciendo vuestra habitació n en nuestro
corazó n, donde junto con vuestro santísimo
Hijo y vuestro castísimo esposo José, halléis
amor, lealtad y sinceridad hasta el sacrifico
de nuestras vidas.
Alcanzadnos el que siempre os amemos
con ternura, como camino seguro para
alcanzar el perfecto amor a vuestro Hijo;
otorgadnos los favores que os pedimos en
esta novena por mediació n de vuestros
siervos San Andrés y San Antonio, para
gloria de Dios y salvació n de nuestras almas.
Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA OCTAVO

Misericordiosísima Reina de los Cielos,


Madre de Dios y Madre nuestra, que después
de haber cumplido en la tierra la altísima
misió n que la Trinidad Beatísima os
encomendó como corredentora de la
humanidad y Madre de la Iglesia naciente,
con la sumisió n, la humildad y el abandono a
la voluntad divina que caracterizaron
vuestra santísima vida, aceptasteis, a
semejanza de vuestro Hijo, rendir el tributo
a la muerte, para consuelo de todos nosotros
que esperamos gozar de vuestra presencia
en aquel temeroso trance, y tuvisteis el
privilegio de ser llevada por vuestro Hijo en
cuerpo y alma a la gloria celestial:
alcanzadnos el vivir santamente para morir
santamente; que también nuestra muerte,
como la vuestra, sea un acto de amor a Dios
que nos purifique de toda mancha para
presentarnos, conducidos por Vos, al
tribunal de Nuestro santísimo Hijo.
Se anima nuestra confianza de que nos
habéis de otorgar esa protecció n, pues en
prenda de que nos amá is, nos habéis
entregado vuestra bendita imagen de
Chiquinquirá , significando con ello que no
queréis abandonarnos en el tiempo con el fin
de asegurar nuestra felicidad en el cielo. Así
os lo suplicamos en esta novena, y
esperamos alcanzarlo por mediació n de
vuestros siervos San Andrés y San Antonio,
pues es para la gloria de Dios, honor vuestro
y bien de nuestras almas. Amén.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

DÍA NOVENO

Gloriosísima Virgen María, Reina del Cielo,


Madre de Dios y Madre nuestra, que llevada
por vuestro Santísimo Hijo en cuerpo y alma
a los Cielos, habéis sido exaltada sobre los
coros de los á ngeles y coronada como Reina
de toda la creació n, en galardó n de vuestra
inmensa santidad, en exaltació n de vuestra
profundísima humildad y en premio a
vuestros excelsos méritos! Recibisteis
entonces de modo inefable la participació n
del Poder del Padre, de la Sabiduría del Hijo,
y del amor del Espíritu Santo, y quedasteis
constituida Dispensadora de los tesoros de la
Divinidad en orden a la salvació n de todos
nosotros!. De lo íntimo de nuestros
corazones nos congratulamos con vos por
aquellos homenajes que recibisteis de la
Beatísima Trinidad y de toda la Corte
Celestial, y esperamos confiadamente que,
terminado el curso de nuestra vida terrenal,
nos acojá is en los coros celestiales para
cantar con ellos vuestras alabanzas por toda
la eternidad!.
Como un preludio de aquellas fiestas, os
hemos proclamado en vuestra bendita
imagen de Chiquinquirá por Reina y Señ ora
nuestra, en coro unísono y ferviente.
Reina y Madre de Misericordia! proteged a
la Santa Iglesia, conservad la Patria
colombiana en la Fe cató lica, extinguid los
odios fratricidas, restableced entre nosotros
el imperio de la caridad de Cristo,
guardadnos de los enemigos que quieren
perdernos y exterminar la sagrada herencia
de vuestro Hijo en Colombia!. Vida, dulzura y
esperanza nuestra!, a Vos elevamos nuestro
clamor los desterrados hijos de Eva, en este
valle de lá grimas!. Abogada nuestra poten-
tísima: volved a nosotros los ojos de vuestra
misericordia! Y terminada la peregrinació n
de esta vida, presentadnos a Jesú s, fruto
bendito de vuestro vientre. Oh clemente, oh
piadosa, oh dulce Virgen María!.
Padre nuestro, tres Avemarías y Gloria
al Padre...

JACULATORIAS

• Virgen del Rosario de Chiquinquirá,


renueva en nosotros la imagen de Jesús.
• Reina de Colombia, bendícenos con la
paz.
• Rosa del Cielo, reina en nuestro
hogar.
• Oh Madre clemente y pía, escuchad
nuestros clamores.

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