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Agradecimientos
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
Nicholas arriesgó su propia vida para salvar a Petra, sin embargo, sabe que
nunca puede ceder a la atracción explosiva que siente por ella. Pero el profundo
anhelo que comparten los tienta. Juntos, tendrán que encontrar una manera de
acabar con la maldición. Pero sólo un amor tan fuerte tiene el poder para vencer
tan monstruoso mal.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Prólogo
Lucius asintió.
—No tenemos tiempo, especialmente una vez que el rumor de lo que sucedió se
—
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El Club de las Excomulgadas
Lucius apartó sus ojos de la carretera el tiempo suficiente para echar un rápido
vistazo a Nicholas.
—Tienes un plan.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
Y, francamente, estaba sin duda muy inclinada. Por lo que a ella se refería, los
cabrones sobrenaturales que la habían condenado a morir merecían un infierno
mayor que un gesto grosero.
Esperaba no llorar, si podía hacerlo sin lágrimas, por lo menos entonces podría
—
Sobre todo, pensaba en Kiril. Estaba preocupada por él. Su hermano, que había
dedicado su vida a protegerla. El muchacho que había escrito esos poemas
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El Club de las Excomulgadas
hermosos y podía pasar horas buscando la palabra adecuada para uno de sus
escritos. El hechicero que había estallado en un frenesí de viento y trueno, cuando
la élite del Escuadrón secreto de captura de la Alianza había irrumpido por la
Los miembros del escuadrón habían ido hacia Kiril primero, con tal rapidez que
Petra había asumido que habían ido a buscar a su hermano y no tenían ningún
interés en ella. Había tratado de ayudarlo, pero a pesar de la magia de la familia
que corría por sus venas, también la maldición había interferido siempre, y
convocar su escaso poder durante una crisis nunca había sido fácil para ella.
Y, sin embargo, por esa misma maldición moriría esta noche. Ella había
empujado intencionadamente la maldición una vez. Sólo una vez. Y había sido
decisión de Serge tanto como suya. El vampiro sabía lo que pasaría, lo que llegaría
a ser. Pero no habían tenido otra opción. Habían quedado atrapados, y el tiempo se
había ido agotando.
Había sido una estratagema extrema, pero había valido la pena. Lo había
—
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El Club de las Excomulgadas
Serge había sacrificado su cordura, su alma, e incluso su vida para salvar a
muchísimos más, pero, ¿a la Alianza le había importado? Ni una maldita mierda.
No veían la razón o el resultado, sino que sólo veían la maldición, lo que podría
Cerró los ojos, apretó los puños, y deseó tener el poder de retroceder en el
tiempo. Si lo hubiera hecho, no dudaría. Los habría tocado a todos y tomado sus
posibilidades con los monstruos viciosos que habría desatado. Por haber hecho eso
era por lo que ahora la ejecutarían. Los hubiera convertido a todos, torturado a
todos, y, maldita sea, lucharía para vivir.
No se merecía esto.
Las lágrimas pincharon sus ojos, derramándose a lo largo de sus pestañas, y trató
de levantar la mano para borrarlas, y luego se sacudió el miedo y la furia, cuando
su brazo no se movió. ¡Ni siquiera podía secarse sus propias malditas lágrimas!
Querido Dios, no había pedido esto. No lo quería, se iría si pudiera. Entonces,
¿cómo era justo que muriera esta noche, cuando había pasado toda su vida aparte y
sola, protegiendo a todo el mundo de lo que era?
Casi deseó que los guardias se dieran prisa y vinieran. En ese momento,
encerrada en la pequeña celda de hormigón, no tenía más compañía que sus
pensamientos. Y esos pensamientos la estaban atormentando.
— ¡Prisionera!
— ¡Prisionera!
J.K. Beck —
—Sí —Su voz era baja, pero le dio un poco de orgullo por el hecho de que no le
tembló.
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El Club de las Excomulgadas
—Ya es la hora.
—Oh —Cerró los ojos, no del todo capaz de creer que no tendría la oportunidad
de decirle adiós a Kiril, que nunca más podría sostener su mano, cuando una luna
azul llenara el cielo, o leer uno de sus cuentos, o acosarlo acerca de levantar su
torbellino dentro de la casa. Su pecho se oprimió. Había demasiadas cosas que
quedaban pendientes. Demasiadas cosas que aún quería decir. Ahora nunca sería
capaz de hacerlo.
Ella trató de tomar aliento mientras las paredes de la celda ya pequeña parecían
aún acercarse más a ella mientras procesaba lo que la voz decía. Nicholas había
—
luchado por ella, habían pasado horas investigando siglos de la redactada ley de las
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Había sido su valor durante las semanas previas a la audiencia, y ella había
confiado en su fuerza tranquila y en su fuerte reputación. Era Nicholas Montegue,
después de todo, el abogado que representaba los intereses de todos los vampiros en
Si alguien podía verla a salvo de ese lío, era Nicholas. Y cada día, había
anticipado su visita, con impaciencia trabajando junto a él, estudiando
minuciosamente los casos que había copiado y los estatutos que había desenterrado
de las jurisdicciones lejanas, tan desesperadamente agradecida de que él le hubiera
dado el don de la esperanza.
Pero esa esperanza había muerto con la sentencia, y ahora ¿Ni siquiera podía
enfrentarla?
— ¡No! —La palabra pareció brotar de su boca sin ningún tipo de previsión.
No hubo más que silencio en torno a ella, y tuvo un poquito de satisfacción por
haber estropeado al parecer, su formalidad, aunque sólo fuera un poco.
—Puede proceder —Dijo la voz, sólo que esta vez, no estaba hablando con ella.
En unos momentos, el aire en la celda se puso más denso, como si estuviera
presionando su cabeza, y después de unos segundos de eso, el aire pareció estar
haciendo perforaciones en ella. Quiso alcanzar y abrazar su cráneo con sus manos,
quiso presionar sus manos con fuerza contra su cráneo y mantener la cabeza junta
antes de que explotara, pero sus hombros se habían atascado en las paredes de
cemento y no hubo movimiento, sólo pudo gritar, gritar y gritar.
—
Algo se arrastra.
J.K. Beck
Algo mirando.
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El Club de las Excomulgadas
Algo se mueve como un gusano por tu mente. Hundiéndose, arremolinándose y girando.
Buscando.
Buscando...
Las garras del Contador rasparon los puntos oscuros de su mente, hojeando
recuerdos olvidados, provocando olores perdidos y temores y alegrías pequeños,
junto con el dolor crudo, rojo de la búsqueda.
Y luego, tan rápido como había entrado, el intruso se retiró. Su cabeza se sentía
extraña, como si hubiera algodón en su interior, y tuvo que luchar para no hundirse
en ello y en su lugar de escuchar las voces bajas afuera de su pequeña prisión de
cemento.
No, ella quiso gritar. No, no lo estoy. Su mente no estaba más preparada que ella.
Pero no importaba. No les importaba.
Se trataba de la consecuencia.
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Con un sobresalto, la celda de cemento en la que estaba encerrada con llave
comenzó a subir. Fue levantada a la cámara de ejecución. Eso era todo. Se acabó el
tiempo. Arrivederci, au revoir, y auld lang syne.1
J.K. Beck —
1
Auld Lang Syne es una canción patrimonial escocesa cuya letra consiste en un poema escrito en
1788 por Robert Burns, uno de los poetas escoceses más populares. Se suele utilizar en momentos solemnes,
como aquellos en que alguien se despide, se inicia o acaba un viaje largo en el tiempo, un funeral, etc. En
escocés significa literalmente “hace mucho tiempo”. (Bendita Wikipedia)
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Capítulo Dos
No estaba siendo ejecutada por lo que le había hecho al vampiro, sino porque
tenían miedo de lo que ella pudiera hacer en el futuro. Los asustaba, e iban a
matarla.
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En el original: “Preternatural Enforcement Coalition”, a partir de ahora, abreviado como PEC.
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Los había visto todos los días durante la farsa que habían llamado audiencia.
Los había odiado durante el juicio, y no se sentía más caritativa con ellos ahora.
Eran las últimas personas que quería que la vieran morir. Quería a Kiril. Infiernos,
Una puerta en el centro de la pared del fondo se abrió, y como el teatro sólo
tenía dos filas de asientos, fácilmente pudo ver el rostro de la persona que entro. O
podría haberlo visto, si no hubiera estado cubierto de la cabeza al dedo negro del
pie, envuelto como ella lo estaba. Ella, a quienes ellos habían cubierto, para que ni
una caricia accidental en contra de su piel pudiera causar ningún daño. Él no estaba
cubierto por seguridad, sino por anonimato.
El verdugo.
— ¡Petra Lang! —El verdugo la llamó en voz baja y áspera que parecía casi
familiar—. Este Tribunal ha determinado que eres una entidad peligrosa y serás
sujeta a la terminación de conformidad con el Quinto Pacto Internacional de la ley
común del mundo de las Sombras. Le pregunto al alto examinador, ¿es correcto?
Los ojos de Dirque brillaron de color amarillo en la habitación con poca luz, y su
boca se extendió en una leve sonrisa, con aire satisfecho.
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El Club de las Excomulgadas
¿Ella? Quería hablar y hablar. Balbucear su camino de regreso a la vida. Pero no
lo hizo. ¿Cuál era el punto? Toda la charla en el mundo no cambiaría nada, y al
final, estaría seis pies3 bajo tierra.
El siseó del arco mientras la flecha volaba llenó el pequeño teatro, y Petra se
encogió, deseando poder levantar los brazos encima de su corazón antes de que la
flecha diera en el blanco.
No le dio.
Su mente estaba trabajando tan duro para entender esa anomalía que por un
momento no registró los gritos de agonía y de incredulidad.
Confundida, y todavía muy viva, abrió los ojos, y luego añadió sus propios gritos
a la cacofonía, mientras los ojos le quemaban por el humo azul verdoso que ahora
llenaban la sala, con sus pulmones uniéndose a la agonía tan pronto como se dio
cuenta de que el aire estaba envenenado. Una vez más, trató de mover sus manos, y
una vez más fracasó.
—
Cerró los ojos con fuerza, la única cosa que podía hacer, atada como estaba. Sin
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estaba sucediendo. No entender por qué el caos había entrado en erupción o, más
importante, por qué todavía estaba viva.
Alguien saltó delante de ella, el verdugo. Tenía los ojos abiertos tras unas gafas de
plástico, y se apretó contra ella, tan cerca como un amante, con su cuerpo
exigiendo su cooperación a pesar de que no estaba en condiciones de hacer nada
más. El arco aún colgaba de su hombro, y ahora lo levantó y lo volvió a cargar.
Pero no estuvo destinada al alto examinador, quien salió corriendo a ciegas hacia el
escenario, con el rostro cubierto de pústulas de color amarillo, con los ojos rojos e
hinchados, y sus manos brillando con el fuego azul infame de los genios.
Y mientras que Kiril olía a incienso, a humo y a encanto místico, el olor de ese
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en ninguna de esas ciudades. Pero había algo tan de viejo mundo y sofisticado
acerca de la forma en que el hombre olía. Algo familiar, también, y la esperanza
revoloteó en su interior.
Podía oír suficientemente bien sin embargo, y casi tan rápido como el
pensamiento había entrado en su cabeza, oyó el motor de la puerta comenzar a
girar. Al mismo tiempo, los brazos del hombre se apretaron alrededor de ella. Se
estremeció de forma automática, luego se relajó al recordar. Ambos estaban
completamente vestidos, con cada centímetro de piel cubierta de negro.
A pesar de que ella suspiró de alivio, él se apartó con una maldición fuerte.
— ¿Qué sucede?
—Las malditas bandas de hematita.
Ella quiso jadear, pero no pudo. ¿Cómo podría, cuando su garganta era tan
áspera, y su mente estaba llena de confusión y asombro?
Debido a que no había ninguna duda acerca de la voz ahora.
Nicholas Montegue.
Hematita. ¿Por qué en nombre de todos los santos los guardias la habían atado
con hematita?
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La pregunta era académica, y Nick no tenía tiempo para reflexionar. Había
tomado la precaución de asegurar el código de bloqueo de la puerta del área de
preparación cambiándolo tan pronto como la celda de Petra había ascendido, pero
Ese había sido su plan, por supuesto. Llevar a Petra de regreso a la zona de
preparación, agarrarla, y transformarlos a los dos en niebla, un estado casi
invulnerable para un vampiro.
Su contacto había olvidado mencionar que los guardias habían unido las manos
de Petra con hematita. Y Nick, maldita sea, no había pensado en preguntar. Ella no
era un vampiro, así que, ¿cuál era el punto?
¿Lo habrían previsto? ¿Habrían creído que él podría tratar de rescatar a la chica?
Era una posibilidad que no podía ignorar, porque significaría que la fuga que
había pensado en que sería razonablemente sencilla se había transformado en un
campo minado de problemas.
—Cambio de planes —Dijo, y a pesar del dolor en rápido aumento que tenía que
tener en sus ojos, Petra sonrió.
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—No puedo hacer nada con tus manos—Metió la mano por su brazo para
levantarla, y luego hizo una mueca cuando ella se puso rígida con su toque —. Hay
dos capas de tejido cerrado entre nosotros. Estoy seguro.
—Lo sé. Vamos —Le agarró el brazo con más fuerza, y esta vez ella no se
resistió, aunque lo hizo tropezar.
Él no contestó, sino que metió la mano en una de las bolsas que había anudado a
su cintura. No quería gastar tiempo, pero ella tenía razón. Si no podía moverse
rápido, sería una carga.
Oyó voces y raspones al otro lado de la puerta. Estaban tratando de abrirse paso.
No tendrían éxito, pero alguien tenía que haber hablado por radio a la Sección de
Seguridad para el código de anulación. Su artefacto lo había enterrado, pero no
había podido borrarlo completamente. Entrarían por la puerta pronto. Y aunque no
lo hicieran, esa era la dirección por la que él y Petra irían también. Su prevista
salida sería inútil si no podía transformarse en niebla.
—Toma un poco —Dijo él empujándola bajo su mano para que ella no tuviera
más remedio que sacar un poco de crema en sus dedos cubiertos de tela—.
Frótatelo por todo sus ojos. Aquí está —Un trabajo poco elegante, pero ella tenía
aún las muñecas atadas—. Se necesita un momento, pero te recuperarás pronto.
Mientras tanto, quédate cerca. Y trágate esto —Añadió, alcanzando la misma
bolsa, y sacando una pequeña píldora que presionó en su mano—. Estamos a punto
—
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— ¿Qué? —El pánico ató su voz, pero él no tuvo tiempo de explicarle. En su
lugar, metió la mano en otra bolsa, sacó la segunda Du Yan Yao Qiu que había
creado, y la agarró con una mano.
—Tómate la maldita cosa —Dijo él notando que ella estaba allí, sosteniendo la
píldora, con sus muñecas aún unidas y con expresión dudosa—. Estoy tratando de
sacarte como el infierno de aquí, no de matarte.
—Buen punto —Levantó la píldora a sus labios, mientras los guardias entraban.
Dos ráfagas atravesaron primero, con un disparo de un dardo tranquilizante
pasando zumbando a sólo unos centímetros de la oreja de Petra.
Ella gritó, y luego cayó al suelo, persiguiendo la píldora que había rodado lejos,
desapareciendo por una de las rejas a través de la cual los restos de cenizas de los
ejecutados eran llevados para la transformación, las rejillas a través de las cuales él
había pretendido escapar con Petra como niebla.
— ¡Maldita sea!
Mentalmente, él se hizo eco de su grito, pero no había nada que pudiera hacer
ahora. Más guardias había entrado, siete en total antes de que el diluvio se
detuviera y todos estuvieran en la sala, un contingente fuertemente armado de
criaturas, todas cubiertas de pies a cabeza con ropa de equipo de ataque, con los
ojos detrás de gafas de seguridad, con su piel a salvo detrás de tela, y armas de
—
Nick se movió hacia los lados antes de que los guardias dispararan, cayendo al
suelo junto a Petra, al mismo tiempo dejando volar la esfera. Esta se estrelló en el
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suelo, las pequeñas cámaras que dentro habían estado manteniendo los
componentes del veneno por separado, rompiéndose con el impacto, y la magia de
la química interviniendo para ayudar a su escape.
Por desgracia, ya que el antídoto que había tratado de que ella se tragara había
bajado por los respiraderos del piso, Petra sucumbió al veneno también, con sus
gemidos indicando lo duro que la mezcla había golpeado su constitución humana.
Nick no podía ver a los guardias, pero se oía su desaceleración, dando tumbos.
Todos excepto uno, y eso debido a que seguía de pie, Nick sabía que debía ser un
vampiro. Igual que Nick, el guardia vampiro podía respirar, pero no tenía que
hacerlo, y al parecer había dejado de hacerlo al primer indicio de veneno,
negándose a inhalar el debilitante humo. Ese guardia solo se mantenía siendo un
peligro, y las probabilidades de uno a uno estaban perfectamente bien con Nick,
incluso con el equipaje que estaba transportando en forma de la chica letárgica.
No importaba.
Nick había diseñado él mismo el veneno, así como el antídoto, y había tomado
—
una dosis antes de entrar a la instalación. Tosió, con los gases nocivos quemando
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
El vampiro, sin embargo, no sabía eso, y con un riesgo calculado, Nick dio un
grito largo y crudo de frustración, y luego cayó de rodillas, como si los músculos de
sus piernas de repente fueran incapaces de soportarlo.
Estaba rodeado, y la chica, la razón que lo había llevado a esa absurda misión,
sostenida firme por el vampiro.
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Del mismo modo que no había contado con la maldita hematita.
Frente a él, los seis guardias estaban moviendo brazos y piernas. Pronto se
levantarían de nuevo para la batalla.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Tres
No había flash, sólo un resumen en el que ella estaba trabajando en relación con
la investigación del homicidio actual.
Sin embargo... para esta ejecución, había pensado que era mejor mantenerse a
distancia.
No sabía a ciencia cierta que Nick fuera a intentar algo. Pero eso era sólo porque
su marido, Luke, ocultaría a Nick, si el abogado ponía en riesgo su trabajo,
diciéndole algo que ella estaría obligada a informar a sus superiores.
condenada definitivamente caía en la lista de cosas que sus jefes querrían saber.
J.K. Beck
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renunciado a sus viejas costumbres, pero nunca haría nada que pudiera dañarla.
Acerca de eso, estaba absolutamente segura.
Para ser honesta, una pequeña parte de ella realmente deseaba que estuviera
Era difícil creer que en realidad estuviera fantaseando con una fuga de la prisión.
Ella, la mujer que había sido destetada en el sistema judicial. Pero eso no era la
justicia en acción, y el Tribunal de la Alianza había sido un espectáculo sin
sustancia, no un tribunal en el que los hechos se aplicaran a la ley. La idea de que la
Alianza pudiera ejecutar a alguien simplemente por ser una amenaza le hacía
pensar en las novelas horribles que había devorado en la escuela secundaria. No en
la realidad.
— ¿Qué?
Trató de pasar los dedos por su pelo, dándose cuenta de que estaba recogido en
una apretada cola de caballo, y metió la mano en el bolsillo.
Sus hombros se movieron, y la luz espectral que creaba su forma brilló un poco
—
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Ella sacudió la cabeza con fuerza y obligó a su atención a J'ared.
—No, no, estoy bien —Mientras hablaba, sonó su teléfono móvil. Lo tomó de su
escritorio, comprobando el identificador de llamadas, y se obligó a permanecer con
—Emily —En referencia a su mejor amiga desde sus días como humana en la
Oficina del Fiscal del Distrito. Estaba a punto de preguntar, a Emily, lo que
necesitaba, cuando oyó el sonido saliendo del auricular del teléfono, una voz baja y
amenazante diciéndole a alguien que “quita tus manos de ese maldito cinturón o te
dejaremos aquí”.
Se quedó en silencio, con su corazón latiendo tan fuerte que estaba segura de que
J'ared lo oiría, luego de forma casual pulsó el botón de silencio en su teléfono,
temerosa de que el guardia de seguridad que estaba amenazando a Nick oyera algo
si J'ared hablaba.
inestables sobre sus pies. Incluso en el monitor, pudo ver lo tenso que estaba, con
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Así que, ¿por qué no golpeaba al guardia, tomaba a la chica, y se iba? En ese
momento, parecía muy bien valer la pena el riesgo.
Se movió por las páginas, por fin encontrando el número de serie de las esposas,
y la entrada por el Oficial de Transporte Taaj Miran, que había justificado las
esposas, ya que, su toque era transformador, y las esposas garantizaban una medida
adicional de seguridad.
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El Club de las Excomulgadas
Este no era un juego, sin embargo. Esta era su carrera. Pero lo más importante,
se trataba de Nick, de un amigo, y de uno de los mejores amigos de Luke. Y de
Petra, quien tenía el control y su respeto por la maldición a la que estaba unida, y
Había habido una vez, en que Sara había creído en blanco y negro, pero cada
vez más estaba viendo el mundo en tonos de gris. Y antes de que pudiera hablar de
eso, empezó a buscar en la base de datos por el código de liberación de las esposas
específicas de Petra.
Esperaba que fuera suficiente. Por lo demás, esperaba que pudiera hacerlo a
tiempo.
Por un breve momento, fugaz, glorioso, Petra había creído que su caballero
había llegado, no en un caballo blanco, sino con un traje negro, que no le
importaba en absoluto ya que no estaba dispuesta a ser exigente con su rescate.
vampiro que la agarraba con un firme control sobre su brazo mientras hablaba en
J.K. Beck
voz alta, respondiéndole a alguna persona de seguridad que debía estar hablando
por su auricular.
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El Club de las Excomulgadas
Detrás de ellos, la puerta se cerró de nuevo deslizándose, atrapándola a ella y a
Nicholas en la habitación con los guardias. El vampiro había pedido refuerzos, y
pronto ella sería regresada a la caja del ataúd, probablemente llevada de nuevo al
Esos eran sus últimos instantes, había estado tan cerca de la libertad que podía
probarla, sin embargo, no podía hacer una maldita cosa sola.
¿Mágica?
Trató de pensar en el algodón en su cabeza. La magia era difícil para ella, muy
difícil, pero tenía que intentarlo. Tenía que hacer algo. Una sobrecarga eléctrica.
Una bola de fuego. Una especie de distracción que le diera a Nicholas un momento
para llegar a ella. Lo que él hiciera después en una habitación cerrada con siete
guardias, no lo sabía, pero al menos habría hecho algo. Por lo menos, los habría
puesto de nuevo donde estaban antes de que todo se hubiera ido al infierno.
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— ¿Es un vampiro? —Preguntó un guardia en cuclillas.
—Luchas, y mueres.
El guardia estaba casi a su lado, si iba a hacer algo, tendría que ser ahora.
En realidad, nada de eso sucedió. Estaba haciendo algo, sin embargo, porque
podía sentir la quemazón moviéndose a través de su cuerpo, un fuego lento, espeso,
que parecía casi tan lánguido como sus músculos reacios a colaborar, pero ahí. Y si
sólo pudiera centrarse, podría…
de emociones. Pero cuando vio su brazo, cuando vio que la tela se había quemado
J.K. Beck
finamente, por lo que casi, casi, se habían tocado carne con carne, fue cuando el
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terror se fijó, porque ese mismo brazo ya sostenía un cuchillo, y venía directo tras
ella, con el procedimiento yéndose al infierno.
Otro grito de protesta llenó la habitación, y se dio cuenta de que había salido de
ella. Sus muñecas podían estar atadas, pero en su mente, ella arremetía, golpeando
al guardia, rasgando el maldito traje, poniendo sus manos sobre él y tomando su
venganza para frustrar su huida.
—Lo siento —Dijo Nicholas, y ella sólo pudo sacudir la cabeza. Había intentado
salvarla, y por eso, siempre estaría muy agradecida.
—No importa —Susurró. Sin pensarlo, alcanzó el cuchillo que él había sacado
de su pecho. Si iba a morir, iba a hacerlo en sus propios términos, y…
Se detuvo, con la mano casi en el cuchillo, con los ojos doloridos y abiertos a
medida que veía una expresión igualmente asombrada de Nicholas. Las esposas se
—
han soltado.
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—Las esposas —Dijo ella, o lo intentó. No pudo pronunciar las palabras, porque
mientras habló, Nicholas saltó sobre ella. Instintivamente, se puso tensa cuando él
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la agarró, pero ella se abrazó apretada alrededor de su cintura aun mientras las
redes de hematita volaban por el aire hacia ellos.
J.K. Beck —
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Capítulo Cuatro
Las mismas aberturas por las que ahora estaban corriendo mientras se dirigían a
la rejilla de escape que se abría en la Línea Roja de la terminal del metro de Los
Ángeles. Estaban, de hecho, casi allí ahora. No podía ver, los sentidos existían
como parte del cuerpo, y estaba operando sin carne, pero podía visionarlo.
El centímetro era más que suficiente para deslizarse a través de ello como niebla.
Rápidamente, sin dudar, maniobró a través de los túneles, y... sí... a través del
pequeño espacio hasta que se alzó bajo las calles de Los Ángeles, compitiendo con
un tren de alta velocidad de la Línea Roja, y finalmente, gloriosamente, libre.
Lo habían logrado.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Por supuesto, el equipo de seguridad registraría la infracción y enviarían a los
agentes a rectificarla. Pero ya no importaba. Se habían escapado del edificio, y los
guardias no los encontrarían. No esta noche. Esperaba que nunca.
Pero incluso el conocimiento de todo lo que tenía por delante no podía frenar su
espíritu. Dentro de su conciencia, sonrió. Infiernos, sonrió como un demonio, con
todo su ser abrumado por la euforia del momento, del rescate, de haber golpeado a
un sistema supuestamente inmejorable. De simplemente ganar. Y a pesar de que él
y Petra no eran socios, a pesar de que la había arrancado del piso de ejecución para
sus propios fines, quería que ella lo sintiera, también.
Petra.
Podía sentirla, entrelazada con él, con sus seres mezclados y juntos, una toma de
conciencia de su huida a través de él, que parecía casi erótica. Ella podía ser que no
tuviera conocimiento de cómo su conciencia estaba reaccionando, pero la reacción
estaba. Era extraño que una humana pudiera retener algún nivel de conciencia en la
niebla. Pero ella lo tenía. Podía sentirlo.
Emoción. Miedo.
girones de su ser. Eso era todo, él se dio cuenta. Eso era lo más cercano a la
J.K. Beck
intimidad como ella nunca había estado, con sus toques limitados y siempre,
siempre protegida por una barrera de tela muy firme.
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Anhelaba, por los dioses, podía sentir el anhelo pulsar por ella, tan agudo que
evocaba sus recuerdos de Lissa, la única mujer por quien su propia necesidad había
sido tan intensa que había rayado en el dolor. Ahora lo inundaban de nuevo, con
Dirque arremetió, la llama azul en aumento por la furia en sus dedos visible a
pesar del velo nebuloso que le cubría los ojos.
Podía sentir las dudas del técnico, mientras trataba de evitar las llamas que
—
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porque los estribos de Dirque estaban corriendo tan alto que necesitaban una
simple liberación, catártica que seguiría al sonido de los gritos de un inocente.
No.
Pero tenía miedo. Maldita sea, a pesar de todo lo que había visto y hecho en más
de dos milenios en esta tierra, le tenía maldito miedo a una chica de pelo rizado.
No, se corrigió. No le tenía miedo de la chica. Tenía miedo de lo que podría crear.
Más importante aún, tenía miedo de lo que podía destruir. A él. A la Alianza de
las Sombras. Al maldito mundo.
Exhausto, se dejó caer sobre la almohada, con el veneno aun trabajando en sus
ojos. Tomó un poco de ungüento y se lo pasó.
Tenía los ojos cerrados ahora, con el ungüento calmante y curativo, pero podía
oír al técnico arrastrando sus pies cerca de su cama.
—Se recuperarán —Dijo—. El Señor Narid ya está casi totalmente curado, y los
médicos anticipan que el Señor Trylag estará de nuevo en plena capacidad en una
hora.
—Bien —El cuerpo de Dirque se relajó. Temía lo peor, pero se dio cuenta ahora
que el veneno que el verdugo había disparado en la habitación no estaba destinado
a matar, sino a incapacitar.
Un error.
—
Si Dirque hubiera muerto su ira habría muerto con él. Así las cosas, iba a pasar
J.K. Beck
el resto de sus días, y, de hecho, como los genios podrían ser numerosos, buscando
el castigo para ese delito en su contra, al Tribunal, y a la propia Alianza.
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El Club de las Excomulgadas
—Tengo que hablar con ellos —Dijo.
—Pero…
—Yo… –El técnico bajó los ojos—. Sí, señor. Por supuesto, señor.
—Envía por Tiberius —El enlace vampírico con la Alianza de las Sombras, no
se había sentado en el tribunal, pero como gobernador del territorio de Los
Ángeles, había permanecido en las instalaciones durante la ejecución. O, mejor
dicho, durante el intento de ejecución.
—Ya está fuera —Dijo el técnico, y luego corrió hacia la puerta. La abrió, y
entró con Tiberius, y a través de la visión borrosa de Dirque parecía incluso más
alto que sus casi dos metros, con los ojos tan negros como su ropa.
—Así es.
—No me hables como si fuera ignorante de estos asuntos, Dirque. Estaba de pie
a tu lado cuando el Oráculo habló.
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El Club de las Excomulgadas
—Te pido disculpas —,Dijo Dirque, sintiendo sus palabras gruesas y
desagradables en su lengua—. Tienes razón, por supuesto —De todos los miembros
de la Alianza, todos menos dos habían estado presentes cuando el Oráculo había
—Este asunto fue votado por los siete miembros actuales de la Alianza —Dijo
Tiberius. Apuntando su dura mirada directo a Dirque—. Todos, excepto uno
votaron a favor de convocar un tribunal y la ejecución de la chica siguiendo los
procedimientos adecuados.
—Petra Lang no es como las demás. Se merecía más que morir en un callejón
oscuro con la bala de un asesino en la espalda —Dijo Tiberius—. Por lo menos con
una convicción oficial podría enfrentar la muerte con cierto conocimiento de por
qué iba a suceder.
—La chica fue una pieza clave para demostrar que no eran los de las Sombras
—
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El Club de las Excomulgadas
conversación —Esta vez, él inclinó la cabeza—. Sé, Presidente, lo mucho que ese
resultado te habría molestado.
—Lo hecho, hecho está. Tienes razón en que toda la Alianza convocó al
Tribunal, y el juicio se realizó. ¿Podemos, al menos estar de acuerdo en que la
orden de muerte fue exacta? ¿Qué la chica presenta un riesgo inaceptable para el
mundo de las Sombras y la Alianza?
La puerta se abrió, y un hombre alto y delgado entró, vestido con una camiseta
negra y pantalones de camuflaje. Parecía un soldado que regresara de una guerra
humana, duro y peligroso, se acercó a la cabecera de Dirque con una confianza que
le hizo sentirse orgulloso.
—Señor.
Dirque lo miró.
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El Club de las Excomulgadas
—Mi sobrino sirve como líder dentro del equipo RAC en la División 6 —Dijo
refiriéndose al Equipo de Captura y Recuperación—. A partir de hoy, está en
calidad de cedido temporalmente a la Alianza como jefe de Búsqueda y
—Sí, señor.
— ¿Y tú, amigo mío? ¿Tienes una teoría acerca de cuál de los de tu raza hizo
J.K. Beck
esta cosa?
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El Club de las Excomulgadas
Por un momento, pensó que su rival no contestaría, entonces vio la más mínima
rectificación de columna en Tiberius, la firmeza en aquellos ojos fríos y oscuros.
—No te burles de la enemistad que existe entre nosotros —Dijo—. Pero sí.
— Nicolás Montegue —Dijo el nombre con firmeza, sin dudar, pero Dirque
escuchó la nota sombría de profundo pesar coloreando la voz de Tiberius.
Miró hacia su sobrino, quien asintió, luego volvió su atención hacia el vampiro.
—Sabes que no tengo otra opción —Dijo Tiberius, y Dirque tuvo que luchar
para no encogerse por el desprecio en la voz del vampiro—. Durante demasiado
tiempo hemos estado siguiendo las palabras del Oráculo. Destruyendo a los
monstruos que han tratado de destrozar a los miembros de la Alianza. Buscando a
aquellos que pueden crear tales bestias con poco más que un toque desafortunado.
Thurell y rasgar al troll más viejo en pedazos, en tantos que ni siquiera su propio
J.K. Beck
compañero había podido identificar los restos. Había sido un infierno mantener la
verdadera naturaleza del atacante como un secreto, y más infernal había sido
41
El Club de las Excomulgadas
destruir al monstruo. Al final, la Alianza había perdido a ciento veinte soldados
antes de haber matado al fabricante del monstruo en un ataque de furia y, al
hacerlo, se había dado cuenta de que su muerte restauraba al monstruo en hombre.
Veía la ironía de la situación, por supuesto. Las mujeres eran humanas. Y para
un ser humano, los propios de las Sombras eran monstruos, y los humanos los
perseguirían, matarían, y creerían estar salvando al mundo por ello.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy de acuerdo.
—Es un tonto.
—Lo entiendo.
Dirque respiró.
—Me complace que veas el alcance total del problema, y que tus acciones no se
verán frustradas ya sea por tu amistad o por un falso sentido de obligación.
Alianza, y me siento honrado haciéndolo, pero puedo ser de muy poca ayuda, sin
saber exactamente lo que te preocupa.
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El Club de las Excomulgadas
Dirque permaneció en silencio.
Eso, sin embargo, era imposible. El maestro de los genios no le temía a nada.
— ¿Una profecía?
—No entiendo.
— ¿La Alianza?
—Los pilares sobre los que rigen las Sombras —Dijo Dirque.
—
—La Alianza controla a los de las Sombras —Dijo Tariq, mientras las piezas
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Soporte —Dijo Dirque—. Los pilares de una casa son su fundamento. Una
cae, y la casa no puede sobrevivir.
La comprensión comenzó.
—No eres tan joven, sobrino. ¿Cómo puede ser que no estés familiarizado con
las historias?
—Así que, ¿me estás diciendo que los vampiros, los hombres lobo, los genios y
los para-demonios todos descendemos de dos hermanos en guerra? ¿En serio?
Parecía muy absurdo, en realidad. Dos hermanos que cruzaron desde otra
—
los que podían doblar a su voluntad, ya fuera para esclavizar o para dotarles de
poderes de su mundo, convirtiéndolos en criaturas no humanas. Un mito de origen
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El Club de las Excomulgadas
ridículo, tan ridículo como las historias de Zeus o Thor o cualquier otra cosa en la
que los pueblos antiguos hubieran depositado su fe.
Sin embargo, tan ridículo como sonaba, Tariq podía ver en los ojos de su tío que
Tal vez las historias fueran reales o tal vez no lo fueran. Pero algo estaba
definitivamente sucediendo.
—Está bien —Dijo finalmente—. Está bien. Pero, ¿qué es eso del tercero?
—Con el tiempo, las historias cambiaron —Dijo Dirque—. Ahora se habla sólo
de dos hermanos, padres de los therians, vampiros, demonios y para-demonios.
Padres de todos nosotros.
— ¿Están diciendo que los brujos son parte del mundo de las Sombras?
—Así son las historias —Dijo Dirque—. Pero no tengas miedo, sobrino. Como
has dicho, es sólo mitología.
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El Club de las Excomulgadas
Tariq se paseó por la habitación, sin saber qué pensar de esa revelación.
—Durante años, la Alianza había tratado de evitar que las palabras del Oráculo
sucedieran —Dijo Tiberius—. Hemos buscado a aquellas cuyo Tacto traerá el
A pesar de lo absurdo, el miedo se deslizó por Tariq, tan insidioso como una
serpiente. Pero era un miedo moderado por la ambición. Y por la posibilidad de
venganza también. Levantó la cabeza y miró al vampiro directamente a los ojos.
—Uno hace lo que tiene que hacer —Dijo su tío, mientras Tiberius se mantenía
J.K. Beck
de pie y en silencio, con la frustración pasando por él en ondas—. Utiliza todos los
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El Club de las Excomulgadas
recursos que necesites, llévate a cualquier personal que quieras. Pero encuentra a
Petra Lang —Continuó Dirque—. Encuéntrala, y acaba con esto.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
La niebla. Recordó, excepto que no era tanto un recuerdo como un sueño, algo
tenue e irreal y completamente provocativo.
Habían estado entrelazados, cuerpo a cuerpo, sangre a sangre. La única vez que
su cuerpo, aunque no su carne, había tocado a alguien que no fuera su hermano, e
incluso con él sólo había sido sostenerle la mano, y el placer del contacto había sido
—
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El Club de las Excomulgadas
Por mucho que ella no pudiera recordar nada específico acerca del contacto con
Nicholas, sólo la indirecta de la sensación era un soplo en su recuerdo. Su esencia
la recordaba, sin embargo, y el calor que corría a través de ella la hacía desear aún
— ¿Petra?
Entrecerró los ojos hacia él, de repente intrigada por Nicholas como hombre, y
no simplemente como defensor. Durante más de un mes se había reunido
regularmente con él mientras le había informado de su caso. Había notado su
buena apariencia, porque ¿cómo no podría haberse dado cuenta de eso? Y ella se
había quedado impresionada por lo malditamente inteligente que era. Pero nunca
había pensado en cómo sería tocarlo. ¿Cuál sería el punto?
Su vida era su vida, y había aprendido a vivir con ella. Tener que ir de compras
en medio de la noche, cuando las multitudes eran muy raras. Evitar la noche del
estreno en el cine. Las precauciones inflexibles, la conciencia constante de que
incluso una suave caricia era imposible. Todo era parte del paquete que componía
su vida.
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El Club de las Excomulgadas
En esas noches, abrazaba su almohada fuerte y pensaba en lo que tenía. Un
hermano que la amaba. Una casa con un jardín de flores. Un trabajo en el que era
buena.
Ese había sido su credo desde la pubertad, y a pesar de que sonaba como un
anuncio publicitario de filosofía feminista radical, era realmente la verdad. Los
hombres no estaban en su radar. No los había dejado estar en su radar.
—No, estoy bien —Alzó los ojos para encontrarse con él, sintiendo un pequeño
cambio en su intestino, y pasando junto a él—. ¿Dónde estamos?
—
51
El Club de las Excomulgadas
— ¿Cómo dices? —La irritación burbujeó en su interior, y ella la instó. La
molestia y la rabia eran familiares, y de fácil manejo—. Estoy feliz de estar viva, no
me malinterpretes, pero, ¿cómo sé que no pasaré de ser su prisionera a ser la tuya?
—Está bien. Entonces habla —Había alrededor de ocho cosas que necesitaba
saber, no menos de cómo se suponía que viviría una vez que todo el peso de la
Alianza presionara sobre ella. Porque querrían ir en pos de ella. El mundo de las
Sombras no se quedaría de brazos cruzados después de lo que habían arruinado. Y
Nicholas Montegue y Petra Lang acababan de arruinarlo a lo grande—. Por lo
menos déjame entrar en contacto con mi hermano. Todo lo demás puede esperar —
Era una simple solicitud, y esperaba que se la concediera fácilmente.
No lo hizo.
—Más tarde —Asintió hacia un catre que estaba en un rincón, con una manta
doblada en la parte superior—. Tengo que hacer algunas cosas. Espera aquí.
Sí, estaba muy emocionada más allá de haber sido rescatada, pero no era una
mujer que se escondía en habitaciones oscuras, y estaba segura de que no quería ser
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El Club de las Excomulgadas
la carga de alguien más. Había jugado ese papel durante toda su vida, también. Y
aunque sabía que Kiril la amaba, el hecho de que su abuela hubiera obligado a su
hermano gemelo, a convertirse en su protector hasta que la maldición fuera
—Sergius.
—Está vivo.
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El Club de las Excomulgadas
—Por etapas —Dijo Nicholas—. Luke y yo tomamos un poco de su carne y
quemamos el lugar. Él está aquí, Petra. Pero no es realmente Sergius nunca más.
Ella tragó.
Sus palabras eran absolutamente, cien por cien ciertas. Pero lo que no dijo era
igualmente cierto. Tal vez no sabía cómo acabar con la maldición y liberarse a sí
misma de tocar sin daño, pero sabía cómo curar a Sergius.
—Me niego a creer eso —Dijo—. Cómo tú también —Dio un paso hacia ella, y
ella se obligó a no retroceder—. Piensa en ello. Nací hace más de siete siglos atrás.
Escapaste de la muerte después de que tu cuerpo se disipara en niebla. Y hubo una
vez, que los hombres con nada más que una brújula se metían en pequeños botes de
madera y navegaban por los mares. Encontraremos la respuesta, Petra.
J.K. Beck —
Nosotros. Era bonito creer en la teoría, un poco más difícil ponerla en la práctica.
Ella en realidad no trabajaba bien con el “nosotros”. No había tenido mucha
54
El Club de las Excomulgadas
práctica en ese departamento. No a menos que contara a Kiril, pero era su
hermano, su hermano gemelo, la mitad de sí misma si creías en alguna de esas
tonterías acerca de los gemelos místicos y de la magia y las maldiciones.
—Estoy a favor de eso —Dijo—. Y Kiril nos puede ayudar. Es poderoso —Miró
a Nicholas, y vio el poder en él, también. El poder y la determinación de ver esa
misión terminada.
Y esa era otra razón por la que quería a Kiril con ella. Quería a su hermano
vigilando su espalda, si Nicholas alguna vez enfrentaba la verdad.
—Lo es. Y ese tipo de poder puede ser rastreado —Su expresión severa se
suavizó un poco—. Lo siento, Petra. Pero si lo piensas bien, sabes que tengo razón.
—
Él la miró duro, tan duro que parecía estar mirando a través de ella.
55
El Club de las Excomulgadas
—Petra —Dijo, con su voz saliendo de lejos—. Sabes que tengo razón.
—Tienes razón —Dijo ella, aunque no sabía por qué estaba diciéndolo.
—De acuerdo —Repitió a pesar de que en realidad no quería decir que en todo,
y muy dentro de ella se estaba llamando tonta, idiota y una mentirosa débil de
mente.
A la espera de mostrarle que meterse en su cabeza era la última cosa que habría
—
querido hacer.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
Así que ella no lo había oído. Eso explicaría la falta de reacción. Entró a la
oficina.
—Ya no estoy con la RAC —Dijo—. Estoy en una asignación para la Alianza.
— ¿Ah, sí? —Todavía no había miedo, pero había una desconfianza en su voz
que lo hizo feliz. Dio un paso más en la habitación, indicándole a la criatura a su
izquierda que entrara por la puerta, y se pusiera en la línea de vista de Sara—.
Morain aquí es un Contador de la Verdad —Dijo Tariq—. No estoy seguro si has
tenido conocimiento de ellos antes.
Su piel pálida se puso más pálida, pero se puso de pie, con su atención no en él,
sino en el poltergeist.
J.K. Beck —
57
El Club de las Excomulgadas
acerca de la forma en que los agentes de la Alianza están tratando a los fiscales de
la División.
—Muévete.
—Yo no te informo a ti, Tariq. Y hasta que el señor Bosch me diga que deje de
trabajar en este resumen, será en lo que me centraré —Ella puso las manos en su
teclado y continuó escribiendo, lo que sugería su comportamiento es que él no era
más que el personal de mantenimiento, yendo a fregar los suelos.
Maldita Perra.
Poco a poco, ella levantó las manos de su teclado. Aunque más lentamente,
asintió. Entonces empujó la silla hacia atrás y se puso de pie.
Tariq dio la vuelta al escritorio y se sentó en el sillón. Detrás de él, Sara se quedó
inmóvil. Ella la había jodido, a lo grande, y él clavaría su trasero a la pared. Olería
el maldito el miedo en ella. Lo vería, Lo probaría. Y frotaría la cara de mierda de
Lucius Dragos en esto.
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El Club de las Excomulgadas
—No tienes un motivo, ni un solo motivo, para entrar en mi cabeza —Dijo Sara,
dando un paso hacia atrás y mirando a Morain, que había dirigido una sonrisa
dentada en su dirección.
—Detente—. La voz desde la puerta fue firme y dura, y tenía autoridad en lugar
de miedo. Tariq se volvió y se encontró mirando el rostro arrugado y el pelo sal y
pimienta de Nostramo Bosch, el subdirector de la Unidad de Crímenes Violentos, y
jefe inmediato de Sara. Junto a él, dos trolls de seguridad uniformados estaban
esperando, cruzados de brazos, con caras planas y con rabia.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo que puedes pensar que tienes —Dijo Bosch—, te aseguro que no justifica el
uso de medidas invasivas. No sin un fallo de la causa. Y si estás trabajando para la
división, o trabajas para la Alianza, Agente Tariq, no estás autorizado para hacer
Tariq vaciló, debatiendo. Por un lado, si daba marcha atrás ahora, su autoridad
se vería comprometida. Por otro lado, no conocía a una sola persona que jamás
hubiera visto los poderes de Bosch en acción. Y según los rumores, se debía a que
nadie había sobrevivido a un encuentro con el hombre, un perseguidor que se
negaba a ser conocido por su lealtad a la Alianza. Un cruce con un buen número de
especies, posiblemente con sangre de los siete grupos principales fluyendo por sus
venas.
Bien, a la mierda.
Su teléfono sonó, y Tariq nunca fue más feliz por una interrupción de lo que fue
en ese momento. Lo abrió, Bosch le disparó una mirada de desprecio y luego le dio
la espalda.
—Vete.
—El hermano acercándose a la División —Era Elric, uno de los miembros del
equipo de Tariq que había sido asignado para vigilar a Kiril Lang, en caso de que
Petra tratara de hacer contacto.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo tengo —Tariq cerró su teléfono, mientras Bosch les indicaba a los trolls que
flanquearan a Sara—. Lang acaba de llegar. Ve a tratar con él, viejo. Eres la cara de
la Alianza aquí en la División, ¿verdad?
Nostramo Bosch lo miró fijamente a los ojos, y Tariq no vio nada allí, excepto
hielo. Entonces Bosch se volvió y salió de la habitación, dejando sólo el silencio a
su paso.
*********
Por qué se molestaba, aunque... Bien, esa era la verdadera pregunta, ¿no? Porque
si Petra había muerto... si la había perdido...
A su alrededor, el viento empezó a azotar, tirando de sus ropas, haciendo que los
—
61
El Club de las Excomulgadas
Él no contestó, y se humedeció los labios bastante rosados absteniéndose de
decir una palabra. Buena decisión.
Y eso significaba que Kiril no confiaba en él. No importaba, sin embargo. Kiril
podía apañarse con prácticamente cualquier criatura que caminara en esta tierra
verde. Y habían atrapado a su hermana. Y eso significaba que en la actualidad, los
de las Sombras deberían tener miedo de él.
—Me doy cuenta de que está molesto, pero de nada puede servirle verla ahora…
—A la mierda con eso —Ya era bastante malo que tuviera que morir sola, no
—
había forma de que esos hijos de puta la mantuvieran lejos de él. Miró a Bosch,
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Por un momento, él creyó ver flash de simpatía en los ojos del hombre anciano.
Pero se fue tan rápido como había aparecido.
—La Alianza la ha ejecutado, Sr. Lang. Nada ganará con ver su cuerpo.
—Fue condenada por un Tribunal de la Alianza —Dijo Bosch, con voz plana—.
Su jurisdicción es clara.
—Su jurisdicción es una mierda —Le espetó él, yendo a su alrededor, con el
viento empezando a hacer estragos.
— ¿Señor Lang?
63
El Club de las Excomulgadas
—Me voy—, dijo, porque podría haber una sola explicación. —Ustedes, hijos de
puta no me ayudarán, así que me iré —Tenía que salir de allí. Necesitaba salir
rápido, llegar a casa y meditar.
J.K. Beck —
64
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
Aprendería, sin embargo. Nick había pasado gran parte de su vida coqueteando
con la alquimia, en busca de la cura para la muerte misma. No la había
encontrado... no de la forma en que esperaba, de todos modos, pero nunca había
abandonado el amor por la ciencia. La química y la biología habían sido sus
favoritas en particular, y sabía que una cosa era cierta: a pesar de todas sus
diferencias, los humanos y los de las Sombras no eran nada más espectacular que
un patrón de moléculas.
restaurar a su amigo.
J.K. Beck
Parte de Nick quería odiar a Petra por haber convertido a Serge en un monstruo;
otra se apiadaba de la mujer cuyo tormento sin duda rivalizaba con el suyo. Él
65
El Club de las Excomulgadas
había luchado para reponerse de su demonio; Petra vivía con su maldición a cada
momento de cada día.
La cosa se movió en la celda, con sus ojos abriéndose para revelar los iris de
Una vez que llegó al cristal, sin embargo, se puso de pie, llegando a su altura,
con su cuerpo ancho y duro, con cada cicatriz antigua curada, con cada lesión vieja
desaparecida. Días antes, la criatura había estado en constante movimiento. No
había hecho otra cosa que rabiar y romper, con sus acciones haciendo alusión a la
locura. Últimamente, tenía largos momentos de calma, durante los cuales la
criatura se sentaba inmóvil, con la cabeza inclinada, como si estuviera pensando.
O, tal vez, escuchando.
Incluso el pedazo de carne que Nick y Luke habían recortado de su muslo estaba
curado, con su piel perfecta y suave ahora. De alguna manera, eso hacía que la
criatura fuera mucho más aterradora.
Se quedó mirando a Nick, con los ojos oscuros mirando hacia los suyos,
manteniendo una mirada extraña, sin pestañear. Nick se la devolvió, negándose a
mostrarle miedo o disgusto. Negándose a perder la fe en su amigo ahora, a pesar de
que sabía muy bien que la cosa en esa jaula no era más su amigo.
66
El Club de las Excomulgadas
La boca ancha se dividió en una sonrisa burlona horrible, entonces la criatura
levantó la palma de la mano a su boca y hundió sus colmillos profundamente en su
propia carne. Nick se estremeció, pero no se apartó, y cuando la criatura estrelló la
Había una mente allí, en esa criatura que había sido Serge. Una mente pugnando
por salir. Luchando duro contra eso, pero sin llegar a lograrlo.
Con pesar regresó sobre sus pasos, Nick se alejó, luego se detuvo en seco,
mientras un gruñido largo, fuerte llenó la habitación. Se volvió a tiempo para ver la
criatura de Serge explotar en un frenesí de rabia y furia, lanzándose sí mismo al
grueso cristal, golpeándose y golpeándolo. La pared transparente se sostuvo, pero el
poder de los golpes de la criatura hicieron temblar las paredes, y las uniones y las
articulaciones temblaron.
La cosa era cada vez más fuerte. La celda no se mantendría por mucho tiempo.
comida para el monstruo. No había otras aberturas en la celda, ninguna incluso del
J.K. Beck
67
El Club de las Excomulgadas
Hasta el momento, no había pruebas de que Serge hubiera recuperado la
capacidad de cambiar a niebla, pero Nick tenía la sensación de que llegaría. Su
mente volvería junto con un nivel de control, y pronto sus poderes saldrían.
Se volvió, dándole la espalda a la bestia, con los ecos de sus puños golpeando las
paredes de la celda pareciendo latir dentro de su propio cuerpo.
Una vez más, metió un código. De nuevo, una puerta se abrió. Dio un paso, y la
puerta se cerró detrás de él, finalmente bloqueando el sonido. La opresión en el
pecho de Nick se levantó un poco, y se apoyó contra la puerta.
Cerró los ojos. En ese momento, no quería ver nada de eso. No quería recordar,
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Abrió los ojos y miró la puerta cerrada, y el pensamiento de la mujer detrás de
ella. Estaba atado a ella ahora, los dos como responsables en diferentes formas de lo
que le había sucedido a Serge. Ambos eran unos fugitivos.
Pronto podría correr libremente y después Nick podría añadir la muerte de miles
de personas a la cuenta del carnicero. Y ese era un precio que no sabía cómo pagar.
Cerró los ojos, los abrió al sentir el frío acero de una daga presionada con fuerza
contra su garganta. Luke.
—Dame una razón para no matarte —Dijo Luke, con su voz áspera y peligrosa.
—Maldita seas, Nicholas —Dijo Luke y Nick sintió la navaja cortar su piel—.
Maldito seas por todos los infiernos.
estómago para defenderse. Había sabido lo que podría suceder cuando había
J.K. Beck
69
El Club de las Excomulgadas
—Toma mi vida —Dijo Nick—. Si paga la deuda, entonces tómala ya, y sé
rápido.
—Me hizo jurar que no te haría daño —Dijo Luke—. Una llamada de teléfono,
y la utilizó para decirme que tendría mi cabeza si tomaba la tuya.
Nick cerró los ojos, agradecido, no tanto por su vida, sino por la oportunidad de
terminar lo que había comenzado.
—Entonces esa es otra deuda que tengo con tu esposa —Se volvió hacia el
hombre que contaba entre sus amigos más cercanos. El hombre que había
traicionado metiendo a su esposa a un nido de malditas avispas—. No quería esto,
Luke. No tuve otra opción. Pero, créeme, no quería que ella se involucrara.
—En este momento, creo que no hay a dónde ir sino hacia arriba.
—No estés tan seguro de eso —Dijo Luke, algo en su voz atrajo la atención de
Nick.
— ¿Qué ha pasado?
—
70
El Club de las Excomulgadas
Algo de la tensión de Nick se fue.
—Bien. ¿Y Petra? ¿Habló de ella? —Luke no dijo nada, y Nick apretó los puños
con rabia—. Maldita sea, Tiberius debería haber argumentado a favor de que se
— ¿Qué? ¿Por qué si no está a favor de terminar con Petra, Dirque reunirá a las
tropas y votarían por quitarlo?
Nick frunció el ceño, ya que no era difícil en absoluto. Tiberius era un político, y
ahora estaba jugando juegos políticos. Como defensor de la Alianza, Nick sabía
todo acerca de las maquinaciones de la política. Pero como amigo, habría esperado
más.
—Es algo más que su asiento en la Alianza —Dijo Luke—. Dice que el toque de
la chica puede traer consigo el fin de la Alianza. Dice que ha sido previsto. Una
profecía.
Nick emparejó su sonrisa con la de su amigo, y por un momento, sintió que las
cosas estaban bien entre ellos. No lo estaban, sin embargo. Las cosas no lo estarían
de nuevo hasta que Sara estuviera libre, y Serge fuera él mismo, y ambos lo sabían
—
muy bien.
J.K. Beck
71
El Club de las Excomulgadas
—Es peligroso que te quedes aquí —Dijo Luke—. Tú y Petra necesitáis salir esta
noche.
—Entendido.
—Es Serge, Luke. La única manera en que me puedes detener ahora es usando
esa navaja que guardas en tu muslo.
—La chica no tiene idea de cómo revertir la maldición —Dijo Luke. Dejó caer la
mano—. Infiernos, ni siquiera sabe si se puede hacer.
—Pero es una maldición, Luke. Eso significa que tiene una fuente. Si podemos
seguirle la pista...
—No lo hará.
72
El Club de las Excomulgadas
—Dadas las circunstancias, diría que sería un problema menor.
Luke asintió, luego abrió los ojos y examinó a Nick con una fría y calculadora
mirada.
—He hecho mis deberes, y ese será un riesgo digno de tomar. Si podemos
regresarlo, si podemos librarlo de la maldición de Petra y transformamos a Serge de
nuevo en él mismo, estoy seguro de que mis habilidades superiores de defensa
atraerán al Tribunal a mi lado.
— ¿Y si te equivocas?
J.K. Beck —
73
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Ocho
La sonrisa se congeló en su cara, y ella dio un paso atrás, con el brazo todavía
extendido con el paquete.
Él tomó la bolsa.
—Gracias.
—Es algo bueno que lo hicieras —Dijo—. Que corrieras el riesgo. Que salvaras a
—
74
El Club de las Excomulgadas
—No lo hice por ti —Dijo—. Ni por ella —Alargó la mano hacia el pomo de la
puerta.
—Nick… No importa.
Él sabía que debía dejar las cosas así y alejarse. En su lugar, soltó el pomo de la
puerta.
— ¿Qué?
—Ya te perdoné por lo que me hiciste, Lissa. Demonios, incluso me gusta Rand.
—Entonces…
—Eso no quiere decir que sea fácil —Miró sus ojos azules como el Caribe, ahora
como las oscuras aguas antes de una tormenta, y se preguntó por qué ella no podía
ver hasta qué punto había roto su orgullo. Lo que le había hecho a él había sido
hacerlo quedar como un bobo. Y ese no era un papel que Nicholas jugara bien.
—Oh —Podía ver que quería decir algo más. Quería disculparse de alguna
manera y hacer todo mejor. Una instinto femenino de besar la herida y hacer que
desapareciera.
—
Levantó el paquete.
75
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué es esto?
Ella se dio la vuelta para irse, y él comenzó a hacer lo mismo, pero se detuvo.
— ¿Lissa?
Sus hombros se pusieron rígidos, e hizo una pausa antes de enfrentarse a él.
*********
Petra se levantó y salió del catre antes de que Nicholas hubiera incluso pasado
por la puerta de su celda. Su nueva celda. Lo cual, a pesar de que no estaba en ésa
área a la espera de ser ejecutada, seguía suponiendo que era una maldita prisión.
Uno o varios conjuntos de cuatro paredes y nada en lo que ocuparse excepto sus
pensamientos.
Ella sostuvo la manta aún doblada en sus manos, y ahora la empujó contra su
—
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El Club de las Excomulgadas
—Te metiste en mi cabeza —Repitió—, y empujaste mi mente, y si crees que te
perdonaré porque me salvaste el trasero, entonces déjame decirte ahora que en
serio, en serio, estás equivocado sobre ese tema.
—Lo siento.
— ¿Qué dijiste?
Se veía arrepentido, pensó, y, sin embargo ese no era lo que había esperado. No
conocía bien a Nicholas, pero lo hacía lo suficiente. Era arrogante, por lo general
por una buena razón, y sinceramente dudaba de que disculparse fuera fácil.
—Bien, está bien, entonces, pero haces algo así otra vez… Siquiera pensar en
hurgar allí dentro… Y tendrás a una mujer muy poco cooperativa en tus manos —
Cruzó los brazos sobre su pecho— ¿Está perfectamente claro?
Dio un paso hacia ella. Demasiado cerca, teniendo en cuenta que sus manos
estaban desnudas. Ella dio un paso atrás, pero él le correspondió, con su
proximidad inquietándola. Nerviosa. Ella se quedó inmóvil, muy inmóvil, y se
obligó a mirarlo a los ojos, tratando de ignorar la forma en que su corazón latía
ahora, disparándose junto con miedo y algo más. Algo nuevo y tan peligroso como
—
—Creo que estás perdiendo el panorama general —Dijo él, tan cerca que ella
podía sentir su aliento en la piel, la sensación tan cálida y suave como una caricia
77
El Club de las Excomulgadas
imaginaria. Ella se estremeció, definitivamente no por miedo, y se centró en algo
encima de su hombro. En ese momento, no quería mirarlo a los ojos—. Quieres
que esta maldición se levante aún más que yo. Y para hacer eso, tenemos que
Abrió la boca, lista para atacar con un comentario insolente sobre su definición
de trabajar juntos, pero él lo hizo primero.
—Te pedí disculpas por meterme en tu cabeza, y lo dije en serio —Dijo, dando
un paso atrás, y luego cambiando su posición de modo que ella estuviera mirándole
directamente—. Pero no creo que pueda soportar amenazas vanas. Somos un
equipo ahora, Petra. Lo que significa que me dirás todo lo que sabes acerca de esta
maldición y de la forma de quitarla —La miró fijamente, y ella se encogió bajo su
mirada—Todo.
No era exactamente una opción. Si él sabía que con su muerte, Serge sería libre, la
mataría en un santiamén, y realmente no le sentaba nada bien. Ella quería vivir
malditamente demasiado. Quería aferrarse desesperadamente a la esperanza de que
de alguna manera, algún día sería realmente una parte del mundo en lugar de una
extraña.
Así que no, nunca le diría a Nicholas la verdad, pero no había manera de que
pudiera permanecer en silencio, tampoco. No del todo.
— ¿Petra?
—De acuerdo—. Ella miró hacia abajo, a sus manos. —Te diría que podría
quitarme esto, pero...
—Probablemente sea lo mejor —Él arrojó la mochila a sus pies—. Ropa. Debes
cambiarte.
—
Él ya lo había hecho, después de haber abandonado su traje ninja por algo más
J.K. Beck
casual para L.A. como pantalones oscuros, una camisa de color blanco con botones
hasta abajo, y una chaqueta de cuero negra. Simple. Básico. Sin embargo, con eso
78
El Club de las Excomulgadas
se veía como un modelo masculino de pasarela. Por lo menos, parecía que debería
estar en la cola para una prueba de pantalla de uno de los estudios.
Y el hecho de que no podía hacer nada al respecto era uno de los grandes pesares
de su vida. Afortunadamente, no era una mujer acostumbrada a estarse
lamentando.
—¿Está aquí? —Lissa era la pareja del hombre lobo Rand, y ella y Petra habían
pasado muchas horas de visita, con Lissa haciendo todo lo posible por convencer a
Petra que todo iba a salir bien, aunque ninguna de ellas lo había creído realmente.
Como respuesta, sonó un golpe en la puerta, y luego Lissa dio un paso entrando,
con Rand justo detrás de ella. Los ojos del were se movieron a Nicholas. Lissa sólo
miraba a Petra.
J.K. Beck —
—Oh, aún no te los has probado. Quería estar segura de que todo te servía.
79
El Club de las Excomulgadas
—Lo haré ahora —Dijo Petra, y luego miró a Nicholas y sintió que sus mejillas
ardían—. Bien, tan pronto como Nicholas se vaya —Suave. Estaban a punto de
vivir en lugares muy reducidos, y se preguntó cómo sería saber que él la estuviera
Excepto que él no la miraba de esa forma. Para el caso, no la miraba para nada.
No lo estaba haciendo a ningún lugar, de hecho. Pero tenía la extraña sensación de
que estaba mirando a la nada para no mirar a Lissa. Había una tensión entre ellos,
algo áspero e incómodo. Y aunque no era asunto suyo, no podía evitar preguntarse
si el grosor en el aire, y la forma en que Nicholas se comportaba, era como si
estuviera guardándose un secreto.
Interesante.
Pero lo que era aún más interesante, y más que un poco molesto, era la forma en
que ver eso la hacía sentir. Una especie de retortijón en el interior, y aunque le
gustaba Lissa, mucho, en realidad, en ese momento no podía esperar a que la
hermosa súcubo saliera de la propiedad y la dejara a ella y a Nicholas volver a su
conversación.
—Estoy muy contenta —Ella dio un paso atrás—. Dejaré que vosotros
terminéis, pero Luke quería que te diéramos un empujón —Le había dicho eso a
Nicholas al final mientras enganchaba su brazo a través por Rand—. Todo el
mundo está ansioso por empezar a moverse.
—
ayudado a huir.
80
El Club de las Excomulgadas
—Se necesitó una aldea —Dijo Nicholas con ironía.
Petra frunció el ceño cuando Lissa se retiró, cerrando la puerta detrás de ella.
Con el pensamiento de que pudiera haber más que Nicholas, le causaba a la vez
—Sólo cinco personas. Rand, Lissa, Luke y Sara. Yo. Seis ahora, contigo —La
estudió—. ¿Quieres verlo? —Le preguntó, como si la posibilidad de eso se le
acabara de ocurrir.
—La única razón para verlo sería para recordar lo que mi maldición puede
hacer. Confía en mí, no necesito el recordatorio. He vivido con ella todos los días
de mi vida.
81
El Club de las Excomulgadas
Apretó los puños, no queriendo ir allí, empujando duro para bloquear el
recuerdo y alejarlo.
—No se trata sólo de mí, sabes. Esto es transmitido. Ha sido una maldición en
mi familia —Las palabras simplemente se derramaron, y mientras lo miraba,
viendo la compasión en su rostro, fue golpeada por la súbita comprensión del por
qué era un buen defensor importante, porque sabía cómo mirar y cuando preguntar.
Y porque había algo en ese rostro que te inspiraba confianza.
Eso que hacía a la gente creer que podían hablar con honestidad, sin graves
consecuencias. Incluso personas tan cuidadosas como ella.
Se supone que tenía sentido decirle lo poco que sabía, aunque ella tenía sus
dudas de que eliminar la maldición fuera posible, pero él no sería de ayuda en
absoluto, sin comprender cómo se producía la maldita cosa.
Recordó la forma suave en que había mirado a Lissa, y tuvo que admitir que se
trataba de algo más que liberarse de una maldición. En ese momento quería ver la
simpatía que sin duda ella haría florecer en sus ojos. Necesitaba verla.
Necesitaba el consuelo de saber que él no estaba haciendo eso sólo por salvar a
Serge, sino que de alguna manera, podía salvarla, también.
J.K. Beck —
82
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Nueve
— ¿Te hubiera importado? Ellos me condenaron, por lo que soy, no por qué lo
soy.
Empezó a decir algo más, pero fue interrumpido por unos golpes en la puerta.
Ella echó un vistazo a la bolsa a sus pies, y al hombre de pie delante de ella.
—No lo haré…
—Me daré la vuelta —Dijo él, y luego lo hizo mirando a la puerta de entrada en
—
lugar de a la mujer.
J.K. Beck
83
El Club de las Excomulgadas
Oyó el crujido de la tela, mientras ella se quitaba la ropa que le había entregado
la PEC, habiendo estado con demasiadas mujeres podía imaginar cómo se veía, la
tenue luz de la habitación haciendo que su piel resplandeciera, con las sombras
Sin pensarlo, se volvió a contestarla, y vio que la imagen que tenía en su cabeza
estaba en lo cierto. Estaba de pie desnuda ahora, con todas las suaves curvas y
líneas elegantes, con su cuerpo menudo y atlético, pero con la suficiente carne
como para que nadie jamás la confundiera con una adolescente.
Su cabeza estaba dentro de la camiseta, y supo que debía darse la vuelta, pero no
pudo. Le gustaba el aspecto que tenía, fresca e inocente.
Era una criatura rara, pensó. Una a la que no podía seducir, no podía usar, no
podía tocar a pesar de la tentación de extender la mano y tocar su piel, para ver si
su cuerpo era tan suave como se veía, y experimentar el placer único de saber que él
era el primer hombre en acariciarla así.
—Admirar las vistas. —Dijo divertido por la forma en que sus manos se
—
84
El Club de las Excomulgadas
—Me disculpo. Te aseguro que no tenía intención de mirar. —Dijo, pero no se
giró.
—No, es cierto. No quise mirarte, pero una vez que me di la vuelta, no pude dar
marcha atrás. Eres hermosa, Petra —Luchó contra el impulso de dar una última
mirada al cuerpo de la mujer que no podía tener—. ¿Nadie te ha dicho eso?
Ella no respondió, y él lamentó sus palabras. Por supuesto, nadie lo había hecho.
Ningún hombre la había visto así, ¿cómo podría alguien haberlo hecho, cuando
verla hacía desear tocarla?
Podía oírla tirar de los pantalones vaqueros, con sus movimientos bruscos y
espasmódicos. La había molestado. Maldita sea, por lo general era mejor para
decirle las cosas correctas a una mujer.
—Una vez más… ¿Decirte que mi familia está maldita en realidad te ayuda?
Él se dio la vuelta para mirarla de frente, seguro ahora de que estaba vestida.
—No —Dijo observando la forma en que ella mantenía su cara, tan suave y sin
expresión—. Tienes razón. Ellos debieron haberte visto, notando una larga línea de
humanos maldecidos, y quisieron aún más que nunca acabar con eso, en ese
momento, justo ahí.
—Yo destruí a mi padre —Dijo ella finalmente, con su rostro y su voz duros y
firmes, pero pudo oír la vulnerabilidad debajo. Le hubiera gustado llegar a ella,
85
El Club de las Excomulgadas
pero al mismo tiempo se alegraba de que fuera imposible. Podría decir al mirarla,
que quería parecer fuerte, y la aceptación de su toque sería como el reconocimiento
de su debilidad. A la Petra que él conocía, no le gustaba ser débil.
—No —Dijo ella con la misma falta de pasión férrea—. No fue mi culpa. Pero
eso no cambia el hecho de que él cambió por mí, y debido a que cambió, mató a mi
madre —Él oyó su aliento entrecortado y vio la suavidad debajo del acero, con la
culpa tan rápidamente enmascarada.
—Lo veo todas las noches en mis sueños. Estoy en la oscuridad, cálida y segura
con mi hermano, y entonces llega el dolor. Tanto. Esa parte tiene una falta de
definición hasta que me ciega una luz, el frío y el miedo, y estoy sola. Estoy
gritando, también, porque quiero a mi hermano, pero no está conmigo —Ella lo
miró a los ojos—Estoy naciendo, ya sabes.
—Ella te lo pasó.
Petra asintió.
J.K. Beck —
86
El Club de las Excomulgadas
—Desde la década de 1800, seguro. Posiblemente antes de eso, pero eso es tan
antiguo como la Biblia de la familia llega.
— ¿Y tu padre?
—Te tocó.
—Apenas. Sólo el más mínimo roce de un dedo contra mi pequeño dedo pulgar.
Los estaba contando, como hacen los padres, para demostrar que sus hijos son
perfectos.
Él vio que ella dibujó en el aire, vio que algo cambiaba, como si ella misma se
centrara. Se imaginó que era lo que hacía en su trabajo, cuando tenía que informar
sobre malos hechos a sus clientes. Entregar las noticias rápida y llanamente. Nada
más que una historia, una enumeración de hechos.
—Mi madre se dio cuenta y trató de detenerlo. Pero estaba débil y no se movió
lo suficientemente rápido. Él cambió. Todavía puedo oírlo en mi cabeza mientras
gritaba, por primera vez con agonía, y luego cambió de nuevo y sonó como alegre.
Mientras se divertía destruyéndonos a todos nosotros.
—Kiril y yo estábamos al lado uno del otro, y él se echó encima de nosotros Él…
—Su voz se quebró, y una sola lágrima corrió por su mejilla, pero se la limpió con
—
el dorso de la mano, como si las lágrimas no fueran más que una molestia.
J.K. Beck
87
El Club de las Excomulgadas
Él dio un paso hacia adelante, luego se detuvo. Sabía cómo consolar a las
mujeres, sabía cómo atraerlas a sus brazos y dejar que lloraran. Pero ¿cómo
consolar a una mujer a la que no podía tocar? ¿A una mujer que no quería llorar?
—Muy bien.
— ¿Cómo?
—Con magia. Corre en nuestra familia, también, a pesar de que corre más fuerte
en unos que en otros. En mi abuela era bastante débil, en realidad, pero ella elaboró
todo lo que sabía y le hizo... algo... a él.
— ¿Qué?
88
El Club de las Excomulgadas
—No lo sé. Él estaba allí, y luego pareció implosionar4. Hubo un resplandor en
el aire, y de repente ya no estaba. Y ese fue el fin.
— ¿Nunca le preguntaste?
—Suena horrible.
—Tendremos que ir por tus cosas. Las reliquias de la familia. Los diarios. Esa
Biblia. Quién sabe dónde encontraremos una pista.
4
Explotar, romperse con mucha fuerza.
89
El Club de las Excomulgadas
—Puede ser.
— ¿Qué? ¿Crees que te estoy tomando el pelo? ¿Qué tengo algún tratado sobre
cómo romper las maldiciones ocultas detrás del váter?
— ¿Cómo dices?
—Sí —Ella inclinó la cabeza hacia un lado—. Bien, no el acto de dar a luz, sino
el nacimiento de un hijo. Quiero decir, si Kiril hubiera sido el primogénito,
entonces la maldición se levantará cuando su hijo nazca. Cuando se corte el cordón
umbilical, si deseas tener toda la técnica sobre eso.
—Ah... —Él vaciló, sonando tanto divertido como incómodo—. Cariño, sé que
no tienes experiencia en esas cosas, pero es sumamente difícil conseguir que una
mujer se quede embarazada sin tocarla.
J.K. Beck —
90
El Club de las Excomulgadas
—Inseminación artificial —Dijo, y luego se echó a reír al ver su expresión
horrorizada—. Lo siento, lo siento, es sólo... que te estabas acercando al tema tan
delicadamente. Tú. Creo que te sonrojaste.
— ¿Reputación?
—Feliz de estar a tu servicio, pero aun así creo que me estoy perdiendo el
panorama general aquí.
—La noche de luna azul —Dijo—. Es el mes cuando hay una luna llena extra.
No sucede muy a menudo. Pueden pasar años.
—Oh. Bien —Ella sintió que sus mejillas ardían, pero se obligó a no mirar hacia
otro lado. Mantener esa conversación estrictamente profesional—. Pues bien,
—
durante esa noche, desde el atardecer hasta el amanecer, me puedes tocar sin
J.K. Beck
hacerte daño —Ella sintió que sus entrañas se sacudían al recordar la forma en que
se sentía cuando la luna azul llenaba el cielo.
91
El Club de las Excomulgadas
Ella nunca había estado con un hombre, no así, y no porque no lo hubiera
deseado. No era que jamás hubiera deseado a un hombre concreto, no se permitiría
enamorarse, pero en esa noche... Santo cielo, en esa noche su cuerpo anhelaba ser
Kiril se había sentado con ella, sin embargo, dejando que se inclinara en contra
de él y sosteniendo su mano, para que al menos por una vez, ella pudiera sentir la
sensación de piel contra piel, y había pasado el tiempo contándole historias
salvajes. Cuentos que más tarde había escrito en sus cuadernos de notas y luego
deslizado en un cajón a pesar de sus constantes exhortaciones de que debía
enviarlos a las revistas y tratar de que los publicaran.
La siguiente vez, le había dicho a Kiril que iba a pasar la noche de marcha en los
clubs de Los Ángeles. Había pedido ropa en internet, practicado con el maquillaje
de día, y con la fantasía de los hombres que presionarían contra ella en la pista de
baile.
Pero una hora antes del atardecer, había comenzado a vomitar, con su estómago
enfermo por una intoxicación, por un virus o comida, por lo que sólo pudo
permanecer en el interior y dejar que Kiril la atendiera y le dijera que siempre
habría una siguiente luna azul para buscar diversión. Eso había apestado, pero
había estado agradecida por tener un hermano que estuviera pegado a ella.
—
92
El Club de las Excomulgadas
estar tan frustrada con estar enferma que en realidad había sido lo suficientemente
desleal para preguntarse si él habría puesto algo en la comida para que se
enfermara, pero luego ella misma se había pateado mentalmente por pensar tales
Lo miró ahora, y se deleitó con el calor que parecía inundarla mientras abría su
recuerdo, delicioso, dulcemente erótico y enloquecedoramente efímero.
Se habían fusionado como una nube en el cielo. ¿Cuánto más dulce sería sentir
su carne contra la suya?
No lo sabía, pero la luna azul llegaría, y esta vez no iba a ser Kiril quien
estuviera con ella.
J.K. Beck —
93
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diez
—Kiril… Kiril, sólo tengo un momento, ¿vale?, estoy bien, pero necesito ayuda.
Nos vemos en el teatro El Capitán, en una hora, y, Kiril, asegúrate de que no te
sigan.
—Es necesario. Estarán vigilándolo. Enviarlo lejos de donde estemos nos ganará
algo de tiempo.
—Tal vez.
penumbra de la pequeña sala en la que habían estado. Pero ahora, bajo la severa
luz de los fluorescentes, deseó haber mantenido la boca cerrada. Como si él
94
El Club de las Excomulgadas
realmente hubiera necesitado saber del recuerdo de su nacimiento. Como si ella
realmente hubiera querido que él la viera llorar.
—Y ahora es lo que hago yo —La voz de Nicholas fue dura, no sin sentido... y
Petra cerró los ojos, deseando que las cosas fueran diferentes. Deseando que Kiril
estuviera allí. Deseando que la vida en la que se despertaba todos los días no fuera
la suya.
Pero, al mismo tiempo estaba tan condenadamente agradecida por estar viva. Y
no era a Kiril a quien le debía la vida. En cierto modo, ni siquiera a Nicholas.
Lo único para lo que la había salvado era por la esperanza de salvar a Serge.
Lo que significaba que debía sus latidos al monstruo que ella había creado.
—Él no está siendo justo —Dijo Lissa, cayendo en la silla vacía a su lado.
—Lo ha hecho —Dijo Lissa—. Pero lo que quería decir era que él no te dirá por
J.K. Beck
qué. No es el tipo de persona que hace las cosas por el comité, ¿sabes? Dice lo que
quiere, y así sucede. Sin ninguna explicación, no te preocupes —Lanzó una mirada
95
El Club de las Excomulgadas
rápida a Rand—. Has estado viviendo en el mundo de las sombras el tiempo
suficiente como para saber que no es un rasgo masculino raro.
—Este lugar está protegido —Dijo Nicholas—. No tienes suficiente magia para
empujarte más allá de las barreras.
—Bien, entonces supongo que tengo suerte de ser tan inadecuada en… oh,
mierda, ni siquiera lo pensé…
—El hechizo de unión —Ella miró a Nicholas y a Rand—. Os lo dije a los dos
antes. Kiril está obligado a protegerme, y para hacer eso, tiene que poder
encontrarme. Esa es una parte del hechizo de nuestra abuela. Puede sentirme. Me
puede buscar.
—No. Es una cosa de un solo sentido. Mierda —Se levantó fuera de la silla, y
luego empezó a caminar, de repente con miedo—. ¿Y si sólo está mintiendo como
yo? ¿Qué pasa si no va al teatro, pero está en camino hasta aquí, y lo están
siguiendo?
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
—No en contra del hechizo de mi abuela —Pudo ver que no la creían. Pero ella
lo sabía. Lo sabía. Kiril la encontraría.
—Incluso si tienes razón —Dijo Lissa—, le dijiste que estabas a salvo. Tiene que
No había duda en su mente. Su hermano la buscaría con una ferocidad que era
algo más que un vínculo familiar, o incluso el vínculo de los gemelos. No, el último
hechizo de su abuela había hecho el trabajo, y lo había hecho bien. Tal vez
demasiado bien, y buscándola, él también estaría llevando a la Alianza hacia ella.
—Todo estará bien —Dijo Rand— Este almacén está dotado con todo tipo de
protecciones, y no sólo con un escudo de magia. Estás lo suficientemente segura
aquí.
97
El Club de las Excomulgadas
—No, no, sólo en el área en general. En una manzana de la ciudad, tal vez. Y
aún menos preciso cuanto más lejos estoy de él.
—Así que ahora está listo —Dijo Nicholas—. Incluso si puede detectar dónde te
Petra gruñó.
—Tal vez deberías haber pensado en eso antes de haberme metido en una celda
de ejecución.
—Tal vez debería haberlo hecho —Dijo Rand—. Pero si lo hubiera hecho,
entonces te estarían vigilando ahora. De esta manera, en realidad te puede ayudar.
Y quiere hacerlo, Petra. Me dijo lo agradecido que está por el papel que
desempeñaste en mantener su asiento en la Alianza seguro.
—Esa soy yo —Dijo Petra. —La chica que ayuda a la Alianza —Cruzó los
brazos sobre su pecho y frunció el ceño, pero la verdad, se sentía satisfecha. Debido
a lo que ella y Serge habían hecho, la Alianza había tenido que reconocer
públicamente que el líder therian no había desempeñado ningún papel en una serie
de asesinatos de humanos que había sacudido a Los Ángeles. Sin los cargos que
pesaban sobre su cabeza, Gunnolf había podido mantener su asiento en la mesa de
la Alianza.
J.K. Beck —
En otras palabras, estaba tan en deuda con Petra como lo estaba Tiberius.
Gunnolf, sin embargo, estaba haciendo algo al respecto.
98
El Club de las Excomulgadas
—Mira —Dijo ella a regañadientes—. Eso está bien, pero si no nos respaldará en
contra de la Alianza, ¿qué puede hacer por nosotros?
—Te puede prestar su avión y su piloto —Dijo Rand—. Está aquí, en el hangar
— ¿Y el piloto?
—Es sólido —Dijo Rand—. Hará todo lo que Gunnolf le diga sin hacer
preguntas.
Lo que sea que Luke había esperado que Nicholas dijera, no lo hizo, y la
sorpresa se registró en esos rasgos estoicos.
99
El Club de las Excomulgadas
—Oh, no. Todo, ¿recuerdas? Lo que es bueno para el ganso es bueno para el
vampiro5, y toda esa mierda.
—Es un alquimista —Dijo Nicholas después de una vacilación tan breve que ella
— ¿Una vez?
—Oh —Ella dio un pequeño paso hacia atrás. Había vivido en este mundo el
tiempo suficiente para no sorprenderse, pero aun así...— Creo que es un alquimista
que sabe lo que hace.
—En el quince.
—Me alegro de que vayas a París —Dijo Lissa—. He recordado algo de allí.
—Espera. ¿Qué? ¿Recordaste algo? —Como una súcubo, Lissa había vivido
—
múltiples vidas. Y aunque no se acordaba de muchas de esas vidas con detalle, una
J.K. Beck
5
Frase hecha modificada: Lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa, eso quiere decir que si
ella tiene que contarle todo, él también.
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El Club de las Excomulgadas
vez le había dicho a Petra que se acordaba de algo acerca de un monstruo como
Serge. Un monstruo creado por el Tacto. Una pista, tal vez, de la historia de Petra.
En ese momento, sin embargo, no podía recordar ninguno de los detalles.
Lissa se acercó, buscando la mano de Rand, mientras sus ojos se movían entre
los dos vampiros.
—Tan segura como que puede ser un recuerdo borroso. ¿Por qué?
—No lo sé —Dijo Luke—. En realidad no. Sin embargo, en 1714, recibí la orden
de matarla. Más específicamente, se me ordenó usar la bala de un francotirador. Sin
contacto. —Su sonrisa era fina—. No es mi estilo habitual.
La garganta de Petra se espesó, y tuvo que probar dos veces para decir las
palabras.
—Oh. Por lo menos tuve un juicio. Por si sirve de algo, de todos modos.
J.K. Beck —
— ¿Te dijeron algo acerca de ella? —Lissa le preguntó—. ¿Cualquier cosa acerca
de su pasado? ¿De su familia? ¿Cualquier cosa que pueda ayudar a Petra?
101
El Club de las Excomulgadas
Nicholas sacudió la cabeza.
El hecho de que el corazón de Petra aún latiera de repente parecía aún más un
milagro de lo que había parecido hacía unas horas. Ella se volvió a Lissa.
—Está bien —Dijo Petra, aunque quiso gritar de frustración—. Sabemos que no
soy la única. Y sabemos que la Alianza ha matado para detener al Tacto antes. —
Contuvo el aliento—. Matar en lugar de curar. Tal vez no hay otro camino.
—Puedo ver a Sara ahora —Dijo con voz ahogada por la emoción. Y antes de
que alguien tuviera la oportunidad de decir adiós, se había transformado en sensible
niebla y estaba corriendo hacia la salida.
—Tenemos que irnos también —Le dijo Nicholas a Petra—. Primero a tu casa, y
luego inmediatamente a París.
—
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo por un momento —Dijo él—. Dos capas de tela y sólo será un instante
antes de que seamos niebla.
Ella no discutió, al darse cuenta mientras se movía hacia él que había más
Pero antes de que pudiera decir que sin duda no estaba lista, no después de que
la audiencia de viajar como niebla carecía del sello de aprobación de la Junta de
Transporte de la Seguridad Nacional, él se disolvió. Y Petra, por supuesto, se
disolvió con él.
J.K. Beck —
103
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Once
Nick había pagado un alto precio. Y así, a su pesar, tenía a sus amigos.
Así habían pasado muchos años, y ahora debía buscar a Ferrante de nuevo.
—
104
El Club de las Excomulgadas
Ferrante tenía todas las justificaciones para poner una estaca en el corazón de
Nicholas. Pero no había otra opción: necesitaban respuestas. Necesitaban una cura.
Y Marco Ferrante era su primera y mejor opción.
—Por supuesto.
— ¿Cómo entramos?
—Como niebla —Dijo él—. No puedo atravesar las paredes, pero los
respiraderos de la cocina funcionan muy bien.
— ¿Así que toda esa mierda sobre que los vampiros necesitan una invitación...?
—Historias para ir a la cama y mantener a los humanos seguros. Pero has estado
caminando en este mundo el tiempo suficiente. ¿No lo sabías?
—Kiril puso protecciones en todas las puertas y ventanas —Miró con tristeza la
campana brillante encima de la antigua estufa—. Ni siquiera se me ocurrió.
con el aroma a ajo y a albahaca flotando en el aire junto con el olor suave y dulce
J.K. Beck
105
El Club de las Excomulgadas
Ella lo miró.
— ¿Y?
— ¿No practicas?
—No.
— ¿Por qué? Tú tienes poder. Nos acabas de hablar acerca de ello en el almacén.
Infiernos, yo lo vi cuando estábamos en la División. El muro de llamas. La forma
en que casi quemaste el uniforme del guardia.
Dio un paso hacia ella, sabiendo muy bien que estaba eludiendo la pregunta.
—Lo hago —Dijo, y luego pasó la punta de sus dedos justo debajo del cuello de
su camisa, el algodón suave rozando contra su piel.
J.K. Beck —
106
El Club de las Excomulgadas
—Oh —Ella tragó, y él se tragó una maldición. Él estaba coqueteando, y lo sabía
muy bien. Era tan fácil caer en ese patrón con las mujeres. Tan fácil excitarla. Y tan
condenadamente injusto que lo hiciera, cuando no podría seguir.
Se volvió para mirar alrededor del cuarto, deseando cambiar el tema y quitar su
mente de lo que ella no sabía y no podía tener. Sintiéndose malditamente protector,
porque ese fue el papel en el que él mismo se había lanzado. Ella era su
responsabilidad, y se hacía responsable de lo que era suyo.
—Parece encantador.
— ¿Tú hiciste esto? —Preguntó él, mirando los sedosos jarrones de flores, los
grandes estampados en las paredes, la silla y el canapé tapizado en tela floral. Había
un calidez en eso, una vulnerabilidad que parecía estar en contraste con la mujer
fuerte que él conocía como Petra—. ¿Sólo para los humanos?
—Tal vez me gusta un poco, también. Tengo una cosa con las flores — Cerró la
puerta, luego se dirigió hacia las escaleras—. Quieres la joya y la Biblia, ¿verdad?
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El Club de las Excomulgadas
—Cualquier cosa que te quede de tu madre —Dijo tras ella—. Cualquier cosa y
todo lo que pueda reflejar tu historia familiar.
Todo...
— ¿Petra?
— ¿En tu madre?
—No.
— ¿En la joya?
—No. Tienes razón. Esa fue la primera —Ella lo miró a los ojos, con su
—
108
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué pasó?
—No puedo imaginar por qué —Dijo él. Ella se echó a reír, apreciando la forma
en que él estaba deliberadamente tratando de aligerar el momento.
—Sí, bueno, aun así me las arreglé para llamar la atención de este hombre. No
—se corrigió—, no era un hombre. Ese hijo de puta era un monstruo, incluso antes
de que lo tocara.
— ¿Qué hizo? —Nicholas le preguntó, con su voz tan dura como su rostro—.
¿Te lastimó?
—Esa no es una cosa fácil para que un hombre le haga a una chica como yo.
—Pero lo intentó.
sustancial que el juego de la calidez del sol sobre su piel, en sus pechos, en el trozo
J.K. Beck
109
El Club de las Excomulgadas
Ella se cortó, odiando la manera en que el recuerdo todavía podía hacerla
temblar.
—Él estaba allí —Dijo Nicholas, con su voz tan cerca que ella contuvo el
—Cambió.
—No por ese hijo de puta, espero. Atacar a una mujer, a una niña... un hombre
debe sufrir las consecuencias.
—No. No por él. Nunca por él —Pero las lágrimas habían llegado, y ella las
odiaba. El llanto significaba debilidad, y eso era lo último que quería mostrar frente
de Nicholas. Al mismo tiempo, sin embargo, anhelaba caer en sus brazos y llorar.
110
El Club de las Excomulgadas
—Kiril —Dijo en voz baja—. Vino, buen Dios, llegó como una plaga sobre la
tierra, con viento, tormenta y todo, y luchó contra él, y... —Se calló, no queriendo
recordar— Kiril estuvo a punto de morir, pero el monstruo apenas se estaba
— ¿Qué espada?
—Mi tía había venido corriendo con esa espada vieja de la guerra civil que había
pertenecido a su marido. Y Kiril la tomó, y cortó al monstruo a la mitad.
—Gracias a Dios.
—Petra...
—Yo estaba tan contenta de que estuviera muerto. Me sentía tan culpable,
porque me hizo algo horrible, pero estaba tan contenta de que estuviera muerto —
Lo miró a los ojos —. Era joven, entonces. Cuando lo pienso ahora, sólo recuerdo
el odio. El muy cabrón me atacó. Estoy segura de que no fui la única chica a la que
le había hecho eso. No hay culpa. No hay culpa para nada.
—Puede ser que me haya convertido en la persona bien ajustada que está de pie
delante de ti, pero no fue por la ayuda de mi tía.
—
111
El Club de las Excomulgadas
—Nunca había sido amable conmigo, no en realidad. Pero después de ese día, ni
siquiera me miró —Petra se dio cuenta de que estaba apretando los dientes y se
obligó a relajarse.
—Mi tía se la dio a Kiril justo antes de morir. Cáncer. Él me lo dio a mí.
— ¿Era de tu madre?
—Hay una frase tallada en la parte trasera. Está latín. Manus fati.
—Mi tía lo mantuvo lejos de mí todos estos años —Ella se quedó en silencio,
recordando cómo de patética había sido, tratando a lo largo de su infancia de
seducirla con una sonrisa o una palabra amable. No tuvo suerte. Lo más cerca que
había conseguido llegar fue en la Navidad cuando había tenido catorce años,
cuando su hermano le había regalado un pequeño libro encuadernado, y en él había
escrito una historia con los tres: Petra, Kiril, y su tía. Había sido una de esas cosas-
alternativas de historia, y en ella la tía perdía a su hermana, pero quería a los
gemelos con una dulzura que había llevado a Petra a las lágrimas.
— ¿Petra?
112
El Club de las Excomulgadas
—Hay un montón de monstruos en esta tierra —Dijo Nicholas—. Algunos de
los peores ni siquiera viven en las sombras.
—Eso no es verdad.
—Kiril lo quemó.
113
El Club de las Excomulgadas
Ella lo vio sacar cuentas en su cabeza.
J.K. Beck —
114
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Doce
Podía sentirla, sin embargo. Cuando llegaba con su mente, encontraba la manta
de la magia y el misticismo que la rodeaba y la unía a la tierra, tanto como una
aureola, rodeando a un ser humano.
Cerró los ojos, ajeno a las miradas sucias de los espectadores que trataban de
equilibrar sus palomitas de maíz y tiraban de sus hijos al teatro. Ellos no eran su
problema. Sólo Petra importaba. Encontrarla, ayudarla, salvarla.
El miedo creció dentro de él, y apretó los puños, obligándolo a bajar. No podía
—
115
El Club de las Excomulgadas
Mantuvo los ojos cerrados y trató de relajarse, sólo para ser empujado por la
gente.
Kiril se limitó a sonreír. Ni siquiera sacaría su magia. Sólo lo miró a los ojos y
sonrió.
¿Cerca?
En casa.
No tenía idea de qué demonios estaba pasando, pero estaba seguro de que aquel
que la había sacado de la cámara de ejecución estaba tirando algún tipo de mierda.
Tal vez pensando que podría mantenerla con vida, pero él lo sabía mejor. Él era el
que cuidaba de ella. Era quien la protegía. Ella era de él, maldita sea. Su
responsabilidad. Su hermana. Toda su vida y propósito.
—
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El Club de las Excomulgadas
A su alrededor, los papeles sueltos comenzaron a revolotear mientras su
temperamento se levantaba. Ni siquiera trató de aplacarlo, a pesar de que los
humanos miraban todo con confusión, agarrando sus cosas y a sus niños. En la
Un genio.
Kiril podía sentir la magia, y sabía muy bien que un genio no había estado
paseando simplemente por el teatro de Disney ese día. Lo estaban siguiendo.
Estaba siendo utilizado como un maldito imán para atrapar a su hermana.
En ese momento, sólo podía pensar en tener a su hermana con él que era a
dónde pertenecía.
*********
Su habitación estaba tan ordenada como la cocina, como si alguien viviera allí,
J.K. Beck
sí, pero también despejada de una manera que era casi triste. Una habitación en
marcado contraste con su propio apartamento en Los Ángeles, en Nueva York y en
117
El Club de las Excomulgadas
Florencia. Apartamentos llenos de antigüedades compradas en una época en que
las piezas habían sido consideradas modernas, con las superficies de mesas y
escritorios pulidos ahora cubiertos con la evidencia de sus diversas pasiones. Las
Con los años, la filosofía y el arte habían llegado a fascinarlo tanto como la
ciencia, y sus paredes estaban cubiertas con las obras de ambos, maestros artistas y
aspirantes que había descubierto en los últimos años, muchos de los cuales nunca
habían encontrado la fama, pero tenían verdadero talento en la forma en que
manejaban un pincel.
Se dio cuenta de que estaba parado en la puerta, con las manos en puños, como
si estuviera protestando por algo que no entendía. Un problema al que no sabía
cómo hacerle frente, y sin embargo, no estaba seguro de lo que le preocupaba.
—Menos tiempo que alrededor de cuatro segundos. ¿Es realmente tan peligroso?
—
118
El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás seguro?
—Supongo que soy lista, entonces, oh, espera —Se detuvo frente a su tocador,
tomó un lápiz de labios, y garabateó: Te quiero… estoy segura, en el espejo—. ¿Está
bien?
—Qué interesante.
Ella sintió su rubor en las mejillas, pero sostuvo su mirada, con su rostro
dispuesto a permanecer suave, para no revelarle nada a ese hombre. A este vampiro
que tenía fama de llevar a las mujeres a su cama, de utilizarlas para su propio
placer. Y por el de ellas.
—
las sombras. Había aprendido más una vez que él intervino para representarla,
119
El Club de las Excomulgadas
haciendo preguntas discretas dentro de los confines de su celda, y enviando a Kiril
a hacer el trabajo de campo necesario.
Usaba a las mujeres, pero no las lastimaba. Las mujeres que entraban en su cama
Todo lo cual estaba perfectamente bien con Petra. Más que bien, en realidad, ya
que nunca podría unirse a un hombre, fuera como fuera.
Su vida era solitaria por necesidad, y no podía evitar preguntarse por qué
Nicholas se quedaba solo por desearlo.
Esta vez, conocería el toque de un hombre. Cuando el sol se pusiera una vez
más, tomaría lo que él con tanto gusto le había ofrecido a tantas otras mujeres, y se
aferraría a eso para siempre, acariciando el recuerdo erótico de piel contra piel.
Había más que él podría ofrecerle, también. La idea había estado rondando en la
parte de atrás de su cabeza desde que le había hablado del recuerdo de nacimiento.
De su nacimiento. Del evento, que había curado a su madre y a su abuela antes de
eso.
120
El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, no podía conseguir sacar la idea de su cabeza. La fabulosa,
increíble posibilidad, alegre de que después de nueve cortos meses, finalmente y
para siempre, pudiera ser libre.
Ellas lo habían hecho, pero Petra no podía. Tenía que descubrir otra manera de
liberarse de esa maldición, moriría sin hijos. Y la maldición moriría con ella.
La miraba con una expresión tan intensa que temió que pudiera leer su mente.
Corrió junto a él y comenzó a bajar las escaleras, moviéndose tan rápido que
pudo sentir los temblores debajo de las escaleras a su paso.
— ¡Cuidado!
—Es Kiril —Exclamó—. Nicholas, por favor, ¡Sólo espera aquí! —Arrancó la
camisa fuera de su alcance, mientras Kiril aparecía en medio del torbellino.
—Mantén tus putas manos fuera de mi hermana —En torno a ellos, los objetos
se arremolinaban a través de la sala a gran velocidad, y Kiril mismo pareció
121
El Club de las Excomulgadas
rodeado de mechones blancos, con el aire que estaba manipulando girando tan frío
bajo su poder que toda la humedad en la habitación se había cristalizado en forma
de minúsculos gránulos de hielo.
Kiril no respondió, y Petra supo muy bien que cualquier gratitud que pudiera
sentir por Nicholas había sido enterrada bajo la feroz determinación de protegerla a
toda costa. Podría haberla sacado de la cárcel, pero por lo que a Kiril se refería, era
su trabajo hacerse cargo de ella ahora. ¿Cómo iba a creer otra cosa?
Más rápido de lo que pudo ver, su hermano azotó por la habitación, con el
torbellino apretándose a su alrededor, tirando de todo hacia él. De todo, incluyendo
a Nicholas.
Una silla se acercó a Kiril, que estaba situado en el ojo de la tormenta, y luego se
rompió en un millón de astillas antes de finalmente alcanzarlo.
—No puedes quedarte con él. Lo sabes, Petra. Soy tu última oportunidad, la
mejor.
122
El Club de las Excomulgadas
—Y yo soy la de Serge —Susurró, con el pelo ondeando al viento. De la misma
forma, sin embargo, estando de pie en un lugar seguro, con el torbellino de su
hermano protegiéndola y evitándola.
Nicholas era el peligro. No se preocupaba por ella, sólo por Serge. Y, sí, la
mataría si supiera cual era la cura. Pero no lo sabía. Y hasta que lo hiciera, Nicholas
representaba la esperanza y la posibilidad de la libertad.
Su corazón latía con fuerza. Libertad. Y si no libertad, tal vez una noche. Una
sola noche para sentir el latido de un corazón y el golpe de un dedo en la piel. Sólo
una.
No tenía voz para gritar, no había manera de dar liberación a la agonía dolorosa
de esa transformación. El terror la arrasó, el temor de que las transformaciones la
—
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El Club de las Excomulgadas
con su movimiento violento disipando la niebla, arremetiendo con furia y, sin
saberlo, destruyéndola a ella en el proceso.
¡Detente! ¡Detente!
*********
Junto a él, Elric se agachó, apuntando hacia arriba, a la niebla que sensiblemente
aumentaba en la noche.
—No me digas —Dijo Tariq, balanceándose sobre sus tacones—. Eso es lo que
—
Un crujido en los arbustos, y luego apareció Vale, con su piel pálida y casi
iridiscente en la luna creciente.
124
El Club de las Excomulgadas
—El objetivo está solo, y se ve bastante desgarrado. Creo que podemos tomarlo.
Los dos se volvieron a Tariq, que consideró sus opciones. Había salido de la
División para unirse a Elric y Vale fuera, mientras al mismo tiempo, daba órdenes a
otros cinco equipos para vigilar los aeropuertos, infiltrándose en lugares de reunión
de vampiros, vigilando las subidas mágicas de tensión, y básicamente haciendo el
trabajo de campo que iba con tratar de encontrar a una persona que no quería ser
encontrada.
—El hermano no es nuestro objetivo —Les dijo a los demás—. Su hermana sí.
—Y sabes muy bien que está en contacto con la perra —Dijo Elric—. Ella lo
llamó o algo así. Es por eso que corrió de vuelta a casa.
Pero Tariq negó, con los ojos en la casa y en la sombra se podía ver en el
interior, caminando, dando tumbos, de un lado al otro frente a una cortina blanca de
gasa.
—Puede sentirla —Dijo Tariq, pensando en voz alta—. Tiene perfecto sentido.
—
Puede sentirla. Está tratando de encontrarla, igual que nosotros. Y muy bien puedo
J.K. Beck
125
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Trece
Hoy, era la presa, y no importaba cómo de fuerte o largo gritara, nadie vendría
con la llave.
No le gustaba mucho.
Suspiró, sabiendo que Luke la sacaría, incluso si tuvieran que irse, y si tuvieran
que huir... bien, por lo menos estarían juntos.
Cerró los ojos y apoyó la frente contra el frío cristal, con la tranquilidad de saber
—
que Luke siempre estaría a su lado en conflicto con la terrible pérdida de su trabajo
J.K. Beck
como fiscal. Era todo lo que conocía, era lo que era. Y si la declaraban culpable de
126
El Club de las Excomulgadas
ayudar a Nicholas y a Petra, y, en definitiva, ¿por qué no lo harían?, podía darle un
beso de despedida a ese trabajo.
Frustrada, cerró de golpe su mano contra el cristal, y luego saltó cuando oyó no
Él apretó la mano en el cristal, y ella levantó la suya para que coincidiera con la
de él, parpadeando las lágrimas que estaban brotando de sus ojos, no tanto de
miedo sino de alivio por volver a verlo.
Sara lo miró, ese la había acompañado a lo largo de esa misma sala un gran
número de veces.
— ¿Sólo diez?
—Veinte si quieres —Hizo una respiración ruidosa, y luego hizo un gesto brusco
de cabeza—. Veinticinco.
Se fue antes de que ella incluso tuviera tiempo para darle las gracias.
Sin decir una palabra, Luke la tomó en sus brazos. Le dio un beso en la parte
—
127
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento —Dijo—. Estoy bien. En serio. Es sólo el estrés.
No tuvo necesidad de oír sus palabras para saber su respuesta. La ira estaba
rodando por él saliendo en ondas.
Ella levantó la mano para tomar la suya, y luego apoyó su mejilla en la palma de
su mano.
— ¿Quién hubiera pensado que de nosotros sería yo quien nos obligaría a vivir
como fugitivos?
—No lo haremos —Susurró él—. Encontraré alguna forma. Te veré libre, Sara.
No descansaré hasta hacerlo.
J.K. Beck —
128
El Club de las Excomulgadas
*********
Pero no era culpa de su hermano asumir eso por sí solo. Santo Cristo, Nick
había insistido en que viajaran como niebla, sabiendo que estaba debilitada.
Sabiendo que él también lo estaba.
Tenía que mantenerla a salvo. Tenía que cuidar de sus lesiones. Tenía que
asegurarse de que sobreviviera.
La necesitaba.
Maldita sea. Atacó, duro, con su puño golpeando contra los apoyabrazos de un
—
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El Club de las Excomulgadas
Maldito fuera él, maldita fuera ella, y su condenado hermano malditamente
entrometido.
Si no fuera por la maldición, sus labios se habrían cerrado sobre los de ella, y los
usaría para poner en funcionamiento sus inútiles pulmones para darle la dulce vida
a ella. Con Petra, sólo podía manipular su corazón y tratar de que empezara a latir
de nuevo.
— ¡Santa mierda! —La voz había salido de la cabina, y Nick echó un vistazo.
J.K. Beck
130
El Club de las Excomulgadas
— ¿Eres el piloto de Gunnolf?
Pyre lo hizo, y Nick se la roció a ella, con el instinto de acción a partes iguales
con ira.
Y después, un sonido.
Tan suave que casi no lo oyó por el rugido del motor. No lo habría oído si no
hubiera sido por los sentidos sobrenaturales inherentes a su naturaleza.
Ella se movió.
— ¡Petra! —Tiró la chaqueta de nuevo sobre ella y le dio una suave sacudida
cuando el avión rompió el contacto con el suelo y se levantó en el aire. Debajo de
su mano, ella se movió, y la oleada de alivio que lo inundó fue tan palpable que
tuvo que sentarse, presionando las palmas de sus manos en su frente, y dando un
silencioso agradecimiento a todo el poder había decidido estar a su lado.
131
El Club de las Excomulgadas
—Petra —Dijo en voz baja—. Abre tu boca.
— ¿Qué? —Su frente se arrugó con confusión y shock, y se obligó a frenar su ira.
Ahora no era el momento de volverla contra Kiril, especialmente cuando Nick era
culpable también. Y ahora que el peligro parecía haber pasado, podía darse el lujo
de ser generoso con ambos.
— ¿Kiril?
—No se dio cuenta, pero su maldito viento… Pensé que te iba a hacer trizas.
Ella se movió, y luego se apoyó en los codos con la energía suficiente como para
que él se relajara, dándose cuenta de que la sangre había obrado su magia.
—Yo también —Dijo ella—. Lo habría hecho, creo, si no le hubiera dicho que se
detuviera.
Nick se echó hacia atrás sobre sus talones, con sus palabras sin sentido.
132
El Club de las Excomulgadas
—Decírselo —Se sentó completamente, luego levantó los dedos para masajear
sus sienes. Él se movió, dándose cuenta de que estaba a punto de poner su brazo
alrededor de ella en un gesto de apoyo, y se retiró.
—Es mía —Dijo, y luego se acercó más mientras ella se deslizaba hacia atrás,
moviendo la cabeza en señal de protesta.
Ella se detuvo, con su cuerpo rígido, con los ojos directamente en los suyos.
—¿ Muerta?
6
Reanimación Cardio Pulmonar
133
El Club de las Excomulgadas
Consideró discutirlo, porque estaba seguro de que ella no estaba siendo
completamente honesta. No fue algo que tuviera la oportunidad de llevar a cabo,
sin embargo, porque sus preguntas continuaron.
—No, sólo te ayuda a curar, posiblemente te hará un poco más fuerte. Te dará
más energía —Eso no era del todo cierto, pero teniendo en cuenta lo molesta que
había estado cuando se había metido en su cabeza, no creía que ese fuera el
momento para decirle que ahora estaba en sintonía con ella. Del hecho de que él
podría encontrar sus pensamientos. El hecho de que podría perderse en sus
emociones.
— ¿Nicholas? —Esta vez ella se encontró con sus ojos muertos. Un pelo suelto
estaba rizado contra su mejilla, y tuvo que meter el pulgar dentro de su puño para
luchar contra el deseo de retirárselo, de sentir la seda de su piel bajo su toque.
— ¿Sí?
—Gracias —Tuvo la certeza de que no era lo que había planeado decir primero.
—Creo que lo normal que nos sentemos realmente en los asientos cuando vamos
en un avión.
J.K. Beck —
134
134
El Club de las Excomulgadas
El avión tenía sólo ocho asientos, dos juegos de cuatro, cada conjunto alrededor
de una mesa. Ambos se sentaron uno frente al otro cerca de la ventanilla, y tan
pronto como lo hicieron, Petra apretó la mano en la persiana. No se movió para
—Tengo que admitir que nunca he estado loca por volar. Parece poco natural...
—Agregó, después le sonrió—. Es una especie de locura decirlo teniendo en cuenta
lo que soy y el mundo en que vivimos.
—Más locura si tenemos en cuenta que es una de las cosas más naturales del
mundo.
—Las fuerzas que hacen posible el vuelo han estado presentes desde los albores
del tiempo. El peso, la elevación, el arrastre y el empuje. El hecho de que a los
hombres les tomara un tiempo reconocerlo y aprender a manipularlo no hace a la
propia acción no-natural.
—Buen punto —Dijo—. Pero eso no cambia el hecho de que estamos treinta mil
pies en el aire, y es un largo camino a la tierra —Se recostó en su asiento y
suspiró—. Por otra parte, es mejor que la alternativa.
— ¿La alternativa?
todas.
J.K. Beck
Recordó lo que le había dicho sobre decirle a Kiril que se detuviera, con la
importancia de sus palabras de repente golpeándole.
135
El Club de las Excomulgadas
— ¿Me estás diciendo que eras consciente?
Ella hizo una mueca mientras doblaba los brazos, y luego lo miró con expresión
curiosa. Como si él estuviera ya fuera de las bromas o fuera un idiota.
—Esta vez. Pero ¿qué pasó antes? ¿Cuando salimos de la cárcel? ¿Cuando
viajamos a tu casa?
— ¿No? Bueno, eso no es cierto. Aunque esta última vez habría sido feliz de
haber estado felizmente inconsciente.
136
El Club de las Excomulgadas
—No.
— ¿Qué quisiste decir cuando dijiste que le habías dicho a Kiril que se detuviera?
— ¿Es esa una pregunta con trampa? Le dije que se detuviera. Le grité que no
podía soportarlo... me estaba destrozando. Era como si todos los pedazos de mí que
se suponía que debían estar juntos, pero él estaba jugando con todos ellos, y me
dolió. Oh, Dios mío, me dolía mucho.
— ¿Y eso te molesta?
— ¿Para la maldición?
—No lo sé—, admitió Nick. —Pero mientras más información tenga sobre ti, de
ti y tu familia de especiales, mejor —Inclinó la cabeza, mirándola pensativo.
— ¿Qué?
— ¿Cuál es la fuente de tu poder, Petra Lang? Dices que eres una humana, que
tu familia lo es, pero si es así, entonces, ¿de dónde sale el flujo de tu energía?
eso te hace sentir mejor, pero soy humana. Puedo enfermar, me puedo morir, y
J.K. Beck
cualquiera que sea el poder que tengo es canalizado a través de mí. No es parte de
137
El Club de las Excomulgadas
mí —Lo miró de arriba abajo—. Yo no he cambiado en algo completamente
distinto.
—Interesante —Dijo, más para sí que para ella. A menudo había ponderado la
No era una pregunta para la que tuviera respuesta, y mientras sus años en ese
mundo habían pasado, Nick se había vuelto muy consciente de que aún tenía más
preguntas que respuestas. ¿Cuál era el punto de la inmortalidad, si el más básico de
los misterios quedaba sin resolver?
Con Petra, tal vez podría explorar por lo menos algunas de esas preguntas.
—En primer lugar—, dijo ella, —no lo hago. Ya te lo dije. Más o menos, sólo lo
aspiro.
—Un punto para el hombre del vaquero ajustado. Puedo manejarlo un poco.
Pero no mucho.
—Es la Madre Tierra. Igual que todas las brujas. La tierra. El universo. El poder
—
138
El Club de las Excomulgadas
—El poder de la tierra —Repitió él—. Tal vez no somos tan diferentes como
piensas. Tal vez tenemos el mismo punto de origen.
Ella exhaló, logrando hacer que el soplo simple sonara en el aire igual que
infiernos no.
—No en un dios benévolo, eso es seguro. Mira lo que me hizo a mí —Cruzó los
brazos y lo miró—. ¿Y tú?
—Sigo indeciso.
— ¿Sí? Habría pensado que después de todos estos años, habrías elegido un lado.
O tal vez, ¿ya no es una pregunta tan interesante para ti?
—Suéltalo.
J.K. Beck
139
El Club de las Excomulgadas
Estuvo tentado. Hacía mucho, mucho tiempo, desde que había perdido la alegría
de discutir la naturaleza del mundo por el mero hecho de discutirlo, pero ahora no
era el momento.
—Hey, espera un segundo. Me ibas a decir cómo es que podemos ser iguales. Es
evidente que la conjetura de Dios estaba equivocada.
Sabía que debía irse. Que debería dejarla dormir. El hecho de que no debía
perderse a sí mismo compenetrándose demasiado en la conversación con esta
mujer.
— ¿Qué? ¿Es esa mitología de las Sombras? ¿Lo de los dos hermanos?
—Lo mataron —Dijo Petra—. Sí, lo recuerdo ahora. Oí algunas de esas historias
cuando estaba haciendo un trabajo hace unos años —Puso sus pies sobre el asiento
y abrazó sus rodillas—. ¿Tú crees todo eso?
—No palabra por palabra, pero, ¿es por ello menos posible para los vampiros o
los hombres lobo? —Evocó una sonrisa—. ¿O alzarte a treinta mil pies sobre la
tierra?
—
verdad. Entre los grandes de la familia, igual que Zeus, recibiendo todo lo retorcido
de los Titanes. Pero, ¿qué tiene que ver conmigo?
140
El Club de las Excomulgadas
—La leyenda dice que los hermanos enterraron al tercero en la tierra después de
drenar su poder. Pero no destruyeron su cuerpo, y su cadáver tenía su propia fuerza
bruta.
Ella asintió, con su expresión sugiriendo que entendía lo que le estaba diciendo.
Que lo creía, incluso.
—Así que todas esas cosas son de la Madre Tierra. ¿Es realmente Padre Tierra?
¿O Gran Hermano Camorrista?
—Algo así.
—Tiene algún sentido. Los dones de Kiril se enfocan en el aire, el fuego centra
los míos —Puso los ojos en blanco—. Cuando puedo hacer que funcionen, quiero
decir. Y mi maldición... —Se calló, con la frente arrugándose con sus
pensamientos—. Si se trata de la tierra, también, entonces eso significaría…
—Eso significaría que volviste a Serge en nada menos que una fuerza de la
naturaleza. Y en uno condenadamente muy enojado —Frunció el ceño mientras
hablaba, dándose cuenta de que acababa de ponerle voz a la teoría que había estado
creciendo en silencio en su mente.
141
El Club de las Excomulgadas
—Si eso es correcto, sin embargo, entonces realmente vamos al lugar correcto —
Dijo ella.
Nick sonrió.
Quería que se callara. Ahogarla con los argumentos comunes y ponerle fin a la
J.K. Beck
conversación allí. Pero se merecía conocer al que buscaban, y por qué su única y
mejor esperanza podría decirles que debían dar un salto y volar.
142
El Club de las Excomulgadas
—No estoy seguro —Dijo finalmente—. Pero hasta donde sé… por lo que se
sabe… Ferrante es el único que ha logrado uno de los objetivos finales de la
alquimia.
Nick asintió.
—Una cura para cualquier cosa. O bien tiene una fórmula que me curará…
— ¿Y qué pasó?
Nick cerró los ojos, luchando contra el dolor de los recuerdos, de los horrores del
pasado regresando a mofarse de él. Nunca había hablado de ello con nadie, ni
siquiera con Lissa.
143
El Club de las Excomulgadas
Lo miró, y él estuvo seguro de que estaba mirando al vampiro, no al hombre, y
al demonio interior.
— ¿Cómo?
—Si este hombre nos recibirá con una escopeta quiero saber acerca de él, por lo
que, sí, creo que es importante. Dijiste “todo”, y “todo” no es sólo yo, yo, yo. No
importa.
—El por qué de ello no lo es —Insistió Nick—. Pero sí, es muy probable que esté
menos que encantado de verme. No tendría ninguna razón, sin embargo, para
lastimarte a ti.
— ¿Por qué París? —Dijo ella, con la pregunta tomándolo por sorpresa.
— ¿Disculpa?
—Se queda debajo del radar, en realidad, aunque estoy seguro que la Alianza
podría encontrarlo si fuera necesario.
—Entonces, ¿cómo?
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El Club de las Excomulgadas
—Quería disculparme por el pasado, y ver si podíamos hacer las paces —Se dio
cuenta de lo tenso que estaba sentado, y se obligó a relajarse.
— ¿Por qué entonces? —Preguntó ella, y le llamó la atención una vez más lo
— ¿Nicholas?
—Porque entendí entonces, cómo se sentía uno al ser traicionado —De tener a
alguien de confianza que se vuelve en tu contra. De tener a alguien que amas tanto
que había destruido lo que era sagrado para él. Había entendido... y se odiaba aún
más por la pérdida profunda que debió acompañar el horror que le había traído a
Ferrante.
—Él había viajado, rehaciéndose a sí mismo en varios países, pero en cada lugar
había estado disponible para determinados humanos.
—No. Una vez que descubrió el secreto, no creo que hubiera querido
compartirlo.
— ¿Quién, entonces?
—Los brujos —Dijo Nick—. Los humanos que practicaban la magia negra.
Acuden a él en busca de ayuda con sus hechizos o brebajes. Los guía, les ayuda a
encontrar los ingredientes raros, ese tipo de cosas.
—
145
El Club de las Excomulgadas
—Mis conexiones son variadas y amplias, tanto dentro, como fuera del mundo
de las sombras. Como detective, sin duda puedes apreciar eso.
— ¿Qué era?
— ¿Su tumba?
—Así que hiciste una marca y luego volviste al día siguiente para recoger un
mensaje acerca de reunirte con él.
—Exactamente.
—Entonces, ¿qué te hace pensar que no te dirá otra vez que no? Suponiendo que
—
Consideró hacerse ver a sí mismo optimista, y supo que ella lo vería todo.
146
El Club de las Excomulgadas
—Para ser honesto, espero que esté intrigado por tu presencia conmigo. Ya sea
porque eres una mujer hermosa, o porque las historias de lo que eres y de tu huida
no sólo hayan llegado a él, sino que le interesen.
—Creo que vale la pena el riesgo —Vaciló, y luego, porque realmente quería que
su opinión, le preguntó—. ¿Estás de acuerdo?
—Sí —Dijo—. Supongo que sí. Pero debes mantener tus sentidos arácnidos
encendidos, sabes. Por si acaso.
Él se movió, y se dio cuenta que el tiempo había pasado, y que había estado
observándola, pensando en su inteligencia y en su instinto de auto-conservación. Se
puso de pie bruscamente, impulsado por la necesidad de estar solo y de aclarar su
cabeza.
147
El Club de las Excomulgadas
—Tengo la intención de que podamos utilizar toda la noche. Con tu constitución
humana…
— ¿Así que ahora me estás cuidando? Grandioso. No soy tan frágil, ya sabes.
Y con eso empujó su silla hacia atrás y cerró los ojos, dejándolo enfrentar el
hecho inesperado de que a pesar de que sus palabras habían sido ciertas cuando
habían iniciado ese viaje, no podía negar que las cosas habían cambiado.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Catorce
—Ya viene —Dijo Rand, mientras ambos veían a Serge de pie delante de la
pared de cristal increíblemente grueso moviendo sus palmas sobre él. El volumen
149
El Club de las Excomulgadas
en el equipo estaba al mínimo posible, pero todavía Lissa podía oír los lamentos
animales de él, que estaban atravesando directamente su corazón.
Y después, por los altavoces, Lissa escuchó la voz gruesa, en voz baja
preguntando:
— ¿Qué demonios?
— ¿Él está bien? —Ella le apretó la mano de Rand—. Oh, Dios mío, Rand, está
bien.
directamente a la cámara.
J.K. Beck
— ¿Qué pasó? —Preguntó ella—. ¿Por qué cambió así? Volvió a verse como él
mismo, y entonces... oh, Dios mío...
150
El Club de las Excomulgadas
—No sé. Algo pero… No sé qué —Rand cerró la computadora portátil, cortando
el sonido y borrando la imagen, pero aun así, todavía podía ver las imágenes con
claridad en su mente. La paliza salvaje de la criatura-Serge.
El mal, la oscuridad, el poder puro y la dureza. Una potencia real. Que corría por
la criatura. Llenándolo. Alimentándolo.
Tan potente que su toque solamente dejaba una huella en forma de mano
grabada en el cristal.
*********
— ¿Tu informe?
151
El Club de las Excomulgadas
—Estoy de acuerdo —Dijo Tariq—. Pero todavía seguiré su pista.
152
El Club de las Excomulgadas
—Es correcto. No éramos conscientes de su capacidad en ese momento.
Esperábamos que la hermana fuera a él, no al revés. Sin embargo, como resultado
de que el objetivo de la misión fracasó, hemos adquirido valiosa información de
—No puedo estar seguro, pero creemos que pasará un tiempo antes de que tenga
la energía para ir tras ella. Mientras tanto, los miembros de mi equipo Elric y Vale
seguirán vigilando su casa. Se pondrán en contacto conmigo si algo sucede.
Dirque había arrastrado al grupo al bar, haciendo caso omiso de las protestas de
Tariq de que la oficina temporal del Alto Examinador de la División era un lugar
seguro. Por otra parte, había una razón por la Dirque era el presidente de la
Alianza. El hombre no daba nada por hecho, no aceptaba nada como un hecho, y
cuestionaba todas las conveniencias o hasta un poco de buena suerte.
Eso lo había mantenido con vida durante siglos, y era un acercamiento a la vida
que Tariq trataba de emular. Lo intentaba, pero no a menudo. Su ímpetu lo había
mantenido atado a la RAC como líder del equipo en lugar de ascender hasta
—
153
El Club de las Excomulgadas
Así que, sí, si Dirque quería arrastrarlos a algún bar infestado de humanos,
entonces, Tariq estaría de acuerdo con ese plan.
Una camarera con una camisa blanca y pantalones negros ajustados se acercó a
—Abogados, ¿verdad?
— ¿Cómo lo adivinaste? —Dirque dijo, con su voz tan suave como la piel de un
tiburón.
Ella le sonrió, pero su atención se centró en Tariq, quien le sonrió también, con
el tipo de sonrisa que sabía que a la mujer le gustaría.
—Cariño, no sabes ni la mitad —Sólo por diversión, Tariq dejó caer la ilusión de
su rostro. No más de una fracción de segundo, pero fue suficiente para que viera sus
ojos amarillos y sus pupilas en forma de diamante. Suficiente para que su mente
registrara que esos hombres no eran abogados. Por lo demás, tampoco eran
humanos.
Ella dio un paso hacia atrás, mirando a los cuatro mientras buscaba a tientas su
bloc de notas.
—Lo entendemos —Dijo Trylag—. Whisky escocés—, dijo. —Neat está bien. Él
tomará lo mismo.
rápido. Tariq escondió una sonrisa... cuyo rastro se perdió cuando miró los ojos de
J.K. Beck
su tío.
154
El Club de las Excomulgadas
Dirque echó hacia atrás su enorme cuerpo, ejerciendo una presión sobre el banco
de la cabina que sólo Tariq pudo ver.
— ¿Y bien?
—He estado pensando acerca de por qué Montegue correría el riesgo de rescatar
a una humana, y no puedo llegar a ninguna maldita cosa. No, a menos que
cambiemos nuestras premisas.
—Adelante.
—Me pregunto si el fuego fue falso. Nunca hubo un cuerpo, sino ADN. De
acuerdo, Sergius es un vampiro, pero sigo teniendo dudas.
—Hemos visto ese tipo de monstruo de antes —Dijo Trylag—. Se abre camino a
través de la tierra. Si estuviera vivo, habríamos oído hablar de él. Infiernos, la
destrucción sería la noticia principal en todos los canales de noticias humanos.
155
El Club de las Excomulgadas
Dirque lo miró.
—Las cosas se han puesto en marcha —Dijo Dirque—. Cosas de alto nivel.
J.K. Beck —
Tariq se enderezó.
156
El Club de las Excomulgadas
—Señor, es mi trabajo…
J.K. Beck —
157
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Quince
—Rand piensa que nuestro amigo herido podría estar recuperándose —Dijo
Nicholas, una vez que Pyre se fue.
— ¿Por qué?
— ¿Pero?
Ella asintió, miserable. Por supuesto que lo sabía. Había muerto… más o
menos… y Serge había sido curado, al menos por un momento. Pero después ella
volvió a la vida, y eso significaba que él había sido maldecido una vez más,
también.
—
Pero había algo más que eso; algo burbujeó dentro de ella. La conciencia
J.K. Beck
insidiosa que había estado evitando, pero que ahora tenía que examinar.
158
El Club de las Excomulgadas
—Creo que está empeorando —Dijo—. No mejorando.
—Esa sensación de escalofrío de la que te hablé. Es... no sé... oscura. Pero es tan
sutil. Ni siquiera estoy segura de qué es lo que estoy sintiendo. Quiero decir, ¿cómo
puedo saberlo a ciencia cierta? No es que uno de ellos se haya mantenido vivo tanto
tiempo. No es que tenga experiencia en la empatía con los monstruos. ¿Y sabes
qué? No me gusta. Ni un poquito —Añadió, y algo de alivio llego en la compasión
que vio en el rostro de Nicholas.
—No —Dijo él—. No me gusta, tampoco —Se frotó las sienes—. Tal vez esto
puede funcionar para nuestro beneficio.
— ¿Cómo?
—No lo sé. Pero es algo nuevo en la mezcla. Una nueva variable. Y no importa
lo que signifique, el juego ha cambiado ligeramente. Tendremos que esperar y ver.
Se lamió los labios. Querido Dios, había creado esa cosa. A ese monstruo que
iba a estallar y destruir. Y, sí, definitivamente estallaría. La pregunta real era
cuando. Como Nicholas había dicho, tendrían que esperar y ver.
159
El Club de las Excomulgadas
¿De verdad creía que lo necesitaba? ¿Acaso no entendía que había cuidado de sí
misma toda su vida?
Ella miró hacia abajo y la mano seguía allí, como si le hiciera señas. Como si la
Entonces ella no pudo soportarlo más y tiró de su mano hacia atrás. Sabía que él
interpretaría sus acciones por el temor a tocarlo, pero eso no era todo. En realidad
no.
No, lo que la asustaba era la forma en que su contacto la hacía sentir. La manera
en que crecía en su interior cuando pensaba en él.
Tendría que probarlo en una luna azul, como tanto se lo había prometido.
¿Alguna otra vez, sin embargo? Eso estaba totalmente fuera de los límites. Nicholas
pertenecía a una burbuja de luna azul, y fuera de esa burbuja a ella simplemente no
le importaba.
¿No? Correcto.
Ella apretó los dedos en su sien. Y se dijo que era una maldita mentirosa.
— ¿Petra?
Miró hacia arriba, buscando en sus ojos algo que no encontró, entonces se puso
de pie. Su mirada resbaló sobre ella, y ella volvió la cabeza, no queriendo ser objeto
de escrutinio. De repente, sólo quiso que la dejaran sola.
J.K. Beck —
160
El Club de las Excomulgadas
Tiró de su camisa, dándose cuenta de que uno de los rasgones revelaba la curva
de su pecho. Tiró del algodón cerrándolo, después se agachó para tomar su
mochila. No quería, pero lo miró, y vio entonces con lo que había fantaseado sólo
—Deberías hacerlo.
—Comprensible.
Lo oyó regresar, y esperó que ocupara el asiento frente a ella. Sin embargo, no lo
hizo, y tuvo que obligarse a mantener los ojos cerrados cuando lo escuchó sentarse
en el pasillo. Estaba siendo absurda. Tonta. Y tenía que ser porque estaba cansada.
Tan cansada.
161
El Club de las Excomulgadas
Sangre. Miembros. Paredes chorreando sangre.
— ¡Petra!
— ¡Petra, maldita sea! —Esta vez la voz fue acompañada por una sacudida
fuerte a la silla, y se movió hacia adelante, empujándose fuera del sueño, y se
encontró mirando la cara preocupada de Nicholas. Y se encontró cogida de la
mano de Nicholas.
No del todo. En realidad no. La manta y los guantes estaban entre ellos.
— ¿Petra? —Él estaba justo ahí, con los ojos mirando los de ella—. ¿Estás bien?
—Su mano la apretó fuerte.
Quiso gritarle que no lo estaba. Que esa pesadilla había sido diferente. Como
haber estado en la cabeza de Serge. Como si hubiera estado viendo lo que él
anhelaba.
Quiso tirar de él y dejar que la consolara cerca, pero no pudo. Tenía que
quedarse sola, y no parecía conseguir eso. Él, con toda su ciencia y estudios, no
entendía que si ella no tenía cuidado, la gente terminaba muerta. O peor aún.
—Petra, maldita sea, habla conmigo. ¿Es Serge? ¿Lo sentiste de nuevo?
—No lo sé. Tal vez. Fue... brutal. Sangre. Imágenes de matanzas. Nada en
concreto. Simplemente horrible —Levantó la vista y lo miró a los ojos—. Pero tal
vez fue mi habitual y antigua pesadilla. La que tengo todo el tiempo —Durante
—
toda su vida. Casi todas las noches. Y cada noche no había habido nadie que la
J.K. Beck
sostuviera o consolara.
162
El Club de las Excomulgadas
Sería una tonta al pensar que podía empezar a encontrar consuelo ahora. No lo
era, sin embargo, y sin importar lo mucho que deseara sus suaves palabras, sabía
que no debía abrir esa puerta más ancho que la grieta que ya había conseguido.
*********
163
El Club de las Excomulgadas
Se la bebió con facilidad, frustrado cuando la quemazón en su garganta no hizo
nada para calmar las heridas que su frialdad le habían infligido.
Todo lo que tenía que hacer era utilizarla, salvar a Serge, y luego regresar a su
maldito camino.
Mierda.
Toda esta ira y soledad... bien, tenía que poseer a algunos, pero la mayoría eran
de ella. Y debido a que le había dado su sangre, el dolor en su corazón ahora corría
por sus venas.
No, lo que Petra temía era la exposición. Quería que el mundo viera a una mujer
que no necesitaba a ningún otro excepto a sí misma, y cualquier persona que echara
un vistazo a la verdad merecía una bofetada en la cara.
164
El Club de las Excomulgadas
Cerró los ojos, dejando que el calor de las emociones fluyeran por encima de él,
sabiendo que ella se mortificaría si se daba cuenta que podía sentir su deseo, y sin
embargo también podía darse cuenta de que simplemente podía abrir los ojos y
Nuevas.
¿Cuántos años habían pasado desde que se había acostado con una mujer así?
Demasiados para contarlos, y se imaginó cómo sería tirar de ella cerca y penetrar la
carne que nunca había sido acariciada. Besar la carne que nunca había sido besada.
Por lo tanto, ¿era de extrañar que estuviera pensando en tocar esa piel suave que
sólo había vislumbrado, tan provocativa debajo de los desgarrones de la camisa?
165
El Club de las Excomulgadas
darse la vuelta, se encontró mirando de nuevo a Petra. Estaba acurrucada
profundamente en su manta, respirando suavemente.
Hizo girar el pomo, abrió la puerta, y luego entró, el piloto estaba de espaldas.
En la fracción de segundo en que tardó en darse cuenta de que algo andaba mal,
Pyre había sacado una pistola y le había disparado una bala.
Y no cualquier bala, Nick se dio cuenta, mientras se tambaleaba hacia atrás, con
la fuerza saliendo de él como el agua.
Hematita.
J.K. Beck —
166
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciséis
Se lanzó de lado en el pasillo, y cuando levantó la vista, vio a Pyre con una
pistola en la mano y un paracaídas en la otra, empujándose a sí mismo inseguro de
donde al parecer había caído contra la pared.
Detrás de él, Nicholas tropezó con el rostro desencajado de ira, con sus colmillos
y pecho llenos de sangre. Pero se las arregló para atrapar al tipo con sus piernas y
tirarlo hacia abajo con fuerza.
167
El Club de las Excomulgadas
Aterrada, se agarró a las patas de metal de la mesa, con el cielo negro que se
avecinaba como un vacío de terror.
Excepto que no pudo aguantar. El hombre lobo golpeó sus zapatos contra sus
No se iría sola.
Y con una explosión final de fuerza, ella apretó y se obligó a acercarse, con sus
labios apuntando a su mejilla.
Incluso cuando fue succionado desde el avión, Nick estaba lidiando con la
herida en su pecho, con sus dedos desnudos tratando desesperadamente de atrapar
la hematita ahora atascada entre dos de sus costillas, con tanta firmeza que no
—
168
El Club de las Excomulgadas
Una caída libre a la tierra desde un avión necesitaba cerca de tres minutos, que
era demasiado poco para su consuelo, sobre todo teniendo en cuenta que sus
resbaladizos dedos no estaban cooperando mucho.
Agarró la carne de su pecho y tiró, apretando los dientes por el dolor de rasgar su
propia piel y músculo hasta que dejó al aire el blanco de sus huesos.
Usando sus dedos como palanca, se separó sus costillas, con los dedos
esforzándose para mantener la brecha abierta metió el dedo índice en la cavidad,
buscando y, sí, sacando la bala, ahora destrozada y casi plana por el impacto con su
carne y huesos.
Débil por la pérdida de sangre, la transformación no fue fácil. Pero con esfuerzo,
se las arregló, cambiando su cuerpo a la forma de un águila. Extendió sus alas, y
con ojos penetrantes, realizó una búsqueda en el cielo, encontrándola sobre él, con
su cuerpo muy abierto para frenar su caída.
Chica lista, pensó, pero su alegría duró poco cuando vio lo que estaba encima de
ella, el avión en sí, volviéndose bruscamente, con el casco de acero tan afectado por
la velocidad y la gravedad que pronto se saldría de control, con una trayectoria que
sin duda se cruzaría con la de Petra.
se quejaron en señal de protesta, y pudo ver que Petra lo había oído, incluso a
J.K. Beck
través de la corriente de aire más allá de sus orejas. Ella se movió, volviendo la
cabeza para poder mirar hacia arriba.
169
El Club de las Excomulgadas
Nick oyó su brusca respiración, y esperó sentir de inmediato su pánico.
Nunca llegó.
Fue una maniobra audaz, brillante, y una que no hubiera atribuido a muchos
humanos.
Se movió más rápido, con su cuerpo de ave cortando por el aire ahora
perturbado por la masa del avión cayendo.
Detrás de ellos, fallando por sólo unos centímetros, el avión cayó a través del
cielo. Extendió sus amplias alas, moviéndolas duro luchando contra la estela que
estaba tratando desesperadamente de arrastrarlos al suelo también.
Y luego, tan rápidamente que el horror pareció un mal sueño, el aire estuvo en
—
calma otra vez, y miles de metros más abajo del avión siguió descendiendo, cada
J.K. Beck
vez más rápido hasta que impactó en la tierra y los tanques de combustible se
170
El Club de las Excomulgadas
encendieron en una bola de fuego, con las olas de calor desde allí una vez más
ondulando en el aire alrededor de ellos.
No podía continuar abrazándola así, pero el cambio a niebla era peligroso. Ella
Alimentarse era un problema para más tarde, sin embargo. En ese momento,
tenía que tratar de esperar lo mejor.
Ella era niebla ahora, como él. Dejó una estrecha cuerda alrededor de su
conciencia, diciéndose que deseaba mantenerla con fuerza contra él, temeroso de
que en su estado de debilidad pudieran llegar a separarse, incluso en forma sensible
de neblina. Pero aun cuando se dijo eso, sabía que era una mentira.
171
El Club de las Excomulgadas
La necesidad del contacto latía dentro de él así como lo sentía cada vez más en
ella. Una toma de conciencia maravillosa y de deseo por más. Por mucho más, y le
gustaría poder dárselo a ella. Ojalá pudiera transformarse a sí mismo y desnudarla
Las calles de la ciudad estaban muy claras ahora, tan cerca que la visión de su
mente fue capaz de leer los letreros de las calles. Encontró un conjunto de escaleras
que conducían a un túnel del metro y se deslizó en él, refugiándose del sol en la
oscuridad del reino de los infiernos.
Incluso a esa temprana hora, la estación estaba llena, y giró alrededor y entre la
multitud de humanos, algunos de los cuales se movieron, casi como si fueran
—
preguntaron “¿Qué es eso?” mientras él corría hacia los rieles y, finalmente, al fondo
en los propios túneles.
172
El Club de las Excomulgadas
Seguro en la oscuridad, se movió hacia atrás, empujando a Petra lejos con
reticencia, mientras cambiaba de nuevo, teniendo cuidado de no tocarla.
Su piel estaba pálida, sus ojos nublados, y temía haberle hecho daño.
Ella asintió.
— ¿En serio?
—Lo convertí —Dijo ella, con expresión desafiante, como si anticipara sus
protestas—. Lo hice a propósito, y no me arrepiento.
—Bien.
—Lo más probable —Obligó a su demonio a bajar mientras la ira crecía—. Pyre
podría haber estado actuando por su cuenta, pero lo dudo.
— ¿Rand?
Pudo ver en su cara que la posibilidad de que Rand los hubiera traicionado la
perturbaba tanto como él.
—
173
El Club de las Excomulgadas
—Tan pronto como escondimos a Serge, empezamos a utilizar desechables. Es
seguro.
—Está bien.
—Oh.
Ella miró a su alrededor en los túneles en el que muchos de los sin techo de la
ciudad vivían, al suelo sucio lleno de todo, desde envolturas de plástico, ratas
muertas, o excrementos humanos.
—Genial.
174
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecisiete
Frente a ellos, el sol se levantaba sobre Manhattan, una ciudad que Petra nunca
había visto pero siempre había querido visitar. Teniendo en cuenta los millones de
personas que vivían hacinadas en esa pequeña isla era también un lugar que hacía
tiempo que había borrado de su lista. Había demasiada gente. También muchas
posibilidades para un contacto accidental.
Ahora que estaba aquí, la emoción de ver la vibrante metrópolis de fuera como
una postal frente a ella se vio atenuada por el hecho de que Nicholas estaba de pie
delante de las ventanas, y que de un momento a otro un rayo de sol podría matarlo.
La parte de muerto era literal, teniendo en cuenta que se disolvería en un montón de
cenizas de inmediato.
Una perspectiva que la inquietaba a toda una serie de niveles, ninguno de los
cuales quería examinar de cerca.
Corrió a la ventana y agarró el cordón para cerrar la cortina, le dio un tirón pero
no se produjo ningún movimiento, grrrrr gruño interiormente con frustración, se
volvió, dirigiéndose al hombre le dijo imperiosamente.
El terror de su voz por fin pasó por él, porque se volvió hacia ella, con una
expresión tan satisfecha que temió que hubiera perdido la cabeza y realmente fuera
un suicida.
—Ven a mi lado.
J.K. Beck —
175
El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea, no estás haciendo esto — mientras hablaba, sabía que debía
mantener la boca cerrada. Quería curar a Serge, después de todo. Y eso significaba
su muerte.
La había llamado otra vez, y ahora estaba de pie delante de él, de espaldas a la
ventana, con su cuerpo tratando de proteger el de él. Estaba de puntillas, deseando
ser unos centímetros más alta, para que su sombra pudiera proteger mejor su
cabeza.
Ella se balanceó un poco, como una bailarina torpe tratando de seguir un ritmo,
cuando se dio cuenta de que él estaba luchando con una sonrisa divertida.
—Salvando tu trasero —Dijo ella secamente—. Aunque no estoy del todo segura
de por qué me molesto.
—Pensé que eras el Sr. Científico. ¿Por qué no inventaste el vidrio Maravilla?
176
El Club de las Excomulgadas
—Estoy seguro de que podría.
—Tal vez por eso es que voy a verlo hoy —Dijo él. —Date la vuelta y disfruta
del espectáculo de la Madre Naturaleza conmigo.
Se puso de pie junto a él, con sus cuerpos cerca pero sin tocarse, y trató de ver el
sol con los ojos de un vampiro. En cierto modo, se suponía que ella entendía cómo
se sentía. Él no podía disfrutar el sol. Ella no podía tocar a otro ser humano. Por
supuesto, no estaba atrapada en la oscuridad, no estaba obligada por la necesidad
de sangre. Y a pesar de que esos pensamientos no disminuyeron su certeza de que
tenía definitivamente la peor jugada, sintió un tirón de camaradería con él. Algo
que nunca había sentido antes, ni siquiera con Kiril, quien siempre se había
establecido como su superior , como su protector y su salvación, incluso más que
como gemelos.
Pronto.
—
177
El Club de las Excomulgadas
Una luna azul.
Algo afilado y desconocido se disparó, un rayo de deseo que dejó sus pezones
duros y a su sexo hormigueando. Habían pasado años desde que había
Ella lo tendría. Querido Dios, iba a tener esta noche con él.
Ansiosa, caliente, miró el cristal y deseó que el sol hiciera su recorrido hacia
abajo en vez de hacia arriba.
Por un momento, envidió al sol, por querer hacer eso con él. Por primera vez en
su vida, ella quiso tocar a un hombre y verlo derretirse, perdido en el poder de su
propio deseo.
Esta noche. La palabra se extendió por ella, suave y sensual, prometiéndole cosas
deliciosas en el futuro. No quería esperar, pero para eso, no tenía otra opción. ¿Y
no lo había estado esperando toda su vida? Unas pocas horas más no harían
ninguna diferencia en el gran esquema. A nivel personal, sin embargo, sería una
ruina para el momento en que se pusiera el sol y la luna azul colgara llena en el
—
cielo.
J.K. Beck
178
El Club de las Excomulgadas
A su lado, Nicholas suspiró, luego se volvió hacia ella, con sus ojos
penetrándola, como si supiera sus secretos. Le sonrió, satisfecha con el
conocimiento de que sus pensamientos eran sólo de ella.
—Demasiado.
Se puso de pie a su lado, tratando de ver la salida del sol a través de sus ojos. Por
unos instantes, el silencio colgó cómodamente entre ellos, y deseó que pudieran
permanecer así. Juntos, sencillo. Pero nada era fácil en ese momento.
Él apuntó al vidrio.
179
El Club de las Excomulgadas
—Oh — Por alguna razón eso no la hacía sentirse mejor. Ya estaba cansada de
huir. Y con la luna de esa noche, no quería estar corriendo por su vida.
— ¿Qué?
180
El Club de las Excomulgadas
—Me gusta tu manera de hablar, sabes. Como si cada cierto tiempo se te
olvidara en qué siglo estamos.
—A veces, creo que lo olvido. Después de tantos siglos, encuentro que el tiempo
— ¿Te puedo preguntar algo? —dijo impulsivamente, y una vez que las palabras
salieron, supo que no podía borrarlas, aunque sabía que podría estar pisando un
terreno peligroso.
—Depende de la pregunta.
— ¿Todavía lo estás?
—No —En esta ocasión, la respuesta llegó rápida y segura, y cuando levantó los
ojos para mirarla no había duda—. Estuve... enojado, durante mucho tiempo pero
ahora es cada vez más fácil.
— ¿El qué?
J.K. Beck
181
El Club de las Excomulgadas
—Ella fue la única, ¿verdad? La que te traicionó. La que te hizo querer ir a ver a
Ferrante otra vez.
—Tengo las locas habilidades de los PI.7 — Ella se encogió de hombros y trató
de parpadear con una sonrisa alegre. —. O tal vez eres transparente para mí.
Vio el destello de una risa en sus ojos y sonrió a su vez, gustándole la manera
que la hacía sentir hablar con él, eso bastaba para que se le soltara la lengua
también, lo que no era bueno, pero parecía no poder detenerse.
— ¿Nicholas? ¿Qué demonios está mal con tu pecho? —Se apresuró a pararse
—
7 Investigador Privado
182
El Club de las Excomulgadas
—Lo haré — murmuro.
—Abre — exigió.
—Pero… pero salió —Su mente daba vueltas. Por supuesto él la había sacado.
Habría tenido que hacerlo para transformarse. Pero entonces, ¿por qué estaba tan
herido? Los vampiros se curaban a un ritmo notable. Incluso una herida tan grande
ya se habría cerrado—. ¿Qué necesitas? —Preguntó—. ¿Qué puedo hacer?
—Tengo que dormir —Dijo—. Y tengo que comer. No hay nada que puedas
hacer.
Las palabras fueron como una bofetada en su cara, se arrodilló, hablando antes
de que tuviera tiempo de pensar en ello.
—No, yo… — ladeó la cabeza—. Ahora no. Duerme, pero esta noche, cuando
salga la luna puedo… quiero decir, ¿te alimentarás de mí esta noche?
J.K. Beck —
183
El Club de las Excomulgadas
Debía decir que no. Debería decirle que estaban los que se habían quedado sin
casa en los túneles de los que se podía alimentar. Los humanos que eran
conscientes de la existencia de los vampiros se llamaban Fuentes, cobraban una
Y sin embargo, no dijo que nada de eso. Porque la verdad era que quería que
fuera ella. La había probado cuando se habían retorcido juntos en el cielo, y ahora
deseaba desesperadamente terminar lo que habían empezado. Lo que él había
empezado.
Estaba ofreciéndole su sangre, pero él tendría más que eso. Deseaba a la mujer,
también.
—Déjame ver tu piel — habló sin un propósito lascivo, tenía que ver el color de
su piel y escuchar el pulso de la vida dentro de ella. Pero a medida que lentamente
se levantaba la camiseta para exponer su vientre plano y su piel bronceada, no pudo
negar el efecto que esa vista tuvo en él. Estaba apretado con la necesidad, y de
repente, la caída de la noche pareció estar demasiado lejos—. Debemos dejar que el
sol se ponga. Todavía tenemos un largo camino que recorrer.
—No.
—No sé ni cómo cruzaremos el Atlántico, aún —Dijo ella—. Pero parece que
—
estamos a salvo aquí, y necesitas tiempo para pensar, para sanar y yo necesito…
J.K. Beck
— ¿Sí?
184
El Club de las Excomulgadas
Su barbilla se levantó desafiante.
—Tengo que hacer esto —Él le sostuvo la mirada por un momento, hasta que
ella pareció hundirse bajo el peso de todo—.Tú me salvaste la vida, Nicholas —
— ¿Es todo lo que deseas?— Quería oírselo decir. Su cuerpo ya estaba hablando
con él, la conexión de la sangre ardía entre ellos. Pero quería que dijera las
palabras. Infiernos, insistiría en ellas.
Se quedó en silencio.
—Lo haré —Dijo él—. Pero entiende esto, Petra. Eso hace que sea peligroso. Te
deseo, pero tengo que comer. Si no me detengo a tiempo...
—Lo harás —Dijo, con tal certeza que sus dudas casi se desvanecieron. Casi.
—No creo que entiendas completamente el peligro que puede suponer que
actúes como una fuente.
—
185
El Club de las Excomulgadas
Casi se echó a reír.
J.K. Beck —
186
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciocho
No podía hacerlo cuando sabía lo que traería la noche. Una luna azul. Esa
gloriosa luna llena extra a la que solía tenerle tanto terror, porque el deseo
insatisfecho era demasiado difícil de soportar.
Nicholas se había quedado en el sofá frente a la ventana cuando ella había ido en
busca de una cama en la cual acurrucarse. Ahora, se estiraba, disfrutando del lujo
de las sábanas suaves y de un colchón firme.
Tenía que darle las gracias a Nicholas por eso, y la idea de que poder hacerlo
adecuadamente esa noche hizo que sonriera como un gato satisfecho. Podía darle
las gracias… y lo podía salvar, también. Podía dejar que se alimentara. La idea le hizo
un cosquilleo de anticipación, la promesa del contacto tan íntimo la dejaba sin
aliento por el deseo.
Ya no le creía. Esa era una picazón que quería quitarse, y no podía imaginar a
J.K. Beck
187
El Club de las Excomulgadas
Y no sólo porque fuera tan condenadamente guapo. Lo era, por supuesto.
Infiernos, podría mirarlo durante horas, examinar su cuerpo como un conservador
que inspeccionara una obra de arte. Pero eso no era lo que la empujaba sobre el
Cerró los ojos, imaginando que la tocaba, llenándola. Carne sobre carne, tan
cerca que serían prácticamente uno. Había estado con él como niebla entrelazada,
sin saber dónde terminaba uno y comenzaba el otro y quería terminar lo que habían
empezado en el cielo. Quería temblar en sus brazos. Dios mío, cómo lo deseaba.
Lo había deseado, de hecho, desde la primera vez que se había dado cuenta de
que Nicholas estaría a su lado cuando la luna azul se levantara. Tal vez incluso
antes.
Y ahora, cuando el sol finalmente había caído debajo del horizonte y las
sombras llenaban la habitación, el deseo había dado paso a la necesidad. Y eso, era
sólo por Nicholas.
Poco a poco, se movió al borde de la cama, y bajo sus pies. Se sentó allí un
momento, disfrutando del cambio en ella. El erotismo suave del aire contra el vello
de su piel. La forma en que sus vaqueros se apretaban contra su entrepierna. Como
cada luna azul, se ponía caliente como el infierno.
J.K. Beck —
188
El Club de las Excomulgadas
Con cinco suaves tirones, se quitó los dedos del guante que forraba su mano
derecha, y luego siguió el mismo procedimiento con el izquierdo. Luego se libró de
los zapatos, los calcetines. Poco a poco, movió sus pies sobre la gruesa alfombra,
No.
La ropa se quedaría puesta. Y por una razón muy particular, quería que
Nicholas fuera la persona que se la quitara.
Se detuvo frente a él, preguntándose si abriría los ojos, pero no hizo ningún
movimiento. Se acercó, bajando una de sus rodillas al sofá junto a él.
Todavía nada.
Poco a poco, agarró la parte de atrás del sofá, y luego echó la pierna por encima
—
y se bajó hasta que estuvo sentada a horcajadas sobre él, con su sexo acurrucado
J.K. Beck
contra el suyo. Y con eso, por supuesto, fue cómo supo que no estaba dormido.
189
El Club de las Excomulgadas
Sintió que su pene se endurecía bajo la presión de su peso, y oyó su propio gemido
suave en respuesta a su deseo.
— ¿En serio? —La miró, sus ojos oscuros de deseo. Su mirada la recorrió por
todas partes, y luego terminó en su cara, con una señal de interrogación
reflejándose perfectamente en su ceja—. El Sol ya se ha puesto hace varios minutos,
y todavía no me has tocado, no estamos piel sobre piel. ¿Tienes miedo de que la
maldición persista todavía?
—Tal vez un poco — cada la luna azul la hacía dudar y cuando había llegado
allí anteriormente había estado aterrorizada de sostener la mano de Kiril, con el
miedo de perder a la única persona en el mundo que realmente se relacionaba con
ella.
—Tócame.
190
El Club de las Excomulgadas
—Pronto —Dijo—. La anticipación es poderosa.
Hizo una mueca cuando sus colmillos perforaron su piel, después se fundieron
en un abrazo mientras su boca se cerraba sobre su carne y succionaba, tomando la
esencia de su vida en él. Ella estaba flotando, dando, con su cuerpo en carne viva
por la necesidad y la desesperación de tener un contacto aún más íntimo que ese.
—Nicholas... — Su voz era suave y débil, apenas audible, incluso a sus propios
oídos.
La atrajo más cerca, y ella se quedó sin aliento con el placer de hacerlo, con el
puro placer peligroso, erótico de ser llevada al borde del abismo.
—Nicholas —Es demasiado, pensó ella. Demasiado. Pero las palabras no pudieron
salir. No podía articularlas. No podía obligarlas a abandonar sus debilitados labios.
—
Sólo podía languidecer en sus brazos hasta que de pronto, por fin, la apartó de
J.K. Beck
191
El Club de las Excomulgadas
—Petra, Petra, por los dioses, Petra, lo siento.
Ella dejó que sus ojos parpadearan abriéndose, mientras sus manos acariciaban
su piel, su cuerpo débil, pero su mente seguía girando, rebosante de placer crudo.
Lo hizo callar con un dedo sobre sus labios, por primera vez, y eso la hizo
sonreír, aun cuando el esfuerzo de utilizar sus músculos la agotaba.
— ¿Estás curado?
—Lo hiciste.
—Lo hiciste.
192
El Club de las Excomulgadas
—Hasta ahora —Estuvo de acuerdo, después, respondió a su sonrisa.
Lo miró a los ojos, vio ternura allí junto con un deseo tan fuerte que temió que la
cortaría en tiras.
J.K. Beck —
193
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecinueve
—Encarcelaste a mi esposa.
—Con causa.
—Por supuesto. Con causa. Igual que la causa que ahora tengo para hacer trizas
tu jodida cabeza.
Durante un largo momento, Luke se limitó a mirarlo, con odio duro en sus ojos
J.K. Beck
194
El Club de las Excomulgadas
—Te lo dije. Tenemos que hablar.
—Estoy escuchando.
Por otra parte, ¿con qué frecuencia una persona conseguía y mantenía una
ventaja con Lucius Dragos? No muy a menudo, y no era de los que ignoraba sus
oportunidades.
—Búrlate de mí todo lo que quieras, Dragos, pero mis ojos están bien abiertos, y
lo que estoy viendo es muy, muy interesante.
— ¿De veras?
—Serge está vivo, Luke —Dijo, mirando fijamente su cara buscando cualquier
reacción, por pequeña que fuera—. Ni siquiera intentes decirme lo contrario.
—
—Es una teoría interesante —Dijo con voz tranquila, con una expresión que
J.K. Beck
195
El Club de las Excomulgadas
—O tal vez no —Dijo—. Tengo a Constantine, y llegaremos a Montegue y a la
chica muy pronto.
—No, tu teoría es una mierda. Pero me has dado una idea. Por eso viejo amigo,
te lo agradezco —Dio un paso atrás, y sin decir una palabra, cerró la puerta en la
cara de Tariq.
El genio se quedó allí, preguntándose cómo diablos ese encuentro podría haber
salido tan mal. Había venido a meterle el temor de Dios, o al menos el de la
Alianza, a Dragos. Sin embargo, Luke no había tenido miedo, de nada.
*********
la sangre que le había salvado la vida. Ahora, no era su vida lo que le preocupaba,
J.K. Beck
sino las profundidad de su deseo. Tan pronto como lo tocó, tan pronto como sus
196
El Club de las Excomulgadas
labios rozaron su piel y su lengua captó el sabor de su sangre, estuvo segura que iba
a perderse.
—Petra... —Su voz ronca, como si esperara que su contacto fuera una tortura.
Nicholas se quejó, con la cabeza volviendo a caer incluso cuando sus brazos la
llevaron más cerca, y ella no necesitó más estímulo. Cerró la boca por completo
sobre la herida y atrajo el dulce sabor de él, con su sangre vampírica zumbando por
ella, con lo que sus sentidos volvieron a la vida y se establecieron en su cuerpo ya
vulnerable con una sensación de hormigueo.
Ella murmuró una protesta suave, incapaz de encontrar las fuerzas para formar
—
palabras.
J.K. Beck
Suavemente, él dio un golpecito con sus labios sobre su piel, y luego levantó la
cabeza. No perdió el tiempo con besos suaves, sino que tomó su boca con
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El Club de las Excomulgadas
violencia, pasando sus colmillos sobre su labio, hasta que el sabor de sus sangres se
mezcló, y ella pensó que moriría en ese momento por la intensidad de lo que
sucedía.
—Me diste fuerzas de nuevo —Dijo él, y anticipó su respuesta con un beso.
Deslizó sus manos en respuesta, con sus palmas contra su camisa, hasta que
llegó al dobladillo. Entonces sus dedos se deslizaron más bajo, buscando la tira de
piel encima de la cintura de sus pantalones vaqueros. Ella abrió la boca, metiendo
hacia dentro su estómago como reflejo, mientras él trazaba con cuidado el camino
por encima de los vaqueros. Su respiración era entrecortada, y aunque quería
pedirle más que la mera punta de sus dedos sobre su piel, tenía miedo de hablar.
Miedo de que si la punta de su dedo le estaba haciendo esto, entonces, ¿qué podría
hacer la presión de toda la mano, su cuerpo, sus labios? Podría quemarse con su
tacto, y aunque por el momento no podía pensar en un mejor lugar para morir que
en sus brazos, deseaba que este sentimiento siguiera, y siguiera, y siguiera.
Poco a poco, apretó las manos sobre su piel. Poco a poco, las deslizó hacia
—
arriba, hasta que las puntas de sus dedos rozaron las curvas de sus pechos. Ella
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endurecieron, y mientras se retorcía, él rozó el algodón de su camiseta, con una
sensación tan embriagadora que la hizo estremecerse de placer.
Estaba mojada, más mojada de lo que nunca había conseguido estar cuando
metía la mano entre sus piernas, dejando que las fantasías la llevaran. Nunca se
había permitido pensar en un hombre en concreto, o en su toque, o en otra cosa
más que una respuesta biológica pura. Porque creía que de otra manera sentiría lo
que se había perdido.
Ahora, sin embargo, quería pensar en eso. Quería imaginar las manos de
Nicholas acariciándola con sus dedos, jugando con ella, con su pene llenándola.
Gimió, luego se calló cuando sus palmas acariciaron sus pezones haciendo que
sus dientes mordieran su labio inferior.
—Quitemos esto —Dijo él, mientras la detenía el tiempo suficiente para tirar de
su camisa. Estuvo ciega por un momento, mientras le cubría los ojos, y cuando
estuvo libre, su cara estaba allí, mirándola con una expresión dura por la necesidad
y suave por el deseo.
Sólo tuvo tiempo para recobrar el aliento antes de que sus labios estuvieran sobre
los de ella y se abriera para él, con su boca devolviéndole lo que estaba dándole,
reclamándolo y deseándolo, incluso cuando sus dedos se deslizaron hacia abajo
para jugar con el botón de sus pantalones vaqueros.
deslizándose por sus caderas. Sus bragas eran pequeñas y de seda, y él tomó el
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El Club de las Excomulgadas
Con la yema de su dedo, trazó el borde del elástico, y luego jugó con su coño
resbaladizo, con su dedo deslizándose sobre su piel suave y entre sus pliegues, para
encontrar su centro.
—Oh, Dios mío —No podía decir nada más. No podía formar otras palabras. En
ese momento, si alguien le hubiera preguntado, no estaba del todo segura de poder
recordar su propio nombre.
Pero conocía el placer. En ese momento sabía que el placer era tan agudo que
rayaba en el dolor.
Sintió el aire fresco contra su sexo húmedo, y suspiró por la sensación dulce, tan
sencilla y a la vez tan absolutamente erótica. Él se quitó su propia ropa mientras lo
miraba, eliminando cada parte como si desenvolviera un regalo de Navidad.
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El Club de las Excomulgadas
Él se rió suavemente contra su piel y ella suspiró, segura de que podría quedarse
así para siempre, disfrutando de su tacto y de la manera perezosa en que él
exploraba su cuerpo.
Y entonces sus labios bailaron aún más abajo, con su lengua cada vez más
audaz, estirándose para probar y jugar, incluso cuando sus dedos acariciaron el
interior de sus muslos, con los pulgares subiendo para acariciar la suave carne en el
triángulo de su sexo, y su boca se cerró sobre ella en el beso más íntimo de todos.
Hasta pareció que ya no era de carne y hueso sino que simplemente era deseo y
necesidad.
Se sentía, se dio cuenta, como lo había hecho en la niebla. Pero esta vez, había
—
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El Club de las Excomulgadas
Deseaba esa liberación explosiva. Podía sentirlo ahora, podía sentir a Nicholas
llevándola más cerca, subiéndola a esas alturas íntimas. Movió las caderas en una
respuesta automática, como si pudiera hacer su camino a la cima del precipicio y
Y luego, como si sus palabras tuvieran tanto poder sobre ella como su contacto,
sintió su clímax crecer... y entonces gritó mientras su cuerpo estallaba en una gran
variedad de luces y colores.
Ella lo montó, sin querer que la experiencia llegara al final. Cuando finalmente
se deslizó por la cresta y volvió a la realidad, él la abrazó, acariciando su piel, con
sus suaves caricias amenazando en silencio con llevarla de vuelta a las alturas que
acababa de alcanzar.
Poco a poco, porque quería saborear el momento, pasó las manos por su cuerpo,
dejando que sus labios siguieran sus dedos, explorando cada centímetro de él con
su tacto, gusto y vista.
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El Club de las Excomulgadas
—Uno de los secretos —Dijo ella, pasando sobre el símbolo con su dedo.
—Sí —Estuvo de acuerdo, mientras ella apretaba los labios sobre el tatuaje,
sintiendo que él contraía los músculos bajo su tacto, gimiendo mientras le daba
Después de que hubiera explorado cada centímetro con su boca, se apretó contra
él, con contacto completo, deseando sentirse contra cada centímetro de su piel. Las
sensaciones que rebotaban por ella iban más allá de lo que jamás había
experimentado, y no quería que terminara.
En el ínterin, sin embargo, quería más. Y ni siquiera más sexo, a pesar de que
estaba sin duda en el orden del día. Simplemente quería tocarlo.
—Mantente así, y este pequeño descanso que has orquestado se terminará antes
de que hayas empezado.
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El Club de las Excomulgadas
—Anticipación — repitió ella, con sus dedos acariciándolo—. Y tocando.
Tocando. —Suspiró—. Es difícil creer que algo tan simple puede ser tan alucinante.
—No hay nada simple en eso — dijo él—. Millones de terminaciones nerviosas
— ¿Cómo qué?
Él le acarició el pelo.
—Entiendo.
— ¿En serio?
Lo dijo con la seriedad suficiente como para que ella se apoyara en un codo.
— ¿Cómo?
—Eres humana, y sin embargo, no sólo has experimentado el estado niebla, sino
—
que lo recuerdas.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Él siguió la línea de su cabello con el dedo.
— ¿Por qué?
—Tal vez esa sea la razón. El creciente poder de la tierra. Tal vez es lo
suficientemente fuerte como para mantenerte firme durante la transformación.
Él se echó a reír.
—Así que si el tatuaje es el símbolo de la piedra filosofal, eso quiere decir que tus
intereses en la alquimia estaban en la inmortalidad, y no en la transformación de
los metales en oro —Se estaba burlando de él, pero mientras hablaba se dio cuenta
—
que nunca le había hablado de su particular interés en la alquimia. Aun así, estaba
J.K. Beck
— ¿Por qué dices eso? —Le preguntó, cuando ella le dijo lo mismo.
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El Club de las Excomulgadas
—Porque eres el primer vampiro que conozco que parece... no sé. Como si el
tiempo extra le pareciera un regalo.
—El demonio es una parte de mí, por supuesto, como lo es en todos los
vampiros. Lucha constantemente, pero la batalla es conocida ahora, y sé que yo
llegaré a la cima. Pero ha habido dos momentos en los que no fue el caso —
Respiró—. El primero cuando me convirtieron. El segundo cuando me
traicionaron.
—No, está bien —Él se movió de forma que la enfrentó de forma más directa,
—
después le acarició el brazo poco a poco con el dedo. El gesto era dulce, sencillo e
J.K. Beck
íntimo por lo que le dieron ganas de llorar, sobre todo porque él ni siquiera parecía
ser consciente de que estaba haciéndolo, ya que toda su atención estaba en su
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El Club de las Excomulgadas
rostro—. Fue Serge, él me guió esos meses, me obligó a sostenerme y me hizo
luchar contra mi demonio. Más que eso, me dio la fuerza para prevalecer.
Ella se rió, se rió aún más fuerte cuando se acercó a él y le besó la oreja, con sus
brazos apretándose alrededor de su cintura.
— ¿Y es por eso que estás haciendo todo esto ahora? ¿Tratando de salvar a Serge
de la forma en que una vez que te salvó?
—Así es.
—Espero que podamos hacerlo. En realidad, supongo que espero que Ferrante
pueda hacerlo.
—Te digo esto porque con suerte conocerás al hombre, y necesitas saber lo que
hay entre nosotros.
—Muy bien —Dijo ella, con voz suave, haciéndola coincidir con la solemnidad
de la suya.
—Pero también te lo digo porque quiero. Nada más y nada menos. Sólo quiero
—
que lo sepas.
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—Yo… —Se dio cuenta de que iba a decirle la forma en que había traicionado a
Ferrante, y quiso decir algo, pero “gracias” parecía extraño e inadecuado cuando se
colocaba contra el calor de la urgencia en sus ojos, un calor que retorcía su interior
—Cuando Marco me llevó, ya tenía una sólida formación en los clásicos, en las
matemáticas, en la ciencia y en la filosofía. Estaba tan bien educado como un
hombre joven de buena familia se esperaba que estuviera, y mi padre quería que me
casara y asumiera la gestión de sus propiedades. Era comerciante de lana en
Florencia, y aunque mi familia nunca fue rival para los Medici, tenían bastante
éxito.
—No, no lo estaba —Dijo Nicholas—. Es irónico, tal vez, debido a que estaba
muy interesado en todo lo demás.
—Un hombre del Renacimiento —Dijo, sonriendo—. ¿Cuándo fue eso, por
cierto? ¿Fue en realidad durante el Renacimiento? O bien, ¿te adelantaste a tu
tiempo?
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El Club de las Excomulgadas
—Algunos dirían que fui irresponsable.
— ¿En serio?
— ¿De quién?
— ¿Qué pasó? —Preguntó, no queriendo correr, pero sabiendo que esa historia
acabaría mal.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
—Durante años trabajé a su lado… y por muchos años pensamos que habíamos
conseguido estar cerca de encontrar la respuesta. En realidad acercarnos a la muerte
y mantenerla a raya.
—Me frustré por los retrasos. Enfurecido por todos los falsos caminos que no
nos conducían a ninguna parte. Dejé de pasar la noche con Marco y Giotto, y en su
lugar tomé mi placer en una taberna local, donde el vino corría y las mujeres
estaban ansiosas. Sólo tenía unos pocos amigos, pero sabían de mi trabajo, y me
preguntaban acerca de mi progreso, algunos preguntándome en serio, otros en
broma. Pero hablé de eso en la posada, y estoy seguro de que fue donde se enteró
de que buscaba la inmortalidad.
— ¿Quién?
Su respiración se atoró.
—Ella te cambió.
—No le creíste.
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El Club de las Excomulgadas
—O tal vez lo hice, pero no me importó, pudo ver que él no me convencía. Él
me instó a esperar... Me aseguró que Giotto estaba cerca de un avance que no me
había dicho porque quería estar seguro. Pero no le creí. ¿Cómo podría, cuando
—Lo hice —Dijo y cerró los ojos. Se quedó en silencio y sin moverse durante un
instante, y cuando finalmente volvió a mirarla, su expresión era oscura y
perturbada—. Fui a ella por mi propia voluntad, después de haber sido informado
de las consecuencias, pero no entendía realmente. O tal vez pensé que podía
controlar al demonio. Era sin duda lo suficientemente arrogante como para creer en
eso entonces.
—No pudiste.
—Pocos pueden en esos primeros días, y con mi cambio, hice trizas Florencia,
un torbellino de destrucción dirigido directamente al taller de Marco. No recuerdo
lo que pasó, no del todo, pero sé que ataqué a Marco. Se escapó de alguna forma, y
me enojé…. Estaba tan enojado que destruí el lugar. Estaba buscando a Giotto,
sabía que Marco no podría completar la fórmula sin él, y el demonio quería hacerle
daño, e infligirle un dolor profundo. Eso es lo que mejor sabe hacer, atormentar a
los que más quieres.
—Mataste a Giotto.
—Nicholas —No sabía qué decir, así que no dijo nada. En su lugar, simplemente
lo abrazó, y expresó su esperanza de que dándole consuelo en silencio fuera
—
suficiente.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Y es por eso por lo que nunca he visto la salida del sol a través de las ventanas
antes de Serge. He elegido la noche con plena conciencia, y una vez que luché
contra el demonio, una vez que aprendí a vivir con lo que había hecho y en lo que
— ¿Te arrepientes?
—Esta noche, los dos estamos obligados por la noche. Creo que tal vez
deberíamos disfrutar un poco más.
Él le rozó los labios con el dedo, con el calor en sus ojos en un contrapunto con
su toque suave.
Ella pasó una pierna encima de él, y luego se movió de tal manera que lo
cabalgaba.
J.K. Beck —
—No —Dijo sin aliento, mientras sus manos alcanzaban para acariciarlo—.
Realmente no querría.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinte
Todo era cierto, pero descartado por completo ante el hecho de que la mujer en
sus brazos había puesto su sangre a hervir de manera que no había experimentado
en años. Infiernos, en siglos.
— ¿En mi vida? —Preguntó ella, con una sonrisa pícara—. ¿O desde que tengo
edad suficiente para esto?
—
—Eso último.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Cuatro —Dijo—. Sólo cuatro.
—Nos aseguraremos de que esta luna azul sea muy especial —Susurró y luego
capturó sus labios con su beso.
—Nicholas.
—No puedo esperar más, Petra —Dijo con las manos acariciando su cuerpo,
acariciando cada centímetro de su suavidad—. Tengo que estar dentro de ti.
Le acarició el rostro cuando lo miró a los ojos, y se dio cuenta de que sus
palabras lo habían sorprendido. Por lo que le había dicho antes, el parto la liberaría
de la maldición, pero, ¿por qué se preocupaba por eso ahora?
—No puedo hacerle esto a un niño —Dijo—. Ni siquiera por ser libre.
— ¿Tienes algo?
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—No —Dijo, y se sintió halagado por el lamento desesperado que cruzó su
rostro—. Pero Serge se cuida, y no hubiera querido engendrar ningún dhampires
con los parásitos que trajo como fuentes y otros entretenimientos.
—Mitad vampiro, mitad humano. Raros, pero existen —Se apartó de la cama,
absurdamente agradecido por los métodos más pintorescos de Serge en su lucha
contra el demonio—. No te vayas.
—Nunca.
Le tomó al menos tres minutos para encontrar lo que estaba buscando, y cuando
volvió con una caja de condones la encontró sonriéndole desde el sofá, con una
expresión tan alegre que se sintió humillado por su deseo.
Poco a poco, puso las manos entre sus muslos, deslizándose sobre su piel suave,
poniéndola aun más húmeda, más abierta para él, y cuando estuvo seguro de que
estaba lista, se colocó el preservativo él mismo, y luego se inclinó sobre ella,
sostenido su peso en sus brazos, y encontró su núcleo interno.
Ella gimió, separando las piernas, y se metió lentamente, gimiendo con placer
por su ajuste perfecto, disfrutando del hecho de ser el primer hombre que exploraba
a esta mujer.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
—No —Sus manos ahuecaron su parte trasera, y lo atrajo hacia sí, levantando
sus caderas en respuesta. Ella inclinó la cabeza hacia atrás y gimió, un sonido de
placer combinado con dolor, y le rogó que no se detuviera, que por favor no se
La deseaba, no había duda sobre eso. Pero tanto como deseaba llevarla a su
placer, quería llevarla a más. Llevarla a alturas increíbles. Experimentar todo lo que
sabía que hasta el momento ella no había sentido.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo fue —Estuvo de acuerdo.
—Desesperadamente —Dijo.
Con una claridad repentina, vio lo mucho que le había afectado... había afectado
su corazón... y no quería verse afectado.
Se dijo todo eso, y sin embargo en ese momento, no había ni una maldita cosa
que pudiera hacer al respecto. Más que eso, sabía que en realidad no lo deseaba.
*********
Incluso con los ojos cerrados, el monstruo que solía ser Sergius sabía que alguien
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
dilatándose, mientras consideraba a ese nuevo enemigo. Un hombre lobo, que tenía
el hedor de la pérdida y del dolor, pero no miedo.
En cambio, golpeó el cristal, y luego miró al were, presionó sus manos sintiendo
la sustancia desvanecerse lentamente. Había tocado el suelo, las paredes, el metal
de su cama sin efecto. Sin embargo, el vidrio, que estaba formado por arena
fusionada con otros materiales, enfriada y trabajada hasta darle forma8, seguía la
voluntad del monstruo.
Rand permaneció en silencio, sin darse cuenta del peligro que se avecinaba.
El monstruo echó sus brazos hacia los lados y rugió, dejando que el universo lo
derribara, alimentando al monstruo con el conocimiento de lo que estaba por allí.
De lo que el monstruo podía llevarse de este mundo.
Matar.
El vidrio se obtiene por fusión a unos 1.500 °C de arena de sílice (SiO2), carbonato de sodio
(Na2CO3) y caliza (CaCO3).
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El Club de las Excomulgadas
Destruir.
Inclinó la cabeza, dejando que la tierra hablara al poder del monstruo. Esta tierra
que había alimentado al monstruo, que había renunciado a su poder para que se
Lo vio, y supo que era hora de irse. Era tiempo de volverse fuerte.
Una vez más presionó su mano en el vidrio. Esta vez, sin embargo, no se
contuvo.
El vidrio se movió bajo su toque, cada vez más débil, hasta que un ruido masivo
de cristales rotos llenó la sala.
No.
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El Club de las Excomulgadas
Y mientras lo hacía, el were se derrumbó, con su forma lobo desvaneciéndose a
medida que las manos del monstruo se alargaban y mechones de pelo crecían en
sus muñecas.
Salió a una oscura sala, y su cabeza se inclinó, probando el aire, buscando las
esencias de poder y de comida en la habitación a la izquierda.
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El Club de las Excomulgadas
El monstruo se quedó inmóvil, confundido, mientras atraía la fuerza del
vampiro, la fiebre del poder confundiendo sus pensamientos. Lucius.
J.K. Beck —
221
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiuno
Fue muy agradable, lo que era la mayor subestimación del mundo. Fue
increíble. Alucinante. Absolutamente perfecto.
Excepto, por supuesto, que no podía. Para ella, ese tipo de cosas sucedía muy de
vez en cuando durante la ascensión de la luna azul, tal y como se le había dicho. Y
esa realidad no era ni cómoda, ni fácil.
— ¿A bailar? —Repitió.
—No creo que ahora sea el momento adecuado para estar en público. Somos
unos fugitivos. Probablemente sea mejor mantener un perfil bajo, ¿no te parece?
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El Club de las Excomulgadas
— ¿No? Bien, no vamos a lanzarnos a la vida nocturna de Nueva York, pero
creo que puedo organizar una alternativa adecuada.
Después de otro momento, tomó su mano y empezó a saltar con los frenéticos
acordes de Cyndi Lauper en “Girls Just Wanna Have Fun”9.
— ¿Lo quieres lento? — Nicholas le preguntó, tirándola con fuerza contra él—.
Te doy a Barry White.
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El Club de las Excomulgadas
—Cuando la maldición desaparezca —Dijo ella.
— ¡Petra!
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
— ¡Petra! Despierta —La sacudió. Suavemente al principio, luego más fuerte—.
Despierta, maldita sea. ¡Despierta!
Ella parpadeó, dándose cuenta de que la sostenía, luego se alejó, con su corazón
Ella asintió.
— ¿Me abrazarás?
—El sol saldrá en sólo unas pocas horas —Dijo Petra. El calor de él la había
aliviado y tranquilizado, pero ahora que se había movido de su lado el frío la hizo
estremecerse.
J.K. Beck —
Él puso una mano en su hombro, y ella la cubrió con la suya, poniéndose de pie.
Se acercó a la ventana y apretó sus manos contra el cristal. Él encendió una luz, no
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El Club de las Excomulgadas
porque necesitara ver, sino porque quería ver su cara reflejada en el cristal, y con la
habitación a oscuras sólo podía ver la extensión de Manhattan.
Accionó el interruptor, ella tembló, y se pasó las yemas de los dedos sobre sus
ojos, como si se hubiera dado cuenta de por qué él lo había hecho, y con la
intención de no revelar nada.
Sus hombros subían y bajaban mientras tomaba un respiro volviéndose hacia él.
—No —Se puso de pie y comenzó a recoger su ropa—. Tenemos que llegar a
París.
—Por supuesto —Miró por la ventana—. ¿De verdad crees que él nos ayudará?
Nick dio un paso detrás de ella y juntó las manos alrededor de su cintura.
Ella asintió.
—Es una pregunta justa después de lo que hice, lo que hizo mi demonio. Pero el
alboroto de Serge es muy parecido a eso, y creo que, espero, quiera ayudarnos a
detener este tipo de carnicería desde que anda suelto en el mundo.
— ¿Y si no lo hace?
—Lo hará —Dijo, con toda la certeza de que fue capaz—. Sinceramente, creo
—
eso. Marco tiene la mente de un científico, y tú eres algo único, Petra. A pesar de la
J.K. Beck
historia entre Marco y yo, creo que nos querrá ayudar, aunque sólo sea por la
egoísta razón de estudiarte.
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El Club de las Excomulgadas
—Grandioso —Dijo ella, pero estaba sonriendo. Después de un minuto, sin
embargo, la sonrisa se desvaneció—. Es difícil ser optimista.
—Lo sé. Ven aquí —La tomó en sus brazos y le dio un suave beso en la frente.
Hasta ahora.
Solía creer eso por completo, y se había sentido cómodo con su rutina de una
noche, una mujer, repitiéndose sólo cuando ambas partes estaban completamente
de acuerdo y con las ideas claras, nada que pudiera fomentar una intimidad mayor.
¿Por qué la desearía, cuando la última mujer que había permitido acercarse lo había
traicionado y luego le destrozó el corazón?
Por lo tanto, ¿por qué le preocupaba la forma en la que Petra se había deslizado
en su mente? Especialmente cuando era una mujer de una noche, por definición.
No habría otra luna azul este año. Tal vez ni siquiera el siguiente, o incluso un año
después de este.
No podría tocarla nuevamente hasta pasado mucho tiempo… pero, maldita sea,
—
deseaba hacerlo.
J.K. Beck
— ¿Qué te pasa?
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El Club de las Excomulgadas
Se dio cuenta de que la había soltado, y ahora agarraba la manga de su camisa
con tanta fuerza que la tela estaba en riesgo de desgarrarse.
—Yo también. —Su sonrisa fue a la vez triste y caliente, y se sintió culpable por
hablar con ella con fines opuestos.
—La forma en que te sentí bajo mis dedos quemará para siempre en mi
memoria. —con sus palabras esperaba hacerla sentir mejor, pero tan pronto como
habló, supo que eran ciertas. —Vístete . Tenemos que ganarle al sol.
—Volaremos.
—Vaya, muy bien. Otra oportunidad de ser arrojada de un avión. Qué suerte
tengo.
—Sergius tiene un avión que se ha sido mantenido sin que la Alianza lo sepa.
Debemos poder viajar sin ser detectados.
— ¿Quién lo pilotará?
—Yo.
—Eso significa que tienes que sentarte en una cabina y mirar por la ventana —
—
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El Club de las Excomulgadas
Asintió.
—Ya tengo una de esas —Dijo—. Confía en mí cuando digo que no necesito
otra.
Ella frunció el ceño, luego lo aclaró cuando se volvió para mirar por la ventana.
— ¿La pesadilla?
—Hubiera pensado que un hombre como tú sería más abierto a la idea de que
los sueños tienen poder.
J.K. Beck —
229
El Club de las Excomulgadas
Se apartó de él, centrándose en la ventana en lugar de en el hombre. Obligándose
a centrarse en la ventana, porque, maldita sea, lo único que quería hacer era
aferrarse a él. Quedarse en ese apartamento, con la luna azul para siempre
Había sido una tonta. Quería más, mucho más, y le molestaba no poder tenerlo,
sin importar lo mucho que lo deseara.
— ¿Petra?
Se volvió hacia él y conjuró una sonrisa forzada, esperando que no pudiera ver
su dolor, porque trataría de calmarla, y en ese momento no creía soportar su
bondad.
—Hay algo que tenemos que hacer primero —Dijo él, y luego se dirigió hacia la
cocina. Ella lo siguió, curiosa cuando comenzó a sacar una extraña variedad de
cosas de los armarios—. Vacíalas —Dijo, entregándole tres botellas de refresco de
plástico—. Guarda los tapones, pero enjuágalas bien.
Así lo hizo, sabiendo que tenía un propósito, incluso si no tenía idea de cuál era,
sabía también que era importante que se diera prisa.
—Cuando termines con eso, toma el papel de aluminio y haz una docena de
—
pequeñas bolas.
J.K. Beck
230
El Club de las Excomulgadas
—Vale —Dijo. Terminó con las botellas, y comenzó con las bolas, y no pudo
evitar sus preguntas por más tiempo—. ¿Qué estamos haciendo?
Echó un vistazo a las bolas de papel de aluminio arrugado, luego otra vez a
Nicholas.
—Eres un vampiro —Dijo, porque había visto una y otra vez en su trabajo el
tipo de daño que un vampiro podía hacer.
—Lo soy —Dijo—. Pero tú no. Y si hay varios esperando para emboscarnos,
incluso mis habilidades no serán suficientes para garantizar nuestra seguridad. Así
que la intención es ir tan bien armados como sea posible.
—Podríamos volvernos niebla. No todo el camino hasta París, pero sólo hasta el
aeropuerto.
Negó.
—Para curar un daño ya hecho —La miró, y el calor en sus ojos casi la puso de
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien —Asintió—. Entonces, fabricaremos bombas —Miró las cosas que
había puesto en el mostrador. El papel de aluminio, las botellas de refresco, el
limpiador de inodoros, un poco de harina, un encendedor de cigarrillos, incluso la
—Así que sabes todo eso de la química y de la ciencia de las cosas, pero
terminaste siendo un abogado defensor —Terminó con las bolas de papel de
aluminio y se subió a un taburete para verlo trabajar—. ¿Qué pasa con eso?
— ¿Qué?
—En el fuego —Dijo él—. El que lograste durante la huida, el que surgió por la
adrenalina y la concentración.
— ¿Lo hice?
—Oh.
—Vamos —Le dijo—. Me quedan unos minutos más en esto antes de que
estemos listos para irnos.
Nada.
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El Club de las Excomulgadas
—Habla conmigo mientras hago esto —Dijo ella—. Responde a mi pregunta.
¿Cómo terminaste siendo un hombre de leyes?
—Está bien —Dijo ella, con los ojos fijos en su palma, con su mente en el fuego.
Llamando. Atrayendo—. ¿Pero?
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El Club de las Excomulgadas
—Algunos demonios de los vampiros viven cerca de la superficie —Dijo—.
Confía en mí cuando te digo que entiendo de control. Y eso lo he aprendido —
Movió la mano, indicando el mostrador, ahora lleno de pirotecnia casera.
—Este es el tipo de cosas que usaste cuando nos sacaste de la División, ¿no?
—Algo similar —Dijo—. Tuve acceso a ingredientes más precisos y tuve el lujo
de elegir lo que quería crear. El Du Yan Yao Qiu que quemó los ojos era una
modificación de una bomba venenosa antigua china.
—Tenía algunas opciones más mortales a mano, por si acaso necesitaba más
potencia de fuego.
— ¿Para salvar a Serge? Por supuesto. Sin vacilar, sin lugar a dudas.
Petra tragó, pero asintió, esperando que no pudiera ver su derrota. Debido a que
en ese momento lo único en lo que podía pensar era en lo que había sabido la
—
primera vez que la había sacado de la división: que si Nicholas supiera su secreto,
J.K. Beck
234
El Club de las Excomulgadas
*********
Dirque se paseó por la sala de estar de la casa que tenía en Los Ángeles. Una
verdadera fortaleza. Dos hectáreas en Beverly Hills, con una valla de dos metros
Sergius estaba vivo. Por los dioses, seguro que no era posible.
Pero si Dragos lo había admitido o no, la teoría de Tariq tenía sentido. Serge
había desaparecido de la escena del crimen después de que la chica lo había
cambiado, igual que Montegue y Dragos. Los vampiros habían declarado que
habían sometido al monstruo en un almacén, que había habido una pelea terrible,
que el edificio se había quemado, y que Sergius había quedado atrapado en el
incendio.
Dirque resopló, deseando poder estar más disgustado con la División por su
miopía y falta de imaginación. Pero él había sido también culpable. Aun
conociendo la profecía, aun así, había bajado la guardia. Se había dejado seducir
por una falsa sensación de seguridad, simplemente por la identificación de los
restos parciales y la tranquilidad que había en la ciudad. El rastro de sangre y
destrucción que tendría que haber existido si Sergius seguía vivo no había
—
aparecido.
J.K. Beck
Pero eso podría ser también el resultado de que Montegue y Dragos hubieran
logrado someter y limitar la criatura .
235
El Club de las Excomulgadas
¿En dónde? Esa era la pregunta. ¿Dónde diablos estaba el monstruo? ¿Y cómo se
vería ahora?
Ningún monstruo creado por el Tacto había vivido tanto tiempo. Sin lugar a
Tiberius no podría ponerse en contacto con Montegue, pero, sin duda, podría
hacerlo con Dragos. Todo lo que Dirque tenía que hacer era que le llegara el
mensaje a Montegue. Mata a la chica, y liberarás a tu amigo.
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El Club de las Excomulgadas
No hubo respuesta.
Una criatura estaba de pie en el hueco, en parte hombre, en parte lobo. Pero no
un were.
Serge.
Dirque tragó, y por primera vez en su muy larga vida, realmente entendió el
significado del miedo.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintidós
Nunca había hecho nada con ellos, sólo los había metido en un cajón, dejando a
Petra ver sólo la más pequeña porción de lo que había creado en su imaginación.
Ella le había dicho una y otra vez que debería presentar sus historias a las
revistas o antologías, pero nunca lo había hecho. Nunca pensó que fueran lo
suficientemente buenas, a pesar de que sus maestros le habían dicho que tenía un
don, y Petra siempre había dicho que las historias la hacían reír y llorar.
Era al rechazo a lo que le temía, lo sabía. Él que no le tenía miedo a nada. Que
sabía exactamente lo que quería y estaba dispuesto a sacrificar mucho para
conseguirlo.
Y ahora había perdido lo más importante en el mundo para él, a Petra. Era todo
para él. Hermana, sí. Pero mucho más. Era su corazón, y la había perdido, y eso lo
estaba matando. ¿Cuánto peor podría ser el rechazo?
Las enviaría. Tan pronto como tuviera a Petra de vuelta, y la traería de regreso,
entonces enviaría todas sus historias, y al diablo con el miedo.
Ella había estado en el jardín, cortando flores para poner en floreros por toda la
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casa. Todavía lo hacía hoy en día, llenando la oficina con arreglos de flores para
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El Club de las Excomulgadas
complementar el tema abrumador floral que pensaba que hacía que los clientes
humanos se sintieran más a gusto.
En aquel entonces, había estado jugando con la cámara que su tía le había
Por arte de magia, él en realidad había tomado la foto, de Petra, riéndose, con
los pétalos bailando en el viento a su alrededor.
Era una foto hermosa, y la había mantenido enmarcada junto a su cama, donde
podía mirarla todas las noches. Esa era la forma en que le gustaba recordarla,
riendo e inocente. Y segura.
Querido Dios, esperaba que estuviera a salvo en ese momento. Esperaba que pudiera
permanecer a salvo hasta que pudiera encontrarla, hasta que pudiera protegerla del
inevitable descubrimiento de Montegue, que la estaba arrastrando por la cura del
cambio de Sergius por todo el maldito mundo.
Con cuidado, tomó las velas de la caja de ceniza brillante, y luego las colocó
suavemente sobre la línea de tiza. No quemó incienso, sino que dispersó las hierbas
aromáticas y aceites esenciales fuera del círculo. Luego se sentó con las piernas
cruzadas, con los codos sobre las rodillas, y la fotografía apretada en las dos manos.
pero había dormido y meditado, y aunque no estaba al cien por cien, se sentía lo
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Más que eso, sabía que tenía que hacerlo. Ese defensor hijo de perra tenía a
Petra, y no había manera de que Kiril se dispusiera a dejarla a la misericordia de
ese vampiro hijo de puta.
De encontrar a su hermana.
Se detuvo.
—
Simplemente se detuvo.
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El Club de las Excomulgadas
Querido Dios, ¿se habría perdido en el mar? Agujas de pánico irrumpieron por él, y
se quedó quieto, casi rompiendo el hechizo. Pero se obligó a mantener la calma. A
pensar, y a buscar.
A su destino.
Se encerró en sí mismo, se abrió para ella. Tendiendo la mano sólo para ella.
Pero no había nada. Sólo oscuridad. Sólo silencio, hasta que el peso de la
pérdida y el horror se abalanzaron sobre él con tal intensidad que fue casi
demasiado para soportar.
Entonces, como un destello de luz contra una pared de tono negro, la sintió. La
atrapó. No donde estaba, sino a dónde iba. Y aunque no pudo sostenerse… no
pudo rastrearla con la suficiente fuerza como para seguirle la pista a su ubicación
actual… no había duda de esa sola palabra.
París.
*********
— ¿Nueva York?
—Correcto.
J.K. Beck —
—Bien dicho, hombre —dijo Vale desde el asiento trasero, donde tenía
enfocados unos prismáticos en la casa de Kiril. El hermano se había estado
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El Club de las Excomulgadas
moviendo por el interior durante un tiempo. Salía poco, y cuando lo hacía, el
equipo estaba listo para seguirlo.
—Fue una maldita buena llamada —se hizo eco Elric, y Tariq tuvo que asentir.
Una apuesta muy buena, y estaba seguro de que pronto, muy pronto, Fenrig
tendría a Montegue bajo custodia, y la perra estaría muerta.
Sólo deseaba poder viajar por todo el país lo suficientemente rápido como para
—
verlo.
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Pero no, era mejor quedarse con el hermano. Sus entrañas estaban seguras de
que estaban en Nueva York, pero hasta que tuviera una confirmación sólida,
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trabajaría en el caso. Permanecería con el hermano, vería a dónde iba, y esperaría el
informe desde Nueva York. Tenía un equipo en París, también. El avión
accidentado pertenecía a Gunnolf, y era una buena apuesta que el líder weren
No, era mejor esperar y llamarlo cuando pudiera decirle que la chica había
muerto.
—Oye, mira —dijo Vale. Estaba mirando la casa, cuyas luces estuvieron
parpadeando rápidamente —. Es posible que haya algo.
Elric hizo girar la llave, encendió el motor, pero dejó las luces apagadas. Todos
observaron la puerta delantera y el coche aparcado en la acera justo frente a la casa.
— ¿Qué mierdas?
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El Club de las Excomulgadas
—Joder, no —dijo Tariq, explorando la zona, en busca del hijo de puta—. Sabe
que estamos aquí.
Las palabras de Tariq seguían flotando en el aire cuando ese mismo aire
— ¡Mierda! — Elric gritó. Y luego, antes de que pudieran sacar sus armas o
pensar en cómo responder, el viento se detuvo y el vehículo cayó como una piedra
a la calle.
Los hombres gruñeron, sacudidos por el impacto, y luego miraron hacia arriba
para encontrar a Kiril Lang sonriéndoles por la ventanilla del lado del conductor. El
motor seguía en marcha, y Elric apretó el control para bajar la ventanilla.
—No es educado espiar a la gente —Kiril les envió una sonrisa, ancha y
blanca—. Sólo pensé en compartir ese dato con vosotros, por si vuestras madres no
os lo hubieran enseñado.
— ¿Dónde está tu hermana, Lang? —Vale exigió, y Tariq, aunque quiso golpear
al idiota por haber revelado la razón de su vigilancia, a la vez estuvo malditamente
seguro de querer oír la respuesta.
*********
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El Club de las Excomulgadas
—Algo está mal —dijo Petra, sintiendo la subida salvaje dentro de ella mientras
estaban en el hall de entrada de Serge. Era una sensación dura, cruel, y aunque le
llenaba el interior, sabía que no era suya.
—La salida del sol será muy pronto. No podemos arriesgarnos a sentirnos
demasiado cómodos.
Sus ojos eran suaves, pero su expresión era dura mientras tomó sus manos entre
las suyas.
— ¿Qué pasa?
Se apartó de ella, y aunque odió que rompiera el contacto, sabía que era para
que pudieran mirarse las caras.
—Es por eso que estamos haciendo esto —dijo él—. Por lo que estamos en busca
de una cura. Así que todo lo que se avecine será algo terrible, que podremos detener
—
antes de que suceda. Estamos protegidos con una fuerte seguridad. Así que
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El Club de las Excomulgadas
Ella contuvo el aliento y asintió. La sensación de Serge se estaba desvaneciendo,
y obligó a los pensamientos restantes a ir hacia abajo, centrándose únicamente en
Nicholas. Y en conseguir salir como el infierno de allí antes de la salida del sol.
Había metido algunos de sus calcetines en una bolsa, junto con las bombas de
humo en cinco preservativos. Los bolsillos laterales de la bolsa tenían dos botellas
de refresco llenas con limpiador de baño, y sus bolsillos contenían las bolas de
papel de aluminio, y un encendedor de cigarrillos.
—Llévalo para que cuelgue delante de ti. Te dará un fácil acceso a las armas, y
tus manos estarán libres.
Él llevaba una bolsa similar llena de artículos parecidos. Y una vez que llenaron
sus mochilas, ella se puso los guantes y se dirigió hacia las escaleras. El
apartamento estaba en el piso 35, pero Nicholas estaba preocupado por su
seguridad en un ascensor.
—Es aún más cerrado que un hueco de escalera —había dicho, y aunque ella
estaba de acuerdo, sus piernas estaban menos que encantadas con el plan.
J.K. Beck —
—Por lo menos iremos hacia abajo y no hacia arriba —dijo al llegar al destino en
el duodécimo piso.
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— ¿Qué tan cerca estamos de la salida del sol? —preguntó él mientras
continuaban bajando.
— ¿Qué estás…?
—Recuerda eso —dijo—. Incluso una vez que salga el sol, quiero que recuerdes
mi beso. Quiero que recuerdes mis manos sobre ti —apretó la mano en su mejilla—
. Estamos en esto juntos. Hasta el final, Petra. Y más allá.
Ella tragó, abrumada por sus palabras y por el conocimiento de que estaba
guardando un secreto de él, la cura misma que los había metido en eso en primer
lugar. Quería decírselo, quería desesperadamente encontrar suficiente confianza en
su corazón para creer que podía decirle la verdad y saber que él se quedaría de pie a
su lado y la protegería.
Pero aun cuando abrió la boca para hablar, las palabras no salieron. En cambio,
una sola lágrima hizo un camino por su mejilla, y él se la limpió con el dorso de su
pulgar, y luego apartó la mano.
—No más —dijo, y le sonrió—. Pero tenemos la próxima luna azul para esperar.
Sabía que estaba tratando de hacer que se sintiera mejor, y le devolvió la sonrisa,
pero no hubo placer en ella. Se sentía cruda y vacía. Toda su vida había anhelado
—
esa noche, y ahora que la había tenido, el peso de su vida apretaba aún más que
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antes. Ahora sabía lo que se estaba perdiendo, y aunque le gustaba creer que estaría
satisfecha sólo con el recuerdo del toque de Nicholas, sabía que era una carga de
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El Club de las Excomulgadas
mierda. Nada la satisfaría, excepto la cosa real, y eso era algo que el destino le
había arruinado.
Maldita sea.
Apartó una cortina que colgaba de una mesa para revelar un agujero en la pared
que conducía… bueno, no estaba segura de adonde llevaba.
—Esto se conecta con el sistema del metro —dijo Nicholas—. Iremos por un
túnel de servicio a una de las plataformas y luego tomaremos el tren hacia el
aeropuerto.
Un buen plan, pensó ella, sobre todo después de haber caminado durante cinco
minutos o más y todavía no se veían señales de los Agentes de la Alianza a la
espera de saltar sobre ellos. Todo ese trabajo para hacer las cosas explosivas, y ni
—
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El Club de las Excomulgadas
Dijo un silencioso agradecimiento, su nariz estaba aturdida por el olor, y dio la
vuelta a la esquina con impaciencia...
... entonces se paró en seco cuando fueron atacados por tres chicos grandes: un
— ¡Nicholas! —gritó, y vio como él se tiraba a un lado, mientras los otros tres,
más lentos para reaccionar, volaron hacia atrás por la fuerza de la explosión.
Nicholas, por su parte, había preparado otra bomba, y la arrojó sobre el grupo.
El artefacto explotó a los pies del vampiro, atrapando su ropa y prendiéndola en
llamas.
No tenía idea de si eso estropearía la energía para moverse del vampiro, pero la
hacía sentirse mejor.
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El Club de las Excomulgadas
Y no cambió.
Ella contuvo el aliento, al darse cuenta que todavía no había salido el sol.
Todavía era una luna azul. Y eso significaba que podía tocarlos.
Una gran explosión sacudió la zona, y se dio cuenta de que él había lanzado la
última de sus botellas explosivas. Ahora quería cubrir sus huellas con humo.
Corrió hacia él, tratando de manejarlo, pero estropeando las cosas a su paso. Al
final, se las pasó a él, y perdió cuatro. Las bombas explotaron en sucesión, dejando
el cruce de túneles hecho un lío lleno de humo.
—Date prisa —la instó Nicholas, y mientras corrían, oyó el chirrido de su móvil.
No respondería hasta que no estuvieran seguros de haber perdido a sus atacantes,
estando seguros en el tren que se dirigía hacia el aeropuerto.
Sólo entonces dio un golpe al botón para recuperar el correo de voz. Y mientras
escuchaba, Petra se echó hacia atrás en el asiento de plástico, respirando con
dificultad, pero sintiéndose viva. Se miró la mano que había golpeado. Viva, pensó,
y pateadora de traseros.
— ¿Qué pasa?
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—Serge se escapó —dijo, con su tono de voz plana.
— ¿Se escapó? —No podía poner su cabeza alrededor de eso—. ¿Cómo diablos
pudo haber escapado?
—Luke estaba allí con Rand y Lissa. De alguna manera, simplemente atravesó el
cristal.
—Lo detendremos —dijo Nicholas con voz firme. Sin tonterías—. Luke y Rand
lo encontrarán. Lo capturarán. Y lo curaremos.
—Sí. Bien, aquí una pregunta… ¿por qué diablos siguen vivos aún?
—No lo sé —dijo con sinceridad—. Tampoco Luke. Serge atacó, y él… Bueno,
al parecer, le robó su esencia.
— ¿Dímelo de nuevo?
—Luke dice que los dos están bien. A pesar de que tardó horas, volvieron a la
normalidad.
J.K. Beck —
Nick vaciló.
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El Club de las Excomulgadas
—Luke piensa que lo habría hecho. Pero se detuvo. No está seguro de por qué.
Dijo que parecía que tenía otros planes —la miró fijamente—. Tus sensaciones.
Petra, ¿hay algo más me puedas decir?
Nick asintió, y a pesar de que la conexión podía ayudar, sólo podía estar
contento de que entre todas sus otras cargas, ella no tuviera que vivir dentro de la
mente de un monstruo, también.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintitrés
Faltaban casi tres horas hasta el amanecer, y la mayoría en Los Ángeles seguían
dormidos. Pero no en esa casa, ahora pintada, literalmente, con sangre. Las paredes
estaban salpicadas de sangre, y en la carnicería un dedo había trazado la palabra
matar una, y otra, y otra vez. Y en todas partes, estaba el número tres.
Junto a él, Tiberius se detuvo tan alto como era, con sus ojos oscuros
recorriendo la habitación. Como el gobernador del área de Los Ángeles y miembro
de la Alianza, Tiberius había sido notificado de la muerte de inmediato. Tiberius, a
su vez, había llamado a Luke.
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El Club de las Excomulgadas
—Señor — dijo, y mientras Luke lo veía, se dio cuenta de que no había la menor
señal de luto en el genio. Solo una ambición desesperada, tan densa que Luke había
captado su esencia desde el otro lado de la habitación.
—Puede que sea así — dijo Tiberius—, pero aún no se ha establecido. ¿En este
momento estabas vigilando al hermano de la chica? ¿Debo suponer que tu
presencia aquí es porque lo has perdido?
—Tienes mi más sentido pésame — dijo Tiberius—. ¿Qué pasó con el hermano?
— ¿En dónde?
—Compró cinco billetes online antes de salir de su casa, señor, en líneas aéreas
diferentes, todas con esencialmente los mismos horarios de salida.
—Se lo encargué a cinco agentes, cada uno con un billete en uno de los vuelos.
—
veremos qué vuelo toma realmente Kiril. Dicho esto, creo que ya sabemos su
destino.
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— ¿Y cómo es así?
—Los billetes son para Londres, Zurich, París, Frankfurt y Roma. De todas, ya
estamos al tanto de una conexión en París.
—Señor —Dijo, y luego se volvió para irse, sin darle a Luke siquiera un segundo
vistazo.
—No le gustas desde hace tres siglos, y no le gustas todavía. ¿Por qué?
—Es una serpiente. —Repitió Luke, y pensó en Sara en su celda y su plan para
liberarla. Con suerte, la oportunidad se presentaría aquí.
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—Dime la verdad, Lucius Dragos, no bajo el vínculo de la amistad, sino del
vínculo de un Kyne —Dijo, refiriéndose a la hermandad secreta que servía para la
Alianza—. ¿Tariq se ha tropezado con la verdad? ¿Sergius todavía vive?
Él había guardado el secreto por el bien de Serge. Pero el monstruo estaba afuera
ahora, y la muerte de Dirque era sólo el comienzo. Cuando él y Nick habían
capturado a Serge después del cambio, había sido salvaje, feroz y fuerte, y le había
parecido bastante malo. En los meses que habían pasado, sin embargo, se había
vuelto exponencialmente más fuerte y había desarrollado algunas nuevas
habilidades bastante desagradables, junto con un importante nivel de control. Luke
pensó en la manera en que Serge había sacado el poder de él. La forma en que
había tomado la apariencia de un weren después de robarle el poder a Rand.
Más que todo él pensaba en la manera en la que Serge había estado allí, había
mostrado conciencia en su rostro, con su expresión vuelta hacia adentro, como si
estuviera calculando o revisando un plan de ataque.
Serge era algo nuevo e incluso más peligroso, eso era malditamente seguro.
Antes, Tiberius le había dicho a Luke que el Toque de Petra podría provocar el fin
de la Alianza. Ahora creía entender lo que el maestro había querido decir.
—Ya veo — Tiberius se quedó firme y recto, con el poder pareciendo irradiar de
él, como si tuviera que trabajar duro para mantenerlo dentro, como si una palabra
—
ninguna señal. Las calles han estado libres de violencia… De este nivel en todo
caso. No ha comenzado hasta ahora. ¿Por qué?
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El Club de las Excomulgadas
—Estaba encerrado —dijo Luke.
Luke dio un paso adelante, con las manos apretadas en puños de rabia cuando el
demonio se levantó en su interior. Sólo la mano de Tiberius sobre su hombro salvó
a la fea cara de Doyle de volverse aún más fea.
—
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Pudiste tener una visión clara del Presidente Dirque?
—Vi a mi esposa hoy por veinte minutos, Tiberius, en una maldita celda. En una
celda. Dime lo que deseas decirme, y hazlo con toda claridad. O no me digas nada
en absoluto.
—Te dije antes que se había profetizado que el Toque de Petra podría traer la
J.K. Beck
destrucción de la Alianza.
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—Lo hiciste.
—Sería a través del monstruo que ella crearía — Respiró y empezó a recitar—.
Por el toque de Eva, la destrucción se levantará… un tercero, poderoso y cambiado, emergerá
—El tercero —Dijo—. ¿El tercer hermano? ¿Estás diciendo que el tercer
hermano se manifestará dentro de Serge, y él destruirá a la Alianza?
—Los pilares sobre los que las sombras rigen, sí — Tiberius extendió el brazo
sobre el ambiente—. Ha comenzado —dijo—. Y ahora tengo que recurrir a la
obligación de la amistad y a tu juramento como Kyne.
Luke se puso tenso, escuchando. Como Kyne, a menudo llevaba a cabo las
misiones de Tiberius en su papel como enlace vampiro con la Alianza, erradicando
a aquellos que presentaban problemas y que la PEC era incapaz de resolver
adecuadamente. Ahora tenía miedo de que Tiberius lo enviara tras Serge. Y a pesar
de que sabía que su amigo no existía más, no era una tarea que deseara.
Luke dejó que las palabras, y el alivio, flotaran a su alrededor. Sabía que debía
aceptar sin dudarlo, pero no lo hizo. En su lugar, examinó la oportunidad que la
solicitud de Tiberius le ofrecía. Una oportunidad que Luke había estado esperando,
—
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El Club de las Excomulgadas
—Sería un honor, Excelencia —Dijo—. ¿Quiere saber el costo de dicho servicio?
Tal como esperaba, los ojos de Tiberius se abrieron con sorpresa y enojo.
— ¿Quién puede estar seguro? —Dijo Luke—. Pero sé que Tariq fue el
encargado de encontrar a la persona dentro de la división que ayudó a Nick, una
tarea que realizó con una rapidez notable teniendo en cuenta el número de personas
en la nómina de la División. Irónico, ¿no es así?, arrestar a la esposa de un hombre
que desprecia —Esbozó una sonrisa—. Como has señalado, existe una gran
animosidad entre nosotros. Es una lástima que tuviera que extenderla a Sara.
Tiberius consideró todo eso, y Luke pudo ver en su rostro que estaba
considerando la situación real, y no sólo la mentira conveniente que Luke había
retorcido.
—Es una lástima —Dijo Luke, sabiendo que ese hecho aliviaría la conciencia de
Sara. Ella no sería capaz de seguir cómoda, mientras otro pagaba por su crimen—.
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El Club de las Excomulgadas
Tal vez sabiendo que su intento por tenderle una trampa falló, sería suficiente
castigo.
Tiberius asintió.
Luke se pasó una mano por el pelo, tratando de organizar sus pensamientos. Eso
significaba que la situación con el monstruo era peor de lo que había imaginado, y
sin embargo...
—Es así.
—Entonces, te digo esto como amigo. Nick está en una búsqueda. Cree que
puede acabar con la maldición y restaurar a Sergius. Si lo hace, ¿Estará nuestro
amigo en libertad?
Luke vaciló, sopesando sus opciones, y decidió que la verdad era la mejor
opción en ese momento.
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—Lo está.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticuatro
—Sugiero que hagamos lo que podamos para evitar que esa profecía suceda —
dijo Tiberius—. Eres el gobernador de Australia y los territorios del Lejano Oriente,
¿no? Ve allí, entonces, y enciérrate en un lugar impenetrable, hasta que nuestros
agentes puedan matar a este monstruo.
Trylag se burló.
—Y sin embargo, está en libertad. ¿Crees que no puedo oler una trampa? ¿Crees
que pienso que la enemistad que ha habido entre nosotros, simplemente ha sido
borrada?
Todo eso era cierto. Rand y Lissa estaban preparando una cámara oculta en una
bodega recientemente adquirida con una serie de nombres y empresas falsos. El
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El Club de las Excomulgadas
hormigón era grueso, las cerraduras enormes, y el estado del sistema de seguridad
era de la última tecnología. Aun así, Luke instauraría guardias de la Alianza para
que vigilaran las puertas. No correría riesgos para custodiar a Tiberius. Si el
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El Club de las Excomulgadas
—Sí — replicó Luke—. Tiberius estará encerrado también. Como ya he dicho.
—Muy bien — dijo—. Haré lo que dicen. — Inclinó la cabeza, con las manos
cerca de su cuerpo. Se quedó tieso, con su piel tornándose de un color naranja
bruñido que parecía reunirse en sus manos.
Consideró dispararle balas reales, pero era obvio que no había esperanza para el
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Con Sara llenando sus pensamientos, instó a Tiberius a ir a la puerta y tiró de
ella cerrándola.
— ¡Vete! —Le gritó a Tiberius, quien corrió por el pasillo mientras Luke se
La mujer le había mirado con los ojos muy abiertos, y luego se detuvo mirando
la transmisión del vídeo de la oficina de Trylag, vieron como el humo del gas se
vertía dentro... y no le hacía absolutamente nada a Serge.
Luego inclinó su rostro, y miró fijamente a la cámara. Luke tomó aire, vio la
profundidad de un propósito oscuro en los ojos de su amigo.
Y entonces Serge movió la mano en el aire igual que Trylag había hecho antes.
Movió el brazo en un círculo, girando el aire, y pronto un agujero se abrió, oscuro y
negro.
Con una última mirada hacia arriba, hacia la cámara, Sergius entró en el
agujero… y desapareció.
*********
Petra estaba acurrucada en uno de los asientos del avión, mirando por la ventana
a la ciudad oscureciendo y desapareciendo detrás de ellos, luchando contra un
temblor que se había iniciado en el fondo de sus músculos. Quería dormirse. Para
—
olvidar que Sergius estaba suelto. Que era una criatura monstruosa que podía
J.K. Beck
robarle el poder a su perseguidor. Que ella tenía algo que ver con la creación de ese
monstruo que soltaría un río de sangre.
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El Club de las Excomulgadas
Quería hacer caso omiso de las sensaciones horribles que llenaban su cabeza…
oscuras, amargas y llenas de sangre. ¿Habría matado? Sabía que debía haberlo
hecho ya, eso era lo que el monstruo hacía, pero sólo sintió el agujero negro de
Pero no tenía otra opción. La tierra había girado, y ella estaba sola otra vez.
Nicholas.
Así que mejor levantaría sus murallas de nuevo ahora, antes de que la herida del cañón
cayera sobre ella. Porque, sí, podía ver el dolor venir. Lo odiaba… Dios mío, cómo lo
odiaba… pero era absolutamente inevitable.
La cortina entre la cabina y el pasillo se abrió y él salió, con una sonrisa triunfal
en el rostro.
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El Club de las Excomulgadas
Quería decirle que no lo estaba. Quería que se sentara a su lado y la acariciara
con sus palabras y dejara que tomara algo de su fuerza. Pero sería un error. Ya
había llegado más cerca de él de lo que debería haber estado. Sí, había tenido la
— ¿Qué se dice?
—No—. Tenía que ser fuerte. Se había sentido autosuficiente escapando anoche.
Tenía que controlarse de nuevo. Ya tenía a un hombre prisionero de ella, y no
podía soportar tener a otro. Especialmente a Nicholas, que era un hombre a quien
no le gustaba ser atrapado por una mujer. Estaba demasiado lleno de vida y alegría.
Pensó en Ferrante. En ese misterioso alquimista que Nicholas creía que podría
encontrar una cura para Serge. Ojalá pudiera poner su fe y esperanza en eso
también, pero sabía más que Nicholas. Había un cura ya, y Ferrante probablemente
le diría a Nicholas lo que Petra ya sabía. Que levantar la maldición de Serge era la
cosa más fácil del mundo. Petra simplemente tenía que morir.
J.K. Beck —
No. Una vez que llegaran a París, encontraría un momento para escapar. Kiril
tendría que estar buscándola. Lo encontraría. Huirían, pero…
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Petra?
Cerró los ojos, cobrando fuerza, deseando que el camino que se extendía ante
ella incluyera a Nicholas, pero sabiendo que no podía.
—Como quieras.
Una vez más, estaba sola. Teniendo en cuenta que había estado haciendo lo
mejor para rechazarlo, se sorprendió por lo mucho que le dolía.
La había tocado. Querido Dios, la había tocado, como nadie más había hecho. La
había abierto al placer y al asombro. La había hecho reír y sentir cosas que nunca
había pensado poder sentir.
Frustrada, miró hacia la parte delantera del avión y a la cortina tras la que
Nicholas estaba sentado. Se puso de pie y dio un paso en esa dirección, pero no
pudo recorrer todo el camino, y terminó sólo cruzando el pasillo.
vibraciones del aeroplano llenándola. Luego cerró los ojos y se esforzó por no
J.K. Beck
llorar, a pesar del apuñalamiento, del conocimiento horrible de que sin importar
qué, no sentiría su toque de nuevo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticinco
La pregunta era por qué, y vio claramente la respuesta: Ella se había echado para
atrás. Había usurpado el papel de Nick. ¿No era su enfoque estándar una noche con
una mujer hermosa? ¿Muchas gracias, pero me tengo que ir ahora? Ella le había
dado una cucharada de su maldito propio caramelo, y eso era lo que se le estaba
comiendo. No la pérdida, no la propia mujer.
Aunque, eso sí, si era honesto tenía que admitir que no estaba en parte irritado
por el hecho de que él, sorprendentemente, había alterado sus propias reglas con
Petra. No era que su costumbre de evitar la continuación de las relaciones de hecho
fuera una regla. Más bien era la ramificación práctica de no encontrar a una mujer
en su cama, que intrigara tanto a su mente como a su cuerpo. Y sin esa conexión,
¿cuál era el punto de acostarse con ella por segunda vez?
Con Petra, habría vuelto, a pesar de que había supuesto que su recelo era igual
de bueno. Su cama no era una a la que pudiera volver. Ella era como Medusa
ahora, su contacto en lugar de su mirada era capaz de alterarlo para siempre.
—
Lo había apartado casi cruelmente, a pesar de que no era una mujer que alguna
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Un golpe repentino de comprensión se apoderó de él, y se sentó en el asiento del
piloto sintiéndose como un maldito idiota. Su maldito ego masculino había sido tan
golpeado por su frialdad y no había pensado en tener en cuenta de dónde había
Cerró los ojos, extendiendo la mano hacia ella, buscándola en la sangre que
compartían. Ella no lo deseaba… pero tenía que saber cómo se sentía, lo que estaba
pensando.
—Adelante.
—
—Dirque y Trylag están muertos —dijo Luke—. Tengo a Tiberius bajo custodia,
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Han sido advertidos? —preguntó Nick.
—Lo haré. —dijo Nick, aunque algo en la voz de Luke sugirió que no era la
verdadera razón de la llamada.
—Es peor de lo que pensábamos —dijo Luke—. Esta profecía que te dije… al
parecer pasará. Serge canalizará el poder del tercero. Mató a los guardias de
Dirque, por lo que no es discriminatorio, pero su objetivo principal parece ser la
Alianza...
— ¿El tercero? ¿El tercer hermano? —le dio muy poca satisfacción el hecho de
que su teoría estaba en lo cierto—. ¿Tu mensaje, dijo que drenó tu poder y el de
Rand?
—Por supuesto.
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El Club de las Excomulgadas
Nick se puso tenso, al oír el frío distanciamiento en las palabras de Luke.
Nick no dijo nada, el shock de lo que Luke había dicho se encrespaba alrededor
y a través de él.
— ¿Y si no puedo?
—Me gusta Petra, también —dijo Luke dejando caer todas las formalidades de
su tono—. Pero si Serge es la mano que destruirá a la Alianza, y su muerte puede
librarlo…
— ¿Y si se tratara de Sara?
—Lo están.
—La matanza no puede continuar —dijo Luke, y Nick oyó el peligro en sus
—
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El Club de las Excomulgadas
—Ferrante todavía puede dar respuestas —dijo Nick, sabiendo muy bien que eso
no detendría a la Alianza. Antes, deseaban su muerte para evitar a un monstruo.
Ahora que el monstruo estaba fuera y matando, pondrían todos sus recursos hacia
—No. Lo que se dijo de la amistad sigue existiendo entre nosotros. Pero Nick,
saben que vais a París. Pueden hacer la conexión sin mí. Piensa bien acerca de lo
que tienes que hacer.
Nick apretó los puños, el deber hacia Tiberius, el mundo de las sombras entero
en guerra con… ¿con qué? ¿Con el deseo?
Con el amor.
Cerró los ojos e imaginó la rabia de Serge. Sabía lo que el monstruo podía hacer.
Y sabía que eso podría terminar.
— ¿Lo sabe ella? —preguntó —. ¿Petra sabe que con su muerte terminaría esto?
—Sintió un rápido estallido de ira por la posibilidad. Sin embargo, aunque parte de
él quería arremeter contra ella por haberle escondido la cura que él mismo había
buscado cuando habían empezado ese viaje, la parte práctica sabía por qué tuvo
que hacerlo.
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El Club de las Excomulgadas
Ahora, sabía que no lo haría. Más que eso, sabía que no podría.
Se puso de pie, con la intención de ir a ella, y sólo entonces recordó por qué
había regresado a la cabina del piloto en primer lugar. Debido a que Petra lo había
rechazado.
La había elegido por encima de todo. Sin importar lo que hubiera manifestado,
no se mantendría alejado.
Se habían fusionado juntos antes como niebla sobre niebla, pero ahora ella
estaba en su forma humana, y su carne tenía poder. Por eso, él no acarició su piel,
—
deslizándose entre sus muslos y otra vez por la curva de sus pechos.
275
El Club de las Excomulgadas
Se quedó sólo sobre tela, y se quedó sólo como niebla, pero supo cuando le
sintió. Cuando se dio cuenta que estaba allí y que la estaba tocando, acariciando,
tomándola.
Con un suave suspiro, deslizó una mano enguantada entre sus piernas,
acariciándose a sí misma a través de sus pantalones vaqueros. La otra mano tomó
su pecho, jugando y tocando su pezón a través del algodón.
—Ahora eres mía —le dijo, necesitando que entendiera eso completamente—.
Eres mía, y por los dioses, yo soy tuyo. Y te mantendré a salvo.
No esperó a que respondiera, pero cuando llegó a la cabina del piloto, se dio la
vuelta una vez más, y la encontró mirándole con una sonrisa en su rostro que fue
—
directa a su corazón.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiséis
En las ramas más altas de los árboles, los pájaros graznaron sus protestas.
Pero ni la chica ni los pájaros huyeron. Por lo menos no hasta que el monstruo
pasó, con su enorme forma llenando el vacío, sus ojos brillaban en color rojo, su
piel estaba teñida de rojo también, como si hubiera rozado demasiado cerca el
fuego del infierno.
Con gran esfuerzo, se empujó fuera del agujero, con todo lo relacionado a su
forma de moverse sugiriendo agotamiento. Se levantó, y los pájaros volaron, con
sus alas haciéndose eco del viento de la noche.
Marie vaciló, parte de su mente jugaba con los bonitos colores, arremolinándose,
y parte de su mente gritaba que corriera. Y parte de ella se preguntó si ese hombre
le daría veinte euros por una mamada, ya que veinte euros conseguirían fácilmente
durarle el resto de la noche.
Entonces, las clavó, tan fuerte y rápido que sus dedos cortaron la tierra como
—
cerró los ojos en éxtasis, mientras el poder ondulaba hasta sus brazos y brillaba en
todo su cuerpo.
277
El Club de las Excomulgadas
Marie se quedó boquiabierta, con los pies clavados en el suelo, mientras su
cerebro químicamente cargado trataba de procesar qué mierdas estaba pasando.
Mientras dejaba caer el cuerpo, inerte y sin vida al suelo, la llamada lo llenó,
instándolo a ir al siguiente lugar, a tomar el siguiente poder.
*********
— ¿En serio?
278
El Club de las Excomulgadas
amigo o pasar mi duelo por la pérdida de la eternidad del día. Incluso entonces,
solía vagar por la noche, yendo de sombra en sombra, observando el mundo.
Ella sonrió cuando habló, y se sintió caliente. Protegida. Él había dicho desde el
principio que era su papel, nada más que ofrecerse a mostrarle las estrellas… que
era como ofrecerle el mundo.
Eso era, ella se dio cuenta, exactamente lo que estaba haciendo. Recordó sus
palabras en el avión: Eres mía ahora. No le había dicho que la amaba, pero no
había necesitado hacerlo. Algo había crecido entre ellos, algo dulce y maravilloso, y
lo apreciaba. Tal vez eso la hacía una tonta, pero no le importaba. Tal vez su
corazón y su cuerpo eran inexpertos y estaban abrumados, pero no lo creía.
Nicholas era de ella. Y aunque aún tenía un poco borroso los detalles de cómo
había sucedido, sabía que no iba a negarlo, y segura que no lo iba a alejar de nuevo.
Todavía estaba disfrutando cuando Nicholas llamó un taxi para que los llevara al
centro de París hacia el distrito XVI. En el camino, pasaron por la Torre Eiffel, y se
abrazó con placer, sin poder creer que en realidad estaba en París. Parecía especial.
Romántico, incluso. A pesar del hecho de que había ido allí en un vano intento de
levantar una maldición y con la Alianza sin duda pisándole los talones.
—
279
El Club de las Excomulgadas
—Lo sé. Tengo razones para creer que Tariq se encuentra en su camino hacia
aquí. Ya puede estar aquí, de hecho.
—Nunca he sentido en dónde está antes, sólo el aumento de... no sé... del mal —
contuvo el aliento y luchó con un escalofrío—. Y siento eso todo el tiempo ahora.
Es como un zumbido eléctrico bajo que alcanza su pico de vez en cuando. Se
disparó no hace mucho tiempo, más o menos en el momento en que estábamos
aterrizando.
—No —ella ladeó la cabeza—. ¿No lo sientes también? Puede que me sientas a
mí, ¿verdad? A través de la sangre. ¿Puedes sentir a Serge a través de mí?
—No —dijo él—. Estás tú, y el calor que sientes hacia mí, el miedo que sentimos
de aquellos que nos siguen. Pero mi amigo no está ahí.
Su garganta se secó.
—
Él negó.
280
El Club de las Excomulgadas
—No lo sé. Tal vez lo estás sintiendo a través de otra persona. Un conducto. Si
hubiera otro a quien estuviera conectado por medio de mi sangre, no sería capaz de
sentirte a ti a través de mí. Esa es la única explicación que viene a mi mente, pero
—Tal vez —dijo ella, pero frunció el ceño. Ella había creado a Serge, así que
¿cómo podría tener sentido que no fuera más que un conducto, sintiéndolo a través
de otra persona? — ¿Quién? —preguntó—. ¿Quién más podría ser?
—Oh —trató de procesar sus palabras—. Oh, Dios mío. ¿Lo saben? ¿Los
miembros de la Alianza, saben que les está apuntando? ¿Están escondidos? ¿Están a
salvo?
—Sí. Pero del monstruo del que estamos hablando, roba poder y se hace más
fuerte cada día. ¿Existe realmente algún lugar seguro?
Ella abrió la boca para decir algo, pero no pudo encontrar las palabras
adecuadas.
De alguna manera.
281
El Club de las Excomulgadas
Serge estaba matando. Estaba matando porque ella había hecho de él un asesino,
y sin embargo estaba rehuyendo la única cosa que podía hacer. Ella podía detenerlo.
Sí, la idea era terrorífica, pero tal vez habría un momento para entregarse a la
Cuan injusto sería que llegara ahora, cuando había encontrado alguien a quien
amar.
Respiró profundo. Tenía que hacerlo. De alguna manera, tenía que encontrar el
valor en su interior.
—Detente.
Él se dio la vuelta.
— ¿Estás bien?
—
—No.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Estuvo a su lado en un instante, sin tocarla, pero tan cerca que podía sentir su
consuelo. Querido Dios, cómo lo echaría de menos, pensó, y se preguntó si las personas
muertas extrañarían.
— ¿Tienes un cuchillo?
Él inclinó la cabeza, con sus ojos viendo más de lo que ella querría.
—Lo tengo.
Ella asintió, con el gesto más para reunir coraje que cualquier tipo de
reconocimiento.
—Quiero que me quites la vida. Espera. —continuó ella, antes de que él pudiera
interrumpirla—. Haz eso, y Serge estará libre. Siento no habértelo dicho antes.
Tenía miedo. Fui... fui una cobarde. Pero él está asesinando, Nicholas. Está
matando, y no puedo detenerlo. Tú puedes hacerlo.
—No.
Eso fue todo. Esa fue toda la respuesta. Y fue tan condenadamente inesperada
—
— ¿Qué?
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El Club de las Excomulgadas
La más leve insinuación de sonrisa apareció en su boca.
—No.
— ¿Luke?
—La Alianza también lo sabe —dijo—. Querían verte muerta antes, para que no
pudieras crear al monstruo. Ahora lo desean aún más para que el monstruo se
pueda curar.
—Y tienen razón.
Él la miró.
— ¿Quieres morir?
—Estamos aquí para ver a Ferrante, ¿verdad? La respuesta bien podría estar
debajo de nuestras narices.
—Pero…
—
284
El Club de las Excomulgadas
Ella se lamió los labios, algo cálido y suave la llenó. Esperanza.
Amor.
—Saben desde el día en que asumen el cargo que pueden morir por la mano de
otro. Piensa en el mundo en el que se mueven, Petra. Las sombras y la política, los
hacen compañeros de viaje peligrosos. Hay asesinos en cada esquina. Enemigos en
cada curva. Escogieron una profesión de alto riesgo, Petra. Y cada uno ha conocido
de esta profecía durante siglos, y sin embargo, ninguno se negó a tomar su posición.
Asumieron el riesgo. Que lo asuman un poco más.
— ¿Sí? Entonces, déjame sonar ahora como tu amante. Yo tomé la decisión por
ti, Petra Lang. No voy a darte mi cuchillo, ni utilizarlo en ti. Ya te he dicho que
estamos juntos en esto. No dudes de mi palabra.
285
El Club de las Excomulgadas
—Está bien.
— ¿De verdad una puerta cerrada es mucho problema para ti? —Le preguntó,
sintiendo la superficie rugosa de la pared—. Muévete en la forma que desees. Nos
encontraremos allí.
— ¿Ah, sí?
—No de que hayas podido... que podías. Estos son pantalones vaqueros bonitos,
después de todo y, accidentalmente, puede romperse tu camisa.
—
—No hay de qué preocuparse. Estamos en París. Estoy seguro de que puedo
J.K. Beck
encontrar un remplazo para cualquier cosa que se arruine —la miró de arriba a
286
El Club de las Excomulgadas
abajo—. En realidad, es una lástima que no tengamos más tiempo. Creo que podría
hacer algo mucho mejor por ti también.
Ella miró sus vaqueros y la camisa de hombre que había usado desde que salió
—Muchas gracias.
—Te ves hermosa —dijo él, con su voz tan suave que casi se lo creyó—. Pero, ¿a
qué mujer no le gustaría rondar por las boutiques de los Campos Elíseos?
Estuvo a su lado con tal velocidad que ella nunca lo vio moverse.
—Buen truco.
—Tengo muchos.
Comenzó a caminar, y ella tuvo que seguirlo con cuidado, sin poder ver el
camino una vez que estuvieron lejos de los dispersos postes de luz. A cada lado, se
alzaban las estatuas, la piedra pulida brillaba extrañamente.
287
El Club de las Excomulgadas
Alrededor de ellos, la noche parecía encresparse sobre las tumbas, como una
cosa viva, y mientras más caminaban, Petra empezó a sentir más como si no
estuvieran solos.
Y entonces...
Y entonces...
Nada.
Mierda.
Frustrada, dejó caer el brazo, y vio a Nicholas que la miraba con una pequeña
sonrisa.
Frunció el ceño, sintiéndose de mal humor e inútil. La magia fluía por sus venas,
—
y debería haber estado practicándola todo el tiempo. Si Kiril tenía miedo de que la
J.K. Beck
288
El Club de las Excomulgadas
No era que pudiera hacer algo al respecto ahora. Lo que estaba hecho, hecho
estaba.
—Supongo. —dijo, pero todavía lamentaba los años en que no había practicado.
— ¿No lo tiene? Estaba unido a ti, firmemente por lo que dices, y su vida ha
estado definida por su propósito, como tu protector. Si puedes protegerte sola,
¿dónde lo dejaría a él...?
—No —dijo, pero la palabra fue débil, porque realmente no podía argumentar la
lógica de lo que decía Nicholas—. Kiril me quiere.
Iría… estaba segura de ello. El vínculo entre ellos era intenso. Más que como
—
hermanos normales, lo sabía, y estaba segura de que era el hechizo de unión lo que
J.K. Beck
mantenía a Kiril tan centrado en ella, tan cerca, a veces incluso hasta el punto en
que ella deseaba poder escapar de él y esconderse.
289
El Club de las Excomulgadas
Vendría. No había duda en su mente.
—Es esta —dijo Nicholas, deteniéndose frente a una tumba pequeña de mármol
alrededor de la cual trozos de tiza habían sido dejados. Nicholas recogió uno,
después se arrodilló junto a una esquina y escribió claramente N. M.
—Igual que yo —miró al cielo—. Todavía tenemos una hora antes del
amanecer, pero quiero salir de las calles. Nos iremos a toda prisa.
Puesto que no tenía ningún interés particular en dar vueltas por un cementerio
por más tiempo de lo que tenía que hacerlo, igualó el paso junto a él mientras se
dirigían hacia la puerta principal. Se detuvieron en seco después de unos pocos
metros, sin embargo, y levantó una mano. Señaló hacia las sombras que estaban
delante de ella. Se volvió para mirar a la oscuridad, su pulso se aceleró mientras su
nivel de adrenalina se disparaba.
Nada. Nadie.
J.K. Beck —
Sólo la oscuridad y las tumbas, el ruido del viento entre las tumbas.
290
El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, Nicholas seguía estando tenso, con la cabeza inclinada, como si
hubiera encontrado un olor en el aire. Considerando todas las cosas, probablemente
lo había hecho.
Por ella bien. Estaba lista para estar dentro de algún sitio. En algún lugar seguro,
donde pudieran reagruparse. En algún lugar lejos de las sombras que se movían en
la noche y…
Algo le agarró por detrás… ¡una cuerda! Ella luchó, pero no sirvió de nada,
simplemente la soga se apretó alrededor de su cintura. Y delante de ella, oyó la risa
baja, gruñendo de un varón weren.
*********
Nick reconoció al hombre que tenía la estaca en su corazón como uno del
círculo interno de Gunnolf. A varios metros de distancia, Gunnolf mismo sostenía
la cuerda que ataba a Petra, con su pelo rojo que parecía echar chispas en el débil
resplandor de la luna.
Cinco contra dos, y teniendo en cuenta sus dotes vampiros y el hecho de que
ninguno de los cinco tocaría a Petra, las probabilidades podrían ser buenas. El truco
consistía conseguir que rodara la pelota sin terminar con una estaca en el corazón.
—No es nada personal muchacha —dijo él—. Todas las criaturas tienen derecho
J.K. Beck
a sobrevivir, ¿no?
291
El Club de las Excomulgadas
—Eso no es culpa mía —dijo ella.
—Tal vez sea así —dijo Gunnolf—. Pero no cambia nada —tiró de la cuerda,
atrayéndola más cerca.
Él dio una patada hacia arriba, capturando la mandíbula del weren, y luego
recuperó la estaca y golpeó el arma en la garganta del weren antes de levantarse y
correr hacia Petra.
Pero antes de que Gunnolf pudiera mover el cuchillo hacia adelante, un agujero
de gusano se abrió, y de repente Serge estaba allí, agarrando a Gunnolf por la
pierna y alejándolo de la cuerda, liberando a Petra.
Ella corrió hacia él, y se volvieron para enfrentar al monstruo. En el poco tiempo
que le tomó a Petra llegar al lado de Nick, Serge había hecho picadillo a los weren.
—
Ahora era mitad hombre y mitad lobo, después de haber absorbido la esencia del
J.K. Beck
292
El Club de las Excomulgadas
— ¡Detente! —gritó Petra, lo que Nick pensó que era una cosa completamente
inútil de hacer cuando lo que tenían que conseguir era salir como el infierno de allí.
A lo lejos, se oyeron más tropas weren llegando. Serge también las oyó,
ladeando la cabeza en esa dirección, y luego saltando de nuevo a través del agujero
de gusano que aún estaba abierto.
—Vamos —dijo Nick, y corrió hacia el camino por donde habían venido, en
dirección opuesta a las tropas, hasta que llegaron a la pared trasera del cementerio
cerca de la tumba de Ferrante.
Detrás de ellos, las tropas weren venían por encima del muro del cementerio.
— ¡Entrar! ¡Entrar!
Esa voz.
—
—Entra —le dijo Nick a Petra, haciendo un gesto para subir al auto, y luego
J.K. Beck
293
El Club de las Excomulgadas
Él se acomodó en su asiento y suspiró. Y mientras Nick miraba los ojos del
chofer por el espejo retrovisor, sólo pudo esperar no haber cometido un gran error.
294
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintisiete
Era debido al hecho de que Nicholas se había metido en el coche con él lo que la
hacía confiar en el hombre.
Pero ahora que se habían librando de los weren, quería saber quién era. No, no
era cierto. Sospechaba que lo sabía.
295
El Club de las Excomulgadas
— ¡Ah! Ahí está el brazalete —dijo con los ojos fijos en su muñeca—. ¡Qué
bonito se ve en tu muñeca! No he visto ese brazalete durante mucho, mucho
tiempo.
—Manus fati —dijo—. La mano del destino —luego se volvió hacia la parte
delantera, la luz cambió a verde.
Ella miró de reojo a Nicholas, no estando segura de qué hacer ni con Ferrante,
ni con el hecho de que conocía la inscripción grabada en su pulsera.
— ¿Por qué estás aquí, Marco? —la voz de Nicholas estaba tensa, dejándole
claro a Petra que no se fiaba de Ferrante. Ella mantuvo una mano en el pestillo de
la puerta, por si acaso—. ¿Por qué? —repitió Nicholas.
— ¿Por Petra? —Nicholas preguntó, aún con ese tono áspero, frío, como si
estuviera a punto de correr. O, de atacar—. ¿Y cómo supiste con tanta precisión
dónde encontrarla?
Ferrante levantó la mirada, sus ojos los miraron desde el espejo retrovisor.
—
*********
296
El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás escuchando esto? — Elric le preguntó. Se encontraban en un vehículo
prestado de la División 18, y tenía la radio sintonizada en la frecuencia de la
Alianza local—. Maldita sea, es un baño de sangre de mierda, y Gunnolf quedó
—Lo escucho —dijo Tariq, obligando a las palabras a salir con los dientes
apretados. Los informes a todo volumen en la radio eran casi histéricos, como si el
procedimiento y la forma se hubieran perdido con el terror. Y tomaba mucho
aterrorizar a los oficiales de la Alianza.
—El monstruo está aquí —dijo Vale—. No me jodas. No quiero hacerle frente a
esa cosa.
—Sabemos que vino a París —dijo Tariq—. Y sabemos que la chica estaba allí
en medio de la carnicería.
*********
J.K. Beck
297
El Club de las Excomulgadas
— ¿De qué demonios estás hablando? —Petra le exigió, superando a Nick en
tono—. ¿Me hiciste de esta forma?
—Lo recuerdo.
—Por supuesto que sí —dijo Ferrante—. Perdóname. La pregunta fue cruel. Esa
no era mi intención.
—Dado que han pasado más de setecientos años desde nuestra última reunión,
había asumido eso —dijo Nick, haciendo reír a Ferrante.
—Es cierto mi joven Nicholas. Pero lo que también es cierto es que mi éxito se
produjo a un precio muy alto.
298
El Club de las Excomulgadas
Una vez más, Marco la miró en el espejo, con su sonrisa triste.
—Los detalles, no —Nick comenzó a protestar, pero Ferrante levantó una mano
y dirigió una mirada severa al espejo—. Hace tiempo juré no volver a repetirle a
otra alma lo que hice, porque ahora veo que mis acciones fueron un pecado contra
Dios.
— ¿No fue Dios quién les dio mente a los humanos para explorar? ¿Y no fue la
exploración lo que te llevó a la inmortalidad?
Nick miró de reojo a Petra, pero ella estaba inclinada hacia delante, ansiosa por
escuchar lo que él tenía que decir. Entendía por qué. Infiernos, se sentía de la
misma forma.
—Adelante.
Ferrante asintió.
—Espera —dijo Petra—. Sólo para tenerlo claro. ¿Esta maldición fue hecha en
J.K. Beck
un laboratorio?
299
El Club de las Excomulgadas
—Me temo que sí, aunque “maldición” no es quizás la palabra adecuada. Es
más bien subproducto.
—Pero… —se cortó, tratando de darle algún sentido a lo que él estaba diciendo
—. Pero, ¿cómo pudiste maldecir a mi familia para ser el subproducto de algo que
se cocinó en un laboratorio?
—Y esa cosa de la luna azul —continuó ella—. ¿Cómo puede ser el resultado de
un experimento químico que salió mal?
Nick se estiró y tocó su manga, y luego negó muy ligeramente cuando ella miró
en su dirección. Estaba de acuerdo con ella, Ferrante estaba ocultando algo, pero
ahora no era el momento de presionarlo. Ferrante había venido con un propósito
propio, y Nick quería que le permitiera llegar a eso para poder ver el panorama
completo de lo que estaba pasando.
—Pero, ¿qué tiene eso que ver con una conexión? —Petra le preguntó—. Dijiste
que era porque tú eras la razón detrás de la maldición que hay una conexión entre
nosotros. ¿Cómo?
—
ese respecto. Siempre he sido capaz de convocarlo, a lo largo de estos largos años.
300
El Club de las Excomulgadas
Nick respiró lentamente, llegando con su propia conexión a Petra, y pudiendo
sentir dentro su creencia y cautela. Igual que él, podía sentir que había algo de
verdad en la historia de Ferrante. Y como él, sabía que había grandes lagunas. No
Ferrante les había dicho mucho desde el principio, sin embargo, había afirmado
abiertamente que no les diría el método preciso por el cual se alcanzaba la
inmortalidad. ¿Era eso lo que estaba reteniendo? ¿O había algo más? ¿Algo más
insidioso?
—Sí. Creo que sí. No pensé que fuera posible. No pensé que tuviera el control, y
mucho menos que pudiera ser controlado.
—Él ha cambiado con el tiempo —dijo Nicholas—. La rabia sigue ahí, pero es
más intensa y concentrada. Menos frenética. Y por lo que Luke me ha informado,
el monstruo parece actuar con conciencia, no de la forma en que lo vi las primeras
—
301
El Club de las Excomulgadas
—No estoy segura si eso lo hace mejor o peor. Pero en cualquier caso, sabemos
que no me hará daño. Mátame, y el monstruo se acabará. Así que la pregunta es,
¿debo hacer algo? ¿Hay que tratar de encontrar a Serge? Tal vez pueda detenerlo.
—Tal vez, tal vez, tienes algún nivel de control, jovencita, pero ¿puedes decir que
el monstruo la tenga?
—No.
—Pero podría haberlo cancelado. Si lo hubiera sabido o hubiera sido más rápida,
entonces tal vez no habría destruido a toda esa gente. Tal vez Gunnolf todavía
tendría una pierna.
—Con el tiempo, tal vez, podrías aprender a controlarlo. Pero eso no será
necesario.
Como para probar su punto, una bala se estrelló contra la ventana, creando una
J.K. Beck
302
El Club de las Excomulgadas
—Aléjate de la puerta —dijo Nick—. Las balas pueden penetrar el metal. Y
conseguir que esta maldita cosa empiece de nuevo —añadió, no dispuesto a
sentarse en la calle como un regalo de Navidad para Tariq más tiempo del que
Ferrante hizo girar la llave, y fueron recibidos por el sonido de metal contra
metal pulido. Él golpeó su mano en el volante.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Nick. —Por muchas razones, la menor de
las cuales es que el sol saldrá pronto.
—De ninguna manera. Pondrán una bala en tu cabeza al segundo en que abras
esa puerta.
Él vio el miedo en su cara, pero sabía que no tenía otra opción. Estaba a punto
de decírselo cuando el coche empezó a temblar mientras el viento afuera se movía.
—El viento —dijo. Pero lo que quiso decir, Nick lo sabía, era que era Kiril.
J.K. Beck —
No podía ver al brujo, pero la tormenta arreciaba más rápido, por lo que su
coche temblaba y saltaba.
303
El Club de las Excomulgadas
Tariq y su equipo trataron de volver corriendo a la camioneta, pero el viento los
sorprendió, levantándolos como títeres. Giraba y giraba, haciéndolos girar tan
rápido que Nick no podía mantener la concentración en ellos. Los encontró de
Tariq voló por el aire, con un grito rasgando su garganta al aterrizar, empalado,
en un poste de la cerca de hierro. Los otros dos se estrellaron contra los muros de
piedra de los edificios cercanos y quedaron tendidos en el suelo, sin moverse.
—Vamos —dijo Petra mientras la tormenta moría. Abrió la puerta antes de que
Nick pudiera detenerla, llamando a Kiril, quien apareció de un bosquecillo de
árboles al otro lado de la camioneta.
Frente a Nick, Marco se cruzó fuera de su camino para ir a uno de los agentes de
la Alianza cuyos dedos habían comenzado a moverse un poco.
— ¡Ja! —dijo Marco—. Todos son viles. No tengo más que desprecio por el
mundo de las sombras entero.
J.K. Beck —
304
El Club de las Excomulgadas
—Y por mí.
—Eso fue hace casi tres siglos, y un hombre puede cambiar mucho en trescientos
años —sonrió—. He tenido un montón de tiempo para pensar y estudiar, Nicholas.
¿Cómo puedo juzgarte por tomar el camino que seguiste? Uno oscuro, con
seguridad, pero eras joven, y entiendes más sobre el mundo de las sombras ahora de
lo que hacías entonces. No fue el Nicholas que conocía el que mató a nuestro
amigo. Era el demonio. Y el demonio no tiene ningún amigo.
Petra le disparó a Nicholas una mirada de irritación. Este era su hermano, y ella
lo tenía perfectamente bajo control.
Ferrante se apresuró.
305
El Club de las Excomulgadas
—Esta es una discusión que es mejor dejar para más adelante. Vengan los dos.
Estamos a salvo ahora, pero pronto la Alianza enviará más. Tenemos que darnos
prisa si queremos mantener a la Alianza atrás para siempre.
—Por eso, la razón por la que te buscaba, querida mía. He descubierto la manera
de quitar la maldición.
— ¿Qué? — ¿Había oído bien? ¿Realmente había dicho lo que pensaba que me
había dicho?—. ¿Una cura? ¿En serio?
—No puedo estar seguro hasta que lo intente —dijo Marco—. Eres la última de
tu especie, querida. Pero soy cautelosamente optimista.
—Lo hará.
—Petra…
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El Club de las Excomulgadas
—No puedo vivir así —dijo ella encarando a Nicholas—. Quiero ser finalmente
libre de esta maldición. Y si esta es una oportunidad para hacer eso, tengo que
tomarla.
307
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiocho
El vestíbulo estaba alicatado de pizarra, una habitación enorme, con techos altos
que hacían eco al caminar, con el sonido sólo parcialmente amortiguado por
enormes jarrones de flores coloridas y fragantes. Petra se detuvo y luego miró a
Nicholas a su lado y sonrió.
—Guau. Me gusta estar en estos círculos nuevos y tan lujosos. Creo que tendré
que mantenerte.
A su otro lado, Kiril estaba mirando a Nicholas, no a ella. Ella suspiró ante la
desaprobación en su rostro. Con Ferrante agitando su cura como una zanahoria,
este realmente no era el momento de que se enfrascara con su hermano. Tenía la
sensación, sin embargo, de que no tenía otra opción.
—No hay tiempo que perder —dijo Ferrante—. Pero algunas cosas no se pueden
preparar con antelación. El laboratorio está ahí —dijo, señalando una puerta al otro
lado del vestíbulo—. Quince minutos, y luego vendré por ti. ¿De acuerdo?
Asintió, nerviosa por el peligro, pero más entusiasmada con la posibilidad poder
moverse libremente por el mundo.
—
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Tal vez podamos hablar mientras yo preparo todo? Creo que hay cosas que
quedaron pendientes entre nosotros que deben ser dichas.
— ¿Escogí? —repitió. Sabía cuan sobre protector podía ser Kiril, pero esto estaba
más allá de lo injusto—. Kiril, quiero que me curen, y eso es lo que Nicholas
quiere, también. Y mira donde estamos. De pie ante el precipicio de esa misma
cosa.
—Eso dicen. ¿Cómo sabes que los dos no están tramando tu desaparición ahora?
Tal vez se trate de una artimaña, diseñada para atraerte y ganarse tu confianza. Tal
vez pases por esas puertas, y te maten para liberar a Serge.
Ella parpadeó.
—Guau. ¿Necesitas un gorro de papel de estaño para hacerle juego a todas tus
teorías de conspiración?
—Lo siento —dijo—. Sé que estás realmente preocupado por mí. Lo sé. Lo
entiendo. Pero Nicholas no me matará. Ya ha tenido esa oportunidad. Él lo sabe,
Kiril. Lo sabía y me dejó vivir.
—Es cierto —se lamió los labios, sin querer admitir esa parte a su hermano, pero
sabiendo que tenía que hacerlo—. Y después de que me enteré de que Serge estaba
libre y matando, lo deseé. Quise terminar con mi vida en París. Nicholas no me lo
—
permitió.
J.K. Beck
309
El Club de las Excomulgadas
—Nicholas —repitió él, retrocediendo un poco mientras decía la palabra.
Respiró, luego cerró los ojos. Cuando los abrió, era Kiril el protector, el gemelo que
siempre había actuado como si fuera más viejo y más sabio—. ¿Qué has hecho,
—Acaba de pasar una luna azul —dijo mientras el aire de la habitación parecía
hincharse y sentirse en ráfagas—. ¿Qué es exactamente lo que hiciste?
Ella se enfadó.
—Eres mi… mi hermana —dijo con una voz que no estaba gritando, pero que era
tan firme y precisa que bien podría haberlo hecho. El viento se levantó, azotando su
pelo—. Eres mi responsabilidad. Lo que haces, dónde estás, con quién estás. Todas
esas cosas me importan.
Ella quiso gritarle también. Infiernos, quiso tomar a uno de los jarrones de flores
y aplastarlo contra el suelo a sus pies.
abriéndolos.
J.K. Beck
310
El Club de las Excomulgadas
—No lo creo —dijo—. Lo estoy.
Kiril se burló.
—Esto es muy jodido —pasó los dedos por su pelo que estaba bailando en el
viento, un pequeño vendaval se movió ahora por el vestíbulo e hizo tambalear los
jarrones en sus stands—. Muy y completamente jodido. Esta no es vida para ti —
dijo alzando la voz—. Te mereces algo mejor que terminar como una anciana con
un vampiro.
—No lo es —dijo, pero tenía que admitir, aunque sólo fuera para ella misma,
que no había pensado en lo de la inmortalidad. Kiril estaba en lo cierto. Ella
envejecería. Y Nicholas se quedaría exactamente igual.
importaba era la cura. Todo lo demás vendría después. Encontrarían una solución.
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea, Petra ¿No leíste todas las historias que escribí para ti? Tu vida es
especial. Nosotros… Te mereces un mejor felices para siempre.
—Las historias ni siquiera deberían ser sobre mí. Deberían ser sobre otras
—Yo te protejo.
—No.
—Sí, maldita sea. ¡Eres un mago muy fuerte por el amor de Dios! Rompe el
hechizo de Unión y vive tu vida. Te lo juro, Nicholas me protegerá.
—No, no lo entiendes. Maldita sea, Petra, eres más que mi hermana. Eres…
— ¿Qué? —se acercó, preocupada por lo que vio en su rostro—. ¿Qué soy?
*********
312
El Club de las Excomulgadas
Nick miró a su alrededor, respirando el olor a azufre y a ácido, notando las
superficies de trabajo lavadas y los mecheros Bunsen brillando suavemente en las
esquinas. Luces fluorescentes colgaban del techo, y los altavoces que estaban
—Ya hemos hablado de eso. Consideremos que esa parte de nuestras vidas se
cerró y pasaremos a la siguiente.
El alivio fluyó por Nick, y se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a
Ferrante. Y cuan intensa, al verlo de nuevo, la necesidad de reparar el daño que se
había hecho.
—Estoy muy feliz de haberos encontrado a los dos a tiempo. Me aterra pensar
que hubiera sido demasiado tarde —se estremeció—. Malditos títeres de la Alianza.
Deberías odiarles, el modo que le dieron palmadas con una pena de muerte. La
—
Nick se puso tenso, sin poder evitar la sensación de que ese era un terreno
espinoso.
313
El Club de las Excomulgadas
—Han sido una molestia —dijo.
Marco negó.
Lo había hecho, por supuesto. Con los años, había visto más actos de corrupción
de los que podía contar.
—Probablemente no. Pero la Alianza está enferma desde el interior. Las luchas
internas entre los vampiros y los therians, por ejemplo. ¿Puede el tiempo dedicado a
esas pequeñas preocupaciones ser realmente bueno para todo el conjunto? —
levantó una mano en el aire—. Pero estoy chocheando como el viejo en que me he
convertido. Me temo que después de tantos años hay poco para mí, pero veo y
escucho.
— ¿Qué sucede?
Por un momento, Ferrante sólo lo miró fijamente. Después, el hombre más viejo
asintió.
314
El Club de las Excomulgadas
—Por supuesto. Por supuesto. Dios mío, debí habértelo ofrecido. Pasar tanto
tiempo dentro de mi propia mente me hace olvidar las necesidades de los demás.
Encontró a Petra en el vestíbulo, con una de las flores en sus manos. Ella levantó
la vista cuando él entró, y luego empezó a arrancar los pétalos, murmurando:
—Te ama —dijo Nick, tomando la flor y pasando los suaves pétalos sobre su
mejilla.
— ¿Y...yo? ¿Cómo?
J.K. Beck —
315
El Club de las Excomulgadas
verdad? ¿O porque lo que estaban a punto de emprender era peligroso, y temía no
volver a tener la oportunidad de decirlo?
— ¿Qué?
—Pronto.
—Quiero decir que no te dejaría hacer esto a menos que estuviera totalmente
seguro de que entiendo el proceso y que es seguro. No con certeza —dijo,
levantando un dedo para evitar su protesta—. Pero quiero comprender la teoría y
comprobar los cálculos de Marco y de su equipo. Te quiero allí, también. Debes
entender la naturaleza de lo que estás a punto de emprender.
J.K. Beck —
— ¿Y Kiril?
316
El Club de las Excomulgadas
—Está ahí —dijo, señalando a la sala formal al otro lado del vestíbulo—. De mal
humor.
—Por ti. Está celoso. Al parecer, piensa que estás usurpando el trabajo de su
vida.
J.K. Beck —
317
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintinueve
—Venir. Beber —Marco los llevó hasta el final de una de las mesas de
laboratorio, donde cuatro vasos de vino estaban servidos entre los vasos de líquidos
de colores y sacos de arpillera de quién sabe qué. Él distribuyó los vasos, y luego
levantó el suyo en el aire—. Por la reunión de viejos amigos y la promesa de días
mejores.
—Quiero que entiendas cuánto tiempo he estado trabajando hasta el día de hoy.
Creé la primera generación de las que se sufren el Toque más de setecientos años
atrás, pero sólo ha sido en los últimos años, oh, quinientos, que me di cuenta de la
posibilidad de controlarlo y comencé a perfeccionar ese potencial.
318
El Club de las Excomulgadas
— ¿Hemos venido aquí para oír una historia? ¿O para examinar una fórmula?
—Los dos están entrelazados. Por favor. Disculparme. Os aseguro que llegaré a
los detalles pertinentes tan pronto como sea posible.
—La verdad es que mucho de lo que he trabajado aquí hoy no sería posible sin
tu línea de sangre.
Nick vio a Petra mirar a Kiril, como si esperara que él respondiera, pero su único
J.K. Beck
hermano estaba allí, estrechando sus ojos, como si estuviera tan aburrido por todo
el asunto que pudiera tomar una siesta en ese momento.
319
El Club de las Excomulgadas
—Sí —dijo Petra—. ¿Estás diciendo que si fuera otra persona, como Vivian
Chastain, no podrías curarme?
—Te he hecho un favor, Nicholas. Tú amas a la mujer, ¿no? Ahora puede estar a
tu lado para siempre —esbozó una sonrisa—. Tanto como la eternidad que tú
tengas.
320
El Club de las Excomulgadas
Hematita.
Pero Nick había respirado la hematita, lo que significaba que su fuerza se había
reducido aún más. Ahora que el shock del asalto hematita había desaparecido,
tenía la fuerza de un humano, y teniendo en cuenta que estaba en un laboratorio
con un loco, realmente no creía que eso fuera suficiente.
Miró a Petra, quien lo miraba fijamente con ojos desorbitados, con sus manos
golpeando lo que parecía ser aire puro. Empezó a ir a ella, pero Marco sacó una
pistola de una mesa de laboratorio cercana y apuntó hacia él.
—No te va a matar, pero a la luz de la hematita, creo que te dejará fuera del
juego. Y estoy seguro de que no querrás irte ahora, ¿verdad?
Nick se quedó donde estaba, a pesar de que se movió lo suficiente como para
buscar a Kiril, seguro de que el gemelo de Petra levantaría una enorme fuerza del
viento, quitaría el arma de la mano de Marco como un látigo, y destruiría el
laboratorio. Pero Kiril estaba en el suelo, con los ojos cerrados, con su pecho
subiendo y bajando.
Petra negó, todavía confundida, aún aterrorizada. Lo único que sabía era que
estaba atrapada y que él había herido a Nicholas. Tenía que entender lo que estaba
321
El Club de las Excomulgadas
pasando. Más, tenía que seguir hablando. Había dicho que le había dado a Kiril un
sedante, y ella esperaba, por favor, que no se hubiera dado cuenta de la constitución
mágica de su hermano, que requería más de la cantidad habitual para noquearlo
—Un Toque —dijo Ferrante—. Un Toque tuyo y tendremos otra arma. Otra
criatura para hacer mi voluntad. No te preocupes, le dispararé primero. No para
matarlo, sino para noquearlo a fin de que puedas acercarte con suficiente seguridad
como para tocarlo.
—Estás loco —le susurró Nicholas, que era exactamente lo que estaba pensando
Petra.
— ¿Cómo crees que me las arreglé para eliminar a dos miembros de la Alianza?
Puedo controlar al monstruo. Puedo hablar con Serge. Hablo, y él obedece. Y
pronto el resto de la Alianza caerá.
—Al principio, hace siglos, mi control sobre estas hermosas criaturas era
esporádico. Y no había ninguno cuando los monstruos eran jóvenes, cuando
—
estaban furiosos con el cambio. Pero con el tiempo, cada vez que uno de mis
J.K. Beck
322
El Club de las Excomulgadas
monstruo. Y luego la condenada Alianza comenzó a matar a los monstruos, así
como a la maldición que los hacía. ¡Bastardos!
— ¿La magia? —Petra dijo—. ¿La utilizas para conectar los hechizos?
—Con Serge, tengo más control que nunca. Estoy seguro de que es debido a que
tu herencia mágica concentra el poder de la maldición, lo que hace el control más
fácil. Tiene sentido, ¿no lo ves?, debido a que ambas, la magia y la maldición
provienen de la tierra.
Marco se volvió lentamente hacia Nick, con todos sus movimientos anunciando
peligro.
—En segundo lugar, no existe una cura —habló con dureza, con sus palabras
como cintas cortando a Nick, y seguramente haciéndole lo mismo a Petra—.
323
El Club de las Excomulgadas
Ninguna que haya encontrado, de todos modos. Y, por último, mi querido
Nicholas, una vez te amé. En un momento, fuiste mi niño prodigio, mi hijo, mi
amigo. Pero eso se acabó hace mucho tiempo. Y si mantener a esta chica te afecta
—Hijo de puta —susurró Nick, haciendo caso omiso de la forma en que las
palabras de Marco le picaban. Había sido el demonio, se dijo. Y había sido hacía
mucho tiempo.
—Tuve que buscar otro camino —dijo Ferrante, haciendo caso omiso—. Otra
forma de aprovechar el flujo eterno de la vida. Tardé más de una década de estudio
y experimentación. De fracaso y de muerte. Pero finalmente encontré el camino.
—Muy bien, eres tan listo como recuerdo. Sí, por medio de sacrificios. Pero no
de sacrificios de sangre.
—
— Entonces, ¿qué?
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
—Mi familia —susurró Petra, y Marco le apuntó con un dedo.
—Es una locura —dijo Petra, con un borde de odio en su voz. —No conseguiste
voluntarios. ¿Qué hiciste? ¿Drogaste a mis antepasados?
—El sacrificio debe ser voluntario —dijo Marco—. Simplemente ofrecí lo que la
persona necesitaba. La mayoría de las veces fue dinero —asintió al brazalete que
Petra llevaba—. El pago de un sacrificio. Me sorprende que tu familia lo
mantuviera. Esperaba que lo vendieran para comer o para pagar el alquiler.
—Eres un hijo de puta —dijo ella, y cerró de golpe la mano dura contra el
campo de fuerza.
Si se precipitaba hacia Marco, sin duda sufriría una herida de bala, pero a menos
—
que Marco la metiera en su cabeza o corazón, debía poder continuar sin necesidad
J.K. Beck
del tiempo extraordinario para sanar. Sólo tenía fuerza humana ahora, sin
325
El Club de las Excomulgadas
embargo. ¿Podía un humano herido superar a un inmortal? Si sólo Kiril estuviera
despierto.
— ¿Por el destino? —dijo Petra—. Tú eres el que envió a Serge tras Dirque y
Trylag.
—Y tras los otros también —dijo Marco, sin una pizca de remordimiento.
—Es una chica inteligente. Nos convertiremos en grandes amigos, estoy seguro.
—Cada sacrificio sólo te da unos cuantos años, ¿no? Es por eso que mi línea
familiar sólo se remonta a un par de siglos.
—Así es. Y pronto, tendré que sacrificar a otro. Pero esa no es tu preocupación.
Sólo tienes que tocar a los que traiga ante ti.
—No sucederá.
—Creo que sí —dijo Marco, y mientras hablaba el aire cambió, los colores se
arremolinaron, y un túnel se abrió.
—
Y justo en el centro de él estaba Serge. Salió del agujero y agarró a Nick tan
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
espina dorsal de tal manera que con el más sutil movimiento de su muñeca, Serge
podría arrancar la cabeza de Nick de inmediato.
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Treinta
—Estoy bastante seguro de que puedo arreglármelas para mantenerte viva —dijo
Ferrante, aunque Nick pensó que se veía un poco preocupado—. Por supuesto que
mis métodos podrían resultar desagradablemente constrictivos cuando se extiendan
a través de los siglos. Si los encuentras demasiado desagradables, estoy seguro de
que un coma inducido podría funcionar muy bien.
—Eres un cabrón —susurró ella, mientras Nick buscaba algo, cualquier cosa,
para salir de las manos de Serge… y esperaba, matar a Ferrante en el proceso. En
ese momento, no quería nada más que ver a Ferrante muerto.
Muerto...
Pensó en lo que él y Petra habían discutido una vez, acerca de cómo parecía
haber un conducto entre Serge y un desconocido.
Bien, ese desconocido se había dado a conocer de una manera muy grande.
Pero, ¿y si era más que eso? No un conducto, sino una conexión con pleno
derecho. Una relación simbiótica.
Si Petra moría, Serge se curaría. Petra había creado a Serge. Ferrante había
creado Petra. O creado su maldición, en cualquier caso.
¿Quería decir eso que si Ferrante moría, Serge se curaría? Más que eso, ¿quería
decir que Petra se curaría?
J.K. Beck —
328
El Club de las Excomulgadas
No era un plan perfecto. Por un lado, sólo podía suponer que Ferrante había
detenido el proceso de envejecimiento, no que se hubiera hecho indestructible.
Seguiría viviendo, siempre y cuando nadie apuñalara a su corazón o le metiera una
Nick no podía estar seguro de que fuera el caso, pero era una suposición
razonable.
Sin embargo, incluso si se las arreglaba para atacar a Ferrante… y cómo diablos
lo lograría en esas circunstancias, no lo sabía. A menos que el intento tuviera éxito
con una perfección absoluta, Ferrante sin duda, mataría a Nick y a Kiril en ese
mismo momento, y Petra estaría a su merced.
Pero si funcionaba...
Estiró la cabeza, tratando de ver a Kiril, pero su visión era bloqueada por el
equipo de laboratorio.
Su frente se arrugó, y se dio cuenta de que no sabía lo que quería decir. Ferrante
lo hacía, sin embargo. O eso, o simplemente estaba cubriendo sus apuestas, porque
le gruñó una orden a Serge.
—Mátalo.
329
El Club de las Excomulgadas
Desde detrás del campo de fuerza, Petra apretó los puños a los costados mientras
Ferrante, con la cara roja de furia, murmuraba en voz baja, instando a Serge que se
diera prisa y matara a Nicholas.
Tenía que hacer algo más, y las palabras de Nicholas se hicieron eco en su
mente: Es Ferrante tanto como eres tú.
Ella miró hacia su hermano y vio que se movía. Gritó por él, gritando en voz
alta y fuerte, y después se alternó, en silencio enfocando su energía en Serge.
Como Nicholas había dicho, pensó en cómo conjurar su fuego. Tirando hacia
arriba. Concentrándose. Sosteniéndose.
Sacando a Serge de nuevo con su mente le gritó a Kiril con su voz. Una y otra
vez hasta que temió que no estuviera funcionando y no se despertaría. Y
entonces…
— ¿Petra?
Comenzó lento, muy lento, temió, pero antes de que pudiera alterar su canto y
rogarle que aumentara la furia del viento, él lo hizo por sí mismo. Los papeles
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El Club de las Excomulgadas
comenzaron a volar por la habitación, más y más rápido mientras el viento
arreciaba más y más, en una reunión de tornado en el centro entre los cinco, con el
viento fuerte oscuro por el polvo y los escombros.
— ¡No! —exclamó ella, pero no podía decir más, y seguir el ritmo del canto, y si
no seguía el ritmo del canto entonces ella sería la razón por la que Nicholas
muriera, no Kiril.
A unos metros de distancia, Kiril se movió para mirarla, y sin bloqueos esta vez
ella vio los celos en su rostro. Y el deseo.
Oh, Dios mío. Comprendió finalmente. Era más que el amor de un hermano lo
que veía en sus ojos. Era el amor de un hombre por una mujer, y el darse cuenta la
hizo estremecer de tristeza y desesperación.
— ¿Tú lo amas?
331
El Club de las Excomulgadas
Las lágrimas mancharon su rostro.
Ella gritó de dolor y frustración, pero luego cambió su trayectoria y Kiril usó el
viento para lanzarlo directamente hacia Ferrante.
Apretó el gatillo.
—Se acabó —dijo Ferrante mientras ella frenéticamente, entre lágrimas, tomaba
el canto nuevo, tratando de contrarrestar su orden—. Serge, mata.
golpe final, un último intento para ayudar a salvar al hombre que ella amaba, no
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Sosteniéndose por encima de Serge, Nick vio su oportunidad.
No tenía idea de si funcionaría, pero sabía que no estaba dividido entre dos, así
que estaba bien.
Al otro lado, Marco estaba en un charco de sangre. Pero aún respiraba. Peor
aún, se arrastraba.
La pistola.
Y luego, como si ella hubiera tirado toda la magia que hubiera podido encontrar,
tronó una voz de mando, imperiosa.
— ¡Déjalo caer!
Serge lo hizo, y Nick corrió hacia el arma, con Serge detrás de él.
Nick se lanzó hacia adelante, con sus dedos casi agarrando el arma, pero Serge
agarró su pierna, tirando de él hacia abajo, aún a pulgadas de la pistola.
—
333
El Club de las Excomulgadas
Su agarre se relajó. Nick tuvo su pierna libre. Tenía la pistola y en cuestión de
segundos se levantó. Un momento después disparó.
Había funcionado.
Nick corrió hacia ella, luego encontró los controles que controlaban el campo de
fuerza.
Se quedaron así durante una eternidad, hasta que Serge se levantó y se acercó a
ellos. Nick miró a su amigo. Esa no era la criatura que había destruido a Dirque, a
Trylag y a tantos otros. Pero tampoco era el mismo Serge. Su olor era diferente. Su
piel era diferente. Y Nick trató muy duro de no tener miedo de qué otra cosa podría
ser diferente.
—Serge —dijo Nick, luego se detuvo, sin saber qué otra cosa decir.
334
El Club de las Excomulgadas
— ¿No?
— ¿Preocupado por lo que soy ahora, Nicholas? No lo estés. Soy más de lo que
era antes. Pero no soy una plaga sobre la tierra, y mi demonio duerme. Dame
tiempo. Volveré.
—Serge…
—Adiós, Nicholas —dijo, y luego dio media vuelta y salió del laboratorio.
Nick consideró las posibles respuestas. Podía correr detrás de Serge y rogarle,
pero a menos que Serge quisiera quedarse, se iría. Y debido a la hematita, Nick no
estaba en condiciones de pelear con él. ¿Cuál sería el punto, de todos modos?
Ella asintió, y por un momento, simplemente se miraron a los ojos del otro,
abrumados por todo lo que había ocurrido.
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—Te amo, también —dijo. —Para siempre.
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J.K. Beck — Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III
El Club de las Excomulgadas
Epílogo
El cielo.
Ella suspiró. Había pasado una semana desde que había sido liberada de la
maldición, y los dos primeros días habían sido un torbellino de actividad oficial.
Había sido revisada por la División 18 y por los doctores de la Alianza y los
—
científicos se habían pronunciado sobre que estaba libre de su maldición, algo que
J.K. Beck
ya sabía, e inmortal, que no había estado segura. Le había dicho al equipo médico
sobre el elixir que Marco había puesto en su bebida. Ellos habían encontrado
337
El Club de las Excomulgadas
rastros de él en su laboratorio, y una serie de pruebas mágicas y científicas habían
confirmado que el elixir, en combinación con su línea de sangre mágica, le habían
hecho inmortal.
Pasó sus dedos de los pies descalzos hasta la pantorrilla de Nicholas. Para
siempre.
—Bien —dijo ella. No se sentía toda cálida y relajada hacia el hombre lobo, pero
al final él y Tiberius habían ido a favor de ella. Todos los cargos habían sido
retirados en su contra y en contra de Nicholas. Era una mujer libre. Se sentía muy
bien.
—Lo harán. El juicio de Sara fue ayer y todos los cargos fueron retirados.
Dijeron que nos verían en el servicio.
— ¿Estás bien?
J.K. Beck —
Ella asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Se hará más fácil.
— ¿Petra?
Abrió las cortinas y miró hacia afuera, deteniéndose en las luces y el bullicio de
J.K. Beck
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El Club de las Excomulgadas
Nick se acercó por detrás y le pasó las manos por la cintura.
F IN
J.K. Beck —
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El Club de las Excomulgadas
Guardianes De Las Sombras
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El Club de las Excomulgadas
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Próximamente
Medianoche
J.K. Beck
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