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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Al Staff Excomulgado: Nelly Vanessa por la
Traducción, Mdf30y por la Corrección de la
Traducción, Bibliotecaria70, Laavic, Leluli y Puchunga
por la Corrección, a AnaE por la Diagramación y De
Nuevo a Laavic por la Lectura Final de este Libro para
El Club De Las Excomulgadas…

A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que nos


acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras Lectoras
que nos acompañaron y nos acompañan siempre. A
Todas….

Gracias!!! J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas

Argumento

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra Lang fue maldecida para no amar nunca. Un toque de su piel da rienda
suelta a los más viles demonios. Es condenada a muerte por las autoridades de las
sombras porque temen que le de la vuelta a su maldición en contra de ellos, Petra es
rescatada por el vampiro defensor Nicholas Montegue. A medida que sus cuerpos
se funden y se transforman en niebla, Petra siente un deseo erótico.

Nicholas arriesgó su propia vida para salvar a Petra, sin embargo, sabe que
nunca puede ceder a la atracción explosiva que siente por ella. Pero el profundo
anhelo que comparten los tienta. Juntos, tendrán que encontrar una manera de
acabar con la maldición. Pero sólo un amor tan fuerte tiene el poder para vencer
tan monstruoso mal.

J.K. Beck —

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Prólogo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Los vampiros se movieron durante toda la noche, con su carga inconsciente, aún
más peligrosos de lo que podían imaginar, y eso que habían visto mucho a lo largo
de los siglos.

—Necesitamos un lugar seguro —Dijo Nicholas. Tenía la cara de un ángel y la


mente de un científico. Pero nada en sus estudios lo habían preparado para la
transformación que acababa de presenciar en su amigo.

—Conozco un lugar —Lucius, práctico y metódico, dirigió la camioneta a través


de la noche de Los Ángeles. Habían escapado de una feroz batalla, pero eso no
había terminado. Ambos sabían que para su amigo Sergius, sedado en el
compartimiento de carga, nunca podría terminar. Una vez fue un vampiro
atormentado, cuyo demonio había luchado por la liberación, ahora él estaba mucho
peor, con su realidad cambiada por nada más sustancial que un toque.

La maldición de la chica lo había transformado en algo antinatural y terrible.


Algo monstruoso incluso para los estándares generales de un mundo que vivía en
las Sombras y se situaba en los márgenes de las pesadillas humanas.

—Lo buscarán —Dijo Nicholas—. Si queremos tener alguna posibilidad de


revertir esto, necesito tiempo para investigar. Tiempo para pensar.

—La chica dijo que no había manera de revertir la transformación.

—La chica es humana. Bien podría estar equivocada.

Lucius asintió.

—No tenemos tiempo, especialmente una vez que el rumor de lo que sucedió se

propague. La Alianza buscará a Sergius. Y, finalmente, lo encontrarán.


J.K. Beck

—No, si creen que no hay ninguna razón para buscarlo.

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Lucius apartó sus ojos de la carretera el tiempo suficiente para echar un rápido
vistazo a Nicholas.

—Tienes un plan.

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—Sí —Dijo Nicholas, con su voz cargada de propósito—. Lo tengo.

J.K. Beck —

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Capítulo Uno

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra Lang no quería morir.

Lástima que no tuviera la más mínima voz en el asunto.

Un Tribunal de la Alianza que había sido convocado con carácter extraordinario


la había acusado, un fiscal de la Alianza había esbozado la evidencia en su contra,
y el alto examinador la había condenado. Ahora esperaba su castigo en el interior
de una celda ataúd de tamaño portátil, con sus manos atadas con fuerza frente a
ella a pesar de que el espacio tan pequeño que no había manera de que pudiera
incluso haberle levantado el dedo a alguien, aunque estuviera inclinada a ello.

Y, francamente, estaba sin duda muy inclinada. Por lo que a ella se refería, los
cabrones sobrenaturales que la habían condenado a morir merecían un infierno
mayor que un gesto grosero.

No importaba que ella estuviera dispuesta a someterse a las reglas restrictivas y


opresivas, cualquiera que fuera a lo que la Alianza quisiera someterla. A causa de
su maldición, había sido considerada un peligro para el ser humano y las
comunidades de las Sombras, y en menos de una hora, estaría muerta.

Cerró los ojos, tratando de no pensar en ello. Tratando de no preguntarse si le


dolería, o si se deslizaría suavemente lejos a la oscuridad. Tratando de no desear
haber tenido la oportunidad de acabar con la maldición, de tocar a un hombre, de
ver la puta Torre Eiffel o la Gran Muralla China. Demonios, ni siquiera había
llegado a San Francisco para ver el puente Golden Gate. Sólo tenía veintiséis años.
No se suponía que muriera.

Esperaba no llorar, si podía hacerlo sin lágrimas, por lo menos entonces podría

llevarse alguna pequeña victoria con ella a la tumba.


J.K. Beck

Sobre todo, pensaba en Kiril. Estaba preocupada por él. Su hermano, que había
dedicado su vida a protegerla. El muchacho que había escrito esos poemas

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hermosos y podía pasar horas buscando la palabra adecuada para uno de sus
escritos. El hechicero que había estallado en un frenesí de viento y trueno, cuando
la élite del Escuadrón secreto de captura de la Alianza había irrumpido por la

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puerta de su casa en Studio City.

Los miembros del escuadrón habían ido hacia Kiril primero, con tal rapidez que
Petra había asumido que habían ido a buscar a su hermano y no tenían ningún
interés en ella. Había tratado de ayudarlo, pero a pesar de la magia de la familia
que corría por sus venas, también la maldición había interferido siempre, y
convocar su escaso poder durante una crisis nunca había sido fácil para ella.

En cambio, había visto horrorizada, cómo los agentes le disparaban dardos


tranquilizantes a él, desvaneciendo la magia mientras Kiril se desplomaba
inconsciente sobre el suelo. Había corrido hacia él pero no había llegado a su lado.
En su lugar, un corpulento oficial la había arrojado un lazo, ¡arrojado un lazo!,
después, la había arrastrado de nuevo hacia la puerta.

Había luchado, hundiendo sus tacones, tirando de la cuerda, gritándole a su


hermano. Pero nunca había corrido ni una vez hacia su captor. Nunca había
intentado rasgar la tela que cubría el cuerpo desde la nariz hasta los dedos de su pie.
Nunca había tirado de su propio guante o tratado de tocar piel sobre piel.

No había utilizado la maldición para luchar, ni siquiera lo había intentado.

Y, sin embargo, por esa misma maldición moriría esta noche. Ella había
empujado intencionadamente la maldición una vez. Sólo una vez. Y había sido
decisión de Serge tanto como suya. El vampiro sabía lo que pasaría, lo que llegaría
a ser. Pero no habían tenido otra opción. Habían quedado atrapados, y el tiempo se
había ido agotando.

Había sido una estratagema extrema, pero había valido la pena. Lo había

tocado, él se había transformado, y el monstruo en que se había convertido había


J.K. Beck

causado estragos en sus captores.

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Serge había sacrificado su cordura, su alma, e incluso su vida para salvar a
muchísimos más, pero, ¿a la Alianza le había importado? Ni una maldita mierda.
No veían la razón o el resultado, sino que sólo veían la maldición, lo que podría

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causar con nada más sustancial que el menor roce de su piel contra otra piel.

Cerró los ojos, apretó los puños, y deseó tener el poder de retroceder en el
tiempo. Si lo hubiera hecho, no dudaría. Los habría tocado a todos y tomado sus
posibilidades con los monstruos viciosos que habría desatado. Por haber hecho eso
era por lo que ahora la ejecutarían. Los hubiera convertido a todos, torturado a
todos, y, maldita sea, lucharía para vivir.

No se merecía esto.

Las lágrimas pincharon sus ojos, derramándose a lo largo de sus pestañas, y trató
de levantar la mano para borrarlas, y luego se sacudió el miedo y la furia, cuando
su brazo no se movió. ¡Ni siquiera podía secarse sus propias malditas lágrimas!
Querido Dios, no había pedido esto. No lo quería, se iría si pudiera. Entonces,
¿cómo era justo que muriera esta noche, cuando había pasado toda su vida aparte y
sola, protegiendo a todo el mundo de lo que era?

¡Basta! ¡Deja de pensar!

Casi deseó que los guardias se dieran prisa y vinieran. En ese momento,
encerrada en la pequeña celda de hormigón, no tenía más compañía que sus
pensamientos. Y esos pensamientos la estaban atormentando.

— ¡Prisionera!

Un temblor le recorrió la espalda, y tiró de nuevo de su deseo de antes. No


estaba lista, no en absoluto.

— ¡Prisionera!
J.K. Beck —

—Sí —Su voz era baja, pero le dio un poco de orgullo por el hecho de que no le
tembló.

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—Ya es la hora.

—¿Qué ha pasado con mi hermano? ¿Con mi abogado? ¿Puedo verlos? —¿No


tenían los condenados derecho a decirle adiós a sus familias? ¿De hablar por última

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vez con su representante legal?

—La petición de visitas a tu hermano fue negada.

—Oh —Cerró los ojos, no del todo capaz de creer que no tendría la oportunidad
de decirle adiós a Kiril, que nunca más podría sostener su mano, cuando una luna
azul llenara el cielo, o leer uno de sus cuentos, o acosarlo acerca de levantar su
torbellino dentro de la casa. Su pecho se oprimió. Había demasiadas cosas que
quedaban pendientes. Demasiadas cosas que aún quería decir. Ahora nunca sería
capaz de hacerlo.

Tragó, obligando a los pensamientos de su hermano a salir de su mente.

—¿Qué pasa con Montegue? —Preguntó, refiriéndose a Nicholas Montegue, el


abogado vampiro que la había representado durante el proceso. Después del
veredicto y de la sentencia, había presentado una apelación ante la Alianza,
específicamente frente a Tiberius, el gobernador de la Alianza de Las Sombras en el
territorio de los Ángeles.

Petra aún no había escuchado el resultado, pero Nicholas había sido


esperanzador. Tiberius, había dicho, le debía una.

—La apelación fue rechazada —Dijo la voz—. El Tribunal ha ordenado que la


ejecución proceda con la debida celeridad. Y Montegue no presentó ninguna
solicitud para visitarte o estar presente en la ejecución.

Ella trató de tomar aliento mientras las paredes de la celda ya pequeña parecían
aún acercarse más a ella mientras procesaba lo que la voz decía. Nicholas había

luchado por ella, habían pasado horas investigando siglos de la redactada ley de las
J.K. Beck

Sombras y después haciendo de breve resumen, con su intensidad y determinación


tan densa que en realidad se había atrevido a tener esperanza.

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Había sido su valor durante las semanas previas a la audiencia, y ella había
confiado en su fuerza tranquila y en su fuerte reputación. Era Nicholas Montegue,
después de todo, el abogado que representaba los intereses de todos los vampiros en

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nombre de la Alianza. Quién tenía una mano en los asuntos del mismo Tiberius.

Si alguien podía verla a salvo de ese lío, era Nicholas. Y cada día, había
anticipado su visita, con impaciencia trabajando junto a él, estudiando
minuciosamente los casos que había copiado y los estatutos que había desenterrado
de las jurisdicciones lejanas, tan desesperadamente agradecida de que él le hubiera
dado el don de la esperanza.

Pero esa esperanza había muerto con la sentencia, y ahora ¿Ni siquiera podía
enfrentarla?

Cuán completamente patético.

— ¡Prisionera! —La voz aguda la trajo de vuelta al presente, a la pequeña celda


y a la realidad frente a ella—. ¿Acepta de buen grado su destino?

— ¡No! —La palabra pareció brotar de su boca sin ningún tipo de previsión.

No hubo más que silencio en torno a ella, y tuvo un poquito de satisfacción por
haber estropeado al parecer, su formalidad, aunque sólo fuera un poco.

—Puede proceder —Dijo la voz, sólo que esta vez, no estaba hablando con ella.
En unos momentos, el aire en la celda se puso más denso, como si estuviera
presionando su cabeza, y después de unos segundos de eso, el aire pareció estar
haciendo perforaciones en ella. Quiso alcanzar y abrazar su cráneo con sus manos,
quiso presionar sus manos con fuerza contra su cráneo y mantener la cabeza junta
antes de que explotara, pero sus hombros se habían atascado en las paredes de
cemento y no hubo movimiento, sólo pudo gritar, gritar y gritar.

Algo se arrastra.
J.K. Beck

Algo mirando.

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Algo se mueve como un gusano por tu mente. Hundiéndose, arremolinándose y girando.
Buscando.

Buscando...

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Dolía. Oh, Dios mío, dolía, y mientras el dolor se extendía por su cuerpo,
mientras la bilis subía a su garganta, y su pecho se hinchaba en una mordaza llena
de ácido, ella se dio cuenta de lo que era. Un contador de la Verdad, una criatura
rara en el mundo de las Sombras. A pesar de que había pasado años hurgando en
las Sombras tratando de encontrar la verdad para sus clientes, ni una sola vez había
conocido a nadie que hubiera experimentado la fusión mental de un contador de la
Verdad. Era horrible, y cuanto más hurgaba la criatura, peor se sentía.

¿Qué diablos estaban buscando?

Las garras del Contador rasparon los puntos oscuros de su mente, hojeando
recuerdos olvidados, provocando olores perdidos y temores y alegrías pequeños,
junto con el dolor crudo, rojo de la búsqueda.

Y luego, tan rápido como había entrado, el intruso se retiró. Su cabeza se sentía
extraña, como si hubiera algodón en su interior, y tuvo que luchar para no hundirse
en ello y en su lugar de escuchar las voces bajas afuera de su pequeña prisión de
cemento.

—Limpia —Anunció la voz de barítono—. No hay complots. No hay planes


para escapar. No llevará ningún secreto a la tumba. Su mente está preparada para
morir.

No, ella quiso gritar. No, no lo estoy. Su mente no estaba más preparada que ella.
Pero no importaba. No les importaba.

No se trataba de ella, se trataba de la ceremonia.


J.K. Beck —

Se trataba de la consecuencia.

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Con un sobresalto, la celda de cemento en la que estaba encerrada con llave
comenzó a subir. Fue levantada a la cámara de ejecución. Eso era todo. Se acabó el
tiempo. Arrivederci, au revoir, y auld lang syne.1

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Petra intentó tragar, pero tenía la garganta muy áspera. No podía hacer nada
más.

Lo único que podía hacer era morir.

J.K. Beck —

1
Auld Lang Syne es una canción patrimonial escocesa cuya letra consiste en un poema escrito en
1788 por Robert Burns, uno de los poetas escoceses más populares. Se suele utilizar en momentos solemnes,
como aquellos en que alguien se despide, se inicia o acaba un viaje largo en el tiempo, un funeral, etc. En
escocés significa literalmente “hace mucho tiempo”. (Bendita Wikipedia)

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Capítulo Dos

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La pequeña celda se levantó del suelo, luego se detuvo con una sacudida
repentina, afectando Petra y haciendo que su pulso aumentara de nuevo, con su
cuerpo preparado para el vuelo a pesar de que no había a dónde huir. Sin previo
aviso, las paredes frontales y laterales de su pequeña celda cayeron, estrellándose
contra el suelo con un ruido sordo que resonó a través de la pequeña cámara.
Estaba en el escenario de un teatro muy pequeño, con la espalda aún atada al
bloque de hormigón de pie, en exhibición para los tres miembros del Tribunal que
estaban sentados en las sillas de felpa y la miraban, con rostro impasible.

Había sido testigo de las ejecuciones en el teatro de la Coalición de Aplicación


Sobrenatural2 antes, pero siempre habían sido a raíz de una condena penal y se
llevaban a cabo en un cuarto cavernoso con decenas y decenas de testigos. Su
finalización podía tener lugar dentro de las paredes de la PEC, pero esta era una
ejecución de la Alianza, no el castigo dictado por un delito.

No estaba siendo ejecutada por lo que le había hecho al vampiro, sino porque
tenían miedo de lo que ella pudiera hacer en el futuro. Los asustaba, e iban a
matarla.

Se obligó a levantar la barbilla alta. Era la vergüenza de ellos y no sus acciones,


lo que la haría morir en esa pequeña y sucia habitación, con la vergüenza de saber
que lo que hacían era injusto. Vil. Y mientras los miraba a los tres, esperaba que su
expresión telegrafiara lo que ella no tenía las agallas para expresar: Que se jodan
todos.

Reconoció a tres, por supuesto. Dirque, Trylag, y Narid. Un genio, un para-


demonio, y un espectro, y los tres miembros de la Alianza.
J.K. Beck —

2
En el original: “Preternatural Enforcement Coalition”, a partir de ahora, abreviado como PEC.

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Los había visto todos los días durante la farsa que habían llamado audiencia.
Los había odiado durante el juicio, y no se sentía más caritativa con ellos ahora.
Eran las últimas personas que quería que la vieran morir. Quería a Kiril. Infiernos,

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quería a Nicholas. Sin embargo, el guardia había estado en lo cierto, ni su hermano
ni su propio abogado estarían con ella al final. Había sido aislada durante toda su
vida, y había aprendido a aceptarlo. Esto, sin embargo... esto golpeaba su corazón.

Una puerta en el centro de la pared del fondo se abrió, y como el teatro sólo
tenía dos filas de asientos, fácilmente pudo ver el rostro de la persona que entro. O
podría haberlo visto, si no hubiera estado cubierto de la cabeza al dedo negro del
pie, envuelto como ella lo estaba. Ella, a quienes ellos habían cubierto, para que ni
una caricia accidental en contra de su piel pudiera causar ningún daño. Él no estaba
cubierto por seguridad, sino por anonimato.

El verdugo.

Dirque, en su calidad de alto examinador, estaba de pie, un taciturno genio que


gobernaba los territorios con mano de hierro. El verdugo levantó un arco, y luego
puso una flecha en él. Petra trató de respirar y se dio cuenta de que no podía.

— ¡Petra Lang! —El verdugo la llamó en voz baja y áspera que parecía casi
familiar—. Este Tribunal ha determinado que eres una entidad peligrosa y serás
sujeta a la terminación de conformidad con el Quinto Pacto Internacional de la ley
común del mundo de las Sombras. Le pregunto al alto examinador, ¿es correcto?

Los ojos de Dirque brillaron de color amarillo en la habitación con poca luz, y su
boca se extendió en una leve sonrisa, con aire satisfecho.

—El castigo es justo y bueno.

—Petra Lang, ¿tienes algunas últimas palabras?


J.K. Beck —

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¿Ella? Quería hablar y hablar. Balbucear su camino de regreso a la vida. Pero no
lo hizo. ¿Cuál era el punto? Toda la charla en el mundo no cambiaría nada, y al
final, estaría seis pies3 bajo tierra.

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—Entonces procedamos.

En la audiencia, el alto examinador regresó a su asiento. En el fondo de la sala,


el verdugo colocó en el arco, la punta de una flecha dirigida directamente a su
corazón. Poco a poco, tiró de la cuerda de nuevo. Frente a ella, ni un espectador se
movió. Nadie en la habitación ni siquiera respiraba.

No cierres los ojos. No cierres los ojos.

No quería darle la satisfacción de saber que estaba asustada. Pero lo estaba...


Estaba tan malditamente asustada...

Cerró los ojos.

El siseó del arco mientras la flecha volaba llenó el pequeño teatro, y Petra se
encogió, deseando poder levantar los brazos encima de su corazón antes de que la
flecha diera en el blanco.

No le dio.

Su mente estaba trabajando tan duro para entender esa anomalía que por un
momento no registró los gritos de agonía y de incredulidad.

Confundida, y todavía muy viva, abrió los ojos, y luego añadió sus propios gritos
a la cacofonía, mientras los ojos le quemaban por el humo azul verdoso que ahora
llenaban la sala, con sus pulmones uniéndose a la agonía tan pronto como se dio
cuenta de que el aire estaba envenenado. Una vez más, trató de mover sus manos, y
una vez más fracasó.

Cerró los ojos con fuerza, la única cosa que podía hacer, atada como estaba. Sin
J.K. Beck

embargo, la oscuridad no le dio respiro al dolor, y no pudo soportar no saber lo que


3
Casi 2 metros.

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estaba sucediendo. No entender por qué el caos había entrado en erupción o, más
importante, por qué todavía estaba viva.

Cautelosamente, se asomó a través de sus párpados entrecerrados, tensando su

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cuerpo mientras la niebla le quemaba los ojos por lo que tuvo que luchar para no
cerrarlos de nuevo.

Alguien saltó delante de ella, el verdugo. Tenía los ojos abiertos tras unas gafas de
plástico, y se apretó contra ella, tan cerca como un amante, con su cuerpo
exigiendo su cooperación a pesar de que no estaba en condiciones de hacer nada
más. El arco aún colgaba de su hombro, y ahora lo levantó y lo volvió a cargar.
Pero no estuvo destinada al alto examinador, quien salió corriendo a ciegas hacia el
escenario, con el rostro cubierto de pústulas de color amarillo, con los ojos rojos e
hinchados, y sus manos brillando con el fuego azul infame de los genios.

En cambio, el verdugo disparó su flecha hacia un lado. Ella volvió la cabeza,


llena de lágrimas, y lo último que vio antes de que sus ojos se hincharan fue a la
flecha golpeando un panel de control de metal en la pared del fondo del pequeño
teatro.

Inmediatamente, la plataforma de cemento en la que estaba de pie comenzó a


descender, arrastrándola y al verdugo de vuelta a las entrañas del edificio. El
corazón le latía en el pecho y se permitió el más mínimo temblor de esperanza. Este
era un rescate.

— ¿Kiril? —Susurró, pero incluso mientras hablaba, sabía que no era su


hermano. Las figuras eran muy diferentes. Kiril era mucho más alto que ella, con
su altura haciéndolo parecer un gigante en comparación con el hombre que la
sujetaba ahora, con su cuerpo firme encajando perfectamente en su contra durante
su rápido descenso.

Y mientras que Kiril olía a incienso, a humo y a encanto místico, el olor de ese
J.K. Beck

hombre parecía casi europeo. La nicotina y el perfume de hombre, con el aroma


haciéndola pensar en Londres o Roma, que era ridículo, ya que nunca había estado

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en ninguna de esas ciudades. Pero había algo tan de viejo mundo y sofisticado
acerca de la forma en que el hombre olía. Algo familiar, también, y la esperanza
revoloteó en su interior.

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La placa se sacudió deteniéndose, y oyó raspar encima de ellos y asumió que
tenía que ser el personal de ejecución tratando de abrirle la compuerta. En
cualquier momento, los guardias entrarían por la única puerta por donde había
entrado cuando el guardián había llevado a Petra a su pequeña celda de ejecución.
Había visto la habitación entonces, y ahora trataba de abrir los ojos y ver de nuevo,
pero no servía de nada. Estaban cerrados por la hinchazón, con sus párpados
pegados con una mezcla de pus y lágrimas.

Podía oír suficientemente bien sin embargo, y casi tan rápido como el
pensamiento había entrado en su cabeza, oyó el motor de la puerta comenzar a
girar. Al mismo tiempo, los brazos del hombre se apretaron alrededor de ella. Se
estremeció de forma automática, luego se relajó al recordar. Ambos estaban
completamente vestidos, con cada centímetro de piel cubierta de negro.

No habría ningún contacto físico.

A pesar de que ella suspiró de alivio, él se apartó con una maldición fuerte.

— ¿Qué sucede?
—Las malditas bandas de hematita.

Ella quiso jadear, pero no pudo. ¿Cómo podría, cuando su garganta era tan
áspera, y su mente estaba llena de confusión y asombro?
Debido a que no había ninguna duda acerca de la voz ahora.

Nicholas Montegue.

Había venido por ella después de todo.


J.K. Beck —

Hematita. ¿Por qué en nombre de todos los santos los guardias la habían atado
con hematita?

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El Club de las Excomulgadas
La pregunta era académica, y Nick no tenía tiempo para reflexionar. Había
tomado la precaución de asegurar el código de bloqueo de la puerta del área de
preparación cambiándolo tan pronto como la celda de Petra había ascendido, pero

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algo tan básico como una cerradura no mantendría fuera a los guardias por mucho
tiempo. El área de preparación de ese teatro en particular de ejecución era uno de
los pocos lugares en la División de 6 del complejo de la PEC que no tenían barrera
de hematita, el vil mineral que impedía que un vampiro se transformara en niebla.

Ese había sido su plan, por supuesto. Llevar a Petra de regreso a la zona de
preparación, agarrarla, y transformarlos a los dos en niebla, un estado casi
invulnerable para un vampiro.

Su contacto había olvidado mencionar que los guardias habían unido las manos
de Petra con hematita. Y Nick, maldita sea, no había pensado en preguntar. Ella no
era un vampiro, así que, ¿cuál era el punto?

¿Lo habrían previsto? ¿Habrían creído que él podría tratar de rescatar a la chica?

Era una posibilidad que no podía ignorar, porque significaría que la fuga que
había pensado en que sería razonablemente sencilla se había transformado en un
campo minado de problemas.

—Cambio de planes —Dijo, y a pesar del dolor en rápido aumento que tenía que
tener en sus ojos, Petra sonrió.

—Ni siquiera sabía que había un plan.

Él contuvo una sonrisa mientras se movía alrededor de la losa, agradecido de


que no estuviera huyendo de miedo, de que no luchara contra él, o hiciera
cualquier cosa que frenara la fuga. Detrás de ella, ahora, presionó el pestillo para
liberar la correa que la sujetaba por la cintura al cemento y fijaba sus brazos a los
costados.
J.K. Beck —

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—No puedo hacer nada con tus manos—Metió la mano por su brazo para
levantarla, y luego hizo una mueca cuando ella se puso rígida con su toque —. Hay
dos capas de tejido cerrado entre nosotros. Estoy seguro.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— Lo siento, no estoy acostumbrada a…

—Lo sé. Vamos —Le agarró el brazo con más fuerza, y esta vez ella no se
resistió, aunque lo hizo tropezar.

—Podría correr mucho más rápido si no me hubieras cegado. ¿Qué diablos


hiciste, de todos modos?

Él no contestó, sino que metió la mano en una de las bolsas que había anudado a
su cintura. No quería gastar tiempo, pero ella tenía razón. Si no podía moverse
rápido, sería una carga.

Oyó voces y raspones al otro lado de la puerta. Estaban tratando de abrirse paso.
No tendrían éxito, pero alguien tenía que haber hablado por radio a la Sección de
Seguridad para el código de anulación. Su artefacto lo había enterrado, pero no
había podido borrarlo completamente. Entrarían por la puerta pronto. Y aunque no
lo hicieran, esa era la dirección por la que él y Petra irían también. Su prevista
salida sería inútil si no podía transformarse en niebla.

Sacó un frasco pequeño de la bolsa, y ahora lo abrió, revelando un nocivo olor,


una crema de color bilis.

—Toma un poco —Dijo él empujándola bajo su mano para que ella no tuviera
más remedio que sacar un poco de crema en sus dedos cubiertos de tela—.
Frótatelo por todo sus ojos. Aquí está —Un trabajo poco elegante, pero ella tenía
aún las muñecas atadas—. Se necesita un momento, pero te recuperarás pronto.
Mientras tanto, quédate cerca. Y trágate esto —Añadió, alcanzando la misma
bolsa, y sacando una pequeña píldora que presionó en su mano—. Estamos a punto

de hacerlo todo de nuevo.


J.K. Beck

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— ¿Qué? —El pánico ató su voz, pero él no tuvo tiempo de explicarle. En su
lugar, metió la mano en otra bolsa, sacó la segunda Du Yan Yao Qiu que había
creado, y la agarró con una mano.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Se había puesto en marcha con la primera con la flecha en el teatro de arriba,
liberando un veneno temporal. Éste iba a lanzarlo hacia los guardias, los mismos
guardias que estaban trepando por la puerta ahora abierta. Esperó, con una mano
apretada en la chica, con la otra sosteniendo el frasco del veneno listo para
explotar, no era un arma del mundo de las Sombras, sino de la antigua China. Con
algunas de sus propias modificaciones, por supuesto.

—Tómate la maldita cosa —Dijo él notando que ella estaba allí, sosteniendo la
píldora, con sus muñecas aún unidas y con expresión dudosa—. Estoy tratando de
sacarte como el infierno de aquí, no de matarte.

—Buen punto —Levantó la píldora a sus labios, mientras los guardias entraban.
Dos ráfagas atravesaron primero, con un disparo de un dardo tranquilizante
pasando zumbando a sólo unos centímetros de la oreja de Petra.

Ella gritó, y luego cayó al suelo, persiguiendo la píldora que había rodado lejos,
desapareciendo por una de las rejas a través de la cual los restos de cenizas de los
ejecutados eran llevados para la transformación, las rejillas a través de las cuales él
había pretendido escapar con Petra como niebla.

— ¡Maldita sea!

Mentalmente, él se hizo eco de su grito, pero no había nada que pudiera hacer
ahora. Más guardias había entrado, siete en total antes de que el diluvio se
detuviera y todos estuvieran en la sala, un contingente fuertemente armado de
criaturas, todas cubiertas de pies a cabeza con ropa de equipo de ataque, con los
ojos detrás de gafas de seguridad, con su piel a salvo detrás de tela, y armas de

fuego cargadas de tranquilizantes en sus manos.


J.K. Beck

Nick se movió hacia los lados antes de que los guardias dispararan, cayendo al
suelo junto a Petra, al mismo tiempo dejando volar la esfera. Esta se estrelló en el

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El Club de las Excomulgadas
suelo, las pequeñas cámaras que dentro habían estado manteniendo los
componentes del veneno por separado, rompiéndose con el impacto, y la magia de
la química interviniendo para ayudar a su escape.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La habitación se llenó de gas nocivo, pero ese veneno no atacaba la piel. En su
lugar, se formó una espesa niebla que hacía imposible ver incluso con una mano
estirada al frente de un rostro. Más importante aún, al inhalarlo, el veneno absorbía
la energía de la víctima.

Por desgracia, ya que el antídoto que había tratado de que ella se tragara había
bajado por los respiraderos del piso, Petra sucumbió al veneno también, con sus
gemidos indicando lo duro que la mezcla había golpeado su constitución humana.

Nick no podía ver a los guardias, pero se oía su desaceleración, dando tumbos.
Todos excepto uno, y eso debido a que seguía de pie, Nick sabía que debía ser un
vampiro. Igual que Nick, el guardia vampiro podía respirar, pero no tenía que
hacerlo, y al parecer había dejado de hacerlo al primer indicio de veneno,
negándose a inhalar el debilitante humo. Ese guardia solo se mantenía siendo un
peligro, y las probabilidades de uno a uno estaban perfectamente bien con Nick,
incluso con el equipaje que estaba transportando en forma de la chica letárgica.

Moviéndose tan silenciosamente como le fue posible, levantó a Petra, entonces


se dirigió a la puerta... y golpeó directo el cuerpo duro del guardia vampiro que,
dándole crédito a la comunidad vampiro, se había movido con prudencia a esa
exacta ubicación.

La reacción del vampiro fue inmediata: un golpe a la garganta de Nick que lo


dejó sin aliento, y en reflejo, inhalando el maldito veneno.

No importaba.

Nick había diseñado él mismo el veneno, así como el antídoto, y había tomado

una dosis antes de entrar a la instalación. Tosió, con los gases nocivos quemando
J.K. Beck

sus pulmones, pero su fuerza no estaba minada.

21
El Club de las Excomulgadas
El vampiro, sin embargo, no sabía eso, y con un riesgo calculado, Nick dio un
grito largo y crudo de frustración, y luego cayó de rodillas, como si los músculos de
sus piernas de repente fueran incapaces de soportarlo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Al caer, el vampiro arrancó a Petra de sus manos, y Nick hurgó entre los
bolsillos y en las bolsas en la cintura por su arma. No quería matar al vampiro, no
quería matar a un guardia de la PEC añadiéndolo a su lista de crímenes, pero haría
lo necesario para salir de ese lío, y con la chica.

Con una estaca en la mano, reunió su fuerza, entonces se abalanzó hacia el


vampiro, dándose cuenta de repente que podía ver con claridad al guardia.

Las rejillas de ventilación.

Alguien de la Sección de Seguridad había abierto los respiraderos del piso, y el


veneno se estaba escapando de la sala con una rapidez increíble, sustituido por el
aire limpio que llenaba los pulmones de los guardias letárgicos, con su fuerza de
regreso.

Maldita sea, maldita sea, maldita sea el infierno.

Estaba rodeado, y la chica, la razón que lo había llevado a esa absurda misión,
sostenida firme por el vampiro.

Él podía escapar, podría convertirse en niebla y escapar de la manera en que


había planeado todo el tiempo. A partir de ese momento, su identidad todavía
estaría oculta detrás de la cubierta de cuerpo que llevaba. Y teniendo en cuenta el
miasma de olores químicos en el aire, dudaba que alguno de los guardias, incluso se
diera cuenta de que era un vampiro.

Pero no podía irse sin la chica. La seguridad alrededor de ella se reforzaría, y


sería ejecutada casi de inmediato. Así era. Ahora o nunca.
J.K. Beck —

La respuesta tenía que ser ahora. Pero ahora era imposible.

No había contado con las cámaras de seguridad. Ni con los respiraderos.

22
El Club de las Excomulgadas
Del mismo modo que no había contado con la maldita hematita.

Frente a él, los seis guardias estaban moviendo brazos y piernas. Pronto se
levantarían de nuevo para la batalla.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Ríndete —Dijo el vampiro—. No hay lugar a donde ir.

Él se quedó quieto, con los ojos en Petra.

Sólo tenía una opción, y tomarla pondría en riesgo a sus amigos.

Vaciló un instante, y luego metió la mano en el bolsillo y presionó un botón en


su teléfono.

J.K. Beck —

23
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Tres

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—El problema es que no tenemos ningún testigo que ponga a nuestro hombre en
la segunda escena del crimen —Dijo J'ared, flotando a unos cuantos centímetros
encima de la silla de huéspedes en la oficina de Sara—. Nuestras entrañas dicen que
es él, pero a menos que los investigadores nos lleven a un poco de tierra sólida,
tendremos que cargarle sólo con el primer asesinato, y realmente eso apesta a
huevos de dragón.

Detrás del escritorio, la fiscal de la División 6 de la PEC, Sara Constantine


Dragos se paseaba, con los ojos en el escritorio, pero su mente en la ejecución.
Miró rápidamente la pantalla de su computadora, esperando ver el flash de la
notificación que la Sección de Seguridad enviaba después de cada terminación con
éxito.

No había flash, sólo un resumen en el que ella estaba trabajando en relación con
la investigación del homicidio actual.

Se inclinó hacia su teclado, con sus dedos cerniéndose por un momento. No


había realmente ninguna razón para dudar. Como fiscal de la PEC, tenía perfecto
derecho a ver cualquier ejecución, ya fuera en persona o por el monitor.

Sin embargo... para esta ejecución, había pensado que era mejor mantenerse a
distancia.

No sabía a ciencia cierta que Nick fuera a intentar algo. Pero eso era sólo porque
su marido, Luke, ocultaría a Nick, si el abogado ponía en riesgo su trabajo,
diciéndole algo que ella estaría obligada a informar a sus superiores.

Y un plan para interrumpir la ejecución ordenada por la Alianza y huir con la


condenada definitivamente caía en la lista de cosas que sus jefes querrían saber.
J.K. Beck

Dio unos golpecitos con un dedo suavemente sobre el teclado, considerándolo.


No estaba preocupada por que Luke estuviera ayudando a Nick. Él no había

24
El Club de las Excomulgadas
renunciado a sus viejas costumbres, pero nunca haría nada que pudiera dañarla.
Acerca de eso, estaba absolutamente segura.

Para ser honesta, una pequeña parte de ella realmente deseaba que estuviera

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


implicado. Entre Nick y Luke, podían diseñar un plan infalible y conseguir a la
chica sin ningún tipo de riesgo para Sara en absoluto.

Era difícil creer que en realidad estuviera fantaseando con una fuga de la prisión.
Ella, la mujer que había sido destetada en el sistema judicial. Pero eso no era la
justicia en acción, y el Tribunal de la Alianza había sido un espectáculo sin
sustancia, no un tribunal en el que los hechos se aplicaran a la ley. La idea de que la
Alianza pudiera ejecutar a alguien simplemente por ser una amenaza le hacía
pensar en las novelas horribles que había devorado en la escuela secundaria. No en
la realidad.

Pero hacía meses que su realidad había cambiado dramáticamente, y estaba


acostumbrada a eso.

—... y cuando bailemos desnudos alrededor de la sala del tribunal, el juez ni


siquiera se dará cuenta de que todos nuestros argumentos legales son una mierda.

Sara levantó la cabeza y entrecerró los ojos hacia el poltergeist.

— ¿Qué?

—Oh, entonces estás escuchando.

Trató de pasar los dedos por su pelo, dándose cuenta de que estaba recogido en
una apretada cola de caballo, y metió la mano en el bolsillo.

—Lo siento. Estaba distraída.

Sus hombros se movieron, y la luz espectral que creaba su forma brilló un poco

alrededor de los bordes.


J.K. Beck

—La ejecución. ¿Quieres dejarlo para mañana?

25
El Club de las Excomulgadas
Ella sacudió la cabeza con fuerza y obligó a su atención a J'ared.

—No, no, estoy bien —Mientras hablaba, sonó su teléfono móvil. Lo tomó de su
escritorio, comprobando el identificador de llamadas, y se obligó a permanecer con

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


una suave expresión, porque era el nombre de Nick intermitente en la diminuta
pantalla de su teléfono.

Presa del pánico, se movió detrás de su escritorio, esperando parecer casual,


entonces abrió la cubierta del teléfono.

Antes de responder, cubrió el micrófono y pronunció:

—Emily —En referencia a su mejor amiga desde sus días como humana en la
Oficina del Fiscal del Distrito. Estaba a punto de preguntar, a Emily, lo que
necesitaba, cuando oyó el sonido saliendo del auricular del teléfono, una voz baja y
amenazante diciéndole a alguien que “quita tus manos de ese maldito cinturón o te
dejaremos aquí”.

Se quedó en silencio, con su corazón latiendo tan fuerte que estaba segura de que
J'ared lo oiría, luego de forma casual pulsó el botón de silencio en su teléfono,
temerosa de que el guardia de seguridad que estaba amenazando a Nick oyera algo
si J'ared hablaba.

Echando a un lado sus vacilaciones, conectó el sistema de seguridad y miró la


imagen del teatro de ejecución. Vacío. Frunció el ceño, encendió todas las cámaras
activas, aspirando aire cuando vio la fuente de transmisión de la sala de
preparación de la escena de la ejecución.

Petra era sostenida por un corpulento guardia de seguridad. Por el teléfono, lo


oyó hablar con Nick, diciéndole que se quitara el cinturón y tirara todas sus armas.
Nick, se dio cuenta, era la forma vestida de negro en el centro de la sala, ahora
rodeada por un grupo de guardias que se estaban levantando del suelo, claramente

inestables sobre sus pies. Incluso en el monitor, pudo ver lo tenso que estaba, con
J.K. Beck

sus músculos preparados para volar.

26
El Club de las Excomulgadas
Así que, ¿por qué no golpeaba al guardia, tomaba a la chica, y se iba? En ese
momento, parecía muy bien valer la pena el riesgo.

La pregunta se había formado casi en su mente cuando sus ojos se posaron en

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra y se dio cuenta de cuál era el problema de Nick: la hematita.

Se estremeció un poco, recordando la sensación de ser sostenida por los brazos


de un vampiro y descomponerse en partículas de niebla. El vampiro la había
abrazado cerca, y se habían transformado juntos. Pero si hubiera estado usando
hematita...

—Espera, Em —Dijo en el teléfono en silencio, esperando que su voz sonara al


menos la mitad de normal—. Recuerdo dónde guardé ese número de teléfono.

Frente a ella, J'ared se levantó de la silla de invitados y comenzó a hacer


perezosos bucles en el aire, obviamente, aburrido. En la terminal, Sara se detuvo en
el Plan de Ejecución que había registrado por la mañana. Si el Tribunal había
ordenado esposas de hematita, no había nada que pudiera hacer, tendrían que ser
retiradas de la terminal en la oficina de seguridad, y por alguien con la autorización
de la Alianza.

Pero si uno de los guardias había tomado la decisión por sí mismo...

Se movió por las páginas, por fin encontrando el número de serie de las esposas,
y la entrada por el Oficial de Transporte Taaj Miran, que había justificado las
esposas, ya que, su toque era transformador, y las esposas garantizaban una medida
adicional de seguridad.

Copió el número de serie, después inició la sesión en el programa de recursos.


Todos los fiscales tenían acceso a las restricciones que podían ser utilizadas durante
las entrevistas y sobre el terreno. Colocarles ataduras a sospechosos potencialmente
peligrosos, quitárselas a los que potencialmente cooperarían como muestra de

buena fe. Todo era parte del juego.


J.K. Beck

27
El Club de las Excomulgadas
Este no era un juego, sin embargo. Esta era su carrera. Pero lo más importante,
se trataba de Nick, de un amigo, y de uno de los mejores amigos de Luke. Y de
Petra, quien tenía el control y su respeto por la maldición a la que estaba unida, y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


sin embargo, había sido injustamente condenada por delitos que no se habían
cometido todavía.

Había habido una vez, en que Sara había creído en blanco y negro, pero cada
vez más estaba viendo el mundo en tonos de gris. Y antes de que pudiera hablar de
eso, empezó a buscar en la base de datos por el código de liberación de las esposas
específicas de Petra.

Era todo lo que tenía la capacidad de hacer.

Esperaba que fuera suficiente. Por lo demás, esperaba que pudiera hacerlo a
tiempo.

Ella todavía iba a morir.

Por un breve momento, fugaz, glorioso, Petra había creído que su caballero
había llegado, no en un caballo blanco, sino con un traje negro, que no le
importaba en absoluto ya que no estaba dispuesta a ser exigente con su rescate.

Este rescate, sin embargo, habían fracasado, y aunque quería desesperadamente


culpar a Nicholas, lanzar maldiciones contra él y gritarle que era un idiota por tirar
sus esperanzas y exigirle encontrar una manera de arreglar lo que fuera el infierno
que estuviera mal con el plan, ni siquiera podía evocar la energía de su cerebro lo
suficiente como para hacer eso.

Su mente estaba confundida por el veneno, y sus músculos no eran lo


suficientemente fuertes como para sostenerla, y todo su apoyo provenía del

vampiro que la agarraba con un firme control sobre su brazo mientras hablaba en
J.K. Beck

voz alta, respondiéndole a alguna persona de seguridad que debía estar hablando
por su auricular.

28
El Club de las Excomulgadas
Detrás de ellos, la puerta se cerró de nuevo deslizándose, atrapándola a ella y a
Nicholas en la habitación con los guardias. El vampiro había pedido refuerzos, y
pronto ella sería regresada a la caja del ataúd, probablemente llevada de nuevo al

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


escenario, y posiblemente siendo ejecutada en ese mismo momento.

Esos eran sus últimos instantes, había estado tan cerca de la libertad que podía
probarla, sin embargo, no podía hacer una maldita cosa sola.

Alrededor de Nicholas, los guardias se estaban levantando de nuevo. Al parecer,


las criaturas sobrenaturales se recuperaban más rápido del veneno que los
humanos, porque no había manera de que ella hiciera otra cosa que quedarse ahí
como un maldito fideo inútil.

Su propio rescate, y no podía ni siquiera levantar un dedo. Siendo una maldita


vasija de barro total.

¿Mágica?

Trató de pensar en el algodón en su cabeza. La magia era difícil para ella, muy
difícil, pero tenía que intentarlo. Tenía que hacer algo. Una sobrecarga eléctrica.
Una bola de fuego. Una especie de distracción que le diera a Nicholas un momento
para llegar a ella. Lo que él hiciera después en una habitación cerrada con siete
guardias, no lo sabía, pero al menos habría hecho algo. Por lo menos, los habría
puesto de nuevo donde estaban antes de que todo se hubiera ido al infierno.

Entrecerrando los ojos, todavía sensibles, trató de enfocar su energía. Kiril se


había negado a enseñarle, insistiendo en que la maldición podía interferir, y sin la
capacidad de controlar la magia era demasiado peligroso ejercerla.

Acerca de eso, probablemente tenía razón.

Por el momento, a ella realmente no le importaba.


J.K. Beck —

—Átenlo —Dijo su captor. Levantó la cabeza, olfateó el aire—. Grilletes de


Hematita.

29
El Club de las Excomulgadas
— ¿Es un vampiro? —Preguntó un guardia en cuclillas.

—No puedo decirlo. El traje enmascara su olor, como lo hace el veneno


persistente. Pero no correremos ningún riesgo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Mierda.

Los guardias comenzaron a avanzar sobre Nicholas, cinco de ellos


manteniéndolo rodeado, otro acercándose con las esposas.

—Luchas, y mueres.

—Lo tendré en consideración —Dijo Nicholas. Mantuvo una mano en su


bolsillo, obviamente aferrando algo. Sus ojos se quedaron en Petra, con una
expresión determinada. Deseaba que ella supiera lo que pasaba por su cabeza, pero
no lo hacía, y lo único que podía hacer era concentrarse en la magia y en la
esperanza, esperanza, en la esperanza de que si funcionaba él tomaría todas las
ventajas que le diera y correría con ella.

El guardia estaba casi a su lado, si iba a hacer algo, tendría que ser ahora.

Fuego. Elementos. Poderes de la tierra.

En su mente, se imaginó una columna de fuego, elevándose desde el suelo, con


las llamas separando al guardia de Nicholas.

En realidad, nada de eso sucedió. Estaba haciendo algo, sin embargo, porque
podía sentir la quemazón moviéndose a través de su cuerpo, un fuego lento, espeso,
que parecía casi tan lánguido como sus músculos reacios a colaborar, pero ahí. Y si
sólo pudiera centrarse, podría…

— ¡Bruja! —El vampiro gritó, golpeando, tirándola al suelo y luego llevándose


las manos al brazo. Ella se quedó sin aliento, confundida, aterrada, con una ráfaga

de emociones. Pero cuando vio su brazo, cuando vio que la tela se había quemado
J.K. Beck

finamente, por lo que casi, casi, se habían tocado carne con carne, fue cuando el

30
El Club de las Excomulgadas
terror se fijó, porque ese mismo brazo ya sostenía un cuchillo, y venía directo tras
ella, con el procedimiento yéndose al infierno.

— ¡No! —El grito provino de Nicholas, pero cuando ella instintivamente se

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


volvió a esa dirección, él ya no estaba allí, y antes de que su mente pudiera incluso
procesar el movimiento, una gruesa niebla se levantó entre ella y el guardia
vampiro, tomando forma y convirtiéndose en Nicholas, y su cuerpo cayó bajo el
filo destinado para ella.

Otro grito de protesta llenó la habitación, y se dio cuenta de que había salido de
ella. Sus muñecas podían estar atadas, pero en su mente, ella arremetía, golpeando
al guardia, rasgando el maldito traje, poniendo sus manos sobre él y tomando su
venganza para frustrar su huida.

No podía tocarlo, y sin embargo él se quedó lejos, y entre Nicholas y el guardia


vampiro, vio el resplandor del aire, como el calor desprendido por una carretera en
el desierto, y luego se echaron a bailar lenguas de fuego. Ella estaba haciendo eso. Lo
cuál era, francamente, no casi tan bueno como esperaba, porque a pesar de que la
pared de su pequeño y prolijo fuego podía mantener al guardia vampiro lejos, los
otros seis guardias estaban corriendo hacia ellos con redes de hematita, listos para
lanzarlas a través del calor. Listos para atrapar a Nicholas y tumbarlos a ambos al
suelo.

—Lo siento —Dijo Nicholas, y ella sólo pudo sacudir la cabeza. Había intentado
salvarla, y por eso, siempre estaría muy agradecida.

—No importa —Susurró. Sin pensarlo, alcanzó el cuchillo que él había sacado
de su pecho. Si iba a morir, iba a hacerlo en sus propios términos, y…

Se detuvo, con la mano casi en el cuchillo, con los ojos doloridos y abiertos a
medida que veía una expresión igualmente asombrada de Nicholas. Las esposas se

han soltado.
J.K. Beck

—Las esposas —Dijo ella, o lo intentó. No pudo pronunciar las palabras, porque
mientras habló, Nicholas saltó sobre ella. Instintivamente, se puso tensa cuando él

31
El Club de las Excomulgadas
la agarró, pero ella se abrazó apretada alrededor de su cintura aun mientras las
redes de hematita volaban por el aire hacia ellos.

Y en el espacio de un latido, ella se rompió, con su cuerpo y mente

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


disolviéndose. Sin tacto, sin vista, sin ser.

Petra Lang se había ido.

J.K. Beck —

32
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cuatro

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Existente ahora sólo como niebla y conciencia, Nick sintió más que oyó las
sirenas que sonaban, al anunciar el cierre total de la instalación. No importaba,
habían tenido éxito escapando de su obstáculo de la bóveda de piedra, y su plan era
seguir su marcha. Había hecho sus deberes y sabía cómo funcionaba el bloqueo
automático, cerrándose de un portazo las puertas, y las rejillas herméticamente.

Las mismas aberturas por las que ahora estaban corriendo mientras se dirigían a
la rejilla de escape que se abría en la Línea Roja de la terminal del metro de Los
Ángeles. Estaban, de hecho, casi allí ahora. No podía ver, los sentidos existían
como parte del cuerpo, y estaba operando sin carne, pero podía visionarlo.

Esa terminal de escape, un cuadrado de malla de treinta y cinco centímetros,


estaba diseñado para ser sellado con una cubierta de acero que se acomodaba en su
lugar tan pronto como el bloqueo era instituido. Nick no tenía ninguna duda de que
el sistema funcionaba según lo diseñado. Y eso era el por qué había entrado en el
edificio a través de ese mismo portal, luego se había transformado de niebla a carne
en el interior del estrecho túnel. Ahora, cuando la puerta de acero tratara de
sellarse, fallaría, con el mecanismo bloqueado por la inserción de una pequeña
barra de metal que dejaría un hueco de un centímetro aproximadamente, entre la
lámina metálica de ventilación y el sello perpendicular.

El centímetro era más que suficiente para deslizarse a través de ello como niebla.

Rápidamente, sin dudar, maniobró a través de los túneles, y... sí... a través del
pequeño espacio hasta que se alzó bajo las calles de Los Ángeles, compitiendo con
un tren de alta velocidad de la Línea Roja, y finalmente, gloriosamente, libre.

Lo habían logrado.
J.K. Beck —

Gracias a los dioses, y gracias a Sara, realmente lo habían logrado.

33
El Club de las Excomulgadas
Por supuesto, el equipo de seguridad registraría la infracción y enviarían a los
agentes a rectificarla. Pero ya no importaba. Se habían escapado del edificio, y los
guardias no los encontrarían. No esta noche. Esperaba que nunca.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Era una pena que rescatar a Petra hubiera sido la parte fácil. Ahora, el trabajo
comenzaba realmente.

Pero incluso el conocimiento de todo lo que tenía por delante no podía frenar su
espíritu. Dentro de su conciencia, sonrió. Infiernos, sonrió como un demonio, con
todo su ser abrumado por la euforia del momento, del rescate, de haber golpeado a
un sistema supuestamente inmejorable. De simplemente ganar. Y a pesar de que él
y Petra no eran socios, a pesar de que la había arrancado del piso de ejecución para
sus propios fines, quería que ella lo sintiera, también.

Petra.

Podía sentirla, entrelazada con él, con sus seres mezclados y juntos, una toma de
conciencia de su huida a través de él, que parecía casi erótica. Ella podía ser que no
tuviera conocimiento de cómo su conciencia estaba reaccionando, pero la reacción
estaba. Era extraño que una humana pudiera retener algún nivel de conciencia en la
niebla. Pero ella lo tenía. Podía sentirlo.

Emoción. Miedo.

No surgiendo de la dispersión de su cuerpo, sino más bien del hermanamiento


de sus dos seres. No era un toque, y sin embargo, era íntimo. Completo. Más
personal que el sexo, más erótico que un beso, y mientras su conciencia se movía a
través de él, sintió que el miedo se volvía comprensión, de que no había ningún
peligro allí. Ninguna carne en la cual la maldición pudiera remontar.

A medida que el miedo se disolvía, la melancolía se hacía cargo, un pozo oscuro


de tristeza que dirigía sus pensamientos grises y se deslizaba como aceite por los

girones de su ser. Eso era todo, él se dio cuenta. Eso era lo más cercano a la
J.K. Beck

intimidad como ella nunca había estado, con sus toques limitados y siempre,
siempre protegida por una barrera de tela muy firme.

34
El Club de las Excomulgadas
Anhelaba, por los dioses, podía sentir el anhelo pulsar por ella, tan agudo que
evocaba sus recuerdos de Lissa, la única mujer por quien su propia necesidad había
sido tan intensa que había rayado en el dolor. Ahora lo inundaban de nuevo, con

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


los recuerdos que había trabajado intensamente para hacer a un lado y que ahora
enviaban al deseo a correr por él. El deseo, y también el dolor de la pérdida.

Obligó a su mente a centrarse no en Lissa o en sí mismo, sino en la chica. Su


necesidad cortaba a través de él, tan desesperadamente deseando que la tocara,
deseando intimidad, y por un momento Nick sintió vergüenza por haber tomado
tan a menudo mujeres que voluntariamente se entregaron. Había estado tratando
de borrar los recuerdos de Lissa, por supuesto, pero ni una sola vez había que
considerado lo que era el regalo de sentir carne contra carne, calor contra calor.

Un destello de simpatía lo quemó, y lo empujó brutalmente lejos. Podría ser


comprensivo en su difícil situación, sí, pero no podía dejar que la emoción
gobernara o influyera en sus decisiones. No la había rescatado por bondad o por la
ira que sus argumentos cuidadosamente construidos legales le había negado. Había
realizado esta proeza por una sola razón, la necesitaba.

Ya fuera que precisara su conocimiento, su tacto, o su sangre, en el análisis final,


Petra era la clave, y Nick no descansaría hasta que deshicieran la maldición y
dejaran a Serge libre.

—Señor —Dijo el técnico en medicina, con voz temblorosa—. Señor, si pudiera


permanecer inmóvil, la medicina…

Dirque arremetió, la llama azul en aumento por la furia en sus dedos visible a
pesar del velo nebuloso que le cubría los ojos.

—Dame el maldito ungüento y yo mismo lo haré.

Podía sentir las dudas del técnico, mientras trataba de evitar las llamas que

bailaban entre los dedos de Dirque, y le tomó todo su control de retención no


J.K. Beck

arremeter contra el mocoso tembloroso. No porque el técnico se lo mereciera, sino

35
El Club de las Excomulgadas
porque los estribos de Dirque estaban corriendo tan alto que necesitaban una
simple liberación, catártica que seguiría al sonido de los gritos de un inocente.

No.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Esa era una misión, no una venganza, y era demasiado inteligente para caer en
la emoción. Demasiado astuto para caer en el miedo.

Pero tenía miedo. Maldita sea, a pesar de todo lo que había visto y hecho en más
de dos milenios en esta tierra, le tenía maldito miedo a una chica de pelo rizado.
No, se corrigió. No le tenía miedo de la chica. Tenía miedo de lo que podría crear.

Más importante aún, tenía miedo de lo que podía destruir. A él. A la Alianza de
las Sombras. Al maldito mundo.

Exhausto, se dejó caer sobre la almohada, con el veneno aun trabajando en sus
ojos. Tomó un poco de ungüento y se lo pasó.

— ¿Y los otros? —Preguntó—. ¿Trylag? ¿Narid?

Tenía los ojos cerrados ahora, con el ungüento calmante y curativo, pero podía
oír al técnico arrastrando sus pies cerca de su cama.

—Se recuperarán —Dijo—. El Señor Narid ya está casi totalmente curado, y los
médicos anticipan que el Señor Trylag estará de nuevo en plena capacidad en una
hora.

—Bien —El cuerpo de Dirque se relajó. Temía lo peor, pero se dio cuenta ahora
que el veneno que el verdugo había disparado en la habitación no estaba destinado
a matar, sino a incapacitar.

Un error.

Si Dirque hubiera muerto su ira habría muerto con él. Así las cosas, iba a pasar
J.K. Beck

el resto de sus días, y, de hecho, como los genios podrían ser numerosos, buscando
el castigo para ese delito en su contra, al Tribunal, y a la propia Alianza.

36
El Club de las Excomulgadas
—Tengo que hablar con ellos —Dijo.

—Pero…

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tráelos aquí. Tan pronto como les sea posible.

—Yo… –El técnico bajó los ojos—. Sí, señor. Por supuesto, señor.

— ¿Y el resto de la Alianza? ¿Ha sido notificado?

— Sí, señor. Creo que sí, señor. Sólo trabajo en la Enfermería, y…

—Envía por Tiberius —El enlace vampírico con la Alianza de las Sombras, no
se había sentado en el tribunal, pero como gobernador del territorio de Los
Ángeles, había permanecido en las instalaciones durante la ejecución. O, mejor
dicho, durante el intento de ejecución.

—Ya está fuera —Dijo el técnico, y luego corrió hacia la puerta. La abrió, y
entró con Tiberius, y a través de la visión borrosa de Dirque parecía incluso más
alto que sus casi dos metros, con los ojos tan negros como su ropa.

—Presidente —Dijo Tiberius, en referencia a la posición de Dirque como el


presidente de la Alianza de las Sombras. El vampiro no inclinó la cabeza, sin
embargo, y el hecho de no mostrar la debida deferencia no se perdió para Dirque.

—Hemos tenido nuestras diferencias, Tiberius —Dijo, en una referencia discreta


a sus propios intentos de derrocar a Tiberius de la Alianza sólo hacía unos meses—.
Ahora es el momento de pasar delante de ellas.

—Así es.

—No es sólo nuestra posición en la Alianza la que está en peligro, Tiberius. Se


trata de la propia Alianza.
J.K. Beck —

—No me hables como si fuera ignorante de estos asuntos, Dirque. Estaba de pie
a tu lado cuando el Oráculo habló.

37
El Club de las Excomulgadas
—Te pido disculpas —,Dijo Dirque, sintiendo sus palabras gruesas y
desagradables en su lengua—. Tienes razón, por supuesto —De todos los miembros
de la Alianza, todos menos dos habían estado presentes cuando el Oráculo había

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


hecho el inquietante anuncio. Y esos dos habían sido plenamente informados por
los cinco miembros mayores.

Dirque dio un puñetazo en la bandeja del hospital.

—Maldita sea, debimos simplemente haber enviado un equipo para destruir a la


chica en el momento en que nos enteramos de su existencia. Pasar por los
movimientos de este condenado Tribunal no sólo fue una pérdida de tiempo, ahora
ha demostrado ser excesivamente peligroso.

—Este asunto fue votado por los siete miembros actuales de la Alianza —Dijo
Tiberius. Apuntando su dura mirada directo a Dirque—. Todos, excepto uno
votaron a favor de convocar un tribunal y la ejecución de la chica siguiendo los
procedimientos adecuados.

—Estoy seguro de que la chica aprecia nuestros esfuerzos en su nombre —


Dirque no pudo evitar el sarcasmo en su voz.

—Petra Lang no es como las demás. Se merecía más que morir en un callejón
oscuro con la bala de un asesino en la espalda —Dijo Tiberius—. Por lo menos con
una convicción oficial podría enfrentar la muerte con cierto conocimiento de por
qué iba a suceder.

Dirque soltó una carcajada larga y dura.

—Eres un tonto, Tiberius, por albergar sentimientos blandos por la humana


simplemente por el papel que desempeñó en salvar tu trasero.

—La chica fue una pieza clave para demostrar que no eran los de las Sombras

los que estaban asesinando a los humanos en mi jurisdicción —Dijo Tiberius—. Si


J.K. Beck

no fuera por ella, no sería miembro de la Alianza y no estaríamos teniendo esta

38
El Club de las Excomulgadas
conversación —Esta vez, él inclinó la cabeza—. Sé, Presidente, lo mucho que ese
resultado te habría molestado.

Un fuego lento se levantó de nuevo en Dirque, y quiso arremeter contra el

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vampiro por burlarse de él. Lo empujó hacia abajo, sin embargo. Ahora no era el
momento, había cosas más importantes de qué preocuparse.

—Lo hecho, hecho está. Tienes razón en que toda la Alianza convocó al
Tribunal, y el juicio se realizó. ¿Podemos, al menos estar de acuerdo en que la
orden de muerte fue exacta? ¿Qué la chica presenta un riesgo inaceptable para el
mundo de las Sombras y la Alianza?

—Podemos estar de acuerdo con eso, sí.

—Me siento aliviado de oírlo —Se enderezó, parpadeando, y se dio cuenta de


que su visión había vuelto casi por completo. Llamaron a la puerta, y tanto él como
Tiberius se volvieron para mirar en esa dirección—. Entre.

La puerta se abrió, y un hombre alto y delgado entró, vestido con una camiseta
negra y pantalones de camuflaje. Parecía un soldado que regresara de una guerra
humana, duro y peligroso, se acercó a la cabecera de Dirque con una confianza que
le hizo sentirse orgulloso.

—Tío —Dijo el hombre.

—Tariq —Dirque hizo un gesto hacia Tiberius—. ¿Conoces al Gobernador


Tiberius?

Tariq inclinó la cabeza.

—Señor.

Tiberius reconoció al joven genio, luego volvió su atención a Dirque. No dijo


nada, sino que se quedó como esperando una explicación.


J.K. Beck

Dirque lo miró.

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El Club de las Excomulgadas
—Mi sobrino sirve como líder dentro del equipo RAC en la División 6 —Dijo
refiriéndose al Equipo de Captura y Recuperación—. A partir de hoy, está en
calidad de cedido temporalmente a la Alianza como jefe de Búsqueda y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Recuperación.

— ¿Señor? —Tariq dijo, y sus pupilas en forma de diamantes se movieron con


sorpresa. Y con ambición. Bien.

—Lleva a cabo tu función bien, y podrás encontrarte permanentemente asignado


a la Alianza.

—Sí, señor. Por supuesto, señor.

Tiberius dio un paso adelante.

— ¿Ya has comenzado a investigar la fuga?

—Sí. Todo el personal de la División disponible se ha puesto en esa tarea.

— ¿Y qué has averiguado?

—Que la prisionera fue ayudada en su fuga por un vampiro — Tariq enderezó


los hombros y miró directamente a Tiberius a los ojos—. El veneno que fue lanzado
en el aire, tanto en la ejecución como la zona de preparación no fue fabricado por
las Sombras. Creemos que es una pista significativa, señor.

—Ya veo —Dijo Dirque—. ¿Y tienes a algún sospechoso en mente?

—Sí, señor.

Dirque levantó una mano, silenciando a su sobrino. Luego volvió su atención de


Tariq a Tiberius.

— ¿Y tú, amigo mío? ¿Tienes una teoría acerca de cuál de los de tu raza hizo
J.K. Beck

esta cosa?

40
El Club de las Excomulgadas
Por un momento, pensó que su rival no contestaría, entonces vio la más mínima
rectificación de columna en Tiberius, la firmeza en aquellos ojos fríos y oscuros.

—No te burles de la enemistad que existe entre nosotros —Dijo—. Pero sí.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tengo un sospechoso en mente.

— ¿Quién? —Le exigió.

— Nicolás Montegue —Dijo el nombre con firmeza, sin dudar, pero Dirque
escuchó la nota sombría de profundo pesar coloreando la voz de Tiberius.

Miró hacia su sobrino, quien asintió, luego volvió su atención hacia el vampiro.

—Tú llamas amigo a Montegue —No era una pregunta.

—Lo hice —Dijo Tiberius—. Todavía lo hago.

—Y sin embargo, lo estás condenado hoy aquí.

—Sabes que no tengo otra opción —Dijo Tiberius, y Dirque tuvo que luchar
para no encogerse por el desprecio en la voz del vampiro—. Durante demasiado
tiempo hemos estado siguiendo las palabras del Oráculo. Destruyendo a los
monstruos que han tratado de destrozar a los miembros de la Alianza. Buscando a
aquellos que pueden crear tales bestias con poco más que un toque desafortunado.

Dirque no respondió. La mayoría de las criaturas habían sido localizadas y


destruidas antes de que su fuerza hubiera estado completamente desarrollada y
antes de que sus mentes se formaran lo suficiente como para permitir un nivel de
sutileza en su ataque. En otras palabras, los monstruos habían asolado la tierra, y
eso los hacía fáciles de encontrar y someter.

Pero hace siglos, antes de que la Alianza entendiera completamente el riesgo,


uno había sobrevivido el tiempo suficiente para atrapar con la guardia baja a

Thurell y rasgar al troll más viejo en pedazos, en tantos que ni siquiera su propio
J.K. Beck

compañero había podido identificar los restos. Había sido un infierno mantener la
verdadera naturaleza del atacante como un secreto, y más infernal había sido

41
El Club de las Excomulgadas
destruir al monstruo. Al final, la Alianza había perdido a ciento veinte soldados
antes de haber matado al fabricante del monstruo en un ataque de furia y, al
hacerlo, se había dado cuenta de que su muerte restauraba al monstruo en hombre.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


No era un guión que a Dirque le gustara que se repitiera, y la Alianza no había
sufrido ningún reparo en poner fin a cualquier mujer que creyera que poseía lo que
había llegado a ser conocido como el Toque antes de que pudiera utilizar ese poder.

Veía la ironía de la situación, por supuesto. Las mujeres eran humanas. Y para
un ser humano, los propios de las Sombras eran monstruos, y los humanos los
perseguirían, matarían, y creerían estar salvando al mundo por ello.

Los humanos eran tontos. Ciertamente, no entendían lo que era verdaderamente


monstruoso.

Durante más de cincuenta años, los miembros de la Alianza se habían dormido


profundamente en la creencia de que cada una de las mujeres que manejaban el
Toque había sido eliminada rápidamente y con decisión. Pero entonces, la Alianza
se había enterado de una línea cuya familia había permanecido oculta, y se había
mantenido oculta hasta que la perra había usando su maldición sobre Sergius. Este
podría estar muerto ahora, y como no había rastro de su destrucción establecida en
las colinas de Los Ángeles, Dirque sintió que era seguro aceptar la palabra del
examinador médico de la División 6, que había puesto a prueba los restos de ADN
y confirmado que eran de Sergius, pero la muerte del monstruo no eliminaba el
riesgo.

—La chica no entiende la naturaleza plena de su poder, Dirque, ni tampoco lo


hace Nicholas.

—Esa no es ninguna defensa —Le dijo el genio.

—No —Estuvo de acuerdo Tiberius—. De hecho, incluso puede hacerlos más


peligrosos. No comprenden plenamente el fuego con el que están jugando.


J.K. Beck

—Entonces es hora de decirle a Nicholas exactamente quién y qué se ha llevado.

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El Club de las Excomulgadas
—Estoy de acuerdo.

—Y una vez que lo sepa, ¿entregará a la chica?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Conociendo a Nicholas, me temo que no.

— ¿Qué interés puede tener en mantenerla con vida?

—Los intereses de Nicholas son variados y eclécticos. No me sorprendería saber


que desee estudiar a la humana, en lugar de acabar con ella.

—Es un tonto.

Tiberius no dijo nada.

—Si él se pone entre la Alianza y la chica —Dijo Dirque—, entiendes que tu


amigo puede morir.

—Lo entiendo.

Dirque respiró.

—Me complace que veas el alcance total del problema, y que tus acciones no se
verán frustradas ya sea por tu amistad o por un falso sentido de obligación.

—Mis acciones están motivadas por la supervivencia —Dijo Tiberius—. Por la


mía propia, y por la de la Alianza.

La sonrisa de Dirque fue lenta y fina.

—Eres más sabio de lo que jamás te hubiera dado crédito.

—Señor —Comenzó Tariq, dando un paso hacia la cama de su tío—. No lo


entiendo. ¿Qué pasa con la chica? ¿Qué poder? —Los dos miembros de la Alianza

se miraron, y Tariq sintió un tirón de irritación—. Me ha encargado ayudar a la


J.K. Beck

Alianza, y me siento honrado haciéndolo, pero puedo ser de muy poca ayuda, sin
saber exactamente lo que te preocupa.

43
El Club de las Excomulgadas
Dirque permaneció en silencio.

—Debe saberlo —Dijo Tiberius—. No se puede luchar contra lo que no


entiendes.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Sí—, dijo Dirque, y Tariq vio lo que parecía ser miedo chispear en los intensos
ojos amarillos de su tío.

Eso, sin embargo, era imposible. El maestro de los genios no le temía a nada.

—Sí —Repitió Dirque—. Por supuesto —Respiró y se enfrentó a Tariq,


desaparecido todos los signos de su miedo. En su lugar, sólo había la conocida
fuerza y determinación fría—. Durante más de dos mil años, la Alianza ha
esperado y observado, por temor a la materialización de la profecía dada a nosotros
por el Oráculo de Delfos.

— ¿Una profecía?

—Del Toque de Eva, la destrucción se levantará, un tercero, poderoso y cambiado,


emergerá de la tierra, y tumbará los pilares sobre los que las Sombras rigen, y recuperará lo
que había sido robado.

Tariq sacudió la cabeza.

—No entiendo.

—Un enemigo vendrá —Dijo Tiberius, acercándose—. Alguien creado del


Toque de una mujer, que destruirá a la Alianza.

— ¿La Alianza?

—Los pilares sobre los que rigen las Sombras —Dijo Dirque.

—La Alianza controla a los de las Sombras —Dijo Tariq, mientras las piezas
J.K. Beck

caían en su lugar—. Y un pilar…

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El Club de las Excomulgadas
—Soporte —Dijo Dirque—. Los pilares de una casa son su fundamento. Una
cae, y la casa no puede sobrevivir.

— ¿Y cree que la chica es ese enemigo?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No —Dijo Tiberius—. La chica es Eva. El enemigo era Sergius.

Tariq frunció el ceño.

—Sin embargo, Sergius está muerto.

—Y mientras Petra viva, puede crear a otro como él.

La comprensión comenzó.

—Mierda —Susurró. —Todo encaja. Pero ¿qué significa el tercero? —Tariq


preguntó—. ¿El tercer intento?

—No eres tan joven, sobrino. ¿Cómo puede ser que no estés familiarizado con
las historias?

—Te refieres a la mitología —Un montón de historias de mierda acerca de la


forma en que los de las Sombras llegaron a existir.

—Todos los mitos comienzan con un núcleo de realidad.

Tariq miró de reojo a su tío.

—Así que, ¿me estás diciendo que los vampiros, los hombres lobo, los genios y
los para-demonios todos descendemos de dos hermanos en guerra? ¿En serio?

— ¿Es eso tan difícil de creer?

Parecía muy absurdo, en realidad. Dos hermanos que cruzaron desde otra

dimensión y encontraron en la tierra un vasto paraíso, con los humanos débiles a


J.K. Beck

los que podían doblar a su voluntad, ya fuera para esclavizar o para dotarles de
poderes de su mundo, convirtiéndolos en criaturas no humanas. Un mito de origen

45
El Club de las Excomulgadas
ridículo, tan ridículo como las historias de Zeus o Thor o cualquier otra cosa en la
que los pueblos antiguos hubieran depositado su fe.

Sin embargo, tan ridículo como sonaba, Tariq podía ver en los ojos de su tío que

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


las historias no eran ningún mito para él, sino un hecho. Y sabía que no debía
desafiar a su tío. Por lo demás, no era tan ingenuo como para pensar que Tiberius
haría poner la cabeza de Montegue en bandeja de plata a menos que se tratara de
alguna mierda realmente seria.

Tal vez las historias fueran reales o tal vez no lo fueran. Pero algo estaba
definitivamente sucediendo.

—Está bien —Dijo finalmente—. Está bien. Pero, ¿qué es eso del tercero?

—Quién —Dijo Tiberius— La pregunta correcta es: ¿Quién es el tercero?

—Con el tiempo, las historias cambiaron —Dijo Dirque—. Ahora se habla sólo
de dos hermanos, padres de los therians, vampiros, demonios y para-demonios.
Padres de todos nosotros.

—Pero había otro —Añadió Tiberius—. Un tercer hermano. El más poderoso de


todos. Y los otros dos lo mataron, robándole su poder antes de enterrarlo en la
tierra. Es del tercero del cual los humanos reciben su poder cuando se meten en las
artes negras.

— ¿Están diciendo que los brujos son parte del mundo de las Sombras?

—Estamos diciendo que el tercer hermano resucitará —Dijo Dirque—. Estoy


diciendo que la chica lo puede sacar adelante. Y cuando lo haga, se vengará de
aquellos que lo destruyeron.

—De la Alianza—, dijo Tariq finalmente, comprendiendo. —Cada miembro de


la Alianza es descendiente de los primeros dos hermanos.


J.K. Beck

—Así son las historias —Dijo Dirque—. Pero no tengas miedo, sobrino. Como
has dicho, es sólo mitología.

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El Club de las Excomulgadas
Tariq se paseó por la habitación, sin saber qué pensar de esa revelación.

—Durante años, la Alianza había tratado de evitar que las palabras del Oráculo
sucedieran —Dijo Tiberius—. Hemos buscado a aquellas cuyo Tacto traerá el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


cambio. Hemos destruido sus líneas, y pensábamos que el trabajo se había
terminado.

—No sabíamos nada de la chica —Dijo Dirque—. En la medida en que ella


camine, la amenaza del fin de la Alianza caminará con ella.

A pesar de lo absurdo, el miedo se deslizó por Tariq, tan insidioso como una
serpiente. Pero era un miedo moderado por la ambición. Y por la posibilidad de
venganza también. Levantó la cabeza y miró al vampiro directamente a los ojos.

—Montegue es amigo de Lucius Dragos, ¿estoy equivocado?

Conocía a Luke también. En realidad, había tratado de matar a los chupasangres


de Munich hacía casi seis siglos, y no había salido exactamente como se había
planeado. Había pagado el precio en ese entonces con los puños de Luke, y había
seguido pagando el precio con el tiempo, inclinándose y tomándolo cada vez que
Luke necesitaba un favor. Francamente, estaba malditamente cansado, pero Luke
no era un hombre con el que se quisiera cruzar.

— ¿Es eso importante? —Tiberius le preguntó.

—Podría ser —Dijo Tariq—. La compañera de Luke trabaja en la División.


Montegue debe haber tenido ayuda desde el interior. No me sorprendería ni un
poco descubrir que Sara Constantine está metida hasta las rodillas en esta mierda.
Infiernos, incluso puede saber exactamente dónde Montegue ha llevado a la chica
—Sonrió, pensando que tal vez, por primera vez, tenía a Lucius Dragos por las
pelotas.

—Uno hace lo que tiene que hacer —Dijo su tío, mientras Tiberius se mantenía
J.K. Beck

de pie y en silencio, con la frustración pasando por él en ondas—. Utiliza todos los

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El Club de las Excomulgadas
recursos que necesites, llévate a cualquier personal que quieras. Pero encuentra a
Petra Lang —Continuó Dirque—. Encuéntrala, y acaba con esto.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cinco

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La mitad del cuerpo regresó primero, luego sus pulmones, y ella jadeó buscando
el aire, de repente con falta de oxígeno. Sus brazos y piernas vinieron después, y
aunque era consciente de que se estaban poniendo de nuevo juntos, no le pareció
extraño. Probablemente porque en realidad nunca se había sentido como si se
hubieran dispersado.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, y la pequeña habitación sin


ventanas no le dio ninguna información adicional.

Frente a ella, Nicholas se quitó la capucha, haciendo una mueca de dolor


cuando el movimiento le irritó la herida del cuchillo en su pecho.

—Estás sangrando. ¿Necesitas... ya sabes... comer? —Como investigadora


privada en el mundo de las Sombras, había trabajado con vampiros por años, pero
eso no significaba que entendiera los diversos detalles de su naturaleza. Lo único
que sabía con certeza era que él no trataría de alimentarse de ella, no la atraería
cerca ni apretaría sus labios en su cuello. No, a menos que quisiera convertirse en
un monstruo.

Él ni siquiera miró hacia abajo a su herida.

—Viviré. ¿Cómo estás? La niebla puede ser desorientadora para un humano.

La niebla. Recordó, excepto que no era tanto un recuerdo como un sueño, algo
tenue e irreal y completamente provocativo.

Habían estado entrelazados, cuerpo a cuerpo, sangre a sangre. La única vez que
su cuerpo, aunque no su carne, había tocado a alguien que no fuera su hermano, e
incluso con él sólo había sido sostenerle la mano, y el placer del contacto había sido

eclipsado por el tormento de la luna azul.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
Por mucho que ella no pudiera recordar nada específico acerca del contacto con
Nicholas, sólo la indirecta de la sensación era un soplo en su recuerdo. Su esencia
la recordaba, sin embargo, y el calor que corría a través de ella la hacía desear aún

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


más haber sido consciente durante la transformación.

— ¿Petra?

—Estoy bien. Un poco difusa —Agregó, la mentira destinada a cubrir la


explosión de sensaciones desconocidas.

—Lo siento. No es la manera ideal para que un humano viaje.

—Me sacaste de allí. Apenas cuestionaré tus métodos.

Entrecerró los ojos hacia él, de repente intrigada por Nicholas como hombre, y
no simplemente como defensor. Durante más de un mes se había reunido
regularmente con él mientras le había informado de su caso. Había notado su
buena apariencia, porque ¿cómo no podría haberse dado cuenta de eso? Y ella se
había quedado impresionada por lo malditamente inteligente que era. Pero nunca
había pensado en cómo sería tocarlo. ¿Cuál sería el punto?

Su vida era su vida, y había aprendido a vivir con ella. Tener que ir de compras
en medio de la noche, cuando las multitudes eran muy raras. Evitar la noche del
estreno en el cine. Las precauciones inflexibles, la conciencia constante de que
incluso una suave caricia era imposible. Todo era parte del paquete que componía
su vida.

La mayoría del tiempo no le importaba. Ni siquiera pensaba en ello realmente,


excepto a veces, a altas horas de la noche, cuando no podía dormir, y la oscuridad
se extendía delante de ella. Entonces se preguntaba cómo sería compartir su vida
con alguien más, alguien que no fuera su hermano. Alguien que hubiera elegido
estar con ella. Que la amara.
J.K. Beck —

Alguien que pudiera tocarla, y que ella pudiera tocar también.

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El Club de las Excomulgadas
En esas noches, abrazaba su almohada fuerte y pensaba en lo que tenía. Un
hermano que la amaba. Una casa con un jardín de flores. Un trabajo en el que era
buena.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Y una larga lista de brujos y brujas para encontrar uno por uno, con la ferviente
esperanza de que pudieran retirar su maldición. Lucha de magia con magia.
Enterrándola. Ocultándola. Cambiándola. No le importaba, siempre y cuando
quedara libre de ella.

Hasta el momento, no había encontrado a nadie con la magia lo suficientemente


fuerte como para cambiarla.

Hasta que lo hiciera, no pensaría en hombres.

Ese había sido su credo desde la pubertad, y a pesar de que sonaba como un
anuncio publicitario de filosofía feminista radical, era realmente la verdad. Los
hombres no estaban en su radar. No los había dejado estar en su radar.

Al parecer, hoy su radar había decidido luchar.

La niebla. El hermanamiento había despertado algo en ella, y no sabía cómo


apagar lo que se estaba produciendo en su interior. Honestamente, no estaba segura
de que lo deseara.

—Acuéstate —Dijo él, con el ceño fruncido con preocupación mientras


examinaba el rostro—. Todavía estás desorientada por el veneno y la
transformación.

Ella sacudió la cabeza, decidida a encontrar su centro.

—No, estoy bien —Alzó los ojos para encontrarse con él, sintiendo un pequeño
cambio en su intestino, y pasando junto a él—. ¿Dónde estamos?

—Segura —Dijo—. En este momento, eso es todo lo que necesitas saber.


J.K. Beck

51
El Club de las Excomulgadas
— ¿Cómo dices? —La irritación burbujeó en su interior, y ella la instó. La
molestia y la rabia eran familiares, y de fácil manejo—. Estoy feliz de estar viva, no
me malinterpretes, pero, ¿cómo sé que no pasaré de ser su prisionera a ser la tuya?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No eres mi prisionera —Dijo él.

—Está bien. Entonces habla —Había alrededor de ocho cosas que necesitaba
saber, no menos de cómo se suponía que viviría una vez que todo el peso de la
Alianza presionara sobre ella. Porque querrían ir en pos de ella. El mundo de las
Sombras no se quedaría de brazos cruzados después de lo que habían arruinado. Y
Nicholas Montegue y Petra Lang acababan de arruinarlo a lo grande—. Por lo
menos déjame entrar en contacto con mi hermano. Todo lo demás puede esperar —
Era una simple solicitud, y esperaba que se la concediera fácilmente.

No lo hizo.

—Más tarde —Asintió hacia un catre que estaba en un rincón, con una manta
doblada en la parte superior—. Tengo que hacer algunas cosas. Espera aquí.

—No lo creo — Ella se movió hacia adelante, con la intención de conseguir


pasar más allá de él, de salir de esa pequeña habitación que era sólo un poco menos
claustrofóbica que la celda que tan recientemente había ocupado.

Él alargó la mano hacia ella, y se apartó instintivamente, dándose cuenta


mientras lo hacía de que tenía las manos enguantadas todavía, y que aún estaba
cubierta de pies a cabeza con el traje de la prisión.

—Maldita sea —Dijo ella, esa estúpida reacción instintiva retorciéndose en su


interior más de lo debido. Pero no era sólo el hecho de que ella se había
estremecido. Había sido un largo día horrible, emocionalmente, que a pesar de que
había terminado muy, muy impresionantemente con ella todavía viva, aun era lo
suficientemente con el lio en su cabeza.
J.K. Beck —

Sí, estaba muy emocionada más allá de haber sido rescatada, pero no era una
mujer que se escondía en habitaciones oscuras, y estaba segura de que no quería ser

52
El Club de las Excomulgadas
la carga de alguien más. Había jugado ese papel durante toda su vida, también. Y
aunque sabía que Kiril la amaba, el hecho de que su abuela hubiera obligado a su
hermano gemelo, a convertirse en su protector hasta que la maldición fuera

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


levantada, le preocupaba más de lo que ella le había confesado alguna vez.

Respiró, estabilizándose a sí misma, y decidió probar el enfoque de la mosca y


de la miel.

—Podrías habérmelo dicho, ya sabes. No parece justo que me pasara toda la


última noche pensando que estaría justo ahora criando malvas —Quiso decir las
palabras, pero las dijo con una sonrisa y una cadencia en su voz. Ninguna
acusación allí. Sólo amable y por hablar. Conocía el encanto. Era una de las
razones por las que era buena en su trabajo.

—Si te lo hubiera dicho, habrían cambiado la sala de ejecución por lo menos. En


el peor de los casos te hubieran inyectado el veneno en tu celda. Tan pronto como
el Contador de la Verdad tuviera siquiera un indicio de problemas, tú estarías
muerta, y esto sería todo.

—Y, ¿qué es esto exactamente?

—Sergius.

Frunció el ceño, pensando en el vampiro que había destruido.

— ¿Qué pasa con él?

—Está vivo.

El pelo en la parte trasera de su nuca se erizó, y se sentó con cuidado en el borde


de la cama.

—Oh, Dios mío —Contuvo el aliento, con sus pensamientos corriendo


salvajes—. Pero, ¿cómo? Hubo un incendio. Oí todo. El ME confirmó que Serge


J.K. Beck

murió en un incendio en el almacén.

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El Club de las Excomulgadas
—Por etapas —Dijo Nicholas—. Luke y yo tomamos un poco de su carne y
quemamos el lugar. Él está aquí, Petra. Pero no es realmente Sergius nunca más.

Ella tragó.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tú me salvaste porque estás buscando una cura.

—Una rosa para la señorita.

Ella llevó sus dedos a su pelo y se concentró en el suelo.

—Pero ya te dije durante la preparación de la audiencia que no sé cómo acabar


con la maldición. Infiernos, te dije lo mismo antes de tocarlo.

Sus palabras eran absolutamente, cien por cien ciertas. Pero lo que no dijo era
igualmente cierto. Tal vez no sabía cómo acabar con la maldición y liberarse a sí
misma de tocar sin daño, pero sabía cómo curar a Sergius.

Sergius sería libre en el momento que estuviera muerta.

Pero de ninguna manera en el infierno se lo diría a Nicholas. Puede que tuviera


el rostro de un ángel, pero en el interior era un vampiro. Y un vampiro no pensaría
dos veces antes de matar para conseguir lo que quería.

Reprimió un estremecimiento, y luego levantó la vista para mirarlo a los ojos.

—No hay manera, Nicholas. Lo siento, pero no hay forma.

—Me niego a creer eso —Dijo—. Cómo tú también —Dio un paso hacia ella, y
ella se obligó a no retroceder—. Piensa en ello. Nací hace más de siete siglos atrás.
Escapaste de la muerte después de que tu cuerpo se disipara en niebla. Y hubo una
vez, que los hombres con nada más que una brújula se metían en pequeños botes de
madera y navegaban por los mares. Encontraremos la respuesta, Petra.
J.K. Beck —

Nosotros. Era bonito creer en la teoría, un poco más difícil ponerla en la práctica.
Ella en realidad no trabajaba bien con el “nosotros”. No había tenido mucha

54
El Club de las Excomulgadas
práctica en ese departamento. No a menos que contara a Kiril, pero era su
hermano, su hermano gemelo, la mitad de sí misma si creías en alguna de esas
tonterías acerca de los gemelos místicos y de la magia y las maldiciones.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tengo que llamar a Kiril —Dijo—. No más tarde. Ahora. Tiene que estar
volviéndose loco preguntándose qué demonios me ha pasado.

—Lo más probable es que crea que estás muerta.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Debido a que la maldita Alianza seguro no le dirá lo contrario. ¿Crees que


anunciarán que hay una forma de escapar? No. Te buscarán en silencio. Usarán un
pequeño equipo de manera que no se corra la voz. Y si te encuentran no arrastrarán
tu trasero de nuevo a prisión. Te ejecutarán en el sitio y todo el papeleo demostrará
que pasó hoy en una pequeña sala frente a los testigos del Tribunal. Debes quitarte
la diana de la espalda, ayudándome a levantar tu maldición.

— ¿Me convertiría en una mujer que no es una entidad peligrosa como me


define el Quinto Pacto Internacional?

—Exactamente. Quitando la razón de la ejecución de ti.

—Estoy a favor de eso —Dijo—. Y Kiril nos puede ayudar. Es poderoso —Miró
a Nicholas, y vio el poder en él, también. El poder y la determinación de ver esa
misión terminada.

Y esa era otra razón por la que quería a Kiril con ella. Quería a su hermano
vigilando su espalda, si Nicholas alguna vez enfrentaba la verdad.

—Lo es. Y ese tipo de poder puede ser rastreado —Su expresión severa se
suavizó un poco—. Lo siento, Petra. Pero si lo piensas bien, sabes que tengo razón.

—No, no, no lo hago.


J.K. Beck

Él la miró duro, tan duro que parecía estar mirando a través de ella.

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El Club de las Excomulgadas
—Petra —Dijo, con su voz saliendo de lejos—. Sabes que tengo razón.

—Tienes razón —Dijo ella, aunque no sabía por qué estaba diciéndolo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


O, sí lo hacía. Lo decía porque era cierto. Él estaba en lo cierto. No tenía mucho
sentido, y él había trazado todo el plan, y lo había estudiado detenidamente, tenía
días y días para planificar y pensar, y ahora sólo se estaba poniendo pesada. Por
supuesto sus reacciones eran un reflejo. Pero si daba un paso atrás, iba a ver cuánto
sentido tenía.

—De acuerdo —Repitió a pesar de que en realidad no quería decir que en todo,
y muy dentro de ella se estaba llamando tonta, idiota y una mentirosa débil de
mente.

—Me iré ahora, pero volveré.

—Te esperaré —Dijo tranquilamente, luego se sentó en el catre y le sonrió,


pensando todo el tiempo por qué diablos estaba sonriendo.

Observó mientras él salía de la habitación. Entonces, el chasquido de la


cerradura rompió su concentración y ella misma se puso en marcha a través de la
habitación y golpeó la gruesa puerta de acero, furiosa de que el vampiro hubiera
recurrido a meterse, de hecho, en su cabeza y hurgar en su mente simplemente para
ganar una discusión.

— ¡Maldito seas, Nicholas Montegue! ¡Déjame salir de aquí!

No iba a hacerlo, sin embargo, y no se molestó golpeando por mucho tiempo.


En su lugar, volvió a la cama y se quedó mirando la puerta, a la espera de su
regreso.

A la espera de mostrarle que meterse en su cabeza era la última cosa que habría

querido hacer.
J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Seis

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Sara Constantine miró hacia arriba mientras Tariq se detenía en la puerta, pero
no había miedo en sus ojos. Ni siquiera el más mínimo parpadeo. Y eso molestó a
Tariq, incluso más que el hecho, no probado, pero malditamente casi seguro, de
que había ayudado a escapar a un prisionero.

Frente a ella, un poltergeist se levantó de una de las sillas de invitados, y luego


dirigió su atención a la puerta también.

—Tariq, ¿verdad? —Sara dijo— ¿De la RAC? ¿Cómo puedo ayudarte?

Así que ella no lo había oído. Eso explicaría la falta de reacción. Entró a la
oficina.

—Ya no estoy con la RAC —Dijo—. Estoy en una asignación para la Alianza.

— ¿Ah, sí? —Todavía no había miedo, pero había una desconfianza en su voz
que lo hizo feliz. Dio un paso más en la habitación, indicándole a la criatura a su
izquierda que entrara por la puerta, y se pusiera en la línea de vista de Sara—.
Morain aquí es un Contador de la Verdad —Dijo Tariq—. No estoy seguro si has
tenido conocimiento de ellos antes.

— ¿Qué quieres, Tariq? —Ella hizo un gesto a los montones de papeles


esparcidos sobre su escritorio— No tengo mucho tiempo.

—No —Dijo él—. No lo tienes —Se acercó a su escritorio—. Hazte a un lado,


Constantine. Tengo que revisar el registro de pulsaciones del teclado.

Su piel pálida se puso más pálida, pero se puso de pie, con su atención no en él,
sino en el poltergeist.
J.K. Beck —

—J'ared, ¿puedes decirle a Martella que se ponga en contacto con el señor


Bosch? No estoy segura de lo que está pasando aquí, pero creo que le gustaría saber

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El Club de las Excomulgadas
acerca de la forma en que los agentes de la Alianza están tratando a los fiscales de
la División.

El temor que Tariq tenía la esperanza de ver en la cara de Sara se encendió en

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los ojos del poltergeist, que salió de la sala como una nube espectral.

Él volvió su atención hacia Sara.

—Muévete.

—Yo no te informo a ti, Tariq. Y hasta que el señor Bosch me diga que deje de
trabajar en este resumen, será en lo que me centraré —Ella puso las manos en su
teclado y continuó escribiendo, lo que sugería su comportamiento es que él no era
más que el personal de mantenimiento, yendo a fregar los suelos.

Maldita Perra.

Apretó sus manos en su escritorio y se puso en su cara.

—Por el poder que me otorgó el presidente de la Alianza de las Sombras y el alto


examinador del Tribunal que preside sobre el asunto de In re Petra Lang, te ordeno
que te alejes de tu equipo. Ahora.

Poco a poco, ella levantó las manos de su teclado. Aunque más lentamente,
asintió. Entonces empujó la silla hacia atrás y se puso de pie.

Tariq dio la vuelta al escritorio y se sentó en el sillón. Detrás de él, Sara se quedó
inmóvil. Ella la había jodido, a lo grande, y él clavaría su trasero a la pared. Olería
el maldito el miedo en ella. Lo vería, Lo probaría. Y frotaría la cara de mierda de
Lucius Dragos en esto.

—Morain —Dijo Tariq, mientras navegaba en el perfil de seguridad y parches a


través de los registros pertinentes—. No tiene sentido que estés de pie alrededor

moviendo tus dedos. Mientras estoy echando un vistazo al equipo de la Srta.


J.K. Beck

Constantino, mira en su cabeza.

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El Club de las Excomulgadas
—No tienes un motivo, ni un solo motivo, para entrar en mi cabeza —Dijo Sara,
dando un paso hacia atrás y mirando a Morain, que había dirigido una sonrisa
dentada en su dirección.

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— ¿No lo puedo hacer? —Tariq le preguntó mientras daba un puñetazo en los
dos últimos dígitos del código de seguridad de la Alianza que le permitía acceder al
registro de pulsaciones de teclas que la misma Alianza había plantado en todos los
equipos de la División de todo el mundo. Se apartó del escritorio, con las ruedas de
la silla enviándola unos dos metros hacia atrás. Con una mano, indicó el monitor
con un floreo—. Al contrario —Dijo, revisando el código de liberación que ella
había metido ese mismo día—. Creo que tengo toda la razón en el mundo.

Y allí estaba, el miedo. Amargo y picante. Filtrándose por sus poros y


escondiéndose en las líneas de su rostro. Y mientras Morain se acercaba a ella, con
su mano se extendió para darle el toque que lo llevaría tan profundo en la mente de
Sara como Tariq se había metido en su ordenador, el temor llenó la habitación
como una ola de frío.

La chica tenía mucho maldito miedo.

Y teniendo en cuenta lo que había hecho, muy bien debía tenerlo.

—Detente—. La voz desde la puerta fue firme y dura, y tenía autoridad en lugar
de miedo. Tariq se volvió y se encontró mirando el rostro arrugado y el pelo sal y
pimienta de Nostramo Bosch, el subdirector de la Unidad de Crímenes Violentos, y
jefe inmediato de Sara. Junto a él, dos trolls de seguridad uniformados estaban
esperando, cruzados de brazos, con caras planas y con rabia.

El sutil aroma de canela flotó en la habitación, mientras Bosch daba un paso


hacia adentro.

—Tengo a la Alianza apoyándome —Dijo Tariq—. Y tengo algo de mierda


interesante en el equipo de la Sra. de Constantine.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—Lo que puedes pensar que tienes —Dijo Bosch—, te aseguro que no justifica el
uso de medidas invasivas. No sin un fallo de la causa. Y si estás trabajando para la
división, o trabajas para la Alianza, Agente Tariq, no estás autorizado para hacer

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


esta llamada.

— ¿Es cierto? —Tariq dijo, llegando hasta cerca del anciano.

—Engáñame —Dijo Bosch, con su voz baja y áspera y mortal—, y te aseguro


que te arrepentirás.

Tariq vaciló, debatiendo. Por un lado, si daba marcha atrás ahora, su autoridad
se vería comprometida. Por otro lado, no conocía a una sola persona que jamás
hubiera visto los poderes de Bosch en acción. Y según los rumores, se debía a que
nadie había sobrevivido a un encuentro con el hombre, un perseguidor que se
negaba a ser conocido por su lealtad a la Alianza. Un cruce con un buen número de
especies, posiblemente con sangre de los siete grupos principales fluyendo por sus
venas.

Bien, a la mierda.

Su teléfono sonó, y Tariq nunca fue más feliz por una interrupción de lo que fue
en ese momento. Lo abrió, Bosch le disparó una mirada de desprecio y luego le dio
la espalda.

—Vete.

—El hermano acercándose a la División —Era Elric, uno de los miembros del
equipo de Tariq que había sido asignado para vigilar a Kiril Lang, en caso de que
Petra tratara de hacer contacto.

— ¿Alguna señal de la chica?


—Ninguna. Ahora mismo se dirige a la entrada principal. Probablemente va a la


J.K. Beck

zona de recepción del noveno piso.

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El Club de las Excomulgadas
—Lo tengo —Tariq cerró su teléfono, mientras Bosch les indicaba a los trolls que
flanquearan a Sara—. Lang acaba de llegar. Ve a tratar con él, viejo. Eres la cara de
la Alianza aquí en la División, ¿verdad?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Llévenla al Representante de la Autoridad de la Alianza de Tariq —Le dijo
Bosch a los trolls. Se dio la vuelta para hacerle frente a Tariq—. Sin Contador de la
Verdad. Sin interrogatorio. Tiene derecho a su llamada telefónica y se puede
reservar su derecho a declarar hasta tener a un abogado —Inclinó la cabeza,
enviando a los trolls hacia la puerta, Sara Constantine tenía miedo, pero pasó
orgullosa entre ellos.

—Constantine —Dijo Bosch, y le tocó la manga a su paso. Por un breve


instante, algo suave cruzó su expresión, pero al momento se volvió de nuevo en
Tariq, su expresión fue dura.

—Ella la jodió, Bosch.

Nostramo Bosch lo miró fijamente a los ojos, y Tariq no vio nada allí, excepto
hielo. Entonces Bosch se volvió y salió de la habitación, dejando sólo el silencio a
su paso.

*********

—Ella es mi hermana—, gruñó Kiril, con su cuerpo frenético con el poder


cursando por él. Estaba en el área de recepción de la División 6, y quería atacar, dar
al mundo la vuelta, hacer que la maldita PEC girara de dentro a fuera, y le estaba
tomando cada onza de autocontrol no hacer exactamente eso.

Por qué se molestaba, aunque... Bien, esa era la verdadera pregunta, ¿no? Porque
si Petra había muerto... si la había perdido...

A su alrededor, el viento empezó a azotar, tirando de sus ropas, haciendo que los

papales del escritorio de la recepcionista volaran.


J.K. Beck

— ¿Uh, señor? Realmente no debería hacer eso aquí.

61
El Club de las Excomulgadas
Él no contestó, y se humedeció los labios bastante rosados absteniéndose de
decir una palabra. Buena decisión.

Sin embargo, quería respuestas y satisfacción, no ser llevado a una celda él

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


mismo.

Lenta, metódicamente, apretó sus manos a los costados, deseando calmarse y


que la tormenta se desvaneciera.

A su izquierda, un conjunto de puertas estaban abiertas, y un caballero de


aspecto elegante entró en el área de recepción. No era un vampiro, ni un para-
demonio, Kiril no pudo sacar qué era. Pero era una sombra, de eso estaba seguro.

Y eso significaba que Kiril no confiaba en él. No importaba, sin embargo. Kiril
podía apañarse con prácticamente cualquier criatura que caminara en esta tierra
verde. Y habían atrapado a su hermana. Y eso significaba que en la actualidad, los
de las Sombras deberían tener miedo de él.

—Señor Lang —Dijo el hombre extendiendo su mano—. Soy Nostramo Bosch.

Kiril hizo caso omiso de su mano.

—Quiero ver a mi hermana.

Bosch metió la mano en un bolsillo.

—Me doy cuenta de que está molesto, pero de nada puede servirle verla ahora…

—Tengo derecho a ver su cuerpo.

—No. En realidad, no lo tiene.

—A la mierda con eso —Ya era bastante malo que tuviera que morir sola, no

había forma de que esos hijos de puta la mantuvieran lejos de él. Miró a Bosch,
J.K. Beck

implorando—. Siempre he estado ahí para ella. Siempre. Y no tienen derecho a


robarme eso.

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El Club de las Excomulgadas
Por un momento, él creyó ver flash de simpatía en los ojos del hombre anciano.
Pero se fue tan rápido como había aparecido.

—La Alianza la ha ejecutado, Sr. Lang. Nada ganará con ver su cuerpo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Maldita sea, tengo que verla —Aún podía sentirla, y hasta que viera su
cuerpo, sabía que nunca conseguiría quitarse de la cabeza que estaba real y
verdaderamente muerta—. No tenían derecho —Dijo—. Ningún derecho. Era una
humana.

—Fue condenada por un Tribunal de la Alianza —Dijo Bosch, con voz plana—.
Su jurisdicción es clara.

—Su jurisdicción es una mierda —Le espetó él, yendo a su alrededor, con el
viento empezando a hacer estragos.

Bosch no pareció afectado en lo más mínimo.

—Señor Lang, tiene mis condolencias, pero es el momento de que desaloje la


propiedad. Por favor, déjeme traer a uno de los agentes de la División para que lo
acompañe al ascensor.

—A la mierda con el ascensor y a la mierda tú. No iré a ningún lugar. No


estoy… —Se detuvo, el dolor y el fracaso lo abrumaron. Su abuela los había unido
a los dos, encargándole a Kiril la responsabilidad de velar por Petra, de protegerla
de todo el mundo y al mundo de ella.

Había fracasado. Épicamente fracasado, en realidad. Y estaba pagando el precio


ahora.

Pero tal vez no tan profundamente como primero había pensado.

Aún puedo sentirla.


J.K. Beck —

— ¿Señor Lang?

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El Club de las Excomulgadas
—Me voy—, dijo, porque podría haber una sola explicación. —Ustedes, hijos de
puta no me ayudarán, así que me iré —Tenía que salir de allí. Necesitaba salir
rápido, llegar a casa y meditar.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


No tenía mucho sentido ahora. Y todo tenía sentido. Y esperaba como el
infierno estar en lo cierto. Por favor, Dios, que fuera correcto.

No le mostrarían el cuerpo de Petra, porque Petra no estaba muerta.

J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Siete

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Nick se quedó en la oscuridad, parado ante la celda con poca luz en la que la
cosa dormía en el interior, rodeado por los roídos huesos y la sangre de los
animales que habían caído por la trampilla para alimentarlo. Una cosa que se
parecía a Sergius, pero que ya no era más Sergius.

Un toque de Petra, y el amigo de Nick se había desvanecido, con toda


posibilidad de luchar contra el demonio que había surgido dentro de Serge
destruida. Irónico que hasta hace poco ese mismo demonio al que tanto habían
tratado de someter y controlar, había sido un gato doméstico, frente a la bestia que
ahora rugía en su interior. Maldad pura, conjurada con magia oscura, que ya no
obtenía la vida de la sangre, sino a partir de la muerte y del dolor. El antiguo arte de
la magia, supuso, extraído de la tierra misma, y no era el tipo de cosa contra la que
Nick supiera cómo luchar.

Aprendería, sin embargo. Nick había pasado gran parte de su vida coqueteando
con la alquimia, en busca de la cura para la muerte misma. No la había
encontrado... no de la forma en que esperaba, de todos modos, pero nunca había
abandonado el amor por la ciencia. La química y la biología habían sido sus
favoritas en particular, y sabía que una cosa era cierta: a pesar de todas sus
diferencias, los humanos y los de las Sombras no eran nada más espectacular que
un patrón de moléculas.

El toque de la chica había manipulado esas moléculas, creando una reacción


química en la que Serge había cambiado en el nivel más básico. Pero si esas
moléculas podían ser manipuladas para formar un monstruo, también podrían ser
manipuladas para restaurar al hombre. E incluso si Nick tenía que llevar a la chica
hasta el final mismo de la creación para encontrar la respuesta, aprendería cómo

restaurar a su amigo.
J.K. Beck

Parte de Nick quería odiar a Petra por haber convertido a Serge en un monstruo;
otra se apiadaba de la mujer cuyo tormento sin duda rivalizaba con el suyo. Él

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El Club de las Excomulgadas
había luchado para reponerse de su demonio; Petra vivía con su maldición a cada
momento de cada día.

La cosa se movió en la celda, con sus ojos abriéndose para revelar los iris de

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


color rojo sangre. Después, una sonrisa lenta se dibujó en el rostro de la criatura.
Golpeó el vidrio, con sus brazos colgando hacia abajo de manera que sus dedos se
arrastraron por el suelo a medida que avanzaba, como un mono, hacia Nick.

Una vez que llegó al cristal, sin embargo, se puso de pie, llegando a su altura,
con su cuerpo ancho y duro, con cada cicatriz antigua curada, con cada lesión vieja
desaparecida. Días antes, la criatura había estado en constante movimiento. No
había hecho otra cosa que rabiar y romper, con sus acciones haciendo alusión a la
locura. Últimamente, tenía largos momentos de calma, durante los cuales la
criatura se sentaba inmóvil, con la cabeza inclinada, como si estuviera pensando.
O, tal vez, escuchando.

Entonces, su cuerpo se retorcía, como mitad were, mitad para-demonio en un


violento ataque de mal genio. Ahora, sin embargo, el cuerpo se había colocado en
su antigua forma. En la forma familiar de Serge, en su actitud familiar.

Incluso el pedazo de carne que Nick y Luke habían recortado de su muslo estaba
curado, con su piel perfecta y suave ahora. De alguna manera, eso hacía que la
criatura fuera mucho más aterradora.

Se quedó mirando a Nick, con los ojos oscuros mirando hacia los suyos,
manteniendo una mirada extraña, sin pestañear. Nick se la devolvió, negándose a
mostrarle miedo o disgusto. Negándose a perder la fe en su amigo ahora, a pesar de
que sabía muy bien que la cosa en esa jaula no era más su amigo.

Los ojos de la criatura se estrecharon, y Nick tuvo la impresión de que la cosa lo


estaba midiendo, tratando de recordar.

—Serge —Dijo frustrado por la esperanza en su voz.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
La boca ancha se dividió en una sonrisa burlona horrible, entonces la criatura
levantó la palma de la mano a su boca y hundió sus colmillos profundamente en su
propia carne. Nick se estremeció, pero no se apartó, y cuando la criatura estrelló la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


palma sangrienta de su mano contra los noventa centímetros de gruesa barrera de
cristal reforzado con hematita, Nick hizo una mueca y se quedó helado,
impresionado por lo que vio: La criatura arrastró su mano sobre el vidrio,
formando líneas y curvas en la gruesa barrera. Detrás de él, en la pared de cemento,
Nick vio formas similares, y al mirar con más cuidado, se dio cuenta de lo que
estaba viendo. Mezclados entre las rayas y las manchas de sangre había letras... A,
V, K y L. Otras líneas se arremolinaban alrededor de ellas, como si Serge quisiera
escribir una idea, pero no pudiera recordar cómo. La única cosa que estaba
perfectamente clara, de hecho, era una única figura. El número tres, garabateado en
la pared una, y otra, y otra vez.

Tres, pensó Nick. ¿Tres?

Había una mente allí, en esa criatura que había sido Serge. Una mente pugnando
por salir. Luchando duro contra eso, pero sin llegar a lograrlo.

Con pesar regresó sobre sus pasos, Nick se alejó, luego se detuvo en seco,
mientras un gruñido largo, fuerte llenó la habitación. Se volvió a tiempo para ver la
criatura de Serge explotar en un frenesí de rabia y furia, lanzándose sí mismo al
grueso cristal, golpeándose y golpeándolo. La pared transparente se sostuvo, pero el
poder de los golpes de la criatura hicieron temblar las paredes, y las uniones y las
articulaciones temblaron.

La cosa era cada vez más fuerte. La celda no se mantendría por mucho tiempo.

Echó un vistazo a la apertura de veinte centímetros cuadrados, y de seis metros


de altura, ahora cubierta por una placa de acero atornillada con firmeza en su lugar.
Se abría una vez al día y pequeños los animales eran metidos a través de ella, la

comida para el monstruo. No había otras aberturas en la celda, ninguna incluso del
J.K. Beck

tamaño de un alfiler, y tan pronto como la trampilla se cerraba, la junta se volvía


hermética.

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El Club de las Excomulgadas
Hasta el momento, no había pruebas de que Serge hubiera recuperado la
capacidad de cambiar a niebla, pero Nick tenía la sensación de que llegaría. Su
mente volvería junto con un nivel de control, y pronto sus poderes saldrían.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Una mente, se corrigió Nick, porque eso no era Serge. La cosa en la celda le
arrancaría la cabeza a Nick en el instante en que tuviera la oportunidad. No, el lazo
de amistad era sólo un formalismo ahora. Nick esperaba ser lo suficientemente
fuerte como para pasar por eso.

Se volvió, dándole la espalda a la bestia, con los ecos de sus puños golpeando las
paredes de la celda pareciendo latir dentro de su propio cuerpo.

Un paso, luego otro.

Llegó a la primera puerta, ingresando el código de acceso, y esperó a que el


acero grueso se abriera.

La segunda habitación era pequeña, existiendo sólo como una antecámara, a


prueba de fallos, por si Serge escapaba de la celda. La puerta se cerró detrás de él,
pero incluso con las paredes de treinta centímetros de espesor, aún podía oír la
rabia animal.

Una vez más, metió un código. De nuevo, una puerta se abrió. Dio un paso, y la
puerta se cerró detrás de él, finalmente bloqueando el sonido. La opresión en el
pecho de Nick se levantó un poco, y se apoyó contra la puerta.

La habitación estaba en la actualidad completamente a oscuras, no era que le


importara. Aún podía ver la puerta del cuarto de Petra junto a la de salida del túnel
y la otra ligeramente abierta a los dormitorios. Entre él, Luke, y Rand el hombre
lobo, siempre había alguien en la cámara. Siempre asegurándose de que Serge
permaneciera confinado, y listo para hacer sonar la alarma si la bestia se liberaba.

Cerró los ojos. En ese momento, no quería ver nada de eso. No quería recordar,
J.K. Beck

ni siquiera quería pensar, y sin embargo no podía dejar de pensar. En su amigo. En


la chica.

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El Club de las Excomulgadas
Abrió los ojos y miró la puerta cerrada, y el pensamiento de la mujer detrás de
ella. Estaba atado a ella ahora, los dos como responsables en diferentes formas de lo
que le había sucedido a Serge. Ambos eran unos fugitivos.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella era la pieza del rompecabezas que creía necesitar con el fin de salvar a su
amigo, pero ahora que la tenía, no había ninguna fórmula mágica, no había una
respuesta fácil. Su trabajo apenas había comenzado... y si los cambios en la criatura
que acababa de dejar eran una indicación, necesitaba trabajar rápido. Poco después,
Serge podría recuperar la capacidad de transformarse. Pronto, podría tener la fuerza
para lograr pasar a través de las paredes.

Pronto podría correr libremente y después Nick podría añadir la muerte de miles
de personas a la cuenta del carnicero. Y ese era un precio que no sabía cómo pagar.

Cerró los ojos, los abrió al sentir el frío acero de una daga presionada con fuerza
contra su garganta. Luke.

—Dame una razón para no matarte —Dijo Luke, con su voz áspera y peligrosa.

—Porque tengo que arreglar esto. Tengo que terminarlo.

—Detuvieron a Sara. Está en alguna celda de detención en el interior de la


maldita División.

Nick cerró los ojos.

—No esperaba que la encontraran tan rápido.

—Maldita seas, Nicholas —Dijo Luke y Nick sintió la navaja cortar su piel—.
Maldito seas por todos los infiernos.

El olor de la sangre de Nick se levantó entre ellos, y este obligó a no moverse. Si


Luke lo quisiera muerto, su cabeza ya habría golpeado la tierra. Además, no tenía

estómago para defenderse. Había sabido lo que podría suceder cuando había
J.K. Beck

marcado el número de Sara. Ahora estaba frente a las consecuencias.

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El Club de las Excomulgadas
—Toma mi vida —Dijo Nick—. Si paga la deuda, entonces tómala ya, y sé
rápido.

Un hilo de sangre se bajó por su cuello, y aunque no se movió, podía imaginar

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


su cuello manchado, después bajando por la tela a su clavícula. El olor cobrizo
llenó el aire, más penetrante, ahora que se mezclaba con el olor de la ira de Luke.

Un momento... luego otro...

Y luego, de repente, la presión desapareció.

—Me hizo jurar que no te haría daño —Dijo Luke—. Una llamada de teléfono,
y la utilizó para decirme que tendría mi cabeza si tomaba la tuya.

Nick cerró los ojos, agradecido, no tanto por su vida, sino por la oportunidad de
terminar lo que había comenzado.

—Entonces esa es otra deuda que tengo con tu esposa —Se volvió hacia el
hombre que contaba entre sus amigos más cercanos. El hombre que había
traicionado metiendo a su esposa a un nido de malditas avispas—. No quería esto,
Luke. No tuve otra opción. Pero, créeme, no quería que ella se involucrara.

—Diría que fracasaste miserablemente en ese sentido —Todavía tenía el cuchillo


en la mano. Ahora limpiaba la sangre de Nick en el muslo de su pantalón, y luego
enfundó la hoja a su lado—. Esperemos que el resto de la misión vaya mejor.

—En este momento, creo que no hay a dónde ir sino hacia arriba.

—No estés tan seguro de eso —Dijo Luke, algo en su voz atrajo la atención de
Nick.

— ¿Qué ha pasado?

—Tiberius se puso en contacto conmigo. Quería darme sus condolencias por lo


J.K. Beck

sucedido a Sara. Hará lo que pueda.

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El Club de las Excomulgadas
Algo de la tensión de Nick se fue.

—Bien. ¿Y Petra? ¿Habló de ella? —Luke no dijo nada, y Nick apretó los puños
con rabia—. Maldita sea, Tiberius debería haber argumentado a favor de que se

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


quedara. Debe su maldito lugar en la mesa de la Alianza a la chica, y lo sabe muy
bien. Debería inclinarse con gratitud.

—Dice que no tiene otra opción.

— ¿Qué? ¿Por qué si no está a favor de terminar con Petra, Dirque reunirá a las
tropas y votarían por quitarlo?

— ¿Es eso tan difícil de entender?—Preguntó Luke.

Nick frunció el ceño, ya que no era difícil en absoluto. Tiberius era un político, y
ahora estaba jugando juegos políticos. Como defensor de la Alianza, Nick sabía
todo acerca de las maquinaciones de la política. Pero como amigo, habría esperado
más.

—Es algo más que su asiento en la Alianza —Dijo Luke—. Dice que el toque de
la chica puede traer consigo el fin de la Alianza. Dice que ha sido previsto. Una
profecía.

— ¿Y crees en esa mierda?

Luke casi sonrió.

—La Alianza acaba de encerrar a mi esposa. En este momento, la perspectiva de


alguien que la derroque suena bastante buena.

Nick emparejó su sonrisa con la de su amigo, y por un momento, sintió que las
cosas estaban bien entre ellos. No lo estaban, sin embargo. Las cosas no lo estarían
de nuevo hasta que Sara estuviera libre, y Serge fuera él mismo, y ambos lo sabían

muy bien.
J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—Es peligroso que te quedes aquí —Dijo Luke—. Tú y Petra necesitáis salir esta
noche.

—Entendido.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Estás seguro de esto? Entrégala ahora, y podremos terminar con esto. Sara
podrá salir libre esta noche.

—Es Serge, Luke. La única manera en que me puedes detener ahora es usando
esa navaja que guardas en tu muslo.

La mano de Luke se cerró sobre la empuñadura, y Nick contuvo la respiración.


Pero el cuchillo se quedó con su cubierta.

—La chica no tiene idea de cómo revertir la maldición —Dijo Luke. Dejó caer la
mano—. Infiernos, ni siquiera sabe si se puede hacer.

—Pero es una maldición, Luke. Eso significa que tiene una fuente. Si podemos
seguirle la pista...

—Si —Dijo Luke—. Y mientras tanto, se hace más fuerte. Si se libera…

—No lo hará.

—No —Dijo Luke—, porque si me temo que estamos cerca de eso, yo lo


terminaré. No te equivoques. Veneno, fuego, encontraré una forma.

— ¿Podrías hacerle eso a un amigo?

Luke cerró los ojos.

—Mi amigo Sergius está muerto.

—Tengo la intención de traerlo de vuelta.


J.K. Beck —

—Incluso si lo haces, su demonio estará todavía independiente.

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El Club de las Excomulgadas
—Dadas las circunstancias, diría que sería un problema menor.

Luke asintió, luego abrió los ojos y examinó a Nick con una fría y calculadora
mirada.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Incluso si tienes éxito, la Alianza tiene una memoria larga y un temperamento
rápido. Puedes encontrarte atado sobre una losa en la cámara de ejecución.

—He hecho mis deberes, y ese será un riesgo digno de tomar. Si podemos
regresarlo, si podemos librarlo de la maldición de Petra y transformamos a Serge de
nuevo en él mismo, estoy seguro de que mis habilidades superiores de defensa
atraerán al Tribunal a mi lado.

— ¿Y si te equivocas?

—Entonces me veré obligado a adquirir un gusto por el estilo de vida fugitivo —


Se sacudió una mota de pelusa de la manga de la camisa bien planchada en la que
se había cambiado, luego miró a Luke con una sonrisa irónica—.
Afortunadamente, no soy un hombre que dé mucha importancia a las
comodidades.

J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Ocho

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Nick, espera.

Nick se detuvo frente a la puerta de Petra, atrapado por la súplica de Lissa. No


quería darse la vuelta y enfrentarse a ella. No quería ser distraído por la avalancha
de recuerdos que seguramente se elevarían cuando la viera.

No la amaba más, finalmente estaba seguro. Pero su amor no se había deslizado


lentamente hasta que no fuera nada más que un recuerdo suave. Por el contrario,
había sido arrancado de su propia carne, y como cualquier herida, la costra
sangraba al levantarla.

No había, sin embargo, manera de evitarlo.

—Espera un segundo —Dijo ella, corriendo hacia él y sosteniendo una mochila


pequeña de lona.

— ¿Qué sucede, Lissa?

La sonrisa se congeló en su cara, y ella dio un paso atrás, con el brazo todavía
extendido con el paquete.

—He traído esto para Petra.

Él tomó la bolsa.

—Gracias.

Ella frunció el ceño con confusión, y él se sintió como una mierda.

—Es algo bueno que lo hicieras —Dijo—. Que corrieras el riesgo. Que salvaras a

Petra. Me alegro de que lo hicieras.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—No lo hice por ti —Dijo—. Ni por ella —Alargó la mano hacia el pomo de la
puerta.

—De acuerdo. Por Serge. Lo entiendo —Sus mejillas se ruborizaron, y él

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


comprendió por qué. En ese momento, ella no lo sabía, por supuesto. Pero después
de que había traicionado a Nick, había sido Serge, quien lo había sacado del
precipicio. Serge, quien había ayudado a Nick a batallar con su demonio que
crecía.

—Me tengo que ir.

—Nick… No importa.

Él sabía que debía dejar las cosas así y alejarse. En su lugar, soltó el pomo de la
puerta.

— ¿Qué?

—Es sólo que... pensé que habíamos hecho progresos, pensé…

—Ya te perdoné por lo que me hiciste, Lissa. Demonios, incluso me gusta Rand.

—Entonces…

—Eso no quiere decir que sea fácil —Miró sus ojos azules como el Caribe, ahora
como las oscuras aguas antes de una tormenta, y se preguntó por qué ella no podía
ver hasta qué punto había roto su orgullo. Lo que le había hecho a él había sido
hacerlo quedar como un bobo. Y ese no era un papel que Nicholas jugara bien.

—Oh —Podía ver que quería decir algo más. Quería disculparse de alguna
manera y hacer todo mejor. Una instinto femenino de besar la herida y hacer que
desapareciera.

Él no quería esa simpatía.


J.K. Beck

Levantó el paquete.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué es esto?

—Ropa —Dijo ella—. Calculé el tamaño de Petra.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Bien. Gracias.

Ella se dio la vuelta para irse, y él comenzó a hacer lo mismo, pero se detuvo.

— ¿Lissa?

Sus hombros se pusieron rígidos, e hizo una pausa antes de enfrentarse a él.

—No seremos amigos. Colegas, tal vez. Pero no amigos.

Su rostro estaba tan duro como el vidrio e igual de frágil.

—Por supuesto—, dijo ella con frialdad.

No la miró irse. En cambio, se volvió hacia la puerta de Petra y metió la llave en


la cerradura.

*********

—Te metiste en mi cabeza, tu maldito chupasangre.

Petra se levantó y salió del catre antes de que Nicholas hubiera incluso pasado
por la puerta de su celda. Su nueva celda. Lo cual, a pesar de que no estaba en ésa
área a la espera de ser ejecutada, seguía suponiendo que era una maldita prisión.
Uno o varios conjuntos de cuatro paredes y nada en lo que ocuparse excepto sus
pensamientos.

En ese momento, sus pensamientos estaban firmemente enojados.

Ella sostuvo la manta aún doblada en sus manos, y ahora la empujó contra su

pecho, empujándole fuerte de regreso hacia la puerta.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—Te metiste en mi cabeza —Repitió—, y empujaste mi mente, y si crees que te
perdonaré porque me salvaste el trasero, entonces déjame decirte ahora que en
serio, en serio, estás equivocado sobre ese tema.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él la miró, con sus ojos azules con tanta ordenada atención como cubiertos con
arrepentimiento.

—Lo siento.

Ella aún llevaba la manta y empezó a empujarla hacia él de nuevo. Comenzaría


a decirle que no quería escuchar sus excusas o explicaciones. Y entonces sus
palabras pasaron a través de las nubes de tormenta de su cabeza.

Ella lo miró con desconfianza.

— ¿Qué dijiste?

—Te dije que lo sentía.

Se veía arrepentido, pensó, y, sin embargo ese no era lo que había esperado. No
conocía bien a Nicholas, pero lo hacía lo suficiente. Era arrogante, por lo general
por una buena razón, y sinceramente dudaba de que disculparse fuera fácil.

—Bien, está bien, entonces, pero haces algo así otra vez… Siquiera pensar en
hurgar allí dentro… Y tendrás a una mujer muy poco cooperativa en tus manos —
Cruzó los brazos sobre su pecho— ¿Está perfectamente claro?

Dio un paso hacia ella. Demasiado cerca, teniendo en cuenta que sus manos
estaban desnudas. Ella dio un paso atrás, pero él le correspondió, con su
proximidad inquietándola. Nerviosa. Ella se quedó inmóvil, muy inmóvil, y se
obligó a mirarlo a los ojos, tratando de ignorar la forma en que su corazón latía
ahora, disparándose junto con miedo y algo más. Algo nuevo y tan peligroso como

la maldición con la que vivía todos los días de su vida.


J.K. Beck

—Creo que estás perdiendo el panorama general —Dijo él, tan cerca que ella
podía sentir su aliento en la piel, la sensación tan cálida y suave como una caricia

77
El Club de las Excomulgadas
imaginaria. Ella se estremeció, definitivamente no por miedo, y se centró en algo
encima de su hombro. En ese momento, no quería mirarlo a los ojos—. Quieres
que esta maldición se levante aún más que yo. Y para hacer eso, tenemos que

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


trabajar juntos.

Abrió la boca, lista para atacar con un comentario insolente sobre su definición
de trabajar juntos, pero él lo hizo primero.

—Te pedí disculpas por meterme en tu cabeza, y lo dije en serio —Dijo, dando
un paso atrás, y luego cambiando su posición de modo que ella estuviera mirándole
directamente—. Pero no creo que pueda soportar amenazas vanas. Somos un
equipo ahora, Petra. Lo que significa que me dirás todo lo que sabes acerca de esta
maldición y de la forma de quitarla —La miró fijamente, y ella se encogió bajo su
mirada—Todo.

No era exactamente una opción. Si él sabía que con su muerte, Serge sería libre, la
mataría en un santiamén, y realmente no le sentaba nada bien. Ella quería vivir
malditamente demasiado. Quería aferrarse desesperadamente a la esperanza de que
de alguna manera, algún día sería realmente una parte del mundo en lugar de una
extraña.

Así que no, nunca le diría a Nicholas la verdad, pero no había manera de que
pudiera permanecer en silencio, tampoco. No del todo.

— ¿Petra?

—De acuerdo—. Ella miró hacia abajo, a sus manos. —Te diría que podría
quitarme esto, pero...

—Probablemente sea lo mejor —Él arrojó la mochila a sus pies—. Ropa. Debes
cambiarte.

Él ya lo había hecho, después de haber abandonado su traje ninja por algo más
J.K. Beck

casual para L.A. como pantalones oscuros, una camisa de color blanco con botones
hasta abajo, y una chaqueta de cuero negra. Simple. Básico. Sin embargo, con eso

78
El Club de las Excomulgadas
se veía como un modelo masculino de pasarela. Por lo menos, parecía que debería
estar en la cola para una prueba de pantalla de uno de los estudios.

Lo había visto innumerables veces en lujosos trajes de seda que probablemente

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


salían a su medida de sastres de lugares exóticos, y podía recordar haber pensado
que se veía bien. Bueno en su conjunto. Ahora, sin embargo...

Ahora se veía como el pecado personificado. Suave, liso y completamente en


control.

Ella frunció el ceño, luchando contra su recuerdo, si recuerdo era la palabra


correcta, de su esencia en hermanamiento con la suya. Él había dejado una marca
en ella, eso era seguro.

Y el hecho de que no podía hacer nada al respecto era uno de los grandes pesares
de su vida. Afortunadamente, no era una mujer acostumbrada a estarse
lamentando.

Se agachó, abrió la cremallera de la bolsa, y luego sacó un par de pantalones


vaqueros, camiseta de manga larga y un par de guantes largos y delgados de
operaciones.

—Lissa —Dijo Nicholas, con su voz extrañamente tensa—. Esperó que te


quedaran bien.

—¿Está aquí? —Lissa era la pareja del hombre lobo Rand, y ella y Petra habían
pasado muchas horas de visita, con Lissa haciendo todo lo posible por convencer a
Petra que todo iba a salir bien, aunque ninguna de ellas lo había creído realmente.

Como respuesta, sonó un golpe en la puerta, y luego Lissa dio un paso entrando,
con Rand justo detrás de ella. Los ojos del were se movieron a Nicholas. Lissa sólo
miraba a Petra.
J.K. Beck —

—Oh, aún no te los has probado. Quería estar segura de que todo te servía.

79
El Club de las Excomulgadas
—Lo haré ahora —Dijo Petra, y luego miró a Nicholas y sintió que sus mejillas
ardían—. Bien, tan pronto como Nicholas se vaya —Suave. Estaban a punto de
vivir en lugares muy reducidos, y se preguntó cómo sería saber que él la estuviera

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


mirando. Sentir sus ojos mirándola de esa forma, y saber que a pesar de que no
podía, desesperadamente quería tocarla, casi tanto como ella deseaba sentir su
tacto.

Excepto que él no la miraba de esa forma. Para el caso, no la miraba para nada.
No lo estaba haciendo a ningún lugar, de hecho. Pero tenía la extraña sensación de
que estaba mirando a la nada para no mirar a Lissa. Había una tensión entre ellos,
algo áspero e incómodo. Y aunque no era asunto suyo, no podía evitar preguntarse
si el grosor en el aire, y la forma en que Nicholas se comportaba, era como si
estuviera guardándose un secreto.

Lissa, también. La forma en que su atención se quedaba solo con Petra. Y la


forma en que Rand vigilaba a Nicholas como un halcón.

Interesante.

Pero lo que era aún más interesante, y más que un poco molesto, era la forma en
que ver eso la hacía sentir. Una especie de retortijón en el interior, y aunque le
gustaba Lissa, mucho, en realidad, en ese momento no podía esperar a que la
hermosa súcubo saliera de la propiedad y la dejara a ella y a Nicholas volver a su
conversación.

—Elegiste ropa genial —Dijo—. Parece que todo me servirá.

—Estoy muy contenta —Ella dio un paso atrás—. Dejaré que vosotros
terminéis, pero Luke quería que te diéramos un empujón —Le había dicho eso a
Nicholas al final mientras enganchaba su brazo a través por Rand—. Todo el
mundo está ansioso por empezar a moverse.

— ¿Todo el mundo? —Petra se preguntó simplemente cuántas personas la habría


J.K. Beck

ayudado a huir.

80
El Club de las Excomulgadas
—Se necesitó una aldea —Dijo Nicholas con ironía.

Petra frunció el ceño cuando Lissa se retiró, cerrando la puerta detrás de ella.
Con el pensamiento de que pudiera haber más que Nicholas, le causaba a la vez

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


pánico y emoción. No estaba acostumbrada a estar en deuda con nadie más que
con Kiril, y nunca consideró su protección como una carga. Era su hermana,
después de todo. Pero deberle algo a alguien... eso era íntimo y aterrador.

—Quién es exactamente todo el mundo —Preguntó—, y, ¿cómo te ayudaron a


sacarme?

—No lo hicieron —Dijo Nicholas—. Eso lo arreglé por mi cuenta. En su


mayoría —Parte de la presión sobre su pecho se levantó. Porque el que fuera que
había estado allí no hubiera ayudado en su rescate. Ella todavía estaba en deuda
sólo con Nicholas.

—Están aquí por Serge. Para vigilarlo.

— ¿Y nadie sabe que está vivo?

—Sólo cinco personas. Rand, Lissa, Luke y Sara. Yo. Seis ahora, contigo —La
estudió—. ¿Quieres verlo? —Le preguntó, como si la posibilidad de eso se le
acabara de ocurrir.

Ella sacudió la cabeza.

—La única razón para verlo sería para recordar lo que mi maldición puede
hacer. Confía en mí, no necesito el recordatorio. He vivido con ella todos los días
de mi vida.

Se dio la vuelta, frustrada por el regreso del recuerdo de la horrible noche


cuando había nacido.

Tan sorprendente como era, de alguna manera lo recordaba. Las paredes


J.K. Beck

manchadas de sangre. Los gritos de su madre. Los gritos aterradores de su padre.

81
El Club de las Excomulgadas
Apretó los puños, no queriendo ir allí, empujando duro para bloquear el
recuerdo y alejarlo.

— ¿Petra? Dime lo que estás pensando.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella se movió para mirarlo.

—No se trata sólo de mí, sabes. Esto es transmitido. Ha sido una maldición en
mi familia —Las palabras simplemente se derramaron, y mientras lo miraba,
viendo la compasión en su rostro, fue golpeada por la súbita comprensión del por
qué era un buen defensor importante, porque sabía cómo mirar y cuando preguntar.
Y porque había algo en ese rostro que te inspiraba confianza.

Eso que hacía a la gente creer que podían hablar con honestidad, sin graves
consecuencias. Incluso personas tan cuidadosas como ella.

Se supone que tenía sentido decirle lo poco que sabía, aunque ella tenía sus
dudas de que eliminar la maldición fuera posible, pero él no sería de ayuda en
absoluto, sin comprender cómo se producía la maldita cosa.

Recordó la forma suave en que había mirado a Lissa, y tuvo que admitir que se
trataba de algo más que liberarse de una maldición. En ese momento quería ver la
simpatía que sin duda ella haría florecer en sus ojos. Necesitaba verla.

Necesitaba el consuelo de saber que él no estaba haciendo eso sólo por salvar a
Serge, sino que de alguna manera, podía salvarla, también.
J.K. Beck —

82
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Nueve

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Una maldición familiar —Nick la miró fijamente, con una burbuja de irritación
creciendo en su interior—. Yo era tu defensor. ¿Por qué diablos no me lo dijiste?

— ¿Te hubiera importado? Ellos me condenaron, por lo que soy, no por qué lo
soy.

—No importa —Había asumido que el origen de la maldición podría ser


rastreada. Ahora tenía que considerar la posibilidad de que quien fuera o lo que
fuera que había puesto la maldición sobre la familia Lang estaba desaparecido,
muerto y sepultado. No era bueno. No era bueno en absoluto.

Sin embargo, una maldición familiar significaba historias de familia y herencias.


Esperaba encontrar una pista.

Empezó a decir algo más, pero fue interrumpido por unos golpes en la puerta.

—Olvidaros de la tarde de moda —Dijo Luke—. Sólo salir de aquí. Quiero


informaros antes de que sea el momento de darle de comer.

—Cinco minutos —Respondió Nick, luego se volvió hacia Petra.

—Adelante. Me cambiaré y estaré ahí.

—Te cambiarás —Estuvo de acuerdo—. Y podremos hablar.

Ella echó un vistazo a la bolsa a sus pies, y al hombre de pie delante de ella.

—No lo haré…

—Me daré la vuelta —Dijo él, y luego lo hizo mirando a la puerta de entrada en

lugar de a la mujer.
J.K. Beck

83
El Club de las Excomulgadas
Oyó el crujido de la tela, mientras ella se quitaba la ropa que le había entregado
la PEC, habiendo estado con demasiadas mujeres podía imaginar cómo se veía, la
tenue luz de la habitación haciendo que su piel resplandeciera, con las sombras

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


acentuando cada curva. Que Dios lo ayudara, esta mujer no estaba ni siquiera en su
radar y, sin embargo su cuerpo se tensó. Como el maldito perro de Pavlov, pensó,
con una combinación de diversión e irritación.

—No me respondiste —dijo Petra, interrumpiendo sus pensamientos—.


¿Hubiera importado?

Sin pensarlo, se volvió a contestarla, y vio que la imagen que tenía en su cabeza
estaba en lo cierto. Estaba de pie desnuda ahora, con todas las suaves curvas y
líneas elegantes, con su cuerpo menudo y atlético, pero con la suficiente carne
como para que nadie jamás la confundiera con una adolescente.

Su cabeza estaba dentro de la camiseta, y supo que debía darse la vuelta, pero no
pudo. Le gustaba el aspecto que tenía, fresca e inocente.

Era una criatura rara, pensó. Una a la que no podía seducir, no podía usar, no
podía tocar a pesar de la tentación de extender la mano y tocar su piel, para ver si
su cuerpo era tan suave como se veía, y experimentar el placer único de saber que él
era el primer hombre en acariciarla así.

Ese placer, sin embargo, tenía un alto precio.

Su cabeza se deslizó por el agujero en la camiseta, con la oscura masa de rizos


saliendo primero, y luego su rostro, con los ojos cerrados. Los abrió, viendo que él
la miraba, y tiró de la camisa el resto del camino hacia abajo.

— ¿Qué demonios estás haciendo?

—Admirar las vistas. —Dijo divertido por la forma en que sus manos se

cruzaron hacia abajo, ocultando su entrepierna.


J.K. Beck

— ¡Maldita sea, Nick! Date la vuelta.

84
El Club de las Excomulgadas
—Me disculpo. Te aseguro que no tenía intención de mirar. —Dijo, pero no se
giró.

—Esa es una completa y total mentira.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él se rió entre dientes.

—No, es cierto. No quise mirarte, pero una vez que me di la vuelta, no pude dar
marcha atrás. Eres hermosa, Petra —Luchó contra el impulso de dar una última
mirada al cuerpo de la mujer que no podía tener—. ¿Nadie te ha dicho eso?

Ella no respondió, y él lamentó sus palabras. Por supuesto, nadie lo había hecho.
Ningún hombre la había visto así, ¿cómo podría alguien haberlo hecho, cuando
verla hacía desear tocarla?

—Lo siento —Dijo él.

—No importa, tenemos que irnos.

Podía oírla tirar de los pantalones vaqueros, con sus movimientos bruscos y
espasmódicos. La había molestado. Maldita sea, por lo general era mejor para
decirle las cosas correctas a una mujer.

—Una vez más… ¿Decirte que mi familia está maldita en realidad te ayuda?

Él se dio la vuelta para mirarla de frente, seguro ahora de que estaba vestida.

—No —Dijo observando la forma en que ella mantenía su cara, tan suave y sin
expresión—. Tienes razón. Ellos debieron haberte visto, notando una larga línea de
humanos maldecidos, y quisieron aún más que nunca acabar con eso, en ese
momento, justo ahí.

Por un momento, el silencio se quedó suspendido entre ellos.


J.K. Beck —

—Yo destruí a mi padre —Dijo ella finalmente, con su rostro y su voz duros y
firmes, pero pudo oír la vulnerabilidad debajo. Le hubiera gustado llegar a ella,

85
El Club de las Excomulgadas
pero al mismo tiempo se alegraba de que fuera imposible. Podría decir al mirarla,
que quería parecer fuerte, y la aceptación de su toque sería como el reconocimiento
de su debilidad. A la Petra que él conocía, no le gustaba ser débil.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Yo era sólo un bebé, pero sé lo que pasó. Creo que es parte de la maldición,
pero lo recuerdo todo.

—No fue tu culpa —Dijo él suavemente.

—No —Dijo ella con la misma falta de pasión férrea—. No fue mi culpa. Pero
eso no cambia el hecho de que él cambió por mí, y debido a que cambió, mató a mi
madre —Él oyó su aliento entrecortado y vio la suavidad debajo del acero, con la
culpa tan rápidamente enmascarada.

—Lo veo todas las noches en mis sueños. Estoy en la oscuridad, cálida y segura
con mi hermano, y entonces llega el dolor. Tanto. Esa parte tiene una falta de
definición hasta que me ciega una luz, el frío y el miedo, y estoy sola. Estoy
gritando, también, porque quiero a mi hermano, pero no está conmigo —Ella lo
miró a los ojos—Estoy naciendo, ya sabes.

Él asintió, pero no la interrumpió. Ella suspiró, y luego continuó, indicando los


hechos como un soldado daría un informe.

—Después de eso, el sueño se mueve. No estoy dentro de mí nunca más, pero es


como si estuviera viendo una película. Hay una anciana, y ella me envuelve con un
paño. Sabe que no me puede tocar. Y aunque mi madre todavía tiene dolor, porque
Kiril está en camino, está feliz porque es libre, pero se siente culpable, tan culpable,
porque su felicidad viene a un precio muy alto para mí.

—Ella te lo pasó.

Petra asintió.
J.K. Beck —

—Primogénita de nacimiento. Ambas curas y maldiciones.

— ¿Y ese ciclo? ¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo?

86
El Club de las Excomulgadas
—Desde la década de 1800, seguro. Posiblemente antes de eso, pero eso es tan
antiguo como la Biblia de la familia llega.

— ¿Y tu padre?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Mis sueños no se meten en su cabeza, así que no sé por qué lo hizo. Mi tía me
dijo que él siempre había sido impulsivo. Nunca pensó con claridad, y que cuando
se le permitió entrar al cuarto, estaba tan emocionado de que mi madre se hubiera
curado, y por lo tanto sorprendido de que tuviera una hija y un hijo, que no se le
ocurrió preguntar quién había sido el primogénito. Supuso que había sido Kiril, ya
que era más grande, y yo era insignificante, pequeña y débil —Su sonrisa irónica
cortó a través de él—. Creo que no se dio cuenta de que el poder puede venir en
paquetes muy pequeños.

—Te tocó.

—Apenas. Sólo el más mínimo roce de un dedo contra mi pequeño dedo pulgar.
Los estaba contando, como hacen los padres, para demostrar que sus hijos son
perfectos.

Él vio que ella dibujó en el aire, vio que algo cambiaba, como si ella misma se
centrara. Se imaginó que era lo que hacía en su trabajo, cuando tenía que informar
sobre malos hechos a sus clientes. Entregar las noticias rápida y llanamente. Nada
más que una historia, una enumeración de hechos.

—Mi madre se dio cuenta y trató de detenerlo. Pero estaba débil y no se movió
lo suficientemente rápido. Él cambió. Todavía puedo oírlo en mi cabeza mientras
gritaba, por primera vez con agonía, y luego cambió de nuevo y sonó como alegre.
Mientras se divertía destruyéndonos a todos nosotros.

—Kiril y yo estábamos al lado uno del otro, y él se echó encima de nosotros Él…
—Su voz se quebró, y una sola lágrima corrió por su mejilla, pero se la limpió con

el dorso de la mano, como si las lágrimas no fueran más que una molestia.
J.K. Beck

87
El Club de las Excomulgadas
Él dio un paso hacia adelante, luego se detuvo. Sabía cómo consolar a las
mujeres, sabía cómo atraerlas a sus brazos y dejar que lloraran. Pero ¿cómo
consolar a una mujer a la que no podía tocar? ¿A una mujer que no quería llorar?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Consciente de la impotencia de su gesto, le tendió un pañuelo. Ella lo miró, pero
no lo alcanzó.

Poco a poco, él lo devolvió a su bolsillo.

—No hace falta que me cuentes el resto.

Ella miró a los ojos, desafiante.

—Dijiste que querías saberlo todo.

—Muy bien.

—Él la destruyó —Continuó—. Fue brutal, sangriento y horrible, pero fue


rápido. Y entonces vino por nosotros. Yo no sentí nada. No entendía el miedo, en
realidad no. No sabía lo que era normal en ese nuevo mundo, pero sentí el miedo
en la habitación, y me di cuenta de que mi abuela estaba todavía allí, en la esquina,
observando con horror cómo su hija era destruida. Ella lo detuvo. Mi abuela fue la
que lo destruyó, pero, al mismo tiempo, se destruyó a sí misma.

— ¿Cómo?

—Con magia. Corre en nuestra familia, también, a pesar de que corre más fuerte
en unos que en otros. En mi abuela era bastante débil, en realidad, pero ella elaboró
todo lo que sabía y le hizo... algo... a él.

— ¿Qué?

Ella sacudió la cabeza.


J.K. Beck —

88
El Club de las Excomulgadas
—No lo sé. Él estaba allí, y luego pareció implosionar4. Hubo un resplandor en
el aire, y de repente ya no estaba. Y ese fue el fin.

— ¿Nunca le preguntaste?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Murió. Tuvo el poder suficiente para salvarnos a Kiril y a mí, después, hizo un
hechizo más. Y luego se cayó en el suelo y murió —Ella contuvo el aliento, con un
rápido movimiento de su cabeza como la única señal de la historia la estaba
afectando—. Nuestra tía nos crió, la hermana de mi madre, y no estuvo contenta
con eso. No nos quería. Nos culpó… Me culpó… Por la destrucción de su vida. La
maldición... la odiaba. Pensaba que mi madre y yo éramos malas. Fue horrible.

—Suena horrible.

—Ella murió cuando teníamos quince años —Continuó Petra—. Pero no se lo


dijimos a nadie. Teníamos miedo que los servicios sociales de California se
involucraran, y nos pudieran separar. No había manera de que pudiera vivir sin
Kiril, o él pudiera vivir sin mí.

Por un momento, él no habló, pensando en su lugar sobre la fuerza de esta mujer


que se había pegado a él por las circunstancias. Entonces sus pensamientos se
despejaron, y volvió a los negocios.

—Tendremos que ir por tus cosas. Las reliquias de la familia. Los diarios. Esa
Biblia. Quién sabe dónde encontraremos una pista.

—No hay nada.

— ¿No tienes nada de tu madre?

—Por supuesto. Una pulsera.

—Entonces quiero verla.


J.K. Beck —

—Está bien. Lo que sea. No te llevará a nada.

4
Explotar, romperse con mucha fuerza.

89
El Club de las Excomulgadas
—Puede ser.

Ella puso los ojos en blanco.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Si te hace feliz creerlo. Pero he estado en esa ruta, y no hay nada. Es por eso
que he estado buscando la manera de echar una contra-maldición. No es que esté
rodeada de montones de pistas crípticas que sólo necesiten ser traducidas.

Él lo pensó un momento, pensando en los pros y en los contras de su historia.

Ella entrecerró los ojos.

— ¿Qué? ¿Crees que te estoy tomando el pelo? ¿Qué tengo algún tratado sobre
cómo romper las maldiciones ocultas detrás del váter?

—No —Dijo—. Eso no es lo que estaba pensando. Es sólo que… Petra, tu


historia no tiene sentido.

Ella se puso rígida.

— ¿Cómo dices?

— ¿Es el Toque lo que transforma a alguien en monstruo, y el parto es la maldita


cura?

—Sí —Ella inclinó la cabeza hacia un lado—. Bien, no el acto de dar a luz, sino
el nacimiento de un hijo. Quiero decir, si Kiril hubiera sido el primogénito,
entonces la maldición se levantará cuando su hijo nazca. Cuando se corte el cordón
umbilical, si deseas tener toda la técnica sobre eso.

—Ah... —Él vaciló, sonando tanto divertido como incómodo—. Cariño, sé que
no tienes experiencia en esas cosas, pero es sumamente difícil conseguir que una
mujer se quede embarazada sin tocarla.
J.K. Beck —

Ella parpadeó, y luego lo miró con ojos muertos.

90
El Club de las Excomulgadas
—Inseminación artificial —Dijo, y luego se echó a reír al ver su expresión
horrorizada—. Lo siento, lo siento, es sólo... que te estabas acercando al tema tan
delicadamente. Tú. Creo que te sonrojaste.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Yo? ¿Qué se supone que significa eso?

—Es que teniendo en cuenta tu reputación, no hubiera esperado conseguir que


fueras tímido con el sexo.

Él se inclinó casualmente contra la pared.

— ¿Reputación?

Ella le miró fijamente.

—Ni siquiera —Dijo, y sonrió—. Pero gracias por la risa.

—Feliz de estar a tu servicio, pero aun así creo que me estoy perdiendo el
panorama general aquí.

—De acuerdo. Bien, hay una especie de cláusula de escape. Probablemente


porque quien nos maldijo la primera vez vio el mismo problema que tú, y quiso
asegurarse de que nuestra línea siguiera su camino una y otra vez.

— ¿Qué clase de cláusula de escape?

—La noche de luna azul —Dijo—. Es el mes cuando hay una luna llena extra.
No sucede muy a menudo. Pueden pasar años.

—Sé lo que es una luna azul —Dijo él.

—Oh. Bien —Ella sintió que sus mejillas ardían, pero se obligó a no mirar hacia
otro lado. Mantener esa conversación estrictamente profesional—. Pues bien,

durante esa noche, desde el atardecer hasta el amanecer, me puedes tocar sin
J.K. Beck

hacerte daño —Ella sintió que sus entrañas se sacudían al recordar la forma en que
se sentía cuando la luna azul llenaba el cielo.

91
El Club de las Excomulgadas
Ella nunca había estado con un hombre, no así, y no porque no lo hubiera
deseado. No era que jamás hubiera deseado a un hombre concreto, no se permitiría
enamorarse, pero en esa noche... Santo cielo, en esa noche su cuerpo anhelaba ser

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


tomada, sostenida, ser devastada.

Hasta el momento, no lo había conseguido.

La primera vez que había llegado después de la pubertad, no se había dado


cuenta de lo que estaba pasando hasta que fue demasiado tarde. La siguiente vez,
tenía veinte años y visitó a Joshua Tree con Kiril, lo que significaba que no
importaba lo caliente que estuviera enloqueciendo, no había un hombre alrededor
para satisfacer ese impulso.

Kiril se había sentado con ella, sin embargo, dejando que se inclinara en contra
de él y sosteniendo su mano, para que al menos por una vez, ella pudiera sentir la
sensación de piel contra piel, y había pasado el tiempo contándole historias
salvajes. Cuentos que más tarde había escrito en sus cuadernos de notas y luego
deslizado en un cajón a pesar de sus constantes exhortaciones de que debía
enviarlos a las revistas y tratar de que los publicaran.

La siguiente vez, le había dicho a Kiril que iba a pasar la noche de marcha en los
clubs de Los Ángeles. Había pedido ropa en internet, practicado con el maquillaje
de día, y con la fantasía de los hombres que presionarían contra ella en la pista de
baile.

Pero una hora antes del atardecer, había comenzado a vomitar, con su estómago
enfermo por una intoxicación, por un virus o comida, por lo que sólo pudo
permanecer en el interior y dejar que Kiril la atendiera y le dijera que siempre
habría una siguiente luna azul para buscar diversión. Eso había apestado, pero
había estado agradecida por tener un hermano que estuviera pegado a ella.

Mientras su estómago se contraía, Kiril le había tomado la mano y acariciado el


J.K. Beck

pelo, dejando que la calmara la sensación de su tacto, mientras le hablaba de la


noche, manteniéndola sobre la tierra y centrada. Una o dos veces había llegado a

92
El Club de las Excomulgadas
estar tan frustrada con estar enferma que en realidad había sido lo suficientemente
desleal para preguntarse si él habría puesto algo en la comida para que se
enfermara, pero luego ella misma se había pateado mentalmente por pensar tales

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


cosas malas. Kiril era su roca. La amaba. Y gracias a él había podido mantener su
cordura en esas noches raras, místicas, y por eso, siempre estaría muy agradecida.

Ahora, sin embargo...

Ahora, recordó la forma en que había salido de la niebla, llena de la sensación de


estar enredada con Nick.

Lo miró ahora, y se deleitó con el calor que parecía inundarla mientras abría su
recuerdo, delicioso, dulcemente erótico y enloquecedoramente efímero.

Se habían fusionado como una nube en el cielo. ¿Cuánto más dulce sería sentir
su carne contra la suya?

No lo sabía, pero la luna azul llegaría, y esta vez no iba a ser Kiril quien
estuviera con ella.

Esta vez, sería Nicholas.

J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diez

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No, estoy segura. En serio —Petra apretó el teléfono más firmemente contra
su oreja y cambió de posición, dándole a la habitación, y al grupo dentro de ella, la
espalda. En el otro extremo de la línea, Kiril estaba exigiéndole una explicación,
una ubicación, algo, y ella se sentía como una completa mierda, porque no podía
dársela. Ellos no le permitían dársela.

Nicholas se movió a su lado, entrando en su campo de visión, y un nudo torcido


de irritación llegó a su intestino. Sabía lo que tenía que hacer, pero ahí estaba él,
flotando como si no confiara en que lo haría.

Él dio unos golpecitos en su muñeca, y aunque no llevaba reloj, sabía que le


decía que se apurara.

—Kiril… Kiril, sólo tengo un momento, ¿vale?, estoy bien, pero necesito ayuda.
Nos vemos en el teatro El Capitán, en una hora, y, Kiril, asegúrate de que no te
sigan.

Colgó antes de que él pudiera protestar más, entonces se enfrentó a Nicholas.

—No me gusta mentirle.

—Es necesario. Estarán vigilándolo. Enviarlo lejos de donde estemos nos ganará
algo de tiempo.

—Tal vez.

—Definitivamente —Respondió Nicholas.

Ella se encogió de hombros. Pensaba lo contrario, y lo sabía, pero le había


contado mucho, exponiéndole gran parte de ella. Se había sentido bien en la


J.K. Beck

penumbra de la pequeña sala en la que habían estado. Pero ahora, bajo la severa
luz de los fluorescentes, deseó haber mantenido la boca cerrada. Como si él

94
El Club de las Excomulgadas
realmente hubiera necesitado saber del recuerdo de su nacimiento. Como si ella
realmente hubiera querido que él la viera llorar.

—Es mi hermano —Dijo—. Él debería estar ayudándome. Protegiéndome. Eso

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


es lo que hace.

—Y ahora es lo que hago yo —La voz de Nicholas fue dura, no sin sentido... y
Petra cerró los ojos, deseando que las cosas fueran diferentes. Deseando que Kiril
estuviera allí. Deseando que la vida en la que se despertaba todos los días no fuera
la suya.

Pero, al mismo tiempo estaba tan condenadamente agradecida por estar viva. Y
no era a Kiril a quien le debía la vida. En cierto modo, ni siquiera a Nicholas.

Lo único para lo que la había salvado era por la esperanza de salvar a Serge.

Lo que significaba que debía sus latidos al monstruo que ella había creado.

Una maldita ironía cuando lo pensaba.

Una enorme mesa de conferencias llenaba la mayor parte de la sala, y dejó a


Nicholas de pie junto a la pared, luego se sentó en el extremo de la mesa, el más
alejado de los otros hombres, Rand y Luke. Dos sillas más allá, Lissa le sonrió, y la
expresión fue tan cálida y genuina que Petra no pudo evitar sonreír. Por otra parte,
Lissa era una súcubo, así que quién sabía con qué clase de jugo feliz de chica estaba
llenando la habitación.

—Él no está siendo justo —Dijo Lissa, cayendo en la silla vacía a su lado.

— ¿Nicholas? Estoy malditamente segura de que no lo es. Si iremos en una


búsqueda del tesoro para poner fin a esta maldición, Kiril debería estar conmigo.
Infiernos, ha vivido con ella todo el tiempo como yo.

—Lo ha hecho —Dijo Lissa—. Pero lo que quería decir era que él no te dirá por
J.K. Beck

qué. No es el tipo de persona que hace las cosas por el comité, ¿sabes? Dice lo que
quiere, y así sucede. Sin ninguna explicación, no te preocupes —Lanzó una mirada

95
El Club de las Excomulgadas
rápida a Rand—. Has estado viviendo en el mundo de las sombras el tiempo
suficiente como para saber que no es un rasgo masculino raro.

—Entonces, ¿por qué no me lo dijo?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tu hermano es un hechicero, y bastante potente. Ese tipo de magia puede ser
rastreada. Viajas con él, y os habrán encontrado antes de que termine el día.

—Pero si se trata de seguir magia, ¿no me encontrarán ahora?

—Este lugar está protegido —Dijo Nicholas—. No tienes suficiente magia para
empujarte más allá de las barreras.

Ella se recostó en su silla.

—Bien, entonces supongo que tengo suerte de ser tan inadecuada en… oh,
mierda, ni siquiera lo pensé…

— ¿Qué? —Luke exigió.

—El hechizo de unión —Ella miró a Nicholas y a Rand—. Os lo dije a los dos
antes. Kiril está obligado a protegerme, y para hacer eso, tiene que poder
encontrarme. Esa es una parte del hechizo de nuestra abuela. Puede sentirme. Me
puede buscar.

Los otros se miraron.

— ¿Puedes sentirle? ¿Está de camino hacia aquí?

—No. Es una cosa de un solo sentido. Mierda —Se levantó fuera de la silla, y
luego empezó a caminar, de repente con miedo—. ¿Y si sólo está mintiendo como
yo? ¿Qué pasa si no va al teatro, pero está en camino hasta aquí, y lo están
siguiendo?
J.K. Beck —

—Tenemos protecciones, Petra —Dijo Nicholas—.Te lo dijimos.

96
El Club de las Excomulgadas
—No en contra del hechizo de mi abuela —Pudo ver que no la creían. Pero ella
lo sabía. Lo sabía. Kiril la encontraría.

—Incluso si tienes razón —Dijo Lissa—, le dijiste que estabas a salvo. Tiene que

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


saber que buscarte podría ser un riesgo.

—Por lo que él sabe, vosotros sois un riesgo también —Y lo eran. Si conocían la


verdad, realmente lo serían—. Además, no lo entendéis. Es un hechizo de unión. Él
vendrá por mí. Tiene que hacerlo.

No había duda en su mente. Su hermano la buscaría con una ferocidad que era
algo más que un vínculo familiar, o incluso el vínculo de los gemelos. No, el último
hechizo de su abuela había hecho el trabajo, y lo había hecho bien. Tal vez
demasiado bien, y buscándola, él también estaría llevando a la Alianza hacia ella.

—Todo estará bien —Dijo Rand— Este almacén está dotado con todo tipo de
protecciones, y no sólo con un escudo de magia. Estás lo suficientemente segura
aquí.

Ella frunció el ceño, no creyéndolo ni por un minuto.

— ¿Y cuando os vayáis? —Lissa preguntó—. Kiril estará sobre Petra, y la


Alianza estará sobre él.

—Déjame llamarlo de nuevo. Decirle que no me siga.

— ¿Cómo de sensible es este hechizo de unión? —Nicholas estaba parado


tranquilamente contra la pared, mirando a nadie más que a ella.

—Es… ¿Qué quieres decir?

— ¿De alta precisión?


Ella sacudió la cabeza, comprendiendo lo que él estaba pensando.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—No, no, sólo en el área en general. En una manzana de la ciudad, tal vez. Y
aún menos preciso cuanto más lejos estoy de él.

—Así que ahora está listo —Dijo Nicholas—. Incluso si puede detectar dónde te

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


encuentras, será un área demasiado amplia, y la señal será aún más borrosa con
nuestra protección. Además, no tiene ninguna razón para venir. En este momento,
piensa que te reunirás con él.

—Y pronto ni siquiera aparecerás en su radar — Añadió Luke.

— ¿Por qué? —Miró a Nicholas, pero Rand fue quien respondió.

—Gunnolf está dispuesto a ayudarnos —Dijo, refiriéndose al therian con sede en


París, o el cambiaformas enlace de la Alianza—. Bajo acuerdo, por supuesto.

Petra gruñó.

—Tal vez deberías haber pensado en eso antes de haberme metido en una celda
de ejecución.

—Tal vez debería haberlo hecho —Dijo Rand—. Pero si lo hubiera hecho,
entonces te estarían vigilando ahora. De esta manera, en realidad te puede ayudar.
Y quiere hacerlo, Petra. Me dijo lo agradecido que está por el papel que
desempeñaste en mantener su asiento en la Alianza seguro.

—Esa soy yo —Dijo Petra. —La chica que ayuda a la Alianza —Cruzó los
brazos sobre su pecho y frunció el ceño, pero la verdad, se sentía satisfecha. Debido
a lo que ella y Serge habían hecho, la Alianza había tenido que reconocer
públicamente que el líder therian no había desempeñado ningún papel en una serie
de asesinatos de humanos que había sacudido a Los Ángeles. Sin los cargos que
pesaban sobre su cabeza, Gunnolf había podido mantener su asiento en la mesa de
la Alianza.
J.K. Beck —

En otras palabras, estaba tan en deuda con Petra como lo estaba Tiberius.
Gunnolf, sin embargo, estaba haciendo algo al respecto.

98
El Club de las Excomulgadas
—Mira —Dijo ella a regañadientes—. Eso está bien, pero si no nos respaldará en
contra de la Alianza, ¿qué puede hacer por nosotros?

—Te puede prestar su avión y su piloto —Dijo Rand—. Está aquí, en el hangar

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


de Burbank. El mismo avión en el que volé unos pocos meses atrás.

— ¿Y el piloto?

—Es sólido —Dijo Rand—. Hará todo lo que Gunnolf le diga sin hacer
preguntas.

—Entonces así es como llegaremos a París —Dijo Nicholas.

— ¿París? —Petra le preguntó.

—No esperes que Gunnolf se reúna contigo en persona —Dijo Rand—. Te


ofreció el avión. No creo que estuviera de acuerdo en una reunión cara a cara.

—Y no estoy pidiendo una —Continuó Nicholas. Algo así como el pesar


sombreó la cara de Nicholas, y miró hacia otro lado, centrando su atención sólo en
Luke—. Necesito encontrar a Ferrante.

Lo que sea que Luke había esperado que Nicholas dijera, no lo hizo, y la
sorpresa se registró en esos rasgos estoicos.

— ¿Crees que eso es sabio?

—Necesitamos una cura —Dijo Nicholas—. Y si alguien puede encontrar una,


creo que es Marco —Enderezó los hombros—. Ha pasado un tiempo muy largo.
No me decepcionará.

Ella no pudo evitar sus preguntas más.


—Espera un segundo —Dijo Petra, pasando a estar en la línea de vista de


J.K. Beck

Nicholas—. ¿Quién es Ferrante?

Nicholas vaciló, pero ella sacudió la cabeza.

99
El Club de las Excomulgadas
—Oh, no. Todo, ¿recuerdas? Lo que es bueno para el ganso es bueno para el
vampiro5, y toda esa mierda.

—Es un alquimista —Dijo Nicholas después de una vacilación tan breve que ella

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


no la habría notado si él no hubiera estado buscando evadir la pregunta—. Una
vez, él fue un amigo.

Oyó el tono de su voz.

— ¿Una vez?

—Más tarde —Dijo él—. Tenemos que irnos.

—Espera. ¿Cuánto hace que lo conoces?

Él miró a los ojos.

—No lo he visto desde hace más de setecientos años.

—Oh —Ella dio un pequeño paso hacia atrás. Había vivido en este mundo el
tiempo suficiente para no sorprenderse, pero aun así...— Creo que es un alquimista
que sabe lo que hace.

Nicholas se volvió a Rand.

— ¿En el hangar número...?

—En el quince.

—Me alegro de que vayas a París —Dijo Lissa—. He recordado algo de allí.

Petra se volvió hacia Lissa, con su corazón latiendo con fuerza.

—Espera. ¿Qué? ¿Recordaste algo? —Como una súcubo, Lissa había vivido

múltiples vidas. Y aunque no se acordaba de muchas de esas vidas con detalle, una
J.K. Beck

5
Frase hecha modificada: Lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa, eso quiere decir que si
ella tiene que contarle todo, él también.

100
El Club de las Excomulgadas
vez le había dicho a Petra que se acordaba de algo acerca de un monstruo como
Serge. Un monstruo creado por el Tacto. Una pista, tal vez, de la historia de Petra.
En ese momento, sin embargo, no podía recordar ninguno de los detalles.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No mucho, pero sí. Una mirada, un nombre. Los rumores de que su toque
destruía. Y París. —Cerró los ojos como si tratara de atraer el recuerdo más cerca
de ella, y luego negó, frustrada—. Pero eso es todo.

— ¿Qué nombre? —Petra le preguntó, esperando que fuera alguien nuevo, y no


de su árbol genealógico.

—Vivian Chastain —Dijo Lissa, y desde el otro lado de la habitación, Luke


maldijo en voz baja.

— ¿Chastain? —Nicholas repitió—. ¿Estás segura?

Lissa se acercó, buscando la mano de Rand, mientras sus ojos se movían entre
los dos vampiros.

—Tan segura como que puede ser un recuerdo borroso. ¿Por qué?

Luke miró fijamente a Nicholas, que asintió.

—Maldita sea —Dijo Petra—. ¿Qué está pasando? ¿Quién es ella?

—No lo sé —Dijo Luke—. En realidad no. Sin embargo, en 1714, recibí la orden
de matarla. Más específicamente, se me ordenó usar la bala de un francotirador. Sin
contacto. —Su sonrisa era fina—. No es mi estilo habitual.

La garganta de Petra se espesó, y tuvo que probar dos veces para decir las
palabras.

—Oh. Por lo menos tuve un juicio. Por si sirve de algo, de todos modos.
J.K. Beck —

— ¿Te dijeron algo acerca de ella? —Lissa le preguntó—. ¿Cualquier cosa acerca
de su pasado? ¿De su familia? ¿Cualquier cosa que pueda ayudar a Petra?

101
El Club de las Excomulgadas
Nicholas sacudió la cabeza.

—Yo estaba secundando a Luke. No nos dijeron nada.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Secundando? —Petra le preguntó— ¿Es eso normal?

—No —Dijo Luke.

—Al parecer, la Alianza no quería correr riesgos.

El hecho de que el corazón de Petra aún latiera de repente parecía aún más un
milagro de lo que había parecido hacía unas horas. Ella se volvió a Lissa.

— ¿Te acuerdas de algo más?

—De nada. Lo siento.

—Está bien —Dijo Petra, aunque quiso gritar de frustración—. Sabemos que no
soy la única. Y sabemos que la Alianza ha matado para detener al Tacto antes. —
Contuvo el aliento—. Matar en lugar de curar. Tal vez no hay otro camino.

—Encontraremos uno. Iremos con Ferrante.

El agudo sonido de un teléfono sobresaltó a todos, con excepción de Luke, quien


sacó su teléfono y con entusiasmo lo abrió, y luego escuchó a la persona que
llamaba antes de terminar la llamada y enfrentar al grupo.

—Puedo ver a Sara ahora —Dijo con voz ahogada por la emoción. Y antes de
que alguien tuviera la oportunidad de decir adiós, se había transformado en sensible
niebla y estaba corriendo hacia la salida.

—Tenemos que irnos también —Le dijo Nicholas a Petra—. Primero a tu casa, y
luego inmediatamente a París.

Él extendió sus brazos, y ella dio un paso hacia atrás automáticamente.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—Sólo por un momento —Dijo él—. Dos capas de tela y sólo será un instante
antes de que seamos niebla.

Ella no discutió, al darse cuenta mientras se movía hacia él que había más

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


anticipación que miedo asociado a la acción. No era bueno. No podía volverse laxa
con lo del tacto. Ahora no, no, nunca.

— ¿Por qué necesitamos un avión? —Preguntó—. Si podemos viajar así, ¿cuál es


el punto?

—Tu cuerpo no lo aceptaría —Dijo con total naturalidad—. ¿Estás lista?

Pero antes de que pudiera decir que sin duda no estaba lista, no después de que
la audiencia de viajar como niebla carecía del sello de aprobación de la Junta de
Transporte de la Seguridad Nacional, él se disolvió. Y Petra, por supuesto, se
disolvió con él.

J.K. Beck —

103
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Once

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tan pronto como se entregó a la niebla, con Petra envuelta con seguridad a su
alrededor, Nick se permitió relajarse y su mente volvió al pasado, a Ferrante, a sus
estudios, a las esperanzas y los sueños que había alimentado antes del cambio.
Durante años, había meditado los misterios del universo, la exploración y el estudio
de los elementos no porque buscara oro o riquezas, sino porque quería abrir la llave
de la existencia.

Sus estudios lo habían unido a la tierra, y empujado hacia las estrellas,


contemplando el largo y ancho infinito. Una vez, esas actividades habían sido el
enfoque de su vida. La búsqueda en los cielos con sus mentores. Trazando el
movimiento de los astros en el cielo. Buscando algo más grande que la concha
efímera del hombre, una concha que comenzaba a regresar al polvo en el momento
mismo del nacimiento.

No había encontrado una respuesta tanto como la que había encontrado. Y el


beso oscuro lo había hecho inmortal, pero como un dios. ¿Quién más podría vivir
durante miles de años? ¿Quién podría moverse por el mundo como niebla o
animal? ¿Quién podía convertir la voluntad de los seres inferiores en la suya?

Incluso en un mundo de sombras lleno de criaturas que sólo existían en las


pesadillas de los humanos, los vampiros eran los reyes supremos. Y sin embargo, el
universo seguía buscado el equilibrio, el yin y el yang. Por cada beneficio, había un
precio.

Nick había pagado un alto precio. Y así, a su pesar, tenía a sus amigos.

Así habían pasado muchos años, y ahora debía buscar a Ferrante de nuevo.

Sintió una emoción interior, una combinación de expectación y miedo.


J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
Ferrante tenía todas las justificaciones para poner una estaca en el corazón de
Nicholas. Pero no había otra opción: necesitaban respuestas. Necesitaban una cura.
Y Marco Ferrante era su primera y mejor opción.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La chica estaba suave en los brazos de Nick, mientras se materializaban en la
cocina, el latido de su corazón contra su pecho lo trajo de vuelta a la vida, de vuelta
al mundo, y disparó el deseo de conocer su toque, a perderse en los brazos de una
mujer.

Frente a él, ella se apartó. Comprensible, pero definitivamente no la respuesta a


la que Nick estaba acostumbrado.

—Contacto —Dijo ella.

—Por supuesto.

Ella miró a su alrededor en la sala.

— ¿Cómo entramos?

—Como niebla —Dijo él—. No puedo atravesar las paredes, pero los
respiraderos de la cocina funcionan muy bien.

— ¿Así que toda esa mierda sobre que los vampiros necesitan una invitación...?

—Historias para ir a la cama y mantener a los humanos seguros. Pero has estado
caminando en este mundo el tiempo suficiente. ¿No lo sabías?

—Kiril puso protecciones en todas las puertas y ventanas —Miró con tristeza la
campana brillante encima de la antigua estufa—. Ni siquiera se me ocurrió.

—Sólo necesitamos una grieta —Dijo él, mirando a su alrededor también. No


había lujos, pero era acogedor y estaba bien abastecido. Una habitación muy usada,

con el aroma a ajo y a albahaca flotando en el aire junto con el olor suave y dulce
J.K. Beck

de la muchacha—. Pasas mucho tiempo aquí.

105
El Club de las Excomulgadas
Ella lo miró.

— ¿Y?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Simplemente fue una observación.

—No me gustan los restaurantes —Dijo ella, y salió de la habitación hacia un


pasillo oscuro. Él captó la esencia de la magia, después vislumbró el interior de una
habitación oscura llena de libros y de envases de cristal—. La oficina de magia. —
Dijo ella, siguiendo su mirada—. Para nuestros clientes de las sombras.

— ¿Así que esta sala es sólo para el show?

—Kiril hace sus prácticas de magia allí, y le gusta escribir en el escritorio. No


paso mucho tiempo en él, sin embargo.

— ¿No practicas?

Ella sacudió la cabeza.

—No.

— ¿Por qué? Tú tienes poder. Nos acabas de hablar acerca de ello en el almacén.
Infiernos, yo lo vi cuando estábamos en la División. El muro de llamas. La forma
en que casi quemaste el uniforme del guardia.

Ella levantó una ceja.

— ¿Y todavía estás dispuesto a acercarte a mí?

Dio un paso hacia ella, sabiendo muy bien que estaba eludiendo la pregunta.

—Lo hago —Dijo, y luego pasó la punta de sus dedos justo debajo del cuello de
su camisa, el algodón suave rozando contra su piel.
J.K. Beck —

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El Club de las Excomulgadas
—Oh —Ella tragó, y él se tragó una maldición. Él estaba coqueteando, y lo sabía
muy bien. Era tan fácil caer en ese patrón con las mujeres. Tan fácil excitarla. Y tan
condenadamente injusto que lo hiciera, cuando no podría seguir.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Dios, era un gilipollas.

Se volvió para mirar alrededor del cuarto, deseando cambiar el tema y quitar su
mente de lo que ella no sabía y no podía tener. Sintiéndose malditamente protector,
porque ese fue el papel en el que él mismo se había lanzado. Ella era su
responsabilidad, y se hacía responsable de lo que era suyo.

— ¿Qué? —Ella estaba siguiendo la dirección de su mirada, viéndose divertida.

—Me estaba preguntando si aquí es donde traes a los clientes humanos.

Ella se rió, con el sonido aliviando un poco la presión en su pecho.

—No, convertimos todo el frente de la casa en un área de recepción para los


clientes humanos. Me pasé un mes decorándola. Es todo flores y pasteles. No hay
un juego de cartas de tarot, o una vela ceremonial que puedas encontrar.

—Parece encantador.

—Es una explosión de la locura floral—, dijo ella moviendo su dedo y


llevándolo hacia la parte delantera. Abrió la puerta, y luego se hizo a un lado para
que él tuviera una visión de que el término locura floral parecía un eufemismo.

— ¿Tú hiciste esto? —Preguntó él, mirando los sedosos jarrones de flores, los
grandes estampados en las paredes, la silla y el canapé tapizado en tela floral. Había
un calidez en eso, una vulnerabilidad que parecía estar en contraste con la mujer
fuerte que él conocía como Petra—. ¿Sólo para los humanos?

Ella se encogió de hombros.


J.K. Beck —

—Tal vez me gusta un poco, también. Tengo una cosa con las flores — Cerró la
puerta, luego se dirigió hacia las escaleras—. Quieres la joya y la Biblia, ¿verdad?

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El Club de las Excomulgadas
—Cualquier cosa que te quede de tu madre —Dijo tras ella—. Cualquier cosa y
todo lo que pueda reflejar tu historia familiar.

Todo...

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Mantuvo su rostro hacia adelante para que él no pudiera verla, entonces lo llevó
por las escaleras. Compartiría la pulsera de su madre, ¿por qué no?, pero ¿la historia
de cómo la había conseguido? Eso, no podía compartirlo. No toda la historia, de
todos modos.

— ¿Petra?

Ella se dio cuenta que se había detenido en las escaleras.

—Lo siento. Estaba pensando.

— ¿En tu madre?

—No.

— ¿En la joya?

—No —Le espetó. No quería hablar de ello.

—Maldita sea, Petra. Estuvimos de acuerdo en contar todo.

—Está bien. Mierda. Lo que sea —Ella lo miró—. Estaba pensando en la


primera vez que convertí a alguien. ¿Satisfecho?

Ella lo vio estremecerse.

—A tu padre, ¿te refieres?

—No. Tienes razón. Esa fue la primera —Ella lo miró a los ojos, con su

determinación saliendo. Si él quería la historia, conseguiría la historia—. Estaba


J.K. Beck

pensando en la segunda vez.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué pasó?

—Había un hombre, y me atacó.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Cuéntame.

—Yo tenía quince años —Dijo ella—. Y no salgo mucho.

—No puedo imaginar por qué —Dijo él. Ella se echó a reír, apreciando la forma
en que él estaba deliberadamente tratando de aligerar el momento.

—Sí, bueno, aun así me las arreglé para llamar la atención de este hombre. No
—se corrigió—, no era un hombre. Ese hijo de puta era un monstruo, incluso antes
de que lo tocara.

— ¿Qué hizo? —Nicholas le preguntó, con su voz tan dura como su rostro—.
¿Te lastimó?

Ella arqueó una ceja.

—Esa no es una cosa fácil para que un hombre le haga a una chica como yo.

—Pero lo intentó.

—Estaba tomando el sol en nuestro patio trasero. ¿Pudiste verlo? ¿A través de la


niebla?

—Lo vi. El jardín. La valla.

—Una valla alta —Estuvo de acuerdo—. Siempre la hemos mantenido bajo


llave. Y yo estaba allí. Ya sabes, en traje de baño —Sintió sus mejillas calientes—.
Con un bikini —Había estado sola, con el anhelo de su cuerpo adolescente por
acariciar a un chico, y sin embargo, obligada a conformarse con nada más

sustancial que el juego de la calidez del sol sobre su piel, en sus pechos, en el trozo
J.K. Beck

de tela que cubría su sexo.

—Me quedé dormida en el sol, y cuando me desperté…

109
El Club de las Excomulgadas
Ella se cortó, odiando la manera en que el recuerdo todavía podía hacerla
temblar.

—Él estaba allí —Dijo Nicholas, con su voz tan cerca que ella contuvo el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


aliento, sabiendo que él quería tocarla y consolarla. Sabiendo que no podía, pero
deseando desesperadamente que pudiera.

Lentamente, abrió los ojos.

—Tan cerca como tú estás ahora —Susurró ella—. Entonces se me acercó, y… y


grité llamando a Kiril —Kiril, que estaba siempre cerca… pero eso fue lo peor que
pudo hacer—. El hombre me agarró. Con una mano en mi brazo, y otra en mi
boca. Excepto que en realidad nunca llegó a poner la mano en mi boca.

—Cambió.

—En el instante en que me tocó.

Nicholas levantó su mano hacia su rostro. Ella se estremeció, retrocediendo,


luego se dio cuenta de que él estaba sosteniendo un pañuelo.

Con cuidado, ella lo tomó, y luego se secó los ojos.

—Ni siquiera me di cuenta de que estaba llorando.

—No por ese hijo de puta, espero. Atacar a una mujer, a una niña... un hombre
debe sufrir las consecuencias.

—No. No por él. Nunca por él —Pero las lágrimas habían llegado, y ella las
odiaba. El llanto significaba debilidad, y eso era lo último que quería mostrar frente
de Nicholas. Al mismo tiempo, sin embargo, anhelaba caer en sus brazos y llorar.

Querido Dios, había sido verdaderamente un infierno de día.


J.K. Beck —

— ¿Qué pasó con él?

110
El Club de las Excomulgadas
—Kiril —Dijo en voz baja—. Vino, buen Dios, llegó como una plaga sobre la
tierra, con viento, tormenta y todo, y luchó contra él, y... —Se calló, no queriendo
recordar— Kiril estuvo a punto de morir, pero el monstruo apenas se estaba

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


formando, por lo que todavía era relativamente débil ... Pero golpeó a Kiril tanto.
Creo que fue su dolor y su ira, pero nunca he visto a Kiril conjurar una tormenta.
Trajo un tornado que arrancó un árbol. El monstruo prácticamente lo dividió en
palillos de dientes, pero mantuvo ocupada a la criatura, y… y eso le dio tiempo de
Kiril de usar la espada.

— ¿Qué espada?

—Mi tía había venido corriendo con esa espada vieja de la guerra civil que había
pertenecido a su marido. Y Kiril la tomó, y cortó al monstruo a la mitad.

—Gracias a Dios.

Su sonrisa fue a medias.

—No. No hay mucho que agradecerle a Dios.

—Petra...

—Yo estaba tan contenta de que estuviera muerto. Me sentía tan culpable,
porque me hizo algo horrible, pero estaba tan contenta de que estuviera muerto —
Lo miró a los ojos —. Era joven, entonces. Cuando lo pienso ahora, sólo recuerdo
el odio. El muy cabrón me atacó. Estoy segura de que no fui la única chica a la que
le había hecho eso. No hay culpa. No hay culpa para nada.

—Bien. ¿Qué cambió?

—Puede ser que me haya convertido en la persona bien ajustada que está de pie
delante de ti, pero no fue por la ayuda de mi tía.

— ¿Qué hizo ella?


J.K. Beck

111
El Club de las Excomulgadas
—Nunca había sido amable conmigo, no en realidad. Pero después de ese día, ni
siquiera me miró —Petra se dio cuenta de que estaba apretando los dientes y se
obligó a relajarse.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él no habló, como si supiera que ella necesitaba tiempo. Se dio la vuelta y se
dirigió el resto del camino a su habitación, con Nicholas siguiéndola. Una vez
dentro, ella retiró de la alfombra, y luego levantó un pedazo flojo de suelo. Había
una caja dentro, y la abrió, revelando el brazalete de platino y esmeraldas que
apreciaba por encima de todo.

—Mi tía se la dio a Kiril justo antes de morir. Cáncer. Él me lo dio a mí.

— ¿Era de tu madre?

Ella asintió, con su garganta llena de lágrimas.

—Hay una frase tallada en la parte trasera. Está latín. Manus fati.

—La mano del destino —Dijo Nicholas, su voz apenas un susurro.

—Mi tía lo mantuvo lejos de mí todos estos años —Ella se quedó en silencio,
recordando cómo de patética había sido, tratando a lo largo de su infancia de
seducirla con una sonrisa o una palabra amable. No tuvo suerte. Lo más cerca que
había conseguido llegar fue en la Navidad cuando había tenido catorce años,
cuando su hermano le había regalado un pequeño libro encuadernado, y en él había
escrito una historia con los tres: Petra, Kiril, y su tía. Había sido una de esas cosas-
alternativas de historia, y en ella la tía perdía a su hermana, pero quería a los
gemelos con una dulzura que había llevado a Petra a las lágrimas.

— ¿Petra?

Ella logró una leve sonrisa.


—Lo siento. Mi tía ni siquiera lo intentó conmigo. Yo tenía la maldición, y ella


J.K. Beck

odiaba lo que era, y a mí junto con ella.

112
El Club de las Excomulgadas
—Hay un montón de monstruos en esta tierra —Dijo Nicholas—. Algunos de
los peores ni siquiera viven en las sombras.

—Eso no es verdad.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Entonces, ¿qué pasó con el monstruo? Tú y tu hermano teníais sólo quince
años. ¿Qué hicisteis con el cuerpo?

Petra se obligó a hacer retroceder un escalofrío, tratando de sonar muy segura.

—Kiril lo quemó.

—Tu hermano realmente ha cuidado de ti.

—Sí —Dijo—. Lo ha hecho.

Kiril. Estaban lejos de las protecciones de la bodega ahora. Pronto lo percibiría.


En poco tiempo llegaría aquí.

— ¿Crees que están vigilando la casa? —Preguntó ella—. La Alianza, ¿quiero


decir?

—Me sorprendería si no lo hicieran. Pero las ventanas están cubiertas y la noche


se esconde entre la niebla.

—Pero si Kiril viene corriendo de regreso…

—Descubrirán que estamos aquí.

—Tenemos que irnos —Se puso el brazalete en la muñeca, y luego cogió la


Biblia y su diario del tocador, y los puso dentro de su mochila—. Mis notas. Todas
mis pistas sobre los hechiceros que pueden hacer una contramaldición.

— ¿Cuánto tiempo has estado buscando?


J.K. Beck —

—Casi una década.

113
El Club de las Excomulgadas
Ella lo vio sacar cuentas en su cabeza.

—Eras apenas una niña.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Así es. Así es como acabé trabajando en las sombras y en el mundo humano,
también. Cuando empecé a buscar, ni siquiera sabía que este mundo existía. Pero lo
encontré. Con pistas y piezas, es decir, cuando empecé a buscar a alguien que
pudiera quitarme la maldición. Después de un tiempo, me di cuenta de que es a
donde pertenezco. Después de todo, en la medida en que a los humanos se refiere,
soy en mayor cantidad un monstruo, como los hombres lobo y los vampiros —Su
boca se torció irónicamente—. Teniendo en cuenta la buena acogida de la Alianza,
sin embargo, probablemente debería haber continuado viviendo como un humano.
Comprado una cabaña y vivido sola en el bosque.

—Con el tiempo, habrían sabido de ti —Dijo Nicholas.

—Lo sé —Dijo—. Fui maldecida, ¿te acuerdas? La mala suerte está en mi


sangre.

J.K. Beck —

114
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Doce

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


El adornado teatro El Capitán de Disney era un bullicio de actividad, y Kiril
frunció el ceño, preguntándose por qué demonios su hermana había querido
reunirse con él en una multitud. Las multitudes y Petra no iban de la mano, aunque
suponía que si se estaba escondiendo, una multitud era el mejor lugar para hacerlo.
Mientras estuviera cubierta de forma adecuada, probablemente era bastante
inteligente.

Sus dedos se morían de ganas de sacar su cuaderno y garabatear algunas ideas.


Estaba trabajando en una historia de espionaje, y la idea de esconderse entre la
multitud era buena. Pero ahora no era el momento. Ahora tenía que encontrar a
Petra.

Le había dicho que estaría sentada, y si conocía a su hermana, se habría sentado


con los asientos a cada uno de sus lados con paquetes y bolsas, pretendiendo
guardárselos a alguien. Eso debería hacerla más fácil de encontrar, mientras
buscaba las lagunas en las filas.

Salvo que ya se había asomado a la sala, y ella no estaba en ninguna parte.

Podía sentirla, sin embargo. Cuando llegaba con su mente, encontraba la manta
de la magia y el misticismo que la rodeaba y la unía a la tierra, tanto como una
aureola, rodeando a un ser humano.

Cerró los ojos, ajeno a las miradas sucias de los espectadores que trataban de
equilibrar sus palomitas de maíz y tiraban de sus hijos al teatro. Ellos no eran su
problema. Sólo Petra importaba. Encontrarla, ayudarla, salvarla.

El miedo creció dentro de él, y apretó los puños, obligándolo a bajar. No podía

permitirse pensar en perderla. Tenía que concentrarse en buscarla. En pensar


J.K. Beck

positivamente. Esa era la clave. Pensar... y sentir.

115
El Club de las Excomulgadas
Mantuvo los ojos cerrados y trató de relajarse, sólo para ser empujado por la
gente.

—Lárgate al infierno y sal del camino, imbécil—, gruñó un adolescente

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


desgarbado.

Kiril se limitó a sonreír. Ni siquiera sacaría su magia. Sólo lo miró a los ojos y
sonrió.

El chico se alejó, con miedo en sus ojos.

Sí, chico listo.

Empezó a relajarse, tratando de encontrar la zona de nuevo, cuando, zas, ahí


estaba ella. Petra. No en el teatro, sino en él. Gloriosa, total y completamente en él.

¿Cerca?

Inclinó la cabeza, tratando de determinar su ubicación. No estaba cerca, y sin


embargo podía sentirla tan claramente. Lo cual era extraño, porque por lo general
tenía que estar cerca para sentirla tan nítida y claramente. En ese momento se
sentía como si estuviera…

En casa.

¡Maldita sea su hermana! Lo había enviado aquí mientras estaba en casa.

No tenía idea de qué demonios estaba pasando, pero estaba seguro de que aquel
que la había sacado de la cámara de ejecución estaba tirando algún tipo de mierda.
Tal vez pensando que podría mantenerla con vida, pero él lo sabía mejor. Él era el
que cuidaba de ella. Era quien la protegía. Ella era de él, maldita sea. Su
responsabilidad. Su hermana. Toda su vida y propósito.

Y él era el que la traería de regreso directamente en ese mismo momento.


J.K. Beck

116
El Club de las Excomulgadas
A su alrededor, los papeles sueltos comenzaron a revolotear mientras su
temperamento se levantaba. Ni siquiera trató de aplacarlo, a pesar de que los
humanos miraban todo con confusión, agarrando sus cosas y a sus niños. En la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


multitud, vio una cara oscura de pie sin inmutarse.

Un genio.

Kiril podía sentir la magia, y sabía muy bien que un genio no había estado
paseando simplemente por el teatro de Disney ese día. Lo estaban siguiendo.
Estaba siendo utilizado como un maldito imán para atrapar a su hermana.

Bien, tratar de seguirme ahora...

Con un gruñido de entendimiento, comenzó a girar. Los humanos lo miraron,


retrocediendo con terror mientras un viento azotaba a su alrededor, moviéndose
como un ciclón a través de las puertas de cristales rotos, después por Hollywood
Boulevard, la gente se agarraba de las señales para no terminar como Dorothy en el
tornado.

Algunos incluso sacaron sus cámaras de video, pero a él no le importó. Lo


explicarían así. Fenómeno climático. El diablo. Quién sabe.

En ese momento le importaba una mierda.

En ese momento, sólo podía pensar en tener a su hermana con él que era a
dónde pertenecía.

*********

Nick miró alrededor de la habitación de Petra mientras ella ponía un par de


pequeñas cosas personales en la mochila, ropa interior, cepillo de dientes, hilo
dental. Las cosas típicas de una mujer huyendo.

Su habitación estaba tan ordenada como la cocina, como si alguien viviera allí,
J.K. Beck

sí, pero también despejada de una manera que era casi triste. Una habitación en
marcado contraste con su propio apartamento en Los Ángeles, en Nueva York y en

117
El Club de las Excomulgadas
Florencia. Apartamentos llenos de antigüedades compradas en una época en que
las piezas habían sido consideradas modernas, con las superficies de mesas y
escritorios pulidos ahora cubiertos con la evidencia de sus diversas pasiones. Las

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


páginas de los cuadernos de Leonardo, las revistas de su amigo Galileo, los
garabatos brillantes de Roger Bacon, y las transcripciones de Nick de sus largas
conversaciones con Marco Ferrante.

Con los años, la filosofía y el arte habían llegado a fascinarlo tanto como la
ciencia, y sus paredes estaban cubiertas con las obras de ambos, maestros artistas y
aspirantes que había descubierto en los últimos años, muchos de los cuales nunca
habían encontrado la fama, pero tenían verdadero talento en la forma en que
manejaban un pincel.

Los estantes de Petra estaban repletos de libros, pero no se encontraban abiertos


y dispersos como siempre estaban los de Nick. Tenía la sensación de estar en una
celda y no en una casa, y cuando miró a Petra, vio una chica que se movía a través
del mundo, pero que de hecho no vivía en él.

— ¿Nos iremos o no? —Preguntó ella.

Se dio cuenta de que estaba parado en la puerta, con las manos en puños, como
si estuviera protestando por algo que no entendía. Un problema al que no sabía
cómo hacerle frente, y sin embargo, no estaba seguro de lo que le preocupaba.

Se sacudió el sentimiento y salió de la habitación al pasillo.

—Transformémonos en la cocina, cerca de la rejilla de ventilación. Así habrá


menos tiempo para que seas forzada en esa forma.

Sus cejas se levantaron.

—Menos tiempo que alrededor de cuatro segundos. ¿Es realmente tan peligroso?

Quiero decir, tienes coche.


J.K. Beck

—La niebla es más segura.

118
El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás seguro?

—Absolutamente —Dijo con más seguridad de la que sentía. En algún


momento, su constitución humana se rebelaría en contra de las repetidas

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


transformaciones. Por lo demás, en algún momento él tendría que alimentarse, ya
que la tensión de la transformación de ella junto con él en breve le pasaría la
factura. Sin embargo, ahora lo más importante era salir de allí. Y por eso, la niebla
era lo mejor.

—Supongo que soy lista, entonces, oh, espera —Se detuvo frente a su tocador,
tomó un lápiz de labios, y garabateó: Te quiero… estoy segura, en el espejo—. ¿Está
bien?

Él asintió sólo a medias, su interés estaba capturado por el calendario pegado en


la esquina superior de ese mismo espejo. Interesante sobre todo porque no había
nada escrito en él. No había compromisos. No había cumpleaños. Nada, excepto
una fecha con un círculo rojo. El 15. Sólo una noche.

Petra siguió su mirada al calendario.

—Una luna azul está llegando —Dijo él.

—Sí. Lo sé. Es mi calendario.

Hizo una mueca, esa de la encantadora sonrisa asesina de mujeres.

—Qué interesante.

Ella sintió su rubor en las mejillas, pero sostuvo su mirada, con su rostro
dispuesto a permanecer suave, para no revelarle nada a ese hombre. A este vampiro
que tenía fama de llevar a las mujeres a su cama, de utilizarlas para su propio
placer. Y por el de ellas.

Sabía un poco acerca de su reputación, por supuesto, simplemente de trabajar en


J.K. Beck

las sombras. Había aprendido más una vez que él intervino para representarla,

119
El Club de las Excomulgadas
haciendo preguntas discretas dentro de los confines de su celda, y enviando a Kiril
a hacer el trabajo de campo necesario.

Usaba a las mujeres, pero no las lastimaba. Las mujeres que entraban en su cama

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


lo hacían voluntariamente, presumiblemente sin ilusiones. Nicholas Montegue no
era conocido como un hombre que se uniera a una mujer. Nunca. Sus encuentros
eran de placer físico, no de romance. No de amor.

Todo lo cual estaba perfectamente bien con Petra. Más que bien, en realidad, ya
que nunca podría unirse a un hombre, fuera como fuera.

Su vida era solitaria por necesidad, y no podía evitar preguntarse por qué
Nicholas se quedaba solo por desearlo.

La respuesta no importaba, sin embargo. Su sencillo “qué interesante” era una


invitación, estaba segura de ello. Y a pesar de que estaba nerviosa como el infierno,
el toque de un hombre había estado en la vanguardia de sus fantasías durante todas
sus lunas azules en el pasado. Solamente fantasías, sin embargo, ya que el destino
había intervenido siempre.

Esta vez, no lo haría.

Esta vez, conocería el toque de un hombre. Cuando el sol se pusiera una vez
más, tomaría lo que él con tanto gusto le había ofrecido a tantas otras mujeres, y se
aferraría a eso para siempre, acariciando el recuerdo erótico de piel contra piel.

Había más que él podría ofrecerle, también. La idea había estado rondando en la
parte de atrás de su cabeza desde que le había hablado del recuerdo de nacimiento.
De su nacimiento. Del evento, que había curado a su madre y a su abuela antes de
eso.

Y si ella tuviera un hijo...


J.K. Beck —

Empujó el pensamiento lejos. Un niño maldito. Condenado. Igual que ella.

120
El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, no podía conseguir sacar la idea de su cabeza. La fabulosa,
increíble posibilidad, alegre de que después de nueve cortos meses, finalmente y
para siempre, pudiera ser libre.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Pero el costo… Dios mío, ¿cómo podría vivir consigo misma si le hiciera eso a
un niño? ¿Cómo pudieron su madre, su abuela y todos sus antepasados antes que
ellas?

Ellas lo habían hecho, pero Petra no podía. Tenía que descubrir otra manera de
liberarse de esa maldición, moriría sin hijos. Y la maldición moriría con ella.

La miraba con una expresión tan intensa que temió que pudiera leer su mente.

Corrió junto a él y comenzó a bajar las escaleras, moviéndose tan rápido que
pudo sentir los temblores debajo de las escaleras a su paso.

Sólo que ella no era la que los hacía temblar.

—Petra —Desde atrás, Nicholas tomó la capucha de su camisa. Después, la tiró


contra él.

— ¡Cuidado!

—Tenemos que irnos ahora —Dijo, mientras todo dentro de la habitación de


abajo empezó a girar, como si un tornado la estuviera llenando.

—Es Kiril —Exclamó—. Nicholas, por favor, ¡Sólo espera aquí! —Arrancó la
camisa fuera de su alcance, mientras Kiril aparecía en medio del torbellino.

— ¡Petra! —La llamó.

—Maldita sea, Petra —Nicholas la tomó de la capucha de nuevo, esta vez no


con suavidad, y la apretó cuando tiro de ella hacia atrás, hacia él.
J.K. Beck —

—Mantén tus putas manos fuera de mi hermana —En torno a ellos, los objetos
se arremolinaban a través de la sala a gran velocidad, y Kiril mismo pareció

121
El Club de las Excomulgadas
rodeado de mechones blancos, con el aire que estaba manipulando girando tan frío
bajo su poder que toda la humedad en la habitación se había cristalizado en forma
de minúsculos gránulos de hielo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No interfieras —Dijo Nicholas—. Yo soy quien le salvó la vida.

Kiril no respondió, y Petra supo muy bien que cualquier gratitud que pudiera
sentir por Nicholas había sido enterrada bajo la feroz determinación de protegerla a
toda costa. Podría haberla sacado de la cárcel, pero por lo que a Kiril se refería, era
su trabajo hacerse cargo de ella ahora. ¿Cómo iba a creer otra cosa?

Kiril le tendió la mano, con su ropa y su pelo moviéndose a su alrededor.

—Petra —Dijo—. Ahora.

Se soltó, temiendo que si no lo hacía, Kiril mataría a Nicholas. En circunstancias


normales, un humano no sería rival para un vampiro. Sin embargo, un tornado
enojado podría arrancar al conde Drácula a distancia.

No fue la decisión correcta.

Más rápido de lo que pudo ver, su hermano azotó por la habitación, con el
torbellino apretándose a su alrededor, tirando de todo hacia él. De todo, incluyendo
a Nicholas.

Una silla se acercó a Kiril, que estaba situado en el ojo de la tormenta, y luego se
rompió en un millón de astillas antes de finalmente alcanzarlo.

Dentro del remolino de viento, Nicholas se estaba acercando más y más a su


hermano, con los pies plantados y un firme control sobre la barandilla que no era
rival para la fuerza del poder de su hermano.

Con su mano libre llegó a ella.


J.K. Beck —

—No puedes quedarte con él. Lo sabes, Petra. Soy tu última oportunidad, la
mejor.

122
El Club de las Excomulgadas
—Y yo soy la de Serge —Susurró, con el pelo ondeando al viento. De la misma
forma, sin embargo, estando de pie en un lugar seguro, con el torbellino de su
hermano protegiéndola y evitándola.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Serge? — Kiril repitió— ¿El monstruo vive? —No le tomó mucho tiempo
para que su hermano sacara conclusiones—. Este vampiro sólo desea utilizarte —
Dijo, con su voz ronca y su piel roja por el esfuerzo de manejar tanto poder a través
de sí mismo—. Petra, sabes lo que pasará si te vas con él. No puedes ir con él.

—Ahora, Petra —Dijo Nicholas, su compostura nunca vaciló.

Vaciló, y se odió por ello. Kiril era la seguridad, el consuelo y la familiaridad.


Era su hermano. Una mano para sostenerla durante la luna azul.

Nicholas era el peligro. No se preocupaba por ella, sólo por Serge. Y, sí, la
mataría si supiera cual era la cura. Pero no lo sabía. Y hasta que lo hiciera, Nicholas
representaba la esperanza y la posibilidad de la libertad.

Su corazón latía con fuerza. Libertad. Y si no libertad, tal vez una noche. Una
sola noche para sentir el latido de un corazón y el golpe de un dedo en la piel. Sólo
una.

Tenía que intentarlo.

Con un grito de angustia denso, rompió lejos de la protección de su hermano, y


luego se puso en marcha en el torbellino, y a los brazos de Nicholas.

Cambió casi al instante, con su cuerpo desintegrándose dolorosamente, mientras


pasaba a niebla. Algo no iba bien. Algo estaba terrible, terriblemente mal.

No tenía voz para gritar, no había manera de dar liberación a la agonía dolorosa
de esa transformación. El terror la arrasó, el temor de que las transformaciones la

lastimaran. Que, como había dicho Nicholas, su cuerpo no pudiera soportarlas.


J.K. Beck

Pero no era su cuerpo, era el de Kiril. Y con la repentina comprensión, supo lo


que estaba sucediendo. Sabía que el viento que era su hermano estaba por la sala,

123
El Club de las Excomulgadas
con su movimiento violento disipando la niebla, arremetiendo con furia y, sin
saberlo, destruyéndola a ella en el proceso.

¡Detente! ¡Detente!

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


En su mente, le gritó, luchando contra su ira, mentalmente tratando de aferrarse
a Nicholas, cuya energía la rodeaba y la protegía, con toda su esencia, a pesar de
los vientos, protegida por su naturaleza de vampiro.

Y a través de todo el dolor que seguía creciendo, volviendo sus pensamientos


rojos, borrando su mente, haciendo estragos en las extremidades que no existían y
derramando la sangre que fluía sólo en su mente. Pero el dolor era real, Dios mío,
el dolor era real, y le gritó a su hermano para que se detuviera, para que parara,
para que lo hiciera antes de que la matara.

Tan rápido como empezó, se acabó, y en su mente, exhaló un profundo suspiro


de alivio, agradecida por el indulto. De corta duración, sin embargo, porque aun
cuando el pensamiento entró en su cabeza, el dolor se esparcía por cada molécula
de su cuerpo, y el alivio llegó sólo con el dulce aliento de la nada.

*********

— ¡Agarraos! ¡Aguantad! —Tariq llamó a su equipo en voz baja, pero sus


palabras fueron lo suficientemente fuertes para que sus hombres respondieran al
instante.

Junto a él, Elric se agachó, apuntando hacia arriba, a la niebla que sensiblemente
aumentaba en la noche.

—Hemos llegado demasiado tarde.

—No me digas —Dijo Tariq, balanceándose sobre sus tacones—. Eso es lo que

sucede cuando se sigue a un tornado de mierda a través de Hollywood.


J.K. Beck

Un crujido en los arbustos, y luego apareció Vale, con su piel pálida y casi
iridiscente en la luna creciente.

124
El Club de las Excomulgadas
—El objetivo está solo, y se ve bastante desgarrado. Creo que podemos tomarlo.

—Apuesto a que está jodidamente destruido —Dijo Elric—. La magia tiene un


precio, y nuestro chico malo usó una carga a tope de ella.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No.

Los dos se volvieron a Tariq, que consideró sus opciones. Había salido de la
División para unirse a Elric y Vale fuera, mientras al mismo tiempo, daba órdenes a
otros cinco equipos para vigilar los aeropuertos, infiltrándose en lugares de reunión
de vampiros, vigilando las subidas mágicas de tensión, y básicamente haciendo el
trabajo de campo que iba con tratar de encontrar a una persona que no quería ser
encontrada.

—El hermano no es nuestro objetivo —Les dijo a los demás—. Su hermana sí.

—Y sabes muy bien que está en contacto con la perra —Dijo Elric—. Ella lo
llamó o algo así. Es por eso que corrió de vuelta a casa.

Pero Tariq negó, con los ojos en la casa y en la sombra se podía ver en el
interior, caminando, dando tumbos, de un lado al otro frente a una cortina blanca de
gasa.

—No lo creo. Creo que su hermanita va por su cuenta.

—O Montegue está al mando —Dijo Vale.

—Un hipótesis probable —Estuvo de acuerdo Tariq—. Cualquiera que sea la


razón, nuestro chico no sabe dónde está su hermana.

—Pero se apresuró a regresar.

—Puede sentirla —Dijo Tariq, pensando en voz alta—. Tiene perfecto sentido.

Puede sentirla. Está tratando de encontrarla, igual que nosotros. Y muy bien puedo
J.K. Beck

apostar a que la seguirá —Miró a sus amigos, a su equipo—. Y nosotros estaremos


sólo unos pasos detrás.

125
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Trece

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La celda era pequeña, incómoda y demasiado malditamente familiar. Sara había
estado en docenas de bloques de detención, decenas de veces para entrevistarse con
los presos o negociar audiencias. Siempre, sin embargo, había tenido el poder de
llamar a los guardias para salir. De tener uno de los mandos de seguridad de los
trolls para desactivar las cerraduras de las celdas de cristal y paredes de hematita, y
volver a la seguridad de la sala, y a la libertad.

Hoy, era la presa, y no importaba cómo de fuerte o largo gritara, nadie vendría
con la llave.

No le gustaba mucho.

Al mismo tiempo, no se arrepentía de lo que había hecho. El juicio en contra de


Petra Lang había sido un engaño, una orden de ejecución nada más.

Aun así, hubiera sido bueno que no hubiera sido capturada...

Se levantó del pequeño banco de piedra y comenzó a caminar de nuevo,


diciéndose a sí misma que no se debería preocupar. Que Luke tenía amigos
poderosos. Que sin importar qué, no la dejarían atascada en esa celda. Que no iba a
cumplir una sentencia de por vida o ser culpada por haber ayudado a escapar a un
prisionero, sin importar lo mucho que se lo mereciera. Había violado la ley,
después de todo. Pero no lo sentía. En el caso de Petra, la ley había merecido ser
rota.

Suspiró, sabiendo que Luke la sacaría, incluso si tuvieran que irse, y si tuvieran
que huir... bien, por lo menos estarían juntos.

Cerró los ojos y apoyó la frente contra el frío cristal, con la tranquilidad de saber

que Luke siempre estaría a su lado en conflicto con la terrible pérdida de su trabajo
J.K. Beck

como fiscal. Era todo lo que conocía, era lo que era. Y si la declaraban culpable de

126
El Club de las Excomulgadas
ayudar a Nicholas y a Petra, y, en definitiva, ¿por qué no lo harían?, podía darle un
beso de despedida a ese trabajo.

Frustrada, cerró de golpe su mano contra el cristal, y luego saltó cuando oyó no

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


sólo el golpe de la palma de su mano, sino el ruido metálico agudo de la puerta de
seguridad que se abría en el extremo de la sala. Al principio no pensó nada al
respecto, no era la única presa en el bloque, después de todo. Entonces oyó la
cadencia habitual de las pisadas de Luke, y levantó la vista para ver su cara de
preocupación mientras se apresuraba hacia ella.

Él apretó la mano en el cristal, y ella levantó la suya para que coincidiera con la
de él, parpadeando las lágrimas que estaban brotando de sus ojos, no tanto de
miedo sino de alivio por volver a verlo.

El ogro escolta se movió lentamente como si fuera gelatina arrastrándose, y ella


quiso gritarle, cuando finalmente logró desactivar la serie de esclusas, y a
continuación, abrió la puerta para que Luke entrara.

—Tienes diez minutos —Dijo el ogro.

Sara lo miró, ese la había acompañado a lo largo de esa misma sala un gran
número de veces.

— ¿Sólo diez?

Los enormes hombros se hundieron.

—Veinte si quieres —Hizo una respiración ruidosa, y luego hizo un gesto brusco
de cabeza—. Veinticinco.

Se fue antes de que ella incluso tuviera tiempo para darle las gracias.

Sin decir una palabra, Luke la tomó en sus brazos. Le dio un beso en la parte

superior de su cabeza, y sintió como si se derritiera en ese momento. Las lágrimas


J.K. Beck

que había estado guardando, que se había prometido no mostrarle a su marido,


comenzaron a fluir.

127
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento —Dijo—. Estoy bien. En serio. Es sólo el estrés.

—Llora todo lo que quieras —Dijo—. Te tengo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Lo sé —Dijo a través de una garganta obstruida por las lágrimas. Respiró
hondo, y luego otra vez, después se apartó—. No, me prometí que no me iba a
abatir. Puedo manejar esto —Le tomó la mano, y luego tiró de él al banquillo.
Levantó la vista hacia la esquina de la celda en la que ambos sabían había
micrófonos y cámaras ocultos.

—Está bien —Dijo él—. He hecho arreglos.

Asintió, absurdamente agradecida por las habilidades y las conexiones que él


habría utilizado para encontrarse con ella.

— ¿Has hablado con Tiberius?

No tuvo necesidad de oír sus palabras para saber su respuesta. La ira estaba
rodando por él saliendo en ondas.

—Tiberius está demasiado preocupado por su asiento en la Alianza para pensar


en nadie más que en sí mismo —Él cerró los ojos, visiblemente componiéndose,
haciendo retroceder al demonio que quería entrar en erupción con su ira. No la
tocó hasta que estuvo en calma, y luego acarició suavemente su cara.

Ella levantó la mano para tomar la suya, y luego apoyó su mejilla en la palma de
su mano.

— ¿Quién hubiera pensado que de nosotros sería yo quien nos obligaría a vivir
como fugitivos?

—No lo haremos —Susurró él—. Encontraré alguna forma. Te veré libre, Sara.
No descansaré hasta hacerlo.
J.K. Beck —

Y aunque no podía imaginar cómo, era Luke el que hablaba, su marido, y le


creyó.

128
El Club de las Excomulgadas
*********

— ¡Petra! —Nick se arrodilló en el pasillo estrecho del avión, con su atención en


la chica inmóvil—. Maldita sea, Petra, ¡despierta!

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Su ropa estaba hecha jirones, su cuerpo cubierto de arañazos, de largos
verdugones rojos, como si garras la hubieran arrancado de la niebla y la hubieran
desgarrado abriéndola. Sin embargo, las lesiones externas no eran nada en
comparación con la paliza que había recibido en su interior. Estaba seguro de eso.
Y el olor de la proximidad de la muerte estaba en ella.

¿Qué demonios había hecho su hermano, azotando su viento en torno a un


hombre viajando como niebla? Su esencia no había podido soportar la sacudida
sufrida de esa forma. No sería capaz de volverse a reunir correctamente después de
la paliza.

Pero no era culpa de su hermano asumir eso por sí solo. Santo Cristo, Nick
había insistido en que viajaran como niebla, sabiendo que estaba debilitada.
Sabiendo que él también lo estaba.

Querido Dios del cielo, le había hecho esto a ella.

Algo frío y pesado penetró en su pecho. Arrepentimiento. Y algo más, también.


Miedo.

Tenía que mantenerla a salvo. Tenía que cuidar de sus lesiones. Tenía que
asegurarse de que sobreviviera.

La necesitaba.

La necesitaba para salvar a Serge.

Maldita sea. Atacó, duro, con su puño golpeando contra los apoyabrazos de un

asiento cercano, y doblándolos irremediablemente.


J.K. Beck

129
El Club de las Excomulgadas
Maldito fuera él, maldita fuera ella, y su condenado hermano malditamente
entrometido.

Se acercó, escuchando el latido de su corazón, y ahora no oyó nada.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


¡Maldita sea!

Frenético, se quitó la chaqueta, y luego la arrojó sobre su pecho. Colocó sus


manos sobre la chaqueta encima de su corazón, y presionó hacia abajo, rápido y
firme, pero cuidando de no poner toda su fuerza en sus manos. Quería revivirla, no
perforarle un pulmón, pero la verdad era que nunca antes había hecho
compresiones torácicas. Y cuando había sido humano, la técnica no le había sido
enseñada.

Presiona, de nuevo... otra vez...

Presiona, de nuevo... otra vez...

Si no fuera por la maldición, sus labios se habrían cerrado sobre los de ella, y los
usaría para poner en funcionamiento sus inútiles pulmones para darle la dulce vida
a ella. Con Petra, sólo podía manipular su corazón y tratar de que empezara a latir
de nuevo.

Presiona, de nuevo... otra vez...

Presiona, de nuevo... otra vez...

Nada, y los dedos de miedo que se habían aferrado a él apretaron su agarre. No


podía perderla, no ahora. No antes de que su búsqueda hubiera siquiera comenzado
verdaderamente.

— ¡Maldita sea, Petra, regresa!


— ¡Santa mierda! —La voz había salido de la cabina, y Nick echó un vistazo.
J.K. Beck

Un hombre lobo estaba allí, con la preocupación en su rostro.

130
El Club de las Excomulgadas
— ¿Eres el piloto de Gunnolf?

—Sí. Mi nombre es Pyre. ¿Qué pasó?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tráeme una jarra de agua —Dijo—. Y entonces pon esto en el aire.

Pyre lo hizo, y Nick se la roció a ella, con el instinto de acción a partes iguales
con ira.

—Maldita sea, Petra. Maldita sea, no quieres joder esto.

Otro compresión... y otra...

Y después, un sonido.

Tan suave que casi no lo oyó por el rugido del motor. No lo habría oído si no
hubiera sido por los sentidos sobrenaturales inherentes a su naturaleza.

Se quedó quieto, escuchando de nuevo, con cada músculo de su cuerpo en


tensión con anticipación. La necesitaba, y hasta que supiera que no la había
perdido, no podía relajarse, no podía bajar la guardia o…

Ella se movió.

— ¡Petra! —Tiró la chaqueta de nuevo sobre ella y le dio una suave sacudida
cuando el avión rompió el contacto con el suelo y se levantó en el aire. Debajo de
su mano, ella se movió, y la oleada de alivio que lo inundó fue tan palpable que
tuvo que sentarse, presionando las palmas de sus manos en su frente, y dando un
silencioso agradecimiento a todo el poder había decidido estar a su lado.

Sus párpados se agitaron, y luego se cerraron de nuevo. Mierda.

—Petra —Se acercó—. Petra, ¿me oyes?


Dio un leve gemido, y Nick frunció el ceño, aterrorizado de que el daño la


J.K. Beck

arrastrara de regreso hacia la muerte.

131
El Club de las Excomulgadas
—Petra —Dijo en voz baja—. Abre tu boca.

No respondió, pero sus labios se entreabrieron ligeramente. Fue suficiente.


Levantó la muñeca a su boca, cerró los ojos, y hundió los colmillos profundamente

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


en su propia muñeca. No podría presionar la herida en sus labios, pero dejó que las
gotas de sangre cayeran entre ellos, en su boca. Y lenta, muy lentamente, el color
volvió a su piel y sus ojos se abrieron.

— ¿Nicholas? —Parpadeó, luego volvió la cabeza de lado a lado, mirando sus


alrededores—. ¿Estamos en el avión? ¿Qué pasó?

—Tu maldito hermano casi te mata. Tu corazón se detuvo y todo.

— ¿Qué? —Su frente se arrugó con confusión y shock, y se obligó a frenar su ira.
Ahora no era el momento de volverla contra Kiril, especialmente cuando Nick era
culpable también. Y ahora que el peligro parecía haber pasado, podía darse el lujo
de ser generoso con ambos.

—Está bien —Dijo suavemente—. Estás bien ahora.

— ¿Kiril?

—No se dio cuenta, pero su maldito viento… Pensé que te iba a hacer trizas.

Ella se movió, y luego se apoyó en los codos con la energía suficiente como para
que él se relajara, dándose cuenta de que la sangre había obrado su magia.

—Yo también —Dijo ella—. Lo habría hecho, creo, si no le hubiera dicho que se
detuviera.

Nick se echó hacia atrás sobre sus talones, con sus palabras sin sentido.

—¿Si no hubieras hecho qué?


J.K. Beck —

132
El Club de las Excomulgadas
—Decírselo —Se sentó completamente, luego levantó los dedos para masajear
sus sienes. Él se movió, dándose cuenta de que estaba a punto de poner su brazo
alrededor de ella en un gesto de apoyo, y se retiró.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Se lamió los labios, arrugó la frente cuando frunció el ceño.

—Eso es sangre. ¿Mi sangre? O...

—Es mía —Dijo, y luego se acercó más mientras ella se deslizaba hacia atrás,
moviendo la cabeza en señal de protesta.

—Espera un minuto —Dijo ella—. Espera un minuto. ¿Qué demonios me


hiciste?

—Te lo dije, durante unos segundos, estuviste muerta y te hice la RCP6...


compresiones cardíacas, pero no fue suficiente. Yo…

Ella se detuvo, con su cuerpo rígido, con los ojos directamente en los suyos.

—¿ Muerta?

—Si no te hubiera dado un poco de mi sangre, habrías vuelto a caer en la


muerte. ¿Qué? —Preguntó mirando su cara—. ¿Qué sucede?

—Nada —Dijo, pero no lo miró mientras habló, y su frente se arrugó, como si


algo hubiera saltado a su atención.

—No parece ser nada.

—Simplemente... me siento extraña. Con escalofríos —Como si le hiciera una


ilustración, se estremeció—. Probablemente sólo haya sido una descarga o algo así.
Estoy bien. En serio.
J.K. Beck —

6
Reanimación Cardio Pulmonar

133
El Club de las Excomulgadas
Consideró discutirlo, porque estaba seguro de que ella no estaba siendo
completamente honesta. No fue algo que tuviera la oportunidad de llevar a cabo,
sin embargo, porque sus preguntas continuaron.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Cambiaré? Por tu sangre, quiero decir. No me hará un vampiro o algo así,
¿no?

—No, sólo te ayuda a curar, posiblemente te hará un poco más fuerte. Te dará
más energía —Eso no era del todo cierto, pero teniendo en cuenta lo molesta que
había estado cuando se había metido en su cabeza, no creía que ese fuera el
momento para decirle que ahora estaba en sintonía con ella. Del hecho de que él
podría encontrar sus pensamientos. El hecho de que podría perderse en sus
emociones.

— ¿Nicholas? —Esta vez ella se encontró con sus ojos muertos. Un pelo suelto
estaba rizado contra su mejilla, y tuvo que meter el pulgar dentro de su puño para
luchar contra el deseo de retirárselo, de sentir la seda de su piel bajo su toque.

— ¿Sí?

Vaciló, y él se preguntó que le querría decir. Cuando finalmente ella lanzó un


suave:

—Gracias —Tuvo la certeza de que no era lo que había planeado decir primero.

Optó por no presionarla.

—No hay de qué.

Ella se acercó y agarró un brazo.

—Creo que lo normal que nos sentemos realmente en los asientos cuando vamos
en un avión.
J.K. Beck —

—Normal, pero no tan interesante.

134
134
El Club de las Excomulgadas
El avión tenía sólo ocho asientos, dos juegos de cuatro, cada conjunto alrededor
de una mesa. Ambos se sentaron uno frente al otro cerca de la ventanilla, y tan
pronto como lo hicieron, Petra apretó la mano en la persiana. No se movió para

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


levantarla, sin embargo. El sol se hundía en el horizonte, pero no había caído
todavía, y se dio cuenta de que entendía lo que eso significaba para él, así como él
lo hacía.

Su boca se curvó en un gesto rápido mientras ella se apartaba de la ventana.

—Tengo que admitir que nunca he estado loca por volar. Parece poco natural...
—Agregó, después le sonrió—. Es una especie de locura decirlo teniendo en cuenta
lo que soy y el mundo en que vivimos.

—Más locura si tenemos en cuenta que es una de las cosas más naturales del
mundo.

Ella arqueó las cejas.

— ¿Varias toneladas de acero surcando el cielo es natural?

—Las fuerzas que hacen posible el vuelo han estado presentes desde los albores
del tiempo. El peso, la elevación, el arrastre y el empuje. El hecho de que a los
hombres les tomara un tiempo reconocerlo y aprender a manipularlo no hace a la
propia acción no-natural.

—Buen punto —Dijo—. Pero eso no cambia el hecho de que estamos treinta mil
pies en el aire, y es un largo camino a la tierra —Se recostó en su asiento y
suspiró—. Por otra parte, es mejor que la alternativa.

— ¿La alternativa?

—Tonto. De la niebla. ¿Qué pensabas? Esa fue la cosa más espeluznante de


todas.
J.K. Beck

Recordó lo que le había dicho sobre decirle a Kiril que se detuviera, con la
importancia de sus palabras de repente golpeándole.

135
El Club de las Excomulgadas
— ¿Me estás diciendo que eras consciente?

Ella hizo una mueca mientras doblaba los brazos, y luego lo miró con expresión
curiosa. Como si él estuviera ya fuera de las bromas o fuera un idiota.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Bueno, sí.

—Esta vez. Pero ¿qué pasó antes? ¿Cuando salimos de la cárcel? ¿Cuando
viajamos a tu casa?

—Estoy empezando a tener la clara impresión de que te estoy volviendo loco.

—Eres una humana. No debes sentir nada cuando eres niebla.

— ¿No? Bueno, eso no es cierto. Aunque esta última vez habría sido feliz de
haber estado felizmente inconsciente.

Se echó hacia atrás, con su mente zumbando con las posibilidades.

— ¿Eres una humana?

—Bueno, sí. Quiero decir, lo sabría si no lo fuera, ¿ no?

—Me sentiste —Dijo él pensativo—. En el almacén. Te diste cuenta de que me


había metido en tu cabeza. La mayoría de los mortales no pueden sentir eso,
tampoco.

Ella se echó a reír.

— ¿Y eso hace te hace preguntarte si soy mortal? ¿O, simplemente, frustrado de


que te atrapara?

Se sorprendió sonriendo a cambio.


—Un poco de ambas cosas.


J.K. Beck

—No estás acostumbrado a que las cosas no vayan a tú manera, ¿verdad?

136
El Club de las Excomulgadas
—No.

—Quédate conmigo —Dijo ella—. Lo he convertido en una ciencia.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Estaba sentada, todavía inestable, y sin embargo, segura de sí misma también.
Una mujer que podía cuidar de sí misma, que no había tenido más remedio que
hacer exactamente eso. Una mujer con secretos, que eran muchos más que cuando
miraba sus ojos.

— ¿Qué quisiste decir cuando dijiste que le habías dicho a Kiril que se detuviera?

— ¿Es esa una pregunta con trampa? Le dije que se detuviera. Le grité que no
podía soportarlo... me estaba destrozando. Era como si todos los pedazos de mí que
se suponía que debían estar juntos, pero él estaba jugando con todos ellos, y me
dolió. Oh, Dios mío, me dolía mucho.

—Él lo hizo —Dijo Nick—. Y de alguna manera se lo dijiste.

— ¿Y eso te molesta?

—Puede ser una pista.

— ¿Para la maldición?

—No lo sé—, admitió Nick. —Pero mientras más información tenga sobre ti, de
ti y tu familia de especiales, mejor —Inclinó la cabeza, mirándola pensativo.

— ¿Qué?

— ¿Cuál es la fuente de tu poder, Petra Lang? Dices que eres una humana, que
tu familia lo es, pero si es así, entonces, ¿de dónde sale el flujo de tu energía?

— ¿Estás diciendo que me parezco más a ti que a mi vecino de al lado? Créelo si


eso te hace sentir mejor, pero soy humana. Puedo enfermar, me puedo morir, y
J.K. Beck

cualquiera que sea el poder que tengo es canalizado a través de mí. No es parte de

137
El Club de las Excomulgadas
mí —Lo miró de arriba abajo—. Yo no he cambiado en algo completamente
distinto.

—Interesante —Dijo, más para sí que para ella. A menudo había ponderado la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


naturaleza de la humanidad. Había empezado como humano, y sin embargo, los
vampiros no lo eran decididamente. Aun así, sin embargo, había conservado sus
pasiones, sus intereses y fascinaciones. Todavía podía amar, y una ópera podía
hacer que su corazón se elevara hasta las estrellas.

Así que, ¿dónde exactamente se encontraba la humanidad?

No era una pregunta para la que tuviera respuesta, y mientras sus años en ese
mundo habían pasado, Nick se había vuelto muy consciente de que aún tenía más
preguntas que respuestas. ¿Cuál era el punto de la inmortalidad, si el más básico de
los misterios quedaba sin resolver?

Con Petra, tal vez podría explorar por lo menos algunas de esas preguntas.

— ¿De dónde canalizas el poder?

—En primer lugar—, dijo ella, —no lo hago. Ya te lo dije. Más o menos, sólo lo
aspiro.

—Y sin embargo, casi quemaste el uniforme que la guardia y conjuraste un muro


de fuego.

—Un punto para el hombre del vaquero ajustado. Puedo manejarlo un poco.
Pero no mucho.

—No te pregunto sobre el volumen —Dijo—. Te estoy preguntando por la


fuente.

—Es la Madre Tierra. Igual que todas las brujas. La tierra. El universo. El poder

de la naturaleza —Se encogió de hombros—. Lo que sea.


J.K. Beck

138
El Club de las Excomulgadas
—El poder de la tierra —Repitió él—. Tal vez no somos tan diferentes como
piensas. Tal vez tenemos el mismo punto de origen.

— ¿Dios? —Dijo la palabra, como si él acabara de espetar la más divertida de las

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


bromas.

— ¿Crees en Dios? —Preguntó, curioso a pesar de sí mismo acerca por la forma


en que esta mujer pensaba.

Ella exhaló, logrando hacer que el soplo simple sonara en el aire igual que
infiernos no.

—No en un dios benévolo, eso es seguro. Mira lo que me hizo a mí —Cruzó los
brazos y lo miró—. ¿Y tú?

—Sigo indeciso.

— ¿Sí? Habría pensado que después de todos estos años, habrías elegido un lado.
O tal vez, ¿ya no es una pregunta tan interesante para ti?

— ¿Qué quieres decir?

—Bueno, ¿realmente importa? —Preguntó—. Para alguien que va a vivir para


siempre, quiero decir.

—Eso es lo mismo que decir que simplemente porque uno no vaya a


experimentar algo, esto no tiene valor. Yo diría que la premisa es falsa.

—Lo dirías, ¿eh? Tengo la sensación de que lo dirías de un montón de cosas.

En ese momento, él tuvo que reír.

—Sí, bueno, estás en lo cierto acerca de eso.


—Suéltalo.
J.K. Beck

139
El Club de las Excomulgadas
Estuvo tentado. Hacía mucho, mucho tiempo, desde que había perdido la alegría
de discutir la naturaleza del mundo por el mero hecho de discutirlo, pero ahora no
era el momento.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Se puso de pie.

—Hey, espera un segundo. Me ibas a decir cómo es que podemos ser iguales. Es
evidente que la conjetura de Dios estaba equivocada.

Sabía que debía irse. Que debería dejarla dormir. El hecho de que no debía
perderse a sí mismo compenetrándose demasiado en la conversación con esta
mujer.

Se sentó de todos modos.

—No estaba hablando de Dios. No es a lo que te referías, de todos modos.

Sus ojos se estrecharon, y ladeó la cabeza.

— ¿Qué? ¿Es esa mitología de las Sombras? ¿Lo de los dos hermanos?

—Había tres, en realidad —Dijo—. Tres hermanos de otra dimensión que se


cruzaron, y luego lucharon entre ellos. El tercero era el más fuerte, y los otros dos
codiciaban su poder.

—Lo mataron —Dijo Petra—. Sí, lo recuerdo ahora. Oí algunas de esas historias
cuando estaba haciendo un trabajo hace unos años —Puso sus pies sobre el asiento
y abrazó sus rodillas—. ¿Tú crees todo eso?

—No palabra por palabra, pero, ¿es por ello menos posible para los vampiros o
los hombres lobo? —Evocó una sonrisa—. ¿O alzarte a treinta mil pies sobre la
tierra?

—Está bien, tú ganas. Por el bien de la argumentación, diremos que todo es


J.K. Beck

verdad. Entre los grandes de la familia, igual que Zeus, recibiendo todo lo retorcido
de los Titanes. Pero, ¿qué tiene que ver conmigo?

140
El Club de las Excomulgadas
—La leyenda dice que los hermanos enterraron al tercero en la tierra después de
drenar su poder. Pero no destruyeron su cuerpo, y su cadáver tenía su propia fuerza
bruta.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Magia Negra —Dijo ella—. Vudú y todo eso. Es supuestamente de la tierra.

— Magia blanca, el poder es poder, lo único que cambia es la forma en que se


utiliza.

Ella asintió, con su expresión sugiriendo que entendía lo que le estaba diciendo.
Que lo creía, incluso.

—Así que todas esas cosas son de la Madre Tierra. ¿Es realmente Padre Tierra?
¿O Gran Hermano Camorrista?

Él se tomó la barbilla para ayudar a suprimir una risa.

—Algo así.

—Tiene algún sentido. Los dones de Kiril se enfocan en el aire, el fuego centra
los míos —Puso los ojos en blanco—. Cuando puedo hacer que funcionen, quiero
decir. Y mi maldición... —Se calló, con la frente arrugándose con sus
pensamientos—. Si se trata de la tierra, también, entonces eso significaría…

—Eso significaría que volviste a Serge en nada menos que una fuerza de la
naturaleza. Y en uno condenadamente muy enojado —Frunció el ceño mientras
hablaba, dándose cuenta de que acababa de ponerle voz a la teoría que había estado
creciendo en silencio en su mente.

Los ojos de Petra se abrieron.

—Wow. ¿De verdad lo crees?


—No lo sé —Admitió Nick—. Sólo estoy articulando una hipótesis.


J.K. Beck

141
El Club de las Excomulgadas
—Si eso es correcto, sin embargo, entonces realmente vamos al lugar correcto —
Dijo ella.

— ¿Qué quieres decir?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Buscando al alquimista. ¿La alquimia no es todo sobre la tierra y los
elementos y esas cosas?

Nick sonrió.

—En su forma más básica, sí.

—Bien, eso es lo que estoy diciendo. Si mi maldición es magia terrenal y Serge


es un monstruo de tierra, entonces conseguir la ayuda de un alquimista realmente
tiene sentido. Tal vez pueda ver con la ciencia lo que ningún hechicero ha sido
capaz de hacerlo con un hechizo.

— ¿Dudabas de mi plan? —Agregó con un tono fingido de sorpresa en su voz.

—En realidad, no —Dijo ella. Dio unos golpecitos en su sien—. Teniendo en


cuenta por lo que tienes pasando por aquí, no me siento inclinada a dudar de ti. No
sobre que la alquimia sea el camino a seguir, de todos modos.

—Entonces, ¿de qué?

—¿Este Ferrante nos ayudará? En Los Ángeles, tuve la impresión de que


vosotros dos habíais tenido una pelea, y…

—Nos ayudará —Habló con firmeza, con la intención de detener la


conversación en ese momento. Petra, sin embargo, no se dio por aludida.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?


Quería que se callara. Ahogarla con los argumentos comunes y ponerle fin a la
J.K. Beck

conversación allí. Pero se merecía conocer al que buscaban, y por qué su única y
mejor esperanza podría decirles que debían dar un salto y volar.

142
El Club de las Excomulgadas
—No estoy seguro —Dijo finalmente—. Pero hasta donde sé… por lo que se
sabe… Ferrante es el único que ha logrado uno de los objetivos finales de la
alquimia.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—La inmortalidad.

Nick asintió.

—Y con la inmortalidad viene el concepto de la panacea universal.

—Una cura para cualquier cosa. O bien tiene una fórmula que me curará…

—O tiene la experiencia para encontrar un camino.

— ¿Y has trabajado con él? —Preguntó.

—Fue mi mentor durante muchos años.

—Y entonces ocurrió algo malo —Dijo, inclinándose, obviamente interesada en


su historia—. Y no has hablado con él en cientos de años.

—Ese es un resumen muy exacto.

— ¿Y qué pasó?

Nick cerró los ojos, luchando contra el dolor de los recuerdos, de los horrores del
pasado regresando a mofarse de él. Nunca había hablado de ello con nadie, ni
siquiera con Lissa.

—Está bien, sabes —Dijo ella, sonando tanto tranquilizadora como


asegurándole un hecho—. Estamos en esto juntos, ¿verdad? Y piensa con quién
estás hablando. Por mala que sea la mierda, yo estoy caminando en el peor de los
escenarios posibles.

—Lo traicioné —Dijo Nick, sorprendiéndose a sí mismo con las palabras—. Lo


J.K. Beck

traicioné de la más horrible de las maneras.

143
El Club de las Excomulgadas
Lo miró, y él estuvo seguro de que estaba mirando al vampiro, no al hombre, y
al demonio interior.

— ¿Cómo?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No importa.

—Si este hombre nos recibirá con una escopeta quiero saber acerca de él, por lo
que, sí, creo que es importante. Dijiste “todo”, y “todo” no es sólo yo, yo, yo. No
importa.

—El por qué de ello no lo es —Insistió Nick—. Pero sí, es muy probable que esté
menos que encantado de verme. No tendría ninguna razón, sin embargo, para
lastimarte a ti.

Ella apretó los labios, y él se preparó para un argumento.

— ¿Por qué París? —Dijo ella, con la pregunta tomándolo por sorpresa.

— ¿Disculpa?

—Traicionaste al hombre, y luego dos os separasteis. ¿Cómo sabes que está en


París? ¿Por tus conexiones con la Alianza? ¿Lo has estado vigilando?

—Se queda debajo del radar, en realidad, aunque estoy seguro que la Alianza
podría encontrarlo si fuera necesario.

—Entonces, ¿cómo?

—Sigue siendo humano, y vive en el mundo humano. Pero es inmortal, por lo


que debe reinventarse en cada generación.

—De acuerdo. Falsa muerte. Nuevo nombre. ¿Y qué?


—Hace unos pocos siglos, lo busqué.


J.K. Beck

— ¿Sí? ¿Por qué?

144
El Club de las Excomulgadas
—Quería disculparme por el pasado, y ver si podíamos hacer las paces —Se dio
cuenta de lo tenso que estaba sentado, y se obligó a relajarse.

— ¿Por qué entonces? —Preguntó ella, y le llamó la atención una vez más lo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


perceptiva que era. Porque ese era el quid de la cuestión, ¿no? Por qué entonces, por
cierto.

— ¿Nicholas?

—Porque entendí entonces, cómo se sentía uno al ser traicionado —De tener a
alguien de confianza que se vuelve en tu contra. De tener a alguien que amas tanto
que había destruido lo que era sagrado para él. Había entendido... y se odiaba aún
más por la pérdida profunda que debió acompañar el horror que le había traído a
Ferrante.

—Alguien te traicionó —Dijo en voz baja—. Entonces ¿Encontraste a Ferrante?


—Preguntó, y estuvo agradecido de no que le hubiera preguntado la naturaleza de
la traición—. ¿Cómo?

—Él había viajado, rehaciéndose a sí mismo en varios países, pero en cada lugar
había estado disponible para determinados humanos.

— ¿Para los Alquimistas?

—No. Una vez que descubrió el secreto, no creo que hubiera querido
compartirlo.

— ¿Quién, entonces?

—Los brujos —Dijo Nick—. Los humanos que practicaban la magia negra.
Acuden a él en busca de ayuda con sus hechizos o brebajes. Los guía, les ayuda a
encontrar los ingredientes raros, ese tipo de cosas.

— ¿Cómo sabes todo eso?


J.K. Beck

145
El Club de las Excomulgadas
—Mis conexiones son variadas y amplias, tanto dentro, como fuera del mundo
de las sombras. Como detective, sin duda puedes apreciar eso.

—Mantienes un dedo en el pulso —Dijo—. Lo entiendo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Hice las preguntas correctas, me reuní con las personas adecuadas, y aprendí
el protocolo para ponerme en contacto con él.

— ¿Qué era?

—Una marca de yeso sobre su tumba en el Cementerio Passy.

— ¿Su tumba?

—Como puedes imaginar, ha muerto muchas veces.

—Así que hiciste una marca y luego volviste al día siguiente para recoger un
mensaje acerca de reunirte con él.

—Exactamente.

—Muy de James Bond. ¿Funcionó?

—Hasta cierto punto. Vio la marca. Me respondió.

—Dijo que no —Su voz fue plana y pesada.

—En esencia, sí. Fui al lugar de reunión, y no apareció.

—Estaba mirando, y cuando vio que eras tú, te despidió.

Nick no se molestó en reconocer la verdad de lo que decía.

—Entonces, ¿qué te hace pensar que no te dirá otra vez que no? Suponiendo que

incluso todavía esté en París y compruebe su tumba.


J.K. Beck

Consideró hacerse ver a sí mismo optimista, y supo que ella lo vería todo.

146
El Club de las Excomulgadas
—Para ser honesto, espero que esté intrigado por tu presencia conmigo. Ya sea
porque eres una mujer hermosa, o porque las historias de lo que eres y de tu huida
no sólo hayan llegado a él, sino que le interesen.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—En otras palabras, ¿seguiremos un conjunto de instrucciones que recogeremos
de una tumba, y luego estaremos de pie estúpidamente alrededor de algún rincón
de París, mientras un inmortal alquimista nos evalúa y decide si quiere darnos las
llaves de su club?

—Eso sería un resumen apropiado, sí.

—Peligroso —Dijo, mirándolo con ojos entrecerrados, como si lo desafiara a no


estar de acuerdo—. Somos fugitivos, ¿recuerdas? ¿Y si él está conectado con la
Alianza?

—Creo que vale la pena el riesgo —Vaciló, y luego, porque realmente quería que
su opinión, le preguntó—. ¿Estás de acuerdo?

—Sí —Dijo—. Supongo que sí. Pero debes mantener tus sentidos arácnidos
encendidos, sabes. Por si acaso.

—Tendré cuidado con el más mínimo cosquilleo —Dijo, pero su mente no


estaba en sus palabras. En cambio, estaban en la chica.

—Oye, ¿te perdí?

Él se movió, y se dio cuenta que el tiempo había pasado, y que había estado
observándola, pensando en su inteligencia y en su instinto de auto-conservación. Se
puso de pie bruscamente, impulsado por la necesidad de estar solo y de aclarar su
cabeza.

—Debes descansar un poco —Dijo.


Sus cejas se levantaron.


J.K. Beck

—Wow. Eso fue inesperado.

147
El Club de las Excomulgadas
—Tengo la intención de que podamos utilizar toda la noche. Con tu constitución
humana…

— ¿Así que ahora me estás cuidando? Grandioso. No soy tan frágil, ya sabes.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Realmente no te gusta que nadie cuide de ti, ¿verdad?

Ella lo miró duro.

—Tú no estás realmente interesado en cuidar de mí. Lo que deseas es encontrar


una cura para tu amigo.

Y con eso empujó su silla hacia atrás y cerró los ojos, dejándolo enfrentar el
hecho inesperado de que a pesar de que sus palabras habían sido ciertas cuando
habían iniciado ese viaje, no podía negar que las cosas habían cambiado.

Y eso ese era un infierno de cosa notable.

J.K. Beck —

148
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Catorce

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Algo está pasando con Serge.

Lissa levantó la cabeza, mientras Rand entraba en la sala de conferencias, con su


computadora portátil abierta en sus manos.

— ¿Qué? ¿Qué sucede?

Levantó la computadora, como si las palabras no fueran una respuesta adecuada


y tuviera que enseñarle. Puso la cosa delante de ella, se puso de pie detrás para que
cuando se inclinara pudiera poner sus manos sobre el teclado, con su pecho
apretado contra su espalda. Ella cerró los ojos, confortada por la sensación de
tenerlo en su contra. Todo se estaba yendo al infierno a su alrededor, Serge era un
monstruo, Sara estaba detenida, Nicholas y Petra huyendo, pero no importaba lo
horrible que se pusieran las cosas, sabía que podía encontrar consuelo en los brazos
de Rand, y estaba agradecida por eso todos los días.

— ¿Ves? —Dijo tocando la pantalla. Había abierto el programa de vigilancia y


corrido el canal de video una media hora antes. Observó, desconsolada, mientras
Serge saltaba por la celda, arañando la pared de hormigón y daba golpes en el
cristal. Las paredes estaban cubiertas ahora con palabras sin sentido escritas en su
propia sangre, y una y otra vez el número tres, garabateado en la pared sin contexto
aparente.

Trotaba, corría, y se movía de golpe por todo el pequeño espacio, todo en él


gritando violencia. La manera de moverse, la forma en que sus ojos se iluminaban,
la forma en que había hecho trizas la comida que se había bajado a su celda, ni en
lo más mínimo afectado por los sedantes ocultos en la carne.

— ¿Qué se supone que estoy viendo? —Lissa le preguntó.


J.K. Beck

—Ya viene —Dijo Rand, mientras ambos veían a Serge de pie delante de la
pared de cristal increíblemente grueso moviendo sus palmas sobre él. El volumen

149
El Club de las Excomulgadas
en el equipo estaba al mínimo posible, pero todavía Lissa podía oír los lamentos
animales de él, que estaban atravesando directamente su corazón.

— ¿Tenemos que ver esto? Es tan…

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Aquí —Señaló a la pantalla, y Lissa contuvo el aliento. La cámara había
captado a Serge en medio de un frenesí terrible, superando las paredes, destrozando
el cadáver que eran los restos de su almuerzo. Estaba salvaje, furioso, y luego, de
repente, no lo estuvo.

Simplemente se quedó inmóvil y se quedó allí, completamente quieto, en el


centro de la celda. Pasó un momento, luego otro, y él miró su propio cuerpo, y
luego extendió las manos delante de él.

Y después, por los altavoces, Lissa escuchó la voz gruesa, en voz baja
preguntando:

— ¿Qué demonios?

— ¿Él está bien? —Ella le apretó la mano de Rand—. Oh, Dios mío, Rand, está
bien.

Comenzó a levantarse, deseando correr a la celda y ver en persona lo que no


podía dejarse pensar o creer, pero la mano fuerte de Rand en su hombro la sujetó.

—Espera —Dijo—. Y mira.

En la pantalla, Serge se puso a caminar, con expresión de desconcierto. Y luego,


tan rápidamente como había llegado, la humanidad desapareció. Serge echó la
cabeza atrás y se lamentó, un sonido desgarrador que arrancó un sollozo en la
garganta de Lissa también, antes de volver a golpear la celda, pegando contra las
paredes de cemento, golpeando el cristal, y después levantando los ojos y gruñendo

directamente a la cámara.
J.K. Beck

— ¿Qué pasó? —Preguntó ella—. ¿Por qué cambió así? Volvió a verse como él
mismo, y entonces... oh, Dios mío...

150
El Club de las Excomulgadas
—No sé. Algo pero… No sé qué —Rand cerró la computadora portátil, cortando
el sonido y borrando la imagen, pero aun así, todavía podía ver las imágenes con
claridad en su mente. La paliza salvaje de la criatura-Serge.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La criatura con el mal en estado puro en sus ojos.

El mal, la oscuridad, el poder puro y la dureza. Una potencia real. Que corría por
la criatura. Llenándolo. Alimentándolo.

Tan potente que su toque solamente dejaba una huella en forma de mano
grabada en el cristal.

El vidrio era más delgado ahora. Más débil.

Pronto, el monstruo pensaría, con una claridad poco común.

Pronto sería libre.

*********

— ¿Tu informe?

Tariq se sentó frente a su tío, Tiberius, y del para-demonio Trylag. Un


triunvirato de poder, y obligó a su barbilla a levantarse y a sus ojos para encontrarse
con cada uno de los hombres. Esta era una oportunidad de demostrar su valía, y él
lo sabía. No iba a estropearla.

—Sara Constantine está detenida, como sabéis, pero no tenemos ninguna


indicación de que sepa a donde han ido Nicholas y la chica — Centró su atención
en Tiberius—. La División no está cooperando para permitirnos utilizar a un
Contador de la Verdad, pero si pudierais presionar al respecto, podremos averiguar
algo nuevo.

—Dudo que Constantine lo sepa —Dijo Tiberius—. Conozco a Nicholas bien.


J.K. Beck

No sería tan torpe como para dejar migas de pan.

151
El Club de las Excomulgadas
—Estoy de acuerdo —Dijo Tariq—. Pero todavía seguiré su pista.

—No es nuestra prioridad, espero —Dijo Trylag—. Si Constantine es


probablemente un callejón sin salida, no me importa vernos perdiendo el tiempo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


discutiendo con la División sobre la conveniencia de un Contador de la Verdad.

Tariq asintió, sintiéndose más cómodo en su lugar.

—De acuerdo. Por supuesto. Y Constantine no es nuestra principal


preocupación —Se aclaró la garganta—. He ordenado varios equipos en el campo.
Tengo a los agentes buscando en las residencias conocidas de Montegue,
controlando las comunicaciones de los móviles, vigilando a los asociados de
Montegue, en su trabajo. Tengo equipos de otras ciudades dispuestas a moverse de
un momento a otro, también. Sin embargo, ninguno refleja nuestro plan principal
de ataque.

— ¿Y cuál es? —Tiberius le preguntó.

—El hermano de la chica —Dijo Tariq—. Nuestra vigilancia nos ha llevado a


creer que él tiene la capacidad de localizarla. Con algunos hechizos más
probablemente, aunque posiblemente relacionado con el hecho de que son gemelos.
La razón es irrelevante en este momento. Lo importante es que si seguimos al
hermano, encontraremos a la chica.

—Entonces, lo estás siguiendo, ¿supongo? —Su tío le preguntó.

—Lo hacemos —Dijo Tariq, sentado con la espalda recta—. Estoy


personalmente liderando ese equipo. Por el momento, el hermano está dormido.
Desmayado, en realidad. La compensación universal. Bombeó una gran cantidad
de magia a través de ciudad a la ubicación anterior de su hermana.

— Dónde la perdiste, si leo correctamente el informe —Dijo Trylag.


J.K. Beck —

Tariq se obligó a sí mismo a no cerrar sus manos en puños.

152
El Club de las Excomulgadas
—Es correcto. No éramos conscientes de su capacidad en ese momento.
Esperábamos que la hermana fuera a él, no al revés. Sin embargo, como resultado
de que el objetivo de la misión fracasó, hemos adquirido valiosa información de

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


inteligencia. Siguiendo al hermano, encontraremos a la chica.

— ¿Cuándo se moverá el otra vez? —Tiberius exigió.

—No puedo estar seguro, pero creemos que pasará un tiempo antes de que tenga
la energía para ir tras ella. Mientras tanto, los miembros de mi equipo Elric y Vale
seguirán vigilando su casa. Se pondrán en contacto conmigo si algo sucede.

—Bien —Su tío asintió con aprobación y el alivio se apoderó de Tariq—.


Mientras tanto, ¿qué más has averiguado?

Estaban sentados en una cabina de la esquina en un bar repleto de humanos.


Tiberius y Trylag habían pasado con facilidad, pero Dirque y Tariq habían
derramado espejismos, el poder de la ilusión, incluso manejado por el más joven y
débil de los genios, para ocultar sus extraños ojos y la palidez de su piel inhumana.
Los espejismos estaban en capas en la conversación también, de manera que para
otros clientes, los habitantes de las sombras parecían ser hombres de negocios
discutiendo nada más interesante que requiriera incluso un segundo pensamiento.

Dirque había arrastrado al grupo al bar, haciendo caso omiso de las protestas de
Tariq de que la oficina temporal del Alto Examinador de la División era un lugar
seguro. Por otra parte, había una razón por la Dirque era el presidente de la
Alianza. El hombre no daba nada por hecho, no aceptaba nada como un hecho, y
cuestionaba todas las conveniencias o hasta un poco de buena suerte.

Eso lo había mantenido con vida durante siglos, y era un acercamiento a la vida
que Tariq trataba de emular. Lo intentaba, pero no a menudo. Su ímpetu lo había
mantenido atado a la RAC como líder del equipo en lugar de ascender hasta

Comandante, o incluso a ser transferido a una posición con la Alianza.


J.K. Beck

Ahora, sin embargo, tenía la oportunidad de probarse a sí mismo ante su tío. Y


este podría conseguir una posición para Tariq en casi cualquier lugar que quisiera.

153
El Club de las Excomulgadas
Así que, sí, si Dirque quería arrastrarlos a algún bar infestado de humanos,
entonces, Tariq estaría de acuerdo con ese plan.

Una camarera con una camisa blanca y pantalones negros ajustados se acercó a

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


la cabina.

—Abogados, ¿verdad?

— ¿Cómo lo adivinaste? —Dirque dijo, con su voz tan suave como la piel de un
tiburón.

Ella le sonrió, pero su atención se centró en Tariq, quien le sonrió también, con
el tipo de sonrisa que sabía que a la mujer le gustaría.

—Tienen esa mirada aguda y mortal —Dijo ella.

—Cariño, no sabes ni la mitad —Sólo por diversión, Tariq dejó caer la ilusión de
su rostro. No más de una fracción de segundo, pero fue suficiente para que viera sus
ojos amarillos y sus pupilas en forma de diamante. Suficiente para que su mente
registrara que esos hombres no eran abogados. Por lo demás, tampoco eran
humanos.

O tal vez sus ojos estaban jugándole una mala pasada.

Ella dio un paso hacia atrás, mirando a los cuatro mientras buscaba a tientas su
bloc de notas.

—Lo siento... Ha sido un turno largo.

—Lo entendemos —Dijo Trylag—. Whisky escocés—, dijo. —Neat está bien. Él
tomará lo mismo.

Asintió, luego se volvió como si no pudiera salir de allí lo suficientemente


rápido. Tariq escondió una sonrisa... cuyo rastro se perdió cuando miró los ojos de
J.K. Beck

su tío.

154
El Club de las Excomulgadas
Dirque echó hacia atrás su enorme cuerpo, ejerciendo una presión sobre el banco
de la cabina que sólo Tariq pudo ver.

— ¿Y bien?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tariq se aclaró la garganta y miró a los tres hombres.

—He estado pensando acerca de por qué Montegue correría el riesgo de rescatar
a una humana, y no puedo llegar a ninguna maldita cosa. No, a menos que
cambiemos nuestras premisas.

— ¿Qué premisas son esas?

— ¿Y si Sergius no ha muerto? —Tariq les preguntó.

Tiberius ladeó la cabeza y se inclinó hacia Dirque.

—Adelante.

—Me pregunto si el fuego fue falso. Nunca hubo un cuerpo, sino ADN. De
acuerdo, Sergius es un vampiro, pero sigo teniendo dudas.

—Hemos visto ese tipo de monstruo de antes —Dijo Trylag—. Se abre camino a
través de la tierra. Si estuviera vivo, habríamos oído hablar de él. Infiernos, la
destrucción sería la noticia principal en todos los canales de noticias humanos.

—A menos que estuviera cautivo. A menos que hubiera sido detenido.


Montegue estaba con él justo después del cambio, ¿no es así? Y Lucius Dragos
también estaba allí. Creo que es razonable suponer que los dos harían lo que fuera
necesario para proteger a su amigo.

— ¿Crees que de alguna manera sometieron al monstruo, y ahora lo tienen


cautivo, mientras buscan una cura?
J.K. Beck —

—No —Dijo Tiberius—. Dragos es mi confidente más cercano. Montegue es mi


asesor personal. Yo lo sabría.

155
El Club de las Excomulgadas
Dirque lo miró.

— ¿Lo harías? Entonces, tal vez lo sabes.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


El rostro del vampiro se endureció y sus ojos se oscurecieron. Pero, no se movió,
sin embargo, Tariq pudo sentir a su demonio creciendo.

— ¿Me estás acusando?

—Yo no digo nada —Dijo Dirque—. Simplemente estoy barajando con la


hipótesis que mi sobrino ha planteado, como supuse que tú estabas haciendo —Él
sonrió, tan frío y amenazador que incluso Tariq, que no podía dar una mierda por
Tiberius, tuvo que reprimir un escalofrío—. Si Sergius está vivo, y dices la verdad
de que no se te dijo nada, eso dice algo en sí, ¿no crees? Ya sea que estás
mintiéndonos, o el vínculo entre tú y los más altos de aquellos entre tus filas se está
deshilachando. Es una lástima.

Trylag los miró a los otros dos.

—Basta. Ahora no es el momento. Nuestro objetivo es poner fin a la chica. Una


vez que lo hayamos hechos, no importará si Sergius está vivo. Tras su muerte, él se
recuperará.

—Trylag dice la verdad —Dijo Dirque. Se volvió a Tariq—. Vuelve con tu


equipo. Continúa con tu vigilancia. Dirige a tus subordinados como lo has estado
haciendo. Con suerte, te moverás pronto. Con aún más suerte, tus esfuerzos no
serán ni siquiera necesarios.

Algo afilado como un corte de miedo pasó a través de Tariq.

— ¿Qué quieres decir?

—Las cosas se han puesto en marcha —Dijo Dirque—. Cosas de alto nivel.
J.K. Beck —

Tariq se enderezó.

156
El Club de las Excomulgadas
—Señor, es mi trabajo…

Dirque lo interrumpió con un golpe duro de su mano.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Buscamos el mismo resultado, sobrino. Busca a la chica de tu propia manera
—Dijo él, y una leve sonrisa, con aire satisfecho se extendió por su cara. —Y yo
trataré de destruirla a la mía.

J.K. Beck —

157
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Quince

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Qué está pasando? —Petra le preguntó, mientras Nicholas volvía de la
cabina donde había respondido una llamada por radio de Rand.

No respondió de inmediato, pero asintió hacia Pyre, en silencio dando la señal


para que el weren volviera al frente y tomara el control del piloto automático.

—Rand piensa que nuestro amigo herido podría estar recuperándose —Dijo
Nicholas, una vez que Pyre se fue.

— ¿Por qué?

—Al parecer hubo un momento en que nuestro muchacho fue de nuevo el


mismo. Dijo que pudo verlo en sus ojos, en su postura, en todo. Rand dijo que era
tan claro como el día.

Ondas de entendimiento frío la inundaron.

— ¿Pero?

Nicholas ladeó la cabeza mientras la miraba, como si se preguntara por qué


estaba tan condenadamente segura de que había un “pero”.

—Pero luego pasó —Dijo—. El momento pasó y estuvo enfermo de nuevo... —


La estudió—. Pero tú ya lo sabías.

Ella asintió, miserable. Por supuesto que lo sabía. Había muerto… más o
menos… y Serge había sido curado, al menos por un momento. Pero después ella
volvió a la vida, y eso significaba que él había sido maldecido una vez más,
también.

Pero había algo más que eso; algo burbujeó dentro de ella. La conciencia
J.K. Beck

insidiosa que había estado evitando, pero que ahora tenía que examinar.

158
El Club de las Excomulgadas
—Creo que está empeorando —Dijo—. No mejorando.

Él dio un paso hacia ella.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Cómo diablos sabes eso?

Tuvo que empujar las palabras más allá del miedo.

—No estoy segura, pero creo que puedo sentirlo.

— ¿Crees que puedes sentirlo?

—Esa sensación de escalofrío de la que te hablé. Es... no sé... oscura. Pero es tan
sutil. Ni siquiera estoy segura de qué es lo que estoy sintiendo. Quiero decir, ¿cómo
puedo saberlo a ciencia cierta? No es que uno de ellos se haya mantenido vivo tanto
tiempo. No es que tenga experiencia en la empatía con los monstruos. ¿Y sabes
qué? No me gusta. Ni un poquito —Añadió, y algo de alivio llego en la compasión
que vio en el rostro de Nicholas.

—No —Dijo él—. No me gusta, tampoco —Se frotó las sienes—. Tal vez esto
puede funcionar para nuestro beneficio.

— ¿Cómo?

—No lo sé. Pero es algo nuevo en la mezcla. Una nueva variable. Y no importa
lo que signifique, el juego ha cambiado ligeramente. Tendremos que esperar y ver.

Se lamió los labios. Querido Dios, había creado esa cosa. A ese monstruo que
iba a estallar y destruir. Y, sí, definitivamente estallaría. La pregunta real era
cuando. Como Nicholas había dicho, tendrían que esperar y ver.

Se quedó quieta, perdida en sus pensamientos, y cuando lo hizo, Nicholas


extendió la mano y la puso sobre la mesa. Poco a poco, deliberadamente, tomó una

servilleta de la mesa de servicio y la extendió sobre su mano. Confortándola. Le


J.K. Beck

estaba ofreciendo consuelo.

159
El Club de las Excomulgadas
¿De verdad creía que lo necesitaba? ¿Acaso no entendía que había cuidado de sí
misma toda su vida?

Ella miró hacia abajo y la mano seguía allí, como si le hiciera señas. Como si la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


tentara a tratar un poco y ver si le gustaba el sabor de la misma.

No lo haría. No cedería. Pero entonces su mano se movió, y antes de que ella


pudiera hablar, puso su mano enguantada sobre la suya. Más que eso, lo mantuvo
allí.

Un momento. Luego otro.

Entonces ella no pudo soportarlo más y tiró de su mano hacia atrás. Sabía que él
interpretaría sus acciones por el temor a tocarlo, pero eso no era todo. En realidad
no.

No, lo que la asustaba era la forma en que su contacto la hacía sentir. La manera
en que crecía en su interior cuando pensaba en él.

Tendría que probarlo en una luna azul, como tanto se lo había prometido.
¿Alguna otra vez, sin embargo? Eso estaba totalmente fuera de los límites. Nicholas
pertenecía a una burbuja de luna azul, y fuera de esa burbuja a ella simplemente no
le importaba.

¿No? Correcto.

Ella apretó los dedos en su sien. Y se dijo que era una maldita mentirosa.

— ¿Petra?

Miró hacia arriba, buscando en sus ojos algo que no encontró, entonces se puso
de pie. Su mirada resbaló sobre ella, y ella volvió la cabeza, no queriendo ser objeto
de escrutinio. De repente, sólo quiso que la dejaran sola.
J.K. Beck —

—Tu ropa —Dijo él.

160
El Club de las Excomulgadas
Tiró de su camisa, dándose cuenta de que uno de los rasgones revelaba la curva
de su pecho. Tiró del algodón cerrándolo, después se agachó para tomar su
mochila. No quería, pero lo miró, y vio entonces con lo que había fantaseado sólo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


unos momentos antes. Un destello de deseo. Un toque de calor.

Sus mejillas se calentaron, y tragó.

—Tengo que cambiarme.

—Deberías hacerlo.

—Y dormir. Mi cabeza está totalmente confundida.

—Comprensible.

—Correcto —Abrazó el paquete de cerca, cubriendo la mayor parte de las


roturas y desgarros—. Haré eso.

Cuando regresó… ahora con una de camiseta de manga larga, guantes y


pantalones limpios, no estaba en su asiento. Probablemente, estaría en el frente
hablando con el piloto, pero ella no pudo ignorar el problemita de su decepción.
Estaba tan agotada, sin embargo, que no pensaría en ello. Simplemente cerraría los
ojos y se dejaría ir a la deriva.

Lo oyó regresar, y esperó que ocupara el asiento frente a ella. Sin embargo, no lo
hizo, y tuvo que obligarse a mantener los ojos cerrados cuando lo escuchó sentarse
en el pasillo. Estaba siendo absurda. Tonta. Y tenía que ser porque estaba cansada.
Tan cansada.

Tan agotada de correr, de esconderse. Pero tenía que seguir adelante.

El monstruo la perseguía, la perseguiría, y ella no podría escapar.


Pronto la tocaría. La cambiaría.


J.K. Beck

Pronto la mataría. La destruiría. La haría trizas.

161
El Club de las Excomulgadas
Sangre. Miembros. Paredes chorreando sangre.

Gritando en el eco a través del aire.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Y el hedor de la muerte dulce, tan dulce, tan dulce, tan insoportablemente dulce…

— ¡Petra!

Se agitó, con el sueño tirando de ella de nuevo, no queriéndola dejar ir.

— ¡Petra, maldita sea! —Esta vez la voz fue acompañada por una sacudida
fuerte a la silla, y se movió hacia adelante, empujándose fuera del sueño, y se
encontró mirando la cara preocupada de Nicholas. Y se encontró cogida de la
mano de Nicholas.

No del todo. En realidad no. La manta y los guantes estaban entre ellos.

— ¿Petra? —Él estaba justo ahí, con los ojos mirando los de ella—. ¿Estás bien?
—Su mano la apretó fuerte.

Quiso gritarle que no lo estaba. Que esa pesadilla había sido diferente. Como
haber estado en la cabeza de Serge. Como si hubiera estado viendo lo que él
anhelaba.

Quiso tirar de él y dejar que la consolara cerca, pero no pudo. Tenía que
quedarse sola, y no parecía conseguir eso. Él, con toda su ciencia y estudios, no
entendía que si ella no tenía cuidado, la gente terminaba muerta. O peor aún.

—Petra, maldita sea, habla conmigo. ¿Es Serge? ¿Lo sentiste de nuevo?

—No lo sé. Tal vez. Fue... brutal. Sangre. Imágenes de matanzas. Nada en
concreto. Simplemente horrible —Levantó la vista y lo miró a los ojos—. Pero tal
vez fue mi habitual y antigua pesadilla. La que tengo todo el tiempo —Durante

toda su vida. Casi todas las noches. Y cada noche no había habido nadie que la
J.K. Beck

sostuviera o consolara.

162
El Club de las Excomulgadas
Sería una tonta al pensar que podía empezar a encontrar consuelo ahora. No lo
era, sin embargo, y sin importar lo mucho que deseara sus suaves palabras, sabía
que no debía abrir esa puerta más ancho que la grieta que ya había conseguido.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tomó aire, y luego empujó sus palabras, con su hablar más difícil de lo que
nunca antes había sido.

—Por favor. Sólo quiero estar sola.

Probablemente no se habría dado cuenta la forma en que se estremeció si no


hubiera estado observándolo muy de cerca. Pero lo hizo, y él retiró su mano de ella,
llevándose la manta cálida con los restos de su contacto.

—Por supuesto —Dijo poniéndose de pie—. No hay problema.

No la miró mientras caminaba a través del pasillo y se sentaba de nuevo.

Ella se movió, poniéndose de pie automáticamente para seguirlo, y luego se


detuvo. Había tenido la intención de alejarlo, y había funcionado.

Poco a poco, deliberadamente, tiró de la manta sobre sus hombros y se volvió


para mirar por la ventana y a la noche. Era mejor de esa forma. No necesitaba a
nadie más. No necesitaba su consuelo. Siempre había cuidado de sí misma. A pesar
de Kiril a su lado, esa era la forma en que siempre había sido. No había ninguna
otra manera en que pudiera ser. No había manos para sostenerla, no había abrazos
robados, ni hombros para llorar.

Al final, no tenía a nadie en quién confiar sino en sí misma.

*********

Con movimientos precisos y calculados, Nick se alejó de la silla de Petra. Se


detuvo junto a la barra en su camino de regreso a su asiento, tomando dos

pequeñas botellas de whisky y un vaso. No se molestó con el hielo. Se sentó,


J.K. Beck

abriendo la primera, después la vertió.

163
El Club de las Excomulgadas
Se la bebió con facilidad, frustrado cuando la quemazón en su garganta no hizo
nada para calmar las heridas que su frialdad le habían infligido.

No debería importarle. Maldita fuera todo, no debería preocuparse en absoluto.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Cerró los ojos y se aferró al borde de la mesa, como si el acto físico pudiera
obligarlo a controlar sus extremidades. No hacía falta que le gustara a la chica. No
necesitaba hablar con ella o hacer algo con ella.

Todo lo que tenía que hacer era utilizarla, salvar a Serge, y luego regresar a su
maldito camino.

Se sirvió la segunda botella, y luego sacudió la cabeza mientras una profunda


soledad se apoderaba de él.

Mierda.

Ni siquiera estaba pensando en sus propios malditos pensamientos.

Toda esta ira y soledad... bien, tenía que poseer a algunos, pero la mayoría eran
de ella. Y debido a que le había dado su sangre, el dolor en su corazón ahora corría
por sus venas.

La soledad, la ira, el miedo.

Y no tenía miedo de Nick, o de Serge, o incluso de estar huyendo.

No, lo que Petra temía era la exposición. Quería que el mundo viera a una mujer
que no necesitaba a ningún otro excepto a sí misma, y cualquier persona que echara
un vistazo a la verdad merecía una bofetada en la cara.

Suspiró, su irritación calmándose poco a poco, mientras sus emociones


burbujeaban en su interior. No sólo era la exposición, se dio cuenta. No, ella lo

rechazaba por otra razón, también. Por el deseo.


J.K. Beck

164
El Club de las Excomulgadas
Cerró los ojos, dejando que el calor de las emociones fluyeran por encima de él,
sabiendo que ella se mortificaría si se daba cuenta que podía sentir su deseo, y sin
embargo también podía darse cuenta de que simplemente podía abrir los ojos y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


verlo tan claro como el día, sin conexión necesaria a su sangre. El rubor en sus
mejillas. Su excitación en la niebla. Las emociones que eran nuevas y abrumadoras,
embriagadoras y apasionantes.

Nuevas.

Dio la vuelta a la palabra en su mente, dándose cuenta de las ramificaciones.


Ella estaba intacta. A pesar de las lunas azules que debían haber llenado el cielo en
sus años adultos, aún no había estado con un hombre. Estaba seguro de ello, y esa
seguridad tanto lo intrigaba como lo entristecía. Veintiséis años había caminado por
esa tierra, con su cuerpo deseando, y sin embargo permaneciendo intacta.

¿Cuántos años habían pasado desde que se había acostado con una mujer así?
Demasiados para contarlos, y se imaginó cómo sería tirar de ella cerca y penetrar la
carne que nunca había sido acariciada. Besar la carne que nunca había sido besada.

Quería quitarle el dolor de esa soledad, y la profundidad de ese deseo le


preocupaba. No solía tener tanta empatía con sus clientes, pero tenía que admitir
que su situación era única. Por no hablar de que estaban atrapados juntos por un
tiempo.

Y, por supuesto, no se había acostado con nadie en un tiempo muy largo.

Por lo tanto, ¿era de extrañar que estuviera pensando en tocar esa piel suave que
sólo había vislumbrado, tan provocativa debajo de los desgarrones de la camisa?

No, no era de extrañar en absoluto.

Pero no había ni una maldita cosa que pudiera hacer al respecto.


J.K. Beck —

Levantó el vaso, pero el líquido había desaparecido, se lo había bebido sin


siquiera darse cuenta. Mierda. Se puso de pie, y aunque no tenía la intención de

165
El Club de las Excomulgadas
darse la vuelta, se encontró mirando de nuevo a Petra. Estaba acurrucada
profundamente en su manta, respirando suavemente.

Las pesadillas, por lo menos, habían disminuido.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Dio un paso hacia la parte delantera del avión. Maldita sea, pero necesitaba otra
copa.

En el área de servicio, se detuvo. A través de la puerta cerrada, pudo oír a Pyre


hablando en la radio. No conocía al weren, pero en ese momento la compañía
sonaba mejor que una bebida.

Hizo girar el pomo, abrió la puerta, y luego entró, el piloto estaba de espaldas.

—Estaremos sobre el Atlántico en menos de diez. A pocos cientos de kilómetros


nos deberá llevar directamente en medio de la nada.

Él frunció el ceño, ahora en estado de alerta, pero era demasiado tarde.

En la fracción de segundo en que tardó en darse cuenta de que algo andaba mal,
Pyre había sacado una pistola y le había disparado una bala.

Y no cualquier bala, Nick se dio cuenta, mientras se tambaleaba hacia atrás, con
la fuerza saliendo de él como el agua.

Hematita.
J.K. Beck —

166
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciséis

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra se despertó mientras el avión giraba bruscamente a la izquierda, mientras
un disparo resonaba en la pequeña cabina.

Se lanzó de lado en el pasillo, y cuando levantó la vista, vio a Pyre con una
pistola en la mano y un paracaídas en la otra, empujándose a sí mismo inseguro de
donde al parecer había caído contra la pared.

Detrás de él, Nicholas tropezó con el rostro desencajado de ira, con sus colmillos
y pecho llenos de sangre. Pero se las arregló para atrapar al tipo con sus piernas y
tirarlo hacia abajo con fuerza.

El paracaídas quedó fuera de las manos con un golpe, y el arma se fue


deslizándose, pero Pyre no se detuvo en absoluto. Le dio una patada hacia atrás,
acertándole a Nicholas en la cara, luego se lanzó hacia adelante, levantándose del
suelo mientras tomaba el paracaídas de nuevo y se movía con una velocidad
excepcional, no hacia ella, sino hacia la puerta de salida de emergencia a tan sólo
unos metros de Nicholas.

Mierda. Él había intentado matarla. Le había hecho lo mismo a Nicholas. Y ahora la


abandonaría, y los dejaría a ella y a Nicholas, en un avión fuera de control.

Al diablo con eso.

Ella tropezó de rodillas, tratando de ponerse de pie mientras el avión caía


salvajemente.

No fue lo suficientemente rápida. En un rápido movimiento, Pyre tiró de la


manija. La puerta se abrió, desprendiéndose y volando, mientras era atrapada por
el viento, el vacío resultante chupó a Nicholas en la noche negra también.
J.K. Beck —

Oyó un grito y se dio cuenta de que provenía de ella.

167
El Club de las Excomulgadas
Aterrada, se agarró a las patas de metal de la mesa, con el cielo negro que se
avecinaba como un vacío de terror.

Excepto que no pudo aguantar. El hombre lobo golpeó sus zapatos contra sus

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


dedos, y antes de que ella supiera lo que estaba ocurriendo, se sintió atraída por el
aire hacia las fauces oscuras que se abrían a la nada, a más de treinta mil pies de
vertiginosa altura.

— ¡Noooo!— Su grito se arrancó de su garganta, y estiró la mano, luchando con


el hombre lobo, atrapándolo con su mano enguantada.

Él dio un tirón, tratando de liberarse, pero ella resistió.

No se iría sola.

Habían hecho de ella una víctima, pero no lo era. En realidad no.

No, ella era un arma, y se defendería malditamente bien… malditamente bien… a


sí misma

Y con una explosión final de fuerza, ella apretó y se obligó a acercarse, con sus
labios apuntando a su mejilla.

Eso fue todo lo que hizo.

Una caricia de carne contra carne, y la maldición se disparó a través de él,


haciendo temblar su cuerpo y soltando el paracaídas de sus manos. Y la cruda
energía de cambio en el hombre lobo fue tan poderosa que la dejó en libertad, y la
envió a borbotones en la noche, y a los brazos de la muerte.

Incluso cuando fue succionado desde el avión, Nick estaba lidiando con la
herida en su pecho, con sus dedos desnudos tratando desesperadamente de atrapar
la hematita ahora atascada entre dos de sus costillas, con tanta firmeza que no

podía conseguir un control suficiente para tirar de ella.


J.K. Beck

168
El Club de las Excomulgadas
Una caída libre a la tierra desde un avión necesitaba cerca de tres minutos, que
era demasiado poco para su consuelo, sobre todo teniendo en cuenta que sus
resbaladizos dedos no estaban cooperando mucho.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Por encima de él, vio a Petra salir disparada del avión, con su grito rasgando el
cielo.

A la mierda. Mientras pudiera evitar la luz solar, sobreviviría a una caída a la


tierra. Petra no.

Agarró la carne de su pecho y tiró, apretando los dientes por el dolor de rasgar su
propia piel y músculo hasta que dejó al aire el blanco de sus huesos.

Usando sus dedos como palanca, se separó sus costillas, con los dedos
esforzándose para mantener la brecha abierta metió el dedo índice en la cavidad,
buscando y, sí, sacando la bala, ahora destrozada y casi plana por el impacto con su
carne y huesos.

La dejó caer a la noche, y luego centró su atención en conseguir a la chica.

Débil por la pérdida de sangre, la transformación no fue fácil. Pero con esfuerzo,
se las arregló, cambiando su cuerpo a la forma de un águila. Extendió sus alas, y
con ojos penetrantes, realizó una búsqueda en el cielo, encontrándola sobre él, con
su cuerpo muy abierto para frenar su caída.

Chica lista, pensó, pero su alegría duró poco cuando vio lo que estaba encima de
ella, el avión en sí, volviéndose bruscamente, con el casco de acero tan afectado por
la velocidad y la gravedad que pronto se saldría de control, con una trayectoria que
sin duda se cruzaría con la de Petra.

Con un movimiento poderoso de sus alas, se echó hacia adelante mientras su


giro inevitable comenzaba y el avión comenzaba a caer desde el cielo. Los motores

se quejaron en señal de protesta, y pudo ver que Petra lo había oído, incluso a
J.K. Beck

través de la corriente de aire más allá de sus orejas. Ella se movió, volviendo la
cabeza para poder mirar hacia arriba.

169
El Club de las Excomulgadas
Nick oyó su brusca respiración, y esperó sentir de inmediato su pánico.

Nunca llegó.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


En cambio, ella acomodó su cuerpo en forma de flecha, aumentando su ángulo
hacia la Tierra, con su velocidad aumentando a medida que cortaba el aire.

Fue una maniobra audaz, brillante, y una que no hubiera atribuido a muchos
humanos.

Lástima que no funcionara.

El descenso del avión era demasiado rápido y su trayectoria demasiado


inclinada, sin tiempo para ninguna corrección.

Nick era su única esperanza, y todavía tenía distancia qué recorrer.

Se movió más rápido, con su cuerpo de ave cortando por el aire ahora
perturbado por la masa del avión cayendo.

Luchó contra el viento que estaba generando, frenéticamente cortando un


camino hacia Petra, la bestia de acero estaba cada vez más cerca hasta que él sólo
tuvo unos segundos para maniobrar. Pero ella estaba allí, tan cerca, y él extendió la
mano, agarrando la parte de atrás de su camisa muy fuerte con sus garras de águila.
Y luego, con su chillido de sorpresa amortiguado por el ruido del aire del avión,
obligó a sus alas a dar un aleteo final, poderoso antes de caer ambos en una caída
controlada, en ángulo.

Detrás de ellos, fallando por sólo unos centímetros, el avión cayó a través del
cielo. Extendió sus amplias alas, moviéndolas duro luchando contra la estela que
estaba tratando desesperadamente de arrastrarlos al suelo también.

Y luego, tan rápidamente que el horror pareció un mal sueño, el aire estuvo en

calma otra vez, y miles de metros más abajo del avión siguió descendiendo, cada
J.K. Beck

vez más rápido hasta que impactó en la tierra y los tanques de combustible se

170
El Club de las Excomulgadas
encendieron en una bola de fuego, con las olas de calor desde allí una vez más
ondulando en el aire alrededor de ellos.

No podía continuar abrazándola así, pero el cambio a niebla era peligroso. Ella

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


estaba débil por las múltiples transformaciones a niebla, y él estaba débil por la
hematita y por haberle dado su sangre. Tendría que comer antes… infiernos, sólo
estar cerca de un humano estaba haciendo que sus colmillos le cosquillearan con
necesidad. Sin embargo, alimentarse de Petra no era una opción, ni siquiera aunque
lo quisiera.

Alimentarse era un problema para más tarde, sin embargo. En ese momento,
tenía que tratar de esperar lo mejor.

Se abrió paso, instando a sus células a transformarse. El cambio no fue fácil, y


pudo sentir sus moléculas protestando… pero funcionó, se transformó, y en ese
mismo momento, era lo que importaba.

Ella era niebla ahora, como él. Dejó una estrecha cuerda alrededor de su
conciencia, diciéndose que deseaba mantenerla con fuerza contra él, temeroso de
que en su estado de debilidad pudieran llegar a separarse, incluso en forma sensible
de neblina. Pero aun cuando se dijo eso, sabía que era una mentira.

En realidad, deseaba un momento de intimidad con esta notable humana. Con


esta mujer que mantenía la cabeza en su lugar cuando era arrojada desde un avión.
Con esta mujer que ahora retorcía su conciencia con la suya, que estaba generando
un calor y un anhelo que coincidía con el suyo. Le había dado su sangre y ahora,
incluso más que antes, podía sentir su esencia en la niebla, consciente de su
conciencia a pesar de su humanidad. Una realidad inesperada que se derivaba ya
fuera de su maldición o de su línea de sangre mágica. Pero en ese momento no le
importaba, porque en ese momento era el deseo el que ondulaba a través de ella,
levantándose y llenándolo a medida que avanzaba con propósito a través y

alrededor de ella, con su mente tocándola, acariciándola, imaginando su carne y


J.K. Beck

sangre caliente, tibia y sus suaves labios sobre su piel.

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El Club de las Excomulgadas
La necesidad del contacto latía dentro de él así como lo sentía cada vez más en
ella. Una toma de conciencia maravillosa y de deseo por más. Por mucho más, y le
gustaría poder dárselo a ella. Ojalá pudiera transformarse a sí mismo y desnudarla

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


en el aire. Ojalá pudiera tomarla en caída libre, con el frío del aire corriendo y
enfriando el calor que generaban hasta que ambos explotaran en un clímax de
fuego que los dejaría a ambos tan desesperadamente satisfechos y sin embargo,
anhelando por más.

No sería así, en la niebla podría haber sólo pasión, pero no satisfacción. Y,


maldita sea, en ese momento tenía que centrarse en conseguir la forma segura de
llegar al suelo, haciendo que el viaje no fuera tan explosivo como le fuera posible.

Con pesar, cambió su energía, sintiendo su esencia protestar mientras


mentalmente retrocedía. Estaban más cerca ahora, la tierra se levantaba a su
encuentro, y él frenó, desacelerando, mientras los rascacielos de Manhattan
llenaban los ojos de su mente.

A su alrededor, el aire brillaba mientras la noche comenzaba a disiparse, con el


sol del este a punto de deslizarse encima del horizonte. No había experimentado un
amanecer o atardecer durante cientos de años, y no gozaría de este, tampoco. Y no
sobreviviría. Pero de alguna manera, lo que nunca le había preocupado antes le
molestaba ahora. Le habría gustado haberse detenido con Petra en sus brazos y
sentido el sol caliente sobre sus caras.

Las calles de la ciudad estaban muy claras ahora, tan cerca que la visión de su
mente fue capaz de leer los letreros de las calles. Encontró un conjunto de escaleras
que conducían a un túnel del metro y se deslizó en él, refugiándose del sol en la
oscuridad del reino de los infiernos.

Incluso a esa temprana hora, la estación estaba llena, y giró alrededor y entre la
multitud de humanos, algunos de los cuales se movieron, casi como si fueran

conscientes de que él y Petra estaban allí. Algunos vieron la niebla, algunos


J.K. Beck

preguntaron “¿Qué es eso?” mientras él corría hacia los rieles y, finalmente, al fondo
en los propios túneles.

172
El Club de las Excomulgadas
Seguro en la oscuridad, se movió hacia atrás, empujando a Petra lejos con
reticencia, mientras cambiaba de nuevo, teniendo cuidado de no tocarla.

Su piel estaba pálida, sus ojos nublados, y temía haberle hecho daño.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Estás bien?

Ella asintió.

—Sabía que me atraparías.

Él no pudo evitar la sonrisa.

— ¿En serio?

Ella sonrió también, pero vio dureza en sus ojos.

—Lo convertí —Dijo ella, con expresión desafiante, como si anticipara sus
protestas—. Lo hice a propósito, y no me arrepiento.

—Bien.

Sus ojos se abrieron un poco, y luego, poco a poco, sonrió.

—Entonces, ¿quién organizó esto? ¿Gunnolf?

—Lo más probable —Obligó a su demonio a bajar mientras la ira crecía—. Pyre
podría haber estado actuando por su cuenta, pero lo dudo.

— ¿Rand?

Pudo ver en su cara que la posibilidad de que Rand los hubiera traicionado la
perturbaba tanto como él.

—Espero que no como el infierno —Suspiró —. Olvídalo. Llamaré a Luke y


J.K. Beck

dejaré el asunto para él.

— ¿Llamarlo? ¿Crees que un móvil es una buena idea?

173
El Club de las Excomulgadas
—Tan pronto como escondimos a Serge, empezamos a utilizar desechables. Es
seguro.

—Está bien.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No te preocupes —Dijo, mirando su cara—. Averiguaremos la verdad acerca
de quién nos traicionó, pero ahora tenemos grandes problemas.

—De acuerdo. Por supuesto. —Ella frunció el ceño—. ¿Dónde estamos?

—En Manhattan. En los túneles del metro. Es casi el amanecer.

—Oh.

—Estás débil. Necesitas descansar.

Ella miró a su alrededor en los túneles en el que muchos de los sin techo de la
ciudad vivían, al suelo sucio lleno de todo, desde envolturas de plástico, ratas
muertas, o excrementos humanos.

—Genial.

—Tengo otro lugar en mente. No está lejos. ¿Puedes caminar?

—Creo que sí. ¿A dónde vamos?

La miró a los ojos, sabiendo que iba a apreciar la ironía.

—Al apartamento de Serge —Dijo, luego se volvió para abrirse camino.


J.K. Beck —

174
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecisiete

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Mierda —dijo Petra, mientras entraba en el ático con paredes de vidrio —.
¿Estás tratando de matarte?

Frente a ellos, el sol se levantaba sobre Manhattan, una ciudad que Petra nunca
había visto pero siempre había querido visitar. Teniendo en cuenta los millones de
personas que vivían hacinadas en esa pequeña isla era también un lugar que hacía
tiempo que había borrado de su lista. Había demasiada gente. También muchas
posibilidades para un contacto accidental.

Ahora que estaba aquí, la emoción de ver la vibrante metrópolis de fuera como
una postal frente a ella se vio atenuada por el hecho de que Nicholas estaba de pie
delante de las ventanas, y que de un momento a otro un rayo de sol podría matarlo.
La parte de muerto era literal, teniendo en cuenta que se disolvería en un montón de
cenizas de inmediato.

Una perspectiva que la inquietaba a toda una serie de niveles, ninguno de los
cuales quería examinar de cerca.

Corrió a la ventana y agarró el cordón para cerrar la cortina, le dio un tirón pero
no se produjo ningún movimiento, grrrrr gruño interiormente con frustración, se
volvió, dirigiéndose al hombre le dijo imperiosamente.

— ¡Nicholas! —repitió ella —. ¡Maldita sea, muévete!

El terror de su voz por fin pasó por él, porque se volvió hacia ella, con una
expresión tan satisfecha que temió que hubiera perdido la cabeza y realmente fuera
un suicida.

—Ven a mi lado.
J.K. Beck —

175
El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea, no estás haciendo esto — mientras hablaba, sabía que debía
mantener la boca cerrada. Quería curar a Serge, después de todo. Y eso significaba
su muerte.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tarde o temprano, ella tendría que escapar de Nicholas. Tendría que actuar por
su cuenta, con sólo su ingenio y, quizás, su hermano para ayudarle a evitar la ira de
la Alianza. Sería un infierno mucho más fácil escapar del vampiro si fuera polvo.

Pero no podía desearle eso. Incluso si no le hubiera salvado múltiples veces la


vida, no podía soportar la idea de saber que Nicholas Montegue ya no formaba
parte de esta tierra.

Dejar que él se convirtiera en polvo era inaceptable. Cuando se fuera, lo haría


con él aún con vida, y sin duda molesto, detrás de ella.

La había llamado otra vez, y ahora estaba de pie delante de él, de espaldas a la
ventana, con su cuerpo tratando de proteger el de él. Estaba de puntillas, deseando
ser unos centímetros más alta, para que su sombra pudiera proteger mejor su
cabeza.

Ella se balanceó un poco, como una bailarina torpe tratando de seguir un ritmo,
cuando se dio cuenta de que él estaba luchando con una sonrisa divertida.

Lo miró, y él perdió la lucha, riendo entre dientes mientras le preguntaba qué


demonios pensaba que estaba haciendo.

—Salvando tu trasero —Dijo ella secamente—. Aunque no estoy del todo segura
de por qué me molesto.

—Ni yo —Asintió hacia las ventanas—. Serge inventó el vidrio. Y aunque


siempre he tenido dudas, y he temido que algún día llegaría a este apartamento y
encontraría nada más que a mi amigo en un montón de polvo en el suelo, confieso

que durante años he tenido celos de su capacidad para mirar el amanecer.


J.K. Beck

—Pensé que eras el Sr. Científico. ¿Por qué no inventaste el vidrio Maravilla?

176
El Club de las Excomulgadas
—Estoy seguro de que podría.

— ¿Esta es tu primera vez? ¿Cuánto tiempo habéis sido tú y Serge amigos?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Un largo, largo tiempo.

—Hijo de puta —dijo ella, ladeando la cabeza para estudiarlo—. Tú no lo


inventaste… ni siquiera viniste a visitar a Serge para desayunar a la salida del sol…
porque los vampiros no se supone que vean el sol. De alguna manera no me pareces
un tipo que ponga mucha fe en las convenciones.

—Tal vez por eso es que voy a verlo hoy —Dijo él. —Date la vuelta y disfruta
del espectáculo de la Madre Naturaleza conmigo.

Se puso de pie junto a él, con sus cuerpos cerca pero sin tocarse, y trató de ver el
sol con los ojos de un vampiro. En cierto modo, se suponía que ella entendía cómo
se sentía. Él no podía disfrutar el sol. Ella no podía tocar a otro ser humano. Por
supuesto, no estaba atrapada en la oscuridad, no estaba obligada por la necesidad
de sangre. Y a pesar de que esos pensamientos no disminuyeron su certeza de que
tenía definitivamente la peor jugada, sintió un tirón de camaradería con él. Algo
que nunca había sentido antes, ni siquiera con Kiril, quien siempre se había
establecido como su superior , como su protector y su salvación, incluso más que
como gemelos.

Recordó la forma en que se había sentido en el cielo, no mientras estaban


cayendo, sino una vez que la había atrapado y él había entrelazado su esencia con
la de ella. Deseo. A su lado, sus dedos se movieron, y ella apretó la mano contra la
urgencia de estar con él. No podía, por supuesto, pero en ese momento la barrera
puesta por la maldición parecía aún más monstruosa que nunca.

Pronto.

El pensamiento brotó desde lo más profundo de ella, confuso al principio, y


J.K. Beck

luego cambiando a algo tangible, al conocimiento de lo que se avecinaba. La


certeza de que esa noche se había diseñado para ella.

177
El Club de las Excomulgadas
Una luna azul.

Algo afilado y desconocido se disparó, un rayo de deseo que dejó sus pezones
duros y a su sexo hormigueando. Habían pasado años desde que había

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


experimentado esa desesperación que fluía con la luna, y nunca había podido
actuar sobre ella, con su hermano como única compañía en esa noche larga y
solitaria.

Pero su hermano no estaba allí. Nicholas sí. Y aunque él no lo había dicho,


había sentido el deseo en la niebla tan cierto como que se había sentido sola.

Ella lo tendría. Querido Dios, iba a tener esta noche con él.

Ansiosa, caliente, miró el cristal y deseó que el sol hiciera su recorrido hacia
abajo en vez de hacia arriba.

Paciencia... tendría que aprender a tener paciencia.

Frente a ellos, la cresta de sol en la azotea, envío un rayo resplandeciente en


línea recta hacia las ventanas de Serge. Golpeó el cristal, coloreando la cara de
Nicholas a un ligero color amarillo suave. El cerró los ojos y respiró, y estuvo
impresionada por la intensidad del placer que se reflejó en su rostro.

Por un momento, envidió al sol, por querer hacer eso con él. Por primera vez en
su vida, ella quiso tocar a un hombre y verlo derretirse, perdido en el poder de su
propio deseo.

Esta noche. La palabra se extendió por ella, suave y sensual, prometiéndole cosas
deliciosas en el futuro. No quería esperar, pero para eso, no tenía otra opción. ¿Y
no lo había estado esperando toda su vida? Unas pocas horas más no harían
ninguna diferencia en el gran esquema. A nivel personal, sin embargo, sería una
ruina para el momento en que se pusiera el sol y la luna azul colgara llena en el

cielo.
J.K. Beck

178
El Club de las Excomulgadas
A su lado, Nicholas suspiró, luego se volvió hacia ella, con sus ojos
penetrándola, como si supiera sus secretos. Le sonrió, satisfecha con el
conocimiento de que sus pensamientos eran sólo de ella.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Por supuesto, un hombre como Nicholas, con experiencia y con sus sentidos de
vampiro, probablemente podía sentir su deseo. El pensamiento la sorprendió, pero
no la avergonzó. Lo deseaba. Y por eso se negaba a tener vergüenza.

Asintió hacia la ventana.

—Me alegro de que hayas visto el amanecer. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Demasiado.

Se puso de pie a su lado, tratando de ver la salida del sol a través de sus ojos. Por
unos instantes, el silencio colgó cómodamente entre ellos, y deseó que pudieran
permanecer así. Juntos, sencillo. Pero nada era fácil en ese momento.

Contuvo el aliento y se volvió del amanecer cálido al frío sentido práctico.

—¿Estamos seguros aquí?

Él apuntó al vidrio.

—Parece que sí.

—Eso no es lo que quiero decir, y lo sabes.

—Debemos estar seguros. Sergius tiene protecciones en el apartamento que


deben evitar que detecten tu magia, aunque como dices, un minuto es suficiente
para que podamos estar a salvo de todos modos. Tal vez Kiril podría encontrarte,
pero estamos a miles de kilómetros de distancia, e incluso si él, o la Alianza, se
acercan, hay monitores de seguridad instalados por todo el edificio y detectores de

movimiento. Tendremos un aviso previo, si tenemos que huir.


J.K. Beck

179
El Club de las Excomulgadas
—Oh — Por alguna razón eso no la hacía sentirse mejor. Ya estaba cansada de
huir. Y con la luna de esa noche, no quería estar corriendo por su vida.

La miró con expresión suave.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Creo que estamos a salvo aquí, al menos por un tiempo. Trata de no
preocuparte.

Tragó, avergonzada de que él pudiera leer tanto en su cara.

—Gracias — aclaró la garganta suavemente —. Lo siento por cómo actué en el


avión... Por ser una perra después de mi pesadilla, quiero decir.

—No hay necesidad de pedir disculpas. Después de todo, estabas molesta, y yo


estaba tratando de ofrecerte algo de consuelo. Tiene perfecto sentido que te hayas
molestado —Él sonrió, y ella se rió.

—Soy complicada, Nicholas. Tendrás que acostumbrarte a eso.

—La mayoría de la gente me llama Nick.

— ¿Y yo soy la mayoría de la gente?

Su sonrisa se extendió más amplia.

—No. Definitivamente no lo eres — inclinó la cabeza, entrecerrando los ojos


como un científico examinando una nueva muestra. No le preguntó lo que veía por
miedo a su respuesta. —No es una debilidad, ya sabes.

— ¿Qué?

—Enojarte conmigo porque te di algo que no pudiste darte a ti misma.


Consuelo.

— ¿Qué eres? ¿Freud, el vampiro?


J.K. Beck

—Nada por el estilo, te lo aseguro. Pero estoy atento.

180
El Club de las Excomulgadas
—Me gusta tu manera de hablar, sabes. Como si cada cierto tiempo se te
olvidara en qué siglo estamos.

—A veces, creo que lo olvido. Después de tantos siglos, encuentro que el tiempo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


empieza a sentirse como si estuviera dando vueltas sobre sí mismo.

— ¿Te puedo preguntar algo? —dijo impulsivamente, y una vez que las palabras
salieron, supo que no podía borrarlas, aunque sabía que podría estar pisando un
terreno peligroso.

—Depende de la pregunta.

—Cierto —Ciertamente sabía a dónde iba—. Es sólo que cuando estuvimos en


Los Ángeles... la forma en que estuviste con Lissa, quiero decir. La forma en que te
quedaste allí. La forma en que la miraste. ¿Estuviste enamorado de ella? Ya sabes.
Antes.

No dijo nada por un momento, y se puso tensa, temerosa de que le preguntara


por qué le importaba, y eso no era una cuestión que pudiera responder, porque no
lo sabía. Lo único que sabía era que quería hacerle la pregunta.

—Lo estuve — dijo.

— ¿Todavía lo estás?

—No —En esta ocasión, la respuesta llegó rápida y segura, y cuando levantó los
ojos para mirarla no había duda—. Estuve... enojado, durante mucho tiempo pero
ahora es cada vez más fácil.

—Debió de ser duro.

Él inclinó la cabeza, frunciendo el ceño.


— ¿El qué?
J.K. Beck

181
El Club de las Excomulgadas
—Ella fue la única, ¿verdad? La que te traicionó. La que te hizo querer ir a ver a
Ferrante otra vez.

Él dio un paso atrás, y luego se pasó las manos por el pelo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Eres realmente tan perceptiva? ¿O soy tan transparente?

—Tengo las locas habilidades de los PI.7 — Ella se encogió de hombros y trató
de parpadear con una sonrisa alegre. —. O tal vez eres transparente para mí.

Vio el destello de una risa en sus ojos y sonrió a su vez, gustándole la manera
que la hacía sentir hablar con él, eso bastaba para que se le soltara la lengua
también, lo que no era bueno, pero parecía no poder detenerse.

—Nunca he estado enamorada . Me digo que he tenido suerte, porque significa


que mi corazón nunca se ha roto. —Su sonrisa fue torcida—. Soy experta en
mentirme a mí misma.

—Tienes suerte — dijo, y ella alcanzó a ver al hombre detrás de la reputación. Al


hombre que pasaba de una mujer a otra, sin quedarse. Sin acercarse—. El amor es
una maldita espada afilada — levantó la mirada lentamente y luego miró sus ojos—
. El deseo, sin embargo...

Dejó el pensamiento apagarse, y luego se movió hacia el sofá, dejándola para


analizar sus palabras. Para preguntarse, para tener esperanza. Y para mirarlo
fijamente y notar, por primera vez, lo pálido que estaba, y los rígidos que parecían
sus movimientos. Y cuando se sentó, consiguió un buen vistazo de la chaqueta que
había abotonado rápidamente después de que hubieran pasado de niebla a
saludables humanos. Una chaqueta que se estaba poco a poco manchando de
sangre.

— ¿Nicholas? ¿Qué demonios está mal con tu pecho? —Se apresuró a pararse

frente a él—. La bala ¿Por qué no te has curado?


J.K. Beck

7 Investigador Privado

182
El Club de las Excomulgadas
—Lo haré — murmuro.

—Abre — exigió.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Obedeció, y ella gritó de horror por lo que vio, una sección de su pecho al
descubierto hasta el hueso, crudo y sangriento.

—Mierda —Dijo—. ¿Qué hiciste…?

—Hematita. La bala era de hematita.

—Pero… pero salió —Su mente daba vueltas. Por supuesto él la había sacado.
Habría tenido que hacerlo para transformarse. Pero entonces, ¿por qué estaba tan
herido? Los vampiros se curaban a un ritmo notable. Incluso una herida tan grande
ya se habría cerrado—. ¿Qué necesitas? —Preguntó—. ¿Qué puedo hacer?

—Tengo que dormir —Dijo—. Y tengo que comer. No hay nada que puedas
hacer.

Las palabras fueron como una bofetada en su cara, se arrodilló, hablando antes
de que tuviera tiempo de pensar en ello.

—Sí, lo hay —Dijo—. Puedes alimentarte de mí.

Nick la miró arrodillada frente a él, e incluso a través de la espesa capa de


agotamiento que lo cubría, su cuerpo respondió, tensándose con las necesidades
que le producía el pensamiento de su oferta.... una oferta que no podía aceptar.

— ¿Estás tratando de deshacerte de mí, Petra? — dijo con una sonrisa


indulgente.

—No, yo… — ladeó la cabeza—. Ahora no. Duerme, pero esta noche, cuando
salga la luna puedo… quiero decir, ¿te alimentarás de mí esta noche?
J.K. Beck —

—¿De qué estás…? — Y entonces se acordó. La luna azul.

183
El Club de las Excomulgadas
Debía decir que no. Debería decirle que estaban los que se habían quedado sin
casa en los túneles de los que se podía alimentar. Los humanos que eran
conscientes de la existencia de los vampiros se llamaban Fuentes, cobraban una

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


tarifa mínima, su compensación provenía principalmente del placer que les daba un
vampiro al tomar la sangre de ellos.

Demonios, incluso podría ordenar sangre sintética.

Y sin embargo, no dijo que nada de eso. Porque la verdad era que quería que
fuera ella. La había probado cuando se habían retorcido juntos en el cielo, y ahora
deseaba desesperadamente terminar lo que habían empezado. Lo que él había
empezado.

Estaba ofreciéndole su sangre, pero él tendría más que eso. Deseaba a la mujer,
también.

— ¿Eres lo suficientemente fuerte? — preguntó, templando su deseo.

—Sí, me siento bien.

—Déjame ver tu piel — habló sin un propósito lascivo, tenía que ver el color de
su piel y escuchar el pulso de la vida dentro de ella. Pero a medida que lentamente
se levantaba la camiseta para exponer su vientre plano y su piel bronceada, no pudo
negar el efecto que esa vista tuvo en él. Estaba apretado con la necesidad, y de
repente, la caída de la noche pareció estar demasiado lejos—. Debemos dejar que el
sol se ponga. Todavía tenemos un largo camino que recorrer.

—No.

Él levantó una ceja, no estando acostumbrado a que lo contradijeran.

—No sé ni cómo cruzaremos el Atlántico, aún —Dijo ella—. Pero parece que

estamos a salvo aquí, y necesitas tiempo para pensar, para sanar y yo necesito…
J.K. Beck

— ¿Sí?

184
El Club de las Excomulgadas
Su barbilla se levantó desafiante.

—Tengo que hacer esto —Él le sostuvo la mirada por un momento, hasta que
ella pareció hundirse bajo el peso de todo—.Tú me salvaste la vida, Nicholas —

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Dijo, en voz baja—. Déjame que te alimente.

— ¿Es todo lo que deseas?— Quería oírselo decir. Su cuerpo ya estaba hablando
con él, la conexión de la sangre ardía entre ellos. Pero quería que dijera las
palabras. Infiernos, insistiría en ellas.

—No —Dijo ella—. Eso no es todo.

— ¿Qué más deseas?

Se quedó en silencio.

—Petra, ¿qué más deseas?

—Quiero que me toques —Lo miró a los ojos—. Te deseo, mucho.

—Bien —Podía sentir su deseo estrellarse contra él como olas, revolviendo el


suyo, maldiciendo al sol que aún no había coronado la bóveda azul.

— ¿Tú… ?— se cortó, como si la pregunta fuera demasiado para expresarla en


voz alta. Como si temiera la respuesta.

—Lo haré —Dijo él—. Pero entiende esto, Petra. Eso hace que sea peligroso. Te
deseo, pero tengo que comer. Si no me detengo a tiempo...

—Lo harás —Dijo, con tal certeza que sus dudas casi se desvanecieron. Casi.

—No creo que entiendas completamente el peligro que puede suponer que
actúes como una fuente.

—Entiendo más de lo que piensas —Le dijo—Y eso no representan ningún


J.K. Beck

peligro para mí.

185
El Club de las Excomulgadas
Casi se echó a reír.

— ¿Es un hecho? ¿Por qué?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Porque hay algo que deseas más que a mí o a mi sangre —Lo miró con
expresión desafiante—. Me salvaste para salvar a Serge —Dijo—. No arruinarás
todo el trabajo matándome esta noche. — le sonrió, como si en silencio le pidiera
que discutiera. Él no lo hizo. —Duerme. Descansa —dijo esbozando una sonrisa
maliciosa antes de girar sobre sus tacones y salir de la habitación, con sus últimas
palabras flotando detrás de ella—. Creo que lo necesitarás.

Nick la vio irse, abrumado por la extraña comprensión, y no del todo


desagradable, de que por primera vez en mucho tiempo realmente había conocido a
su igual en una mujer.

J.K. Beck —

186
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciocho

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra apenas pudo dormitar.

No podía hacerlo cuando sabía lo que traería la noche. Una luna azul. Esa
gloriosa luna llena extra a la que solía tenerle tanto terror, porque el deseo
insatisfecho era demasiado difícil de soportar.

Esa noche, no tendría que hacerlo.

Nicholas se había quedado en el sofá frente a la ventana cuando ella había ido en
busca de una cama en la cual acurrucarse. Ahora, se estiraba, disfrutando del lujo
de las sábanas suaves y de un colchón firme.

Sintió el roce frío de la pulsera de su madre moviéndose en su muñeca, y la


alcanzó para pasar sus dedos sobre las piedras lisas. Había perdido todo lo demás
en el accidente del avión, pero estaba agradecida por haberse puesto el brazalete
antes. Al menos todavía tenía un pedazo de su pasado, incluso si la Biblia y su
diario se hubieran ido. Y, por supuesto, todavía tenía su vida.

Tenía que darle las gracias a Nicholas por eso, y la idea de que poder hacerlo
adecuadamente esa noche hizo que sonriera como un gato satisfecho. Podía darle
las gracias… y lo podía salvar, también. Podía dejar que se alimentara. La idea le hizo
un cosquilleo de anticipación, la promesa del contacto tan íntimo la dejaba sin
aliento por el deseo.

Había coqueteado descaradamente con él esa mañana, sorprendida por lo fácil


que era, incluso sin la atracción de la luna azul. Kiril estaría sorprendido, por
supuesto. En repetidas ocasiones le había dicho que el sexo casual durante la luna
azul no podía ser satisfactorio.

Ya no le creía. Esa era una picazón que quería quitarse, y no podía imaginar a
J.K. Beck

un hombre más atractivo que Nicholas Montegue para rascársela.

187
El Club de las Excomulgadas
Y no sólo porque fuera tan condenadamente guapo. Lo era, por supuesto.
Infiernos, podría mirarlo durante horas, examinar su cuerpo como un conservador
que inspeccionara una obra de arte. Pero eso no era lo que la empujaba sobre el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


borde. No, era todo el paquete. El aspecto que tenía con un traje, junto con la
manera en que su mente hacía clic. Esa atractiva cara de Hollywood
complementada por el intelecto de un científico. Y el peligro inherente del vampiro
contrarrestado por un corazón que lo arriesgaba todo para salvar a un amigo.

La había tratado como algo precioso también, y aunque no se hacía ilusiones de


que estaba con él en ese condominio por cualquier otro motivo que no fuera en
beneficio de Serge, también sabía que no la utilizaría con dureza o se aprovecharía
de su intimidad. Él tenía una reputación, después de todo. Dudaba de que pudiera
estar en mejores manos para su primera vez que con Nicholas Montegue.

Cerró los ojos, imaginando que la tocaba, llenándola. Carne sobre carne, tan
cerca que serían prácticamente uno. Había estado con él como niebla entrelazada,
sin saber dónde terminaba uno y comenzaba el otro y quería terminar lo que habían
empezado en el cielo. Quería temblar en sus brazos. Dios mío, cómo lo deseaba.

Lo había deseado, de hecho, desde la primera vez que se había dado cuenta de
que Nicholas estaría a su lado cuando la luna azul se levantara. Tal vez incluso
antes.

Y ahora, cuando el sol finalmente había caído debajo del horizonte y las
sombras llenaban la habitación, el deseo había dado paso a la necesidad. Y eso, era
sólo por Nicholas.

Poco a poco, se movió al borde de la cama, y bajo sus pies. Se sentó allí un
momento, disfrutando del cambio en ella. El erotismo suave del aire contra el vello
de su piel. La forma en que sus vaqueros se apretaban contra su entrepierna. Como
cada luna azul, se ponía caliente como el infierno.
J.K. Beck —

Esta vez, haría algo al respecto.

188
El Club de las Excomulgadas
Con cinco suaves tirones, se quitó los dedos del guante que forraba su mano
derecha, y luego siguió el mismo procedimiento con el izquierdo. Luego se libró de
los zapatos, los calcetines. Poco a poco, movió sus pies sobre la gruesa alfombra,

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


apretando las fibras con los dedos de los pies. Nunca estaba sin zapatos y calcetines
gruesos, los pies descalzos eran demasiado peligrosos, y ahora la sensación de la
alfombra contra su piel era tan lujosa que quizás debería quitarse la ropa y acostarse
desnuda en el suelo, con la alfombra haciéndole cosquillas en cada centímetro de su
cuerpo.

No.

La ropa se quedaría puesta. Y por una razón muy particular, quería que
Nicholas fuera la persona que se la quitara.

Y vaya si no lo deseaba en ese momento.

Con firme propósito, salió de la habitación, cruzando el apartamento hacia


donde Nicholas estaba sentado en la sala de estar, aún en el sofá, con los ojos
todavía cerrados. En algún momento se había levantado porque la camisa sucia no
estaba a la vista. No llevaba camisa, pero había envuelto una gasa sobre la gruesa
herida, con su piel pálida viéndose oscura contra el blanco puro de la venda.

Tenía los ojos cerrados. No podía saber si dormía. Francamente, no le


importaba. Su cuerpo estaba tarareando ahora. Su piel estaba sensible incluso con
la caricia del aire. Estaba lista, tan lista, y esperar no era una opción.

Se detuvo frente a él, preguntándose si abriría los ojos, pero no hizo ningún
movimiento. Se acercó, bajando una de sus rodillas al sofá junto a él.

Todavía nada.

Poco a poco, agarró la parte de atrás del sofá, y luego echó la pierna por encima

y se bajó hasta que estuvo sentada a horcajadas sobre él, con su sexo acurrucado
J.K. Beck

contra el suyo. Y con eso, por supuesto, fue cómo supo que no estaba dormido.

189
El Club de las Excomulgadas
Sintió que su pene se endurecía bajo la presión de su peso, y oyó su propio gemido
suave en respuesta a su deseo.

—Eres una mujer valiente acercándose furtivamente a un vampiro cuando está

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


durmiendo —Sus ojos estaban cerrados, pero su boca se curvó en una sonrisa.

—No fue a escondidas —Dijo—. Sino seduciéndote.

— ¿En serio? —La miró, sus ojos oscuros de deseo. Su mirada la recorrió por
todas partes, y luego terminó en su cara, con una señal de interrogación
reflejándose perfectamente en su ceja—. El Sol ya se ha puesto hace varios minutos,
y todavía no me has tocado, no estamos piel sobre piel. ¿Tienes miedo de que la
maldición persista todavía?

—Tal vez un poco — cada la luna azul la hacía dudar y cuando había llegado
allí anteriormente había estado aterrorizada de sostener la mano de Kiril, con el
miedo de perder a la única persona en el mundo que realmente se relacionaba con
ella.

—No cambiaré —Dijo —. Por esta noche, la maldición ha desaparecido. Lo


sientes, ¿no? Golpeando a través de tu sangre. En tus senos. ¿Entre tus piernas? —
Como para realzar el punto, deslizó la mano entre sus cuerpos unidos, tomando su
sexo a través del vaquero ajustado.

—Mi sangre —Dijo ella—. Puedes sentirla.

La mano apretó un poco, y ella gimió con su placer creciendo.

—Puedo sentirla —Confirmó.

—Por favor —Susurró.

—Por favor, ¿qué?


J.K. Beck —

—Tócame.

190
El Club de las Excomulgadas
—Pronto —Dijo—. La anticipación es poderosa.

Ella no estaba segura de si debía reírse o golpearlo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—He estado esperando esto toda mi vida.

—Entonces sabes lo dulce que será. He estado pensando en tu sabor durante


todo el día. Déjame degustarte, Petra.

—Sí ...—Susurró, mientras bajaba sus labios a su cuello.

Hizo una mueca cuando sus colmillos perforaron su piel, después se fundieron
en un abrazo mientras su boca se cerraba sobre su carne y succionaba, tomando la
esencia de su vida en él. Ella estaba flotando, dando, con su cuerpo en carne viva
por la necesidad y la desesperación de tener un contacto aún más íntimo que ese.

Él bebió profundamente, más y más, hasta que la razón comenzó a abandonarla.


Hasta que la vida, también, comenzó a decaer. Estaba flotando. Volando sin motor.
Y se sentía glorioso estar tan cerca de ser libre, de no estar nunca más atrapada en
un cuerpo que sólo podía hacer daño.

A excepción de que esa noche no habría ningún daño. Si su vida no se escapaba,


esta podría ser una noche de toques y caricias dulces.

—Nicholas... — Su voz era suave y débil, apenas audible, incluso a sus propios
oídos.

La atrajo más cerca, y ella se quedó sin aliento con el placer de hacerlo, con el
puro placer peligroso, erótico de ser llevada al borde del abismo.

—Nicholas —Es demasiado, pensó ella. Demasiado. Pero las palabras no pudieron
salir. No podía articularlas. No podía obligarlas a abandonar sus debilitados labios.

Sólo podía languidecer en sus brazos hasta que de pronto, por fin, la apartó de
J.K. Beck

un manotazo, empujándola lejos de él, mientras la ponía con su espalda en el sofá.

191
El Club de las Excomulgadas
—Petra, Petra, por los dioses, Petra, lo siento.

Ella dejó que sus ojos parpadearan abriéndose, mientras sus manos acariciaban
su piel, su cuerpo débil, pero su mente seguía girando, rebosante de placer crudo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él se arrodilló a su lado, con la palidez de su piel sustituida por el resplandor de
la vida.

—Lo siento. Debí haberme detenido. He bebido demasiado.

Lo hizo callar con un dedo sobre sus labios, por primera vez, y eso la hizo
sonreír, aun cuando el esfuerzo de utilizar sus músculos la agotaba.

— ¿Estás curado?

—Gracias a ti —Empezó a levantar su muñeca hacia su boca—. Debes beber.

—Todavía no —Cerró los dedos sobre su muñeca— Muéstrame —Sus dedos


buscaron a tientas el vendaje. Él levantó los brazos, ayudándola a quitarlo. La piel
debajo de la venda se había unido de nuevo, sana y fuerte, sin la más leve de las
imperfecciones. Con asombro, pasó la punta de su dedo sobre su pecho—. ¿Yo hice
eso?

—Lo hiciste.

—Te salvé —Dijo, y se estiró perezosamente, sintiendo la energía dentro de ella


a pesar de la debilidad.

Su sonrisa era embriagadora.

—Lo hiciste.

Ella se apoyó en los codos.


—Fue lo justo, sabes. Tú me has salvado una infinidad de veces.


J.K. Beck

—En realidad sólo tres. Hasta ahora.

192
El Club de las Excomulgadas
—Hasta ahora —Estuvo de acuerdo, después, respondió a su sonrisa.

Sus dedos le acariciaron el pelo, y luego le rozaron la mejilla.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Estás débil, Petra. ¿Beberás de mí? Como antes. No lo suficiente para cambiar.
Sólo lo suficiente para ponerte fuerte. Esta noche, deseo que estés fuerte.

Lo miró a los ojos, vio ternura allí junto con un deseo tan fuerte que temió que la
cortaría en tiras.

—Sí —Dijo, la contestación apenas más que un soplo—. Beberé.

J.K. Beck —

193
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecinueve

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tariq estaba fuera de la mansión de Lucius Dragos en Beverly Hills, con una
sensación de suficiencia. Por primera vez, tenía las bolas de Luke clavadas a un
banco, y tenía la intención de explotar esa situación en particular todo lo que
pudiera.

Le habían permitido la entrada por la puerta de seguridad, y ahora esperaba con


impaciencia en el porche delantero. Tocó el timbre otra vez, luego tocó en la puerta
con la palma de la mano por si acaso. Medio segundo después, la puerta se abrió y
se encontró mirando la silueta enorme de Lucius Dragos.

—Tenemos que hablar.

Por un momento, Luke simplemente se quedó en la puerta, como si estuviera


midiendo a Tariq. Luego vio su sonrisa vampiro, delgada y peligrosa con un toque
de malicia.

—Encarcelaste a mi esposa.

Tariq alzó la barbilla, obligándose a mantener la calma.

—Con causa.

—Por supuesto. Con causa. Igual que la causa que ahora tengo para hacer trizas
tu jodida cabeza.

—No me amenaces —Dijo, con su ira mezclándose con el miedo lo suficiente


como para darle un borde duro a su voz—. Ayudó a escapar a una presa, y ahora
está pagando el precio.

Durante un largo momento, Luke se limitó a mirarlo, con odio duro en sus ojos
J.K. Beck

color ámbar. Entonces, finalmente, habló.

— ¿Por qué estás aquí?

194
El Club de las Excomulgadas
—Te lo dije. Tenemos que hablar.

—Estoy escuchando.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tariq vaciló. Podría tener un firme control sobre las pelotas de Luke, pero eso no
quería decir que fuera conveniente apretar.

Por otra parte, ¿con qué frecuencia una persona conseguía y mantenía una
ventaja con Lucius Dragos? No muy a menudo, y no era de los que ignoraba sus
oportunidades.

—He estado pensando sobre la situación. La huida de Petra Lang. El hecho de


que la ayudó Montegue… No, no te molestes en negarlo —Agregó, aunque Luke
no había hecho ningún movimiento por hablar—. Y, por supuesto, la participación
de tu pareja.

—Eso es mucho para pensar. Espero que no te haya dolido la cabeza.

—Búrlate de mí todo lo que quieras, Dragos, pero mis ojos están bien abiertos, y
lo que estoy viendo es muy, muy interesante.

— ¿En serio? ¿Qué es exactamente lo que estás viendo?

—A Montegue metiéndose en un gran lío, por algún motivo. Y la única razón en


la que puedo pensar porque Nicholas se esté metiendo en tantos problemas… La
única razón que puedo ver por la que esté arrastrando en realidad a Sara en su
dilema… es que tenga mucho que ganar.

— ¿De veras?

—Serge está vivo, Luke —Dijo, mirando fijamente su cara buscando cualquier
reacción, por pequeña que fuera—. Ni siquiera intentes decirme lo contrario.

—Es una teoría interesante —Dijo con voz tranquila, con una expresión que
J.K. Beck

nunca flaqueó—. Es difícil probarlo.

195
El Club de las Excomulgadas
—O tal vez no —Dijo—. Tengo a Constantine, y llegaremos a Montegue y a la
chica muy pronto.

—Interesante —Dijo Luke, y ahora esos ojos cambiaron, estrechándose a

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


medida que analizaba a Tariq. Alzó la mano y se frotó la barbilla, dando la
impresión de un hombre sumido en sus pensamientos—. Sí. Muy interesante.

No quería preguntar, pero no pudo evitar sus propias palabras.

— ¿Qué? ¿Mi teoría?

Luke se echó a reír.

—No, tu teoría es una mierda. Pero me has dado una idea. Por eso viejo amigo,
te lo agradezco —Dio un paso atrás, y sin decir una palabra, cerró la puerta en la
cara de Tariq.

El genio se quedó allí, preguntándose cómo diablos ese encuentro podría haber
salido tan mal. Había venido a meterle el temor de Dios, o al menos el de la
Alianza, a Dragos. Sin embargo, Luke no había tenido miedo, de nada.

En cambio, estaba tramando algo.

Y eso, Tariq sabía, nunca fue algo bueno.

*********

—Bebe —Dijo Nicholas, tirando suavemente de ella de nuevo a su regazo—.


Bebe profundamente —Tomó su uña y la metió en su pecho. Una gota de sangre
salió, gruesa y roja, y cuando ella se aferró a él, paralizada por el deseo y el miedo,
le cubrió la parte trasera de su cabeza e instó a sus labios a su piel.

Ella no recordaba nada acerca de la sangre que había tomado de él en el avión,


la sangre que le había salvado la vida. Ahora, no era su vida lo que le preocupaba,
J.K. Beck

sino las profundidad de su deseo. Tan pronto como lo tocó, tan pronto como sus

196
El Club de las Excomulgadas
labios rozaron su piel y su lengua captó el sabor de su sangre, estuvo segura que iba
a perderse.

—Petra... —Su voz ronca, como si esperara que su contacto fuera una tortura.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Lo era.

Incapaz de soportarlo más, pasó la punta de la lengua sobre la herida, sintiendo


temblar su cuerpo con el primer indicio de sangre en sus papilas gustativas.

Nicholas se quejó, con la cabeza volviendo a caer incluso cuando sus brazos la
llevaron más cerca, y ella no necesitó más estímulo. Cerró la boca por completo
sobre la herida y atrajo el dulce sabor de él, con su sangre vampírica zumbando por
ella, con lo que sus sentidos volvieron a la vida y se establecieron en su cuerpo ya
vulnerable con una sensación de hormigueo.

Sus manos se deslizaron debajo de su camiseta, sus dedos acariciaron la carne


desnuda que nadie había tocado nunca. Se puso tensa, deseándolo, y sin embargo,
al mismo tiempo, temerosa de lo profundo de su necesidad. Se sentía como si
pudiera consumirse, infiernos, se estaba consumiendo, y si bien una parte de ella
quería que esto no terminara, la otra parte se veía abrumada por el salvajismo de su
sangre, de su toque, disparándose a través de ella.

—No —Susurró él—. No me tengas miedo. No temas esto.

—No tengo miedo —Dijo. Por el contrario, su cuerpo estaba en llamas,


excitado, y bebió y bebió, tomando su sangre, su esencia. Este era Nicholas, y Dios,
cómo lo deseaba.

—Despacio —Dijo—. Has tenido suficiente.

Ella murmuró una protesta suave, incapaz de encontrar las fuerzas para formar

palabras.
J.K. Beck

Suavemente, él dio un golpecito con sus labios sobre su piel, y luego levantó la
cabeza. No perdió el tiempo con besos suaves, sino que tomó su boca con

197
El Club de las Excomulgadas
violencia, pasando sus colmillos sobre su labio, hasta que el sabor de sus sangres se
mezcló, y ella pensó que moriría en ese momento por la intensidad de lo que
sucedía.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Cuando finalmente ella se inclinó hacia atrás para recobrar el aliento, estiró la
mano para acariciar su pecho, y se encontró con que la herida se había curado
completamente.

—Me diste fuerzas de nuevo —Dijo él, y anticipó su respuesta con un beso.

Había estado acurrucada en su regazo todo el tiempo, pero ahora la levantó,


acomodándola en el sofá y sentándose junto a ella, sus dedos se perdieron en la tela
de la camisa que llevaba.

—No —Susurró ella.

— ¿No? —Su voz reflejó su sorpresa.

—No me toques a través de la tela.

Deslizó sus manos en respuesta, con sus palmas contra su camisa, hasta que
llegó al dobladillo. Entonces sus dedos se deslizaron más bajo, buscando la tira de
piel encima de la cintura de sus pantalones vaqueros. Ella abrió la boca, metiendo
hacia dentro su estómago como reflejo, mientras él trazaba con cuidado el camino
por encima de los vaqueros. Su respiración era entrecortada, y aunque quería
pedirle más que la mera punta de sus dedos sobre su piel, tenía miedo de hablar.
Miedo de que si la punta de su dedo le estaba haciendo esto, entonces, ¿qué podría
hacer la presión de toda la mano, su cuerpo, sus labios? Podría quemarse con su
tacto, y aunque por el momento no podía pensar en un mejor lugar para morir que
en sus brazos, deseaba que este sentimiento siguiera, y siguiera, y siguiera.

Poco a poco, apretó las manos sobre su piel. Poco a poco, las deslizó hacia

arriba, hasta que las puntas de sus dedos rozaron las curvas de sus pechos. Ella
J.K. Beck

abrió la boca, con su cuerpo arqueándose hacia arriba como si estuviera


determinada a sacar hasta la última gota del placer del momento. Sus pezones se

198
El Club de las Excomulgadas
endurecieron, y mientras se retorcía, él rozó el algodón de su camiseta, con una
sensación tan embriagadora que la hizo estremecerse de placer.

No llevaba sujetador, Lissa no había metido ninguno, y estuvo agradecida por

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


eso. No quería que hubiera nada entre ella y las manos de Nicholas. No había nada
para disminuir la caricia erótica que estaba enviando profundas cintas moradas de
lujuria por sus venas, todas uniéndose entre sus piernas y haciendo que su sexo
latiera con necesidad.

Estaba mojada, más mojada de lo que nunca había conseguido estar cuando
metía la mano entre sus piernas, dejando que las fantasías la llevaran. Nunca se
había permitido pensar en un hombre en concreto, o en su toque, o en otra cosa
más que una respuesta biológica pura. Porque creía que de otra manera sentiría lo
que se había perdido.

Ahora, sin embargo, quería pensar en eso. Quería imaginar las manos de
Nicholas acariciándola con sus dedos, jugando con ella, con su pene llenándola.

Gimió, luego se calló cuando sus palmas acariciaron sus pezones haciendo que
sus dientes mordieran su labio inferior.

—Quitemos esto —Dijo él, mientras la detenía el tiempo suficiente para tirar de
su camisa. Estuvo ciega por un momento, mientras le cubría los ojos, y cuando
estuvo libre, su cara estaba allí, mirándola con una expresión dura por la necesidad
y suave por el deseo.

Sólo tuvo tiempo para recobrar el aliento antes de que sus labios estuvieran sobre
los de ella y se abriera para él, con su boca devolviéndole lo que estaba dándole,
reclamándolo y deseándolo, incluso cuando sus dedos se deslizaron hacia abajo
para jugar con el botón de sus pantalones vaqueros.

Saboreó la presión de sus dedos contra ella, la fricción de sus pantalones


deslizándose por sus caderas. Sus bragas eran pequeñas y de seda, y él tomó el
J.K. Beck

triángulo con la palma de la mano con la tela húmeda por su deseo.

199
El Club de las Excomulgadas
Con la yema de su dedo, trazó el borde del elástico, y luego jugó con su coño
resbaladizo, con su dedo deslizándose sobre su piel suave y entre sus pliegues, para
encontrar su centro.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Por favor —Susurró, pero las palabras no eran necesarias. Podía decir que él
no tenía ninguna intención de detenerse, y mientras su boca le daba besos por el
cuello y el pecho, su dedo se deslizaba en su interior. La sensación de estar llena
hizo que diera un grito de asombro, así como la excitación de su boca en su pezón
hizo que tensara el cuerpo, como si finos cables corrieran a través de ella, todos
conectados, y controlando su centro neurálgico.

—Oh, Dios mío —No podía decir nada más. No podía formar otras palabras. En
ese momento, si alguien le hubiera preguntado, no estaba del todo segura de poder
recordar su propio nombre.

Pero conocía el placer. En ese momento sabía que el placer era tan agudo que
rayaba en el dolor.

Mientras su boca succionaba su pecho, sus ocupadas manos se las arreglaron


para desnudarla del resto de la ropa, y quitarle sus bragas.

Sintió el aire fresco contra su sexo húmedo, y suspiró por la sensación dulce, tan
sencilla y a la vez tan absolutamente erótica. Él se quitó su propia ropa mientras lo
miraba, eliminando cada parte como si desenvolviera un regalo de Navidad.

Era una hermosa vista, pero no se arrepintió cuando él se deslizó en la parte


superior de ella y tuvo que cerrar los ojos ante la sensación embriagadora de piel
contra piel, tan desconocida y sorprendente que temió no poder soportarlo.

—Eres tan hermosa —Susurró—. ¿Soy el primero en verte de esta forma?

— ¿Cómo lo adivinaste? —Murmuró, con los músculos de su estómago


tensándose en su toque, con su sexo palpitante, y su mente gritando por más.


J.K. Beck

200
El Club de las Excomulgadas
Él se rió suavemente contra su piel y ella suspiró, segura de que podría quedarse
así para siempre, disfrutando de su tacto y de la manera perezosa en que él
exploraba su cuerpo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Sus labios se acercaron a su vientre, acariciando la curva del hueso de su cadera,
trazando a lo largo del pelo de su pubis. No tenía ninguna prisa, como si fuera un
postre que pudiera degustar, y ella sintió que se lanzaría hacia el cielo, mientras él
la probaba, consumiéndola con cada delicioso bocado, sin perder una gota.

Erótico, tranquilo, delicioso.

Y entonces sus labios bailaron aún más abajo, con su lengua cada vez más
audaz, estirándose para probar y jugar, incluso cuando sus dedos acariciaron el
interior de sus muslos, con los pulgares subiendo para acariciar la suave carne en el
triángulo de su sexo, y su boca se cerró sobre ella en el beso más íntimo de todos.

El toque fue un shock. Un milagroso, increíble, alucinante shock, y arqueó su


cuerpo deseando más y aún más, como si quisiera escapar de su tormento tan
dulce.

Pero él no la dejaría escapar.

En cambio, las manos le agarraron el trasero, y su lengua la lamió, las


sensaciones se movieron rítmicamente pareciendo crecer dentro de ella, un
aumento en forma exponencial hasta que se sintió como si las ondas de placer
simplemente fueran a estallar a través de su cuerpo, saliendo de los confines de sus
músculos y piel.

Hasta pareció que ya no era de carne y hueso sino que simplemente era deseo y
necesidad.

Se sentía, se dio cuenta, como lo había hecho en la niebla. Pero esta vez, había

algo que alcanzar. Esta vez, podía encontrar satisfacción.


J.K. Beck

201
El Club de las Excomulgadas
Deseaba esa liberación explosiva. Podía sentirlo ahora, podía sentir a Nicholas
llevándola más cerca, subiéndola a esas alturas íntimas. Movió las caderas en una
respuesta automática, como si pudiera hacer su camino a la cima del precipicio y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


hacer que los dos se cayeran.

Su boca se apartó, y estuvo a punto de gritar de frustración. Pero luego sintió el


susurro de su respiración sobre ella, y el golpe suave de un dedo jugando con sus
pliegues resbaladizos.

—Córrete para mí —Susurró—. Quiero sentirte cuando te corras.

Y luego, como si sus palabras tuvieran tanto poder sobre ella como su contacto,
sintió su clímax crecer... y entonces gritó mientras su cuerpo estallaba en una gran
variedad de luces y colores.

Ella lo montó, sin querer que la experiencia llegara al final. Cuando finalmente
se deslizó por la cresta y volvió a la realidad, él la abrazó, acariciando su piel, con
sus suaves caricias amenazando en silencio con llevarla de vuelta a las alturas que
acababa de alcanzar.

—Pronto —Susurró, como si le leyera el pensamiento.

—Quiero tocarte —Dijo, moviéndose para quedar encima de él.

Poco a poco, porque quería saborear el momento, pasó las manos por su cuerpo,
dejando que sus labios siguieran sus dedos, explorando cada centímetro de él con
su tacto, gusto y vista.

Cielos, él era hermoso.

— ¿Qué es esto? —Preguntó, con su dedo recorriendo el tatuaje geométrico de su


hombro. Un círculo dentro de un cuadrado, y todo dentro de un triángulo, que a su

vez estaba dentro de un círculo—. ¿Alquimia?


J.K. Beck

—Es el símbolo de la piedra filosofal —Dijo—. El secreto de la vida eterna.

202
El Club de las Excomulgadas
—Uno de los secretos —Dijo ella, pasando sobre el símbolo con su dedo.

—Sí —Estuvo de acuerdo, mientras ella apretaba los labios sobre el tatuaje,
sintiendo que él contraía los músculos bajo su tacto, gimiendo mientras le daba

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


besos por la espalda, con su piel suave y sensible en ese lado.

Después de que hubiera explorado cada centímetro con su boca, se apretó contra
él, con contacto completo, deseando sentirse contra cada centímetro de su piel. Las
sensaciones que rebotaban por ella iban más allá de lo que jamás había
experimentado, y no quería que terminara.

Lo haría, sin embargo. Cuando el sol coronara el horizonte, esta fantasía


terminaría, también.

En el ínterin, sin embargo, quería más. Y ni siquiera más sexo, a pesar de que
estaba sin duda en el orden del día. Simplemente quería tocarlo.

—Te has quedado en tus pensamientos.

—En buenos pensamientos —Dijo—. Estírate —Exigió, ordenándole que se


tirara a lo largo del sofá, con su cuerpo ocupando toda la longitud del mismo, con
su cabeza apoyada en una almohada.

—Perfecto —Dijo, y luego se deslizó a su lado. Se retorció en su posición, hasta


que la mayor cantidad de ella tocara tanto como fuera posible.

—Mantente así, y este pequeño descanso que has orquestado se terminará antes
de que hayas empezado.

—Probablemente no estaría muy decepcionada—Admitió—. Pero me gusta esto


— se lamió los labios y miró hacia abajo—. Pero tú estás, eh, ¿bien?

Su risita retumbó por él.


J.K. Beck —

—Yo estoy de maravilla. Anticipación, Petra. Puede ser a la vez poderosa y


agradable.

203
El Club de las Excomulgadas
—Anticipación — repitió ella, con sus dedos acariciándolo—. Y tocando.
Tocando. —Suspiró—. Es difícil creer que algo tan simple puede ser tan alucinante.

—No hay nada simple en eso — dijo él—. Millones de terminaciones nerviosas

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


responden al menor roce. Es ciencia y biología.

—Es increíble. Y no es la ciencia lo que me hace sentir así.

— ¿Cómo qué?

Examinó la cuestión, deseando poder encontrar las palabras.

—Como si estuviera fuera de mí misma mirándome. Como que me vuelvo más


yo misma cuando me tocas. Como si nos estuviéramos mezclando, y sin embargo
permaneciéramos separados —Sacudió la cabeza, frustrada por la insuficiencia de
su descripción—. Tocarte me hace sentir como cuando éramos niebla. Como si
estuviéramos conectados tan profundamente que no fuera una cuestión de tocarnos,
sino una cuestión de ser.

Él le acarició el pelo.

—Entiendo.

— ¿En serio?

Su risa retumbó por ella.

—Lo hago. Y, al mismo tiempo, me desconciertas.

Lo dijo con la seriedad suficiente como para que ella se apoyara en un codo.

— ¿Cómo?

—Eres humana, y sin embargo, no sólo has experimentado el estado niebla, sino

que lo recuerdas.
J.K. Beck

—Lo viví, todo correcto.

204
El Club de las Excomulgadas
Él siguió la línea de su cabello con el dedo.

—Aún quiero entender por qué.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Importa? ¿Crees que es relevante para la maldición?

—Probablemente no —Dijo—. Pero sí, es importante.

— ¿Por qué?

—Porque soy curioso. Es una pregunta, y quiero una respuesta.

Ella se echó a reír.

—No se puede discutir eso.

—Tu familia —Dijo—. ¿Siempre han podido manipular la magia?

—No sé si siempre —Contestó—. Pero sin duda tanto como otros.

—Tal vez esa sea la razón. El creciente poder de la tierra. Tal vez es lo
suficientemente fuerte como para mantenerte firme durante la transformación.

—O tal vez sólo soy especial.

Él se echó a reír.

—Sí, bien, esa es una hipótesis razonable, también.

Ella le dio un beso en el hombro.

—Así que si el tatuaje es el símbolo de la piedra filosofal, eso quiere decir que tus
intereses en la alquimia estaban en la inmortalidad, y no en la transformación de
los metales en oro —Se estaba burlando de él, pero mientras hablaba se dio cuenta

que nunca le había hablado de su particular interés en la alquimia. Aun así, estaba
J.K. Beck

segura de que no era por el oro.

— ¿Por qué dices eso? —Le preguntó, cuando ella le dijo lo mismo.

205
El Club de las Excomulgadas
—Porque eres el primer vampiro que conozco que parece... no sé. Como si el
tiempo extra le pareciera un regalo.

Su pecho rugió mientras reía.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Eres más perceptiva de lo que pensaba, Petra Lang.

—He pasado mucho tiempo observando. Cuando no te tocan, encuentras formas


de compensarlo.

—Por supuesto. Y tienes razón. No me arrepiento de lo que he llegado a ser. No


por lo general.

—Pero, ¿ha habido esos momentos? ¿Con el demonio?

Su rostro se endureció y pudo sentir sus músculos tensarse, como si estuviera


luchando por mantener la calma. Había tocado una fibra sensible, y había golpeado
profundamente. Esperó a que le dijera cómo, que le explicara lo que el recuerdo
había disparado, pero en cambio él respiro profunda y lentamente, y cuando habló,
el acero había dejado su cuerpo. Sólo su cadencia lo delataba. Constante y rítmica.
Como si tuviera que concentrarse para mantenerse en la tarea.

—El demonio es una parte de mí, por supuesto, como lo es en todos los
vampiros. Lucha constantemente, pero la batalla es conocida ahora, y sé que yo
llegaré a la cima. Pero ha habido dos momentos en los que no fue el caso —
Respiró—. El primero cuando me convirtieron. El segundo cuando me
traicionaron.

—Lissa. —Dijo Petra, recordando la conversación en el avión—. No debería


haberte traído malos recuerdos. Lo siento.

—No, está bien —Él se movió de forma que la enfrentó de forma más directa,

después le acarició el brazo poco a poco con el dedo. El gesto era dulce, sencillo e
J.K. Beck

íntimo por lo que le dieron ganas de llorar, sobre todo porque él ni siquiera parecía
ser consciente de que estaba haciéndolo, ya que toda su atención estaba en su

206
El Club de las Excomulgadas
rostro—. Fue Serge, él me guió esos meses, me obligó a sostenerme y me hizo
luchar contra mi demonio. Más que eso, me dio la fuerza para prevalecer.

—Me resulta difícil imaginarte roto.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Tú?

—Es sólo la forma en que te veo. Fuerte. Competente. —Se encogió de


hombros—. Si estoy equivocada, guárdalo para ti.

—Por supuesto. —Dijo él con una sonrisa.

Ella se rió, se rió aún más fuerte cuando se acercó a él y le besó la oreja, con sus
brazos apretándose alrededor de su cintura.

— ¿Y es por eso que estás haciendo todo esto ahora? ¿Tratando de salvar a Serge
de la forma en que una vez que te salvó?

—Así es.

—Espero que podamos hacerlo. En realidad, supongo que espero que Ferrante
pueda hacerlo.

—Sí —Dijo Nicholas, pero su rostro se había vuelto duro de nuevo.

— ¿Nicholas? ¿Qué sucede?

—Te digo esto porque con suerte conocerás al hombre, y necesitas saber lo que
hay entre nosotros.

—Muy bien —Dijo ella, con voz suave, haciéndola coincidir con la solemnidad
de la suya.

—Pero también te lo digo porque quiero. Nada más y nada menos. Sólo quiero

que lo sepas.
J.K. Beck

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El Club de las Excomulgadas
—Yo… —Se dio cuenta de que iba a decirle la forma en que había traicionado a
Ferrante, y quiso decir algo, pero “gracias” parecía extraño e inadecuado cuando se
colocaba contra el calor de la urgencia en sus ojos, un calor que retorcía su interior

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


e hizo que lamentara aún más que el sol tuviera que volver a salir con el tiempo.

Así que no dijo nada, se limitó a asentir y apretó suavemente su mano,


esperando que con su contacto pudiera entender lo mucho que significaba para ella
que le permitiera ver un poco de su corazón, y asumir un poco de su dolor.

—Cuando Marco me llevó, ya tenía una sólida formación en los clásicos, en las
matemáticas, en la ciencia y en la filosofía. Estaba tan bien educado como un
hombre joven de buena familia se esperaba que estuviera, y mi padre quería que me
casara y asumiera la gestión de sus propiedades. Era comerciante de lana en
Florencia, y aunque mi familia nunca fue rival para los Medici, tenían bastante
éxito.

—Supongo que tu interés no estaba en la lana.

—No, no lo estaba —Dijo Nicholas—. Es irónico, tal vez, debido a que estaba
muy interesado en todo lo demás.

—Un hombre del Renacimiento —Dijo, sonriendo—. ¿Cuándo fue eso, por
cierto? ¿Fue en realidad durante el Renacimiento? O bien, ¿te adelantaste a tu
tiempo?

—Cuando la luz del conocimiento rasgó a Europa, yo ya estaba caminando en la


oscuridad. Mi educación mortal tuvo lugar a finales del siglo XIII, y aunque tuve
una buena educación en el momento en que llegué a mis 24 años, no se esperaba
que hiciera nada con que el aprendizaje que no fuera tomar el papel de mi padre
como comerciante de lana —Se encogió de hombros, como si sintiera indiferencia,
pero se dio cuenta que sus emociones eran todo lo contrario—. Desafié a mi familia

y me fui como aprendiz de Marco Ferrante.


J.K. Beck

—Tenías una pasión —Dijo ella.

208
El Club de las Excomulgadas
—Algunos dirían que fui irresponsable.

— ¿En serio?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—No. Como has dicho, tenía una pasión. Mi hermano menor se hizo cargo de la
empresa, y prosperó. Si me hubiera quedado, habría entrado en el sacerdocio, y yo
sin duda hubiera dirigido el negocio terrenal con nada más que una absoluta apatía.

No pudo evitar sonreír.

—No creo eso ni por un momento. Tienes demasiado orgullo. Lo habrías


logrado. Pero lo habrías odiado.

—Al parecer soy realmente transparente para ti.

Se encogió de hombros, sintiéndose satisfecha consigo misma.

—Así que dejaste a tu familia, y te fuiste con Ferrante. Después, ¿qué?

—Ya estaba haciendo grandes progresos en la alquimia, y su mente... Dios mío,


su mente era tan aguda y sus pensamientos tan precisos que fui lo suficientemente
arrogante como para creer tener yo mismo una buena mente y un ingenio rápido,
pero palidecía al lado del de Marco. Y Marco palidecía al lado de Giotto .

— ¿De quién?

—De Marciello Giotto —Dijo Nicholas—. Cuando me uní a su casa, Marco ya


estaba trabajando con un compañero, y era aún más brillante que Marco. Sólo
sentarte y ver a Giotto era todo un aprendizaje, y cada día daba las gracias a Dios
porque esos dos me permitieran trabajar con ellos.

— ¿Qué pasó? —Preguntó, no queriendo correr, pero sabiendo que esa historia
acabaría mal.
J.K. Beck —

209
El Club de las Excomulgadas
—Durante años trabajé a su lado… y por muchos años pensamos que habíamos
conseguido estar cerca de encontrar la respuesta. En realidad acercarnos a la muerte
y mantenerla a raya.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Una banda de hierro pareció apretarse alrededor de su pecho, y se dio cuenta de
que había estado conteniendo el aliento.

—Me frustré por los retrasos. Enfurecido por todos los falsos caminos que no
nos conducían a ninguna parte. Dejé de pasar la noche con Marco y Giotto, y en su
lugar tomé mi placer en una taberna local, donde el vino corría y las mujeres
estaban ansiosas. Sólo tenía unos pocos amigos, pero sabían de mi trabajo, y me
preguntaban acerca de mi progreso, algunos preguntándome en serio, otros en
broma. Pero hablé de eso en la posada, y estoy seguro de que fue donde se enteró
de que buscaba la inmortalidad.

— ¿Quién?

—Una mujer. Una dama oscura. Un vampiro.

Su respiración se atoró.

—Ella te cambió.

—Me gustaría que me hubiera cambiado en ese momento, porque yo no tendría


la culpa. Pero no, no me convirtió. En cambio, me ofreció un regalo.

Se quedó en silencio, segura de que sabía a dónde iba.

—Volví con Marco y le conté acerca de la mujer, acerca de lo que me había


ofrecido. Me dijo que era un tonto por siquiera considerarlo. Que la señora era muy
probablemente una estafadora que me robaría la bolsa y me dejaría muerto en un
callejón. Que no había tales cosas como vampiros, que no había atajos a la

inmortalidad. E incluso si los hubiera, estarían asociados con el diablo.


J.K. Beck

—No le creíste.

210
El Club de las Excomulgadas
—O tal vez lo hice, pero no me importó, pudo ver que él no me convencía. Él
me instó a esperar... Me aseguró que Giotto estaba cerca de un avance que no me
había dicho porque quería estar seguro. Pero no le creí. ¿Cómo podría, cuando

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


habíamos pensado estar cerca tantas veces?

—Volviste con la señora.

—Lo hice —Dijo y cerró los ojos. Se quedó en silencio y sin moverse durante un
instante, y cuando finalmente volvió a mirarla, su expresión era oscura y
perturbada—. Fui a ella por mi propia voluntad, después de haber sido informado
de las consecuencias, pero no entendía realmente. O tal vez pensé que podía
controlar al demonio. Era sin duda lo suficientemente arrogante como para creer en
eso entonces.

—No pudiste.

—Pocos pueden en esos primeros días, y con mi cambio, hice trizas Florencia,
un torbellino de destrucción dirigido directamente al taller de Marco. No recuerdo
lo que pasó, no del todo, pero sé que ataqué a Marco. Se escapó de alguna forma, y
me enojé…. Estaba tan enojado que destruí el lugar. Estaba buscando a Giotto,
sabía que Marco no podría completar la fórmula sin él, y el demonio quería hacerle
daño, e infligirle un dolor profundo. Eso es lo que mejor sabe hacer, atormentar a
los que más quieres.

—Mataste a Giotto.

—Lo hice. Lo mutilé, lo torturé, lo maté, y aunque mi demonio está suprimido


ahora… Aunque no soy ahora el hombre que hizo esas cosas… mi culpa sigue
siendo tan grande como mi pesar.

—Nicholas —No sabía qué decir, así que no dijo nada. En su lugar, simplemente
lo abrazó, y expresó su esperanza de que dándole consuelo en silencio fuera

suficiente.
J.K. Beck

211
El Club de las Excomulgadas
—Y es por eso por lo que nunca he visto la salida del sol a través de las ventanas
antes de Serge. He elegido la noche con plena conciencia, y una vez que luché
contra el demonio, una vez que aprendí a vivir con lo que había hecho y en lo que

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


me había convertido, me juré a mí mismo nunca arrepentirme de mi decisión.

— ¿Te arrepientes?

Él negó con la cabeza.

—Algunos vampiros lo hacen. Ven dentro de sí mismos al demonio y se odian a


sí mismos y en lo que se han convertido. Luché con mi demonio, y soy lo que soy
ahora, inmortal y fuerte con el mundo entero abierto para mí, con la eternidad para
absorber conocimiento y aplicarme a la investigación — Respiró—. Lamento
profundamente lo que le hice a Marco, y a Giotto. ¿Pero la elección? ¿Lo qué soy
yo ahora? —Le acarició la mejilla—. La mayoría de las veces no lo lamento…
después de todo, hay algo tranquilizador en buscar en los cielos, pero después de
siglos, echo de menos el calor del sol sobre mi piel, y pienso en Marco a veces y me
avergüenzo. Le envidio no estar atado a la noche.

Ella le dio un beso en el pecho y le sonrió, deseando levantar su oscuro estado de


ánimo.

—Esta noche, los dos estamos obligados por la noche. Creo que tal vez
deberíamos disfrutar un poco más.

Él le rozó los labios con el dedo, con el calor en sus ojos en un contrapunto con
su toque suave.

— ¿No prefieres dormir? —Le preguntó, con voz burlona.

Ella pasó una pierna encima de él, y luego se movió de tal manera que lo
cabalgaba.
J.K. Beck —

—No —Dijo sin aliento, mientras sus manos alcanzaban para acariciarlo—.
Realmente no querría.

212
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinte

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Nicholas iba a volverse loco.

Su piel suave, su cuerpo respondiendo, y sus suaves gemidos se combinaban


para llevarlo tan cerca del borde que no estaba seguro de que pudiera durar mucho
más tiempo sin enterrarse en su interior. Y sin embargo, quería durar, quería
aguantar. Quería llenar su noche con toques y caricias, y sentir piel contra piel.
Podía pasar otro año antes de otra luna azul, y quería que ella tuviera esta noche
para sostenerse.

Todo era cierto, pero descartado por completo ante el hecho de que la mujer en
sus brazos había puesto su sangre a hervir de manera que no había experimentado
en años. Infiernos, en siglos.

Todavía estaban en el sofá de Serge, un enorme monstruo de aproximadamente


el tamaño de una cama pequeña. Había encontrado una manta y los había envuelto
en ella, ligeramente, aunque aun tenía la libertad de tocarla. Había descubierto que
había querido tocarla después del primer toque de su dedo sobre su piel. Era como
si ese momento encarnara todos los deseos que había sentido desde que ella había
estado a su alrededor, un deseo que no había querido estudiar, y mucho menos que
lo afectara. Ahora, con ella desnuda y junto a él, no podía imaginar cómo había
durado tanto tiempo sin sentirla.

— ¿Cuántas veces? —Le preguntó, entrelazando un rizo perdido alrededor de su


dedo—. ¿Cuántas lunas azules ha habido en tu vida?

— ¿En mi vida? —Preguntó ella, con una sonrisa pícara—. ¿O desde que tengo
edad suficiente para esto?

—Eso último.
J.K. Beck

Se encogió de hombros en un gesto casual, pero captó la sombra en sus ojos.

213
El Club de las Excomulgadas
—Cuatro —Dijo—. Sólo cuatro.

La tristeza en su voz alcanzó directamente a su corazón, y se movió para


equilibrarla encima, con sus labios encontrando el hueco de su cuello y su lengua

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


saboreando su dulzura.

—Nos aseguraremos de que esta luna azul sea muy especial —Susurró y luego
capturó sus labios con su beso.

—Nicholas.

Él se estremeció, su nombre en sus labios lo excitaban tanto como el sabor de


ella.

—No puedo esperar más, Petra —Dijo con las manos acariciando su cuerpo,
acariciando cada centímetro de su suavidad—. Tengo que estar dentro de ti.

—Sí —Susurró ella, pero él vio la vacilación en su cara.

—Petra, si no estás segura...

— ¡Lo estoy! Pero necesitamos... Quiero decir, no puedo arriesgarme a quedar


embarazada.

Le acarició el rostro cuando lo miró a los ojos, y se dio cuenta de que sus
palabras lo habían sorprendido. Por lo que le había dicho antes, el parto la liberaría
de la maldición, pero, ¿por qué se preocupaba por eso ahora?

—No puedo hacerle esto a un niño —Dijo—. Ni siquiera por ser libre.

—No —Susurró abrumado por la admiración y el respeto hacia esta mujer—.


No, no puedes.

— ¿Tienes algo?
J.K. Beck

214
El Club de las Excomulgadas
—No —Dijo, y se sintió halagado por el lamento desesperado que cruzó su
rostro—. Pero Serge se cuida, y no hubiera querido engendrar ningún dhampires
con los parásitos que trajo como fuentes y otros entretenimientos.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Dhampires?

—Mitad vampiro, mitad humano. Raros, pero existen —Se apartó de la cama,
absurdamente agradecido por los métodos más pintorescos de Serge en su lucha
contra el demonio—. No te vayas.

—Nunca.

Le tomó al menos tres minutos para encontrar lo que estaba buscando, y cuando
volvió con una caja de condones la encontró sonriéndole desde el sofá, con una
expresión tan alegre que se sintió humillado por su deseo.

—Por favor —Susurró ella—. No esperes.

No podía haber esperado ni aunque hubiera querido. Se sentó a su lado, con su


cuerpo zumbando con anticipación por su mera proximidad, y cuando la tocó, la
electricidad se disparó a través de él, como si todos los secretos que jamás pudiera
entender estuvieran allí mismo, en su tacto, y el universo se abriera para él a través
de esa mujer.

Poco a poco, puso las manos entre sus muslos, deslizándose sobre su piel suave,
poniéndola aun más húmeda, más abierta para él, y cuando estuvo seguro de que
estaba lista, se colocó el preservativo él mismo, y luego se inclinó sobre ella,
sostenido su peso en sus brazos, y encontró su núcleo interno.

Ella gimió, separando las piernas, y se metió lentamente, gimiendo con placer
por su ajuste perfecto, disfrutando del hecho de ser el primer hombre que exploraba
a esta mujer.
J.K. Beck —

—Iremos despacio —Dijo.

215
El Club de las Excomulgadas
—No —Sus manos ahuecaron su parte trasera, y lo atrajo hacia sí, levantando
sus caderas en respuesta. Ella inclinó la cabeza hacia atrás y gimió, un sonido de
placer combinado con dolor, y le rogó que no se detuviera, que por favor no se

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


detuviera.

No lo hizo. Diablos, no podía. Era como si fuera fuego y ella oxígeno, y no


podía detenerse hasta que la hubiera consumido por completo.

La deseaba, no había duda sobre eso. Pero tanto como deseaba llevarla a su
placer, quería llevarla a más. Llevarla a alturas increíbles. Experimentar todo lo que
sabía que hasta el momento ella no había sentido.

Infiernos, quería compensarle a Petra el tiempo perdido, y quería ser él el que le


diera ese regalo.

El suave cuerpo femenino corcoveó debajo del suyo, su respiración volviéndose


más agitada, su rostro enrojecido por la pasión. Se aferraba a él apretada,
clavándole las uñas para atraerlo más profundamente, como si no pudiera tenerlo
lo suficientemente cerca. Su pasión espoleó la suya propia, y se clavó más duro,
más profundo, hasta que su clímax flotó delante de él, colgando de un precipicio
mientras esperaba, desesperado, a que ella cayera por el borde. Él la seguiría, por
los dioses, la seguiría, pero en esto, ella iría primero.

—Petra —Susurró, y como si su nombre fuera un conjuro, ella explotó debajo de


él, gritando su nombre mientras su cuerpo se tensaba alrededor de él, bombeando y
reclamando, drenándolo hasta dejarlo seco con la fuerza de su pasión.

Cuando el orgasmo cedió, se recostó junto a él, sus dedos acariciándolo


perezosamente, con un sentido de satisfacción y asombro envolviéndola. Cerró los
ojos, disfrutando del aroma de su placer, sólo abriéndolos cuando cambió de
posición y suavemente le rozó la mejilla.

Abrió los ojos para encontrarla sonriéndole.


J.K. Beck

—Eso fue maravilloso.

216
El Club de las Excomulgadas
—Lo fue —Estuvo de acuerdo.

Los ojos le brillaron con malicia.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Quieres hacerlo de nuevo?

Él se rió, sorprendiéndola como siempre.

—Desesperadamente —Dijo.

—Bien —Ella se movió, instándolo a ponerse sobre su espalda, luego se movió


hasta colocarse a horcajadas. Pasó las manos sobre su pecho, y luego movió sus
caderas de un modo claramente calculado para volverlo completamente loco—.
Esta vez, yo estaré a cargo —Dijo, levantó las cejas y le dio una mirada
descarada—. ¿Crees que podrás manejarlo?

Se las arregló para contener la risa.

—Espero con interés el desafío —Dijo, pero las palabras se desvanecieron en un


gemido cuando sus manos se deslizaron hacia abajo y su boca se cerró sobre su
pezón.

Cerró los ojos, disfrutando de las sensaciones. Saboreándola. A Petra.

Con una claridad repentina, vio lo mucho que le había afectado... había afectado
su corazón... y no quería verse afectado.

Se dijo todo eso, y sin embargo en ese momento, no había ni una maldita cosa
que pudiera hacer al respecto. Más que eso, sabía que en realidad no lo deseaba.

*********

Alguien estaba mirando.


Incluso con los ojos cerrados, el monstruo que solía ser Sergius sabía que alguien
J.K. Beck

lo estaba observando, se quedó un momento más, con sus fosas nasales

217
El Club de las Excomulgadas
dilatándose, mientras consideraba a ese nuevo enemigo. Un hombre lobo, que tenía
el hedor de la pérdida y del dolor, pero no miedo.

El were no le tenía miedo al monstruo, y no lo tendría.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


De repente, abrió sus ojos.

El hombre lobo estaba allí. Rand. No le había traído ni comida, ni comodidades.


Había venido sin un propósito. Y ahora estaba de pie y lo miraba, con su piel
oscura que le permitía desaparecer con facilidad entre las sombras que rodeaban la
jaula de cristal y hormigón.

Al monstruo no le gustaba eso. No le gustaba estar expuesto. Gruñó, un sonido


bajo en su garganta, con una expresión de desagrado extremo, pero había
aprendido. Había cambiado. Y no rabiaba golpeándose contra las paredes. Ya no
tenía que hacerlo.

En cambio, golpeó el cristal, y luego miró al were, presionó sus manos sintiendo
la sustancia desvanecerse lentamente. Había tocado el suelo, las paredes, el metal
de su cama sin efecto. Sin embargo, el vidrio, que estaba formado por arena
fusionada con otros materiales, enfriada y trabajada hasta darle forma8, seguía la
voluntad del monstruo.

Rand permaneció en silencio, sin darse cuenta del peligro que se avecinaba.

El monstruo echó sus brazos hacia los lados y rugió, dejando que el universo lo
derribara, alimentando al monstruo con el conocimiento de lo que estaba por allí.
De lo que el monstruo podía llevarse de este mundo.

Matar.

La orden sonó a través de su cabeza, dura e implacable.


Matar. Hacer trizas.


J.K. Beck

El vidrio se obtiene por fusión a unos 1.500 °C de arena de sílice (SiO2), carbonato de sodio
(Na2CO3) y caliza (CaCO3).

218
El Club de las Excomulgadas
Destruir.

Inclinó la cabeza, dejando que la tierra hablara al poder del monstruo. Esta tierra
que había alimentado al monstruo, que había renunciado a su poder para que se

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


convirtiera.

Lo vio, y supo que era hora de irse. Era tiempo de volverse fuerte.

Tiempo de deleitarse con el aroma de la gloria de la sangre derramada y con el


amargo sabor de la carne rasgada.

Una vez más presionó su mano en el vidrio. Esta vez, sin embargo, no se
contuvo.

El vidrio se movió bajo su toque, cada vez más débil, hasta que un ruido masivo
de cristales rotos llenó la sala.

El were ya estaba en la puerta de acero y en la antesala, tratando de atrapar al


monstruo en ese siguiente anillo del infierno, pero el monstruo no quería saber
nada de eso. Dio un salto, cogiendo al were y lo arrastró por suelo, con la puerta
aún abierta.

Inmediatamente, el were se movió, con sus facciones alargándose,


transformándose en el híbrido hombre/lobo que el monstruo había visto antes. El
recuerdo se enroscó en su mente, una distracción, y el were la aprovechó,
atacándolo con gran fuerza, tratando de contener al monstruo en la habitación que
se convertiría en otra celda, si esa puerta se cerraba y bloqueaba.

No.

Extendió la mano, no con sus manos, sino con su poder.

Extendió la mano, y tomó lo que era el were.


J.K. Beck —

219
El Club de las Excomulgadas
Y mientras lo hacía, el were se derrumbó, con su forma lobo desvaneciéndose a
medida que las manos del monstruo se alargaban y mechones de pelo crecían en
sus muñecas.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¡No! —Sobre el suelo, el were protestó, pero el grito fue débil.

El monstruo lo ignoró, corrió a través la puerta, y la cerró con fuerza detrás de


él.

Salió a una oscura sala, y su cabeza se inclinó, probando el aire, buscando las
esencias de poder y de comida en la habitación a la izquierda.

Se movió en esa dirección, y en el momento en que cruzó el umbral, una mujer


corría hacia atrás, con el rostro desencajado de terror, aun cuando un vampiro se
precipitaba hacia adelante.

El monstruo se reunió con el vampiro a medio camino mandándolo a volar


contra la pared del fondo, mientras la mujer, Lissa, chillaba, gritando el nombre de
Rand una y otra vez.

El monstruo se volvió, deseando detener el sonido tanto como quería compartir


sus dones. Los poderes únicos de un súcubo podrían resultar muy útiles.

Dio un paso hacia la muchacha, y cayó al suelo mientras el vampiro lo


abordaba.

El monstruo rugió, extendiendo la mano, deleitándose con su propio poder


mientras controlaba al vampiro debilitado.

Se puso de pie, enviando al vampiro al suelo. Sus músculos se tensaron, listos


para destruir al que se había atrevido a atacarlo. Desde la celda, el were le gritó a su
compañera, pero ella se quedó inmóvil, demasiado aterrorizada para contestarle.

—Serge —Dijo el vampiro—. Sergius.


J.K. Beck

220
El Club de las Excomulgadas
El monstruo se quedó inmóvil, confundido, mientras atraía la fuerza del
vampiro, la fiebre del poder confundiendo sus pensamientos. Lucius.

—Serge —Dijo el vampiro de nuevo, con su voz débil, agotada. Pero el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


monstruo ya no estaba escuchando. La orden volvió a llenar su cabeza, un pulso
implacable. Matar. Matar. Matar.

El monstruo escuchó y entendió a dónde iría. Quién lo encontraría.

No el vampiro. Hoy no.

Luego echó un último vistazo al vampiro antes de trotar alejándose, utilizando la


energía propia del vampiro para transformarse en niebla, y desaparecer de la vista.

J.K. Beck —

221
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiuno

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Hicieron el amor toda la noche. Salvaje y frenético, suave y dulce. Su cuerpo se
estremeció, consciente de cada contacto, de cada caricia, incluso, de cada mirada
en su dirección. Se sentía viva y deliciosamente sensual y seductora.

Fue muy agradable, lo que era la mayor subestimación del mundo. Fue
increíble. Alucinante. Absolutamente perfecto.

Podía acostumbrarse a eso.

Excepto, por supuesto, que no podía. Para ella, ese tipo de cosas sucedía muy de
vez en cuando durante la ascensión de la luna azul, tal y como se le había dicho. Y
esa realidad no era ni cómoda, ni fácil.

Se movió, empujando los pensamientos melancólicos lejos, y luego se tendió


junto a Nicholas en el suelo, con su cuerpo entrelazado en la manta que ahora
estaba enredada en él.

—Llévame a bailar —Dijo—. A algún lugar ruidoso y lleno de gente. Al tipo de


lugar donde no puedes moverte sin empujones de alguna otra persona.

— ¿A bailar? —Repitió.

—Sí —Se sentó—. Nunca lo he hecho.

—No creo que ahora sea el momento adecuado para estar en público. Somos
unos fugitivos. Probablemente sea mejor mantener un perfil bajo, ¿no te parece?

Lo sabía, aunque no lo quisiera admitir.

—Sólo quiero perderme, ¿sabes? Nunca he sentido eso… el pulso de música, la


presión de los cuerpos.


J.K. Beck

222
El Club de las Excomulgadas
— ¿No? Bien, no vamos a lanzarnos a la vida nocturna de Nueva York, pero
creo que puedo organizar una alternativa adecuada.

Mientras lo miraba, la curiosidad se puso en guerra con la diversión. Se levantó

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


y se movió desnudo hasta el otro lado de la habitación donde había un centro de
control que rivalizaba con cualquier cosa de la que la NASA se jactara, ocupaba
toda una pared. Después de algunos movimientos erróneos y de un informativo
perforándole las orejas, Nicholas logró poner música, y la habitación se llenó con
algo rápido, retro y extrañamente familiar.

Después de un momento, ella la reconoció, y se echó a reír tan fuerte que no


pudo ponerse de pie.

Después de otro momento, tomó su mano y empezó a saltar con los frenéticos
acordes de Cyndi Lauper en “Girls Just Wanna Have Fun”9.

—Apropiada —Dijo, mientras la canción se extinguía. Sin aliento por el salvaje


baile al desnudo delante de las ventanas de Serge camino hacia él—. ¿Pero ahora
estaría bien tal vez algo un poco más lento?

Él arrastró el dedo por su hombro, sobre sus pechos hinchados, y luego


alrededor de su cintura, antes de arrastrarla hacia él.

Como en respuesta, las estrofas profundas y sensuales de “Cant Get Enough of


Your Love, Babe”10 llenaron la habitación.

— ¿Lo quieres lento? — Nicholas le preguntó, tirándola con fuerza contra él—.
Te doy a Barry White.

—Perfecto —Dijo, riendo mientras le echaba los brazos alrededor de su cuello—


. Incluso mejor que una noche en la ciudad.

—Te sacaré —Dijo—. Si quieres ir a bailar, te llevaré allí.


J.K. Beck

6 Las chicas sólo quieren divertirse.


10 No puedo tener suficiente de tu amor, nena.

223
El Club de las Excomulgadas
—Cuando la maldición desaparezca —Dijo ella.

Él le dio un beso en la oreja.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—O en la siguiente luna azul —Susurró él, con su aliento suave y sensual
haciéndola temblar incluso con la idea de estar en sus brazos por años a partir de
ahora, cuando una luna extra llenara el cielo. No era el tipo de cosas en la que
pensara, pero esta noche... bien, esta noche creería en los milagros.

Bailaron durante horas, con sus cuerpos moviéndose al compás de la música,


frente a las ventanas con vista a la ciudad, en la ducha con el agua sobre ellos.
Bailaban y hacían el amor, y cuando su cuerpo no pudo soportarlo por más tiempo,
se quedó dormida en sus brazos, con una sensación de calor y completamente
contenta.

Por lo menos, hasta los sueños comenzaron.

Su madre, gritando su nombre.

Su padre, llegando por ella.

Nicholas, acariciando su piel, después cambiando. Desgarrando y


transformándose. Cambiando en algo horrible. En algo vil.

Salvo que no era él. Era Sergius. Y de repente se hundía en la tierra.


Desapareciendo. Y Petra dio un suspiro de alivio.

Y entonces se levantaba otra vez, lleno de propósito, lleno de la necesidad de


matar. Y tomaba por asalto a la tierra, arrancando ramas, arrancando cabezas,
hasta que todo lo que Petra podía hacer era quedarse en un charco de sangre que
crecía más, y más, y…

— ¡Petra!
J.K. Beck —

Nicholas. No está destrozado. No está muerto.

224
El Club de las Excomulgadas
— ¡Petra! Despierta —La sacudió. Suavemente al principio, luego más fuerte—.
Despierta, maldita sea. ¡Despierta!

Ella parpadeó, dándose cuenta de que la sostenía, luego se alejó, con su corazón

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


latiendo con fuerza por el miedo, incluso mientras su mente le ordenaba que se
calmara, diciéndole que era una luna azul, que estaba bien, que podía tocarla, que
estaba bien.

Poco a poco, Nicholas se acercó a ella, luego suavemente pasó su brazo a su


alrededor. Cerró los ojos y se apoyó contra él. Lo había apartado en el avión.
Ahora lo deseaba. Lo deseaba, y quería el consuelo que le pudiera dar.

—Tiene que matar —Dijo, dándose cuenta de la verdad de sus palabras al


hablar. De alguna manera, sabía exactamente lo que Serge haría—. Nicholas, oh
Dios, es como si estuviera obligado a romper, desgarrar, matar, y…

—Shhh. Está encerrado. Tuviste un sueño, y fue horrible, lo arreglaremos. Pero


ahora mismo, está encerrado bajo llave.

Ella asintió.

—Cierto. Cierto —Pero de alguna manera no podía dejar de temblar.

—Te tengo —Dijo Nicholas, acariciándole el pelo—. Tenemos un montón de


tiempo antes del amanecer.

— ¿Me abrazarás?

—Te estoy sosteniendo —Dijo—. Y nada hará que te deje ir.

—El sol saldrá en sólo unas pocas horas —Dijo Petra. El calor de él la había
aliviado y tranquilizado, pero ahora que se había movido de su lado el frío la hizo
estremecerse.
J.K. Beck —

Él puso una mano en su hombro, y ella la cubrió con la suya, poniéndose de pie.
Se acercó a la ventana y apretó sus manos contra el cristal. Él encendió una luz, no

225
El Club de las Excomulgadas
porque necesitara ver, sino porque quería ver su cara reflejada en el cristal, y con la
habitación a oscuras sólo podía ver la extensión de Manhattan.

En ese momento, no le importaba nada de la ciudad o de la vista. Le preocupaba

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


sólo ella.

Accionó el interruptor, ella tembló, y se pasó las yemas de los dedos sobre sus
ojos, como si se hubiera dado cuenta de por qué él lo había hecho, y con la
intención de no revelar nada.

—Ahora tengo dos razones para temerle al sol —Dijo él.

Sus hombros subían y bajaban mientras tomaba un respiro volviéndose hacia él.

— ¿Nos quedaremos aquí todo el día?

—No —Se puso de pie y comenzó a recoger su ropa—. Tenemos que llegar a
París.

—Por supuesto —Miró por la ventana—. ¿De verdad crees que él nos ayudará?

Nick dio un paso detrás de ella y juntó las manos alrededor de su cintura.

— Quieres decir si me ayudará.

Ella asintió.

—Es una pregunta justa después de lo que hice, lo que hizo mi demonio. Pero el
alboroto de Serge es muy parecido a eso, y creo que, espero, quiera ayudarnos a
detener este tipo de carnicería desde que anda suelto en el mundo.

— ¿Y si no lo hace?

—Lo hará —Dijo, con toda la certeza de que fue capaz—. Sinceramente, creo

eso. Marco tiene la mente de un científico, y tú eres algo único, Petra. A pesar de la
J.K. Beck

historia entre Marco y yo, creo que nos querrá ayudar, aunque sólo sea por la
egoísta razón de estudiarte.

226
El Club de las Excomulgadas
—Grandioso —Dijo ella, pero estaba sonriendo. Después de un minuto, sin
embargo, la sonrisa se desvaneció—. Es difícil ser optimista.

—Lo sé. Ven aquí —La tomó en sus brazos y le dio un suave beso en la frente.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


No lo deseaba, pero su corazón se retorció. La había tocado, tan íntimamente. Y
aunque era algo inesperado, ella lo había tocado. Él, Nicholas Montegue, que sabía
cómo fabricar la ilusión del deseo de alguna manera, había quedado atrapado en lo
real, y la carga de eso era un peso desconocido sobre sus hombros.

Había deseado a muchas mujeres por su cuerpo, por el dulce placer de su


compañía, pero, ¿querer, desear, realmente a una mujer? Era un hecho que no
había experimentado desde Lissa.

Hasta ahora.

Racionalmente, pensó que le complacía saber que su corazón no se había


marchitado y muerto. Pero no estaba contento. No tenía necesidad de proseguir
con la intimidad. El mundo tenía mucho que ofrecer, y los placeres del intelecto
podían llenar los vacíos de un millar de vidas.

Solía creer eso por completo, y se había sentido cómodo con su rutina de una
noche, una mujer, repitiéndose sólo cuando ambas partes estaban completamente
de acuerdo y con las ideas claras, nada que pudiera fomentar una intimidad mayor.
¿Por qué la desearía, cuando la última mujer que había permitido acercarse lo había
traicionado y luego le destrozó el corazón?

Por lo tanto, ¿por qué le preocupaba la forma en la que Petra se había deslizado
en su mente? Especialmente cuando era una mujer de una noche, por definición.
No habría otra luna azul este año. Tal vez ni siquiera el siguiente, o incluso un año
después de este.

No podría tocarla nuevamente hasta pasado mucho tiempo… pero, maldita sea,

deseaba hacerlo.
J.K. Beck

— ¿Qué te pasa?

227
El Club de las Excomulgadas
Se dio cuenta de que la había soltado, y ahora agarraba la manga de su camisa
con tanta fuerza que la tela estaba en riesgo de desgarrarse.

—Nada —Dijo—. Estoy bien.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Es bueno saberlo. Por supuesto, que si esto es estar bien, me hubiera gustado
verte alguna vez realmente enojado.

—Lo siento. Estoy… frustrado.

—Yo también. —Su sonrisa fue a la vez triste y caliente, y se sintió culpable por
hablar con ella con fines opuestos.

—La forma en que te sentí bajo mis dedos quemará para siempre en mi
memoria. —con sus palabras esperaba hacerla sentir mejor, pero tan pronto como
habló, supo que eran ciertas. —Vístete . Tenemos que ganarle al sol.

— ¿Cómo podremos llegar allí, de todos modos?

—Volaremos.

—Vaya, muy bien. Otra oportunidad de ser arrojada de un avión. Qué suerte
tengo.

—Sergius tiene un avión que se ha sido mantenido sin que la Alianza lo sepa.
Debemos poder viajar sin ser detectados.

— ¿Quién lo pilotará?

—Yo.

Entrecerró los ojos hacia él.

—Eso significa que tienes que sentarte en una cabina y mirar por la ventana —

Señaló al cristal—. En caso que lo hayas olvidado, el sol saldrá en un rato.


J.K. Beck

—Las ventanas son del mismo material que estas.

228
El Club de las Excomulgadas
Asintió.

— ¿Y realmente puedes pilotar?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Cientos de años dan tiempo suficiente para avanzar en la educación de uno en
una serie de habilidades.

—Estás hablando de forma anticuada de nuevo.

—Tal vez me afectas de esa manera.

—Algunas mujeres ponen a un hombre de rodillas con sólo un vistazo. Yo los


hago hablar como engreídos. Eso es un don.

—O una maldición —Dijo, encantado de ver la contracción de su boca por la


broma.

—Ya tengo una de esas —Dijo—. Confía en mí cuando digo que no necesito
otra.

Ella frunció el ceño, luego lo aclaró cuando se volvió para mirar por la ventana.

La conocía lo suficientemente bien ahora, sin embargo. Había algo en su mente.

— ¿La pesadilla?

—Lo siento. Sólo me dejó inquieta.

—Fue sólo un sueño.

Ella encontró sus ojos en el reflejo.

—Hubiera pensado que un hombre como tú sería más abierto a la idea de que
los sueños tienen poder.
J.K. Beck —

—Lo estoy —Dijo, y luego le dio un beso en la parte superior de la cabeza—.


Pero si los sueños te molestan...

229
El Club de las Excomulgadas
Se apartó de él, centrándose en la ventana en lugar de en el hombre. Obligándose
a centrarse en la ventana, porque, maldita sea, lo único que quería hacer era
aferrarse a él. Quedarse en ese apartamento, con la luna azul para siempre

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


suspendida en el cielo. Toda su vida había conseguido hacerle frente a lo que era,
pero de alguna manera con Nicholas, había perdido la capacidad de hacerle frente.

Lo deseaba, y no podía tenerlo, y quería gritar contra la injusticia. Pero no había


nadie contra quién dirigir su rabia. Nadie, salvo ella misma, porque había sido lo
suficientemente estúpida como para abrir su corazón, diciéndose a sí misma
tonterías de que sólo quería sexo. Que lo único que quería era sentir el toque de un
hombre.

Había sido una tonta. Quería más, mucho más, y le molestaba no poder tenerlo,
sin importar lo mucho que lo deseara.

— ¿Petra?

Se volvió hacia él y conjuró una sonrisa forzada, esperando que no pudiera ver
su dolor, porque trataría de calmarla, y en ese momento no creía soportar su
bondad.

—El sol estará arriba pronto. Tenemos que irnos.

—Hay algo que tenemos que hacer primero —Dijo él, y luego se dirigió hacia la
cocina. Ella lo siguió, curiosa cuando comenzó a sacar una extraña variedad de
cosas de los armarios—. Vacíalas —Dijo, entregándole tres botellas de refresco de
plástico—. Guarda los tapones, pero enjuágalas bien.

Así lo hizo, sabiendo que tenía un propósito, incluso si no tenía idea de cuál era,
sabía también que era importante que se diera prisa.

—Cuando termines con eso, toma el papel de aluminio y haz una docena de

pequeñas bolas.
J.K. Beck

230
El Club de las Excomulgadas
—Vale —Dijo. Terminó con las botellas, y comenzó con las bolas, y no pudo
evitar sus preguntas por más tiempo—. ¿Qué estamos haciendo?

Se volvió hacia ella, serio.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Fabricando bombas.

Echó un vistazo a las bolas de papel de aluminio arrugado, luego otra vez a
Nicholas.

—Lo que tú digas.

—Este apartamento tiene protecciones —Dijo—, y no tuvimos la indicación de


que los esbirros de la Alianza se acercaran, y todo eso es bueno. Pero no confío en
que nuestra buena suerte continúe, y cuando nos vayamos, quiero que estemos
preparados para defendernos.

—Eres un vampiro —Dijo, porque había visto una y otra vez en su trabajo el
tipo de daño que un vampiro podía hacer.

—Lo soy —Dijo—. Pero tú no. Y si hay varios esperando para emboscarnos,
incluso mis habilidades no serán suficientes para garantizar nuestra seguridad. Así
que la intención es ir tan bien armados como sea posible.

—Podríamos volvernos niebla. No todo el camino hasta París, pero sólo hasta el
aeropuerto.

Negó.

—No. Tú te debilitaste también la última vez.

—Pero bebí de ti.


—Para curar un daño ya hecho —La miró, y el calor en sus ojos casi la puso de
J.K. Beck

rodillas—. No, no correré el riesgo contigo. No, si tenemos otra opción.

231
El Club de las Excomulgadas
—Está bien —Asintió—. Entonces, fabricaremos bombas —Miró las cosas que
había puesto en el mostrador. El papel de aluminio, las botellas de refresco, el
limpiador de inodoros, un poco de harina, un encendedor de cigarrillos, incluso la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


caja de condones.

—Fascinante lo que la química puede hacer, ¿no? Refrigerio —Le dijo,


señalando la botella de soda y el harina— Placer —Añadió con un guiño a los
condones—. Todo es cuestión de cómo se mezcla. Todo es sobre la proporción. En
muchos sentidos, la química es una metáfora de la vida.

—Así que sabes todo eso de la química y de la ciencia de las cosas, pero
terminaste siendo un abogado defensor —Terminó con las bolas de papel de
aluminio y se subió a un taburete para verlo trabajar—. ¿Qué pasa con eso?

—Si terminaste, tal vez deberías concentrarte en un arma por tu cuenta.

— ¿Qué?

—En el fuego —Dijo él—. El que lograste durante la huida, el que surgió por la
adrenalina y la concentración.

— ¿Lo hice?

—Estoy muy confiado en eso. Lo que quiero que hagas es practicar


perfeccionando tu enfoque de modo que no necesites la adrenalina.

—Oh.

—Vamos —Le dijo—. Me quedan unos minutos más en esto antes de que
estemos listos para irnos.

Como él insistió, lo intentó, centrándose en su mano mientras trataba de


conjurar una bola de fuego pequeña, dando vueltas.
J.K. Beck —

Nada.

232
El Club de las Excomulgadas
—Habla conmigo mientras hago esto —Dijo ella—. Responde a mi pregunta.
¿Cómo terminaste siendo un hombre de leyes?

—Estás asumiendo que son mutuamente excluyentes —Dijo—. Pero, ¿qué es la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


química, sino el proceso de encontrar un equilibrio en el universo, y qué es la ley,
sino el proceso de encontrar el equilibrio en la sociedad?

—Está bien —Dijo ella, con los ojos fijos en su palma, con su mente en el fuego.
Llamando. Atrayendo—. ¿Pero?

—Pero nada. Me di cuenta después de un tiempo que a pesar de que el axioma


es cierto, también hay una diferencia fundamental.

— ¿Sí? —La tierra, el sol, el poder...

—La química es precisa. Dos de hidrógeno y un átomo de oxígeno siempre


compondrán el agua. Pero la ley fluctúa. Cae fuera de balance. En la ley hay
margen para maniobrar, y después se me ofreció la oportunidad por Tiberius de
estudiar la ley de las sombras, y fue cuando me enteré de que tenía un don para
tales maniobras.

—Eludir la ley, caminar por la línea —Dijo ella.

—Algo por el estilo. Ahora —Bajó la voz—. Mantén tu enfoque. Elabóralo. Y


empuja.

Lo intentó, tirando y elaborándolo y luego, ¡puf! Una bola pequeña de fuego


estalló encima de la palma de su mano, desapareciendo tan rápido como había
aparecido.

— ¡Lo hice! ¡Mierda, lo hice!

—Nunca lo dudé, ni un minuto. Control. Esa es la clave.


J.K. Beck —

— ¿Y cómo sabes tanto al respecto?

233
El Club de las Excomulgadas
—Algunos demonios de los vampiros viven cerca de la superficie —Dijo—.
Confía en mí cuando te digo que entiendo de control. Y eso lo he aprendido —
Movió la mano, indicando el mostrador, ahora lleno de pirotecnia casera.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Muy bien —Dijo ella—. ¿Estas son bombas?

—Explosivos —Dijo, señalando las botellas de refrescos llenas de limpiador de


inodoros—. Y bombas de humo —Añadió esta vez apuntando a los condones
hinchados como globos, llenos de harina, y atados en los extremos.

—Este es el tipo de cosas que usaste cuando nos sacaste de la División, ¿no?

—Algo similar —Dijo—. Tuve acceso a ingredientes más precisos y tuve el lujo
de elegir lo que quería crear. El Du Yan Yao Qiu que quemó los ojos era una
modificación de una bomba venenosa antigua china.

—Veneno temporal —Dijo, incapaz de reprimir el deseo de que hubiera abatido


a los miembros del Tribunal de una vez por todas.

Él esbozó una sonrisa torcida, obviamente, comprendiendo la dirección de sus


pensamientos.

—Tenía algunas opciones más mortales a mano, por si acaso necesitaba más
potencia de fuego.

— ¿En serio? ¿Realmente hubieras matado a los miembros de la Alianza?

Su expresión fue dura y rígida.

— ¿Para salvar a Serge? Por supuesto. Sin vacilar, sin lugar a dudas.

Petra tragó, pero asintió, esperando que no pudiera ver su derrota. Debido a que
en ese momento lo único en lo que podía pensar era en lo que había sabido la

primera vez que la había sacado de la división: que si Nicholas supiera su secreto,
J.K. Beck

sería ella, y no el Tribunal, quien moriría en sus manos.

234
El Club de las Excomulgadas
*********

Dirque se paseó por la sala de estar de la casa que tenía en Los Ángeles. Una
verdadera fortaleza. Dos hectáreas en Beverly Hills, con una valla de dos metros

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


que rodeaba la propiedad, y soldados armados de la Alianza que custodiaban el
perímetro. Posiblemente un exceso de poder innato, pero a la luz del último
informe de Tariq, sentía que la precaución era aconsejable.

Sergius estaba vivo. Por los dioses, seguro que no era posible.

No era que Dragos lo hubiera admitido, Tariq lo había dejado claro en su


informe. Pero los dos sabían que Lucius Dragos sabía cómo guardar sus propios
secretos. Si no quería que una cosa fuera revelada, entonces no sería revelada.

Pero si Dragos lo había admitido o no, la teoría de Tariq tenía sentido. Serge
había desaparecido de la escena del crimen después de que la chica lo había
cambiado, igual que Montegue y Dragos. Los vampiros habían declarado que
habían sometido al monstruo en un almacén, que había habido una pelea terrible,
que el edificio se había quemado, y que Sergius había quedado atrapado en el
incendio.

La evidencia había apoyado la historia, y después de que la división forense 6


comprobara los restos de la escena y declarara que el ADN, de hecho, pertenecía a
Sergius, la búsqueda del monstruo había sido suspendida.

Dirque resopló, deseando poder estar más disgustado con la División por su
miopía y falta de imaginación. Pero él había sido también culpable. Aun
conociendo la profecía, aun así, había bajado la guardia. Se había dejado seducir
por una falsa sensación de seguridad, simplemente por la identificación de los
restos parciales y la tranquilidad que había en la ciudad. El rastro de sangre y
destrucción que tendría que haber existido si Sergius seguía vivo no había

aparecido.
J.K. Beck

Pero eso podría ser también el resultado de que Montegue y Dragos hubieran
logrado someter y limitar la criatura .

235
El Club de las Excomulgadas
¿En dónde? Esa era la pregunta. ¿Dónde diablos estaba el monstruo? ¿Y cómo se
vería ahora?

Ningún monstruo creado por el Tacto había vivido tanto tiempo. Sin lugar a

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


dudas la fuerza de la bestia se habría incrementado, pero, ¿habría desarrollado la
capacidad de razonamiento? ¿Sería todavía salvaje y sin control? ¿O habría
aprendido el arte del sigilo, de tal manera que ya no se abriera un camino
sangriento a través de la tierra? Si era así, el monstruo se habría vuelto aún más
aterrador que antes.

Estaba tentado a volver a llamar Tariq y liderar la búsqueda de la bestia, pero


contuvo el impulso. El objetivo de su sobrino estaba en seguir a la chica, y con
respecto a Petra Lang, nada había cambiado. Un Sergius vivo podía ser una
amenaza para la Alianza, pero por el momento toda la evidencia sugería que estaba
encerrado con llave y fuertemente custodiado. Y mientras Montegue y Dragos
podrían estar en búsqueda de una cura, Dirque ya tenía una, matar a la chica, y
Sergius sería libre.

Poco a poco, inclinó la cabeza hacia un lado, reproduciendo sus propios


pensamientos: Matar a la chica...

Frunció el ceño. ¡Dios, qué tonto era!

Tiberius no podría ponerse en contacto con Montegue, pero, sin duda, podría
hacerlo con Dragos. Todo lo que Dirque tenía que hacer era que le llegara el
mensaje a Montegue. Mata a la chica, y liberarás a tu amigo.

En cuestión de minutos, la chica sentiría el cuchillo de Montegue en su cuello.


Se desplomaría en el suelo, muerta y desaparecida. La amenaza del Toque se
evaporaría, y Sergius volvería a la normalidad. Él, sin duda, sería ejecutado como
un vampiro renegado, pero al menos sería él mismo.

Cruzó la habitación hacia el teléfono y lo iba a descolgar cuando escuchó un


J.K. Beck

fuerte golpe en el frente de la casa. Abandonó el plan de llamar a Tiberius, y llamó


a la guardia en su lugar.

236
El Club de las Excomulgadas
No hubo respuesta.

Unos hilos de miedo se arrastraron por su columna vertebral.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Problemas.

La idea casi se había formado en su mente, cuando un fuerte chasquido resonó


en la habitación y la gruesa puerta principal de madera salió volando.

Una criatura estaba de pie en el hueco, en parte hombre, en parte lobo. Pero no
un were.

Serge.

Dirque tragó, y por primera vez en su muy larga vida, realmente entendió el
significado del miedo.

J.K. Beck —

237
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintidós

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Kiril se movió por la oscura habitación, empujando los muebles hacia las
paredes, haciendo lugar para lo que tenía que hacer. ¿Cuántas horas había pasado
en esa sala? ¿Perdido en sus fantasías, en sus historias?

Nunca había hecho nada con ellos, sólo los había metido en un cajón, dejando a
Petra ver sólo la más pequeña porción de lo que había creado en su imaginación.

Ella le había dicho una y otra vez que debería presentar sus historias a las
revistas o antologías, pero nunca lo había hecho. Nunca pensó que fueran lo
suficientemente buenas, a pesar de que sus maestros le habían dicho que tenía un
don, y Petra siempre había dicho que las historias la hacían reír y llorar.

Era al rechazo a lo que le temía, lo sabía. Él que no le tenía miedo a nada. Que
sabía exactamente lo que quería y estaba dispuesto a sacrificar mucho para
conseguirlo.

Y ahora había perdido lo más importante en el mundo para él, a Petra. Era todo
para él. Hermana, sí. Pero mucho más. Era su corazón, y la había perdido, y eso lo
estaba matando. ¿Cuánto peor podría ser el rechazo?

Las enviaría. Tan pronto como tuviera a Petra de vuelta, y la traería de regreso,
entonces enviaría todas sus historias, y al diablo con el miedo.

Cuando el mobiliario estuvo fuera del camino, dibujó un círculo de tiza en el


suelo, se puso de pie en el centro, con una fotografía de su hermana agarrada
firmemente en sus manos. La imagen era una de sus favoritas, tomada cuando
ambos tenían diez años. Él había estado en el porche, escribiendo en su cuaderno
de notas, y como siempre manteniendo una estrecha vigilancia sobre su hermana.

Ella había estado en el jardín, cortando flores para poner en floreros por toda la
J.K. Beck

casa. Todavía lo hacía hoy en día, llenando la oficina con arreglos de flores para

238
El Club de las Excomulgadas
complementar el tema abrumador floral que pensaba que hacía que los clientes
humanos se sintieran más a gusto.

En aquel entonces, había estado jugando con la cámara que su tía le había

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


regalado para su cumpleaños, tomando fotos al azar de la casa, del jardín, de su
hermana. Había planeado grabar las imágenes en su bloc de notas, y luego escribir
una historia acerca de cada una. Había estado pensando en una historia de Petra,
algo acerca de una princesa maldecida por una bruja malvada, y a la que sólo el
beso de su príncipe podía salvar, cuando ella miró hacia él, le sonrió, y luego arrojó
un puñado de pétalos de flores en el aire.

Por arte de magia, él en realidad había tomado la foto, de Petra, riéndose, con
los pétalos bailando en el viento a su alrededor.

Era una foto hermosa, y la había mantenido enmarcada junto a su cama, donde
podía mirarla todas las noches. Esa era la forma en que le gustaba recordarla,
riendo e inocente. Y segura.

Querido Dios, esperaba que estuviera a salvo en ese momento. Esperaba que pudiera
permanecer a salvo hasta que pudiera encontrarla, hasta que pudiera protegerla del
inevitable descubrimiento de Montegue, que la estaba arrastrando por la cura del
cambio de Sergius por todo el maldito mundo.

Con cuidado, tomó las velas de la caja de ceniza brillante, y luego las colocó
suavemente sobre la línea de tiza. No quemó incienso, sino que dispersó las hierbas
aromáticas y aceites esenciales fuera del círculo. Luego se sentó con las piernas
cruzadas, con los codos sobre las rodillas, y la fotografía apretada en las dos manos.

Miró la cara de su hermana, respiró profundamente el aire perfumado, y luego


cerró los ojos.

El agotamiento después de su subida de poder lo había dejado flácido y vacío,


pero había dormido y meditado, y aunque no estaba al cien por cien, se sentía lo
J.K. Beck

suficientemente fuerte como para buscarla.

239
El Club de las Excomulgadas
Más que eso, sabía que tenía que hacerlo. Ese defensor hijo de perra tenía a
Petra, y no había manera de que Kiril se dispusiera a dejarla a la misericordia de
ese vampiro hijo de puta.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Lenta, metódicamente, se concentró en su respiración, despejando su mente,
limpiando su alma. Una vez que su mente estuvo vacía, empezó a llenarla de
nuevo, esta vez con los recuerdos de Petra. La forma en que se veía, la forma en
que se echaba a reír, la forma en que olía.

Su pecho se oprimió, y tuvo que forzar a la emoción a ir hacia abajo. Ahora no


era el momento de desear o tener miedo. Ahora era el momento de estar tranquilo.
De alcanzarla.

De encontrar a su hermana.

Su mente se metió en la oscuridad, sondeando y buscando, buscando su aura, su


espíritu.

Buscando, pero sin encontrarla.

Dedos de pánico recorrieron su columna, y Kiril apretó la foto más fuerte.


Estaba muy lejos ahora, Montegue la había llevado muy lejos, y el vínculo entre
Kiril y su hermana se había estirado al máximo. Pero no se había roto. Podía
seguirlo. Podía moverse en su mente a lo largo de los extremos pelados de la
madeja, elevándose sobre las montañas, sobre las carreteras, sobre las llanuras
cubiertas de hierba.

Se movía con una velocidad inimaginable en su mente, atravesando el país,


volando sobre el océano, y luego… nada.

Se detuvo.

Simplemente se detuvo.
J.K. Beck

240
El Club de las Excomulgadas
Querido Dios, ¿se habría perdido en el mar? Agujas de pánico irrumpieron por él, y
se quedó quieto, casi rompiendo el hechizo. Pero se obligó a mantener la calma. A
pensar, y a buscar.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


A llamar a su hermana y a encontrarla. No al rastro espiritual que ella había
dejado, sino a ella. A su mente. A sus pensamientos.

A su destino.

Se encerró en sí mismo, se abrió para ella. Tendiendo la mano sólo para ella.

Pero no había nada. Sólo oscuridad. Sólo silencio, hasta que el peso de la
pérdida y el horror se abalanzaron sobre él con tal intensidad que fue casi
demasiado para soportar.

Entonces, como un destello de luz contra una pared de tono negro, la sintió. La
atrapó. No donde estaba, sino a dónde iba. Y aunque no pudo sostenerse… no
pudo rastrearla con la suficiente fuerza como para seguirle la pista a su ubicación
actual… no había duda de esa sola palabra.

París.

*********

—Excelente —dijo Tariq en su teléfono—. No saltes sobre mi autoridad, y


llámame cuando los tengan en custodia —Cerró el teléfono y le dio a Elric una
mirada de suficiencia.

Su teniente desvió su atención de la casa del hermano de Tariq.

— ¿Nueva York?

—Correcto.
J.K. Beck —

—Bien dicho, hombre —dijo Vale desde el asiento trasero, donde tenía
enfocados unos prismáticos en la casa de Kiril. El hermano se había estado

241
El Club de las Excomulgadas
moviendo por el interior durante un tiempo. Salía poco, y cuando lo hacía, el
equipo estaba listo para seguirlo.

—Fue una maldita buena llamada —se hizo eco Elric, y Tariq tuvo que asentir.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Claro que sí. El cerco se está apretando. Tal vez el estúpido intento de mi tío
nos hizo un favor, después de todo — había estado furioso cuando descubrió el
intento de acabar en el vuelo con la vida de Petra Lang. Le había dicho a su tío
categóricamente que no sólo no había sido informado de la operación, sino que era
demasiado malditamente arriesgado en primer lugar. Cuando el maldito avión
había caído del cielo se había sentido absurdamente reivindicado. Quiso llamar a su
tío y regodearse, pero la razón y el sentido común le habían impedido hacerlo.

El avión se había estrellado en un campo en el estado de Nueva York, y no había


habido pérdidas de vidas humanas, lo que había sido una suerte, ya que eso hacía
más fácil el trato con la Administración aeronáutica, y que la División pudiera
facilitar y presionar a las autoridades humanas. Pero eso no le importaba mucho a
Tariq. Lo que consideraba una bendición era el hecho de que el escape de la chica y
de Montegue le hiciera saber que estaban en Nueva York. Y el apartamento de
Sergius era la mejor conjetura para esconderse.

—Fenrig tiene un contacto en la División 12 —dijo Tariq, refiriéndose a uno de


los agentes de la Alianza apostados en Nueva York—. Pondrá sus manos sobre la
vigilancia y el archivo de la investigación sobre Sergius, y así tendremos la
dirección del apartamento del vampiro y de su fortaleza subterránea. Enviará
equipos a ambos lugares. Es una buena apuesta que estén en uno u otro.

Una apuesta muy buena, y estaba seguro de que pronto, muy pronto, Fenrig
tendría a Montegue bajo custodia, y la perra estaría muerta.

Sólo deseaba poder viajar por todo el país lo suficientemente rápido como para

verlo.
J.K. Beck

Pero no, era mejor quedarse con el hermano. Sus entrañas estaban seguras de
que estaban en Nueva York, pero hasta que tuviera una confirmación sólida,

242
El Club de las Excomulgadas
trabajaría en el caso. Permanecería con el hermano, vería a dónde iba, y esperaría el
informe desde Nueva York. Tenía un equipo en París, también. El avión
accidentado pertenecía a Gunnolf, y era una buena apuesta que el líder weren

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


hubiera atraído a los objetivos a Francia ofreciéndoles refugio. Era probable que no
continuaran ahora que sabían que Gunnolf los había jodido, pero nunca se sabía.
Podía ser que tuvieran otra razón para huir allí, y Tariq no pasaría por alto ninguna
posibilidad. No ahora, cuando su futuro estaba en juego.

Tocó su teléfono, pensado en llamar a su tío y hablarle de la situación de Nueva


York, pero vaciló. Si ponía sus esperanzas con Dirque y luego la misión fallaba, su
tío lo vería como un fracaso de Tariq.

No, era mejor esperar y llamarlo cuando pudiera decirle que la chica había
muerto.

Satisfecho, cerró su teléfono y lo guardó en el bolsillo. Su tío tendría que esperar.

—Oye, mira —dijo Vale. Estaba mirando la casa, cuyas luces estuvieron
parpadeando rápidamente —. Es posible que haya algo.

Elric hizo girar la llave, encendió el motor, pero dejó las luces apagadas. Todos
observaron la puerta delantera y el coche aparcado en la acera justo frente a la casa.

—Vamos, tío grande —Dijo Elric—. Llévanos a la pequeña zorra.

Como si las palabras hubieran tenido su propio poder, la puerta se abrió de


golpe. Tariq contuvo el aliento, esperando, pero el hermano no estaba allí.

— ¿Qué mierdas?

En el jardín, los rosales empezaron a balancearse, con el movimiento haciendo


que se encendieran las luces del detector de movimiento, con el brillo áspero de

focos iluminando la zona.


J.K. Beck

— ¿Una tormenta? —dijo Vale.

243
El Club de las Excomulgadas
—Joder, no —dijo Tariq, explorando la zona, en busca del hijo de puta—. Sabe
que estamos aquí.

Las palabras de Tariq seguían flotando en el aire cuando ese mismo aire

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


comenzó a girar, con tal violencia que la Explorer comenzó a temblar y, entonces,
vertiginosamente, a girar, mientras se elevaba de la tierra, más y más alto, girando
cada vez más rápido hasta que las ruedas estuvieron al nivel de la azotea.

— ¡Mierda! — Elric gritó. Y luego, antes de que pudieran sacar sus armas o
pensar en cómo responder, el viento se detuvo y el vehículo cayó como una piedra
a la calle.

Los hombres gruñeron, sacudidos por el impacto, y luego miraron hacia arriba
para encontrar a Kiril Lang sonriéndoles por la ventanilla del lado del conductor. El
motor seguía en marcha, y Elric apretó el control para bajar la ventanilla.

—No es educado espiar a la gente —Kiril les envió una sonrisa, ancha y
blanca—. Sólo pensé en compartir ese dato con vosotros, por si vuestras madres no
os lo hubieran enseñado.

— ¿Dónde está tu hermana, Lang? —Vale exigió, y Tariq, aunque quiso golpear
al idiota por haber revelado la razón de su vigilancia, a la vez estuvo malditamente
seguro de querer oír la respuesta.

— ¿De verdad quieres que te lo diga? —preguntó—. ¿Dónde está la diversión en


eso? —Luego le hizo un guiño, una vez y se fue tranquilamente a su brillante
Honda de color rojo, como si fuera el dueño de todo el maldito mundo.

— ¿Y ahora qué? —Elric preguntó.

—Escuchaste al hombre. —Dijo Tariq, temiendo poner eso en su informe para


su tío—. Lo seguiremos.
J.K. Beck —

*********

244
El Club de las Excomulgadas
—Algo está mal —dijo Petra, sintiendo la subida salvaje dentro de ella mientras
estaban en el hall de entrada de Serge. Era una sensación dura, cruel, y aunque le
llenaba el interior, sabía que no era suya.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Qué? —dijo Nicholas inmediatamente a su lado. La agarró por la muñeca—.
¿Estás bien?

Ella tiró de su muñeca, lamentando el hecho de que no se hubiera puesto los


guantes.

—La salida del sol será muy pronto. No podemos arriesgarnos a sentirnos
demasiado cómodos.

Sus ojos eran suaves, pero su expresión era dura mientras tomó sus manos entre
las suyas.

— ¿Qué pasa?

—Es algo con Serge —dijo, cediendo a la seducción de su toque y deslizándose


cerca de él. Envolvió sus brazos alrededor de ella, y absorbió la seguridad que le
ofrecía—. No sé. No lo sé. —Escupió las palabras, frustrada por la niebla que
parecía detenerse en esos sentimientos o visiones o lo que sea que fueran—. Los
sueños son todavía totalmente extraños, pero cuando estoy despierta, la sensación
es cada vez más clara. Todavía no puedo precisarla, sin embargo. Es como una
niebla que se levanta, sólo que aún no puedo ver a través de ella. Pero hay algo en
la niebla, Nicholas. Algo horrible, y que quiere hacer cosas horribles.

Se apartó de ella, y aunque odió que rompiera el contacto, sabía que era para
que pudieran mirarse las caras.

—Es por eso que estamos haciendo esto —dijo él—. Por lo que estamos en busca
de una cura. Así que todo lo que se avecine será algo terrible, que podremos detener

antes de que suceda. Estamos protegidos con una fuerte seguridad. Así que
J.K. Beck

cualquier pensamiento de él llenando tu cabeza, recuerda que sólo es un


pensamiento. No importa lo horrible que se ponga, no es real.

245
El Club de las Excomulgadas
Ella contuvo el aliento y asintió. La sensación de Serge se estaba desvaneciendo,
y obligó a los pensamientos restantes a ir hacia abajo, centrándose únicamente en
Nicholas. Y en conseguir salir como el infierno de allí antes de la salida del sol.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Estamos listos? —Le preguntó Nicholas—. ¿Lo tienes todo?

Petra asintió. Su propia mochila se había perdido cuando el avión se había


estrellado, y si bien había odiado perder su diario y la Biblia de la familia, no había
nada destacable ni en el equipaje, ni en la ropa. Todavía llevaba pantalones
vaqueros, pero se había cambiado con una de las camisetas de manga larga de
Serge. Era demasiado grande, pero era cómoda y estaba limpia, y justo en ese
momento, eso era lo que contaba.

Había metido algunos de sus calcetines en una bolsa, junto con las bombas de
humo en cinco preservativos. Los bolsillos laterales de la bolsa tenían dos botellas
de refresco llenas con limpiador de baño, y sus bolsillos contenían las bolas de
papel de aluminio, y un encendedor de cigarrillos.

Había considerado echar todo el equipo en una mochila, el apartamento de


Serge rivalizaba con un centro comercial por todas las opciones que ofrecía, pero
Nicholas había insistido con el bolso.

—Llévalo para que cuelgue delante de ti. Te dará un fácil acceso a las armas, y
tus manos estarán libres.

Él llevaba una bolsa similar llena de artículos parecidos. Y una vez que llenaron
sus mochilas, ella se puso los guantes y se dirigió hacia las escaleras. El
apartamento estaba en el piso 35, pero Nicholas estaba preocupado por su
seguridad en un ascensor.

—Es aún más cerrado que un hueco de escalera —había dicho, y aunque ella
estaba de acuerdo, sus piernas estaban menos que encantadas con el plan.
J.K. Beck —

—Por lo menos iremos hacia abajo y no hacia arriba —dijo al llegar al destino en
el duodécimo piso.

246
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué tan cerca estamos de la salida del sol? —preguntó él mientras
continuaban bajando.

Se detuvo para echar un vistazo a su reloj.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Cuarenta minutos. Tenemos que darnos prisa, si vamos a llegar al aeropuerto
sin que necesite una pala para subirte al avión.

Al parecer no tenía prisa, porque en lugar de continuar hacia abajo, retrocedió


dos escalones atrás hasta ella.

— ¿Qué estás…?

La hizo callar con un beso, largo, profundo y persistente.

—Recuerda eso —dijo—. Incluso una vez que salga el sol, quiero que recuerdes
mi beso. Quiero que recuerdes mis manos sobre ti —apretó la mano en su mejilla—
. Estamos en esto juntos. Hasta el final, Petra. Y más allá.

Ella tragó, abrumada por sus palabras y por el conocimiento de que estaba
guardando un secreto de él, la cura misma que los había metido en eso en primer
lugar. Quería decírselo, quería desesperadamente encontrar suficiente confianza en
su corazón para creer que podía decirle la verdad y saber que él se quedaría de pie a
su lado y la protegería.

Pero aun cuando abrió la boca para hablar, las palabras no salieron. En cambio,
una sola lágrima hizo un camino por su mejilla, y él se la limpió con el dorso de su
pulgar, y luego apartó la mano.

—No más —dijo, y le sonrió—. Pero tenemos la próxima luna azul para esperar.

Sabía que estaba tratando de hacer que se sintiera mejor, y le devolvió la sonrisa,
pero no hubo placer en ella. Se sentía cruda y vacía. Toda su vida había anhelado

esa noche, y ahora que la había tenido, el peso de su vida apretaba aún más que
J.K. Beck

antes. Ahora sabía lo que se estaba perdiendo, y aunque le gustaba creer que estaría
satisfecha sólo con el recuerdo del toque de Nicholas, sabía que era una carga de

247
El Club de las Excomulgadas
mierda. Nada la satisfaría, excepto la cosa real, y eso era algo que el destino le
había arruinado.

Maldita sea.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él aceleró el paso, y ella tomó la iniciativa de los próximos pisos, pero cuando
llegaron al rellano del cuarto piso, Nicholas le dijo que se detuviera, apresurando el
paso para ponerse frente a ella.

Esperaba que dejaran la escalera en el vestíbulo, pero en cambio, él siguió


bajando hasta el sótano.

—Por aquí —dijo Nicholas, llevándola a través de la húmeda habitación a un


lavadero lleno con el olor de detergente y moho—. Aquí.

Apartó una cortina que colgaba de una mesa para revelar un agujero en la pared
que conducía… bueno, no estaba segura de adonde llevaba.

—Yo iré primero —dijo él—. Mantente cerca.

Entraron en un sistema de túneles oscuros llenos de olores de desechos humanos


y de comida podrida. Se mantuvo cerca de Nicholas, bordeando con las piernas a
unas pocas personas sin hogar que dormían allí, y haciendo una pausa cuando el
suelo alrededor de ellos comenzó a hacer ruido.

—Esto se conecta con el sistema del metro —dijo Nicholas—. Iremos por un
túnel de servicio a una de las plataformas y luego tomaremos el tren hacia el
aeropuerto.

Un buen plan, pensó ella, sobre todo después de haber caminado durante cinco
minutos o más y todavía no se veían señales de los Agentes de la Alianza a la
espera de saltar sobre ellos. Todo ese trabajo para hacer las cosas explosivas, y ni

siquiera las habían necesitado.


J.K. Beck

—Quédate aquí —dijo Nicholas cuando se acercaron a un túnel de


intersección—. No es mucho más lejos.

248
El Club de las Excomulgadas
Dijo un silencioso agradecimiento, su nariz estaba aturdida por el olor, y dio la
vuelta a la esquina con impaciencia...

... entonces se paró en seco cuando fueron atacados por tres chicos grandes: un

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


genio, un vampiro y un hombre lobo por su aspecto.

Los tres saltaron sobre Nicholas, obviamente tratando de deshacerse de él y


dejarla sin protección. Pero no dejaría que se salieran con la suya. Tomó una
botella de refresco de su cartera, la abrió, dejó caer tres bolas de papel de aluminio,
y luego la arrojó cerca de sus pies.

— ¡Nicholas! —gritó, y vio como él se tiraba a un lado, mientras los otros tres,
más lentos para reaccionar, volaron hacia atrás por la fuerza de la explosión.

Una gran cantidad de fuerza.

Se quedó asombrada con todo, muy, muy impresionada.

Nicholas, por su parte, había preparado otra bomba, y la arrojó sobre el grupo.
El artefacto explotó a los pies del vampiro, atrapando su ropa y prendiéndola en
llamas.

La criatura se transformó en vapor de inmediato, con la propia acción


extinguiendo las llamas, y Petra tomó una de las bombas de humo en un condón, la
encendió y la arrojó a la niebla.

No tenía idea de si eso estropearía la energía para moverse del vampiro, pero la
hacía sentirse mejor.

Mientras lo hacía, el genio había atacado a Nicholas, tirándolo al suelo. Corrió


hacia ellos, planeando sacar a la criatura fuera de Nick, pero se retiró por un tirón
en su brazo. Se tambaleó hacia el weren que la había agarrado, y levantó una mano

para detenerla, pasando los dedos por su mejilla mientras lo hacía.


J.K. Beck

Ella se quedó paralizada, y él también.

249
El Club de las Excomulgadas
Y no cambió.

Ella contuvo el aliento, al darse cuenta que todavía no había salido el sol.
Todavía era una luna azul. Y eso significaba que podía tocarlos.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Con los dientes apretados, hizo una bola con el puño, poniéndole algo de
energía, y cerró de golpe los nudillos directo en la nariz del bastardo, todo eso
mientras él todavía estaba allí de pie, conmocionado, obviamente, preguntándose
por qué no se había convertido en un chico monstruo.

Ella sacudió su puño. Le dolía, pero maldita sea se sentía bien.

— ¡Las bombas de humo! —dijo Nicholas. Mientras ella golpeaba al weren,


Nicholas había salido de debajo del genio.

Una gran explosión sacudió la zona, y se dio cuenta de que él había lanzado la
última de sus botellas explosivas. Ahora quería cubrir sus huellas con humo.

Corrió hacia él, tratando de manejarlo, pero estropeando las cosas a su paso. Al
final, se las pasó a él, y perdió cuatro. Las bombas explotaron en sucesión, dejando
el cruce de túneles hecho un lío lleno de humo.

—Date prisa —la instó Nicholas, y mientras corrían, oyó el chirrido de su móvil.
No respondería hasta que no estuvieran seguros de haber perdido a sus atacantes,
estando seguros en el tren que se dirigía hacia el aeropuerto.

Sólo entonces dio un golpe al botón para recuperar el correo de voz. Y mientras
escuchaba, Petra se echó hacia atrás en el asiento de plástico, respirando con
dificultad, pero sintiéndose viva. Se miró la mano que había golpeado. Viva, pensó,
y pateadora de traseros.

Nicholas metió el teléfono en el bolsillo, y estuvo a punto de preguntarle si había


visto su primer puñetazo. Sin embargo, la expresión de su rostro se lo impidió.


J.K. Beck

— ¿Qué pasa?

250
El Club de las Excomulgadas
—Serge se escapó —dijo, con su tono de voz plana.

— ¿Se escapó? —No podía poner su cabeza alrededor de eso—. ¿Cómo diablos
pudo haber escapado?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Nicholas se limitó a sacudir la cabeza.

—Luke estaba allí con Rand y Lissa. De alguna manera, simplemente atravesó el
cristal.

Ella cerró la mano con fuerza sobre el asiento a su lado.

— ¡Maldita sea! Me seguirá, Nicholas. Va a matar por mi culpa.

—Lo detendremos —dijo Nicholas con voz firme. Sin tonterías—. Luke y Rand
lo encontrarán. Lo capturarán. Y lo curaremos.

—Sí. Bien, aquí una pregunta… ¿por qué diablos siguen vivos aún?

Esa era una muy buena pregunta, pensó Nick.

—No lo sé —dijo con sinceridad—. Tampoco Luke. Serge atacó, y él… Bueno,
al parecer, le robó su esencia.

Ella lo miró fijamente.

— ¿Dímelo de nuevo?

Se lo explicó, y cuando terminó ella lo estaba mirando todavía.

—Pero... pero ¿están bien?

—Luke dice que los dos están bien. A pesar de que tardó horas, volvieron a la
normalidad.
J.K. Beck —

—Gracias a Dios. ¿Y no les hizo daño?

Nick vaciló.

251
El Club de las Excomulgadas
—Luke piensa que lo habría hecho. Pero se detuvo. No está seguro de por qué.
Dijo que parecía que tenía otros planes —la miró fijamente—. Tus sensaciones.
Petra, ¿hay algo más me puedas decir?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella sacudió la cabeza.

—No. Te lo dije. Es vergonzoso. Extraño. Ni siquiera me di cuenta de que había


escapado. La conexión simplemente no es tan cercana.

Nick asintió, y a pesar de que la conexión podía ayudar, sólo podía estar
contento de que entre todas sus otras cargas, ella no tuviera que vivir dentro de la
mente de un monstruo, también.

J.K. Beck —

252
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintitrés

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Luke había visto mucho durante sus años en la tierra, pero el baño de sangre en
la mansión de Dirque fue suficiente para hacer que incluso su estómago se
revolviera. Uno de los guardias del perímetro había descubierto el cuerpo de
Dirque, o, mejor dicho, los trozos del cuerpo, menos de una hora antes en un
cambio de turno, y ahora la casa estaba llena de técnicos en la escena del crimen y
de investigadores, entre ellos el agente Ryan Doyle, un demonio perceptor al que
Luke había llamado una vez, y que ahora no intentaba llamar en absoluto.

Faltaban casi tres horas hasta el amanecer, y la mayoría en Los Ángeles seguían
dormidos. Pero no en esa casa, ahora pintada, literalmente, con sangre. Las paredes
estaban salpicadas de sangre, y en la carnicería un dedo había trazado la palabra
matar una, y otra, y otra vez. Y en todas partes, estaba el número tres.

En medio de la carnicería, la actividad reinaba, todo el mundo estaba tan


ocupado como le era posible, sus mentes se centraban en el trabajo para no tener
que hacerlo en la pregunta que flotaba en silencio en el aire… ¿Quién rayos podría
haber hecho eso?

Esa pregunta no estaba en la mente de Luke. Ya sabía la respuesta. Serge.

Junto a él, Tiberius se detuvo tan alto como era, con sus ojos oscuros
recorriendo la habitación. Como el gobernador del área de Los Ángeles y miembro
de la Alianza, Tiberius había sido notificado de la muerte de inmediato. Tiberius, a
su vez, había llamado a Luke.

Al otro lado de la habitación, la puerta se abrió, y Tariq se apresuró a entrar.


Miró a su alrededor, su mirada sólo se detuvo brevemente en Luke, después, se
detuvo en Tiberius. Se quedó parado erguido, con los hombros hacia atrás y luego

corrió hacia el gobernador.


J.K. Beck

253
El Club de las Excomulgadas
—Señor — dijo, y mientras Luke lo veía, se dio cuenta de que no había la menor
señal de luto en el genio. Solo una ambición desesperada, tan densa que Luke había
captado su esencia desde el otro lado de la habitación.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Parece que mi teoría era correcta — dijo Tariq. Parado de pie frente a
Tiberius, pero sus ojos se dirigieron hacia los lados, incluyendo a Luke en la
conversación.

—Puede que sea así — dijo Tiberius—, pero aún no se ha establecido. ¿En este
momento estabas vigilando al hermano de la chica? ¿Debo suponer que tu
presencia aquí es porque lo has perdido?

Un color rojo intenso comenzó a extenderse sobre el cuello de Tariq, y Luke


supo que la flecha de Tiberius había dado en el blanco.

—Venía a informar sobre ese mismo tema, cuando me enteré de la muerte de mi


tío.

—Tienes mi más sentido pésame — dijo Tiberius—. ¿Qué pasó con el hermano?

—Lo seguimos hasta el aeropuerto, y a la luz de sus anteriores acciones, creemos


que es seguro asumir que viajará para reunirse con su hermana.

— ¿En dónde?

Tariq se aclaró la garganta.

—Compró cinco billetes online antes de salir de su casa, señor, en líneas aéreas
diferentes, todas con esencialmente los mismos horarios de salida.

Luke reprimió una risa. El hermano era inteligente, muy bien.

—Se lo encargué a cinco agentes, cada uno con un billete en uno de los vuelos.

Permanecerán en el aeropuerto hasta embarcar justo después del amanecer, y


J.K. Beck

veremos qué vuelo toma realmente Kiril. Dicho esto, creo que ya sabemos su
destino.

254
El Club de las Excomulgadas
— ¿Y cómo es así?

—Los billetes son para Londres, Zurich, París, Frankfurt y Roma. De todas, ya
estamos al tanto de una conexión en París.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Deseas tomar ese riesgo?

—Sí —Dijo Tariq—. Si utilizo la División para-demonios como escolta, mi


equipo y yo podremos viajar a París por el agujero gusano11 y llegar antes que Kiril.

— ¿Y si no lo alcanzas en absoluto? ¿Si se baja de un avión en Roma?

—Entonces, al menos estaré en Europa.

—No puedo encontrar ningún defecto en tu razonamiento. Ve. E infórmame


cuando llegues.

Tariq inclinó la cabeza.

—Señor —Dijo, y luego se volvió para irse, sin darle a Luke siquiera un segundo
vistazo.

Tiberius miró a Luke.

—No le gustas desde hace tres siglos, y no le gustas todavía. ¿Por qué?

—Es una serpiente.

—Es ambicioso. ¿Es eso un crimen?

—Es una serpiente. —Repitió Luke, y pensó en Sara en su celda y su plan para
liberarla. Con suerte, la oportunidad se presentaría aquí.

Junto a él, Tiberius estaba una vez más mirando la carnicería.


J.K. Beck —

11 En física, un agujero de gusano, también conocido como un puente de Einstein-Rosen y en


malas traducciones españolas "agujero de lombriz", y es esencialmente un "atajo" a través del
espacio y el tiempo.

255
El Club de las Excomulgadas
—Dime la verdad, Lucius Dragos, no bajo el vínculo de la amistad, sino del
vínculo de un Kyne —Dijo, refiriéndose a la hermandad secreta que servía para la
Alianza—. ¿Tariq se ha tropezado con la verdad? ¿Sergius todavía vive?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Luke consideró mentirle, pero abandonó la idea. Sin importar sus errores de
juicio, Tiberius era su amigo. Más que eso, en la medida en que había controlado a
su demonio, Luke tenía que darle a Tiberius las gracias. El vampiro más viejo lo
había forzado dentro de la Retención, lo había hecho Kyne, había confiado en él su
vida más veces de las que Luke podía contar.

Él había guardado el secreto por el bien de Serge. Pero el monstruo estaba afuera
ahora, y la muerte de Dirque era sólo el comienzo. Cuando él y Nick habían
capturado a Serge después del cambio, había sido salvaje, feroz y fuerte, y le había
parecido bastante malo. En los meses que habían pasado, sin embargo, se había
vuelto exponencialmente más fuerte y había desarrollado algunas nuevas
habilidades bastante desagradables, junto con un importante nivel de control. Luke
pensó en la manera en que Serge había sacado el poder de él. La forma en que
había tomado la apariencia de un weren después de robarle el poder a Rand.

Más que todo él pensaba en la manera en la que Serge había estado allí, había
mostrado conciencia en su rostro, con su expresión vuelta hacia adentro, como si
estuviera calculando o revisando un plan de ataque.

Serge era algo nuevo e incluso más peligroso, eso era malditamente seguro.
Antes, Tiberius le había dicho a Luke que el Toque de Petra podría provocar el fin
de la Alianza. Ahora creía entender lo que el maestro había querido decir.

—Sí. —Dijo finalmente—. Él vive.

—Ya veo — Tiberius se quedó firme y recto, con el poder pareciendo irradiar de
él, como si tuviera que trabajar duro para mantenerlo dentro, como si una palabra

equivocada hiciera explotar a todo el mundo—. Y sin embargo, no teníamos


J.K. Beck

ninguna señal. Las calles han estado libres de violencia… De este nivel en todo
caso. No ha comenzado hasta ahora. ¿Por qué?

256
El Club de las Excomulgadas
—Estaba encerrado —dijo Luke.

Tiberius levantó la ceja.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Y decidiste simplemente dejar que se fuera? — Había un toque de humor en
sus palabras a pesar de la gravedad del tema, y por ello, Luke se alegró. No habría
represalias para él ni para Nick, tal vez la brecha entre ellos y Tiberius no sería
permanente.

—No exactamente, Excelencia.

— ¿Y ha sido confirmado que esto es obra de Serge?

—No lo sé — dijo Luke, buscando en la habitación hasta que encontró a Doyle


en un rincón, con el rostro pálido y los músculos flácidos. Su compañero, Severin
Tucker, sostenía el brazo de Doyle y comenzó a instarlo a ir hacia la puerta. Luke
se movió para interceptarlo, con Tiberius a su lado.

—Una palabra — dijo Luke.

—Te daré cuatro —respondió Doyle—. Vete a la mierda.

— ¿Qué viste? —Tiberius le preguntó, aparentemente sin inmutarse por el


veneno de Doyle.

—Pregúntenle a él — dijo Doyle, levantando la barbilla hacia Luke—. Maldito


bastardo egoísta, va y consigue involucrar a su mujer en este lío. Consiguiendo
meter a Sara en una celda. No la mereces, maldito chupasangre.

Luke dio un paso adelante, con las manos apretadas en puños de rabia cuando el
demonio se levantó en su interior. Sólo la mano de Tiberius sobre su hombro salvó
a la fea cara de Doyle de volverse aún más fea.

—Yo te lo estoy preguntando, agente Doyle — dijo Tiberius.


J.K. Beck

—Está bien, maldita sea.

257
El Club de las Excomulgadas
— ¿Pudiste tener una visión clara del Presidente Dirque?

—Sí, tuvimos suerte. El guardia lo encontró cuando todavía estaba caliente —


Luke sabía que el don de Doyle le permitía ver la última visión y la emoción de una

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


víctima. Verlo y procesarlo. Pero una vez que la muerte se enfriaba y el aura se
desvanecía, incluso el don de Doyle no podía llegar a conseguir una visión. Miró
entre Luke y Tiberius—. No creo que escucharan ustedes nada que no sepan ya,
pero en caso de que quieran escucharlo oficialmente, entonces sí, nuestro asesino es
Sergius.

El movimiento de cabeza de Tiberius fue rápido y agudo.

—Gracias, agente. Eso es todo.

Doyle vaciló antes de sucumbir al tirón de Tucker en su brazo, y en ese


momento de duda, Luke vio el desprecio de él por los vampiros pintado por toda su
cara, tan claro que estaba seguro de que Tiberius lo había visto también. El
gobernador, sin embargo, no habló de ello.

En su lugar, se mofó de Luke.

— ¿Hiciste esto por amistad? —Le preguntó, tirando a Luke a un rincón


tranquilo donde no fuera escuchado—. ¿Tienes alguna idea de los horrores que tu
amigo puede causar?

Una furia fría quemó a Luke.

—Vi a mi esposa hoy por veinte minutos, Tiberius, en una maldita celda. En una
celda. Dime lo que deseas decirme, y hazlo con toda claridad. O no me digas nada
en absoluto.

Tiberius lo estudió, y luego asintió.


—Te dije antes que se había profetizado que el Toque de Petra podría traer la
J.K. Beck

destrucción de la Alianza.

258
El Club de las Excomulgadas
—Lo hiciste.

—Sería a través del monstruo que ella crearía — Respiró y empezó a recitar—.
Por el toque de Eva, la destrucción se levantará… un tercero, poderoso y cambiado, emergerá

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


de la tierra, y tirará los pilares sobre los que las sombras rigen, y recuperará lo que había sido
robado.

Luke escuchó las palabras... y temió entenderlas. Se dio la vuelta, mirando la


violenta habitación y la pared cubierta de graffiti y la forma del número tres.

—El tercero —Dijo—. ¿El tercer hermano? ¿Estás diciendo que el tercer
hermano se manifestará dentro de Serge, y él destruirá a la Alianza?

—Los pilares sobre los que las sombras rigen, sí — Tiberius extendió el brazo
sobre el ambiente—. Ha comenzado —dijo—. Y ahora tengo que recurrir a la
obligación de la amistad y a tu juramento como Kyne.

Luke se puso tenso, escuchando. Como Kyne, a menudo llevaba a cabo las
misiones de Tiberius en su papel como enlace vampiro con la Alianza, erradicando
a aquellos que presentaban problemas y que la PEC era incapaz de resolver
adecuadamente. Ahora tenía miedo de que Tiberius lo enviara tras Serge. Y a pesar
de que sabía que su amigo no existía más, no era una tarea que deseara.

Aun así, respiró y le preguntó:

— ¿Qué es lo que me estás pidiendo, Excelencia?

—Serás mi guardaespaldas hasta que este peligro haya pasado.

Luke dejó que las palabras, y el alivio, flotaran a su alrededor. Sabía que debía
aceptar sin dudarlo, pero no lo hizo. En su lugar, examinó la oportunidad que la
solicitud de Tiberius le ofrecía. Una oportunidad que Luke había estado esperando,

pero una que estaba llena de riesgo.


J.K. Beck

Valía la pena el riesgo.

259
El Club de las Excomulgadas
—Sería un honor, Excelencia —Dijo—. ¿Quiere saber el costo de dicho servicio?

Tal como esperaba, los ojos de Tiberius se abrieron con sorpresa y enojo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿El costo? ¿No eres un kyne?

—Lo soy —Dijo Luke, manteniendo su discurso formal y respetuoso—. Y un


amigo, también. Pero a mi esposa se le acusa de traición y hasta ahora está sentada
en una prisión. Puedes ponerla en libertad.

—Ella ayudó en una fuga de la prisión.

—Fue acusada de eso — reconoció Luke—. Fue una trampa.

Tiberius inclinó la cabeza para estudiar a Luke.

— ¿Lo fue? ¿Por quién?

— ¿Quién puede estar seguro? —Dijo Luke—. Pero sé que Tariq fue el
encargado de encontrar a la persona dentro de la división que ayudó a Nick, una
tarea que realizó con una rapidez notable teniendo en cuenta el número de personas
en la nómina de la División. Irónico, ¿no es así?, arrestar a la esposa de un hombre
que desprecia —Esbozó una sonrisa—. Como has señalado, existe una gran
animosidad entre nosotros. Es una lástima que tuviera que extenderla a Sara.

Tiberius consideró todo eso, y Luke pudo ver en su rostro que estaba
considerando la situación real, y no sólo la mentira conveniente que Luke había
retorcido.

—Podría insistir en la libertad de Sara. Incluso puedo instar a Bosch a aceptar


que ella fue víctima de una trampa. Entiendo que tiene una carrera prometedora, y
que se debe reparar cualquier daño a su reputación. Sin embargo, la evidencia
contra Tariq es toda circunstancial. Nunca sería un caso suficiente para condenarlo.
J.K. Beck —

—Es una lástima —Dijo Luke, sabiendo que ese hecho aliviaría la conciencia de
Sara. Ella no sería capaz de seguir cómoda, mientras otro pagaba por su crimen—.

260
El Club de las Excomulgadas
Tal vez sabiendo que su intento por tenderle una trampa falló, sería suficiente
castigo.

— ¿Y permanecerás a mi lado hasta que este asunto se resuelva con Sergius?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Lo haré.

Tiberius asintió.

—Entonces tienes mi palabra. Sácame de forma segura de esta crisis, y Sara


quedará en libertad.

Luke se relajó, cuidando de no dejar a Tiberius ver la profundidad de su alivio.


Había esperado una batalla más larga y mucho más indignación por parte de
Tiberius. Que el maestro vampiro lo hubiera admitido con tanta facilidad era
prueba del peso de su miedo.

Luke se pasó una mano por el pelo, tratando de organizar sus pensamientos. Eso
significaba que la situación con el monstruo era peor de lo que había imaginado, y
sin embargo...

Miró a Tiberius, expresando sus pensamientos a medida que se hacían evidentes.

—Estamos de acuerdo en que no es Sergius quien cometió este crimen, sino el


monstruo. El tercero.

—Es así.

—Entonces, te digo esto como amigo. Nick está en una búsqueda. Cree que
puede acabar con la maldición y restaurar a Sergius. Si lo hace, ¿Estará nuestro
amigo en libertad?

— ¿Nick está con la chica?


J.K. Beck —

Luke vaciló, sopesando sus opciones, y decidió que la verdad era la mejor
opción en ese momento.

261
El Club de las Excomulgadas
—Lo está.

—Entonces dile que la mate. En el momento en que lo haga, Sergius estará


recuperado.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


J.K. Beck —

262
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinticuatro

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Luke y Tiberius permanecieron inmóviles dentro de la oficina provisional de
Trylag dentro de la División 6. El enlace para-demonio de la Alianza se paseaba,
con su morena cara roja marcada con la frustración e ira y, Luke vislumbró, con
temor. Luke mantuvo su posición al lado de Tiberius, una enorme pistola
tranquilizante estaba atada por encima de su hombro, una pistola automática
estaba enfundada a su lado, y un cuchillo estaba en su muslo. No era su paquete
habitual de armas, pero eran necesarias si quería tener alguna esperanza de derrotar
a Sergius. Incluso entonces, probablemente no estaría bien armado.

— ¿Sugieres que huya? —Trylag le exigió, mirando la cara de Tiberius—.


¿Sugieres que me oculte?

—Sugiero que hagamos lo que podamos para evitar que esa profecía suceda —
dijo Tiberius—. Eres el gobernador de Australia y los territorios del Lejano Oriente,
¿no? Ve allí, entonces, y enciérrate en un lugar impenetrable, hasta que nuestros
agentes puedan matar a este monstruo.

Trylag se burló.

—Y sin embargo, está en libertad. ¿Crees que no puedo oler una trampa? ¿Crees
que pienso que la enemistad que ha habido entre nosotros, simplemente ha sido
borrada?

—Eres un tonto mezquino —gruñó Tiberius—. No hablo de pequeñas disputas


entre los coordinadores de la Alianza. Estamos preocupados ahora con la
inviolabilidad de la Alianza en su conjunto.

Luke dio un paso adelante.


—Tiberius se ocultará en alguna parte donde Sergius no lo pueda encontrar. —


J.K. Beck

Todo eso era cierto. Rand y Lissa estaban preparando una cámara oculta en una
bodega recientemente adquirida con una serie de nombres y empresas falsos. El

263
El Club de las Excomulgadas
hormigón era grueso, las cerraduras enormes, y el estado del sistema de seguridad
era de la última tecnología. Aun así, Luke instauraría guardias de la Alianza para
que vigilaran las puertas. No correría riesgos para custodiar a Tiberius. Si el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


maestro vampiro moría, el acuerdo para liberar a Sara moriría con él.

Trylag pasó la mano por su barbilla.

— ¿Narid se ha ido ya?

—Lo ha hecho. —El coordinador de los espectros no había necesitado ninguna


persuasión adicional, un hecho que había enfriado a Luke. Los espectros eran muy
difíciles de destruir, y la fuerza muscular no lo conseguía. Si el coordinador de los
espectros estaba de hecho tan asustado, entonces había mucho que temer de ambos,
de la profecía y de Sergius.

Pensó en el baño de sangre que había presenciado en la casa de Dirque, por no


hablar de los cuerpos destrozados de los guardias encontrados a lo largo del
perímetro. Sí. Había mucho que temer.

Movió la pistola tranquilizadora en su hombro, con la esperanza de que no


tuviera que utilizar alguna de sus armas, con la esperanza de que Nick pudiera
convertir a Serge antes de que Luke se viera obligado a defender a Tiberius. No
tenía ningún deseo de matar a su amigo. Para salvar a Sara, sin embargo, no
dudaría. Tiberius se encontraba bajo la protección de Luke ahora.

Los ojos de Trylag se entrecerraron mientras miraba entre Tiberius y Luke.

— ¿Y dicen la verdad? ¿Tiberius hará lo mismo? ¿Se esconderá como un conejo


asustado?

—No hay vergüenza aquí, Excelencia. —dijo Luke, tratando de evitar la


frustración en su voz—. Ha oído la profecía. Estamos luchando contra el destino,

con todos los trucos en nuestro arsenal.


J.K. Beck

—No has respondido a la pregunta, vampiro.

264
El Club de las Excomulgadas
—Sí — replicó Luke—. Tiberius estará encerrado también. Como ya he dicho.

—Dice la verdad — dijo Tiberius—. Saldremos de aquí para ir a mi celda.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Trylag respiró ruidosamente.

—Muy bien — dijo—. Haré lo que dicen. — Inclinó la cabeza, con las manos
cerca de su cuerpo. Se quedó tieso, con su piel tornándose de un color naranja
bruñido que parecía reunirse en sus manos.

Estaba recogiendo poder, Luke lo supo. Pronto, el para-demonio lo recogería, y


con la mano, desgarraría el tejido mismo del universo. Ese era un regalo especial
para-demonio, la creación de un agujero gusano, y a través de él, Trylag podría
viajar a su territorio en casi un abrir y cerrar de ojos.

La puerta del pasillo de la oficina de la División 6 se abrió, y Luke dio un doble


parpadeo cuando vio a Nick entrar. Una fracción de segundo más tarde, empujó a
Tiberius al suelo y levantó la pistola tranquilizante, disparando… ya que no era
Nick. Era Serge, utilizando el poder del genio que había sacado de Dirque para
lanzar un hechizo… y usar su poder propio y único, para drenar a Tiberius, Luke y
Trylag.

Los dardos tranquilizantes ni siquiera detuvieron a Serge, sin embargo, se lanzó


hacia Trylag y empezó a arrancar las extremidades del para-demonio, todo al
mismo tiempo que la condenada criatura aullaba de dolor.

Luke quiso simplemente transformarse en niebla y salir pitando de allí, pero


Serge le había robado ese poder. Luke tenía más fuerza de la que había tenido en el
almacén, y tuvo que asumir que era porque Sergius se había centrado en Trylag, y
haberle drenado la energía era sólo una medida preventiva para protegerse a sí
mismo mientras atacaba al para-demonio.

Consideró dispararle balas reales, pero era obvio que no había esperanza para el
J.K. Beck

para-demonio. Y si disparaba, acabaría por llamar la atención sobre sí mismo y


sobre Tiberius.

265
El Club de las Excomulgadas
Con Sara llenando sus pensamientos, instó a Tiberius a ir a la puerta y tiró de
ella cerrándola.

— ¡Vete! —Le gritó a Tiberius, quien corrió por el pasillo mientras Luke se

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


movía a la oficina de al lado y empujaba a un lado a una mujer weren flaca para
poder llegar a su teléfono—. Seguridad —dijo, y luego ordenó que la oficina de
Trylag fuera rociada con gas, instituyendo una medida a prueba de fallos de
protección que existía en toda la División.

La mujer le había mirado con los ojos muy abiertos, y luego se detuvo mirando
la transmisión del vídeo de la oficina de Trylag, vieron como el humo del gas se
vertía dentro... y no le hacía absolutamente nada a Serge.

El cuerpo de Trylag yacía en el suelo, sin extremidades y sangrando. Y Serge


permanecía delante de él, con la cabeza inclinada, casi como si estuviera
escuchando a alguien llamarlo por su nombre.

Luego inclinó su rostro, y miró fijamente a la cámara. Luke tomó aire, vio la
profundidad de un propósito oscuro en los ojos de su amigo.

Y entonces Serge movió la mano en el aire igual que Trylag había hecho antes.
Movió el brazo en un círculo, girando el aire, y pronto un agujero se abrió, oscuro y
negro.

Con una última mirada hacia arriba, hacia la cámara, Sergius entró en el
agujero… y desapareció.

*********

Petra estaba acurrucada en uno de los asientos del avión, mirando por la ventana
a la ciudad oscureciendo y desapareciendo detrás de ellos, luchando contra un
temblor que se había iniciado en el fondo de sus músculos. Quería dormirse. Para

olvidar que Sergius estaba suelto. Que era una criatura monstruosa que podía
J.K. Beck

robarle el poder a su perseguidor. Que ella tenía algo que ver con la creación de ese
monstruo que soltaría un río de sangre.

266
El Club de las Excomulgadas
Quería hacer caso omiso de las sensaciones horribles que llenaban su cabeza…
oscuras, amargas y llenas de sangre. ¿Habría matado? Sabía que debía haberlo
hecho ya, eso era lo que el monstruo hacía, pero sólo sintió el agujero negro de

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


maldad arremolinándose en algún lugar profundo dentro de ella. Serge, y, Dios mío,
no quería sentirlo. No quería asumir la carga de sufrir el mal de lo que había hecho.

Y seguro que no quería hacerlo sola.

Pero no tenía otra opción. La tierra había girado, y ella estaba sola otra vez.

Nicholas.

No era tonta. Conocía la forma en que el mundo funcionaba. Infiernos, sabía la


forma en que se movía. Él podría haberle dicho cosas dulces y susurrado que
estarían juntos, pero eso no era algo que pudiera mantener. Era Nicholas
Montegue. No era el tipo de hombre que se enamorara de una mujer.
Especialmente de una mujer que podría tener en su cama sólo por una noche cada
unos cuantos años.

Así que mejor levantaría sus murallas de nuevo ahora, antes de que la herida del cañón
cayera sobre ella. Porque, sí, podía ver el dolor venir. Lo odiaba… Dios mío, cómo lo
odiaba… pero era absolutamente inevitable.

La cortina entre la cabina y el pasillo se abrió y él salió, con una sonrisa triunfal
en el rostro.

—Estamos a salvo en una altitud de crucero, y mi amigo el Sr. Piloto


Automático tiene los controles. Nuestro tiempo de vuelo se estima en diez horas, y
llegaremos a París antes de que el sol se levante en la Ciudad de la Luz.

Quiso sonreír y poner alegría a su voz, pero no pudo.


Él frunció el ceño y dio un paso hacia ella.


J.K. Beck

—Y es bueno, también —dijo—. Podrías dormir un poco. ¿Estás bien?

267
El Club de las Excomulgadas
Quería decirle que no lo estaba. Quería que se sentara a su lado y la acariciara
con sus palabras y dejara que tomara algo de su fuerza. Pero sería un error. Ya
había llegado más cerca de él de lo que debería haber estado. Sí, había tenido la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


luna azul que siempre había soñado… lástima que nunca se hubiera molestado en
soñar con lo que sucedería después.

— ¿Qué se dice? — preguntó ella, ladeando la cabeza para mirarlo.

— ¿Qué se dice?

—Ten cuidado con lo que deseas...

Ella vio la llamarada de preocupación en sus ojos y se agarró el asiento junto a él


centro toda su atención en ella.

—Petra, ¿qué pasa?

—Me gustaría estar sola.

—Podría sentarme. Podríamos hablar.

—No—. Tenía que ser fuerte. Se había sentido autosuficiente escapando anoche.
Tenía que controlarse de nuevo. Ya tenía a un hombre prisionero de ella, y no
podía soportar tener a otro. Especialmente a Nicholas, que era un hombre a quien
no le gustaba ser atrapado por una mujer. Estaba demasiado lleno de vida y alegría.

Y la vida con ella era todo lo contrario.

Pensó en Ferrante. En ese misterioso alquimista que Nicholas creía que podría
encontrar una cura para Serge. Ojalá pudiera poner su fe y esperanza en eso
también, pero sabía más que Nicholas. Había un cura ya, y Ferrante probablemente
le diría a Nicholas lo que Petra ya sabía. Que levantar la maldición de Serge era la
cosa más fácil del mundo. Petra simplemente tenía que morir.
J.K. Beck —

No. Una vez que llegaran a París, encontraría un momento para escapar. Kiril
tendría que estar buscándola. Lo encontraría. Huirían, pero…

268
El Club de las Excomulgadas
— ¿Petra?

Cerró los ojos, cobrando fuerza, deseando que el camino que se extendía ante
ella incluyera a Nicholas, pero sabiendo que no podía.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Te dije que quiero estar sola.

Vio una contracción muscular en su mandíbula, y tuvo que luchar con el


impulso de tomar todo de nuevo. De rogarle que le tomara la mano, se sentara a su
lado y le dijera que de alguna manera, juntos, encontrarían un camino para eso. No
lo hizo, sin embargo, y después de un momento él asintió lentamente.

—Como quieras.

Se obligó a no flaquear cuando él se giró y se marchó, volviendo a la cabina y al


asiento del piloto.

Una vez más, estaba sola. Teniendo en cuenta que había estado haciendo lo
mejor para rechazarlo, se sorprendió por lo mucho que le dolía.

La había tocado. Querido Dios, la había tocado, como nadie más había hecho. La
había abierto al placer y al asombro. La había hecho reír y sentir cosas que nunca
había pensado poder sentir.

Cosas que no volvería a sentir por mucho, mucho tiempo.

Frustrada, miró hacia la parte delantera del avión y a la cortina tras la que
Nicholas estaba sentado. Se puso de pie y dio un paso en esa dirección, pero no
pudo recorrer todo el camino, y terminó sólo cruzando el pasillo.

Detrás de ella, la puerta de salida de emergencia dominaba el casco, le echó una


mirada de sospecha antes de hacer clic en los extremos del cinturón de seguridad
con firmeza. Se sentó, dejando que la tristeza pasara sobre ella. Sintiendo las

vibraciones del aeroplano llenándola. Luego cerró los ojos y se esforzó por no
J.K. Beck

llorar, a pesar del apuñalamiento, del conocimiento horrible de que sin importar
qué, no sentiría su toque de nuevo.

269
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinticinco

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Nick se sentó en el asiento del piloto, con algo oscuro y desconocido
retorciéndose a través de él. Trató de analizarlo y supo que no era ira lo que sentía.
Demonios, ni siquiera era frustración.

No, era el desconocido dolor de una pérdida.

Lo había alejado y, maldita sea, su timidez lo había golpeado.

La pregunta era por qué, y vio claramente la respuesta: Ella se había echado para
atrás. Había usurpado el papel de Nick. ¿No era su enfoque estándar una noche con
una mujer hermosa? ¿Muchas gracias, pero me tengo que ir ahora? Ella le había
dado una cucharada de su maldito propio caramelo, y eso era lo que se le estaba
comiendo. No la pérdida, no la propia mujer.

Simplemente la manera en que lo había hecho.

Eso era todo. Simple. Obvio.

Aunque, eso sí, si era honesto tenía que admitir que no estaba en parte irritado
por el hecho de que él, sorprendentemente, había alterado sus propias reglas con
Petra. No era que su costumbre de evitar la continuación de las relaciones de hecho
fuera una regla. Más bien era la ramificación práctica de no encontrar a una mujer
en su cama, que intrigara tanto a su mente como a su cuerpo. Y sin esa conexión,
¿cuál era el punto de acostarse con ella por segunda vez?

Con Petra, habría vuelto, a pesar de que había supuesto que su recelo era igual
de bueno. Su cama no era una a la que pudiera volver. Ella era como Medusa
ahora, su contacto en lugar de su mirada era capaz de alterarlo para siempre.

Lo había apartado casi cruelmente, a pesar de que no era una mujer que alguna
J.K. Beck

vez pudiera creer que sería cruel.

270
El Club de las Excomulgadas
Un golpe repentino de comprensión se apoderó de él, y se sentó en el asiento del
piloto sintiéndose como un maldito idiota. Su maldito ego masculino había sido tan
golpeado por su frialdad y no había pensado en tener en cuenta de dónde había

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


salido, y mucho menos si era o no real. Y, francamente, no creía que lo fuera.

Cerró los ojos, extendiendo la mano hacia ella, buscándola en la sangre que
compartían. Ella no lo deseaba… pero tenía que saber cómo se sentía, lo que estaba
pensando.

Estaba pensando en él.

Su cuerpo estaba caliente, suave y deseoso.

No podía leer sus pensamientos, la conexión no funcionaba de esa manera, pero


estaba seguro de que entendía las emociones. Su deseo en guerra con su miedo. El
miedo a lo que ella era. El temor de que él la dejara.

Por los dioses, estaba equivocada. Tan, tan equivocada.

Se puso de pie, con la intención de ir a ella, pero se detuvo cuando la radio de la


cabina sonó, lo que indicaba una transmisión entrante. Frunció el ceño. Sólo unas
pocas personas sabían que Serge tenía un avión, y mucho menos la frecuencia
privada. Y nadie sabía que él y Petra estaban en ese avión.

Consideró hacer caso omiso de la transmisión, especialmente a la luz de su


abrumador deseo de ir hacia Petra, pero la curiosidad y el instinto de auto-
conservación le hicieron cambiar de opinión. Si alguien sabía que estaban en el
avión de Serge, Nick quería saber quién era.

Se puso los auriculares y pulsó el botón de hablar.

—Adelante.

—Dirque y Trylag están muertos —dijo Luke—. Tengo a Tiberius bajo custodia,
J.K. Beck

pero el resto de los miembros de la Alianza son objetivos.

271
El Club de las Excomulgadas
— ¿Han sido advertidos? —preguntó Nick.

—Sí. Si se han o no escondido, no lo sé.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Mierda.

Por un momento, Luke se quedó en silencio, y Nick temió que la conexión se


hubiera cortado. Después, su amigo habló.

—Tariq se encuentra en camino a París, igual que el hermano. Ten cuidado.

—Lo haré. —dijo Nick, aunque algo en la voz de Luke sugirió que no era la
verdadera razón de la llamada.

—Es peor de lo que pensábamos —dijo Luke—. Esta profecía que te dije… al
parecer pasará. Serge canalizará el poder del tercero. Mató a los guardias de
Dirque, por lo que no es discriminatorio, pero su objetivo principal parece ser la
Alianza...

— ¿El tercero? ¿El tercer hermano? —le dio muy poca satisfacción el hecho de
que su teoría estaba en lo cierto—. ¿Tu mensaje, dijo que drenó tu poder y el de
Rand?

—Es así, aunque el daño no fue permanente.

—Encaja —dijo Nick—. Si el tercero busca la venganza, qué mejor manera de


conseguirla que llenarse con el poder que le fue robado por los otros dos hermanos.

— ¿Está la chica contigo?

—Por supuesto.

—Entonces puedes ponerle fin a esto ahora.


— ¿De qué demonios estás hablando?


J.K. Beck

—Ella es la cura, Nick.

272
El Club de las Excomulgadas
Nick se puso tenso, al oír el frío distanciamiento en las palabras de Luke.

— ¿Qué quieres decir?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Mátala, y Serge será él de nuevo. Los miembros de la Alianza han visto que
funciona de esa manera. Y Tiberius mismo lo ha ordenado.

Nick no dijo nada, el shock de lo que Luke había dicho se encrespaba alrededor
y a través de él.

— ¿Nicholas? ¿Lo entiendes?

Nick tragó, consciente de la forma en que el aire parecía colgar repentinamente


pesado a su alrededor.

— ¿Y si no puedo?

—Has matado antes al servicio de la Alianza —dijo Luke.

Nick no dijo nada.

—Me gusta Petra, también —dijo Luke dejando caer todas las formalidades de
su tono—. Pero si Serge es la mano que destruirá a la Alianza, y su muerte puede
librarlo…

— ¿Y si se tratara de Sara?

Hubo un silencio en el otro extremo. Y entonces:

— ¿Entonces así están las cosas?

—Lo están.

—La matanza no puede continuar —dijo Luke, y Nick oyó el peligro en sus

palabras. Si Nick no mataba a Petra, alguien seguramente lo haría.


J.K. Beck

273
El Club de las Excomulgadas
—Ferrante todavía puede dar respuestas —dijo Nick, sabiendo muy bien que eso
no detendría a la Alianza. Antes, deseaban su muerte para evitar a un monstruo.
Ahora que el monstruo estaba fuera y matando, pondrían todos sus recursos hacia

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


la búsqueda y detención de ella.

—O tal vez no —respondió Luke—. ¿Y cuántos morirán, mientras evitas la


certeza persiguiendo una posibilidad?

— ¿Eso quiere decir que le dirás a la Alianza a dónde vamos?

Hubo una pausa, y luego:

—No. Lo que se dijo de la amistad sigue existiendo entre nosotros. Pero Nick,
saben que vais a París. Pueden hacer la conexión sin mí. Piensa bien acerca de lo
que tienes que hacer.

Nick apretó los puños, el deber hacia Tiberius, el mundo de las sombras entero
en guerra con… ¿con qué? ¿Con el deseo?

No, era más que eso.

Con el amor.

Cerró los ojos e imaginó la rabia de Serge. Sabía lo que el monstruo podía hacer.
Y sabía que eso podría terminar.

— ¿Lo sabe ella? —preguntó —. ¿Petra sabe que con su muerte terminaría esto?
—Sintió un rápido estallido de ira por la posibilidad. Sin embargo, aunque parte de
él quería arremeter contra ella por haberle escondido la cura que él mismo había
buscado cuando habían empezado ese viaje, la parte práctica sabía por qué tuvo
que hacerlo.

Y, se dio cuenta, de que se alegraba de eso.


J.K. Beck —

Entonces, podría haber tomado su vida para salvar a Serge.

274
El Club de las Excomulgadas
Ahora, sabía que no lo haría. Más que eso, sabía que no podría.

No esperó la respuesta de Luke.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Haré lo que deba hacer —dijo, y luego puso fin a la transmisión. Lo que no
había dicho era que lo que debía hacer era exactamente lo que había estado
haciendo todo el tiempo. Iba a encontrar una cura para Serge. Iba a encontrar una
manera de levantar la maldición de Petra.

La amaba, y, Dios mío, no la iba a sacrificar.

Se puso de pie, con la intención de ir a ella, y sólo entonces recordó por qué
había regresado a la cabina del piloto en primer lugar. Debido a que Petra lo había
rechazado.

Dio un puñetazo contra la pared de plástico moldeado con frustración, después,


se obligó a mantener la calma y lo intentó de nuevo. Una vez más, sintió su
necesidad, sintió su silencio llamándolo a pesar de lo que sus propias palabras le
habían dicho.

La había elegido por encima de todo. Sin importar lo que hubiera manifestado,
no se mantendría alejado.

Había seguido a su propio corazón. Ahora, seguiría al de ella, también.

Rápidamente, se transformó en vapor y luego se deslizó debajo de la cortina en


la cabina. Ella se había movido a un lugar diferente, y sus piernas estaban
extendidas hacia el pasillo. No estaba dormida, pero no estaba realmente despierta,
tampoco.

Se habían fusionado juntos antes como niebla sobre niebla, pero ahora ella
estaba en su forma humana, y su carne tenía poder. Por eso, él no acarició su piel,

sino que se entrelazó a sí mismo alrededor de su cuerpo, sobre y alrededor de ella,


J.K. Beck

deslizándose entre sus muslos y otra vez por la curva de sus pechos.

275
El Club de las Excomulgadas
Se quedó sólo sobre tela, y se quedó sólo como niebla, pero supo cuando le
sintió. Cuando se dio cuenta que estaba allí y que la estaba tocando, acariciando,
tomándola.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella gimió, una pequeña sonrisa llegó a sus labios, y quiso que esa sonrisa nunca
se fuera de ella. Quería decirle que lo que había pensado antes, que estaba
equivocada. Él no iba a dejarla más de lo que se cortaría su propio miembro.

Se lo diría ahora, aunque no con palabras. En su lugar usaría caricias, y pronto


sintió la aceleración de su pulso. El ascenso y la caída de sus pechos. La excitación
y el placer.

Con un suave suspiro, deslizó una mano enguantada entre sus piernas,
acariciándose a sí misma a través de sus pantalones vaqueros. La otra mano tomó
su pecho, jugando y tocando su pezón a través del algodón.

Él no era más que niebla, pero eso no disminuyó la fuerza de su deseo. La


anhelaba, quería tocarla desesperadamente, y se entrelazó sensualmente alrededor
de su mano, instándola a continuar, a tomar su propio placer, llevándose más cerca
de ella hasta que, finalmente, por fin, su cuerpo tembló y sintió su placer rebotando
a través de su conciencia mientras ella gritaba su liberación.

Lentamente, se retorció lejos de ella, luego se volvió a formar delante suyo, de


pie y mirando su cara enrojecida y los labios carnosos.

—Wow —dijo ella.

—Ahora eres mía —le dijo, necesitando que entendiera eso completamente—.
Eres mía, y por los dioses, yo soy tuyo. Y te mantendré a salvo.

No esperó a que respondiera, pero cuando llegó a la cabina del piloto, se dio la
vuelta una vez más, y la encontró mirándole con una sonrisa en su rostro que fue

directa a su corazón.
J.K. Beck

276
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiséis

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


El espeso follaje del Bois de Boulogne se inclinó ante la presión del agujero de
gusano que se abría entre los árboles. Marie, llena de metanfetaminas y en busca de
otro polvo rápido para poder comprar otro golpe, se tambaleó sobre sus tacones de
aguja y se quedó mirando, desconcertada, la columna de remolinos de viento y
color.

En las ramas más altas de los árboles, los pájaros graznaron sus protestas.

Pero ni la chica ni los pájaros huyeron. Por lo menos no hasta que el monstruo
pasó, con su enorme forma llenando el vacío, sus ojos brillaban en color rojo, su
piel estaba teñida de rojo también, como si hubiera rozado demasiado cerca el
fuego del infierno.

Con gran esfuerzo, se empujó fuera del agujero, con todo lo relacionado a su
forma de moverse sugiriendo agotamiento. Se levantó, y los pájaros volaron, con
sus alas haciéndose eco del viento de la noche.

Marie vaciló, parte de su mente jugaba con los bonitos colores, arremolinándose,
y parte de su mente gritaba que corriera. Y parte de ella se preguntó si ese hombre
le daría veinte euros por una mamada, ya que veinte euros conseguirían fácilmente
durarle el resto de la noche.

El enorme hombre se arrastró de rodillas, con su cabeza rodando como si


alguien lo hubiera drogado o estuviera acabado por completo. Llevó sus manos
frente a sí mismo, y la prostituta vio lo grandes que eran, y se preguntó qué se
sentiría si la tocaran.

Entonces, las clavó, tan fuerte y rápido que sus dedos cortaron la tierra como

cuchillos calientes en mantequilla. Se hundió todo el camino hasta los codos, y


J.K. Beck

cerró los ojos en éxtasis, mientras el poder ondulaba hasta sus brazos y brillaba en
todo su cuerpo.

277
El Club de las Excomulgadas
Marie se quedó boquiabierta, con los pies clavados en el suelo, mientras su
cerebro químicamente cargado trataba de procesar qué mierdas estaba pasando.

Nunca lo logró. Infiernos, nunca tuvo tiempo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La criatura estuvo sobre ella en un momento, con su muerte, con su sangre
añadiendo aún más potencia a una criatura que ya se estaba desbordando.

Mientras dejaba caer el cuerpo, inerte y sin vida al suelo, la llamada lo llenó,
instándolo a ir al siguiente lugar, a tomar el siguiente poder.

Levantó la cabeza, tratando de encontrar el camino. Y mientras corría hacia la


siguiente muerte, la oscuridad dentro de él se levantó y extendió... y el demonio,
enterrado profundamente dentro de lo que había sido un vampiro, se acurrucó y
ronroneó.

*********

Todavía faltaban horas antes del amanecer, cuando aterrizaron en París, y


cuando salieron del avión, Petra fue golpeada por el simple hecho de que mientras
había viajado con Nicholas, no había sentido el sol sobre su piel. Sin embargo, el
cielo de la noche estaba abierto sobre ellos, un vacío negro que parecía lo
suficientemente profundo para envolverlos y ocultarlos. Incluso las estrellas estaban
escondidas, su débil luz no coincidiendo con las luces de París.

—Es como un manto —dijo ella.

—Siempre he pensado lo mismo —dijo, y ella se volvió, sorprendida—. ¿Qué?


—preguntó.

— ¿En serio?

Él se rió, un sonido cálido y relajante.


J.K. Beck —

—Siempre he pensado en la noche como una protección. Incluso antes de ser


convertido y que no hubiera tenido más remedio que pensar en la noche como un

278
El Club de las Excomulgadas
amigo o pasar mi duelo por la pérdida de la eternidad del día. Incluso entonces,
solía vagar por la noche, yendo de sombra en sombra, observando el mundo.

— ¿Realmente lo hacías? —podía imaginarlo, en realidad. Ocultarse fuera de las

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


puertas, mirando el interior de las habitaciones, deseando sólo satisfacer su
curiosidad por lo que estaba pasando en su interior. El mundo habría sido más
oscuro entonces, iluminado por velas en lugar de por luz eléctrica—. ¿Echas de
menos las estrellas? —le preguntó ella.

—A veces —dijo—. Pero todavía hay lugares en el mundo donde se pueden


encontrar en la oscuridad, y entonces son como un regalo. Te lo mostraré en algún
momento.

Ella sonrió cuando habló, y se sintió caliente. Protegida. Él había dicho desde el
principio que era su papel, nada más que ofrecerse a mostrarle las estrellas… que
era como ofrecerle el mundo.

Eso era, ella se dio cuenta, exactamente lo que estaba haciendo. Recordó sus
palabras en el avión: Eres mía ahora. No le había dicho que la amaba, pero no
había necesitado hacerlo. Algo había crecido entre ellos, algo dulce y maravilloso, y
lo apreciaba. Tal vez eso la hacía una tonta, pero no le importaba. Tal vez su
corazón y su cuerpo eran inexpertos y estaban abrumados, pero no lo creía.
Nicholas era de ella. Y aunque aún tenía un poco borroso los detalles de cómo
había sucedido, sabía que no iba a negarlo, y segura que no lo iba a alejar de nuevo.

Todavía estaba disfrutando cuando Nicholas llamó un taxi para que los llevara al
centro de París hacia el distrito XVI. En el camino, pasaron por la Torre Eiffel, y se
abrazó con placer, sin poder creer que en realidad estaba en París. Parecía especial.
Romántico, incluso. A pesar del hecho de que había ido allí en un vano intento de
levantar una maldición y con la Alianza sin duda pisándole los talones.

— ¿Crees que están aquí? La Alianza, quiero decir.


J.K. Beck

Una sombra cruzó el rostro de Nicholas.

279
El Club de las Excomulgadas
—Lo sé. Tengo razones para creer que Tariq se encuentra en su camino hacia
aquí. Ya puede estar aquí, de hecho.

— ¿Un agente de la Alianza?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Y uno tenaz —le confirmó Nicholas. Se removió en el asiento para mirarla de
frente—. ¿Has vuelto a sentir a Serge? ¿Sabes si está aquí?

Ella sacudió la cabeza.

—Nunca he sentido en dónde está antes, sólo el aumento de... no sé... del mal —
contuvo el aliento y luchó con un escalofrío—. Y siento eso todo el tiempo ahora.
Es como un zumbido eléctrico bajo que alcanza su pico de vez en cuando. Se
disparó no hace mucho tiempo, más o menos en el momento en que estábamos
aterrizando.

— ¿Pero no hay pensamientos?

—No —ella ladeó la cabeza—. ¿No lo sientes también? Puede que me sientas a
mí, ¿verdad? A través de la sangre. ¿Puedes sentir a Serge a través de mí?

—No puedo. —dijo él de forma automática, pero luego se tranquilizó a sí


mismo, y ella vio su rostro relajarse mientras lo intentaba de nuevo. Ella cerró los
ojos, sintiendo por dentro, deseando poder experimentar la sensación de él dentro
suyo, y frustrada de que la conexión de sangre no corriera en ambos sentidos.

Cuando abrió los ojos, le estaba mirando.

—No —dijo él—. Estás tú, y el calor que sientes hacia mí, el miedo que sentimos
de aquellos que nos siguen. Pero mi amigo no está ahí.

Su garganta se secó.

—Pero es él. Y si no puedes sentirlo, tampoco… ¿Qué significa eso?


J.K. Beck

Él negó.

280
El Club de las Excomulgadas
—No lo sé. Tal vez lo estás sintiendo a través de otra persona. Un conducto. Si
hubiera otro a quien estuviera conectado por medio de mi sangre, no sería capaz de
sentirte a ti a través de mí. Esa es la única explicación que viene a mi mente, pero

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


no tengo manera de probarlo.

—Tal vez —dijo ella, pero frunció el ceño. Ella había creado a Serge, así que
¿cómo podría tener sentido que no fuera más que un conducto, sintiéndolo a través
de otra persona? — ¿Quién? —preguntó—. ¿Quién más podría ser?

—No tengo idea —dijo—. En este momento, no importa. Tenemos grandes


problemas que enfrentar.

Ella oyó la tensión en su voz y coincidió con él.

— ¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que no me has dicho?

—Él está matando —dijo, y su cuerpo se enfrió—. Ha empezado con la Alianza.


Dirque y Trylag están muertos. Tenemos que asumir que irá tras los otros. Hay una
profecía. No sé las palabras exactas, pero dice que el monstruo matará a los
miembros de la Alianza.

—Oh —trató de procesar sus palabras—. Oh, Dios mío. ¿Lo saben? ¿Los
miembros de la Alianza, saben que les está apuntando? ¿Están escondidos? ¿Están a
salvo?

—Sí. Pero del monstruo del que estamos hablando, roba poder y se hace más
fuerte cada día. ¿Existe realmente algún lugar seguro?

Ella abrió la boca para decir algo, pero no pudo encontrar las palabras
adecuadas.

—Gunnolf se encuentra en París, Petra. Serge podría estar aquí, también. De


alguna manera, me aseguraré de que esto termine aquí.


J.K. Beck

De alguna manera.

281
El Club de las Excomulgadas
Serge estaba matando. Estaba matando porque ella había hecho de él un asesino,
y sin embargo estaba rehuyendo la única cosa que podía hacer. Ella podía detenerlo.

Sí, la idea era terrorífica, pero tal vez habría un momento para entregarse a la

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


muerte. Para darle la bienvenida, incluso. No era un inmortal como Nicholas.
Algún día, pasara lo que pasara, iba a morir y él viviría.

Si ella moría hoy, ¿cuántas vidas salvaría?

Cuan injusto sería que llegara ahora, cuando había encontrado alguien a quien
amar.

Querido Dios, ¿podría hacerlo? Después de haber encontrado a Nicholas,


¿Tendría el coraje para dejarlo? ¿Para dar un paso adelante y hacer lo que tenía que
hacer?

Respiró profundo. Tenía que hacerlo. De alguna manera, tenía que encontrar el
valor en su interior.

Habían llegado fuera de Le Cimetière de Passy, y Nicholas le pagó al chofer y le


dio las gracias en francés. Entonces estuvieron de pie en una calle, frente a una
pared de piedra, con la Torre Eiffel a sus espaldas levantándose en la distancia.

Nicholas comenzó a subir un escalón hacia la puerta.

Petra respiró, apretó los puños, y susurró:

—Detente.

Él se dio la vuelta.

— ¿Estás bien?

—No.
J.K. Beck

282
El Club de las Excomulgadas
Estuvo a su lado en un instante, sin tocarla, pero tan cerca que podía sentir su
consuelo. Querido Dios, cómo lo echaría de menos, pensó, y se preguntó si las personas
muertas extrañarían.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Qué pasa?

— ¿Tienes un cuchillo?

Él inclinó la cabeza, con sus ojos viendo más de lo que ella querría.

—Lo tengo.

Ella asintió, con el gesto más para reunir coraje que cualquier tipo de
reconocimiento.

— ¿Harías algo por mí?

Vio su rostro volverse cauteloso.

—Depende de lo que quieras.

La inesperada respuesta la derribó y se esforzó por encontrar su camino, el


camino más difícil, ya que no quería caminarlo. No quería morir. Pero si podía
salvar a esa gente... infiernos, si podía salvar el mundo de las sombras entero...

—Quiero que me quites la vida. Espera. —continuó ella, antes de que él pudiera
interrumpirla—. Haz eso, y Serge estará libre. Siento no habértelo dicho antes.
Tenía miedo. Fui... fui una cobarde. Pero él está asesinando, Nicholas. Está
matando, y no puedo detenerlo. Tú puedes hacerlo.

—No.

Eso fue todo. Esa fue toda la respuesta. Y fue tan condenadamente inesperada

que ella realmente se tambaleó hacia atrás.


J.K. Beck

— ¿Qué?

283
El Club de las Excomulgadas
La más leve insinuación de sonrisa apareció en su boca.

—No.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Pero… — se interrumpió, entonces buscó en su rostro. Había esperado
sorpresa. Ira por lo que le había ocultado. En su lugar, vio aceptación. Más que eso,
vio expectación—. Lo sabías. Sabías que podía detenerlo y que... ¿cuánto tiempo
hace que lo sabías?

—Desde el vuelo —dijo—. Luke me llamó por radio y me lo dijo.

— ¿Luke?

—La Alianza también lo sabe —dijo—. Querían verte muerta antes, para que no
pudieras crear al monstruo. Ahora lo desean aún más para que el monstruo se
pueda curar.

—Y tienen razón.

Él la miró.

— ¿Quieres morir?

—No. —la palabra salió de forma automática—. No, no lo deseo, pero…

—Vamos a encontrar otra respuesta.

Su voz sonaba tan positiva. Quería ser positiva, también.

—Estamos aquí para ver a Ferrante, ¿verdad? La respuesta bien podría estar
debajo de nuestras narices.

—Pero…

—No. Quitaremos la maldición, y ya sea que curemos a Serge o lo recuperemos.


J.K. Beck

Y esa es la forma en que será.

284
El Club de las Excomulgadas
Ella se lamió los labios, algo cálido y suave la llenó. Esperanza.

Amor.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Y entonces el calor se convirtió en hielo al recordar a los muertos.

—Pero los miembros de la Alianza…

—Saben desde el día en que asumen el cargo que pueden morir por la mano de
otro. Piensa en el mundo en el que se mueven, Petra. Las sombras y la política, los
hacen compañeros de viaje peligrosos. Hay asesinos en cada esquina. Enemigos en
cada curva. Escogieron una profesión de alto riesgo, Petra. Y cada uno ha conocido
de esta profecía durante siglos, y sin embargo, ninguno se negó a tomar su posición.
Asumieron el riesgo. Que lo asuman un poco más.

—Hablas como un abogado —dijo ella.

— ¿Sí? Entonces, déjame sonar ahora como tu amante. Yo tomé la decisión por
ti, Petra Lang. No voy a darte mi cuchillo, ni utilizarlo en ti. Ya te he dicho que
estamos juntos en esto. No dudes de mi palabra.

Él alargó la mano hacia su mejilla, luego se detuvo, como si recordara el peligro.


Mientras lo hacía, ella se dio cuenta de que estaba llorando, y se sacudió las
lágrimas.

— ¿Está bien? —preguntó.

—Puede llegar un momento en que no tengas otra opción.

—No —dijo él—. Tú no creaste esta maldición. Estas muertes no colgarán en tu


cabeza. Y yo no te permitiré pagar el precio por ellas. ¿Me entiendes?

—Sí. —No había nada más que decir.


J.K. Beck —

—Bien —inclinó la cabeza hacia la puerta —. ¿De acuerdo?

Ella no pudo evitar sonreír.

285
El Club de las Excomulgadas
—Está bien.

Él tiró de las barras y las encontró cerradas con llave.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Bueno. Esto es un poco decepcionante —dijo, y ella se echó a reír, con la
tensión de los últimos momentos burbujeando.

— ¿De verdad una puerta cerrada es mucho problema para ti? —Le preguntó,
sintiendo la superficie rugosa de la pared—. Muévete en la forma que desees. Nos
encontraremos allí.

Sus cejas se levantaron.

— ¿Ah, sí?

Ella se echó a reír.

—Investigadora privada, ¿recuerdas? Confía en mí, he escalado mi parte de


paredes —para probar su punto, hizo exactamente eso, utilizando las piedras
desiguales para sus dedos y puntos de apoyo, hasta que llegó a la cima y se sentó
sobre ella, dejando que sus piernas colgaran hacia abajo—. Pan comido.

—Parece que sí —y luego, para su sorpresa, la siguió hacia arriba—. Y no soy


completamente dependiente de mis dones vampíricos.

Ella se echó a reír, agarrando el lado de la pared para no caerse.

—No, creo que no. Estoy un poco sorprendida, sin embargo.

— ¿De que haya podido subir?

—No de que hayas podido... que podías. Estos son pantalones vaqueros bonitos,
después de todo y, accidentalmente, puede romperse tu camisa.

—No hay de qué preocuparse. Estamos en París. Estoy seguro de que puedo
J.K. Beck

encontrar un remplazo para cualquier cosa que se arruine —la miró de arriba a

286
El Club de las Excomulgadas
abajo—. En realidad, es una lástima que no tengamos más tiempo. Creo que podría
hacer algo mucho mejor por ti también.

Ella miró sus vaqueros y la camisa de hombre que había usado desde que salió

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


del apartamento de Serge.

—Muchas gracias.

—Te ves hermosa —dijo él, con su voz tan suave que casi se lo creyó—. Pero, ¿a
qué mujer no le gustaría rondar por las boutiques de los Campos Elíseos?

Ella sonrió, imaginándose caminando de la mano con él a lo largo de las calles


de París, mirando los escaparates y bebiendo café con leche en los cafés al aire libre,
mientras las luces parpadeantes de la ciudad los envolvían en su resplandor. Una
fantasía muy buena, pero agridulce, y con un simple empujón, se apartó de la verja
y de la fantasía de su cabeza. Cuando aterrizó en el suelo blando, se volvió para
mirarle, con lo que esperaba fuera una sonrisa satisfecha y confiada.

—Soy una mujer con una misión. —dijo—. ¿Vienes?

Estuvo a su lado con tal velocidad que ella nunca lo vio moverse.

—Buen truco.

—Tengo muchos.

—Sabes a dónde vamos. Lidera el camino.

Comenzó a caminar, y ella tuvo que seguirlo con cuidado, sin poder ver el
camino una vez que estuvieron lejos de los dispersos postes de luz. A cada lado, se
alzaban las estatuas, la piedra pulida brillaba extrañamente.

Deseó poder tomar su mano.


J.K. Beck —

287
El Club de las Excomulgadas
Alrededor de ellos, la noche parecía encresparse sobre las tumbas, como una
cosa viva, y mientras más caminaban, Petra empezó a sentir más como si no
estuvieran solos.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


A su lado, Nicholas aminoró el paso.

— ¿Lo sientes, también? —preguntó ella.

—Alguien cerca —susurró él, deteniéndose en la intersección de dos calles


adoquinadas—. Sí. Pero he estado buscando en la oscuridad y no veo nada.

Debido a que en realidad no era tranquilizador, dio la vuelta en un círculo lento


para echar un vistazo por sí misma. Inútil, por supuesto, ya que los ojos humanos
no podían ver nada en la oscuridad. Si sólo hubiera un poco de luz...

En un capricho, extendió la mano. Había conseguido una bola de fuego pequeña


en la cocina de Serge. ¿Podría manejar algo más grande ahora? Cerró los ojos y se
concentró, imaginándose a la tierra, convocando a los elementos. En las
profundidades del núcleo fundido, el fuego quemó, y en su mente, ella se irguió,
tirando de él hacia ella, deseando que siguiera su orden.

Y entonces...

Y entonces...

Nada.

Mierda.

Frustrada, dejó caer el brazo, y vio a Nicholas que la miraba con una pequeña
sonrisa.

Frunció el ceño, sintiéndose de mal humor e inútil. La magia fluía por sus venas,

y debería haber estado practicándola todo el tiempo. Si Kiril tenía miedo de que la
J.K. Beck

maldición afectara su control, entonces, ¿no era practicando la manera de arreglar


eso?

288
El Club de las Excomulgadas
No era que pudiera hacer algo al respecto ahora. Lo que estaba hecho, hecho
estaba.

—Probablemente sea mejor así —dijo Nicholas—. Si la Alianza está tratando de

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


conseguir un atisbo de tu magia, puede que no sea buena idea explotar esa magia.

—Supongo. —dijo, pero todavía lamentaba los años en que no había practicado.

—Tal vez él no quería que fueras experta en magia, porque entonces no lo


necesitarías —dijo Nicholas.

Ella frunció el ceño.

— ¿Kiril? Eso no tiene sentido.

— ¿No lo tiene? Estaba unido a ti, firmemente por lo que dices, y su vida ha
estado definida por su propósito, como tu protector. Si puedes protegerte sola,
¿dónde lo dejaría a él...?

—No —dijo, pero la palabra fue débil, porque realmente no podía argumentar la
lógica de lo que decía Nicholas—. Kiril me quiere.

—Las dos cosas no son mutuamente excluyentes.

Ella no respondió, pensando en su hermano. Debía estar volviéndose loco por la


preocupación. Se preguntó si podría sentirla ahora, a través de todo lo ancho de
América del Norte y del Océano Atlántico. ¿Estaría en su escritorio, escribiendo
frenéticamente, trabajando sus temores en una historia tras otra? ¿O estaría
bloqueado, incapaz de levantar un lápiz hasta que ella volviera con él?

¿O iría tras ella?

Iría… estaba segura de ello. El vínculo entre ellos era intenso. Más que como

hermanos normales, lo sabía, y estaba segura de que era el hechizo de unión lo que
J.K. Beck

mantenía a Kiril tan centrado en ella, tan cerca, a veces incluso hasta el punto en
que ella deseaba poder escapar de él y esconderse.

289
El Club de las Excomulgadas
Vendría. No había duda en su mente.

El pensamiento la preocupó, y deseó poder sentirle como él podía sentirla. Pero


no podía, y no tenía manera de saber si de alguna manera había logrado seguirla. Y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


si lo hubiera hecho, ¿estaría la Alianza tras él?

—Es esta —dijo Nicholas, deteniéndose frente a una tumba pequeña de mármol
alrededor de la cual trozos de tiza habían sido dejados. Nicholas recogió uno,
después se arrodilló junto a una esquina y escribió claramente N. M.

— ¿Cuándo sabremos algo? —preguntó.

—Lo comprobaremos de nuevo mañana por la noche. Si se reuniera con


nosotros, el mensaje será dejado en el florero —añadió, señalando un pequeño
jarrón de metal que sobresalía del cemento. No había flores en él—. Mientras tanto,
encontraremos un lugar seguro para esperar. ¿Cómo te sientes sobre tomar un
hotel? Con cortinas de oscurecimiento. Con servicio de habitaciones. ¿Un baño
caliente y una cama grande?

—Me siento muy bien con eso.

—Igual que yo —miró al cielo—. Todavía tenemos una hora antes del
amanecer, pero quiero salir de las calles. Nos iremos a toda prisa.

Puesto que no tenía ningún interés particular en dar vueltas por un cementerio
por más tiempo de lo que tenía que hacerlo, igualó el paso junto a él mientras se
dirigían hacia la puerta principal. Se detuvieron en seco después de unos pocos
metros, sin embargo, y levantó una mano. Señaló hacia las sombras que estaban
delante de ella. Se volvió para mirar a la oscuridad, su pulso se aceleró mientras su
nivel de adrenalina se disparaba.

Nada. Nadie.
J.K. Beck —

Sólo la oscuridad y las tumbas, el ruido del viento entre las tumbas.

290
El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, Nicholas seguía estando tenso, con la cabeza inclinada, como si
hubiera encontrado un olor en el aire. Considerando todas las cosas, probablemente
lo había hecho.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él inclinó la cabeza y comenzó a moverse hacia adelante, sacándoles del
cementerio.

Por ella bien. Estaba lista para estar dentro de algún sitio. En algún lugar seguro,
donde pudieran reagruparse. En algún lugar lejos de las sombras que se movían en
la noche y…

Algo le agarró por detrás… ¡una cuerda! Ella luchó, pero no sirvió de nada,
simplemente la soga se apretó alrededor de su cintura. Y delante de ella, oyó la risa
baja, gruñendo de un varón weren.

Un hombre tenía una estaca apuntando directa sobre el corazón de Nicholas.

*********

Nick reconoció al hombre que tenía la estaca en su corazón como uno del
círculo interno de Gunnolf. A varios metros de distancia, Gunnolf mismo sostenía
la cuerda que ataba a Petra, con su pelo rojo que parecía echar chispas en el débil
resplandor de la luna.

En el perímetro había otros tres weren, todos sosteniendo armas.

Cinco contra dos, y teniendo en cuenta sus dotes vampiros y el hecho de que
ninguno de los cinco tocaría a Petra, las probabilidades podrían ser buenas. El truco
consistía conseguir que rodara la pelota sin terminar con una estaca en el corazón.

—Te ayudé —Petra estaba diciéndole a Gunnolf—. Te ayudé a ti y a Tiberius, y


ambos sólo me jodisteis.

—No es nada personal muchacha —dijo él—. Todas las criaturas tienen derecho
J.K. Beck

a sobrevivir, ¿no?

291
El Club de las Excomulgadas
—Eso no es culpa mía —dijo ella.

—Tal vez sea así —dijo Gunnolf—. Pero no cambia nada —tiró de la cuerda,
atrayéndola más cerca.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Temiendo por ella, Nick hizo una finta hacia atrás, lejos de la punta de la estaca,
y luego atacó con un golpe sólido mientras el weren se reagrupó y tiró a Nick a la
tierra.

Él dio una patada hacia arriba, capturando la mandíbula del weren, y luego
recuperó la estaca y golpeó el arma en la garganta del weren antes de levantarse y
correr hacia Petra.

Pero estuvo fuera de tiempo.

Gunnolf tenía un cuchillo… un maldito cuchillo enorme. Tan grande que


fácilmente podía cortar la garganta de Petra, sin tener contacto con ella.

No, no, maldita sea, ¡no!

Pero antes de que Gunnolf pudiera mover el cuchillo hacia adelante, un agujero
de gusano se abrió, y de repente Serge estaba allí, agarrando a Gunnolf por la
pierna y alejándolo de la cuerda, liberando a Petra.

Y en el proceso arrancando la pierna de Gunnolf también.

— ¡Vamos! —Nick gritó, instando a Petra a irse con él mientras Serge no le


hacía caso, y volvía su atención a los otros tres weren que habían intervenido para
ayudar a su líder.

Ella corrió hacia él, y se volvieron para enfrentar al monstruo. En el poco tiempo
que le tomó a Petra llegar al lado de Nick, Serge había hecho picadillo a los weren.

Ahora era mitad hombre y mitad lobo, después de haber absorbido la esencia del
J.K. Beck

hombre lobo, gruñó mientras se acercaba a Gunnolf, que yacía sangrando en el


suelo, pero todavía con vida.

292
El Club de las Excomulgadas
— ¡Detente! —gritó Petra, lo que Nick pensó que era una cosa completamente
inútil de hacer cuando lo que tenían que conseguir era salir como el infierno de allí.

O tal vez no fuera tan inútil.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Serge se detuvo, volviendo la cabeza para mirar a Petra desde donde se
encontraba sobre Gunnolf, rodeado de trozos de cuerpos weren.

A lo lejos, se oyeron más tropas weren llegando. Serge también las oyó,
ladeando la cabeza en esa dirección, y luego saltando de nuevo a través del agujero
de gusano que aún estaba abierto.

Sobre el terreno, Gunnolf gimió.

—Vamos —dijo Nick, y corrió hacia el camino por donde habían venido, en
dirección opuesta a las tropas, hasta que llegaron a la pared trasera del cementerio
cerca de la tumba de Ferrante.

Estuvieron escalando y encima de ella en cuestión de segundos, y luego


corrieron por la calle.

Un Bentley se detuvo frente de ellos, y Nick se quedó inmóvil, calculando sus


posibilidades, sopesando sus opciones.

A su lado, Petra se quedó inmóvil, y pudo oler el miedo en ella.

Detrás de ellos, las tropas weren venían por encima del muro del cementerio.

La puerta del Bentley se abrió, y una voz de hombre gritó:

— ¡Entrar! ¡Entrar!

Esa voz.

—Entra —le dijo Nick a Petra, haciendo un gesto para subir al auto, y luego
J.K. Beck

siguiéndola, dando un portazo y cerrando mientras los weren llegaban al coche.

293
El Club de las Excomulgadas
Él se acomodó en su asiento y suspiró. Y mientras Nick miraba los ojos del
chofer por el espejo retrovisor, sólo pudo esperar no haber cometido un gran error.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


J.K. Beck —

294
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintisiete

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


El corazón de Petra latió mientras Nicholas se sentaba en el asiento trasero del
coche a su lado. El chofer se veía humano, de unos cincuenta años, con el pelo
color gris plateado que se erizaba en mechones, como si pasara la mayor parte de
su tiempo recorriéndolo con sus dedos. Había pisado a fondo el acelerador, y ahora
estaban a toda velocidad por las calles de París, tomando las curvas tremendamente
rápido y perdiendo a los weren que corrían detrás, con su velocidad no pudiendo
competir con un coche.

Era debido al hecho de que Nicholas se había metido en el coche con él lo que la
hacía confiar en el hombre.

Pero ahora que se habían librando de los weren, quería saber quién era. No, no
era cierto. Sospechaba que lo sabía.

Ahora quería saber si tenía razón.

— ¿Marco Ferrante? —preguntó ella.

Desde el asiento delantero, el hombre golpeó el volante.

— ¡Tan inteligente! ¡Tan inteligente! Me di cuenta de lo fuerte que eras —dijo—.


Por la conexión, sabes.

Frenó en un semáforo, y luego se volvió hacia ellos, para enfrentarlos en el


asiento trasero. Nicholas, ella vio, estaba inmóvil y tenso, como si estuviera en
guardia, listo para saltar si era necesario. Teniendo en cuenta la historia que le
había contado acerca de su separación, entendía por qué. Pero Ferrante no parecía
tener ningún rencor.

— ¿Qué conexión? —preguntó.


J.K. Beck

295
El Club de las Excomulgadas
— ¡Ah! Ahí está el brazalete —dijo con los ojos fijos en su muñeca—. ¡Qué
bonito se ve en tu muñeca! No he visto ese brazalete durante mucho, mucho
tiempo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella tragó mientras una serie de pequeños escalofríos le corrían por la espalda.

— ¿Conoce este brazalete?

—Manus fati —dijo—. La mano del destino —luego se volvió hacia la parte
delantera, la luz cambió a verde.

Ella miró de reojo a Nicholas, no estando segura de qué hacer ni con Ferrante,
ni con el hecho de que conocía la inscripción grabada en su pulsera.

— ¿Por qué estás aquí, Marco? —la voz de Nicholas estaba tensa, dejándole
claro a Petra que no se fiaba de Ferrante. Ella mantuvo una mano en el pestillo de
la puerta, por si acaso—. ¿Por qué? —repitió Nicholas.

—Estaba buscando a la Srta. Lang.

— ¿Por Petra? —Nicholas preguntó, aún con ese tono áspero, frío, como si
estuviera a punto de correr. O, de atacar—. ¿Y cómo supiste con tanta precisión
dónde encontrarla?

Desde el asiento delantero, Ferrante suspiró.

—Te lo dije. Tenemos una conexión, ella y yo.

— ¿Una conexión? —Nicholas repitió—. ¿Cómo demonios tienes una conexión


con Petra?

Ferrante levantó la mirada, sus ojos los miraron desde el espejo retrovisor.

—Porque yo soy el que la convirtió en lo que es.


J.K. Beck

*********

296
El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás escuchando esto? — Elric le preguntó. Se encontraban en un vehículo
prestado de la División 18, y tenía la radio sintonizada en la frecuencia de la
Alianza local—. Maldita sea, es un baño de sangre de mierda, y Gunnolf quedó

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


apenas con vida.

—Lo escucho —dijo Tariq, obligando a las palabras a salir con los dientes
apretados. Los informes a todo volumen en la radio eran casi histéricos, como si el
procedimiento y la forma se hubieran perdido con el terror. Y tomaba mucho
aterrorizar a los oficiales de la Alianza.

—El monstruo está aquí —dijo Vale—. No me jodas. No quiero hacerle frente a
esa cosa.

—No tenemos que hacerlo —dijo Tariq—. Nuestro objetivo es la chica.


Encontrar al objetivo, matar a la chica, destruir al monstruo —miró a sus
compañeros de equipo—. Volveremos de nuevo al Cuartel General de la Alianza
como malditos héroes.

Joder, podría terminar en el asiento vacío de su tío en la Alianza.

—El hermano —dijo Vale, sacando el rastreador plateado de su bolsa—.


Mantendremos nuestra atención en el hermano, y él nos llevará a la chica.

—Sabemos que vino a París —dijo Tariq—. Y sabemos que la chica estaba allí
en medio de la carnicería.

—Tarde o temprano se pondrá en contacto con ella —dijo Elric.

Tariq sonrió y se alejó de la acera, deslizándose perfectamente en el tráfico antes


del amanecer.

—Y estaremos ahí cuando lo haga.


*********
J.K. Beck

297
El Club de las Excomulgadas
— ¿De qué demonios estás hablando? —Petra le exigió, superando a Nick en
tono—. ¿Me hiciste de esta forma?

— ¿Te acuerdas de lo que buscábamos hace tantos años? —Ferrante preguntó,

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


volviéndose el tiempo suficiente para mirar a Nick—. ¿Tú, yo y Giotto?

Nick vaciló, sin saber si la pregunta era pertinente, o si su antiguo mentor le


estaba echando un cebo, sentando las bases para su venganza, tan antigua.

—Lo recuerdo.

—Por supuesto que sí —dijo Ferrante—. Perdóname. La pregunta fue cruel. Esa
no era mi intención.

Nick miró de reojo a Petra, que se veía igual de desconcertada.

—Muy bien —dijo—. Adelante.

—Logré nuestro objetivo. Me tomó otros diez años de examinar el mundo,


viajando a los confines de la tierra antes de diseñar detalladamente, y a menudo
peligrosos, experimentos. Pasé innumerables horas de observaciones y grabaciones,
tratando de entender las bases mecánicas del universo, del tiempo, de la vida
misma, pero finalmente, finalmente, logré lo que había buscado durante toda mi
vida… la inmortalidad.

—Dado que han pasado más de setecientos años desde nuestra última reunión,
había asumido eso —dijo Nick, haciendo reír a Ferrante.

—Es cierto mi joven Nicholas. Pero lo que también es cierto es que mi éxito se
produjo a un precio muy alto.

— ¿Qué precio? —Nick le preguntó, temiendo la respuesta.


No fue Ferrante quien respondió, sin embargo. Fue Petra.


J.K. Beck

—Yo —dijo ella. —Yo, Vivian Chastain, y otras como nosotras.

298
El Club de las Excomulgadas
Una vez más, Marco la miró en el espejo, con su sonrisa triste.

—Sí —susurró. —Como he dicho, el precio fue excesivo. Y, te lo aseguro, no


intencional.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Todavía no estoy siguiéndoos —dijo Nick, con su mente moviéndose de un
tirón por todo lo que sabía sobre la alquimia, la química y la biología—. Dime
cómo. Exactamente.

—Los detalles, no —Nick comenzó a protestar, pero Ferrante levantó una mano
y dirigió una mirada severa al espejo—. Hace tiempo juré no volver a repetirle a
otra alma lo que hice, porque ahora veo que mis acciones fueron un pecado contra
Dios.

— ¿No fue Dios quién les dio mente a los humanos para explorar? ¿Y no fue la
exploración lo que te llevó a la inmortalidad?

—No me involucrarás, Nicholas, por lo que ni siquiera lo intentes. No voy a


compartir los detalles, pero te contaré la historia. Escucha o no. Todo depende de
ti.

Nick miró de reojo a Petra, pero ella estaba inclinada hacia delante, ansiosa por
escuchar lo que él tenía que decir. Entendía por qué. Infiernos, se sentía de la
misma forma.

—Adelante.

Ferrante asintió.

—El proceso fue complicado, y utiliza minerales y elementos biológicos. Se


requiere extracción, transformación, y reintroducción de diversos fluidos vítreos
artificiales en una serie de sujetos.

—Espera —dijo Petra—. Sólo para tenerlo claro. ¿Esta maldición fue hecha en
J.K. Beck

un laboratorio?

299
El Club de las Excomulgadas
—Me temo que sí, aunque “maldición” no es quizás la palabra adecuada. Es
más bien subproducto.

—Un subproducto —repitió ella, con voz seca—. Bonito.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Como he dicho, tu situación fue totalmente involuntaria. Utilicé asistentes.
Voluntarios. Y uno fue tu antepasado. Lo lamento profundamente.

—Pero… —se cortó, tratando de darle algún sentido a lo que él estaba diciendo
—. Pero, ¿cómo pudiste maldecir a mi familia para ser el subproducto de algo que
se cocinó en un laboratorio?

—Eso me obligará a entrar en detalles, y yo…

—Y esa cosa de la luna azul —continuó ella—. ¿Cómo puede ser el resultado de
un experimento químico que salió mal?

Nick se estiró y tocó su manga, y luego negó muy ligeramente cuando ella miró
en su dirección. Estaba de acuerdo con ella, Ferrante estaba ocultando algo, pero
ahora no era el momento de presionarlo. Ferrante había venido con un propósito
propio, y Nick quería que le permitiera llegar a eso para poder ver el panorama
completo de lo que estaba pasando.

—El resultado final es que descubriste la forma —Nick completó.

—Y de esa manera se creó el sub-producto. La maldición —le dijo a Petra—.


Tres voluntarios me ayudaron. Tres que aceptaron la maldición, y les juré, les juré,
que buscaría una forma de quitarles el brazalete porque era mi obligación.

—Pero, ¿qué tiene eso que ver con una conexión? —Petra le preguntó—. Dijiste
que era porque tú eras la razón detrás de la maldición que hay una conexión entre
nosotros. ¿Cómo?

—No lo sé —dijo—. Es uno de los misterios de la alquimia. Pero puedo citar a


J.K. Beck

ese respecto. Siempre he sido capaz de convocarlo, a lo largo de estos largos años.

300
El Club de las Excomulgadas
Nick respiró lentamente, llegando con su propia conexión a Petra, y pudiendo
sentir dentro su creencia y cautela. Igual que él, podía sentir que había algo de
verdad en la historia de Ferrante. Y como él, sabía que había grandes lagunas. No

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


mentiras tal vez, pero ciertamente no la historia completa.

Ferrante les había dicho mucho desde el principio, sin embargo, había afirmado
abiertamente que no les diría el método preciso por el cual se alcanzaba la
inmortalidad. ¿Era eso lo que estaba reteniendo? ¿O había algo más? ¿Algo más
insidioso?

Nick examinó la cuestión, y mientras lo hacía, sintió que los pensamientos de


Petra seguían adelante mientras la curiosidad la llenaba. La curiosidad y el miedo.

Ella estaba, se dio cuenta, pensando en Serge.

— ¿Qué pasa con el monstruo? —preguntó, mientras Nick soltaba su conexión


de sangre—. ¿Sientes una conexión con él, también?

—Qué pregunta tan interesante. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque yo sí. Puedo sentir su furia y su necesidad de matar. Y antes, en el


cementerio, cuando le dije que se detuviera, lo hizo.

— ¿Tú controlas a Serge? —le preguntó Marco, sonando sorprendido y


preocupado.

—Sí. Creo que sí. No pensé que fuera posible. No pensé que tuviera el control, y
mucho menos que pudiera ser controlado.

—Él ha cambiado con el tiempo —dijo Nicholas—. La rabia sigue ahí, pero es
más intensa y concentrada. Menos frenética. Y por lo que Luke me ha informado,
el monstruo parece actuar con conciencia, no de la forma en que lo vi las primeras

horas desde fuera de la puerta.


J.K. Beck

Ella se las arregló para sonreír.

301
El Club de las Excomulgadas
—No estoy segura si eso lo hace mejor o peor. Pero en cualquier caso, sabemos
que no me hará daño. Mátame, y el monstruo se acabará. Así que la pregunta es,
¿debo hacer algo? ¿Hay que tratar de encontrar a Serge? Tal vez pueda detenerlo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


¿Controlarlo?

La risa de Ferrante fue ronca.

—Tal vez, tal vez, tienes algún nivel de control, jovencita, pero ¿puedes decir que
el monstruo la tenga?

—No.

—Entonces, mientras estás buscándolo, la Alianza seguramente te estará


buscando a ti.

—Pero podría haberlo cancelado. Si lo hubiera sabido o hubiera sido más rápida,
entonces tal vez no habría destruido a toda esa gente. Tal vez Gunnolf todavía
tendría una pierna.

—Con el tiempo, tal vez, podrías aprender a controlarlo. Pero eso no será
necesario.

— ¿Qué? ¿Por qué no?

Pero la respuesta no llegó. En su lugar, una camioneta negra se estrelló contra la


puerta del acompañante, enviando el coche de Ferrante a dar vueltas.

Y cuando se detuvo, Nick vio a Tariq y a otros dos agentes saltar de la


camioneta y correr hacia el coche con sus armas.

— ¡Permanece en el coche! —Ferrante gritó—. ¡Permanece en el coche! El vidrio


es a prueba de balas. ¡Estamos a salvo si nos quedamos en el coche!

Como para probar su punto, una bala se estrelló contra la ventana, creando una
J.K. Beck

marca de impacto, pero no rompiendo el cristal.

302
El Club de las Excomulgadas
—Aléjate de la puerta —dijo Nick—. Las balas pueden penetrar el metal. Y
conseguir que esta maldita cosa empiece de nuevo —añadió, no dispuesto a
sentarse en la calle como un regalo de Navidad para Tariq más tiempo del que

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


tuviera que hacerlo.

Ferrante hizo girar la llave, y fueron recibidos por el sonido de metal contra
metal pulido. Él golpeó su mano en el volante.

— ¡Maldita sea esta jodida máquina!

—Tenemos que salir de aquí —dijo Nick. —Por muchas razones, la menor de
las cuales es que el sol saldrá pronto.

—Simplemente no arrancará —dijo Ferrante, intentándolo de nuevo.

— ¿La camioneta? —Petra le preguntó—. ¿Crees que podríamos llegar a ella?

—De ninguna manera. Pondrán una bala en tu cabeza al segundo en que abras
esa puerta.

—Tenemos que hacer algo —dijo ella.

—Yo iré —dijo Nick.

— ¡Cómo el infierno que lo harás!

—Las balas no me harán daño. Tengo una buena oportunidad.

Él vio el miedo en su cara, pero sabía que no tenía otra opción. Estaba a punto
de decírselo cuando el coche empezó a temblar mientras el viento afuera se movía.

A su lado, Petra se enderezó.

—El viento —dijo. Pero lo que quiso decir, Nick lo sabía, era que era Kiril.
J.K. Beck —

No podía ver al brujo, pero la tormenta arreciaba más rápido, por lo que su
coche temblaba y saltaba.

303
El Club de las Excomulgadas
Tariq y su equipo trataron de volver corriendo a la camioneta, pero el viento los
sorprendió, levantándolos como títeres. Giraba y giraba, haciéndolos girar tan
rápido que Nick no podía mantener la concentración en ellos. Los encontró de

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


nuevo sólo cuando se precipitaron desde el túnel de viento.

Tariq voló por el aire, con un grito rasgando su garganta al aterrizar, empalado,
en un poste de la cerca de hierro. Los otros dos se estrellaron contra los muros de
piedra de los edificios cercanos y quedaron tendidos en el suelo, sin moverse.

—Vamos —dijo Petra mientras la tormenta moría. Abrió la puerta antes de que
Nick pudiera detenerla, llamando a Kiril, quien apareció de un bosquecillo de
árboles al otro lado de la camioneta.

Ella corrió hacia él, deteniéndose a pocos centímetros de él y de la puerta de la


furgoneta, y Nick escuchó su grito de alegría y su respuesta de él de alivio.

—Gracias a Dios te he encontrado a salvo.

Frente a Nick, Marco se cruzó fuera de su camino para ir a uno de los agentes de
la Alianza cuyos dedos habían comenzado a moverse un poco.

— ¡Muere! —Ferrante dijo, y luego lo apuñaló en el corazón con un cuchillo que


Nick no se había dado cuenta incluso que el viejo hombre tenía.

Luego miró Ferrante a Tariq y al tercer agente.

—Muertos —le dijo a Nick, después a continuación, escupió en el suelo—. Y ya


era hora.

—No me di cuenta que tenías tal desprecio por la Alianza.

— ¡Ja! —dijo Marco—. Todos son viles. No tengo más que desprecio por el
mundo de las sombras entero.
J.K. Beck —

Nick ladeó la cabeza y miró a su antiguo mentor.

304
El Club de las Excomulgadas
—Y por mí.

Vio subir la barbilla de Marco, luego escuchó su voz suave.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Ah —negó—. Ah, Nicholas. Debí haberte dicho en el momento en que
entraste en mi coche que no hay animosidad que quede entre nosotros.

—Me diste la espalda cuando me acerqué a ti antes.

—Eso fue hace casi tres siglos, y un hombre puede cambiar mucho en trescientos
años —sonrió—. He tenido un montón de tiempo para pensar y estudiar, Nicholas.
¿Cómo puedo juzgarte por tomar el camino que seguiste? Uno oscuro, con
seguridad, pero eras joven, y entiendes más sobre el mundo de las sombras ahora de
lo que hacías entonces. No fue el Nicholas que conocía el que mató a nuestro
amigo. Era el demonio. Y el demonio no tiene ningún amigo.

—Sí —dijo Nick, humillado por la comprensión de Ferrante—. Dices la verdad.

—Sería un hipócrita si dijera lo contrario. Después de todo, al final mi camino a


la inmortalidad fue también oscuro —asintió hacia Petra, aún con Kiril junto a la
camioneta—. No tenía la intención de sacar al demonio más de lo que tenía la
intención de maldecir a esa chica.

Nick se acercó a ella y escuchó el tono insistente de Kiril.

—Nos vamos ahora, Petra. Te llevaré lejos.

—No lo harás —dijo Nick.

Petra le disparó a Nicholas una mirada de irritación. Este era su hermano, y ella
lo tenía perfectamente bajo control.

Ella se volvió de nuevo a Kiril.


J.K. Beck —

—Él tiene razón. No voy a dejar a Nicholas.

Ferrante se apresuró.

305
El Club de las Excomulgadas
—Esta es una discusión que es mejor dejar para más adelante. Vengan los dos.
Estamos a salvo ahora, pero pronto la Alianza enviará más. Tenemos que darnos
prisa si queremos mantener a la Alianza atrás para siempre.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra parpadeó, tratando de averiguar lo que quería decir.

— ¿Para siempre? ¿Cómo?

—Por eso, la razón por la que te buscaba, querida mía. He descubierto la manera
de quitar la maldición.

— ¿Qué? — ¿Había oído bien? ¿Realmente había dicho lo que pensaba que me
había dicho?—. ¿Una cura? ¿En serio?

Echó un vistazo de forma automática a Nicholas, cuya sonrisa era a la vez


triunfante y de amor. Luego se volvió a Kiril, que no sonreía, pero que en su lugar
miraba a Nicholas, con expresión dura.

—No puedo estar seguro hasta que lo intente —dijo Marco—. Eres la última de
tu especie, querida. Pero soy cautelosamente optimista.

Se preocuparía por su hermano más tarde. Esto era muy importante.

— ¿Se curará Serge, también?

—Lo hará.

— ¿Es peligroso? —Nicholas le preguntó.

—Existe un cierto riesgo —dijo Marco—Pero…

—No me importa —dijo ella—. Lo acepto.

—No lo harás —dijo Kiril.


J.K. Beck —

—Petra…

306
El Club de las Excomulgadas
—No puedo vivir así —dijo ella encarando a Nicholas—. Quiero ser finalmente
libre de esta maldición. Y si esta es una oportunidad para hacer eso, tengo que
tomarla.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


J.K. Beck —

307
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiocho

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La casa de Marco era exactamente lo que Petra esperaba de un hombre que
había tenido siglos para reunir riqueza. Una enorme mansión con columnas de
mármol talladas, con los arbustos recortados en diversas figuras que salpicaban el
césped bien cuidado, y un puñado de dependencias, con sus siluetas creciendo en la
distancia.

—Esto es increíble —dijo ella, mientras se dirigía a un camino circular, con la


gran escalera que conducía a la entrada que subía ante ellos.

El vestíbulo estaba alicatado de pizarra, una habitación enorme, con techos altos
que hacían eco al caminar, con el sonido sólo parcialmente amortiguado por
enormes jarrones de flores coloridas y fragantes. Petra se detuvo y luego miró a
Nicholas a su lado y sonrió.

—Guau. Me gusta estar en estos círculos nuevos y tan lujosos. Creo que tendré
que mantenerte.

A su otro lado, Kiril estaba mirando a Nicholas, no a ella. Ella suspiró ante la
desaprobación en su rostro. Con Ferrante agitando su cura como una zanahoria,
este realmente no era el momento de que se enfrascara con su hermano. Tenía la
sensación, sin embargo, de que no tenía otra opción.

—No hay tiempo que perder —dijo Ferrante—. Pero algunas cosas no se pueden
preparar con antelación. El laboratorio está ahí —dijo, señalando una puerta al otro
lado del vestíbulo—. Quince minutos, y luego vendré por ti. ¿De acuerdo?

Asintió, nerviosa por el peligro, pero más entusiasmada con la posibilidad poder
moverse libremente por el mundo.

De poder tocar a Nicholas.


J.K. Beck

Ferrante miró a Nicholas.

308
El Club de las Excomulgadas
— ¿Tal vez podamos hablar mientras yo preparo todo? Creo que hay cosas que
quedaron pendientes entre nosotros que deben ser dichas.

Nicholas encontró su mirada, y ella asintió. Sólo entonces se dio la vuelta y

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


siguió Ferrante a la habitación de al lado.

—Te fuiste —dijo Kiril—. Escogiste a ese por encima de mí.

— ¿Escogí? —repitió. Sabía cuan sobre protector podía ser Kiril, pero esto estaba
más allá de lo injusto—. Kiril, quiero que me curen, y eso es lo que Nicholas
quiere, también. Y mira donde estamos. De pie ante el precipicio de esa misma
cosa.

—Eso dicen. ¿Cómo sabes que los dos no están tramando tu desaparición ahora?
Tal vez se trate de una artimaña, diseñada para atraerte y ganarse tu confianza. Tal
vez pases por esas puertas, y te maten para liberar a Serge.

Ella parpadeó.

—Guau. ¿Necesitas un gorro de papel de estaño para hacerle juego a todas tus
teorías de conspiración?

—No juegues conmigo, Petra.

—Lo siento —dijo—. Sé que estás realmente preocupado por mí. Lo sé. Lo
entiendo. Pero Nicholas no me matará. Ya ha tenido esa oportunidad. Él lo sabe,
Kiril. Lo sabía y me dejó vivir.

Kiril dio un resoplido.

—Es cierto —se lamió los labios, sin querer admitir esa parte a su hermano, pero
sabiendo que tenía que hacerlo—. Y después de que me enteré de que Serge estaba
libre y matando, lo deseé. Quise terminar con mi vida en París. Nicholas no me lo

permitió.
J.K. Beck

309
El Club de las Excomulgadas
—Nicholas —repitió él, retrocediendo un poco mientras decía la palabra.
Respiró, luego cerró los ojos. Cuando los abrió, era Kiril el protector, el gemelo que
siempre había actuado como si fuera más viejo y más sabio—. ¿Qué has hecho,

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra?

— ¿De qué estás hablando?

Él se cruzó de brazos y comenzó a rodearla.

—Acaba de pasar una luna azul —dijo mientras el aire de la habitación parecía
hincharse y sentirse en ráfagas—. ¿Qué es exactamente lo que hiciste?

Ella se enfadó.

—Eso no es exactamente de tu incumbencia.

—Como el infierno que no lo es.

— ¿Cómo? —preguntó—. ¿Cómo es que mi vida personal es de tu incumbencia?

—Eres mi… mi hermana —dijo con una voz que no estaba gritando, pero que era
tan firme y precisa que bien podría haberlo hecho. El viento se levantó, azotando su
pelo—. Eres mi responsabilidad. Lo que haces, dónde estás, con quién estás. Todas
esas cosas me importan.

Ella quiso gritarle también. Infiernos, quiso tomar a uno de los jarrones de flores
y aplastarlo contra el suelo a sus pies.

No lo hizo. En su lugar, con un hercúleo esfuerzo, frenó su temperamento.

—Ya no es más de tu incumbencia.

Él inclinó la cabeza hacia un lado, entrecerrando los ojos al principio, y luego


abriéndolos.
J.K. Beck

—Oh no —dijo finalmente—. ¿Crees que estás enamorada del hombre?

310
El Club de las Excomulgadas
—No lo creo —dijo—. Lo estoy.

Algo parecido a la desesperación rozó su rostro antes de que sus facciones se


levantaran llenas de ira, hasta sus ojos.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Él es un vampiro, Petra, en caso de que ese pequeño detalle haya escapado a
tu atención. Un chupasangre. Y encima de eso, es inmortal. Tú te volverás vieja y
él seguirá pareciéndose a un muchacho del cartel de una película de acción y de
aventuras. ¿Quieres eso?

—Sí —dijo ella—. Lo quiero.

Kiril se burló.

—Esto es muy jodido —pasó los dedos por su pelo que estaba bailando en el
viento, un pequeño vendaval se movió ahora por el vestíbulo e hizo tambalear los
jarrones en sus stands—. Muy y completamente jodido. Esta no es vida para ti —
dijo alzando la voz—. Te mereces algo mejor que terminar como una anciana con
un vampiro.

—Ya basta —dijo ella.

—Te dejará cuando te pongas arrugada y gris.

—Ya está bien.

—Sabes que es verdad.

—No lo es —dijo, pero tenía que admitir, aunque sólo fuera para ella misma,
que no había pensado en lo de la inmortalidad. Kiril estaba en lo cierto. Ella
envejecería. Y Nicholas se quedaría exactamente igual.

No. Eso no importaba. No en ese momento. En ese momento, lo único que


importaba era la cura. Todo lo demás vendría después. Encontrarían una solución.
J.K. Beck

De alguna manera, lo harían.

311
El Club de las Excomulgadas
—Maldita sea, Petra ¿No leíste todas las historias que escribí para ti? Tu vida es
especial. Nosotros… Te mereces un mejor felices para siempre.

—Las historias ni siquiera deberían ser sobre mí. Deberían ser sobre otras

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


personas. Sobre otros amigos. Kiril, ¿no lo ves? Debes tener algunas experiencias
que no se centren alrededor de mí.

—Yo te protejo.

—Y si estoy curada, no necesitaré más protección —dio un paso más cerca,


después se acercó y puso una mano enguantada en su hombro, algo que nunca
había hecho—. E incluso si esta cura no funciona, Nicholas me puede proteger
ahora.

—No.

—Sí, maldita sea. ¡Eres un mago muy fuerte por el amor de Dios! Rompe el
hechizo de Unión y vive tu vida. Te lo juro, Nicholas me protegerá.

—No puedo irme así.

—Claro que puedes.

Algo caliente brilló en sus ojos.

—No, no lo entiendes. Maldita sea, Petra, eres más que mi hermana. Eres…

— ¿Qué? —se acercó, preocupada por lo que vio en su rostro—. ¿Qué soy?

Él no se encontró con sus ojos, y el viento se detuvo de repente, como si hubiera


sido derrotado.

—Tú eres mi obligación—, dijo, y luego se apartó.


Lo vio alejarse, segura de que no era lo que había querido decir.


J.K. Beck

*********

312
El Club de las Excomulgadas
Nick miró a su alrededor, respirando el olor a azufre y a ácido, notando las
superficies de trabajo lavadas y los mecheros Bunsen brillando suavemente en las
esquinas. Luces fluorescentes colgaban del techo, y los altavoces que estaban

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


colocados en la esquina dejaban salir música, pero en muchos aspectos el
laboratorio permanecía familiar. Dándole la bienvenida. A casa.

—He echado de menos nuestras conversaciones —dijo Ferrante—. Lamento


profundamente haber rechazado tu intento de la última vez que trataste de ponerte
en contacto conmigo.

—Admito que tu negativa me lastimó, pero lo entendí después de lo que hice.

—Ya hemos hablado de eso. Consideremos que esa parte de nuestras vidas se
cerró y pasaremos a la siguiente.

Él se detuvo para verter los productos químicos y verificar la configuración


durante el tiempo suficiente para activarlo y hacerle frente a Nick, su rostro
reflejaba nada más que sinceridad.

—Deseo eso más de lo que puedes saber.

El alivio fluyó por Nick, y se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a
Ferrante. Y cuan intensa, al verlo de nuevo, la necesidad de reparar el daño que se
había hecho.

—Es una chica encantadora, ¿no? —Ferrante le preguntó.

—Lo es —coincidió Nick.

—Estoy muy feliz de haberos encontrado a los dos a tiempo. Me aterra pensar
que hubiera sido demasiado tarde —se estremeció—. Malditos títeres de la Alianza.
Deberías odiarles, el modo que le dieron palmadas con una pena de muerte. La

forma en que te persiguieron como si fueras un insecto para ser exterminado.


J.K. Beck

Nick se puso tenso, sin poder evitar la sensación de que ese era un terreno
espinoso.

313
El Club de las Excomulgadas
—Han sido una molestia —dijo.

Marco negó.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Tal corrupción. ¿No has visto la evidencia por ti mismo?

Lo había hecho, por supuesto. Con los años, había visto más actos de corrupción
de los que podía contar.

—Pero, ¿hay algún gobierno perfecto?

—Probablemente no. Pero la Alianza está enferma desde el interior. Las luchas
internas entre los vampiros y los therians, por ejemplo. ¿Puede el tiempo dedicado a
esas pequeñas preocupaciones ser realmente bueno para todo el conjunto? —
levantó una mano en el aire—. Pero estoy chocheando como el viejo en que me he
convertido. Me temo que después de tantos años hay poco para mí, pero veo y
escucho.

—Petra está fuera de sí por la posibilidad de una cura —dijo Nick.

—Me imagino que lo estará.

—Soy optimista también. Pero tenemos que hablar, Marco.

Ferrante se volvió hacia él.

— ¿Qué sucede?

—Amo a esa mujer. No dejaré que la pinches, o le metas productos, o le


inyectes, o hagas lo que quieres antes de haberme explicado el proceso paso a paso.
¿No quieres revelar los detalles de cómo conseguiste la inmortalidad? Muy bien.
Puedo vivir con eso. Pero no con esto. Esto tengo que verlo de antemano. Esto,
tengo que entenderlo.
J.K. Beck —

Por un momento, Ferrante sólo lo miró fijamente. Después, el hombre más viejo
asintió.

314
El Club de las Excomulgadas
—Por supuesto. Por supuesto. Dios mío, debí habértelo ofrecido. Pasar tanto
tiempo dentro de mi propia mente me hace olvidar las necesidades de los demás.

—Ahora. —dijo Nick, asintiendo a la mesa de laboratorio.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿No crees que Petra y su hermano se merecen entenderlo, también? Ve por
ellos. Traeré vino para brindar por nuestro inminente triunfo, y mientras bebemos,
os lo explicaré. Lo entenderéis, y luego empezaremos —se acercó y tomó la mano
de Nick en la suya—. Pronto, podrás tocar a tu mujer.

Nick asintió, la posibilidad de que su contacto estaba a pocos minutos, volvió a


él con una sensación casi insoportable de nostalgia.

Encontró a Petra en el vestíbulo, con una de las flores en sus manos. Ella levantó
la vista cuando él entró, y luego empezó a arrancar los pétalos, murmurando:

—Me ama, no me ama, me…

—Te ama —dijo Nick, tomando la flor y pasando los suaves pétalos sobre su
mejilla.

—Espera. No puedo confiar en ti para estas cosas —cogió la flor, hasta


terminarlo—. Me ama —luego miró a Nick con una sonrisa pícara—. Supongo que
sabes de lo que estás hablando, después de todo.

—Al parecer —dijo, pasando a sentarse a su lado en el escalón. —Eres una


mujer peligrosa, Petra Lang.

—Oh, muchas gracias. Frótate eso.

—No con todo el mundo. Para mí.

— ¿Y...yo? ¿Cómo?
J.K. Beck —

—Tienes en tus manos el poder de romper mi corazón —habló sin reservas, no


sorprendido por el sentimiento, sino por su propia franqueza. ¿Sería porque era

315
El Club de las Excomulgadas
verdad? ¿O porque lo que estaban a punto de emprender era peligroso, y temía no
volver a tener la oportunidad de decirlo?

No lo sabía. Lo único que sabía era que lo decía en serio.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Nunca lo haría —dijo ella, y él supo que ella había querido decir eso, también.
Su boca se torció en una sonrisa triste—. Eso no es justo, sabes.

— ¿Qué?

—Decirme algo como eso cuando no te puedo besar.

Él miró hacia la puerta del laboratorio cerrado.

—Pronto.

Ella se lamió los labios.

—Entonces, ¿cómo es el súper secreto laboratorio de Ferrante? ¿Te hizo querer


renunciar a tu carrera y volver a ser un hombre de ciencia? —habló
despreocupadamente, pero él pudo oír el nerviosismo en su voz.

—Es bastante impresionante, y sí, supongo que lo hace un poco. En realidad,


pensaba que podría utilizar mis asombrosas habilidades científicas y analizar el
proceso de Marco.

— ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que no te dejaría hacer esto a menos que estuviera totalmente
seguro de que entiendo el proceso y que es seguro. No con certeza —dijo,
levantando un dedo para evitar su protesta—. Pero quiero comprender la teoría y
comprobar los cálculos de Marco y de su equipo. Te quiero allí, también. Debes
entender la naturaleza de lo que estás a punto de emprender.
J.K. Beck —

—Por supuesto. Tienes razón —se puso de pie—. ¿Ahora?

— ¿Y Kiril?

316
El Club de las Excomulgadas
—Está ahí —dijo, señalando a la sala formal al otro lado del vestíbulo—. De mal
humor.

Nick se echó a reír.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Por qué?

—Por ti. Está celoso. Al parecer, piensa que estás usurpando el trabajo de su
vida.

—Supongo que lo hago —dijo Nick.

—Si tan sólo pudiera convencerlo de que es algo bueno.

J.K. Beck —

317
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintinueve

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¡Entrar, entrar! — Nick estaba junto a Petra mientras Marco los hacía pasar al
laboratorio, su hermano estaba en su otro lado, enviando de vez en cuando oscuras
y desaprobatorias miradas a Nick.

—Venir. Beber —Marco los llevó hasta el final de una de las mesas de
laboratorio, donde cuatro vasos de vino estaban servidos entre los vasos de líquidos
de colores y sacos de arpillera de quién sabe qué. Él distribuyó los vasos, y luego
levantó el suyo en el aire—. Por la reunión de viejos amigos y la promesa de días
mejores.

—Voy a brindar por eso —dijo Petra.

Brindaron y bebieron mientras Marco empezaba a hablar.

—Sólo sé que Nicholas está completamente versado en la fundamentación


científica de lo que he descubierto aquí, así que trataré de poner mi explicación en
términos sencillos.

—Aprecio eso —dijo Petra.

—Quiero que entiendas cuánto tiempo he estado trabajando hasta el día de hoy.
Creé la primera generación de las que se sufren el Toque más de setecientos años
atrás, pero sólo ha sido en los últimos años, oh, quinientos, que me di cuenta de la
posibilidad de controlarlo y comencé a perfeccionar ese potencial.

— ¿Controlarlo? —Nick repitió, cuidadoso de repente—. ¿Quieres explicar qué


quieres decir con eso?

Marco levantó una mano.


J.K. Beck —

— ¡Dios mío, por favor! Perdonar la emoción de un hombre viejo. Estoy


contando mi historia toda desordenada.

318
El Club de las Excomulgadas
— ¿Hemos venido aquí para oír una historia? ¿O para examinar una fórmula?

—Los dos están entrelazados. Por favor. Disculparme. Os aseguro que llegaré a
los detalles pertinentes tan pronto como sea posible.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Hizo un gesto hacia Petra.

—El primer paso implica una carga electromagnética. No te preocupes, el


generador no está todavía encendido. Pero ven aquí, querida mía —añadió,
agarrando uno de los pequeños sacos de arpillera de la mesa de laboratorio, y luego
llevándola a una esquina del laboratorio.

El área tenía el suelo no de piedra sino de un metal oscuro.

—Una aleación de mi propia invención —dijo Marco, cuando se dio cuenta de


la curiosidad de Nick—. Mediante el uso de electricidad de bajo voltaje, se centra el
poder de la tierra —sonrió, feliz como un niño con un juguete nuevo—. Por
supuesto, con Petra, ya tiene el poder de la tierra en su interior. La línea de sangre
mágica, ves. Esa es la clave.

— ¿La clave? —Petra le preguntó, pasando la punta de su zapato a lo largo de la


aleación bajo sus pies.

—La verdad es que mucho de lo que he trabajado aquí hoy no sería posible sin
tu línea de sangre.

Petra frunció el ceño.

— ¿Qué quiere decir?

—La capacidad mágica corre en tu familia, ¿no? Vi lo que le hizo tu hermano a


los agentes de la Alianza.

Nick vio a Petra mirar a Kiril, como si esperara que él respondiera, pero su único
J.K. Beck

hermano estaba allí, estrechando sus ojos, como si estuviera tan aburrido por todo
el asunto que pudiera tomar una siesta en ese momento.

319
El Club de las Excomulgadas
—Sí —dijo Petra—. ¿Estás diciendo que si fuera otra persona, como Vivian
Chastain, no podrías curarme?

—No, en absoluto. Estoy diciendo que si fueras Vivian Chastain, no habría

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


necesidad de mantenerte.

Las campanas de advertencia sonaron en la cabeza de Nick.

— ¿Mantenerla? ¿De qué demonios estás hablando, Marco?

—Te he hecho un favor, Nicholas. Tú amas a la mujer, ¿no? Ahora puede estar a
tu lado para siempre —esbozó una sonrisa—. Tanto como la eternidad que tú
tengas.

Un frío miedo, duro, burbujeó dentro de Nick y sintió la torsión de su demonio


en su interior.

— ¿Qué has hecho, Marco?

—Su vino —dijo—He añadido un elixir particularmente potente a su vino. No


morirá, Nicholas. Será tan inmortal como tú. La necesito por un largo tiempo, ves.

— ¿Qué mierdas...? —Petra dijo, haciéndose eco de los pensamientos de Nick


con precisión. Dio un paso hacia Nick, y fue lanzada de inmediato hacia atrás.

—Campo de fuerza —dijo Marco, y la palabra estaba todavía en el aire mientras


Nick se lanzaba hacia su viejo amigo, con su demonio interior haciendo un
chasquido y listo para una pelea. Listo para arrancar la jodida cabeza de ese
hombre, de ese monstruo, que lo había engañado y atrapado a la mujer que amaba.

Nick terminaría con eso ahora… Marco moriría ahora.

Excepto que Nick nunca lo hizo.


J.K. Beck —

En su lugar, Marco extendió el brazo, enviando una tormenta de polvo de su


bolsa de arpillera al aire.

320
El Club de las Excomulgadas
Hematita.

Nick vaciló, tropezando mientras el polvo de hematita cubría su cuerpo. Se dejó


caer al suelo, dándose cuenta de que había respirado algo del polvo. La hematita le

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


impedía a un vampiro cambiar a niebla o a animal, aunque la velocidad y la fuerza
se mantenían por lo general, aunque disminuida.

Pero Nick había respirado la hematita, lo que significaba que su fuerza se había
reducido aún más. Ahora que el shock del asalto hematita había desaparecido,
tenía la fuerza de un humano, y teniendo en cuenta que estaba en un laboratorio
con un loco, realmente no creía que eso fuera suficiente.

Miró a Petra, quien lo miraba fijamente con ojos desorbitados, con sus manos
golpeando lo que parecía ser aire puro. Empezó a ir a ella, pero Marco sacó una
pistola de una mesa de laboratorio cercana y apuntó hacia él.

—No te va a matar, pero a la luz de la hematita, creo que te dejará fuera del
juego. Y estoy seguro de que no querrás irte ahora, ¿verdad?

Nick se quedó donde estaba, a pesar de que se movió lo suficiente como para
buscar a Kiril, seguro de que el gemelo de Petra levantaría una enorme fuerza del
viento, quitaría el arma de la mano de Marco como un látigo, y destruiría el
laboratorio. Pero Kiril estaba en el suelo, con los ojos cerrados, con su pecho
subiendo y bajando.

—Sedante —dijo Marco—. Contemplaba matarlo, pero no quiero empezar con


el pie izquierdo con Petra. Y, francamente, hará un buen ejemplar de estudio.

— ¿Por qué haces esto? —Petra le preguntó—. ¿Qué estás haciendo?

—Estoy creando un arsenal. Con él, cambiaré el mundo y lo haré un lugar


mejor. Y tú, Petra, eres la palanca que necesito.
J.K. Beck —

Petra negó, todavía confundida, aún aterrorizada. Lo único que sabía era que
estaba atrapada y que él había herido a Nicholas. Tenía que entender lo que estaba

321
El Club de las Excomulgadas
pasando. Más, tenía que seguir hablando. Había dicho que le había dado a Kiril un
sedante, y ella esperaba, por favor, que no se hubiera dado cuenta de la constitución
mágica de su hermano, que requería más de la cantidad habitual para noquearlo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


por cualquier longitud de tiempo.

— ¿Qué arsenal? —preguntó—. ¿Qué quieres decir?

—Te mostraré —dijo, y apretó un botón. Un azulejo en la pared se abrió, y una


jaula salió. Una jaula estrecha sosteniendo a un vampiro desnudo, furioso, con la
boca cosida con puntos descuidados, con sus brazos y puños maltratados por las
barras de hematita que lo apresaban.

—Un Toque —dijo Ferrante—. Un Toque tuyo y tendremos otra arma. Otra
criatura para hacer mi voluntad. No te preocupes, le dispararé primero. No para
matarlo, sino para noquearlo a fin de que puedas acercarte con suficiente seguridad
como para tocarlo.

—Estás loco —le susurró Nicholas, que era exactamente lo que estaba pensando
Petra.

— ¿Qué quieres decir, que haga tu voluntad? —Petra le preguntó, con la


esperanza de que Marco estuviera lo suficientemente emocionado con su plan
monstruoso para que siguiera hablando. Y hablando, y hablando.

— ¿Cómo crees que me las arreglé para eliminar a dos miembros de la Alianza?
Puedo controlar al monstruo. Puedo hablar con Serge. Hablo, y él obedece. Y
pronto el resto de la Alianza caerá.

—Oh Dios mío —susurró Petra.

—Al principio, hace siglos, mi control sobre estas hermosas criaturas era
esporádico. Y no había ninguno cuando los monstruos eran jóvenes, cuando

estaban furiosos con el cambio. Pero con el tiempo, cada vez que uno de mis
J.K. Beck

maldecidos creaba un monstruo, era capaz de perfeccionar mis habilidades. De


utilizar los pedazos sutiles de magia para enfocar la conexión entre yo y el

322
El Club de las Excomulgadas
monstruo. Y luego la condenada Alianza comenzó a matar a los monstruos, así
como a la maldición que los hacía. ¡Bastardos!

— ¿La magia? —Petra dijo—. ¿La utilizas para conectar los hechizos?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Hay un poco de magia involucrada, sí. Creo que es por eso que eres tan
preciosa para mí.

— ¿Preciosa? ¿Cómo? —Petra miró hacia Nick, que estaba mirando en la


habitación, como si estuviera buscando un arma. Kiril estaba todavía en el suelo.
Pero vio la contracción de dedos y esperó que eso significara que estaba
despertando.

—Con Serge, tengo más control que nunca. Estoy seguro de que es debido a que
tu herencia mágica concentra el poder de la maldición, lo que hace el control más
fácil. Tiene sentido, ¿no lo ves?, debido a que ambas, la magia y la maldición
provienen de la tierra.

—Está bien —Dijo Nick—. Pero ya tienes a Serge. Tienes a tu todopoderoso


chico para todo. Lo mismo me ocurre a mí. Ya que una vez me amaste como a un
hijo. Libera a la chica de la maldición.

Marco se volvió lentamente hacia Nick, con todos sus movimientos anunciando
peligro.

—En primer lugar, como ya he explicado, trato de construir un arsenal, y para


eso necesito a Petra. Ahora que sé que ella crea un monstruo al que puedo
controlar, sería un tonto quitándole la maldición y ponerla en otro, simplemente
para que ella esté mejor.

— ¿Poner la maldición? —Nick repitió, girando la cabeza mientras trataba de


elaborar un plan que los sacara de allí, y con vida.
J.K. Beck —

—En segundo lugar, no existe una cura —habló con dureza, con sus palabras
como cintas cortando a Nick, y seguramente haciéndole lo mismo a Petra—.

323
El Club de las Excomulgadas
Ninguna que haya encontrado, de todos modos. Y, por último, mi querido
Nicholas, una vez te amé. En un momento, fuiste mi niño prodigio, mi hijo, mi
amigo. Pero eso se acabó hace mucho tiempo. Y si mantener a esta chica te afecta

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


profundamente, entonces la mantendré con alegría en tu contra por haber destruido
mi trabajo y asesinado a mi amigo.

—Hijo de puta —susurró Nick, haciendo caso omiso de la forma en que las
palabras de Marco le picaban. Había sido el demonio, se dijo. Y había sido hacía
mucho tiempo.

—Giotto tenía la respuesta, sabes. Realmente la tenía —Ferrante se tocó la


sien—. Ahí mismo en su cabeza y habría funcionado, pero lo heriste, y nunca,
nunca, fui capaz de reproducir la fórmula que había desarrollado.

— ¿Te molesta que haya matado a tu amigo, o que te hubiera aplastado y


tuvieras que trabajar más duro para encontrar la inmortalidad?

—Tuve que buscar otro camino —dijo Ferrante, haciendo caso omiso—. Otra
forma de aprovechar el flujo eterno de la vida. Tardé más de una década de estudio
y experimentación. De fracaso y de muerte. Pero finalmente encontré el camino.

—Veo a donde lleva, maldito hipócrita —dijo Nick—. No encontraste la


inmortalidad a través de la alquimia. La encontraste a través de la magia negra. De
las Artes Oscuras que supuestamente desprecias.

—Por el poder de la tierra, Nicholas. A través de la tierra, y a través de la sangre.

—Sacrificios —dijo Nick.

—Muy bien, eres tan listo como recuerdo. Sí, por medio de sacrificios. Pero no
de sacrificios de sangre.

— Entonces, ¿qué?
J.K. Beck

—Por mi longevidad, debo presentar un sacrificio voluntario para llevar la


maldición del Tercero.

324
El Club de las Excomulgadas
—Mi familia —susurró Petra, y Marco le apuntó con un dedo.

—Sí, sí. La joven ha estado escuchando. El sacrificio es el centro de la


ceremonia. El sacrificio lleva a la maldición, y me siento recompensado por el

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Tercero por presentarle los sacrificados con el don de la vida. Cada monstruo
creado extiende mi vida, también. Se trata de una relación simbiótica muy buena.

—Es una locura —dijo Petra, con un borde de odio en su voz. —No conseguiste
voluntarios. ¿Qué hiciste? ¿Drogaste a mis antepasados?

—El sacrificio debe ser voluntario —dijo Marco—. Simplemente ofrecí lo que la
persona necesitaba. La mayoría de las veces fue dinero —asintió al brazalete que
Petra llevaba—. El pago de un sacrificio. Me sorprende que tu familia lo
mantuviera. Esperaba que lo vendieran para comer o para pagar el alquiler.

—Eres un hijo de puta —dijo ella, y cerró de golpe la mano dura contra el
campo de fuerza.

— ¿Y el Tercero? —preguntó Nick— ¿Está jugando este juego por venganza? ¿A


través del monstruo que tu sacrificio crea?

Marco se encogió de hombros.

— ¿Quién conoce la mente de un dios? Hablo sólo de mi propia venganza. Un


vampiro destruyó mis ambiciones, sin retribución. La Alianza destruye mis
monstruos y a mis seres malditos. El mundo de las sombras caza en la humanidad,
Nicholas. Es vil. Corrupto. Una plaga, un tizón, y tengo el poder de borrar ese
azote para siempre. Lo supe la primera vez que viniste a mí con la charla de una
dama oscura. Y con cada año que pasa veo cuan insidioso el mundo de las sombras
es realmente.

Si se precipitaba hacia Marco, sin duda sufriría una herida de bala, pero a menos

que Marco la metiera en su cabeza o corazón, debía poder continuar sin necesidad
J.K. Beck

del tiempo extraordinario para sanar. Sólo tenía fuerza humana ahora, sin

325
El Club de las Excomulgadas
embargo. ¿Podía un humano herido superar a un inmortal? Si sólo Kiril estuviera
despierto.

Apretó los puños, frustrado, y trabajó para mantener al loco hablando.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


— ¿Lo habrías hecho mejor? ¿Qué crees que estás logrando con todo esto?

—La erradicación. Un nuevo comienzo —sonrió, lento y aterrador—. ¿Habéis


oído hablar de la profecía? Me considero la mano que la guiará —echó un vistazo a
Petra—. Tal y como la inscripción en tu pulsera sugiere, todos somos movidos por
la mano del destino.

— ¿Por el destino? —dijo Petra—. Tú eres el que envió a Serge tras Dirque y
Trylag.

—Y tras los otros también —dijo Marco, sin una pizca de remordimiento.

—Dijiste que te sacrificaste por tu longevidad —dijo Petra—. No por tu


inmortalidad.

—Es una chica inteligente. Nos convertiremos en grandes amigos, estoy seguro.

—Cada sacrificio sólo te da unos cuantos años, ¿no? Es por eso que mi línea
familiar sólo se remonta a un par de siglos.

—Así es. Y pronto, tendré que sacrificar a otro. Pero esa no es tu preocupación.
Sólo tienes que tocar a los que traiga ante ti.

—No sucederá.

—Creo que sí —dijo Marco, y mientras hablaba el aire cambió, los colores se
arremolinaron, y un túnel se abrió.

Y justo en el centro de él estaba Serge. Salió del agujero y agarró a Nick tan
J.K. Beck

rápidamente y como si fuera basura, que Nick no tuvo tiempo de reaccionar. Y


entonces el monstruo lo empujó y lo sostuvo en alto, presionando la cabeza y su

326
El Club de las Excomulgadas
espina dorsal de tal manera que con el más sutil movimiento de su muñeca, Serge
podría arrancar la cabeza de Nick de inmediato.

—Tocarás a la criatura en la jaula, querida Petra. Porque si no lo haces, tu

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Nicholas morirá.

J.K. Beck —

327
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Treinta

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Lo lastimas —gritó Petra—, y a la primera oportunidad que tenga, será mejor
que pienses que me rebanaré mi propia garganta. Moriré, y te quedarás sin suerte,
gran hijo de puta monstruoso.

—Estoy bastante seguro de que puedo arreglármelas para mantenerte viva —dijo
Ferrante, aunque Nick pensó que se veía un poco preocupado—. Por supuesto que
mis métodos podrían resultar desagradablemente constrictivos cuando se extiendan
a través de los siglos. Si los encuentras demasiado desagradables, estoy seguro de
que un coma inducido podría funcionar muy bien.

—Eres un cabrón —susurró ella, mientras Nick buscaba algo, cualquier cosa,
para salir de las manos de Serge… y esperaba, matar a Ferrante en el proceso. En
ese momento, no quería nada más que ver a Ferrante muerto.

Muerto...

Pensó en lo que él y Petra habían discutido una vez, acerca de cómo parecía
haber un conducto entre Serge y un desconocido.

Bien, ese desconocido se había dado a conocer de una manera muy grande.

Pero, ¿y si era más que eso? No un conducto, sino una conexión con pleno
derecho. Una relación simbiótica.

Si Petra moría, Serge se curaría. Petra había creado a Serge. Ferrante había
creado Petra. O creado su maldición, en cualquier caso.

¿Quería decir eso que si Ferrante moría, Serge se curaría? Más que eso, ¿quería
decir que Petra se curaría?
J.K. Beck —

Querido Dios, todo tenía sentido. Tenía que estar en lo cierto.

328
El Club de las Excomulgadas
No era un plan perfecto. Por un lado, sólo podía suponer que Ferrante había
detenido el proceso de envejecimiento, no que se hubiera hecho indestructible.
Seguiría viviendo, siempre y cuando nadie apuñalara a su corazón o le metiera una

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


bala en su cerebro.

Nick no podía estar seguro de que fuera el caso, pero era una suposición
razonable.

Sin embargo, incluso si se las arreglaba para atacar a Ferrante… y cómo diablos
lo lograría en esas circunstancias, no lo sabía. A menos que el intento tuviera éxito
con una perfección absoluta, Ferrante sin duda, mataría a Nick y a Kiril en ese
mismo momento, y Petra estaría a su merced.

Pero si funcionaba...

Estiró la cabeza, tratando de ver a Kiril, pero su visión era bloqueada por el
equipo de laboratorio.

—Petra —llamó él—. Es Ferrante. Es Ferrante tanto como eres tú.

Su frente se arrugó, y se dio cuenta de que no sabía lo que quería decir. Ferrante
lo hacía, sin embargo. O eso, o simplemente estaba cubriendo sus apuestas, porque
le gruñó una orden a Serge.

—Mátalo.

Y de inmediato, las manos de Serge se apretaron en la cabeza de Nick.

— ¡Detente! —el grito de Petra llenó la habitación y, para sorpresa de Nick,


Serge se detuvo. Recordó la forma en que se las había arreglado para hacer que
Serge se detuviera en el cementerio. Y recordó lo que Ferrante había dicho acerca
de su línea de sangre desempeñando un papel en el control del monstruo.

—Es la magia —gritó Nick—. Concéntrate. Mantén tu enfoque estrecho. Es la


J.K. Beck

única manera de compensar tus años de práctica.

329
El Club de las Excomulgadas
Desde detrás del campo de fuerza, Petra apretó los puños a los costados mientras
Ferrante, con la cara roja de furia, murmuraba en voz baja, instando a Serge que se
diera prisa y matara a Nicholas.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra se sorprendió de que tuviera algún control sobre Serge en absoluto, pero el
esfuerzo la estaba agotando, y no estaba segura de cuánto tiempo podría mantener
el ritmo.

Tenía que hacer algo más, y las palabras de Nicholas se hicieron eco en su
mente: Es Ferrante tanto como eres tú.

¡Oh, Dios mío, él estaba en lo cierto! ¡Tenía que estarlo!

Ella miró hacia su hermano y vio que se movía. Gritó por él, gritando en voz
alta y fuerte, y después se alternó, en silencio enfocando su energía en Serge.

Como Nicholas había dicho, pensó en cómo conjurar su fuego. Tirando hacia
arriba. Concentrándose. Sosteniéndose.

Sacando a Serge de nuevo con su mente le gritó a Kiril con su voz. Una y otra
vez hasta que temió que no estuviera funcionando y no se despertaría. Y
entonces…

— ¿Petra?

Su voz, baja y aturdida, había caído casi a un susurro, pero no abandonó el


canto mental hacia Serge.

Detente. No lo hagas. Párate.

— ¡El viento! —Exclamó ella en voz alta.

Su hermano, gracias a Dios, la había entendido.


J.K. Beck —

Comenzó lento, muy lento, temió, pero antes de que pudiera alterar su canto y
rogarle que aumentara la furia del viento, él lo hizo por sí mismo. Los papeles

330
El Club de las Excomulgadas
comenzaron a volar por la habitación, más y más rápido mientras el viento
arreciaba más y más, en una reunión de tornado en el centro entre los cinco, con el
viento fuerte oscuro por el polvo y los escombros.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Y luego trozos de escombros salieron volando.

Un libro, surgiendo a través de la habitación golpeó a Nicholas. Un vaso roto,


apenas falló.

— ¡No! —exclamó ella, pero no podía decir más, y seguir el ritmo del canto, y si
no seguía el ritmo del canto entonces ella sería la razón por la que Nicholas
muriera, no Kiril.

En el otro extremo de la tormenta de viento, Ferrante se mantenía firme, con las


manos hacia fuera, como si estuviera recogiendo la magia. Eso era exactamente lo
que estaba haciendo, se dio cuenta, y si conseguía suficiente, podría anular su
control sin experiencia sobre el monstruo, que ahora estaba de pie, inmóvil,
congelado por las órdenes en conflicto que eran lanzadas hacia él.

Pero no se quedó por mucho tiempo inmóvil.

Se estaba quedando sin tiempo. Nicholas se estaba quedando sin tiempo.

A unos metros de distancia, Kiril se movió para mirarla, y sin bloqueos esta vez
ella vio los celos en su rostro. Y el deseo.

Oh, Dios mío. Comprendió finalmente. Era más que el amor de un hermano lo
que veía en sus ojos. Era el amor de un hombre por una mujer, y el darse cuenta la
hizo estremecer de tristeza y desesperación.

—Kiril, ¡no! Si me amas, ¡no!

Él parpadeó, con una expresión confusa.


J.K. Beck —

— ¿Tú lo amas?

331
El Club de las Excomulgadas
Las lágrimas mancharon su rostro.

—Lo amo. Por favor, Kiril. Lo amo.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Él se dio la vuelta lentamente, como si estuviera en trance, y ella mantuvo el
canto mental en contra de Serge, con una infusión de toda la esperanza que tenía en
ella.

Un cuchillo irrumpió en el tornado, en dirección directa hacia Nicholas.

Ella gritó de dolor y frustración, pero luego cambió su trayectoria y Kiril usó el
viento para lanzarlo directamente hacia Ferrante.

— ¡No lo harás! —Ferrante gritó, levantando su brazo. Apuntando la pistola.

Apretó el gatillo.

La bala salió disparada, con un ensordecedor sonido.

Y entonces Kiril estuvo en el suelo, y el tornado se comenzó desvanecer, y Petra


estuvo segura de que todo estaba perdido.

—Se acabó —dijo Ferrante mientras ella frenéticamente, entre lágrimas, tomaba
el canto nuevo, tratando de contrarrestar su orden—. Serge, mata.

Pero entonces una ráfaga de viento irrumpió definitivamente por la sala,


lanzando fragmentos de vidrio roto hacia Marco. Uno se alojó en su garganta, y él
cayó, con el arma cayendo de su mano y se tambaleó hacia atrás para agarrar el
vidrio a pesar de que el viento se había calmado... mientras Kiril moría con él.

Pero aun así, Serge sostenía a Nicholas.

Y Petra se dio cuenta de que a pesar de que su hermano había conseguido un


golpe final, un último intento para ayudar a salvar al hombre que ella amaba, no
J.K. Beck

había logrado matar a Marco.

Serge seguía siendo un monstruo.

332
El Club de las Excomulgadas
Sosteniéndose por encima de Serge, Nick vio su oportunidad.

—Dile que me suelte —le gritó a Petra.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Con Marco herido, debería ser más fácil para ella, pero Nick pudo ver el
cansancio en el rostro de Petra. Y ahora que Serge no tenía el control de las órdenes
enviadas hacia él, su propio impulso monstruoso de extraer y destruir salió. Nick
podía sentir sus manos tensarse, y gritó el nombre de Serge.

—Soy tu amigo, maldita sea. Si estás ahí, Serge, ¡soy Nick!

No tenía idea de si funcionaría, pero sabía que no estaba dividido entre dos, así
que estaba bien.

Al otro lado, Marco estaba en un charco de sangre. Pero aún respiraba. Peor
aún, se arrastraba.

La pistola.

En el campo de fuerza, las gotas de sudor se reunieron en la frente de Petra, con


sus manos apretadas a los costados.

En silencio, él la instó a darse prisa.

Y luego, como si ella hubiera tirado toda la magia que hubiera podido encontrar,
tronó una voz de mando, imperiosa.

— ¡Déjalo caer!

Serge lo hizo, y Nick corrió hacia el arma, con Serge detrás de él.

Nick se lanzó hacia adelante, con sus dedos casi agarrando el arma, pero Serge
agarró su pierna, tirando de él hacia abajo, aún a pulgadas de la pistola.

— ¡No! —Petra gritó—. ¡Serge! ¡Basta!


J.K. Beck

333
El Club de las Excomulgadas
Su agarre se relajó. Nick tuvo su pierna libre. Tenía la pistola y en cuestión de
segundos se levantó. Un momento después disparó.

Y puso una bala entre los ojos de su viejo amigo y mentor.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Marco estaba muerto.

Había funcionado.

Detrás de Nick, Serge se desplomó al suelo.

Y en el otro extremo de la habitación, Petra gritó.

Nick corrió hacia ella, luego encontró los controles que controlaban el campo de
fuerza.

—Petra —exclamó, y luego vaciló antes de tirar de ella a sus brazos.

—Funcionó —dijo ella, sonriendo a través de las lágrimas—. La muerte de


Marco… me curó, puedo sentirlo. Puedo decirlo... —se deslizó en sus brazos y lo
abrazó mientras le acariciaba su cabello—. Funcionó.

Se quedaron así durante una eternidad, hasta que Serge se levantó y se acercó a
ellos. Nick miró a su amigo. Esa no era la criatura que había destruido a Dirque, a
Trylag y a tantos otros. Pero tampoco era el mismo Serge. Su olor era diferente. Su
piel era diferente. Y Nick trató muy duro de no tener miedo de qué otra cosa podría
ser diferente.

—Gracias —dijo Serge, centrándose tanto en Nick como en Petra.

—Serge —dijo Nick, luego se detuvo, sin saber qué otra cosa decir.

—Tengo que irme. La Alianza me busca por mis crímenes.


—Ese no eras tú —protestó Petra.


J.K. Beck

Serge se enfrentó a ella.

334
El Club de las Excomulgadas
— ¿No?

—Quédate —dijo Nick—. Volveremos a Nueva York. Conseguiré arreglar esto


con la Alianza. No es necesario que estés allí afuera. Ahora no.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La comisura de la boca de Serge se levantó.

— ¿Preocupado por lo que soy ahora, Nicholas? No lo estés. Soy más de lo que
era antes. Pero no soy una plaga sobre la tierra, y mi demonio duerme. Dame
tiempo. Volveré.

—Serge…

—Adiós, Nicholas —dijo, y luego dio media vuelta y salió del laboratorio.

— ¿Debes dejarlo ir?

Nick consideró las posibles respuestas. Podía correr detrás de Serge y rogarle,
pero a menos que Serge quisiera quedarse, se iría. Y debido a la hematita, Nick no
estaba en condiciones de pelear con él. ¿Cuál sería el punto, de todos modos?

—Está bien —dijo Nick finalmente—. Regresará.

Ella asintió, y por un momento, simplemente se miraron a los ojos del otro,
abrumados por todo lo que había ocurrido.

Luego, lentamente, muy lentamente, ella le apretó la palma de su mano en su


mejilla.

Un escalofrío la recorrió y derramó una sola lágrima por su mejilla. Nick la


apartó con la yema de su dedo pulgar, y antes de que pudiera tirar retirar su mano,
ella lo atrapó, y apretó la cara contra su mano.

Lo miró, y tembló por la profundidad de la emoción que vio allí.


J.K. Beck

—Te amo —susurró él.

335
—Te amo, también —dijo. —Para siempre.
El Club de las Excomulgadas

336
J.K. Beck — Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III
El Club de las Excomulgadas

Epílogo

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra estaba desnuda en la cama, con su cuerpo retorcido, con Nicholas, carne
contra carne, tan íntimamente que cuando cerró los ojos no podía decir donde
terminaba él y comenzaba ella.

El cielo.

El Ritz de París era enorme y hermoso, maravillosamente diseñado, pero a Petra


no le importaba mucho. La cama era firme, las sábanas estaban limpias, y el
servicio de habitaciones era impresionante.

En cuanto a hoteles se refería, ésas eran sus únicas necesidades actuales.

A su lado, Nicholas se movió a medida que se despertaba, ya completamente


recuperado del polvo de hematita. Se apoyó en su codo y le sonrió.

—Te ves hermosa.

—Estoy enredada en la cama —respondió ella, y se inclinó para besarlo,


tomando las cosas con calma y saboreando la sensación de sus labios contra los
suyos—. Tendrás que lidiar con eso, porque no me levantaré.

Él le acarició la mano por su costado, sobre la curva de su cadera, y ella


prácticamente ronroneó.

—No es realmente un problema.

Ella suspiró. Había pasado una semana desde que había sido liberada de la
maldición, y los dos primeros días habían sido un torbellino de actividad oficial.
Había sido revisada por la División 18 y por los doctores de la Alianza y los

científicos se habían pronunciado sobre que estaba libre de su maldición, algo que
J.K. Beck

ya sabía, e inmortal, que no había estado segura. Le había dicho al equipo médico
sobre el elixir que Marco había puesto en su bebida. Ellos habían encontrado

337
El Club de las Excomulgadas
rastros de él en su laboratorio, y una serie de pruebas mágicas y científicas habían
confirmado que el elixir, en combinación con su línea de sangre mágica, le habían
hecho inmortal.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Increíble, pero suponía que tenía que darle las gracias al loco asesino por darle
una vida muy larga con Nicholas.

Pasó sus dedos de los pies descalzos hasta la pantorrilla de Nicholas. Para
siempre.

Le gustaba el sonido de eso.

—Tengo un mensaje de Luke de hace unas horas. Gunnolf está siendo


preparado para colocarle una prótesis ahora mismo.

—Bien —dijo ella. No se sentía toda cálida y relajada hacia el hombre lobo, pero
al final él y Tiberius habían ido a favor de ella. Todos los cargos habían sido
retirados en su contra y en contra de Nicholas. Era una mujer libre. Se sentía muy
bien.

— ¿Él y Sara vendrán para el funeral de mañana?

—Lo harán. El juicio de Sara fue ayer y todos los cargos fueron retirados.
Dijeron que nos verían en el servicio.

Petra había debatido la posibilidad de llevar el cuerpo de Kiril de nuevo a los


Estados Unidos, pero al final había decidido dejarlo en Francia. Su autor favorito
era francés, Flaubert, y ella pensó que le gustaría más estar allí. El funeral estaba
previsto para mañana, justo después del atardecer.

Nicholas le acarició la mejilla.

— ¿Estás bien?
J.K. Beck —

Ella asintió.

338
El Club de las Excomulgadas
—Se hará más fácil.

—Te amo, y al final demostró que mucho.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


—Lo sé —a pesar de que no le había dicho a Nicholas lo mucho que Kiril la
había amado, porque eso era un secreto que debería morir con Kiril, Nicholas había
estado en lo correcto de que él había actuado por amor. Sólo deseaba haber
entendido cómo se sentía antes, deseó no haberse perdido por completo todas las
señales. Podría haber tratado de ayudarlo. Tratado de romper todos los lazos entre
ellos, y no sólo el conjuro de su abuela.

Pero todo había terminado, y al final, su hermano le había salvado la vida y la de


Nicholas. Y eso era un infierno de epitafio.

Rand y Lissa irían también, y Petra y Lissa ya habían planeado el día de


compras más grande del mundo en París. Nunca había tenido días de chicas, junto
con un masaje, y estaba deseando que llegara con anticipación casi absurda.

Se dio la vuelta y se puso en cucharilla contra Nick, y luego lanzó un suspiro de


placer mientras él acurrucaba su cuerpo alrededor de ella, con la sensación familiar
y sin embargo siendo deliciosamente nueva.

Cerró los ojos, cálida, segura y feliz.

Pero debajo de todo, sintió algo más. Indicios débiles. Insinuaciones de


inquietud. ¿Serge?

Frunció el ceño y se deslizó de la cama.

— ¿Petra?

—Estoy bien —dijo. —Quiero ver París.


Abrió las cortinas y miró hacia afuera, deteniéndose en las luces y el bullicio de
J.K. Beck

la increíble ciudad. Debajo de ellos, las multitudes subían, un río de humanidad al


que podía unirse ahora, cada vez que quisiera.

339
El Club de las Excomulgadas
Nick se acercó por detrás y le pasó las manos por la cintura.

— ¿Quieres ir abajo y mezclarte con las masas?

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Ella se rió y se volvió en sus brazos, con la sensación de malestar
desvaneciéndose contra el resplandor del hombre.

—Absolutamente no —dijo, inclinando la cara hacia arriba para darle un beso—


. En este momento, lo único que deseo es a ti.

F IN

J.K. Beck —

340
El Club de las Excomulgadas
Guardianes De Las Sombras

01- Cuando La Sangre Llama.

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


La abogada Sara Constantine está encantada con
su promoción… hasta que descubre que ahora
tiene que procesar a vampiros y hombres lobo.

¿El primer acusado que tratará de meter en


prisión? Lucius Dragos, el sexy extraño con quien
compartió recientemente una explosiva noche de
éxtasis.

Cuando Lucius besa a una hermosa mujer sentada


a su lado en el bar, sólo lo hace para evitar la
mirada perspicaz del hombre que está planeando
matar. Pero lo que comienza como un simple beso
enciende una pasión que lo consume todo.

Acusado de asesinato, Luke sabe que Sara está


decidida a verlo encerrado, a menos que pueda
convencerla que no es un asesino. Y eso podría
significar hacer el último sacrificio.

02- Cuando El Placer Manda.

Siete personas inocentes han sido brutalmente


asesinadas en Los Ángeles, sin embargo, la
Alianza de las Sombras no tiene sospechosos ni
rastros. Mientras los cadáveres se comienzan a
apilar, la pelea milenaria entre vampiros y
hombres lobo amenaza con explotar.

Lissa Monroe, una deslumbrante súcubo de


carácter fuerte, que tienta a los hombres a que le
entreguen su alma, está de acuerdo en trabajar de
incógnito para la Alianza. Su misión: infiltrarse en
la mente del hombre lobo líder Rand Vincent, un
enemigo feroz que ejerce una poderosa fascinación
e influencia sobre ella. A medida que Los Ángeles
se tambalea en el borde del Apocalipsis, estos dos
adversarios deberán unirse para sobrevivir a un
enemigo aún más letal oculto a la vista
J.K. Beck —

341
El Club de las Excomulgadas

03 - Cuando los malvados anhelan

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Petra Lang fue maldecida para no amar nunca. Un
toque de su piel da rienda suelta a los más viles
demonios. Es condenada a muerte por las autoridades
de las sombras porque temen que le de la vuelta a su
maldición en contra de ellos, Petra es rescatada por el
vampiro defensor Nicholas Montegue. A medida que
sus cuerpos se funden y se transforman en niebla, Petra
siente un deseo erótico.

Nicholas arriesgó su propia vida para salvar a Petra,


sin embargo, sabe que nunca puede ceder a la
atracción explosiva que siente por ella. Pero el
profundo anhelo que comparten los tienta. Juntos,
tendrán que encontrar una manera de acabar con la
maldición. Pero sólo un amor tan fuerte tiene el poder
para vencer tan monstruoso mal.

J.K. Beck —

342
El Club de las Excomulgadas

Próximamente

J.K. Beck - Serie Guardianes de las Sombras 03.5

Cuando Los Malvados Anhelan — Serie Guardianes De Las Sombras III


Medianoche
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