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NDC
Se trata del Directorium generale pro catechesi: Librería Editrice Vaticana, Roma
1997. El texto ha sido oficialmente traducido a varias lenguas. En castellano
aparece con el título: Directorio general para la catequesis. Se constata, en el título
latino, una ligera variante respecto al texto de 1971, que se titulaba: Directorium
catechisticum generale, y fue traducido al castellano con el título: Directorio general
de pastoral catequética (DCG). En uno y otro caso, la institución eclesial
responsable del Directorio es la Congregación para el clero, que es el organismo
encargado por el Papa para orientar la acción catequética en la Iglesia.
El Directorio general para la catequesis (DGC) fue aprobado por Juan Pablo II el 15
de agosto de 1997. Se inscribe así en el conjunto de directorios emanados de la
Sede apostólica, con la autoridad propia de este tipo de documentos.
No es de extrañar, por tanto, que la consulta realizada por la Congregación del clero
acerca de una posible reelaboración del Directorio general de pastoral
catequética (1971) diera como resultado la clara conveniencia de que esta
reelaboración se llevase a cabo, incorporando, por un lado, las riquezas de las
últimas aportaciones y manteniendo, por otro lado, las orientaciones fundamentales
del texto anterior. El propio Directorio general para la catequesis confiesa cómo
esas intervenciones magisteriales recientes «imponían el deber de una revisión
del Directorium catechisticum generale, a fin de adaptar este valioso instrumento
teológico-pastoral a la nueva situación y a las nuevas necesidades» (DGC 7).
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Es decir, que ha habido una doble consulta a las Conferencias episcopales y a un
amplio grupo de expertos: una primera consulta, exploratoria, acerca de la
conveniencia o no de una reelaboración del Directorio (primer semestre de 1994) y
una segunda consulta a partir del proyecto realizado por el grupo de obispos y
expertos indicados (primer semestre de 1996). Con toda la riqueza de las
observaciones recibidas en estas consultas se elabora un texto provisional. Es
sabido que este tipo de documentos requiere una última consulta a las
Congregaciones de la Sede apostólica concernidas por el tema (primer semestre
de 1997). El texto provisional, así perfilado, es sometido a la aprobación del Papa,
lo que aconteció el 15 de agosto de 1997. En ese momento se convierte en texto
definitivo: el Directorio general para la catequesis.
Se trata, por tanto, de un texto que ofrece los principios por los que se regula la
catequesis. Se sitúa, sobre todo, en el nivel de proporcionar unos criterios
inspiradores, más que en el de dar normas imperativas como, acaso, la
palabra directorio pudiera sugerir. En otras palabras, está más interesado en
clarificar la naturaleza y los fines de la catequesis que en proporcionar directrices
inmediatas a la misma.
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realidad: «Una finalidad inmediata del Directorio es prestar ayuda para la redacción
de directorios catequéticos y catecismos. De acuerdo con las sugerencias
formuladas por muchos obispos, se incluyen numerosas notas y referencias, que
pueden ser muy útiles para la elaboración de los mencionados instrumentos» (DGC
11).
Junto a estos instrumentos, cuya elaboración desea impulsar, el DGC, más que
cerrar las cuestiones en el orden intelectual, quiere contribuir a profundizarlas,
actuando de desencadenante para hacerlas avanzar. El Directorio desea, en
efecto, «estimular en el futuro estudios e investigaciones más profundas, que
respondan a las necesidades de la catequesis y a las normas y orientaciones del
magisterio de la Iglesia» (DGC 13).
Lo son también los sacerdotes, sus colaboradores inmediatos. Ellos son, en virtud
del sacramento del orden, educadores en la fe (PO 6) de la comunidad cristiana. A
ellos, por tanto, está dirigido el Directorio de una manera muy especial. «La
experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende,
en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote» (DGC-225).
El DGC está dirigido también a Ios catequistas laicos. Ellos participan en este
servicio eclesial desde su condición peculiar de laicos, es decir, desde su carácter
secular, que les hace compartir con los hombres y las mujeres de su tiempo todo
tipo de tareas humanas. Por eso, ellos tienen una sensibilidad especial para
encarnar el evangelio que transmiten en la vida concreta del mundo. Los propios
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catequizandos y catecúmenos pueden ver en ellos un modelo de vida cristiana
cercano, en el que poder mirarse para realizarse como creyentes.
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revelación divina, tiene también, en esa lógica, un doble aspecto: es entrega a
Dios (fides qua) y es, al mismo tiempo, asentimiento al contenido de ese plan
salvador (fides quae). Esta concepción de la revelación y de la fe es la que
fundamenta, en ambos textos, la concepción de lo que es el ministerio de la
Palabra: «Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir
el ministerio de la Palabra» (DGC 35).
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en DV 5 y AG 13. El decreto Ad gentes explicita, como ningún otro documento
conciliar, el tema de la conversión. El DGC, basándose en ambos textos e
introduciendo varias novedades, desarrolla y explicita cuáles son los momentos de
ese proceso de conversión.
Pero aun suponiendo que, con la expresión formas, el DCG (1971) aluda a lo que
el DGC (1997) llama funciones, la diferencia de fondo subsiste. Para el
nuevo Directorio hay cinco funciones o formas básicas y no sólo cuatro. La gran
novedad del DGC es su insistencia en que no se pierda la especificidad de
la iniciación cristiana. Para él, la catequesis de iniciación tiene un carácter propio y
no se debe confundir con la educación permanente de la fe o catequesis
permanente, que es una función, o forma básica, distinta y posterior. El
nuevo Directorio acepta la expresión catequesis permanente, pero lo hace «a
condición de que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y
específico de la catequesis en cuanto iniciación básica» (DGC 51, nota 64).
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de iniciación y la catequesis permanente. O dicho con otras palabras: «El ministerio
de la Palabra está al servicio del proceso de conversión plena. El primer anuncio
tiene el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la conversión,
estructurando básicamente la vida cristiana, y la educación permanente de la fe, en
la que destaca la homilía, el carácter de ser el alimento constante que todo
organismo adulto necesita para vivir» (DGC 57).
Es claro que entre los dos textos hay una sensibilidad distinta a la hora de describir
la finalidad de la catequesis y los medios o tareas para conseguirla. Para el texto
de 1971, la finalidad de la catequesis es conseguir una fe viva, explícita y operativa,
y el medio es la enseñanza doctrinal. Para el texto actual, el fin es la comunión con
Jesucristo y los medios o tareas son varios: ayudar a conocer, celebrar, vivir y
anunciar el evangelio. Las diferencias de acento son notables.
Pero hay más. Para el DGC (1997) actual, la finalidad cristológica de la catequesis
es una finalidad abierta: «La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica,
impulsa al discípulo a unirse con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba
profundamente unido» (DGC 81). Es decir, la comunión con Jesucristo impulsa al
creyente a la comunión con el Padre y a la comunión con el Espíritu. Por otra parte,
al estar Jesucristo inseparablemente unido a la Iglesia, su Cuerpo, la catequesis
impulsa a una profunda integración en la Iglesia. Y al ser los hombres, sobre todo
los más pobres, los hermanos pequeños de Jesús, la catequesis tiene como
finalidad suscitar un profundo compromiso por ellos.
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cristiana integral, abierta a todas las dimensiones de la vida cristiana» (DGC 84; cf
IC 42).
Esta fuente viva de la palabra de Dios, el propio Verbo de Dios, llega a nosotros a
través de muchas fuentes inmediatas, que el DGC enumera en el n. 95. Es bueno
captar esta dialéctica que el DGC establece entre la fuente y las fuentes de la
catequesis. En el agua caudalosa de un gran río hay que distinguir también la fuente
de donde brota ese río allá arriba en la montaña y las fuentes inmediatas de
nuestros parques y nuestras casas, donde acudimos para beberla. Entre la palabra
de Dios como fuente y las fuentes inmediatas siempre hay una distancia: «por eso
la Iglesia, guiada por el Espíritu, necesita interpretarla continuamente» (DGC 94).
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Es interesante captar la hondura de lo que aquí está en juego. Aunque recurramos
a las fuentes inmediatas para captar el mensaje evangélico, como no podemos
menos de hacerlo, hay que tener siempre presente que, para un cristiano, el
mensaje es una Persona. La catequesis, al presentar el mensaje evangélico, lo que
hace, ante todo, es presentar la figura de Jesús: «en realidad la tarea fundamental
de la catequesis es mostrar a Cristo: todo lo demás en referencia a él» (DGC 98).
presentar el mensaje. El DCG (1971), con otra concepción, situaba el tema de las
fuentes al final del capítulo, como algo conclusivo y apendicular.
El DGC ha quedado cautivado por esta pedagogía de Dios (cf DGC 38 y 139). Ve
en ella la condescendencia (DV 13) divina, que impulsa a Dios a acercarse a los
seres humanos. Dios en la Revelación condesciende, es decir, se pone a la altura
del ser humano para que este pueda comprenderle mejor: Es como cuando un
adulto se pone en cuclillas (condesciende) para ponerse a la altura del niño y jugar
o hablar con él.
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10. UNA PASTORAL CATEQUÉTICA CENTRADA EN LA IGLESIA PARTICULAR.
Una última idea central se refiere al papel de la Iglesia particular en toda pastoral
catequética. Es una cuestión que se desarrolla en la quinta parte del DGC, en la
que también hay un avance notable. El DCG (1971) hacía un tratamiento más
bien organizativo de la pastoral catequética (análisis de situación, programa de
acción, formación de agentes, elaboración de instrumentos, estructuras
organizativas...). El DGC (1997) ha preferido un tratamiento más eclesiológico de
la pastoral catequética. Se trata de una parte centrada toda ella en torno
al ministerio de la catequesis y sus agentes. Las cuestiones de organización no
quedan olvidadas, pero ocupan su propio lugar.
El otro aspecto se refiere a la necesidad, cada vez más sentida, de dotar a toda
diócesis de un plantel de catequistas estables, de modo que se entreguen a esta
tarea de una manera plena, recibiendo un encargo oficial por parte de la Iglesia: «la
importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista,
ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente
dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia y que, en
comunión con los sacerdotes y el obispo, contribuyan a dar a este slrvicio diocesano
la configuración eclesial que le es propia» (DGC 231). A
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catequesis adquiere, en el conjunto del texto, varias dimensiones: 1) Ante todo,
quiere decir que la catequesis ha de estar profundamente vinculada al primer
anuncio: «la renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización
misionera previa» (DGC 62). 2) De una forma más directa, la misma catequesis,
muchas veces, debe asumir, al comienzo de un proceso catequético, tareas
misioneras con vistas a asegurar la conversión: «la catequesis, junto a su función
de iniciación, debe asumir frecuentemente formas misioneras» (DGC 52); esto lo
realiza por medio de una forma particular de catequesis: la catequesis
kerigmática (cf DGC 62). 3) No sólo en la primera etapa del proceso, sino a lo largo
de todo él, la catequesis «deberá ser considerada siempre como partícipe de las
urgencias y afanes propios del mandato misionero para nuestro tiempo» (DGC 4).
4) Finalmente, hay que considerar que una de las seis tareas principales de la
catequesis es, precisamente, «la iniciación a la misión» (DGC 86).
En esta misma idea abunda DGC 275, con unas afirmaciones aún más
contundentes: «Como ya ha quedado indicado, el principio organizador que da
coherencia a los distintos procesos de catequesis que ofrece una Iglesia particular
es la atención a la catequesis de adultos. Ella es el eje en torno al cual gira y se
inspira la catequesis de las primeras edades y la de la tercera edad».
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Los santos Padres, en efecto, concebían el catecumenado bautismal como una
verdadera escuela de fe. No se trataba sólo de enseñar la fe sino, más
profundamente, de «moldear la personalidad creyente» (DGC 33); es decir, hacer
que el evangelio llegase a afectar al discípulo de Jesucristo por entero. El
catecumenado y la catequesis de inspiración catecumenal son como una especie
de noviciado de vida cristiana, es decir, como un entrenamiento en todas las
dimensiones de la vida cristiana, en que se forja el verdadero seguidor de Jesús.
Por otra parte, al confesar a un Dios trino, que es comunión de personas iguales,
el discípulo de Jesucristo manifiesta, al mismo tiempo, que la humanidad, creada a
imagen de ese Dios, «está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por
hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal» (DGC 100). La profesión
de fe es, también, una proclamación de igualdad.
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fomentar su espiritualidad, por encima de otras dimensionesr%cesarias (doctrinal,
antropológita, pedagógica...).
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