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Agradecimientos
Al Staff Excomulgado: Nelly Vanessa por la
Traducción; Mdf30y por la Corrección de la
Traducción; Puchunga, AnaE, Laavic por la
Corrección; Zaphira por la Diagramación; Y
Nuevamente Laavic por la Lectura Final de este Libro
Gracias!!!
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
La abogada Sara Constantine está encantada con su promoción… hasta que
descubre que ahora tiene que procesar a vampiros y hombres lobo.
¿El primer acusado que tratará de meter en prisión? Lucius Dragos, el sexy extraño
con quien compartió recientemente una explosiva noche de éxtasis.
Cuando Lucius besa a una hermosa mujer sentada a su lado en el bar, sólo lo hace
para evitar la mirada perspicaz del hombre que está planeando matar. Pero lo que
comienza como un simple beso enciende una pasión que lo consume todo.
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El Club de las Excomulgadas
Prólogo
El cuerpo del juez quedó tendido en el suelo, con los ojos todavía abiertos con sorpresa y terror.
Había sabido lo que iba a sucederle en sus últimos segundos. Sabía que su traición finalmente
se había vengado, con sus crímenes profundamente castigados.
Sin pensarlo, Lucius se pasó la lengua por los labios, saboreando el amargo sabor del miedo
de Braddock. El miedo, pero no el remordimiento. De todos los monstruos que se movían en la
noche, Marcus Braddock había sido uno de los más viles.
Lucius dio un último vistazo al oficial de Los Ángeles, de pie rígido en su uniforme mientras
hablaba rápidamente en la radio de su hombro y mientras las luces de su patrulla brillaban en
la noche rociándola de rojo y azul. Cerca de allí, una mujer sollozaba, la tonta corredora que
había descubierto el cuerpo y llamado al 911, poniendo las ruedas de los oficiales en
movimiento. Más oficiales acudirían pronto. Y luego los demás vendrían. Los que entenderían
lo que había sucedido realmente aquí esta noche. Los que buscarían al asesino de Braddock.
Y con ese pensamiento, Lucius Dragos se fundió de nuevo en la noche a donde pertenecía.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 1
—Lluvia —dijo Tucker. — ¿Quieres decirme por qué siempre que recibimos
llamadas es en la maldita lluvia?
Doyle movió la palanca de cambios para aparcar. —Asumiré que no tuviste sexo
anoche, y el celibato temporal ha deteriorado tu estado de ánimo. Porque si esta
será tu actitud para toda la investigación, te pondré un nuevo compañero. —junto a
él, Tucker extendió los brazos, después dio la sonrisa brillante que lo había hecho
una celebridad entre todas las mujeres de la División 6. —Soy un hombre de bien.
No te cabrees por nada.
Doyle agarró su paraguas del suelo y abrió la puerta del Pontiac. —Hagamos esto.
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—Es posible que desees hacerte a un lado, junior —dijo Doyle, mostrando su placa
por cortesía, pero no molestándose en detenerse para levantar la cinta y comenzar a
deslizarse por debajo.
—Tenemos autoridad aquí —dijo Tucker, mirando fijamente al hombre. —Así que
vamos, novato. Quítate de encima y déjanos pasar.
El rostro del oficial pasó por la mezcla habitual de confusión antes de aliviarse.
Sonrió, todo cooperación cortés. —Por supuesto, señor. El Detective Sánchez está
justo allí. —señaló a una mujer con trasero en forma de corazón. —Ella está a
cargo.
Doyle siguió a su compañero dentro de la cinta de la escena del crimen, sin poder
reprimir su sonrisa.
—Es un regalo —dijo Tucker. —Es muy útil con las mujeres, también.
—Apuesto a que sí. Dudo que puedas conseguir damas de otra manera.
—Me lastimas, hombre —dijo Tucker, presionando sus manos sobre su corazón. —
Realmente me siento herido.
Doyle negó con la cabeza por las payasadas de su compañero, pero no se molestó
en responder. Sánchez ya los había visto y estaba de camino otra vez, con su cara
fresca de Noxzema1 enrojecida.
—Espera, espera —dijo ella. — ¿Quiere decirme quiénes son ustedes chicos y qué
están haciendo en mi escena del crimen?
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Crema Limpiadora Facial.
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—De eso se trata —dijo Doyle, sacando su placa del bolsillo de su impermeable. —
No estoy tan seguro de que todavía sea su escena del crimen. Soy el Agente de
Ryan Doyle. — asintió hacia Tucker. —Este es mi compañero, el agente Severin
Tucker.
Ella miró la placa y el ID, y luego lo miró a los ojos, con la suya propia llena de
confusión.
— ¿Seguridad de la Patria?
Ella inclinó la cabeza y dio a Tucker una mirada mordaz, porque a pesar de sus
formas suaves, claramente era un trasero-duro. — ¿Desde cuándo los asesinos
imitaban a una criatura de una mala película y cruzaban la línea para cometer un
delito federal?
—Basta con decir que ha habido una charla —añadió Tucker. Se miraron los unos
a los otros, obviamente, sin comprar su mierda. Doyle vio la cara de Tucker,
viendo que tenía esa mirada, y se puso delante de su compañero. El truco de
Tucker era muy útil, pero no le podía tirar su cosa rara a todo el equipo . Y
mientras que Sánchez podría ser el único haciendo ruido, había al menos siete
agentes colgados atrás, girando el cuerpo con la intención de reclamar sus derechos.
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En el original: “Preternatural Enforcement Coalition”, a partir de ahora, abreviado como PEC.
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El Club de las Excomulgadas
—Tenemos jurisdicción aquí, Sánchez. Si necesita confirmación, llame a este
número y pregunta por Nikko Leviathin —Doyle le entregó una tarjeta. —De lo
contrario, continuaremos viendo nuestra escena del crimen.
— ¿Quieren jugar a ver quien tiene el pene más grande? —dijo ella, sin darse cuenta
del peligro en aumento. —Sólo continúen. Pero esta es mi escena del crimen hasta
que mi teniente o el fiscal me digan lo contrario.
Doyle respiró, luego otra vez, obligando a los últimos vestigios de oscuridad a irse
antes de seguir la estela de Tucker. Sánchez parecía a punto de escupir sus uñas,
pero se quedó atrás, con su teléfono móvil ahora pegado a su oreja.
—Así que ¿Qué tenemos? —preguntó, mirando hacia abajo a la forma pálida
fantasmal del juez retirado Marcus Braddock. Por todo, el hombre había sido un
cambia-formas hijo de puta, pero eso no significaba que Doyle deseara que lo
asesinaran. Y esta forma en particular de muerte era el peor tipo de asesinato. El
drenaje de un humano o un para-humano era un homicidio de clase Cinco en
violación del Quinto Pacto Internacional, y se sancionaba con ejecución pública.
Mala mierda de todas maneras.
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— ¿Le importa? —dijo un hombrecillo con cara de rata, empujando con firmeza la
mano de Tucker.
—Cuidado —dijo Tucker ligeramente. —Hazlo otra vez, y perderás una pocas
neuronas. —la rata titubeó, confundida.
—Y agradecemos la colaboración.
La sonrisa de Sánchez fue como de hielo. —Estoy seguro de que lo hará. —ella
Malditos Vampiros. A pesar del Pacto y de las estrictas leyes contra la alimentación
de contacto, parecía que cada vez que Doyle se volvía uno de los jodidos
pervertidos aspiraban a alguien hasta dejarlo seco.
Apretó los puños a los costados, odiando su debilidad. Disgustado por su falta de
moderación. Y, sí, había visto todas las malditas estadísticas que mostraban que la
gran mayoría de los vampiros podían controlar su demonio interno. Que no se
alimentaban de humanos. Que no mataban. Que obedecían la ley.
Que no eran la caminante, parlante encarnación del mal puro, que eran la maldita
maldad que Doyle sabía que eran.
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Marcus Braddock podía haber sido un desgraciado, dentro y fuera de la ley, pero
Doyle se aseguraría de que el vampiro granuja que había chupado la vida de él
cayera… ya fuera con una estaca en el corazón o con un hacha en la cabeza.
—Hubiera dicho asesino en serie hasta que sus muchachos se presentaron —dijo
Sánchez, con sus comentarios haciendo que Doyle retrocediera de nuevo por un
momento.
—No, señora —dijo él. —Esto es mucho peor —la rata y Sánchez intercambiaron
una mirada, y cuando ella asintió, el chico-rata se aclaró la garganta. —
Encontramos esto debajo del cuerpo —dijo, sosteniendo una bolsa de pruebas.
Doyle la tomó, con sus ojos no necesitando la iluminación de la linterna que
Sánchez levantó cortésmente. Un anillo de plata, cubierto de barro. Incluso medio
—La cresta de Dragos —dijo Doyle, con su sonrisa fría y dura. Lucius Dragos, el
último Dragos que quedaba. Finalmente, después de tantos años, tenía las bolas de
su viejo amigo atornilladas a un banco.
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El Club de las Excomulgadas
—Todavía no —dijo Doyle. Para Tucker añadió —Sabes lo que tienes que hacer.
—Oh, infiernos —dijo Tucker, después bajó sus hombros con derrota. —Bien.
Adelante. Qué es una pequeña amonestación oficial entre amigos, ¿verdad? —
mientras Tucker miraba los ojos del detective Sánchez, Doyle presionó su mano
sobre la frente de Braddock. Las plumas del chico-rata se erizaron de forma casi
inmediata. — ¿Estás loco? Ni siquiera traes guantes ¿Cómo puede…?
Oscuridad. Sorpresa. Placer incluso. Por lo menos hasta que se diera la vuelta. Cambió.
Después vendría el temor.
Ninguno viniendo junto, nada de eso uniéndose en una imagen. Sólo confusión. Un revoltijo
de emociones y reacciones confusas. Nada a lo que aferrarse. Nada a lo que agarrase.
—Vamos, vamos —dijo Tucker, mientras Doyle cerraba otra mano sobre el
corazón del cuerpo, tratando de alcanzar la decolorada aura.
Nebuloso. Ido.
Remordimiento.
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La última imagen de la muerte. El último pensamiento consciente.
Doyle miró. Y en su mente vio a Lucius Dragos, mostrando los colmillos, mientras se
inclinaba para chupar los últimos vestigios de la vida del juez Marcus Braddock. A Doyle le
castañetearon los dientes y su cuerpo se estremeció mientras salía de la mente de
Braddock. Pero tenía a Dragos ahora, lo tenía muerto.
Exhausto, inclinó la cabeza hacia arriba para hacerle frente a Tucker. —Por fin lo
tengo, compañero. Y vamos a clavar su trasero a la pared.
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Capítulo 2
Estaban en camino.
Incluso a través de los gruesos muros de piedra de su casa en Beverly Hills podía
olerlos, su determinación era tan fuerte que casi ocultaba el olor de su temor. Casi.
Lo conocían y le temían.
Como deberían.
Con un movimiento eficiente, Luke encendió el banco de los monitores, cada una
de las quince pantallas visualizando escenas de las cámaras dispersas alrededor de
su casa. Encontró a Doyle inmediato, cerca de la puerta principal, hablando con el
humano, con sus caras apretadas con intención. Detrás de ellos, en las sombras,
acechaban los oficiales de la RAC… Reconocimiento y Captura. De acuerdo con el
procedimiento, sus rostros estaban ocultos detrás de máscaras diseñadas para
soportar tanto armas humanas como trucos oscuros, el material de camuflaje de sus
uniformes abrazaba su cuerpo, con la misma finalidad.
Para un civil de la calle, el equipo le parecería un equipo SWAT de élite. Pero eran
mucho más. Y mucho más peligrosos. Y Doyle iba a la cabeza de todo, moviendo
los brazos con resolución mientras daba órdenes, salpicando en todas las íes y
cruzando en todas las t.
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Se volvió entonces, con el rostro inclinado hacia la cámara, casi como si quisiera
que Lucius viera su resolución. Pero Luke vio más que eso, vio la cautela Doyle,
también. Luke sonrió. Si una bestia como Doyle sentía siquiera un indicio de
malestar a su alrededor, entonces Luke debía estar haciendo algo bien.
Por supuesto, el chisme de la calle era que Doyle había refrenado su famoso
carácter, esta vez quizás para siempre. Que se había reformado, y ahora tenía sus
bolas en su lugar y llevaba a los chicos malos a la justicia.
Luke se encogió con la palabra. Justicia. Como si los hijos de puta de fuera de su
casa supieran lo que significaba esa palabra.
Su teléfono móvil sonó, y él lo agarró de la consola con un gruñido, irritado, casi
esperando que fuera Doyle, pidiéndole que saliera en silencio. No era malditamente
— ¿Estás bien?
—Dicen que las luces de neón son brillantes en Broadway —Tasha cantó. —Pero
no hay magia, Lucius. Quisiera que existiera la magia.
— ¿Llegaste a salvo?
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Su encantada risita se levantó. —No anoche. Eso fue para mí, para mí, porque me
amas. Anteanoche. ¿A dónde fuiste? Te quería en casa, pero no estabas allí.
—Hice la promesa —dijo. —Pero para cuidar de ti, debo tenerte lejos y segura.
Ahora estás a salvo, ¿no? ¿Segura con Sergius?
Él miró los monitores, apretando sus puños a los costados. —No lo harán.
Casi se echó a reír. A veces realmente no le daba suficiente crédito a Tasha. —Por
si acaso —dijo. —No te preocupes. Todo estará bien. ¿Está Serge allí? —un susurro
se escuchó mientras le entregaba el teléfono otra vez, luego la voz áspera de Serge
llegó a la línea. — ¿En qué clase de mierda que te metiste esta vez?
—Nada de lo que no puede salir —dijo, con otra rápida mirada a los monitores. —
Aunque para asegurarme de que eso ocurra, probablemente debería colgar ahora.
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—Ya me dirás —dijo Serge.
—Así lo haré —Luke acordó antes de colgar. Algún día, cuando la verdad no fuera
tan peligrosa, podría compartir todo con su amigo. Mientras tanto, tenía que hacer
que esto se viera bien.
Todo estaba en su lugar. La corrupción inherente del sistema trabajando para él, en
lugar de en su contra. Planes dentro de planes dentro de planes.
—Que se joda —gruñó Luke. El plan funcionaría. Tenía que hacerlo. Porque si esto
no iba exactamente de la forma en que lo había pensado, pronto sentiría el aguijón
de la participación del verdugo golpeando en su casa.
Su tiempo en esta tierra aún no había terminado. Tenía que quedarse, tenía que
asegurarse de que Tasha nunca estuviera sin protección.
Más que eso, sin embargo, no tenía deseos de morir. Incluso después de todos sus
siglos, no había aún vivido demasiado. El patrón de las estrellas que jugaban en el
cielo nocturno. El pulso constante de las olas frente a su condominio en Malibú. El
dulce néctar de los labios de una mujer debajo de los suyos.
Oh, sí, echaría de menos a las mujeres.
En las últimas dos décadas, no había dado un sorbo de la copa casi con la suficiente
frecuencia, por lo que suponía que le debía una película muda de agradecimiento a
la belleza de pelo negro en cuyos brazos se había perdido antes de sólo una noche.
Como se decía, por lo menos saldría con una explosión.
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Sara. Su sólo nombre disparaba la lujuria en sus venas, y deleitaba su memoria.
Cuando él la había recogido de la barra la noche del miércoles, no había previsto
dormir con ella. Había estado sentado en un taburete, con la mirada en Braddock,
con su demonio dando gritos de libertad. Pero entonces, Braddock había mirado
directamente hacia él, y Luke había hecho lo primero que había pensado para
protegerse de ser reconocido… había tomado a la mujer sentada a su lado más
cercano y apretado sus labios a los de ella, sin esperar el calor exasperante que
había irrumpido a través de él cuando ella abrió la boca, luego se relajó y abrió la
boca más grande. Ella había estado suave y flexible en sus brazos, pero no
completamente, como si controlara el momento tanto como él. Y entonces ella
había profundizado su beso, y el demonio dentro había ronroneado y dado marcha
atrás, abandonando la anticipación de una muerte por el puro placer de la mujer.
No había tenido ninguna duda de que ella le ofrecería exactamente eso. Podía
olerlo en ella, la excitación, la necesidad. La victoria. Había entrado en el bar para
celebrarlo. Y Luke era el botín de la guerra.
Echó un vistazo a la barra, vio salir a Braddock con otros dos tíos del gobierno. Por
esa noche, al menos, el hombre viviría.
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Se había deslizado del taburete de la barra, tendiéndole la mano a la mujer. El
aroma de duda se desvaneció debajo de la fragancia embriagadora de su deseo, y
tocó sus dedos con los suyos.
Ella arqueó una ceja, luego lo miró de arriba a abajo, con una sensual sonrisa
floreciendo en la profundidad de sus labios color rojo. —Sí —dijo ella. —Ese es mi
plan.
Luke se puso rígido, recordando lo bien que había ejecutado ese plan. Recordando
la forma en que se había sentido su cuerpo desnudo debajo del suyo. La forma en
que había trazado sus suaves dedos sobre su áspera piel. La forma en que sus
Oh, sí. Ella había venido a él, con todos los derechos. Y él, con ella. Incluso ahora,
su pene se puso rígido, y si se concentraba, aún podía detectar su persistente olor en
la piel. Incluso ahora, quería reclamarla una vez más, a esa mujer que había
logrado sacarlo de quicio y calmarlo de una manera en que nunca había imaginado.
Detente.
Apretó los puños, y se obligó a sí mismo a explorar los monitores, para calmarse y
ver cuánto más su destino final había progresado.
No mucho. Doyle iba realmente a jugar a lo seguro. El equipo RAC todavía daba
vueltas a la propiedad, pero no se había movido más cerca. Luke miró el reloj y se
dio cuenta de por qué… se acercaba el amanecer. Y qué mejor manera de
mantenerlo confinado que asegurarse de que no podría correr fuera de los muros de
su mansión. Por supuesto, Luke había esperado ese plan. Aún así, le divertía ver a
Ryan Doyle con la cabeza en el trasero, pensando que estaba dirigiendo el
programa. Mientras tanto, la tierra continuaba girando, y el amanecer venía, con
Doyle y su equipo moviéndole en los talones de la luz del sol.
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Se apartó de los monitores y se levantó, una energía cruda inundaba sus venas.
Cuando todo terminara, sería un fugitivo.
Podría vivir con eso. Si mantenía a Tasha segura, podría vivir con eso por la
eternidad.
—No es estúpido —dijo Tucker. —Tal vez no sabe que apareció en tu visión, pero
el chico sabe que perdió el anillo. No es como que se paseara por la casa viendo
Oprah mientras entramos juntos y soltamos la tormenta en el lugar.
—Creo que Lucius es más un tipo de policías —dijo Doyle, que traía el mono de la
RAC. No era un procedimiento estándar… se rompieron una docena de reglas, en
realidad, pero de ninguna manera retrocedería y dejaría que el equipo de ataque
Pero Tucker tenía razón. Lucius Dragos no era estúpido. Estaba lejos de eso, de
hecho. Si Doyle no odiara tanto a los chupasangres, de hecho lo respetaría como el
infierno. Así que Doyle tenía que asumir que Dragos sabía que había perdido su
anillo. Y si lo sabía, también sabía que vendrían.
Y si sabía eso... bien, ya se habría ido hacía mucho, o el astuto hijo de puta tendría
un infierno de plan de contingencia.
— ¿Crees que es una buena idea? Tu magia no funcionará en un tipo como Lucius.
Y tan jodido como puede ser, me he acostumbrado a tener tu escuálido trasero
humano a mi lado. Prefiero no ver que te hacen trizas.
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—Si tú vas, yo voy. —sonrió ampliamente, después se resbaló la cubierta sobre su
cara. —Además, tengo mis trucos de magia.
Doyle se tragó una maldición. —No te veré el trasero —Tucker le dio una sonrisa
maligna. —Pero creo que tengo una cosita —sus ojos se entrecerraron, con su
ligereza atenuándose a medida que miraba a Doyle. —En serio, hombre, ¿estás en
esto? —Doyle sabía a lo que Tucker iba. Las visiones lo habían drenado, y hasta
que se recargara, no estaría operando a plena capacidad. Cualquier otra cosa, y se
quedaría atrás, con Orlando a la cabeza con un poco de recógeme. Con Dragos, sin
embargo, Doyle podría ser débil como un gatito, y todavía entraría para vengarse.
—No me lo perdería por nada del mundo —dijo, y volvió a Tariq, el jefe del equipo
RAC, antes de que Tucker tuviera la oportunidad para deslizar otra protesta en la
mezcla.
Los ojos amarillos de Tariq brillaron en el resplandor del sol naciente. —Hagamos
esto.
—Despejado.
— ¡Despejado!
En momentos, las llamadas del equipo hicieron eco a través del vestíbulo de
mármol mientras los hombres se separaban y buscaban por gente local. Ocho mil
metros cuadrados, y ni un alma, viva o muerta.
—Él está aquí —dijo Doyle, cortando el comentario antes que Tucker o Tariq
pudieran plantear un contrapunto. —El muy cabrón está aquí en alguna parte.
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— ¿En una cripta?
—Es su vía de escape —dijo Doyle. —Tiene su túnel pequeño de rata de aquí para
allá.
— ¿Quién no? —Tariq respondió lo que era una respuesta suficientemente justa.
Pero Doyle sabía que Tariq y Dragos habían trabajado codo con codo una media
docena de siglos antes. Y ambos estaban aún en pie. Casi todos los días, la pregunta
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era por qué un académico discutía sobre eso. Hoy, el intestino de Doyle le estaba
diciendo que la pregunta era la clave. No es que esperara una respuesta, sino
simplemente tenía que abordar el problema.
—Cambia —dijo, mirando a Tariq completamente a los ojos y viendo como sus
pupilas tomaban la forma de diamantes reduciéndose a nada.
— ¿Qué?
—No realmente —dijo Doyle, dando un paso más cerca. — ¿Por qué no me dices
—No sé de qué rayos estás hablando —dijo Tariq, con la rabia en ebullición detrás
de sus facciones por lo general calmadas.
Tariq miró a Doyle, a Tucker y luego de vuelta otra vez. —A la mierda —dijo
finalmente.
—Si quieres jugar a ser el policía a cargo, ve por ello. —él lanzó una mirada
fulminante hacia Doyle, después salió de la habitación. Tucker miró a Doyle. —
¿Qué fue eso?
Cinco minutos más tarde, J. Frank Murray se detuvo frente a una estantería de
roble. —Allí —dijo, con contracciones de su nariz.
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Doyle dio la orden. —Ábrela o rómpela, pero métenos ahora.
—Lástima que tenga que arruinar un buen pedazo de mueble como este —dijo
Tucker.
—No me jodas —dijo Doyle. —Sólo déjame entrar. —Murray ladeó la cabeza, y
dos técnicos del RAC se precipitaron hacia adelante. En cuestión de segundos,
habían puenteado el mecanismo oculto. Un golpe seco resonó por la habitación. Y
entonces, la plataforma entera giró lentamente hacia el interior. —Te dije que era
una buena pieza de mobiliario.
—Hijo de puta.
Pero Murray ya estaba en eso, con las fosas nasales dilatadas y los músculos
contraídos mientras caminaba por todo el perímetro. Nada.
—Y tal vez está haciendo tontos de todos nosotros —respondió Doyle. Se dio la
vuelta en círculo, tocando las paredes, el techo, el suelo.
El suelo.
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Señaló el suelo de mármol, las costuras entre las baldosas que parecían
perfectamente selladas. No lo estaban. Sólo momentos después Murray confirmó
que Dragos se había deslizado a través del suelo, los técnicos del equipo habían
retirado el mármol, exponiendo el túnel debajo.
Lucius estaba a no más de siete metros de distancia, vestido con jeans negros, una
camiseta negra, y un paño negro y largo, que sin duda escondía una gran variedad
de armas en sus pliegues. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, las manos
ocultas.
Llevaba gafas de sol, con los lentes tan opacos que Doyle no podía siquiera entrever
sus ojos. Pero no tenía necesidad de ver los ojos del hijo de puta para saber que
Lucius estaba mirando directamente hacia él.
Y luego se volvió, con su mirada radical sobre el grupo, examinando cada cara.
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—Tariq no está aquí —dijo Doyle. Luego sonrió. —Raro —la cara de Lucius se
mantuvo dura como una piedra, con su mandíbula firme. Pero la cicatriz enojada
que atravesaba su mejilla derecha tembló. ¿De miedo? Doyle no podía imaginar
que Dragos Lucius le tuviera miedo a algo, sin importar lo mucho que debería
tenerlo.
—Las manos donde pueda verlas —dijo Doyle. —Ahora —con un segundo de
insolente vacilación, Lucius lentamente sacó sus manos. Las levantó, mostrando su
parte posterior y luego la palma de la mano mientras el equipo entraba. Cinco
—El lugar está cableado —alguien más intervino, agachándose para inspeccionar el
piso. —No hay explosivos, sin embargo. —siguió un cable alrededor de la
habitación. —Oh, mierda. Gas nervioso. Nos pondrá a todos a dormir.
—Parecía una buena idea en ese momento —Lucius arrastró las palabras. —En este
momento, estoy pensando que unas horas más en el tablero de pantallas me
hubieran servido bien.
—Me alegro de que estés tan divertido —dijo Doyle —Teniendo en cuenta que te
tenemos muerto con todos los derechos con un cargo sólido de asesinato.
—Me parece recordar algo acerca de un juicio —dijo Lucius. —Esto no está
terminado, Ryan.
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—Oh, lo está. Lo está, Dragos. Finalmente. No hay lugar al que puedas huir.
Lucius volvió la cabeza, entonces la bestia llegó lentamente y se quitó las gafas de
sol. Los familiares ojos color ámbar miraron directamente a Doyle. Ojos calmados.
Y demasiado malditos arrogantes.
—Caerás —dijo Doyle, dando un paso adelante para ponerle las esposas en las
—En este momento, tal vez —dijo Lucius. —Pero siempre hay un plan B.
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Capítulo 3
Había un balance en Manhattan, pensó Sergius. Con deseos luchando con
decepciones. Dolor complementando placer. Y en ese imperio nunca se dormía, la
oscuridad era rechazada nada menos que por la pura fuerza de voluntad. Él
pertenecía aquí, en su casa cumpliendo con sus cada vez más necesitados duelos.
Con su escondite profundo y sin ventanas, que había adquirido debajo de las vías
de las abandonadas vías del tren, lejos de las miradas indiscretas. Y este ático de
mármol y cristal en el que estaba ahora, mirando hacia abajo la ciudad a sus pies.
El vidrio había sido fabricado con sus propias especificaciones. De un vidrio que
bloqueaba los rayos del sol de la tarde, echando abajo la ciudad de la noche eterna.
Cada día, la batalla dentro de él se hacía más feroz, y cada noche luchaba por
hacerlo permanecer en el interior, por mantenerse lejos del olor de la sangre.
Pronto, sin embargo, tendría que revelar sus secretos. Eso o tendría que matar.
Levantó la vista, sorprendido por la voz femenina que se hizo eco en sus
pensamientos.
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—No lo sé —habló sin girarse, paralizado por la imagen de ella mientras se le
acercaba, deslizándose por el piso de madera pulida. Su pelo castaño colgaba en
rizos sueltos hasta su cintura. Ella se movió delante de su lámpara hasta el suelo, y
por un momento, estuvo iluminada desde atrás, con un halo de baile rojo y dorado
a su alrededor, con su crepitar de pelo con una potencia desconocida. Una visión.
Una diosa. Algo virgen y puro, con el rostro esculpido por los dioses mismos, con
los labios rojo fuego que parecían llamarlo. Para atraerlo. Rogándole descubrir si su
pureza era sólo una ilusión.
Llevaba un vestido de seda blanca sin nada debajo, y él apretó los puños a los
costados, luchando contra la reacción de su cuerpo a sus curvas suaves y piel como
la luna blanca. A los diecisiete años, su cuerpo, sin embargo, había caminado sobre
la tierra durante siglos.
Se tragó una maldición. Ella era de Luke, y era inocente, y él no sería el hombre
que tomara eso de ella.
Ella se apartó y parpadeó sus ojos azules tan pálidos que casi no tenían color en
absoluto. —Es mi culpa —dijo ella, con esa voz cantarina. —Yo, yo, yo. No
debería habérselo dicho. Una niña traviesa, contando secretos. —se apartó de él y
se movió a un sillón de cuero negro, doblándose hasta quedar tan pequeña que
parecía un niño. Su sufrimiento lo movió. Belleza. Inocencia.
Ella era todo lo que él no era. Todo lo que Luke no era. Y sin embargo, los horrores
de su mundo se habían extendido sobre ella.
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No por primera vez, sintió una punzada de pesar porque Luke la hubiera
convertido. Serge había estado allí, por supuesto, esa noche nevada en Francia. Él
había sido testigo de lo que Lucius le había hecho a su padre, a su familia.
Infiernos, él había participado. Y, sí, entendía por qué Luke se había llevado a la
chica sin más. Su amigo había visto a Tasha y visto a su amada Livia. Había visto a
la chica morir y creía que podía acabar con sus pesadillas robándola de los brazos
de la muerte. Desde esa noche, se había convertido en la responsabilidad de Luke.
En su talismán, incluso. Pero Serge no podía dejar de preguntarse si realmente
Luke veía redención cuando miraba su dulce rostro. O en cambio veía culpa.
Él lanzó un suspiro que fue casi una risa. Había muchas veces en que la miraba con
pensamientos malos. Ahora no tenía ninguno. —Estaba pensando en Luke. —con
la mención de su nombre, ella frunció el ceño. —Sus ojos no me miran así —se
puso de pie, con sus brazos desnudos debajo de su suave vestido. —Él no me deja
ver la forma en que su pulso se quema por mí, así como el tuyo hace ahora. Es un
secreto —dijo. —Un pequeño secreto travieso.
Ella avanzó hacia él, con la cabeza inclinada hacia un lado como si fuera un
misterio para ella.
—Niños malos —murmuró en voz baja y monótona. —Chicos traviesos que desean
sus juguetes, y las chicas guapas los tienen.
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El Club de las Excomulgadas
—Tasha —su voz fue ronca, pero firme. —Siéntate. —no haría esto. No a ella. Ella
no entendía. No tenía ni idea, en realidad, de con lo que estaba jugando. Su mente
era de una niña. Inocente.
—No quiero sentarme. Quiero jugar —ella deslizó su mano por encima de su
vientre, sobre el montículo entre sus muslos, y el único pensamiento en su cabeza
—No sabes lo que estás pidiendo —dijo, con su cuerpo tan fuerte y caliente que
apenas podía forzar las palabras. —Tengo que trabajar un poco. —tenía que pasar
junto a ella, sintió sus dedos cerca de su brazo. —Déjalo ir, Tasha. Tengo que salir
de aquí. —hablando de entendimiento.
—Pero yo sé —dijo, deslizándose más cerca, con su vestido acariciándolo, con sus
muslos suaves empujando cerca. —Él me lo mostró —agregó, moviéndose delante
de él, después de pasar la palma de su mano sobre su frustrado, desesperado pene.
—Me enseñó a jugar.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué no juzguéis? —repitió, sin comprender. Pero, mientras él la miraba veía
que la sexualidad destellaba como chispas en sus ojos, y lo supo. Él supo lo que le
había sucedido. Más que eso, sabía lo que Luke había hecho. Y por qué.
—Braddock —dijo, con el nombre como una maldición en sus labios. El juez había
sido siempre aceitoso, y durante décadas había habido rumores de soborno y
chantaje. Si Serge entendía a Tasha correctamente, Braddock había puesto sus
manos sobre ella… y le habían quitado la vida por su trabajo. Luke podría no haber
estado dispuesto a darle más detalles a Serge durante su última conversación
telefónica, pero eso no significaba que Serge no tuviera sus propias fuentes dentro
del PEC. Había averiguado con bastante facilidad que Luke había sido detenido
por el asesinato de Braddock. Ahora sabía por qué.
La única sorpresa era que esos tontos incompetentes de la RAC hubieran podido
No se había terminado, sin embargo. Cualquiera que fuera el juego final de Luke,
Serge estaba seguro de que no lo había completado aún.
Sin embargo, Braddock había muerto. Y ése era un comienzo muy bueno.
Él miró a Tasha, sin poder ocultar su furia. — ¿Qué te hizo el hijo de puta?
Ella agarró con el puño de sus manos su camisa y lo miró con los ojos desorbitados,
aterrorizados. Mientras se quejaba en sus brazos, él comprendió lo que Luke había
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El Club de las Excomulgadas
hecho. Oh, sí. Él lo entendía. Lo único que lamentaba era no haber estado allí para
ayudar.
—Tasha —dijo deseando poder extinguir el miedo en sus ojos. —Estás a salvo. Él
no puede hacerte daño nunca más.
—No.
—Sólo placer...
—Correcto.
—Tasha —él murmuró su nombre, con sus manos cerrándose sobre las de ella,
empujándola lejos. —No.
— ¿No qué? —se acercó, con su vestido de gasa acariciando las curvas que quería
tocar.
Un nudo en la garganta de Serge se formó y trató de tragar. No se iría la cama con
la protegida de su amigo. No lo haría. No podía.
Y sin embargo, mientras se movía cada vez más… mientras su cuerpo se apretaba
con necesidad y el demonio hacía estragos en su sangre, tuvo miedo de que no
importara lo mucho que luchara, al final, traicionaría a su amigo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 4
—Sara —los pasos de Emily Tsung resonaron en el suelo de mármol liso. —Espera
un segundo.
Sara Constantine se detuvo fuera del Departamento 103 del Centro de Justicia
Criminal del Condado de Los Ángeles, pasando a un lado para evitar el flujo de la
humanidad que salía de la sala. Después de todo, en sólo cuarenta y tres minutos,
el juez Kelly volvería a convocar a la audiencia sobre la petición para reprimir del
acusado. Y la gente tenía que darse prisa si querían superar las colas en el stand de
café en el vestíbulo.
—Vamos —dijo mientras Emily se acercaba. —Tengo tres casos que presionar y
que peligran. Si quieres hablar, tendrás que ayudar.
—No te molestes —eso vino de Dan Cummings, el abogado del acusado, que la
había asaltado momentos antes con el argumento de que la ley de Nueva York no
se citaba en su escrito. Apenas vinculando a la autoridad, pero sin duda
convincente ante un tribunal que aún tenía que pronunciarse sobre una cuestión
similar.
—Buen intento, Dan —dijo. —Pero tengo ese ardiente deseo de comprender
plenamente la ley citada en mis casos.
—No es lo que quise decir. —sus ojos azules brillaron. Si el hombre no hubiera sido
abogado, fácilmente podría haber trabajado en Hollywood. O en la radio. Tenía
una voz que haría que la mayoría de las chicas se derritiera.
Abrió el maletín y sacó tres copias impresas, y luego se las entregó a ella. —Me
gusta ganar con méritos, no porque tus ojos lean tres docenas de casos de Nueva
York que citan mi autoridad, sin añadir absolutamente nada al panorama
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El Club de las Excomulgadas
jurisprudencial. Es un argumento de política, Sara. Y que gane el mejor —pasó a
través de las páginas y vio que había sido fiel a su palabra. Dan o su asistente legal
habían mencionado todos los casos, lo que significaba que había sacado la lista de
todas las opiniones de otros escritos que había en la tierra, legalmente, que citaban
la autoridad de Dan. Y de acuerdo con el informe, ninguno de esos casos se basaba
en la jurisprudencia de Dan en Nueva York por cualquier cosa remotamente
relacionada con este movimiento.
—Soy un tipo decente —dijo con una sonrisa. —Recuérdalo la próxima vez que te
pida salir a tomar un café.
—Por qué Dan —dijo. —El fiscal interno se está mostrando —se rió entre dientes.
—No se lo digas a nadie —él puso su mano suavemente en el hombro.
—Gracias. Eso significa mucho para mí. —abrió la boca para decir algo más, luego
se detuvo, no inclinándose a revelar curiosidades de su historia personal con el
abogado contrario, sin importar lo agradable que fuera ese tipo. Pero la verdad era
que, quitando a Xavier Stemmons, se había anotado una victoria más en nombre de
su padre. El hombre que había asesinado a su padre podía haber caminado libre por
un tecnicismo, pero a causa de Sara, un asesino más estaba tras las rejas. Y al final
del día, ¿No era por eso por lo que se había convertido en fiscal? ¿Para equilibrar la
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El Club de las Excomulgadas
balanza? ¿Para guardar a los monstruos? ¿Para encontrar, en el centro de todo, algo
parecido a la justicia?
No le dijo nada de esto a Dan, pero algo en su rostro le hizo pensar que la entendía.
—El fiscal tiene suerte de tenerte —dijo —De verdad —Sara logró una carta de
agradecimiento cuando se iba, y cuando se encontró con los ojos de Emily, su
amiga sonreía. — ¿Qué?
—No sólo él está en lo cierto… de que eres una patea-trasero, quiero decir, sino que
te has conseguido un hombre muy caliente si lo deseas.
Algo en la voz de Emily hizo que Sara se detuviera y mirara a su amiga. —Dilo —
dijo, cambiando a modo de interrogatorio. — ¿Qué crees que sabes?
—Por lo que sé, el tipo es alto. Por lo menos 1’95. Profundamente sexy. Y se ve
más que caliente en vaqueros y camisa blanca almidonada.
—Un punto para mí —dijo Emily, sin perder el truco. —Así que vamos. Tengo
mucho que hacer por mi cuenta. Cuéntame el resto.
—No tengo nada más que decir —dijo Sara, poniendo lo que su madre solía llamar
su cara de ángel inocente.
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El Club de las Excomulgadas
—Esto es como una mierda. Mi secretaria te vio caminando por Broadway con él.
En realidad, colgando de él, creo que es la forma en que me lo expresó. Y,
caramba, ¿no está tu apartamento en Broadway?
Sara se echó a reír. —Emborráchame un día, y tal vez. Pero mi madre me enseñó
que una mujer no besa y lo cuenta.
—No puedo. Tengo una audiencia en Van Nuys. Así que llegaré a enfrentarme al
tráfico de la 101. Píntame totalmente feliz. —Emily señaló el periódico. —No me
importa si Dan es lindo. Es una patada en el trasero, ¿eh?
—Absolutamente.
Sara observó a Emily desaparecer por el pasillo, y luego se sentó en un banco y sacó
los casos de Dan. Tenía poco menos de veinte minutos para estudiar la ley,
encontrar un argumento en contra, y averiguar la mejor manera de expresarlo. Un
montón de tiempo. Era buena pensando rápidamente. Siempre lo había sido. Y la
ley era algo fácil para ella, tanto en defensa como en el análisis de la bestia. Se
había pasado la escuela de derecho enterrada en libros, discutiendo el impacto de
pasajes oscuros con sus profesores. Las horas pasaban cuando no pensaba en otra
cosa más que en Blackacre o Whiteacre o el fruto del árbol venenoso3. Así que ¿Por
3
Los nombres son utilizados por los profesores de derecho en las jurisdicciones de derecho común, particularmente en el
área de bienes raíces y, ocasionalmente, en los contratos, para discutir los derechos de las diversas partes por un trozo de
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qué pensaba en eso ahora, cuando tenía que estar de vuelta en el tribunal en
cuestión de minutos, y ni siquiera podía concentrarse en tres simples casos?
Luke.
Bueno, había un gran, gordo duh. Por supuesto esa era la razón por la que ella no
podía concentrarse. Él era la razón por la que había pasado todo el día de ayer
brillando, aunque todo el mundo alrededor de la oficina asumía que su brillo y el
pop venían de la victoria del miércoles sobre lo de Stemmons. Sólo Sara había
sabido la verdad… que en su mente había estado sólo el sexo contra el hecho de
que un asesino en serie estuviera finalmente tras las rejas. Una dulce victoria, sí.
Pero no tan dulce como los labios de Luke en sus pechos.
¡Ella se estremeció, con las palabras escritas en la página frente a ella al recordar la
forma en que la había arrastrado hacia él en el bar. En un momento él había estado
a su lado, casualmente bebiéndose un escocés. Un momento después, ella estaba
degustando el Glenfiddich que todavía se aferraba a sus labios.
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El Club de las Excomulgadas
El poder de su necesidad la había confundido tanto como la había emocionado. Lo
había achacado al alcohol y a la victoria, una potente combinación. Había logrado
su primer crimen de alto perfil, después de todo. Durante meses, había vivido y
respirado la ley y las pruebas, enterrándose a sí misma en su sangre, en el horror y
en el cerebro de mierda de un psicópata. De un diablo. Exactamente el tipo de
criminal que le había dibujado a la ley, en primer lugar. El tipo de hombre que,
desde que había tenido ocho años, había querido poner tras las rejas. No, no quería.
Necesitaba.
¿Era de extrañar que una vez finalizado todo hubiera querido deleitarse con su
victoria? ¿Deseado aliviar la tensión que había acumulado durante las largas noches
perdidas en la ley y la terrible, desgarradora evidencia?
Habían dejado el bar antes de causar una escena, saliendo brazo con brazo a la
acera. Ella lo había llevado de vuelta a su apartamento entonces, no sólo porque
estaba cerca, sino porque tenía portero. Cámaras de seguridad. Ella tenía lujuria, sí,
pero no era estúpida. Quería que él viera que la gente la conocía. Que lo
recordarían. Más que eso, quería un poco de pequeña ilusión de control. Porque la
verdad era que cada gramo de su control se había evaporado en el momento en que
sus labios la habían tocado primero, con su cuerpo respondiendo de una manera en
que nunca antes lo había hecho.
Ella no era ajena al sexo, pero tan a menudo últimamente había sido más una
sesión de ejercicios aeróbicos que una experiencia corporal que adormeciera su
mente. No había sido así con Luke. Su cuerpo había prácticamente brillado bajo su
tacto, y ella había deseado más. Mucho más. Y eso le había entregado.
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El Club de las Excomulgadas
edificio sin que lo hubiera golpeado contra un coche estacionado y exigido que la
tomara ahí, era un testimonio supremo de su auto-control.
Él la había atraído hacia sí, con su erección presionando su muslo y sin dejar
ninguna duda de que él la deseaba tanto como ella a él. Su gruñido de frustración
tiró recto a través de ella, por lo que su sexo cosquilleó. Ella estaba mojada, tan
mojada y con las malditas cámaras de seguridad, no podía esperar más para sentir
sus manos sobre ella. Había cogido su mano, deslizándola a lo largo de su muslo,
por su falda, después, presionándola sobre el suave satén de sus bragas.
Había sido un infierno de comienzo de una noche larga y dulce. Una noche que
desesperadamente quería repetir. Una noche en la que, sorprendentemente, el sexo
no había sido lo único. Habían permanecido juntos, en calma y tranquilidad, y ella
le había hablado de la condena de Stemmons. Más que eso, ella le había contado
sobre el caso. En cómo se había vuelto algo personal, casi como si ella y Stemmons
hubieran estado en un ring, con cada golpe diseñado para hacer el máximo daño.
Las palabras se habían derramado hacia fuera, y había dejado de pensar en eso,
habría estado mortificada por que le estaba revelando tanto a un extraño. Excepto
que no le había parecido un extraño. Entonces no. Había parecido Luke, y aunque
sabía que era una tontería, ella se sentía como si lo hubiera conocido desde
siempre.
Eso, por supuesto, era una ilusión, y ella no era lo suficientemente estúpida como
para compartir la fantasía con el hombre en su cama. No había hecho ningún ruido
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El Club de las Excomulgadas
sobre citas futuras, ni sugerido planes para cenar o tomar un café. Si ella no pedía,
él no podría hacerse falsas promesas. Sabía dónde vivía. Dónde encontrarla.
Y cuando él se había ido antes del amanecer a la mañana siguiente, ella le había
enviado al mundo un beso, pero con ninguna solicitud de promesas de un futuro,
sin importar lo mucho que su cuerpo todavía lo anhelaba.
Había cerrado la puerta con llave, y luego sucumbido a la angustia de niña que,
inevitablemente, seguía a una noche de sexo apasionado con un perfecto
desconocido. En el momento en que se había duchado y vestido para el trabajo, se
había convencido de que el suyo había sido un encuentro singular. El tipo de noche
que se recordaría y por la que juzgaría a hombres. El tipo de recuerdos que la
mantendrían caliente por la noche.
La idea había sido suficiente para mantener el brillo durante todo el día de ayer.
Incluso ahora, podía sentir el cosquilleo de placer corriendo a través de ella. Y, sí,
había sido lo suficientemente ñoña y aniñada como para meter la cinta roja que
había atado los tallos florales en el bolsillo de la chaqueta de su traje.
Deslizó su mano ahora, giró la cinta de raso alrededor de sus dedos, y se perdió a
una ola de anticipación y dulce alegría.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Sara?
Con un vistazo, ella levantó la cabeza y se encontró mirando los ojos preocupados
del sargento Pearson. — ¿Estás bien? —el alguacil le preguntó.
—Sí. Estoy bien. Sólo estoy cansada. —recogió sus papeles, esperando no
sonrojarse, y se apresuró a ponerse de pie.
—El juez te quiere dentro. Está listo para comenzar de nuevo con los argumentos.
—ella asintió, intentando su mejor esfuerzo para aparentar confianza a pesar de
haber arrancado su revisión del caso a favor de una repetición X de la noche con
Luke.
En otras palabras, era hora de marcharse a la corte, ante el juez, y terminar con
todo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 5
—Gracias, abogados. He oído lo suficiente. —el Juez Kelly golpeó el martillo en el
banco de madera de roble. —Tendrán mi decisión por la mañana. —Sara se levantó
junto con los demás en la sala del tribunal cuando el juez se retiró y desapareció por
la puerta de su despacho. Tan pronto como la habitación se vació, ella exhaló, y
luego se dejó caer en la silla.
—Buen trabajo, Abogada —dijo Dan. —Por un momento, no pensé que fueras a
plantear la cuestión de competencia, pero luego la colaste en el último minuto.
—Para un chico del lado opuesto, eres demasiado bueno para mí.
Él sonrió. —Me has pillado. Déjame invitarte a un café. Infiernos, déjame incluso
compensártelo con una cena.
—Es por eso que me pagan mucho dinero —asintió hacia la puerta. —En serio,
¿Un café? Te prometo mantener mis manos en mí y mi conversación en la ley. Mis
pensamientos, sin embargo, podrían derivar.
—Claro —dijo ella, pero los dos sabían que no lo decía en serio. Se fue delante de
ella, y mientras salía más allá de la pesada puerta de roble, Martin Drummond, el
asistente del fiscal principal del distrito intervino —Capté parte de su discusión —
dijo.
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El Club de las Excomulgadas
—Oh. —ella tragó, teniendo en cuenta lo rápido que la luz se desvanecía. Era cierto
que no había estado en su mejor momento, pero tampoco lo había echado a perder.
Incluso Dan le había hecho un cumplido, aunque también había admitido tener
segundas intenciones. Aún así, seguramente Marty no estaba a punto de llamarla a
la alfombra por no haber estado mejor preparada.
¿Verdad?
Al parecer, lo haría.
Dio un paso atrás, con su cuerpo dando marcha atrás igual que su mente. —Espera.
¿Una promoción?
Marty se echó a reír. —Estás haciendo un gran trabajo, chica. Supongo que lo has
dado por la gente correcta. ¿Has oído hablar de la División 6?
—Por supuesto. No sé mucho sobre ella. Sus oficinas están arriba, ¿verdad? —
esperaba haberlo hecho sonar al menos como algo creíble. La verdad era que no
tenía ni idea acerca de la División 6. De vez en cuando, a altas horas de la noche,
se encontraba con alguien con una insignia de la División 6 en el vestíbulo. Sabía
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El Club de las Excomulgadas
que el grupo estaba bajo la jurisdicción del Departamento de Seguridad Nacional.
Y teniendo en cuenta el borde sombreado de los pocos empleados con los que se
había topado, tendía a pensar que era la división especializada en operaciones
antiterroristas secretas. Pero aparte de eso, no sabía casi nada.
—Nadie sabe mucho —dijo Marty. —Pero supongo que estás a punto de saberlo —
dio unos pasos y luego se detuvo, volviéndose hacia ella. —Sólo los mejores tienen
la oportunidad de trabajar para la División 6 —dijo. —La Gran División 6, no tan
grande para la Oficina del Fiscal del Distrito. Decides que el trabajo no es para ti, y
podrás tener tu puesto de antes. Todos los días. En cualquier momento. Sin
preguntas.
—Gracias —dijo. —Te lo agradezco. —tanto más que Marty no era del tipo que se
—Tengo a Sara Constantine para una reunión con Nostramo Bosch y Porter
Alexander—dijo Marty. Se volvió hacia Sara. —Aquí es donde te dejo. No tengo la
autorización más allá de la zona de recepción. Buena suerte.
Y luego se fue, y ella se quedó sola, mirando fijamente la zona de recepción sin
complicaciones y a la recepcionista completamente notable.
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El Club de las Excomulgadas
entró, con su mano en señal de saludo. —Sara —dijo. —Me alegro de verte de
nuevo. Has estado haciendo un excelente trabajo. Subiendo rápidamente los
escalafones.
—Gracias —técnicamente, Porter había sido su jefe durante los tres años que había
estado trabajando en la Oficina del Fiscal del Distrito. Pero el trabajo había sido
enorme, y Porter sabía cómo delegarlo. Lo que significaba que el contacto de Sara
día a día había sido siempre Marty. Y ahora había desaparecido y la había
abandonado, dejándola a merced del gran hombre.
—No, no lo sabe. Camina conmigo —se dirigió de nuevo a través de las puertas, y
—Algo así —dijo Porter, pero Sara tuvo la sensación de que estaba sonriendo,
aunque no estaba muy segura de lo que era gracioso.
Se detuvo en el interior de las puertas, con lo que Sara se detuvo. —De hecho, te
debo una disculpa. Cualquier otro día, estaría sentado en la sala de conferencias
con una orientación de los paquetes y un representante de Relaciones con los
empleados dándote una visión general de cómo funcionan las cosas aquí. La
presentación de PowerPoint es bastante interesante. Me aseguraré de que consigas
una copia.
— ¿Pero hoy?
—Los cargos fueron presentados esta mañana en una nueva materia, y Bosch cree
que obtendrás más sentándote en la primera entrevista con el acusado. —la
comisura de su boca levantó. —Para ser honesto, creo que Bosch quiere medir tu
reacción. Tirarte en la parte profunda de la piscina y verte nadar.
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El Club de las Excomulgadas
—Puedo entender eso —dijo ella, decidida a no ahogarse. Después de todo, era un
fiscal capacitado. No era como si no fuera mucho lo que podría darle una sorpresa.
—Y el señor Bosch es...
—Lo tengo. Gracias. —se aclaró la garganta, no inclinada a correr a su jefe, sino
ansiosa por conocer los detalles del tipo de materia que estaría manejando. —
Entonces, ¿cuál es la naturaleza de este nuevo caso?
En lugar de contestar, empezó a caminar de nuevo, y Sara dio cuenta de que la sala
en realidad no iba a ninguna parte. Se trataba simplemente de una sala, y terminaba
en un ascensor.
—La verdad es que no sé. Pero te puedo decir en general sobre el tipo de trabajo
que hace la División.
—No hay problema. Estoy segura de que moverme directamente a un caso me dará
una comprensión mucho más sólida del trabajo que cualquier vídeo de orientación
jamás podría.
—Probablemente sea cierto. —apretó el botón y se volvió para mirarla. —Pero creo
que el video es para incorporar a nuevos fiscales. Para reducir el shock.
— ¿El shock?
El ascensor llegó y ella siguió a Porter, dándose cuenta de que no había botones
para los pisos diecinueve al uno, o por el sótano a los niveles del estacionamiento.
Simplemente etiquetas. Pero había siete subniveles que nunca había visto antes, así
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El Club de las Excomulgadas
como la P-Sub-10, que aparentemente era un nivel de estacionamiento debajo del
subnivel final.
Con todo, era muy misterioso, y Sara tuvo la sensación de que estaba a punto de
dejarse atrapar por el mundo del espionaje internacional donde se encontraría
completamente con el centro tecnológico de James Bond accediendo a través de la
parte trasera de un armario de las escobas.
Porter pulsó el botón Sub-7. —Prepárate, Sara. Te caerás por la madriguera del
conejo.
—Como vampiros. Demonios. Hombres lobo. Todos los seres que pensabas que
eran sólo mitos. Que pensaste que eran materia de pesadillas o historias para
asustar a los niños o llenar las películas de terror. Todas esas cosas son reales. Son
reales, y están por ahí, y algunos son tan malos como Hollywood los retrata.
— ¿Algunos? —preguntó ella, porque era la única pregunta que sentía competente
en ese momento. ¿Era esta una gran broma? ¿Una especie de prueba de lo bien que
manejaría lo absurdo?
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El Club de las Excomulgadas
—Hablas en serio —dijo ella, tratando de imaginar al conde Drácula en el stand.
Pero no puede hablar en serio.
Fuera del ascensor había un mundo completamente nuevo. Un mundo donde los
lobos se escabullían a través de un área de recepción. Un hombre gigante con la piel
color naranja pálido y pezuñas estaba situado en un mostrador de granito llenando
un formulario con calma. Y la mujer detrás del mostrador, parecía tener una
especie de bruma a su alrededor.
Diablos, sí. Su corazón latía tan fuerte que apenas podía oírse pensar, y las palmas
de sus manos habían comenzado a sudar.
¿La madriguera del conejo, le había dicho? Prueba con un agujero de gusanos del
infierno.
Miró a Porter, pidiendo a cada onza de su autocontrol que evitara que su voz
temblara. Para evitar revelar lo mucho que su mundo se había inclinado. — ¿Esto
es real?
— ¿Estás bien?
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El Club de las Excomulgadas
ajetreo y el bullicio de la justicia en el trabajo. — ¿Esta es un área de recepción? —
le preguntó.
—Así es, pero no hay acceso público. Es el subnivel cuatro, que se puede acceder
desde la zona principal de recepción de la que venimos, o la recepción en el nivel
secundario de la División del estacionamiento principal. —él le dirigió una sonrisa
irónica. —Como puedes imaginar, la serie de criaturas trabajan aquí o se someten a
interrogatorio o están detenidas podrían causar un poco de revuelo cuando
marchen por el vestíbulo principal del edificio.
—El caso es que nadie llega a la recepción pasada sin escolta —se refería a un
—Espero que no. Es el nivel más alto de seguridad. Algunas de estas criaturas son
bastante artistas para escapar. Al Sub-9 se accede sólo a través de un ascensor en la
oficina de Leviathin…
— ¿De quién?
—De Niki Leviathin. Mi colega aquí. —él la miró. — ¿Estás lista para seguir
adelante, o necesitas tomarte un minuto?
Ella recorrió la sala, procesándola en su mente. Tan increíble como era, Marty
tenía razón… esto era un infierno de promoción. Más que eso, la comprometía a no
ser tonta.
Miró a Porter. —Estoy lista —dijo. —Muéstrame el camino —su sonrisa rápida
tuvo una fuerte dosis de orgullo, y se alegró de no haber vacilado. Por primera vez,
se dio cuenta de cuánto se estaba introduciendo exitosamente en este mundo.
Claramente, Porter la había recomendado. Si ella se congelaba, su fracaso sería una
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El Club de las Excomulgadas
mala imagen para su ex jefe, así como para el Oficina del Fiscal del Distrito entero.
Juegos Políticos.
Trató de mirar dentro de uno de los cubículos y alcanzó a ver piel azul.
Definitivamente no estaba más en Kansas.
—Entre —la voz era baja, recortada, pero sonaba del todo humana. Cuando Porter
abrió la puerta y entró, Sara vio que el hombre parecía tan humano como su voz
sonaba. De unos sesenta años, con el pelo sal y pimienta, Nostramo Bosch
emanaba un aire de estadista distinguido. Se puso de pie, y cuando llegó alrededor
de la mesa para darle la mano, ella captó un sutil aroma de canela.
—Gusto en conocerlo.
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absolutamente ninguna intención de marcharse. Pero no podía dejar de preguntarse
qué pasaría si lo hacía.
Bosch se rió entre dientes, como si pudiera leer sus pensamientos. Por otra parte,
Sara suponía que a lo mejor podía. —No se preocupe. Tiene perfecto derecho a
decir que no. Y si lo hace, simplemente subirá las escaleras y volverá a caer en su
antiguo trabajo.
—De ninguna manera —dijo, se dio cuenta de que había soltado la respuesta
demasiado rápido para que el decoro. Se volvió hacia Porter. —No fue mi
intención…
Ella estaba digiriendo esa parte de información cuando el teléfono de Bosch sonó.
—El señor Porter necesita volver a los pisos principales —anunció una voz
melódica. —Y el sospechoso está instalado en las sala de entrevistas A.
—Gracias, Martella.
—Me despido, entonces —dijo Porter. Se volvió hacia Sara, y luego tomó su mano
en la suya, dándole una palmada amistosa. —Soy el único en mi oficina que
conoce la verdadera naturaleza de la División 6. Puede hablar sobre esto con sus
amigos, por supuesto, pero no olvide el tema de portada. Una división del
Departamento de Seguridad Nacional, y no está en libertad de compartir más
información.
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El Club de las Excomulgadas
Estaba ansiosa por seguir adelante con esto. Por conocer los detalles de este extraño
nuevo mundo. Bosch estaba mirando su rostro, con expresión de aprobación. —La
sacaremos —dijo Porter.
—Tu trabajo es exactamente el mismo —dijo Bosch. —Son sólo las reglas las que
han cambiado.
Abrió la puerta y entró en una antesala, completamente vacía. Las paredes eran de
cemento, pintadas de un gris opaco, con una excepción… la pared del fondo tenía
una ventana de vidrio negro opaco al lado de una pesada puerta de acero. Un panel
de control estaba montado entre la puerta y el vidrio.
—Eso es lo que el Sr. Porter dijo. —miró hacia la puerta cerrada, imaginando al
acusado esperando más allá de ella.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Pero?
—Se podría decir que somos una agencia de autorregulación. No operamos bajo las
leyes de los humanos. Operamos en virtud del Pacto, una serie de leyes creadas y
modificadas a través de milenios.
— ¿Y esas leyes tienen jurisdicción sobre quién? ¿Los Hombres lobo? ¿Los
Vampiros? ¿Sobre todas las cosas espeluznantes que Porter mencionó cuando
estábamos en el ascensor?
—De acuerdo —se lamió los labios, obligándose a mirar esto como cualquier
—No, aunque los humanos son poco frecuentes en nuestras filas. Ofrecemos
puestos a los mejores y más brillantes. Los humanos que hemos decidido son
psicológicamente capaces de moverse en este mundo.
—No.
Ella asintió, deseando desesperadamente preguntar qué era, pero por temor a
cruzar algún tipo de línea de la etiqueta fiscal-jefe, no la hizo.
— ¿Cuál es el cargo?
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El Club de las Excomulgadas
—El acusado fue el arma —dijo Bosch mientras empujaba uno de los botones del
panel de control. —No nos puede ver —dijo Bosch. —Es un cristal de una sola vía.
—mientras hablaba, el vidrio pasado negro opaco se volvió transparente, dejando al
descubierto el interior de la sala de interrogatorios. Sara ahogó un grito de asombro,
cuidando que su rostro no mostrara absolutamente ninguna reacción.
No era que Bosch estuviera mirándola. Tenía la vista fija en el acusado. Estaba
mirando a Luke. El hombre cuyas manos habían vuelto su piel a la vida. El hombre
cuya lengua la había bañado. Cuyo pene la había llenado. Cuyo eje urgente la había
dejado gimiendo y pidiendo más.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 6
Ella no tuvo tiempo de procesarlo, ni tiempo para reestructurar su realidad con esta
nueva percepción del mundo. Luke era un vampiro. Luke era un asesino.
Él la había tomado, la había llevado a donde había querido ir y luego la había visto
de forma descarada mientras se había roto con su toque. Era peligroso, muy bien.
Ella lo había visto, y simplemente lo había ignorado. En sus brazos, no había
sentido ningún riesgo. Todo lo contrario, en realidad, porque la había hecho
sentirse más segura de lo que nunca había estado en su vida. Evidentemente, había
sido una tonta.
Ella se inclinó, captó su propio reflejo en el cristal. Se había puesto un poco pálida,
pero no había nada en su cara que revelara su secreto. Nada que revelara que había
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El Club de las Excomulgadas
sido pillada.
Era el rostro de una abogada litigante, y uno muy bueno. Un fiscal que podía
conseguir que la mierda fuera expulsada por un testigo frente a doce ciudadanos de
bien y verdad y hacer que pareciera que el testigo decía exactamente lo justo para
poner el último clavo en el ataúd del acusado. Se dio cuenta de la cara que la había
hecho llegar a este trabajo.
—Estoy bien —dijo mirando los ojos de Bosch. —Vamos a escuchar lo que el Sr.
Dragos tiene que decir.
Un pitido electrónico señaló que Bosch había introducido el código correcto, y una
luz verde estalló encima de la puerta. Sara dio un paso adelante, anticipándose,
pero Bosch no abrió la puerta. En su lugar, sacó un fajo de papel de una carpeta y
se los entregó a ella.
—El informe inicial. Seré el que maneje esta ronda de preguntas, pero no sientas
que estás encerrada en el papel de observadora. Si deseas información, pregunta.
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El Club de las Excomulgadas
Pasó a través de las páginas, con su mirada deslizándose sobre la foto de Luke,
junto con sus estadísticas vitales. Altura, 1’98. Peso, 99. Ambas estadísticas
coincidían con lo que sabía del hombre. La estadística siguiente, sin embargo, hizo
que su boca se secara de repente: nació en Italia en el año 122. Al parecer, le había
llevado unos años cuando ella había imaginado que el hombre que había llegado a
su apartamento era cinco años mayor que ella. El informe indicaba que no había
arrestos anteriores, pero el detective en jefe, Ryan Doyle, había detallado
metódicamente los homicidios en todo el mundo en el que el nombre de Luke
había salido como sospechoso. La lista era suficiente como para que su estómago le
El mareo leve cambió a temor franco cuando se volvió hacia resumen de la escena
del crimen de Doyle. El asesino había perforado violentamente la garganta de la
víctima en dos lugares, dejando su cuerpo desangrándose en el Parque MacArthur.
Tragó, tratando de mantener sus propios recuerdos quietos. En la garganta. Sus ojos
muertos. Sus gritos. Y el miedo y el olor cobrizo de sus manchas de sangre en las manos,
mientras ella sostenía a su padre de cerca que por favor, por favor, por favor, despierta.
Ella respiró temblorosa, con las manos apretando las páginas, mientras trataba de
apagar el flujo de imágenes. Sus rodillas se debilitaron, y, temió caerse, se apoderó
de las páginas más duro aún, se obligó a concentrarse en Braddock y en Luke y en
la evidencia de este asesinato, no de uno escalofriantemente parecido que ella había
atestiguado hacía más de veinte años.
—En la página siguiente, Constantine —dijo Bosch. Su voz era firme, seria, pero
ella creyó haber detectado un indicio de compasión bajo su apariencia profesional.
Él lo sabía, por supuesto. El condado tenía extensas comprobaciones de
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El Club de las Excomulgadas
antecedentes de todos los fiscales. El asesinato de su padre formaba parte de su
archivo. Y si el condado lo sabía, entonces seguramente la División 6 también.
Ella lo hizo, con la boca seca mientras daba la vuelta a una fotografía brillante de
ocho por diez.
Ella tragó, trabajando en mantenerse unida a pesar del doble golpe a sus intestinos
que era tanto Luke como su padre.
Aguanta, Constantine.
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El Club de las Excomulgadas
Como eran los asesinatos, era brutal, pero no más brutal que algunos de los que
Sara había visto. Stemmons, el asesino en serie que tan recientemente había
encarcelado, había sido particularmente aficionado a cortar rebanadas finas en sus
víctimas adolescentes y hacerles sangrar lenta y dolorosamente.
Sara, sin embargo, no se había acostado con Stemmons sólo antes de su detención,
y el hecho de que se había acostado con el hombre que había arrancado la garganta
de Marcus Braddock le hacía revolver el estómago, y la hacía respirar con suavidad
por la boca, tratando de sofocar un repentino ataque de náuseas.
Podía hacer esto, se dijo. Podía apagarlo. Bloquear la basura. Todo. Podía hacerlo,
lo sabía, porque al final, este era el trabajo del que vivía.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo hice.
—Él dejó un anillo con sello detrás, pero aparte de eso... —se interrumpió, alzando
la voz en pregunta. Esperaba que la pregunta pareciera meramente académica y no
revelara la fuente de su esperanza, que brotaba en su interior. Un hilo de voz, poco
profesional que había susurrado la posibilidad de que todo esto fuera un error y que
Luke fuera inocente. Que no hubiera hecho una cosa tan horrible, imperdonable.
Ella tragó y se dijo que no era personal. Era trabajo, y haría las mismas preguntas,
aunque nunca hubiera visto a Lucius Dragos antes en su vida. —Es una cuestión de
semántica. No hay nada en esta documentación que indique que el sospechoso ha
—Y en segundo lugar, tenemos el acusado muerto con todos los derechos —a pesar
de la mordedura persistente de la bofetada verbal, Sara contuvo una carcajada. —
¿Por un anillo con sello?
—Con un testigo —dijo Bosch, con las palabras matando la esperanza tan
eficazmente como un cuchillo en el corazón.
— ¿Un testigo? —pasó a través del informe, en busca de algo para respaldar su
declaración, tanto frustrada como aliviada cuando no vio nada. —No hay mención
en el archivo de un testigo.
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El Club de las Excomulgadas
—El Agente Doyle está en proceso de preparar una declaración formal con respecto
a la imagen final que registró la mente consciente de la víctima.
—No es el tipo de métodos de investigación con los que está familiarizada, lo sé.
Pero le aseguro que la habilidad del agente Doyle no sólo es legítima, sino una
enorme ventaja para este departamento.
—No me diga —dijo Sara, todavía tratando de envolver su cabeza en torno a lo que
el investigador podía hacer. —Así que ¿Sólo ve en las mentes de los muertos?
Bosch le miraba de arriba a abajo, y trabajó duro para mantener sus furiosas
emociones fuera de su rostro. —Llámelo acusado si la hace hacer mejor su trabajo,
pero no se olvide de lo que es y de lo que hizo.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Tiene la impresión de que estoy molesto con usted? —logró una media sonrisa
y no la voz del sí muy definitivo que pedía a gritos la liberación.
—Estás aquí porque eres rápida y serás brillante y harás las preguntas correctas.
Detente ahora y estaré molesto. Ahora, entremos, ¿O tendremos que abordar las
diferencias de
la moda de los presos aquí y arriba? Personalmente, creo que los uniformes
naranjas de los acusados del Condado de L.A. más bien repugnantes.
La luz verde encima de la puerta había cambiado de nuevo a rojo, por lo que Bosch
volvió a meter el código, después dio un tirón la puerta y entró, manteniendo
abierta para que ella lo siguiera. Ella dio un paso a través de la puerta, con la
cabeza alta, taconeando firmemente en el suelo de cemento.
No era que Luke tuviera la apariencia de un prisionero. Era cierto que llevaba una
camiseta gris deslavada con “Detención C” estampado en el pecho en letras color
negro, pero no había nada en él que lo hiciera parecer un condenado. Por el
contrario, entrar en esa habitación se sentía lo mismo que caminar en una sala de
conferencias, con Luke a la cabeza de la mesa, poco a poco dando órdenes.
A su lado, la mirada de Bosch pasó entre los dos, con sus ojos apagados e ilegibles.
Luego llevó una mano a su espalda, lo que facilitó su avance a una de las dos sillas
en el lado opuesto de Luke. Si él sabía cualquier cosa que no fuera un caso de
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El Club de las Excomulgadas
asesinato que tenía lugar en esa habitación, no lo demostró. Sara estaba decidida a
no mostrarlo, tampoco.
—Lucius Dragos —dijo Bosch, tomando la silla al lado de Sara. —No a menudo
tengo la oportunidad de sentarme frente a un hombre con una notoria reputación.
La facilidad del uso del nombre de Bosch sorprendió a Sara, y echó un vistazo a su
nuevo jefe, anticipando su reacción. Ninguna, sin embargo, llegó. En cambio, se
limitó a hojear los papeles en su mano. —Belfast, el mes pasado —dijo Bosch. —
Un hombre lobo muerto en el Parque Glencairn. Negocio sucio.
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El Club de las Excomulgadas
No importaba que los cargos hubieran sido desestimados. Ella lo sabía, y Bosch lo
sabía. Estaba en sus ojos. Había matado. Se había salido con la suya. Y estaba
orgulloso de lo que había hecho. Orgulloso del golpe que había dado. Ella habría
apostado su nuevo trabajo que nadie había ido a juicio por cualquiera de esos
delitos. Habían tenido al acusado, sólo que no habían encontrado la evidencia para
A su lado, Bosch echó su silla hacia atrás. Sara respiró hondo y se aseguró de que
tenía su juego antes de mirar por encima a su jefe. Estaba de pie, obligando a Luke
a inclinar la cabeza hacia atrás para mirar al fiscal. Que era, sabía Sara, un truco
sencillo que tenía el efecto de crear al menos una ilusión de poder. En este caso, sin
embargo, la maniobra no había dado resultado.
Bosch se inclinó, con las manos sobre la mesa, con la cabeza y hombros empujando
el lado de Luke sobre la mesa, entrando en su espacio. Entrando en su rostro. Esta
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El Club de las Excomulgadas
vez, cuando Bosch habló, sus palabras fueron bajas y controladas, sin la sugerencia
anterior de civilización.
—Entendámonos Dragos. Está aquí porque lo atrapamos. Porque lo trajimos. Lo
encadenamos. Y una vez que prescindamos de la formalidad de un juicio, lo
ejecutaremos.
El aroma de la canela llenó el aire. —Ni por un momento piense que esto es un
juego, Dragos.
Bosch asintió hacia ella, con una expresión llena de algo parecido a orgullo
paternal. —Yo diría que, Lucius, trabaje duro para no enemistarse con la señorita
Constantine. Ella todavía no puede saber todo lo que hay que saber acerca de usted,
pero le aseguro que es una estudiante rápida. Aprenderá, Luke —dijo, ligeramente
inclinado hacia adelante. —Aprenderá todo sobre usted.
—Estoy ansioso de ser examinado a fondo —dijo Luke. Se volvió hacia ella, con el
calor de su mirada a través de la de ella.
Ella se movió hacia abajo, enojada consigo misma por permitirse ese calor aunque
sea por un milisegundo.
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El Club de las Excomulgadas
—Le aconsejo que no me subestime —le espetó ella, y lo dejó así. No iba a entrar
en un combate verbal con él. Ahora no. Ni nunca. Por un momento, pensó que él
respondería. Entonces sintió la presión de la mano de Bosch en su hombro. El peso
simple la calmó, y respiró, furiosa consigo misma por haber arremetido contra él.
—Tiene derecho a un representante, Luke —dijo Bosch, casi amable.
Bosch pareció que iba a discutir. Pero al final, se limitó a asentir. —Muy bien.
Entonces prescindamos de las bromas y pasemos directamente a los hechos.
Grabadora encendida. Entrevista con Lucius Dragos sospechoso, vampiro. Sala A
de entrevistas. Actualmente de la División 6 están los representantes, fiscales
Nostramo Bosch y Sara Constantine. Señor Dragos, ¿Se niega a tener un
—Me niego.
—Lo soy.
—Por supuesto —dijo Bosch. —Su protegida no puede reclamar el nombre del
clan. —pasó a través de sus notas. —A la luz de su precario estado mental como ser
humano, Tasha fue objeto de cese. Recibió un permiso especial en 1790, salvando
su vida, pero prohibiéndosele propagarse o heredar, y requiriéndole ser su guardián.
—Estoy consciente de las circunstancias —dijo Luke con voz dura. En su libreta,
Sara escribió Tasha, y luego dio vuelta al nombre con un signo de interrogación.
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El Club de las Excomulgadas
—Una dura batalla, si mal no recuerdo —dijo Bosch. —Creo que fue un testimonio
significativo a favor y en contra del cese.
—Los dos estábamos allí, Nostramo —dijo Luke. —Estoy seguro de que recuerda
el testimonio, así como yo.
Bosch dudó, luego asintió. —Muy bien. Vamos al grano. ¿Dónde estuvo anoche?
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El Club de las Excomulgadas
—El Agente de Doyle lo vio. ¿O no sabe que el agente Doyle es un demonio
perceptor?
—Ryan Doyle es muchas cosas —dijo Luke, con las palabras domadas con un
tono, con el que claramente llamaba al agente un hijo de puta.
—Las conclusiones del agente Doyle han sido confirmadas por el examinador
médico del PEC.
—El mensaje de texto del Agente de Doyle acaba de llegar con los resultados del
laboratorio —dijo Bosch.
—Con su nombre asociado al archivo, hemos sido capaces de correr los resultados
—se inclinó casualmente contra la pared. —Debe estar satisfecho de saber que su
participación despierta tanto interés en toda la organización. Es casi como si fuera
una celebridad.—Sara miró a Luke, en busca de algún tipo de reacción… ira,
miedo. En su vida anterior, las pruebas de ADN eran un duro golpe, y sólo podía
suponer que sería lo mismo aquí. Eso junto con el testimonio de Doyle, y parecía
que Luke estaba bien jodido.
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El Club de las Excomulgadas
Bosch ignoró la pregunta, en su lugar se inclinó sobre la mesa para hacer frente a
Luke más de cerca. — ¿Por qué mataste a Braddock? Lo averiguaremos, lo sabes, y
al final no importará mucho. Por supuesto, es posible que no haya un motivo
anterior. Que te reunieras con Braddock, pelearon, y lo mataste impulsivamente. Y
que, accidentalmente, dejaste evidencia detrás. Un anillo, por ejemplo, por
descuido olvidado.
Luke se estremeció, con una contracción leve de los ojos. Sin abrir nada, y Sara se
imaginó que Bosch se perdió por completo la reacción mientras sacaba una
fotografía que ahora arrojaba sobre la mesa, esta vez mostrando un anillo con un
dragón de ojos rojos comiéndose su propia cola.
Sara, sin embargo, se dio cuenta, y dudó. Debido a que Luke no le parecía el tipo
de hombre que por descuido olvidara nada.
—Lo que no puedo entender es por qué regresaste a tu casa cuando tenías que saber
que un enjambre de agentes de la RAC te rodearía en cualquier momento. Es
evidente que
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El Club de las Excomulgadas
creías poder escapar. ¿Pero por qué estabas tan seguro de eso? ¿Por tus conexiones
en la Alianza? ¿O por alguna otra razón? Es curiosidad, ¿Sabes? El tipo de
curiosidad que me come. Así que encontremos una respuesta, Lucius. En cuanto a
eso, te doy mi palabra. —se levantó entonces, con su postura sugiriendo que la
entrevista había terminado. Sara se puso de pie y, después llegó a la mesa para
recoger las fotografías que Bosch había dejado allí. Braddock frío, con los ojos
muertos la miró. Luke había hecho esto. Un vampiro. Un asesino. Le había roto el
cuello a Braddock, sacándole la sangre. Y ahora estaba allí sentado, tranquilo y
fresco a pesar de haber cometido un crimen tan atroz. Un crimen tan personal para
ella como sus manos sobre su cuerpo desnudo habían estado. Luchó con el
recuerdo de nuevo, poco dispuesta a pensar en las cosas íntimas que habían hecho
juntos sólo una noche antes de que él se hubiera ido y asesinado al juez Braddock.
—Grabadora apagada —dijo Bosch. Se volvió hacia Sara, haciendo caso omiso de
Luke. —Hablemos en mi oficina.
—No voy a decir que ha sido un placer, Nostramo —dijo Luke, con voz controlada
y segura. —Pero voy a decir que espero ver a la Srta. Constantine de nuevo. Estoy
seguro de que nuestras entrevistas futuras se iluminarán.
—La creo —dijo con expresión suave, aunque esperaba que sus palabras le dieran
una patada en el estómago. — ¿Y puedo ser de los primeros en felicitarle por su
nuevo cargo?
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El Club de las Excomulgadas
Ella comenzó a responder, pero Bosch puso una mano sobre su brazo. —Contrata
un abogado, Lucius. Confía en mí cuando digo que lo vas a necesitar. —tecleó el
código y abrió la puerta. —Constantine, venga conmigo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 7
—He leído su expediente, Constantine —dijo Bosch. Estaban en la sala de
observación, mirando a Luke a través del cristal. —Sé que hoy no fue la primera
vez que vio una lesión así. Por lo demás, supongo que todavía ve la carne
desgarrada en sus sueños.
Ella se puso tiesa, arrastrando su atención de Luke para hacer frente a su jefe. —He
sido evaluada a fondo.
—Como he dicho, he leído su expediente. —se apoyó contra la pared, con una
expresión seria contrarrestando la compasión en su voz. —Tenía ocho años y
— ¿Constantine?
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El Club de las Excomulgadas
—Pero el tribunal procesó al hombre equivocado. —las cejas de Bosch se
levantaron y continuó. —Recuerdo el juicio. Lo recuerdo vívidamente. Y también
me acuerdo que Jacob Crouch fue llevado hasta la escalinata del tribunal a la luz
del día.
— ¿Señor?
—Si bien es cierto que los mayores vampiros no pueden soportar el sol, los jóvenes
no tienen ninguna de esas cuestiones. Crouch, creo, tenía apenas 200 en el
momento del juicio.
—Es una progresión lenta. La piel se vuelve más sensible a medida que envejecen.
Con el tiempo, se dan cuenta que han llegado a una etapa en la que deben sucumbir
a la oscuridad.
Ella parpadeó, sabiendo que tenía que hacerse esa pregunta, pero odiándola, no
obstante. Enderezó los hombros, enderezó la columna, y lo miró a los muertos
ojos. —Nunca permitiría que mi historia personal interfiera con la manera en que
proceso un caso, o permito que mis emociones sesguen el curso de la justicia —se
lamió los labios, deseando que su boca no estuviera tan repentinamente seca. —A
la luz de sus preocupaciones, me pregunto por qué quiere que lo secunde en este
caso.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí —dijo. —Por supuesto que sí. —ella esperó una explicación, pero ninguna se
le ofreció. —He estado supervisándote desde hace un tiempo, Sara. Tienes la clase
de talento que podemos usar aquí. Considera esa una respuesta a tu pregunta.
No tenía ningún sentido discutir. —Muy bien. Gracias, señor. —ella lo siguió hasta
la sala, satisfecha por la confianza en sus habilidades en conflicto con la necesidad
de decirle la verdad y abandonar el caso. Porque estaba descalificada para él, a la
luz de su historia con Luke, simplemente no tenía otra opción. Y, francamente, no
era algo que estuviera encantada de revelar.
No tenía otra opción, sin embargo, y si iba a ser reasignada, era mejor acabar de
una vez. —Acerca de mi trabajo en el caso, sin embargo. Hay algo más que
debemos discutir.
Ella quería que se fuera, que sus dulces recuerdos se hubieran borrado. Estaban
contaminados ahora con el hedor de la muerte, la magia de la noche con la luz fría
y dura de la realidad. Una realidad que, francamente, le rompía el corazón.
—Nada urgente —dijo. —Te dejé las notas en tu escritorio. —él gruñó en
reconocimiento, luego hizo un gesto a Sara para que tomara asiento. Cerró la
puerta, y luego la sorprendió al tomar la silla de al lado de ella en lugar de la detrás
de su escritorio. —Eres humana—dijo sin preámbulos.
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El Club de las Excomulgadas
—Eso representa un riesgo teórico en este caso —dijo, confundiéndola aún más.
—Los vampiros son criaturas únicas, incluso en nuestro mundo —tomó una pluma
estilográfica rodándola entre sus dedos mientras hablaba. —Su esperanza de vida es
tan larga que los mitos de la inmortalidad podrían considerarse exactos. Y la
longevidad ha hecho a la comunidad de un vampiro algo muy poderoso en su
conjunto. Un grupo que desde hace milenios tiende a lograr una cierta fuerza y
poder de negociación.
Ella se removió en su silla. —Pero no estoy tratando de educarte sobre los métodos
de extinción de un vampiro. Más bien, quiero que te des cuenta de que tienen
muchos talentos raros. La capacidad de disolverse en niebla o un sensible cambio a
forma animal. Sentidos agudos. Velocidad excepcional, especialmente en estado
niebla. Y el poder de hipnotizar a los humanos.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Quiere decir que no quiere que lo esté? —ella esperaba sonar seria, porque la
verdad era que algo más le preocupaba. Estaba aterrorizada. El pensamiento de
otra persona dentro de su cabeza, dictándole cómo deben actuar, con todo su libre
albedrío eliminado, le daba náuseas.
Pensó en Luke, con su estómago torciéndose. Había sido salvaje con él. Abierta.
Habían compartido una intimidad que, al menos a ella, le había parecido más que
sexo. Si hubiera estado dentro de su cabeza... si hubiera hecho que ella lo deseara...
—Un perfil psicológico no es una prueba positiva —dijo aunque levantaba un poco
el peso de sus hombros.
—Es cierto. Es por eso que hemos tenido que probarte también.
— ¿Quién?
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El Club de las Excomulgadas
—Las pruebas fueron una intrusión, sí. Incluso se podría decir que fueron una
invasión de tu privacidad. O podría haber sido si sus esfuerzos hubieran tenido
éxito. Sin embargo, si dices eso, me veré obligado a, una vez más decirte que
hacemos las cosas de manera diferente aquí.
—Estoy empezando a darme cuenta de eso —dijo ella con amargura. —Pero espere
un momento. ¿No me dijo que si no quería el trabajo podría acabar con mis
recuerdos limpios? ¿Cómo pueden hacer eso si no soy susceptible?
—Oh —dijo otra vez. Y luego, al darse cuenta que se habían salido del camino,
volvió su atención de nuevo a Luke. —Mencionó la reputación del acusado durante
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El Club de las Excomulgadas
la entrevista, junto con las conexiones con su Alianza. Eso no es algo con lo que
esté familiarizada.—habló con un enfoque tranquilo, como un fiscal determinado a
conseguir una manija en el caso, nada más.
—Está bien—dijo. — ¿Y Dragos trabaja para la Alianza? —su sonrisa fue casi
divertida. —Dragos Lucius trabaja sólo para sí mismo. —pensó en todos los casos
que Bosch había recitado, y pudo llegar a una conclusión razonable: Luke era un
asesino a sueldo. Un asesino. Y a partir de lo que había visto y leído, era muy
—Lucius es muy inteligente —dijo Bosch, con una admiración que parecía casi
afectuosa. —Tiene amigos poderosos, tanto dentro como fuera de la Alianza. Y
como ambos sabemos, ese tipo de poder demasiado a menudo da lugar a un
acuerdo tras bambalinas, sobre todo cuando la evidencia es débil o inexistente.
—Cada uno de esos hombres podrían fácilmente haber sido hallados culpables
dentro de estas paredes y apostado frente a una galería como testigos —dijo Bosch.
— ¿Eso hace a Dragos mejor? O, perdóneme, ¿Eso hace de lo que hizo Dragos algo
correcto?
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El Club de las Excomulgadas
—No —acordó Bosch. —No lo es. —con el ceño fruncido, sus ojos grises se
oscurecieron con investigación. — ¿Dijiste que tenías algo que discutir conmigo
acerca de estar en este caso?
—Oh. —se obligó a mantener la barbilla alta, aunque estaba segura de que había
pasado por seis tonos de rosa. — ¿Y todavía me quiere en este caso? —una
pregunta estúpida, puesto que ya la habían asignado al caso, pero las palabras
estuvieron fuera antes que pudiera recordarlo. Y, además, realmente quería una
respuesta.
Sus ojos brillaron con lo que sólo se pudo interpretar como diversión. —Déjame
pedirte esto. Este ‘encuentro’ ¿Tiene algún impacto en tu capacidad de procesar este
caso?
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El Club de las Excomulgadas
Ella dudó antes de contestar, porque la cuestión merecía una evaluación honesta, y
trató de ignorar la rabia que había sentido en esa sala de interrogatorios, saber eso
no la hacía sentir más cómoda con las cosas que trataba muy duro de mantener
fuera de las calles. La verdad era que no podía ignorarlo.
Él se echó hacia atrás, luego juntó sus dedos. —Te creo. Más que eso, sé que crees
en lo que dices.
Ella se obligó a no fruncir el ceño, preguntándose qué nuevo camino estaba por
empezar a recorrer.
— ¿Pero?
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El Club de las Excomulgadas
antiguos, antes incluso de la memoria común de los humanos. Y cuando esas leyes
se rompen, el juicio es rápido y el castigo brutal. En la superficie, puede parecer lo
mismo. Pero ahí es donde terminan las similitudes.
Ella tragó. —Entiendo —dijo, pensando que él estaría seguro de que era una
mentira.
—Ven —dijo Bosch, y con esa sola palabra la llevó saliendo del ascensor y al túnel.
Entró en una cinta rodante, y ella lo siguió, con el camino de caucho negro
llevándolos a través del túnel largo y hacia una tenue luz amarilla en el otro
extremo, con el color y la fuerza tan fuera de lugar como el sol en un medio
subterráneo. Al acercarse, Sara empezó a oír el repiqueteo de voces, decenas, quizá
cientos, de personas que hablando entre sí.
Se lamió los labios, con una sensación de temor sobre ella sin previo aviso. Por
primera vez, vio un cartel, montado en el techo y colgando encima de su camino:
“Sólo personal autorizado.” —La entrada del público está al otro lado del teatro —
dijo Bosch. —Como puedes escuchar, tenemos la casa llena ahora mismo.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Por qué? —preguntó cuando salieron del túnel hacia la luz. Pero aun cuando la
pregunta salió de su boca, sabía que no necesitaba haberla hecho. Las criaturas en
las gradas eran un espectáculo digno de verse. Y el episodio de hoy era una
ejecución.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 8
La sala le recordó a Sara una sala de cine, con asientos tipo estadio que daba a una
gran pantalla. La única diferencia era el gran espacio abierto entre la primera fila de
asientos y la alta pared blanca.
Una plataforma elevada de madera dominaba ese espacio, y mientras Sara miraba,
vio un artefacto extraño con altos postes que parecía extenderse hacia arriba a partir
de una base móvil. No fue hasta que Bosch la llevó más a la izquierda, sin embargo,
que fue capaz de obtener una visión clara, una guillotina.
Se dijo que debía relajarse. Después de todo, había sido testigo de ejecuciones
antes, la primera sólo ocho meses después de que se hubiera graduado en la escuela
de leyes. El escenario, sin embargo, había sido mucho menos teatral. Y no había
habido cabezas cortadas. Los testigos también estaban detrás de un vidrio, pero
excepto los de las familias de los acusados y de las víctimas, los testigos en su
mayor parte eran oficiales sobre todo de la corte. Aquí, sin embargo, la multitud
parecía haber sido sacada de la calle, y ahora hablaban entre sí, con su charla
llenando la habitación con un rumor expectante. Bosch la llevó a una sección
acordonada y eligió dos asientos al lado de un hombre gigante con mejillas
sonrosadas, nariz bulbosa, y ojos curiosos, que enseguida se dirigieron a Sara.
Chance le tendió una mano carnosa por lo menos diez veces más grande que la de
Sara. —Vienes a verme y a regodearte, ¿verdad? —preguntó, con voz acentuada
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El Club de las Excomulgadas
con una suave pronunciación. —Muy reñido, esta vez, pero eso sólo hace la
victoria más dulce.
—No en este fin de semana, sin embargo —añadió con una amplia sonrisa. Movió
— ¿Dónde está su casa? —preguntó Sara, pensando que era más seguro indagar
sobre eso que sobre lanzamientos de piedra.
—Oh. —y como no sabía qué decir a eso, ella cambió de nuevo para mirar la
guillotina. — ¿Y qué hizo el preso?
4
R y R: Rest & Recreation (descanso y recreo), Rest & Relaxation (descanso y relajación) o Rest & Recuperation (descanso y
recuperación). Las tres vienen a significar lo mismo.
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El Club de las Excomulgadas
Numen. Para que de fuerza y ayude en la lucha contra el demonio que se libera
durante la transición de un vampiro.
—Sin duda ¿Habrás oído hablar de tus historias humanas en donde los vampiros
son criaturas sin alma, malas?
—Correcto.
— ¿Como poseídos?
—El ritual de sangre —dijo Sara, tratando de mantener todo correcto en su cabeza.
—Una vez liberado, nunca se va por completo. Sin embargo, la mayoría de los
vampiros lo pueden suprimir adecuadamente y no son atormentados por la
influencia de los demonios y viven una vida casi normal. Muchos son camareros en
los clubes locales. Algunos DJ’s nocturnos. Se mezclan. Sobreviven, e incluso
prosperan.
— ¿Dijo la mayoría?
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El Club de las Excomulgadas
—Esos son los pícaros —agregó Chance. —El PEC tiene equipos para cazar y
matar a los pícaros. Negocio sucio.
— ¿Dragos es un pícaro? —ella tenía que saber, entender al hombre, así como al
vampiro. — ¿Es por eso que mata?
— ¿Por qué matan los humanos? —Chance le preguntó. —No todos los asesinatos
pueden ser atribuidos al demonio.
—Pero… —ella comenzó a preguntarse exactamente qué era lo que quería decir,
pero sus preguntas fueron cortadas por el súbito rugido de la multitud. Sara buscó
la razón detrás del cambio en el comportamiento de los espectadores. La encontró
suficientemente rápido… una puerta se había abierto en lo que pensaba era la
pantalla de cine, y una mujer entró, con la cabeza gacha, con un objeto grande,
cuadrado. Subió las escaleras a la plataforma, y luego dejó el elemento sobre un
caballete que ya había sido erigido en la plaza de una mesa de madera que Sara no
había notado antes, después de haber estado demasiado interesada en la guillotina.
El cuadrado tenía un paño negro, y ahora la mujer quitó la tela para mostrar un
retrato de una niña, de unos cuatro o cinco años de edad. La multitud cayó en un
silencio respetuoso mientras la mujer se mantenía de pie y orgullosa al frente del
teatro. —Recordamos a Melinda Toureau —dijo. —Ella duerme ahora con los
ángeles.
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El Club de las Excomulgadas
La mujer bajó la cabeza y dio un paso hacia atrás hasta que casi se presionó sobre
la pantalla. Una vez quieta, la puerta se abrió de nuevo y esta vez entraron dos
hombres. Uno, el prisionero, llevaba una camisa color negro y pantalón negro
suelto. Sus manos estaban cruzadas a su espalda y estaba atado por esposas de
metal. Sus pies estaban atados de manera similar, con la cadena entre sus dos
tobillos lo suficientemente larga para sólo permitirle caminar. A su lado, el segundo
hombre estaba vestido también de negro. Su atuendo, sin embargo, estaba hecho de
cuero. Y a diferencia del prisionero, cuyo rostro orgulloso miraba a la gente sin
ningún tipo de remordimiento, el verdugo permanecía en el anonimato, con la
capucha de cuero negro cubriéndole toda la cara con excepción de dos rendijas
estrechas para sus ojos. El verdugo tiró de una cadena atada a un collar alrededor
del cuello del acusado, y el preso lo siguió hasta la escalera de madera desvencijada
— ¡Lortag Trevarian! —resonó la voz del verdugo. —Has sido declarado culpable
de dos cargos de delito mayor Clase Cinco, en violación del Quinto Pacto
Internacional y condenado a la ejecución pública por cabeza o corazón. Le
pregunto a la fiscalía, ¿Fue así? —Al lado de Sara, Chance se levantó. —La
condena se mantiene —vociferó. —El castigo será justo y bueno.
—Así sea —el verdugo le dio la espalda a la multitud y miró a la mujer, que ahora
tenía una lágrima en su rostro. —Evangeline Toureau. ¿Vengarás la muerte de tu
hija? ¿O la mirarás?
—Le haré justicia —dijo ella con voz débil pero constante.
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El Club de las Excomulgadas
—Por estaca—dijo Evangeline, elevando la barbilla. —Le quitaría la vida con mis
propias manos.
Por un breve momento, el miedo cruzó el rostro de Lortag. Luego se fue, reducido
a nada más que un montón de polvo.
Ella lo miró y asintió, porque ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba acostumbrada a
las ejecuciones por eutanasia, como si hubiese sido testigo, con el prisionero detrás
de una pared de cristal, y los médicos asistiéndolo. Este tenía el mismo resultado,
pero con un infierno de presentación diferente. Sin embargo...
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El Club de las Excomulgadas
Era duro. Era brutal.
Y no podía dejar de pensar que si hubiera sido Crouch el que hubiera estado arriba
en la plataforma, quizá, finalmente, las pesadillas se terminarían.
—Estoy bien —dijo ella, pero al hablar, se preguntó cómo estaría cuando llegara el
momento para que se sentara en la silla mágica de Chance. Porque si hacía bien su
trabajo, sería Luke el que estaría en esa plataforma, con su muerte anunciada con el
aplauso de las masas, y la misma Sara, anunciando que su castigo era justo y
bueno. Ella misma diciendo que lo quería muerto y tenía que pagar por su crimen.
Pero no podía pasar por alto la parte baja que deseaba lo contrario. La que tenía la
fantasía de que todo era un error. Que Luke no moriría, que no iba a ser el
condenado a morir en esa sala, y que podría volver a donde había empezado con
Bosch se puso de pie, listo para salir del teatro, pero Sara se quedó sentada, con los
ojos en el retrato de la niña. — ¿Qué pasó con Melinda? —dijo, preguntándose por
qué la niña no había sobrevivido. — ¿Es peligroso para los niños convertirse en
vampiros?
—No de la manera en que estás pensando —dijo Bosch, deteniéndose frente a ella.
—Habría sido demasiado peligroso permitirle vivir —dijo. —Los niños, las
personas mentalmente inestables, no tienen la fuerza para controlar el demonio. —
su estómago se apretó con horror. —Pero…
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pequeña, y la niñera, también murieron. —respiró. —No se puede jugar con un
niño sin que haya marcado su demonio.
Ella parpadeó sus lágrimas en aumento, mientras miraba una vez más el retrato de
Melinda. — ¿Y un permiso especial?
—Lo fue.
Él respiró. —Entiendo que esto es nuevo para ti. Que no tienes ningún marco de
referencia. Sin embargo, el demonio que se levanta en un vampiro es atroz.
Asesino. Inteligente, astuto y totalmente carente de remordimientos. Muchos
adultos no hacen la transición y se pierden en lugar de su demonio. No sobreviven
a la Retención… Nunca logran controlar al demonio y son los pícaros y, sí, los
cazamos. La posición de todas las criaturas de las sombras en esta tierra es precaria.
Tenemos fuerza, sí... pero nuestros números son pequeños comparados con los
humanos. Nos auto-vigilamos porque debemos hacerlo.
Se dio la vuelta ahora para hacer frente al retrato de Melinda también. —Esa niña
tenía la rabia del infierno dentro de ella y ni la más mínima posibilidad de
controlarla —continuó.
—Fue convertida, tuvo su estaca, y fue vengada —él la miró fijamente. —Esa es la
forma en que es, Sara. Es la forma como debe ser.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 9
Luke se paseaba por la celda de metal y vidrio. O trataba de hacerlo, pero como
sólo podía dar cinco pasos antes de chocar contra un muro, obtenía poca
satisfacción con el movimiento sin sentido.
Luke había logrado lo que se había propuesto hacer, y ese conocimiento le daba un
poco de satisfacción, a pesar de que tenía que confesar que tenía un hilillo de
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aprehensión. Si bien era cierto que la acusación podría condenarlo con la evidencia
que tenían, la participación de Sara sesgaba su plan. Recordó la manera en que ella
había descrito su tenacidad en la búsqueda de Xavier Stemmons. Era una mujer
que exigiría respuestas, y si iba en busca de un motivo, podría profundizar lo
suficiente como para arrastrar a Tasha en este lío. Y eso era inaceptable.
Habían hecho el amor con una fiereza nacida de la necesidad de una intensidad
deliciosa que era de alguna manera delicada y áspera, de dar y recibir. Y cuando se
Ella lo había tomado por sorpresa, aliviando el constante rugido del demonio en su
cabeza, e incluso logrando hacerlo reír. Y una mujer capaz de tanto lo fascinaba y
confundía.
Cuando el reloj marcó la mañana, ella estaba tendida desnuda junto a él y le contó
sobre el caso que había ganado sólo unas horas antes. El asunto Stemmons. Un
asesino en serie que había violado y asesinado niñas. Un cobarde humano que
carecían de control y se alimentaba del dolor. Le había descrito su incesante
búsqueda del asesino y las batallas legales muy reñidas, que le habían hecho sentir
una ferviente solidaridad. Incluso entonces, sin embargo, había dudado de que
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El Club de las Excomulgadas
estuviera dispuesta a aceptar cualquiera de sus métodos o herramientas. Pero él
también luchaba por la justicia. Había, de hecho, llevado la balanza de vuelta al
equilibrio en más de una ocasión. Y cuando lo había abrazado, él había pensado en
su propósito de salir esa noche… con intención de encontrar al juez.
De encontrarlo y matarlo.
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El Club de las Excomulgadas
Habían sido amigos desde hace cinco siglos, vigilándose las espaldas infinidad de
veces, y se debían el uno al otro su vida una docena de veces.
Había sido Luke quien presentó a Nick a Tiberius, y como enlace vampírico de la
Alianza de las Sombras, Tiberius había patrocinado el entrenamiento de Nick como
abogado. Mientras Luke miraba, Nick señalaba a los ogros, que sin mucho
entusiasmo comenzaron a retirar la serie de bloqueos que mantenían la puerta de
cristal cerrada. El vidrio era inquebrantable e igual que una antena integrada en el
cristal trasero de un auto, estaban imbuidos en una serie de filamentos finos de
hematita. La hematita reforzaba el vidrio, junto con la aleación de hematita de las
paredes y significaba que escapar por transfiguración era imposible. Luke lo sabía,
lo había intentado.
—Las manos —gruñó el ogro. —Sobre la cabeza. —una vez que Luke lo hizo, el
segundo ogro liberó el pasador y abrió la puerta. Hizo un gesto más a Nick para
entrar, después cerró la puerta con llave.
—Me alegro de verte de nuevo, también —dijo Luke, riendo cuando Nick cambió
de lado, con su expresión cáustica.
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—He hablado con Tiberius —dijo. —Braddock no fue una matanza autorizada.
—Esto no irá bien —dijo Nick. —Lo sabes, ¿verdad? Tiberius ya echa espuma por
la boca. Los Ángeles está caliente en este momento, y tú, amigo mío, acabas de
añadirte a sus problemas.
— ¿Son los Therians? —los cambia formas… en especial los hombres-lobo, eran
una constante espina en el costado de Tiberius, y como pequeños perros ladrando,
seguían gritando que no eran tratados de manera justa dentro de la Alianza. Con
pocas excepciones, Luke tenía poco uso para los cambiaformas.
Aunque la esperaba, la respuesta seguía irritando a Luke. Al final del día, Tiberius
era el as en la manga de Luke dentro del agujero. El maestro vampiro tenía
conexiones. Lazos. Y marcadores que podrían ser llamados cuando la situación
fuera grave. Hasta el momento, Luke nunca había tenido que pedirle a Tiberius un
pase para él, y con un poco de suerte, no lo haría ahora. Pero si esa opción estaba
completamente fuera de la mesa, entonces Luke no tenía un plan B. Y Luke era un
hombre que siempre mantenía una segunda salida abierta.
— ¿Cuál es la situación?
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—Los Therians han estado tratando de derrocar a Tiberius de los territorios clave
durante años —dijo Luke. Siglos, en realidad, con el concurso de meadas jugado
por los diferentes bienes raíces. Nueva York. Constantinepla. Praga. Moscú.
Londres. Pero con excepción del largamente control Therian en París, Tiberius, y
los vampiros, han mantenido el control sobre los territorios principales.
— ¿Crees eso? —Luke dijo. Menos de una década antes, un equipo de hombres
lobo encubiertos habían logrado corromper el suministro de sangre del sur de
California. Un montón de vampiros inocentes habían muerto, pero el plan no había
debilitado el mantenimiento de Tiberius sobre el territorio. Por el contrario, el
apoyo de Tiberius dentro de la Alianza creció, así como el de Gunnolf había caído,
—Por supuesto que no, no lo creo —dijo Nick. —Pero como consejero de Tiberius,
no puedo ignorar el riesgo. Los enlaces y los espectros para-demonios de la Alianza
han estado haciendo mucho ruido recientemente. Si Gunnolf se las arregla para
hacer que se vea como que el control férreo de Tiberius en Los Ángeles se escapa,
los miembros de la Alianza en realidad podrían votar a favor de cambiar el
territorio quitándoselo a los vampiros y dándoselo otra vez a los Therians —en
otras palabras, pensó Luke, Gunnolf no tenía que tener éxito en todo lo que había
planeado con el fin de ganar. Sólo tenía que levantar un montón de polvo. En
definitiva, una pesadilla de mierda para Tiberius, y una gran, gran y brillante
oportunidad para Luke. Porque si podía encontrar una manera de ayudar a
Tiberius con el problema Therian, entonces Tiberius estaría más receptivo a ayudar
a Luke con el pequeño detalle de su encarcelamiento. —Necesito detalles —dijo. —
¿Qué se dice en la calle?
5
Se refiere a tener una buena oportunidad.
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—No hay mucho parloteo, en realidad, pero lo que sea, caerá pronto. Hasik rodó
por la ciudad ayer. —un lobo alfa a la luz de la luna llena y un grano en el culo real
el resto de las ocasiones, Hasik era uno de los mejores hombres de Gunnolf. Si
había un juego de cambio de control en la cuenca de Los Ángeles de los vampiros a
los Therian, entonces Hasik estaría en el corazón de ello. Ya había tratado de
reclutar a un número de tenientes de Tiberius hacia el lado de Gunnolf, después los
había matado a sangre fría cuando se habían negado a cambiar su lealtad. Como si
un vampiro estuviera realmente alineado con los therians.
En ese momento, Tiberius había estado buscando un final aún más grande y había
decidido no enviar a Kyne a atender el problema de Hasik. Lo que hizo de Hasik
un infierno de hombre lobo con suerte.
—Ese tipo de información sería algo que valdría la pena, ¿no te parece?
—Un precio más allá de los rubíes, amigo mío. Haciendo que el problema de Hasik
desapareciera. Es una lástima que estés un poco indispuesto en este momento. —
Nick se echó hacia atrás, buscando la perfección de su casa en la escasa celda a
pesar del traje a la medida de Savile Row. —Lo que nos lleva al punto de partida. Y
te vuelvo a preguntar, — dijo Nick, con su voz ahora en calma mortal. — ¿En qué
clase de cosas locas te estás metiendo?
— ¿Confías en él?
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— ¿En mi adquisición? —Nick preguntó, con ojos danzantes. —Mucho —es una
mujer, entonces pensó Luke, y dejó el asunto. Si Nick decía que cuidaría del
problema, Luke le creía. Y debería haber sabido que Nick estaría asociado con
mujeres. Con Nick, eso era prácticamente un hecho.
Nick se puso de pie, con una expresión preocupada. —Maldita sea, Lucas. Has
Luke asintió. —Tú eres Kyne —estuvo de acuerdo. —Y ese vínculo es muy fuerte.
El vínculo de amistad, sin embargo, es más fuerte. O al menos eso espero.
— ¿Qué pasa con Tasha? —Nick le preguntó con un suspiro. — ¿Dónde está? ¿Es
necesario que la compruebe? ¿Habías incluso considerado lo que esto le haría a ella,
al tú ser arrojado a una celda? Ella no lo entenderá.
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—Lo consideré —dijo Luke. —Y lo sopesé todo antes de actuar. En gran parte, al
menos, creí que me darías crédito por eso.
—Luke... Yo no quise decir eso. Sé que no harías nada para ponerla en riesgo. Es
sólo que ella confía en ti.
—Un hecho del que soy consciente. —frustrado, se movió al cristal y miró por la
barrera de la sala de más allá. Era a causa de Tasha que estaba en la celda en
primer lugar. Gracias a ella, y por su propia arrogancia, muchos años atrás. Él
debería haberlo sabido mejor, pensó, mientras los recuerdos llenaban su interior.
Nunca debería haberla traído.
Él la había encontrado, sola y sangrado, con el miedo aferrándose a ella como una
Cualquiera que fuera la particular arrogancia que Braddock había sufrido, estaba
quieta ahora, igual que el hombre mismo. Y por eso, al menos, Luke estaba
agradecido.
—Tasha está cuidada —dijo en voz baja. —La envié a Nueva York —se dio la
vuelta para hacerle frente a Nick. —Está con Serge.
— ¿Con Serge?
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—Llamé a Serge —dijo Nick. —Hace no menos de una hora. No fui capaz de
encontrarlo.
Así que sí, Luke sabía hasta qué punto Serge estaba obligado a aguantar, a veces
sólo por el más delgado de los hilos. Si ese hilo se deshacía...
—Lo hice —Nick se puso de pie y comenzó a pasearse. —Enviaré a Ryback al ático
de Serge. Está en Nueva York en una asignación. Tan pronto como vuelva, le diré
que pase. No me puedo imaginar a Serge dejando sola a Tasha, pero si lo hizo
Ryback puede llevársela a su casa.
Luke asintió, insatisfecho. Él debería ser el que fuera a ella, el que la llevara segura
de regreso a Los Ángeles lo que era imposible por el momento, aceptó de mala
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gana, y trató muy duro de empujar la preocupación de su cabeza. No era tarea fácil.
Nick se detuvo y miró a Luke, con expresión pensativa. —La enviaste lejos, lo cual
es algo que nunca había visto en todos estos siglos. Y todo el camino hasta
Manhattan. Ella podría haber estado conmigo. Incluso Ryback o Slater se la
habrían podido llevar, y habría estado por aquí. Cerca de ti. Pero la enviste al otro
lado del país. No soy un idiota, Lucius. Tú eres su protector. Pero ¿de qué? De qué
en realidad.
Una lenta furia hirvió en Luke al recordar las palabras de Tasha, sus súplicas
llorosas. El terror en su cara cuando le describió lo que Braddock le había hecho. Y
mientras lo pensaba, el demonio se agitaba.
—Él la violó —dijo en voz baja y peligrosa. Sintió que sus colmillos se extendían
—Así que lo tomaste de regreso —dijo Nick, con voz suave. —De él.
Nick cerró los ojos, moviendo la cabeza. —No —dijo. —No la tenías. —él se
adelantó y puso su mano sobre el hombro de Luke. —Yo hubiera hecho lo mismo.
—Este caso podría ensuciar todo lo que has hecho, Luke. Se podría volver contra ti.
—Ya lo sé. —los rostros de sus víctimas nadaron a través de su memoria. Asesinos
en sí mismos, criaturas oscuras que habían escapado a la justicia por el asesinato de
los de su especie y de humanos. Que habían, por tecnicismos o por corrupción o
por pura astucia, escapado del sistema que se suponía que los encerraría o
derribaría. Se habían deslizado libres, y cuando las ratas sucias se felicitaban por
haber dejado atrás al largo brazo de la ley, la Alianza entonces intervenía con
soldados que operaban fuera de los límites del sistema, con sus dedos pegajosos
capaces de llegar a donde ese largo brazo no podía. El propio PEC respondía a la
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Alianza, y sin embargo al sancionar su propia marca de justicia, la Alianza rompía
el mismo pacto que había creado. La violación se justificaba por la necesidad de
proteger a la sociedad de las sombras en su conjunto, para garantizar el secreto de
un mundo que funcionaba al margen y por debajo de la civilización humana.
Luke era un jugador, y era prescindible. Siempre había sabido eso. Pero su objetivo
final era la justicia. Y, sí, buscaba la penitencia también. La redención de un pasado
del que había logrado escapar. Un pasado que se deslizaba suavemente sobre él más
a menudo de lo que le gustaría mofarse, instándolo a hundirse bajo él.
No lo haría.
Había luchado largo y duro por la restauración de su alma, y despreciaba a los que
—Si se trata de eso, sé que protegeré a los Kyne. Pero no espero una investigación a
fondo. Tienen mi ADN, y Ryan Doyle ya ha presentado la declaración de un
testigo. El caso está abierto y cerrado. No hay razón para cavar más.
En gran parte, Lucas pensó, era cierto. —Tengo que salir de aquí, Nick —dijo,
poniéndose de pie. —No tengo ninguna intención de permanecer en esta maldita
celda.
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—Ya lo sé —dijo Nick. —He comenzado un archivo. Su experiencia legal es
excepcional, pero nada especial para nuestros propósitos. Una A directa. Sus
credenciales son buenas. Tiene un sólido historial de trabajo con el condado.
— ¿Y con la división?
—Hoy es su primer día en el trabajo, en realidad. Pasó todas las pruebas estándar
de la División. No es susceptible mentalmente, lo que es una vergüenza y la han
lanzado al trabajo normal, yo diría que está preparada para el desafío, lo que no nos
deja líneas disponibles. No profesionalmente, de todos modos.
—Pero, ¿personalmente?
—Su padre —dijo Nick, mientras Luke miraba la foto del delito fechada en la
escena con un hombre de mediana edad, con el cuello desgarrado de una manera
que se conocía demasiado.
—Ah, Sara —dijo Luke, con su corazón roto por la mujer que era, y por la niña
que había sido. Podía sentir al demonio furioso dentro de él, y le dio la bienvenida.
Anhelaba salir a la superficie y revelarse para poder extraer la vida del vampiro que
había tomado mucho de ella. — ¿Quién hizo esto?
—Jacob Crouch.
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Con el nombre, la cabeza de Luke se disparó, pasando de su atención a la imagen
de su amigo. — ¿Qué dijiste?
—Ya me has oído. —se reunió con los ojos de Luke, y Luke vio el cálculo allí. Los
mismos pensamientos que llenaban la mente de Luke. Los mismos esquemas, las
mismas parcelas.
—No hay garantías, Luke. Puedes ser su maldito héroe, y si lo eres podemos
conseguir un infierno de kilómetros con este trato. Matas al asesino de su padre, y
podría caer al suelo y besar tus pies. Pero podría fácilmente girar en sentido
opuesto. Un vampiro mató a su papá. Un monstruo de la oscuridad. Y tú eres un
vampiro, Luke. Igual que Crouch. Para Sara Constantine, todos podemos ser
monstruos.
La herida que lo había cortado era profunda, y tendría que trabajar con habilidad
para curarla. Estaría mintiendo, sin embargo, si no admitía por lo menos que estaba
esperando el proceso. Su plan sería matar cualquier cosa pequeña que pudiera
haber empezado a crecer entre ellos, él lo sabía, y el arrepentimiento lo cortaba
como un cuchillo… pero al menos la volvería a ver. La tocaría de nuevo. Vería la
parte blanda de sus labios mientras se acercaba, y sentiría la caricia de su piel
húmeda contra la suya.
Él la utilizaría, pero el placer que le daría sería real. Para Sara, sabía que haría la
traición peor. Que, sin embargo, era una realidad de la que Luke no podía escapar.
Él tenía que ser libre, y no podía comprometer la seguridad de Tasha, debido a los
caprichos de su corazón.
—Le haré un activo —dijo, y miró a Nick. —Necesito que me consigas salir a la
calle. —tenía que verla, era necesario poner las cosas en marcha.
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— ¿De verdad crees que ahora es el mejor momento? ¿En su primer día? Estarán
cableando su casa con seguridad, instalándole un botón de pánico. Tú te presentas,
ella aprieta el botón, y el concierto se ha terminado.
—No tengo ninguna intención de verla esta noche —dijo, sólo lamentando un poco
la mentira. No iba a decirle a Nick de su noche con Sara. Eso, por lo menos, se
mantendría puro. Pero sin ese poco de información, Nick no podía entender por
qué Luke querría ir con Sara ahora. Por qué, de hecho, él creía que ella lo vería… y
que no iba a traer la ira de la División sobre él.
—Entonces, ¿qué? ¿No estás más que interesado en dar un paseo por la ciudad? ¿En
ver los lugares de interés? ¿En ver una película?
—Hasik podría no estar en un estado de ánimo para conversar —dijo Nick, pero su
boca se curvó con comprensión.
—Trata con el Juez Acquila —dijo Luke. —Recuérdale Praga en 1874. Esa pelea
entre él y un diplomático británico con respecto a lo que le dijo a la hija de un
diplomático.
—Del tipo tu ayudándolo a solucionarlo —dijo Nick. Le dio una mirada a Luke. —
Escúchame bien, sin embargo, Luke. Voy a hacer que te autoricen un permiso de
Abogado escoltado con el propósito de revisar la escena del crimen con mi cliente.
Tres horas. Y entonces caminamos de regreso a este bloque de detención y
cerramos la jaula sobre ti. Te sacaremos de aquí, pero no te escaparás de mi
vigilancia. Quiero tu palabra.
—La tienes.
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El Club de las Excomulgadas
—Estaré afuera, Nick, pero no seré libre. Lo de siempre. Escapar será casi
imposible. ¿No fue Ferdinand Cristo quien se escapó el pasado verano sin permiso?
Su muerte no fue algo bonito.
—Lo juro por nuestra amistad y nuestro vínculo como Kyne de que volveré a esta
celda. —pero antes, tendría su tiempo con Sara. Y aunque su propósito era oscuro,
su corazón todavía saltaba ante la idea de tocarla de nuevo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 10
Ural Hasik cerró las puertas de cristal doble en el Supermercado en Figueroa sur,
con la nariz crispándose. Se detuvo, miró a su alrededor, en silencio retando a que
alguien lo mirara con pena. Un humano con una gorra de cuero negro y una
camiseta grande mantuvo su trasero entrometido mirando en dirección a Hasik un
segundo de más. Hasik gruñó, con el sonido inicial bajo en la garganta cuando le
enseñó los dientes.
—Me puede indicar la sección de auto-servicio —los ojos del cajero anciano se
desviaron.
—Me esperan —dijo Hasik, golpeando un block de notas del mostrador. Luego
torció la boca en alguna versión de una sonrisa amable, con sus caninos blanco
brillando bajo las fluorescentes luces.
—Yo… Sí. Por supuesto. Por aquí... —salió de detrás del mostrador, y luego se
arrastró hasta la parte trasera de la tienda. Se detuvo frente a la puerta del cuarto de
refrigeración a través del cual las vitrinas de vidrio de gaseosa, cerveza, leche, y
aperitivos estaban almacenados.
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El Club de las Excomulgadas
—A través de allí. Todo el camino hasta el fondo. Hay una puerta. Justo después
de las cajas de leche vacías. —El código es O-NEG.
Hasik frunció los labios en una mueca, sólo porque no le gustaba el hijo de puta,
entonces se empujó a través del frío, con el vello que le cubría el cuerpo de punta.
Cuando llegó a la caja del teclado, aporreó el código, y luego se deslizó en el
interior de la puerta de acero cuando se abrió. El pasillo era largo y húmedo y se
retorcía en forma de espiral hasta llegar a una pequeña sala piedra tallada de tres
pisos por debajo del Supermercado. Las paredes estaban forradas con bancos, y en
los bancos estaban al menos una docena de caras pálidas chupasangres bebiendo la
sangre a través de tubos que se extendían a través de las paredes de piedra. Hasik
reprimió un bufido de disgusto. Puede que no tuviera su vida, pero al menos no
—Maldita sea, tengo hambre. Debimos haber venido ayer. Te dije que ése no era el
camino.
—Con lo que siento en este momento, podría aspirar a un humano. —las cejas del
primer chico se levantaron. —Vaya ahora, hombre. Ni siquiera pienses en eso. Eso
es una seria mierda ilegal.
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El Club de las Excomulgadas
El chico se encogió de hombros. —Yo no dije que lo haría. Dije que podría. ¿Qué,
crees que no pasé la Retención? Tengo algún tipo de serio control, amigo. Pero,
maldita sea, sería bueno probar algo, no a través de una puta pajita.
—El peor. ¿Tú nunca pierdes el control? Tu demonio alguna vez... Ya sabes…
Una sombra pasó por la cara del chico, y se encogió de hombros. —A la mierda no.
—Mierda, hombre, te lo diría. Estoy bien. —el chico se volvió hacia el quiosco,
ahora sonando con un número de asiento, y su conversación se apagó.
Hasik se burló. Tontos. Eso era lo que eran. Todo ese poder fluyendo a través de
ellos, y ¿qué hacían? Lo embotellaban.
Idiotas. Trabajando muy duro para aplacar algo que les permitiera acceder al nivel
de los dioses. No tenía ningún maldito sentido.
No los hombres lobo. Con el ascenso de la luna llena, la bestia dentro explotaba
libre, y el hombre y la bestia eran una. Era glorioso, y no había manera que tuvieras
nunca que someterte a algún tipo de ritual de mierda. Al confinamiento, sí. El
maldito Pacto de Confinamiento era necesario para la protección de los humanos.
Algo más que Hasik consideraba una mierda, pero tampoco quería terminar de cara
a la galería frente a un verdugo vestido de cuero. Así que sí, estaba dispuesto a
contemplar la luna e ir al confinamiento. No significaba que le gustara. Y no quería
decir que lo hiciera todos los meses...
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El Club de las Excomulgadas
Mierda no. Y al final del día, lo tenía un infierno mucho mejor que los vampiros.
Maldita sea, pero los chupasangres le ponían los pelos de punta, y ahora todos
estaban mirándolo, capturando su olor, sabiendo que no era uno de ellos. Mostró
los dientes, mirando hacia abajo. Había matado su parte de vampiros. Había visto
la sorpresa en sus rostros, supuestamente inmortales mientras golpeaba sus cabezas.
No, no eran mejor que él. Ni por asomo.
No debería haber venido. Debería haber insistido en reunirse con él en otro lugar,
especialmente desde que había buscado por toda la habitación y no la había visto.
La vampiresa mujer. La nueva follada de Gunnolf.
Por otra parte, Hasik no rechazaría un buen pedazo de trasero como el de Caris,
tampoco.
—Pareces estúpido allí de pie. —la voz femenina llegó desde atrás, y él se dio la
vuelta para encararla, deteniéndose en el pelo muy corto y los labios rojos sangre.
Llevaba una camiseta blanca que abrazaba su pecho y una falda blanca diáfana que
rozaba el suelo y revelaba la curva de sus muslos. El equipo de una inocente, pero
él sabía muy bien que esta mujer era todo lo contrario.
Sus fosas nasales, podían oler al lobo sobre ella, la sucia puta. —Cuida tus modales,
perra —se burló.
Ella ignoró su amenaza. —Es difícil de creer que Gunnolf realmente confíe en ti
para que lo asesores. —sus ojos verdes se estrecharon. —Por otra parte, tal vez por
eso no es el que controla la ciudad de Los Ángeles. Sin embargo.
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Ella puso una mano sobre su brazo, y él gruñó, bajo y peligroso, con el sonido sin
asustarla en lo más mínimo. — ¿Crees que sea eso, chico-lobo? ¿Crees que eres la
razón por la que Tiberius constantemente tumba el trasero de tu compañero
Gunnolf?
—Ten cuidado.
—No —dijo ella, con voz baja y peligrosa. —Tenlo tu. Crees que tienes el oído de
Gunnolf, y tal vez lo tienes. Pero yo tengo el resto de él, y lo sabes muy bien.
La comisura de sus labios se curvó con secreto placer, y se preguntó si había dado
en el blanco. Pero todo lo que dijo fue: —Soy respetuosa de la ley. ¿Tienes alguna
prueba de lo contrario?
Hasik miró a su alrededor. Los otros vampiros estaban mirando. Todos excepto
uno. Un vampiro de pelo blanco con ojos rojos que se desplazaba de su asiento, el
tubo que estaba dentro de su boca fluía en rojo. Whitey miró, miró a los ojos a
Hasik, y luego esbozó una sangrienta sonrisa. Hasik dio la vuelta. —No me gusta
esto.
— ¿Tienes miedo?
—Que te jodan.
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El Club de las Excomulgadas
—Qué lenguaje —dijo ella, levantando una ceja y sonando aburrida. Se dirigió al
quisco.
Por un momento pensó que ella iba a discutir, luego asintió. —Lo que digas.
Llegué a esta hermosa ciudad a trabajar para ti, ¿verdad?
— ¿Qué carajos? Eres un vampiro. Entonces, ¿qué quieres decir con eso? —ella
agitó la pregunta. —Dame el Deets6, y sigamos con esto. Necesito alimentarme.
—Lo sé.
6
Deets: parece que es un insecticida, especialmente contra garrapatas y mosquitos
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—A la mierda. Me lo dices ahora. Es por eso que vine aquí.
—Vine a encontrarte —dijo Hasik, irguiéndose un poco más. —He venido para
asegurarme que podría trabajar con una mujer —sus labios se fruncieron. —No es
lo ideal, pero servirá. Pero no recibiré órdenes de ti, perra. Si lo quieres así, ven al
Goat. —podía ver las nubes de tormenta en sus ojos, una furia peligrosa alzándose
que hizo a Hasik dar un paso atrás.
—Estamos hablando ahora —dijo ella, pero de ninguna manera él se lo diría a una
mujer. Ni siquiera a la mujer de Gunnolf.
— ¡Nooooooooooo!
— ¡Maldito sea esto! Maldita sea este maldito plástico. Tienen a humanos allí.
Sangrando para nosotros. Quiero probar, maldita sea. Quiero saborear la vida. Esto
es una mierda. ¡Puta mierda!
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Whitey luchó por debajo de ella, pero ella lo detuvo con facilidad. —Atrás —dijo.
—Retrocede en este momento.
—No puedo soportarlo. —su rostro estaba desencajado por el dolor. — ¿Cómo lo
soportas?
Sólo unas horas en el trabajo, y ya el escritorio de Sara gemía bajo el peso de los
expedientes, dos carpetas de tres anillos y tres de cubiertas de pastas de color
amarillo llenos de notas. El botín de trabajo de un día completo. A pesar de que era
Cuatro días más tarde, su padre estaba muerto. Con el cuello destrozado. Con su
sangre drenada. Y sus propios gritos resonando en el parque.
Ella cerró los ojos, deseando que su mente reemplazara el horror de esa noche con
recuerdos más felices. El olor a tabaco y menta que siempre estaba atado a su
chaqueta. La forma en que acariciaba su cabello cuando le decía sus historias antes
de acostarse sobre el triunfo de César sobre los piratas o el canto horrible de Nerón.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando hablaba, el pasado cobraba vida para ella. Ya no era así. Se había
convertido en parte de la historia, en el recuerdo de una hija.
Y había sido un vampiro el que se lo había llevado de este mundo. De Sara. Círculo
completado pensó, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Hoy, todo giraba
en torno a los vampiros.
Vampiros.
Ya basta de eso.
Ella apretó su agarre sobre la cinta, dejándola caer en el escritorio. Luego utilizó el
mando a distancia para encender el monitor montado en la pared. Martella le había
enseñado a hojear las imágenes de las cámaras, y rotó a través de las imágenes
hasta que encontró el origen de las de la celda de Luke.
7
What A Crock: literalmente, vaya pote, en yahoo answers dicen que es la abreviatura de what a crock of shit, por lo que lo
he puesto sin acortar. (Nota de Correctora)
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El Club de las Excomulgadas
limitaba a ocupar un espacio, sino que daba órdenes. Ahora estaba en silencio,
pensativo. Y aunque su expresión no era más reveladora como había estado en la
entrevista, Sara creyó detectar un dejo de tristeza, de preocupación.
Aun sabiendo lo que él había hecho, lo que era, su cuerpo todavía lo anhelaba. Sus
manos. Sus labios. Incluso el roce de peligro, mientras sus dientes se arrastraban
sobre su piel desnuda. Ella lo deseaba… el toque de un vampiro, y se despreciaba
por su debilidad. Lo despreciaba por ser la causa de su locura. Poco a poco, a
propósito, miró hacia abajo y abrió el archivo de la División contra Dragos. Pasó a
la foto de la escena del crimen y miró fijamente la imagen de la herida en el cuello
de Braddock, tan similar a la herida que había visto noche tras noche en sus sueños.
No había lugar para la lujuria aquí. No había lugar para el deseo o el anhelo o el
deseo de lujo de diferentes circunstancias.
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Luke había matado. Ella era el fiscal.
Se puso de pie, dejó caer la cinta roja en la basura de su oficina. Era el momento de
ponerse a trabajar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 11
—Sara Constantine —dijo Tucker, entrecerrando los ojos al mirar su teléfono. —
No la he conocido. ¿Y tú?
—La fiscal —dijo Tucker. —Ella pidió este caso. Martella dice que tenemos que
estar en su oficina a las diez de mañana, en punto.
—Como un infierno que lo necesitas —replicó Tucker. —Has estado bajo una
espiral desde que enviaste a Sánchez y a su banda de gilipollas en su camino. ¿Crees
que no me di cuenta que te veías destrozado cuando estábamos en el laboratorio?
Me sorprende que Orion no te confundiera con uno de sus cuerpos y te hiciera una
autopsia allí mismo.
Doyle alzó la cabeza para decirle a su compañero que se fuera al diablo, pero
descubrió que no tenía la energía.
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien. Eso es todo. Hemos terminado —Tucker había estado revisando las
imágenes de Dragos en las cámaras de seguridad, con la esperanza de ver una
imagen de Braddock. Algo, cualquier cosa, para aumentar las pruebas ya estelares
al nivel de irrompibles. —El equipo nerd debería estar haciendo este trabajo sucio
de todos modos. Llamaré a un técnico, y se le pasará toda esta basura electrónica a
la División, y tú y yo daremos un pequeño paseo.
—No. —odiaba que su pareja supiera lo que le pasaba. Odiaba más que Tucker
fuera absorbido por ayudarlo cada vez que Doyle se hundía más en el lodo.
—No veo que tengas opción, amigo —dijo Tucker, tomando a Doyle por debajo de
las axilas. —Te estás desvaneciendo rápidamente. ¿Cuándo fue la última vez que
comiste un Happy Meal?
No, no era así. No era como Dragos. Él lo controlaba. Casi nunca había bebido
directamente de un humano. Y cuando lo hacía, nunca tomaba todo. Nunca los
drenaba. Nunca dejaba a los humanos caminando como perdidos, como cáscaras
vacías como algunos de su especie hacían. Él tenía control, después de todo. Por
siglos había estado luchando para conseguir una apariencia de control.
Mucho más fácil era mantener el control cuando estaba así. Débil. Débil. Mucho
más fácil que ser humano. Que perderse.
Sí, tendría la fuerza. Tendría que poder. Tendría sus visiones. Pero también tendría
la furia oscura de un genio demoníaco que luchaba por su liberación. La batalla
constante lo agotaba. Y en sus momentos más oscuros aún entendía por qué
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El Club de las Excomulgadas
algunos de su especie perdían el control. Por qué los vampiros dejaban que el
demonio se hiciera cargo. Era mucho más fácil dejar de luchar simplemente.
Dejarse ir. Ceder a su propia naturaleza inherente.
No.
No era Dragos.
Y si tenía que luchar contra su propia naturaleza hasta el fin de los tiempos para
probarlo, entonces eso sería lo que haría.
—Te lo dije, hombre. Estás mal. Te cargué como un maldito bebé y no dijiste ni
una palabra.
—Al diablo con eso. Sabes que no vamos a esos lugares. Si quieres ir allí, entonces
no te pongas tan mal, y pasa sobre mí.
—Mierda.
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El Club de las Excomulgadas
Doyle gruñó en señal de protesta, pero levantó la mano, que sentía como que
pesaba casi tanto como el coche que conducía.
—No importa —dijo Tucker. —Esto tardará una década, si te espero. —se deslizó
sobre el asiento, se inclinó sobre Doyle, y subió el cristal de la ventanilla. Un agudo
silbido y llamaron la atención de una prostituta que pesaba por lo menos 35 kilos
sobre el límite legal del spandex. Tenía pegada una sonrisa, una ajustada falda
diminuta y senos enormes, entonces se tambaleó hacia ellos desde la estación bajo
una farola.
—Tu noche de suerte, cielo —susurró ella. —Estoy corriendo un dos por uno
especial.
—Eso costará más —cuando Tucker no protestó, ella volvió su atención a Doyle.
Lo qué Doyle quería era salir pitando de allí. Sin embargo, eso no iba a suceder.
Especialmente no con Tucker junto a él jugando al proxeneta. Medio se preguntó
por qué Tucker no sólo modificaba el cerebro de la puta. Por otra parte, ¿dónde
estaba el deporte en eso?
— ¿Cuánto?
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El Club de las Excomulgadas
—Entra —dijo con voz ronca, con voz delgada, apenas moviendo los labios
mientras forzaba las palabras.
Con el ceño fruncido, y ella dio un paso atrás. —Ese chico está enfermo. De
ninguna manera entraré ahí si no sé todo lo que tiene.
—Espera —Tucker la llamó. Ella se dio la vuelta, con las manos en las caderas y
una mueca en su cara.
Eso era todo. Era bueno. Este era el poder y la fuerza y… Debajo de él, la mujer
hizo un ruido maullando. El vínculo de Tucker se rompió, con el alma que se
mantuvo dentro de él insuficiente para aceptar la sugerencia. Tenía que retroceder.
Necesitaba dejar algo de ella. Incluso con un trozo, ella sanaría. No estaría hueca.
No sería una cáscara. Una cubierta de una de las criaturas incorpóreas que llenar.
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El Club de las Excomulgadas
Sabía todo eso, y sin embargo, se aferró a ella, con el sabor del poder que lo
inundaba demasiado dulce para resistir.
Junto a él, sintió a Tucker tirar de su brazo. Lo oyó murmurar palabras de protesta,
con tono desesperado, pero sus palabras eran confusas.
Oyó los tonos melódicos del teléfono de Tucker, sintió otro tirón, y luego… maldita
fuera, el idiota estaba dentro de su cabeza.
Vámonos.
Eso pasó a través de él, y Doyle soltó a Tucker, retrocediendo a su lado del coche,
horrorizado por lo que acababa de hacer. —Tucker, yo…
Tucker levantó una mano para evitar su disculpa. — ¿Estás bien ahora?
Doyle respiró hondo y apretó los puños, luchando, concentrándose, hasta que sintió
que su lado demonio se deslizaba de mala gana bajo la superficie. —Sí —dijo,
limpiándose el sudor de la frente. —Claro.
—Mierda —Doyle cerró los ojos, se obligó a no pensar en eso mientras luchaba con
su medio demonio por su sumisión.
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El Club de las Excomulgadas
Tucker se alejó de la acera con una inclinación de cabeza hacia la prostituta, que
había reanudado su posición bajo el farol. — ¿Ella estará bien? —Doyle pensó en
los hilos del alma que le había dejado. Debían volver a crecer. Pero él se los había
robado. La había engañado. Y le había dejado una marca.
En el otro extremo de la sala, el títere del abogado de Dragos estaba de pie contra la
pared, sin expresión, tocando algo con calma con un PDA. Doyle se acercó un
paso, queriendo con los puños hacerle sangre sobre toda la demasiada bonita cara
de Montegue, pero fue detenido por una mano que se cerró firme en su hombro.
— ¿Qué me calme? ¿De qué lado estás? Ese animal estará caminando por las calles,
respirando mi aire. Y ese pendejo está de pie allí jugando al consejero con fría
calma, cuando todos sabemos que algo de mierda va a caer. —trató de dar otro
paso hacia Montegue y una vez más sintió la mano de Tucker deteniéndolo.
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El Club de las Excomulgadas
Esta vez, sin embargo, Montegue levantó la mirada, con el rostro impasible. —
¿Estás hablando conmigo?
—El acusado tiene derecho a una revisión del lugar de las pruebas contra él con el
abogado de su elección —dijo Montegue, soltando un montón de basura de jerga
legal. —Tres horas, las de ley.
Algo oscuro y peligroso cruzó el rostro de Montegue. —Yo diría que el agente
Doyle, debería mantener sus acusaciones para sí mismo. Debido a que estoy al
tanto de la enemistad que siente por mi cliente, estoy dispuesto a ignorar ese
clamor. Pero si una vez más, incluso insinúa que he cruzado alguna línea de ética
en representación de mi cliente, le aseguro que haré su vida miserable.
— ¿Insinuación? Haré algo más que una insinuación, sucio chupa sangre —una
rabia cómoda lo inundó, y se lanzó hacia delante, al mismo tiempo que Montegue
lo hacía, con los dos hombres viéndose cara a cara antes que Tucker tomara Doyle
por el hombro y le diera un tirón con fuerza hacia atrás. Doyle se volvió, silbando,
y vio a Tucker saltar hacia atrás, con las manos en defensa, con el miedo
parpadeando en los ojos marrones y muy humanos.
Doyle se hundió. —Maldita sea —miró con desprecio a Montegue. —Ni siquiera
dan a la fiscalía la oportunidad de discutir.
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El Club de las Excomulgadas
—No me sentí obligado a hacerlo. Me pregunto, en realidad, cómo llegó a estar
aquí.
—Mantengo mis oídos abiertos —dijo Doyle. —Sobre todo cuando a acusados
como Dragos se refiere.
—Estoy satisfecho de saber que nuestros funcionarios públicos están buscando para
tener por los mejores intereses del público —dijo con Montegue voz sedosa.
—Juego bajo juego —murmuró Doyle. —Pero se le ha olvidado con quién está
tratando, y que estará en su cabeza cuando el hijo de puta salte fuera. ¿Cuánta
credibilidad crees que tendrás en la corte después de eso?
—Mi cliente regresará a su custodia en tres horas. ¿O sugiere que está enterado de
—Que te jodan.
—Lo digo en serio. Quítatelo. De ninguna manera saldrás de la habitación sin que
yo te haya revisado.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás sugiriendo que Wrait no es de fiar? —Montegue le preguntó, dando un
paso al lado del cabrón de su cliente. Doyle se burló. Lo que no daría por tener dos
de esos hijos de puta abajo...
Doyle se volvió hacia el demonio, directo a su cara. —Maldita sea que no confío en
ti. Y la próxima vez que tengas algo que decirme, lo dirás en español. ¿Me
entiendes, demonio?
—Desvístete —dijo Doyle, ignorando tanto la burla como al demonio, que estaba
todavía
ceñudo con él. —En este momento, o llamo a Bosch.
—No tienes autoridad para… —Montegue empezó, pero Dragos levantó una
mano.
—Que el chico haga su berrinche. No tengo nada que ocultar —se encogió de
hombros quitándose el guardapolvo y se lo entregó a Montegue, después empujó en
los brazos de Doyle. Una banda de pulido color gris plateado de metal había sido
esposada con fuerza alrededor de cada muñeca. Doyle agarró el brazo de Dragos y
más o menos lo retorció, mirando la banda por todos lados. Un músculo parpadeó
en la mejilla de Dragos, pero el hijo de puta no protestó, y, satisfecho, Doyle dejó
caer el brazo. Echó un vistazo a Tucker. —Son sólidas. Sin costuras. No hay
puntos de ruptura visibles. —las pulseras de hematita, Doyle lo sabía, impedirían a
Dragos pasar a forma animal o a niebla sensible. Aún tendría fuerza y velocidad,
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El Club de las Excomulgadas
aunque disminuidos, pero donde quiera que fuera, él estaría allí con dos pies
humanoides.
Tucker cruzó los brazos sobre el pecho, Dragos lo miró de arriba abajo. —Un chico
de este tipo no se cortaría sus propias manos para librarse de las bandas, tampoco.
¿Cómo iba a masturbarse si lo hace?
Doyle dio una carcajada. —Es cierto, pero eso no es un riesgo real. Cualquier
intento de alterar el cuerpo con el fin de eliminar las bandas, y el aviso se activa.
Así que vamos a ver… —añadió, volviendo la atención de Tucker a Dragos. —
Muéstrame el juego. — Puro odio ardía en los ojos de Dragos, y le dio a Doyle una
agradable sensación cálida de satisfacción de saber que él estaba bajo la piel del
asesino hijo de puta. Los ojos de Dragos cortaron hacia el defensor chico guapo,
Doyle dio un paso más, queriendo ver el mecanismo real que tenía el poder para
poner fin a Lucius Dragos, pero se detuvo al oír el gruñido en la garganta de
Dragos.
—Está acomodada —dijo Montegue con firmeza. —Si intenta cualquier cosa, si
sale del área jurisdiccional, o de alguna manera golpea los términos del acuerdo, la
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El Club de las Excomulgadas
estaca se despliega. Y no me importa si está satisfecho o no en este momento. Nos
vamos. —miró al demonio y luego habló sin problemas en francés.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 12
El Slaughtered Goat en Van Nuys era el tipo de bar al que ibas si no te preocupabas
por intoxicación alimentaria, heridas de arma blanca, disparos, o simplemente un
mal servicio en general. En otras palabras, era el lugar perfecto para matar, rápida,
completamente y sin mucho alboroto.
Luke miró la puerta del asiento del conductor del BMW a Nick. La información
que Nick había recibido de Tiberius indicaba que el hombre de Gunnolf en Los
Ángeles, un pequeño vil gato-cambiaformas llamado Feris Tinsley, mantenía una
oficina en la parte trasera, que habitualmente visitaba todas las noches a las doce y
quince. Antes de eso, Tinsley pasaba una hora o dos en la sección principal de la
Debido a que Alinda no estaba agradecida por el afecto ni el cariño del cambia-
formas, la hembra de duende había estado más que feliz de proporcionar
información y asistencia, cuando un hombre hermoso igual que Nick había llegado
a hacer preguntas.
No sólo le había dicho a Nick que Hasik tenía previsto reunirse con Tinsley esa
noche, sino que había accedido a introducir el código de acceso en la puerta de
atrás para permitir a Luke entrar por la parte trasera del bar en el callejón. En
cambio, Nick le encontraría un nuevo empleo en una nueva ciudad para ella.
Un nuevo comienzo para un elfo que había llegado a la ciudad mal y había caído
con la gente equivocada. Luke lo consideraba un comercio justo.
En cuanto al trabajo para el cual había venido, matar a Ural Hasik, consideraba
que era un acuerdo justo, también.
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El Club de las Excomulgadas
utilizado ninguna estaca, pero había dejado en su lugar a sus víctimas desangrarse
hasta la muerte, despatarradas sobre en el suelo para convertirse en polvo y
pudrirse. El demonio en él gruñó y se tensó, apretándose y torciéndose, vivo con
furia. Vivo con Luke.
La vio de inmediato. Un jirón de chica de pie junto a la puerta de atrás, con un saco
de basura. Vestía pantalones apretados color rojo y una camisa transparente, sus
pequeños pechos se presionaban contra el material de gasa. El miedo apretaba sus
Lo abrió, entró, y Luke agarró la puerta antes de que se cerrara de golpe. Suave
como la seda.
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El Club de las Excomulgadas
ventana de Doyle para buscar en la mente del hombre-lobo hubiera pasado. Eso le
tomaría tiempo de su salida, pero no tenía otra opción.
—Acabas de pasar media hora con ella, y yo no la vi estremecerse una vez. Ella
está aquí—dijo Tinsley.
—Gunnolf la folla —dijo Hasik. —No me importaría, pero eso no quiere decir que
confíe en la perra. Ella tiene a Gunnolf abatido. No debe estar involucrada. No con
esto. Ya estamos más cerca de los humanos de lo que quiero. Ahora ¿Añadiremos a
los de su clase a la mezcla? Es demasiado peligroso.
—Y uno muy bueno. Atacar a unos pocos vampiros por etapas. Sangrientas
muertes de humanos. Del tipo que genera noticias. Hacer que se vea como si
Tiberius no pudiera controlar a su gente. —en la puerta, Luke apretó los puños,
luchando contra un estallido de furia.
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El Club de las Excomulgadas
—Tienes mano para eso, Hasik, y posiblemente funcionará. Pero escúchame.
Gunnolf sabe lo que está haciendo. Ella puede ser una puta vampiro de mierda,
pero también es un poderosa aliada, y tú lo sabes muy bien. Caris está tan ligada a
los vampiros como se puede estar. Infiernos, solía golpear a Tiberius.
Caris.
Un fuego lento se levantó dentro de él, y tuvo que aplastar con fuerza a su
demonio, ahora pidiendo a gritos su liberación. Él deseaba que ella estuviera allí,
en esa habitación. Debido a que en ese momento felizmente la agregaría a la cuenta
del carnicero, y volvería a Tiberius con la noticia de la muerte no sólo de su
enemigo, sino de una traidora como ella también.
Ya que ella ya se había ido, era el momento de tomar lo que podía conseguir. Era,
pensó, tiempo de matar.
Metió la mano en el bolsillo y sacó la llave del coche de Nick. La tiró a un rincón
de la oficina de Tinsley, donde aterrizó en el piso de cemento con sonido de ping
fuerte. Como había esperado, tanto Hasik como Tinsley se volvieron en esa
dirección, alejándose de él. Cuando lo hicieron, Luke respiró fuerte, cortó el último
hilo de su control, y dejó salir la ira del demonio. Luego Lucius Dragos estalló
sobre el umbral, con su cuchillo y al vuelo. Arqueó el puño sobre la hoja
enterrándolo profundamente en la parte trasera de Tinsley, y el hombre-gato cayó
hacia adelante sobre la tierra mientras Luke abordaba al corpulento hombre lobo.
Aterrizó en la parte posterior de Hasik, con un brazo apretado alrededor del cuello
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El Club de las Excomulgadas
de la bestia. Que gruñía y se movía y trataba de volverse para ver a su atacante,
pero fue en vano, e incluso mientras se retorcía, Lucius lo apretaba, con el demonio
dentro jugando con su matanza, con la satisfacción funcionando alto cuando él
cambió, se retorció, y escuchó el fuerte pop del cuello de Ural Hasik.
Dio un salto hacia atrás, dejando que el cuerpo se hundiera en el suelo, con
cuidado de mantenerse fuera de la línea de la vista de la bestia hasta estar seguro de
que la última luz de vida se había desvanecido de la criatura. En un momento,
luego otro, luego la seguridad. No había necesidad de mover el cuerpo ahora.
Había logrado una muerte limpia después de todo.
Hecho.
Recogió la llave de Nick, le echó un último vistazo a los cadáveres, y luego Lucius
Dragos se deslizó por la puerta y desapareció en la noche.
—Mierda —dijo Nick, después de que Luke le dijo acerca de la trama y sobre la
participación de Caris. Estaban escondidos en una de las tumbas que Luke había
conectado a su mansión en Beverly Hills a través de una serie de túneles
subterráneos. Las tumbas de personajes famosos que habían sido construidas para
sus egos y servían para los fines de Luke también, y en la década de 1930, había
comprado un terreno y construido su propia cripta, que luego había conectado a
una estructura similar con media docena esparcidas por el cementerio de césped.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estará —coincidió Luke. —Pero Hasik y Tinsley estarán fuera de la imagen y,
a menos que ya hayan establecido sus tropas en la ciudad, su plan se habrá ido a la
basura. Así que tú dile a Tiberius que quiero una muestra práctica de aprecio.
—Eso haré. Este es un momento en el creo que estará feliz a tirar de los hilos. —
Luke asintió, casi saboreando la libertad.
—Tengo buenas noticias para ti, también —dijo Nick. —Tasha llamó.
—Ella te llamó a ti —corrigió Nick. —Tuve que desviar tus llamadas a mi móvil
mientras estás almacenado en la División. Está bien. Está en Nueva York todavía.
Dice que quiere volver a casa.
—Es peor, Luke —dijo Nick. —Las cosas que ella me dijo... ¿Él la tocaría? ¿Serge
rompería tu confianza?
—Cristalino. Se lo diré. —Nick asintió hacia la entrada del túnel que los llevaría de
vuelta a la mansión de Luke, su supuesto destino durante su permiso. —Volvamos
a la división y consigamos sacarte de ese artefacto antes que las ráfagas de Doyle
lleguen aquí y echen a perder nuestra fiesta.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Lo viste, también? —Luke le preguntó.
—Es difícil pasar por alto el maldito coche amarillo. Estoy seguro de que tiene
agentes en todos tus puntos de salida.
—Todavía tenemos más de una hora antes de que esté obligado a volver. ¿Por qué
desperdiciar la oportunidad?
—Puede que tengas razón —dijo Luke, no inclinado a discutir con su amigo. —
Dame un momento, sin embargo. Quiero mostrarte algo. —se movió a uno de los
dos ataúdes de piedra en la habitación y empezó a empujar a un lado la tapa,
liberando el hedor de la muerte gruesa.
Nick lo hizo, pero no vio nada más interesante que la piedra y el polvo. Luego miró
a Luke y vio la disculpa en su rostro, vio la mano de su amigo moviéndose tan
rápido como un rayo.
Tuvo tiempo para solamente el más mínimo destello de comprensión antes que la
mano se conectara con él, y el olor negro, líquido inundara su nariz y cara.
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El Club de las Excomulgadas
Sus rodillas se pusieron débiles. El mundo nadó frente a él. Y la última cosa que
Nick escuchó al caer en los brazos de Luke fue la disculpa murmurada de su amigo
por hacer exactamente lo que Doyle había previsto que iba a hacer.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 13
Nick yacía inmóvil en la parte inferior del sarcófago, muy en paz para un hombre
que no tardaría en despertar hecho una furia. Por eso, Luke lo sentía, pero no había
otra manera. Lo que se proponía debía hacerlo solo.
Metió la mano en el ataúd y tomó el reloj de Nick, que ya había sido puesto para
contar el tiempo de permiso restante. Por un momento, consideró también tomar el
teléfono móvil de Nick. Después de todo, tenía que tener cuidado, y la reacción de
Nick a la traición de Luke era desconocida, un riesgo potencial no sólo para su
vida, sino para la vida de Tasha y las vidas de sus amigos también. Una llamada, y
Nick podría informar de la traición de Luke. Una llamada, y la estaca suspendida
No.
Y luego, con una última mirada al hombre en el ataúd, Luke deslizó la tapa de
piedra en su lugar.
A diferencia de su propia cripta, esta tumba realmente hacía de casa de los muertos,
y el olor de la muerte se quedó en el aire del verano grueso, lo que le recordaba
tanto de lo que era, y lo que no era.
Igual que los cadáveres en esa tumba, Luke había sido humano, con su vida
marcada por los minutos de la cuenta atrás para el día en que no viviera más, sino
que en su lugar descansara en éxtasis y comenzara a pudrirse. Un truco cruel era el
nacimiento, había pensado, inevitablemente contaminando el don de la vida con el
horror de la muerte.
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El Club de las Excomulgadas
Y para él, un joven que había visto a su madre morir en el parto de su hermana
pequeña, que había visto caer a su padre por la espada de otro hombre, la muerte
era realmente un horror. Un tirano cruel que llegaba sin previo aviso, todos los días
tratando de engañar a la vivencia del don concedido al nacer.
Había tenido dieciocho años cuando escuchó los rumores de una mujer morena de
belleza intemporal cuyo beso podía otorgar la vida eterna. Se había convertido en
su obsesión, decidido a encontrarla y convencerla de que le otorgara su premio a él.
Durante siete largos años la buscó, pero fue en vano. Como un soldado en el
ejército romano, se le daba muy poca libertad, su investigación se limitaba a
escuchar los cuentos de los viajeros e interrogar a otros soldados que regresaban del
servicio en los confines del imperio.
Ella creció más lentamente que otros niños, cada año que pasaba parecía drenar su
cuerpo de vida. Aunque cuidadoso de no dejar que la niña viera sus temores,
sucumbió a la noche de terror paralizante cuando le fue arrebatada de él. No se
volvió a su esposa para un mayor consuelo, aunque, su propia impotencia lo
avergonzaba. En cambio, vagó por los campos de trigo en la oscuridad, con el ruido
siniestro de su angustia ahogada por el susurro de los granos en el viento.
Livia no sabía nada de los temores de sus padres, y aunque a menudo estaba
limitada a su cama, su mente era fuerte y rápida. En el momento en que tuvo diez
años, la dulce Livia adoraba a su padre y lo tenía totalmente bajo su control. Sin
embargo, la alegría que le robaba el aliento cuando él miraba a la niña era sofocada
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El Club de las Excomulgadas
por el temor de que él y Claudia se vieran obligados a enterrarla antes de que
acabara el año. Su cuerpo, los médicos les dijeron, se estaba viniendo abajo, y a
pesar de las súplicas regulares a los dioses, su condición empeoraba día a día. El
destino, al parecer, había ideado permitirle a Luke sólo una muestra de la
verdadera felicidad antes de rasgarla brutalmente de sus manos.
Recordó con toda claridad el día en que su vida había cambiado para siempre.
Livia había estado confinada la cama, y Luke y Claudia estaban sentados en vigilia
a su lado cuando se había oído el estruendo de cascos que se acercaban. Luke se
había endurecido, imaginando al jinete era la muerte, viniendo en pos de su hija.
Había estado a punto de abandonar cuando la localizó en una taberna y abogó por
su caso. Ella se había negado en un primer momento, despreocupada, le había
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El Club de las Excomulgadas
dicho, por el bienestar de su hija. Él había persistido, sin embargo, determinado a
tener lo que había venido a buscar. Ganaría el regalo de la dama y lo entregaría
triunfalmente en su casa. Su tenacidad la convenció, y al final, ganó el deseo de su
corazón. Le gustaría decir que no había entendido completamente los términos que
ella le había transmitido, pero eso sería una mentira. Él lo había entendido. No
había habido falta de comunicación. No hubo ningún truco oscuro. El alma, ella le
dijo, no solo está en el hombre. Hay maldad también. Y la maldad tiene nombre y
rostro: el demonio. En algunos casos, es leve. Calmado. Controlable. En otros, se
enfurece. Se quema. Se retuerce. Sin embargo, en toda la humanidad, está ahí,
escondido y la mayoría de las fuerzas de su alma lo suprimen. Lo sofocan y
controlan.
El don oscuro libera al demonio, y sólo los más fuertes tienen la fuerza para luchar.
Seguramente, con motivos tan puros los dioses le eximirían de los efectos oscuros
del regalo o derramarían sobre él la fuerza para controlar el demonio. Por supuesto,
se había equivocado. La maldición del vampiro había liberado al demonio, igual
que la señora le había dicho que sucedería. No lo hizo, como a veces sugería la
mitología humana, permitiendo al mal entrar. El mal ya estaba dentro de él, había
estado allí todo el tiempo. Y una vez que se volvió hacia Nosferatu, el mal corrió
libre.
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El Club de las Excomulgadas
Incluso ahora, tantos siglos después, su estómago se irritaba y su sangre se helaba
cuando recordaba lo que había hecho, el tormento que había forjado sobre la niña
que había adorado, sobre la mujer que había amado.
Con el demonio en la cresta de la ola, había dejado Londinium como hogar, con la
intención de cumplir su propósito original y sacar a su mujer y niña de su mundo
nuevo y brillante. Claudia, sin embargo, se había horrorizado y se había arrojado
sobre él mientras trataba de evitar que se acercara a su Livia.
Y aunque sentía el murmullo de la muerte por su contacto, a pesar de que sabía que
estaba a punto de llevarla demasiado lejos, el demonio no se detenía. Él no se
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El Club de las Excomulgadas
detuvo. Bebió hasta saciarse, y sacó hasta la última chispa de vida de ella. No
habría renovación para su Livia. No habría vida.
El demonio dentro de él se había azotado en un frenesí del que Lucius había sido
incapaz de salir. Pena, rabia, confusión, pérdida. Todo golpeando en su interior.
Ella arrojó el cuchillo y salió corriendo antes incluso que su puño chocara
inofensivamente contra su pecho.
Él la dejó ir, y luego se volvió y tomó el cuerpo sin vida de su hija. Y mientras la
pena luchaba con su hambre, se rindió, total y completamente, al demonio dentro
de él.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo14
Sara se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama, con los ojos cerrados, dando
una respiración profunda después de otra. Había estado yendo a cien kilómetros
por hora desde antes de las seis de la mañana, y ahora se sentía desgarrada por
dentro.
Emocionada, sí. Sin embargo, agotada por completo también. Quería dormir, pero
Bosch había insistido en que el sistema de seguridad en su apartamento debía ser
actualizado inmediatamente, por lo que tuvo que esperar por el equipo de
instalación. Teniendo en cuenta lo que ahora sabía que estaba allí en el mundo, en
realidad no tenía una seria objeción. Sin pensar en lo que estaba haciendo, se
Un sistema brutal, Bosch lo había llamado, y tenía razón. Sin embargo, ella tenía
que admitir que era una belleza que permitía circular a Evangeline para vengar a su
hija. ¿Y que si su imaginaria Evangeline se había reunido con Lortag en un callejón
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El Club de las Excomulgadas
oscuro? ¿O si la misma Sara, se hubiera encontrado a Jacob Crouch cuando la
Glock había estado en su bolso?
Sabía lo que habría querido hacer. Quería hacer explotar su cabeza de mierda. Y
era por eso que ya no llevaba el arma. Crouch podría estar muerto, su vida quitada
en un giro del destino que hubiera puesto a su yo más joven a bailar, pero había
otros monstruos que andaban por ahí. Su arma era el sistema, sin embargo. No un
arma de fuego. No era un juego. Sin embargo, los tribunales y las prisiones estaban
destinadas a castigar y proteger. Y el sistema le había servido de poco a Melinda Toureau.
Según el informe, Braddock había sido un cambia-formas, un juez desde hace dos
décadas, un defensor antes de eso. Había nacido en los años treinta, pero Sara no
sabía si eso significaba que había muerto joven, o si la vida de un cambia-formas
tendía a abarcar aproximadamente la de un ser humano. Varios años antes de que
se retirara, había sido sancionado por aceptar sobornos, y había rumores de que
había participado en chantajes. Había hecho una restitución, se había presentado
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El Club de las Excomulgadas
ante un comité de revisión, y le habían permitido mantener su asiento en el
banquillo. Ella tomó nota. El crimen era viejo y al parecer había sido resuelto, pero
ella sabía muy bien que el soborno y el chantaje podrían ser un motivo sólido para
un asesinato. Más que eso, esos delitos eran a menudo sólo una parte de la historia,
y tenía la intención de que Doyle y Tucker cavaran, y profundizaran. Había pasado
al informe del médico forense cuando Roland pasó a través de la sala, y ella levantó
su lápiz para llamar su atención. — ¿Cómo va todo?
— ¿Cuánto tiempo?
—No se puede meter prisa a la perfección —dijo él, apoyado contra la pared
—Está bien. —ella comenzó a volver a sus papeles, y luego hizo una pausa,
mirándolo.
— ¿Impresiones?
—Soy nueva, Roland. Sólo estoy tratando de tener una idea de la víctima.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, bueno, la víctima era casi un imbécil —ella se movió, interesada. — ¿Cómo es
eso?
—Oh, era bueno con la ley y todo eso. Pero no le daría ni la hora a alguien por
debajo de él. Mordía al personal de apoyo. Tenía una actitud de superioridad,
como si fuera mejor que tú. Me enteré de que se metió en algunos problemas
tiempo atrás. Sobornos, creo. No le deseaba muerto sin embargo.
—Alguien lo hizo.
—Dragos, ¿no?
—Por lo que parece —dijo, trabajando para mantener su voz plana, a pesar de que
la idea de que el hombre que la había tocado íntimamente podría haber hecho esa
—Bueno, yo... —hizo una pausa, como si realmente examinara la cuestión. —En
realidad, no puedo pensar por qué Braddock siquiera estaría en el radar de un
vampiro como Dragos. Te hace pensar un poco, ¿no? Todo tipo de cosas suceden
en la superficie todo el tiempo. Es posible que no lo vea —añadió, —pero está ahí.
—Gracias —le dijo, y luego miró a su alrededor. —Entonces, ¿qué estás haciendo?
—Ah, esto. Ahora bien, esto es algo interesante. Tenemos todo cubierto por
cualquier entrada mágica, esa es Chiarra —agregó, moviéndose en dirección de una
mujer con las manos brillantes de color púrpura.
— ¿Transportará?
147
El Club de las Excomulgadas
Él sonrió. —Llámame, Scotty8 —dijo, y movió las cejas cubiertas.
—Oh. Correcto.
— ¿Eh? Oh, no. Dos siglos.9 Esa es la edad en que un vampiro desarrolla la
capacidad de niebla. Tiene que crecer en él, ya sabes. Si escuchas hablar de un
vampiro siendo procesado por los humanos, sabrás que era joven. Ningún vampiro
—Oh. —Sara se estremeció, una imagen de Luke, con los brazos apretados
alrededor de ella, mientras ambos se disolvían en niebla, de repente llenó su mente.
Había algo erótico en la idea de estar tan entrelazada con él, y maldijo su propia
incapacidad para mover a Luke con firmeza y, finalmente, al hueco del
“demandado” en su cerebro.
—Me alegro de que estés haciendo preguntas. Algunos humanos están demasiado
abrumados su primer día para hacer otra cosa que sentarse y dejar que la marea del
día pase encima de ellos —continuó Roland.
8
Supongo que se refiere al Scotty (o Sr. Scott) de Star Trek interpretado por James Doohan.
9
Juego de palabras. Roland dice “Cents”, abreviatura de “Centuries” y Sara lo traduce literalmente como centavos.
148
El Club de las Excomulgadas
—Ni siquiera se molestan en abrir el manual hasta que al menos una semana pase y
ni siquiera preguntan quién es qué. Creen que es de mala educación o algo así.
— ¿En serio?
—Un Hellhound10 —dijo. —Por parte de madre. Nunca fue demasiado claro qué
era mi padre. Abandonado cuando era cachorro. Pero no te preocupes. Ninguno de
ellos era salvaje. —Oh. —ella lo consideró, no del todo segura de qué decir a
continuación. Roland no se dio cuenta del retraso en su conversación. —Así que
—Claro —dijo alegremente, todavía un poco colgada con el anuncio de que era un
hellhound.
Vio cómo trabajaba el equipo durante unos minutos, luego se dio cuenta que el
ritmo de sus movimientos le provocaba sueño. Consideró conseguirse una taza de
café, pero tan pronto como lo hiciera, se irían y ella estaría toda la noche despierta,
agotada, y nerviosa. Sin una mejor opción y sin manera de presionar al equipo, se
zambulló de nuevo en el trabajo. Estudió las fotos de la escena del crimen, tratando
de imaginar la escena.
Una noche oscura, y un hombre con traje oscuro cruzando un parque lleno de
barro.
10
Perro Del Infierno.
149
El Club de las Excomulgadas
revoloteando sobre él. Mientras ella lo miraba, la criatura lo mordía y luego
levantaba la cara para mirar directamente sus ojos.
Luke.
Eres hermosa.
Él no se había detenido. Él la había tocado, jugado con ella, con su piel suave
contra la de ella, con sus labios suaves, con sus palabras y cuerpo más que
necesitado y lleno de pasión, de lujuria y de deseo, y todo centrado en ella mientras
él entraba y salía, tomando y dando, carne contra carne. Estaba a punto de ponerse
encima de ella, con sus fuertes brazos apoyando su peso mientras la miraba con
hambre pura, sensual.
150
El Club de las Excomulgadas
Abrió los ojos para encontrar a Roland sacudiendo sus hombros y se sentó,
empapada de sudor y mortificada por completo. —Lo siento. Lo siento. Me quedé
dormida. Estoy bien. Lo siento.
— ¿Dormir?
—Las pesadillas. Hago esto con todos los humanos del equipo. Me da una visión
especial, ¿sabes? —él sonrió, con sus ojos amarillos parpadeando. —Considéralo un
período de descanso.
—Correcto —se pasó las manos por la cara, y luego se quedó mirando cuando él
empujó su teléfono en su cara. —Cuando no te despertaste, contesté. Dice que es
Ella buscó a tientas el teléfono, haciendo clic de vuelta en silencio para hablar, y
había logrado apenas decir un hola cuando Emily le cayó encima.
—Seguridad —dijo. —La División 6 se toma la seguridad muy en serio. —ella pasó
sus dedos por su pelo y se puso de pie, con la esperanza de que el movimiento
sacudiera la imagen de Luke de su mente. Ya no tenía que preocuparse por
quedarse dormida. La pesadilla por lo menos se haría cargo de eso.
—Oye, Em, yo diría que también te extraño, pero te vi esta mañana. Si quieres que
te dé un resumen de mi primer día, podríamos reunirnos durante un almuerzo
rápido mañana. Ahora mismo estoy totalmente destruida, y…—No, no —dijo
Emily. —Quiero decir, la comida está muy bien, me encantaría. Pero no te llamo
151
El Club de las Excomulgadas
para felicitarte o decirte algún chisme. Me llamaron esta noche, Sara. Marty,
Porter, toda la oficina. Y dije que sería la que te llamaría y te lo diría.
—Decirme, ¿qué? —tal vez su cerebro estaba aún más opaco, pero Emily no tenía
sentido. Sara no trabajaba más para la Oficina del Fiscal de Distrito, así que ¿por
qué demonios le notificaba una reunión? — ¿Qué está pasando?
Emily la oyó aspirar una bocanada de aire, sintió los pelos en el dorso de su cuello
levantarse.
—Emily —comenzó. —Él se escapó —dijo Emily, con su voz plana. Aburrida.
Las rodillas de Sara se pusieron débiles y se dejó caer en el sofá. —No seas absurda.
Lo trasladaron a Corcoran esta noche. Está en solitario ahora, y a buen recaudo.
—Eso no es posible.
Sara cerró los ojos, imaginando a los pobres guardias acribillados a balazos. —No
había nada en su perfil que sugiriera que trabajaba con alguien —dijo Sara. —
¿Tenía un cuchillo? ¿Contrató a un asesino?
—No había armas —dijo Emily. —Su garganta fue arrancada. —la cabeza de Sara
se dobló.
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El Club de las Excomulgadas
—No hay sangre en la escena —finalizó Sara. — ¿Porter contactó a Nostramo
Bosch?
— ¿A quién?
—A mi nuevo jefe.
—Dile eso, ¿de acuerdo? —por lo demás, pensó Sara, ella haría lo mismo. Porque
por lo poco que había oído, o bien se habían perdido completamente era el hecho
de que Stemmons era un vampiro, o que tenía ayuda de la Banda del Colmillo.
—Sí, lo hemos notificado al distrito escolar. Todos los directores en el área de Los
Ángeles ya han sido contactados, y la policía puso patrullas adicionales alrededor
de las escuelas y parques públicos.
Sara asintió, deseando que hubiera más que pudiera hacer, pero satisfecha de ver lo
rápido que las ruedas se habían puesto en movimiento. En el transcurso de cuatro
153
El Club de las Excomulgadas
meses, Stemmons había secuestrado, violado y asesinado brutalmente a siete niñas
entre las edades de nueve y quince años. Las chicas habían sido todas rubias o
pelirrojas, de ojos verdes y constitución alta y desgarbada. Stemmons era inteligente
y tenía hambre, y Sara sabía muy bien que no se detendría. Que mataría de nuevo,
y pronto.
—Esperamos que nuestra información sobre la ubicación sea correcta —dijo Sara.
—Será como buscar una aguja en un pajar.
—Será lo mejor.
Después de colgar, Sara frunció el ceño. Todas las niñas muertas, y ahora las niñas
más pequeñas estaban allí, con grandes objetivos rojos pintados en la espalda, y ni
siquiera lo sabían. Con un suspiro, se movió a la terraza y presionó sus manos en su
vaso. Porter estaba en lo cierto. Antes de hoy, no sabía que los vampiros, demonios
y cambiaformas existían. Las criaturas que vivían en la oscuridad, Porter había
dicho. Las cosas que salían de las pesadillas.
Puede ser, pero Stemmons era más que un monstruo cualquiera que la División
hubiera conocido. Y ¿qué decir de ella que se había ido a la cama con un hombre
que debería haber visto como una bestia? ¿Que incluso una vez que sabía de sus
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El Club de las Excomulgadas
crímenes, todavía no podía mantenerlo fuera de su cabeza? ¿Qué aún podía
imaginar la suave caricia de su mano sobre su piel?
Ahora el patio estaba vacío. Pronto, sin embargo, saldría el sol, y ellos vendrían.
Las jóvenes con sus cuerpos blandos y ojos seductores. Eran jóvenes, eran la vida.
Sin la sangre, no podría levantarse como el Ángel Oscuro que se había abalanzado
para rescatarlo. Que lo había entregado a los tontos que habían tratado de
confinarlo, para limitar sus dones.
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El Club de las Excomulgadas
en su boca mientras ella le sonreía a él sobre el cuerpo, con sus ojos suaves y
sensuales, con su sonrisa malvada.
El primer guardia, el conductor, nunca llegó, y Xavier asumió que había cuidado
de él primero. Lo dejó derrumbado sobre el volante, con el cuello completamente
abierto, con su vida ahora en su vientre.
Ella se había arrastrado hacia él, como una leona cazando a su presa, y por un
momento había sentido los dolores fríos del miedo. Por un momento, había
entendido por qué las chicas habían gritado. No había entendido lo que él había
querido de ellas, y habían tenido miedo. Miedo como el que tenía, aún entonces.
Igual que sus niñas, sin embargo, su temor estaba fuera de lugar. Ella buscó no
Ella le había explicado todo tan bien. Y ahora sabía lo que tenía que hacer. Ahora
sabía la verdadera naturaleza de su trabajo.
Y tenía un propósito.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 15
Luke dirigió su BMW con su rodilla mientras hurgaba en vano en la guantera,
maldiciendo a Nick por no mantener ni siquiera una pinta de sangre sintética en el
coche. Frustrado, se incorporó, apretando su estómago con hambre, ardía de
necesidad de sangre. La pelea con Hasik y Tinsley había minado su fuerza, y
maldijo su falta de previsión. El demonio se agitaba más cuando el hambre estaba
sobre él, y sin fuerza para luchar, el demonio se levantaba, se estiraba y salía a
jugar. No.
Avanzó hacia la entrada, y luego se detuvo, mientras las puertas del ascensor en el
hall de entrada se abrían. Con un pequeño silbido, dio un paso atrás, con sus ojos
fijos no en los rostros de la pareja que salía del ascensor, sino en las insignias de sus
camisas. Sección 6, Sección de Seguridad.
Maldita sea.
157
El Club de las Excomulgadas
Se derritió en las sombras, esperando hasta que salieron del edificio, y al pasar,
Luke se deslizó dentro. Una mujer estaba en el ascensor ahora, con las puertas
comenzando a cerrarse. La llamó, con una sonrisa, y se inclinó para mantener las
puertas abiertas.
Se deslizó, olió el lento aumento del deseo mientras sus ojos se arrastraban por él.
Dentro de él, el demonio se agitó, despertándose una vez más por la quemazón del
hambre de sangre y la necesidad que irradiaba de la mujer a su lado.
Así de fácil, pensó, golpeando su cabeza y con sus colmillos hormigueando. Tan
fácil de tomar. Para alimentarse.
Ni siquiera un bocado.
No podía.
No lo haría.
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El Club de las Excomulgadas
—Treinta y cinco—gruñó él, ignorando el temor de que ahora brillaba en los ojos
de la mujer. La forma en que retrocedió. —Apriete el botón treinta y cinco, por
favor.—ella lo hizo, luego se presionó en la esquina mientras Luke apretaba sus
manos en puños, deseando que el demonio fuera hacia abajo, abajo, abajo.
Incluso su nombre lo calmaba, y evocó su imagen, la sola idea de que ella suave,
empujaba los últimos vestigios del demonio.
Se quedó allí, respirando profundamente. Una vez que estuvo seguro de que el
control había regresado, se movió por los pasillos hasta llegar a los apartamentos
directamente debajo de Sara, 3519. Se movió al 3521, y golpeó fuertemente la
puerta. Después de un momento, oyó la baja queja de un humano despertando de
un sueño profundo. El hombre que abrió la puerta era alto y flaco y estaba vestido
sólo con calzoncillos y una bata de franela raída. — ¿Qué mierdas?
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El Club de las Excomulgadas
—Así que lo que tenemos aquí es la caja de control estándar portátil —dijo Roland,
tocando el cuadro negro que era del tamaño de un abridor de puertas de garaje. —
Exactamente igual que los que hemos instalado en la puerta principal, pero esta es
portátil.
—Me imaginé eso tan sólo por el nombre —dijo ella, incapaz de resistirse.
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El Club de las Excomulgadas
Señaló una fila de botones de la parte superior marcada con números del cero al
nueve. —Se pueden utilizar estos botones para introducir tu código cuando se
establezca o se desactive la alarma. Muy fácil —dijo, —siempre y cuando no se te
olvide tu código.
—Bien. Y este pequeño bebé —dijo, señalando al botón rojo situado en el centro de
— ¿Cómo?
— ¿Cómo?
—Me gustas, muchacha. Me gustas mucho. Buena pregunta. Muestra que estuviste
escuchando. ¿Recuerdas cómo te dije que nadie podría llegar o ser niebla en tu
apartamento cuando tengas el sistema activo? Bueno, golpeas los botones y todo se
apagará. Se desactivará totalmente, y al mismo tiempo, la caballería llegará
corriendo.
161
El Club de las Excomulgadas
—Prometido.
Él le dio una sonrisa pasando, luego cerró la puerta detrás de él. Ella introdujo su
código, vio la luz en el interruptor del panel en color verde, y sonrió. Su pequeña
fortaleza propia. ¿Quién lo hubiera pensado?
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El Club de las Excomulgadas
dijo que no quería esos sentimientos, esos recuerdos.
Determinada, agarró el paquete con ambas manos y tiró de los tallos hacia arriba
de la vasija. El agua cayó sobre su tocador y en el piso antes de volcar los en la
papelera al lado de su cama.
Miró las flores, todavía vibrantes, y se dijo que había hecho lo correcto.
Con el agotamiento con cada paso que daba, desactivó el botón de pánico, luego se
quitó los pantalones. Los dejó caer en un montón descuidado en el suelo antes de
Vestida con camiseta y bragas, se deslizó bajo las sábanas, se hundió en la mullida
almohada, y finalmente, por fin, se quedó dormida. La noche la rodeaba, la
acariciaba, y, sí, se burlaba de ella. El sueño estaba llegando. Se producía cuando
ella dormía, y Sara sabía que vendría ahora. Sólo que ella no estaba dormida, así
que ¿cómo podía tener el sueño? Estaba despierta. Muy despierta, y consciente de
todo a su alrededor. El crujido de la grava sonando bajo sus zapatos. La cálida
presión de la mano de su papá, envolviendo la de ella. La luna que brillaba en el
cielo.
Y la forma débil, pero aterradora de los árboles que parecían estarse riendo
mientras los dos caminaban.
— ¿Papá?
—No es nada —dijo. —Sólo el viento. —no había sido el viento, sin embargo. Era
la muerte. Y la muerte se abalanzó sobre su padre, mostrando sus colmillos, con el
rostro retorcido de malicia.
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El Club de las Excomulgadas
Quería pelear, golpear, matar, pero lo único que pudo hacer fue estar allí, con los
pies, con el cuerpo fríos. La muerte onduló y cambió. Primero Crouch. Luego
Stemmons. Después, algo sin rostro y sin forma. Algo que se pegó al cuello de su
padre, liberando una fuente de sangre. Caliente y pegajoso, el líquido se derramó
sobre ella, y con sus ocho años, Sara hizo lo único que pudo hacer… —Sara—ella
gritaba y gritaba y gritaba y manos suaves la tomaban. La sostenían cerca.
Murmurando su nombre.
Ella conocía esa voz. Conocía ese toque, y sin pensarlo, se aferró a él, presionando
su cara contra su pecho sólido, perdiéndose en la fuerza que le ofrecía. Luke estaba
allí.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo16
—Sara, silencio. Sssh, estás segura. Estás a salvo. —sus manos agarraban el fino
algodón de su camisa, su cuerpo se agitaba mientras aspiraba el aire, cada vez más
tranquila, mientras él le susurraba palabras suaves, aún cuando quería arremeter
con furia impotente a cualquier cosa horrible que habitara sus sueños.
Restos del sueño se aferraban a ella mientras le acariciaba la espalda, el pelo, con
cada toque siendo una dulce tortura. El aroma del miedo que la había sumido
estaba desapareciendo, reemplazado ahora con el consuelo y débiles zarcillos de
deseo, y él sabía que sería fácil, muy fácil, tomar exactamente por lo que había
venido. Por Sara.
Así de fácil.
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El Club de las Excomulgadas
—Luke... —su voz, suave y soñadora, jugaba con sus sentidos. Ella lo acarició de
cerca, con un suspiro, y algo que identificó como felicidad brotó en su interior, sólo
a punto de estallar cuando ella se retiró, con su dulce fragancia de deseo ahogada
por el olor amargo del miedo. Sus dedos, una vez suaves y templados lo alejaron a
empujones, y ella se revolvió hacia atrás hasta que estuvo en cuclillas sobre la
almohada, con el mando de pánico de su mesa de noche ahora apretada en su
mano. El dobladillo de la camiseta apenas le cubría las bragas, y pudo ver sus
muslos desnudos, con sus músculos tensos y listos para saltar.
—Sara.
—No —susurró, y en ese momento supo que hubiera preferido que le gritara. Un
grito de ira y rabia. Sin embargo, ese suave susurro lo decepcionaba. Y su miedo.
Esta vez, el miedo se dirigió a él, y ese conocimiento fue lo que ahora lo hacía
encogerse y fue casi suficiente para hacerle olvidar su misión e irse. Excepto que
Luke nunca se alejaba de una misión.
Más que eso, sin embargo, no podía soportar la idea de que ella le tuviera miedo.
Cualquier otra cosa que hubiera entre ellos, pero no deseaba que fuera eso.
Él necesitaba acercarse, tratar de calmarla. Necesitaba hacer todas esas cosas que
había planeado antes de entrar en su apartamento.
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El Club de las Excomulgadas
encontrar la voluntad de dar el primer paso. Frente a él, ella alcanzó a ver sus ojos
color rojo y miró hacia abajo para ver una docena de tulipanes tirados con descuido
en la papelera.
En su larga vida, había sufrido muchas lesiones, y sin embargo ninguna de corte tan
profundo como el cuchillo que Sara había lanzado en su corazón. Se inclinó para
sacar una flor, y luego acarició los pétalos suaves con el pulgar.
Cuando levantó la vista, ella lo observaba con recelo. —No hace falta que me
temas.
—Creo que sí —su dedo cambió, cubriendo el botón de pánico. Luke se puso tenso,
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó de nuevo. —Estás en la cárcel. Los vi
llevarte al bloque de detención. Yo te vi…—añadió, —…en la caja de galletas que
llaman celda.
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El Club de las Excomulgadas
infierno de apertura de conversación —ella apagó sus palabras, como avergonzada
de que había mostrado su juego.
—No —dijo, determinado a saber la verdad. —No hubo ningún motivo oculto
entre nosotros. Te vi en el bar. Me gustaste, y te deseé. Tan hambriento por ti como
lo estoy ahora. Tomé sólo lo que estuviste dispuesta a darme. —la culpa se apoderó
de él, porque a pesar de sus intenciones esa noche había sido inocente, ahora era
todo lo contrario.
—No —dijo ella, sacudiendo la cabeza, con sus ojos tristes. —No vengas aquí con
tus dulces palabras y trates de tocar mis teclas. No funcionará.
—Y sin embargo, ¿te habría reconfortado si no hubiera venido? —otro paso, y fue
capaz de sentarse en el borde de la cama, con el tulipán en su mano. — ¿Con qué
estabas soñando?
168
El Club de las Excomulgadas
Ella miró a los ojos, desafiante, y sin embargo, todavía cautelosa. —Con
monstruos.
— ¿Qué clase de monstruos llenan tus sueños, Sara? —los mataría si pudiera.
Matar a los monstruos y liberarla de los horrores de la noche. Ella lo miró, con las
manos apretadas sobre la manta, con mente calculadora. Inclinó la cabeza, con sus
fosas nasales dilatadas, y se sintió aliviado al encontrar que el olor del miedo se
desvanecía.
— ¿Sara?
Luke se puso tenso, con su cuerpo frío. — ¿Estás en peligro? —era una pregunta
estúpida. No importaba lo que ella contestara, él consideraría que necesitaba
protección hasta que Stemmons fuera capturado.
—Estoy bien —dijo ella, con su mano alcanzando su cara antes de rápidamente
echarse hacia atrás. Aún así, el contacto breve lo alivió. Sus acciones no igualaban
sus propias palabras, y por eso él todavía estaba en la habitación. Aún tomando el
placer de simplemente estar cerca de ella.
—Casi me gustaría estar en peligro —añadió, haciéndole sentir helado —Yo puedo
defenderme de las cosas que inundan la noche. Las víctimas, las niñas, no saben lo
que él es.
169
El Club de las Excomulgadas
—Me gustaría acabar con él —dijo Luke, con el pensamiento de un hombre que
cazaba víctimas como las de Stemmons, esas chicas jóvenes, le repugnaba. —Si
pudiera encontrarlo para ti, con gusto destruiría a la bestia.
Una vez más, ella se humedeció los labios, con su mirada moviéndose de él a la
mesa al lado de su cama. —Ofende a la ley —dijo simplemente.
Ella inclinó la cabeza, mirándolo con una intensidad grave. — ¿Es por eso que
mataste a Braddock?
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El Club de las Excomulgadas
—Porque hay líneas, Luke. Y alguien tiene que dibujar las líneas. Los tribunales
hacen eso. No yo. No tú.
Por el contrario, él había dibujado la línea en muchas ocasiones, y todavía creía que
se justificaba en ello. Eso no era un debate el de esa noche, no obstante. Aun así...
—No —dijo ella, sin dudarlo. —Alejaron a mi padre de mí. El que mató a Jacob
Crouch es un maldito héroe.
Él reprimió una sonrisa. —Tal vez no estamos tan lejos después de todo.
Ella sacudió la cabeza. —Sólo porque lo celebre no lo hace correcto. Era mi padre
—dijo con un nudo en su respiración. —No tengo que verlo con claridad.
—Háblame de él —dijo Luke con cuidado, tanto porque quería calmarla como
porque quería conocer su historia, quería saber de dónde había venido. Ella lo miró
a los ojos, pero no habló. Él contuvo el aliento, queriendo oír sus palabras. Saber
que se había movido del miedo y del dolor pasado y, aunque sólo fuera por un
momento, había encontrado el pasaje donde sólo estaban Luke y Sara.
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El Club de las Excomulgadas
historia, lo que venía a su mente eran por lo general olvidadas historias oscuras de
un general romano. Cuando era pequeña, las historias me arrullaban para volver a
dormirme. Cuando fui más grande, pretendía tener pesadillas sólo para que pudiera
quedarse hasta tarde y escucharlo.
—Yo tuve una hija, una vez —dijo Luke. —Y hacía lo mismo por ella. Calmarla
con historias hasta que se dormía en mis brazos. —automáticamente, metió la
mano en su bolsillo, con sus dedos buscando el anillo de serpiente dorado en espiral
que le había dado a Livia en su quinto cumpleaños. Incluso a través de la bruma
demoníaca, había pensado conservarlo, como un recordatorio de la familia que
alguna vez había tenido y desde el que podía sacar fuerzas para calmar al demonio.
No había estado sin él desde aquel fatídico día, pero se había ido ahora, arrancado
La suavidad en los ojos de Sara trabajaba como un bálsamo contra la tristeza que
brotaba de su corazón. —Apuesto a que era muy bonita.
Ella comenzó a sentirse calmada hacia él, luego se detuvo, con cuidado sentándose
en el lado de la cama junto a él. —Luke…
Él levantó el tulipán, deseando su silencio, no queriendo oír que tenía que irse,
sobre todo porque todo lo que quería hacer era quedarse. —Siento mucho que no te
gustaran las flores.
Ella levantó una ceja, divertida. — ¿Eso? Eso fue porque no me gustaste mucho tú.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Y ahora?
Ella tragó, vacilando. —No presiones tu suerte —dijo ella, pero no había manera de
que pudiera ocultar el olor de su excitación o la forma en que sus pezones
alcanzaban su máximo debajo de la delgada camiseta. Él se acercó más a ella, con
una sola almohada como la única barrera entre ellos. Él la tomó y la tiró al suelo.
—Pero lo estoy. —él extendió la mano, queriendo tocarla. Sabiendo que esto era
por lo que había venido, por esta dulce seducción. Esto no era acerca de sus planes
—Sara, me tocas en formas que sería mejor que no lo hicieras. Sé que debería
alejarme. Y, sin embargo no puedo dejarte. —extendió su mano, tocando su
mejilla. Eso había planeado, pero no había ninguna mentira en sus movimientos,
no había engaño en su deseo.
Él los derrotó a ambos de nuevo y los subordinó a su deseo, ahora un ser vivo,
respirando. —Sara —dijo expresando la única palabra que le vino a la mente. —
Por favor —Luke se movió más cerca, y ahora estaba justo frente a ella, a escasos
centímetros de distancia. Tan cerca que podía alcanzarla y tocarla, si ella lo
deseara. Sara se dijo que no lo deseaba.
173
El Club de las Excomulgadas
Ella movió los labios, logrando formar las palabras. —No puedo.
—Sí puedes —dijo. Viendo su propia lujuria reflejada en los planos de su dura cara.
Su lujuria, y algo más. Un hambre que le daba tanto miedo como excitación.
Ella tragó, con una fiebre agarrándose a su cuerpo mientras él se acercaba aún más.
—No arriesgaré mi trabajo por ti. —tenía la boca seca y quería poner su mano en
su pecho y empujarlo un paso atrás, aunque sólo fuera para que su mente aclarara
el rumor que estaba generando. A su cuerpo no podía importarle lo que él era, pero
a ella sí. Él era el acusado. Era un asesino, estaba segura de ello. Y ella sería la que
sellaría su celda en la estrecha prisión.
—No.
— ¿No?
—Sí —la palabra salió débil, por lo que volvió a intentarlo. —Sí, lo deseo.
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El Club de las Excomulgadas
—Y sin embargo aquí estoy, cuando sólo tienes que pulsar un pequeño botón para
invocar el poder de la PEC para sacarme. —sus ojos bajaron al control en su mano,
y luego de vuelta a su cara. —Si quisieras que me fuera, ya no estaría aquí.
—No —susurró ella, pero hubo poca convicción en su palabra. —Lo deseo.
Presionaré el botón de pánico.
—No, no.
Volviéndola loca.
Ella se retorció, con su espalda contra la pared, atrapada entre ella y ese hombre.
Tenía que huir, ser libre. Porque eso no era correcto. Él era todo lo que ella
despreciaba. Un asesino. Un mentiroso. Un criminal.
Un vampiro.
Y sin embargo, él estaba allí, tocándola, deseándola. Y maldita sea todo el infierno,
ella lo deseaba también.
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El Club de las Excomulgadas
—No —susurró, con la palabra apenas algo más que un pincel en el aire a través de
sus labios. Ella sintió temblar su cuerpo, y ahogó el gemido de placer que brotó
cuando sus labios rozaron su mejilla, su oreja, su cabello.
—Sara —susurró, y la atrajo hacia sí, con sus grandes manos extendidas contra su
espalda, con su erección presionada con fuerza contra ella.
—Sara —murmuró. —Por los dioses, Sara —ella se derritió debajo de sus palabras,
con su mente conocida sólo por un desesperado, urgente deseo. Dejó caer el control
al suelo, luego metió su mano en el bolsillo trasero de sus pantalones y le pidió
más, hasta que estuvo atrapada y apretada entre la pared y el hombre que quería
consumirla.
176
El Club de las Excomulgadas
sensación del aire fresco en su carne húmeda intensamente erótica, y ella se retorció
con necesidad, en silencio pidiéndole que la tocara, que terminara lo que había
empezado. Ella necesitaba muy poco estímulo. Vestida sólo ropa interior, y él se
inclinó, cayendo de rodillas delante de ella.
Mientras ella se quedaba sin aliento, él apretó sus manos en el interior de sus
muslos, con las yemas de sus pulgares jugando con el elástico de sus bragas, sin
piedad. Su boca pronto se unió al tormento, con el alcance de su mano tirando de
sus bragas hacia abajo para que su lengua pudiera entrar.
Ella enterró sus dedos en su pelo, agarrando su apoyo, mientras sus piernas
temblaban y sus rodillas amenazaban con no sostenerla. —Luke —murmuró ella,
Ella lo levantó, y luego llevó su hambrienta boca a la suya. Ella le pasó una pierna
alrededor de su cintura, encerrándolo en su lugar, deseándolo, todo de él.
—Sara —susurró con voz ronca, pero aún así muy suave. Todavía tierna. Y luego,
de repente, no lo estuvo.
Ella sintió el cambio en el acto. Con una rigidez en la espalda. Con sus manos
sosteniéndola en vez de acariciarla. Él se había apagado, y ella no entendía por qué.
177
El Club de las Excomulgadas
Ella se llevó la mano a la boca y cayó al suelo mientras sus pies se deslizaban
debajo de ella, con su mano cerrándose en el control.
—Sara —dijo él, alejándose, con la mano extendida en señal de súplica. —No, yo
no… yo no…
178
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 17
Ella se estremeció, no podía dejar de temblar, con el frío amenazando con
consumirla.
Justo ante sus propios ojos, se había convertido en lo que más despreciaba. Luego
había huido, abriendo la puerta del patio, saltando desde el balcón a la gruesa,
negra noche de Los Ángeles.
Una niebla gris llenó la sala, e incluso mientras su cerebro registraba la niebla que
Y si estaba muerto, entonces, se dijo que estaba absolutamente bien con ella. Se
dijo eso, pero no lo creía del todo. No cuando se acordó de la forma en que la había
abrazado y tranquilizado. Y no cuando recordó el shock en su cara cuando ella
había descubierto sus colmillos. El horror y el auto-odio estuvieron en sus ojos.
Quería confiar en él. Querido Dios, cómo quería creer que había llegado con un
único propósito no enfermo. Su mente estaba confundida, sin embargo, y en ese
momento no sabía qué creer.
—Constantine —la voz profunda sostenía una pizca de acento eslavo, y ella se
encogió mientras alguien ponía su chal afgano favorito sobre sus hombros. Ella tiró
con fuerza de él a su alrededor, dándose cuenta de que estaba vestida sólo con ropa
interior, luego se volvió hacia la criatura, ¿era un hombre? Parecía estar formado
completamente de humo negro debajo de una sucia capa gris. Ella miró la cara de
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El Club de las Excomulgadas
la criatura, a los hoyos oscuros que le servían de ojos, y supo que nada de lo que
Luke pudiera hacer nunca la asustaría tanto como este ser, lo que fuera.
—La casa está limpia —dijo él, con una voz helándola hasta los huesos. Detrás de
él, tres criaturas similares, todos vestidos con la misma túnica monacal, se
deslizaron a través de su departamento.
Si hubiera sabido lo que estaba convocando, desde luego no lo habría hecho. Así
las cosas, sin embargo, todo de lo que pudo hacer fue sacudir la cabeza. La Sombra
la estudió con su inspección dejándola fría mientras tenía la certeza de que nunca se
Una vez más, se volvió, y se estremeció mientras las criaturas pequeñas, espectros
en sí mismos, se deslizaban a través de las profundidades dentro del humo de trajes
de cortina. Gusanos, ratas. Los carroñeros de la muerte.
—Se escapó —dijo la Sombra. —Eso debió haberte asustado. Se deslizó de nuevo
en la noche.
—Yo… —se lamió los labios, y luego tragó. Quería responderle, pero no saber qué
decir.
¿La verdad? Eso era sin duda su habitual MO. Pero entonces, ¿por qué no le salían
las palabras a borbotones?
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El Club de las Excomulgadas
años gemía. ¿Por qué no les apuntaba en la dirección en que había saltado y gritado
para que esas criaturas lo encontraran y lo arrastraran de regreso al infierno, donde
debía estar?
Porque cuando él se había ido, Luke había estado en el infierno ya. Lo había visto
en sus ojos. Crouch había matado, pero Luke se había alejado en lugar de hacerle
daño a ella.
Más que eso, había visto la expresión en su rostro. Horror. Horror absoluto.
—Sara Constantine. —la voz profunda de la cortina vibraba dentro de ella, como
un golpe bajo y pesado. —Pregunto una vez más. ¿Con qué propósito nos convocó?
—ella no respondió. No podía responder. No podía condenar a Luke con la verdad.
—Oh, wow. Mierda. Espera. Espera. —la mujer no podía tener más de veintitrés
años, su masa salvaje de rizos rubios estaba hacia atrás con una cinta, con su
pánico viniendo en olas. Vestía ropa deportiva azul brillante y sostenía una
espumadera de piscina con un mango largo. La piscina. Recordó el panel del
ascensor: —Gimnasio / Piscina cubierta. Cuarto piso.—
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El Club de las Excomulgadas
Lo hizo, con sus dedos gritando de dolor, cerrándose sobre todo el frío metal. Ella
tiró, y él trató de mover sus miembros, trató de ayudarla, pero no podía. Sus
miembros no estaban dispuestos a cooperar.
— ¿Saltaste? ¿Te caíste? Dios, ¿Qué tan alto estabas? ¡Maldito aterrizaje! Te
escuché durante todo el camino desde gimnasio, y ahí estabas. —sus brazos estaban
—No me iré. Honestamente. Pero tengo que llamar a alguien. Necesitas ayuda, y
no hay nadie más aquí. Nunca está en medio de la noche.
—La hora —dijo con su voz poco más que un gruñido en voz baja.
— ¿Eh? Oh. —ella se volvió para mirar un reloj distante, dejando al descubierto un
cuello largo, tenso y tembloroso, sabiendo lo que tenía que hacer y odiándose a sí
mismo por ello. Ella se volvió y le dijo la hora, con sus propias palabras sellando su
destino. Porque el tiempo se estaba acabando.
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El Club de las Excomulgadas
—Mira —repitió, y luego volvió la cabeza para mirarla sus ojos. Estaba cansado,
débil. Pero su voluntad era fuerte. Y esta chica no tenía barreras, ni defensas
naturales. Se deslizó en su interior, con su hambre disparándose aún más mientras
lo hacía, y hacía como suya su mente.
—Más cerca —dijo. Ella susurró una palabra en respuesta, luego se inclinó hacia él,
Ven a mí.
Ya no había necesidad de hablar. Sus mentes eran una, y ella se deslizó en el agua,
curvándose contra él. Podía oler su piel, podía ver su bombeo de sangre en sus
venas, y aunque se dijo que no quería esto, que había renunciado a lo que estaba a
punto de hacer, sus sentidos estaban preparados. Listos. Lamentándose con
necesidad. Cerró su mente. Apagó las recriminaciones.
Su piel era firme y sabía vagamente a sal y a cloro. Entonces, sus colmillos
traspasaron la dermis y la pared arterial, y la sangre comenzó a fluir, cálida y dulce
y llena de vida.
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El Club de las Excomulgadas
Él deseaba esto, este intercambio. Esta conexión. Alabado fueran los dioses, él
deseaba desesperadamente esto, pero no con esta mujer. Sino con Sara. Él la quería
en sus brazos, íntimamente envuelta en ellos. Con sus cuerpos apretados, con su
boca en su cuello. Él gimió, bebiendo profundamente, con su pene endureciéndose
con necesidad, en respuesta a la mujer en la cabeza de Luke y no a la mujer que se
apretaba contra él. Había pasado un tan, tan largo tiempo, sin la intimidad de una
alimentación de verdad, y mientras bebía, mientras sanaba, dejó que su mente se
quedara donde no debía. En la fantasía y en la ficción. En Sara, cálida y viva
debajo de él, con su sangre llamándolo, con su aliento sobre su piel, con sus labios
susurrando su nombre.
Sara.
Annie.
La idea era débil. Decolorada. Con su fuerza disipándose, incluso mientras la suya
propia crecía. Mi nombre es Annie.
Con un sobresalto, él rompió la conexión mental, y luego se quedó sin aliento
cuando se apartó y vio el daño en su cuello. A ella.
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo miró con los ojos abiertos en su rostro pálido, demacrado. Tenía que irse.
Ya era hora. Tenía que volver, por Tasha, por Kyne. Tenía que irse. Y, sin
embargo, no podía.
— ¿Sara? —susurró la palabra mientras el aire a través de sus labios secos apenas se
movían. — ¿Quién es Sara?
—Más —dijo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 18
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El Club de las Excomulgadas
Nick se despertó en la oscuridad con un furioso dolor de cabeza y su ira hirviendo.
Había sido un infierno de largo tiempo desde que había sido encerrado, más aún
desde que había sido tomado por sorpresa, y no estaba seguro de con quién estaba
más enojado, con él mismo o con Luke. Su cabeza se golpeó y modificó ese
pensamiento. Luke. Estaba sin duda más enfadado con Luke.
—Maldito sea el hijo de puta —murmuró mientras levantaba, con algunos de los
huesos del ser humano rompiéndose debajo de él mientras usaba la fuerza en sus
piernas para empujar la parte superior del sarcófago. Esta cayó al suelo, con el
—Lárgate fuera de aquí —dijo con admirable calma. —No tienes derecho a
inmiscuirte con un defensor con licencia con escolta.
—No, a menos que los malditos huesos de alguien se levanten otra vez. —el Agente
Tucker dio un paso hacia Nick, luego esbozó una sonrisa de suficiencia mientras
miraba hacia abajo en el ataúd. Volvió a mirar a Doyle.
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El Club de las Excomulgadas
— ¡Hijo de puta! —dijo Doyle, volando de vuelta a Nick, con los ojos rojos, con las
venas abultadas, cambiando la piel a un tono ligeramente verdoso.
—Déjame. Ir —Nick podía romperlo, no había duda sobre eso. Tucker era fuerte,
pero era un humano.
—Ni siquiera pienses en ello —gruñó Doyle, con los ojos rojos en la cara apretada
de Nick.
—Tal vez puedas con mi chico, y tal vez no, pero sé que no me puedes llevar. Pensé
que habías aprendido tu lección años atrás.
Nick sacudió sus brazos liberándose de las garras de Tucker, y se mantuvo de pie,
con sus manos en puños a los costados. —Las cosas pueden cambiar con los siglos,
Doyle.
—Las cosas tal vez, no las personas. No los vampiros. —abrió su teléfono,
pulsando un número de marcación rápida. —Y ciertamente no Dragos. Me enteré
de eso hace siglos, también. —el teléfono estaba en altavoz, y Nick escuchó el
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El Club de las Excomulgadas
zumbido electrónico, que sonaba en el otro extremo, después la voz computarizada
le solicitó su identificación.
—Soy el agente Ryan Doyle, con número de placa1026C, quiero informar de una
violación de permiso del sospechoso Lucius Dragos. Solicito la activación de
medidas de detención móviles y la terminación inmediata del objetivo Dragos.
Capítulo 19
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El Club de las Excomulgadas
Sara corrió por los pasillos de la División, en parte de preguntándose qué demonios
estaba haciendo, y en parte con temor de que fuera a ser demasiado malditamente
tarde.
—Y la estoy re-dirigiendo, maldita sea. —no tenía ni idea de si tenía autoridad para
No hubo respuesta.
Apretó su dedo pulgar sobre el botón del ascensor, como si eso fuera lo que lo
hiciera moverse más rápido, pero simplemente no podía soportarlo y no hacer
nada. Querido Dios, ¿y si ya lo habían hecho?
Cerró los ojos y se obligó a respirar, recordando la forma en que su voz había
sonado cuando ella había contestado el teléfono en su apartamento unos minutos
antes. Ya había desestimado a Sombra, alegando una pesadilla y un impulso
insensato de presionar el botón de pánico, y que había estado sentada en el suelo,
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El Club de las Excomulgadas
de espaldas a la ventana, tratando de averiguar lo que le había pasado. Por qué
había dejado que Luke se hubiera quedado.
Se dijo que estaba interviniendo, porque no vería a un hombre ser condenado sin
juicio, pero sabía que era mentira. Él había tocado algo dentro de ella, y tenía que
saber por qué. Tenía que comprender más a fondo esto que le quemaba en el
interior. Un ardor que era por él. Por este vampiro. Por este asesino.
Las puertas del ascensor se abrieron y salió corriendo a través de ellas, golpeando el
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El Club de las Excomulgadas
botón de re-llamada, incluso cuando sus ojos recorrieron la sala buscando por
alguien con autoridad. Pero aquí, donde la seguridad y la detención se accedían a
través de largos corredores de cemento, no había nadie más que ella. — ¿Está él
ahí? —preguntó al momento en que respondieron a su llamado. — ¿Está Dragos
allí?
—Yo…— Ella tragó, con una sensual vorágine creciendo dentro de ella casi
sobrecogiéndola. Dio media vuelta, temiendo dejar ver mucho en su rostro, y
centró su némesis en el zumbido de seguridad, en una pequeña criatura con ojos
saltones y un auricular de alta tecnología.
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El Club de las Excomulgadas
Quítenle ese artefacto —dijo. —Y luego nos dan un minuto. Tengo que hablar con
él antes de llevarlo de regreso a su celda.
Mientras lo miraba, Quai hizo su trabajo, desabrochando el cierre entre las esposas
de las muñecas de Luke y asegurándolas a una pared antes de instruir a Luke para
tirar ahora de su brazo sin atadura. Luego hizo que Luke cambiara y repitió el
proceso con el otro brazo.
Quai puso el largo abrigo negro sobre una mesa de metal en las cercanías, y la
visión de Luke, sin su abrigo le llamó la atención de formas en que sus sentimientos
fueron decididamente promiscuos.
Era poderoso.
Era peligroso.
—Sigue buscando —dijo él haciéndola saltar. —Tal vez veas algo en mí que no
habías visto antes.
— ¿Acerca de mi? —esa boca generosa apenas se movió, pero aún así, tuvo la
impresión de que estaba sonriendo. Una vez más, tuvo que hacer retroceder una ola
de sorpresa ante la incongruencia absoluta de todo. Estaba en la cárcel, por
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El Club de las Excomulgadas
Jesucristo. Su camisa se detuvo para revelar un torso dolorosamente familiar, sobre
el cual estaba atado un dispositivo que pudo haberlo matado pocos minutos antes.
Sin embargo, estaba de pie alto y mandando, con la sala llena de la esencia, del
poder de Lucius Dragos.
—Ah, entonces —dijo a sabiendas. —Fue por mí. —para su mortificación total,
Quai escogió ese momento para girar un poco la cabeza naranja alrededor. Sus
grandes ojos se estrecharon cuando él la miró, y ella trasladó a él la mirada que
antes había sido dirigida a Luke. De inmediato se dio la vuelta y se concentró en la
eliminación de la banda de metal en el pecho de Luke.
Quiso reír, pero evitó la urgencia. —Creo que tendré que poner más esfuerzo en
eso. Probablemente sea más fácil una vez que te hayas ido. Ojos que no ven,
corazón que no siente.
—Espero sinceramente que no sea el caso —dijo, con un calor en su voz que le hizo
sentir las rodillas débiles.
Quai dio un paso atrás, después de haber liberado a Luke de sus ataduras, a pesar
de que uno de sus tobillos ahora estaba atado al cemento grueso con una cadena
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El Club de las Excomulgadas
corta de pesado metal. —Danos un momento —dijo, con una voz que no
aguantaría ningún argumento. Quai asintió, después se retiró, el zumbido de
seguridad siguió detrás.
—Sara —dijo Luke, al momento en que la puerta se cerró tras ellos. —Gracias.
—No hay problema —dijo ella manteniendo su rostro suave y esperando que no
pudiera ver debajo de su máscara. —No iba a tener mi primera prueba grande en la
División arrancada de mí sólo porque el acusado se fue y me dejó plantada.
Un músculo tembló en su mejilla. — ¿Tiene alguna una pregunta para mí, fiscal, o
está simplemente exponiendo los hechos?
—Quiero saber cómo sobreviviste. Mírate —el señor sabía que ella ya estaba viendo
suficiente de él. —Estás perfecto. Sin un rasguño, ni un golpe. —ella se acercó. —
¿Cómo, Luke? ¿Cómo puede ser eso?
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El Club de las Excomulgadas
—Caí de la terraza de la piscina —dijo. —Y, sí, resulté herido. —la miró fijamente.
—El daño podría haber sanado con el tiempo. Pero no tenía tiempo.
—Sara.
—El hambre estaba sobre mí —dijo y recordó la necesidad primaria que había visto
en su rostro antes de que ella apretara el botón de pánico. —Yo había perdido el
control..., aún estaba en medio de esa necesidad, del hambre, cuando bebí de la
chica. Annie —él respiró.
—Tomé demasiado —dijo. —La llevé al borde de la muerte.
— ¿Qué hiciste?
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El Club de las Excomulgadas
—La sangre de un vampiro cura —dijo. —Yo se la di. Ella bebió —cerró los ojos, y
por un solo momento lleno de vergüenza, Sara despreció a la mujer, a la chica que
había compartido algo tan horriblemente íntimo con Luke. Perturbada y
desconcertada, miró hacia otro lado, sin querer imaginarlo meciendo a la chica,
ayudándola, manteniendo a raya su muerte. Ella trató de concentrarse en su
expediente, en toda la gente que era sospechosa de asesinato. La lista era larga y
colorida, sin embargo, era una chica la que llenaba sus pensamientos.
—Estuviste casi fuera de tiempo —dijo. — ¿Por qué salvarla?— ¿Por qué salvar a
una chica cuando había matado tan audazmente tantos otros?
—No. —la palabra fue rápida y aguda, y dicha con tal fuerza que ella dio un paso
atrás. —Sólo le di lo suficiente para mantenerla a salvo hasta que llegara la ayuda.
No la convertí. Yo...—se interrumpió, y aunque su voz se mantuvo estable vio el
dolor en su rostro, y ella tuvo dudas.
Ella saltó hacia atrás, sintiéndose culpable, mientras el hombre más hermoso que
había visto en su vida llegaba directo a su cara.
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El Club de las Excomulgadas
—No —dijo Luke. —Decidí hablar con ella por mi cuenta. No pondré mi juicio en
duda.
—Así escuché.
Nicholas volvió su atención a ella. —Todo lo que hablaron, lo que él le dijo, fue sin
su abogado, y está fuera de los límites ¿Estamos claros en eso?
Ella se puso rígida, con sus brazos cruzados sobre su pecho. —Gracias por la
lección, Sr. Montegue. Pero le aseguro que conozco la ley.
—En ese caso, sabe que tengo derecho a un momento a solas con mi cliente. —ella
asintió, de acuerdo con las palabras de Montegue, pero sus ojos estaban puestos en
Luke.
—Hablaremos de nuevo —le dijo Lucas a ella. Ella asintió, y luego salió de la
habitación, y se dio cuenta de que sus labios estaban curvados con anticipación.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 20
— ¿No le tienes miedo a la oscuridad?
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El Club de las Excomulgadas
Xavier se estremeció, con el aliento del ángel oscuro en la parte trasera de su cuello,
como el susurro de una diosa.
—Mi Ángel —dijo inclinando la cabeza baja para mostrar su sumisión. —La
oscuridad me da fuerzas.
Ella se rió, como si estuviera encantada con su respuesta, luego se movió alrededor
de los columpios para enfrentarse a él. Su belleza lo sorprendió, sus ojos lo
convencieron. Ojos radiantes que lo seguirían para siempre.
Pero fueron sus colmillos los que él deseó. Él se convertiría en lo que ella era, ella le
Ella levantó su muñeca a su boca y luego se arrancó la carne. —Bebe —le dijo,
levantando la mano hacia él.
—Me gustaría hacerte fuerte —le dijo. —El cambio se tiene que ganar. Ahora bebe
—ella no tuvo que pedírselo de nuevo. Su boca se cerró sobre su muñeca, y le llamó
el sabor dulce y ácido de su sangre. Ella lo atrajo, y sintió el repiqueteo de energía a
través de él. Tanto poder en ella, y pronto, cuando él hubiera demostrado su valía,
el poder sería suyo, también. Para controlarlo. Para manejarlo.
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El Club de las Excomulgadas
Ella sonrió, mostrando sus colmillos mientras reía. — ¿Dónde viven? Las más
jóvenes. ¿Las más miedosas de la oscuridad?
—Por todas partes —dijo él con su dedo apuntando a las oscuras casas. —Hay una
—Entonces, mira —dijo ella. —Mira y verás. —ante sus ojos, ella se disolvió,
desapareciendo su cuerpo en una neblina color blanco pálido que hacía juego con el
color de su vestido. Se movió al parque en forma de niebla y desapareció en la casa,
arrastrándose a través de las grietas y hendiduras. Sólo unos momentos después,
volvió, paseándose a baja altura sobre el suelo, entonces aumentó como un
torbellino frente a él. El torbellino desaceleró, con la niebla formándose, y Xavier se
encontró mirando de nuevo a su Ángel de la Oscuridad, con una muchacha
dormida agarrada y apretada en sus brazos.
Él no pudo hablar, tan profundo era su deseo, y se echó a reír, con comprensión.
Ella inclinó la cabeza al cuello de la chica, y sus ojos de niña abrieron sus puertas
con terror, con la mirada fija directo en él. Al verlo. Al conocerlo.
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El Club de las Excomulgadas
Él apretó su mano sobre su boca cuando ella comenzó a gritar, pero con ese
momento de claridad, la razón lo abandonó. Sólo conoció el deseo. El hambre. La
necesidad.
—Mía —dijo como una cosa poseída, y la tomó y cayó al suelo con ella, cerrando
la boca sobre la herida que el ángel le había hecho, y luego llevándola a la vida. A
la luz.
Capítulo 21
—Vine aquí pensando en darte un puñetazo en la cara —dijo Nick, con su perfecto
rostro trenzado de ira. —A pesar de que estaba considerando posponer mi asalto,
por mucho que te lo merecieras, tengo algo más urgente que hablar contigo.
202
El Club de las Excomulgadas
—Oh, demonios. —y luego, antes de que Luke pudiera anticiparlo, el puño de Nick
salió disparado y se estrelló contra su nariz. Hueso y cartílago se rompieron. La
sangre manó de la parte trasera de su garganta.
—Sobre eso, realmente lo siento. Nadie debería tener que sufrir de esa forma.
—Maldita sea, Luke, después de todo lo que hemos pasado, y ¿me tiras esa mierda?
Juega con quien más te gusta, alinea tus piezas de cualquier forma en que tenga
sentido para ti. Pero no juegues conmigo. No conmigo. Nunca. ¿Está claro?
—Lo está —Luke entendía perfectamente a Nick, que no era lo mismo que
consentirlo, pero no se sentía obligado a señalárselo. —Ahora dime lo que se ha
metido en tu piel. —tenía que hablar con Nick sobre el asesino en serie que había
escapado y el vampiro que le había ayudado, pero esa conversación tendría que
esperar. Algo estaba pasando, y Luke reprimió una creciente sensación de malestar,
mientras esperaba a que su amigo hablara.
—Ryback llamó —dijo Nick, mientras temía enganchar sus garras en Luke. —
Tasha no estaba en el apartamento.
—Hay más —dijo Luke con una furia lenta, hirviendo y reemplazando su miedo.
— Cuéntame.
203
El Club de las Excomulgadas
—Ve allí —dijo Luke con voz tensa de furia. —Usa mi avión para que puedas
viajar de día, pero ve allí, encuentra a Serge, y averigua qué demonios le ha pasado
a mi guardia. Y acelera mi audiencia de fianza. No puedo estar aquí con Tasha
perdida en el mundo. Es una niña, Nick, atrapada en el cuerpo de una mujer.
Necesita protección. Me necesita —Miró fijamente a su amigo. —Haz lo que se
—Lo haré —dijo Nick, —aunque tus acciones de esta noche pueden hacer que sea
más difícil. —Luke levantó la frente en pregunta. —La cubierta de la piscina de
Constantine—continuó. —Lo escuché en las noticias mientras venía aquí. Los
policías humanos han invadido el lugar. Al parecer, una chica tenía la sangre
succionada fuera de ella.
—Si la fiscalía conecta los puntos, no ayudará a tu caso de libertad bajo fianza.
204
El Club de las Excomulgadas
—La fiscalía ya lo sabe —dijo Luke, y luego esperó a que Nick conectara los
puntos.
No pasó mucho tiempo. —Maldita sea, Luke. ¿Se lo dijiste? ¿A una fiscal fanática
con algo que probar? Puede tener un trasero muy bueno, Luke, pero no dejes que el
turno de juego se vuelva algo más. —ladeó la cabeza, como si reorganizara un
rompecabezas en su mente. —Oh, no. No. No vayas allí. Es la fiscal. Tu fiscal.
Cualquiera que sea la fantasía a la que estás aferrado, tienes que dejarla ir.
Irónico, pensó Luke, que su amigo pudiera encontrar que un pedacito de esperanza
a pesar de los esfuerzos de Luke para ocultarlo. —No te preocupes —dijo Luke. —
Nick lo miró con recelo. —Sabes quién es ella —repitió. —Pero no te olvides de
quién eres tú, tampoco. Quién eres, y lo que haces.
—No lo hago —dijo Luke, y con su voz como un cuchillo que quería cortar a
Nick. Tomó aliento, calmando sus nervios. —Ella no dirá nada.
—No —acordó Nick. —No lo hará. Gracias a los dioses y al momento de idiotez
que hubo entre ella y tú. No puede usar ninguna de sus conversaciones en la corte,
así que supongo que es algo.
Nick miró su reloj. —Tengo que llamar a Tiberius, y veré lo que puedo hacer acerca
de cómo mover la audiencia de la fianza a antes de irme.
—Bueno —dijo Luke, con su mente en Tasha. En la sangre del duende. —Necesito
saber qué pasó. ¿Habrán sido mis enemigos? ¿Habrá sido Serge? —se reunió con los
ojos de Nick. —Por encima de todo, tengo que saber que ella está bien.
205
El Club de las Excomulgadas
—Espera —le dijo a Nick mientras salía de la celda. —Hay una llamada más que
necesito que hagas.
Capítulo 22
El suelo se estremeció bajo sus pies, como si los muertos estuvieran tratando de
levantarse, superando la suciedad y el barro, con la carne aferrándose a sus huesos
desmoronándose a medida que arañan su camino hacia arriba, arriba, arriba a la
luz del sol.
206
El Club de las Excomulgadas
Y no era una sorpresa, pensó Serge. Que salieras con las garras del infierno, sólo
para ser quemado al final. Qué mundo. Lo que era un maldito, deprimente, jodido
mundo. A su alrededor, las paredes temblaban, y mientras le gustaba la fantasía de
que sus propias personales paredes de Jericó se derrumbaran, de hecho, podía
culpar por los ruidos y al polvo sólo a las autoridades de tránsito de Nueva York.
Sin embargo, debido a que la MTA había donado el túnel de tren abandonado en la
que habitaba actualmente, no podía trabajar en maldecir al metro que corría a
pocos metros de sus paredes desnudas de hormigón.
Pero hasta ese desafortunado día, estaba muy contento de aferrarse a esta
encantadora dirección de Park Avenue. Un pequeño refugio para complementar su
alta zona residencial. Un lugar a donde poder ir cuando comenzaba a ver el mundo
a través de los ojos del demonio. En caso de que pudiera recuperarse después de
una misión como Kyne. En la que podía recurrir al Numen para liberar las llamas y
la sangre que se unían al demonio una vez más. Porque no importaba cuán
sofisticado se pudiera ver en un traje de seda de tres piezas, la junta del condominio
tenía una tendencia a fruncir el ceño cuando se abría un portal al infierno en tu sala
de estar. Nueva York era divertido de esa forma.
Se llevó las manos a los lados de la cabeza y presionó, dejando que la presión
aumentara. Había matado hombres con las mismas manos y con el mismo método.
¿Podría presionar lo suficiente para poner fin a su propia vida? ¿Para terminar con
eso ahora? ¿Con todo esto? Y sobre todo, maldita sea, ¿con la necesidad de abrirse
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El Club de las Excomulgadas
camino de nuevo hasta el nivel de la calle, llevar su trasero de nuevo a su
apartamento, y follar la tapa de los sesos de la chica que su mejor amigo le había
confiado a su cuidado?
Él se había ido. Había llevado un goblin para quedarse con ella, y luego se había
ido. Por lo menos había tenido la presencia de ánimo para llamar a Graylach. La
criatura era un vago gordo, perezoso, pero que tendría cuidado con la chica. Le
haría compañía. Y como los duendes encontraban la forma humana
completamente poco atractiva, sería inmune al atractivo de Tasha. Una buena
maldita cosa, porque estaba tentando realmente la paciencia de Serge. Él la
Tenía el pelo fucsia que habían sido recubierto con gel y que se destacaba de su
cabeza como clavos de ferrocarril, y muy probablemente con mucha fuerza. Su piel
era tan pálida que sus pecas parecían flotar frente a ella, como si iluminaran un
camino. Sombras oscuras bordeaban sus ojos, acentuados por la línea gruesa de
kohl. Llevaba una camiseta blanca sin sujetador, a través del cual se podía ver un
cuarto de tamaño de sus pezones color marrón en los senos que habría estado más
apropiada en una niña de trece años. Panty-jeans de moda abrazaba su cuerpo
mientras se movía, como si tratara de encontrar algo de su cadera.
La chica estaba tan demacrada que podría haber pasado como modelo de pasarela,
208
El Club de las Excomulgadas
una raza de mujeres que Serge encontraba simplemente nada atractivas. No
recordaba la fecha exacta en que las mujeres habían empezado a despreciar
colectivamente sus curvas naturales, pero lamentaba ese día, sin embargo.
—Estoy aquí —dijo, y dio otro paso en su vestíbulo. —Dios mío, qué pesadilla fue.
Menos mal que me diste buenas indicaciones. Pero tengo que decirte que este lugar
es muy, muy frío.
—Por lo tanto, de todos modos, da igual que, aquí estamos —dijo, balanceando la
bolsa de su hombro. Metió la mano y sacó un largo rollo de tubo de plástico, junto
con una aguja y una bolsa vacía. — ¿Inhalas o te inyectas? —le preguntó. —Ah, y
supongo que John-O te dijo mi cuota, ¿no? Y no hago más de dos litros. Me pone
demasiado maldita mareada, ¿sabes?
Teniendo en cuenta que dudaba de que tuviera dos pintas de sangre en su pequeño
cuerpo entero, sin duda lo sabía.
—Whoa, Nellie —dijo, mientras entraba en el interior, y supo que ella estaba
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El Club de las Excomulgadas
mirando las esposas encadenadas a las paredes. —Realmente puedes hacerlo sucio
aquí, ¿eh?
—Hey, sáltate todo esa seguridad. Está bien para mí. Sólo hago lo que quiere mi
cliente. Pero entendámonos aquí, ¿sabes? Me gano la vida vendiendo esto —dijo,
señalando su cuerpo. —Casi en cualquier forma en que lo desees. No tomo drogas,
y si quieres una follada, tienes que ponerle un poco de pijamas a su martillito. Pero
esa es toda la seguridad que hago, ¿sabes? Es decir, infiernos, si quisiera ir a lo
seguro, podría conseguir un trabajo de servir mesas. Dejas que algunos pendejo te
Ella bufó, luego le dio una palmada en el muslo. — ¿Eres un tipo raro? Uno de los
graciosos chupasangre. Je. ¿Tal vez deberías levantarte o algo así?
—Revisaré de inmediato.
210
El Club de las Excomulgadas
sensación de su sangre fluyendo encima de su lengua. Su pene se contrajo en
anticipación y no pudo entender su necesidad de participar en esta conversación sin
sentido. Pero si no lo hacía, el demonio sería más difícil de contener, más difícil de
controlar, y apenas estaba colgado como estaba. —Aparte de eso.
—Nah. Él sólo dice que es más interesante la venta de plasma. Pagan mejor,
también. —echó un vistazo a la pared, a las esposas que colgaban allí. —Así que,
¿para quién es eso, para ti o para mí?
—Para mí —dijo divertido con una mezcla de alivio y decepción que bailó en su
cara. — ¿A menos que quieras el honor?
Ella tuvo una breve vacilación, luego movió la cabeza. —Mejor no. No me gustaría
— ¿Verdad?, es cierto.
Bueno, esa parte insistía en acero y no en hematita. En menos deporte, tal vez. Pero
en un potencial de mucho más satisfacción.
—Así que, como no tienes tus brazos libres. ¿Cómo vas a sostener el tubo?—
— ¿El tubo? —él estaba despatarrado en la pared, con los brazos y tobillos atados y
apretados. Ciertamente, no era ninguna amenaza para nadie en este momento. Y
aún así la chica se humedeció los labios, retrocedió un pequeño aprensivo paso.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí —ella levantó el tubo de plástico, la bolsa, y la aguja. — ¿Qué vas a hacer?
¿Sólo lo apretarás entre los dientes?
— ¿Sí?— Ella se pavoneo hacia él, y luego presionó con su dedo sus labios y tiró
hacia abajo, abajo, abajo, y luego llegó a su duro pene. Él hizo una mueca, con
sorpresa y placer, y supo entonces que la tendría.
— ¿Sí?
Ella lo hizo.
Ella dio un paso, vaciló, sus ojos se estrecharon. —John-O dijo que no debería…
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El Club de las Excomulgadas
— ¿No estoy yo atado a una pared? ¿Qué daño puede venir de entregarse a un
hombre atado?
—Bueno...
—No habrá daño —dijo ella, acercándose más, con su seductora sonrisa ridícula en
su cara de duende y pelo de colores brillantes.
Esta sin embargo. Esta no estaba cooperando. En cambio, se retorcía en sus brazos,
con el miedo en sus ojos. El temor que acompaña a la comprensión. Finalmente
dándose cuenta de lo que pensaba hacer.
Él se lo había dicho, por supuesto. Sin embargo, hasta ese momento, no lo había
creído. Concedido.
Ella suspiró, larga y lánguidamente, mientras la sugerencia llenaba su mente.
Luego inclinó la cabeza hacia un lado, dejando al descubierto su cuello para él. Tan
blanca, tan suave.
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El Club de las Excomulgadas
Como el mármol, y aún así no. Flexible y deliciosa y viva. Bombeando vida.
Bombeando sangre. Respiró profundamente, dejando que su olor lo envolviera,
dejando el aumento de la presión dentro hasta estar seguro de que se vendría
cuando la primera gota de su sangre tocara su lengua. Y luego, cuando él no
pudiera aguantar por más tiempo, hundiría sus colmillos profundamente en su
garganta, con su cuerpo convulsionándose de placer, mientras la sangre empezaba
a fluir. Éxtasis.
Ahora.
El vínculo entre ellos se rompió y en el instante en que lo hizo, ella gritó. Y dentro
de Serge, el demonio despertó estirándose y pavoneándose y dio un paso más hacia
la libertad.
Capítulo 23
— ¿Lo jodió?
Las palabras, frías y duras, parecieron cerrarse contra Sara mientras se movía por el
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pasillo hacia su oficina en la División. Ella se dio vuelta para encontrarse frente a
un hombre larguirucho, suponía que era un hombre, con una escarpada cara y del
tipo de hombros anchos que sugerían músculos y fuerza latentes escondidos bajo la
ropa mal ajustada.
Caminaba con una arrogancia que sugería que era un sheriff de los viejos tiempos,
y sus ojos eran fríos y planos.
—Oh, espere —dijo él, levantándose y llegando a su rostro. —Eres una humana.
En realidad, no eres su tipo. Así que tal vez le gustó tu cara bonita. O tal vez sólo
seas lo suficientemente estúpida como para hacerle al hijo de puta algunos favores.
Debido a que el insulto había estado muy cerca de la verdad, se tomó el tiempo
para considerar su respuesta, disimulando su turbación con una evaluación fuerte
de él y de su compañero. Mientras Doyle tenía un sin sentido acerca de él, su
compañero, Severin Tucker, estaba a la altura de su reputación como hombre
tolerante con las damas… O su apariencia lo hacía.
Ella todavía no podía creer esas noticias. Al parecer, Luke realmente tenía
conexiones, porque había venido abajo todo el camino desde Leviathin que la
audiencia sería apresurada. Encantador. Tal vez volvería a dormir el próximo mes.
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El Club de las Excomulgadas
Los ojos de Doyle cortaron a Tucker, que negó. Apenas un milímetro, pero Sara lo
captó y lo comprendió.
—Lo siento, chicos. —ella se golpeó la cabeza. —No se puede hurgar aquí. —dio
una dulce sonrisa a Tucker. —He oído hablar de sus habilidades especiales.
—He oído hablar de las suyas, también. Supuse que tenía que probarlas de todos
modos. ¿Sin ánimo de ofender?
Ella cruzó los brazos sobre su pecho. —Eso depende. ¿Seguirán montados en mi
trasero?
—Muy bien —dijo, porque hasta ahora lo que él estaba haciendo tenía mucho
sentido. —Pero todavía no hay una línea recta que me conecte a mí, a Annie y a
Lucius Dragos.
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El Club de las Excomulgadas
Sara se estremeció, se dio cuenta de que podría haber sido ella en sus abrazos.
Tucker, vio, se había acercado a su compañero, sacudiendo la cabeza, y luego se
alejó. Personal, pensó. El demonio puede ser real, pero también era malditamente
personal en Doyle.
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El Club de las Excomulgadas
Ella frunció el ceño, con su mirada sumergiéndose de nuevo a esa imagen. Una
imagen de Luke, con su boca en el cuello de Annie.
Apartó los ojos, ignorando el nuevo estallido de celos absurdos, el mismo que había
sentido cuando él le había contado la historia. Querido Dios, se había alimentado
de la chica. Sara no quería eso. ¿Cómo iba a querer eso?
—Así que vamos a usar esto, ¿verdad? —Tucker le preguntó. — ¿En la audiencia?
—Por supuesto que lo hará —dijo Doyle, mirando su disco duro. —Yo diría que
esta es una prueba bastante sólida de que Dragos es un peligro para la comunidad.
—Lo es —dijo finalmente. —Y sí, lo usaremos —se dijo que no cruzaría las líneas
de esa forma. Después de todo, Doyle se había enterado de Annie y Luke por su
cuenta, y nada de lo que habían averiguado había sido en el ámbito de la
conversación debajo-de-la-mesa que había tenido con Luke.
Sin embargo, sentía una punzada de culpa. Con una gran cantidad de fuerza
mental, la anuló. Tenía que recordar quién era, la nueva fiscal humana en un caso
de alto perfil. Su jefe estaba esperando un abogado con experiencia. Uno que
supiera cómo jugar el juego, sin rehuir las violaciones de etiqueta.
Y ella era esa chica. No había llegado a ser la primera de su clase de derecho sin
una ventaja competitiva. Y tenía la sensación de que no había sido seleccionada
para trabajar en la División sin esa característica, tampoco.
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El Club de las Excomulgadas
una defensa afirmativa. Ella pasó sus dedos por su pelo y movió la cabeza hacia el
PDA de Doyle. —Está bien.
Bien. Esto iba a ser un largo camino hacia el establecimiento de los elementos de
peligro para la comunidad. Pero el riesgo de fuga era más duro. —Él había vuelto a
la División por su propia voluntad.
—Es cierto —reconoció Sara. —Pero lo tendrá durante su libertad bajo fianza
Sara asintió. —De acuerdo. Así que le sugeriremos a la corte que él está buscando
soltarse de las contramedidas. Eso junto con la evidencia de Annie, por no
mencionar el anillo de sello, el ADN, y su visión. Con todo eso, creo que el tribunal
seguramente le negará la libertad bajo fianza.
Doyle se inclinó hacia atrás, con las manos metidas en los bolsillos. —Ajá.
— ¿Por?
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Ella levantó las cejas. —Y yo no me imaginé que tuvieran las pelotas para admitir
que estaban equivocados, así que tal vez estamos en paz. Pero hablando de pelotas,
vuelves a venir a mí en modo ataque de nuevo, Doyle, y hundiré mis uñas en tus
bolas sujetándolas a la pared. —ella sonrió, amplia y coquetamente. — ¿Estamos
claros?
Él soltó una carcajada, como ella había esperado que hiciera. Había pasado años
con detectives de trasero duro, y sabía una cosa o dos sobre el cuidado y
alimentación de los mismos.
—No eres una presa fácil —dijo. —Eso es bueno. Si duras un mes en el sótano, te
—Mis ojos se caerán de mi cabeza pronto —dijo Sara, mirando hacia arriba a los
papeles extendidos sobre el escritorio mientras J'ared flotaba entrando. Sin apellido,
simplemente J'ared, era un poltergeist que había, en una medida que había
provocado una ruptura terrible en su familia, decidido renunciar a la tradición
familiar para tener una carrera más tranquila en la ley. Era un gran mérito, pensó
Sara, que hubieran tomado el anuncio con tanta calma.
—Conozco un demonio que hizo eso —dijo J'ared. —La cosa del ojo, quiero decir.
Gran éxito en las fiestas. Enorme —se deslizó a una de las sillas de invitados de
Sara y se sentó, lo que quería decir cernirse a unos cuantos centímetros encima del
asiento y metido las piernas debajo de él. O eso parecía. Tal como le había
explicado antes de ese día, su forma actual era visible solo para el poltergeist. Otras
criaturas lo visualizaban en una forma similar a la suya.
No estaba del todo segura de cómo había sido capaz de leer y escribir, ya que las
manos que veía no tenían sustancia, pero al parecer su comprensión de la
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metafísica era defectuosa, ya que era capaz de curvar sus dedos alrededor de un
lápiz o teclear una oración en un procesador de textos. Más que eso, su tecleo era
brillante. Su familia podría estar mortificada por su elección de profesión, pero Sara
estaba muy emocionada de trabajar con él. A pesar de que lo había conocido esa
misma mañana, Martella o Bosch lo debieron de poner al tanto, porque había sido
recompensada con dos pilas de papeles sobre su escritorio, ambas proporcionadas
por J'ared. A la izquierda, estaba el proyecto de informe en apoyo de la División de
la oposición al Petición del Acusado para fijar una fianza. A la derecha, toda la
jurisprudencia relevante tanto para el movimiento como para la oposición.
En definitiva, una gran ayuda, y ella había cavado, con el ritmo de la ley
ayudándola a encontrar su centro y aferrándose a lo conocido en un mundo
—Por supuesto —dijo, tomando una nota para sí mismo. —Ahora sólo tenemos…
—un golpe seco los interrumpió, y Sara levantó la vista para ver a Nostramo Bosch
en la puerta. —Una niña humana fue descubierta en Echo Park hace unos minutos.
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fuerza de tarea conjunta debido a tu historia con él. Pero debes tener un cuidado.
La nota del expediente todavía es Seguridad Nacional.
—Sí, señor. —su mente ya estaba girando. —Si los vampiros lo ayudaron a
escapar, probablemente estén aún con él, y la víctima pudo haber visto a uno de
ellos. Me gustaría que Doyle viniera también. Con un poco de suerte, sus visiones
pueden ayudarnos.
Maldita sea.
—Señor —una criatura alta que les dio todas las indicaciones y que no era nada
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El Club de las Excomulgadas
más que un esqueleto cubierto por una delgada capa de piel se acercó a Bosch. —
Soy Voight, una vidente. Tengo un informe preliminar.
— ¿Qué carajos?
Sus ojos cortaron el cuerpo de la niña, ahora rodeada por la policía humana y por el
médico forense. —Hay demasiada gente.
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— ¿Qué pasa con el costo para esa niña? —preguntó Sara, sin dejarse intimidar.
—Depende —dijo. —He visto un centenar de estas cosas, y todas son diferentes. Es
la maldición de ser asociado con un perceptor. Los envían a todo el maldito mundo
cuando tienen uno nuevo.
— ¿Tú también?
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cosa con los agujeros de gusano. No va por ese camino. Dice que conducen
directamente al infierno. No importa qué tan caliente sea el caso, sólo viaja en el
transporte del PEC. Así que a veces se desvanece el aura —su expresión se volvió
irónica. —Esta luce fresca, sin embargo. —Sara esperaba que lo fuera. Quería
respuestas, y en ese momento, Doyle parecía la mejor opción. Pequeñas
convulsiones sacudieron su cuerpo hasta que, finalmente, Tucker agarró los
hombros de Doyle y tiró de él liberándolo de la niña.
Doyle miró hacia arriba, con su rostro pálido, los ojos vidriosos, y Sara se dio
cuenta que sus manos se apretaban a los costados. —Mujer —dijo. —La perra es
una mujer vampiro.
Se aflojó hacia atrás, moviendo la cabeza. —Fue todo lo que pude conseguir. El
—Mierda —dijo Sara, dándose cuenta de lo mucho que había estado esperando que
Doyle identificara al vampiro, dándoles un poco de plomo, alguna pista, algo.
Porque sabía que se estaba acabando el tiempo para la niña que venía, y si no se
daba prisa, pronto estaría de pie sobre el otro rostro pálido y dulce.
Mierda. Ella corrió, se asomó a la bolsa de pruebas con el rizo de cabello castaño
mantenido a una cinta dorada. —Bajo el cuerpo, igual que antes.
Ella miró a Bosch. —Él las mantiene, a las chicas, toma dos o tres a la vez y las
mantiene en jaulas. Luego, cuando mata a una, le deja una pequeña pista a la que
irá después. Pelo... Su juguete favorito. —cerró los ojos y tragó. —De una niña,
dejó su lengua.
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El Club de las Excomulgadas
—Él tiene a la siguiente en una jaula —dijo ella, con un nudo en el estómago. —Y
a menos que haya cambiado la forma en que opera, ya tiene a la que elegirá
después.
Capítulo 24
—Tasha —las puertas del ascensor se abrieron directamente en el apartamento de
Serge del piso 47º, e hizo eco de la voz de Nick sobre el mármol pulido. El
vestíbulo conducía a una salón extravagante, a un semicírculo con paredes de
vidrio teñido especialmente fabricado para que Serge pudiera ver hacia fuera en la
noche, y luego darle la vuelta con un dedo a la salida del sol a través del
impenetrable cristal.
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El Club de las Excomulgadas
La química en el vidrio era inestable, y Serge lo sabía muy bien. Sin embargo, aún
así, se enfrentaba al amanecer de cada mañana, demostrando su desprecio a su
destino. Hasta ahora, el destino no le había dado una patada de regreso, pero no
sería una sorpresa para Nick si entraba un día en el interior del apartamento y
encontraba un montón de cenizas en las ventanas, con la mortal luz del sol
habiendo logrado su propósito.
De hecho, no encontró nada en absoluto, y se preguntó si tal vez eso sería más
inquietante aún.
—Por todos los dioses —susurró. — ¿Qué demonios ha pasado aquí? —había
estado en la morada subterránea de Serge sólo dos veces, la primera vez había
accedido a través de los corredores subterráneos del sótano del edificio de muchos
pisos, y el segundo a través de un descenso en un túnel del metro. Habían saltado
las pistas, y luego entrado en el laberinto de túneles a través de una puerta de
servicio. Con el sol brillando ahora, Nick no tuvo más remedio que tomar una
opción y tener la esperanza de poder encontrar su camino a través de los túneles
pútridos al oasis que era el refugio de Serge.
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El Club de las Excomulgadas
Era, pensó Nick, el tipo de portal al infierno que animaba las pesadillas de los
niños. El lugar donde desaparecerían. Donde los monstruos los atraparían.
Sufrían, sí. Y los que perdían la batalla interna pasaban la eternidad en el tormento
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perdido. Pero si la batalla se ganaba, si el animal podía ser domesticado, entonces
el mundo parecía existir para su deleite, con el más poderoso y temido de todos los
seres de las sombras. Con la fuerza y la gracia y las habilidades de ningún otro. Era
embriagador.
Era, pensó, divino.
¿Y no había sido la divinidad lo que había buscado, todos esos años en Venecia?
¿No había buscado el rostro de Dios a través de sus estudios? ¿A través del examen
de las estrellas? ¿En el arte mismo de sus antepasados?
Su demonio había estallado. La única pregunta ahora era a cuántos habría matado,
y cuánto de Serge quedaba.
Las ratas corrían alrededor de sus pies, y pisó con cuidado el suelo de metal. La
forma se estrechaba en algunos lugares, pero cuando el túnel se ampliaba, podía ver
gente apiñada con latas de Sterno, con sus ojos blancos detrás de las caras sucias.
Un hombre tonto entró en el camino de Nick, con un cuchillo de metal sostenido
en la mano. — ¿Qué haces por aquí?
—Vine a dar un paseo —dijo Nick. —Sería prudente que siguieras tu propio
camino.
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El Club de las Excomulgadas
Eso fue todo lo que hizo, y el hombre se escabulló como las ratas que Nick había
pasado antes. No lo miró con admiración ni asombro. No gruñó ni le reclamó a
Nick porque era un monstruo. Dio media vuelta y se echó a correr.
Y eso, pensó Nick, era lo que estaba diciendo. Esas personas habían visto un
vampiro. Sabían lo que era, y de lo que era capaz.
Se detuvo, por primera vez realmente mirando a la amontonada gente, con los ojos
fijos en ellos. Levantó la barbilla, olfateando el aire, buscando su olor. Heroína y
sexo. Sangre y vómito. Pero ellos lo sabrían, y lo dirían.
— ¿Me conoces?
—Los conozco a todos ustedes —dijo, y escupió a sus pies. —Tienen el mal en
ustedes, lo tienen.
—La echó fuera. Fuera de su casa grande. De la casa maldita, bajo tierra, igual que
el camino al infierno. Búscala, y estará toda rota y no la podrás arreglar, igual que
el chico huevo.
— ¿Chico Huevo?
—Ah, sí.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo quería conseguir su ración, eso era todo lo que quería. Trataba de salir
adelante, de drogarse.
Él se acercó. —Muévete.
Ella vaciló, y frunció los labios. Eso fue suficiente, y se escabulló hacia los lados,
dejando al descubierto un montón de tierra bajo un manto andrajoso y sucio. Él se
inclinó más cerca, vio los gusanos dispersándose, mientras llegaba a la ropa,
quitándola entonces se encontró frente a una joven demacrada, con una masa de
rizos oscuros y rizados. Estaba pálida e inmóvil, y el olor de la muerte estaba sobre
ella.
—¡Serge! ¡Abre! —Nick golpeó, haciendo caso omiso de los ojos que se asomaban
desde la oscuridad.
—Rayos —esta vez, la maldición fue un murmullo, y la dijo más para sí mismo y a
la puerta que a cualquier persona. —Es una pena. Es una maldita bonita puerta. —
y con eso, se echó hacia atrás, pateándola, y enviando la pesada puerta de roble a
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volar a través del hall de entrada con pavimento de losas. Sus ojos le dijeron que el
lugar estaba vacío. Su nariz le dijo lo contrario. El olor penetrante y seductor de la
sangre flotaba en el aire, mezclado con miedo y un poco de orines y mierda era sólo
para darle un borde redondo.
—Maldita sea, Serge —susurró Nick, moviéndose lentamente a través del lugar. —
¿En qué diablos estás metido?
Él lo oyó entonces, un gruñido único y bajo que lo hizo correr a la puerta del fondo
que daba al cuarto de juegos privado de Serge.
Serge estaba allí, desnudo y postrado sobre un gran espejo roto. Cortes profundos
—Serge.
—Serge, Mírame.
Se volvió y vio a Nick con el demonio en sus ojos en una guerra sangrienta por el
control. Y el horror de lo que había hecho, de lo que haría, grabada en el rostro de
Serge.
El ritual de la sangre.
Incluso ahora, Nick sintió el apretón frío, hueco del miedo. El terror que había
experimentado cuando se había deslizado en el infierno de la batalla final. Y el
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El Club de las Excomulgadas
conocimiento de que podía hundirse y aún así perder la batalla a pesar del Numen a
su lado. Y si lo hiciera, estaría para siempre atrapado, con el demonio que Nick
envolvía, mientras que el otro Nick se disolvería en la nada.
—¡Serge, Serge! —Nick se arrodilló junto a él, lo agarró los hombros con una
mano, y con la otra tomó el vaso con sangre. —Tú eres tú. Sigues siendo tú. Estás
trabajando. Estás luchando. No la necesitas todavía. Lo estás haciendo retroceder.
Puedo verlo. Lo estás empujando hacia atrás.
—El pelo salvaje —Serge estaba diciendo, lo que significaba que esta chica no era la
que Nick había visto en el túnel. —Prácticamente rosa. Juguetón. Le gustó,
también. La mató de todos modos. No le gustó el resto. Ni siquiera los conocía.
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Nick cerró los ojos, tratando de no pensar en el daño que un poderoso vampiro
como Serge podría causar. — ¿A cuántos?
El dolor brilló en los ojos rojos del demonio. —No lo sé. Sólo los mató. Los
encontraba y los tenía.
—Lucha de nuevo —dijo Nick, con su cuerpo tenso para una lucha, con sus
palabras cautelosas. —Patéalo de vuelta al infierno a donde pertenece.
—Ahí está —dijo Nick, y obtuvo una leve sonrisa de su amigo. —Eso es todo.
—Lo deseo —dijo. —Cada vez es más difícil, cada día —él llegó detrás de él, y de
la suciedad de la sangre y del vidrio para tomar una estaca de madera. Se la dio a
Nick.
—Tómala. Úsala.
—Hijo de puta. Tú maldito, tonto del culo. —el demonio estaba saliendo, sobre la
cresta de la ira de Serge. Bueno, está bien, pensó Nick. Después de todo esto, estaba
haciendo fuego por luchar contra él de todos modos.
—Escúchame —repitió Nick, pero sabía que Serge no lo escuchaba ya. Se hundía
dentro de sí mismo, y otra cosa vendría. Nick no lo iba a dejar llegar.
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—Basta —gruñó Nick, mientras Serge se lanzaba contra él, tirando a los dos en el
suelo. —Yo no te mataré, no importa lo mucho que me malditamente me
provoques.
—No, jódete tú. —y se agachó, tomando las bolas desnudas de su amigo, y las
retorció.
El efecto fue más o menos lo que había imaginado. Serge cayó como una piedra y
se agarró la entrepierna, que le dio a Nick la oportunidad de volver a él, en
cuclillas, y colocó la mitad de la estaca rota directo en la sien de su amigo. —No te
matará —dijo, —Pero no serás el mismo.
—Sácame el cerebro, y por lo menos no sabré lo que estoy haciendo. —el dolor en
la voz de Serge hizo que Nick bajara el arma.
—Estás de vuelta.
—Me torciste las pelotas en un nudo, maldita sea. ¿Crees que el demonio va a
andar con ese tipo de tortura?
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Serge miró, miró los ojos de Nick, y luego negó. —Pero estoy constante. Puedo
luchar. Puedo… —añadió, en respuesta a la expresión dudosa de Nick. —Maldita
sean todos, ha estado creciendo. Creciendo en mí. Asumiendo el control.
Arruinando mis pesadillas. Arruinando mi maldita vida.
— ¿Crees que la dejaría verme así? Conseguí a Graylach para que se quedara con
ella.
—El duende está muerto, Serge. Está muerto, y Tasha se ha ido. —pudo ver el
destello de shock en los ojos de Serge. Más, pudo ver el destello de oportunidad, el
demonio echando un vistazo preliminar una vez más.
—Concéntrate en mí. Concentración, maldita sea. ¿Dónde está? ¿Alguien sabe que
ella estaba viviendo contigo? ¿Alguien que quiera hacerle daño a Luke?
—No lo sé —apretó las manos sobre su cabeza. —No lo sé. Me fui. Tenía que
mantenerla a salvo.
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El Club de las Excomulgadas
Puro dolor brilló en los ojos de Serge. —De mí —respiró, y luego se agarró la
cabeza con más fuerza. —Por todos los dioses —susurró. —Lucius. Tendrá mi vida
por esto.
—Maldita sea —Luke agarró los bordes de el pequeño barrote de su celda, una vez
más luchando por el control, sintiendo que se le escapaba. —Las muñecas —dijo,
forzando su mente a pensar con claridad. — ¿Dijiste que sus muñecas no estaban?
—No habría ninguna razón —dijo Nick de acuerdo. —Tampoco alguien que la
retuviera para enviar un mensaje.
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—Ella se fue por su cuenta —dijo Nick, asintiendo. —Pero eso no es un infierno
entero mucho mejor.
—No —acordó Luke. —No lo es. —ella pudo haber dejado a Serge por su propia
voluntad, pero hasta ahora no se había puesto en contacto con Nick de nuevo. Y en
la cabeza de Luke, eso significaba problemas.
—Creo que es una posibilidad —dijo Luke. —Regresármela por haberme deshecho
de Hasik y Tinsley. Por haber jodido la pequeña parcela de Gunnolf —Nick le
había informado a Tiberius, quien a su vez le había realizado una visita a Gunnolf.
Por ahora, el plan de Gunnolf estaba en el hielo, y como Tiberius había acordado
no informar al resto de la Alianza sobre la traición de Gunnolf, Tiberius había
adquirido un gran marcador en política. Y también Luke.
—Tiberius sabe que fui yo, y estoy seguro de que todavía tiene fuentes dentro de su
organización. Sin embargo, incluso si ella no lo sabe, no me sorprendería si hubiera
arrebatado a Tasha simplemente por despecho. Maldita historia antigua. —antes,
cuando Luke había convertido a Tasha, Tiberius había rechazado el argumento de
Caris de que a la chica no se debía permitir vivir. El maestro vampiro había lanzado
su peso alrededor, apoyando la petición de Luke por una dispensa especial. En ese
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momento, Caris se había enfurecido, y supo que seguía culpando a Luke por la
cuña que había sido empujada entre ella y Tiberius.
—Si esa perra traidora realmente ha puesto una mano sobre Tasha, pronto sentirá
la punta de un palo muy duro.
—En caso de que se te haya olvidado, tienes una audiencia de fianza en unas horas.
Una audiencia que será particularmente complicada para conseguir avanzar.
—Lo haré —dijo Nick. —Si Caris está todavía en la ciudad, la encontraremos.
—Dile que quiero un lugar para el momento en que esta audiencia haya terminado.
No he visto a Caris en las últimas décadas. Creo que es hora de renovar a una vieja
conocida.
Luke se hundió. —Él es más que un Kyne, Nicholas. De todos nosotros, Serge es al
único al que verdaderamente puedo llamar hermano. Pero si hizo esto... si la tocó...
—cerró los ojos, como una barrera contra el horror de la traición de su amigo, e
incongruentemente, pensó en Sara. Sara, la búsqueda de la justicia en un mundo
donde tan rara vez se encontraba. Sara, en cuyos brazos se le había olvidado, por
un momento, los bordes afilados del mundo en el que caminaba.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 25
La rama de la Orden Internacional de Therians de Los Ángeles se encontraba en
una mansión restaurada de 1940 en South Highland Boulevard, a dos cuadras de
un local de Starbucks. Doyle y Tucker se habían detenido por un café antes de
dirigirse a su entrevista programada con Ytalia Leon, presidente en funciones de la
organización. Hasta ahora, el café había sido la mejor parte de su día, ya que la
investigación se estaba convirtiendo un gran y redondo cero.
En concreto, sus investigaciones sobre Braddock habían revelado que una docena
de colegas pensaban que el were era un real patán, pero nadie había soltado otros
detalles de los sobornos y de los cargos de chantaje, y por lo menos en la manera de
Tucker hojeó sus notas. —Sancionado por aceptar sobornos. Unas pocas denuncias
de chantaje. Algunas cuentas financieras no reveladas. Sí, diría que el hombre se
sentía natural en el frente de los secretos.
El clip constante de los tacones sobre la madera se hacía eco en el pasillo, cerrando
las especulaciones. Un momento después, el sonido fue seguido por una mujer
pequeña con pelo rojo corto, nariz angulosa, ojos penetrantes, pequeños. Después
de ella había una mujer joven con pelo largo desordenado y un rostro inclinado
hacia el suelo constantemente. Ella se arrastró hasta una esquina de la habitación y
comenzó a ordenar una pila de papeles. Ytalia hizo caso omiso de la muchacha,
pero se centró exclusivamente en los agentes, con la mano extendida en un saludo
formal. Doyle se la tomó, le dio un apretón firme, después les indicó para que se
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El Club de las Excomulgadas
sentaran. Mentalmente se movió a través de su archivo, recordando que Ytalia era
una were-coyote. Sí, pensó. Eso le queda.
—Así es —dijo Doyle al ver que al otro lado de la habitación, la joven se ponía
tensa.
Ella se asomó por encima del hombro de él. Junto a él, Tucker se aclaró la
garganta.
—El juez tenía algunos vicios, es verdad. Sin embargo, trabajó muy duro para
superarlos. Debería ser honrado por su fortaleza y determinación. No vilipendiado.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Es importante?
Ella suspiró y se movió de modo que pudiera hablarle más a Tucker que a Doyle.
—Estaba... orgulloso de su posición. Había trabajado muy duro para llegar hasta
donde lo hizo, y aunque se merecía el honor, creo que en cierto modo se le subió a
la cabeza.
—Todo ese poder embriagador… —dijo Doyle, — ¿Lo empujó hacia otra cosa
además del chantaje?
Poniendo la espalda rígida, dijo: —No sé lo que quiere decir.
—Sólo pensé en voz alta —dijo Doyle pero se centró más en la chica, quien se
había congelado en el acto de clasificar los documentos, que en dar su testimonio.
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El Club de las Excomulgadas
—Incluso los rumores… —dijo Tucker. —Estamos buscando un motivo aquí. Tal
vez el asesino se equivocó. Escuchó algo falso, y actuó en consecuencia.
—Bueno, no sé qué —dijo ella volviéndose a Tucker. —El juez era un hombre de
buen corazón, y nadie decía lo contrario. Ciertamente no por aquí. Hizo algunos
arrestos en su juventud, manadas de criaturas-were luchando en los barrios más
bonitos, despertando a los humanos. Era ridículo, y por supuesto era mal visto.
Asustar a los humanos es algo horrible, aunque no hubo daños reales. Y, por
supuesto fue sancionado por ello. Pero eso fue hace años. Mucho antes de ser
puesto en la judicatura.
—Nada —dijo. —Nada —sacudió la cabeza. —No puedo creer que esté muerto.
Simplemente no puedo. No suena como él. Había trabajado tan duro para limpiar
su nombre. Incluso estaba saliendo de nuevo. Veía a una joven bonita, como era él.
Demasiado joven para él, si me lo pregunta, para un estadista como él era. Pero
aun así, parecía herido.
—Oh, no. No. Nunca la trajo aquí. Oí hablar de ella, por supuesto. La vi en su
coche una vez. Sólo de vistazo. Lo siento.
— ¿El vampiro? —su nariz se arrugó, y la estimación de Doyle fue que la mujer
hizo una muesca.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo el archivo que la Orden mantiene de todos los Therians. —se puso de pie,
como si estuviera agradecida por tener algo que hacer. —Me apuraré y se lo
conseguiré. —se bajó, y Doyle se puso de pie y comenzó a caminar casualmente
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El Club de las Excomulgadas
Ella se centró en sus papeles. —Por supuesto. Sí. Lo era. —levantó la vista. —
Ahora está muerto, ¿verdad?
—Así es.
Ella le sostuvo la mirada por un momento, luego volvió a mirar hacia abajo en la
mesa. No dijo una palabra, pero Doyle hubiera jurado que la chica había sonreído.
—Creo que es suficiente —dijo Doyle. Y si la boca abierta de Tucker fue una
indicación, la recapitulación fue una sorpresa para él.
— ¿Qué estás haciendo? —Tucker le preguntó una vez que se encontraron fuera del
edificio, con la caja en el maletero del auto de Catalina, y los dos hombres estaban
apoyados en su brillante capo color amarillo mostaza.
—Espera —dijo Doyle, una actividad les tomaría otros noventa minutos e incluía el
envío de Tucker a una carrera al Starbucks. Acababa de regresar cuando Doyle vio
lo que los estaba esperando, Shana, saliendo por la puerta lateral y alejándose de
ellos por la acera.
Él se apresuró a alcanzarla, dejando a Tucker y al café detrás. —Espera muchacha.
245
El Club de las Excomulgadas
Ella desaceleró, mirando hacia atrás por encima de su hombro, y frunció el ceño.
Luego se mantuvo de pie. Él se puso a caminar a su lado.
—No.
Ella se detuvo frente a él, con ojos cautelosos. —Si está muerto, ¿qué importa?
Ella miró hacia abajo a la acera. —Yo tenía trece años —dijo con una voz tan
suave que apenas podía oírla, incluso con sus sentidos sobrenaturalmente
agudizados. —Mantuve su sucio secreto —dijo. —Pero no tengo por qué
mantenerlo más si no quiero.
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El Club de las Excomulgadas
—No —dijo Doyle, luchando por mantenerse al nivel. Ahora no era el momento de
sentir su ira en aumento. Necesitaba estar tranquilo. Para no asustar a la chica. —
Dime lo que hizo, Shana. ¿Qué te hizo Marcus Braddock?
—Me atacó —dijo ella con voz plana. —Él me violó —y luego, con Doyle sacando
la verdad de ella, Shana le contó todo.
—O me dejas entrar ahora, o iré por el señor Bosch y lo traeré aquí. Es tu elección.
—el ogro se quejó, pero se mantuvo. Deslizó una estaca en una funda encima de
sus fornidas caderas, agarrando un hacha de combate. —Vamos ahora.
—Sara —dijo mientras se acercaba, y el placer de oír su voz fue suficiente para
hacerla temblar.
— ¿Fuiste tú? —preguntó, después de que el ogro la encerró en la celda con Luke.
— ¿Le pediste a la Alianza que enviara un vidente?
247
El Club de las Excomulgadas
—No puedo soportar la idea de un asesino de chicas suelto, así que le pedí a Voight
que diera toda la asistencia que pudiera. ¿Pudo averiguar algo del vampiro que
ayudó a Stemmons a escapar?
Ella tragó duro, pensando en los grandes ojos de la niña y su cara sin
derramamiento de sangre. —Ha matado de nuevo. Diez años. Hemos identificado
el cuerpo. Betsy Todd,— dijo ella, con el corazón roto por Betsy, por sus padres, y
por la próxima hija que Sara temía ya estuviera muerta.
Estaba enojado y con energía, pero ella no lo dudó. Se acercó a él, apretó sus
manos en sus hombros, y suavemente le susurró su nombre.
Ella dio media vuelta, sin estar dispuesta a responderle, no estando segura de
poderle responder con honestidad, porque quería a Stemmons muerto. Y que Dios
la ayudara, lo quería muerto y podrido y quemándose en el infierno. —Es un punto
discutible —dijo. —Tú estás aquí, y él está ahí, algunos vampiros trabajan con él, y
el tiempo se acaba.
248
El Club de las Excomulgadas
Luke se volvió hacia ella, con su cuerpo un poco más relajado, y el esfuerzo
reflejado en sus ojos. — ¿Qué fue lo que Voight te dijo?
—Dijo que no podía conseguir una lectura clara en el punto de escape, pero pudo
confirmar que había sido el mismo vampiro y que había estado con Stemmons en la
escena del crimen. Y confirmó que sólo un vampiro había ayudado a Stemmons.
— ¿Algo más?
—Maldita sea, Luke, si sabes algo, cualquier cosa, que nos pueda ayudar, más vale
que me lo digas.
Él alzó los ojos hacia ella y luego, lentamente, muy lentamente, asintió. —Hay
muchas cosas en juego que no entiendes todavía completamente. Rivalidades.
Posicionamiento político.
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El Club de las Excomulgadas
—Los vampiros y las comunidades Therian son viejos enemigos —dijo. —Y supe
que un complot Therian para pintar a los vampiros con una mala luz ha sido
frustrado.
—Los Therians tenían intención de matar humanos. Para que la matanza pareciera
ser el trabajo de vampiros.
—Creo que las piezas suman. Dime… —dijo, — ¿Cómo mató Stemmons a Betsy?
—Con una herida en el cuello —dijo Sara lentamente. —No es su modus operandi
habitual.
250
El Club de las Excomulgadas
Sara asintió. —Gracias —ese era un sólido comienzo. Podía encontrar a esta Caris,
y con un poco de suerte, encontrarían a Stemmons y a la niña que seguía, también.
—Tengo que irme. —una sonrisa tocó sus labios sin sentido del humor. —Tengo
una audiencia que preparar.
—Podría hablar con personas desaparecidas —dijo deseando tener una cura, una
solución, alguna manera de borrar la preocupación de su rostro. —No sé si el PEC
tenga una sección de esas, pero tengo amigos en la policía de Los Ángeles que
podrían…
—Está bien. Por supuesto que lo haré. —ella vaciló, pensando en la polémica y en
su posición y en el maldito desorden. No le importaba. Se inclinó y rozó un beso
251
El Club de las Excomulgadas
sobre su frente. —Realmente lo siento —dijo. —Estoy tan terriblemente
arrepentida.
—Sara —dijo con el calor quemando detrás del dolor de sus ojos.
Ella dio un paso atrás, con sus manos metidas en los bolsillos de la chaqueta del
traje, sin poder creer que acababa de saltar alegremente en esa línea. —Hemos
estado investigando a Braddock —comenzó a decir, pensando en el informe que
acababa de recibir del Agente Doyle. —Luke, ¿Le hizo daño a Tasha?
Tenía razón, por supuesto. —En ese caso, puedes hablar libremente sin miedo a
que las palabras regresen a morderte —lo intentó de nuevo. — ¿Es por eso que lo
mataste? ¿Para vengar a Tasha?
Ella pensó en su expediente, y supo con qué facilidad la negación podría llegar a
sus labios. Había sido un sospechoso brevemente y luego aclarado decenas de
muertos, con todos los asesinatos al estilo de los vigilantes. Todos los hombres y
mujeres que la sociedad probablemente dirían que merecían morir. Demasiados
para que fuera una coincidencia.
252
El Club de las Excomulgadas
Ella no podía tolerar los actos o las muertes. La Justicia por propia mano, pensó
con amargura, no era justicia en absoluto.
Y sin embargo...
—Yo tenía nueve años cuando Jacob Crouch fue puesto en libertad —dijo. —Y
recuerdo que mi mamá acudió una y otra vez al sistema, a la justicia, y a veces la
gente mala se pasa por las hendiduras, pero sin el sistema, el caos y la anarquía
salvaje se harían cargo.
Ella pensó en las fantasías que había tenido acerca de matar a Crouch, de tumbar a
Stemmons. No le quería responder, pero la pregunta era justa, y ella quería que se
entendieran. —No, pero en mi mente… —sacudió la cabeza. —Nunca lo haría, sin
embargo. La justicia se encuentra en la ley, no en las calles.
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El Club de las Excomulgadas
—Todavía voy a la cama todas las noches agradeciendo a la persona que mató a
ese monstruo. Y a veces me odio por eso.
—No —dijo. —No lo hizo. Lo que se merecía era ser juzgado y condenado. Todo
lo demás... —se fue apagando. No podía justificar su próximo paso. No podía
justificar la forma en que sus dedos a veces morían de ganas por apretar el gatillo. O
la forma en que celebraba al asesino anónimo de Crouch.
No lo podía justificar, pero lo entendía. Ese impulso, que era necesario, de vengar a
—No fui testigo de nada —dijo Luke, pero el filo de su voz le dijo una historia
diferente.
— ¿Llegó a ella? ¿La sedujo? ¿Tomó ventaja de una chica que no entendía, no
realmente, lo que él quería? ¿Qué le pasó a ella?
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El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea, Luke, deja que te ayude. Mi objetivo no es jugar con tu corazón.
Estoy buscando la verdad.
—La verdad es a menudo difícil de alcanzar, y algunas de sus deudas son mejor
pagadas fuera de los límites de la ley.
Su pecho se estrechó, sabiendo que había escuchado algo tan cerca de una
confesión que nunca cruzaría sus labios. Había matado a Marcus Braddock. Y sin
embargo ella no quería que cayera, si no tenía una defensa, una manera de salvarlo.
—Si él estaba dañando a Tasha... —se interrumpió, dándole la oportunidad de
hablar, de aferrarse a su defensa. Él se quedó en silencio.
—No tengo nada que decir.— Él se volvió para mirarla. —Y todo lo que he dicho
aquí hoy, no puede ser utilizado en mi contra en mi audiencia de libertad bajo
fianza.
—No —ella estuvo de acuerdo. —Puede que no. Pero si trabajas conmigo, tal vez
podamos conseguir la reducción de tus cargos, incluso desecharlos. Por lo menos,
podrás salir en libertad bajo fianza.
Se dio la vuelta, y se sorprendió al ver que él estaba sonriendo. —Tengo una gran fe
en tu sistema —dijo. —Esta noche, estaré en libertad bajo fianza. —ella cruzó los
brazos sobre su pecho. —No cuentes con ello, Luke. Yo juego para ganar.
—Es una apuesta, entonces —dijo con el calor y la diversión manchando su voz. —
Si estoy en libertad, te quiero en mi cama.
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El Club de las Excomulgadas
La niña yacía en el suelo, madura y lista. Catorce años. Era alta y delgada. Con
una complexión atlética, con las caderas y los pechos fuertes que estaban
empezando a madurar. Deliciosa.
—Lo haré —dijo. —Tu aliméntate. —su boca dibujó una sonrisa delgada. —
Tendremos una fiesta.
Debajo de él, la niña se agitó, las drogas se estaban disipando. Bien. Era mejor
cuando estaban despiertas. Dormida, parecía muerta. Despierta, podía ver el flujo
de la vida en la niña.
256
El Club de las Excomulgadas
Ella se rió, encantada. — ¿Cómo la herirás? —era un problema. Sus dientes no eran
agudos como los de ella. Todavía no. Hasta que no se mostrara digno. Y a pesar de
que podría rasgar y desgarrar su carne, echaría a perder la belleza de su piel suave y
dulce.
Él se movió a la mesa por su cuchillo. Le había servido tantas veces así antes. Le
serviría de nuevo. Abriría la herida, y él cerraría la boca sobre el flujo dulce de la
vida. Pero se drenaría demasiado rápido. Necesitaba otra cosa, y las jaulas estaban
vacías, con la caza no completa.
— ¿Soy digno? ¿Me llevarás contigo a tu lado? —él quería ser como ella, quería
sólo alimentarse de sangre. Estar en la luz.
Ella se rió, y luego se giró, con su falda fluyendo hacia el exterior. —Algunos de mi
especie somos dignos. Algunos pierden su regalo. Y algunos nunca se han
convertido del todo.
—Tú —dijo —estás destinado para cosas maravillosas. Especiales. Tan especiales
—se deslizó hacia él, lo rodeó. —Dime, Xavier. ¿Conoces a la persona que te
dirige? ¿Quién llamó a tu genio criminal?
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El Club de las Excomulgadas
—La conozco —dijo. —Es una perra fiscal —él levantó la vista, con miedo de
haber ido demasiado lejos, pero el Ángel sólo le sonrió.
—Mi vida —dijo —Mi libertad —pero él tenía su libertad de vuelta, y la perra fiscal
no importaba. Sólo las chicas importaban, y ésta en especial. Ésta que incluso
ahora se agitaba a sus pies. —Es hora de empezar —dijo.
—Entonces no lo dudes.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 26
La audiencia no iba bien. Ella había puesto evidencia más que suficiente para
demostrar que Luke tenía conexiones, conexiones graves del tipo que podrían
disputar una manera de quitar el dispositivo de detención. Había presentado
pruebas de su culpabilidad, el ADN, el anillo, el testimonio de Doyle. Y ni siquiera
había estado en condiciones de brindar pruebas de la notoriedad de Luke, del tipo
de evidencia que nunca se le habría permitido arriba, para demostrar que era un
peligro para la comunidad.
Había hecho todo bien, y todavía estaba perdiendo. Podía ver la forma en que el
juez cambiaba y se movía en el banco, con sus ojos pequeños y brillantes de ave que
—Estás poniendo lo mejor que tienes —dijo, cosa que no la hacía sentirse mejor.
Esta era su primera audiencia en su nuevo trabajo, y estaba sentada en la mesa del
consejo con su nuevo jefe. Deseaba una victoria, maldita sea, y la única manera en
que podía pensar en conseguirla era jugarse su carta de triunfo.
Miró la mesa del demandado, a Nick sentado allí, viéndose con aire satisfecho, y
con Luke a su lado, con su forma, su apariencia, su esencia ambos gritando
importancia y con gritos de advertencia de peligro. Se dijo que no era sobre él,
sobre ellos, y luego, por sus sentimientos por Luke que nunca deberían haber
afectado su enjuiciamiento del caso, se puso de pie, finalmente resuelta.
Ahora Montegue bajó sus pies. —Objeto. Señoría, ¿Nos acercamos? —el juez
volvió uno de sus pequeños y brillantes ojos negros a Montegue. El grifo, con
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El Club de las Excomulgadas
cabeza de águila y cuerpo de león, era enorme e imponente, y podía mantener el
orden en su sala de audiencias con nada más que un vistazo. — ¿Acercarse? Pero
no hay presencia de jurado.
—No, pero la galería está llena, y la Srta. Constantine está a punto de llevarnos a
las aguas lodosas —las plumas que cubrían el rostro del juez, volaron, pero estuvo
de acuerdo.
Ella se tragó una burbuja de culpa. —Mi cliente es el PEC, señor Montegue, y no
he hecho otra cosa que proteger sus intereses en la mayor medida de la ley. Sin, por
cierto, sobrepasar los límites de esa ley.
Ella se sentó con calma suficiente, pero teniendo en cuenta la mano firme que
Bosch colocó sobre su hombro, tuvo la sensación de que su irritación se mostraba.
No había cruzado una línea. En realidad no. Sin embargo, no podía descartar el
hecho de que se sentía como si lo hubiera hecho.
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El Club de las Excomulgadas
—Su Señoría —dijo. —La fiscalía llama al agente Ryan Doyle —Doyle
introduciría la evidencia, y a través de él, podría desviar la atención del tribunal
sobre el hecho de que Luke se había alimentado de Annie.
Antes de que Doyle pudiera acercarse, sin embargo, Montegue se levantó de nuevo.
—Con su venia, mi cliente fue testigo de una violación Directiva 27 y pide al
tribunal admitir pruebas en una defensa afirmativa al cierre de la acusación.
La cabeza del juez se balanceó. — ¿Directiva 27? —repitió mientras un soplo fluía a
través de la galería.
—Si realmente quiere estar fuera para la cena —dijo ella con dulzura —Entonces,
coloque la defensa afirmativa.
—Todos cenaremos en el momento oportuno —dijo el juez, —que este tribunal esté
listo para emitir su fallo.
Sara miró la mesa del demandado, llamando la atención de Luke, y luego arrancó
su mirada. Se puso de pie con Bosch a su lado y esperó el fallo.
—La fianza es otorgada —dijo, —en la cantidad de cinco millones de dólares. —un
murmullo recorrió la multitud. —El acusado tendrá que llevar el dispositivo móvil
normal de detención —continuó el juez. —Y a la luz de la estipulación de la
Directiva 27, el acusado también será equipado con un impedimento de
derramamiento de sangre. —golpeó su martillo sobre la mesa. —Así se ordena.
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El Club de las Excomulgadas
Tan pronto como el juez salió de la sala, Sara se inclinó hacia Bosch.
Mientras ella recogía sus papeles, Bosch pasó a su lado, y Sara pensó que olió el
sutil aroma de la canela. —Dadas las circunstancias, la posibilidad de que Lucius
permaneciera en la cárcel mientras el caso se llevaba era delgada. Pero les dio una
dura batalla, y demostró que es un activo para el equipo. Buen trabajo.
En el gran esquema de las cosas, las batallas no significaban nada. Lo único que
importaba era la guerra. Sin embargo, dado que la resolución de esa guerra podía
ser ver a Luke con una estaca, tenía que admitir, aunque fuera para sí misma, que
por primera vez en su carrera, no le gustaban las batallas por venir.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 27
—Batorak metoin shrebat.
—Merci —Luke inclinó la cabeza mientras sus dedos manipulaban los pequeños
Ahora que estaba listo, se dirigió a Nick. —Abogado, ¿Salimos de este lugar?
—Caris —dijo. —Lo mejor que pudimos conseguir, ha estado refugiándose aquí.
Tiene la dirección en este país. Con sus recientes conocidos asociados incluidos,
también. Cifrado estándar. Detalles en el archivo.
—Excelente.
263
El Club de las Excomulgadas
—Caris no se preocupará por eso —dijo Luke. —Pero Stemmons lo hará, y ella
quiere que coopere.
—No. Ella es mía —después de luchar contra la espalda de su demonio tan duro y
tan a menudo, dejar correr al animal libre sería un placer.
—Yo tampoco —dijo Luke. — ¿Qué palabra tienes de Tiberius? No estoy dispuesto
a volver a este lugar después de haber salido, y estoy menos inclinado a mantener
este dispositivo atado a mi pecho.
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El Club de las Excomulgadas
—Tiberius pidió que te dijera que hiciste un buen trabajo con Hasik, pero que sus
manos están atadas.
—Lo sé. —sus palabras fueron un murmullo, entonces respiró, lo que obligó al
demonio a ir hacia abajo. Pensó en Sara, la imaginaba junto a él, y sintió el flujo de
su calma a través de él.
—No lo dudo —dijo Nick cuando las puertas se abrieron y salieron a la zona de
recepción del nivel inferior.
—¡Señor Dragos!
Se volvió hacia el mostrador de la recepción, donde una joven mujer con una
11
Los Ángeles
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El Club de las Excomulgadas
trenza color azul envuelto en un cilindro sobre su cabeza se agitaba frenéticamente
hacia él.
— ¿Eh? Oh, no, Dios mío. No es que sea permanente. Sin embargo, la Srta.
Constantine quiere hablar con usted y con el Sr. Montegue antes de que se vayan.
—Ya veo —dijo Luke, impresionado por la calma en su voz a pesar de que la mera
mención de su nombre hacía que su sangre fluyera caliente.
—Nick.
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El Club de las Excomulgadas
Vio el dolor pasar encima de la cara de su amigo. Con los recuerdos de Lissa, la
mujer que había aliviado una vez a Nick más allá de todos los demás. Que le había
hecho daño más allá de todos los demás, también.
—Vamos a hablar de esto más adelante —dijo Nick, pero un borde salió de su voz.
El ascensor se abrió y Sara salió, con sus mejillas rosadas por tener prisa. Sus
miradas se encontraron, y él lo sintió. Un tirón sensual que se asociaba únicamente
con ella. Un golpe duro para sus sentidos que hacía que su cuerpo y su
imaginación viajaran a destinos prohibidos. Ella le sostuvo la mirada. Un
momento. Otro. Y después ella miró hacia otro lado, pero no antes de verlo en su
cara, el deseo.
Él lo vio, y lo apreció.
Mía, pensó, y supo que no importaba lo que había sucedido entre ellos, había
verdad en la simple palabra.
Ella se acercó con exagerado propósito hacia él, deslizando sus palmas a lo largo de
su falda como si estuvieran húmedas. —Señor Dragos. Sr. Montegue. Gracias por
esperar—.
—Mi cliente se complace en cooperar con cualquier y con todas las solicitudes
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El Club de las Excomulgadas
razonables planteadas por el fiscal, abogada. Esperamos, por supuesto, que el favor
será correspondido en su momento.
—Yo... por supuesto —dijo ella, pero su voz era distraída, y sus ojos estaban
puestos en Luke.
—Por supuesto. Nick —dijo. —Un momento, por favor con la Srita. Constantine
—Nick suspiró largo y se movió. —Ya tuvimos esta conversación, Luke…
Mientras sea tu abogado…
12
Abreviatura de propria persona (en latín) se utiliza en los juicios cuando el acusado se representa a sí mismo.
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El Club de las Excomulgadas
Luke se echó a reír. —Me gusta tu forma de pensar, pero no. El Sr. Montegue y yo
hemos llegado al final de la línea. Diferencias irreconciliables —dijo con una breve
inclinación de cabeza a su amigo.
—Esto no ha terminado —dijo Nick, con su voz como un alambre tenso, listo para
salir.
—No espero que menos de ti —dijo Luke. —Pero por ahora, lo está. —Nick tiró las
llaves del coche en el aire, él las tomó. —Me parece bien, mi amigo. Sin embargo,
deberás encontrar tu propio camino a casa.
—Me lo imagino.
—Pero creo que hay una cuestión de una apuesta entre nosotros. La cobraré.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Por qué no? —se acercó más, atraído por el calor de ella, por el deseo que
emanaba de ella. Ella lo negaba, sí. Pero su corazón no estaba en eso.
—Porque lo deseo —admitió en voz baja, pero sus palabras corrieron a través de él
como una canción.
—Sara…
—No. —ella sacudió la cabeza, con voz firme, y él sintió la resolución dentro de
ella.
—No estoy de acuerdo con eso —dijo, —pero tampoco puedo discutir sobre eso
ahora.—ella inclinó la cabeza, arrugando su frente con preocupación. — ¿Tasha?
Ella tomó su mano, y el toque casi lo penetró. —Me acordé de lo que me dijiste, de
haber tenido una hija hace mucho tiempo. Eso es lo que Tasha es ahora, ¿no?
—Sara... —su nombre salió en bruto, grave con necesidad. Quería tirar de ella
cerca, para que calmar sus temores. Para perderse en el simple placer de tenerla a su
lado. No podía hacer nada de eso, y odiaba las circunstancias que los habían
llevado a ese callejón sin salida.
Metió la mano en su bolsillo, con los dedos encontrando el anillo de Livia. Quería
llamar su confort, pero éste no llegó. Temía que ahora que había conocido a Sara,
él se calmara con sólo tocarla.
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El Club de las Excomulgadas
—La encontrarás —dijo con suavidad. —Sin embargo, Luke —agregó con voz
fuerte ahora con advertencia —cuando lo hagas, no huyas. Será peor para ti si
huyes.
— ¿Srta. Constantine? —la recepcionista la llamó. —El ayudante del señor Bosch
—Han encontrado a otra niña —dijo una mujer, con su voz suave marcada con
pesar. —La Fuerza de Tareas desea que vaya inmediatamente a la escena. —
cuando Sara colgó, Luke estaba a su lado.
—Voy contigo.
—De ninguna manera —gritó Doyle, con su dedo extendido apuntando a Luke.
Un dedo que estaba a punto de ser roto si el para-demonio no conseguía salir de la
cara de Luke. —De ninguna maldita forma.
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El Club de las Excomulgadas
—Es un asesino.
Sara se estiró, llegando a la cara de Doyle, una seña que calentó el corazón de
Luke. Ella señaló a su izquierda, hacia el cuerpo de la adolescente, ahora extendido
muerto, sobre el que los técnicos estaban haciendo su trabajo.
— ¿Tiene usted alguna razón, agente, para pensar que Dragos cometió este crimen
o cualquier otro delito relacionado con este asesinato? ¿Lo tiene? Porque yo no.
Pero estoy absolutamente segura de querer saber quién lo hizo, y si creo que Dragos
puede ayudar, entonces se queda. Y se queda con mi autorización.
—Entonces es bueno que sepa nadar, ¿no? —la mirada que Doyle le dio a Luke fue
de odio puro. Luego se alejó, dejando a Sara en plena ebullición. Ella miró a Luke,
con rostro sonrojado. —Maldita sea —dijo. —Todo lo que quiero hacer es
encontrarlo antes de que mate a la siguiente víctima. No necesito el resto de esta
mierda.
— ¿Dijiste que mantenía a todas las víctimas enjauladas? Tengo que estar cerca de
su cuerpo. —tenía que ver si la niña tenía el olor de Tasha en ella. Si habían
compartido una jaula. Y tenía que buscar el otro aroma de Caris.
—Muy bien —dijo mirando de reojo. —Pero me estoy jugando el cuello en esto,
Luke. No le des la razón a Doyle.
—Nunca.
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El Club de las Excomulgadas
se habían quedado. Sara habló con Bosch, quien se volvió, miró a Luke y luego dio
un rápido movimiento, brusco. Ella inclinó la cabeza y Luke se unió a ella. —Dos
minutos.
— ¿Tasha? —repitió ella. — ¿Has venido aquí porque Stemmons tiene a Tasha?
—Tuve miedo de que Caris la hubiera tomado. —se pasó la mano por el pelo,
tratando de pensar. Hasta el momento no tenía ningún olor de Caris, y comenzó a
caminar por el perímetro de la escena del crimen, buscando en la noche por su
aroma a madera.
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El Club de las Excomulgadas
Ella dio un paso a su lado. —Me fui por las ramas por ti, y…
— ¿Qué?
Había por lo menos veinte metros hasta la escena del crimen, pero no había duda
de su fragancia. Ella había estado allí. La vil perra había estado en ese punto
Ella se apresuró a seguir su ritmo mientras corría hacia su coche. — ¿Por qué?
— ¿Tasha?
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El Club de las Excomulgadas
—Ella es peligrosa.
Era una pregunta que no podía responder, porque no había estado pensando, sólo
reaccionando. Ella sabía por qué él estaba yendo, lo que le haría a Caris si la
encontraba. Pero no podía luchar contra él en esto. —Es por Tasha —dijo
simplemente. —Y ella es importante para ti. —mientras lo miraba, cerró los ojos, y
luego tragó.
Cuando él la miró otra vez, era todo acero. —Vendrás —dijo. —Pero te quedarás
en el coche.
Incluso en medio de la noche, les tomó veinte minutos llegar desde el norte de
Hollywood a Silver Lake, y Luke estaba maldiciendo cuando estacionó el coche a
lo largo de la acera y se detuvo frente a la casa. Apuntó un dedo a ella. —Quédate
—dijo, y ella se lo juró, una promesa que de inmediato encontró difícil seguir. No
sabía casi nada acerca de Caris que no fuera el breve expediente que Martella le
había dado después de que Luke hubiera mencionado por primera vez el nombre.
Había habido muy poca información. Había sido una antigua amante de Tiberius,
el enlace de los vampiros con la Alianza. Habían tenido una pelea unos años antes.
Los rumores eran gruesos, pero lo más probable era que sugerían que se había
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El Club de las Excomulgadas
conectado con un hombre lobo, que había gritado la intriga política de la que Luke
le había hablado. La conclusión, sin embargo, era que Caris era una vampira, y al
parecer se había conectado con escoria como Stemmons. Estaba matando, y era
peligrosa, y no se veía limitada por las bandas de hematita.
Esperó, con los ojos en la casa. La casa estaba en silencio. Con la forma de la casa
demasiado tranquila.
Infiernos.
—¡Luke! —corrió hacia él, sin pensar en el peligro hasta que acechó por la puerta
principal. Pero no había ningún peligro. Sólo estaba Luke con furia, empujando
una silla encima de su cabeza mientras la lanzaba a través de la habitación oscura a
la pared del fondo, donde se rompió en pedazos. —¡Luke, basta!
Él se dio la vuelta, con los ojos desorbitados, con la cara contorsionada. Ella se
detuvo, mirándolo con recelo, al darse cuenta rápidamente de que la casa estaba
vacía. Tasha no estaba ahí. Tampoco Caris. Se había quedado sin esperanza, y el
demonio se había puesto furioso.
—La encontraremos —dijo avanzando hacia él, hacia este hombre que una vez la
había abrazado tan tiernamente, que ahora se quemaba con la pérdida de alguien
que amaba. Ella entendía la profundidad de su furia, ella la sentía cada vez que
pensaba en Crouch y en el padre le había robado. Tasha, sin embargo, no había
desaparecido aún. —La encontraremos —repitió y esta vez se movió más cerca,
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El Club de las Excomulgadas
ignorando el escozor del miedo al tomar su rostro entre sus manos, haciéndole
saber que ella estaba allí, y, sí, que ella lo entendía.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 28
—Una persona que trabaje en el Slaughtered Goat podría saber dónde está Caris —
le dijo Luke a Bael Slater. —Si hay alguna pista, quiero que la sigas.
—No hay problema. —el enorme vampiro se echó hacia atrás, con la sillita
crujiendo bajo la tensión. Estaban en un pequeño bar cerca de la División al que
Luke había ido después de que Sara hubiera vuelto a la oficina con su equipo. —La
División no tiene nada, ¿eh?
—Los vampiros en el equipo por lo menos son cuatro siglos más jóvenes que yo —
dijo Luke.
—En este momento, hasta los puedes valen la pena seguirlos. —su amigo se
levantó. —Estaré en contacto —Luke comenzó a ponerse de pie, pero fue
sorprendido por el sonido afilado de su teléfono. Lo sacó rápidamente del bolsillo
de su guardapolvo, con la esperanza de ver el nombre de Tasha en el identificador
de llamadas. En cambio, el teléfono identificador de la persona que llamaba era
TQ.
— ¿Qué has averiguado? —le preguntó sin preámbulos. Luke había llamado a los
genios después de que se separara de Sara, exigiendo la satisfacción de la
asignación fallida de Tariq la primera noche.
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El Club de las Excomulgadas
No encontró a los genios, pero su sangre caliente golpeó cuando vio a una mujer
esbelta, con pelo corto oscuro y ojos felinos. Caris. Se puso de pie, volcando la
mesa en su prisa, pero un segundo después se había ido.
Ella no se había transformado en niebla, se había ido, o sus ojos le estaban jugando
una mala pasada. Se obligó a bajar su ola de descontento y se concentró en la
—Así es.
No era así, pensó Luke. Sin embargo, ese punto podría plantearse en una cita
posterior. —Cuéntame.
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El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea. Bien. Me dejarás bajo tu maldito dedo pulgar el resto de mi vida
natural.
—Son las contramedidas, mi amigo. Dime lo que sabes del dispositivo de detención
y de sus medidas.
—No recuerdo haber dicho que era mi propósito. Soy un amante del conocimiento,
—Maldita sea —dijo Tariq. —Es tu trasero. Lo que sea. Es un sistema a prueba de
fallos.
—Me lo esperaba.
— ¿Y del juez? —Luke le preguntó, pensando que quizás Acquila no había sin
embargo, acabado su utilidad.
—Nada. Una vez concedida la libertad bajo fianza, está fuera del circuito.
—Esa es la belleza —dijo Tariq. —El sistema también está ligado a los fiscales y al
investigador principal.
280
El Club de las Excomulgadas
Luke se puso tenso, con sus posibilidades bailando delante de él. —Dilo de nuevo.
— ¿Juntos? —preguntó Luke, haciendo caso omiso de los genios. — ¿Doyle y los
fiscales tienen que estar juntos?
En un momento, la utilizaría sin dudarlo, pero ese tiempo aún estaba lejos.
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puerta. No era que le importara demasiado. Se había tambaleado en el borde de
otra pesadilla, pero ya que eran las dos de la mañana, era muy posible que el
visitante pudiera ser peor que los sueños que la atormentaban.
—Voy —gritó, cogiendo una bata. Corrió hacia la puerta, mirando por la mirilla, y
se encontró mirando al sexy de Luke, con el rostro con el ceño fruncido. Ingresó el
código de la alarma, abrió la puerta, y pronto descubrió la razón de su ceño
fruncido, cruzando el pasillo, su vecina, la señora Fitzhugh, estaba de pie en la
puerta con rulos, con una expresión impresionada y de desaprobación.
Y ¿por qué no? Con su abrigo largo y oscuro, con sus ojos de guerrero, y la cicatriz
que atravesaba su mejilla, Luke parecía decididamente formidable. —Está bien,
—En el jardín frente a tu edificio —admitió. —No hay muchas opciones a las dos
de la mañana.
Ella se mordió una risa. —No, creo que no. —se dirigió hacia la cocina a buscar
agua para la flor. — ¿Entonces por qué estás aquí? No hay noticias acerca de Tasha
—agregó. —Ya me lo hubieras dicho.
—Deseaba verte —dijo con su voz de alguna manera a la vez fuerte y vulnerable.
—Esta noche he seguido la pista de Stemmons. Siguiendo a distancia cada una de
tus escenas del crimen original, lo mejor que pude. No he encontrado nada.
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El Club de las Excomulgadas
—Después vine aquí. Estás en mi cabeza, Sara. Escucho tu voz. Huelo tu perfume.
Siento tu tacto. —sus hombros se levantaron. —Y tuve que venir.
Su corazón se disparó en su pecho. —Oh. —ella tragó, sabiendo que no debía decir
más, pero no pudiendo permanecer en silencio. —Estoy feliz de que lo hayas
hecho.
— ¿De verdad?
Él se acercó a ella. —Por extraño que parezca, nunca he sido bueno siguiendo las
reglas.
—Pero las reglas son importantes para ti —dijo. Él le acarició la mejilla, lo que le
dio ganas de romperse y ronronear. — ¿Quieres que me vaya?
Ella vaciló, sabiendo que por el bien de su salud mental, y, posiblemente, por su
trabajo, debería mentirle. En cambio, le dijo la verdad. —No. —ella miró su cara,
con sus líneas perfectas, clásicas, marcada por la cicatriz de la guerra. Un rostro que
había visto la muerte y un hombre que se había forjado seguramente miles de veces.
Sin embargo, en ese momento él estaba mirándola con tanta ternura que la hizo
sostener el aliento en la garganta. —No —repitió con voz algo más que un susurro.
—Quiero que te quedes.
—Bien —dijo él, con la simple palabra transmitiendo una gran cantidad de
emoción. —Déjame abrazarte.
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El Club de las Excomulgadas
Ella vaciló un momento y luego se movió y apretó su mejilla contra él. Luke
suspiró, con su pecho subiendo y bajando debajo de ella, firme y tranquilo.
—Luke —comenzó, luego se detuvo. No le dijo que deseaba que las cosas fueran
diferentes. Que se hubieran conocido en otras circunstancias. En cambio, le dijo la
más básica de las verdades. —Yo… No importa lo que sienta por ti, haré mi
trabajo.
Ella inclinó la cabeza para mirar su cara. —No parece que te moleste demasiado.
Ella tragó, sabiendo que, como fiscal debería presionarlo, tratar de determinar si
tenía la intención de huir, y si era así, cómo. Como mujer, sin embargo, no quería
saberlo. Ni siquiera quería pensar en ello. Porque si se quedaba, sin duda iba a ser
ejecutado por asesinato. Y si se iba, ella nunca volvería a verlo. Imposible. —Nos
hemos encontramos en el momento equivocado —susurró.
Ella se rió, pensando en la pregunta. —No sé. ¿En los años treinta? Las
probabilidades de que no hubiera sido abogada en aquel entonces son altas.
—A menos que no habías nacido —dijo, con sus dedos acariciando su espalda con
pereza. —Y tan inconveniente como pueda ser para nosotros, soy aficionado a la
mujer que eres.
—Yo también —admitió. —Aun así, habría estado bien. Para estar contigo, sin
todo este ruido que nos rodea. —pensó de nuevo, disfrutando del juego, de la
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El Club de las Excomulgadas
fantasía. —Una vez más, tal vez no en los años treinta. Tal vez en la década de
1800, y podría haber vivido con los vestidos fabulosos del Sur.
—Ah, pero entonces tendría que trabajar muy duro para liberarte de tu corsé.
—A mí tampoco.
Se le ocurrió de repente que él seguramente tenía experiencia real con los corsés, y
el darse cuenta fue a la vez fascinante y abrumador. — ¿Estuviste aquí durante la
Su risa pareció retumbar a través de ella. —Si te digo que estuve, ¿huirás?
—No —susurró, tratando de imaginar todo lo que habría visto, lo que habría
experimentado. Haciéndola esperar que tener ochenta años o así pareciera
insuficiente y endeble. —Mi padre te hubiera amado —dijo e inmediatamente dio
marcha atrás. —Quiero decir, por tu historia. Le encantaba la historia, y eres como
un archivo ambulante. Es... es abrumador.
—Luke…
—Shhh —rozó sus labios sobre su pelo, y luego metió un dedo debajo de su barbilla
y levantó su cara a la suya. Ella contuvo el aliento, sabiendo que debería protestar,
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El Club de las Excomulgadas
incluso fue tan lejos como para formar las palabras en su cabeza. Pero nunca le
salieron, y cuando su boca la rozó, ella gimió con placer del hecho.
El beso fue suave y lento, como una promesa de placeres futuros, y su cuerpo se
disparó con anticipación, con sus pechos y muslos doloridos reuniendo calor entre
ellos. Ella apretó sus manos, tomando su camisa entre sus dedos, y abrió la boca a
la suya.
—Sara —susurró con sus labios rozando su oído de una forma maravillosamente
excitante.
Él robó su nombre de sus labios con un beso, caliente y exigente. Sus manos
estaban sobre sus hombros, y la empujó, duro, en el sofá, y el fuego lento de la
pasión se transformó en algo desesperado y exigente.
Ella se movió debajo de él, deseando sentirlo, tener más de él, y lo oyó gemir, con
su cuerpo abrumado por el simple toque, exquisito de sus labios en los suyos.
Cuando añadió sus manos a la mezcla, cuando él se movió para quedar a
horcajadas sobre ella y sus manos se deslizaron dentro de su túnica y debajo de su
camiseta, su mente pareció ceder. No había manera, no había manera posible, de
que pudiera sobrevivir a su embestida, a ese éxtasis.
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El Club de las Excomulgadas
—Creo que puedo remediar eso —dijo, y luego retrocedió para trabajar en los
botones de su camisa.
—No —dijo ella, con sus dedos ágiles haciéndose cargo, disfrutando de la delicia
de tocarlo. De estar totalmente perdida dentro de él.
—No está ahí —dijo. —Esta noche, no hay nada que se interponga entre nosotros.
—habló con fuerza, con sus manos llegando a la copa sus pechos, jugando con su
tormento y ella se arqueó contra él hasta que cualquier pensamiento de discutir se
fundió en su cerebro.
Con los ojos cerrados, ella sonrió. Ella pensaba lo mismo de él, y cayó sobre él con
avidez, con la boca en su pecho, cuello, mejilla y cicatriz. — ¿Cómo…?
—Un altercado con una espada antes de que me convirtiera —dijo con una sonrisa
irónica. —La espada ganó.
Mientras ella se reía, él la tomó por los hombros, rodándola para que quedara
atrapada debajo de él, con sus manos y boca ocupadas en enviar todo tipo de
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sensaciones a través de ella. Su boca se cerró de nuevo sobre su pezón, con su
placer por la sensación tan aguda que era casi dolorosa, ciertamente insoportable.
Ella se retorció contra él, contra sus propias emociones turbulentas, con la espalda
arqueada hacia él hasta que luchó por dar un grito de placer. Mientras luchaba por
no pedirle más, más, más rápido. Él parecía saber lo que ella deseaba de todos
modos, y sus ágiles dedos se hundieron, y luego le arrancó las bragas con un
gruñido. Después sus manos estuvieron sobre ella, como ventosas, con sus dedos
encontrándola húmeda y necesitada, y con su gemido de satisfacción casi lo
suficiente alto como para mandarla por encima del borde.
Oleada tras oleada, él continuó su asalto sensual, hasta que ella no pudo aguantar
más y gritó de satisfacción, para que la besara.
Él se irguió, con sus labios aún calientes por haberla degustado, encontrando su
boca, maltratándola, tomándola. Reclamándola.
Ella luchó por liberarlo de sus pantalones vaqueros, y una vez que estuvo desnudo,
se levantó sobre ella, como un dios oscuro, como un feroz guerrero, y ella llegó por
él, queriendo ser su despojo, su campo de batalla, y sabiendo que la llenaría. Su
cuerpo, sus emociones, sus deseos más profundos.
Su cuerpo temblaba de emoción, y le susurró una sola palabra. —Ahora —eso fue
todo lo que hizo. Sus ojos se oscurecieron con deseo, sus dedos presionaron sus
muslos separándoselos, y luego dándole un asalto sensual, erótico, mientras la
penetraba. Ella gimió, tan húmeda y tan lista, abriendo su cuerpo para él,
acogiéndolo, atrayéndolo dentro. El placer era exquisito, y ella se resistió en su
contra, haciendo coincidir sus estocadas, con la creciente necesidad dentro de ella
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El Club de las Excomulgadas
otra vez mientras le gritaba para que no parara, para que nunca, nunca parara. Su
tacto era una promesa, sus estocadas una caricia, y mientras viajaba hacia arriba,
arriba, arriba, supo que él iría con ella.
—Ahora —dijo él. —Por los dioses, Sara, ahora. —ella explotó. Destrozada. Con
su cuerpo, su mente, mantenido sólo por la fuerza de su voluntad y sus manos
firmes sobre ella.
—Luke —el nombre fue suave, como un tributo, y la atrajo hacia sí.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 29
La seguridad en la casa de Malibú de Lucius rivalizaba a la del Palacio de
Buckingham, pero no era impedimento para un hombre como Serge. Se deslizó a
través de las defensas en momentos simples, luego entró entre las sombras que
merodeaban dentro de la casa de su amigo. El océano, se dijo, mirando las sombras
con temor. No era manifestación de sus pesadillas.
No más.
Podía recordar haberla mirado, olido. Y había echado en falta la sensación de ella.
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Un gruñido bajo salió de su garganta, y su pene, duro y listo, golpeó contra la
costura de sus pantalones. El demonio quería salir a jugar. No.
Excepto que la inocencia se había ido, y él había visto algo nuevo en ella. Pero si
había estado allí antes, o si la había corrompido Braddock, no lo sabía. Todo lo que
sabía era que la deseaba.
Luke dejó la casa de Sara mucho antes del amanecer, y ahora los faros del
Mercedes cortaban una ruta a través de la noche mientras maniobraba por la
curvatura de los cañones de Malibú. Le hubiera gustado quedarse, le hubiera
gustado haber hecho el amor una y otra vez, pero necesitaba estar en casa durante
las horas del día. Podía no ser capaz de cazar o de acechar, pero podría usar el
teléfono y el ordenador, y por la noche el tiempo se reduciría de nuevo, tendría una
ventaja sobre Tasha. Sobre Caris.
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El Club de las Excomulgadas
Su teléfono sonó, y pulsó el botón del altavoz, y escuchó la voz profunda de Slater
llenando el coche.
—No hay nada todavía —dijo Slater, —pero tengo una cuenta en unos pocos para-
demonios de personal que dicen que entraron a la Slaughtered Goat sobre el tiempo
en que Caris apareció por primera vez. Les seguiré la pista, veré lo que saben.
—No hay problema. Otra cosa, sin embargo, mi amigo. Algo de mierda cayó aquí
el otro día. ¿Tal vez has oído hablar de eso? —Slater le preguntó, con tono de dejar
—Pensé que lo creerías así. Te mantendré informado— ,dijo Slater, luego colgó
mientras Luke consideraba ese nuevo inconveniente. Alinda. No había otra
explicación. El elfo de Nick había desaparecido y lo había delatado.
No era, sin embargo, un problema que se pudiera abordar ahora, así que lo puso
fuera de sí, centrándose en cambio en deslizar el coche en el garaje, y luego en
caminar dentro de su casa frente al mar. No era tan conveniente como la casa en
Beverly Hills, pero echaba de menos el sonido del mar. Además, no tenía ningún
deseo de pasar sus noches rodeado por el persistente aroma de Ryan Doyle y su
equipo RAC.
No había luces encendidas en la casa, sin embargo, al momento en que Luke abrió
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El Club de las Excomulgadas
la puerta, supo que alguien había estado allí. No Tasha, sin embargo. Serge. Luke
se puso tenso, con sus fosas nasales abriéndose, con los hombros girando a una
posición de lucha mientras su paciencia llegaba al punto de ebullición.
El océano.
Al momento en que el pensamiento entró en su cabeza, Luke supo que era el lugar
donde estaría Serge. Como él, Serge había tenido siempre una afición por el mar.
Por la picadura de la sal en la niebla, por el tirón de las corrientes, y el misterio de
las profundidades negras, insondables. Bajó a la terraza de atrás, luego bajó por las
escaleras a la playa privada, a la arena que brillaba a la luz de la luna.
Al principio, pensó que se había equivocado, porque no vio señales de Serge. Luego
miró de cerca y vio la silueta de un cuerpo tendido en la arena, con las olas
rompiendo sobre él. Se fue hacia el agua, luego se puso sobre su amigo, que estaba
tendido en la arena.
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El Club de las Excomulgadas
—Vete a la mierda. Estamos jodidos de todos modos, ¿no? —Serge se puso en pie.
Y cuando el otro hombre se estabilizó, Luke llegó de vuelta con su brazo derecho y
golpeó a su amigo y compañero de Kyne duro en la cara, tirándolo hacia abajo
sobre la arena. Cayó sobre él, entonces con su mano extendida sobre el corazón de
Serge.
— ¿Te acuerdas? —le susurró. — ¿Te acuerdas de lo que hicimos? ¿En el pueblo a
las afueras de Praga? ¿Cómo nos hicimos cargo de la ciudad? ¿Cómo hemos
acabado con nuestra competencia? —sus dedos se cerraron sobre el pecho de Serge,
con sus uñas en su piel. —Sólo hay dos maneras de matar a un vampiro, amigo.
Una estaca en el corazón o una cuchilla en la cabeza. Pero el corazón no tiene que
Sus ojos se encontraron con los de Luke, con el dolor evidente tras el demonio de
fuego. —Me gustaría morir antes de ser ese monstruo de nuevo.—
Con dedos como garras, se agachó, con la mano sobre el corazón de Sergius
mientras lo agarraba, duro, queriendo rasgar su carne, queriendo hundirlas en sus
músculos. Muy adentro, una voz le gritó que se detuviera, que esperara, pero había
ido demasiado lejos, y pronto el hombre al que había llamado una vez un amigo se
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El Club de las Excomulgadas
había ido, también, sin su demonio adoptado medidas, después de haberlo librado
de los traidores y necios.
Manos calientes agarraron sus muñecas, y Lucius miró los ojos de Sergius. Serge
podría haber querido morir, pero no se podía decir de su demonio, y Lucius dio un
rugido de satisfacción cuando la bestia se reunió con él, desafiándolo en un
combate. Una pelea dura será esta, pensó, mientras Serge se levantaba y pegaba su
frente en la de Luke haciéndolo retroceder.
El talón de Serge cruzó la mandíbula de Luke, haciendo sonar sus dientes, y Lucius
consideró que su cordura estaba sobrevalorada. Corrió, acomodando su pierna para
golpear a Serge antes de que la patada llegara de nuevo al centro de su pecho. Serge
perdió el equilibrio y presionado por la ventaja de Luke, cayó duro sobre su amigo,
su enemigo, su hermano.
No tenía una estaca, pero al parecer no era importante en ese momento. Aplastó
sus manos a los lados del cráneo de Serge. La decapitación mataba también a un
vampiro, y en ese momento, Lucius pudo rasgar la cabeza del bastardo
arrancándosela.
Muy adentro, Luke se movió hacia atrás, tratando de controlarse. Tratando de salir
a la superficie. En la playa, Lucius se mantuvo firme, con los ojos en la cara de
Serge, saboreando el momento en que el demonio fuera destrozado.
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El Club de las Excomulgadas
—No lo hice —dijo Serge, con los ojos brillantes color rojo, pero con su cuerpo se
cojeando.
—No la toqué —repitió Serge, con el desvanecimiento del fuego de sus ojos. —Te
lo juro.
Dentro de Lucius, la parte que aún era humana luchó, tomando ventaja de la
sorpresa del demonio, y finalmente, latiendo bajo. —Serge —susurró, quitando su
—No hemos luchado así en más de cinco siglos —dijo Serge, tomando bocanadas
profundas de aire. —Ahora recuerdo por qué—se dio la vuelta sobre su costado. —
Siempre me ganas.
— ¿Eres tú?
—Por ahora —dijo Serge. —No sé por cuánto tiempo. Viene… —dijo. —…Y se
queda.
—Vas a tener que encontrar la fuerza para luchar —dijo Luke, temeroso de que la
fuerza se desvaneciera en él. Era demasiado fácil para el demonio salir esa noche.
Era necesario liberarlo si iba a ser aplastado hacia atrás, dócil, en su interior.
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El Club de las Excomulgadas
Luke mantuvo su voz plana, sin emociones, y le dijo a su amigo todo lo que había
sucedido.
Luke se desabrochó la camisa. — ¿Quién diseñó este dispositivo? —vio que las
cejas de Serge se levantaban, mientras él se acercaba y tocaba el frío metal.
—Había oído hablar de ellos, pero nunca he visto uno antes. —miró a Luke. —
— ¿Puedes encontrarlo?
—Tal vez. Si no, puede haber otra solución. Te dejaré dicho cuándo y dónde te
reunirás conmigo esta noche, y veremos qué se puede hacer.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 30
—No hay nada nuevo con la ubicación Stemmons —dijo Sara, colgando la llamada
de Porter y volviendo la cara de su equipo. —Por lo tanto, cambiaremos la marcha
por un momento y nos centraremos en el asunto Dragos. Tenemos tres semanas
hasta el juicio.
—Hemos recorrido a cinco víctimas —dijo Doyle. —El juez fue un maldito patán,
— ¿Y de Tasha?
—Ni una palabra, ni un susurro. —Doyle entrecerró los ojos mientras la miraba. —
¿Alguna vez consideró que Dragos le estuviera tirando una cortina de humo a su
falda?
—De que él sabía que Braddock era un sucio, y que te está lanzando este montón
de tonterías pensando que harás exactamente lo que estás haciendo.
—No te lo compro. —había visto el dolor en los ojos de Luke. De ninguna manera
iba a creer que estaba tomándole el pelo. —Así que quiero seguir buscando. Y
también quiero que haya entrevistas con las víctimas de otras violaciones. Haré que
Martella haga copias y se las envíe a Dragos.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás bromeando conmigo? —Doyle dijo junto a ella, Tucker casi se ahogó con
sus patatas de sal y vinagre.
Ella se volvió a J’ared. —Esta regla se aplica aquí, también, ¿no? ¿Si encontramos
evidencia que pueda ayudar a la parte demandada, tenemos que entregársela?
—Lo comprobaré —dijo J’ared. —Estoy bastante seguro de que los humanos
copiaron eso de nosotros. Una encarnación anterior de la PEC establece esa regla,
oh, alrededor del año 600 aC. —él frunció el ceño. —Tal vez en el 1600 aC en
cualquier caso, antes de eso, cualquier cosa valía.
—Fue él —dijo la chica llamada Alinda, apuntando con un dedo huesudo a una
imagen de Luke.
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El Club de las Excomulgadas
—Totalmente —se volvió hacia Doyle. —Igual que le dije cuando me llamó.
Estaba en el callejón, y lo vi forzar la entrada.
—Hasik y Tinsley murieron la noche del viernes. ¿Por qué lo dice ahora?
Ella se lamió los labios. —Estaba hablando con la gente. Comprobando páginas
Web, las noticias, ya sabes. Nuestras noticias, quiero decir. Y vi su foto. Él es el que
mató al juez, ¿no?
— ¿Los de su clase?
—Pero no entró, ¿verdad? —Sara dijo. — ¿No dices que entró por el callejón?
— ¿Sabía el código?
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El Club de las Excomulgadas
—Casi un desafío —dijo Doyle. —Tenemos un testigo presencial. Este asunto está
envuelto.
Dos cuerpos parecían cubrir el suelo. Uno de ellos, un hombre corpulento, con el
cuello roto, con la cabeza colgando en un ángulo obsceno. El otro, un ser enjuto
yacía en un charco de su propia sangre procedente de la larga herida en su cuello.
Ella cerró los ojos mientras la bilis le subía por la garganta, con el sabor ácido
persistente en su boca. Había visto miles de fotos de escenas del crimen y decenas
de escenas de crímenes en la realidad, muchos más brutales y sangrientos que estos.
Pero nunca antes había visto una hecho por la mano de Luke.
—Sáquelas.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿De qué diablos estás hablando? —Tucker dijo, al momento en que Viggo cerró
la puerta.
—Fiscalía de discreción —dijo Bosch. —No habrá cargos contra Dragos. No por
esto.
Doyle dio un paso adelante. —Esto es una mierda. Maldita sea la Alianza
vigilante.— movió un dedo en la cara de Bosch. —No es justo —dijo y con eso,
Sara tuvo que estar completamente de acuerdo.
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El Club de las Excomulgadas
había dicho que se reuniera con él allí, y ahora Luke sólo podía esperar y esperar
que los esfuerzos de Serge por ayudarle a quitar el dispositivo de detención
hubieran valido la pena. Alrededor de él, el bosque estaba quieto, aunque no en
silencio. El ulular de un búho funesto cortó a través de la noche, haciéndose eco de
sus preocupaciones, como si se hiciera eco de Luke. Pasaron los minutos, y Serge
no se presentó.
Inquieto, Luke caminó, con su irritación creciendo, cambiando a temor frío, duro
mientras los minutos se volvían horas.
Y eso sólo podía significar una cosa: El demonio dentro de Serge había ganado la
batalla, y su amigo había desaparecido en la oscuridad.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando oyó pasos en la maleza. Miró hacia los
árboles, y vio como Nicholas avanzaba hacia él.
—He venido a entregarte un mensaje —dijo Nick, con su voz entrecortada por la
emoción.
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El Club de las Excomulgadas
Pero así como hizo la pregunta, Luke supo la respuesta. Serge había querido
reparar el daño por no haber cumplido su promesa de proteger a Tasha. Incapaz de
encontrar otra forma de liberar a Luke del dispositivo de detención, tontamente se
había acercado a Tiberius, esperando que el líder de los vampiros usara su
influencia y moviera los hilos necesarios. —El maldito tonto.
—Entiendo —dijo Luke. Pero por lo menos su amigo era libre. Si Tiberius lo
hubiera capturado, Serge no estaría más.
—También estoy aquí con un mensaje. Tiberius envía su pesar sobre la traición de
Alinda.
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El Club de las Excomulgadas
—Dijo que te dijera que está dispuesto a hacer desaparecer el problema. No volverá
a morderte en el trasero, Luke. A fin de cuentas, eso es mejor que nada.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 31
La Casa de Malibú de Luke era grande, había sido construida en la ladera de una
colina y estaba al menos a media manzana de la ciudad. Formidable, y sin embargo
atractiva. Igual que su propio dueño. Casi no venía. Lo había hecho, conduciendo
sin rumbo en la noche durante más de una hora, tratando de envolver su cabeza en
torno a lo que había aprendido en el Slaughtered Goat. La verdad era que no sabía
lo que le diría. Lo único que sabía era que tenía que verlo. Tenía que ver al Luke
que estaba en su cabeza, y borrar la imagen del que había cortado la garganta de las
criaturas. Del Luke que le había roto el cuello a Hasik Ural.
El Luke, que había vivido todas las cosas horribles que se describían en su archivo.
La casa estaba menos recargada de lo que hubiera esperado para una de esas lujosas
direcciones. En cambio, la encontró hogareña, como para vivir en ella, como si
Luke la hubiera abandonado hace mucho tiempo so pretexto de comodidad y se
hubiera preocupado por agradarla sólo para sí mismo. Eso le gustaba, también. Los
colores eran brillantes. Las almohadas mullidas. Lucius, sin duda, nunca veía la
habitación a la luz del día, pero era brillante y alegre, sin embargo, con una pared
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El Club de las Excomulgadas
de vidrio largo en la parte trasera que daba a una terraza de madera y a una
impresionante vista del Océano Pacífico. Se imaginó allí con él y viendo el
atardecer, y luego sintió una punzada de pesar de que nunca, de hecho, verían el sol
juntos. Una idea tonta, sobre todo teniendo en cuenta su propósito al venir aquí esa
noche.
Excepto, por supuesto, que no estaba segura de cual había sido su propósito, más
que verlo. ¿Esperaba que le negara sus acciones? ¿O le prometiera que nunca lo
volvería a hacer? No era tan ingenua como para creer lo primero, pero no podía
acabar con el temor de él negándose absolutamente a lo segundo. Miedo, porque a
menos que se alejara de la sangre y la muerte no llenara su expediente, sabía que
nunca podrían encontrar un terreno común. Y un terreno común era algo que tan
—Eres una tonta —susurró. Al fin y al cabo, ¿qué importaba si resolvía una serie de
problemas? Había otro inminente, el juicio. Después de unos minutos de estar sola
en su sala llamó su nombre una vez más, después dejó la sala. No se atrevía a
hacerlo, sin embargo, y en su lugar se movió por la casa, decidida a verlo.
—Vine aquí a pensar en ella —dijo. —Para recordar la forma en que se sentaba en
la cama y jugaba con sus muñecas. Para hacerme una idea de ella jugando en la
playa bajo la luna, con su cara iluminada con una sonrisa de inocencia. —dijo. —Y
esa perra y su cohorte de humanos la han mancillado.
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—Lo siento mucho. Pero todavía creo que la traerás de vuelta. —vio que sus
hombros se hundían. —Lo sé.
El silencio se cernió entre ellos, y aun así él no se dio la vuelta. Tenía que saber por
qué había venido, pero no dijo una palabra al respecto. Este era su tema, su batalla.
E iba a tener que dar el primer golpe.
Le pareció ver una mínima holgura de alivio en sus hombros antes de que levantara
la cabeza para que pudiera ver su rostro en el espejo. Él estaba mirándola
directamente con su calor inconfundible, y sintió el deseo revolotear dentro de ella,
a su cuerpo respondiendo a nada más que la intensidad de su mirada. Contuvo el
aliento y se detuvo, decidida a no demostrárselo, y al mismo tiempo con la certeza
de que esos malditos sentidos vampíricos podían oír el ritmo acelerado de su
corazón, y oler su deseo.
— ¿Entonces por qué estás aquí, Sara? —le preguntó, con tono de invitación y de
desafío.
—Por ti. Por mí. Porque no puede haber un tú y yo si continúas haciendo eso.
— ¿Hacer qué? —le preguntó. —Eres un fiscal, Sara. ¿No te han entrenado para ser
más precisa? La palabra que estás buscando es matar.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, maldita sea, esa es. Y tú no puedes sólo salir y decidir quién vive y quién
muere.
—Esto es lo que soy, Sara. Es lo que hago. Me aceptes o no. Pero me aseguraré de
que lo entiendas. Todo.
—El hecho de que yo lo quiera, sólo porque te elogié sin saber siquiera quien eras,
no lo hace correcto.
— ¿Cómo puede estar mal, Sara? Era un asesino, una bestia. ¿Cómo fue correcto
que se le permitiera seguir para infligir dolor a los demás?
— ¿Qué quieres que diga? ¿Quieres decir que lo correcto fue que mataras a Crouch?
Bueno, lo diré. Pero eso no significa que puedas saltar de ese único evento a
volverlo una regla general. Todo se reduce a algo tan básico que es un cliché, el fin
no justifica los medios, maldita sea.
—A veces —dijo Luke, —Lo hacen —dio un paso hacia ella. —Encuéntrame allí,
Sara. Ven por lo menos tan lejos conmigo.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo serás —dijo ella con voz débil, con la boca seca. —Lo serás.
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El Club de las Excomulgadas
Había peligro en su voz, junto con una advertencia. Ella no le prestó atención. En
cambio, lo abrazó, tomando su pulso acelerado, de repente su piel estaba tan
sensible. —Lo estoy —susurró.
Ella rompió el beso, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar sus ojos que
reflejaban las profundidades de su propio deseo. —Luke —era una súplica, una
oración, y una invitación, y él aceptó, tomándola en sus brazos y llevándola a la
sala como si no pesara más que una pluma.
Una enorme cama dominaba la habitación, iluminada desde arriba por la luna en el
techo de cristal. Ella todavía tenía bastante de su salud mental como para buscar las
persianas, y encontró la persiana metálica metida a los lados, lista para cerrarse
cuando el alba amenazara el cielo.
—He extrañado sentirte —dijo, dejándola suavemente en la cama, con sus grandes
manos luchando con los diminutos botones de su blusa. —Al diablo —dijo, y tomó
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El Club de las Excomulgadas
el material y tiró, enviando los botones a volar y haciéndola reír mientras el aire frío
rozaba su piel desnuda.
—Tan preciosa.
—Tócame —le rogó, queriendo sentir sus manos sobre sus pechos y el peso de él
pulsando sobre ella. —Tócame ahora.
—Hermosa —susurró, con sus manos acariciando sus muslos, acariciando la piel
suave y enviando cintas candentes de calor a arremolinarse por todo su cuerpo. —
La ropa —dijo.
—Fuera.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estoy —dijo ella, abriendo las piernas para él, entregándose a él. —Lo hago.
Él se movió sobre su cuerpo, explorándolo con su boca a cada paso. Con dedos
hábiles le desabrochó el cierre frontal del sujetador y liberó sus pechos. Su boca se
Entre sus piernas, su erección tembló, dura y lista. Ella se agachó, levantando sus
caderas, con sus manos encontrándolo. Él era como acero de terciopelo bajo sus
dedos, y lo guió hasta a su centro, esforzándose por levantarse, en silencio
pidiéndole que la tomara. Que la llenara. No la decepcionó. Con un gemido de
placer, se empujó poco a poco en su interior, dándole a su cuerpo tiempo para
adaptarse, para tomarlo. Pero cuando estuvo lista, cuando había apretado las
piernas alrededor de él, toda pretensión de sencillez se evaporó mientras empujaba
en su interior, con sus caderas empujándose a un ritmo perfecto mientras su
profundo placer carnal iba in crescendo. La llevó directa hasta el borde, luego se
ralentizó, con el tormento suficiente para que ella gritara, mordiéndole el hombro a
través de la camisa que llevaba todavía. Él no había terminado con ella, sin
embargo, y mientras la penetraba con golpes largos, medidos, su mano se deslizó
entre ellos, con la yema de su dedo pulgar follándola en su boca hasta que fue
placer, y no frustración, lo la hizo presionar sus labios y mantenerlos juntos para
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El Club de las Excomulgadas
tratar de no gritar mientras se venía, con el mundo estallando en un millón de
partículas de luz.
—Creo que eso lo resume muy bien —murmuró él, con la sonrisa de su rostro
reflejada en su voz. Se movió, apoyándose en un codo, con su enorme cuerpo
dando sombra al de ella. Trazó con el dedo perezosamente su estómago y hasta
—Tu cuerpo es como un tesoro —susurró. —Más bella que las estatuas talladas por
los propios maestros.
—Eres muy dulce. Loco —agregó con una sonrisa, —pero dulce.
—Loco, ¿no? ¿Cómo se puede dudar de un hombre que vio a los maestros por sí
mismo?
¿Quién conoció a los modelos personalmente? —había broma en su voz, y ella
luchó para no reírse. —Te aseguro que sé de lo que estoy hablando.
—En ese momento —dijo, —sólo era mi vida. Mirando hacia atrás ahora. Veo la
forma en que el mundo ha cambiado. Sí, fue increíble —se incorporó, tirando de
ella a su regazo y metiéndola cerca de su pecho. —Me encantaría mostrarte mi
pasado. Caminar por Roma, por Gran Bretaña. Contarte las historias de lo que vi
en las calles y de la gente que conocí.
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El Club de las Excomulgadas
Un profundo anhelo la llenó. —Me gustaría eso. Me gustaría escuchar tus historias.
—se acercó, con su cabeza metida en su pecho de repente melancólica.
—Tonterías —dijo. —Es sólo que para ti, no soy más que un punto en el
calendario.
—Nunca —dijo él con una convicción tan cálida y fuerte que estuvo segura de que
nada la haría temblar. —Caminaré por la historia contigo, y haremos de esos años
algo nuestro.
Él le acarició el cabello. —Para mí, un momento contigo vale más de un siglo con
alguien más.
Ella no quería dejar a sus brazos. No había pesadillas ahí, no había huecos abiertos
entre ellos. Todas sus dudas desaparecían.
Pero no podía quedarse. Se incorporó y sacó las piernas de la cama, y luego sonrió
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El Club de las Excomulgadas
cuando la mano de Luke se acercó para acariciar su espalda. —Me tengo que ir —
dijo. —Tengo una reunión esta mañana.
— ¿Volverás?
Ella quiso desesperadamente decirle que sí. En cambio, se volvió para mirarlo. —
¿Matarás otra vez?
—Sara…
Ella levantó una mano. —Quieres ser claro, Luke. Para que entienda todo esto. —
ella lo vio endurecerse. —Conozco el funcionamiento del mundo, Luke sé que
Y supo entonces que a la fría luz del día, nada entre ellos había cambiado.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 32
Había pasado el día en la oficina ocupada en lo mundano, que después de ver la
muerte tan a menudo, había sido un cambio bienvenido.
Lo mundano, sin embargo, no había mantenido a raya las pesadillas, y ella había
tenido que luchar contra el deseo de ir a Luke cuando el día había terminado. En su
lugar, se había ido a tomar una copa con Emily, y escuchado a su amiga sobre el
nuevo abogado en la oficina y la forma en que al parecer era tanto soltero como
lindo.
Llamaría a Luke después, diciéndose que era sólo para recopilar información,
Después de tres cargas, se había asentado en la cama con un libro y esperado que
las pesadillas no quisieran venir.
Las niñas, los colmillos afilados. Crouch. Stemmons. Y la sangre. Tanta sangre. Y
así se había acostado en la cama, agarrando las sábanas, deseando a Luke.
Sabiendo que si él estuviera a su lado podría dormir, domesticar sus pesadillas.
Seguro. Renunciando a dormir, se levantó de la cama, y luego fue al baño a
salpicarse agua en la cara, esperando que el frío la trajera de vuelta a sus sentidos.
No lo hizo. Ella todavía lo deseaba. Más que eso, lo necesitaba.
Irónico, pensó, que un hombre que matara tan fácilmente pudiera ser la única
persona en todo el mundo que la hacía sentir protegida. Segura. Amada.
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El Club de las Excomulgadas
Maldita sea. Una sola palabra, y hacía grandes estragos en su cabeza. Ella no
quería ir allí. No quería pensar sobre el amor de Lucius Dragos. Temía, sin
embargo, hacerlo. Lo amaba, pero no sabía cómo sería con él, con el hombre que
había torcido el cuello de Hasik Urals hasta que se había roto. No importaba que
Hasik hubiera sido uno de los peores entre los peores. ¿Por qué defender en los
tribunales y abogar por la justicia si los hombres como Luke salían a capricho?
¿Y por qué, a pesar de todo eso, lo deseaba tan desesperadamente a su lado en ese
momento? ¿Por qué deseaba que él le acariciara el pelo y le dijera que iban a
atrapar a Stemmons? ¿Que lo iban a detener antes de que lastimara a la joven que
seguía?
Ella tecleó el código de alarma para desactivar el sistema, luego abrió la puerta. El
documento estaba en el tapete, tal como ella había esperado, pero no le prestó
atención. En cambio, se quedó viendo la cara de la muñeca de porcelana con los
labios rojos y vestida de color rosa. Una pequeña hoja de papel estaba depositada
en el delantal de la muñeca, con una palabra garabateada: la siguiente. Con su
sangre golpeando sus oídos, tomó un lápiz de la mesa al lado de la puerta, entonces
utilizó la goma para voltear la muñeca cuidadosamente. Siguiendo utilizando el
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El Club de las Excomulgadas
lápiz, levantó la parte de atrás del vestido para revelar el cuerpo de la muñeca de
algodón, y el nombre escrito en marcador negro a lo largo de la costura. Tasha.
Sara se encogió mientras Luke lanzaba lo que tenía que ser una pieza de mil años
de antigüedad de cerámica contra la pared perfectamente pintada de la sala de su
casa en Malibú, luego vio como se rompió en mil pedazos. Alargó la mano hacia la
compañera de pieza, y saltó hacia adelante.
—¡Luke! No.
Él caminaba a través del cuarto, con sus puños, y cuerpo en tensión por toda la
rabia y el dolor. Ella lo miró, con el corazón dolorido. — ¿No tienes nada más
sobre la localización de Caris?
—Nada —dijo.
— ¿Puedo hacer algo? ¿Puedo ser tus ojos y oídos durante el día?
Él se volvió, y la cruda emoción que vio en su rostro la hizo temblar. —Hay una
cosa —dijo.
—Cualquier cosa.
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El Club de las Excomulgadas
—Creo que ya hemos destruido las paredes que se supone existen entre nuestros
dos roles.
Ella abrió la boca para protestar, pero la cerró cuando vio su rostro. Su
preocupación era real, igual que su determinación. Y ella sabía muy bien que esta
no era una batalla que iba a ganar, incluso si quisiera. —Muy bien —dijo. —No
estoy del todo segura de cómo haré para volar al trabajo, pero lo averiguaré.
—Gracias —dijo simplemente. —Hay otra cosa. —a pesar de que habló con
firmeza, había un problema en su voz. Un toque de reserva que la sorprendió.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se mordió el labio inferior, incapaz de negar que lo que él proponía era
atractivo. Erótico, incluso. La promesa de una intimidad prohibida y la emoción de
bailar en el borde, pero sin caer otra vez. ¿Cómo sabría? ¿Cómo se sentiría? ¿Y ese
encuentro tan íntimo la cambiaría?
—No —dijo él con palabras fuertes, en respuesta a la pregunta que ella había
manifestado. —Yo no te cambiaría aunque desearas que lo hiciera. No correría el
—Eso en parte. —se levantó y se acercó a la pared de ventanas, ahora cubiertas por
persianas de metal que impedían la que sería una maravillosa vista del Pacífico. —
Te dije antes que tendrías que saberlo todo. Que no habría secretos y que
entenderías quién y qué soy.
—Entonces es hora de que escuches el resto. —él se volvió para mirarla. —Maté a
mi Livia —dijo, con voz aparentemente impasible.
—Era tan joven, y la muerte estaba sobre ella, con una debilidad con la que nació y
que sólo se agravó con el paso del tiempo. Yo había sido recientemente convertido
y era arrogante. Pensé que podía salvarla. Pero el demonio dentro de mí no se
había consolidado sin embargo, y era demasiado poderoso. Se levantó, y me
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El Club de las Excomulgadas
entregué a él. En lugar de cuidarla, le quité la vida, y me perdí por completo en el
demonio. Pasaron siglos antes de que llegara a la Retención. Siglos en los que hice
cosas indecibles.
—No fuiste tú —dijo ella, con una sensación de frío. Sintiéndose triste. —Fue el
demonio.
—Fui yo —dijo con firmeza. —El demonio está dentro de mí, y aunque tengo el
control ahora, el poder y la furia, ese potencial, estará dentro de mí siempre —
suspiró, mirando hacia la ventana cerrada.
Ella apretó los labios, dispuesta a no llorar. —Bosch me dijo que los vampiros que
—Yo no lo soy —dijo. —Pero a la vez, lo fui. Y hubo quienes perdieron la vida
tratando de derribarme. Mi demonio es poderoso, Sara, y no fue hasta que conocí a
Tiberius que me vi obligado a sucumbir a la Retención. Durante seis meses, sufrí el
tormento del ritual, y cuando salí, tuve control, y tuve lamentaciones. Tiberius
estuvo ahí para mí, organizó un perdón por mis acciones, y en los siglos que han
transcurrido desde entonces, he luchado por mantener mi voluntad dominante. Por
controlar y usar al demonio en vez de que él me esté usando. La mayoría de las
veces he ganado esa batalla. Pero no siempre, Sara no siempre. —metió la mano en
su bolsillo y sacó un pequeño anillo, una serpiente enroscada, tan pequeño que
parecía desaparecer en su palma. Un anillo de niña. —Es de Livia —dijo. —Lo
guardo como un recordatorio de lo que hice. De lo que soy capaz.
—Luke…
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo observó mientras él se recomponía, después se centró de nuevo en ella. —Al
beber de mí, no serás vampiro. No podrás buscarme, ni sentir mis emociones. Sólo
funciona en una vía sin el cambio. Tendrás un poco más de fuerza, tus sentidos se
afilarán. Pero sin efectos nocivos.
—Suena como un buen negocio —dijo con una sonrisa irónica. —Pero no lo
entiendo. ¿No tuvo Tasha que beber tu sangre cuando la convertiste? ¿Por qué no la
has encontrado? De la misma forma en que podrías encontrarme.
—Con Tasha es diferente. No puedo sentirla, ni ella a mí. No puedo cerrar los ojos
y encontrarla en el mundo. No puedo verla —agregó moviéndose a su lado —ni
sentir sus temores o alegrías.
Las yemas de sus dedos le rozaron la mejilla con toda la intimidad de un beso. —
¿Harás esto por mí? ¿Beberás de mí?
Su corazón se deslizó, y supo que lo que le pedía era aún más íntimo que el sexo.
Pero ella lo deseaba, a pesar de todo lo que todavía se alzaba entre ellos, ella lo
deseaba. Y, sí, quería todo de él. —Está bien.
—Gracias.
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El Club de las Excomulgadas
Él negó. —No, Sara. Lo siento. Si pudiera tenerte conmigo para siempre, lo haría.
—Pero puedes —dijo ella, con sequedad en la boca, con sus palabras
sorprendiéndola. Sorprendiéndola más porque sólo entonces se dio cuenta de lo
mucho que la idea la tentaba.
—No. —la palabra salió tan dura que ella se encogió. — ¿Crees que me gustaría ese
horror para ti: sólo verte sucumbir a los desórdenes del demonio? ¿Crees que me
puedo permitir pensar en tu cuerpo, ensangrentado y maltratado, mientras luchas?
¿Y si mueres antes de incluso tener la oportunidad de luchar? —se puso de pie y se
paseó entre el sofá y la pared de ventanas con postigos, con sus miedos y recuerdos
Ella vio la comprensión en sus ojos. La compasión. —Eras joven entonces. Tienes
control ahora. Convertiste a Tasha, ¿No?
Y eso lo había hecho porque se había imaginado que era Sara la que había estado
en sus brazos.
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El Club de las Excomulgadas
—No —dijo él, tomándola de la mano. —El cambio no es para ti. Nunca para ti.
Pero mi sangre. Sara, me gustaría compartir contigo mi sangre, y te juro a que te
protegerá siempre. —ella asintió, abrumada.
Ella dudó un momento, después lo miró, con sus ojos en los de él cuando levantó
su muñeca a su boca, apretó los labios sobre él, y chupó su sangre. El tirón de
placer a través de él fue instantáneo, y echó la cabeza hacia atrás, su cuerpo ya
estaba duro, con su necesidad por ella desesperada. Alargó la mano hacia ella, con
—Basta —dijo él, alejándose. Su piel brillaba por el poder de su sangre, y podía
sentir su deseo, excitación, con la conexión entre ellos viva y nítida.
—No puedo esperar —dijo él mientras se quitaba la camisa, desesperado por sentir
su piel contra la suya, por sumergirse en su interior. Haciéndolo estragos.
—No esperes más—dijo ella, con la pasión de esas tres palabras volviéndolo loco.
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El Club de las Excomulgadas
ella, con sus ojos en su cara, viendo como la pasión se levantaba en su interior.
Dentro de Sara.
Mía.
Sí, pensó, mientras el mundo estallaba en torno a él, que estaba bien y era verdad.
Y él era suyo, también.
—Esto —dijo él tocando la pantalla. —Creo que puede haber algo —Sara se
acercó, con la mano casualmente en su hombro mientras se inclinaba para leer la
pantalla. — ¿Qué es?
— ¿Caris vampiro?
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El Club de las Excomulgadas
—Siempre.
Ella tomó su bolso, lo que lo hizo fruncir el ceño. — ¿Te vas? Te comprometiste a
permanecer aquí.
La confusión acarició sus rasgos. —Bueno, sí. Pero no cada segundo de cada día.
Todavía tengo que trabajar. Y tengo que ir a mi apartamento y conseguir algunas
cosas.
Ella le tendió la mano a él, y él la tiró a sus pies y a sus brazos. La besó en la frente,
sintiendo su cuerpo encenderse, y se alejó. —Más tarde —dijo, pasando sus dedos
por sus labios. —Seguiremos esto más tarde.
Su teléfono sonó, y de mala gana se apartó de ella para responder, con el ceño
fruncido al número desconocido.
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El Club de las Excomulgadas
—Tasha ¿Dónde estás? —tendió la mano y encontró a Sara que ya estaba junto a
él, abrazándolo apretadamente, manteniéndolo estable.
—Ellos me hacen daño. Dicen que estoy rota. Pero no estoy rota, ¿Verdad Lucius?
Soy una buena chica.
—La cosa dentro de mí. La dejé salir. La dejé salir aunque me dijiste nunca, que
nunca lo hiciera. Pero no lo pude evitar. Necesitaba escapar. Iban a hacerme daño,
Lucius. Iban a cortarme la cabeza.
Dispuestos a matar. — ¿Estás segura? —le preguntó, haciendo pasar las palabras
por sus dientes apretados.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 33
Su demonio se ajustó a los límites de su control al momento en que se encontró con
su pupila, acurrucada en el baño de una parada de la estación de gasolina en Santa
Mónica Boulevard. El encargado fue a golpear la puerta, gritando que los clientes
se quejaban.
Lucius lo agarró por los hombros y lo lanzó por todo el edificio, donde se estrelló
contra una fila de máquinas de periódicos, golpeando una y derramándolos a lo
largo de la acera.
— ¿Estaba solo?
Ella sacudió la cabeza. —Con una mujer. Una vampiro. Ella prometió convertirlo.
Se lo prometió si me mataba. Dijo que estaba mal. Que ni siquiera debería existir.
Me asustó, Lucius. Quería hacerme daño. Quería matarme. —ella apretó su cara
contra su hombro, y él la abrazó mientras temblaba sacudiendo su cuerpo. —
Escapé. Con el monstruo dentro. Y me alejé. Pero quería hacerme daño, Lucius.
Ellos querían que yo fuera ceniza.
—Nadie te hará daño —dijo, llamando a todas sus fuerzas para mantener la calma.
La calmó. —Nadie te hará daño.
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El Club de las Excomulgadas
—Tú me protegerás —dijo levantando la cabeza para mirarlo, con el dolor en los
ojos casi suficiente para que su demonio saliera de nuevo a la superficie. —Me
amas.
Él respiró hondo, deseando que el demonio bajara. —Tú eres mía —dijo él
sosteniéndola con fuerza. —Y te protegeré hasta la muerte.
Debido a que J'ared había llamado mientras Sara estaba en su coche con la noticia
de que el médico forense quería verla, Sara había dejado su piso por completo y se
dirigía hacia la sección de tecnología médica de la División. Se encontró con
Richard Erasmus Orion IV comiendo un sándwich de mantequilla de maní en la
Ella se aclaró la garganta y él saltó, y luego cerró apagó la música y le tendió una
mano pegajosa.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! Es duro encontrar quince minutos de aquí. Me estaba
tomando cinco minutos.
—ADN —dijo ladeando la cabeza y llevándola a través del pasillo a uno de los
laboratorios. Su pelo blanco a lo Einstein salía disparado en todas direcciones, y
llevaba una bata larga blanca de laboratorio que se balanceaba cuando se movía,
dejando al descubierto un indicio de su camisa hawaiana que llevaba debajo. Con
todo, Richard Erasmus Orion IV daba todos los indicios de ser un genio excéntrico.
—Ya he leído el informe sobre las pruebas de ADN —dijo ella. — ¿Hubo algún
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El Club de las Excomulgadas
descuido?—tenía la absurda fantasía de que le diría que Luke ya no estaba
implicado.
—Más que un descuido —dijo mientras se servía café en una taza que decía “El
muerto más rígido”.
Ella hizo una pausa mientras que llegar a su propia taza. — ¿Le importaría repetir
eso?
— ¿Cómo?
—Muy bien —dijo Sara preguntándose qué tenía que ver eso con el ADN. Sabía
que no debía tratar de correr, sin embargo. Había aprendido hacía mucho tiempo
que cuando uno tenía un punto por hacer lo mejor era tener paciencia, y con el
tiempo llegarían allí.
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El Club de las Excomulgadas
—Así que pensé en verificar el radio de mordida. Sólo para asegurarme de que era
nuestro asesino. Y ahí está.
— ¿No estuvo? —ella no pudo evitar la sorpresa en su voz. — ¿Hubo otro que lo
mordió? ¿Uno que lo mordió primero?
—Una galleta para una pequeña dama —dijo tocándose el lado de la nariz.
—No hay problema —fue a un terminal tocando algunas teclas. Cuando se volvió,
sostenía un plato de cerámica con forma de caramelo como de una mano humana.
— ¿Una piruleta Tootsie?
—No, gracias.
—Entonces, ¿cuánto daño hace esto a su caso contra de Dragos? —le preguntó.
—Pregunta para ti: ¿Qué pasa si Tasha atacó a Braddock llevándolo justo hasta el
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El Club de las Excomulgadas
punto de la muerte por auto-defensa porque quería violarla? ¿En qué situación nos
pone legalmente si el ADN confirma mi teoría?, eso baja el crimen contra Dragos
de uno capital a un cargo menor, ¿no?
—Bueno, sí —dijo. —Pero espera, caramba, ¿Piensas que esa fue la forma en que
caerá?
—Sólo tienes que seguirme. Está bien, si Dragos es acusado de un delito menor
evita la ejecución, pero ¿Qué pasa con Tasha? Si eso es realmente lo que sucedió,
entonces, ¿qué
sucede con su dispensación especial?
—Los vampiros normales no tendrían un trato injusto, pero, hey, no se supone que
se les permita vivir en primer lugar.
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El Club de las Excomulgadas
Con todo ello, con todos los puntos, diseñados para llevar al PEC a él.
Algo había salido mal, sin embargo, y había sido encarcelado. Y a menos que ella
presentara la evidencia sobre Tasha, lo más probable era que muriera por un crimen
que no había cometido. Implicar a Tasha, sin embargo, la haría recibir una estaca.
Tenía que haber una forma de proteger a Luke sin poner la cabeza de Tasha en el
bloque. Y al pasar por la zona de recepción y bajo el arco de la Judicatura
— ¿Me estás pidiendo que considere abandonar un cargo de homicidio capital por
homicidio sin premeditación? —Nostramo Bosch miró a Sara desde su escritorio,
con el toque de gris en sus sienes brillando bajo la luz del techo.
Ella se mantenía firme, con la espalda recta, con los hombros cuadrados. —Sí,
señor. Creo que la evidencia demostrará que Dragos estaba protegiendo a su pupila.
Ella estaba siendo sometida a reiterados abusos por parte del demandado.
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El Club de las Excomulgadas
—Señor, sólo le estoy pidiendo que considere esto si está apoyado por la evidencia.
Lo que puedan ser mis sentimientos o no, no puede cambiar los hechos.
Bosch exhaló en voz alta, después tamborileó sus dedos sobre la mesa. Después de
un momento, asintió. —Demuestre que fue violación, y autorizaré la operación,
sujeta a la aprobación de Leviathin.
En la sala, ella trató de caminar sin dar un salto añadido a sus pasos, pero no lo
consiguió, y cuando vio a Doyle y a Tucker en el pasillo cerca de su oficina, se
apresuró a encontrarse con los dos.
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El Club de las Excomulgadas
—Pega o pierde —dijo Doyle. —Pero si podemos conseguir que acceda a una
Él la miró, entornando los ojos, con las fosas nasales dilatadas. —Tienes su sangre
en ti.
—Y un infierno que la tengo —dijo ella, sin estar dispuesta a discutir sus asuntos
personales con los gustos de Ryan Doyle.
—Eso espero —dijo él, con sus fosas nasales dilatadas. —Porque me gustas,
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El Club de las Excomulgadas
Constantine. No estoy del todo seguro de por qué me gustas, pero lo haces. Y que
me aspen si esperaré y veré a ese hijo de puta hacerte daño.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 34
Lucius se sentó en el borde de la cama de Tasha y sostuvo sus manos en las suyas.
Ella se había duchado y cambiado, y ahora tenía un pijama de color rosa y una bata
de color rosa también. — ¿Estás centrada ahora? ¿Con el demonio abajo?
—Lo estoy —ella se lamió los labios, con los ojos muy abiertos y asustados. —
Estaba tan asustada por que no volvería a verte. Querían mantenerme lejos. Lejos.
Y entonces me quisieron matar.
Él le acarició el cabello, y luego apretó las manos contra sus hombros, dispuesto a
entender. —Estás aquí. Estás a salvo. Y nunca te amenazarán de nuevo. —nunca.
En la cama, Tasha sacó un muñeco de trapo con ella y lo abrazó con fuerza.
Inclinó la cabeza hacia atrás, con sus fosas nasales dilatadas. —Chica —dijo. —El
aroma a chica llena mi habitación. —bajó la cabeza y lo miró con ojos inocentes.
— ¿Por qué, Lucius?
—La vi —dijo y le preguntó. —Es una linda chica. Por la forma en que la tocaste
en ese bar.
— ¿Qué bar?
—Antes —dijo. —Antes de que mataras por mí. —ella inclinó su rostro hacia él. —
Eso fue lo que él me hizo. El juez. Me hizo lo que tú le hiciste a la chica bonita.
—Es diferente —dijo Luke, con su sangre fría, y un miedo inoportuno aumentando
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El Club de las Excomulgadas
en él. Una preocupación de que había cosas que estaban sucediendo ahí que él no
había visto. — ¿Me espiaste Tasha? ¿Me espiaste esa noche?
—Te espié. Tú me espiaste a mí. —se balanceó en la cama, y supo que la estaba
perdiendo otra vez.
Sus ojos se abrieron. —Siempre estoy bien —dijo con la frente arrugada. —Excepto
cuando no lo estoy. No estaba muy bien esa noche, Lucius. Con los que me
mantuvieron. Con los que quisieron hacerme daño.
—Tengo que ser amable con la chica, sin embargo. Tu mujer. Tu Sara.
—Es tu amor.
—Haces cosas con ella —dijo. —Cosas malas. Nunca has hecho cosas malas
conmigo.
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El Club de las Excomulgadas
Ella no dijo nada, y salió de la habitación, con sus pensamientos girando en Caris y
en las mil maneras en que le haría daño.
El teléfono sonó y lo tomó, con la esperanza de que fuera Slater o Voight. — ¿Qué
tienes?
—Tus bolas en un cabestrillo, hijo de puta. —la voz ronca Ryan Doyle se filtró a
través del teléfono. — ¿Qué tipo de juegos estás jugando con ella?
La furia que se había dirigido a Caris dio un brusco giro, mientras la imagen de un
— ¿Qué le pasó a ella? —Luke le preguntó, con su voz tensa por el miedo.
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El Club de las Excomulgadas
—Es mi asunto cuando te metes con la cabeza del fiscal. Cuando la seduces para
cometer un delito.
—No ha habido ningún crimen —dijo Luke. —Las excepciones son claras. Le
ofrecí mi protección.
Doyle dio una carcajada. —La follaste querrás decir. Cualquier juego que estés
jugando, Dragos, no funcionará. No te resbalarás de esta acusación de asesinato, y
ten por seguro que no dañarás a esa chica. No veré que la destruyas de la forma en
que destruiste mi vida, a mi mujer —dijo con sus palabras trayendo a la vanguardia
acontecimientos de hace tantos siglos que habían destrozado los lazos entre ellos.
—Y sin embargo, tus palabras no significan nada. Si quieres terminar con esto,
entonces trae tu trasero aquí y lo haremos. Pero no vengas a menos que lo hayas
dicho en serio, porque si caes al primer golpe, te mataré. Sin pensar en nuestra
amistad pasada o en la deuda que puede que me debas. Te mataré. Por lo que si es
la muerte lo que buscas, puedes venir ahora.
—Estaré allí en una hora —dijo Doyle, y antes de que Luke pudiera responder
colgó y el teléfono se cortó.
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El Club de las Excomulgadas
Sara había apodado al guardia que le había sido asignado como Guido. No sólo
porque se veía así, sino también porque no podía pronunciar su verdadero nombre.
—Quédese aquí —dijo Guido agarrándola por los hombros y levantándola por
encima del umbral. La dejó caer junto a la puerta, la cerró, y luego señaló con un
dedo de advertencia. —No se mueva. —y luego desapareció en su apartamento
para revisarlo. Con un solo dormitorio y un baño, no pasó mucho tiempo, y se dio
la vuelta con un gesto eficiente antes de que sus brazos le hubieran dejado incluso
de doler por su toque.
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El Club de las Excomulgadas
mano y entró el código con la otra. —Tengo que protegerla en esos pocos segundos
cuando no sabe lo que está fuera de la puerta —le dijo él.
Sara gritó, buscando a tientas con su dedo el botón de pánico hasta que su mente
registró al atacante, a una adolescente con pelo castaño y una expresión de
satisfacción sombría. Y justo a su lado estaba Xavier Stemmons.
Su cuerpo se sacudió por el impacto, pero la agarró con fuerza, con la mujer
sosteniéndolo también, así que los tres terminaron encerrados en un abrazo no
deseado.
Lo último que vio antes de que su mente se dirigiera a la niebla fue la forma oscura
de la sombra materializándose en su sala de estar.
Y lo último que oyó fue la voz cantarina de la niña susurrando: —Lucius es mío.
Mío, mío, mío.
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El Club de las Excomulgadas
Corrió por la autopista de la Costa, y luego maniobró por las concurridas calles
hasta que se detuvo frente a la unidad privada que llevaba a la casa que su
investigación había revelado era propiedad de las empresas CV.
Esperaba como el infierno que viviera allí. Si no, no tendría ninguna pista.
Sonrió y salió del coche. El elemento sorpresa había sido sólo echado hacia atrás de
la mezcla.
Retrocedió, fuera de la vista, pero aún así cerca de donde el coche saldría. Se quedó
quieto en la oscuridad, esperando y observando, escuchando el zumbido que el
motor hacía con su presa cada vez más cerca. El primer indicio de los faros cortó a
través de la oscuridad, y se puso tenso, con su cuerpo listo para saltar. Y entonces,
mientras la puerta se abría y el coche pasaba, eso fue exactamente lo que hizo.
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El Club de las Excomulgadas
Se abalanzó, gruñendo, con sus manos agarrando sus hombros, mientras ambos se
deslizaban por el coche y la puerta del pasajero aterrizó, dura, áspera en el asfalto.
Cualquiera que fuera la sorpresa que había sentido, ella se recuperó, y ahora daba
una patada hacia atrás, tratando de librarse de él.
Ella le escupió en la cara, luego se congeló, con su única expresión que conocía
bien. Se transformaría. Se aferró a ella apretado, con las bandas de hematita en sus
muñecas y tobillos pareciendo una carga menos ahora que su proximidad
estropeaba sus habilidades.
Hubo una pausa, y luego su ceño se frunció. — ¿De qué demonios estás hablando?
Él se agachó y se abrió la camisa de lino blanco que llevaba, y luego presionó hacia
abajo la estaca, lo suficiente para extraer su sangre, picando a su demonio más.
Para matar. —No me jodas. Debería terminarte instantáneamente por las cosas que
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El Club de las Excomulgadas
has hecho, pero primero necesito que me digas donde está Stemmons. —se apoyó
en la cerca y bajó la voz.
—Sigue adelante y resiste. Confía en mí cuando te digo que disfrutaré de sacar la
información de ti.
—Bueno, sí que eres inteligente —dijo. —Tuve mis razones para estar allí.
—Dime.
Abrió la boca para replicar, pero las palabras nunca llegaron. En cambio, su cabeza
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El Club de las Excomulgadas
pareció a punto de estallar, llena además de la fuerza del grito de Sara hasta el final
al otro lado de la ciudad. Un grito y luego el golpe seco de una imagen forzada en
su mente, de Stemmons el hijo de puta, y junto a él, Tasha.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo 35
Luke se alejó de Caris, con la imagen fuerte en su mente mientras la verdad lo
golpeaba con la intensidad de un puñetazo en la cara. Tasha había jugado con él.
Un juego de venganza para castigarlo por desear a otra mujer, y para castigar a
Sara por ser la mujer que él deseaba.
Corrió. Dejó a Caris maltratada en la calzada, con el rostro siendo una máscara de
confusión, y salió corriendo de la casa, con su sangre palpitando, con el terror y la
rabia a través de él. Estaba atrapada. Estaba asustada.
Desapareció. Nada.
El bloqueo que había tenido con sus pensamientos se había partido como una liga.
Se la habían llevado, y en él, el demonio hacía estragos, gritando por matar, por
encontrar. Calma, se dijo mientras cogía aire, tratando de encontrar un centro, un
lugar en donde poder pensar y planear. Sara lo necesitaba. Lo necesitaba fuerte.
Mantén la calma, y la podrás encontrar.
Levantó la cabeza, con las fosas nasales dilatadas, como si pudiera atrapar el olor
de ella en el viento. No había nada, por supuesto, pero el movimiento, el esfuerzo,
pareció agudizar su mente. Le permitió centrarse por dentro, reagruparse.
Excepto que no había nada más que una mínima pizca de su esencia. El pánico se
levantó dentro de él, y él lo hizo retroceder. Se la había llevado. La había
transformado en niebla. Por eso no la podía encontrar con su mente.
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Necesitaba ayuda. Y en ese momento, no podía pensar en una sola persona que
pudiera ofrecerle la ayuda que necesitaba.
Sacó su teléfono y llamó a Doyle. —Se la han llevado —dijo sin preámbulos. —
Maldita sea Doyle, Stemmons tiene a Sara.
— ¿Dónde estaba?
—No. —dijo la palabra con fuerza, porque tenía que creer que la conexión entre él
y Sara se mantendría fuerte. Una vez que ella fuera sólida otra vez, la encontraría
con su mente.
Una vez que fuera sólida otra vez, la salvaría.
Con ninguna otra forma de dar rienda suelta a su furia, salió a la calle, conduciendo
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el Mercedes y corriendo por las curvas mientras conducía. Haciendo caso omiso de
la traición de Tasha. Haciendo caso omiso de su propia ceguera contra el demonio
que se había acicalado y jugado todos estos años. Haciendo caso omiso de todo,
excepto de la tarea singular de llegar a la mujer que amaba, y llegar allí tan rápido
como podía a pesar de las cadenas en su cuerpo. Se movió a través del tráfico como
un salvaje, con las luces encendidas, cortando la noche, con la multitud de los bares
arrastrándose por el camino a paso de jodida tortuga. Salía de la I-10 por Wilshire
Boulevard, cuando Sara arrancó en su cabeza una vez más, con el terror y el dolor
lo suficientemente fuerte como para apuñalar un millar de agujeros en su corazón,
con el dolor contrarrestado sólo por el alivio de haberla encontrado una vez más.
Miedo.
Miedo y muerte.
La muerte a su alrededor.
Roca.
Barras.
Y algo familiar. No para ella, sus pensamientos eran confusos, desiguales. Pero no
para él. Él conocía ese lugar. Con los pequeños destellos en su mente, sumando una
foto de…
¡Luke!
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Ya voy, dijo inútilmente. Ella no era vampiro. No lo podía oír. Aun así, tenía que
llamarla. Tenía que hacérselo saber. Ya voy, repitió. Juro que ya voy.
— ¿A dónde? —Doyle le exigió, su voz sonaba fuerte y rápida a través del altavoz.
—Por favor, no. —Sara sabía que no importaba. Sabía que no podía razonar con
—Pero tengo que hacerlo —dijo él, mirándola con ojos vidriosos. —Has sido muy
traviesa.
—Lo fui. Absolutamente —se golpeó la cabeza, y quiso llegar hasta su cráneo y
aplastarlo con su mano, pero sus muñecas estaban atadas. Estaba desnuda, con sus
pantalones y camisa hechos jirones en el suelo.
Como en un sueño, se dio cuenta de dónde estaba. Una cripta, fría y húmeda. Y
ella atada a la tapa de un ataúd de piedra dura.
En su mente, ella le gritó de Luke y oró para que la oyera. Pero no había nada allí.
Nada más que golpes en su cabeza y escalofríos que no se detenían. Temblores
profundos en sus huesos que la sacudían tanto que le castañeteaban los dientes.
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—Te diría que te dolerá un poco, pero me temo que sería una mentira. —sonrió
ancho. —Y no miento. Eso es muy, muy malo.
No había sonido que se arrastrara hasta la punta del cuchillo en su vientre. Hasta
que él rasgara carne y músculo.
Cuando lo hizo, el grito brotó de ella, un grito desesperado. Con una súplica a Luke
porque viniera, que por favor viniera a salvarla.
Él vendría.
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Pero mientras el mundo escapaba de ella, supo que la pesadilla era real, y que esta
vez, ella no se despertaría.
Sangre.
La sangre de Sara.
Su corazón se retorció por el dolor de eso, incluso mientras corría hacia adelante,
golpeando sus pies sobre la tierra blanda, con el olor de Sara atrayéndolo, con sus
pensamientos, incoherentes, aterrados, llenos de dolor, pero vivos, todavía vivos,
llamándolo.
Luke...
Había viajado por tierra, por la más rápida ruta de túneles debajo de su casa. Y
ahora, corría hacia la familiar estructura. Moviéndose rápidamente. Moviéndose en
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silencio. Y entonces sintió el susto de ver como si fuera un puñetazo en el estómago
cuando se asomó a través de las barras del horror de lo que se encontraba dentro.
Stemmons estaba allí, y estaba sobre Sara con una navaja con la punta con sangre.
Lucius echó la cabeza hacia atrás y aspiró su olor. Tasha. Sin embargo, no estaba
presente. No ahí. En cambio, su sangre estaba dentro del humano.
Stemmons se volvió, con sus ojos tan grandes que se vio casi cómico, y encontró a
la bestia disparándose sobre él.
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Atrás, Luke pensó, tratando de calmarse. Tenía que pensar. Tenía que pensar, y no
podía hacerlo con la bestia haciendo estragos por el dolor y la furia en su interior.
Sintió a la bestia retirarse, como si comprendiera que la vida de la mujer dependía
de su salida.
Sus párpado se abrieron, y cuando de nuevo atrapó el olor de su dolor, una nueva
—No. —él le acarició el rostro, se lo tomó con la mano. —No, no me puedes dejar.
—No... hay elección —su voz era tan débil, pero le sonrió, mientras un tornillo se
apretaba alrededor de su corazón.
—Te curaré. Puedo hacerte sentir bien —con gran determinación, se mordió la
muñeca, luego la llevó a sus labios. —Bebe.
Lo hizo, pero sus ojos no recobraron su chispa. La vida no volvió. Ella se había ido
demasiado lejos, y estaba perdiéndola, con su sangre apenas prolongando lo
inevitable. Él alejó su muñeca y le apartó el pelo de la cara. Perdido, terriblemente
perdido.
Escuchó pasos detrás de él, luego la voz de Doyle. —Oh, Dios. Oh, maldita sea.
Ese hijo de puta. Eso maldito desgraciado.
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—Está cada vez más oscuro —dijo Sara mientras Doyle la cubría. —No hay
tiempo. —sus labios temblaron, como si estuviera tratando de sonreír. Miró a
Lucius. —Te amo.
Su corazón se torció, y él sintió sus propios ojos con lágrimas. No había, pensó
vagamente, llorado en siglos. Ahora sentía como si ahora que habían empezado
nunca se detendrían.
—No te puedes ir.
—Maldita sea, Lucius, ella no está allí todavía. La puedes salvar. Puedes
convertirla. No la dejes ir. No así.
—No puedo —pensó en Livia. En su demonio dentro. Sara estaba demasiado débil,
y él sentía demasiado. Sería ir demasiado lejos. Fracasaría.
E incluso si tenía éxito, no era lo que quería para ella. El demonio. El horror. La
batalla sin fin en su interior.
Y sin embargo...
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—No puedo —dijo Lucius, esta vez de pie y presionando una mano en su pecho.
—Por las contramedidas. El sabor de la sangre humana y la estaca se dispara, y
tengo que alimentarme para convertirla. La maldición vampiro exige intercambio
de sangre.
— ¿Por qué camino? —Doyle le preguntó, y Lucius le contó sobre la prueba con
fallas, el mecanismo por el cual podría ser que el dispositivo de detención lo
liberara por el fiscal o por Doyle insertando su código de autorización de vuelta en
la División. — ¿Irás? —un latido, y luego Doyle asintió. —Voy para allá.
—Ryan —dijo Lucius. —No hay tiempo para conducir —vio a Doyle vacilar, y vio
el agudo pinchazo del miedo. Luego Doyle miró a Sara. Tragó y asintió. —
Correcto —dijo. —No hay tiempo. —entonces se volvió y miró la pared, con las
manos metidas con concentración. Los huesos de su rostro parecieron cambiar,
rodando debajo de su piel, aun cuando sus ojos se abrieron pequeños y brillantes y
de color rojo. Su piel se tornó de un pálido color naranja, el color aparente unido
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sus manos. Respiró, y luego otra vez, y después azotó su brazo en un círculo, como
si dibujara en el aire.
Apretó los dientes, determinado que no viera las lágrimas amenazando sus ojos. —
¿No tienes miedo? —él mismo sentía un miedo terrible, con el recuerdo de Livia
cerca de la superficie, con su fracaso con ella ayer tan fresco como si fuera ahora. Y
aún si no fallaba de nuevo, no podría proteger a Sara de su demonio. Con eso, ella
tenía que luchar por su cuenta.
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Capítulo 36
Ella era suya.
Sara. Su sangre lo llenó. Lo hizo sentir primitivo. Le dio vida y fuerza mientras él
hacía lo mismo con ella. Tenía que llevarla a la orilla, directo hasta el borde, y no
más. Demasiado lejos, y se escabulliría, no podría ser convertida. Pero si se retiraba
demasiado rápido, nunca se recuperaría, seguiría con vida, pero dañada por la
pérdida de sangre, con la pérdida de esa dulce, amarga vida que ahora corría por
sus venas.
Quería consumirla, sentir la vida dentro de él, atraerla hacia el punto surrealista de
la muerte y tomar y tomar y tomar un poco más.
—Luke —gritó Tucker. —¡Es suficiente, Luke! ¡Retrocede! —algo se apretó y firme
se cerró sobre su hombro, pero lo ignoró, en su lugar agarrando a Sara en su contra,
con su cuerpo temblando junto a él, con su boca curvada en su cuello, con el dulce
aroma de su piel llenándolo, excitándolo. Y la sangre. Por los dioses, el sabor, el
dulce néctar era de tal forma que se perdería para siempre en su placer dulce y
decadente.
—¡Luke! ¡Alto!
Podía oír latir su corazón, su ritmo constante ahora irregular. En algún lugar
dentro, se dio cuenta de que tenía que parar, dar marcha atrás, aunque sabía que no
podía hacerlo. No podía empujarla más allá que su demonio. El atractivo de la
sangre era demasiado intensa, el grito del demonio muy fuerte. Y entonces Sara
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estuvo dentro de su cabeza, diciéndole que bebiera. Que la bebiera toda. Que la
consumiera y viviera la gloria y el encanto de la sangre. ¡Pater!
Pater, ¡Detente!
Se quedó paralizado. Con la voz, el grito de padre, que había pertenecido a Livia.
Su Livia. Y en el momento en que se dio cuenta sus sentidos se apresuraron a
regresar.
Sara.
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saliendo de cortes largos y delgados. Muros de hormigón la rodeaban. Por encima
de ella, estaba un techo con agujeros. Y a la distancia, oyó el gruñido sordo, duro
de un monstruo. Una hoja afilada que cortó a través de su miedo al darse cuenta de
que no recordaba nada. Y el miedo crecía haciéndose cada vez más fuerte mientras
lentamente, muy lentamente, recuperaba la memoria. Stemmons.
Tasha.
Sangre.
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¡Nosferatu!
¡Vampiro!
¡Monstruo!
Esa es la forma. Ocúltate, Sara. Ocúltate y déjame tomar el relevo. Déjame vivir. Libérame,
libérame, libérame y serás libre.
Intentó ponerse de pie, mareada por las voces que la maltrataban, con su mente
siendo difusa. Pero ella comprendía. Comprendió que no podía alejar las voces, ya
que se encontraban dentro de ella. Eran su demonio, y ella estaba en el interior de
la Retención.
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Esto es todo culpa suya. Mantenlo alejado. Quédate aquí. Permanece aquí y castígalo por lo
que te hizo. Más fácil, mucho más fácil, es quedarse.
Cobarde.
Perra.
Mentirosa.
Las palabras salieron como golpes, tumbándola. Ella se cayó, confundida, después
El Numen. Tenía que ser. Ella asintió, y se dejó jalar por él. —El demonio es la
sangre y el miedo—dijo. —No cedas a ella.
—Ven —dijo, y ella se derritió en sus brazos. —No pienses en el dolor —él la puso
suavemente en el suelo. Desde su punta de los dedos, él exudaba sangre, entonces
trazó sus heridas. La piel se cosía a su paso, dejándole una sensación de
hormigueo, con su cuerpo de pronto despierto y vivo.
—Placer —dijo Luke, el Numen, mientras su mano se deslizaba hasta sus muslos.
—Disfruta de mí. Toma fuerza de mí. Y lucharemos contra el demonio juntos.
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Sus dedos se había encontrado con su núcleo, su boca con su pecho, y se quedó sin
aliento, concentrándose sólo en Luke mientras los susurros a su alrededor se hacían
más fuertes, más audaces. — ¿Eres real?
—Soy tan real como necesitas que sea. —movió la lengua sobre su pezón, y un hilo
caliente de deseo la atravesó, encontrando el dedo que jugaba con su clítoris.
—Por favor —dijo ella, con sus caderas moviéndose sin vergüenza. —Por favor,
tómame.
—Yo te llevaré —dijo, y mientras lo hacía, se metió dentro de ella, llenándola. Ella
gimió, con sus caderas levantándose para reunirse con él, queriendo tomar más y
más de él. Buscando ese lugar, de esa forma, ese camino hasta la cima.
—Queridos dioses, sí, —dijo él, y la tomó, estrellándose contra ella, sacudiéndolos
a ambos. Ella se arqueó contra él, con los ojos cerrados, desesperada, tan
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desesperada por subir, por tomar todo de él. Por consumirlo, por estar con él,
entera y completamente. Ella estaba subiendo. Tan cerca. Tan cerca de la parte
superior.
Se vino sobre ella rápido, con su cuerpo entregándose, y cuando abrió los ojos, ella
estaba cálida y suave y acurrucada en sus brazos.
Luke.
Y luego ella se echó a llorar, con sus murmullos suaves acariciándola mientras sus
lágrimas se derramaban.
— ¿Por cuánto tiempo? —le preguntó cuando pudo hablar de nuevo. — ¿Cuánto
tiempo estuve en ese lugar?
—Una semana —dijo él enjugándose las lágrimas. —Pero eres libre. Y estás en
control. —cerró los ojos y miró su interior, donde el demonio estaba ligado
profundamente.
Ella le sonrió a este hombre que amaba, y que la amaba. —Sabía que estarías allí.
Sabía que me ayudarías a sobrellevarlo.
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—Me estás echando a perder —dijo Sara, dejando de lado la biografía de Augusto
César, que Luke le había llevado la tarde anterior.
Su boca se torció. — ¿He estado tratándote como tal? —recordó el sexo fuerte que
habían tenido la noche anterior, y tuvo que admitir que no era así. —Han pasado
más de dos días, sin embargo. Bosch pensará que te he raptado.
Era verdad. Después de la prueba en la cripta, Ryan Doyle se fue, al parecer con
Bosch y le había explicado lo que había sucedido. Tras una breve revisión de las
notas de Sara y una breve entrevista con Luke, los cargos de la División contra
Dragos fueron retirados. En apoyo a la destitución, el PEC entró en una
estipulación formal delineando los hechos que se conocían. El pabellón Dragos no
había, de hecho, prevalecido durante su Retención. Su demonio se había liberado y
era, como Ryan Doyle había comentado una vez, había sido lo suficientemente
inteligente como para esperar, observando en silencio el funcionamiento de su
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mundo, mientras el demonio se volvía cada vez más entrelazado con la chica que se
había convertido en una obsesión de tener a Luke todo para ella misma. Había
inventado un plan para obligar a Luke a fugarse con ella, y aunque nadie sabía a
ciencia cierta si Braddock había violado a la chica en realidad, todo el mundo
estaba seguro de que Tasha se había aprovechado de la historia pasada de
Braddock. Ella había ido a Luke histérica, jurando que mataría al juez por lo que le
había hecho a ella.
—Puede que nunca la tengamos —dijo ella con suavidad. —Podría estar en otro
continente, ahora. Y no me puedes mantener oculta aquí para siempre.
—Te veo —dijo. El vínculo entre ellos se había hecho más fuerte desde la
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conversión, pero incluso sin la nueva conexión, ella habría sabido lo que estaba
pensando. Lo que temía.
—No podemos cerrar los ojos ante la posibilidad de que ella trate de hacerte daño
otra vez —dijo Luke.
—Bueno, por ahora el precio no es tan malo —dijo ella, tratando de aligerar el
momento. —Sentada aquí, en esta increíble mansión en Beverly Hills, leyendo
libros y totalmente mimada. Nunca había tomado vacaciones antes —dijo. —
Honestamente, no sé qué hacer conmigo.
Ella se mostró satisfecha por su rápida sonrisa. —No estás de vacaciones —dijo,
—Mucho —dijo. —Pero me temo que tendremos que esperar. Ahora tienes un
visitante.
— ¿En serio? —quiso preguntarle quién era, pero ya había cruzado la habitación y
salido por la puerta. Un momento después, volvió con Ryan Doyle.
—Bueno, mírate —dijo Doyle. —Te ves malditamente mejor de lo que estabas la
última vez que te vi. ¿Estás bien?
—Estoy muy bien —dijo, feliz de ver al investigador. —Gracias por venir. Y
gracias por el cuidado del caso. Arreglaste las cosas con Bosch.
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problema entre ellos todavía estaba allí. Tal vez, sin embargo, se había desvanecido
un poco.
Inclinó la cabeza, y luego arrastró los pies, como si ella lo hubiera avergonzado,
teniendo en cuenta que él para-demonio solía ser brusco en su comportamiento
pensó que era particularmente divertido, y se atribuyó al hecho de que ella estaba
en la cama y llevaba una camisa. Él se giró como si se fuera a ir cuando el teléfono
de Luke sonó.
—Tasha —dijo él, y a Sara se erizó con su tono de voz bajo, calmado. —Silencio.
Silencio. Está bien. Todo estará bien. ¿Dónde estás?
—En el sur. En La Jolla. ¿Vendrás? ¿No estás enojado conmigo? Hice cosas malas,
Lucius. Cosas malas. Pero no era yo. No yo. No lo hice, y estoy tan asustada.
Tengo miedo de mí, y lo que hay dentro. Tenemos que hacerlo retroceder de
nuevo, Lucius. Juntos. Tenemos que empujar al demonio de nuevo abajo.
—Iré por ti —dijo él en voz baja, sin tono. —Te ayudaré. Sabes que lo haré.
—Porque Lucius Dragos se ocupa de lo que es suyo. Soy tuya, Lucius. Soy tuya,
tuya, tuya.
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—Así es, Tasha —dijo con una mirada dura hacia Sara. —Lucius Dragos se ocupa
de los suyos.
—Exactamente lo que tengo que hacer —dijo Luke, con su rostro duro y ojos
tristes. —Estoy haciendo exactamente lo que tengo que hacer.
Echó los brazos a los costados y dejó la brisa sobre ella, haciendo que el vestido
blanco ondulara alrededor de sus tobillos. Tan suave. Tan bonita.
Él debió haberla deseado. Debió haberla tomado. Y sin embargo, nunca la había
tocado. Se mordió el labio y se sacó sangre, la sangre dulce. Nunca se había
empujado duro en su interior. Ella había jugado, sin embargo. Había jugado con
otros chicos, y había habido sangre y dientes y glorioso dolor y sus cuerpos gruesos
empujándose en su interior, llenándola, haciendo que ella abriera las piernas y
había sido bueno y agradable y ella había deseado más y más y más.
Pero Lucius nunca lo había visto. Nunca la había visto. Sólo veía la cáscara, no lo
que había dentro. Lo que mantenía oculto. Lo que soltaba cuando jugaba con los
otros chicos. Tenía que mostrárselo. Tenía que hacerlo ver.
Necesitaba demostrarle que lo amaba. Probarle que él estaría con ella siempre. Con
ella. Dentro de ella. Y que se ocuparía de ella.
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¿No era por eso que había matado a ese cara pálida de Braddock? ¿No había
planeado todo eso?
Pero aún así su plan no había funcionado. El humano digno estaba muerto, y la
perra estaba en la casa de Lucius. En la cama de Lucius.
Desde donde estaba, no podía ver a la habitación de Lucius. Pero podía ver el
garaje, y sintió un trino de satisfacción cuando la puerta se abrió y el Mercedes de
Lucius ronroneó por el camino, abriendo el portón, y se fue por la calle. La Jolla
estaba a casi dos horas de distancia. Mucho tiempo para una pequeña charla con la
perra. Sólo de muchacha a muchacha.
Entrar no era problema. Lucius había cambiado el código de acceso, por supuesto,
pero ella había conocido el código de anulación desde hacía una década. Nunca se
había molestado en mencionárselo a él. Algunos secretos de chica se tenían que
guardar.
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La perra estaría en el dormitorio principal. Estaría pensando que era donde debía
estar. Allí, en la cama, con Lucius.
Estaba equivocada. Tasha tendría que explicárselo. Y mientras subía las escaleras,
dejó que la rabia emergiera, con el poder que la calmaba haciéndola fuerte, siendo
su confidente.
Subió las escaleras lentamente, en silencio, y luego caminó por el pasillo hasta la
puerta que estaba abierta y que era la habitación de Lucius. La perra estaba allí,
sentada en la cama, y mirando hacia arriba, con los ojos desorbitados por la
sorpresa ante la presencia de Tasha.
—Tasha, ¿Estás bien? Luke se acaba de… Pensé que estabas en La Jolla.
—He cambiado de opinión. Tengo permiso para hacer eso, ¿no? ¿Cambiar de
opinión?
—Seguro —ella se movió en la cama, con una mano sosteniendo un libro, y con la
otra debajo de la sábana. —Ah, bueno, ¿quieres que lo llame? ¿Qué le diga que
estás aquí?
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El Club de las Excomulgadas
—No, no, no. —ella dio un paso hacia la perra. Fácil. Iba a ser tan fácil.
—Sabes que llevo el asesinato de Braddock, ¿verdad? —el tono de la perra fue
locuaz, y Tasha quiso reír. La muerte estaba en la habitación, y ella ni siquiera lo
sabía. —Me pregunto si te puedo pedir algo. Los detectives tienen algunas
preguntas y…
— ¿Qué te dijo?
—Nos insultó.
— ¿Nos?
—A mí y a mí. Somos lo que somos —casi se echó a reír mientras la perra fruncía
el ceño, tratando de darse cuenta de eso.
Se tocó el lado de la nariz. —Chica lista, inteligente. Pero hay un premio para ti. La
chica lista ha sido mala. Ha tomado lo que no le pertenece.
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—No. Al principio no. Le dije eso a él. Lucius no lo haría, así que le dije al juez
eso. No lo hizo, tampoco. Dijo que era bueno ahora, y no se permitía tocar más a
nadie. —ella sonrió, fina y fría. —Pero cambió de opinión. Le dije lo que deseaba.
Todas las cosas malas de mi mente. Se las dije, y lo toqué, y después él las hizo.
Travieso y agradable, hizo todo para mí. ¿Quieres que te las diga, también?
—No. —la perra frunció el ceño, como si no le gustara la historia. —Luke fue tras
él para protegerte.
—Porque sabías que Lucius te cubriría. Sabías que lo habías puesto en riesgo.
—Él me ama. Me lo tenía que mostrar. Lo tenía que saber. —dio un paso hacia la
cama. —Así que ya ves, no puede ser tuyo. Él siempre será mío. Mío, mío —Tasha
sonrió y sacó una estaca de los pliegues de su vestido. —Creo que es hora de decir
adiós ahora.
Tasha se echó a reír. — ¿Crees que eres rival para mí? ¿Para nosotros?
¿Recientemente convertida tan, tan fuerte?
—Pero yo sí.
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Luke habló desde detrás de Tasha, moviéndose hacia ella a la velocidad del rayo,
con el filo de su espada ahora presionada con fuerza contra su cuello. Ella se volvió
lentamente, con los ojos muy abiertos.
El miedo llenó sus ojos, y él se armó de valor. Recordando lo que ella era. Lo que
había hecho. A Sara. A las jóvenes asesinadas.
—Lucius, no. Por favor. Soy yo. Tasha. Me amas. Me proteges. Velas por mí. Soy
tuya, tuya, tuya.
—Lo eres —dijo, recordando la noche nevada en que había sucumbido ante el
horror de lo que él era, una noche en que había tratado de encontrar la redención
por la muerte de su hija en la inmortalidad de esta joven aturdida. Su arrogancia se
había empequeñecido
sólo por su dolor, y había tomado una decisión tonta entonces, complicada con el
argumento tan vigorosamente de una dispensa especial.
Había mirado a Tasha y visto a Livia. La había mirado y había visto la vida y el
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amor y la promesa de un futuro sin el dolor de sus errores pendiendo sobre su
cabeza. Había sido un tonto, y ahora ambos estaban pagando el precio. Y a pesar
de que era torturado, sabía que ahora era el momento de dar un paso adelante y
hacer lo que no había tenido la fuerza para hacer tantos siglos antes.
—Tú eres mía —repitió él. —Mi hija. Mi protegida. Mi responsabilidad. —y con
una velocidad sobrenatural, blandió la espada y toda la hoja aguda cortó la piel y el
tendón y el hueso de su cuello. —Lo eres —repitió con su cuerpo desplomándose
en el suelo. —Y ahora haré lo que debo. —cerró los ojos, sosteniéndose a sí mismo,
dejando ir la pena y la pérdida y la tristeza. Y luego miró a Sara a través de ojos
llenos de lágrimas. —No habrá juicio —dijo.
Ella veía él al cuerpo sin vida de Tasha, a la niña que había sido su hija adoptiva.
Al demonio que lo había traicionado.
Luego cruzó la habitación y apretó la mano en la suya. —Estoy contigo —dijo ella,
y el alivio se vertió a través de él. —Y siempre lo estaré.
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—No todo en ella era vil —dijo él, mirando no a ella, sino reflexionando sobre la
tapa de metal frío. —Hubo momentos en los que era realmente Tasha bajo mi
protección. —se movió, luego la miró a los ojos. —Tengo que creer eso.
—Y debes hacerlo. —pensó en la chica que una vez le había descrito, que había
bailado en la playa y jugaba con sus muñecas, y en su corazón sabía que tenía
razón. La verdadera Tasha, esa pobre niña aturdida, estaba escondida en algún
lugar bajo el demonio.
—La liberaste Luke —dijo, y parpadeó para contener las lágrimas. —No importa lo
que pasó en esa habitación, la Tasha que una vez amaste es libre ahora.
Sara empezó a seguir a los hombres, pero Luke la retuvo con una mano en su
brazo.
—No te vayas.
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Se acercó y levantó la tapa del ataúd, y cuando miró a la chica, ella pudo ver el
dolor en su rostro, y apretó la mano en la suya.
— ¿Luke?
Se volvió hacia ella, y se obligó a hablar a través de su garganta obstruida por las
lágrimas.
— ¿Estás seguro? —lo había llevado con él durante tanto tiempo que ella temía que
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Epílogo
— ¿Estás nerviosa?
Las suaves palabras de Luke desde atrás hicieron saltar a Sara, y se volvió para
golpear su mano con su pluma. —No. Por supuesto que no. —Demonios, sí, estaba
nerviosa. —Ahora ve y siéntate. Se supone que debes estar en la galería, no en el bar.
Según Martella, el jurado había terminado, y a las partes se les había pedido volver
a la corte para el veredicto.
—Esto es un poco más estresante que esperar en una sala de tribunal por el
veredicto de un jurado —dijo Luke.
Ella levantó una ceja. — ¿Y cómo lo sabes? Has evitado la sala del tribunal por lo
menos en la mayor cantidad de los casos que yo he llevado.
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—Ojalá fuera así. —pero estaba tomándole el pelo también. Durante las últimas
semanas habían llegado a una especie de tregua provisional. Luke se quedaba fuera
de la sala, y, del banquillo de los acusados, por lo menos, y ella no le preguntaba lo
que hacía por la Alianza. Lo que hacía, ella sabía, para mantener su propio
demonio a raya. Nostramo Bosch empujó la puerta con un gesto brusco hacia
Luke. Sara se espantó, y luego lo miró, exasperada, mientras tomaba su tiempo en
moverse en la galería para sentarse detrás de ella.
Poco a poco, la sala se llenó, y cuando todas las partes habían regresado, el agente
judicial, un gremlin flaco, anunció al juez con un estridente —¡Todos de pie!— El
juez, un anciano vampiro arrugado que había bebido sangre de una taza de plástico
durante el testimonio, miró al jurado, le pidió al acusado que se levantara mientras
se leía el veredicto.
—Culpable.
Sara se hundió con alivio. A su lado, Bosch le ofreció una mano en felicitación,
junto con un cordial —Buen trabajo, Constantine.
—Hiciste un buen trabajo abogada —dijo Luke, riendo después que ella se echara
hacia atrás desde el beso que juró que no le daría, si bien no estaban en el trabajo.
— ¿Tal vez deberíamos volver a casa y celebrar?
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El Club de las Excomulgadas
—No puedo pensar en una idea mejor —dijo ella, tomando su mano y tirando de él
hacia la puerta, siguiendo el camino que Bosch había tomado.
Ella se aferró con fuerza a la mano de Luke, mientras caminaban hacia el ascensor,
haciendo caso omiso de las preguntas adicionales gritadas detrás de ellos. Justicia.
Había pensado mucho en lo que era justo y correcto desde que se había unido a la
División.
Desde que había conocido a Luke. Pensó en Jacob Crouch. En Tasha. En Luke
— ¿Sobre qué?
—A veces, las cosas son de color gris. Sobre todo en este mundo. —apretó el dedo
sobre el botón, centrándose en algún lugar sobre él. —No puedo aprobar lo que
haces, pero tal vez lo entiendo. Un poco. —se movió, clavándolo con una mirada
dura. —Pero nunca permitas que te vea en el banquillo de los acusados una vez
más.
Su boca se curvó hacia arriba, llegando su sonrisa a sus ojos incluso cuando sus
brazos la tomaron.
—Ah, Sara —dijo, y luego rozó sus labios suavemente sobre la de ella. —Te lo
prometo, nunca dejaré que me atrapen. Tú, sin embargo… —añadió en un tono
que tiró de su corazón. —Tú, querida Sara, me has capturado totalmente.
Fin
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