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DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN

Continuación del Santo Evangelio según San Juan

Juan 15:26-27; 16:1-4

Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede
del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el
principio estáis conmigo". "Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las
sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un
obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto,
para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el
comienzo, porque Yo estaba con vosotros.

Homilía de San Agustín - Tratado 92 sobre el evangelio según San Juan.

El Señor Jesús, próximo a la pasión, en el discurso que tras la cena dijo a sus discípulos cual
si fuese a irse y abandonarlos en cuanto a la presencia corporal aunque mediante la presencia
espiritual iba a estar con todos los suyos hasta la consumación del mundo, los exhortó a
soportar hasta el final las persecuciones de los impíos, a quienes designa con el nombre de
mundo; mundo empero respecto al cual, para que supieran que por gracia de Dios son ellos lo
que son y que, en cambio, por sus culpas habían sido lo que fueron, ha dicho también que de
entre aquél ha elegido él a los discípulos mismos. Después ha designado evidentemente como
perseguidores suyos y de ellos a los judíos, para que apareciera enteramente que también a
esos mismos abarca la denominación de mundo condenable que persigue a los santos. Y, tras
haber dicho de ellos que ignoraban a ese por quien fue enviado y que empero odiaban al
Padre y al Hijo, esto es, a ese que fue enviado y a ese por quien fue enviado, de todo lo cual
he disertado ya en otros sermones, llega a esto donde asevera: Pero ¡que se cumpla la palabra
que está escrita en la ley de ellos: «Que me odiaron gratis»! Después ha añadido cual en
consecuencia eso que he asumido para examinarlo ahora mismo: Pues bien, cuando haya
venido el Paráclito que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, el cual procede
del Padre, él dará testimonio de mí; también vosotros daréis testimonio porque desde el inicio
estáis conmigo. ¿Por qué esto tiene que ver con lo que había dicho: Ahora, en cambio, han
visto y me han odiado a mí y a mi Padre; pero ¡que se cumpla la palabra que está escrita en la
ley de ellos: «Que me odiaron gratis»? (Jn 15:24-27) ¿Acaso porque, cuando viene el Paráclito,
el Espíritu de la verdad, con testimonio más manifiesto convence a esos que han visto y han
odiado? Más aún, con su manifestación, incluso convierte a la fe que actúa mediante la
dilección (Cf. Gál. 5:6) aun a algunos de los que han visto y aún odiaban. Para que lo
entendamos así, recordamos que así sucedió.

En efecto, el Espíritu Santo vino el día de Pentecostés a ciento veinte personas congregadas,
entre los que estaban todos los apóstoles. Tras hablar ellos, henchidos de él, en las lenguas de
todas las gentes, muchos de estos que habían odiado, estupefactos por milagro tan grande —
pues vieron que Pedro, al hablar, daba de Cristo un testimonio tan grande y divino, que se
demostraba que había resucitado y vivía el que, asesinado por ellos, era contado entre los
muertos—, compungidos de corazón se convirtieron y recibieron el perdón de tan valiosa
sangre derramada tan impía y espantosamente, redimidos por la sangre misma que
derramaron. (Cf. Hech. 2) En efecto, la sangre de Cristo se ha derramado para la remisión de
los pecados, de forma que puede borrar aun el pecado mismo mediante el que se ha
derramado.

Al fijar, pues, su mirada en éste, decía el Señor: «Me odiaron gratis. Pues bien, cuando haya
venido el Paráclito, él dará testimonio de mí», como si dijera: «Me odiaron y asesinaron cuando
me veían; pero el Paráclito dará de mí testimonio tal, que los hará creer en mí sin que me
vean».

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