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NOVENA EN HONOR

A NUESTRA SEÑORA DE
CHIQUINQUIRÁ
Novena compuesta por Fray Domingo Barragán OP, y publicada en Santa Fe de Bogotá con las
debidas licencias en 1796. Puede rezarse en cualquier momento del año, aunque por devoción
puede hacerse en preparación de las siguientes fechas:

 9 de Julio (Fiesta litúrgica y Coronación como Patrona de Colombia)

 18 de Noviembre (Milagrosa renovación de la imagen encontrada en Maracaibo)

 26 de Diciembre (Milagrosa renovación de la imagen en Chiquinquirá)

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Padre de infinita misericordia y Dios de todo consuelo, que haces grandes
maravillas en el Cielo y en la tierra, y entre ellas el haberme hecho a tu imagen y semejanza y
capaz de tu gloria y felicidad. Confieso, Señor, que haces un beneficio tan grande, que no hay
palabras para poderlo ponderar dignamente, ni caudal alguno en todo lo creado para poderlo
retornar. Por el ser que me diste no debiera haber instante de tiempo que no lo emplease en
servirte, amarte y agradarte con todas las fuerzas de mi alma; no debiéramos tener pensamiento,
ni articular palabra, ni hacer la más leve cosa, que no fuese ordenada a tu mayor honra y gloria.
Pero, ¿cómo me he portado? Ingrato y desconocido a tus favores, tantas veces borré de mi alma
tu imagen y semejanza, cuantas veces atrevidamente te ofendí y me olvidé que eras mi Creador,
mi eterno bienhechor. ¡Ay, Dios mío, dulzura de mi alma y centro de mi corazón! ¿Qué haré? ¿A
dónde iré? ¿Quién renovará en mí la imagen de mi Creador? ¡Oh! Si oyera la voz de mi Amado en
aquellas dulcísimas palabras: “¡Se renovará tu juventud como la del águila!”. ¡Cuánta es, Señor, la
tristeza de mi corazón cuando escucho los baldones con que unas voces secretas me dan en rostro
y me dicen: “¿Dónde está tu Dios?”!

Esto me hace confesarte, Señor, mi pecado y derramar lágrimas de dolor, diciéndote desde lo más
profundo de mi alma: Pequé, Jesús de mi vida, pequé, amantísimo Esposo, me pesa de haber
pecado. Mas, aunque es grande mi aflicción y mi dolor, no es menor la confianza que tengo en ti,
que me has de perdonar. A esto me anima, Dios mío, el saber que eres un verdadero Padre, que
deseas reparar la imagen que se había afeado con el pecado. Me anima el considerar los
beneficios que me has hecho, en especial el haberme dado por madre a la que sola entre las
criaturas fue digna de llevarte nueve meses en su vientre virginal, cuando ni los cielos ni los más
elevados Serafines son capaces de contenerte.

Señor, tú no quieres que me olvide de esta benignidad; y para que siempre viva en mi
reconocimiento, dispusiste que se erigiese en María santísima un altar de perpetuo monumento y
que esta misma Señora renovara su imagen en Chiquinquirá. Quieres hacer a tu Madre Santísima
el honor de renovar también en mí, por su medio, lo que yo arruiné por mi culpa. Ea, pues, Señor,
yo te suplico por el amor que le tienes, que mires con piedad la compunción de mi corazón y me
concedas el perdón de todos mis pecados. Tú mandaste y esta ha sido siempre tu voluntad, que
honremos a nuestros padres, y para tu ejemplo, hiciste lo que mandaste. Asegurado, pues, de tu
bondad, me atrevo a suplicarte que honres la memoria de tu Madre amantísima, y que me
concedas por sus méritos lo que por mis culpas no merezco. Y, pues gustas que la saludemos con
las divinas rosas de su Rosario, yo, para tenerla propicia a mi consuelo, le ofrezco las mismas que
fueron el principio de su mayor dignidad y de nuestra eterna felicidad. Amén.

Se rezan cinco Ave Marías en honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.

DÍA PRIMERO - 30 DE JUNIO


Clemente Emperatriz de los Cielos, Madre Santísima del Rosario, que siendo producida de los
inmensos tesoros del Cielo, a esfuerzos del poder divino fuiste igualmente destinada en el
consistorio de la Santísima Trinidad, para que fueses Madre del Unigénito Hijo de Dios, y por eso
llena de Gracia desde el instante de tu Concepción. Tú, Señora, eres el remedio universal que trazó
la infinita sabiduría y misericordia del Altísimo, para socorrer al mundo que se había perdido por la
culpa original. Eres la Madre de Misericordia, en quien confían los pecadores para librarse de los
rigores de la divina justicia; y si en todas partes manifiestas el cuidado que de ellos tienes,
especialmente lo conocemos en tu milagrosa Imagen de Chiquinquirá, en donde declaras que si
estas dotada de la ilustre dignidad de verdadera Madre de Dios, también eres verdadera Madre de
pecadores y si renuevas esta tu imagen en un lienzo roto y maltratado, también renuevas con tu
milagroso poder, en el tosco lienzo de nuestros corazones, la imagen de tu Hijo bendito.

¿Quién podrá contar, oh Soberana Princesa de la gloria, las conversiones que haces con los
pecadores endurecidos? Con sólo haber mirado tu imagen son muchos los que se han rendido a
las dulces influencias de la gracia. Humildemente te suplicamos, Señora y Madre nuestra, que la
misma piedad que te movió a visitarnos en tu Renovación, mueva también nuestras rebeldes
voluntades a sujetarnos al suave yugo de los divinos mandamientos y al aborrecimiento de
nuestras culpas, para hacer de ellas una verdadera y fructuosa confesión que asegure nuestra
salvación. Alcánzanos también la gracia que en esta novena te pedimos por la intercesión de tus
gloriosos siervos San Andrés apóstol y San Antonio de Padua, si ha de ser para mayor gloria de
Dios y salvación de nuestras almas. Amén.

Se rezan cinco Ave Marías en reverencia de los misterios del Rosario, y después se hace la
petición.
GOZOS EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

Pues sois de los pecadores ¡Oh Madre clemente y pía,


El consuelo y la alegría. Escuchad nuestros clamores!
¡Oh Madre clemente y pía,
Escuchad nuestros clamores! Como aquella nubecilla
Que Elías vio en el Carmelo
Si en vuestra imagen hermosa Así por nuestros consuelos
De Chiquinquirá encontramos Obrasteis la maravilla;
Todo el bien que deseamos De una oscura imagencilla
En esta vida penosa; Salieron magnos primores,
Si en todos tiempos graciosa Que son asombro del día.
Dispensáis vuestros favores ¡Oh Madre clemente y pía,
Con franca soberanía. Escuchad nuestros clamores!
¡Oh Madre clemente y pía,
Escuchad nuestros clamores!
¡Que copiosa y que incesante
Es la lluvia soberana
Fénix de amor, renovada
De milagros, con que ufana
Para remediar al hombre
Nos beneficiáis amante.
Ostentáis este renombre
No se da ningún instante
En vuestra Imagen sagrada;
Sin que derraméis favores
Con tal timbre coronada,
Con general bizarría!
Se aumentan más los ardores
¡Oh Madre clemente y pía,
De vuestro amor cada día.
Escuchad nuestros clamores!
¡Oh Madre clemente y pía,
Escuchad nuestros clamores!
Todo el que imploró confiado
Y con sincera intención
Escoltan vuestra dulce imagen Vuestro amparo y protección,
Dos celestes edecanes, Salió siempre consolado.
Inmaculados guardianes: Infinitos han cambiado
San Andrés y San Antonio; En delicias sus dolores,
De Santo Domingo testimonio Porque os buscaron por guía:
Sus hijos predicadores, ¡Oh Madre clemente y pía,
Os custodian noche y día. Escuchad nuestros clamores!
Pues en él habéis franqueado
No hay enfermedad penosa, Vuestro maternal desvelo.
No hay trabajo ni desgracia Por eso con tanto anhelo,
Que Vos, con pronta eficacia, Sin recelos ni temores,
No remediéis generosa; Os clamamos noche y día.
Si es que con fe fervorosa, ¡Oh Madre clemente y pía,
Quien busca vuestros amores, Escuchad nuestros clamores!
De los vicios se desvía:
¡Oh Madre clemente y pía, ¡Pueblo de Chiquinquirá,
Escuchad nuestros clamores! Tierra mil veces dichosa!
¡Qué riqueza tan preciosa
Todo el Reino Cristiano Dios en su campo nos da!
Así lo confiesa ufano, ¡Oh!, qué celestial maná,
Porque jamás clamó en vano De tan infinitos sabores,
A vuestro auxilio Divino: vierte en su imagen María:
Con modo el más peregrino ¡Oh Madre clemente y pía,
En sus congojas mayores Escuchad nuestros clamores!
Le habéis dado la alegría.
¡Oh Madre clemente y pía, Pues sois de los pecadores
Escuchad nuestros clamores! El consuelo y la alegría.
¡Oh Madre clemente y pía,
Casa común del consuelo Escuchad nuestros clamores!
Es vuestro templo sagrado,

Antífona. Bienaventurada Madre del Redentor, puerta del Cielo siempre abierta, hermosa estrella
que guiáis a los que navegan el mar tempestuoso de este mundo: socorre a los que están caídos
en el pecado, y que desean librarse de él, tú que con pasmo de toda la naturaleza concebiste y
diste a luz a tu Creador, Virgen Santa, permaneciendo tal antes y después del parto, compadécete
de los pecadores, recibiendo la salutación del Ángel San Gabriel.

℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa Madre de Dios!


℟. Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN

Omnipotente y sempiterno Dios y Señor nuestro, que eres la esperanza, el premio y el consuelo de
todos los afligidos que te invocan; y quisiste que todos los bienes que tenemos y esperamos
alcanzar, nos vengan por mano de la Santísima Virgen María, dignísima Madre tuya; concédenos,
como te suplicamos, que todos los que veneran piadosamente tu nacimiento en carne mortal, y te
ruegan delante de esta milagrosa imagen renovada por sí misma, sientan el perpetuo socorro de
su patrocinio, y sean libres en el cuerpo y en el alma de toda tribulación. Tú que vives y reinas con
Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

DÍA SEGUNDO – 1 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Amorosa Reina de los Cielos, María Santísima del Rosario, la más feliz, la más bendita entre todas
las criaturas, que habiendo sido concebida entre los resplandores de la gracia, jamás perdiste la
inocencia ni aún con la culpa más ligera, y por eso merecisteis escuchar de la boca del Ángel, que
habías de concebir en tu purísimo vientre el resplandor de la gloria del Padre Eterno y figura de su
substancia, el Verbo Divino hecho hombre de tu sangre virginal, para que diese a los hombres la
ciencia de la luz en los rayos de su divina doctrina. ¡Oh dignidad infinita que excede a toda nuestra
comprensión! ¡Oh Madre bendita que iluminas nuestras almas para que veneremos y amenos tu
altísima dignidad! A este fin, gloriosísima Señora, en tu imagen de Chiquinquirá, que veneramos,
diste a ver el resplandor de tu gloria, en tu admirable renovación a una devota sierva tuya, por
medio de un inocente niño, que le avisaba que mirase los rayos y esplendores que esparcía tu
imagen en el acostumbrado lugar de su oración. Continúa, dulcísima Madre de piedad, tus
maravillas, y pues comenzaste a renovar en nuestros corazones la imagen de tu Hijo preciosísimo,
moviéndonos a confesar nuestras culpas, alcánzanos también la gracia de que santifique nuestras
almas, haciéndonos aborrecer nuestros pecados y ayudándonos para la enmienda. Pues eres
seguro refugio de afligidos y desconsolados, atiende benignamente a la petición que te hacemos
en esta novena, haciéndonos ver que no fue sin fruto el haber implorado tu patrocinio. Así
esperamos conseguirlo a mayor gloria de Dios, por la intercesión de tus gloriosos siervos San
Andrés y San Antonio. Mas, si no conviniere para nuestra salvación, danos el fruto de la paciencia y
la conformidad con la voluntad divina, para merecer la eterna felicidad de la gloria. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA TERCERO – 2 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Purísima y suavísima Virgen María del Rosario, Madre de Dios, cuya pureza y virginidad tan
cordialmente amada de tu castísimo corazón, y tan preferida a todas las cosas que hay después de
Dios, se conoce vienen de aquel divino coloquio que tuviste con el Ángel que vino de parte de
Dios, a participarte los designios que meditaba el Altísimo en tu persona, y cómo determinaba
concebirse en tu virginal regazo, aquel que en toda la eternidad es concebido en el seno del Eterno
Padre. ¡Cuánta fue entonces tu turbación! “No entiendo, decías, cómo puede ser esto, ni cómo
haya de tener su debido cumplimiento; porque has de saber que yo tengo ofrecido a mi Dios el
candor de mi virginal pureza; y a lo que entiendo, al Señor le agradó aceptar la oblación de su
humilde esclava”. ¡Qué razones éstas tan puras y tan llenas de efectos celestiales! Obraste,
Señora, con gran prudencia en asegurarte de que no padecería detrimento tu entereza virginal y
que antes alcanzarías la mayor perfección que pueda imaginarse. ¡Quién imitara, oh Virgen, tu
pureza! ¡Quién mereciera que inclinaras los oídos de tu piedad, para que hicieses descender sobre
nosotros un destello de tu eminente santidad, que limpiara nuestros corazones de todo efecto
sensual! Así, te suplicamos, Virgen de Chiquinquirá, Señora bendita, concédenos por tus gloriosos
siervos San Andrés y San Antonio soldar las roturas que abrió en nuestras almas el pecado, que
rompiéndose de dolor nuestros corazones seamos perfecta imagen de tu Hijo y que nos alcances
el favor que en esta novena pedimos a mayor honra y gloria de Dios. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA CUARTO – 3 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Excelentísima Princesa de los Cielos, María Santísima del Rosario, Cuya preeminencia y singulares
prerrogativas suben más alto de lo que alcanzan nuestro elogios; porque era así verdaderamente
que habías parecido muy hermosa y agraciada a los ojos del Señor, que te creó. Pues, ¿qué cosa
puede decirse más grande en tu alabanza, ni más digna de repetirse en todos los siglos que
aquellas voces con que te saludó el Ángel, diciendo: “Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor
es contigo, bendita tú entre las mujeres”? Con estas palabras se alegran nuestras almas, y si en
toda hora las pronuncian nuestros labios, a todas horas agradan y aparecen nuevas, sin que el
tiempo pueda corromper su dulzura celestial. ¡Oh dulcísima Reina y Señora, ésta es propiedad de
tu eminente virtud y santidad! ¿Quién no admira el prodigio raro que obras en tu imagen de
Chiquinquirá? Pues pintada en un lienzo de algodón, fácil de podrirse, y habiendo estado expuesta
a tantos ultrajes y a las lluvias antes de ser renovada, permanece sin lesión alguna en el tiempo de
cuatro siglos. Más, ¿qué hay de admirar si el Señor te ha puesto aquí para que seas el consuelo
general en todos los siglos? Haz, pues, Señora, que los auxilios que nos alcanza tu maternal piedad
de la benignidad de tu Hijo Santísimo, sean tan eficaces y permanentes, que finalmente penetren
la dureza de nuestros corazones, haciendo que siempre viva en ellos el dolor de haber pecado
junto con el propósito de la enmienda, y que seamos dignos de recibir el cuerpo Sacrosanto de tu
Hijo Santísimo con una disposición tan fervorosa, que jamás se aparte de nuestras almas. Haz
últimamente, Soberana Madre de piedad, que nuestras súplicas y oraciones tengan el favorable
despacho que esperamos alcanzar por intercesión de tus gloriosos siervos San Andrés y San
Antonio, para que en su compañía te alabemos en la gloria. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA QUINTO – 4 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Amabilísima Madre y abogada de los hombres, María Santísima del Rosario, a quien para explicar
la obra del Espíritu Santo en el misterio de la Encarnación, dijo el Ángel, que ésta no era obra que
fiase Dios al ministerio de los hombres, por más excelente que fuese; que debía correr por cuenta
del Espíritu Santo, que descendería sobre tu persona; y que su mano poderosa te haría sombra y
formaría en tu purísimo vientre el cuerpo del Niño, que de él había de nacer; y que de este modo,
serías para siempre Virgen-Madre, intacta y sin mancha alguna, porque Él debía nacer como nace
el sol de la resplandeciente aurora; cuyos rayos, pasando por el limpio y terso cristal, lejos de
ofender su esplendor, lo hacen más hermoso. A este modo, divina Madre, quiso el Altísimo que
sucediese la admirable renovación de tu imagen de Chiquinquirá, cuya prodigiosa pintura no se fió
de los pinceles humanos, por más insignes que fuesen, sino que debió correr a esmeros del
Espíritu Divino, que te delineó tan hermosa y excelente que hasta ahora no ha habido pintor
alguno que pueda hacer una copia de ella, que sea semejanza perfecta de su original, por más que
lo hayan intentado.

¿De qué manera podremos, Señora, ser agradecidos a estas finezas de tu amor? ¿Pero qué digo,
agradecidos? ¿Cómo hemos usado de este maternal cariño?, por todas partes nos rodean los
recuerdos que nos das, poniendo por delante de nuestros ojos tu imagen. Con los trabajos nos
despiertas, con los halagos nos animas, en las enfermedades nos humillas, en la salud y
prosperidad nos exaltas y por todos los medios nos buscas. Obras, Señora, como quien eres, y
quieres delinear tu imagen en las tablas de nuestros corazones; pero nosotros siempre rebeldes a
tu voz, si nos hemos endurecido con los castigos, no nos hemos ablandado con los cariños;
ingratos para lo uno y rebeldes para lo otro. Así son los hijos que tienes; pero, tú eres madre, y
madre muy amorosa, que no tomas el azote para castigar, y siempre eres nuestra defensa. Reciba,
pues, nuestros ruegos, el que naciendo por nosotros se dignó ser y llamarse hijo tuyo. Ruega por
esta católica nación, por la paz y la tranquilidad de sus moradores; ruega por los cautivos y
navegantes; ruega por todos los pecadores. Sintamos los benignos efectos de tu patrocinio, todos
los que imploramos y celebramos a la Imagen de Chiquinquirá, que renovados en el espíritu de
caridad y en la dignidad de hijos de Dios, enmendemos nuestro yerros, y demos a Dios la debida
satisfacción por nuestros pecados, así como lo prometemos. Alcánzanos, finalmente, la gracia que
pedimos, por la intercesión de tus gloriosos siervos San Andrés y San Antonio, si ha de ser para
gloria de Dios. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA SEXTO – 5 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Misericordiosa Reina de los Cielos, María Santísima del Rosario, que entre las promesas que el
Ángel te hizo para que se efectuase el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, fue el
asegurarte que el hijo que de tus entrañas nacería, había de ocupar la silla, el cetro y la corona de
David, tu padre, gobernando la Casa de Jacob, no por un tiempo limitado como otros reyes
terrenos, sino por toda la eternidad, por cuya divina promesa, tú, Señora, eres la Reina
Misericordiosa, heredera legítima del reino eterno de tu Hijo, cuyo imperio abraza todo aquello
que a la Santísima Trinidad adora; eres el Trono del verdadero de tu Hijo, tienes el gobierno de
todas las criaturas y en todo tiempo eres Refugio de los pecadores y jamás te cansas de socorrer a
los afligidos.

¿Quién hay que no lo vea en tu milagrosa Imagen de Chiquinquirá? Este es el prodigio que con
razón admiramos en tu milagrosa renovación, continuando los milagros que haces por amor a tus
devotos. No ha sido tu devoción de aquellas que tan pronto como se han levantado, han caído y
desparecido con luces fatuas, pues en más de cuatrocientos años todavía permanece y se
aumenta el fervor y devoción de los cristianos, correspondiendo siempre a sus deseos los efectos
saludables de sus humildes plegarias cuando no se oponen a la divina voluntad, y para más
asegurarnos de tu protección, quisiste que del mismo modo estuviesen a tu lado los gloriosos
siervos San Andrés y San Antonio, como escuderos y gentilhombres cerca de tu persona que
tienen por oficio representar a los oídos de tu piedad, nuestras humildes peticiones. ¡Ea!, pues,
Reina y Señora nuestra, no desampares el reino de la misericordia que se te ha recomendado;
atiende a todas las necesidades que oprimen nuestras almas y nuestros cuerpos; conserva entre
tus humildes siervos la verdadera religión para con Dios, la paz para con los prójimos, y una
verdadera y exacta sujeción de nuestras pasiones. Alcánzanos, pues, las gracias que te pedimos
por la mediación de tus gloriosos siervos San Andrés y San Antonio, si han de ser para mayor honra
y gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA SÉPTIMO – 6 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Serenísima Reina del Cielo, Madre de pecadores, María Santísima del Rosario, que resignada del
todo a la voluntad divina, después de estar satisfecha de tus reparos, explicaste el consentimiento
a la embajada del Cielo, cuando dijiste: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra”. ¡Oh palabra la más digna y misericordiosa de cuantas se han pronunciado! ¿Sabes,
Señora, a cuánto te has obligado en fuerza de esta palabra? Has hecho ya y firmado una palabra
de obligación de defender a los pecadores ¡Oh, cuánto tienes que sufrir por estos hijos que
adoptaste! Pecamos todos los días y ofendemos al Unigénito de tus entrañas; y así preciso será
que todos los días, te presentes ante el tribunal divino para detener las saetas de su justicia, y
pedir para nosotros no sólo el perdón de los pecados, sino también muchas mercedes y beneficios.
No te canses, Madre amantísima, de cumplir con este oficio que te encargó el Salvador, en la cruz,
diciéndote que mirases como madre a los pecadores en la persona de Juan.

Y, pues quisiste que en prenda de tu amor tuviésemos la gloria de tu bendita Imagen de


Chiquinquirá, tenemos bien fundadas esperanzas de que has puesto en nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y que siempre que rendidos te rogamos, avivas nuestra esperanza señalándonos
esa tu imagen y diciéndonos: “Ves aquí la escava del Señor, hágase en mí según tu palabra; venid a
mí, todos los que estáis enfermos, oprimidos y atribulados, que yo os daré salud, vida y consuelo”.
Con razón dijo un devoto tuyo, hablado de esta imagen, que apenas se halla en todo el orbe
cristiano otra imagen tuya, en que te hayas mostrado tan milagrosa. Aquí, pues, derramamos
nuestros humildes ruegos, y acordándonos que no sólo eres madre de los vivientes sino también
en los que gimen sin consuelo en el Purgatorio, te rogamos que también a ellos extiendas el manto
de tu piedad, solicitándoles el remedio de sus penas. Alcánzanos también el favor que deseamos
conseguir en esta novena, por la intercesión de tus gloriosos siervos San Andrés y San Antonio, a
mayor honra y gloria de Dios. Amén.
Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

DÍA OCTAVO – 7 DE JULIO


Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Fragante Rosa del Cielo y Azucena de los valles, María Santísima del Rosario, que después que el
Ángel te dio la noticia de la preñez de tu parienta Santa Isabel, caminaste a los montes de Judea,
llevando en tu vientre al mismo Rey de la gloria, para visitar y servir a tu prima, en los tres meses
que hiciste mansión en su casa hasta que nació el niño Juan.

Como contemplan almas piadosas, y contemplo yo, Reina mía, cómo ibas en aquel camino, cuán
humilde, cuán devota, cuán modesta y toda compuesta, poniendo en admiración a los mismos
Ángeles que no apartan los ojos de tus virtudes diciendo: “¿Quién es ésta que sube como la
aurora, hermosa como la luna y escogida como el sol? ¡Eres toda hermosa y no hay mancha alguna
en ti! ¡Qué hermosas son tus pisadas, Hija del Príncipe de la gloria!”.

Ibas entonces, Señora, como una nube ligera que va a coronar la cumbre de una elevada montaña,
cargada del rocío del Cielo; ibas como una caritativa huésped, que conducía al hermoso Sol de
justicia, Cristo, que había de santificar a su Precursor y librarle del contagio del pecado original.
Mas no fue esa sola vez cuando diste a las criaturas ese regocijo, porque después de la memorable
renovación de tu Imagen de Chiquinquirá, quisiste salir de tu retiro a visitar los lugares vecinos y
librarlos del contagio de la peste, del hambre y de la esterilidad que entonces afligían la tierra:
saliste, del mismo modo, como un viajero celestial, prodigando favores, acompañada de tus
grandes personajes San Andrés y San Antonio; saliste como águila grande, a quien se dieron estas
dos alas, para volar ligeramente al socorro de los afligidos. Así caminabas por el desierto, en
hombros de sacerdotes, acompañada de innumerable pueblo. ¡Cuánto se alegraron los árboles y
las plantas, al pasar por frente a ellos la Señora de todo el mundo! Los arroyos cristalinos detienen
sus corrientes por mirarte; las aves, en sus tonos diferentes, te hacen saludos al pasar; los
desiertos se visten de hermosura, y reverdecen los campos por donde pasas, y todos aquellos
valles multiplican abundantemente sus trigos, porque viene a visitar sus tierras la Señora; pero en
lo que más se manifestó tu amor, fue en desterrar la peste; pues todo fue uno, dejarte ver en los
lugares, y levantarse sanos los que eran el retrato de la muerte.

Rogamos, Señora, te dignes desterrar de nosotros los aires malignos que nos apestan; danos
abundantemente los frutos de la tierra y, si el estío quemare nuestros campos, envíanos aguas
tempranas; si éstas ahogaren los granos, haz que se suspendan hasta su tiempo. Danos,
finalmente, lo que solicitamos en esta novena, pues lo pedimos confiados en el valimiento que
para ti tienen tus gloriosos siervos San Andrés y San Antonio, a mayor honra y gloria de Dios
Nuestro Señor. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO – 8 DE JULIO
Por la Señal...
Acto de contrición y las cinco Ave Marías.

Feliz Virgen María, Madre de Dios y Reina del Rosario, que con tu santísimo esposo José, te
dirigiste a Belén, y no hallando posada, escogiste un establo, en donde moraste y diste a luz al Rey
de la gloria, y cuando llegó el tiempo determinado, con grande regocijo tuyo, le conociste, le
acariciaste y reclinaste en un pesebre, sobre pobres y humildes pajas, en medio de dos animales; y
con profundísima humildad y reverencia le adoraste como Dios, y como a tu Hijo le diste a gustar
leche de tus virginales pechos, y allí mismo le mostraste a los pastores y a los Reyes para que le
adorasen.

Nosotros, Señora, te damos alegres plácemes y con regocijo del corazón nos alegramos de tu
inefable felicidad, nos gozamos de que seas nuestra Reina y Madre de nuestro Dios. Eres aquella
rosa, la más hermosa y fragante de cuantas produjo el Jardín del Cielo, de la cual nació aquella
hermosa y única flor, Jesucristo, Salvador de nuestras almas. Nos admiramos, Señora, que los
moradores de Belén no quisiesen tener consigo estas divinas prendas de amor; pero aquí tienes
pronto nuestro corazón; ven a morar en la pobreza de él, y llénalo del suavísimo olor que se
esparce en tu hermosura. No sucedió así cuando saliste de este lugar de Chiquinquirá y llegaste a
las ciudades vecinas, porque era tan grande el deseo que tenían sus moradores de hospedarte y
tenerte siempre en su compañía, que por esta razón hacían amorosas diligencias por tenerte como
el Arca del Testamento, en casa más digna de tu habitación; pero amabas a Chiquinquirá, lugar de
tu aparición, y querías estar en el centro de tu pueblo, para mirar igualmente a todos, como
dulcísimo centro de nuestro corazón, a donde se han de encaminar nuestros suspiros; no
desechaste el lugar que una vez tomaste, lugar feliz y dichoso, del cual podemos decir, imitando al
profeta: “Tú, Chiquinquirá, tierra de Colombia, no eres la más pequeña de las principales, pues en ti
se manifestó la Reina que nos gobierna”.

Volviste, en fin, de aquellos lugares, fuiste por entonces colocada en una casa pajiza, no como en
Belén, en medio de dos animales, sino en medio de aquellas dos olivas fructíferas y candeleros
resplandecientes que arden siempre en tu presencia, San Andrés y San Antonio. Aquí, en esa casa,
es donde te han rendido sus votos y oraciones, no sólo los pastores y gente humilde, sino también
los mayores personajes de toda la nación. A todos consuelas, por todos ruegas y a todos llamas al
amor de Dios.

¡Oh piélago de amor divino!, ruega por todos nosotros, infunde en nuestros corazones una
centella del fuego en que te abrasas. Eres protectora de la fe; convierte a los infieles y herejes al
redil de la santa Iglesia, para que todos reconozcan al que engendraste, Jesucristo, Salvador de
nuestras almas. Alcánzanos, finalmente, la gracia que en esta novena te hemos pedido, por la
mediación de tus gloriosos siervos San Andrés y San Antonio, a mayor honra y gloria de Dios y
salvación de nuestras almas. Amén.

Las cinco Ave Marías, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.

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