Está en la página 1de 2

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (15:1-10)

En aquel tiempo todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas
los fariseos y los escribas murmuraban y decían: "Éste recibe a los pecadores y come con
ellos". Entonces les dirigió esta parábola: "¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas,
si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la
oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy
gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos, conmigo, porque
hallé mi oveja, la que andaba perdida". Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo
pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de
convertirse". "¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no
enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha
encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he
encontrado la dracma que había perdido". Os digo que la misma alegría reina en presencia de
los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente".

Homilía de San Gregorio, Papa.


Homilía 34 sobre los Evangelios, núm. 2-3.
Habéis oído, hermanos míos, en la lectura del Evangelio que los
pecadores y los publicanos se acercaban a nuestro Redentor, y
que fueron admitidos, no solamente a conversar, sino también a
comer con Él. Al ver esto, los fariseos lo comentaron,
despectivamente. De donde podemos deducir que la verdadera
justicia es compasiva, y la falsa desdeñosa. No quiere decir esto
que los justos no se muestren a veces, y con razón, indignados
contra los pecadores, sino que no es lo mismo obrar por soberbia
que por celo de la disciplina.
Los justos se muestran a veces indignados, sin estarlo realmente;
desconfían de los pecadores, sin desesperar; los persiguen, sin
dejar de amarlos; el celo por el bien pone reprimendas en sus
labios, mas conservan interiormente la dulzura de la caridad;
anteponen a sí mismos, en su estimación, a los mismos que
reprenden, y juzgan mejores que ellos a aquellos de los que son
jueces; a la vez que mantienen a sus súbditos en la disciplina, se
conservan ellos mismos humildes.
Los que se enorgullecen so pretexto de una falsa justicia,
desprecian a los demás, sin compadecerse de sus debilidades; no
se tienen por pecadores, y conviértense en pecadores mucho más
odiosos. Así son los fariseos, que, al vituperar al Señor porque
acogía a los pecadores, recriminaban, ellos, los secos de
corazón, a la fuente misma de la misericordia. Mas como
estaban enfermos, hasta el punto de ignorar su mal, el Médico
celestial los trata con suaves remedios, les responde con una
conmovedora parábola, y oprime dulcemente la entumecida
herida de su corazón.

También podría gustarte