Está en la página 1de 4

ENSAYO.

Introducción.
“El Periquillo Sarniento”, fue la primera obra literaria publicada en América, en el
año 1816, durante la guerra de Independencia de México, por José Joaquín
Fernández de Lizardi (1776-1827); y es considerada como su obra maestra.
Lizardi, más conocido como “el pensador mexicano”, fue además quién publicó
uno de los primeros periódicos del México insurgente.
Es una novela “picaresca”. Su personaje principal es un pillo, un vagabundo que
busca constantemente como sobrevivir y que nos narra sus días de escuela, en
las calles, y el cómo sus malas compañías lo mandan hasta hospitales, cárceles e
incluso a otros continentes.
Los primeros tres tomos completos aparecieron en 1817, y el cuarto tomo fue
clausurado por criticar la esclavitud. Pues durante el virreinato estaba prohibido
leer obras de ficción, las autoridades le temían a la literatura porque estimulaba los
pensamientos de imaginación y libertad.
“El Periquillo Sarniento” es una novela que nos muestra el folclore y las tradiciones
mexicanas en la época de la independencia, junto con las aventuras de este
pintoresco personaje.
Desarrollo.
Lo primero que se narra o se muestra es a un hombre de avanzada edad postrado
en cama, esperando tranquilo la hora de su muerte, rodeado de sus hijos a
quienes les habla y les cuenta gran parte de sus vivencias, a la par que les
advierte sobre los peligros que amenazan y lastiman a los hombres en el curso de
sus días. Esa es, en palabras cortas, la razón por la cual se escribió el libro.
El inicio de su historia se ubica en el año 1773, con el nacimiento de Pedro
Sarmiento, nuestro protagonista; en México, la capital de Nueva España.
Justamente en la época de la colonización, donde las diferencias sociales eran en
exceso notorias, los españoles dominaban el territorio y los mexicanos eran
tratados como simples esclavos.
Pedro nace en una familia no pobre ni tampoco muy rica, su madre era bonita pero
bastante inocente y crédula de los mitos o leyendas comunes (como el mal de ojo
y otros peligros imaginarios), era sumamente sobreprotectora, mientras que su
padre, por el contrario, era un hombre sensato.
Pasados los años Pedro llega a la edad en que tiene que asistir a la escuela, muy
en contra de sus deseos y los de su madre, es justo en ésta que, al siempre ir
vestido de verde y amarillo, y al haberle dado sarna una vez, se gana su apodo de
“Periquillo Sarniento”.
Con lo que ambos padres no contaban era con que su tiempo en la escuela lo
pasaría con las peores compañías que podría haber, mientras que él se convertía
en el más maldito de todos ellos.
De entre todas las amistades que hizo a lo largo de su vida, una de las más
destacables sería Januario, a quién apodaban Juan Largo; éste personaje fue
quién más influyó en la vida tan pícara y desvergonzada del Periquillo, pues fue
quién le enseñó a jugar, robar, mentir y apostar, y que además gustaba de meter
en muchos problemas, varias veces, a nuestro querido protagonista.
Una vez que regresó a su hogar su padre se decidió a hablar con él sobre lo que
haría de su vida, le dio a elegir entre aprender un oficio o hacerse sacerdote
teólogo, el Periquillo consultó a otros de sus amigos llamado Martín Pelayo, quién
era igual o peor que Juan Largo, éste le recomendó que estudiara para clérigo
pues los mismos en aquella época eran respetados por todos, contaban con
buena posición económica y muchos privilegios.
Justo en la universidad Pedro se reencontró con su amigo Martín y el mismo le
arrastró consigo a distintos tipos de “casas de señoritas” y tertulias, dónde
aprendió de los vicios y se hizo un bailador incansable, refranero y atrevido; con
todo ello dejó de lado por completo sus estudios.
El día que menos se lo esperó su padre se enteró de aquello y esa misma tarde le
dijo que escogiera un oficio o lo mandaba como esclavo a China, ya que no estaba
haciendo por sí mismo nada provechoso de su vida. Pedro, alarmado por aquel
ultimátum, consultó a su amigo Pelayo por un sabio consejo y el mismo le
recomendó, nuevamente, que se hiciera fraile. Le ayudó consiguiendo una carta
de recomendación que presentó en el convento de San Diego y donde fue
admitido al poco tiempo. Regresó a casa con la patente de admisión, su madre se
mostró contenta por la misma, aunque su padre, más sensato, no parecía creer
que fuera por verdadera convicción o virtud.
Se dirigió a Tacubaya, donde está el noviciado de San Diego, el personaje dice:
“Se celebró la función, tomé el hábito, pero no me desnudé de mis malas
cualidades”.
Pues efectivamente, a pesar de ser fraile, el Periquillo no dejo de lado sus malas
costumbres, sus vicios o maneras tan irresponsables y flojas de ser con todo.
Bastó que pusiera un pie en el lugar, y que pasara un día, para notar que todo allí
le incomodaba o disgustaba, “Todo lo hacía mal, porque todo lo hacía de mala
gana”.
Poco o nada le faltaba a Pedro para hacerse pasar por enfermo y así “escapar” de
aquel lugar, cuando su amigo Januario llegó a él con la triste noticia de su padre
se hallaba gravemente enfermo. A los cinco días Don Martín también llegó a
visitarle, le entregó una carta y la noticia del fallecimiento de su padre.
Luego de ello, a los quince días, le fueron retirados los hábitos y volvió a casa,
donde su madre le recibió y manifestó su alegría de tenerle de vuelta.
Los próximos 6 meses vivió, como él cita, “una vida bien hipócrita”, rezando el
rosario y hablando de Dios, pues trataba de ganarse el afecto y confianza de su
madre para que no le escaseara el dinero. Un día, hartó de actuar, decidió
convencer a la misma de quitarse el luto con una fiesta, luego de tanta insistencia
la señora accedió, y ésta, lejos de ser tranquila, resultó ser un caos completo que
dejo la casa hecha un desastre. Inconforme con ello, Pedro a los pocos días se
acabó el dinero que había en casa, vendió muebles, ropa y joyas para conseguir
más y poco a poco los dejó a él y a su madre en la ruina.
No mucho tiempo después, ya cuando hasta la comida era insuficiente, la pobre
madre del Periquillo falleció, gracias a una fiebre violenta que le hizo delirar por
seis días, el mismo no apareció hasta después de otros tres días, ya cuando el
cuerpo fue enterrado, volvió fingiendo que no lo sabía y todo para no tener que
atender los gastos del velorio y el entierro.
Una vez que quedó solo no dudó en salir a las calles para probar suerte y buscar
nuevas aventuras.
Es aquí, después de la muerte de ambos padres, donde inicia el desarrollo de la
historia, pues en muy poco tiempo nuestro protagonista se halló perfectamente en
bares, apostando, robando o haciendo un mal uso de sus malas costumbres y
hábitos poco dignos. Su fiel compañero y amigo, Januario, fue quien más lo
adiestró en esta clase de temas, iniciando por enseñarle a mentir y estafar en los
juegos de azar, a vagar de fiesta en fiesta, incluso a dormir en un lugar llamado “el
arrastradero”, donde vagos y borrachos tomaban asilo para dormir por las noches.
Los primeros días le fueron provechosos, pues no le faltó el dinero y hasta para
comprar ropa le alcanzó, pero la misma “buena racha” poco a poco desapareció,
hasta que nuevamente tanto él como Juan Largo quedaron en las mismas. Fue en
una de aquellas veces que estafó en un juego que uno de los involucrados, furioso
con Periquillo, se atrevió a darle una golpiza que lo hizo dar a parar hasta el
hospital.
Saliendo de allí se dirigió de nueva cuenta hacia “el arrastradero” donde Januario
lo envolvió en un robo y esa misma noche fue a parar en la cárcel.
Allí mismo conoció a un buen hombre llamado Antonio Pérez, quién le contó su
historia y le hizo compañía la mitad del tiempo que estuvo en prisión. Como era de
esperarse, a pesar de tener –al fin- una buena compañía, una vez que Don
Antonio salió de prisión, Periquillo no tardó nada en hacerse de malas amistades.
Conoció a Aguilita o Aguilucho, quién a pesar de hacerse llamar su más “íntimo
amigo” le robó las pocas pertenencias que Don Antonio le había regalado antes de
irse. Cualquier otra cosa que pudo haber tenido Pedro en su tiempo en la cárcel
siempre terminaba siendo apostada y perdida o robada.
Un día cualquiera llegó a él un payo que le pidió le ayudara a escribir una carta,
misma que llegó hasta manos del escribano de la prisión, apodado Chanfaina, fue
él quien sacó al Periquillo de la cárcel y quien, además, se convirtió en su primer
amo.
Duró un tiempo sirviendo el escribano, al poco rato Periquillo se enredó con la
muchacha que le gustaba a su amo, ésta se llama Luisa, hubo una pequeña pelea
entre ella y otro muchacha por el gusto/amor de Pedro, y Chanfaina al enterarse
de ello salió corriendo furioso tras el Periquillo y éste huyó hasta que lo perdió de
vista.
En medio de su carrera se encontró con Agustín Rapamentas, un viejo conocido
de su padre y a quien luego de engañar consiguió que le diera asilo en su casa.
Allí conoció a su amigo, Andrés, quién era aprendiz de Agustín y que compartía la
misma naturaleza floja y desobligada que el Periquillo.

También podría gustarte